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Lazarsfeld
Es hora de preguntarse qué ocurrió con lo que Lazarsfeld y Stanton (1944: VII)
denominaban, en una vaga expresión, “disciplinas de la investigación en la
comunicación”. En lo que respecta a lo fundamental de la historia de esta
empresa, trátese o no de una disciplina, puede describirse como una serie
ininterrumpida de discusiones de las tesis de Lazarsfeld.
Los estudios sobre los procesos decisivos repetían las primeras conclusiones a
las cuales habían llegado los estudias del Bureau y de otros organismos: las
repercusiones de los medios están atemperadas por procesos selectivos de
atención, percepción y memoria. Esos dependen a su vez, de variables de
situación y de predisposición: la edad, la historia familiar, la pertenencia política,
etc. Si es que hay un héroe en la historia no es ni el periódico ni la radio si no el
grupo primario que desempeña un doble papel: red de información y generador de
presión social. La brillante idea del “two step flow”, introdujo The peoples choice,
vivió desde entonces su propia vida, abriéndose camino de una oficina de estudio
a otra y suscitando un interés más amplio entre los universitarios. Fue corregido y
aumentado en todo sentido; se remplazaron la información por la influencia, los
lideres de opiniones por el intercambio entre pares, dos etapas por etapas
múltiples, etc. La hipótesis simpre subsiste y es siempre objeto de debates
(Okada, 1968).
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1986; SChudson, 1984). Lazarsfeldy compañía creían algo feliz para la
democracia el hecho de que se pudiera escapar de la omnipotencia de los medios
(Lazarsfeld et al., 1948:158). Sugerían, de este modo, que las personas eran
menos solitarias y vulnerables que lo que quería hacer creer los teorizadores de la
sociedad masiva. Esta etapa de la investigación fue codificada por Klappler
(1960). Lazarsfeld, por su parte, abandonó el campo.
Por más estimulantes que puedan ser estas críticas al modelo de los efectos
limitados, no optantes son inexcusables de que se lo confunda con el programa de
investigación sobre la comunicación, puesto en prácticas por el Bureau. La
asimilación del paradigma con el estudio de los efectos a corto plazo y la limitación
de estos efectos a la modificación de opiniones personales es algo más propios de
los críticos de Lazarsfeld que de los Lazarsfeldianos.
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nos dicen lo que hay que pensar o lo que hay que hacer. Si tuviéramos que
identificar una petición de principio análoga para cada uno de los tres paradigmas
en competencia podríamos decir que el modelo institucional sostiene que los
medios nos dicen en qué hay que pensar; el paradigma crítico, lo que hay que
pensar o aquello en lo que no hay que pensar, y el paradigma tecnológico, cómo
pensar o q qué grupo pertenecer.
El paradigma institucional
Llamo “institucional” al primero de estos paradigmas, pero también se podría
llamar “político” o “cognitivo”, en la medida en que pone el acento en el papel de
los medios de comunicación masiva en la transmisión de la información dentro de
un sistema político. De los tres, es a la vez, el menos radical en su
reconsideración del paradigma de los efectos limitados, y el que orienta más sus
trabajos hacia el campo empírico; de hecho, pese a sus críticos, los
representantes mismos de este grupo se sitúan sin vacilar en la línea del
paradigma de los efectos limitados.
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Las conclusiones de las teorías institucionales son, en conjunto, compatibles con
las proposiciones de Klapper (1960) acerca de las condiciones en las cuales el
modelo de los efectos limitados da lugar a una influencia directa de los medios. Al
adelantarse con la máscara de la información, cuando más bien depende de la
persuasión, la función de la agenda es, pues, menos capaza de poner en marcha
los mecanismos de defensa que describe el paradigma de los efectos limitados.
Así se explica el reciente aumento de la influencia política de los medios con la
decadencia de la función de marco de los partidos políticos (Chaffe y Hochheimer,
1982); se da parte del fenómeno de “knoledge gap”: las campañas de información
acrecientan los conocimientos, pero de manera desigual, por el hecho de que los
mejor informados aprenden más ( Tichenor et al., 1970); por último, la
imparcialidad institucionalmente impuesta a los debates presidenciales permite
superar la habitual selectividad de los espectadores partidistas (Chaffe y
Hohheimer, 1982).
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El paradigma crítico
Sabemos que el paradigma crítico está mucho menos dispuesto respecto del de
los efectos limitados. Pero eso no lo hace menos interesante. Y si ahora se
descubre que la zanja entre ambos paradigmas está llegando al límite, no es una
casualidad: los teorizadores críticos han acabado por llevar adelante
investigaciones empíricas. Convienen apuntan que Lazarsfeld mismo (1941), e
uno de sus muchos intentos de aproximación, abrió las puertas a los teorizadores
críticos, de palabra y acto. Compartía su interés en lo referente a los remas de la
propiedad y el control de los medios, el proceso de “gate keeping” y los problemas
de valores. Corría 1941, en tiempos de su debate con Adorno.
En 1978, Todd Gitlin publicó Media sociology: the dominant paradigm, ardua
diatriba contra Personal influence (kats y Lazarsfeld, 1955), que denunciaba el
escamoteo que realizaba el Bureau del poder de los medios. Los cambios a corto
plazo son demasiado microscópicos, dice, para probar cualquier influencia. Lo que
Personal influence pone de manifiesto es el carácter obstinado del público, se
lamenta Gitlin, y no su docilidad y su necedad. Se aplaude al líder en opinión, dice,
para que los investigadores al servicio de las administraciones estudien los temas
con los que a sus mecenas les resulta fácil de intervenir aun cuando sea evidente
que los líderes en opinión son simples conductos en relación con los medios, del
mismo modo que las calles de una ciudad arrastran las aguas de una inundación.
En una palabra, Giltin acuda al paradigma de os efectos limitados de ocuparse del
sistemas de desagüe y de olvidarse de la inundación. Si bien el paradigma
institucional requiere el abandono del modelo de la sociedad masiva como medida
del poder, la teoría crítica exige su reinstauración.
El hecho de que los medios cumplan una función de reproducción no baja del
cielo, según Gitlin. Aunque el fantasma de la conspiración en adelante ya n forme
parte del léxico de los teorizadores críticos, Giltlin acusa la orientación
administrativa de la investigación de legitimar a las minorías que establecen las
agendas, definen las opciones o, peor aún, proponen de manera deliberada
opciones ilusorias entre objetos equivalentes: Pepsi Cola o Coca-Cola, Ford o
Carter. Alimentar la ilusión de la libertad cuando se excluyen otras alternativas que
ni siquiera se pueden proyectar es perpetuar la falsa conciencia. Horkheimer,
Adorno (1973) y Hall (1973), cada uno a su modo, dieron la alarma: los medios
producen la ilusión de una sociedad consensual y sin clases mientras distribuyen
sus bendiciones o sus anatemas a ciertas posiciones a ciertos estilos de vida.
Gitlin mismo (1983) y muchos otros sociólogos (Tuchman, 1978; Molotch, 1974;
Gans, 1979; Burns, 1977; Roeh et al., 1980) se sintieron atraídos por la sala de
prensa y los estudios para observar en ellos las relaciones entre profesionales y
las que éstos mantienen con sus fuentes y sus jefes. Pero nada nuevo hat en que
un teorizador critico practique el análisis institucional y el análisis de contenido. Lo
nuevo, por el contrario, es que un teorizador crítico inicie investigaciones
empíricas, no solo de organizaciones o textos sino de públicos. Lo más
sorprendente es que el impulso de este trabajo haya provenido de una hipótesis
inaudita: algunos espectadores ( además de los teóricos críticos mismo) al parecer
son capaces de “oponerse” a los textos hegemónicos que se les proponen.
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masiva (Ball-Rokeach, 1985). Para Gerbner, el mensaje hegemónico de los
medios consiste en justificar la ley y el orden en un mundo peligroso. Para Noelle
Neumann- que piensa que la prensa alemana es cautiva de la mafia de los
periodistas de izquierda- ese mensaje anuncia el triunfo de la izquierda. El
monopolio de los medios en relación con la emisión de los mensajes, en
consonancia con la ausencia de grupos de referencia, neutraliza a la vez la
selectividad y la influencia personal. Noelle Neumann recurre, sobre esta base a la
“vuelta a una teoría de los efectos vigorosos”. No voy a entrar en este caso en los
vívidos debates metodológicos que provocaron estos estudios (Hirsch, 1980;
Gerbner et al., 1982). Sencillamente ilustraré su importancia y ferocidad. Respecto
de lo que nos ocupa, señalaremos que estos estudios vuelven a partir de los mitos
fundadores de la sociedad masiva. Con la era de la televisió y de la violencia –
afirman – hemos ingresado en la sociedad masiva. En momentos en que se
anunciaba, era sólo un espantajo.
EL paradigma tecnológico
Los partidarios del paradigma tecnológico se han interesado poco por le
paradigma del Bureau. Su crítica implícita no obstante se muestra en el escarnio
con el cual McLuhan considera el intenro de Lazarsfeld por disociar el papel de la
radio de la ascensión de Hitler. McLuhan no se preocupa en absoluto por lo que
decía Hitler no por la amplitud del control que éste ejercía sobre el nuevo medio (
Lazarsfeld dice que no ejercía control alguno). Sólo se interesa por esto: una voz
“tribal” entraba en resonancia con el fascismo alemán, independientemente de lo
que decía y de quién la controlaba (McLuhan, 1964). El meteoro Mcuhan (1964)
queda ya muy lejos. Es hora de tomarlo en serio. No es absurdo postular que el
código alfabético y lineal introducido por la imprenta produzca los siguientes
efectos: hacer que la parte izquierda de nuestro cerebro razone en términos de
causa y efecto, e impedir que su parte derecha busque satisfacciones inmediatas.
De hecho detrás de esta idea se oculta otra elemental: los atributos esenciales de
un medio dominante pueden afectar el orden social; en otras palabras, los medios
quizá puedan decirnos a la vez cómo pensar y cómo organizar la información. Si
bien tendríamos algunas reticencias en reconocer que existe un vínculo entre la
linealidad impuesta por la imprenta y la disposición de las cadenas de montaje o
de las vías del ferrocarril , no es absurdo pensar que las tecnologías de la
comunicación nos ponen en relación a unos con otros, según modalidades muy
independientes de los mensajes transmitidos, siempre respecto del tema dl
determinismo tecnológico, permítaseme citar el estudio de Innis (1964)sobre la
influencia del papiro en la extensión del imperio egipcio; el estudio de Carey
(1983) que muestra cómo el telégrafo creó un mercado de escala nacional para
las empresas norteamericanas; el análisis de Einstein (1979) sobre la influencia de
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la imprenta en la ciencia y la erudición del Renacimiento, y la tesis tan conocida de
ascia la imprenta con la alfabetización, y más tarde con la traducción de la Vulgata
en la lengua vernácula, que condujo a la Reforma protestante.
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Volvamos a la época de Office of Radio Research, por lo treinta, y formulémonos
la pregunta tan esperada: ¿cómo puede ser que de todas las preguntas posibles la
elegida como tema de un programa de investigación sobre la radiodifusión haya
sido la de la persuasión? ¿Por qué no la información, o mejor, aún, los programas
recreativos? Si e hombre de la calle se le pregunta qué es para él la radio,
responderá – con toda seguridad, hoy en día así como también hubiera hecho en
la edad de oro de la radio-, sin vacilar: “Una diversión”. Son apenas los políticos,
los publicistas y algunos universitarios lo que creen que la radio difusión es una
cuestión de persuasión. Y ya que se trata de persuasión, ¿por qué limitarse al
estudio de corto plazo? Los teóricos críticos – que se interesan en igual medida
por la persuasión, pero en el largo plazo – debían objetar la orientación
administrativa de la investigación lazarsfediana. El objeto decían, era contribuír a
la venta de bienes de votos.
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pensaba que el estudio de la persuasión, en la forma del paradigma de los efectos
limitados, constituyese el marco de estudio de la comunicación masiva. Había un
programa para la investigación sobre los medios en el cual los estudios acerca de
la persuasión sólo representaban una parte. El caso es que el Bureau y su prole
desempeñaron un papel precursor en materia de estudios sobre los públicos
(Lazarsfeld y Kendall, 1948; Steiner, 1963; Bower, 1973), sobre análisis de
contenido (Berelson, 1951), y sobre las formas de transmisión (Lazarsfeld, 1940).
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por la publicidad y la propaganda” (estructura de los medios), la posible influencia
de la radio en el desplazamiento en la atención de los oyentes, de la estructura
armónica de la música clásica hacia su estructura melódica, o el efecto del estilo
de montaje cinematográfico “en nuestro modo de ver la naturaleza y las cosas”
(tecnología de los medios).
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