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CAMINAR

CON
DIOS
Pedro Pablo Fuentes
Caminar con Dios : Moisés y los jueces. - 1a ed.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Sembrar Ediciones Cristianas,
2017.
256 p. ; 20 x 14 cm.
ISBN 978-987-28429-4-9

1. Estudios Bíblicos. I. Título.


CDD 220.6

© 2017 Pedro Fuentes


Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción parcial o total
de esta obra sin la autorización previa de los editores.

Sembrar Ediciones
sembrarediciones.com.ar
Impreso en Argentina

Corrección literaria: Natalia Fuentes


Diseño de cubierta e interior: Lucas Fuentes
Esas cosas les sucedieron a ellos como ejemplo para nosotros.
Se pusieron por escrito para que nos sirvan de enseñanza...
1ra Co. 10:11
DÍA 1

TODO CAMBIA
“Tiempo después, subió al poder de Egipto un nuevo rey
que no conocía nada de José ni de sus hechos.”
Éxodo 1:8

Al terminar la lectura del libro de Génesis, dejamos a la familia de


José, un grupo de setenta personas, siendo recibida por el mismo
faraón de Egipto. Este grupo de recién llegados recibió muchos
beneficios; desde la bienvenida que la corte le dio, hasta el lugar
privilegiado de la tierra de Gosen, donde pudieron establecerse.
En esa hermosa pradera, los israelitas desarrollaron su actividad
como ganaderos y agricultores. Todos ellos prosperaron y se
multiplicaron. Años más tarde, murió José y también el faraón; así
fueron pasando las generaciones hasta que, cuatro siglos más tarde,
poco y nada se sabía del origen de este pueblo que, viviendo en
medio de Egipto, nunca se mezcló con los egipcios. El historiador
Flavio Josefo corrobora esta idea cuando dice: “Llegaron a Egipto
no más de setenta almas, mientras que vosotros sois ahora más
de seiscientos mil”. Todo parecía ir muy bien, pero no fue así, las
cosas cambiaron y se complicaron bastante para los israelitas. El
relato del drama que comenzó a vivir el pueblo de Dios queda
definido en esta frase: “Tiempo después, subió al poder de Egipto
un nuevo rey que no conocía nada de José ni de sus hechos”. Aquí
hay algunas lecciones que debemos aprender:

El tiempo cambia - “Tiempo después”


Solemos acostumbrarnos con mucha facilidad a los “buenos
tiempos” y creemos que serán para siempre. En ocasiones no
los valoramos ni le agradecemos a Dios por el lindo tiempo de
bonanza que nos permite vivir. Salomón decía: “En el día del bien,
goza del bien” Eclesiastés 7:14, es bueno disfrutar de lo hermoso
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de la vida, pero es importante vivir concientes de que lo único
perdurable es Dios. Esto nos permitirá caminar seguros y no
dependiendo de las circunstancias favorables que nos toque vivir.
La Biblia dice: “Todo lo bueno y perfecto desciende a nosotros de
parte de Dios… Él nunca cambia ni varía como una sombra en
movimiento” Santiago 1:17

El poder cambia - “Un nuevo rey”


Las personas que ostentan el poder suelen creer que lo tendrán
para siempre, pero el poder es temporal y le pertenece a Dios.
Los que hoy mandan, mañana pueden no mandar, por esta razón
no debemos hacer caso al consejo que el viejo Vizcacha da en el
Martín Fierro: “Hacete amigo del juez, no le des de qué quejarse…
pues siempre es bueno tener, palenque donde rascarse”. El poder
le pertenece a Dios y él se lo da a quien quiere. El profeta Daniel
decía: “Dios pone reyes y saca reyes” Daniel 2:21
Si alguna vez se nos concede tener poder de mando, debemos
orar al Señor para utilizarlo siempre para bendecir a los demás y
nunca para sacar beneficios personales.

El reconocimiento cambia - “No conocía nada de José”


Después de cuatrocientos años, en la corte nadie se acordaba
de José y de los beneficios que este le había traído al imperio
egipcio. Así puede suceder con nosotros y no es necesario que
pasen siglos. Las personas nos olvidamos con mucha facilidad
de los beneficios recibidos y de quienes nos ayudaron. Podemos
vivir confiados porque Dios sí tiene memoria: “Porque Dios es
justo, y no olvidará lo que ustedes han hecho y el amor que le
han mostrado al ayudar a los del pueblo santo, como aún lo están
haciendo.” Hebreos 6:10

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DÍA 2

PRIMERO DIOS
“Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto,
sino que preservaron la vida a los niños.”
Éxodo 1:17

Cuando el faraón observó que los israelitas se multiplicaban


de manera exponencial, el monarca —influenciado por sus
consejeros— decidió mandar a matar a todos los niños varones
al nacer. Para lograr ese objetivo, llamó a las parteras y les dio
indicaciones precisas de dejar vivir únicamente a las mujeres; así,
se iría exterminando la raza hebrea. El plan, bien macabro, parecía
muy eficaz para lograr el control de la natalidad y librarse de la
posible sublevación del pueblo de Dios. La actitud de las parteras
salvando a los niños hebreos nos permite ver algunas verdades
que necesitamos reavivar.

El principio - “Preservaron la vida a los niños”


Dios es el dador de la vida y nunca ha dejado en manos de los
hombres que dispongan de quién vive o quién muere. La vida del
hombre sobre la tierra no es igual a la de los animales, el hombre
tiene sentido de trascendencia, así lo dice el sabio Salomón: “Todo
lo hizo hermoso en su tiempo; y puso eternidad en el corazón de
ellos” Eclesiastés 3:11. Salvar la vida humana es una ley divina,
Dios nunca aprobará el homicidio y estas parteras se pusieron del
lado de Dios.

El peligro - “No hicieron como les mandó el rey de Egipto”


En muchas ocasiones, por cumplir un principio divino tendremos
que arriesgar algo de nosotros. Las parteras arriesgaron sus
propias vidas; nosotros tendremos que estar dispuestos a arriesgar
nuestro prestigio, posesiones, lugares de privilegios, incluso
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algún cargo, pero nada vale más que obedecer los mandatos del
Señor. La sociedad en la que vivimos tiene mandatos y normas
que espera que cumplamos, debemos saber diferenciar aquellas
que transgreden los principios divinos y estar dispuestos a
desobedecerlas en pos de agradar a Dios. Así lo expresó el apóstol
Pablo cuando dijo: “No se conformen a las reglas de este mundo”
Romanos 12:2

El plan - “Las parteras temieron a Dios”


Dios tenía grandes planes para el pueblo de Israel, el mismo día
que llamó a Abraham le declaró que serían una nación grande y
que a través de su descendencia vendría aquel que bendeciría a
todas las naciones de la tierra. El deseo del faraón era consolidar
su plan de imperio fuerte e invencible, y para ello quiso interferir
en el de Dios. El plan de Satanás era consolidar su reino de las
tinieblas e intervenir en el plan redentor de Dios para toda la
humanidad. Ninguno de los dos prosperó porque Dios sigue
siendo Dios y nada ni nadie puede interponerse en sus planes.
Las parteras decidieron formar parte del plan de Dios. Nosotros
también podemos decidir si queremos ser parte de los planes de
Dios y participar en ellos. La condición para integrar el equipo
de Dios es tener ese temor reverente que mostraron las parteras
y someternos a la voluntad soberana de Dios, aceptando sus
demandas y obedeciendo sus principios. El apóstol Juan nos
recuerda: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre.” 1ª Juan 2:17

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DÍA 3

PROSPERIDAD DE ARRIBA
“ Y como las parteras tuvieron temor de Dios,
él hizo que sus familias prosperaran.”
Éxodo 1:21

El temor al Señor libra de errores


Suele confundirse el temor al Señor con el miedo a su castigo y no
es esta la idea que nos transmite la Biblia. Cuando alguien hace
algo o deja de hacerlo por miedo es porque está obligado, cautivo
e imposibilitado de utilizar su libertad. La obediencia a Dios
debe ser voluntaria y como resultado del amor y el respeto que
le tenemos. Quien obedezca a Dios por obligación no conoce al
Dios de la Biblia, él siempre respetará nuestra voluntad. Cuando
desobedecemos su voluntad, debemos saber que sufriremos las
consecuencias, como le sucedió al hijo pródigo en la parábola que
nos contó Jesús, donde los resultados de su desobediencia fueron
muy malos. Recordemos que el padre de la historia no obligó a su
hijo a quedarse en casa, sino que lo dejó en libertad.
Las parteras respetaron a Dios y sus principios y por ello
desobedecieron al faraón y obedecieron a Dios. El temor al Señor
nos permite evitar desviarnos de lo que sabemos que está bien,
de lo que Dios aprueba y nos ayuda a no transitar el camino del
mal. Así le sucedió a José cuando tuvo que elegir entre satisfacer
sus instintos naturales y agradar a Dios. Él, frente a la tentación
sexual, dijo: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría
contra Dios?” Génesis 39:9. Quien teme al Señor está preocupado
por no desagradarle y por ello está dispuesto a comportarse de
determinada manera. Las parteras no accedieron a quitarle la
vida a los bebés porque no querían desagradar a Dios y esto las
libró de cometer homicidio. De cuántos males seremos librados
si vivimos con un santo temor a Dios, esto nos protegerá de los
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caminos perversos que nos propone nuestro adversario el diablo.
También seremos librados de nuestras bajezas y debilidades
a las que únicamente podemos vencer con el poder concedido
por Dios a aquellos que le temen, recordemos que: “El ángel de
Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.”
Salmos 34:7

La aprobación de Dios incluye prosperidad


Todos deseamos prosperar y que nos vaya bien en la vida y Dios
lo sabe, por ello debiéramos tomar nota de este texto. La conducta
de estas mujeres fue aprobada por Dios, y esta conducta era la
consecuencia de su temor reverente a los principios del Señor. Lo
que nos dice el texto es que Dios estuvo de acuerdo con lo que
ellas hicieron: estuvieron dispuestas a desobedecer al faraón por
obedecer a Dios. Estas parteras arriesgaron sus vidas por hacer
la voluntad de Dios y él lo tomó en cuenta. Nunca quedará en el
olvido nuestra manera de proceder si actuamos bajo el temor a
Dios. Dice el cantante Jesús Adrián Romero: “Y yo que pensaba
que habías olvidado / todas esas cosas que algún día te pedí /
todas las canciones que un día te escribí / Y me he dado cuenta
/ que han estado allí / haciendo memoria delante de ti / No te
has olvidado de lo que escribí”. El camino de la prosperidad,
según este relato, no es orar por ella, sino seguir el recorrido que
este grupo de mujeres hizo para alcanzarlo. Primero tuvieron un
profundo temor y respeto a las demandas de Dios, luego llevaron a
la práctica conductas que eran las correctas y finalmente tuvieron
la convicción de que Dios se agradaba. Como resultado fueron
prosperadas. Así sucederá también con nosotros.

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DÍA 4

ESPERANDO UN MILAGRO
“Como no pudo esconderlo más tiempo, tomó un cesto de juncos, lo calafateó con brea
y asfalto, colocó allí al niño, y lo dejó en un carrizal a la orilla del río.”
Éxodo 2:3

Las amenazas del faraón eran muy firmes y este matrimonio no


estaba dispuesto a sacrificar a su pequeño bebé. Así que resolvieron
cuidarlo a escondidas de las autoridades. El tiempo pasaba y el
niño crecía, cada vez se hacía más difícil mantenerlo en secreto,
hasta que finalmente se dieron cuenta de que era imposible seguir
ocultándolo. Esto llevó al matrimonio a pensar en dejarlo en un
lugar muy particular, en el río, esperando que sea Dios quien lo
salvara de la muerte sentenciada por el imperio.

Planes agotados
En muchas ocasiones nos encontramos en situaciones muy
parecidas a la de estos padres. Como ellos, perseguimos sanos
objetivos, tenemos grandes expectativas, pero nuestros planes se
frustran. En ocasiones pensamos que Dios no está de nuestro
lado y nos invade una gran desilusión. Este es el momento en
que debemos recordar las palabras del profeta: “Porque yo sé muy
bien los planes que tengo para ustedes, afirma el Señor, planes
de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una
esperanza” Jeremías 29:11. Cuando todo parece fracasar, Dios
no ha fracasado y sus planes siguen firmes para bendecirnos y
encaminarnos a buen puerto.

Confiados en los planes de Dios


Estos padres fueron muy ingeniosos y pusieron a prueba su fe al
decidir preparar un pequeño canasto y dejar al niño allí adentro
en medio del río. Todo parecía demasiado riesgoso y alocado. Así
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es como suele suceder con la fe. Los racionalistas siempre nos
acusarán de ingenuos y no aceptarán el riesgo de la fe. Los padres
de Moisés habían arriesgado tres meses y lo seguirían haciendo:
“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres
por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el
decreto del rey.” Hebreos 11:23

Preparando el moisés
Este fue probablemente el primer canasto fabricado para cuidar a
un niño al que nosotros llamamos “moisés”. Los egipcios llaman
‘mo’ al agua, y ‘uses’ a lo que es salvado de ella; uniendo las dos
palabras, formaron el nombre que le dieron al niño: Moisés.
Además de tejer un hermoso canasto en el que el niño pudiera
estar cómodo, le hicieron lo mismo que el antiguo Noé había
hecho con el arca, lo calafatearon por dentro. Los padres no podían
librarlo de la amenaza de los egipcios, tampoco de las corrientes
del Nilo, pero sí podían prepararle un buen moisés. Debían cuidar
que el agua no entrara en la canastilla y que estuviera protegido
del frío y de la humedad. Hicieron lo que ellos podían hacer y
todo lo demás lo dejaron en las manos de Dios. Esto es lo que
espera el Señor de nosotros, que hagamos lo que está al alcance
de nuestras fuerzas y que el resto se lo confiemos a él. Dios salvó
la vida del gran Moisés porque sus planes nunca fracasan y nada
ni nadie podrá interferirlos. Ese es nuestro Dios y en él podemos
confiar, como lo hicieron los padres del pequeño niño, quien sería
luego el gran siervo de Dios.

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DÍA 5

YO LO PAGARÉ
“ Y la hija del faraón le dijo: ‘Llévate a este niño y críalo por mí. Yo te pagaré por
hacerlo.’ La mujer tomó entonces al niño y lo crió.”
Éxodo 2:9

Ignorancia de la hija del faraón


Esta mujer, la hija del faraón, nunca imaginó que sería la madre
sustituta del gran líder del pueblo de Dios. Ella no era una mujer
temerosa de Jehová, no tenía noción de los patriarcas hebreos, ni
de las promesas de Dios dadas al pueblo de Israel. Dios avanza
en el cumplimiento de sus planes y utiliza a quien él quiere para
concretar sus propósitos. Así lo hizo siglos después con hombres
como el rey Asuero o Ciro el persa y otros más a quienes Dios
usó para bendecir a su pueblo. Así es Dios, a veces comprendemos
su manera de hacer las cosas y otras no, pero siempre quedamos
asombrados de sus formas de actuar en bendición de los suyos.
Las palabras de esta mujer a la verdadera madre del niño, “yo te
pagaré por hacerlo”, muestran su ignorancia de la situación y nos
permiten ver a Dios llevando adelante sus planes.

Inocencia del niño


Moisés era apenas un bebé de tres meses y nada sabía de lo
que estaba sucediendo con su vida ni de las circunstancias que
rodeaban sus primeros días de existencia. Todo su futuro dependía
de las decisiones que los adultos tomaran sobre él. Corría riesgo
su vida, y en medio del Nilo se debatía el futuro de un inocente
niño en quien Dios había puesto sus ojos como futuro siervo. Si
hubiera estado allí, el gran rey David podría haberle cantado el
poema que escribió siglos después: “Detrás y delante me rodeaste
y sobre mí pusiste tu mano.” Salmos 139:5
El niño fue guardado de morir como tantos otros, luego fue
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librado de las aguas y ahora es recogido por la misma corte del
faraón de Egipto para recibir un cuidado especial y todo el cariño
de su propia madre.

Ingenio bien utilizado


Los verdaderos padres de Moisés no tenían posesiones económicas,
no pertenecían a una clase social acomodada, su educación
era mínima, pero tenían lo que una familia necesita para criar
a sus hijos: temor de Dios. Fue ese temor y deseos de agradar
a Dios que los llevó a utilizar lo que sí tenían, su imaginación.
El matrimonio no tenía forma de librar a su pequeño hijo de
las manos del imperio, pero sí pudieron construir un pequeño
canasto y buscar el lugar más apropiado para dejar al niño en
las aguas del Nilo. Dios se encargó del resto, porque él siempre
nos bendice cuando utilizamos todo lo que tenemos para hacer
su voluntad. Años más tarde, cuando el Señor llamó a Moisés
para cumplir la gran misión de liberar a su pueblo, le hizo una
sencilla pregunta: ¿Qué tienes en tu mano? Lo único que tenía
Moisés era una vara, y fue eso de lo que Dios se valió para hacer
la gran obra de liberación de todo el pueblo de Israel. Los padres
de Moisés hicieron la voluntad de Dios. Cuando cumplimos los
planes de Dios, hasta nuestros adversarios nos terminan haciendo
el bien, como dice Salomón: “Cuando los caminos del hombre
son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con
él.” Proverbios 16:7

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DÍA 6

HUIR POR APURADO


“ Y aquél respondió: ‘¿Quién te ha puesto a ti como nuestro príncipe y juez? ¿Acaso
piensas matarme, como mataste al egipcio?’ Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo:
‘Ciertamente esto ya ha sido descubierto.’” Éxodo 2:14

No podemos acusar a Moisés de atropellado a la hora de


intervenir, pero tampoco podemos ignorar que actuó a destiempo.
Aún no había llegado la hora de Dios para que comenzara su
tarea, pero él no pudo esperar. Es difícil para un líder como
Moisés quedarse con las manos quietas frente a una situación de
conflicto. Reflexionemos sobre algunos aspectos de su proceder.

Ansioso por empezar


Posiblemente Moisés ya sabía que era hebreo y le fastidiaba
mucho la situación en la que vivía su pueblo. Su verdadera madre
debe haberle contado la historia de sus antepasados y, siendo niño,
debe haber disfrutado de las historias de Abraham, Isaac y Jacob.
Cómo debe haberle cautivado la singular historia de José y el
conocer el lugar que llegó a ocupar en la corte de faraón y cuánto
fastidio debe haber experimentado al observar el maltrato al que
estaban expuestos sus hermanos ahora. El deseo de ayudar a los
israelitas lo embargó de tal manera que la ansiedad lo dominó y
fue en ese estado interior que decidió actuar. Quizás debió tener
en cuenta el principio que siglos más tarde escribió uno de los
seguidores de Jesús: “Echando toda la ansiedad sobre él, porque
él tiene cuidado de ustedes” 1ª Pedro 5:7. Debemos recordar que
cuando dejamos nuestra preocupación y ansiedad en las manos de
Dios, él se encarga y nos proporciona su paz para que podamos
enfrentar cualquier circunstancia, sin importar lo difícil que sea.

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Apurado por actuar
El relato bíblico nos dice que Moisés un día salió a caminar
y encontró a un egipcio maltratando a un hermano hebreo, él
intervino para defenderlo de manera violenta y dio muerte
al egipcio y lo enterró. Cuando Moisés mató al egipcio que
maltrataba al hombre hebreo y lo escondió, creyó que este era el
mejor camino para ayudar. Al día siguiente, intentó intervenir en
el conflicto entre dos israelitas y es allí donde tomó conciencia de
que estaba actuando sin el aval de Dios. Así lo explica Esteban
en su discurso al referirse a Moisés: “Pero él pensaba que sus
hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano
suya; mas ellos no lo habían entendido así” Hechos 7:25. Creer
que Dios nos pide que hagamos algo no significa que nos lo
haya pedido. Debemos aprender a diferenciar lo que nosotros
queremos, lo que la gente quiere y lo que realmente Dios quiere
que hagamos.
Moisés tuvo que huir de la presencia de faraón. El relato bíblico
no nos da más detalles de esto. El historiador Flavio Josefo nos
dice que el faraón hacía tiempo que estaba buscando alguna
excusa para dar muerte a este príncipe hebreo y esta era la excusa
perfecta. Lo que nosotros sabemos es que Dios tenía planes
muy particulares para formar a su siervo. Lo llevó al desierto y
por cuarenta años trabajó en su carácter, de manera que cuando
Dios decidió regresarlo a Egipto para que cumpliera su voluntad,
Moisés tenía un carácter manso y sereno. Estaba dispuesto a
hacer lo que Dios le pidiera y en el tiempo que se lo pidiera, así es
como él obra con nosotros también.

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DÍA 7

DIOS RECONOCE A LOS SUYOS


“ Y cuando Dios oyó sus gemidos, se acordó de su pacto con Abrahán, Isaac y Jacob.
Entonces Dios miró a los hijos de Israel, y los reconoció.”
Éxodo 2:24-25

Mientras Moisés vivía y se preparaba en el desierto, pasaron


cuarenta años en los que el pueblo se multiplicó viviendo como
esclavo de los egipcios. El faraón los utilizó para que construyeran
edificios y grandes palacios, posiblemente muchas de las
pirámides que conocemos hayan sido construidas con la mano
de obra esclava de los israelitas. La esclavitud es desagradable en
cualquier forma que se presente, pero la forma en que los egipcios
trataban a sus esclavos era la peor. El pueblo de Dios sufría por
la situación de aflicción que estaba pasando. El relato bíblico nos
dice que Dios intervino.

“Oyó”
Muchas veces vivimos experiencias en las que pareciera que
Dios no nos está teniendo en cuenta. Como suele decir la
gente: “Parece que Dios está mirando para otro lado”. Pero esto
no es así, Dios está atento a la vida de sus hijos y nunca dejará
de atendernos. Cuando los planes que hicimos no nos salen
como esperábamos, cuando nos suceden imprevistos en la
salud o en los negocios o cuando se cometen injusticias contra
nosotros, tenemos esa sensación de que nadie escucha nuestro
reclamo. El gran rey David vivió muchas experiencias de
este tipo y sin embargo siempre supo y valoró que Dios lo
tuviera en cuenta, así lo expresó en uno de sus Salmos:
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi
clamor” Salmos 40:1. El pastorcito de Belén es muy gráfico para
contarnos del interés de Dios por su vida. “Se inclinó”, es decir, se
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acercó de manera muy interesada para poder oír su oración, así lo
hará también con nosotros.

“Se acordó”
Cuántas veces hemos sufrido olvidos por parte de personas de
las que no lo esperábamos y quedamos dolidos. Suele ser muy
común que nos olvidemos de llamar o visitar a alguien que lo está
esperando.
Hace algunos años, cuando mis hijos eran pequeños, yo solía salir
a predicar a conferencias, campamentos o retiros de iglesias. De
cada viaje procuraba traerles algún regalo. En una ocasión fui a un
campamento de una iglesia en una quinta muy despoblada donde
solo estaba el edificio y todo a su alrededor era descampado. Pasó
el fin de semana y no tuve oportunidad de salir del lugar para
mi acostumbrada compra de los regalos. Al regresar a casa les
expliqué lo que había sucedido. Mi hija, que era la más chiquita,
me reclamó y me dijo: “¿No había ni siquiera un kiosco donde
me compraras una golosina?” Le respondí: “No te traje ninguna
golosina porque cualquier cosa que te hubiera comprado en el
kiosco, se puede comprar a la vuelta de casa”. Nunca esperé esta
respuesta de su parte: “No me interesa el regalo, me interesa saber
que te acordaste de mí cuando estabas lejos”. Nunca va a pasar que
Dios se olvide de nosotros, porque él sí que nos tiene presentes,
así lo dice el salmista: “Porque él conoce nuestra condición; se
acuerda de que somos polvo.” Salmos 103:14

“Miró”
Los israelitas pensaban que nadie los tenía en cuenta, pero no era
así, porque Dios nunca dejó de tener sus ojos sobre su pueblo, al
igual que hace con nosotros. Dice David: “Te haré entender, y te
enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos.”
Salmos 32:8

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DÍA 8

LA ZARZA SIGUE ESPERANDO


“ Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y
él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.”
Éxodo 3:2

Desde la huida de Moisés de Egipto, pasaron cuarenta años.


Moisés ya se había acostumbrado a su nuevo estilo de vida,
su rutina se había mantenido por cuatro décadas y nada había
cambiado para él. El relato del capítulo 3 de Éxodo comienza
diciéndonos que Moisés estaba ocupado en la tarea de cuidar las
ovejas de su suegro Jetro. Nada trascendente había sucedido para
él desde que dejó Egipto, todo era normal y previsible. De pronto,
Moisés es sorprendido por un hecho extraordinario, único y que
jamás había visto. Una zarza que arde y arde sin ser consumida
por la llama del fuego. Podemos meditar en algunos temas que se
desprenden de este hecho extraordinario en la vida de este siervo
de Dios.

Dios aparece
No sabemos si Moisés mantuvo algún contacto con Dios en
todos estos años, lo más probable es que sí, porque su verdadera
madre debe haberle enseñado sobre el Dios creador y sustentador.
Moisés debe haber conocido las promesas que Dios había dado
a los patriarcas, pero el silencio de estos años deben haber hecho
su trabajo debilitando la fe de este fugitivo hebreo. De pronto, en
medio de la soledad del desierto, no teniendo más testigos que su
rebaño, Dios aparece, se hace casi visible para él.
A diferencia de este relato, solemos tener la idea de que Dios
tiene que mostrarse cuando nosotros lo deseamos, cuando lo
disponemos, y de alguna manera es como si quisiéramos armarle
la agenda a Dios. Esta idea nos lleva a pensar que nosotros somos
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quienes hacemos la cita con Dios y le indicamos cuándo puede
venir a entrevistarnos. Sin duda que en estas actitudes hay mucha
ignorancia de nuestra parte, porque los planes de Dios los maneja
Dios y los tiempos los pone él, no nosotros.

Dios pone las reglas


Moisés no entraba en su asombro al ver que algo raro estaba
sucediendo con ese fuego que veía. La zarza es un pequeño
arbusto que tiene gran capacidad de combustión, por eso, una
zarza se consume muy rápido con el fuego, pero no sucedía así
en este caso, el fuego no lograba consumir las hojas de la zarza.
Cuando Dios se aparece, lo hace de la manera que él dispone y no
tiene por qué sujetarse a las reglas de la naturaleza, porque fue él
quien las puso. Así lo hizo Jesús cuando caminó sobre las aguas
sin hundirse o cuando dio de comer a miles con cinco panes y
dos peces. Nosotros sí estamos sujetos a las leyes de la naturaleza,
pero debemos aceptar que cuando Dios quiere hacer algo nada
lo detiene, ni aun estas leyes. La falta de fe y de confianza en las
maneras de obrar de Dios nos mantiene siempre en la línea de lo
normal y previsible y esto no deja margen para ver obrar a Dios
en nuestro diario vivir.
Aun cuando no hay otro relato en donde haya zarzas que arden
y no se consumen, la historia sagrada está llena de ejemplos
de hombres y mujeres que vieron y experimentaron a Dios
rompiendo reglas y dejando lo previsible a un lado. Si quieres
comprobarlo, puedes darle un repaso a la lista de Hebreos 11.
Dios sigue interesado en mostrarse a cualquier hombre o mujer
que esté dispuesto a escucharlo y obedecerle. Quedan muchas
zarzas por arder que están esperando corazones dispuestos a
encontrarse con Dios.

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DÍA 9

EL LLAMADO
“Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo:
‘¡Moisés, Moisés!’ Y él respondió: ‘Heme aquí’”
Éxodo 3:4

Moisés se involucró en la visión, se interesó en ver qué sucedía


con la zarza y por ello Dios le habló. Demasiadas veces somos
indiferentes al obrar de Dios en nuestras vidas y por eso no
escuchamos su llamado. Las cosas que nos suceden tienen mucho
que ver con lo que Dios está queriendo decirnos y no debiéramos
permitir que las cosas pasen sin darnos un tiempo para reflexionar,
guardar silencio y escuchar a Dios hablándonos.

Dios llama
De en medio del espectáculo de la zarza ardiendo, se oye la voz
del eterno Dios llamando por nombre a este peregrino y casi
olvidado hebreo, oculto e inadvertido por la sociedad. Para Dios
no estaba oculto y no pasaba inadvertido, Moisés seguía en sus
planes, seguía figurando en la lista del Señor. Recordemos que
no fue Moisés el que llamó a Dios, sino que él llamó a su siervo.
Nosotros no llamamos a Dios para informarle lo que vamos a
hacer, sino que es él quien nos llama para su servicio.
Esta forma de llamar de Dios es muy particular, siempre llama
por nombre a las personas, así lo hizo con Samuel, con Saulo
de Tarso y con cada uno de los discípulos de Jesús. Llamarnos
por el nombre significa que nos identifica en una sociedad donde
solo somos un número. Además significa que Dios nos conoce
individualmente. Él sabe toda nuestra historia, nuestro presente y
aun el futuro. Como decía David en su salmo: “Tú has conocido
mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis
pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos
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mis caminos te son conocidos” Salmos 139:2-3. Moisés oyó su
nombre y entendió que es Dios quien lo ha identificado y lo está
llamando para participar de sus planes.

Moisés responde
No sé cuánto le habrá costado identificar la voz de Dios, pero
lo que dice el relato es que con mucha rapidez él respondió al
llamado. La frase “heme aquí” es muy conocida en la Biblia y
puede significar “aquí estoy”, “estoy dispuesto”, “a la orden” o, como
dice nuestro dicho criollo, “pa’ lo que guste mandar”. Moisés es un
hombre que al primer llamado responde con prontitud diciendo
“Heme aquí”. Cuando Dios le dice qué es lo que debe hacer,
siente miedo y comienza a titubear y a presentar excusas, pero en
este primer momento se nota su disposición a escuchar lo que se
le dirá. Así también debiera ser con nosotros, tener un oído atento
a la voz del Señor para luego responder con prontitud. Años más
tarde, el profeta Habacuc oyó la voz de Dios y se conmovió: “Oh
Jehová, he oído tu palabra, y temí” Habacuc 3:2. Nadie que oiga
hablar a Dios puede seguir igual, porque cuando Dios habla
muestra quién es y su sola palabra transforma nuestras vidas.
Así le sucedió también al famoso Saulo de Tarso en el camino
a Damasco: “Cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: ‘Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?’ Él dijo: ‘¿Quién eres, Señor?’ Y le
dijo: ‘Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces
contra el aguijón’. Él, temblando y temeroso, dijo: ‘Señor, ¿qué
quieres que yo haga?’” Hechos 9:4-6.
Cuando Dios habla, siempre espera una respuesta y dependiendo
de cómo respondamos es cómo seguirá nuestra vida. Sigamos
el ejemplo de Moisés, de Habacuc y de Saulo de Tarso, así
cumpliremos la voluntad de Dios.

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DÍA 10

TIERRA SANTA
“ Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies,
porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.”
Éxodo 3:5

“No te acerques”
Por la santidad de Dios, no era posible que Moisés se acercara
siendo un hombre pecador, por ello, debe haberse asombrado
mucho cuando oyó: “No te acerques”. El errante peregrino del
desierto nunca imaginó que se estaba encontrando con el mismo
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, pero su condición de
hombre pecador lo mantenía por ahora alejado de la cercanía del
Eterno Dios. Pasados los años, este mismo Moisés mantuvo una
íntima relación con Dios y vivió en una cercanía admirable. Los
cristianos vivimos una realidad muy distinta porque, luego de que
Jesucristo pagó el precio de nuestra salvación, somos invitados a
acercarnos a la comunión con el Señor:
“Acercándonos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los
hombres, mas para Dios escogida y preciosa” 1ª Pedro 2:4. No
debiéramos desaprovechar esta invitación de acercarnos cada
día a la misma presencia de Jesús y mantener una relación de
intimidad con él.

“Quita tu calzado”
Cuando Moisés se acercó, oyó esta segunda indicación que
lo sorprendió aún más: “Quita tu calzado”. No había nada de
inmundo en las sandalias del futuro líder porque, como nos
enseñó Jesús, la impureza no está afuera, sino adentro. Si Dios
no se hubiera agradado de las sandalias de Moisés, podía haber
hecho que se desataran automáticamente y volaran lejos de la
escena, pero no fue así. Las sandalias estaban sucias de tanto
25
andar por los caminos polvorientos del desierto. Eran un símbolo
de la suciedad del camino de la vida. Siglos más tarde, en aquella
escena memorable del lavado de pies a los discípulos, Jesús dijo:
“El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está
todo limpio.” Juan 13:10
Hay una lección más en esta indicación que le dio el Señor. Moisés
debía sacarse las sandalias él mismo, porque aunque la limpieza
la hace el Señor, somos nosotros los que tomamos la decisión de
ser limpiados. El apóstol Pedro indica: “Desechando toda malicia,
todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead,
como niños…” 1ª Pedro 2:1. Es nuestra responsabilidad renunciar
a las prácticas del pecado.

“Tierra Santa”
Lo que hacía que esa tierra fuera santa era la presencia de Dios
en ese lugar, él no tiene lugares sagrados. El lugar se transforma
en lugar santo cuando Dios está presente. Es por eso que los
cristianos somos llamados santos, porque Dios mismo habita
por medio de su Santo Espíritu en nuestros corazones, eso nos
hace santos, no que lo seamos por nuestra condición o conducta
intachables. Nunca llegaríamos por nuestra cuenta a obtener
tal calificación. En la medida en que vivimos conscientes de la
presencia de Dios en nuestras vidas, el lugar en el que estemos
se transformará en “tierra santa”. Qué distinta será nuestro andar
diario si permitimos que la presencia de Dios tome control y
pleno dominio en nuestra manera de conducirnos. Seremos,
como lo fue Moisés, de gran bendición a todas las personas con
las que tenemos alguna relación.

26
DÍA 11

NO HAY INDIFERENCIA
“ Y el Señor dijo: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto,
y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus
sufrimientos.” Éxodo 3:7

Luego del majestuoso encuentro de Dios con Moisés en la


zarza, se oyó la voz del Señor que le explicaba a su siervo el plan
de salvación que tenía para Israel. La curiosidad de Moisés se
transformó en un diálogo abierto con Dios, en el que tenía que
escuchar lo que debía hacer a partir de ahora.

Interés de Dios
El pueblo de Israel había pasado de ser un pueblo libre a ser
ahora esclavo, todo el trabajo y sacrificio era para beneficiar a
los egipcios y el sentido de frustración que tenía era tremendo.
Cuando Dios vio la aflicción de su pueblo no quedó indiferente a
su sufrimiento, sino que se compadeció. La frase que nos muestra
un profundo interés del Señor en lo que su pueblo estaba viviendo
es la siguiente: “Estoy consciente de su sufrimiento”. Nunca
debiéramos pensar que Dios nos ha descuidado, puede pasar
algún tiempo hasta que veamos a Dios obrar, pero él sabe de qué
cosas tenemos necesidad. David, en unos de sus tantos Salmos,
nos dice: “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las
peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y
confía en él; y él hará” Salmos 37:4-5. Dios no ha perdido el
interés en ninguno de sus hijos, así que puedes estar tranquilo de
que no será indiferente a tu situación.

Acción de Dios
Dios no es un Dios de buenas intenciones, siempre se compromete
con el dolor de su pueblo, así que no podía ser de otra manera esta
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vez. Dios decide visitar al pueblo y para ello busca a Moisés y le
declara su plan de acción. Así lo relata el texto de Éxodo:
“Y he descendido para librarlos de la mano de los egipcios, y para
sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una
tierra que mana leche y miel…” Éxodo 3:8. Lo primero que debe
saber Moisés es que el interés de liberar al pueblo hebreo es un
interés divino. Toda la obra de rescate es un plan bien trazado
por el Dios del cielo y no se detendrá por nada, ni nadie podrá
poner obstáculos para su concreción. Así es como obra Dios con
nosotros, cuando él dispone algo para nuestras vidas, podemos
estar seguros y tranquilos porque nada impedirá que se cumpla su
voluntad de bendecirnos.
Dios no solo le explicó a Moisés que libraría a su pueblo de la
esclavitud de Egipto, con todo lo que implicaba hacerlo, sino que
además le prometió que los llevaría a una tierra rica y de gran
bendición. Para poder salir de Egipto, el pueblo pasó por enormes
tragedias, las plagas, de las que Dios los iba librando. Una vez
más, podemos ver que cuando Dios obra lo hace a su manera y
no a la nuestra. Cuando leemos el relato completo, nos sentimos
tentados a pensar: ¿por qué Dios no los sacó con la primera plaga?
¿o por qué no usó solo la última de las plagas y evitaba la tremenda
tensión que sufrió todo el pueblo antes de salir libres? Tenemos
que recordar que Dios es Dios y obra como quiere. Así lo explica
Isaías: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.” Isaías 55:8

28
DÍA 12

LLAMADO
“Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón,
para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.”
Éxodo 3:10

Cuánta sorpresa habrá sentido Moisés al oír a Dios diciendo


“te enviaré a Faraón”. Después de cuarenta años, su vida estaba
armada y organizada para vivir en el desierto con las ovejas de su
suegro. Había formado una familia y quizás las esperanzas que al
comienzo de su huida mantenía frescas, ya no las tenía. Tal vez se
sentía viejo y sin ganas de reiniciar la batalla que creyó frustrada
luego de matar a aquel egipcio, cuando aún era un príncipe en
Egipto. Pero el llamado de Dios cambió todo en la vida de Moisés,
algo raro pasaba por las fibras más íntimas de este forastero del
desierto. El llamado significa mucho y transforma todo.

Dios te tiene en cuenta


En todos estos años, Moisés debe haberse sentido olvidado por
sus padres verdaderos, sus padres de adopción, sus amigos, su
gente y, posiblemente, también sintió que Dios lo olvidaba. Pero
no era así, aun cuando en Egipto ya no se hablaba del principito
adoptado, Dios lo seguía teniendo en sus planes. Las palabras que
Dios le da a David siglos más tarde se hacían presentes ahora
para Moisés: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que
debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” Salmos 32:8. Dios lo seguía
teniendo presente y tenía planes para él. Nunca olvidemos que
Dios siempre nos tiene en cuenta.

Dios tiene algo importante para hacer


La vida de Moisés había tenido una primera etapa en la que pudo
aprender mucho en la corte del faraón. Fue estando en Egipto,
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como príncipe, donde aprendió las leyes del liderazgo, adquirió
las habilidades para la guerra, las estrategias de la administración
y tantas otras asignaturas que lo calificarían como un hombre
preparado para dirigir. Pero todo esto se había “frustrado”, por
cuarenta años sintió que toda su preparación no servía para
nada. La vida en el desierto hizo que Moisés no contemplara
que Dios siempre tiene cosas importantes para que hagamos.
Sus propósitos siempre se cumplen, aunque pasen cuarenta
años: “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh
Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.”
Salmos 138:8

Dios le da sentido a la vida


Es posible que, para Moisés, el cuidar ovejas ajenas no le resultara
demasiado agradable. La proyección de ser un gran ganadero en
la zona no lo atraía demasiado, así que no mostró mucho interés
en prosperar en el rubro, y los años fueron pasando. Saber para
qué vivimos nos da sentido en la vida, hacer algo que valga la
pena nos permite sentirnos realizados y posiblemente no era esto
lo que pasaba con Moisés. Cuando Dios se le aparece y le da las
primeras instrucciones, entiende que Dios está queriendo hacer
algo grande con su vida, esto sí le da sentido a su existencia. Las
obras de Dios son ejecutadas por hombres y mujeres aquí en la
tierra, pero es necesario responder al llamado de Dios para poder
participar en ellas. Así nos dice el profeta: “Después oí la voz
del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?
Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” Isaías 6:8. Dios
quiere contar con nosotros y por eso nos llama, como lo hizo con
Moisés.

30
DÍA 13

CONCIENCIA DE SÍ
“Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón,
y saque de Egipto a los hijos de Israel?”
Éxodo 3:11

“¿Quién soy yo?”


Ante la sorprendente propuesta de Dios para Moisés, y luego de
su asombro, le surgió la pregunta de la identidad. Moisés percibió
que no estaba a la altura del llamado. Su pregunta nos deja ver que
tiene alguna confusión en relación a quién es él. Vivió cuarenta
años en la corte del faraón luchando en su interior para saber
quién era realmente. Para los egipcios él no era un egipcio y para
los hebreos él no era un hebreo, por lo tanto, la crisis de identidad
lo seguía persiguiendo.
Lo que Moisés tenía que resolver ahora no era tanto si era egipcio
o hebreo, sino que necesitaba tener la convicción de que era un
elegido de Dios para hacer su obra. Esto es lo que más cuesta
entender, porque medimos el valor que tenemos por las virtudes y
capacidades que poseemos, convencidos de que Dios cuenta con
eso para hacer su obra. Ante la crisis de identidad que se nos
plantea en distintos momentos de la vida, debemos recordar lo
que nos dice la Biblia al respecto. La Palabra de Dios nos enseña
con claridad quiénes somos: somos criaturas de Dios, creados a
su imagen (Génesis 1:26), somos personas que tienen tres partes
bien definidas: espíritu, alma y cuerpo (1ª Tesalonicenses 5:23),
somos reconocidos como Hijos de Dios ( Juan 1:12) y somos
llamados servidores de Jesucristo (Romanos 1:18).
Tenemos gran valor para Dios. Cuando él nos llama para hacer
su obra, nos capacita y nos enviste de su poder y sabiduría,
por lo tanto, podemos aceptar su propuesta tranquilos porque
dependemos de él y no de nosotros.
31
“Para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel”
Moisés se veía muy pequeño y veía la obra muy grande e importante.
Esta apreciación tiene su punto positivo, porque muestra que era
consciente de sus limitaciones. Esta misma crisis vivieron otros
hombres de Dios en la historia sagrada. Cuando Dios habló
al rey David diciéndole de la bendición que se extendería a su
hijo Salomón, quien construiría el templo, el rey expresó: “Señor
Jehová, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído
hasta aquí?” 2ª Samuel 7:18. Este es el asombro de la gratitud, del
reconocimiento a Dios por lo que significa formar parte de sus
planes. Debemos sentirnos privilegiados y vivir la experiencia de
ser llamados por Dios para hacer su obra como el honor más alto
que una persona puede tener aquí en la tierra.
En relación a nuestra capacidad para hacer la obra, es una crisis
que todos los que trabajan en servir a Dios viven. El apóstol
Pablo nos compartió sobre su propia crisis y nos dejó la clave
para superarla: “No que seamos competentes por nosotros
mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que
nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos
hizo ministros competentes” 2ª Corintios 3:5-6. Moisés tuvo
que aprender que toda la obra de Dios se hace con el poder de
Dios. Alguien dijo que Moisés, en sus primeros cuarenta años
en Egipto, aprendió que él era alguien; en los segundos cuarenta
años en el desierto, aprendió que no era nadie; y en los últimos
cuarenta años, mientras guió al pueblo de Israel hacia la Tierra
Prometida, aprendió que Dios lo era todo.

32
DÍA 14

GARANTÍA TOTAL
“ Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he
enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.”
Éxodo 3:12

Acción - “Ve”
La intervención de Dios es muy clara y Moisés tiene que dar
respuesta a esta orden. La indicación está rodeada de una
promesa y una garantía, es muy precisa y Moisés debe ponerse
en movimiento, debe ir a cumplir el plan que Dios había trazado
para su pueblo. Al continuar el relato de la historia, vamos a ver
las excusas que puso para no hacer la tarea, pero por ahora solo
pensemos en lo sencillo y claro de la orden: “ve”. No hay que
ser un teólogo para entender este mandato. Suele pasarnos algo
muy parecido a nosotros cuando Dios nos pide que hagamos algo.
La tardanza con la que respondemos da la sensación de que no
entendimos bien lo que se nos pidió y la verdad es que nos cuesta
obedecer con rapidez.

Protección - “Yo estaré contigo”


La tarea que Moisés debía realizar era grande, no sería posible
hacerla contando solo con sus capacidades. Esto es lo que sucede
cuando Dios nos pide que hagamos algo en su nombre: no es posible
que lo hagamos solos. El Señor no está contando con nuestras
capacidades ni posibilidades; si así fuera, no necesitaríamos de su
ayuda. El riesgo al que Moisés quedaría expuesto para cumplir la
misión era su propia vida, el faraón no se rendiría con facilidad y
esto era serio. El Señor, que conocía a Moisés, le dio la promesa:
“Yo estaré contigo”. Cuarenta años más tarde, Josué, el nuevo
líder, escucharía las mismas palabras de compromiso de parte de
Dios. Jesús les dejó la misma promesa a sus seguidores cuando los
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envió a predicar. Allí radica el éxito del ministerio, en la presencia
manifiesta de Dios en la vida del servidor.
Si nos detenemos en el cumplimiento de esa promesa, podemos
observar a un Moisés enfrentando todo tipo de desafíos con una
resistencia sobrenatural. Tuvo fuerzas y ánimo para sostener
ante faraón la disciplina de Dios de las diez plagas. El desgaste
psicológico, la presión de su propio pueblo y la de los egipcios,
más el cansancio físico deben haber sido tremendos para este
hombre. Moisés pudo resistir porque el Señor estaba con él, el
apóstol Pablo dijo en un momento crítico de su vida: “Si Dios es
por nosotros, ¿quién contra nosotros? Romanos 8:31

Garantía - “Servirán a Dios sobre este monte”


Dios le explicó a Moisés qué propósito tenía para sacar a su pueblo
de la esclavitud de Egipto. La expresión “para que me sirvan” es
traducida también como “para que me adoren”. Dios nos creó
con el propósito de que seamos para su alabanza y adoración.
Esta idea la repite Pablo en Efesios cuando nos recuerda que
fuimos salvados con el mismo propósito de Dios para su pueblo:
“A fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los
que primeramente esperábamos en Cristo” Efesios 1:12. Todo
servicio y todo ministerio que hacemos debe tener como primer
y único propósito que Dios sea el que reciba toda la adoración
y reconocimiento. Cuando vivimos con este objetivo en la vida,
nuestro ministerio adquiere la dimensión correcta y, por buscar
honrar a Dios en primer lugar, se cumple la sentencia dada por
Dios a Elí: “Yo honro a los que me honran” 1ª Samuel 2:30

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