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COHERENCIA Y ASTUCIA POLÍTICA: LA TAREA ES FORTALECER EL PROYECTO E INCIDIR EN

EL CARÁCTER DE LA OPOSICIÓN

I. SITUACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL DEL PAÍS

Vivimos tiempos interesantes. Luego de 30 años en donde la doctrina neoliberal dominó casi sin
contrapeso la agenda política nacional, e incorporada como un verdadero dogma por la
institucionalidad y los medios de comunicación masivos, comienzan a surgir señales que evidencian
un resquebrajamiento de este “consenso” sobre el modelo político y económico que aún nos rige.

Al menos el sentido común, ese conjunto de creencias y presunciones compartidas cotidianamente,


parece haber virado. Si hasta hace no mucho tiempo atrás las exorbitantes ganancias de las grandes
empresas de este país, AFPs, Isapres, grandes tiendas, entre otras, eran vistas como una señal de
progreso y de “buena salud” de la economía, en la actualidad esas mismas ganancias no dejan de
causar escozor, rechazo e indignación.

La tremenda e inmoral brecha que separa a unas pocas familias dueñas de la riqueza del resto de los
habitantes del país (ese ochenta o noventa por ciento de chilenos), ha dejado de ser un tema de
discusión sólo de expertos, académicos y políticos. La desigualdad que afecta a nuestra sociedad es
hoy más que nunca un aspecto absolutamente evidente.

La ampliación de los medios de comunicación, especialmente digitales, ha ayudado en esto último,


en tanto ha permitido la incorporación de nuevos actores en la creación y circulación de noticias e
información, con lo que se matiza en algo la alta concentración de los medios y obliga a las grandes
cadenas,que han venido haciendo de la esfera pública un espectáculo, a incorporar contenidos
diferentes.

Las grandes movilizaciones y luchas sociales de los últimos años son el mejor ejemplo de que, luego
de la larga siesta neoliberal, algo ha cambiado. El gran apoyo popular que han tenido
reivindicaciones como las estudiantiles, medioambientales o regionales, independientemente de si
ellas representan o no un proyecto político, dan una señal de que buena parte de los chilenos
estamos pensando que las cosas pueden y deben ser distintas.

Este escenario sin embargo está lejos aún de propiciar un cambio importante en las bases del actual
modelo. Este tercio de siglo, primero en dictadura y luego en (pseudo)democracia, marcado por la
represión y la desarticulación social, por la promoción del individualismo y el consumismo, por la
desregulación del mundo del trabajo, entre otras, ha dejado huellas aún evidentes en nuestra
sociedad.

La más notoria quizás es la experiencia de incertidumbre que vivimos a diario en diversos ámbitos de
nuestras vidas. Como la incertidumbre económica, de no saber cuánto nos durará nuestro puesto de
trabajo, de si podremos costearnos los costos de una enfermedad en caso de tener la mala fortuna
de contraer en una dolencia grave, del miedo a caer en la pobreza absoluta una vez que jubilemos.

Vivimos asimismo una alta cuota de incertidumbre frente a los otros. No por nada somos uno de los
países con los niveles de confianza interpersonal más bajos del mundo. Tanto desconfiamos del
resto que nos tenemos miedo, lo que nos termina convirtiendo en individuos inseguros y proclives a
generar relaciones sociales competitivas más que cooperativas. En ese sentido, aún nos cuesta
mucho generar relaciones de cooperación fuera del ámbito familiar, y seguimos prefiriendo antes que
todo la certidumbre de nuestros espacios privados. Vivimos en lugares segregados, con gente que se
parece a nosotros, por lo que aún nos resulta difícil aceptar la diferencia.
Toda esta incertidumbre se ha traspasado por cierto a la actividad política, principalmente a su
expresión institucional. Esta desafección general hacia la política ha calado tan profundamente que
ha terminado por generar un distanciamiento frente a cualquier instancia de representación popular.
De esta forma, y en línea con lo que plantea el Informe del PNUD del año 2015, si bien los chilenos
estamos siendo más críticos y opinantes, ello no necesariamente implica que estemos más
dispuestos o proclives a involucrarnos en prácticas concretas para generar los cambios que
demandamos.

II. CARACTERIZACIÓN Y PROYECCIÓN DEL FRENTE AMPLIO Y NUEVA DEMOCRACIA

El Frente Amplio, las izquierdas y el nuevo escenario político pos-elecciones

Los resultados de la elección presidencial y parlamentaria han dejado al Frente Amplio en una
situación expectante. En efecto, se trata de resultados en muchos aspectos paradójicos. Por una
parte, es innegable que el Frente Amplio ha adquirido un lugar protagónico en la escena política
nacional, fundamentalmente debido al éxito electoral -excepcional en este cuarto de siglo desde 1990
para una fuerza externa al duopolio- de su apuesta presidencial y parlamentaria, abriendo la
posibilidad real de disputar el gobierno en cuatro años más. Por otra, no obstante, el abrumador
triunfo de Sebastián Piñera en segunda vuelta, especialmente en territorios que históricamente
expresaban una votación consistente de izquierda (siendo Antofagasta, Atacama y Biobío, las
principales), plantea un escenario en apariencia más complejo de lo que se consideraba luego del 17
de noviembre último, sobre todo teniendo en cuenta la capacidad de movilización de la derecha para
aumentar el volumen absoluto de su votación.

El triunfo de la derecha le plantea al Frente Amplio una serie de desafíos, siendo el principal el lograr
diferenciarse de manera nítida de la Nueva Mayoría en su rol como fuerza opositora, esto es, incidir y
ser oposición sin ser absorbido por el actual funcionamiento binominalista de la política chilena (la
lógica gobierno-oposición). En ese ejercicio, deberá disputar el control y hegemonía de la
coordinación de los esfuerzos opositores, evitando quedar capturado en la política de eventuales
alianzas que sectores de la actual Nueva Mayoría buscan proponer.

En otro plano, las izquierdas que somos parte del Frente Amplio nos encontramos en una situación
de relativa debilidad debido a la escasa representación parlamentaria obtenida y la hegemonía
lograda por los sectores socialdemócratas, con quienes, si bien, hemos coincidido en diversos
aspectos relativos al corto y mediano plazo, poseemos diferencias en el horizonte de término del tipo
de sociedad al que aspiramos, en la radicalidad y profundidad de las transformaciones que creemos
necesarias y, de manera más visible en lo inmediato, en la gestión de las reformas: ¿deben
realizarse estas como parte de un ejercicio tecnocrático o como fruto de una radicalización
democrática que empodere a las comunidades?; ¿Deben llevarse a cabo como una afirmación del
acceso individual a ciertos derechos o teniendo como objetivo la cristalización de los conflictos que
fuercen la emergencia de un proyecto civilizatorio diferente y un sujeto político de estos tiempos
dispuesto a conquistarlo?

Lo acontecido en el contexto latinoamericano en los últimos 5 años, a su vez, nos marca una alerta
respecto a la necesidad de que la izquierda se actualice en sus propuestas ideológicas, políticas y
programáticas para la superación del capitalismo. Aunque el proyecto bolivariano posee una alta
estimación entre nosotros por la posibilidad que planteó de proponer una alternativa política de
aliento internacional, no se puede perder una mirada crítica respecto a su conducción, sus errores y
la desactualización del modo de construcción del socialismo en el siglo XXI. En varios aspectos, el
proyecto bolivariano ha insistido en un modelo que es mucho más del siglo XX que del XXI.
¿Qué hemos alcanzado y dónde hemos fallado como Nueva Democracia?

Respecto a Nueva Democracia, nuestra actual situación partidaria interna nos coloca en una posición
de fragilidad, tanto respecto de la capacidad de incidencia al interior del Frente Amplio -y por
extensión, de la capacidad de incidir en la política nacional como efecto de no haber elegido un cupo
parlamentario y no integrar la bancada parlamentaria; como respecto de nuestro funcionamiento
interno y la adhesión a un proyecto común, puesto que nuestra corta existencia, sumado al
despliegue intenso que una parte importante de nuestra militancia realizó en la construcción del
Frente Amplio o en las campañas electorales, así como una serie de problemáticas que
describiremos más adelante, debilitó el orden interno de nuestro proyecto.

Esta situación de fragilidad, que si bien, en la discusión interna se la ha identificado como una “crisis”,
creemos, sin embargo, que dista de ser una situación terminal. Debemos recordar que Nueva
Democracia se planteó desde su origen como una organización con un horizonte transformador y
anticapitalista, que, sin embargo, buscaría superar el marginalismo tradicional de la izquierda y que,
por lo tanto, trabajaría en el corto y mediano plazo en la construcción de un bloque antineoliberal que
pudiera otorgarle al país una alternativa política al duopolio y en ese esfuerzo fuimos una de las
organizaciones más comprometidas con la formación del Frente Amplio. Es así, que en muy poco
tiempo Nueva Democracia logró apoyar sustancial y significativamente este proceso que hoy tiene al
Frente Amplio como un actor relevante dentro del sistema político, jugando un papel protagónico e
incidente en el mismo.

Resulta evidente la capacidad que tuvo Nueva Democracia para, a partir de la candidatura de Alberto
Mayol, presionar para la realización de las elecciones primarias presidenciales dentro del Frente
Amplio, lo que sin duda, fue fundamental para el resultado obtenido en noviembre. Ese mismo
proceso logró posteriormente incorporar gran parte de los contenidos programáticos de la
candidatura de Mayol a la candidatura presidencial de Beatriz Sánchez, jalando a la candidata a
posiciones mucho más transformadoras.

A pesar de estos logros, se cometieron una serie de errores que han impedido fortalecernos
internamente.

a. Errores en las apuestas electorales: A pesar de que dentro de las proyecciones estaba
contemplada la posibilidad de que no se obtuviera la victoria de ninguna de nuestras
candidaturas parlamentarias, esto se dio en un contexto de muchos errores, identificándose
los siguientes: 1) Un análisis electoral deficiente, realizado sólo a nivel cuantitativo, con
escasa densidad política y menos consideración contextual de la situación de cada territorio
electoral; 2) Dispersión de candidaturas debido a un exceso de confianza y voluntarismo, lo
que implicó que se disgregaran los esfuerzos de la militancia, impidiendo movilizar recursos a
candidaturas que pudieran haber resultado exitosas; 3) Deficiencias en la negociación de los
cupos con otras fuerzas, lo que impidió posicionar de mejor manera las candidaturas
prioritarias, al no considerar debidamente la importancia del orden en las listas; 4) Errores de
márketing político en algunas candidaturas, al no definir de manera consistente los relatos de
las campañas, los segmentos electorales a los que se apuntaba y el despliegue de campaña.
Esto fue notorio en la candidatura del distrito 20, en que no se consideró la solidez y
fidelización del electorado del Partido Ecologista Verde y se apostó por una campaña que
tenía escasa identificación con el Frente Amplio como “marca”. 5) Desmarque de algunas
candidaturas de los discursos acordados con el resto de las fuerzas del Frente Amplio, lo que
implicó reforzar la animadversión del resto de las organizaciones. 6) Escasa voluntad de
parte de comunales y militancia para aplicar la línea y trabajar en las campañas definidas
como prioritarias.
b. Falta de cohesión interna: Se instaló una dinámica de enjuiciamiento permanente a la Mesa
Ejecutiva en reemplazo del desarrollo de una discusión política más extensa en el
coordinador nacional que restó unidad en la acción, fuerza y debilidad en la conducción
política. Es así que llegamos a las elecciones presidenciales disgregados, sin relato
discursivo común, saliendo las/os voceras/os con opiniones más personales que fruto del
debate colectivo.
c. Problemas de construcción orgánica y de conducción política, derivadas,en parte, por la
convergencia de culturas militantes muy distintas. En algunos casos, se ha percibido la
existencia de prácticas excesivamente jerárquicas y caudillistas, lo que ha reforzado la
existencia de grupos de movilización interna que operan de manera alternativa a los
procedimientos formales y que impiden el desarrollo de nuevos liderazgos y de una militancia
más proactiva y crítica.
d. Falta de cohesión con la Unión Nacional Estudiantil: Si bien, se motivó un proceso de
convergencia política y orgánica con la UNE, faltó decisión de parte de las mesas directivas
de la UNE y Nueva Democracia de llevar adelante un proceso más directivo, coordinado y
dialogante que apuntara a fortalecer la cohesión institucional, considerando, además, la
ruptura que sufrió la UNE. La mayoría de la militancia de la UNE no se sumó plenamente a
los comunales, esto en parte porque no salieron desde la mesa líneas de acción política
orgánica más claras. De manera mucho más grave, se constató que en en el caso de la
Federación de la Universidad de Chile, la UNE terminó presentando una candidatura en
solitario, aislada de las otras orgánicas que son aliadas nuestras en el Frente Amplio, lo que
implica una divergencia con la política de convergencia que Nueva Democracia ha propiciado
desde el comienzo.
e. Deficiente estrategia comunicacional: No se logró dotar al equipo de comunicaciones de una
línea más clara de estrategia comunicacional, ni un relato organizacional que permitiera
entregar coherencia a las vocerías.

III. DEFINICIONES Y PROPUESTAS DE ACCIÓN PARA NUEVA DEMOCRACIA

Una nueva etapa

Si bien es cierto que el Frente Amplio aún requiere madurar un proyecto político social, consolidarse,
cuajar puntos identitarios y contenido político orgánico, tiene un desafío inmediato de avanzar,
situarse en primera línea, pese a las falencias y al momento de construcción en el que se encuentra.
Es también cierto que el Frente Amplio no es la nueva izquierda del siglo XXI, sino un conglomerado
antineoliberal, bastante diverso que incluye tanto a sectores liberales progresistas, socialdemócratas,
de centro, como otros de la izquierda anticapitalista y socialista, con una hegemonía de sectores
liberales y socialdemócratas y una fragilidad de las fuerzas de izquierda. Asimismo, el Frente Amplio
aún posee una acotada representación de sectores populares y la clase trabajadora, especialmente
en sus liderazgos.

Y ante la evidencia de que la política chilena continúa comandada por la derecha o por sectores
continuistas, así como el avance electoral y cultural que la derecha ha tenido entre electorados
tradicionalmente de izquierda, lo que es una alerta respecto a la posibilidad de que se viva algo
parecido a lo ocurrido en la política europea en los últimos 15 años ante la emergencia de una
ultraderecha populista antineoliberal y la situación vivida por la izquierda latinoamericana, reafirman
la necesidad de levantar un proyecto político estratégico real, sólido ideológicamente y contundente
políticamente, que se afiance en la población y marque los ritmos de las reformas que serán
empujadas desde el parlamento como parte de un deriva mayor de transformaciones sociales en
Chile. Junto a ello, hoy está en juego el carácter que asumirá la oposición frenteamplista. ¿Cuál será
el rol de las organizaciones de izquierda del FA?
En la diversidad que caracteriza al FA, se hace perentorio configurar en el mediano plazo un
referente anticapitalista, que asuma las tareas, al interior y fuera del Frente Amplio, de tensionar de
manera efectiva a los sectores socialdemócratas e incidir en la política nacional, resituando la
necesidad histórica de cambio desde la clase trabajadora y la actualización de las luchas, no solo
desde un sitial antineoliberal, sino anticapitalista, antiautoritario, de radicalización democrática,
feminista, ecologista y con horizonte socialista. Retomando la tradición del socialismo revolucionario
mundial y nacional, pero actualizándolo a las necesidades actuales, combinando una propuesta que
apueste por las transformaciones económicas y políticas, pero también culturales; que aborde una
perspectiva de clase, sin dejar de lado las problemáticas de género y sexualidad y la amenaza
medioambiental; que refuerce y promueva los valores de la igualdad, la solidaridad, la fraternidad y la
libertad.

En ese contexto, Nueva Democracia ofrece la posibilidad de generar una propuesta actualizada de
socialismo. En sus orígenes, Nueva Democracia hizo presente la necesidad de construir una
izquierda que saliera del marginalismo y la nostalgia y creemos que éste es el momento de
implementar ese propósito, por medio de las siguientes acciones:

a. Construir el proyecto político de transformación social desde las izquierdas. Para este fin
mayor es que construimos Nueva Democracia, y hoy este objetivo requiere decantar y
trascender, sin duda, pero debe cerrar un ciclo con madurez política. La forma de incidir no
se dará necesariamente por la migración o fusión arbitraria con otras orgánicas del Frente
Amplio, pues no están dadas las condiciones para levantar un referente de izquierda unitario
de esas características dentro del Frente Amplio, ni se puede garantizar una verdadera
convergencia político estratégica, pues este proceso de reflexión y debate aun está
ocurriendo de manera incipiente y las apuestas que buscan un camino de unidad están
atravesadas por distintas aristas y pugnas internas no resueltas, por lo que esta posibilidad
presenta un riesgo en el plano estratégico. La migración hacia otra fuerza podría ser más
bien un retroceso que avanzar en lo que nos propusimos al construir esta alternativa política.
Se podría haber generado una convergencia con otras fuerzas, pero en igualdad de
condiciones, no existentes en la actualidad. Todas las orgánicas hoy debaten y definen
programas y alianzas, estamos en un momento incipiente que aún requiere decantar en
procesos largos de construcción política, orgánica y militante. Por otra parte, tensionar a las
organizaciones de izquierda del FA, más pequeñas en número y recursos que las fuerzas
socialdemócratas, sólo tiende a generar una anexión de parte de estas últimas, diluyéndose
la capacidad transformadora de la izquierda frenteamplista. En ese sentido, aquellos/as que
creen que incorporarse a Revolución Democrática es una opción, les reafirmamos el
horizonte anticapitalista que levanta Nueva Democracia, alejado de caminos que buscan
“humanizar el capitalismo”.
b. Insistir en nuestra participación en el Frente Amplio, intensificando y dotando de mayor
contenido político, claridad y cohesión interna para impulsar ejes de acción en el
conglomerado. El Frente Amplio no será parte de un bloque opositor unitario junto a la Nueva
Mayoría en contra de la derecha, sino que debemos consolidar nuestra apuesta, definir
puntos ideológicos comunes y caminos tácticos para avanzar hacia una plataforma opositora
que contenga las propuestas programáticas y se apoye con lo construido desde los
territorios. No obstante, para ser protagonistas hay que distinguir niveles de articulación con
actores de la Nueva Mayoría, solo así -como Frente Amplio- podremos empujar las reformas
antineoliberales que nos hemos propuesto. Esto también es parte de nuestra estrategia como
izquierda dentro del conglomerado.
c. Implementar esfuerzos de organización y agitación en torno a Ejes de Conflicto para el
Período, es decir, focalizar nuestros objetivos tácticos en problemáticas actuales en las que
efectivamente podamos acumular e incidir en el mediano plazo (Trabajo, Medio Ambiente,
Género y Pueblos Originarios, podrían ser algunos), con un discurso y propuesta consistente,
actualizada y de radicalidad democrática. En ese sentido, creemos que es posible y
necesario aportar a la renovación y actualización del sindicalismo, pudiendo ser la punta de
lanza o inicio de este esfuerzo. En ese plano, como proyecto político, Nueva Democracia
posee una ventaja respecto a otras fuerzas, de manera que puede transformarse en un actor
con capacidad de incidencia real. Esto implica volcar la organización a la participación en
organizaciones sociales, potenciando y favoreciendo la construcción de liderazgos a nivel
local y nacional, con una perspectiva ideológica y programática actualizada.
d. Conformar un cuerpo doctrinario en torno a los cuatro ejes estratégicos definidos (Trabajo,
Medio Ambiente, Género y Pueblos Originarios), en base a la tradición teórica crítica, tales
como el marxismo, la teoría crítica, el feminismo, el ecologismo y el decolonialismo.
e. Favorecer una cultura interna distinta, promoviendo modos de relacionamiento horizontales,
igualitarios y democráticos que den cuenta de un marco valórico distinto al neoliberal y
autoritario.
f. Reformular el funcionamiento orgánico de Nueva Democracia, dotándola de procedimientos,
un Plan Estratégico y un Programa de implementación de nuestras perspectivas doctrinarias.
g. Reorientar la implementación de las políticas de género, por medio de reforzar la formación y
la reflexión ideológica de nuestra militancia.

Nueva Democracia se enfrenta al inicio de una nueva etapa, una especie de refundación luego de un
año y medio de existencia, con aciertos y desaciertos, que hoy invitan a aprender de los errores y
construir seriamente nuestro programa político. Para esto será clave el Congreso político que
llevamos a cabo actualmente.

Hoy el domicilio es cerrar el ciclo de construcción de ND y partir una nueva etapa que,
probablemente, derivará en una convergencia con otras fuerzas, pero esto requiere que estemos
cohesionados, que culminemos el proceso que nos dio origen, definir líneas de construcción basadas
en un programa estratégico que supera la orgánica y apunta al proyecto político de transformación
social, en definitiva, una transición seria, con objetivos políticos claros y una orgánica con
condiciones para construir fuerza social a partir de ejes de conflicto que permitan tanto acumular y
crecer como también ser protagonistas del escenario político que nosotros mismos originamos.

Nueva Democracia como izquierda debería asumir la tarea de generar las condiciones materiales y
culturales para ejercer la política desde una izquierda distinta, con un partido que se pone a
disposición de esta tarea, con la claridad y humildad necesarias, comprendiendo que la revolución es
sentido del momento histórico, como diría Fidel, pero también comprendiendo que no es momento de
tomar el poder, cual entelequia estatal.

Debemos perfilar y proyectar desde ya una sociedad distinta, un comunismo del siglo XXI, que haga
sentido a las luchas populares y diversas de hoy, pero asociado a una estrategia clara que muestre la
viabilidad y necesidad de ese horizonte.

RESUMEN

En el contexto político en que nos encontramos no es viable iniciar un proceso de fusión o migración
hacia otras orgánicas, puesto que se desdibujarían las posibilidades de implementación del proyecto
que dio origen a Nueva Democracia y que consistían en un proyecto antineoliberal, anticapitalista y
de actualización del socialismo, por lo que se propone insistir en la construcción de dicho proyecto
político que en este momento se sitúa en Nueva Democraciapara sentar bases sólidas de cualquier
convergencia futura.
Equipo Fundación Emerge
Felipe Cáceres
Tamara Ortega
María Graciela López
Cristian Rojas
Felicita Caro
Enzo Dattoli
Isabel Palominos
Cristian Cuevas

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