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Diana Montes
-Mariano Melgar
El fragmento anterior pertenece al soneto “No nació la mujer para ser querida”, de Mariano
Melgar, poeta del siglo XIX que, como denota su perspectiva poética, forma parte de la
herencia literaria del teatro de los Siglos de Oro; donde las puestas en escena mostraban
la belleza de la mujer, con el propósito de convertirse en una buena esposa. Sin embargo,
la que buscaba el amor de forma particular: vestida de hombre. Denominada por algunos
español”, dice acerca de dicho personaje: “representa a la mujer femenina que se disfraza
cuando se descubre su engaño, todas son recompensadas con el matrimonio” (1995: 114).
Esta osada mujer encarnaba una figura moral negativa y el matrimonio simboliza su única
redención, porque “la esquivez no es una actitud natural, sino una falta de tipo moral, ya
que son la vanidad o el orgullo las únicas razones que, en opinión de los autores de las
obras, pueden justificar tal comportamiento” (Capel Martínez, 1995: 115). Es decir, la
doméstica y decide emprender un curso para convertirse en secretaria y superarse, así que
“Como pensaba que los hombres no eran para ella ni ella para los hombres, volcó en el
estudio sus mejores virtudes, las que ningún amante hubiera sabido apreciar:
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responsabilidad, espíritu de servicio, abnegación rabiosa” (Serna, 2005: 85-86) ; su ímpetu
por lograr sus objetivos le infundió una postura soberbia ante los amoríos, no obstante,
El estereotipo de la mujer esquiva sobrevivió más allá del teatro de los Siglos de Oro y
socialización de género. Desde tal panorama propongo, para el cuento de “Eufemia”, una
lectura que evidencia la agresión normalizada bajo la concepción de una mujer voluble,
esquiva, que carece de la capacidad para decidir sobre sus propios deseos. Para esclarecer el
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Todas las referencias del cuento serán de la misma edición (en bibliografía), en adelante sólo se citará el
número de página.
sus implicaciones sociales, así como también el estereotipo de la mujer esquiva en el cine
principales.
“Aquellas creencias populares sobre los atributos que caracterizan a un grupo social […], y
sobre las que hay un acuerdo básico” (González, 1999: 79). Las convicciones públicas
quedan asentadas en la interacción social y, así, para bien o mal, los estereotipos alertan
acerca de las conductas de -los otros- y ayudan a predecir las reacciones adecuadas con
cada persona; porque, como apunta Blanca González en su estudio “Los estereotipos como
factor de socialización en el género”, resultan, “en definitiva, un claro servicio que supone
un ahorro de esfuerzos analíticos y sobre todo el tiempo y las preocupaciones que nos
Así, pues, los estereotipos de género comprenden las características que determinan
Montes-Berges:
contexto y las circunstancias. Eufemia y Lazcano comparten el nivel social: los dos
provienen de sectores humildes y buscan medrar por medio de un trabajo honrado. Por eso,
lo hace notar: “Por la desfachatez de su mirada dedujo que se creía irresistible. ¿A cuántas
habría seducido con esa caída de ojos? De seguro a muchas, porque guapo era, eso no lo
podía negar” (87); sin embargo, Eufemia sigue las reglas esperadas de una muchacha
comportarse como aquellas que seguramente “habría seducido con esa caída de ojos” (87).
Ella conserva su vanidad ante la de él: “Pero ni su barba con hoyuelo, ni sus ojos color
miel, ni la comba del copete que le caía sobre la frente le daban derecho a ser tan
presumido” (87).
preguntas […] Eufemia respondió con árida economía verbal” (87), él “espoleado por su
hostilidad […] quiso averiguar si tenía novio” (87). Él no obedece las negativas de ella, al
Eufemia le entregó la percha con el saco, instándolo a que saliera de inmediato, pero
Lazcano la tomó del brazo y le susurró al oído una invitación a salir el domingo
siguiente, audacia que le costó una bofetada […] –Está bien, mi reina –Lazcano le
acarició la mejilla–, pero de todos modos voy a venir a buscarte, por si te animas
(87).
¿Por qué Lazcano no cree en el rechazo de Eufemia y respeta su negativa? La escena
anterior recuerda bastante a las escenas de las películas del cine de oro mexicano y ¡cómo
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no!, si desde el mismo título remite a la tan sonada “Carta a Eufemia” , película y canción
que cuentan la historia de una mujer osada, hermosa y vanidosa que, al final, redime su
honor por medio del matrimonio. La literatura y el cine convergen en la unicidad del
discurso, como bien dice Emilia Pantini en “La literatura y las demás artes” sobre la música
y la literatura:
cine como la literatura, fijaron en el inconsciente colectivo del mexicano. Didier Machillot,
evolución que tuvo la figura del charro dentro del imaginario positivo del macho y cómo el
patria. La mujer, como la patria, representaba un tesoro para defender y una tierra de
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Canción popularizada por la película Cartas a Eufemia, dirigida por José Díaz Morales y protagonizada por
Alma Delia Fuentes; atribuida a los canta-autores Chava Flores y Miguel Aceves Mejía. En la trama Eufemia
es prometida de Eleuterio, pero ella conoce a Javier, quien la salva de ser violada, y se enamoran, pero
Eufemia, por celos, le esconde sus sentimientos a Javier. Eleuterio va a trabajar a la capital y se enamora de la
hermana de Javier. Mientras, Eufemia queda a la espera de una carta que nunca llega y su agresor (el presunto
violador) le manda a componer una canción a manera de burla. El comportamiento osado de Eufemia,
esperanzada por las cartas, pone en duda su honor en el pueblo hasta que se casa con Javier.
En la mayoría de las películas de comedia romántica -del cine de oro-, protagonizadas
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por Pedro Infante , la mujer presume un carácter fuerte que rechaza la galantería del
hombre, porque, aunque lo quiere, no puede comportarse como “una fácil” y, debido a su
recato y resistencia, termina por enamorar al macho mujeriego. Sin embargo, el hombre
siempre debe demostrar que él tiene el control. No hay una agresión directa, si acaso cierta
tensión sexual en las clásicas escenas que mezclan besos robados con merecidas bofetadas
esquiva, que pluraliza el sentir femenino e inserta en la mente del hombre una imagen
donde la mujer sólo rechaza por conservar su dignidad y orgullo, mas, en el fondo le gusta
sentirse deseada y quiere rendirse a sus primitivos instintos: el hombre la ayuda a vencer la
soberbia por medio de la fuerza. De esta manera, la mujer debe rendirse ante el sexo fuerte,
porque como bien señala Julia E. Melche acerca del cine de oro: “Estas producciones
vienen a constituir una apología del autoritarismo como norma educativa y se promueven
para defender la unidad familiar. La educación de las hijas se limita a fomentar sus virtudes
Eufemia no cuenta con un hombre, padre o hermano, que la defienda y Lazcano asume
el papel de autoridad patriarcal que somete y violenta la autonomía de ella, con el fin de
ayudarla a aceptar sus deseos e impulsos. La segunda vez que Lazcano visitó a Eufemia
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Cuidado con el amor, Dos tipos de cuidado, El enamorado, El mil amores, Los tres huastecos, etc.
por los desaires de la dama esquiva: “Pobre maquinita, cómo la maltrataba su dueña. Y así
era de cruel con todos los que la querían, eso le constaba” (91). Más adelante, le ofrece
ayudarla con la máquina inservible y vuelve a recibir otra negativa, a lo que responde:
“–Cállate, babosa –Lazcano estaba empezando a impacientarse–. Uno te quiere dar la mano
y todavía rezongas” (92). Eufemia no cedió y la siguiente respuesta tuvo la misma suerte,
pero, esta vez, Lazcano recurrió a la fuerza para vencer el orgullo de la soberbia mujer.
más lejos. El narrador le recuerda al lector, todo el tiempo, que Eufemia gusta de Lazcano y
los besos robados no le resultan indiferentes ni tan desagradables como ella quiere hacer
creer: “Eufemia tardó más de lo debido en abofetearlo. […] Lazcano volvió a la carga. Con
consumado y tenía pegada en el paladar una lengua que giraba como aspa caliente,
dejándola sin respiración” (92). No obstante, el narrador implanta dudas sobre el proceder
de Eufemia (“sospechosa lentitud”) y pareciera que el relato ofrece una violencia velada y
normalizada dentro del estereotipo de la mujer esquiva, porque el lector, con la ayuda del
considera normal, en su posición de sexo fuerte, y tan racional que puede decidir sobre la
mujer, el sexo débil, de ideas y antojos mudables; la agresión queda justificada en el “a ella
le gusta Lazcano”. Pero, no hay que olvidar que el narrador habla desde el inconsciente o el
pensamiento de ella. Eufemia jamás le expresó de palabra a Lazcano que estaba de acuerdo
con la situación:
cuento la conocida concepción de las mujeres amargadas y el sexo como su cura: “La
Remington y Eufemia quedaron como nuevas. Lazcano compuso gratuitamente a las dos”
(92). Por otro lado, sus expresiones corporales para con Lazcano sólo hacen patente un
abuso sexual perpetuado por un hombre que ella apenas había visto dos veces y con quien,
altar con Lazcano. Sin buscarlo, obtiene el castigo de la mujer rebelde del cine de oro que,
“si decide irse con el hombre amado, lo cual regularmente es mal visto por los padres,
agresión real que implica la socialización del estereotipo de género de la mujer esquiva.
Durante mucho tiempo y, me atrevo a decir que todavía, se vio a la mujer como poseedora
de una naturaleza salvaje que el hombre debía domar, conquistar, y los piropos callejeros,
los inocentes besos robados hasta las agresiones más directas, corporales, conservan un
dejo de este pensamiento estereotipado que incita a pensar a las mujeres esquivas como
condición de la mujer en un mundo dominado por los estereotipos de género, entre otros
temas. Mi propuesta de lectura toma en cuenta un aspecto breve y general del cuento que
quizá, ni siquiera sea el asunto central, pero considero importante reflexionar sobre el tema
porque aún forma parte de la violencia de género, Muchos hombres todavía guían sus
acciones conforme a los estereotipos heredados del cine machista y patriarcal, y las
mujeres, aunque cada vez menos, se quedan calladas, quietas, indefensas y pensando en si
está bien o mal, si de verdad lo querían o simplemente aceptan las consecuencias de una
Espero desarrollar más a detalle esta investigación porque reconozco que hay varios
huecos, sobre todo en el desarrollo del estereotipo de la mujer esquiva en el cine mexicano,
porque hay pocas investigaciones al respecto, pero continuaré investigando sobre el tema
BIBLIOGRAFÍA
Pantini, Emilia. “La literatura y las demás artes”, Introducción a la literatura comparada,
Coord. Armando Gnisci, 2002, pp. 215-240.
Serna, Enrique. “Eufemia”, Amores de segunda mano, Cal y Arena, México, 2005, pp.
83-98.