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Antonio Gálvez Ronceros

P .l\ 1~,,~ I~ E:UNIR


A LOS HOMBI~ES

EDITORIAL EXTRA'MUROS
ANTONIO GALVEZ RONCEROS


~UNIR .
A LOS HOMBRES


I


EDITORIAL EXTRAMUROS
le HISTORIAS PARA REUNIR A LOS HOMBRES:
Antonio Gálvez Ronceros

© EDITORIAL EXI'RAMUROS
Manuel del Pino 890, Lima Teléfono 718619

Enero de 1988
VIGILIA

Borracho a la cabecera de la mesa de


cumpleaños, sentado con amigos de su
condición, el dueño de la tierra llamó a uno
de los hombres que se la trabajaban y que
desde la sombra lo miraban comer.
-De quién es toda esta tierra -le pre-
guntó con soberbia.
-De usted, patrón.
-y quiénes la trabajan.

-Nosotros, patrón .
-Bien. Nunca lo olviden.
5
,.

-Cómo vamos a olvidarlo, patrón, si


.
de tanto pensar en ello no podemos dormir-
dijo el hombre desde lo más amargo de su
corazón .

6
CARROÑA

El hambre es lobo del hombre


Dos gallinazos amigos erraban juntos
buscando inútilmente en los basurales al-
guna carroña que devorar. Llevaban en ello
tres días y apenas podían sostenerse sobre
las patas.
Cerca de la ciudad avistaron a un
hombre que arrastraba de una cuerda un
perro muerto. Pensando en que con aquel
cuadrúpedo pondrían fin a sus padecimien-
tos, siguieron al hombre. El hombre traspu-
7

so el umbral de la ciudad, se internó en la


'maleza y se detuvQ e~ un terreno blando.
Los gallinazos sintiéronse desilusionados
al verlo cavar un hoyo, ocultar el cadáver,
volver;la tierra a su lugar y colocar encima
una p.esada piedra. Estaban desconcerta-
dos cuando el hombre se alejó.
!

Sin embargo, se acercaron a la tumba.


Se ubicaron en lados opuestos de la piedra y
con increíble ardor pusiéronse a escarbar la
tierra... Mas, de pronto, la piedra se inclinó
y aplastó la cabeza de uno: el otro quedó mi-
rándolo fijamente, 10 movió con el pico y em-
pezó a devorarlo con rapidez.

• •


ESPEJISMO

Le contaron al gobernante de un país


que todas las mañanas un hombre, al pare-
cer loco, llegaba arrastrando sus andrajos
hasta el borde de un basural de las afueras
de la ciudad, instalaba ahí un fogón de pie-
dras y se ponía a preparar sus alimentos en
una olla; que en realidad la olla siempre es-
taba vacía y que después el hombre fingía
verter parte de los imaginarios alimentos
en un plato y simulaba comer. El gobernan-
te, transpirando de sospechas, decidió
.
ver
9
al hombre.
A la mañana siguiente, luego de ob-
servar oculto y desde cierta distancia lo que
.
hacía el hombre hasta el instante en que se
llevaba la primera cucharada a la boca, el go -
bernante salió de su escondrijo y se acercó,
,
seguido por el silencio de su numerosa co- /
mitiva.
-Soy el que gobierna este país- le dijo
al hombre.
Sentado al pie del humilde fogón, el
hombre levantó la mirada y observó al go-
bernante, pero no dijo nada. En seguida co-
gió la olla y otro plato, simuló verter en este
un poco del supuesto contenido de la olla

y
añadió una cuchara.
-Sírvase, señor -le ofreció el plato al
10
gobernante.
Convencido de que el hombre estaba
loco, el gobernante hizo una mueca de enojo
y resueltamente comentó:
-¡Esto es una locura!- y se alejó de pri-
sao
y no pudo oír que el hombre decía,
con voz triste, fatigada:

-No es locura, señor; es pobreza.

11


COLOQUIO

-¿Te enteraste de las últimas disposi-


ciones del Ministerio de los Alimentos?
-Claro que sí.
-Eso de subir el precio de la carne de
res y bajar en cambio el precio de los hue-
.
sos, ¿no te parece excelente?
-Por supuesto.
-Así, muy pronto esta será la repúbli-
ca de los perros.
-Así es. Por eso creo que, como antici-
po, ese ministerio debiera llamarse de los
12
perros .

-La idea me parece estupenda; habrá
que pedirle al gobierno ese cambio de nom-
bre. Ahora discúlpame que me retire. Debo
donnir toda la tarde po~que esta noche ten-
go que ladrar sin cesar para que no se me-
tan ladrones en la casa de mi amo.
-Yo también.

13

EL HOMBRE YELREY

Escoltado por la soldadesca, un rey


atravesaba en su carruaje los barrios mise-
rables de una ciudad de su reino. Tumultos
de gente denuida por la po breza, apostados
a ambos lados de las calles, vivaban su paso.
De vez en cuando el rey descubría algún ros-
tro que lo miraba con indiferencia. Y cuando
en una esquina vio a un hombre viejo que lo
contemplaba con rencor -un hombre de
pantalón y chaqueta milagrosamente en
. uso gracias a una cantidad de remiendos
14
imposible de calcular-, ordenó detener el ca-
rruaje. Entonces descendió, se acercó al
hombre y le preguntó: .
-¿Quién eres tú?
-Un mendigo, señor -dijo el hombre.
El rey, que así lo h~bía supuesto, aña-
dió con fingido tono de confidencia:
-Me gustaría ser mendigo.
Comprendiendo que el rey se burlaba,
el hombre preguntó con deliberado asom-
bro:
-¿Dejar de ser rey para andar de
mendigo?
-Así es. ¿Qué te parece?
-Imposible, señor.
-¿Imposible? -jadeó el rey, sofocado
por la contrariedad. Entonces crispó el ceño

15
e inquirtó duro, impaciente: -Por qué.
-Porque · si su Majestad deja de ser
rey, ya nadie se verá en la necesidad de ser
mendigo en este país .


HOMBRES
MIRANDO UN CUADRO

En una sala de exhibición pictórica un


grupo de visitantes contemplaba un cuadro.
/

Las figuras del lienzo estaban solo sugeri-


das a base de pinceladas discontinuas, y de

buenas a primeras podía admitirse que lo


que en él se veía era una habitación amplia y
alfombrada, un hOmbre de ropa elegante
sentado tras un escritorio y, de pie frente a
él, junto a la pared opuesta, un hombre cu-
ya modestísima ropa denunciaba una vida
de desdichas. Con el brazo estirado -un bra-
17

zo gigantesco que atravesaba la habitación-,


el de ropa elegante tenía cogido por el cuello
al otro hombre.
Uno de los visitantes declaró:
-El del escritorio es el ministro de
Educación.
-¿Cómo lo sabes? -le preguntaron los

demás. ' .
-Porque el hombre cogido por el cuello
es un maestro.
Otro sostuvo:

-Estoy seguro que se trata del minis-
tro de Agricultura. ¿No notan que el que so-
porta esa mano vil es un campesino?
-No.... me parece -opinó otro-. Quien se
asfixia con esa garra es un hombre que no
tiene dónde vivir. El del escritorio es el mi-
18
nistro de Vivienda.
y cada uno de los otros fue mencio-
nando un ministro, según creía reconocer-
se en el hombre torturado por la mano. Y
hasta hubo alguien -evidentemente un
ho~bre sin trabajo- que afirmó con ironía
que el del brazó aberrante era el ministro de
los Desocupados.

Entonces uno preguntó:
-¿Y por qué ese pobre hombre se deja
tomar por el cuello?
Pero recibió una imprevisible mirada
de asombro de los demás, que en seguida se
miraron a la cara y acabaron por decirle:
-Mira bien el cuadro.
Desconcertado, el de la pregunta exa-
minó con detenimiento todo el ámbito del
19

lienzo y declaró:
-No veo nada más.
-Ahí, en el fondo, hacia la derecha, en ·
esa sombra que proyecta una de las hojas
de la ventana- insistieron.
El hombre volvió a hacer el esfuerzo.
-Sí... veo algo -dijo-, pero no sé qué es
-y mirando a los demás preguntó: -¿Qué
es? • I

Entonces le dijeron:
• -Un soldado que vigila al mado de una
metralleta.

20
ROGADADIOS
POREL SEÑOR MENDML

Cuando por primera vez el Ministerio


de Educación le encargó dirigir un colegio, el
señor Mendívil dio inicio a sus correrías; era
.

la época en que los "estudiantes ingresaban


a secundaria mediante el tamiz de un exa-
,
men de conocimientos. Durante cinco años .

de permanencia en la dirección traficó con


el cuestionario del examen, vendiéndolo a


padres de familia que andaban desespera:-
dos. por el temor de que sus hijos no ingre-
saran. El tráfico llegó a ser tan descarada-
21 .

,"
mente abierto que todO' el colegio lo supo. El
señor Mendivil fue denunciado ante las au-

toridades del ministerio por un grupo de
profesores y padres de familia; uno de los
cocineros del Palacio de Gobierno intercedió
por él y lo salvó de la destitución y la cárcel.
Rogad a Dios por el señor Mendívil.
\
El cambio de go biemo del país encon-
tró al señor Mendívil de director de otro co-
legio, al que había accedido por propia vo-
luntad. Cuatro años le fueron suficientes
para extraer subrepticia y sistemáticamen-
te las

herramientas de los talleres de la sec-
ción técnica e instalar con ellas un instituto
técnico de su propiedad. Treinta profesores
del colegio fueron hasta las oficinas de la di -
rección, le gritaron ladrón y lo denunciaron
22

ante el ministerio. El señor Mendívil los


acusó de formar una horda de disociadores
que pretendían enlodar su limpia trayecto-
ria• y desprestigiar al gobierno democrático

del país. Algunos de los profesores fueron
trasladados de colegio, otros suspendidos
un mes en el ejercicio de sus funciones y los
demás amonestados. Rogad a Dios por el
señor Mendívil.
U.n año después escogió la dirección
de otro colegio. Durante tres años obligó al
tesorero a que le prestara dinero de la teso-
reria, sin firmar documento alguno y bajo
amenaza de subrogarlo. Por entonces el go:-
• bierno del país era otro, pero tan democráti -
co como los anteriores: habiendo resuelto
las autoridades del ministerio que era una
23
impertinencia investigar al señor Mendívil,
el tesorero se suicidó. Rogad a Dios por el
señor Medívil.
Bañado en un sudor glacial ante• la
idea de encontrarse con el alma del suicida,
el 'señor Mendívil solicitó su cambio a la di-
rección de otro colegio Al cabo de cinco años
de dirigirlo, mandó incendiar en secreto el
depósito de carpetas inservibles. Luego,
mos1!ando unas facturas , adujo con cara
de desolación que en el depósito había guar-
dado las nuevas carpetas que el día anterior
había adquirido con dinero entregado por la
asociación de padres de familia del colegio.
Temiendo que se descubriera que ha-

bía falsificado las facturas en complicidad
con una fábrica de muebles, a los pocos días
24
pidió una nueva dirección y pronto fue en-
viado a otro colegio. Rogad a Dios por el se-
ñor Mendívil.
.
El señor Mendívilllevaba acumulados
dieciocho años de servicios en funciones de
director, los que sumados a sus ocho años
anteriores hacían ventiséis. Le faltaban,
pues, cuatro años para cumplir treinta y ju -
bilarse obligadamente. Preocupado por el
breve tiempo que le quedaba para sus corre-
rías, decidió exprimir esos últimos cuatro
años. El primero de ellos el señor Mendívil
fue denunciado por los padres de familia del
colegio de traficar con las matriculas; el se-
gundo' de alterar notas en las actas de pro-
moción; y el tercero, de robarse dos instru-
mentos musicales de la banda del colegio: el

. 25

bombo y el bombardón. Las denuncias, sin


embargo, fueron objeto de oídos sordos en
el ministerio, por lo que los denunciantes
ya no sabían qué hacer para que se les hi-
ciera justicia. Abrumados por la desespera -
ción' uria noche los padres de familia incen-
diaron el edificio del colegio y solo así pudie-
ron librarse del director. Rogad a Dios por el

señor Mendívil.
El año de servicios que aún le fal-
taba al señor Mendívil para cumplir los
treinta, lo cubrió desempeñando un cargo
muy superior al de director de colegio: direc-
tor de personal y escalafón del Ministerio
de Educación. Desde ahí se dedicó a vengar-
. se de sus enemigos, a favorecer a SU$ com-
pinches y, naturalmente, a atender el recla-
26 .
,

mo de su insaciable bolsillo traficando con


las nuevas plazas docentes y administrati-
vas. Al retirarse al fm del campo de sus fe-
chorías, recibió la más alta distinción que se
otorgaba en la actividad educativa del país:
las Palmas Magisteriales. Rogad a Dios por
, el señor Mendívil.
Dos años después el partido político
al cual pertenecía llegó al gobierno del país y
lo hizo ministro

de E ducación. Rogad a Dios
por el señor
, Mendívil.

27
HISTORIA INSOPORTABLE


Un individuo poseía una granja de


veinte mil gallinas en la que trabajaban diez
hombres. Amparándose en el derecho de
propiedad se beneficiaba grandemente,

pues de las ganancias destinaba una canti-


dad ínfima al pago de sus trabajadores. Con
el tiempo se había enriquecido: tenía -entre
otras comodidades- una ampulosa cuenta
bancaria, una lujosa casa en la ciudad y otra
igual en un balneario, unas despensas dig-
nas de un rey, tres médicos a su servicio,
28


numerosa servidumbre y cuatro automóvi-
les costosísimos que periódicamente cam-
biaba por otros nuevos. En cambio, los tra-
bajadores y sus familias vivían de cuartu-
cho en cuartucho porque con freéuencia
eran desalojados por los codiciosos propie-
tarios, unos días comían mal y otros peor,
\

sus calzados eran mantenidos por tiempo


poco menos que indefInido a 1?ase de re-
.
miendos heroicos . y los hijos iban abando-
nando los estudios por carencia de recur-
sos 'e conómicos. •

Un día las gallinas de la granja se en-


teraron de esta injusticia y le gritaron en
coro ¡sanguijuela! al propietario. Arrojando
espumarajos como una tnena enloquecida,
el propietario hizo matar las gallinas, ven-
..
29
dió la carne, desmanteló la granja y pagó a
los trabajadores los be~eficios sociales de
l~. '.
-Señor -le dijeron los trabajadores~ a
punto . de llorar-, no debió acabar con la
granja. ¿En qué vamos a trabajar ahora?
-Yo hago lo que me da la gana con mi
propiedad - respondió el propietario-. ¿Aca-
,

so la granja era de ustedes? . . Si quieren,


reúnan el dinero de sus beneficios sociales y
dedíquense al negocio de granja.
Los hombres siguieron el consejo. El
corral con que empezaron llegó a convertir-
se en una pequeña granja. La granja creció
y comenzó a rendirles buenas ganancias.
Entonces contrataron los servicios de otros
hombres, se retiraron del trabajo y pasaron
30


a disfrutar del negocio. Con el tiempo se en-
riquecieron porque, por ser propietarios,
cogían lo mejor de las ganancias y a los tra-
bajadores les daban solo migajas.
Un día las gallinas se enteraron de
esta injusticia y les gritaron en coro ¡san-
guijuelas! a los propietari.os. Arrojando es-
pumarajos como una jauría enloquecida, los
propietarios hicieron matar las gallinas,
vendieron la carne, desmantelaron la gran-

ja y pagaron a los trabajadores los benefi-


cios sociales de ley.
-Señores- les dijeron los trabajado-
res, a punto de llorar-, no debieron acabar
con la granja. ¿En qué vamos a trabajar
ahora? .
-Nosotros hacemos lo que nos da la

31

I

gana con nuestra propiedad -respondieron


los propietarios-o ¿Acaso la granja era de
ustedes? .. Si quieren, reúnan el dinero de
.
sus beneficios sociales y dedíquense al ne-
gocio de granja.
y la historia se repitió: los trabajado-
res instalaron un corral de gallinas que con
el tiempo llegó a ser una pequeña granja; la
granja se extendió considerablemente y co-
menzó a rendir grandes ganancias. Enton-
ces contrataron a otros hombres para que
trabajaran por ellos y se dedicaron a enri-
quecerse, porque invocando el derecho de
propiedad se quedaban con la mayor parte
de las ganancias y a sus trabajadores les
pagaban solo miserias.
Un día las gallinas se enteraron de
32
esta injusticia y les gritaron en coro ¡san-
guijuelas! a los propietarios. Arrojando es-
pumarajos como una jauría enloquecida, los
propietarios. . .

¿Hay alguien que detenga esta histo-
ria insoportable?

33
CIAVEPARAREGRESAR
DEL ESPACIO

Al amanecer del 18 de febrero de


1896, en el norte de Italia un tren salió de la
estación de Resia con destino a Merano.
Llevaba quince vagones repletos de hortali-
zas y tres ocupados por ciento veinte pasa-
jeros. El tren nunca llegó a Merano. Más
aún, en los tres cientos kilómetros de vía fé-
rrea que unían ambas ciudades no se halló
rastro alguno del tren ni de los pasajeros.
Veinticinco años después, en 1921, fue des-
cubierto en un desierto de Australia un tren
_ 34

intacto con la inscripción ~SIA-MERANO­
RESIA. No había en él ningún vestigio de ser
humano. pero los vagones de carga -quince
en total- estaban llenos de hortalizas fres-
cas como si acabaran de ser arrancadas de
sus huertos.
El relato figura en Enigmas de nues -
tro planeta, "recopilación de cuatrocientos
sucesos extraños ocurridos en diferentes
épocas y lugares .del
.
glo bo y que se conside-
ran inexplicables", según sostienen sus edi-
tares.
Quizá esta impertinencia provoque la
furia de los editores: los cuatrocientos enig-
mas se esclarecen si aplicamos la clave a
que obedecen y que asume variados indu-
mentas según el suceso de que se trata. To-
35

memos, pues, el enigma del tren de Resia y


matemos cuatrocientos pájaros de un tiro:
Al amanecer ·de un 18 de febrero del
siglo veinte salió de la cabeza de un escritor
.de imaginación a destajo (estación de Resia)
un problema irreal (tren), pensado para que
se intente resolverlo con la búsqueda insa -
ciable de explicaciones basadas en fenóme-
nos irreales. El problema salió pór encargo
del país más aterrador del planeta, cuyos
sucesivos gobiernos invierten anualmente,
con el lúcido cálculo del crimen provechoso,
montañas de dinero en impedir que los po-
bres del mundo piensen y se expliquen las
causas de su miseria.

36
GENTE

Parada en el umbral de una casa de


un barrio miserable, sosteniendo en los
brazos a un niño que sollozaba abatido por
el hambre, una mujer joven y humildemen-
,
te vestida miraba con amargura el horizon-
te.
-¿Por qué llora el muchacho?- le pre-
guntó una anciana de deplorables andrajos
que por ahí pasaba.
-Dígame usted- le confió lajoven-, un
patrón que hace trabajar como animal a un
37
hombre y no le paga lo que es debido, ¿pue
/

de ser gente?
La anciana levantó la mirada, grave -
i

mente sorprendida, y pensó al instante en


sus hijos ya muertos, hombres que jamás
dejaron de trabajar y sin embargo se fueron
marchitando poco menos que en la indigen -
cia. Y entonces, como si toda su vida hubiera
estado esperando que le hicieran la pregun-
ta que acababa de oírle a la joven, respondió
con implacable seguridad y pesadumbre:
-Aunque pague lo que se considere
debido, tampoco será gente. Nun~a podrá
serlo mientras siga siendo patrón.

38
,

DE REPUBLICAS y PEDRADAS


En su .Catálogo del pasado, el biblió-
grafo y políglota italiano Donato Cinaro
(1456-1 520) da noticia de un desconocido
manuscrito árabe, cuya redacción sitúa en
los años doscientos antes de Cristo y cuyo
contenido puede parecer una impertinencia
histórica. El italiano señala, en efecto, que

Las repúblicas perdidas (Le rep~bbliche


perdute, que es co~o Cinaro traduce el tí-
tulo del manuscrito) es un vasto comenta-
rio en tomo a la política, la economía y las
39
costumbres de cinco repúblicas orientales
ignoradas por la historia, de las que el autor
árabe tuvo conocimiento, según propia con-
fesión' a través de la lectura de cincuenta
tratadQs. Que Occidente no haya conocido
estas fuentes, Cinaro lo atribuye a que qui -
zá se consumieron en el incendio de la bi-
blioteca de Alejandría -contra la atosigante
versión del incendio, el español Federico Ba-
tista (1815-1870) sostiene que la legenda-
ria biblioteca fue devorada por una gigan-
tesca plaga de polillas que arribó de Europa,
,

atraída por un lujoso bocado: el pan de oro


de las hojas de los infinitos volúmenes; el
vasco Miguel de Izarra (1848-1912), tal vez
pensando en el primero de los dos incen-
dios referidos por la tradición (incendiO de
40
alcance parcial, obra de los romanos, hacia
el año 47 antes de Cristo), cree ver en la ver-
sión de Batista una metáfora amarga; es
posible, dice, que el vocablo polillas aluda a •

la cultura occidental-o
Cinaro agrega que Las repúblicas
perdidas intercala innumerables pasajes
de las fuentes, uno de los cuales -el único
que Cinaro reproduce- es este:
"Un hombre entra a una tienda, pre-
gunta por el precio de un comestible y al
instante huye para salvar la vida porque le
responden a pedradas; naturalmente el
hombre no ha podido comprar, lo que tiene •

igual efecto que las pedradas: la muerte,


aunque con el sufrimiento. prolongado que
distingue al hambre. Otro hombre entra a la
• 41


misma tienda y las pedradas con que le
contestan la pregunta sobre el precio del
mismo comestible logran impactarle en el
cuerpo porque ha permanecido el tiempo
necesario para efectuar la compra y porque
,

sabe que las pedradas solo lo rasguñan. Un



tercer hombre llega a esa tienda, hace la
misma pregunta y se retira satisfecho con
el comestible adquirido porque las piedras
le resbalan por el cuerpo sin dañarlo en ab-
soluto. Esto acontece todos los días. De, lo
cual se deduce que en estas repúblicas hay
tres clases de ciudadanos: unos a quienes
les resbalan los precios, otros a quienes so-
lo rasguñan y los infortunados a quienes
obligan a huir a la desesperada para no mo-
rir al instante. Los primeros son muy po -
42
\

cos y los últimos muchos".


El pa~je citado causa pesadumbre: a
tantos siglos de aquellas repúblicas vemos
que en casi todas las modernas la cuestión
de fondo sigue siendo la misma: ·persiste la
desigualdad en la distribución de las rique-
zas. Por lo demás hay dos novedades: la me-
táfora que alude a los prohibitivos precios
se ha modernizado (pedradas ha cedido su
lugar a balazos) y los expuestos a morir, que
igual que antes son la mayoría ciudadana,
se han visto obligados a valerse de actos he-
roicos para defender sus vidas: huelga,
marchas de protesta, tomas de locales ...

· 43

PLEBISCITO

Durante dos horas el señor que go-


bernaba el país habló de reactivación econó-
mica, de inversiones y de incentivos al capi':
tal, intentando convencer a los pobres del
'país de que la política económica del gobier-
no era una bondad. Al fin anunció lo que to-
dos estaban temiendo: el alza de los precios
de los alimentos. Y cerró su exposición con
estas palabras:
-Porque no solo de pan vive el hom-
breo
44
-Claro, también de demagogia- co-
mentaron amargamente los millones de po-
bres que acababan de escucharlo por la ra-
dio.

45



CONTIENDAS

En una reunión de escritores e inte-


lectuales convocada por un.editor con moti -
va del advenimiento del Año Nuevo, se en -
contraron cara a cara el poeta A y el crítico
literario B. El critico literario acababa de pu-
blicar una nota periodística en que comen-
taba los libros de ficción que a su criterio
eran dignos de mencionarse entre los edita-
dos el año que tel minaba; en su nota no te-
nia cabida un poemario que el poeta A había
publicado a mediados de año. Luego del im-
46
pacto desagradable que sintieron al verse,
se saludaron inclinando la cabeza con res-
petuoso cuidado y en seguida cada cual se
apartó del otro. -El crítico literario se alejó
pensando: "He ahí a un analfabeto: no sabe
escribir. El día que yo lo mencione en algún
comentario, habré perdido el seso". Por su
parte, el poeta se dijo: "He ahí a un analfabe-

to: no sabe leer. El día que me incluya en ,al-
guno de sus comentarios, habré llegado a
ser un estúpido de la escritura".
Entretanto, grupos de trabajadores
en huelga que por enésimo día habían sali - .
/

do a las calles a protestar en fonna pacífica,


eran apaleados brutalmente por la policía. .

47
,

MUÑECOS

En un mitin por los derechos huma-


nos realizado en la plaza principal de una
ciudad de provincia, se denunció al subpre-
fecto y al jefe de la policía por las detencio-
nes de que venían siendo objeto muchos po-
bladores' entre hombres y mujeres y sin
discriminar a niños ni ancianos, bajo la sola
sospecha de tener vinculaciones con actos
sediciosos; asimismo, por las torturas a que
se les sometía y por la desaparición de algu-
nos de los detenidos. Se denunció también
48

al juez instructor y al fiscal, al primero por


denegar cuantas denuncias se presentaban
contra tales abusos y al segundo por man-
tener un sospechoso mutismo ante los de-
rechos conculcados en estos casos. Igual"-
mente se denunció al dueño de un diario de
la localidad, por la malvada campaña de
,

prensa con que pretendía jus tificar los abu-


sos' de las autoridades. Ese día, ante el te-
mor de ser desbordada por la gigantesca
multitud que se congregó en el mitin, la po-
licía no salió a las calles.

Al final del mitin se procedió a que-
mar unos muñecos. Mientras ardían, una
espantosa fetidez empezó a expandirse por
todo el ámbito de la plaza, lo que obligó a la
multitud a huir en estampida. Los artífices
49


,
de los muñecos los habían rellenado con .
desperdicios nauseabundos y trapos im-
pregnados de sustancias hediondas, por el
prurito de ceñirse, con rotunda fidelidad, a
la mala entraña de los personajes denun-
ciados.

50
MONOLOGO
DESDEIACAVERNA

Larga y sinuosa, impaciente por


aplacar el rencoroso escozor que le produce
algún aguafiestas al que no le basta ver y oír
sipo también ese repulsivo ejercicio que lla-
man pensar, mi lengua tira sin remedio ha-
cia el teléfono más cercano, desde la negra
luz de la caverna. Y alú, adherida con espesa
baba, permanece el tiempo indispensable
para convertir a la mujer del aguafiestas en
viuda ya sus hijos en huérfanos, que men-
digos y tísicos -si aún no lo son- serán por
51
añadidura. ¡Abaj o la inteligencia! ¡Viva la
Muerte! •

52
ACOSO

Desde hacía algún tiempo, ciertas


bestezuelas y alimañas habían aparecido en
la vida del hombre. Intercambiando infor-
mación a través de sus antenas, unas cuca-
rachas vigilaban sus pasos en 'la calle; se
volvía repentinamente y ca rrían a ocultarse
en la cloaca más cercana. Una bestia gelati-

nasa cuya existencia ignoran los tratados


de seres repugnantes, lo abordaba de im-
proviso en los parques, le escrutaba la mira-
da y se alejaba de prisa.
53
Una tarde vio desde su ventana que
grandes ratas untadas de excremento
aguardaban la noche para invadir su casa.
Entonces, comprendiendo que iba a morir,

tuvo la certeza de que el poder que los envia-
ba era un excremento untado de rata, y se
puso a esperar la muerte.

54
lAS RAZONES DE MIS AMIGOS

Miro las razones que exhiben mis



amigos y francamente sólo veo cucarachas.
"Mira bien, no seas tramposo". Como no lo
soy me siento obligado a describirles lo que
veo: una cucaracha empujando un trozo de
lodo nauseabundo para construirse una
.
morada, una segunda que besa a una mujer
que ríe con estridencia insoportable, una
tercera sacando brillo con empeño inusita-
do a sus élitros, otra satisfecha de que le es -
té brotando un segundo vientre donde pa-
55
ner lo que ya no le cabe e:p el primero ... Me
hacen entonces objeto de burlas, de punta -
"

piés y se alejan sonrientes, dedicándome


gestos y muecas deshonestas.
\
, Diariamente mis amigos salen del Pa-
lacio de Gobierno besando en la puerta unas
,

. manos empapadas de excremento.


,
Poco an-
tes entran llevando cada quien a cuestas el
~

r cadáver de un hombre triste. ,

"¿Qué habéis hecho de las razones de


mis amigos, señor general?". Se abre al ins-
,

tante la puerta del Palacio y veo aparecer


una rata inconcebible.

56
EL ULTIMO HOMBRE

I .

Poco antes de las ocho de la mañana.


al salir de casa para dirigirse a su trabajo. el
hombre sintió que el aire de la calle es taba
cargado de gruñidos, chillidos y zumbidos
que se emitían con una fuerza crujiente como
amplificados por potentes ' altavoces. S e
detuvo, aún sobre la acera, de espaldas a la
,

puerta que su mujer acababa de cerrar, y



observó la calle: por los senderos que
cruzaban . el amplio y polvoriento terreno que
se extendía frente a su casa y que estaba
57

,
destinado a la construcción de un parque, y
por la acera que había al pie de la hilera de
casas del otro lado del terreno, unas bestias
de dimensiones descomunales, entre ver-
tebrados e insectos, discurrían como si
fueran los habitantes de la ciudad. ·Re-
trocedió sintiendo un hormigueo en el
cerebro, y los nudillos de las manos se
abatieron con urgencia sobre la puerta de su
casa. Un inexplicable gruñido, en el que le
,

pareció reconocer algún matiz de la voz de su


mujer, le respondió desde e\ otro lado de la
puerta. El hombre se apartó\ti instante en
un impulso que lo llevó sobre la acera hasta
unos metros lejos del frontis de su casa.
,D esde ahí, pegado de espaldas al frontis de
otra casa como si quisiera hendirlo y
58
desaparecer del ' exterior, respirando ruido-
-samente como si estuviera extenuado,' re-
corrió con afligida mirada todo el ámbito de
la calle intentando descubrir algún s ~r
humano: solo había bestias, algunas de
cuatro metros tde estatura y otras de cinco.
Vio gigantescos cerdos y jabalíes, ratas y
arañas y unos insectos alados jamás ima-
ginados por él. Las dimensiones de las
bestias dejaban al descubierto, con eVidencia
brutal, detalles insospechados que las ha-
cían mucho más pavorosas y repugnantes.
El hombre distinguió el brillo cerúleo y la
textura membranosa de la piel que cubría el
interior de las redondas oquedades nasales
de cerdos y jabalíes; sintió como algo palpa-

ble la voracidad con solo verles el mons-
59


truoso hocico y oír las brutales crepitaciones
de sus gruñidos intermitentes; vio en los
pelos -gruesos, oscuros y lustrosos- la
certeza del metal; y, por entre los pelos, unas
depresiones en la piel a causa de los poros
desde los cuales divergían unas arrugas
tensas como las de la boca cerrada de una
anciana. La diferencia de fonnas entre las
arañas les acrecentaba su abominable en-
tidad. Las había en forma de estrella, las
patas ocultas bajo un caparazón de cinco
.
puntas veteado de blanco y tojo oscuro;
otras de vi en tre ovalado, cubiertas de una
pelusa parda y opaca; otras de patas lar-
guísimas, sobre las cuales se asentaba, a
cuatro metros del suelo, el vientre negro y
brillante con la redondez desconcertante de
60
una esfera perfecta. Todas tenían en los ojos

una llamarada maligna y emitían de cuando


en cuando unos agudos, finísimos chillidos
como si frotaran extraños cristales que
ocultaran en la boca; el hombre sentía los
chillidos como aguijones helados que hi-
riesen zonas demasiado sensibles de la red
-
infinita de sus nervios. Por entre las voces de
cerdos, jabalíes y arañas, el hombre percibía
el zumbido de los insectos alados cuando
batían con suprema velocidad y durante
unos segundos las delgadas y trans-
parentes alas, atravesadas de nervaduras
sanguinolentas. Se diferenciaban por la boca,
el vientre, la cabeza, las patas, las antenas y
los ojos: ojos incrustados en la cabeza o
enteramente visibles como bolas acuosas
61
I
I

adheridas a la superficie o fuera de la cabeza,


.
montados en un par de apéndices; dos,
cuatro o seis antenas, . en algunos arti-
culadas, en otros de una sola pieza y en
todos con una longitud tres veces mayor que
.
el cuerpo; patas fláccidas o rígidas, sem-
bradas de pelos o espinas; cabeza grande y
visible o pequeña y oculta por el tórax; boca
succionante como ventosa o con mandíbulas

trit.uradoras en forma de dos sierras en


curvatura; vientre anillado o labrado en
cuadrículas o simplemente liso, en algunos
lleno de poros, en otros cubierto de púas.
Las ratas tenían los pelos mojados a los que
se hallaban adheridas partículas de excre-
mento que de cuando en cuando lamían.
como si acabaran de darse un festín en una
62

,
inmensa cloaca. Todas las bestias se des-
plazaban lentamente pero sin detenerse,
excepto las ratas que lo hacían con rapidez y
de trecho en trecho, como si desconfiaran de
.
algo desconocido; al reanudar" la marcha
lanzaban resoplidos como locomotoras que
arrancaran y un vaho pestilente emergía de
sus cuerpos.
Al advertir por su lado izquierdo un
zumbido cercano, el hombre se sobresaltó:
un insecto alado, de ojos incrustados,
avanzaba por la acera hacia él. Con la
esperanza de que la bestia no hubiera notado
su presencia, corrió y se sumergió en un
gran montículo de basura acumulada a tres
metros del borde de la acera. Desde tan ,

nauseabundo. cobertor, a punto de as-


63

fixiarse, oyó como en sordina -que el zumbido
se acercó, se detuvo frente al montículo,
permaneció ahí un rato y se alejó hasta que
dejó de oírlo. El hombre asomó los ojos.
examinó de punta a cabo la acera y comprobó
que el insecto había desaparecido. Entonces
sacó con ansiedad la cabeza .. respiró con
avidez y salió arrastrándose de entre la
removida pestilencia y se tendió de espaldas
I

I
en la acera. Con la respiración anhelante,
tragando grandes bocanadas de aire, sintió
recuperarse y decidió huir del lugar. A gatas
/

alcanzó la primera e~quina, desembocó en la


calle transversal y se irguió para echar a
correr. Pero en esa calle se dio con otras
bestias parecidas a las que había visto antes
y tuvo que ocultarse primero en una hoya-
64
da, luego en montículos de basura, después
tras el tronco de unps árboles y finalmente
entre la maleza de algunos jardines para
escapar de esa calle.
Así, valiéndose de propicios mon-
tículos de basura, maleza de jardines,
troncos de árboles y hoyos abandohados
hechos para algún trabajo en la calzada,
durante siete horas anduvo por diferentes
calles y supo que, sqlvo ·él, ya no existían
seres humanos y que una muchedumbre de
bestias poblaba la ciudad.
A las tres de la tarde, saliendo de una
estrecha y silenciosa callejuela, entró en una
calle ancha del centro de la ciudad. De
inmediato se dio cuenta de su error: en ella
había mayor cantidad de bestias de las que
65
había visto hast a entonces, como si hu-


bieran acudido a una feria. Con la rapidez
con . que su instinto se estaba acostum-
brando a impulsarlo para preservarle la vida,
el hombre levantó una gran plancha de
madera que se hallaba al nivel de la calzada,
muy cerca del borde de la acera; se introdujo
en el hoyo que había intuido, bajó a su nivel la
plancha ,y quedó fuera de la posibilidad de
ser visto. Entonces, tratando

de encontrar la
explicación a lo que estaba ocurriendo, re-
,

cardó. Recordó que hacía muchos años unos


hombres que sentían conmiseración y
querían . cambiar el mundo para que no
hubiera miseria, fueron perseguidos y casi
todos exterminados. Recordó que los demás
ciudadanos permanecieron indiferentes al
66
ideal de aquellos hombres, pero que el terror
sólo había comenzado.
Recordó, en efecto, que un día un

ciudadano que ayudó a, una anciana que


había resbalado en la calle, fue encarcelado y

no se , supo más de él; que cierta vez tor-


turaron en la cárcel a un ciudadano hasta
asesinarlo, porque había llevado de urgencia
a un hospital a un niño que había resultado
herido en un accidente de tránsito; que, en
fin, unos esposos no volvieron a ser vistos
desde el día en que dieron de comer a un
pobre ciudadano que había llegado a la
puerta pidiendo pan. El hombre recordó que
,

ante actos tan absurdos del poder, los


demás ciudadanos reaccionaron como se
reacciona cuando el terror debilita el espíritu:
67
·
empezaron a dar públicamente muestras de
sentimientos viles ante la desgracia ajena,
riéndose o permaneciendo impertérritos
como si tuvieran entablada la cara. Recordó
que con. el tiempo, a fuerza de actuar bajo el
terror, los ciudadanos se fueron acos-
tumbrando hasta que llegó el día en que
I

exterminaron en sí mismos todo calor de


bondad. "No me extraña, pues -se dijo el
hombre-, que ahora la repugnancia en ellos
esté a la vista".
La oscuridad se hizo más intensa en el
hoyo, y el hombre calculó que la luz de la
tarde empezaba a extinguirse. Entonces
pensó: "Una ciudad habitada solo por bestias
es una ciudad ya muerta. Pronto se exter-
minarán entre ellos".
68
Pero no se alegró.
Sintió una gran tristeza y se puso a
sollozar.

69
EL ULTIMO MARTES

Diez de la mañana. En casa de la an-


ciana Rosalbina un gato que dormita en el

suelo abre de pronto los ojos con vivacidad y


se yergue sobre las patas. Presa de agita-
ción se pone en marcha y atraviesa las ha-
bitaciones acelerando el paso, sale corrien-
do al huerto y de un envión trepa a la punta
de un tronco muy alto y reseco. Desde ahí
olfatea el viento que viene'del oeste y empie-
za a dar persistentes maullidos.
-Ya está llegando el pescado- comenta
70

,
doña Rosalbina desde una de las habitacio-
nes.
y los maullidos se hacen más inten-
sos, llegan hasta la vecindad, se oyen en los
confmes de la aldea silencios á y polvorienta
- -

y muy pronto asoman en la placita hom-


bres y mujeres a esperar. Media hora des-
pués entra a la aldea y se dirige hacia la pla-
cita una mujer sobre un asno cargado de
,

dos grandes cestas de pescados.


Esto sucedía solo los martes. Ahora el
asno
,
y la pescadera están todos los días en
la placita, doña Rosalbina en su lugar de
siempre, el gato en la punta del tronco y el
pueblo entero disperso dentro y fuera de la
-aldea, pero todos casi disueltos, petrifica-
dos y fundidos al suelo, desde el último
71
martes
- de la vida -del "mundo, hace inconta-
.

bIes siglos, cuando también sobre el sosiego


.
de esta humilde parte del planeta se abatió
ese fuego infernal que levantó luego sobre
los escombros un gigantesco cúmulo de gas
en fonna de hongo, poco antes de que todo
se sumiera en el silencio eterno.

72
HAMBRIENTOS

Un vagabundo se metió en una tripe-


ría y descaradamente robó un embutido.
Instigado por el hambre de muchos días,
empezó a devorarlo mientras corría, calle
abajo, seguido por los gritos del carnicero.
Pero el hambriento se atragantó, dio u n
traspié y su cuerpo, sin vida, llegó re botan -
do a la primera esquina.
Comentado el suceso en todo el pue-
blo' llegó a oídos de un rentista extraordina-
riamente rico y supersticioso, que vio en la
73
muerte un símbolo extraño: elllarnado ' del
vagabundo para no pasar hambre en la otra
vida. Entonces decidió, además de pagar los
funerales, complacer al infelii. Delante de la
tumba le dejó abundantes y variados pota-
jes.
Cuando la escasa concurrencia se
marchó del cementerio, el rentista dudó: le
pareció una herida para sus arcas el haber-
se excedido en la cantidad de alimentos.
Mortificado por esta idea, se propuso har-
\

tarse de lo que ahí había quedado. Lo prime-


ro que cogió fue una sazonada pierna de
cerdo que empezó a devorar resoplando. Pe-
ro con tan mala fortuna que 'se atragantó y
murió.

74
MUERTE Y CELEBRACION

Un individuo que atravesaba la calle


llevando bajo el brazo un cartapacio lleno de
papeles, fue literalmente aplastado por un
gigantesco camión tráiler. Entre papeles
desperdigados quedó un cadáver atrozmen-
te irreconocible.
Uno de los primeros transeúntes que
se acercaron al cadáver halló entre los des-
pajos un camet, que ' examinó y devolvió a
su lugar. Entonces, dirigiéndose a un amigo
que lo acompañaba, le dijo:
75
,

-Murió un alcahuete.
-¿Cómo lo -sabes? -le preguntó el otro.
-Porque según su carnet, este muerto
era el director del diario El Tiempo Podrido,
,
que como bien sabes es un periódico caver-
nario, adulón de los hambreadores yene-
,

migo de los pobres. Y aunque no hay duda


de que esa basura· seguirá imprimiéndose,
ahora hay un alcahuete menos en el país.
-Entonces vamos a celebrarlo con un
trago.
-Vamos.

76
VIOLENCIA

Un hombre de aspecto inofensivo vio


en la calle unos gendarmes maltratando sin
misericordia a unos hombres que exhibían
unos carteles de protesta. No pudiendo re-
sistir tan doloroso espectáculo, hizo lo que
muchos otros durante siglos habían hecho:
huyó aterrado y entró en un templo y se
puso a orar porque en el mundo no hubiera
violencia, sin darse cuenta de que la violen-

cia solo podía acabar el día en que a esta se
le descerrajara un certero balazo.

77

IA GUERRA HA MUERTO •

Reunidos en secreto, el rey y los prin-


cipales miembros de la nobleza de un país
acordaron apoderarse por la guerra de las

riquezas naturales de un país vecino. Igno-
raban que en ese momento el rey y los no-
bIes más influyentes del país vecino -quie-
nes nada sabían del acuerdo que se toma-
ba contra su territorio- decidían en secre-
to apoderarse por la guerra de" las riquezas
naturales del otro país. Durante los treinta
días que ~iguieron la soldadesca de uno y
78
otro rey se dio a reclutar hombres para for-
mar un ejército eficaz, arrancando de sus
,

hogares, entre súplicas, lágrimas y lamen-


tos de madres, a miles de jóvenes que en se-
guida pasaban a ser preparados para la
barbarie de las espadas, las lanzas, los ca-
ballos y las piedras. En cada país, tanto los
que habían acordado la guerra como los je-
fes de milicia no sospechaban que estos
preparativos se hacían en el país contrario.
Seis meses después el jefe general de
uno de los ejércitos exponía la estrategia

-ante los jefes a su mando y ordenaba que el


ejército se pusiera en marcha; entretanto, el
jefe.general del ejército adversario hacía lo
mismo. La estrategia era idéntica: se llega-
ría en secreto a la frontera, avanzando solo
79
de noche y en forma silenciosa, y durante el
,

día descansarían ocultos en los bosques.


Así, se invadiría por sorpresa el territorio
enemigo, se irían sometiendo a las comar-
cas y se llegaría a la ciudadela central donde
se daría una batalla ventajosa. Coincidente-
mente también, en cada ejército los jefes es-
taban seguros de que el suyo era el único
ejército que se movi1izaba.
Cuando los ejércitos llevaban diez
días de marcha sobre sus propios territo-
rios desde que habían salido de sus respec-
tivas ciudadelas centrales y aún les faltaban _
cinco días para alcanzar la frontera, ocu-
rrieron en el campamento de ambos los
mismos sucesos: luego de un momento de
tensión en el que grupos de soldados estu-
80
vieron yendo de lUlO a otro lado de las fIlas,
se envió a la ciudadela de origen lUl con tin - .
gente de mil hombres -la quinta parte de ca-
da ejército-, cuyo retorno al campamento
abarcó veintidós días. Al reanudarse la mar-
cha, los ejércitos aplicaron lUl cambio en la
estrategia que resultó siendo idéntico: la
distancia que faltaba para llegar a la fronte-
ra se cubrió avanzando bajo la luz del sol. Y
como la linea de frontera pasaba por el cen-
tro de una vasta llanura cuyos extremos' se
internaban en lUlO y otro país, ocurrió lo
.
que tenía que ocurrir: en cuanto asomaron
a la llanura, los ejércitos se avistaron. Pero
esa paralización repentina del ánimo y el in-
mediato mutismo ' que suelen producirse
ante la inesperada presencia de algo grave,
81
no se dieron. Al contrario, en los ejércitos se
alzaron al instante las voces, los que iban a

pie aceleraron el paso y los jinetes espolea-


ron sus cabalgaduras. Lanzados hacia el
inevitable encuentro, ahora se acercaban
como en estampida, cubriendo poco a poco
la extensión de la llanura. Cada bando pene-
tró al fin en las filas del otro. Pero entonces,
entre gritos de júbilo, los hombres se abra-
zaron mutuamente como si fueran herma-
nos que se encontraran después de mu-
chos años. Luego los ejércitos se apartaron
hasta dejar un gran claro en el centro
.
de la
llanura. Desde la retaguardia de cada ejérci-
to llegaron entonces al claro unas gigantes-
_ cas jaulas rodantes tiradas por caballos y
conducidas por unos hombres. En ellas se
82

hallaban encerrados los dos reyes, ' los
miembros de la nobleza y los jefes de mili-
cia. Hombres de uno y otro ejército los saca-
ron, les pusieron espadas en las manos, los
situaron frente a frente y les dijeron que
siendo amantes de la muerte tenían ahora
la oportunidad de matarse entre ellos si así
lo querían, que a nadie le interesaba el re-
sultado de esa contienda y que nunca más
debían retomar a los territorios que habían
habitado. En seguida los ejércitos, ya sin ar-
mas, emprendieron el regreso a sus hoga-
res. Se fueron en tonando sendas canciones

de elogio a la vida.
Los reyes, los miembros de la noble-
za y los jefes de milicia estaban demudados.
En el centro de la llanura, azotados por el
83.

viento, empezaba a asomarles en el rostro


esa deplorable transfiguración que es prelu-
dio dell1anto.
En la lejanía, a uno y otro lado de la
frontera, las voces multitudinarias de los
pueblos que se alejaban hacían retumbar
las montañas. ,

84
INDICE
Vigilia .................. " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " 5
Carroña " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " " 7
Espejismo " " " " " " " " " " ........ " .................... " .. " .. " .......... " ............ " .... " " "" .. " " " " " .. " ............ . 9
Coloquio ................ " ...... " " ............ " .......... " .. " .... " ........................ " ........ " " . " .. " .. " .... " " .... " .... .. 12
El hombre y el rey ...................... " " .. " ...... " ........ " ...... " .... " ...... " " " " ...... " .. " ...... " ........ 14
Hombres mirando un.cuadro .. " ........................ " .................................... " .. 17
Rogad a Dios por el señor Mendivil " " ...... " .. " .. " .. " .... " ..... " .......... " " 21
Historia insoportable .... ".......... "........ "........ ". "" . ". """ . "" . "" . "...... ".......... ". 28
Clave para regresar del espacio " .. " " .. " ........ " " ...... " .............................. . 34
Gente ............................ " .. " .................... " .......... " ................ " .............................................. " ...... . 37
De repúblicas y pedradas ....................................................................... 39
Plebiscito ....................................................................................................... 44
Contiendas ....................................................................................................... 46
Muñecos ..................................................................................................... . 48
Monólogo desde la cave a ........................................................ 51
Acoso ............................................................................. . .................................................. 53
4s razones de mis amigos ........................................................................ 55
El último hombre ................................................................................................... 59
El último martes ......................................................................................................... 70
Hambrientos ............................................................................................................... 73
Muerte y celebración .................................................................................... 75
Violencia ................................................................................................................................... 77
La guerra ha muerto ............................................................................................... 78

85
Tomando sus motivos en las fisuras
de una sociedad que nació resquebrajada y que por ello
mismo no puede ser el modelo de sociedad que el
hombre necesita para vivir con dignidad,
Historias para reunir a los hombres
es un libro en pro y en contra: en pro de ese vasto
sector doliente de la sociedad
-el sector de los que padecen miseria e injusticias-
y en contra de quienes se empeñan. con diligencia vil
o con indiferencia, en mantener ese gran dolor.
La necesidad del cambio de modelo se desprende
inevitablemente de los relatos.
con una dirección ideológica muy específica
que lleva la denuncia hacia una toma de posición.
En este sentido. este libro de
Gálvez Ronceros es un claro ejemplo de cómo el relato
literario. cuando se lo asume
con dignidad, es capaz de entregar un contenido
políUco. sin demedro de su naturaleza artistica.
Historias para reunir a los hombres
-que dentro de la producción narrativa del autor viene
a sumarse a sus dos libros anteriores:
Los ermitaños y Monólogo desde las tÚ1ieblas-
es una obra de insospechados personajes,
de extrañas situaciones, de formas
de resistencia al poder, de esclarecimientos
y ciertas utopías. pero también un libro de advertencia.
Constituye una imagen nueva dentro
de la narrativa peruana.

EDITORIAL EXTRAMUROS
Antonio Gálvez Ronceros

HISTOI~IAS
Tomando sus motivos en las fisuras
de una sociedad que nació resquebrajada y que por ello
mismo no puede ser el modelo de sociedad que el
hombre necesita para vivir con dignidad.

p. "REUNIR
Historias para reWlir a los hombres
es un libro en pro y en contra: en pro de ese vasto
sector doliente de la sociedad
-el sector de los que padecen miseria e injusticias-
y en contra de quienes se empeñan. con diligencia vil
o con indiferencia. en mantener ese gran dolor.
La necesidad del cambio de modelo se desprende
A LOS HOMBR·B:S
inevitablemente de los relatos.
con una dirección ideológica muy específica
que lleva la denuncia hacia una toma de posición.
En este sentido. este libro de
Gálvez Ronceros es un claro ejemplo de cómo el relato
literario. cuando se lo asume
con dignidad. es capaz de entregar un contenido
político. sin demedro de su naturaleza artística.
Historias para reunir a los hombres
-que dentro de la producción narrativa del autor viene
a sumarse a sus dos libros anteriores:
Los ermitaños y Monólogo desde las tinieblas-
es una obra de insospechados personajes.
de extrañas situaciones. de formas
de resistencia al poder. de esclarecimientos
y ciertas utopías. pero también un libro de advertencia.
Constituye una imagen nueva dentro
de la narrativa peruana.

EDITORIAL EXTRAMUROS

• EDITORIAL EXTRA'MUROS

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