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Valenciana

Miguel Morey,
Pequeñas doctrinas
de la soledad
México, Sexto Piso,
2a ed., 2015.

No es lo que nos homologa en diación entre el ensayo, el pensa-


la normalidad lo que nos hace miento eminentemente filosófico
semejantes. Es porque estamos solos, y la literatura en Pequeñas doctrinas
porque la noche reina, y porque de la soledad, texto preparado ex-
no sabemos, por lo que le cabe al presamente para el lector mexica-
hombre mirarse en los ojos de otro no. Como resumen podría decirse
hombre como en un espejo. que Morey en esta obra advierte
que pocos son aquellos que viven
Miguel Morey como piensan y piensan porque
viven, lo que junto con Nietzsche
Aparte de sus reconocidos trabajos es a la vez una discrepancia para
como comentarista de Foucault con los filósofos que ejemplifica la
con el que participó directamente dificultad de hacer concordar algo
en la escritura de su tesis doctoral que, evidentemente, es inabarcable
y reconocido traductor del propio –la vida– con un esfuerzo que, en
Foucault, Deleuze y Colli; Miguel comparación, no es más que una
Morey –autor de El Orden de los sombra, el pensamiento. O quizás
acontecimientos (1988), Deseo de al pensamiento se le debería de
ser piel roja (1994, Premio Anagra- equiparar con una luz, pero una
ma de Ensayo) y Hotel Finisterre que así como ilumina, si se ve di-
(2011)– asalta de nuevo una me- rectamente, enceguece –esto no es

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Reseñas

una referencia al famoso mito de su noción de meta filosófica y la


Platón sino al propio Nietzsche–, causa eficiente del pensamiento. Si
una luz que por más que alcance se opta por la expresión “poner en
a iluminar algo siempre es mucho juego” para explicar lo que hace el
más lo que vela tras de sí. filósofo catalán en esta obra, sim-
En uno de los más bellos textos ple y llanamente, explicita cómo
que componen este libro –“Del au- producir el movimiento y el fin
tor”– el barcelonés enuncia las tres del pensamiento. Directamente se
influencias más importantes en su opera en el sentido de lo expresa-
aprendizaje filosófico: Platón y su do, si consideramos que el campo
mejor lector, Plotino; Kant con la de juego de la filosofía subsiste en
corte de sus mejores críticos, desde el lenguaje, Morey no ordena el
Schopenhauer hasta Benjamin, y lenguaje, se dedica a transitar por
una rama contemporánea, Deleuze, él, para (como en una de sus re-
Foucault, Colli y Zambrano. Si és- cursivas imágenes, sirviéndose del
tas son series comunicantes, lo son, último aforismo de Aurora) ser un
según él, sólo porque Nietzsche pájaro que vuela mar adentro sin
también está ahí como bisagra. Al hallar nada en el horizonte hasta
venir de ahí, no es difícil ver cómo que las fuerzas lo abandonan y cae
y por qué Morey se adueña de esa feliz por saber que otros pájaros no
sentencia del alemán que Deleuze sólo volarán en su misma dirección
hiciera famosa en su monográfico sino que puede haberlos guiado
sobre el pensador intempestivo: “la hasta una caída más lejana, o tal
filosofía sirve para entristecer. Una vez, sólo el valor de continuar tras
filosofía que no entristece ni con- Finisterra.
traría a nadie no es filosofía. Sirve La errancia de un texto a otro
para detestar la estupidez, hace de a lo largo de la obra debe tomar-
la estupidez una cosa vergonzosa. se como una resistencia frente a la
Sólo tiene este uso: denunciar la ba- usual reivindicación del valor in-
jeza del pensamiento en todas sus temporal del saber. Pequeñas doc-
formas” (Deleuze, 1993: 149). trinas trata de restaurar lo digno de
En Pequeñas doctrinas de la sole- la experiencia de lo que nos pasa, el
dad, Miguel Morey pone en juego valor de la propia experiencia de lo
permanentemente dos cuestiones circundante. El fin de la filosofía
que pueden ser rastreadas, a saber: en su ser propio será aquí la pura

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experiencia, precisamente este es el cicio a contrapelo, una exposición


motivo de recurrir a obras litera- de la “soledad literata”. En efecto,
rias o ensayísticas, pues manifies- de eso trata su obra, “de la soledad
tan y explotan en su producción del leer y de la soledad del escribir,
algo que la propia filosofía olvida del leer y el escribir como modos
a veces: la representación conlleva mayores de interrogar la propia so-
en sí misma experiencia. ledad” (26). Porque el autor no es
Tal vez se pueda formar el lector ningún moralista anodino –véase la
una visión de lo que puede esperarle reiterativa alusión al genio de Des-
tras las páginas de este libro con la cartes que, sin embargo, en cuanto
otra clave que Morey señala perma- a estos temas, no pudo proponer
nentemente, lo que nosotros hemos nada más brillante que su “moral
tenido a bien llamar aquí la causa provisional”, es decir, para evitar
eficiente del pensamiento. Enten- andar errantes y en el error, mejor
demos que podemos orientar bre- caminar en línea recta– y a este res-
vemente esta causa por tres caminos pecto hay que tener en mente los
en Pequeñas doctrinas de la soledad. dos importantes pasajes en la Ética
Primero, de forma inevitable el de Spinoza en los que se hace refe-
pensar siempre da comienzo en un rencia a la moral –V, PIV, Escolio:
alguien y las circunstancias que lo “la naturaleza humana está dispues-
rodean y, con ello, un sujeto al que ta de tal manera que cada cual ape-
le habla su conciencia. Al igual que tece que los demás vivan conforme
un náufrago entre las olas nos deja a su propia índole”, o la diferencia
poner en claro que la circunstancia entre ambición y la “virtud llamada
de mantenerse a flote es en ese mo- moralidad”–. La apuesta filosófi-
mento más importante que el yo, ca, predominantemente moral, de
el sumergirse en la experiencia ha- Morey en este libro es por una for-
blada de la conciencia convierte esa ma de leer y de hacerse uno mismo
circunstancia en el verdadero cogito, leyéndose –el ensayo como forma
el sujeto siempre es efecto de una de resistencia, “el compromiso de
situación. Morey no tiene la ab- dar qué pensar” (248)– o lo que es
surda pretensión de buscar figuras lo mismo: “la filosofía es también
nuevas de la subjetividad, sino que una praxis: el pensamiento es algo
apunta hacia procesos de subjetiva- que sucede, una experiencia activa
ción creativos. Es entonces un ejer- dotada de una gran fuerza disipati-

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Reseñas

va, que transforma a la vez aquello cación. Pero, se puede decir sin
que se piensa y el sujeto mismo que dudas, este proceso no es ninguna
lo piensa” (263). La necesaria eluci- Consolación por la filosofía. El lec-
dación de este “leerse uno mismo” tor no es solamente una figura qui-
nos lleva a nuestro segundo paso so- jotesca que, como un Ignatius Rei-
bre que requiera el pensar-se. lly en contra de toda La conjura de
La soledad propia, de aquel que los necios, encuentre en la lectura
empieza a pensar totalmente vacío, consolación alguna, o peor aún, la
tiene a lo largo del libro una condi- locura. Porque escribir es también
ción particular por la que no solo saber leer –“¿Qué es preferible: leer
es experiencia singular sino que un libro dos veces o leer dos libros?
puede ser transmitida a otros, ese ¿Vale la pena leer una sola vez un
es precisamente el poder compar- libro que no merece ser leído dos
tido en el envés de la escritura y la veces?” (433). Saber leer es, antes
lectura. En el sujeto actual, aquel que nada, leer en uno mismo, di-
que piensa está sujeto a ser un al- jimos. El Quijote es una vez más
guien que lee y, por defecto, ejerce referencia aquí. Es con él que se
una racionalidad discursiva, escribe puede marcar cabalmente el inicio
en su cabeza. ¿Qué aporta pensar de esta nueva forma de lectura –
en el que escribe o en el que lee? sin lugar a dudas un momento que
Morey trata de profundizar propicia la propagación del uso de
en el cambio que supone tras la la imprenta, a la desterritorializa-
Modernidad, el ámbito de expe- ción le seguirá el arma, “las armas
riencia novedoso que ocurre en la y las herramientas son consecuen-
modificación de la alianza entre las cias, nada más que consecuencias”
palabras y las cosas. Tal experien- (Deleuze y Guattari, 1987: 398)–;
cia tiene cierta forma de paradoja; por eso, este libro es una herra-
aquel que escribe, se dispone sólo mienta para pensar y un arma
ante una página en blanco, es un frente al enemigo, el pensamiento
acto en soledad, pero a la vez esa instrumentalizado del cálculo, de
soledad expresada engendra un lo posible como verdad. Morey,
motor de sentido para otros. Al aun cuando comparte con Deleuze
mismo tiempo el lector se apresta la opinión de que “la filosofía no
a buscar la requerida soledad para sirve ni al Estado, ni a la Iglesia”,
enfrentar el texto, pura comuni- pone las miras en su propuesta

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filosófica en raíces profundas, no es la piedra de toque de toda la


personales ciertamente, pero sí obra, una defensa de aquello que
muy interiores. Su preocupación se escribió una vez en el frontón
está en la escritura, en la produc- del templo de Apolo en Delfos:
ción de escritura como un ejercicio conócete a ti mismo. Contraste no-
de y en la soledad, como una de- table con el discurso abotargado
fensa de “la soledad en que se está” e ilegible de los periodistas y los
(Zambrano apud Morey, 2015: profesores de filosofía; es decir,
26). Morey, a lo largo de su libro, respectivamente, un contraste con
retoma esta apología, también este el buen sentido, de lo que se tiene
ataque, y no titubea en extraer de que opinar acerca de lo que hoy
ahí la fuerza de su pensamiento. pensamos, y con el sentido común,
Teniendo en cuenta el primer de lo que se opina sobre lo que ya
camino que indicamos como in- ha sido pensado.
tención: el sujeto sólo, haciéndose Pocos conceptos y bien usa-
en lo que le habla dentro de sí, y dos, diría el doctor Morey durante
el segundo camino, el específico su última visita a México en una
de nuestra época post-ilustrada, conversación privada. Sí, pero, al
en la que la soledad del hombre se mismo tiempo, también una invi-
refleja en la página en blanco escri- tación para “abrir una puerta en el
biéndose. No nos queda más que pensamiento del lector que le con-
referir brevemente cuál es el poder duzca hacia una experiencia de co-
de esta soledad. Este acto intersub- nocimiento que tan sólo el lector
jetivo de la soledad es el arma que puede hacer, y cada lector la suya.
Morey utiliza ante la individua- Tal como en una buena conversa-
lidad moderna o post-moderna ción” (264). Eso es precisamente
que ostenta frívolamente al sujeto hacer una pequeña doctrina de la
siempre como un sujeto que se soledad.
siente egoístamente especial. Ante
esto, la soledad que nos acompaña Jesús Ruiz Pozo y
siempre susurra burlonamente por Josemaría Moreno González
debajo: especial si… como todos los Universidad de Guanajuato
demás. Sin embargo, lo único sólo
se presenta en la soledad compar-
tida de cada uno. Esa experiencia

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