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Lá OFJCINA
Serie Bauhaus
Consejo ed ito r Joaquín Gallego
Arturo Leyte
J a n A s s m a n n , Herrschaft und Heil. Politische Theologie in Ágypten, Israel und Europa © 2000
Cari Hanser Verlag Mflnchen-Wien
H a n s B e l t in g , D o s echte Bild, 2nd ed. 2006 © 2006 Verlag C. H . Beck o H G München
is b n : 9 78-8 4 -9 3 8 8 8 6 -9 -5
M-16354-2012
d e p ó s it o l e g a l :
iC©M ©CLñST0A
LA A M B I V A L E N C I A DE LA M IR A D A
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EDICIONES
SERIE BAUHAUS
Introducción. La imagen como paradoja 9
C a r lo s A . O te r o
La idolatría hoy 77
H a n s B e ltin g
A r is t ó t e l e s
G io r g io M a n g a n e l l i
N ic o l á s G ó m e z D á v ila
5 Jean-L uc N ancy, «L’im m agine: m im e sis e m éth ex is» e n C lem en s-C arl H a rle
(ed.), A i lim iti dell'im m ag in e, M acerata, Q u od lib et, 2 0 0 5 , pp. 13-28.
La neutralización de la im agen
8 S e u tiliz a aquí el térm in o « n eu tra liza ció n » tam b ién , au n q u e n o so lo , en e l sen tid o
d e Cari S ch m itt. E s d ecir, c o m o n eu tra liza ció n d el con flicto. C ari S ch m itt, «D as
Z eitalter d er N eu tra lisieru n g en u n d E n tp o litisie ru n g e n » e n D a s B e g r ijfd e s Po-
Htischen, B erlín, D u c k e r & H u m b lo t 1963 (n u eva e d ic ió n ), pp. 79-95 [El con cepto
d e lo p o lític o , trad. R afael A gapito, M adrid, A lia n za E d itorial, 1991].
Fe y m onoteísm o
11 B eat W yss, V om Büd z u m K u n stsy ste m , C olon ia, W alth er K onig, 2 0 0 6 , p. 54.
20 La im a g e n c o m o p a r a d o ja
15 B iblia d e Jeru salén , M adrid, A lian za, 1999. Las cita s b íb licas s e dan seg ú n esta
ed ició n .
rece ju sto afirm ar que la función del iconoclasta siem pre h a sido
la í'egulación del pequeño mal de la im agen necesario p ara su
m ultiplicación y consistencia. La iconoclastia es u n a Teodicea.
La com unidad necesita al id ólatra para ce rrarse y afirm arse, ne
cesita u n a regulación de la energía, de la fu erza o de la vida que la
hace posible. N ecesita u n sacrificio, el iconoclasta es su ejecutor.
II
* * *
Tres pasajes
2 B ildw erk: escu ltu ra . L ite ra lm en te «ob ra d e im agen », p o r ex te n sió n «obra h ech a
de im ágen es». E l seg u n d o m a n d a m ien to d ice: « N o te h arás escu ltu ra n i im a
gen alguna». E n lo su c e siv o , p or m o tiv o s d e clarid ad , B ild w erk se traducirá, casi
siem pre, p or «im a g e n » o p or «ob ra» s e g ú n el c o n te x to [n. d el trad.].
38 I c o n o c l a s t i a . Ex t i n c i ó n - S u p e r a c i ó n - N e g a c i ó n
3 B ru n o Latour, P eter W eib e l (ed s.), Icon oclash , catá lo go , Z K M K arlsru he, 2 0 0 2 .
C on su ltar para esta arg u m en ta ció n tam b ién : G ottfried B o eh m , « D ie B ildfrage»,
en: W a s is t ein Bild?, M ú n ich , W ilh e m F ink, 1994, pp. 325-3 43 .
G o t t fr ied B o e h m 39
M oisés y Aarón
13 K a zim ir M alévich , D ie geg e n sta n d slo se W elt. N eu e B a u h au sbü ch er, ed ita d o por
H .M . W in gler, c o n p ró lo g o d e S tep h a n v. W ie se , F lorian K u p ferb erg V erlag
M a in z-B erlín 1980, p. 6 4 y ss. [K azim ir M a lév ich , E s c r ito s M a lév ich , trad. M i
g u el Etayo, M adrid, S ín tesis, 2 0 10].
G o ttfried B o e h m 47
N egación icónica
Con esto afrontam os, definitivam ente, otro tem a: con la nega
ción im plícita, vinculada a la asim etría constitutiva de la organi
zación de la imagen, estam os cerca de in te rp re tar la lógica de la
im agen, precisam ente, no com o u n a estru c tu ra de relaciones de
guanta, sino com o u n a lógica de fuerzas e intensidades.
B o r is G r o y s
L a ic o n o c l a s t ia c o m o pr o c e d im ie n t o :
E strategias ic o n o c l a sta s en el c in e
Texto p r o c e d e n te d e T o p o lo g ie d er Kunst,
M unich-Víena, Car] H anser, 2 0 0 3 , p p . 7 7 - 9 6 .
2 Jean Baudrillard, S im u lacres e tS im u la tio n , P a r ís, Éd. G alilée, 1981, p. 9 y ss., 13 y ss.
H a n s B e l t in g 79
3. Ib íd ., p. 36.
8o U IDOLATRÍA HOY
m undo actual, B audrillard siem pre extrae sus ejem plos de l0s
e e u u . De ahí que defina a D isneylandia com o «un m odelo p e r
4 Ib íd ., p. 2 4 y 26.
7 B a u d r illa r d , ib íd ., p. 231.
H a n s B e l t in g 83
8 G ü n th e r A n d e r s , ib íd ., p .56 y s s.
84 L a id o l a t r ía h o y
10 G ü n t h e r A n d e r s , ib íd ., p. 142 y s s.
86 La i d o l a t r í a h o y
12 Guy D eb o rd , ibíd., § 18 y 20 .
1
M o is é s c o m o f i g u r a d e l r e c u e r d o
2
M oisés y el Exodo v isto s p or los egipcios
Los leprosos obtienen prim ero del re}' el perm iso para instalar
se en la capital abandonada de los hicsos, Awais, com o leprosería.
Allí eligen com o jefe a un sacerdote heliopolitano llam ado Osar-
sif7. Este les dio leyes que prescribían todo lo que en Egipto esta
ba prohibido y prohibían todo los que en Egipto estaba prescrito.
Llamo a este principio «inversión norm ativa». El prim er m anda
miento, el m ás im portante, estaba referido a los dioses: los dioses
no debían ser adorados (m eteproskynein theous). El segundo m a n
damiento concernía a los anim ales sagrados: estos no debían ser
protegidos, es decir: había que com erlos, y ni siquiera había que
respetar ciertos tabúes en la alim entación. El te rcer m andam iento
prohibía el trato con todos los que no perten ecieran al propio g ru
po. Este es un m andam iento capital en toda secta: prohibir todo
movimiento separatista que cause un división, una separación en
el seno de la gran com unidad, y se defina desde esa separación,
desde esa salida del grupo. El o rden que O sarsif instauró era pues,
ante todo, religioso, o más bien antirreligioso; su legislación con
sistió fundam entalm ente en la fundación de u n a antirreligión.
Tras p rom ulgar sus leyes teoclastas, iconoclastas y exclusi
vistas, O sarsif fortifica la ciudad e invita a los hicsos, que poco
tiempo antes habían sido expulsados de Egipto, a unirse a su
rebelión. Los hicsos regresan. El faraón A m enofis recu erd a en
tonces la profecía, ren u n cia a com batir a los rebeldes, o culta las
imágenes sagradas y p arte con todos los anim ales sagrados tra í
dos desde todas las p arte s del país hacia Etiopía. D u rante trece
años, los leprosos y los hicsos dom inan E gipto de m an era tal,
que hace que la antigua dom inación de los hicsos les p arezca a
15 D io d o ro 1 , 94 ,1-2.
16 V. n o ta 9.
J an A ssm a n n n3
3
La iconoclastia com o teología política
anim ales sagrados es com erlos. Se obliga así a los israelitas a in.
fringir gravem ente un tab ú de la religión p agana - la de los egip.
cios-, en el cual habían reincidido al ado rar el «becerro». Es cier
to que el becerro se concibió «subjetivam ente» com o imagen del
Señor, pero que les servia com o im agen del buey Apis, que ahora
ten ían que comer. Y M oisés -a s í quizás po d ría in terp retarse sim
bólicam ente aquella acció n - quiso m atar a los egipcios en e l lo s .
P ara te rm in ar hem os de referim o s a la lepra, ta n presente
tam bién en la Biblia. El libro del Levítico le d edica dos capítu
los. M ary Douglas h a descubierto en el libro de los N úm eros una
estru c tu ra cíclica que pone en estrecho paralelism o las leyes de
expulsión de los leprosos (Núm . 5,1-4) con las leyes de expulsión
de los idólatras (Núm . 3 3 ,50-56)19. L epra e id olatría son las peo
res form as de contam inación, p orqu e im piden que Dios «habite
con su pueblo». T am bién aquí cabe h ab lar de u n a fobia. L a enfer
m edad, sobre todo u n a en ferm edad sum am ente contagiosa que
deform a el cuerpo, com o la p este y la lepra, provoca reacciones
fóbicas, y así resu lta ser la m etáfora m ás eficaz de las fobias cul
turalm en te generadas: la fobia a las im ágenes, p o r u n lado, y la
fobia a la iconoclastia p o r otro.
H ay tam bién una serie de pun tos com unes. El denom inador
com ún m ás im portante es la figura de u n caudillo político que re
chaza a los dioses de los otros, o a los «otros dioses», proscribe las
im ágenes y prom ulga leyes en u n a conexión nueva, revoluciona
ria incluso, de teología y política - o teología política. E sto es lo
que significa la fórm ula «iconoclastia com o teología política». Se
tra ta de la fundación de u n o rden político en el que lo divino está
presen te de u n a m an era no m ediada p o r im agen alguna.
Todas las im ágenes, o dicho de form a m ás precisa y, a la vez,
m ás general, to d a rep rese n tac ió n p resu p o n e u n a ausencia. Esto
Lo que pasa es que descubre, con los térm inos que tiene a su
disposición, las relaciones que vinculan estrech am ente las for
maciones im aginarias y las p roducciones sim bólicas con la cons
titución del cuerpo mismo.
11 J. P. V ernant, M y th e e t P en sée ch e z Ies G recs, París, La D éco u v erte , 199 0 , pp. 325-
338 [J. P. V ernant, M ito y p e n s a m ie n to en la G recia a n tig u a , B arcelon a, A riel, 1983].
12 Ibíd., p. 330.
M a r i e - J o s é M o n d z a in 135
ciables de los ritos sacrificiales. El icono se niega a ser un m ero
doble a base de adm in istrar de m anera com pletam ente diferen
te por la vía económ ica, el pensam iento dual. Pero ya se ha visto
en varias ocasiones hasta qué p un to el rechazo a la duplicación
no conseguía escapar a las tram pas de la duplicidad. ¿No podría
ocurrir que la Iglesia sucum biera algún día a las tentaciones
¿e la duplicación fotográfica, pese a lo m ucho que la tem en los
que están fam iliarizados con el pensam iento de las so m b ras13?
¡nanos que nunca supieron retener nada, m anos que pierden, manos
que dilapidan [...] hasta a su m ism o talento le gusta verlo escurrirse
entre sus dedos indiferentes.
En España se ama desesperadamente a los ídolos [...]. El teatro
del sufrimiento se convierte en el lugar de un verdadero sentim ien
to de desgracia extrañam ente mezclado con la explosión del placer.
España ha conservado el secreto de esa dolorosa idolatría. Paganis
mo violento que hincha las venas de las bellas españolas. Picabia es
una de esas mujeres. La bestia sacrificada en la arena es la víctim a
de Dios, su preferida, p otente y seductora. Picabia viene de ahí [...].
la s mujeres, los toros, las máquinas, todo es puro autorretrato. Pi
cabia ha nacido sin pecado de ese suelo idólatra que nunca ha teni
do miedo de la sangre y que m antiene con la m uerte relaciones de
insolente seducción y de sublim e coquetería.
Risa española [...]ju sto antes de que se escuche el grito que de
bería dejar todo en suspenso, antes de que el gran arte caiga a su vez
rendido bajo el cuerpo terriblem ente herido del artista.
p elo dicho h asta ahora se d esp ren d e que existen varios polos de
ja producción de im ágenes y de la reflexión sobre la ¡conicidad
que p erm iten distinguirlos: el signo iconoclasta antifigurativo o
desfigurativo, el símbolo iconófilo ya sea figurativo o abstracto
y el doble com o objeto de la idolatría. E n los tres casos nos las
habernos con figuras de la sacralidad nítid am en te distintas. No
¡e trata en absoluto de una clasificación de los objetos, sino de una
distinción en el seno de la relación imaginaria con la invisibilidad.
Un m ismo objeto pu ed e p asar de u n estatus al otro, es u n a p u ra
cuestión de in te rp re tac ió n y de uso. Los P adres de la Iglesia ya
habían localizado el equivalente a la p u rez a de intenciones en la
producción e in te rp re tac ió n de lo visible. Y es que, en cuestión
de im ágenes, todo d ep en d e del papel que queram os que ju e
guen. ¡Por sí m ism as no tie n en ningún p o d er de decisión! Por
éso m ism o no se m e alcanza la razó n de te m e r a tal clase de im a
gen visible m ás que a tal otra. L a im agen se lim ita a ofrecerse,
es luego al p ensam ien to al que le toca d isp o n er de ella . Lo que
sí es tem ible es el p o d er que dejam os en m anos de quienes tie
nen el m onopolio y co n tro l de su m anipulación e interpretació n .
Los verdaderos am os son los am os de los signos y los sím bolos:
en cuanto a los ídolos, siem pre nos qu ed a la posibilidad de d es
truirlos y sustitu irlo s p o r otros. Al p o d er le in te resa d isfrazar a
los ídolos de signos y sím bolos del sentido y la verdad, pues así
se asegura su p eren n id ad . P orque los que g obiernan tien en m ie
do de los ídolos, ya que están fatalm ente abocados al sacrificio y
siempre d ispuestos a la revolución.
18 T ra d u cim os re tra it, ta m b ién p o sib le c o m o retirada, retiro, retracto [n. d e l trad.].
M a r íe - J osé M o n d z a in 141
2 C itado a partir d e B u rton F eld m an, R obert D. R ich ard son, The rise o f M o d e m
M y th o lo g y 1680-1860, B lo o m in g to n , In d ian a U n iv ersity P ress, 1972, p. 4 6 . O rigi
nal francés: C h arles d e B rosses, D u cu ite d es dieu x fé tic h e s, G in eb ra 17d0.
i5 ° La d ia l é c t ic a d e la i c o n o c l a s t i a
6 The E ssen ce o f C h ristia n ity (1841), trad. G eorge E lio t (1854). L a cita se h a extraí
d o d e la re ed ició n q u e h iz o H arp er T orch b ook d e la tra d u cció n d e E lio t (1957),
p. 116 [La esen cia d e l cristia n ism o , tra d u cció n d e J o sé L. Ig lesia s, M adrid, Trotta,
2 0 0 9 ,4 a ed ic ió n ],
7 Ibíd.
8 Ibíd., p. 114.
11 Ibíd., p. 216.
12 Ibíd., p. 2 45.
13 Ibíd., p. 2 4 4 .
15 K. M arx, C on tribu ción a ¡a c rític a d e la econ om ía p o lític a , op. cit., pág. 37.
154 La d ia l é c t ic a d e la i c o n o c l a s i a
17 Karl M arx, E l ca pita l, (1867), ed . F rid rich E n g els, tra d u cció n d e la tercera edi
ció n alem an a (1883) p o r S am uel M oo re and E dw ard A veling, 3 vol., N e w York,
In te rn a tio n a l PubVishers, 1967, v ol. 1, p. 79. [Eí ca p ita l, ed . y trad. P ed ro Scaron,
A rgen tin a, Siglo x x i E d ito res, 1984, d ecim o q u in ta ed ició n .].
18 Karl M arx, C on tribu ción a una crítica de la econ om ía p o lític a , op. cit., p. 130.
26 Ibíd ., p. 169.
30 V éa se Patrick B ran tlinger, «V ictorian s and A frican s», C ritic a lln q u iry , 12:1 (1985).
16 2 La d ia l é c t ic a d e la i c o n o c l a s t i a
33 L ouis A lth u sser, L en in a n d P h ilo so p h y, p. 175 [Lénine e t la p h ilo so p h ie, París, M as-
pero, 1969; L en in y la filosofía, trad. F e lip e Sarabia M é x ico , Era, 1970].
16 4 L a DIALÉC TIC A DE LA I C O N O C L A S T IA
los usuarios, está rep resentado por los llam ados virus de los or
denadores -n o de nuestros pequeños aparatos, sino de los gran
des aparatos inform áticos que regulan las relaciones financieras,
políticas o m ilitares a escala planetaria. Hoy todos los gobiernos
occidentales dedican enorm es cifras a la p uesta a punto de p ro
gramas antivirus capaces de inm unizar las redes inform áticas de
la infiltración de agentes patógenos, incluso de posibles ataques
terroristas. El hech o de que tam bién en el centro de las grandes
controversias nacionales e internacionales esté hoy la batalla ju
rídica sobre la inm unidad de algunos personajes políticos -co m o
sucedió con P in o ch et o M ilosevic, así com o con tantos o tro s - es
una p ru eb a m ás de cuanto digo. Lo que se tem e, m ás allá de los
casos particulares, es un debilitam iento del p o der soberano de
los Estados, u n a ru p tu ra de los confines jurídicos de los ord en a
m ientos nacionales en beneficio de una form a, todavía p o r cons
truir, de justicia internacional. E n sum a, se m ire donde se m ire
todo que lo está sucediendo hoy en el m undo, desde el cuerpo
individual al cuerpo social o desde el cuerpo tecnológico al cu er
po político, la cuestión de la inm unidad está en el cruce de todas
las trayectorias. Lo que cu en ta es com batir con todos los m edios
la difusión del contagio donde quiera que este se pueda localizar.
Como digo, esta preocupación au toprotecto ra no perten ece
solo a n u estra época. Pero el um bral de conciencia frente al riesgo
ha ido perfilándose a lo largo del tiem po h asta alcanzar su p u n to
álgido en nuestros días. Esto se debe a u n a serie de causas con
com itantes que no son ajenas a eso llam ado globalización, en el
sentido de que cuanto m ás se com unican y en trelazan los seres
hum anos -p e ro tam b ién las ideas, los lenguajes, las técn icas-,
tanto m ás se genera com o co n trap artid a u n a exigencia de in m u
nización preventiva. Los nuevos repliegues localistas p ueden ser
explicados com o u n a su erte de rechazo inm unitario de esa con
tam inación global que es la globalización. C uanto más tien d e a
hacerse el «sí m ism o» algo «global», cuanto m ás se esfuerza p o r
1 72 I n m u n i z a c i ó n y v io l e n c ia
privado, que se expresa en el ídios (lo que perten ece a sí m ism o),
mientras que la segunda lo hace a un círculo m ás am plio en el
. que los sujetos se relacionan unos con otros, donde los térm in o s
]ietairos y sodalis, am bos expresivos de un vínculo com unitario -
de algo que es com ún a aquellos que se caracterizan por él, com o
precisam ente sucede con el m unus de la com m unitas. De ahí la
relación com pleja e n tre el «sí» reflexivo del «sí m ism o» y el «se»
distintivo y disyuntivo del sed, que atestigua cómo, en el origen
de aquello que llam am os «sí», hay ju stam e n te u n nexo indisolu
ble de u nidad y distinción, de identidad y alteridad. A unque no
confiramos n in gú n privilegio p articu la r a las etim ologías, tal vez
en la profu n d id ad de n u e stra trad ició n lingüística podríam os
buscar las claves p ara invertir, com o decía Foucault, la línea del
presente. P ara liberar, en la actualidad de su historia, o tra posibi
lidad, tam bién p resente, pero h asta ahora n u n ca experim entada.
R e fe r e n c ia s b ib lio g r á f ic a s
É m ile B e n v e n is t e , V o c a b u la r io d e la s in s titu c io n e s in d o e u r o p e a s , M a d r id ,
T aurus, 1 9 8 3 .
M a s s im o C a c c ia r i, G e o filo s o fia d e E u r o p a , M a d r id , A ld e r a b á n E d ic i o n e s ,
2001.
E lia s C a n e tti, M a s a y p o d e r , e n O b r a s C o m p le ta s , v o l. I . B a r c e lo n a , G a la x ia
G u ten b erg , 2 0 0 2 .
J a c q u e s D e r r id a , « A u t o in m u n id a d . S u ic id io s r e a le s y s im b ó lic o s » , e n L a f i
losofía e n t i e m p o s d e te r r o r . D iá lo g o s c o n J ü r g e n H a b e r m a s y J a c q u e s D e r r i d a
de G io v a n n a B o r r a d o r i, M a d r id , T a u r u s , 2 0 0 3 .
R o b e rto E s p o s ito , I m m u n it a s . P r o te c c ió n y n e g a c ió n d e la v id a , B u e n o s A ir e s ,
A m o r r o r tu E d it o r e s , 2 0 0 5 .
R en e G irard , L a v io le n c ia y lo s a g r a d o , B a r c e lo n a , A n a g r a m a , 198 3.
G ia c o m o M a r r a m a o , P a s a je a O c c id e n te , B u e n o s A ir e s , K a tz E d it o r e s , 2 0 0 7 .
N ota d e l e d i t o r
jjjjno elSii) significa ver. Tam bién son llam adas fantasm as, palabra
que en esa m ism a lengua significa apariciones. Y es debido a estas
imágenes e l que llam em os imaginación a u n a de las facultades
n a t u r a l e s del hom bre. De todo esto resulta m anifiesto que ni hay
era siem pre llam ado im agen de este. Pues u n a piedra sin labrar
h a llegado a tom arse com o represen tació n de N eptuno, y se han
fabricado m uchas figuras que son sobrem an era diferentes de las
que los gentiles im aginaban ser dioses suyos. Y, en el día de hoy,
vem os m uchas im ágenes de la Virgen M aría y de otros santos, qué
son m uy diferentes en tre sí y que no se corresp on den con la fan
tasía de ningún hom bre. Y, sin em bargo, sirven p ara lo que fueron
fabricadas; pues solo con darles nom bres, rep resen tan a las perso
nas que se m encionan en la historia; y cada ho m bre les aplica una
im agen m ental, o ninguna im agen en absoluto. Y así, u n a imagen
en su m ás am plio sentido, es la sem blanza o la representación
de algo visible o las dos cosas, com o p o r lo com ún suele ocurrir.
Pero el nom bre de ídolo tiene u n a extensión aún m ayor en la Es
critu ra y puede tam bién significar el sol, o u n a estrella, o cualquier
cosa visible o invisible, cuando esas cosas son adoradas como dios.
H abiendo ya m ostrado lo que es adoración y lo que es
na.- q u e es u n a jm ageil) p on dré am bas ju n ta s y exam inaré qué es
esa i d o l a t r í a que se nos pro híbe en el segundo man
dam iento y en otros pasajes de la E scritura.
A dorar a una im agen es realizar vo luntariam ente esos actos
externos que son signos de estar rindiendo honor, bien a la mate
ria de la im agen - q u e puede ser m adera, piedra, m etal o alguna
o tra cosa creada visible-, o bien a los fantasm as del cerebro, como
representaciones o sem blanzas de aquello que la form a y figura
de la m ateria quiere representar, o bien am bas cosas, como cuan
do se tra ta de u n cuerpo anim ado com puesto de la m ateria y del
fantasm a, com o u n cuerpo con alma.
D escubrirse ante u n h om bre de p o d er y autoridad, o ante el
trono de u n príncipe, o en aquellos lugares que él h a designado en
su ausencia, es adorar a ese hom bre, o a ese príncipe, con adoración
civil. Pues no hay signo que indique que se está rindiendo honor al
trono mismo, o al lugar, sino a la persona. Y esto no es idolatría. Pero
si quien está haciéndolo supone que el alm a del príncipe está en el
T hom as H o bbes i 8g
sar que una im agen es lo m ism o que Dios o que un santo; o que
adore basándose en esa noción, es, sin em bargo, m anifiesto en la
E scritura ju stam en te lo contrario. Pues cuando el becerro de oro
fue hecho, el pueblo dijo (Éxodo x x x n , 4): Estos son sus dioses, oh
Is ra e l; y leem os tam bién (Génesis xxxi, 30) que Labán llam aba a
sus im ágenes sus dioses. Y vem os diariam ente, por propia ex p e
riencia, en tre to d a clase de gentes, que aquellos hom bres que solo
se preocupan de su com ida y de su com odidad, prefieren creer en
cualquier absurdo antes que tom arse el trabajo de exam inarlo, y
m antienen su fe com o sí fuese algo inalienable, y solo la abando
nan cuando se les dicta expresam ente u n a nueva ley.
Pero hay algunos que infieren, ba
sándose en otros pasajes, que es legítim o p i n t a r f a n ta s ía s n o e s id o la tría ;
, , ., , . „ . p e r o a b u s a r d e ella s
pin tar angeles, y tam bién al m ism o Dios, utí,izándolas m é cuko
como cuando se p in ta a D ios paseando d e a d o ra c ió n relig io sa , s í lo es
por el Paraíso, o a Jacob viendo a Dios en
lo alto de la escala, u otras visiones y sueños. M as las visiones y
sueños, ya sean naturales o sobrenaturales, no son sino fan tas
mas; y quien p in ta la im agen de alguno de ellos no está p in tan d o
la im agen de Dios, sino de su propio fantasm a, lo cual es estar
fabricando u n ídolo. No digo que p in ta r u n cuadro guiándose por
la p ro pia fantasía sea pecado; p ero cuando es pin tad o con la p re
tensión de estar rep rese n tan d o a Dios, ello v a co n tra el segundo
m andam iento, pues su uso no p u ed e ser otro que el de la ad o ra
ción. Y lo m ism o p u ed e decirse de las im ágenes de ángeles y de
hom bres m uertos, a m enos que se tom en com o m o num entos en
m em oria de am igos o de h om bres que son dignos de reco rd a
ción. P ues este segundo uso de u n a im agen no im plica la ad o
ración a d icha im agen, sino u n re n d ir h o n o r civil a u n a p erso n a
que ya no existe, pero que existió. Pero cuando nos dirigim os a
la im agen que hacem os de u n santo, y la honram o s porque cre e
m os que el santo va a oír n uestras oraciones y va a com placerse
en que le honrem os, estam os atribuyéndole u n p o d er m ás que
ig 6 L e v ía t á n (f r a g m e n t o s )
M a r ie -J osé M on d za in (Francia)
P rofesora de la eh ess d irectora de investigación en el cnrs en
París, filósofa. E ntre su producción destactan: Image, icóne, éco-
nomie. Les sources de l’imaginaire contemporain, É ditions du
Seuil, 1996; L e commerce des regarás, É ditions du Seuil, 2003 y
H om o spectator, Bayard, 2007.
W. J. T. M it c h e l l (e e u u , 1942)
P ro feso r en el D ep artam en to de L engua In g lesa y L ite ra tu ra de
la U niversidad de Chicago. E d ito r de la revista Critical Inquiry.
Al castellano se h a trad u cid o Teoría de la imagen, Akal, 2009.
D estacan del resto de su obra: Iconology. Im age, text, ideol-
ogy, 1986; Landscape and Power, 2002; W h a t do pictures want?,
2005; Cloning Terror. The W ar o f Im ages, 9/11 to the present,
2011; todos ellos publicados en T he U niversity o f Chicago Press.