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Philippe Madre
¡LEVANTATE Y ANDA!
EL CARISMA DE FE
1-‘ edición
Publicaciones Kerygma
México
ISBN 2-905480-33 5
O Éditiohs du Lion de tud a, 1988
Traducción: María Elena Prado Flores
Tipogr»r» oiseño: Primo González Carrera
Prefacio
de la
oyiizioii q ’relipcer
particulariiiente
reJIexi‹ot del ‹in.tor.
riesgo de
tasfor incis
alguna otrafortna Ast, podría decirse que los carreras, necesarios
en la Iglesia primitiva, son actualmente inadecuados y que deben
confinarse en el bamr de accesorios folkldricos. ¿No corremos
entonces el riesgo de desprecias el don de Dios? ¿De
que eii
Bnjo este punto de vista queda cloro que, los carismcis, cuando
se distinguen como provenientes del Espíritu Santo, son para
acogerse y ejercerse eii la obediencia al Espíritu, iinico maestro de
7
de nilcslros coiiccjiios. Los rcsliiii oiiios qnc j›rcsciiin nos IIc›'nii ni
£vn //ge/io, mii gerc//›/ll/os cl sn I›or rcclicoiiirniiios in » /s u n
‹/c/is/‹/‹/r/ de m «///‹ /i/‹/nr/¿ —¿ ///e n // c›'crú n r/cc/no ?—‹ic ‹/i r'i rii ‹/n‹/..
/fnj' cosns que llo se i r/›'cr rn .
‹ 'fn ‹Y« Dios. A irnvés rie sus niiiI›igi”ie‹InrIes ) sii j›o I›rc_•n etc
9
Prólogo
12
Pero continuemos nuestra meditación... El signo es ta iiibiéii
como el eco de la Palabra de Cristo, una especie de i iisisteiic ía de
Dios incitándoiios a creer que lo que El dice es verdad. Cuaido hay
eco, es porque hay palabra, y el signo rios remite sieiiipre a la
Palabra de Dios, accesi ble al horrible a través de las Escri t tiras y
la Iglesia. Dios no está muerto. Tampoco está iiiudo conto los ídolos
(o falsos dioses). El habla, incluso grita... sobre todo eii estos
tiempos que son los últimos, eii que el nombre tiene una tuerte
propensión a la ”sordera espiritu a l”. Prefiere hacerse el sordo
y llenarse la boca con “discursos vacíos e inútiles“', ¡más 9ue
escuchar la voz de Dios resonaiido en su cora zón y hacerle eco! Dios
no se encierra en su propia santiclad. Su acción tampoco se deja
coiifiiia r al más profiiii‹lo inconsciente de nosotros mismos. Los
signos de¡›rofec ía, cte fe, de sa naci ón, eua tido vienen de El, mo-
lestaría los sabios de este mundo, pero regocijaii e i con zón de los
pobres, recordando que El es El ‹¡ue es (Ex 3, 14).
Palabra y signo
14
Es en principio en este sentido que podemos decir que los signos
vienen a confirmar la palabra anunciada.
Sólo existe una sola Palabra de Dios que para nosotros es la vida
misma de Cristo. Pero esta Palabra única se encarna ‹le modo
particular en la vida de cada bautizado, y será confirmada a través
de signos... según la Sabiduría, pero también según la ternura de
Dios. Francisco de Asís no era un gran predicador, en el sentido de
construir grandes discursos ten-lógicos, pero daba testimonio en
ciudades y pueblos, de esta Palabra recibida en lo más profundo de
sí mismo hasta herir su co t : ’iEl d !” Este
testimonio agradaba tanto a Dice que numerosos signos venían a
confirmarlo con fuerza. La Iglesia es también esto...
Signo y evangelización
He hablado sobre todo de los testigos y de los signos que les son
”satélites”, pero mucho menos de los destinatarios de esos mismos
signos. Porque finalmente, si el signo viene de Dios y corresponde
a una pedagogía particular, ¿cuál es su fin profundo? Dios ama la
libertad, pero no el espectáculo. ¿Qué espera entonces El, con-
cediendo una curación, una liberación o un milagro?
responde s.pe-
vigorosa doaapí¢›1›s‹:ión de
¿vendría a negar su prapia
en mis obras”. (Jn 14, LI).
de la
Resurrección y a la Vida. El signo de Jonás es el más formidable y
más escandaloso de todos los signos. Es pot el lo que, de momento,
pocos lo recotiocieron conto tal y entraron en el crecimiento de
amor que él proponía. Sin embargo, ¿no fue con este signo, incluso
escan‹la l oso, que el centurión reconoció que ESTE HOMBRE
VERDADERAMENTE ERA HIJO DE DIOS (Mc 15, 39)? ¿No
es el mismo sigtio que el buen ladrón discemió y a partir del cual
eiitabló un crec imiento vertigmoso que lo condujo el mismo día al
Paraíso? (cf Lc 23, 43).
17
CAPITULO I
La mies es mucha
Pero esta noche, en el coro, no son los sacerdotes los que se hacen
notar, sino un mínimo de trescientos enfermos graves o seriamente
inválidos. Apretados unos con ottos, con el cuerpo o la mente
19
paralizados, carcomidos por la enfermedad, estos grandes sufríen-
tes otan, con la multitud reunida que los presenta al amor de Dios. .
ese Dios rico •n Micericc›rdio, que cieitaiiiente tro es un gran mago,
pero cuya ternura se despliega particularmente hacia aquellos que
sufren y se desborda en frutos de consolación, de sanación, de
liberación, de reconciliación y de paz.
20
oración muy profunda, que invita a la adoración y que está enrai-
zada en el rezo del Rosario.
21
En el coro —7 lo mencioné más arriba— sólo están los enfermos
y un equipo de veinte personas, del que formo parte, y algunos
obispos de Francia que han venido a participar en esta sesión de
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reciben, frecuentemente con gran sorpresa de su patte, una gracia
manifiesta de consuelo o de luz en su vida.
“Un religioso de intentó 7 °Cho años, casi s0fdo de los dos oldos
y obligado a usar un aparato acústico, está sanando. Ha venido aqui
con curiosidad, traído por un amigo y habi-tualmente se manifiesta
muy crítico respecto a la Renovación carismática. Actualmente
percibe fuertes zumbidos en los dos oldos y estará totalmente
sanado en algunas horas más.“
23
matrimonio y 9ue habia llega‹Io al borde del divorcio, experimenta
un gran calor interno. El, convertido en alcohólico, está itistantá iiea—
mente liberado del alcohol. Ella cayó con otro hombre a causa de
sus problemas conyugales. El Sefior los visl ta para ”resucitar” su
unión e invitarlos a viví r una recoiici l iacióii". Etc.
Dios realiza iiia rnvi l las eii su Pueblo, eii la iiiedi da que éste
espera todavía algo de El.
” • Le vúntate y andci ! “
1. Dios no es mago ante lodo, ¡›orque entonces, no sería Amor. diii embargo,
muchos creyentes lo consideran un poco como tal, pnvá ndose de las invitaciones
de su Bon‹lad.
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Nos incl iiiaiiios sobre una joveti iiiiijer q ue padece una esc lerosis
eii placa (?)* y está Jia raliza‹la eii las dos piernas. Su rostro está
baiia clo en lágriiiias... Lngri iiias de eiiioci ón por las saiia cioiies ya
miami fiestas, pero latir bién lágriiiias de sufrimiento pot9ue, para
ella, stis piedras reliiisaii toclo iiioviiiiieiito, incluso el más miniiiio.
Con el corazón coiiiiioviclo, Epliraini y yo i iivocamos con fuerza al
Espíritu Santo por el eiia I aquel que cree en Jesús (resucitado) verá
real iza rse las iiiisiiias obtas —y to‹lavía iiiás graiides— de Cristo (cf Jn
14, 12).
’NT.
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“instancia interior” (de ninguna manern se trata de una especie de
voz), insiste: “Es ella".
— ¿Cómo te llamas?
— Chantal
— Veinticuatro años
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— Es verdad 9ue no puedes esperar una recuperación natura I;
pero, ¿crees que Jesús puede hacer a Igo por ti?
con seis mil pares de ojos fijos en el pod mm. Yo sentía la impresión
de una fuerza cJue “se condensaba en mí mismo”, una especie de
convicción sobrenatural de que Dios quería manifestar su gracia en
Chantal. . . no de modo general (como lo puede manifestar en todos),
sino muy precisamente, en un sentido de sanación.
— ¿Por qué a mí?. . ¡ Todos los demás 9ue están aquí, también
están enfennos!
Sin contestar, baja la cabeza y cierra los ojos, como para con-
centrarse mejor en la oración. Yo me uno a ella en esta intercesión
ferviente, sin preocuparme dél tiél1l(i que pasa al lado de Chantal
y (quizá) ¡quitado a otros! ‘
Levanto la cabeza.
27
— Real mente no (dicienclo: “no se fa tigiie más“).
28
concretamente el proceso de niejoración física. Pero ignoraba cuál...
o más bien, lo eliniiiia1›a de mi meiite, por‹¡ue lo presentía pero no
osaba tomarlo en cuenta, a causa de la seria decisión que implicaba.
29
animador, desbordaba de alegria ante tal manifestación del poder
de Cristo,
Dios había actiiaclo aquella noche conto eii muchos otros enfer-
mos, en respuesta a la oración unai iiiiie de una iiiucliedunibre.,. pero
esta ex periencin que viví persona Intente con Cl›sntnl y c|ue cot›sti-
tuyó como el “disparo” para su curación, podeitios arriesgamos a
llamarlo ”ca risiiia ‹le fe”.
CAPITULO B
32
B$miad&0o oóelf#óÑboi|Wsen ÑÜaóo’yseóWpo›#b
nierioimente'liablé
Refl&ücióff, peió conviene evocar sobre t6tI&
de invmtivs,'eteadvíJad, i+inovacioñes
er› rnateria de forrñadióN, catequesis, ev óerita-
tivss dp qee dm pmebs ‹Ñ³tm mjo d6 lú’ ³á J¢s
¿La efusión del Espíritu que nos embarga desde hace unos quince
años, está declinando o nos hace madurar hacia una nueva “ofensi-
va”, es decir una cosecha más abundante que nunca, en que los
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. . en '. . . '.‘. -. .-
Si me attevo a impulayr, a la ' ¢k'›tr . gotgu,e,@el li¡g¡e
tiempo me aflora una interrogante: la Renfivación pcntecostiil qoe
ha transformado tantasvidaa en'Etn;‹4 xiesde )iaoe.p ñ.ca, se
dice también “catismática"... Ru realidad no en y,ipc;itet ,.
carismática, pero finatmerite los catietiíásfminan parte de su voca-
i::ióny .cops²i²³7 inn pocq, l b ot¡qQ ½ta,[j§¡ití , '
36
fmúdiomsyaúnmás,portempra
‹leclinacióp,.
aban‹iono, habría
Todo sucede como si, dando tal carisma, el Señor madurara por
ese mismo carisma y por su ejercicio fruct ífero, equilibrado y
eclesia I, la gerininación del siguiente. Evidentemente, no hablo
aqui a nivel individual, eii 9ue esta progresión en la eclosión de
diversos carismas se viviera en una persona precisa. Estas conside-
raciones son generales. Así, el nacimiento de tal carisma en algim
miembro de un grupo de oración, será seguido ul teriormente por el
siirgiiiiieiito de otro catisiiia eii ese misino gru¡›o, pero eii otros
inieinL›ros. Podemos extender estns Jeducc iones ni conj‹ nto de la
Renovac ión, e inc liiso a la lglesia entera.
relación con él, t›o me extienJo n ñs, consicler‹n›do los escritos que
han apareciclo al respecto.
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mado un fino discernimiento'. Puede.tratarse de curación de cuer—
pos afligidos por enfermedades más o menos graves (en general,
las curaciones se refieren a afecciones relativamente bemgnas,
aun9ue invalidantes para aquellos 9ue las viven) o sanación interior
(de heridas del pasado) e incluso liberación de malos espíritus'.
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son rea les, porque un carisma con lleva sieiiipre, por naturaleza, un
aspecto siibjet ivo y taiiibién all í se requiere del d isceni im iento. Pero
eii e l serio de un grupo de ora ción o de una comun idad, ¡qué pocÍer
evangeli zador contiene tal gracia! .
41
al Sefior Jior todos sus ‹iones.. . y su plica i {e, cont o lo hacía Kat liryn
Ku lil i i ia i i n , El no nos retire su Santo EsJiíri tu (cf Sal 5 1, 13).
42
CAPITULO III
Fe teologal y fe
carisiiiática
43
la fe cristiana, y de hacernos perder ‹le vista el sentido del carisma
de fe.
44
La fe teologal
45
vocación particular y divina aiic1a‹ia en la fe, la esperanza y el amor
(caridad), que se desarrolla en el corazón de todo hombre.
¿Por 9ué l lamar “teologa les” a estas virtudes? Porque nos abren
a relaciones directas con Dios. Teologal viene del griego Theós,
Dios, y de logos, que se torna eii el sentido de relación, de proporción.
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”fe-confianza” e:i Dios, que invita a una fidelidad toda de confianza,
pero 9ue ciertamente no es el resultado de una faci lidad. Ella
sobreen tiende un esfuerzo, una práctica, una actividad que le per-
mitirá desarrollarse eii el hombre.
47
descuido o por inconsciencia. Aun9ue sea ”potencialmente creyen-
te”, se priva del ditiamisirío interno del don de la virtud de fe, 9ue
él deja en un estado más o menos larvario. El famoso “creer
hasta...”, o bien, creer en Cristo pero afiadiendo una dosis de
creencias incl ividua les que asf i xian la fe verdadera .. o incl uso
rechazar cteer (por motivos frecuentemente causados por cierto
pasado doloroso), ¡consti tuyen porno un reflejo en negativo de la
fe!
Lm inconiocliclnd de En fe
48
Es decir que la virtud de fe es el misterio de la acción del Espíritu
Santo eii mi, siendo el efecto los doties de iiiteli genci• 7 de ciencia,
particularmente (estos son dos de los siete dones del Espiritu, en
sus omisiones invisibles). Esto ya es m ística... y la mística más
mística es una profiiiidi zacion iiiayor de esta experiencia de la fe.
49
normal de la experiencia de la fe y de la cual no podemos evadimos,
pero que nunca debe justificar alguna forma de pasividad en este
51
Terminemos con una coñsidetación esencial: Dios no deja de
estar en busca de la fe del hombre', en un amor que, por anticipado,
da todo de sí mismo en su Hijo a ttavés de la historia, que es así
historia de la Salvación, historia de las iniciativas de Dios.
Las otras dos misiones, llamadas visibles pon¡ue cont levan una
manifestacion tangible, comunicando o haciendo nacer una reali-
dad invisible pero muy real, son los sacramentos y los carismas.
52
santidad de la persona que los recibe... sino sólo por su gracia y con
la meta exclusiva de la edificación interna o externa de la Iglesia.
Yo entiendo por edificación interna todo lo que compete a la
componente existencial y comunicante del Cuerpo de Cristo (uni-
dad, exhortación, enseñanza, etc.). La edificación externa compete
a la misión de ese mismo Cuerpo, es decir, a la capacidad evangeli-
zadota que le permití acoger en su seno a nuevos creyentes.
Muchos tienen miedo de un sedicente proselitismo de la Iglesia,
omitiend U 7 °Uriosamente su preocupación por la salvacióf l de
los hombres y en consecuencia, sii misión de anunciar en tiempo y
destiempo la verdad de Cristo, aun cuatido esto no sea del gusto de
todos. ¡El Santo Padre lo sabe, y reticencias u hostilidades
manifiestas no lo hacen ca Ilar! ..
Es así normal que la práctica ca rismá tica ”se haga notar”, no con
una intención de vedetísmo, sino por la característica misma de la
gracia que la mueve, No olvidemos que los carismas, cuya lista no
exhaustiva nos entrega San Pablo (cf l Cor 12), forman parte de las
misiones visibles del Espíritu Santo, acordadas sin cesar a la Iglesia
para 9ue sean despl egadas. .
53
sivamente ligado a su identidad carismática... ¡qué decir ante esto,
si es la Sabiduría divina 9uien lo ha decidido así!
Lafe carisniática
55
Por otra parte, el impacto de esta experiencia carismática sobre
su ”objetivo” (volva mos a tomar el ejemplo de un enfermo que Dios
tiene “en proyecto de sanar“), ciertamente no es pasivo sino más
bien activo... y aqu í entraiiios a l iiieollo de la pedagogía divina y a 1
por 9iié del carisma de fe.
56
oi .dela gcacja, la q‹ie corre e,(
. . ..,«,;.„ ,..;.p,j : .
Una historia verdadera nos lo hatá comprender me)or. Su pto-
Hace unos quince aíios, durante un verano canadiense particu-
larmente caluroso, la ci udad de Granby tenfa una escasez crucial
de agua. El pequeiio río que la cruza1›a estaba casi seco y la gente
padecia penurias, sobte todo en el hospital, donde la sobrevivencia
de algunos enfermos se veía comprometida por esta calamidad.
Faltaba agua y los camiones cisterna que abastecian resultaban
insuficientes. La situación empeoraba día con di 7 el cielo con-
tinuaba sin nubes.
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CAPITULO IV
Jesi“i s y el carisma dc fe
61
como la sanación, el nu la gro, la profecía, etc., expresiones caris-
má ticas diversas en la vida de Jesús.
Apóstoles y carismas
1. Prefiguración de la Eucaristía.
Mtttcbos de tos póstolés, éti ittf contexíode Igleüanirc ente,
Jtclíi;i $e' vignr y de aildácia (›aiir aríiiriciar la Bueíiá ueva... con
riésgo de ¡Persecución, que de hecho no 1ardarfa'en llegar.
l H«; quienes 'cii aqui una prefiçuricioii de i« Enca nsi ie, peto esta hipotesis
es poco prot›al›íe.
65
otros tras él en la fe dé este pr 7éüto divino que se realizó plena—
mente hasta después de la muerte del hermano Andrés, en 1967.
Cuando llegó a los ochenta años, los trabajos ya hablan empezado
y Andrés estimulaba la fe de numerosos amigos y colaboradores en
pto de esta enorme tarea.
ó6
animándolos a recibirlo, lo que a veces necesitaba de una larga
”domesticación”. Incluso allí se impone una conclusión: una mo-
ción de fe vuelve prioritario aquello hacia lo que se orienta y el
hermano Andrés sabía “perder su tiempo” en la intercesión para
llevar de cierto modo a ios visitantes enfermos a su propia sana-
ción... si él recibía la certeza inspirada.
67
me piden la curación como ³' 7 fuera médico. Tengan más bien
confianza en Dios. Muchos enfermos se sanarían si fueran más
perseverantes“.
Génesis de un carisma de fe
Las primicias
1. De allí la necesaria promoción del valor esencial del perdón recibido 7 del
perdón otorgado.
70
mente sacerdotal, pero en unión (de una manera u otra) con h Iglesia
lc×a1. Muchos grupos de oración se apoyan en la noción de pastor o
responsable, en tanto que el Espíritu, a todo lo largo de la historia
de la Iglesia, nunca ha dejado de fundar comunidades dotando a un
hombre o una mujer de un ”ministerio” de unidad, ayudado en
general por algunos consejeros o ancianos (u otro nombre).
71
sostenida por una oración personal, tales como calof, dolor ifihabi-
tual, ”revisión interior” que evoca un trabajo sorprendente de Dios
que se está iniciando, aún si esos síntomas no son siempre agrada-
bles'. Las circunstancias penosas en que va a vivirse el carisma de
fe pueden estar marcadas por esos pequeños signos o encuentros,
conmociones inesperadas, etc., que sugieren una evolución inmi-
nente o ”a la espera” de los próximos acontecimientos.
72
Todas sintieron, siii decirlo, una sensación de quemazón, desde
el final de la espa Ida hasta las dos piensas. Yo tenía la impresión de
haber podido "ir más lejos”... pero todavía no era el momento.
Entonces, nte vi obIígado a suspender la oración y nos despedimos.
Ellas Iiaiݒati recibido una gran paz interior, lo 9ue ya es maravilloso,
pero sus previas no las sosteii ian. Yo esta ba decepcionado, conto
si fa l t ara algo que siii embargo, no nte correspoiid ía dar o decidir
75
Ese carisma no tiene por fin específico una sanación o una
recoiici l i a cióii próximas, ni una situación dramática que Dios qui-
siera resolvet concretamente. La dimensión del signo tangible sólo
es la consecuencia de un carisma ejercitado de manera equi librada.
El liii primordial de este don está eii acompañar de manera sobrena-
tural una o varias personas para despertarlos a su propia fe teologal.
Así, este carisma se practica --de nianeta iiiiprevisible— por ejemplo,
con los agoni za ntes o inválidos menta les 9ue no tienen esperanza
de recuperación física.
76
Todos estos ejemplos tian sido escogidos intenciona lmente por-
9ue tian sido verídicos. Son igual níiiiiero de primicias que el Señor
ha hecho experiiiieiita r a uno u otro iiiieiiibros de nuestra Comuni-
dad, corno iiioción de fe, habiendo concluido todos con una sai a -
ciónma nifiesta y definitiva... a costa de un “acompañamiento”, una
animación a veces larga, un seguimiento incansable, con miras a
un crecimiento en la fe teologal de cada uno.
77
— No es un sueño, ten confianza. Setás comisario de zona dentro
de dos meses.
“Querido hee-mano:
La educación en el carismci
78
y cómo esto se facilita cuando somos llevados a orar (y a ”trabajar“)
al lado de alguien que practica este carisma do manera experimen-
tada.
79
ambiente faiiiiliar y profesional. La pequefia ciudad donde ella vivía
conoció el caso y mucha gente fue sacudida en su fe... sobre todo
criando veían a Feniaiida pasar eii bicicleta ante ellos, pedaleando
vigorosaiiieiite y siii dolor. Pero esta “luna de mi el” con la salud
recupeiiida sólo duró una semana.
Los dot ores vol vieron a aparecer iiiuy rápidamente y quizá más
fuertes que antes, al menos por efecto del contraste con el alivio
transitorio. De nuevo en cama, Fernanda vivió la amargura de la
reca ida... y las burlas de a quel l os que habían sido ” molestados“ por
su curación desgraciada meiite efímera.
Esto fue en 1981 y hoy día demanda goza de una excelente salud,
sin sombra de recaída y da test iiiionio con fuetza del amor del
Señor.
81
Nosotros estábáfllos muy temer0sOs, ׺7 P²eocupados por el
juicio y la crítica de los demás y dudábamos en seguir la enseñanza
de Jesús cuando El mismo realizaba gestos para ayudar a los
enfermos a recibir la sanación que El estaba dando.
82
CAPITULO VI
84
para acoger este tipo de gracia y primeramente nos lleva a eliminar
las fa lsificacioiies humanas (generalmente involunta rias) del caris-
ma de fe. ¿Cuáles son ellas?
Basada en el orgu Ilo, la ilusión capta lo que Dios sólo puede dar
bajo su propia iniciativa y totalmente gratuito. Este intento de
captación puede parecer a veces principio de carisma de fe, pero lo
que vive el que lo experimenta se aleja cada vez más de un justo
equilibrio, hasta caer a veces en un rnisticismo de coloración
cristiana que provoca vacío a su alrededor...
87
podemos tramos para ”autorizar” el ejercicio explícito y comuni-
tario del carisma de fe?
89
Signos o ptimicias de alivio, de mejoría de situación, de paz...
en respuesta a una moción de fe en alguien que, sin embargo, tio la
ha experimentado. Una “coincidencia“ no basta, pero varias, suce-
sivas, llegan a ser significativas, aún alejadas una de la otra en el
tiempo.
90
De parte de aquel cJue practica oportunamente este carisma, tres
trampas pueden ser obstáculo a I desarrollo de la gracia:
Pero, por el carisiiia de fe, el Sefior patece --con todas las ‹bebidas
proporciones— etigiriios en correspoiisables de los efectos de su
propia gracia... ¡y esa respotisabi lidad a veces es pesada y fatigante
de asumir!
Dudamos de Dios: esta vez, El no hará nada,.. por otra rarte, ¿por
qué pedirme esto a mi?... Me pregunto si esta historia del carisma
no es ilusión... Si El es todopoderoso, ¡El puede hacerlo sin nece-
sidad de mí!
Por otra parte, la persona que benefi c ia ría del efecto del carisma
de fe, resiente rápidamente una baja de confianza. Ella misma tiene
tanta necesidad de ser sostenida en la confianza en la obra de Dios
hacia ella, que también a ella la alcanza la duda, al presentía mi
propia turbación. También puede ser afectada la realización de la
promesa divina.
92
CAPITULO VII
93
respecto, que concurre exclusivamente al bien de la criatura hu-
mana.
94
tecimientos históricos como la evolución de las espiritualidades, va
a conocer una importante aceleración.
Estos “últimos tiempos“ son como una fase final (y más mística)
de los ”últimos tiempos“ en el sentido amplio y teológico. Que esta
fase final dure diez, cien, mil o más años, no es el problema. Lo
importante es la característica particular de estos tiempos del fin:
un régimen acelerado de la gracia y por lo tanto, también un
desbordamiento nunca igualado de Misericordia... en respuesta a
una vulnerabilidad más grande del hombre, sumergido en una
experiencia más fuerte de sus límites, sus debilidades, sus miedos...
¡y su terrible capacidad de pecat!
96
carismas. Ya se reprocliaba al carisma de conocimiento inmediato
su dimensión espectacular, sostenida ella misma por esa pedagogfa
de la Sabicliiría divina eii los fil t irnos i ienipos.
Qué Jeci‹ entonces del don le fe, consicl erado todavía con un
impacto sensible m ñs clesnrrollnJo (n r›nque esto último no consti-
tuye lo esenc ial clel carisma).
97
Se replicará: ¿por cJué ella... y no los otros paral iticos presentes
en la celebración?
99
evangeli zador a veces ran t ín1i do. Q‹le esta ev ange li zación se viva
a nivel carita ti vo (dar testimonio concreto y activo de la solicitud
divina ante los múltiples sufriiii ieii tos del m nudo) o a nivel ketig-
mático (anuncio au‹1az del autor de Cristo por todos los medios
oportunos), puede ver su desarrol lo y sus frutos multipl icados por
la acogicla y la práctica clel carisiiia ne fe. Por9ue éste está precisa-
mente al servicio de la evaiige li zac ión iiiultifoniie, cuyo Espíritu
suscita el deseo en bien de las almas cristianas eii nuestros dias.
. 5abid u ría divina eii que la ” J›eq uena gota“ del caí reina de fe
es de ta l valor para el oceano ‹le la Misericordia que se derrama
sobre nuestro triunfo eti estos u lt imos t í eni Jios.
Reeiicoiitrar confianza eii Dios ( Jior el caiii i iio carisiri atico o por
otro) da Jiaso a la confianza eii sí iii í siaio y sana las du‹tas ”egocén-
tricas” que pata li zaii la existencia ‹tel hombre hasta en la vida por la fe.
Una duda 9ue se quita es una luz que se expande y una paz que
se propaga por los a l te‹Iedores.
El ni tecla a sanar
Cuando nte fue dado otr.r por los grandes enfermos y esto desde
hace unos ‹liez años, irse sigue sorpreiicl ieiido encontrar en la mayor
102
i‘ ellos un deseo aiiibi quo de sanar. Ellos desean pero a la
emen su sanación.
Sin embargo, persiste una eviclenc ía: aquellos que son visitados
por Dios en una reuní ón de oración, de reconciliación o de conver-
sión, tienen miecto —inconscienten1ente- del profundo cambio que
esto les ocasiot›ará. Y yo sostengo q‹ie ese miedo más o menos
fuerte, se opone (por su Jiropia ex isteiic ia) a la recepción de la
103
lleva, a causa del lugar determinante que toma en el horizonte de
su existencia... e incluso ante la mirada de los demás.
- ¡Oh!, ¡yo!. No necesito nada. Hay otros que necesitan más que
y°-
— ¿Y sí Jesús quisiera sacarte a ti?
Inicié con él una conversación qtie se hacia larga puesto que él sólo
hablaba el dialecto local: el sango y necesitaba de tura traducción que
la mamá de Rodrigo pudo realizar. Primeramente habla que ’domes-
ticarlo” ya que el contexto lo iiit iinidaba terriblemente, además del
hecho que una posible curación no le pasaba por la cabeza.
105
sus ¡tiernas. El part icipaba, un tanto sorprendido, invocando en su
corazón el nombre de Jesús.
106
Nosotros teníamos la ex J›eriencia concreta que su “recupera-
ción” eii la fe estaba ligada a la desaparición progresiva de este
famoso miedo.
No creo que ese miedo hubiera podido ser vencido sin el carisma
de fe... y aclemás, siii él jamás liabi ía nios propuesto a Rodrigo
leva t t a rse y caminar.,. ¡ lo que nunca había hecho en su vida!
Pero nuestra reflex ión nos lleva toclavía iiiás !ejos: ¿el miedo de
ese don de Díos no proce‹1e rá de rin inicio iiiás fundamental: el del
mi sino donador?
Con gran sufri lri iento de Dios, la presencia del pecado en el ser
humano hiere a este en sii relación más íntiiria con su creador. Y lo
hiere con una herida de iri iedo. Es la priiiiei:i secuel a del pecado en
nosotros y Díos quiere tibet a ritos tanto cJe es.a secuela como de su
causa: el pecado.
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testimonia en el Espíritu, en un mundo en tinieblas. Y no sólo da
testimonio sino que no deja de actuali zar (particularmente en la
Eucaristía) este poder de resurrección de Cristo, pata que el mundo
crea y se salve.
El verdadero amor (es decir, solo Dios) puede darse así perfec-
tamente, es decir, perdonar... cueste l o 9ue le cueste.
Eii el Eva iigel io Jesiis frec uentenien te sana los cuerpos para
”l la tirar la atención“ sobre otro clon 9iie queria dar a los hombres:
otto don que sólo tencl tá verda‹I era consistencia sobre la Cruz.
112
Epílogo
¿No es por falta de conciencia del pecado 9iie hay una ausencia
casi general de interés por recibir (sacrameiitalmei ite) el perdón de
Jesús?
Los “últimos tiempos” nos |›re|» ran, sii› j›i or óstico temporal,
a la veniJa gloriosa de Cristo. Esta |›ie|›aración consiste primera-
mente en cambiar el corazón del l\ot›1hre pnra q‹ie se transforme
acogiendo, eii la fe y la confianza, eii la Ií bemción de los miedos
y las dudas, la venida clel Resucita‹lo,
Es cti esta nec csi c1a‹l de coo¡›erac ión eri la obra de Sii Misericor-
d ía q ne e l EsJ i i itu susc i ta hoy e l car isiaia ne fe.
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Indice
Prefacio
Capítulo I
La mies es mucha 19
Capítulo II
Actii ali dad del carisma de fe
Capítulo III
Fe teologal y fe carisniática 43
Capítulo IV
El carisma de fe en las escrituras y en la hagiografia 61
Capítulo V
Génesis de un carisma de fe 69
Capítulo VI
Discenii m iento del carisma de fe
Capítulo VII
Sabiduría divina y carisma de fe
Epílogo
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