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Toletana 28 (2013/1) 297-353

El estallido de la violencia anticlerical


en la primavera de 19361

Miguel Ángel Dionisio Vivas

Uno de los elementos clave para entender la complicada vida españo-


la durante la Segunda República es la llamada cuestión religiosa, con sus
múltiples facetas, una de las cuales es la violencia tanto verbal como fí-
sica que, en determinados momentos, como el 11 de mayo o los aconte-
cimientos revolucionarios de octubre de 1934 conllevaron destrucción de
templos y otros edificios eclesiásticos, así como, en el segundo caso, ase-
sinato de sacerdotes y religiosos. Junto a esto, a lo largo de todo el pe-
riodo republicano, a pesar de que hubo esfuerzos por parte de la Iglesia
de integrarse dentro del modelo político que representaba la República2,
existió una violencia latente que teñía de tensiones la vida pública, de
modo que ha podido afirmarse que «la tradicional pugna entre clericalis-
mo y anticlericalismo encontró su clímax en la España republicana»3. Di-
cha tensión se desplegó, en una nueva oleada de violencia, a partir de la
victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, que al-
canzaría su cénit tras el golpe de estado del 18 de julio, desembocando en
el sangriento verano en el que la Iglesia española experimentaría la que

1 
Este trabajo forma parte del proyecto de investigación: «Política, violencia y cri-
sis de la democracia. Un análisis multivariable, cuantitativo y cualitativo del caso
español en perspectiva comparada (1931-1939)». Referencia: HAR2012-31520.
2 
V. M. Arbeloa, La Iglesia que buscó la concordia (1931-1936), Encuentro, Ma-
drid, 2008.
3 
Á. L. López Villaverde, El poder de la Iglesia en la España contemporánea. La
llave de las almas y las aulas, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2013, p. 98.

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ha sido tal vez la mayor experiencia de violencia de su historia, percibida


y vivida por sus protagonistas como una verdadera persecución religio-
sa, en la que las víctimas alcanzaban el rango de mártires de Cristo que
daban su vida a causa del odium fidei. En el presente texto, y basándonos
fundamentalmente en la rica documentación del Archivo Secreto Vatica-
no, en concreto los informes que el pro-nuncio de Su Santidad en España,
Federico Tedeschini, solicitó a los obispos españoles, queremos acercar-
nos a los primeros momentos de ese brote clerófobo. Será una aproxima-
ción que nos permitirá tener una panorámica general de lo que ocurrió en
esos meses en España, necesitada, como complemento indispensable, de
estudios locales, de ámbito «micro», estudio que aquí no podemos abor-
dar pero que, donde se ha realizado, se ha manifestado sumamente rico y
revelador de la hondura del conflicto4.

1. Los primeros brotes de violencia


Nada más conocerse los resultados de las elecciones, que daban la vic-
toria a la coalición de izquierdas, comenzó a desbordarse la violencia a
lo largo y ancho de toda la geografía española. Era la culminación de un
conflicto que, desde 1931, venía enfrentando dos modos diversos de en-
tender la realidad española, dos culturas políticas, la confesional y la lai-
ca, que se autoexcluían mutuamente5. Las elecciones confirmaron la po-
larización de la vida política, generando una escalada de violencia que
se extendería a lo largo de toda la primavera6. Inmediatamente comenza-
ron a afluir a la nunciatura informaciones procedentes de todas las dióce-
sis españolas acerca de los desmanes que se iban produciendo. Estos fue-
ron, en un primer momento, iniciativa de los propios obispos; más tarde,
a mediados de marzo, como veremos, fue el cardenal Tedeschini quien
solicitó informaciones precisas de lo que ocurría en las diversas diócesis.

4 
F. Del Rey Reguillo, Paisanos en lucha: exclusión política y violencia en la Se-
gunda República española, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008.
Á. L. López Villaverde, El gorro frigio y la mitra frente a frente. Construcción y
5 

diversidad territorial del conflicto político-religioso en la España republicana, Edicio-


nes Rubeo, Barcelona, 2008.
E. González Calleja, Contrarrevolucionarios. Radicalización violenta de las de-
6 

rechas durante la Segunda República, 1931-1936, Alianza Editorial, Madrid, 2011, pp.
307-388

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 299

El día 17 de febrero, en el pueblo de Barreda, provincia de Santander,


fue incendiada la iglesia, al igual que ocurrió en Carabanchel Bajo7. Los
días posteriores las violencias se fueron extendiendo a lo largo de toda
España, y así el 18 en Herrera, Sevilla, se intentó quemar la iglesia, ar-
diendo sólo dos altares; el 19 en La Coruña se intentó incendiar las igle-
sias de los redentoristas, la del colegio de la Compañía de María, la de
las madres terciarias y la parroquial de Santiago; el 20, en Santiago de
Compostela fueron asaltados los centros de las juventudes de Acción Ca-
tólica de las parroquias de Santa Susana y San Miguel, así como el Cen-
tro Católico de la Buena Prensa, siendo robado el dinero de los mismos8.
En Coruña, por la tarde, la iglesia del Sagrado Corazón, perteneciente a
los jesuitas, fue incendiada y profanadas las imágenes, siendo el sacristán
«bárbaramente maltratado» mientras un guardia de asalto, que presenció
la agresión «ni se inmutó»9. A las once de la noche del día 18 era incen-
diada la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Ruitelan, en la dióce-
sis de León, cerca de Villafranca del Bierzo, por parte de varios jóvenes
del pueblo, quienes formaron una gran hoguera con las ropas, ornamen-
tos e imágenes, rociando con gasolina el templo, quedando tan sólo libre
del incendio las paredes y la torre10.
En la noche del 19 al 20, en el pueblo de Béjar, provincia de Salaman-
ca y diócesis de Plasencia, era incendiada la iglesia parroquial del Sal-
vador, siendo pasto de las llamas todos los altares y enseres del servicio,
a excepción del archivo y algunas alhajas que el párroco guardaba en su
casa, como lleno de tristeza comunicaba al pro-nuncio el prelado local,
Feliciano Rocha Pizarro, el 22 de febrero11.
En Córdoba, la revuelta anarquista del 20 de febrero en Palma del Río
tuvo una dimensión extrema y violenta; en la parroquia de la Asunción,
grupos de revolucionarios destruyeron catorce altares, el órgano, el coro,
quemaron imágenes, el archivo parroquial, además de catorce libros co-
rales en pergamino con miniaturas del siglo XIV, incendiando también el

Archivio Segreto Vaticano, Archivio della Nunziatura di Madrid (en adelante, ASV,
7 

Arch. Nunz. Madrid), b. 945, f. 341.


8 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 341.
9 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 341.
10 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 395.
11 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 341.343.

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convento de San Francisco y los de Santo Domingo y Santa Clara, ex-


pulsando a las monjas. En esa misma diócesis, en el pueblo de Valenzue-
la el alcalde intimó al párroco a que arrojase las Sagradas Formas al sue-
lo, cuando volvía de dar el viático a un enfermo, y al negarse éste, le en-
carceló12.
Ese mismo día 20 se multiplicaron los actos iconoclastas en otras pro-
vincias. En los pueblos de Montejaque y Benoaján, en Málaga, fueron
asaltadas e incendiadas las parroquias; en Barcelona, de madrugada, se
incendió la iglesia de Santa María de Sanz; en Torreagüera, Murcia, se
saqueó la iglesia parroquial, quemándose las imágenes en la calle; en esa
misma provincia, en Beniaján, se intentó quemar la iglesia y en la capital,
a las 8 de la noche, una numerosa manifestación se dirigió hacia el edifi-
cio del periódico La Verdad, descargando sobre el mismo una gran can-
tidad de piedras y prendiéndole fuego, de modo que, aunque pronto acu-
dieron los bomberos, la maquinaria quedó casi destruida, impidiendo la
publicación durante varios días; en Granada el periódico Ideal, fue tiro-
teado, apedreado y hubo un intento de asalto13.
Más graves fueron los hechos ocurridos en Alicante ese fatídico 20 de
febrero14. En la capital de la provincia fueron incendiadas las iglesias de
San Nicolás y de Santa María, así como el asilo de Nuestra Señora del Re-
medio; de la iglesia de San Francisco se sacaron todas las imágenes, pren-
diéndolas fuego; se saqueó el casino, un domicilio particular y el edificio
de la Derecha Agraria, junto a intentos de asalto a los locales de varios pe-
riódicos. Estos hechos fueron detallados poco después, el 22 de febrero,
por el administrador apostólico de Orihuela, Juan de Dios Ponce, quien
escribía una dramática carta a monseñor Tedeschini en la que comunica-
ba los desmanes cometidos en su diócesis15. Estos habían comenzado el
jueves 20, apenas levantado el estado de guerra en el que se encontraba la
provincia de Alicante desde el lunes, incendiándose las iglesias de la Mi-
sericordia, San Nicolás y centros políticos y periódicos de derechas; en
Elche se quemaron las parroquias del Salvador y San Juan, saqueándose

M. Nieto Cumplido – L. E. Sánchez García, La persecución religiosa en Córdo-


12 

ba 1931-1939, Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, Córdoba, 1998.


13 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 341-342.
14 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 342. 442-445.
15 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912, f. 529.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 301

el templo de Santa María y la iglesia y convento de Clarisas; todos los sa-


cerdotes tuvieron que huir, perseguidos. El administrador se quejaba de
que de todo lo ocurrido «la prensa no ha dicho una palabra»16. Se despe-
día pidiendo a Dios fortaleza para soportar los «infortunios que le espe-
ran a la pobre iglesia española»17. Ponce volvió a escribir al pro-nuncio
el 3 de marzo, tras regresar de Alicante, donde estuvo comprobando per-
sonalmente los daños18. Señalaba cómo el convento e iglesia de los Fran-
ciscanos y la parroquia de la Misericordia, situados en un una barriada
obrera de cincuenta mil habitantes, habían quedado imposibilitados para
su uso; apenas hacía un año que los Franciscanos acababan de restaurar
su casa destruida en los sucesos de 1931. La iglesia de la Misericordia ha-
bía sido despojada «con verdadera saña: sobre la pira de imágenes y ob-
jetos de culto quemados en la puerta, pusieron el Ssmo. Cristo del amor
misericordioso con horribles injurias y blasfemias»19. A su juicio sería te-
merario intentar allí restaurar el culto. En las parroquias de Santa María
y San Nicolás se pudo restablecer el culto, aunque con limitación de ho-
ras y custodiadas las iglesias por la fuerza pública. Y concluía lamentan-
do «Este Alicante, Señor, es irredento; qué pena causa pensarlo!»20.
En la provincia de Huelva, perteneciente entonces a la archidiócesis de
Sevilla, con un triunfo aplastante del Frente Popular, en los días posterio-
res a las elecciones comenzó, sobre todo en los pueblos inmediatos a la
capital, la persecución abierta contra el clero, pasando varios sacerdotes
por la cárcel de la ciudad; diversas religiosas tuvieron que abandonar los
centros benéficos en los que trabajaban y se iniciaron los trámites para la
incautación y secularización de edificios religiosos21.
En la diócesis de Mondoñedo, en Ferrol, se produjo el asalto a la re-
sidencia de los padres Misioneros de Inmaculado Corazón de María, con
incendio de todo el mobiliario, previamente arrojado por las turbas a la
vía pública, así como el incendio de la iglesia parroquial de Caranza, jun-

16 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912, f. 529.
17 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912, f. 529.
18 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912, f. 569.
19 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912, f. 569.
20 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912, f. 569.
J. Ordoñez Márquez, La apostasía de las masas y la persecución religiosa en la
21 

provincia de Huelva 1931-1936, CSIC, Madrid, 1968, pp. 32-46.

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to a Ferrol, la noche del 20 al 21, ardiendo completamente el templo con


su mobiliario, siendo arrojados al mar trozos de imágenes; esta iglesia
ya había sido incendiada ya cinco veces desde el 12 de agosto de 193222.
Otros obispos escribieron a lo largo de esos días para manifestar el es-
tado de sus diócesis. Así, el de Lérida, Salvio Huix, señalaba el 20 que,
aparte de las «hondas preocupaciones del momento», no había ocurrido
nada grave, habiéndose guardado el orden público y siendo atendido por
las autoridades, las cuales se mostraban muy interesadas en que dicho or-
den no se alterara23. El 3 de marzo era el obispo de Badajoz el que indica-
ba que allí, salvo «algunos desahogos en los días de Carnaval», nada ha-
bían tenido que lamentar respecto a personas y cosas24.
El 9 de marzo escribía el obispo de Cádiz para comunicar cómo el día
anterior, desde las dos de la tarde hasta la nueve de la noche, fueron asal-
tados algunos edificios religiosos, conventos, iglesias y el mismo pala-
cio episcopal, causando destrozos de importancia, aunque no hubo que
lamentar desgracias personales, y todo ello ante la pasividad de las auto-
ridades25. La gran mayoría de los que intervinieron eran jóvenes de die-
ciséis y dieciocho años, que comenzaron asaltando el colegio de San Fe-
lipe Neri, donde colocaron, tras destrozarlo, una gran bandera roja, diri-
giéndose, a continuación, a la residencia de los padres Paúles, y a partir
de ahí, recorrieron libremente la ciudad, destrozando iglesias y colegios
católicos, mutilando imágenes, quemando la iglesia de la Merced, el con-
vento de Santa María, el seminario conciliar, la iglesia de San Pablo, sal-
vándose tan solo tres templos, y perdiéndose numerosas obras de arte;
dos periodistas que cubrían la información fueron agredidos y uno de los
asaltantes fue herido por un balazo, resultando muerto26. Los diecisiete
detenidos durante los incendios fueron puestos en libertad, por orden del
Gobernador, antes de las doce de la noche.
Francisco de Luis, director de El Debate, por su parte, enviaba a Te-
deschini el 6 de marzo, algunas noticias que habían sido tachadas por la

22 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 355.
23 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 345.
24 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 346.
25 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, f. 364.
26 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, f. 366.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 303

censura el día anterior27. En relación a la violencia antirreligiosa, adjun-


taba un recorte con la noticia de que en el pueblo valenciano de Cárcer,
unos sujetos habían asaltado la ermita del pueblo, apoderándose de una
imagen que arrojaron a una acequia28. El 16 de marzo volvía a escribir al
pro-nuncio, adjuntándole varias fotografías de los incendios acaecidos en
Madrid, así como un extracto de los sucesos que ese mismo día y el ante-
rior, habían ocurrido en la capital29.

2. Nunciatura recaba informes


El 19 de marzo, el pro-nuncio Tedeschini enviaba una circular en la
que solicitaba a los obispos una relación estadística de los desmanes que
con carácter antirreligioso se hubieran verificado en las diócesis30.
Al día siguiente denunció ante Manuel Azaña, como ministro de Esta-
do interino, los ataques contra la Iglesia, recibiendo por respuesta que el
Gobierno estaba trabajando con eficacia en la prevención y represión de
los mismos, respuesta que reiteró el nuevo ministro de Estado, Augusto
Barcia, quien destaco el compromiso del Gobierno con el orden y la dis-
ciplina social, a la vez que señaló que todos debían contribuir a una con-
vivencia pacífica31. Tedeschini envió al presidente del Consejo de Mi-
nistros una sucinta relación de todos los actos de violencia ocurridos en-
tre el domingo 15 de marzo y el 1732. No era la primera vez que el carde-
nal protestaba ante Azaña; ya a raíz de los sucesos ocurridos en Alicante,
el pro-nuncio le había visitado, recibiendo la respuesta de que lo ocurri-
do entonces se debía a la falta de enlace entre las autoridades anteriores y
las nuevas, de la que se habían aprovechado algunos para cometer aque-
llos desmanes, pero que desde entonces el orden sería mantenido y res-
petado; dado que no había sido así, sino que, además, se habían agrava-
do, el 14 de marzo volvió a presentar su más dolorida protesta, pidiendo

27 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 347.
28 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 352.
29 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 349.
30 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 338.
R. Trullén Floría, Religión y política en la España de los años treinta. El nun-
31 

cio Federico Tedeschini y la Segunda República, Institución Fernando el Católico, Za-


ragoza, 2012, pp. 211-212.
32 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, ff. 393-396.

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al Gobierno de la República que tomara las medidas necesarias para evi-


tar dichos atropellos33. El 18 de marzo protestaba de nuevo ante el minis-
tro de la Gobernación, Amós Salvador, por los incendios de las iglesias
de San Luis y San Ignacio, en Madrid, «a las puertas del Ministerio de la
Gobernación», así como los de Logroño y otros puntos de España, produ-
cidos tras el encuentro entre el cardenal y el ministro la semana anterior,
encuentro en el que Amós Salvador prometió que aquellos desmanes no
volverían a producirse34.
Con su circular Tedeschini se adelantaba al deseo de información so-
bre lo que estaba ocurriendo en España que manifestó la Santa Sede. En
efecto, el 21 de marzo, el cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli,
ante los rumores esparcidos acerca de atrocidades cometidas contra nu-
merosas religiosas e incendios de gran número de iglesias, rogaba al pro-
nuncio que le informase acerca de la veracidad de tales noticias35. Ese
mismo día el pro-nuncio enviaba a Pacelli un abultado dossier, formado
por recortes de periódico con noticias censuradas acerca de la violencia,
así como 32 fotografías de El Debate, que causaron viva impresión tanto
en el Papa como en el secretario de Estado, quien manifestó que sobre el
futuro de España «non se possono non nutrire angustie e preoccupazio-
ni molto serie»36.
El obispo de Canarias respondía el 30 de marzo37. En su informe seña-
laba que no había ocurrido ningún desmán de alcance, aunque en la capi-
tal, Las Palmas, se trató de incendiar por la noche, lográndose en parte, la
puerta de los Franciscanos, así como la de la iglesia de San José, aunque
pudieron ser sofocados ambos gracias a algunos transeúntes; un obrero
falleció por una bala extraviada, y aunque era católico y murió recibien-
do los sacramentos, el prelado indicaba que se le hizo un entierro laico
que se convirtió en una manifestación del mismo carácter, no llegándo-
se a producir desmanes por la presencia en el mismo del gobernador ci-
vil; por otra parte, en las comunidades religiosas, existía inquietud y zo-

33 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, ff. 354-355.
34 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, ff. 422-423.
35 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 340.
36 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, ff. 686-771.
37 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 354

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 305

zobra38. En la vecina diócesis de Tenerife, fray Albino González no tenía


que lamentar ningún desmán contra personas y cosas religiosas, aunque
sí que hubo amenazas y a tres o cuatro sacerdotes les obligaron a salir de
sus parroquias39.
Manuel González, obispo de Palencia, informaba el 16 de marzo, mos-
trando su satisfacción porque en su diócesis no había habido que lamentar
ni un solo desmán de carácter antirreligioso40. Manuel Arce Ochotorena,
obispo de Zamora, el 23 de marzo no había tenido que sufrir ningún tipo
de violencia dentro de su jurisdicción ni contra iglesias, ni conventos ni
sacerdotes, pues el único acto destacable que se había producido, cuando
un grupo arrancó de su pedestal la estatua de fray Diego de Deza, situada
en una plaza pública, arrojándola al Duero, el obispo consideraba que re-
vestía carácter político más que antirreligioso, inscribiéndolo en la lucha
sostenida entre los concejales de uno y otro signo político41. El prelado de
Tarazona tampoco había recibido denuncias ni en ésta ni en la diócesis de
Tudela, de la que era administrador apostólico; sólo en Morés, en la pro-
vincia de Zaragoza, habían quitado por la noche los badajos de las cam-
panas de la iglesia parroquial42. Tampoco en Menorca se habían produci-
do violencias a la altura del 25 de marzo43. En la misma línea se expresa-
ban los obispos de Solsona, el 25 de marzo44; Tuy, el 24 de marzo45; Seo
de Urgel, el 25, aunque en este caso indicando que varios sacerdotes tu-
vieron que abandonar sus parroquias, reintegrándose posteriormente casi
todos a sus destinos46. El de Osma, el 23 de marzo, sólo tenía que lamen-
tar algunos insultos a sacerdotes, sin ulteriores consecuencias, así como
la suspensión de dos misiones, en previsión de posibles males, pues en
el caso del pueblo de Fuentemolinos, en la provincia de Burgos, amena-

38 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 353.
39 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 358.
40 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 362.
41 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 375.
42 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 363.
43 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 364.
44 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 366.
45 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 367.
46 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 369.

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zaban con quemar la iglesia con los fieles dentro47. Desde Vic, el prelado
escribía el 24, destacando tan solo el derribo y destrozo de la estatua de
mármol de un ángel que se encontraba sobre el portal de entrada del ce-
menterio de Manresa48. En la vecina diócesis de Gerona, monseñor Carta-
ñá tampoco tenía, el 25 de marzo, que lamentar hechos notables; tan sólo
algunos alcaldes habían recordado a los párrocos ciertas disposiciones de
carácter laico, referentes a entierros y manifestaciones públicas del cul-
to católico, cuyo cumplimiento se exigía en 1933 y 1934, así como la de-
nuncia a un religioso por parte de un juez en una población rural, debido
a que en una predicación había expuesto la doctrina de la Iglesia sobre el
matrimonio, aunque después el juez de primera instancia la había deses-
timado por infundada49.
En la diócesis de Mondoñedo, sin embargo, sí se produjeron desmanes
de carácter antirreligioso, en concreto en la ciudad de Ferrol y sus alrede-
dores; el obispo, Benjamín Arriba y Castro, señalaba, junto a los que ya
hemos visto producidos en torno al día 20 de febrero, los siguientes: in-
cendio de la iglesia parroquial de Serantes, en la noche del 26 al 27 de fe-
brero, siendo previamente apedreadas las imágenes y los altares, bailando
los asaltantes dentro de la iglesia, para posteriormente amontonar todo el
mobiliario y quemarlo, repitiendo la quema con lo que no había ardido en
la tarde del 27; el 29 de febrero se había incendiado la iglesia parroquial
filial del Villar, aunque el fuego, que quemó la puerta, algunos muebles y
los manteles del altar, fue sofocado por los vecinos; mientras el párroco
de Serantes pudo huir precipitadamente porque fue avisado, otros dos pá-
rrocos, el de La Graña y San Martín de Cobas, fueron amenazados, obli-
gándoseles a abandonar sus parroquias, impidiéndoseles volver, como al
de Serantes; otros dos amenazados, el de Doniños y el de Mandiá, perma-
necían en sus iglesias, mientras que el de La Barquera hubo de marchar-
se, ante las amenazas de que si no lo hacía le quemarían la casa; se ha-
bían producido también intentos de incendio en las iglesias de Filgueira
y de Chamorro, impidiéndolo la Guardia Civil, dándose la circunstancia
de que sólo eran, en este caso, una pareja los incendiarios, que fueron de-
tenidos; el prelado omitía la relación de incautación de cementerios, pro-

47 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 370.
48 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 371.
49 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 373.

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hibición del toque de campanas y otros hechos50. El 30 de marzo hubo de


volver a enviar nuevas informaciones, pues en la iglesia de Abad, anejo
de Labacengos, en la provincia de La Coruña, en la noche del 22 al 23 de
marzo, se produjo la profanación del sagrario y la destrucción de diversos
elementos del culto; además, en la parroquia de Santa María de Carballi-
do, en la provincia de Lugo, se habían derribado, la misma noche, sendos
cruceros que se hallaban situados junto a la iglesia51.
El obispo de Badajoz, frente a lo escrito pocos días antes, tuvo que in-
formar el 22 de marzo de una serie de atentados contra la iglesia: en Torre
de Miguel Sesmero, registro injustificado de la casa rectoral y de la igle-
sia parroquial; en Jerez de los Caballeros se había violentado la puerta de
la iglesia de San Agustín, que regentaban los Misioneros del Inmacula-
do Corazón de María, destrozando las imágenes, cruces, sacras y ador-
nos de los altares, no llegando al altar mayor debido a la intervención de
la Guardia Civil; en Badajoz se había registrado el convento de las mon-
jas Trinitarias, las cuales, aunque no sufrieron daños, tuvieron que salir al
día siguiente ante la actitud poco tranquilizadora existente; en Alburquer-
que apareció abierta una puerta accesoria de la iglesia parroquial de San
Mateo, encontrándose una imagen del apóstol Santiago en el campanario
y otra de la Milagrosa en la inspección municipal; en Talavera la Real se
había registrado también el convento de las Carmelitas Descalzas; en Se-
gura de León se encarceló de modo injustificado a los coadjutores duran-
te más de un día; en Hornachos se detuvo sin motivo al cura y a doce jó-
venes; en diversas poblaciones se habían realizado parodias de entierros
y procesiones eucarísticas durante los carnavales y se iban prohibiendo o
limitando el toque de campanas, viáticos públicos y el acompañamiento
litúrgico en los entierros52.
En Tarragona ocurría algo similar con los toques de campanas, ente-
rramientos y viáticos, y, aunque no se habían producido actos de violen-
cia contra sacerdotes, religiosos o templos, sí que surgían, aquí y allá, di-
ficultades: el acompañamiento del viático quedaba reducido a dos perso-
nas y en los enterramientos se prohibía el canto durante el trayecto, per-
mitiéndolo tan solo en la casa del difunto, en la iglesia y al pie de la se-

50 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 355-356.
51 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 460.
52 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 377.

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308 Miguel Ángel Dionisio Vivas

pultura, aunque en algunos pueblos se restringía aún más; en relación a


las campanas, no faltaban ayuntamientos que hacían dar con ellas la señal
de empezar y terminar los trabajos en los días de precepto que civilmen-
te no eran considerados festivos; en Solivella el alcalde trató de regulari-
zar los toques, prohibiéndolos en determinadas horas, multando al párro-
co por haber tocado los feligreses las campanas para un bautizo; en Mont-
blanch el ayuntamiento requirió a los Franciscanos que en quince días de-
jaran el convento; en Constantí se hizo el mismo requerimiento a las Ter-
ciarias de la Virgen del Carmen para que abandonaran la casa-hospital en
que habitaban; se molestaba asimismo a las Paúlas de Selva del Campo
y a las Dominicas de la Anunciata de Pla de Cabra; otro problema era el
de los tributos, tratando de defenderse la diócesis de los que se estimaban
ilegales, realizando las gestiones convenientes para que se respetasen los
derechos de la Iglesia, pero no se podían evitar conflictos, como el susci-
tado cuando el jefe del centro de Telecomunicación de Tarragona preten-
día inspeccionar la línea microfónica instalada en la catedral y gravar con
un canon anual dicha instalación, a lo que el cabildo se oponía; en Lilla,
el alcalde Montblanch se había apoderado por la fuerza del cementerio,
ignorando las formalidades legales vigentes53. Tedeschini envió una nota
de protesta el 16 de abril al ministro de Estado, Augusto Barcia, ante el
intento de imponer el canon al cabildo, a lo que el ministro respondió re-
mitiendo el asunto a otro departamento54. Pocos días antes, el 14 de abril,
el obispo auxiliar, Manuel Borràs, fue increpado cuando asistió al desfi-
le militar celebrado con motivo del aniversario de la República, debiendo
abandonar el lugar protegido por un grupo de jóvenes55.
En el extenso arzobispado toledano, según comunicaba el 23 de mar-
zo el cardenal arzobispo primado, Isidro Gomá, no se habían producido
graves desmanes, si por estos se entendía «violación de derechos, inva-
sión o destrucción de propiedades de la Iglesia o injurias reales a sacer-
dotes o personas religiosas»; lo ocurrido era que cuatro párrocos habían
sido invitados por elementos levantiscos a dejar sus pueblos respectivos,
todos en la misma zona: Torrijos, Carpio de Tajo, Gerindote y Carmena;
dichos sacerdotes, a juicio del primado, eran cumplidores de su deber «y

53 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 378-379.
54 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, f. 859.
55 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, ff. 862-865.

Toletana 28.indb 308 06/10/2014 11:02:24


El estallido de la violencia anticlerical en 1936 309

dos de ellos muy celosos», y aunque se habían adoptado todos los me-
dios que parecieron prudentes de resistencia, finalmente, para evitar ma-
les mayores, se les había autorizado a ausentarse temporalmente de los
pueblos hasta que se calmaran los ánimos; el cardenal señalaba que en
el caso del de Torrijos, los propios feligreses habían reclamado su regre-
so en una exposición firmada por unas dos mil personas; varios sacerdo-
tes tenían que sufrir molestias por algunas amenazas e insultos, exhortán-
doles el prelado a que lo llevaran «con santa resignación para hacer mas
meritorio y eficaz su apostolado»; en relación a los bienes de la Iglesia,
se había dado el conato de ocupación de dos casas rectorales, así como
la amenaza de ocupación de iglesias, aunque no creía que llegara a cum-
plirse; tan sólo en la ciudad de Toledo hubo un asalto al local donde las
Damas Catequistas instruían a los obreros, cuando dicho local estaba va-
cío, pero para Gomá no tuvo carácter antirreligiosos, y las Damas pudie-
ron continuar realizando su apostolado en los barrios obreros, algo que
contrastaba con el hecho de haber tenido que clausurar en dos pueblos los
centros de la Juventud Católica Masculina, debido a que fueron tomados,
sin fundamento alguno, como centros políticos56.
En la diócesis sufragánea de Sigüenza, ya antes de la elecciones, las
Clarisas del convento de Almazán habían sufrido amenazas por parte de
unos individuos que, entrando en el huerto, dejaron mensajes en una de
las ventanas, por lo que, al día siguiente de las elecciones, las religiosas,
temiendo desórdenes, abandonaron el convento, distribuyéndose por al-
gunos pueblos próximos, aunque finalmente regresaron a la clausura; en
el pueblo de Milmarcos, la comisión gestora, tan pronto como se posesio-
nó del ayuntamiento, prohibió al párroco tocar las campanas y hacer pro-
cesiones públicas; en Fuentelsaz, el ayuntamiento exigió al cura el pago
de renta por el uso de la iglesia, casa, rectoral y huerto, alegando que per-
tenecían al municipio; en Cifuentes se habían producido manifestaciones
hostiles contra el párroco, quien pidió al obispo salir urgentemente de di-
cha parroquia; en Riba de Saelices, se habían violentado la puerta de la
ermita de la Soledad, sacando la imagen de la Virgen y quemándola, jun-
to a otros enseres de la ermita57.

56 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 383-384.
57 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 380.

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310 Miguel Ángel Dionisio Vivas

En Almería, el obispo Diego Ventaja informaba el 23 de marzo, no ha-


bían ocurrido hechos de carácter grave, aunque en la capital se produje-
ron intentos de incendio de las puertas de tres iglesias y del convento de
los Franciscanos, pero fueron pequeños y fácilmente sofocados; en Gádor
habían entrado por una puerta falsa de la iglesia durante la noche, que-
mando en el centro de la misma algunas imágenes, bancos y ornamentos,
aunque parecía que era un acto de enemistad contra las familias que cui-
daban dichas imágenes, ya que respetaron el sagrario, cálices y retablos,
no sufriendo deterioro alguno la fábrica de la iglesia; respecto a las perso-
nas, no se había atacado a ninguna, sólo un coadjutor tuvo que salir de un
pueblo por imposición de los obreros socialistas, mientras que las Siervas
de María, de la capital, habían tenido que sufrir un registro; por lo demás,
la vida religiosa se desenvolvía normalmente, aunque en algunas iglesias
de mayor riesgo se habían revestido la puertas con planchas de hierro y
vigilaban de noche personas de confianza58.
Ese 23 el obispo de Vitoria, Mateo Múgica, indicaba que sólo dos des-
manes se habían registrado en su diócesis, que abarcaba entonces las tres
provincias vascas; uno en el pequeño pueblo de Saracha, en Álava, don-
de penetraron de noche en la iglesia parroquial cuatro o cinco jóvenes del
mismo pueblo, apilando bancos, sillas y otros enseres y pegándoles fue-
go, aunque por falta de tiro del mismo, este se apagó por sí mismo; el otro
incidente se produjo en Sestao, Vizcaya, en la que, según señalaba el pre-
lado, la mayor parte de los moradores eran extradiocesanos por origen,
consistiendo en unos disparos contra los que participaban en la vigilia de
la Adoración Nocturna59.
También el 23 de marzo escribía el arzobispo de Valladolid sendas car-
tas informando del único acto antirreligioso cometido en su diócesis, el
incendio de la iglesia de Ntra. Sra. del Carmen, situada en las afueras de
la capital, acto que había sorprendido mucho, «por no ser esta gente in-
clinada a excesos de esa índole», además de que todos los habitantes de
la barriada, independientemente de su ideología, apreciaban al párroco60.
Ese día informaba el obispo de León del incendio de la iglesia de Rui-
telan el 18 de febrero, al que ya se hizo alusión; no tenía noticia de otros

58 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 385.387.
59 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 401-402.
60 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 389.391.

Toletana 28.indb 310 06/10/2014 11:02:24


El estallido de la violencia anticlerical en 1936 311

desmanes antirreligiosos y si bien en la segunda quincena del mes de fe-


brero varios sacerdotes se habían ausentado de sus parroquias, sobre todo
los de las cuencas mineras, habían regresado ya a las mismas61.
En Lugo, los actos antirreligiosos, a la altura del 23 de marzo, eran
el incendio de la sacristía de la iglesia parroquial de Rivasaltas, cerca de
Montforte; la expulsión de tres curas de sus parroquias; esto era obra de
pequeños grupos de mozalbetes contra la voluntad de la mayor parte de
los feligreses, que no se atrevieron a oponerse ante el miedo a que les
quemaran los pajares; otros seis curas tuvieron que salir debido a diferen-
tes causas, entre las que se encontraban la imprudente actuación política
o el rigor a la hora de exigir los derechos parroquiales; el obispo señala-
ba que cuatro sacerdotes habían regresado ya a sus parroquias, y que los
otros cinco «no es conveniente que vuelvan, porque ya de antiguo los fe-
ligreses no les querían»62.
El obispo de Huesca contestaba el 23, indicando que en la noche del
16 al 17 de marzo había sido asaltada la iglesia de la Virgen de la Coro-
na, desapareciendo la imagen y no sabiendo si había sido quemada o ro-
bada; al párroco de Santo Domingo y San Martín, en la ciudad de Huesca,
le habían multado con quinientas pesetas por trasladar el Santísimo Sa-
cramento, sin ninguna solemnidad, a otra iglesia, traslado realizado ante
el temor de que la parroquia fuera quemada63.
El de Santander, aún considerando que la suya era de las diócesis me-
nos castigadas, informaba el 23 de la destrucción el mismo 16 de febre-
ro de la iglesia de Barreda y el 18 de marzo de la de Polanco, además del
encarcelamiento de tres sacerdotes64.
Pla y Deniel, obispo de Salamanca, respondía de su puño y letra el 23
para señalar que allí, salvo un conato de incendio en la capilla del Cristo
de los Milagros de la capital, no habían tenido que sufrir ningún desmán
aparte del robo de los badajos de las campanas en una parroquia sin sacer-
dote; el gobernador había estado en continua comunicación con el obis-
po, pidiéndole una relación de todas las iglesias y conventos de la ciudad
para vigilar que no fueran atacados y el nuevo gobernador estaba conser-

61 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 395.
62 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 408.
63 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 403.
64 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 448

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312 Miguel Ángel Dionisio Vivas

vando el orden en la ciudad y en la diócesis, sólo teniendo que lamentar


lo acontecido, dentro de la provincia, pero fuera de la diócesis, lo ocurri-
do en Béjar65. En la otra diócesis situada en la provincia civil de Salaman-
ca, Ciudad Rodrigo, tampoco hubo que lamentar más incidentes de carác-
ter antirreligioso que el del robo sacrílego y violento del Santísimo en la
iglesia parroquial de Robleda el domingo 15 de marzo por la noche, como
comunicaba, asimismo el día 23, el administrador apostólico66.
El 24 escribía el obispo de Jaén, manifestando que, hasta ese momen-
to no habían tenido que lamentar daños materiales en los edificios ecle-
siásticos del obispado, tan sólo la penetración violenta en la casa parro-
quial e iglesia de la aldea de Mogón, aunque no hubo profanaciones; cin-
co sacerdotes habían sido detenidos, dos en Baeza y tres en Alcaudete,
estando estos últimos ya en libertad, mientras que el sacerdote de Santia-
go de la Espada hubo de salir por imposición de la Casa del Pueblo, suer-
te que corrió también el párroco de Mogón; donde la acción antirreligio-
sa se dejaba sentir más era en las actuaciones de los alcaldes, pues varios
de ellos habían prohibido procesiones, entierros y demás manifestacio-
nes públicas de culto, temiendo el prelado que esta medida se converti-
ría en algo general para toda la diócesis67. En relación a los tres sacerdo-
tes detenidos en Alcaudete, el pro-nuncio Tedeschini había tenido que in-
tervenir ante el ministro de Gobernación, Amós Salvador, para protestar
por la misma, pues dicha detención se debía tan sólo, a juicio del prela-
do, a represalias y motivos antirreligiosos68. El 27 de abril volvería a pro-
testar, esta vez ante el ministro interino de Gobernación, Santiago Casa-
res Quiroga, por las detenciones de sacerdotes, la mayoría ajenos a toda
actividad delictiva o política, por motivos arbitrarios, simples acusacio-
nes o «pequeñas venganzas y represalias de grupos políticos o de Autori-
dades locales», que obraban con total independencia y «desprecio» de las
normas legales y derechos de los ciudadanos69. El cardenal había recogi-
do numerosos recortes de prensa en los que aparecían detenciones de sa-

65 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 413.
66 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 415.
67 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 393.
68 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, ff. 643-644. 651.
69 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, ff. 662-663.

Toletana 28.indb 312 06/10/2014 11:02:24


El estallido de la violencia anticlerical en 1936 313

cerdotes, así como registros de casas rectorales, destacando los numero-


sos de Asturias70.
El mismo día 24 de marzo, en una sucinta carta, el obispo de Barce-
lona, Manuel Irurita, manifestaba que no habían ocurrido desmanes que
hubieran producido daños de importancia, aunque reconocía que subsis-
tía «un ambiente amenazador», lamentando únicamente el incendio de la
parroquia de Santa María de Sans, de la que sólo se habían quemado las
puertas; sin embargo reconocía que en las parroquias se hacía muy difícil
y penoso para los sacerdotes el ejercicio del ministerio, de modo que al-
gunos se habían visto precisados de abandonarlas, por las reiteradas ame-
nazas y presiones, aunque ya habían vuelto a sus destinos71.
El arzobispo de Zaragoza, que respondía a Tedeschini también el 24,
señalaba que los atropellos cometidos contra la Iglesia, de los que adjun-
taba una relación, se estaban agravando al llegar las noticias de lo que se
estaba realizando en otras partes; en dicha relación se omitían otras veja-
ciones, que denominaba «secundarias» en cuestión de campanas, entie-
rros e intromisiones de alcaldes en las cosas de la Iglesia, cuyo número
era muy crecido, y no lo hacía «porque son atropellos, no desmanes que
es lo que V. Emma. Rma. me pide»72. El informe se desglosaba en los si-
guientes incidentes: en Alpartir, el 24 de febrero arrojaron piedras a la
casa del cura, pedrea que se repitió el 7 de marzo, junto con amenazas de
degollar al párroco; en Fuentejalón el ayuntamiento se quería incautar de
la ermita de la Virgen del Castillo, aunque un anterior intento había sido
declarado nulo por decisión judicial; en Novillas se habían quemado las
puertas de la parroquia, prendiendo fuego a ésta, fuego que pudo ser sofo-
cado por los vecinos; en Pradilla de Ebro, el 23 de marzo, después de un
mitin socialista, en el que se animó «a atropellos contra las personas de-
votas», se arrojaron botellas inflamables contra la sacristía, no propagán-
dose el fuego a la iglesia por la intervención del vecindario; en el pueblo
de Torres de Berrellán, unos treinta o cuarenta hombres habían irrumpi-
do en la iglesia, rompiendo todas las imágenes, teniendo que abandonar
el cura el pueblo y siendo impedido de entrar su sustituto pues «salieron
a recibirle con estacas», quemando después de esto la ermita; en Zuera el

70 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, ff. 659-661.
71 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 462.
72 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 397.

Toletana 28.indb 313 06/10/2014 11:02:24


314 Miguel Ángel Dionisio Vivas

cura fue amenazado, con peligro de su vida, pudiendo escapar y refugiar-


se en el cuartel de la Guardia Civil; en Blesa, perteneciente a la provincia
de Teruel, amenazaron al cura con incautarse de la iglesia y de la casa pa-
rroquial para convertirlas en escuelas73.
En la vecina Jaca, el obispo no tenía que lamentar más que el robo de
los badajos de las campanas del pueblo de Assoveral, en la provincia de
Zaragoza, el 25 de febrero, porque el párroco no quiso pagar el impuesto
por tocarlas, y la destrucción de una puerta de hierro en esa misma igle-
sia la noche del 15 de marzo; a esto había que añadir las irreverencias del
entierro de la sardina el miércoles de ceniza y la prohibición por parte del
alcalde de Jaca de la velada literaria que organizaban los seminaristas el
día de Santo Tomás de Aquino74. El 30 de marzo tuvo que volver a escri-
bir porque en Assoveral la Sociedad de oficios varios, vinculada a UGT,
le pedía la cesión, en un plazo de siete días, de la iglesia para instalar en
ella la Casa del Pueblo, indicando que si no se desalojaba el local, lo ha-
rían ellos75.
El 24 de marzo el obispo de Ávila señalaba que, en su diócesis, habían
sido encarcelados el párroco de Santo Domingo de Arévalo, el capellán
del Hospital y diecisiete miembros de la Adoración Nocturna de Aréva-
lo, mientras estaban realizando dicha adoración; se habían incautado de
modo ilegal los cementerios parroquiales de Gallegos de Solmirón, Al-
mendral y Navalcán, pueblo este de la provincia de Toledo; en Navalpe-
ral de Pinares se había derribado intencionalmente una tapia del antiguo
cementerio; en Valdeverdeja, en la provincia de Toledo, habían apedrea-
do varias veces la casa parroquial; el 22 de marzo se intentó incendiar la
casa de los Paúles de la ciudad de Ávila; por otra parte, en las manifes-
taciones verificadas en esos días se habían dado gritos contra el clero76.
Ese día respondía el obispo de Ibiza que lo ocurrido en la isla se re-
ducía al intento de incendiar la iglesia de San Carlos, hecho atribuido a
extremistas del mismo pueblo, y al intento de impedir en la parroquia de
San Lorenzo la celebración de la misión, cuando un grupo de jóvenes
exaltados trataron de intimidar a los misioneros y al pueblo, aunque no

73 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 399.400.
74 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 427.
75 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 426.428.
76 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 410.

Toletana 28.indb 314 06/10/2014 11:02:24


El estallido de la violencia anticlerical en 1936 315

lo lograron por la reacción de la gente; pero el prelado admitía que, debi-


do al hecho de ir siendo nombrados para los ayuntamientos los elementos
más extremistas de los pueblos, no sabía qué podría ocurrir en adelante77.
Desde la vecina isla de Mallorca, su obispo escribía un detallado infor-
me de lo ocurrido allí desde la semana de las elecciones, cuando se pren-
dió fuego a una puerta de la iglesia de San Jerónimo; en San Lorenzo, los
extremistas habían dado veinticuatro horas al párroco para que se fuera,
aunque por pesquisas posteriores el obispo supo que el acto iba dirigi-
do contra la persona y no contra el cargo eclesiástico, siendo la liquida-
ción violenta de viejas cuentas, de modo que el sacerdote que envió para
sustituirle había sido bien recibido; en Santa Margarita pidieron al pre-
lado la destitución del cura, pero el obispo, que consideraba digno al sa-
cerdote, les solicitó por escrito los motivos, que le parecieron inadmisi-
bles, aunque el propio sacerdote, una vez conocidos, decidió retirarse; en
la parroquia de Campos del Puerto se había producido un intento de in-
cendio, con daños limitados; todo esto, en relación con los desmanes de
obra, porque, como manifestaba el obispo, «de palabra y de gesto, son
incontables»78.
También el 24, lleno de pesadumbre y dolor, escribía el cardenal Ilun-
dain, arzobispo de Sevilla, recogiendo lo ocurrido esos meses de febrero
y marzo, comenzando por el incendio del altar mayor de la parroquia de
Herrera, y continuando con los incendios de Peñaflor, donde en la plaza
se quemaron imágenes, de Niebla, cuya iglesia parroquial sufrió la des-
trucción de la nave principal y una de las laterales, El Saucejo, Corcoya y
Galaroza; respecto a vejaciones y atropellos graves, señalaba en La Pal-
ma el derribo del monumento público al Corazón de Jesús por orden de la
comisión gestora del municipio, la incautación del cementerio parroquial
de Moguer, la prohibición de entierros religiosos y de toque de campanas
en Valdelarco y la decisión de la Diputación de Huelva de despedir las re-
ligiosas que prestaban sus servicios en el Hospital provincial79. En la dió-
cesis sufragánea de Córdoba el obispo sólo tenía que lamentar los suce-
sos que ya vimos en Palma del Río80.

77 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 417.
78 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 432.
79 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 419.
80 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 422.

Toletana 28.indb 315 06/10/2014 11:02:24


316 Miguel Ángel Dionisio Vivas

Otro informe que partía hacia nunciatura ese 24 de marzo era el del
obispo de Oviedo, Justo Echeguren81. En la cuenca de Mieres se habían
incendiado, después del 16 de febrero, las iglesias parroquiales de Galle-
gos, Baiña, Loredo, Valdecuna y Riosa, quedando las dos primeras total-
mente destruidas. También había sido incendiada la casa cural de Gran-
da. En la zona de Laviana y la de Ribadesella se habían destacado por su
hostilidad con la iglesia, haciendo huir a los curas con amenazas de muer-
te, o yendo por la noche a molestarles, con piedras e incluso tiros. De este
modo habían huido los curas de Tolivia, Oviñana, Lorio, Condado, Leces,
Cancienes, Collera, Beloncio y Soto del Barco. El obispo había hablado
personalmente con el gobernador, para darle cuenta de todo lo ocurrido,
y pedirle amparo, cosa que el gobernador le había prometido. Don Justo
se lamentaba de que se había iniciado una persecución contra las Juven-
tudes Católicas, acusándoles de fascistas, mientras que el diario socialis-
ta La Tarde denunciaba las reuniones de los adoradores nocturnos para la
vela del Santísimo, diciendo que eran reuniones clandestinas.
En Pamplona, a la altura del 25 de marzo, sólo se habían producido, a
juicio del obispo, Marcelino Olaechea, pequeños incidentes, que se resu-
mían en prohibiciones del toque de campanas en Azagra, prohibición que
quedó en nada; multa al párroco de Lezaun por tener reuniones de reque-
tés, lo cual el sacerdote negaba y apedreamiento de los cristales de su pro-
pio despacho; junto a esto, el 6 de marzo se había producido una manifes-
tación en la que se intentó incendiar el Diario de Navarra, interviniendo
la fuerza pública con el resultado de varios heridos y dos o tres muertos82.
En el vecino obispado de Calahorra y la Calzada, los incendios, cali-
ficados de revolucionarios en el informe, se habían producido en Villa-
mediana, en la noche del 7 al 8 de marzo, volviéndose a incendiar lo que
quedaba pocos días después; en Lardero, en la noche del 14 al 15 de mar-
zo fueron pasto de las llamas la iglesia parroquial y la llamada casa del
sacristán, adosada a la misma; en la ciudad de Logroño, esa misma noche,
se incendió la iglesia de Santiago el Real, así como los conventos de las
Carmelitas, Agustinas, Franciscanas, el colegio de la Compañía de María,
el de las Adoratrices, el de los Escolapios, así como el periódico católico
Diario de La Rioja; en Nájera el pueblo cooperó para evitar que el fuego

81 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 449.
82 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 382.

Toletana 28.indb 316 06/10/2014 11:02:24


El estallido de la violencia anticlerical en 1936 317

destruyera el templo parroquial, incendiado a las tres y media de la maña-


na del 16 de marzo; ese mismo día por la noche fue incendiado la parro-
quia de Agoncillo, aunque en este caso también los fieles contribuyeron a
apagar las llamas; caso similar fue el de Castañares de las Cuevas; en la
noche del 16 al 17 de marzo prendieron fuego a la puerta de la iglesia; en
Tudelilla se incendió una ermita; otras ermitas habían sido profanadas y
siete sacerdotes fueron expulsados de sus parroquias, mientras otros va-
rios estaban amenazados83.
El 25, el arzobispo de Burgos manifestaba que en la provincia y dió-
cesis de Burgos no habían ocurrido incendios de iglesias ni atropellos de
eclesiásticos, aunque sí, en algunas iglesias de pueblos, se habían produ-
cido robos, en los que se daba la circunstancia en muchos, de llevarse las
Sagradas Formas y dejar los copones84.
Otro arzobispo, el de Santiago, remitía también su informe el 25, de-
tallando lo ocurrido en las diversas provincias por las que se repartía su
jurisdicción85. Así, en la de Pontevedra no se había producido nada, aun-
que se sabía que los obreros de la ciudad habían tratado acerca de si se-
ría prudente o no expulsar a las monjas de Santa Clara, aunque finalmen-
te resolvieron que no; en la provincia de La Coruña, en Santiago se había
asaltado el centro de Acción Católica, el centro Tradicionalista, así como
profanado varias imágenes el 19 de febrero, mientras que el 1 de marzo
los obreros afiliados a UGT y CNT se apoderaron del edificio anexo a la
iglesia de San Agustín; en La Coruña se produjeron incendios en varias
iglesias; en los pueblos de dicha provincia habían ocurrido diversos su-
cesos, desde la expulsión de párrocos y religiosas, incautación de cemen-
terios e iglesias, robos, incendio de edificios e imágenes y el impedimen-
to de una misión.
El prelado de Plasencia, Feliciano Rocha lamentaba tan sólo, tras el
incendio producido en Béjar el 17 de febrero, el conato de incendio de la
iglesia de San Juan, en Don Benito, sofocado sin grandes daños por los
fieles, y la expulsión de los párrocos de Sanchotello, en Salamanca, y Ca-
sas de Millán, en Cáceres86. El 30 de marzo volvió a escribir al pro-nun-

83 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 420.
84 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 429.
85 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 430-431.
86 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 455-456.

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318 Miguel Ángel Dionisio Vivas

cio para comunicar el incendio, producido a la una de la madrugada, en la


parroquia de la Asunción de Hervás, aunque sólo se había destruido el re-
tablo del altar mayor, gracias a la intervención de los feligreses, que tra-
bajaron por extinguir el incendio87.
El obispo de Segovia, Luciano Pérez Platero, escribió el 25 para seña-
lar que los únicos desmanes cometidos en la diócesis eran una manifesta-
ción pública en Turégano contra el cura y a un intento de manifestación
delante del palacio episcopal con el pretexto de que se celebraba en él una
reunión clandestina, de modo que, para disolverse, exigieron los manifes-
tantes que tres de ellos entraran en el interior del edificio, acompañados
por la policía, para comprobar si dicha reunión se celebraba o no, lo cual
se llevó a efecto; también se había producido un conato de incendio en el
convento de Carmelitas Descalzos88. El obispo, sin embargo, opinaba que
los dos primeros altercados se debían a la reacción producida por las san-
ciones canónicas que impuso al canónigo de Osma y exdiputado Jeróni-
mo García Gallego89, como se podía comprobar en el artículo del Heral-
do Segoviano que adjuntaba90.
Salvio Huix, desde Lérida, informaba el 25 de lo ocurrido en su ju-
risdicción, advirtiendo previamente de «lo dura que resulta para muchos
de nuestros sacerdotes la estancia» en las parroquias rurales91. Estos ca-
recían de todo tipo de garantía y seguridad personal, sufriendo desplan-
tes, insolencias, malos tratos y amenazas, habiendo muchos recibido anó-
nimos, con amenazas de muerte y con fijación de horas para abandonar
las parroquias, afirmando el prelado que «todo el mundo se cree con mé-

87 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 458.
88 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 467.
89 
Jerónimo García Gallego, nacido en Turégano en 1894, había sido alumno del Co-
legio Español de San José de Roma, obteniendo el doctorado en Teología por la Univer-
sidad Gregoriana. Profesor en el seminario de Segovia, en 1920 obtuvo la canonjía de
archivero en Burgo de Osma. Con inquietudes políticas, se enfrentó con la dictadura de
Primo de Rivera, y a la caída de este, en 1930, se manifestó abiertamente republicano,
siendo elegido diputado a las Cortes Constituyentes, por lo que el obispo de Segovia,
Pérez Platero, lo suspendió a divinis. Intervino defendiendo los derechos de la Iglesia,
oponiéndose a la supresión del presupuesto del clero. Al estallar la guerra permaneció
fiel al gobierno republicano, exiliándose a Cuba al finalizar la misma.
90 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 468-471.
91 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 435-436.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 319

ritos y esperanzas de impunidad para poder echar al Párroco el anóni-


mo a gusto». Muchos párrocos, algunos también con sus coadjutores, ha-
bían tenido que marcharse en los primeros días, aunque algunos ya ha-
bían regresado. Incluso se había dado el caso de una sacerdote al que los
feligreses habían ido a buscar y estaban tratando de mejorar su situación
con una dotación económica y a otro sacerdote se le había mejorado tam-
bién la situación y le habían ofrecido garantías. Pero había seis que no
podían regresar, pues unos cuantos de los pueblos lo impedían, y el resto
de la población no se atrevía a oponérseles. Los pueblos de Masalcoreig,
Granja de Escarpe, Alcarraz y Berbegal eran los que, a juicio del obispo,
más se habían distinguido «en barbarie». En Masalcoreig no querían que
el párroco se acercara al pueblo; en Granja de Escarpe, aunque le habían
llamado para un entierro, por algunas palabras que pronunció, le habían
formado un gran barullo, insultado y detenido; al de Alcarraz se le había
presentado a las once de la noche unos veinticinco hombres, intimándo-
le a abandonar el pueblo en veinticuatro horas, de modo que se marchó
a toda prisa, dejando allí a su hermana, enferma de corazón; en Berbegal
ocurrió algo similar. Algunos sacerdotes pasaban la semana en la capital
o en algún otro sitio seguro, y los días de fiesta, por la mañana, de for-
ma más o menos oculta, iban a la parroquia, celebraban la misa y se mar-
chaban. No faltaban los insultos a los sacerdotes, noches enteras de sere-
natas, cristales rotos en las casas rectorales, iglesias apedreadas. El obis-
po concluía advirtiendo que se vivía en un estado de nervios continuo. Y
en nota aparte se lamentaba «En poco más de un mes, qué paso atrás he-
mos dado! De seguir las cosas con este rumbo, adonde vamos a parar, Se-
ñor Cardenal?»92.
El 26 de marzo, Cruz Laplana, obispo de Cuenca, enviaba la relación
solicitada por el nuncio, destacando, en su carta a Tedeschini, que casi to-
dos los desmanes habían tenido lugar en pueblos que, si bien eran de la
diócesis, pertenecían a otras provincias93. En Cañada del Hoyo se prohi-
bió tocar las campanas, bajo la pena de una peseta por cada minuto que se
tocaran; en Valdemoro Sierra, se expulsó al cura; en Villamayor de San-
tiago, se incautó el cementerio parroquial; en Corrales de Utiel, en la pro-
vincia de Valencia, se expulsó al párroco; en Utiel, también en Valencia

92 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 437.
93 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 406.

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320 Miguel Ángel Dionisio Vivas

se incautaron de la iglesia de las Escuelas Pías, cerrada al culto, utilizan-


do sus campanas para indicar las horas de entrada y salida en las escue-
las nacionales, contiguas a dicha iglesia; en Los Isidros, Valencia, se ex-
pulsó al cura; en la población, también valenciana, de Requena, se había
amenazado a las Agustinas, abandonando algunas la clausura; en Minaya,
en la provincia de Albacete, se prohibió celebrar entierros católicos con
ornamentos y cruz alzada94. Pocos días después, el 28, tuvo que remitir
monseñor más información acerca de lo que estaba ocurriendo en Reque-
na, con un agravamiento de la situación, pues mientras el ayuntamiento
había acordado prohibir toda clase de actos o manifestaciones de carác-
ter religioso en la vía pública, una comisión de mujeres visitó al arcipres-
te para pedirle que se marcharan las monjas Agustinas, a lo que este argu-
yó que no tenía autoridad para ello; el obispo indicaba que el pueblo tenía
los ojos puestos en el convento, para convertirlo en mercado público95.
El día 23 fueron conminados todos los religiosos y religiosas de la pobla-
ción a abandonar Requena en unas horas, produciéndose a continuación
el asalto a los conventos, de modo que en el de las Agustinas fueron que-
mados todos sus enseres, incluidas las imágenes religiosas, destruyendo
el sagrario y profanando las Sagradas Formas, mientras las monjas se sal-
varon gracias a la ayuda de un hombre que les facilitó la huida saltando
por las tapias de la huerta; los edificios de los Dominicos y del Corazón
de María no habían sido incendiados, pero sí saqueados; de los dos párro-
cos de la ciudad, el más anciano había huido ante la amenaza de muerte,
y el otro, que era el arcipreste, tras haber informado telefónicamente al
obispo, se disponía a marchar fuera para ponerse a salvo96. El 2 de abril
volvería a escribir monseñor Laplana a Tedeschini para ampliar informa-
ción, señalando, por una parte, que en la iglesia parroquial de Cuevas de
Utiel, en la provincia de Valencia, habían practicado, tras escalar el teja-
do, un boquete en el mismo, y tras penetrar en el templo quemaron las
imágenes, ornamentos y cuanto encontraron; por otro lado, abundaba en
la situación de Requena97. El obispo había enviado a la zona, para tener
información de lo destruido y de estado de ánimo de la gente, al maestro

94 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 404.
95 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 407.
96 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 405.407.
97 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 493.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 321

de obras diocesano; al llegar a Utiel y decir a los sacerdotes la misión que


tenía, estos le disuadieron de ir a Requena, pues estaban los ánimos tan
excitados que, afirmaron, «corría peligro su vida por el solo hecho de es-
tar al servicio de la Iglesia, aun siendo persona seglar».
Desde el colindante obispado de Cartagena, que ocupaba la provincia
de Murcia, gran parte de Albacete y parte de Almería, el informe, tam-
bién del 26, iba desglosando lo sucedido en cada una de ellas, comenzan-
do por la de Murcia98. En esta, en Yecla99, población de más de veinte mil
habitantes, se había quemado la iglesia de la Purísima, con el archivo pa-
rroquial que comenzaba en 1552, así como la parroquia del Niño Jesús,
la rectoría del Salvador y la iglesia de San Cayetano; en la de San Fran-
cisco sacaron todas las imágenes y enseres, quemándolos, a excepción de
la imagen de la Virgen de las Angustias de Salcillo. También se quemó
la iglesia del asilo de ancianos y saquearon el convento de las Francisca-
nas, exhumando el cadáver de un obispo allí enterrado, así como los de
las monjas. Las iglesias de San Roque, San Juan, Santa Bárbara y el san-
tuario del Castillos, así como la escuela parroquial de la Purísima, fue-
ron también pasto de las llamas. En otras poblaciones se habían produ-
cido hechos similares: en Cehegín la iglesia de la Concepción había sido
saqueada y profanada y el convento de Franciscanos ocupado por fuerzas
gubernativas; en Caravaca, el convento de los Carmelitas estaba también
ocupado; en Pacheco se quemó todo lo de valor que tenía la ermita, aun-
que se respetó el edificio; en Beniaján, se incendió la iglesia parroquial
y la ermita de San Antón, quemando los enseres de la de los Dolores; en
Torreaguera, se incendiaron las imágenes y algunos enseres de la iglesia
parroquial; en Puente Tocinos, se quemaron los enseres de la parroquia
y de la casa rectoral, respetando los edificios, lo mismo que se hizo en
las ermitas de Espín y Buendía; en Avileses se incendió la iglesia, destru-
yendo las imágenes y objetos destinados al culto; en Valentín se quemó
la iglesia rectoral y la casa del sacerdote; las iglesias de Escobar y Bure-
te habían sido saqueadas; en Peña se incendiaron la iglesia y la casa rec-
toral; en Campillo, las imágenes y ornamentos, respetando el edificio; en

98 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 438-439.
Sobre los sucesos de Yecla hay un detallado informe de un testigo presencial, re-
99 

mitido por Francisco de Luis a nunciatura. En él se señalaba al maestro, Teófilo Martín


de Pablo, como el principal promotor de los actos vandálicos. Véase ASV, Arch. Nunz.
Madrid, b. 912B, ff. 668-670.

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322 Miguel Ángel Dionisio Vivas

Los Garres se incendiaron los enseres de la iglesia, respetando el edificio,


aunque quemando también la sacristía, así como las ermitas del Rosario
y San José; en Monteagudo se destruyeron las imágenes y enseres de la
iglesia; en Esparragal se quemaron los enseres de la ermita de la Cueva;
en Cañadas de San Pedro se incendió la iglesia y la ermita del Cabezo de
la Plata; en Murcia capital no se había producido ningún incendio de edi-
ficios religiosos, aunque sí se había quemado en las afueras la capilla de
un antiguo cementerio clausurado. En la provincia de Albacete, comen-
zando por la capital, se había asaltado y destruido el ajuar de la iglesia
de San Juan, pereciendo varias imágenes de valor, tanto de Salcillo como
de Alonso Cano; en la parroquia de la Purísima se habían destruido, fue-
ra del templo, varias imágenes; en la rectoría de San José, todas las imá-
genes, salvo la del titular, fueron destruidas en el exterior, quemándose el
archivo. En Almansa se quemó el convento de Agustinas Recoletas. En
la provincia de Alicante, en Villena, se incendió la iglesia y el edificio del
Calvario, así como las ermitas de San José, Santa Lucía y San Sebastián,
y los enseres de la de San Antón; en La Encina, se quemaron la iglesia y
la casa rectoral. El obispo de Cartagena, Miguel de los Santos, señalaba
en carta aparte de los problemas que habría en Cehegín para volver a la
normalidad, dado que el párroco había causado un muerto al defenderse
cuando asaltaban su casa, de modo que los ánimos estaban muy exacer-
bados contra la iglesia100.
El administrador apostólico de otra diócesis muy cercana, la de Ori-
huela, escribía, asimismo el 26 de marzo101. En su informe, junto a lo que
ya conocemos en la ciudad de Alicante y en la de Elche, hay que destacar
el incendio, el 20 de febrero, de la iglesia de Villafranqueza, así como las
de Tangel y Altet. En Novelda, también el 20 de febrero, se intentó que-
mar el convento de los padres del Sagrado Corazón y se destrozó el cen-
tro de Acción Católica. La iglesia de Torrevieja y la ermita del Sagrado
Corazón, en el mismo pueblo, fueron destruidas el 3 de marzo. El 4 se in-
cendió el templo parroquial de Montesinos, destruyéndose completamen-
te al día siguiente, incluso levantando hasta el piso. En Crevillente se in-
tentó quemar el 17 de marzo la iglesia de la Santísima Trinidad. En Cau-
dete, en la provincia de Albacete, ese mismo 17, se destrozaron todos los

100 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, f. 671.
101 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 442-445.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 323

objetos, imágenes y puertas de las iglesias de Santa Ana, San Francisco y


San Antonio Abad, quedando inutilizados. El 21 de marzo se había arro-
jado una bomba al templo parroquial de Casas del Señor, haciendo un bo-
quete en el techo. Estaban en manos de las autoridades civiles locales las
llaves de las iglesias de Monovar, Elda, Elche, Campello y Torrevieja.
Otro administrador apostólico, el de Barbastro, Florentino Asensio, re-
cién tomada posesión de la sede102, escribía ese 26 de marzo, mostrando
su preocupación por el intento del ayuntamiento de apoderarse del edi-
ficio del seminario, y adjuntando la relación de lo ocurrido en varias po-
blaciones, comenzando por la misma capital de la diócesis, donde el 21
de marzo el alcalde había prohibido el toque de campanas, aduciendo que
era «molesto para la mayoría del vecindario...y una especie de reto para
los no creyentes», además de prohibir verbalmente a los párrocos que
los cadáveres se llevaran a la puerta de las iglesias103. En Bielsa tocaban
las campanas cuando querían y por cualquier pretexto; en Coscojuela de
Fantova, se obligó al párroco a marcharse y a un sacerdote de la parroquia
vecina le amenazaron para que no fuera a celebrar; en Pozán de Vero va-
rios vecinos escribieron al gobernador para que se fuera el párroco, yendo
el alcalde personalmente a hablar con el párroco para decirle que se mar-
chara, y prohibiéndole por oficio tocar las campanas para los actos de cul-
to; en Castillazuelo se habían apoderado de la casa rectoral, instalando en
ella la secretaría municipal e imposibilitaban al párroco vecino que fuera
a celebrar. Los conflictos entre el ayuntamiento de Barbastro y el cabildo
catedral debido a la incautación del cementerio local, propiedad de éste
último, se venían arrastrando desde 1933, incluso antes se había produ-
cido algún incidente grave, como cuando en 1932 el alcalde ordenó abrir
las puertas del mismo para dar sepultura civil a un vecino de la localidad,
y aunque la sentencia judicial había dado la razón al cabildo, la incauta-
ción siguió siendo efectiva104.

102 
Ésta estaba prevista para el 15 de marzo, III domingo de Cuaresma, pero la cere-
monia tuvo que ser suspendida, entrando casi de incógnito el lunes 16, debido a las al-
garadas y manifestaciones preparadas. Véase M. Ibarra Benlloch, La persecución re-
ligiosa en la diócesis de Barbastro-Monzón (1931-1941) 2 Vol., Fundación Teresa de
Jesús, Zaragoza, 2011, pp. 134-137.
103 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 463.466.
104 
P. Salomón Chéliz, Anticlericalismo en Aragón. Protesta popular y movilización
política (1900-1939), Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2002, pp. 350-354.

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324 Miguel Ángel Dionisio Vivas

El 27 de marzo, a su regreso de Granada donde había estado celebrando


la fiesta del Ave María, contestaba el obispo de Guadix, Manuel Medina,
informando que se había expulsado a los Franciscanos de Baza, así como a
varios párrocos; algunos sacerdotes habían sido detenidos o encarcelados,
aunque ya estaban en libertad; por último, algunas exigencias de la autori-
dades; para intentar solucionar los problemas, el obispo se había entrevis-
tado con el gobernador de Granada, quien se había mostrado dispuesto a
remediar todas estas cosas, aunque apostillaba «veremos si puede»105. Casi
un mes después adjuntaba una sucinta relación de todos los atropellos en
la diócesis de Guadix, comenzando por la expulsión de cinco párrocos, de
los que uno ya había vuelto a su parroquia, mientras a los otros no los que-
rían recibir; encarcelamiento de varios sacerdotes, unos por un día o unas
horas, mientras que a dos consiliarios de los jóvenes de Acción Católica
les tuvieron varios días y al de Baza le habían vuelto a encarcelar como re-
vancha de los sucesos del 14 de abril en Madrid; se produjo un intento de
ocupación del seminario de Guadix, para dedicarlo a Casa del Pueblo, lo
que fue impedido por el aviso al gobernador106.
También escribía el 27 Narciso Esténaga, obispo prior de las Órdenes
Militares, desde Ciudad Real, indicando que se iba extendiendo la prohi-
bición, por parte de los ayuntamientos, de tocar las campanas y de llevar
el viático en público, aunque esto en menor número, así como la asisten-
cia del clero a los entierros por la calle y las procesiones; se habían reali-
zado registros, buscando armas, en las casas de varios sacerdotes, en los
conventos de Agustinas de Valdepeñas, Dominicas de La Solana, y en al-
gunas iglesias, obligando en Argamasilla de Alba al párroco a abrir el sa-
grario; en Tomelloso existía el peligro de que derribaran un esquinazo de
la iglesia parroquial para ensanchar la calle, amenazando con que, si no
se hacía, quemarían la iglesia; en La Solana los socialistas se habían apo-
derado de una casa del obispado, de escaso valor, creyendo prudente, por
parte de la autoridad eclesiástica, disimular pues eran «muchos y nada es-
crupulosos»; en Santa Cruz de Mudela habían prendido fuego a las puer-
tas de la iglesia, aunque se logró apagar a tiempo, ocurriendo lo mismo
con la puerta del colegio de las Concepcionistas; el obispo concluía di-
ciendo que las amenazas, vejámenes, sobresaltos y preocupaciones a los

105 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 411.
106 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 412.

Toletana 28.indb 324 06/10/2014 11:02:25


El estallido de la violencia anticlerical en 1936 325

que se veían sometidos eran innumerables, dando los sacerdotes «ejem-


plo admirable de valor», permaneciendo en sus puestos y unidos al pro-
pio prelado107. En nota aparte, Esténaga expresaba a Tedeschini sus con-
tinuos desvelos, sufriendo colgado al teléfono noche y día, oyendo a los
párrocos que le contaban sus tristezas y amarguras, respondiendo a sus
cartas y concluía dramáticamente «Es imposible formarse de fuera idea
de la «violencia», con que todo se precipita. Esperaremos en Ntro. Sr. dis-
puestos con su gracia liberti animo a todo lo que venga y... vendrá, si la
carrera cada día más acelerada no remite o se detiene»108.
El 30 de marzo el arzobispo de Granada Agustín Parrado escribía al
pro-nuncio, adjuntando el detallado informe de la diócesis granadina109.
Comenzaba por la capital, donde el 10 de marzo se había incendiado la
iglesia parroquial del Salvador, en el Albaicín, con el rico patrimonio ar-
tístico que albergaba; la iglesia de San Cristóbal había sido asaltada, que-
mando todo su ajuar en el interior; conatos de incendio se habían produci-
do en el seminario conciliar, la casa generalicia de las Terciarias Regula-
res de Santo Domingo, la iglesia y convento de Sancti Spiritus, el conven-
to de Santa Inés y la iglesia de los Agustinos Recoletos; la casa generalicia
de las religiosas de la Presentación había sido asaltada, sufriendo numero-
sos destrozos; la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias había sufrido
amenazas de ser incendiada, con el pretexto, que el arzobispo calificaba
de falso, de haberse hecho, desde sus torres, disparos contra la gente; en la
iglesia de San Pedro, mientras celebraba la misa, fue cacheado el sacerdo-
te celebrante, así como el coadjutor que desde el púlpito estaba dirigiendo
un ejercicio piadoso; también la residencia de los Redentoristas sufrió un
registro en busca de armas; dos sacerdotes habían sido detenidos, lleván-
dolos por las calles entre golpes e insultos, aunque se les había dejado ya
en libertad. En los pueblos de la provincia, había sido asaltada, destruyen-
do su ajuar, la iglesia de la coadjutoría de Zujáira; un conato de incendio
se había producido en el convento de Clarisas de Alhama de Granada, ex-
pulsando a la comunidad de religiosas. En Vélez Banaudalla y Nacimien-
to se habían producido incautaciones de la casa rectoral e iglesia, respec-
tivamente, por parte de los alcaldes; en Dehesas Viejas se había saqueado

107 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 433.
108 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 434.
109 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 440-441. 446-447. 450.

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326 Miguel Ángel Dionisio Vivas

la iglesia parroquial, obligando al párroco a abandonar el pueblo; en Mo-


raleda de Zafayona, el párroco, tras sufrir un registro en busca de armas
de fuego, sin resultado alguno, tuvo que salir del pueblo, protegido por la
fuerza pública; en Güejar Sierra, Maracena, Láchar y Piñar se practicaron
registros y se obligó a los párrocos a abandonar sus parroquias; registros
de iglesias y casas rectorales se seguían haciendo; el párroco de Algarine-
jo y un coadjutor de Loja habían sido encarcelados, sin que se encontraran
cargo alguno, siendo posteriormente liberados.
El mismo 30 escribía el vicario capitular de Segorbe110. Allí no se ha-
bía incendiado ninguna iglesia ni producido desmanes dentro de las mis-
mas. Sí había que registrar dos profanaciones de imágenes, una en Azue-
bar, donde se llevaron la imagen de San Mateo que estaba en la fachada
de la iglesia al centro republicano, devolviéndola después, y la otra en la
parroquia de Navajas, con una de San Roque, situada en una hornacina
de una de las calles, que fue derribada y hecha pedazos. En la parroquia
de Montán habían sido expulsados por las autoridades el cura párroco y
el coadjutor; en otras, incluida Segorbe, se prohibió la asistencia del cle-
ro revestido y con cruz alzada a los entierros. Algún párroco había sufri-
do amenazas, pintando una calavera en la fachada de la casa parroquial.
En otra parroquia se pretendió que las campanas se tocaran en los entie-
rros civiles. Y a un párroco le exigieron pagar 850 pesetas.
El 31 de marzo se enviaba el amplio informe de la diócesis de Mála-
ga111. Todos los hechos ocurridos habían sido comunicados al goberna-
dor civil, el cual prestó buena acogida a las denuncias por parte de la au-
toridad eclesiástica, dando órdenes a las autoridades locales y a la Guar-
dia Civil, aunque «en la práctica han resultado en general poco eficaces».
En la capital de la diócesis no se había sufrido daños materiales, desen-
volviéndose normalmente la vida religiosa, si bien en un ambiente de in-
tranquilidad y constantes amenazas. La comisión gestora de la Diputa-
ción Provincial había prohibido a los asilados de la Casa de Misericordia
que asistieran a los cultos, permitiendo tan sólo la presencia de las reli-
giosas, al mismo tiempo que se impuso la coeducación y se retiraron las
imágenes religiosas; también en el Hospital Provincial se habían retirado
las imágenes de las salas de los enfermos. Lo mismo se hizo con las cru-

110 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 464-465.
111 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 479-487.

Toletana 28.indb 326 06/10/2014 11:02:25


El estallido de la violencia anticlerical en 1936 327

ces del cementerio y del salón de duelos, clausurándose la capilla públi-


ca. El 21 de marzo el ayuntamiento, con el pretexto de que amenazaban
ruina por efecto de los incendios de 1931, había acordado demoler el Pa-
lacio episcopal y las iglesias de la Merced y de Aurora. En el arciprestaz-
go de Málaga, en Moclinejo, el alcalde había prohibido el 26 de marzo el
toque de campanas; en Campanillas, el 10 de marzo se sacaron las imáge-
nes y ornamentos del templo parroquial, introduciendo los utensilios del
centro obrero. En el arciprestazgo de Antequera, en Bobadilla, los pre-
sos amnistiados, al pasar por las estación de ferrocarril, asaltaron las igle-
sias de dos barriadas y la casa parroquial, causando grandes destrozos e
instalando el centro obrero en la iglesia de la estación, teniendo el párro-
co que marcharse; en Fuente Piedra se había limitado el toque de campa-
nas; en Humilladero, este toque fue prohibido; en Villanueva de la Con-
cepción, el 25 de marzo, habían entrado en la iglesia de madrugada, lle-
vándose tres imágenes y arrojándolas al río. En el arciprestazgo de Alo-
ra, en Casarabonela, la noche del 21 de febrero habían tratado de asaltar
la casa del párroco, cosa que este evitó, aunque se tuvo que marchar al
día siguiente, y cuando trató de volver para asistir un enfermo, fue reci-
bido con hostilidad; para sustituirle en la celebración de un matrimonio,
había ido el coadjutor de Alora, pero un grupo, capitaneado por un guar-
dia municipal, le impidió el paso, de modo que los novios tuvieron que
ir a Alora a casarse. Con graves amenazas fue obligado a retirarse el ca-
pellán de El Chorro, aunque después pudo volver. En el arciprestazgo de
Archidona, en el pueblo cabeza del mismo, se obligó a los Escolapios a
abandonar el colegio, prendiendo a uno de ellos; en Villanueva del Trabu-
co, el domingo 22 de marzo insultaron e impidieron la entrada en el pue-
blo al sacerdote que lo atendía; en Alfarnate el párroco se tuvo que mar-
char por amenazas; en El Borge, el sacristán, obligado por el alcalde, en-
tregó la llave de la iglesia, instalándose en ella el centro obrero. En Coín,
en el arciprestazgo homónimo, el ayuntamiento se había incautado de las
dependencias y de la capilla bautismal de la iglesia de San Andrés, para
establecer escuelas, sin comunicarlo de oficio, sino enviando a los alba-
ñiles, que cometieron diversas profanaciones con las imágenes; en Gua-
ro, en la noche del 18 de marzo, la iglesia había sido asaltada por los so-
cialistas, destruyendo todas las imágenes, no dejando más que la de San
Sebastián, puesta en un balcón con una bandera roja en la mano. En el ar-
ciprestazgo de Estepona, en esta población, el 20 de febrero se habían in-

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328 Miguel Ángel Dionisio Vivas

cendiado retablos y destruidos imágenes y ornamentos, siendo expulsa-


do el arcipreste, y quedando tan sólo el anciano coadjutor al que sólo se
le permitía celebrar la misa a puerta cerrada en la capilla del hospital y
administrar privadamente algún sacramento de urgencia; no se permitía
ni el toque de campanas, ni actos de culto, ni la ida al pueblo de sacerdo-
tes para ejercer el ministerio. En Casares se había saqueado la ermita de
San Sebastián y en el templo parroquial, tras destrozar el retablo, se ins-
taló el centro obrero, no siendo desalojada la iglesia hasta el día 3 de mar-
zo por mandamiento judicial. En Marbella el 22 de febrero había deteni-
do el alcalde al arcipreste, junto a otros veinte católicos, siendo puestos
en libertad a las seis horas; en Ojén, el 22 de marzo por la noche, se in-
tentó asaltar al iglesia, derribando la puerta de la sacristía, con la idea de
convertirla en centro obrero, lo que se pudo impedir, mientras el párroco
tuvo que ser protegido, para poder seguir en el pueblo, por la Guardia Ci-
vil; en Fuengirola, en los días de carnaval, se hizo una parodia de proce-
sión. Dentro del arciprestazgo de Ronda, en el Benaoján, el 20 de febre-
ro se había incendiado el templo parroquial y la casa rectoral, no pudien-
do regresar el párroco; en Montejaque, el 20 de febrero había sido asal-
tada igualmente la iglesia e impedido el sacerdote de volver. En el arci-
prestazgo de Vélez-Málaga, el 19 de marzo se había expulsado a las Fran-
ciscanas de su convento en dicho pueblo, destrozándolo al día siguien-
te, al mismo tiempo que se echaba de los suyos a las Carmelitas, Claras
y del colegio a las de la Presentación; por la tarde del 20 se asaltó la igle-
sia de Santa María, destrozando retablos y ornamentos de los siglos XV
y XVI. En Torre del Mar, el 20, se habían destruido gran parte de los al-
tares y el párroco, gravemente amenazado tuvo que marcharse; en Bena-
margosa, el domingo 22 de marzo al dirigirse el sacerdote que lo aten-
día desde Vélez a celebrar, le salieron al encuentro y le impidieron la en-
trada, repitiendo lo mismo el domingo 29 el alcalde y el secretario. En el
arciprestazgo de Yunquera, en El Burgo, el 19 de marzo hubo un tumul-
to en la iglesia, siendo el párroco golpeado e insultado, para, a continua-
ción, ser encarcelado por el alcalde, junto con el sacristán; tras ser puesto
en libertad, no pudo regresar a la parroquia. En el arciprestazgo de Olve-
ra, en Setenil, el alcalde había prohibido los entierros católicos, limitan-
do el toque de campanas. En Melilla se había intentado incendiar el tem-
plo parroquial. El obispo escribió de nuevo al nuncio, el 4 de abril, para
pedirle que se interesara sobre lo que ocurría en la Casa de Misericordia,

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 329

donde estaban acogidos un numeroso grupo de ancianos y niños de am-


bos sexos, a los que se prohibía terminantemente asistir a misa, no obs-
tante haberlo pedido ellos por escrito; pensaba elevar una protesta ante el
gobernador, aunque albergaba el temor de que resultara ineficaz112. Tedes-
chini se dirigió el 7 de abril al ministro de Estado, Augusto Barcia, para
protestar por este caso, señalando que traspasaba los límites del laicismo
más intransigente, constituyendo una flagrante violación de los preceptos
constitucionales y un acto de persecución a la libertad religiosa y de con-
ciencia113. El ministro se limitó a acusar recibo, indicando que trasladaba
la información al departamento competente114.
El 1 de abril escribía el obispo de Astorga, manifestando sus temo-
res a que la sucinta relación de hechos que adjuntaba se podría aumen-
tar mucho «porque al parecer empiezan ahora»115. Respecto a los sacer-
dotes, en su diócesis doce párrocos habían sido obligados con amenazas
graves a abandonar sus parroquias; nueve párrocos habían sido conmina-
dos gravemente a salir de los pueblos, aunque permanecieron en los mis-
mos; otros nueve habían sido requeridos con amenazas para que entrega-
ran iglesias, o casas rectorales y huertos; a uno se le prohibió abrir la igle-
sia parroquial, a otro se le prohibió celebrar algunos cultos, como el rezo
del rosario o el vía crucis; dos tuvieron que suspender la misa después de
comenzada, otros no podían impartir las catequesis cuaresmales ni cele-
brar los actos de piedad propios de la Cuaresma. En relación a las igle-
sias, una había sido destruida, otra había sido incautada y en ella se ha-
bían dado mítines, otra había sido robada y saqueada; en siete parroquias
algunos feligreses habían ocupado casas y huertos parroquiales; en dos
habían arrojado piedras y disparado contra las casas rectorales. Dos alcal-
des habían exigido la entrega de las llaves del cementerio parroquial y en
una las autoridades locales ordenaron el derribo de una casa parroquial,
empleando los materiales para construir una escuela.
Al día siguiente, 2 de abril, era monseñor Eijo Garay, obispo de Ma-
drid-Alcalá, quien respondía al cuestionario de nunciatura116. El prelado

112 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, f. 873.
113 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, f. 874-875.
114 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, f. 876.
115 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 472-473.
116 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 475-476.

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330 Miguel Ángel Dionisio Vivas

advertía que daba cuenta de lo ocurrido desde el 16 de febrero hasta el


31 de marzo, pero que seguían llegando al obispado noticias, sobre todo
de los pueblos, de desmanes contra los sacerdotes. En su diócesis habían
sido incendiadas la iglesia parroquial de San Luis, en la calle de la Mon-
tera; la de San Ignacio, de los Trinitarios Calzados, en la calle del Prín-
cipe, quedando el templo totalmente destruido; la iglesia parroquial del
pueblo de Buitrago; también habían incendiado el edificio de las Damas
Catequistas, en el que impartían clases para adultos, en Puente de Valle-
cas. Se saquearon y después quemaron en la calle todos los enseres de la
antigua iglesia de los Jesuitas de Alcalá de Henares y lo mismo había su-
cedido en el colegio y convento de las Terciarias Franciscanas en Puente
de Vallecas. Conatos de incendio se habían producido en la iglesia de San
Pedro, cerca de la nunciatura; en la parroquial del Salvador y San Nico-
lás de la calle Atocha; en la del barrio de doña Carlota; en el convento de
Agustinas Magdalenas de Alcalá; en el de Agustinas Recoletas de San-
ta Isabel de Madrid; en el de Carmelitas Descalzas de la calle Ponzano.
El convento de Clarisas, llamado vulgarmente las Constantinoplas, había
sido apedreado. Asaltada y destrozada había sido la casa del cura de Ntra.
Sra. del Carmen, en el barrio de Usera.
Más tardío que el resto de sus hermanos en el episcopado, el arzobis-
po de Valencia enviaba la relación de desmanes el 6 de abril, recogiendo
el último incendio, el de la iglesia de San Mauro de Alcoy el 1 de abril,
incendio producido a pesar de que las llaves del templo las tenía el alcal-
de117. Muchos pueblos solicitaban la vuelta de los párrocos, y su propio
deseo era el de volver pronto a la normalidad, pero se encontraba con el
problema de que muchos ayuntamientos se habían incautado de las casas
rectorales, de modo que la primera condición que él ponía para ordenar a
los curas que volvieran a sus feligresías era la devolución de dichas casas.
Muchos sacerdotes, en torno a cincuenta por lo menos, habían sido expul-
sados de sus pueblos, el primero el cura de Sella, el mismo 16 de febrero;
en Museros, Masalfasar, Sot de Chera, Alcacer, Alcoy (San Mauro y San
Agustín), Llaurí y Chera las autoridades se habían incautado de los tem-
plos; en Masanasa, Museros, Beniopa, Gata de Gorgos, Oliva, Cheste,
Llaurí, y Chera, se habían incautado de las casas rectorales, así como de
los conventos de Llaurí, Franciscanas de Oliva y Clarisas de Gandía. En

117 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 451-452.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 331

Relleu, Nucía, Alquerieta de Alcira, Chera y Barraca de Aguas Vivas se


habían incendiado totalmente las iglesias; saqueadas en las que sólo que-
dó en pie la fábrica, las de Museros, Ermita de Cañamelar, Almusafes, Si-
lla, Tabernes de Valldigna, Simat de Valldigna. Se habían incendiado, sin
más consecuencias, las puertas de las iglesias de Alcira, Benilloba y Ca-
nals, así como las de la casa rectoral y del convento de Benejama. Varios
archivos parroquiales habían sido también incendiados. En Tabernes de
Valldigna los sucesos se había producido tras el asalto al centro de la De-
recha Regional Valenciana, en el que se arrojaron todos los muebles y en-
seres del mismo a la plaza con el fin de quemarlos; en el juzgado se agre-
dió al secretario, que quedó herido, al igual que el juez municipal, mien-
tras otro grupo de personas penetró en la iglesia quemándola, al igual que
hicieron con la iglesia de San José de la Montaña y dos ermitas118.
El mismo 6 fue el día en el que el obispo de Orense envió su informe,
en el que destacaba, sobre todo, la frecuente profanación de las Sagradas
Formas; además, en febrero, los vecinos de Torbeo se habían adueñado de
la casa rectoral y fincas de dicha feligresía, expulsando al que las llevaba
en arriendo; en Paradellas se había quemado el templo, lo mismo que en
San Benito de Vilar de Beiro; se destruyeron los objetos de culto de Cas-
trelo de Abajo y Barbadanes; se habían adueñado de la casa y fincas de la
parroquia de Cudeiro, aunque de estas habían sido desalojados los ocu-
pantes por orden del gobernador civil, de quien afirmaba el prelado «al
parecer, ya comienza a atender mis ruegos», amparando al clero amena-
zado de expulsión; el cura de Cudeiro era el único que tuvo que abando-
nar su feligresía, y al de Palmés le habían puesto una bomba119.
Ampliando la información ya enviada desde Zamora, Manuel Arce
Ochotorena, aunque no tenía que lamentar nada, informaba el 6 de abril
que, dada la situación de inquietud, las cofradías habían acordado supri-
mir ese año las procesiones de Semana Santa, e indicaba que, coincidien-
do con ese acuerdo, habían aparecido derribadas, hacía tres días, dos cru-
ces integrantes del Calvario que una de las procesiones recorría120.

118 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 494.
119 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 478.
120 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 492.

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332 Miguel Ángel Dionisio Vivas

Por último, el 10 de abril, remitía su informe el obispo de Cádiz-Ceu-


ta . El 8 de marzo, desde las dos y media de la tarde, hasta las siete de
121

la noche, «a ciencia y paciencia de las Autoridades», se habían incendia-


do la iglesia de los Carmelitas Descalzos y la de la Merced; se saquea-
ron y destrozaron las sacristías de los mismos Carmelitas, Santo Domin-
go, San Felipe Neri, Santiago, Santa María, Candelaria y la Merced; asal-
tados y destrozados los enseres de los conventos de Candelaria y Santa
María, así como el convento de los Dominicos, pudiendo ponerse a sal-
vo las religiosas vestidas de seglar; asimismo las residencias de los Paú-
les, las tres de los hermanos de la Doctrina Cristiana y las Franciscanas
del Rebaño de María; de las escuelas católicas se destrozaron totalmente
las de los hermanos de la Doctrina Cristiana, así como el material esco-
lar del colegio de los Marianistas y la escuela del seminario. Las oficinas
de la curia diocesana habían sido incendiadas, causándose cuantiosos da-
ños. En las parroquias de la diócesis no habían tenido que lamentar nada,
excepto en la barriada de Palmones, donde se destruyeron algunas imá-
genes sin valor artístico, y en San Fernando el intento frustrado de aten-
tar contra la iglesia y los graves daños de la residencia de los Misioneros
del Corazón de María.
Con toda la información recibida se elaboró un amplio dossier, que re-
cogía todos los desmanes antirreligiosos cometidos en las diócesis espa-
ñolas desde el 16 de febrero al 1 de abril122. En él, tras unos resúmenes es-
tadísticos, en los que se analizaba lo ocurrido con las iglesias, los sacer-
dotes, las casas parroquiales, los atentados personales, centros católicos,
casas religiosas, impedimento o limitación del culto y otros actos religio-
sos, profanaciones y situación de los sacerdotes, se pasaba a desgranar,
detalladamente, lo acontecido en cada una de las diócesis.
Pronto estos informes iban a ir siendo completados con nuevas noti-
cias que los prelados recogían en sus atribuladas diócesis, si bien con un
grado de intensidad diverso. Así, el 14 de abril, el obispo de Oviedo co-
municaba que habían sido quemados totalmente la parroquia de Conda-
do y el Santuario de Valdecuna, así como las imágenes de la parroquia de
Braña; los alcaldes de Ribadesella y de Onia se habían incautado de las
casas rectorales de Junco y de Onia. De esta y de otras dos, los alcaldes

121 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 488-489.
122 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, ff. 471-544.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 333

habían expulsado a los curas. Todo ello era debido a que en muchos pue-
blos se había nombrado como delegados gubernativos a «sujetos de pési-
mos antecedentes, alguno de los cuales... ha llegado a llamar a cuatro cu-
ras para pedirles cuentas de cómo ejercen su ministerio incluso en la con-
fesión»; como algún cura le aseguró que el gobernador había dado su au-
torización para una incautación, el obispo se entrevistó con él, recibiendo
de nuevo promesa de amparar a los sacerdotes y los derechos de la Igle-
sia, pero después no había hecho nada123.
El 20 de abril, el obispo de Santander tenía que añadir el incendio de
otras dos nuevas iglesias y siete sacerdotes habían sido encarcelados, dos
el mismo día anterior, todo lo cual estaba generando una situación angus-
tiosa, y se lamentaba de que, desde la proclamación de la República, en
su diócesis se habían quemado un total de trece iglesias y «todo ha que-
dado impune; ni siquiera se ha dado con un solo incendiario»124.
El 21 era el de Orense el que añadía a las informaciones ya enviadas la
del incendio del templo parroquial de Barbadanes, del que sólo quedaron
la fachada y los muros y aunque el pueblo había ido en manifestación al
gobierno civil para protestar por ello, señalando a los culpables, ninguna
medida se había tomado, de modo que el obispo sentía que estaban huér-
fanos de autoridad en la provincia; además había sido detenido por orden
gubernativa el párroco de Ourantes, sin que las gestiones realizadas para
liberarle hubieran tenido éxito125. El prelado, ante los rumores de nuevas
detenciones de sacerdotes, opinaba que esto era debido a la cercanía de
las elecciones a compromisarios, «para llevar el terror al ánimo de los ve-
cinos...no obstante ser del dominio público que lo elementos de derecha
se abstienen de intervenir en tal contienda».
El obispo de Lérida tuvo que escribir el 22 de abril lamentando que
dos sacerdotes habían sido encarcelados, aunque señalaba que no creía
hubiera motivos delictivos para ello126.
Ya en mayo, el día 5, el obispo de Badajoz comunicaba los sucesos
ocurridos en Zafra, donde se asaltaron todas las casas religiosas, comen-
zando por los Misioneros del Inmaculado Corazón de María a los que

123 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 454.
124 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 453.
125 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 477.
126 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 357.

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334 Miguel Ángel Dionisio Vivas

obligaron a marcharse; aunque el obispo intervino en su favor ante el go-


bierno civil, temía que esa salida se convirtiera en definitiva por la acti-
tud de los levantiscos y el proceder de las autoridades127. El 10 de mayo
el prelado pacense hubo de escribir de nuevo a Tedeschini por un nuevo
asalto, detención y expulsión de la misma congregación religiosa, esta
vez en la ciudad de Almendralejo128. Y el 3 de junio repitió carta a nun-
ciatura, esta vez por lo ocurrido en Jerez de los Caballeros, donde a pe-
tición de los jóvenes socialistas e intimación del alcalde, los Misioneros
del Inmaculado Corazón tuvieron que abandonar su residencia, entregan-
do las llaves al alcalde129.
Monseñor Tedeschini no sólo recibió los informes enviados desde las
diferentes diócesis sino que se le remitieron, asimismo, a fines de marzo,
las galeradas de la prensa con las noticias, censuradas para los lectores,
en las que se narraban los actos violentos cometidos a lo largo de la geo-
grafía española durante el mes de febrero130. De este modo se ampliaba
el panorama del pro-nuncio, que pudo hacerse una idea bastante comple-
ta de la grave situación española. Así pudo saber de los alborotos y des-
trozos de la Escuela de Comercio de Sevilla; de los sucesos de Malagón,
en Ciudad Real, donde se produjo una muerte y varios heridos en enfren-
tamientos entre las Juventudes socialistas y comunistas, que se dedica-
ron a cachear a personas de derechas, y éstas; los intentos de asaltos a fin-
cas y ocupación de las mismas, como las ocurridas en Badajoz; el inten-
to de proclamar el comunismo libertario en el pueblo albacetense de Ma-
drigueras o los saqueos de tiendas y domicilios en Consuegra, en la pro-
vincia de Toledo, por poner algunos ejemplos del grave deterioro del or-
den público.
Una característica dolorosa de la violencia era, a juicio del nuncio, que
por parte de casi toda la prensa izquierdista, así como de algunos secto-
res del Frente Popular, se estaba desarrollando una campaña en el sentido
de cargar la culpa de todo lo ocurrido a las provocaciones de la derecha,

127 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, ff. 548-549. 551-555.
128 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, f. 558.
129 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, f. 565.
130 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, ff. 494-506.

Toletana 28.indb 334 06/10/2014 11:02:25


El estallido de la violencia anticlerical en 1936 335

e incluso a su intervención directa, de modo que se presentaba «a las iz-


quierdas como víctimas de los que en realidad han padecido el daño»131.
El 18 de abril envió Tedeschini al cardenal Pacelli, secretario de Esta-
do, un informe, el nº 7956, en el que le señalaba que estaba preparando
un relación global de toda la violencia antirreligiosa cometida en España
desde la elecciones, pero entretanto le remitía una copia del resumen ofi-
cial que tenían en el ministerio de Gobernación132. Dicho informe no sólo
recogía los desmanes antirreligiosos, sino todos los actos violentos come-
tidos en el país en ese periodo, desde el 16 de febrero al 20 de marzo133.
El 16 de mayo el pro-nuncio hubo de protestar ante el ministro de la
Gobernación, Juan Moles, por la clausura del centro de la Juventud de
Acción Católica de Astillero, en Santander, por parte del gobernador de
la provincia, quien, además, amenazó con cerrar el resto, con el pretexto
de que en ellos se hacía política; el cardenal hubo de insistir en que, tanto
en la mente como en las normas de la Iglesia, la Acción Católica y la po-
lítica debían permanecer ajenas, y se quejó de que las autoridades guber-
nativas, dando oído fácil a los que en todo veían política o atendiendo a la
actividad política privada de algún miembro de Acción Católica, aprove-
chaban para cerrar los centros134. El 19 de mayo enviaba una nueva nota
de protesta ante los desmanes antirreligiosos, cuyo número, en palabras
de Tedeschini, «no solo no tiende a disminuir, sino que al contrario, se ha
visto aumentar en proporciones desoladoras»135.

3. Tedeschini solicita nuevos informes: la circular del 1 de junio


El 1 de junio el cardenal pro-nuncio solicitaba a los obispos españo-
les una nueva relación estadística de todos los desmanes que con carácter
antirreligioso se hubieran verificado en las diócesis, a partir de la última
relación enviada136. Añadía Tedeschini otras dos circulares, una pidiendo

131 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, f. 623.
132 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, f. 805.
133 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, ff. 809-837.
134 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 912B, ff. 900-901.
135 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 925, ff. 461-468.
136 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 510; 967, f. 3.

Toletana 28.indb 335 06/10/2014 11:02:25


336 Miguel Ángel Dionisio Vivas

información sobre las cofradías existentes en cada diócesis137, por encar-


go de la comisión pontificia para la interpretación del Derecho Canónico,
y otra para que los obispos celebraran los actos que consideraran oportu-
nos de concienciación y protesta ante la celebración en la Unión Sovié-
tica de un congreso internacional de librepensadores y ateos, con motivo
del cual se anunciaba una intensa propaganda antirreligiosa138.
Pronto comenzó a llegar la detallada documentación de las curias dio-
cesanas139. El obispo de Zamora escribía de su puño y letra, el 8 de ju-
nio, una carta en la que reflejaba la impresión político-social que ofre-
cía la diócesis140. Hasta la mitad de mayo se había disfrutado de tranqui-
lidad relativa, de modo que el prelado pudo iniciar la visita pastoral a la
zona de Toro, aunque la aparición de los primeros síntomas de perturba-
ción social le obligó a interrumpirla; a los desórdenes de los pueblos, se-
guidos de muertes y heridos, sucedieron asesinatos en la propia ciudad
entre jóvenes de contrarias ideologías políticas, que culminaron el día del
entierro de un comunista, en el que utilizando el pretexto de que se ha-
bían disparado tiros desde una casa próxima al convento de Santa Clara,
se intentó el asalto al mismo, aunque la intervención de la policía lo im-
pidió. Ese mismo día se amenazó de muerte al sacerdote consiliario de la
Juventud católica, de modo que, tanto éste como los miembros de la mis-
ma tuvieron que abandonar la ciudad. El obispo, viendo el estado de per-
turbación, exhortó, mediante una alocución pastoral, a la paz, caridad y
perdón mutuo. Manuel Arce señalaba al nuncio cómo los disgustos e in-
quietudes le estaban mermando la salud, habiendo tenido que estar con-
valeciente varios días.
Poco después, el 11 de junio, el cardenal Tedeschini marchaba a Roma,
permaneciendo en Madrid como encargado de negocios monseñor Silvio
Sericano, mientras se esperaba la llegada del nuevo nuncio, Filippo Cor-
tesi, nombrado el 4 de junio, el cual, debido al estallido de la guerra ci-
vil, no se incorporaría nunca, siendo enviado a Polonia, mientras Serica-

137 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, f. 5.
138 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, f. 6.
139 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 75-228.
140 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 945, f. 512.

Toletana 28.indb 336 06/10/2014 11:02:25


El estallido de la violencia anticlerical en 1936 337

no permaneció en la capital española, acreditado ante el Gobierno de la


República hasta el 4 de noviembre de ese año141.
Con la información recibida142, nunciatura elaboró un amplio dossier,
en el que se recogían todo lo sucedido en las diócesis españolas desde el
1 de abril hasta el 20 de junio143. Sintetizando los datos diocesanos, la si-
tuación, por orden alfabético, era la siguiente:
Almería: encarcelamiento, durante unos días, del provisor de la dióce-
sis, a causa de un artículo periodístico.
Astorga: dos párrocos inocentes habían permanecido encarcelados
durante varios días, por orden del gobernador de León. Otros dos ha-
bían sido multados por el mismo. Veintiún párrocos fueron obligados con
amenazas graves a abandonar sus parroquias. Seis más habían sido con-
minados a lo mismo, pero permanecían en ellas. Tres párrocos recibieron
el aviso de abstenerse de celebrar misa los días festivos y celebrar culto
en las iglesias. Tres iglesias habían sido incendiadas y totalmente destrui-
das; dos, incendiadas y parcialmente deterioradas; catorce, robadas y pro-
fanadas, destruyéndose imágenes, ornamentos y objetos de culto; en po-
der de sociedades socialistas o de las autoridades locales, seis. En dieci-
siete parroquias la gente se había apropiado violentamente de la casa rec-
toral o de la huerta. En el informe se destacaba que algunos de los des-
manes habían sido realizados por las mismas autoridades locales, o por
su inspiración y con su presencia. Los gobernadores locales, a los que se
denunciaron los hechos, o no se dieron por enterados, como el de León,
o nada hicieron.
Ávila: en Madrigal se destituyó al capellán del hospital; en Arévalo se
derribó una cruz, fenómeno repetido en otros pueblos, y se trató de ocu-
par la iglesia de San Nicolás; en Rivilla de Barajas y Parrillas se incau-
taron de los cementerios; en el toledano pueblo de Real de San Vicen-
te se había multado al cura por realizar la procesión del Domingo de Ra-
mos por el atrio exterior y no haber pedido licencia; se produjeron ade-
más amenazas a algún sacerdote, el registro a las religiosas del Tiemblo y
varios intentos de incautaciones de bienes eclesiásticos.

G. de Marchi, Le Nunziature Apostoliche dal 1800 al 1956, Storia e Letteratura,


141 

Roma, 1957, p. 241.


142 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 75-228.
143 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 9-60.

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338 Miguel Ángel Dionisio Vivas

Badajoz: en Almendralejo, detención de los Misioneros Hijos del Co-


razón de María y abandono por parte de las religiosas, con precinto gu-
bernativo, del convento de las Clarisas; en Jerez de los Caballeros, a peti-
ción de los jóvenes socialistas e intimación del alcalde, tuvieron que mar-
charse los Misioneros del Corazón de María; en Zafra, esta misma con-
gregación, tuvo que abandonar su casa y colegio, al igual que los Carme-
litas Descalzos, las Dominicas, las Clarisas y las Carmelitas Descalzas,
apaleando a dos religiosos; en Bienvenida se prendió fuego a la puerta
de la iglesia parroquial; en Talavera la Real se expulsó a las Carmelitas;
en San Jorge de Alor se encarceló durante veinticuatro horas al párroco.
Barbastro: el gobernador civil hizo desalojar el seminario, entregando
sus llaves al ayuntamiento, el cual procedió a su derribo; el 1 de mayo los
municipales y los serenos obligaron a cerrar las iglesias, y en varios pue-
blos robaron los badajos de las campanas.
Barcelona: en Badalona se incendió una capilla; en Villafranca del Pe-
nedés se incautaron del colegio regentado por los Padres de la Sagrada
Familia; en algunos pueblos se trataba de imponer impuestos arbitrarios
a los sacerdotes.
Cádiz y Ceuta: en Conil de la Frontera el ayuntamiento se incautó de
la iglesia de Nª Sª de la Victoria; en Paterna de Rivera se incendió y des-
truyó el ajuar litúrgico de la parroquia; en Vejer de la Frontera el ayun-
tamiento impuso tributos al toque de campanas, según las fiestas o ente-
rramientos.
Calahorra y La Calzada: en Nalda se quemó la iglesia parroquial, des-
truyéndose un valioso retablo; asimismo se quemaron las iglesias de Al-
berga de Iregua, Torrecilla de Cameros y Miranda de Ebro.
Cartagena: en Calasparra, incendio de la iglesia parroquial, con todas
sus imágenes y libros del archivo, tapiándose las puertas de las ermitas de
los patronos y patrona; en Moratalla se asaltó la ermita de Santa Ana y en
Abarán se sacó de su ermita las imágenes de San Cosme y San Damián,
arrojándolas al río. Estos pueblos pertenecían a la provincia de Murcia;
en la de Albacete, en Montealegre del Castillo, se incendió la ermita de la
Purísima, ocasionando varios desperfectos; en la provincia de Alicante,
en Villena se incendió la ermita de San Bartolomé, el convento de Trini-
tarias y la puerta de la capilla del hospital, mientras que en Sax se incen-
diaron las ermitas.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 339

Ciudad Real: en el obispado priorato se había embargado el palacio


episcopal y el seminario conciliar por negarse el obispo a pagar los arbi-
trios municipales, por considerarlos contra todo derecho; en Tomelloso
el alcalde derribó el esquinazo de la iglesia parroquial, amenazando con
hacer lo mismo con la ermita de San Francisco, que se salvó por la inter-
vención del gobernador; en Puebla del Príncipe se incendió la iglesia pa-
rroquial, acusándose de ello al cura, el cual estuvo varios días en la cár-
cel. En Los Cortijos se asaltó la casa rectoral y se incautó el archivo, aun-
que poco después fue devuelto éste último; en Montiel se obligó al párro-
co a abandonar el pueblo; en Los Pozuelos el ayuntamiento intentó apo-
derarse de la casa rectoral, obligando al párroco a pagar un alquiler men-
sual; en Las Labores el ayuntamiento intimó al párroco a que abandonara
la casa parroquial, a lo cual éste se negó; en Villarta de San Juan el alcalde
se apoderó de la llave de la casa rectoral; en Villahermosa se violentaron
las puertas de la ermita de la Virgen, profanando y destrozando la ima-
gen; en Peralvillo ocurrió lo mismo con la ermita de San Marcos. Análo-
gos sucesos ocurrieron en una ermita de Villarrubia de los Ojos y otra de
Alcázar de San Juan; en Valdepeñas, el ayuntamiento derribó los muros
de la ermita de la Virgen de la Consolación. En Piedrabuena se encarceló
al párroco con motivo de las procesiones de Semana Santa; en Argama-
silla de Alba, Argamasilla de Calatrava y Santa Cruz de Mudela se había
prohibido el toque de campanas y que los cadáveres fueran conducidos
con cruz alzada y ornamentos; en éste último pueblo el inspector de ense-
ñanza cerró dos colegios particulares, por darse en ellos instrucción reli-
giosa, amenazando con hacer lo mismo en otros pueblos; en La Solana el
ayuntamiento clausuró un colegio de las Hijas de la Caridad; en Valver-
de se prohibió la enseñanza de la catequesis; en Puertollano y Santa Cruz
de Mudela se exigía a los párrocos que avisaran cuando fueran a predicar,
para que asistiera un delegado gubernativo. Por último, en la capital de la
provincia, la diputación provincial había acordado derribar la iglesia del
Carmen, contra lo cual se había entablado recurso.
Ciudad Rodrigo: fueron encarcelados algunos sacerdotes, durante va-
rios días, sin instrucción de proceso; en la cabeza de la diócesis se clau-
suró por orden gubernativa el local de la Juventud de Acción Católica; en
Lumbrales, el 1 de mayo se impidió el culto en la iglesia parroquial; en
Bodón el cura tuvo que abandonar la parroquia, por coacciones y amena-
zas; en Sanfelices de los Gallegos se destrozaron siete cruces del vía cru-

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340 Miguel Ángel Dionisio Vivas

cis y en Fuenteguinaldo se impidió que predicara la Semana Santa un pa-


dre Redentorista.
Coria: en Perales del Puerto se encarceló al párroco, lo mismo que en
Guijo de Granadilla; en éste pueblo el alcalde intentó prohibir la enseñan-
za del catecismo en la iglesia, al mismo tiempo que trataba de apartar a la
gente de las prácticas religiosas, sobre todo la recepción del bautismo y
matrimonio, e incluso, con varias personas más, había destrozado el teja-
do de la ermita de Santa Ana. En otros pueblos los alcaldes habían prohi-
bido el toque de campanas y en San Vicente de Alcántara, el alcalde hizo
derribar varias cruces, incluida una que estaba dentro del atrio de la igle-
sia, a la vez que se construían unos urinarios en la entrada de la iglesia,
para lo que había que arrancar parte de la escalera de piedra.
Cuenca: en la capital provincial, el 2 de mayo, a las 2,30 de la madru-
gada, el gobernador civil había comunicado a los Paúles que no podía ga-
rantizar su seguridad y que en un plazo de nueve horas debían desalojar el
edificio que ocupaban, propiedad del obispado; al desalojarlo los ochenta
religiosos fueron maltratados por un grupo de personas, a la vez que les
robaron el equipaje. En Iniesta se incautaron de la ermita de la Concep-
ción, convirtiéndola en salón de baile; en Mira el alcalde obligó al cura a
entregarle las llaves de la iglesia; en Valdemoro de la Sierra robaron, que-
maron y arrojaron al río las imágenes de la parroquia, incautándose de la
casa parroquial; en Boniches se incautó la casa parroquial, convirtiéndo-
la en centro obrero, mientras que en la parroquia se robaban y profana-
ban dos imágenes; en Casas de Utiel, en la provincia de Valencia, se ex-
pulsó al párroco, reteniendo las llaves de la parroquia el alcalde; en Cue-
vas de Utiel se incendió la iglesia parroquial con el archivo; en Los Isi-
dros, también en Valencia, se expulsó al cura, mientras el alcalde retenía
las llaves de la iglesia, que dedicó a diversiones profanas; en Fuenterro-
bles también fueron retenidas las llaves por parte del alcalde; en Carde-
note se allanó la casa parroquial; en Yémeda el alcalde dispuso que en la
iglesia parroquial se depositasen herramientas, cemento y otros materia-
les de construcción de camino vecinal; en Barajas de Melo se ocupó vio-
lentamente parte de la casa rectoral; en Saelices, tras amenazar con que-
mar la casa parroquial, hubo de huir el párroco; en Caudete de las Fuen-
tes, provincia de Valencia, el alcalde se apoderó de las llaves de la iglesia.
Gerona: en una parroquia el ayuntamiento pretendía cobrar derechos
sobre los entierros católicos.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 341

Granada: se quemaron y destrozaron las iglesias de Iznalloz, Illora,


Asquerosa y Lanjarón, produciéndose conatos de incendios, asaltos y sa-
queos en otras trece; en varios pueblos se produjeron prohibiciones de
ejercer el ministerio, insultos, apedreamientos, conminaciones a aban-
donar la parroquia, incautaciones, de modo que numerosos sacerdotes se
vieron obligados a abandonar sus parroquias.
Guadix: en Benamaurel el párroco, debido a la violencia que ejercie-
ron contra él, tuvo que abandonar la parroquia; en Gobernador se asaltó
la iglesia para convertirla en casa del pueblo, ocurriendo lo mismo en Vi-
llares con la casa rectoral.
Ibiza: en San Fernando de Formentera abrieron un boquete en el muro
de la iglesia parroquial, robando varias imágenes que fueron arrojadas al
mar, intentando, sin éxito, quemar la iglesia.
Jaca: en la ciudad se asaltó y destrozó el local de la Juventud Católica,
el 1 de mayo se obligó a cerrar las iglesias y suspender el culto y se detu-
vo durante algunos días al canónigo chantre de la catedral; en Hecho se
clausuró un colegio católico y en varios pueblos se estaban produciendo
intentos de incautación de las casas parroquiales.
Jaén: en varios pueblos se expulsó al párroco, en Estación Baeza se
destruyeron las imágenes, el altar y se profanó la parroquia, quedando ce-
rrada; en gran número de parroquias se prohibió el toque de campanas, la
celebración de procesiones, entierros católicos y viáticos. Existía una or-
den de las casas del pueblo para que sus afiliados no bautizaran a sus hi-
jos, ni tuvieran relación alguna con la Iglesia.
Lérida: en el convento de los Franciscanos penetraron, pistola en
mano, elementos extremistas y después de arrojar a los moradores, pre-
tendieron apropiarse del edificio, lo cual fue abortado por la guardia de
asalto, que permitió que los religiosos regresaran, aunque continuaron
amenazados. En Mequinenza los concejales y el alcalde se apoderaron
violentamente de una parte de la casa rectoral; en Ontiñena las religio-
sas tuvieron que abandonar, bajo amenazas, su residencia; en varias po-
blaciones se había prohibido el toque de campanas y robaron los badajos;
otras parroquias estaban sin sacerdote, al tener que abandonar estos, debi-
do a las graves amenazas; otros sacerdotes vivían en continua intranqui-
lidad, al estar también amenazados.

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342 Miguel Ángel Dionisio Vivas

Lugo: se incendiaron, destruyéndolas totalmente, las iglesias de Cru-


zul, Castro, Vilachá y Liber; en la parroquia de Nogales se intentó que-
mar la iglesia.
Madrid: en la capital se había incendiado la antigua parroquia de los
Ángeles144; el colegio del Nª Sª del Pilar de Bravo Murillo, siendo maltra-
tadas algunas religiosas; el colegio de Salesianas de la calle de Villamil,
maltratando a la superiora y a las religiosas; las escuelas del Ave María
de la Dehesa de la Villa; los pabellones de la Doctrina Cristiana de la ca-
lle Covadonga; la nueva iglesia parroquial de Tetuán de las Victorias; el
Hogar Obrero de la misma barriada; la iglesia y casa de la Almenara, tam-
bién en Tetuán; varias escuelas. Se había intentado incendiar una iglesia
en Cuatro Caminos, robando algunas cosas, maltratando, hiriendo y en-
carcelando a tres sacerdotes; también hubo intento de incendiar la basí-
lica de la Milagrosa y la iglesia de la Esclavas. Se había expulsado a sa-
cerdotes y religiosas en Vicálvaro, Aravaca, Villaverde y Vaciamadrid.
Respecto a malos tratos, el 4 de mayo, en Madrid, en Cuatro Caminos, la
gente maltrató a dos Hijas de la Caridad; en la misma barriada maltrata-
ron a cuatro Damas Apostólicas del Sagrado Corazón, arrancando a una
parte del cuero cabelludo; asimismo sufrieron maltrato dos familiares de
las religiosas Carmelitas de la calle Ponzano. En Rozas de Puerto Real
se amenazó al cura con quemarle dentro de la casa, si no se marchaba en
tres días; también robaron los badajos de las campanas. En Belmonte de
Tajo se prohibió al cura tocar las campanas. En Brea de Tajo hubo inten-
tos de expulsión del cura. El 10 de mayo se había asaltado la capilla del
Carmen de Aravaca, colocando la bandera roja; en Fuencarral se asaltó y
destrozó una iglesia; en Tetuán se asaltó el colegio de los Pinos; en Villa-
nueva de la Cañada se asaltó y destrozó la imagen del Cristo de la ermi-
ta del cementerio. Diversas iglesias, casas parroquiales y cementerios ha-
bían sido incautados, al mismo tiempo que se clausuraban e incautaban
diversas escuelas católicas.
Málaga: en esta diócesis los desmanes habían sido numerosos, con pá-
rrocos expulsados y alguno detenido, detención de jóvenes de Acción Ca-
tólica, prohibición de toque de campanas, derribo de las mismas en Bena-

Sobre el incendio de la iglesia de los Ángeles el domingo 3 de mayo y violencias


144 

subsiguientes, existe una relación detallada, realizada el 5 de mayo. Véase ASV, Arch.
Nunz. Madrid, b. 925, ff. 439-442. Véase también J. L. González Gullón, El clero en
la Segunda República. Madrid 1931-1936. Monte Carmelo, Burgos, 2011, pp. 397-411.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 343

galbón, asalto a iglesias, como en Alora y Casarabonela, incendio de va-


rias; en Ubrique arrasaron el convento de Capuchinos y en todo el arci-
prestazgo de Grazalema estaba interrumpido el culto.
Mallorca: en Palma se intentó quemar la iglesia de San Jaime. Otro
oratorio había sido incendiado y hubo conatos de incendio en varias igle-
sias; en Benisalem, cuando un sacerdote iba a tomar el tren, le desnuda-
ron, robaron y maltrataron.
Menorca: en Ciudadela se clausuraron una iglesia y una capilla.
Mondoñedo: se habían producido profanaciones y daños en cuatro po-
blaciones, tres sacerdotes fueron detenidos y a otro le multaron por no po-
ner al final de una instancia «salud y República»; asimismo, en siete pue-
blos, se incautaron de los cementerios y varios ayuntamientos limitaron
el toque de campanas. En otro pueblo se puso un impuesto especial a las
iglesias y capillas del concejo.
Orense: varios incendios de iglesias, así como incautaciones; tres sa-
cerdotes fueron encarcelados, varios sufrieron amenazas para que aban-
donaran los pueblos. En Bande se pretendió ajustar el ceremonial de los
entierros al arbitrio del alcalde; en Celanova, el alcalde obligó al párroco
de Freijo a tener abiertas de par en par las puertas de la iglesia, cuando se
celebrasen cultos, por motivos de higiene, aunque en realidad lo que se
hacía era interrumpir los mismos con el canto de La Internacional.
Orihuela: en Elche, mientras se encontraba de visita el administra-
dor apostólico en la casa rectoral de Santa María, fue sorprendido con su
acompañamiento por un grupo de gente que, pistola en mano, le obliga-
ron a levantar los brazos y le registraron, sacándole de la casa. La llegada
del alcalde hizo que el grupo se dispersara, dejando libre al administra-
dor. En esta población, así como en La Marina, Torrevieja y Villafranque-
za no había garantías personales para ejercer el ministerio. Varias iglesias
y ermitas fueron saqueadas e incendiadas y fueron incautadas algunas ca-
sas parroquiales, denominadas allí casa abadía.
Osma: en un pueblo se quemó una ermita, dedicada a San Millán, y
en otro, robaron la imagen del santo titular, abandonándola después en la
carretera.
Oviedo: se habían quemado las iglesias de San Esteban de Morcin, Pi-
ñera, Tellego, Valduno, Lorio, Villoria y las imágenes de la parroquia de
Braña. Se incendió, asimismo, la casa rectoral de Granda y la panera rec-
toral de Leces. Doce sacerdotes habían sido encarcelados y en seis pobla-

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344 Miguel Ángel Dionisio Vivas

ciones se les obligó a huir. En otros pueblos se incautaron las casas cura-
les y las huertas. Todos estos desmanes se habían puesto en conocimien-
to de las autoridades de la provincia, que dando buenas palabras, sólo pu-
sieron en libertad a los sacerdotes, aunque también conminaron al alcal-
de de Ribadesella a que no impidiera al encargado de Leces que adminis-
trara la parroquia.
Palencia: en Villarramiel de Campos el ayuntamiento tomó el acuerdo
de incautarse de un edificio perteneciente a una comunidad de religiosas.
Pamplona: en Mendavia se prohibió tocar las campanas; en Caparroso
se destruyó una imagen de la ermita; en Garde se rompió a pedradas una
vidriera artística y en Ujué se destrozó una cruz de piedra.
Plasencia: en Béjar se había incendiado la ermita de Santa Ana, no
quedando más que los muros; en Peromingo el párroco tuvo que aban-
donar la parroquia por amenazas personales de los elementos socialis-
tas; en Palacios, el sacerdote estaba tan amenazado que le hacían impo-
sible la vida.
Salamanca: en Trabanca la gestora municipal se incautó de un prado
parroquial; en Miranda de Castañar se prohibió el toque de campanas y
en Los Santos, el alcalde reguló el culto en una ermita, encarcelando y
multando al párroco por celebrar un día sin su permiso.
Santander: habían sido incendiadas totalmente las iglesias parroquiales
de La Montaña, Cortiguera, Campuzano, Ganzo, Llano, Zurita y Salce-
do. En Mata, Somahoz y Vioño se quemaron las imágenes y ornamentos.
Santiago de Compostela: en Andabao un grupo de campesinos, arma-
dos y capitaneados por el alcalde, amenazaron de muerte al cura, obligán-
dole a salir de la parroquia; otros sacerdotes fueron detenidos, algunos
más debieron abandonar las parroquias, varias iglesias sufrieron incen-
dios, así como casas rectorales; la de Vilaboa fue convertida en casa del
pueblo y en Mugardos se incautaron del cementerio parroquial.
Segorbe: en la ciudad de Segorbe el alcalde prohibió la celebración de
entierros católicos y clausuró una escuela católica nocturna de obreras;
en Montán se expulsó al párroco y al coadjutor, impidiendo la autoridad
civil que a los actos de culto fuera otro sacerdote; en Ademuz y Mas del
Olmo se impuso una contribución al toque de campanas, mientras que en
Sinarcas, como impuesto de utilidades, se gravó a la parroquia con 700
pesetas anuales; varios párrocos, como el Torás, habían recibido diver-
sas amenazas.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 345

Segovia: en Carbonero el Mayor se detuvo y encarceló durante unas


horas al párroco; en Alcazarén hubo destrozos en las cruces del calvario.
Sevilla: en Sanlucar de Barrameda, el alcalde ordenó a los párrocos
que le comunicaran anticipadamente todos los actos de culto y predica-
ción; en Tocina se incendió la capilla de la Soledad; en Valenciana del Al-
cor se detuvo al párroco; en Cerro de Andevalo se prohibieron los entie-
rros católicos, el toque de campanas, y se incautaron de una ermita; en
Lora del Río, se derribó un templo, pretextando su mal estado; en Canti-
llana, incendio de varios enseres de la ermita de San Bartolomé y trasla-
do, al centro comunista, de la campana de otra ermita; El Almendro su-
frió el incendio del santuario de Nª Sª de Piedras Albas y el párroco hubo
de marcharse; en Los Corrales se destruyó una cruz, colocada en la pla-
za de pueblo y se multó al párroco por orar en el lugar donde estuvo la
cruz; en Jerez de la Frontera se asaltaron y destrozaron siete conventos;
en Puerto de Santa María se registró la parroquia de los Milagros; en Rota
se quemaron las imágenes y ornamentos de las capillas de la Caridad y
de San Roque, encarcelando a un sacerdote; en Algar se quemó totalmen-
te la iglesia, huyendo el párroco; en El Gastor se saqueó el templo parro-
quial; en Fuentes de Andalucía se detuvo al párroco y a su vicario; en San
Juan de Aznalfarache los socialistas se incautaron de la capilla del Rosa-
rio; en Coria del Río, un concejal, con una comisión de la casa del pue-
blo, conminaron al párroco para que entregara las llaves de la capilla de
la Soledad, en la que entraron causando grandes destrozos; en Puebla del
Río, se incautaron de la capilla de San Sebastián; en El Cuervo, amena-
zado de muerte el sacerdote, hubo de interrumpirse el culto; en Lebrija
se produjeron varios conatos de incendio en los edificios religiosos; en la
barriada de San Jerónimo, en la ciudad de Sevilla, los comunistas se apo-
deraron del templo y lo convirtieron en centro suyo, y aunque el gober-
nador impidió la continuación del despojo, el culto no pudo reanudarse.
En Brenes se incendiaron los objetos de culto, ausentándose el párroco;
en Mairena del Alcor el párroco, ante las amenazas, tuvo que entregar las
llaves de la ermita de San Sebastián, aunque después se la devolvieron;
en Gelves, mientras el sacerdote celebraba, fue obligado a suspender la
misa; en Almensilla, la juventud marxista se incautó de unas dependen-
cias del templo parroquial para instalar sus locales; en La Palma del Con-
dado, el ayuntamiento prohibió el toque de campanas y todo acto religio-
so público, exigiendo una fuerte contribución para los entierros religio-

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346 Miguel Ángel Dionisio Vivas

sos; en Guillena se produjeron destrozos en el templo parroquial, ausen-


tándose el párroco por las amenazas de muerte; en Moguer, Coria del Río
y Galaroza se clausuraron las escuelas católicas, y en Bollullos del Con-
dado se incautaron del cementerio parroquial.
Sigüenza: en Tordesillos y Ciruelos se apoderaron violentamente de
las casas rectorales, aunque después se devolvieron a los párrocos.
Tarragona: se seguían produciendo abusos y atropellos en cuanto a los
viáticos, entierros y toques de campanas; en Constantí se obligó con vio-
lencia a las Hermanas de la Virgen del Carmen a dejar el hospital.
Tenerife: el 17 de mayo fueron invadidos el palacio episcopal y el se-
minario, aunque después fueron desalojados y devueltos; asimismo va-
rias comunidades religiosas fueron amenazadas para que abandonaran
sus edificios, no llegándose a la incautación por la intervención de la fuer-
za pública.
Toledo: dentro del amplio ámbito geográfico de la sede primada145,
que abarcaba varias provincias, el cura de Arcicollar había sido citado por
oficio del ayuntamiento para proceder a formalizar un contrato de inqui-
linato sobre la casa rectoral, exigiéndole 1200 pesetas anuales; en Bar-
cience las turbas asaltaron la iglesia y se impedía la entrada del cura; en
Burguillos se incautaron de la casa rectoral, instalándose en ella un cen-
tro socialista; en Burujón se expulsó al párroco; en Carmena, una mino-
ría obligó al cura a ausentarse, impidiendo entrar en el pueblo a ningún
sacerdote y no dejando salir del mismo a los fieles que querían ir a misa a
otros pueblos; en Carpio de Tajo, se obligó al cura ausentarse del pueblo,
en contra de la inmensa mayoría del vecindario, asaltando y destrozando
la ermita de la Virgen de los Dolores, y tiroteando al cura cuando éste fue
a buscar al juez; en Consuegra el alcalde, Joaquín Arias, prohibió al cura
desarrollar actos de culto en la calle sin el permiso del ayuntamiento, así
como notificar cuando hiciera uso de la palabra en el desempeño del mi-
nisterio; en Esquivias se incendió una ermita y se apoderaron de los ba-
dajos de las campanas de la parroquia; en Gerindote el alcalde se incautó
de la casa rectoral, instalando en ella a un vecino, al mismo tiempo que se
impedía residir en el pueblo a ningún sacerdote e impidiendo toda asis-
tencia espiritual; en La Mata se obligó a marchar al cura, y tras su expul-

Véase M. Á. Dionisio Vivas, Isidro Gomá ante la Dictadura y la República. Pen-


145 

samiento político-religioso y acción pastoral, Instituto Teológico San Ildefonso, Tole-


do, 2011, pp. 110-118.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 347

sión, se habían apoderado de las llaves de la casa rectoral, intimidando al


coadjutor septuagenario que las guardaba; en Malpica se obligó a salir al
cura, exigiendo para que actuara tener carnet socialista; en Mesegar la Ju-
ventud Socialista emplazó al cura a abandonar el pueblo; en Navahermo-
sa se expulsó violentamente al cura, apoderándose de la casa rectoral para
casa del pueblo; en Nombela se apoderaron de la casa rectoral, promo-
viendo grandes incidentes; en Ocaña se obligaba a los sacerdotes a avisar
al alcalde de los sermones que iban a predicar; en Quismondo se ocupó
violentamente una parte de la casa rectoral; en Sevilleja de la Jara, por or-
den gubernativa, fue desterrado el cura; en Tembleque se prohibió al cle-
ro asistir a los entierros; en Torrijos obligaron a ausentarse al párroco; en
Urda, la Juventud Socialista se había apoderado de una ermita; en Villa-
cañas se habían apoderado de tres ermitas, intentando incautarse del jar-
dín de una comunidad religiosa; en Yuncos, después de expulsar a un sa-
cerdote, no se permitía a ningún otro celebrar la misa, pretextando el des-
canso dominical; en Portillo de Toledo, tras expulsar al cura, no se permi-
tía ningún acto de culto; en Almoguera, en la provincia de Guadalajara,
los socialistas se oponían a que se celebraran actos de culto; en Carrasca-
lejo, en Cáceres, el alcalde había exigido la llave de una casa de la igle-
sia; en Castilblanco, en la provincia de Badajoz, se había prohibido todo
acto de culto, obligando al cura a marcharse; en Cazorla, Jaén, se habían
apoderado violentamente de una ermita y en Puebla de Don Fadrique, en
la provincia de Granada, se destrozó y quemó la iglesia parroquial.
Tortosa: en Oropesa, en la provincia de Castellón, se violentaron las
puertas del templo, registrándolos y robando los cepillos; en Burriana, en
la iglesia de Santa Bárbara, robaron diversos objetos de culto; en otros
pueblos también se efectuaron robos y en dos se destruyeron los calvarios.
Tuy: una ermita fue saqueada e incendiada; en otro pueblo se hizo lo
mismo con los locales de la Juventud católica; a varios sacerdotes se les
encarceló y multó.
Valencia: en esta archidiócesis fueron numerosísimos los desmanes,
con incendios de iglesias, incautaciones de casas rectorales y cemente-
rios, expulsiones de sacerdotes, clausura de iglesias, prohibiciones de en-
tierros y toque de campanas, así como profanaciones de objetos sagra-
dos. Aquí los sucesos habían comenzado el mismo 16 de febrero, cuan-
do en el pueblo de Sella, al conocer los resultados electorales, asaltó la
casa parroquial, obligando al cura a salir por el tejado. El dossier remiti-

Toletana 28.indb 347 06/10/2014 11:02:25


348 Miguel Ángel Dionisio Vivas

do por el prelado valenciano era uno de los más extensos que llegaron a
nunciatura146.
Vic: en Rupit, con ocasión de una gira comunista, se retiraron imáge-
nes de santos que se veneraban en hornacinas callejeras; en Sampedor fue
incendiada parcialmente la capilla de San Francisco de Asís.
Zamora: en la capital había sido maltratado un sacerdote, durante el
entierro de un comunista, otro sacerdote fue lesionado en el pueblo de
Montamarta, a otro se le quiso hacer trabajar en las obras de un juego de
pelota; una casa rectoral fue apedreada; una imagen de la Virgen fue sus-
traída de su ermita y en Tolilla se forzó la puerta de la ermita y se escri-
bió en la paredes contra el Papa y los sacerdotes.
Zaragoza: en Used se expropió violentamente y sin retribución la casa
parroquial; en Zuera y Torres de Berrellen el ayuntamiento se oponía a
que entraran sacerdotes en los pueblos; en Caspe, mientras estaba el ar-
zobispo, se incendió la residencia de los Franciscanos, que, por orden del
alcalde, tuvieron que salir de la población; en Fuentesclaras se violentó
por dos veces la puerta de una dependencia de la iglesia, apoderándose
del local; en La Hoz de la Vieja se prohibió tocar las campanas, prohibi-
ción que se extendió a varios pueblos.

4. Las parroquias desprovistas de culto. Gestiones diplomáticas


de Sericano
El 29 de junio, monseñor Silvio Sericano solicitaba a los obispos que
le informaran si existían en sus diócesis parroquias desprovistas de asis-
tencia religiosa, y en caso afirmativo, les pedía que le consignaran el
nombre de las mismas, con el número aproximado de fieles, así como el
motivo por el que dichas parroquias se hallaban desprovistas de asisten-
cia y las dificultades que se oponían para poder restaurarla147.
El 6 de julio respondía el vicario de Almería, dado que el obispo se en-
contraba en Granada con motivo de la constitución del tribunal que en-
tendería en el proceso de beatificación de don Andrés Manjón148, mati-
zando que en dicha diócesis, no se podían calificar las parroquias de des-
provistas de asistencia, pues aunque algunas carecían de sacerdote que
146 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 75-87.
147 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 61. 231.
148 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, f. 237.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 349

residiera en ella, todas estaban atendidas por algún sacerdote vecino149.


Todas ellas, unas diecisiete, que no excedían de mil habitantes, excepto
Mojácar que tenía mil quinientos, carecían de cura residente debido a la
escasez de clero, y en un caso, por enfermedad del sacerdote. Sólo Mo-
jácar estaba sin cura debido a que el sacerdote tuvo que ausentarse debi-
do a las amenazas que recibió, aunque ya se había nombrado un regente
que le sustituyera.
Los informes que llegaban del resto de las diócesis reflejaban los gran-
des problemas existentes para el normal desarrollo del culto católico150.
El motivo que señalaba la relación del arzobispado de Granada era exten-
sible a muchas de ellas:

«El motivo por que se hallan desprovistas de asistencia religiosa es el


mismo en todas, a saber, la persecución de que son víctimas los sacerdotes
por parte de elementos exaltados de los pueblos, en particular de las titula-
das «juventudes socialistas y comunistas» que desde las elecciones de febre-
ro último, impunemente, vienen cometiendo toda suerte de atropellos contra
las personas y cosas eclesiásticas, sin que hasta el presente, hayan tenido efi-
cacia alguna las constantes reclamaciones que para impedirlas se han hecho
a las autoridades civiles»151.

Estos elementos exaltados parece que eran minoritarios, aunque ca-


paces de imponer su voluntad, como destacaba la relación enviada por
el cardenal Gomá con los datos de la archidiócesis de Toledo, en la que
cuatro pueblos (Castilblanco, en Badajoz, de 3.200 habitantes; Gerindo-
te, de 2.000, Carmena, de 2.200 y Rielves, de 1000) estaban desprovistos
de asistencia religiosa:

«La razón de que se hallen desprovistas de toda asistencia religiosa es-


triba, en todos los casos, en la oposición o persecución descarada de mino-
rías, a veces exiguas, pero que cuentan con la impunidad. Eso es también lo
que constituye la causa de que se encuentren dificultades para restaurar dicha
asistencia religiosa. Se han denunciado repetidamente los hechos a las auto-
ridades, habiéndose obtenido últimamente alguna protección del Sr. Gober-

149 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, f. 235.
150 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 242-378.
151 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, f. 247.

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350 Miguel Ángel Dionisio Vivas

nador Civil de la Provincia, pero insuficiente para que pueda volver sacerdo-
te a esas parroquias»152.

Es cierto que la situación de las diócesis variaba, desde las siete pa-
rroquias sin culto de Guadix153, a las sesenta y dos desprovistas de asis-
tencia religiosa en Huesca154. En este caso eran pueblos con poca pobla-
ción, y sólo en uno tuvo que salir el párroco, pero en Málaga numerosos
pueblos con varios miles de habitantes se encontraban sin culto, tanto por
expulsión de los sacerdotes como por destrucción total de los templos155.
En Valencia eran varios también los pueblos de más de mil habitantes en
los que no se celebraba el culto, por haber sido expulsado el sacerdote y
no permitir que fuese otro a celebrar, mientras que en otras parroquias se
podía prestar asistencia religiosa en condiciones muy difíciles, dado que
los templos habían sido destruidos y sólo se toleraba la presencia de al-
gún sacerdote natural del pueblo o de edad avanzada, ejerciendo el mi-
nisterio «con verdadero heroísmo», incluyéndose en estas últimas pobla-
ciones como Alcira, con tres parroquias de más de 12000 habitantes cada
una, Carcagente, con 17.000 o Cullera, con 14.000156.
Junto a esta realidad, existía también un grupo numeroso de diócesis
en las que los pueblos no estaban desprovistos de asistencia religiosa, o si
lo estaban era por motivos distintos a la violencia, como podía ser la es-
casez de clero o el pequeño tamaño de las poblaciones, que eran asisti-
das desde otro pueblo mayor. Estas eran Vic, Valladolid, Burgos, Ciudad
Rodrigo, Mallorca, Pamplona, Segovia, Tuy, Plasencia, Tarazona, Gero-
na, Osma, Zamora, Solsona, Jaca, Coria, Ávila, Córdoba, Vitoria, Ibiza,
León, Salamanca, Sigüenza, Barcelona, Barbastro, Santander, Tarragona,
Menorca y Cádiz-Ceuta.
Esta situación, cada vez más insostenible, llevó a monseñor Sericano
a desarrollar una intensa labor diplomática, si bien infructuosa. Como el
ministro de Estado, Augusto Barcia, se encontraba esos días en Ginebra,
Sericano se entrevistó el 30 de junio con el subsecretario de estado, Ure-

152 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, f. 271. 332.
153 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, f. 252.
154 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, f. 253. 373.
155 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 260-263.
156 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 272-276.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 351

ña, quien le hizo entrever vagamente la dificultad que tenía el Gobierno


debido a la prepotencia persistente de elementos extremistas, aunque le
aseguró que el Gobierno estaba animado de las mejores intenciones, de
modo que el envío de una nota de protesta por parte de la nunciatura no
sería acogida con excesivo resentimiento157. Sericano redactó la nota el
1 de julio, pero antes de enviarla prefirió consultar al secretario de Esta-
do, Eugenio Pacelli. Finalmente, el 10 de julio escribió a Augusto Barcia
para renovar la protesta que había realizado monseñor Tedeschini el mes
de mayo, ante el clima de violencia antieclesiástica158. Sericano recono-
cía que en las últimas semanas se había atenuado algo la ola de desmanes
y atropellos antirreligiosos, aunque seguían siendo «todavía tan numero-
sos y tristísimos»; el encargado de negocios remitía al ministro una con-
tinuación de la relación que se le había enviado sobre dichos desmanes,
con los nuevos datos recibidos de los obispos. La cuantía y gravedad de
los hechos obligaba a la nunciatura a elevar la nueva protesta, llamando
la atención sobre el grave aspecto de la situación religiosa en algunas dió-
cesis como Málaga, Valencia, Granada, Toledo o Astorga, en las que se
hacía imposible, en muchos pueblos, toda vida religiosa y todo ejercicio
del culto, por motivos desprovistos de fundamento legal, por lo que pedía
que el Gobierno de la República adoptara medidas eficaces para que ce-
saran los desmanes y quedara garantizado el libre ejercicio del culto. Po-
cos días antes, el 6 de julio, Sericano, mediante una nota verbal, llamó la
atención del Gobierno sobre el artículo 5º del decreto del ministerio de
Marina por el que se ordenaba la sustitución en los hospitales de las Hi-
jas de la Caridad, considerando que era contrario a la Constitución de la
República159. El 16 de julio, Sericano informaba a Pacelli de las actuacio-
nes que estaba realizando160. Dos días más tarde se iniciaría, para la Igle-
sia de España, un baño de sangre y destrucción como no había sufrido en
su bimilenaria historia.

157 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 65-67.
158 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 63-64.
159 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 493-494.
160 
ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 967, ff. 72-73.

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352 Miguel Ángel Dionisio Vivas

5. Conclusiones
El análisis de la rica y detallada documentación recogida por la nun-
ciatura nos ha permitido aproximarnos al denso clima de violencia creado
contra la Iglesia tras las elecciones de febrero de 1936. Aunque en bue-
na medida era continuación del vivido en años anteriores, la radicaliza-
ción que supusieron los comicios y el ambiente de violencia generaliza-
do, que alteró los últimos meses de existencia de la República, le dieron
una impronta nueva. La brutalización de la vida pública que se impuso en
España, fenómeno común a otras sociedades europeas del periodo de en-
treguerras161, hizo que la espiral de violencia se fuera intensificando hasta
cotas cada vez más peligrosas, y si bien no se llegó al derramamiento de
sangre, tal y como había ocurrido durante la revolución de 1934, se esta-
ba aproximando en muchas ocasiones a rozarlo, como sucedió en la po-
blación granadina de Puebla de Don Fadrique, en la que sólo la ausencia
casual del párroco le libró de una muerte ritual, con visos de reproduc-
ción de algunos relatos martiriales162. Todo ello llevó a la convicción, per-
cibida así por bastantes católicos, de que vivían bajo una auténtica per-
secución, y en ese clima espiritual muchos se fueron preparando para lo
que consideraban un más que probable martirio por Cristo. Tal vez este
clima previo es el que nos permita entender el holocausto de sangre vi-
vido durante el verano, cuando muchos clérigos, religiosos y religiosas,
aún pudiendo haber escapado de la muerte, prefirieron afrontarla y asu-
mirla, dando la vida por Cristo, aspecto este que suele ser soslayado en
bastantes de los análisis históricos de dichos asesinatos. Esta furia cleró-
foba e iconoclasta no fue algo surgido de cero, a partir del 18 de julio163,
sino que era consecuencia directa de lo que se había venido desarrollan-
do desde febrero, sólo que ahora, sin ninguna traba, se intensificó hasta
las últimas consecuencias, una de las cuales era la erradicación física de

161 
G. Mosse, De la Grande Guerre au totalitarisme. La brutalisation des sociétés
européennes, Hachette, Paris, 1999.
162 
Archivo Diocesano de Toledo, Pontificados, cardenal Isidro Gomá y Tomás, caja
7, Secretaría de Cámara 1936 s. n.
Como señala Gabriele Ranzato, «tutto il repertorio degli atti distruttivi e profa-
163 

natori che l’avrebbero caratterizzata (a la persecución religiosa durante la guerra civil)


era già stato sperimentato, più o meno largamente, nel corso dei mesi che precedettero
il golpe militare». Véase G. Ranzato, La grande paura del 1936. Come la Spagna pre-
cipitò nella guerra civile, Editori Laterza, Roma-Bari, 2011, p. 215.

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El estallido de la violencia anticlerical en 1936 353

la Iglesia, poniendo así fin, por vía de los hechos, a la cuestión religiosa
que venía siendo uno de los principales problemas del país, y para mu-
chos de los victimarios, la causa principal del atraso de España y la prin-
cipal rémora para el establecimiento de la nueva sociedad revolucionaria.
Sin entrar en ucronías, que en historia siempre resultan estériles y gra-
tuitas, no podemos imaginar qué hubiera sucedido sin el desencadena-
miento de la guerra civil, que al permitir la desaparición del orden repu-
blicano en el territorio que permaneció bajo la nominal autoridad del Go-
bierno de Madrid hizo que fuera posible la masacre clericida del vera-
no. Lo que sí es cierto es que en los meses previos al conflicto bélico tan-
to desde nunciatura como desde los obispados se veía el futuro con gran
preocupación. También es verdad que en algunas diócesis el clima era
mucho más tranquilo y que algunos sacerdotes tenían esperanza en que la
situación poco a poco mejorase. Sería necesario, para conocer el por qué
en determinadas zonas la violencia alcanzó unas fuertes cotas, descender
a los estudios locales y regionales; asimismo, una comparación con mo-
mentos especialmente complejos desde el punto de vista social y laboral,
como la recogida de la cosecha o conflictos industriales, nos mostrarían
si estos tenían algo que ver en el estallido de actos violentos, aunque pa-
rece que sí existe una relación causa efecto. Asimismo sería preciso es-
tudiar los casos en los que la violencia se dirigía hacia personas eclesiás-
ticas concretas o hacia el colectivo como tal. Pero previo a ello es nece-
sario conocer el alcance de la violencia. Hasta ahora teníamos datos par-
ciales, aproximados; la prensa no servía de fuente fiable, dado que estaba
censurada y los discursos en las Cortes podían entrañar el riesgo de ma-
nipulación con fines políticos. Otras fuentes conllevaban dificultades si-
milares. Por ello el estudio pormenorizado de la documentación vaticana,
que en una primera aproximación he pretendido realizar en el presente ar-
tículo, nos puede proporcionar una imagen mucho más real de lo ocurri-
do en España en aquellos intensos meses, estudio que se debería comple-
mentar con el análisis detallado que la microhistoria nos permite. Sólo así
podremos entender plenamente el por qué de lo ocurrido durante el vera-
no, sin olvidar las nuevas perspectivas que nos aportan los análisis reali-
zados desde otras ciencias, como la antropología164.
353166

M. Delgado, La ira sagrada. Anticlericalismo, iconoclastia y antirritualismo en


164 

la España contemporánea, RBA, Barcelona, 2012.

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