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MORAL FUNDAMENTAL I

COMENTARIO DE LA CATEQUESIS “DEL DESEO” DEL PAPA BENEDICTO XVI.


ALUMNO: JAVIER QUICAÑA CUAQUIRA.
CURSO 2016 – 2017

¿Qué puede saciar verdaderamente el deseo del hombre?

El Papa Benedicto empieza esta catequesis, afirmando ante la sociedad actual que, el
deseo de Dios no ha desaparecido del todo. En la vida, he experimentado muchos momentos
de felicidad (ya sea con los amigos, en la familia, en la universidad, con la enamorada, en las
fiestas, etc.), pero, en lo más profundo del corazón siempre hay una sensación de vacío, una
nostalgia por algo más pleno que no se agote. Esta experiencia significa que, él creador, ha puesto
en nuestro corazón una chispa de su pertenencia, por eso lo buscamos, por eso anhelamos algo
mucho mayor que las pequeñas y pasajeras felicidades que experimentamos en la vida ordinaria.
Lo que estoy diciendo, se relaciona con el pasaje bíblico de Mateo 19, donde se establece
el cuestionamiento sobre el sentido pleno de la vida del joven rico con Jesús. Le dice el joven:
“maestro ¿Qué he de hacer de bueno …?” Jesús le responde guarda los mandamientos; pero
¿Cuáles? Jesús sin ser tan detallista con todos los mandamientos, le presenta los mandamientos
que se refieren directamente al prójimo, la centralidad de los mandamientos es el mandamiento
del amor al prójimo1. Entonces, ¿Quién es mi prójimo?2 Ahora mi prójimo es aquel al que nos
acercamos, aquel del que nos hacemos próximos al amarle3, es cualquiera que tenga
necesidad de mí y que yo pueda ayudar4. No es que Jesús separe el amor a Dios, del amor al
prójimo; sino que ambos, están compenetrados en aquel que es único, bueno y santo. En
efecto, el amor al prójimo es un camino para encontrar a Dios, y que cerrar los ojos ante el
prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios5.
Por lo tanto, hay superar el legalismo del cumplir por cumplir con la dinámica del
amor , el amor al prójimo nace de un corazón que ama, un corazón que es impulsado por el amor
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y por el don de la gracia de Dios; así los mandamientos ya no son una carga pesada, un límite de
nuestra libertad (como mucha gente piensa), sino son una llamada a cuidar la vida, una invitación
a la pureza de corazón. En efecto, los mandamientos son un camino de instrucción para
aprender a vivir con la ayuda del don de la gracia, y llegar a participar de la vida divina. La
felicidad plena que anhela el corazón.

Y al fin llegamos a la pregunta que interesa en este tema, después de la respuesta de los
mandamientos por parte de Jesús; el joven (no tan convencido, porque busca algo más) le dice a
Jesús: “Todo eso lo he guardado ¿Qué me falta?” Esta pregunta tan profunda es la experiencia
del deseo insatisfecho, del corazón inquieto (como decía San Agustín), hago esto y aquello, pero
me falta algo que verdaderamente me satisfaga, y en esta búsqueda, compensamos esta nostalgia
con otras felicidades pasajeras y superfluas, por eso, el deseo de esa felicidad plena en el fondo
es el anhelo del amor, queremos que alguien nos ame. Hay que reconducir los deseos de
felicidades al gran deseo de la felicidad plena, y salvar el deseo en Jesucristo que es el amor
originario y la fuente de agua viva, es el amor definitivo que me satisface7.

1 Cfr. Encíclica “Veritatis Splendor”, del sumo pontífice San Juan Pablo II, 13.
2 Pregunta sobre el diálogo de Jesús con el doctor de la ley (VS 14).
3 Apuntes de clase – 2016.
4 Cfr. Encíclica “Deus Caritas Est”, del sumo pontífice Benedicto XVI, 15. La parábola del Buen Samaritano es la clave para entender el nuevo concepto de prójimo en su carácter universal.
5 Ibíd. 16.
6 Cfr. Encíclica “Veritatis Splendor”, del sumo pontífice San Juan Pablo II, 15 y 18.
7 Apuntes de clase – 2016.
Ahora estamos en el núcleo de la vida moral: Jesús le dice: “Sí quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes… “; luego, “…Ven y Sígueme”. Esta invitación se relaciona con la
primera bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres (la pobreza es la libertad para servir,
deseo de la bienaventuranza eterna y la imitación de la generosidad del don gratuito de Dios y de
Cristo) de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Ahora, Jesús le propone otro
camino ascendente, el camino de las bienaventuranzas que indican los actos excelentes que
nos disponen a recibir el don de la filiación divina por y en el Hijo; y nos impulsan a vivir la
comunión de amor con los hermanos en medio de las dificultades y persecuciones de
nuestro mundo actual.
Este camino tiene dos pasos: primero purifica nuestro corazón (indicando que la felicidad
no está en el poder, tener, placer y en el estado de ánimo), y luego nos prepara para recibir con
un corazón puro el don de Dios, es decir, la comunión con Dios y con los hombres.

Luego el Papa propone una pedagogía o formación del deseo que lo podemos
encuadrar en los mandamientos, como camino de instrucción de una vida mejor, como educación
del corazón con la ayuda de la gracia; y en las bienaventuranzas como los actos excelentes que
nos disponen a recibir el don de Dios. Entonces:
a) Hay que aprender o re-aprender (educar desde la tierna edad) a saborear el gusto de
las alegrías auténticas de la vida.
b) Hay que ejercitar el gusto interior y producir anticuerpos eficaces contra la
banalización y la ideología errónea.
c) Hay que redescubrir estas alegrías, desear realidades auténticas, purificándose de la
mediocridad. Para poder desenmascarar el aparente deseo atractivo y dejar que surja
el deseo de Dios.
d) No hay que conformarse nunca con lo que se ha alcanzado, sino aspirar con una sana
inquietud, a un bien más alto, porque nada finito puede colmar nuestro corazón.

Por lo tanto, todo este proceso de aprender, ejercitar, redescubrir y no conformarse con lo
ya alcanzado. Es un camino de purificación y de sanación del deseo.

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