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Operación Fénix
por Arthur Lepic*
La destrucción de la ciudad de Faluya por las fuerzas la coalición marca el punto a partir
del cual toda victoria militar de la campaña de contrainsurgencia se convierte de hecho
en una derrota política. El Pentágono reproduce, al más alto costo en vidas, los errores
que ya había cometido en Vietnam. La puesta en marcha de la altamente secreta
operación Fénix contra el Vietcong sirve hoy de modelo al Estado Mayor estadounidense
ante la resistencia coordinada por el partido Baas. A pesar de esta operación tardía, que
se desarrolló durante cinco años, Estados Unidos no pudo mantenerse en el sudeste
asiático. De la misma manera, la represión actual en Irak, aunque se aplique durante
varios años, no logrará permitir a la coalición una ocupación prolongada.
Esa era ya, en el pasado mes de julio, la conclusión de Scott Ritter [1], quien
trabajó durante diez años en contacto con el partido partido Baas como inspector
de la ONU en Irak, y, más recientemente, la del ex general y secretario de Estado
saliente Colin Powell, también veterano de Vietnam. Esta opinión lúcida se basa en
un hecho indiscutible en todo conflicto de baja intensidad de tipo contrainsurgente:
si los corazones y las mentes no se conquistan desde el primer momento, el poder
de fuego es inútil, aunque sea al cabo de años de conflicto.
Los acuerdos firmados en Ginebra en julio de 1954 habían divido Vietnam en dos
partes: Norte y Sur. Hanoi, la capital del Norte, se sometió en parte a los acuerdos
replegando sus tropas. Pero dejó en el terreno su infraestructura política
conformada por 3 000 cuadros políticos y 5 000 cuadros militares. Estos militantes
debían mantenerse en contacto con el pueblo y garantizar la existencia de un
gobierno comunista fantasma.
En aquella época, el gobierno títere de Ngo Dinh Diem daba poca importancia a las
actividades de la IVC en las aldeas del Sur, y prefería concentrarse en la
consolidación de su poder en Saigón para prevenir todo intento de golpe de
Estado. Asimismo, mientras que Saigón se preparaba contra una invasión militar
convencional proveniente del Norte, el FLN se infiltraba en el Sur por la
retaguardia. Sólo después de 1963 y de la muerte de Diem, la CIA retoma el
control de las operaciones políticas y militares, interesándose más por la situación
existente en las aldeas. Pero, es tarde ya puesto que la IVC logra recolectar
impuestos en cantidad suficiente como para poder adquirir armas, y esas armas le
permiten a su vez recolectar más impuestos. A pesar de tener todavía por delante
algunos momentos difíciles, la máquina guerrillera está en marcha ya.
En 1961, la guerrilla ha alcanzado una envergadura tal que el FLN actúa tanto en
el plano militar como en el político, y comienza a confrontar serios problemas
internos por no tener una línea política y no contar con una cantidad suficiente de
cuadros políticos. Para resolver esos problemas, Hanoi convierte la rama Sur del
Partido de los Trabajadores en Partido Revolucionario del Pueblo (PRP),
encargado de poner el FLN bajo la tutela de revolucionarios veteranos.
Precedentes subestimados
La población acababa así negándose a cooperar con las fuerzas ocupantes por
temor a las represalias posteriores de los guerrilleros. Además, el ejército francés
en Cochinchina dejaba a su paso una administración local que se encargaba del
mantenimiento de las carreteras así como de la construcción de hospitales y
escuelas, lo que representaba realmente un progreso a ojos de los autóctonos.
Las PRU son la punta de lanza del plan Fénix y trabajarán en conjunto con las
fuerzas especiales de la Marina de guerra estadounidense, los SEALS, a partir de
1968, en la realización de operaciones contra la IVC gracias a informaciones
recogidas a través de otros elementos del plan. Se forja así en Vietnam la
reputación de las Fuerzas Especiales, en la que tanto se ha inspirado Hollywood, y
la del plan Fénix como programa de asesinato de civiles (los cuadros de la
resistencia) a manos de militares (las PRU sudvietnamitas y los SEALS
estadounidenses).
Propuesto por la CIA y aceptado por el Estado Mayor en su conjunto, el plan que
comienza a desplegarse de forma progresiva a partir de julio de 1967 es, por
consiguiente, un ambicioso sistema de búsqueda y centralización de información,
con una capacidad de reacción militar rápida - más mesurada y específica que
masiva - a su disposición. Por el lado de la CIA, la concepción del programa es
responsabilidad de Robert Komer, quien llegó al final de la Segunda Guerra
Mundial como especialista del Medio Oriente en la CIA y pasó al National Security
Council antes de ser nombrado asistente especial del presidente Johnson en 1986,
con la misión de revitalizar la contrainsurgencia en Vietnam.
L’USAID, que venía organizando hasta entonces la pacificación con pocos medios,
juega un papel secundario. Del lado vietnamita, la policía nacional es incorporada
también a las tropas de elite PRU. El plan Fénix, bautizado en su fase inicial como
ICEX (siglas de Intelligence Coordination and Exploitation o Coordinación y
Explotación de Inteligencia), aparecía en lo alto de la pirámide bajo el mando del
ejército, pero tenía su propia cadena de mando. La clave era la libertad de acción
de los pequeños grupos distribuidos en los distritos, a menudo bajo la dirección de
un consejero Fénix de la CIA, y capaces de obtener rápidamente la intervención
del ejército regular sudvietnamita o de las tropas estadounidenses como refuerzos
para sus propias operaciones relámpago.
Para los occidentales, simboliza lo que renace de sus cenizas. Pero, detrás de la
ambigua imagen poética, se encontraba también la sórdida realidad de una gran
operación de contrainsurgencia a la que tanto se le ha reprochado la falta de
discernimiento en la importancia de sus objetivos, su brutalidad y, en general, su
falta de eficacia en la tarea de contrarrestar la hostilidad hacia una ocupación
extranjera injustificada. Esta última no hizo, al contrario, más que aumentar lo cual
explica el apresuramiento en dejar las responsabilidades en manos de los
vietnamitas, con el éxito que ya conocemos.
Una de las cartas de triunfo más importantes del plan Fénix fue su programa de
«conversión» de cuadros de la resistencia, llamado Chieu Hoi. A este programa se
debe un tercio de las «neutralizaciones» de miembros de la resistencia realizadas
en 1970, lo cual no incluía a las personas encarceladas por menos de un año.
Desgraciadamente, su eficacia era proporcional al nivel de infiltración y corrupción
de las fuerzas sudvietnamitas implicadas.
El hundimiento final
La ocupación del país por una administración militar con un sombrío pasado
colonial y, a la inversa, la imagen de libertadores de la que gozaban los miembros
de la resistencia desde su victoria contra Francia perjudicaron mucho las
ambiciones del plan Fénix desde su puesta en marcha. Los métodos arbitrarios del
régimen títere acabaron con la confianza de la población que vivía sometida a la
represión; el precio, en términos de estabilidad social, era demasiado alto y la
población tenía muy poco que ganar.
El proceso de revisión de Fénix, emprendido entre 1972 y 1975 para adaptar este
plan a una dirección enteramente vietnamita, no cambió prácticamente nada.
Como toda operación de contrainsurgencia en la que se espera someter a la
población, el plan Fénix habría tenido que comenzar desde las primeras
manifestaciones de la insurrección.
De manera retrospectiva, podría decirse que el plan Fénix era el método más
pragmático para lograr el control del país, propuesto por la CIA después de una
observación minuciosa de la realidad sobre el terreno y según las lecciones
aprendidas en Malasia o Indochina, pero demasiado tarde para que pudiera dar
resultados tangibles. Fue rechazado por la opinión pública estadounidense porque
implicaba tomar como blanco una resistencia bien organizada y, por consiguiente,
perfectamente inmersa en la población, o, como dijera Mao, «como un pez en el
agua», lo cual conducía inevitablemente a librar una guerra sucia. Mientras tanto,
en el bando opuesto, la resistencia podía identificar más fácilmente sus posibles
blancos, considerados como elementos no ligados a la población.
Engañado por sus propios agentes del Congreso Nacional iraquí, el Pentágono
creyó poder «iraquizar» rápidamente las fuerzas represivas y liberar a su propio
personal. Como en Vietnam, la resistencia ha priorizado la ejecución de
colaboradores (ataques sistemáticos a los locales de reclutamiento) antes que la
lucha contra el ocupante y ha roto toda posibilidad de establecer una dinámica
favorable a los estadounidenses, en caso de que tal posibilidad haya existido en
algún momento. Sólo al cabo de un año de errores militares, al que se sumaron
algunos meses más à causa de la campaña electoral, el presidente George W.
Bush ordenó la utilización de medios radicales. Demasiado tarde ya para esperar
imponerse en el país.
La causa principal de que este error se repita hay que buscarla en el auto-engaño
que ha llevado a los jefes militares a ver la realidad únicamente a través de su
propia propaganda, sin tener en cuenta los datos brindados por la inteligencia
militar. No era difícil saber que Saddam Hussein se había atribuido la autoría de
una novela que escenificaba una romanza con fondo de guerrilla. El había
preparado sicológicamente a su pueblo para esta situación. En el aspecto militar,
había abandonado la organización jerárquica que enseñaban los soviéticos para
adoptar la de los vietnamitas. Había organizado estructuras de resistencia en cada
comuna, confiando su dirección a jóvenes militantes baasistas y estableciendo así
una doble estructura partidista [5].
A partir de este momento, toda victoria militar sobre los insurgentes aparecerá
como una derrota política a los ojos de la población. La destrucción de Faluya no
será solamente un acto de barbarie sino que eliminará toda posibilidad de
retroceso y dejará a la Coalición sin esperanza alguna de mantener pacíficamente
su presencia en el país y, por consiguiente, de explotar su petróleo.
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Arthur Lepic
[1] «The Saddam-ist / Islamist Resistance Hill Win», por Scott Ritter, 24 de julio de
2004.
[2] Remitirse a la obra Ashes to ashes: The Phoenix Program and the Vietnam
War, por Dale Andrade, Lexington Books, para los detalles sobre el plan Fénix.
Diferentes documentos, como el manual de consejeros Fénix estadounidenses,
pueden ser consultados en el servidor de Memoryhole.org..
[5] Fuente: entrevistas con miembros del gobierno iraquí antes del inicio de las
hostilidades.