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Käthe Kollwitz, la escultora del dolor

Publicado en noviembre 10, 2016

Sobre tus mejillas de bronce resbalan lagrimas


de lluvia cayendo a través del tragaluz que muestra el cielo teñido de nubarrones oscuros de ese
Berlín, a veces tan despiadado con sus hijos como un Dios salvaje, que en un arrebato de locura
destructiva los sacrifica sin piedad, empujándolos a las trincheras en nombre de una bandera, de
un imperio construido sobre el espanto de sus cuerpos pudriéndose en el inmenso campo de
batalla que fue Europa.
Aunque el agua y la nieve caigan sobre tu cuerpo abatido, erosionando lentamente la escultura
donde se concentra el duelo de tantas madres. Aunque el frio y el viento barran sin piedad el
recinto de muerte donde permaneces con tu hijo acurrucado entre las rodillas, sigues allí
abrazándolo, en un afán inútil de retenerlo a tu lado, mientras meditas inmóvil sobre la
brutalidad de la guerra para que nadie olvide los tiempos sombríos que te tocaron vivir.
Mater amatísima abrazando al adolescente que parece buscar entre los pliegues de tu

mantón el calor que le devuelva el aliento de vida o la valentía


necesaria para enfrentarse a la muerte. Tal vez en el ultimo instante creyó que aplastado contra
ti, acurrucado en tu vientre podría regresar a ese lugar placido, ausente de todo peligro, donde
un día esculpiste tu obra magistral, su pequeño cuerpo lleno de vida.
Tal vez cuando el cincel de escultora moldeaba el dorso de tu mano derecha cubriendo la boca,
quisieras acallar el sentimiento de culpa al recordar el instante fatal en que consentiste que
Peter se presentara voluntario a filas, para defender una patria que te lo devolvió convertido en
un héroe muerto. Quizá la mano izquierda, tan bien perfilada, sobre los puños cerrados de tu
hijo, intentara una última caricia. Acaso fue entonces cuando te planteaste si valía la pena
sobrevivirle, o en ese preciso instante descubriste que en tu cáliz de amargura ya no cabía ni
una sola gota más.

Fuiste testigo del horror denunciado por tus manos de artista, dibujando la miseria de los
obreros, los cuerpos raquíticos de unos niños con expresión famélica. Cincelaste con la
maestría que solo da la experiencia del dolor, la desolación de las mujeres a las que la patria
arrebató a sus compañeros e hijos. Te convertiste en victima de la brutalidad disfrazada de
uniforme de la Gestapo arrasando tu estudio, intentando destruir la obra que se convertiría en
prueba de cargo contra los defensores de la pureza de la sangre, del pensamiento único.

Dominada por la emoción que me produce tu soledad en medio de la sala vacía camino hacia a
ti para abrazarte en un intento vano de darte consuelo. Tu contacto me transmite el sufrimiento
congelado en la mascara de bronce, que esas manos curtidas en tantas derrotas esculpieron
meticulosamente. Dejando un mensaje grabado a golpe de punzón con el propósito de que las
generaciones futuras recuerden cuanta sangre debe derramar el pueblo para que un dictador
sacie sus delirios de grandeza.

Mª Jesús Mandianes
Características de la Pietà y
ubicación:
Käthe en 1937, coincidiendo con el el aniversario de la muerte de su hijo Peter (primera guerra
mundial) anotó en su diario: “Estoy trabajando en una pequeña escultura que se está
convirtiendo en algo así como una Piedad. La madre está sentada y tiene a su hijo muerto
tendido entre las rodillas sobre el regazo ya no hay dolor. Sólo la reflexión “
La tituló “Madre con hijo muerto”, está realizada en bronce y sus dimensiones
son:36.8 x 28 x 39.1 cm. Su estilo se encuadra dentro del realismo crítico, del cual
es una genial representate. La escultura original se encuentra ubicada en el Museo Kathe
Kollwitz, Fasanenstrasse 24 (Charlottenburg). Pero existe una replica ampliada cuatro
veces, cuyo autor es el escultor alemán Harald Haacke, que fue realizada por encargo del

canciller Helmut Kohl. Está situada en laNeue


Wache, un edificio que data del año 1816 y cuya fachada se inspira en los templos
romanos. Su elemento más conocido es un tragaluz circular, tras caer el Muro de Berlín se
convirtió en un monumento a las víctimas de la guerra y del despotismo. En 1993 entre sus
paredes lisas, sin adornos y bajo el tragaluz, se colocó una de las esculturas más emotivas
de la ciudad, rebautizada como La Pietà de Kollwitz.
En la entrada una placa escrita en varios idiomas conmemora a todas la victimas de la

guerra y la tiranía: Conmemoramos a los pueblos que


sufrieron la guerra. Conmemoramos a sus ciudadanos que fueron perseguidos y perdieron la vida.
Conmemoramos a los caídos de las guerras mundiales. Conmemoramos a los inocentes que perdieron la
vida a causa de la guerra y de las consecuencias de la guerra en la patria, en el cautiverio y en el destierro.
Conmemoramos a los millones de los judíos asesinados. Conmemoramos a los Sinti y Roma asesinados.
Conmemoramos a todos aquellos que fueron asesinados por su origen, por su homosexualidad, por estar
enfermos o ser débiles. Conmemoramos a todas las victimas a las que se le negó el derecho a la vida.
Conmemoramos a todos los seres humanos que tuvieron que morir a causa de sus convicciones religiosas y
políticas. Conmemoramos a todos los que fueron victimas de la tiranía y murieron siendo inocentes.
Conmemoramos a las mujeres y hombres que sacrificaron su vida a la resistencia contra la tiranía.
Rendimos homenaje a todos los que eligieron la muerte para no doblegar su conciencia. Conmemoramos a
las mujeres y los hombres que fueron perseguidos y asesinados porque se opusieron al régimen totalitario
de la dictadura después de 1945.
No olvidaré nunca la impresión que me produjo la escultura de bronce en medio de la sala

vacía, rodeada del silencio solo roto por las gotas de lluvia
que caían sobre la Pietà, produciendo sobre su rostro el efecto de lagrimas de dolor… Allí me
quedé parada, con un nudo en la garganta, acompañando en su desconsuelo a una madre que
sobrevive a su hijo…
Análisis:
La importancia de la obra de Käthe Kollwitz se basa tanto en la selección de sus temas como en
su capacidad para transmitirles el sentimiento dramático que los caracteriza, ya sea en sus
representaciones de las miserables condiciones de vida de los obreros, o en la de los dramas
sobre la guerra. Su capacidad expresiva proviene tanto de su atenta observación de la realidad
social que la rodeó, como de su profundo estudio de los medios técnicos de impresión. Practicó
el grabado en sus numerosas variantes, desde la punta seca a los aguafuertes, pasando por el
entallado, aunque a partir de 1910, la litografía se convirtió en su forma preferida de expresión
plástica.
La temática será la misma que conmoverá a Käthe hasta el final de sus días: los testimonios,
no de las batallas heroicas, sino de los sacrificios humanos, del

dolor sin límites de los efectos de los


conflictos bélicos en la población. Aunque la guerra terminase, Käthe no quería que se olvidara
el drama que había significado, y que no debía repetirse. Así lo vemos en El sacrificio (Das
Opfer), donde una madre alza el cuerpo inocente de su hijo, que se inmolará en la guerra, o
en La Viuda (Die Witwe I), en la que una mujer del pueblo, embarazada, protege su vientre con
una manos fuertes, vigorosas, que serían conocidas a partir de entonces como Las manos de
Kollwitz, una acentuación expresionista del deseo profundo de las madres de proteger a su
descendencia.
Neue
Wache:
En Berlín, en la avenida Under den Linden (Bajo los tilos), entre los años 1816-1818 , se
construyó un edificio siguiendo el diseño del arquitecto Karl Friedrich Schinkel, cuya
estructura recuerda una fortaleza romana, su finalidad era albergar a la “guardia real”, la Neue
Wache. En1931 el arquitecto Heirich Tessenowlo reconvirtió en un monumento a los
fallecidos en la Primera Guerra Mundial. Su elemento más conocido es un tragaluz circular.
Más tarde, durante la ocupación nazi, estuvo al servicio del Reich y sufrió grandes daños
durante la Segunda Guerra Mundial.
Tras la guerra fue restaurado y reabierto en 1960 como monumento a las víctimas del

fascismo y el militarismo. Enterraron bajo esta


estructura los restos de un soldado desconocido y los de una víctima anónima de un campo de
exterminio nazi. Además, también se enterró tierra proveniente de campos de batalla europeos
y de campos de concentración.
Tras caer el muro, la Nueva Guardiacambió de nuevo para convertirse en un monumento a las
víctimas de la guerra y del despotismo. En 1993 entre sus paredes lisas, sin adornos y bajo el
tragaluz, se colocó una de las esculturas más emotivas de todo Berlín: Madre con su hijo
muerto, cuya autora es Kathe kollwitz.

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