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Universidad Tecnológica Metropolitana

Facultad de Humanidades y Tecnologías de la Comunicación Social


Escuela de Trabajo Social
Tesis

ACTORES SOCIOPOLÍTICOS QUE


VIVENCIAN PROCESOS
DE DECONSTRUCCIÓN DE LA
MASCULINIDAD HEGEMÓNICA

DESAFÍOS DEL TRABAJO SOCIAL EN LA PROMOCIÓN


SOCIOEDUCATIVA DE LAS RELACIONES DE GÉNERO

Estudiantes: Macarena Ávalos Pizarro


Mercedes Cuadra Córdova

Profesor Guía: Alexis Valenzuela Mayorga.

Santiago-Chile
2012
1
Evaluación Final
_______________________________________________________________

2
Agradecimientos

“…Los organismos vivos no necesitan gobierno exterior, porque se autorregulan.


Cada órgano, cada célula, cada molécula participante del organismo vivo, por tanto son
propias de los sistemas autopoyéticos de la vida. Es por ello que la dominación además ha de
ser acompañada de la jerarquía -verbalizada en el yo-poseedor, yo-mando, yo-sumiso, yo-
competidor-, para oponerse al fluir natural sinérgico de la vida, ha paralizado el fluir
espontáneo, insertando la estructura de funcionamiento artificiosamente diseñada, creada por
leyes, instituciones, normas, disciplinas, métodos de conducta, hábitos y costumbres…”

Casilda Rodrigáñez, 2008, 131.

…Al universo, por entregarnos infinitas posibilidades, a la naturaleza por enseñarnos la


capacidad y la necesidad en fusión con la reciprocidad y por entregarnos la expansión
liberadora…

…Agradezco a la música por hacerme y hacer vibrar la existencia…

…A mi madre, por haber decidido traerme a este plano terrenal, por su amor y cuidado.

…A mi padre, por estar presente, por su entrega y dedicación.

…A mi Ratón, por mezclar bellamente sensibilidad, fortaleza, alegría e inocencia.

…A Seba, por creer en mí.

…A la Mechita, compañera y amiga, por su cariño, empatía e incondicionalidad.

…A las niñas y niños del Taller, por sus sonrisas, por destellar alegría, por permitirme
aprender y enseñar otras formas de relación…

…A mis compitas de vida del Taller, por el apoyo mutuo, la hermandad y la construcción
colectiva de emocionarnos frente a la resistencia del día a día…

…A mis amigas, compañeras y brujas de Huelga, por reconocer nuestros úteros rebeldes y
tener la convicción de liberación y placer como base de la existencia…

…A mi linda Camaleón, por ser y estar…

3
…Al profe Alexis, por la pasión y rigurosidad que nos aportó en cada conversación. A
Priscilla, por su buena voluntad. A María Paz, por motivarme y mostrarme parte de lo
posible. A la profe Yanny, por su ayuda y confianza. Al profe Alejandro, por su apoyo y por
valorar nuestras ideas. A mi prima Caro, por compartir conmigo sus conocimientos y
lindas experiencias...

… A quienes han creído y confiado en mi pensamiento y sentir.

…A quienes cotidianamente destruyen y construyen; resisten la dominación y la


transforman -a través de cada acto, de cada palabra, de cada vivir-, en la práctica plena
de la libertad.

Deseo que el transcurso de las líneas plasmadas en esta tesis se convierta de una u otra
manera en una herramienta para subvertir cualquier tipo de orden…

MakAry

4
Agradecimientos

- En primer lugar quiero agradecer a esta Escuela de Trabajo Social y a aquellos


profes que germinaron en mí la convicción de la transformación, en especial a
Marcelo Wettlingg, María Paz Aedo y Alexis Valenzuela. También quiero
agradecer a Priscilla Carrasco por su motivación para trabajar con nosotras.

- A mis entrañables amigas…Priscila Souza, por su consecuencia, compañía y apoyo


incondicional…A ti ¡Isha linda!, por tu ternura, calidez y sabiduría… A ¡Mackary!
con quien compartí unas de las experiencias intelectuales más liberadoras.
¡Gracias por comprenderme y apañarme!

- Al equipo FAE por su apoyo, acogida y confianza.

- Al taller Alex Lemún, por su lealtad con la población y por el amor en cada acto de
creación rebelde. En especial y con mucho cariño a las niñas y niños del taller.

- A mi mamá, papá y hermana, pilares de mis sueños, por haber permanecido en todo
momento a mi lado, apoyándome en mis decisiones, alentándome a ser valiente y a
seguir luchando. Los amo y agradezco profundamente mi vida junto a ustedes.
¡¡¡Gracias por todo!!!

- A Elita, porque nuestra historia juntas fortalece un vínculo que me conecta con
nuestras raíces. Gracias por tu apoyo y por tu permanente presencia.

- A ti Isabel, porque tus tendidas de mano me sacaron tantas veces del paso, sin tu
ayuda todo habría sido más difícil.

- A la familia Coñoman Garay, quienes contribuyeron enormemente para que este


sueño fuera posible.

A mi hija Ayelen…

Porque juntas hemos crecido…

Porque alimentas mi alma con tu existencia…

Y porque jamás imaginé que este amor

…me colmaría de esta fuerza infatigable…

¡¡Te amo!!

¡¡¡…Gracias a la vida por sus sarcásticos ires y venires, los que me alejaron de
equivocadas certezas…!!!

…Meche…

5
Agrademos a cada uno de los hombres que entrevistamos

…por su disposición y confianza,

…por permitirnos conocer parte de sus vidas,

…por rebelarse,

… por no querer ser parte del molde

y por mostrarnos posibilidades reales de transformación.

6
ÍNDICE

 Portada……………………………………………………………….…................ Pág. 1
 Evaluación………………………………………………………………............... Pág. 2
 Agradecimientos……………………………………………………………........... Pág. 3
 Índice…………………………………………………………………………...…. Pág. 7
 Introducción………………………………………………………………….….... Pág. 11

1.- PRESENTACIÓN DEL TEMA DE INVESTIGACIÓN............................ Pág. 13

1.1.- Planteamiento del problema de investigación………………………...……....Pág. 14


1.2.- Pregunta de Investigación………………………………………….................Pág. 18
1.3.- Objetivos de investigación…………………………………………………….Pág. 18
1.3.1.- Objetivo General
1.3.2.- Objetivos Específicos
1.4.- Supuesto de Investigación………………………….……………….……..….Pág. 19
1.5.- Fundamentación de la Investigación…………………………….….………...Pág. 20
1.6.- Relevancia para el Trabajo Social………………………………...….…….…Pág. 23

2.- MARCO DE REFERENCIA…………………………………………….……Pág. 25

2.1.- Antecedentes desde el Movimiento Feminista………………............................Pág. 26


2.2.- Estudios de Género………………………………………………………….….Pág. 28
2.3.- Estudios de Masculinidades:
En el “Primer Mundo”, Latinoamérica y Chile…………………………………Pág. 30
2.3.1.- Estudios de Masculinidades en EEUU y países Escandinavos.
2.3.2.- Estudios de Masculinidades en América Latina.
2.3.3.- Estudios de Masculinidades en Chile.

2.4.- Política de Género en Chile………………………………………………........Pág. 34


2.4.1.- Antecedentes Internacionales.
2.4.2.- Antecedentes Nacionales.
2.4.3.- Política de Género actual.
2.4.3.1.- Trabajos de intervención socioeducativa con Hombres en Chile

2.5.- Movimientos de Hombres en el Mundo Occidental……………………..…….Pág. 39


2.5.1.- Movimiento Profeminista o antisexista.
2.5.2.- Movimiento Mitopoético.
2.5.3.- Movimiento de las Terapias de la masculinidad.
2.5.4.- Movimiento por los Derechos de los hombres.
2.5.5.- Movimiento Fundamentalismo Masculino.

2.6.- Colectivos de Hombres en el Mundo Occidental, Latinoamérica y Chile…….Pág. 45


2.6.1.- Colectivos de Hombres en Chile.
2.6.2.- Colectivos de Hombres y Trabajo en Red.

3.- MARCO TEÓRICO……………………………………………………………Pág. 48

3.1.- Teorías sobre la dominación…………………………………………………...Pág. 49


3.1.1.- La construcción del Poder y la Dominación

3.2.- La dominación en el patriarcado……………………………………………….Pág. 53


3.2.1. Orígenes de la teorización de la civilización occidental en el Patriarcado.
3.2.1.1.- Oposición binaria y falogocentrismo.
3.2.1.2.- La materia (soma) y la forma (eidos) como prolongación
naturalizadora de lo Femenino y lo Masculino.
7
3.2.2. Comprensión del primer sistema de dominación: el Patriarcado
3.2.3. Teoría feminista
3.2.3.1- Sistema sexo-género
3.2.3.2.- Plusvalía no mercante (trabajo doméstico)
3.2.3.3.- Lo personal es político
3.2.3.3.- Violencia Estructural
3.2.3.4.- Campos de acción y lucha
3.2.4.- Teoría queer: la materialización de los cuerpos y del sexo
3.2.4.1.- Performatividad y el miedo a la homosexualidad
3.2.5.- Biopolítica en el cuerpo del hombre

3.3.- Género, Hegemonía y Masculinidades…………………………………………Pág. 70


3.3.1- Interrelación entre Masculinidad y Clase Social
3.3.2.- Hegemonía y Masculinidad
3.3.3. Masculinidades y movimiento social incipiente
3.3.3.1.- La resistencia a la dominación en los nuevos movimientos sociales
3.3.3.2.- Los Nuevos Movimientos Sociales en la era de la informática

3.4.- La construcción de la masculinidad hegemónica…………………………….. Pág. 79


3.4.1.- Teorías sobre la identidad masculina: esencialismo y constructivismo social.

3.5.- Incidencia de la construcción del Estado de Chile y del contexto globalizado en la


masculinidad hegemónica………………………………………………………..… Pág. 82
3.5.1. Conformación histórica de la hegemonía de la masculinidad en el orden
moderno.
3.5.2. Incidencia de la construcción del Estado en Chile en la masculinidad
hegemónica.
3.5.3. Identidad masculina a partir de la globalización.

3.6.- La socialización como sustento del dominio masculino: desarrollo evolutivo en las
fases del ciclo vital del hombre……………………………………………………. Pág. 87

3.7.- Caracterización y mandatos socioculturales de la masculinidad hegemónica:


“tus acciones y omisiones sustentan tus privilegios”…………………………………. Pág. 92
3.7.1.- ¿Qué entendemos por masculinidad hegemónica?
3.7.2.- Ejes de la masculinidad hegemónica
3.7.3.- Neomachismo, machismo-leninismo y micromachismos: hábiles artes de
dominio
3.7.4.- La construcción de la subjetividad masculina
3.7.4.1.- El poder y la construcción de la subjetividad
3.7.4.2.- La razón y la construcción de la subjetividad
3.7.4.3.- La era global y la construcción de la subjetividad
3.7.5.- Mutilación afectiva y desconexión interna
3.7.5.1.- Desconexión interna: ruptura psicosomática

3.8.- Antecedentes que originan la crisis de la masculinidad hegemónica………… Pág. 111


3.8.1.- Cambios en los roles de género
3.8.2.- Misoginia y Homofobia
3.8.3.- Masculinidad Tóxica

3.9.- Proceso de deconstrucción de la Masculinidad Hegemónica………………….Pág. 117


3.9.1.- Ámbitos de desconstrucción

3.10.- Expresiones subjetivas disidentes a la masculinidad hegemónica………..… Pág. 120


3.10.1.-“Nuevas Masculinidades” ¿neo-patriarcado o masculinidades
equitativas/igualitarias?

3.11.- El Trabajo Social en la deconstrucción de la masculinidad hegemónica: Un desafío


en la promoción socioeducativa de las relaciones de género……………………… Pág. 124

8
4.- MARCO METODOLÓGICO………………………………………………...Pág. 132

4.1.- Consideraciones metodológicas generales…………………………………….Pág. 133


4.2.- Tipo de estudio………………………………………………………………...Pág. 134
4.3.- Enfoque del estudio……………………………………………………………Pág. 136
4.4.- Enfoque epistemológico……………………………………………………….Pág. 138
4.4.1.- Construccionismo y deconstrucción
4.4.2.- Hermenéutica Crítica
4.5.- Universo……………………………………………………………………….Pág. 143
4.6.- Población y muestra…………………………………………………………...Pág. 143
4.7.- Técnicas de recolección de información………………………………………Pág. 146
4.8.- Fuentes de recolección de datos……………………………………………….Pág. 147
4.9.- Plan de análisis………………………………………………………………...Pág. 147
4.10.- Validez y fiabilidad de la investigación…………………….………………..Pág. 149
4.11.- Triangulación…………………………………………………………………Pág. 151
4.12.- Categorías de análisis…………………………………………………………Pág. 151

5.- ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS……………...Pág. 154

5.1. Categoría: Motivación al cuestionamiento……………………………………...Pág. 161


5.1.1. Subcategoría: Auto cuestionamiento
5.1.1.1. Percepción de la deconstrucción de la masculinidad
5.1.1.2. Sentir frente a la masculinidad
5.1.1.3. Cuestionamiento a los mandatos socioculturales
5.1.2. Subcategoría: Historia de vida
5.1.2.1. Historia familiar
5.1.2.2. Violencia vivida
5.1.2.3. Trabajo con violencia de género

5.2. Categoría: Motivación a los cambios…………………………………………..Pág. 167


5.2.1. Subcategoría: Ámbito emocional-afectivo
5.2.1.1. Emocionalidad
5.2.2. Subcategoría: Poder
5.2.2.1. Resistencia a la dominación

5.3. Categoría: Facilitadores de deconstrucción…………………………………….Pág. 169


5.3.1. Subcategoría: Ámbito personal- relacional
5.3.1.1. Parejas feministas
5.3.1.2. Trabajo con hombres
5.3.2. Subcategoría: Ámbito profesional
5.3.2.1. Espacios laborales
5.3.2.2. Conocimiento académico

5.4. Categoría: Obstaculizadores de deconstrucción………………………………..Pág. 173


5.4.1. Subcategoría: Ámbito personal- relacional
5.4.1.1. Demanda de las mujeres a lo masculino
5.4.1.2. Cuestionamiento del entorno
5.4.1.3 Prejuicios heterosexuales

5.5. Categoría: Privilegios masculinos……………………………………………...Pág. 176


5.5.1. Subcategoría: Práctica del poder
5.5.1.1. Utilización del poder
5.5.1.2. Desvinculación de lo privado-doméstico
5.5.1.3. Incomodidad frente a las ventajas

5.6. Categoría: Expresiones subjetivas disidentes a la masculinidad tradicional…..Pág. 179


5.6.1. Subcategoría: Cambios en las prácticas cotidianas
5.6.1.1. Conexión corporal
9
5.6.1.2. Espacio privado-doméstico
5.6.1.3. Paternidad
5.6.1.4. Relación de Pareja
5.6.1.5. Contradicciones en los cambios

5.7. Categoría: Nuevas Masculinidades y movimiento social……………………...Pág.185


5.7.1. Subcategoría: Participación política-social activa
5.7.1.1. Espacios socioeducativos
5.7.1.2. Metodología del trabajo socioeducativo
5.7.2. Subcategoría: Tensiones en la práctica sociopolítica
5.7.2.1. Visibilidad pública
5.7.2.2. Dificultades para reunirse
5.7.2.3. Exceso de teorización
5.7.2.4. Instrumentalización del Género
5.7.2.5. Intencionalidad política
5.7.2.6. Masculinidades y política pública
5.7.3. Subcategoría: Postura frente al movimiento de masculinidades
5.7.3.1. Movimiento social incipiente
5.7.3.2. Cuestionamiento a las Nuevas Masculinidades

6.- CONCLUSIONES REFLEXIVAS……………………………………………Pág. 197

6.1. Conclusiones desde el Objetivo General y los Objetivos Específicos de


investigación………………………………………………………………………..Pág. 199
6.1.1.- Motivación a los cuestionamientos: La figura del padre y el malestar frente al
modelo de masculinidad hegemónica
6.1.2.- Motivación a los cambios: Conciencia de la desconexión emocional y
resistencia a la dominación
6.1.3.- Facilitadores de deconstrucción: El feminismo y el trabajo con hombres:
desde la teoría hacia la confrontación de la práctica
6.1.4.- Obstaculizadores de deconstrucción: La hetero-normatividad como limitante
para la deconstrucción de la masculinidad hegemónica.
6.1.5.- Privilegios Masculinos: El poder, el saber y la desvinculación con lo
privado- doméstico
6.1.6.- Expresiones subjetivas disidentes a la masculinidad tradicional: El desarrollo
e incorporación de los hombres al mundo privado-doméstico-íntimo
6.1.7.- Nuevas Masculinidades y movimiento social: Dilemas en la participación
político-social activa: la necesidad de volcarse a lo íntimo y des-hegemonizar lo
público/ Las Nuevas Masculinidades y la pos-modernidad
6.1.8.- Conclusiones desde el Objetivo General……………………………..Pág.213

6.2. Conclusiones desde los Hallazgos Teóricos de la investigación……………..Pág.216


6.2.1.- La conceptualización de la Deconstrucción

6.3. Conclusiones y desafíos desde y para el Trabajo Social………………….….Pág. 220


6.3.1.- El Trabajo Social como facilitador del proceso de deconstrucción de la
masculinidad hegemónica y su componente socioeducativo en las relaciones de
género.
6.3.2.- Metodologías socioeducativas alternativas de aprendizaje-enseñanza.

7.- BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………….Pág. 230


7.1.- Bibliografía General (Libros, Seminarios, Clases, Canciones..…….….Pág. 231
7.2.- Bibliografía de Internet…………………………………………….…..Pág. 243

8.- ANEXOS……………………………………………………………………….Pág. 251


8.1.- Anexo Nº1: Ficha de Identificación…………………………………...Pág. 252
8.2.- Anexo Nª2: Pauta de Entrevista……………………………………….Pág. 256
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INTRODUCCIÓN

La presente investigación tiene como finalidad contribuir al desmantelamiento de


las relaciones desiguales de género sustentadas en el modelo de la masculinidad
hegemónica; problemática que se ha originado en la normalización de patrones de
dominación, socializados durante los últimos 6.000 años de historia.

El paradigma de la masculinidad hegemónica se ha amparado en el denominado


sistema patriarcal, el cual se caracteriza por la sobrevaloración de lo masculino en
desmedro de lo femenino, haciendo beneficiarios a los hombres de múltiples privilegios
sociales. Sin embargo, el avance del cambio sociocultural propiciado por las mujeres, ha
modificado el contexto en el cual se desenvuelven los hombres y las mujeres hoy en día,
provocando tensiones, cuestionamientos e incomodidades también en los varones, que ha
originado la crisis de la masculinidad hegemónica.

A partir de lo anterior existen varones que deciden hacerse cargo de su poder


histórico, así como de reconocer que el modelo de masculinidad también les afecta en sus
vidas, iniciando procesos de cuestionamientos y transformaciones en sus prácticas
cotidianas, a fin de acabar con el ejercicio de la dominación tanto intrapersonal como
interrelacional e intersubjetivo.

Este proceso se ha categorizado como deconstrucción de la masculinidad


hegemónica, fenómeno de gran relevancia de esta investigación, ya que implica una
perspectiva de análisis, interpretación y acción que no ha sido integrada en la práctica de
las/os Trabajadores/as Sociales y que se asocia directamente con el ethos del quehacer
profesional.

Para dar cuenta de la existencia de esta problemática hemos recurrido a hombres


que se encuentran vivenciando el proceso de deconstrucción de la masculinidad
hegemónica y a su vez participan de experiencias socioeducativas con otros varones,
espacio donde se cuestionan el ejercicio de prácticas dominantes a partir del género.

Con el fin de profundizar e interpretar las particularidades de los sujetos, es


necesario desglosar la información de la investigación en base a la existencia de una
problemática que motivó la investigación (planteamiento del problema), para luego
vincular aquella con los fundamentos por los cuales el Trabajo Social precisa posicionarse
y abordarla de tal forma de entregar respuestas a las relaciones de poder inmersas en el
género.

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Posteriormente, realizamos una recopilación teórico-bibliográfica de libros, textos,
ensayos, revistas y material de internet que han permitido configurar un planteamiento del
problema abordado y sus impactos en las sociedades mundiales occidentales, y
particularmente chilena. Luego, definimos los ejes metodológicos y sus matrices
paradigmáticas sobre los cuales se sustenta la investigación para dar paso a los análisis e
interpretación de los resultados, los cuales interrelacionan la bibliografía revisada con el
contenido de los discursos narrados por los entrevistados. Finalmente se desarrollan las
conclusiones, aportes y reflexiones, que más bien sitúan puntos de partida para seguir
profundizando, cuestionando y criticando de manera rigurosa y comprometida la
perspectiva de deconstrucción de la masculinidad hegemónica.

Planteamos una propuesta metodológica que se encause a abordar lo que origina las
relaciones de dominación y sus diversos componentes por medio de la facilitación de
acciones socioeducativas de los géneros; para evitar que se trabaje exclusivamente en los
efectos de la opresión y la violencia -ejercida principalmente en contra de mujeres y
niñas/os-, tal como lo han realizado iniciativas del sector privado y los aparatos públicos
nacionales e internacionales.

La presente investigación tiene la intencionalidad de ser una contribución no sólo a


las/os Trabajadores/as Sociales, sino a toda/o quien desee fehacientemente contribuir a la
desestabilización de las relaciones históricas de opresión y consiguientemente abrir
posibilidades de convergencia discursivos-teóricos y prácticos que se traduzcan en acciones
de resistencias cotidianas a lo que se nos impone, propagando la libertad de pensar, de
actuar, de decidir, de vivir la autonomía y la justicia social; valores y principios que nuestra
disciplina ha reivindicado y que pese a las contradicciones ético-políticas existentes, le dan
sentido al accionar profesional.

12
1. PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA
DE INVESTIGACIÓN

13
1.1. PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

“…Se sigue considerando a la masculinidad como la única macro cultura posible, la única
creada para la humanidad, he allí su triunfo.”

(Margarita Pisano, 2001)

El problema de la presente investigación social emerge al profundizar en la


socialización normalizadora y naturalizadora de la dominación como práctica discursiva,
material y simbólica cotidiana (Bourdieu, 2000) en el contexto de la civilización patriarcal
y perpetuada por el modelo neoliberal.

La masculinidad hegemónica es uno de los sustentos del paradigma de la


dominación, específicamente de la construcción diferenciadora de los modelos de género,
en base al cual la Humanidad en general y particularmente los seres masculinos, han
ejercido cotidianamente consigo mismos y con su entorno próximo: mujeres, niñas/os,
ancianos/as y ecosistema.

La construcción diferenciadora del sexo-género mitifica la superioridad de la


masculinidad atribuidas a causas naturales-fisiológicas donde las apariencias biológicas y
los efectos indudablemente reales han producido en los cuerpos y en las mentes un
prolongado trabajo colectivo de socialización de lo biológico y biologización de lo social
(Bourdieu, 2000: 14). Proceso en el cual los hombres incorporan a través de una compleja
dinámica: aprendizajes, valores, actitudes, roles, funciones, conductas, mandatos
socioculturales y estructuras que moldean el pensamiento de manera consciente e
inconsciente.

Esta construcción de identidad genérica es transmitida tanto por hombres como por
mujeres, la cual se materializa a partir de modelos hegemónicos de femineidad y
masculinidad que se sostienen en el deber ser mujer y deber ser hombre que cada sociedad
establece como norma y que cada cual debe obedecer durante toda su vida.

Es en base a este poder diferenciador, dicotómico y antagónico, -propio de la


civilización occidental y moderna, que sitúa a los cuerpos en una oposición binaria (Butler,
2000)-, que se construye lo femenino subordinado a la masculinidad dominante, donde el
rol de cuidado y emocional-afectivo es supeditado al rol productivo y racional que
comprende la esfera masculina.

La socialización de la masculinidad hegemónica se expresa en mandatos


socioculturales, los cuales manifiestan una intencionalidad coercitiva, controladora e

14
imperativa, donde la sociedad resguarda su cumplimiento, los obliga a actuar y a
comportarse, desafiándolos a “ser hombre”, lo que debe ser demostrado a través de pruebas,
deberes y ritos. Sin embargo, de acuerdo al conocimiento de experiencias socioeducativas y
a la recopilación bibliográfica ha sido posible constatar que existen varones que están
tensionando el ejercicio de los mandatos sociales tradicionales, oponiendo resistencias al
modelo hegemónico; toda vez que esta forma de ser hombres se ha instituido en “ley”;
donde cruzar los límites de lo permitido y prohibido los expone al rechazo de otros
hombres y de las mujeres (Olavarría, 2002).

De esta manera, así como el modelo les ordena responder a mandatos, les permite
gozar de ciertos privilegios que se han sustentado en el usufructo de poderes, tales como:
ser considerado el representante legítimo de autoridades morales, políticas, religiosas,
domésticas, parentales entre otras, cuya máxima expresión es que el hombre toma la
palabra en nombre de los dos sexos, en representación de una humanidad supuestamente
asexuada (Sánchez, 2005).

A pesar de esta pretensión homogenizante de la identidad masculina tradicional para


la mayoría de los hombres es simplemente imposible cumplir con los requisitos de los
ideales dominantes de la masculinidad y el no alcanzarlos, les provocaría profunda angustia
y frustración, ya que los mandatos socioculturales continúan estando presente cotidiana e
inconscientemente en sus vidas y en los imaginarios de la sociedad contemporánea
(Kaufman, 1997). A partir de esta tensión los varones parecen estar en una encrucijada
entre los privilegios que ostentan por ser hombres y el malestar subjetivo que los mandatos
socioculturales les reportan.

Los imaginarios sociales masculinos han situado al espacio público como territorio
histórico de los hombres lo que ha generado una sobre valoración social de la masculinidad
en la productividad, hiper-racionalidad y consecución de fines lo cual ha traído como
consecuencia la desvalorización del espacio doméstico, privado, de cuidado, afectivo e
íntimo, siendo considerado un sitio de sometimiento asociado exclusivamente a las
mujeres. Es por este motivo que el espacio emocional es el menos desarrollado en el
hombre, lo ve con recelo, porque las emociones lo hacen sentir vulnerable (Hernández,
2007: 31).

La emocionalidad como un componente esencial del ser humano se construye en los


hombres en base a una negación y represión de esta esfera íntima en el ser masculino, pues
al adentrarnos en esta subjetividad se evidencia una mutilación afectiva (Badinter, 1993) y
un mundo carente de emociones (Da Silva, 2009), es decir, están desconectados con sus
sentimientos, sensaciones, con su vida corporal y emocional. Se suma a esto que el

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desarrollo y la comunicación del dolor, del miedo y de la tristeza se limitan a la
manifestación de la rabia, principalmente (Pescador en Lomas, 2004).

Debido a los elementos mencionados, el modelo de masculinidad hegemónica


estaría generando tensiones e incomodidades en los varones (Echeverría, 2011), producto
de un histórico colapso de la legitimidad del poder patriarcal y un movimiento global por la
emancipación de las mujeres (Connell, 1997:45), lo que ha generado cuestionamientos a las
estructuras dominantes de la hegemonía masculina y repercutido en transformaciones
socioculturales de los roles de género.

Sumado a lo anterior el predominio de la racionalidad, la inferiorización de lo


“privado” (emocional-afectivo, íntimo, doméstico), la misoginia, la homofobia, la
heteronormatividad, el androcentrismo, la homosociabilidad y la masculinidad tóxica
(Sinay, 2006), es decir, un estado de violencia estructural (Aldunate, 2010) ha vislumbrado
a un hombre en crisis, donde la dominación como categoría transversalizadora de su
identidad, genera una situación permanente de malestar con su mundo exterior (relaciones
sociales-genéricas) y con ellos mismos, lo cual convierte a la masculinidad hegemónica en
un problema en sí mismo, tornándose inaguantable, insostenible, insoportable e intolerable
(Echeverría, 2011).

Como consecuencia, la crisis de la masculinidad hegemónica (Connell, 2003)


estaría haciendo visible la necesidad de propiciar procesos de cuestionamientos y cambios
que apunten a deconstruir la identidad masculina, los roles de género y las relaciones de
dominación presentes en el mundo social.

Para hacer posible estas complejas transformaciones, como punto de inicio, es


necesario que los hombres se bajen del pedestal (Da Silva, 2009), despojándose de sus
privilegios masculinos, auto-cuestionándose, reflexionando y transformando su propia
identidad dominante y los sometimientos que ejercen a través de acciones que se
manifiestan en la cotidianidad.

Sin embargo, este proceso que es eminentemente individual, también requiere de


espacios colectivos de facilitación, donde el Trabajo Social adquiere un rol fundamental en
los procesos de transformación deconstructiva, puesto que su acción ética-política se ha
desenvuelto históricamente en situaciones de conflicto y contradicción (Montaño, 1998;
Guerra, 1998; Illanes, 2006; Vivero, 2008) donde -en la particularidad de las relaciones de
género-, se encuentran presentes expresiones de poderes en pugna: construcción de
mandatos socioculturales (exigencias externas) y subjetividades del ser hombre (malestares
internos).

16
La sociedad y particularmente los varones -al haber sido socializados a través de la
mutilación afectiva-, (Badinter, 1993) presentan limitaciones en el desarrollo de
herramientas personales subjetivas que les permitan encontrar respuestas por sí solos. En
este sentido el quehacer profesional del Trabajo Social se presentaría como una alternativa
facilitadora frente a las diversas y complejas realidades entre las relaciones de género, así
como un acompañante de los hombres en un viaje de descubrimiento de sí mismos.

A través de la acción comunicativa (Habermas, 1987) que nuestra disciplina


desarrolla, se puede poner en práctica una perspectiva deconstructiva de las relaciones
opresoras de género en los espacios socioeducativos tanto de hombres, de mujeres y/o
mixtos; profundizando cómo se expresa la masculinidad hegemónica en la vida cotidiana a
través de la violencia vivida, sufrida y ejercida, de la tensión que reportan el cumplimiento
de los mandatos socioculturales, el sentir frente a los modelos de femineidad y
masculinidad, el ejercicio de los privilegios masculinos, en definitiva: el transcurso de su
socialización diferenciadora y desigual entre los géneros.

Por lo tanto, el Trabajo Social al constituirse en una praxis transformadora,


facilitaría la construcción de expresiones subjetivas disidentes y diferentes al modelo de
masculinidad hegemónica que puedan crear alternativas a las funciones, estereotipos-
arquetipos y roles históricos del género, promover formas de organización y acciones
colectivas de resistencia a los modelos dominantes en la sociedad patriarcal occidental , y
de esta forma, propagar relaciones sociales más equitativas/igualitarias y liberadoras.

17
1.2. PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN

¿Qué elementos inciden en el proceso de deconstrucción de la masculinidad


hegemónica que vivencian actores sociopolíticos participantes de colectivos,
organizaciones y/o instituciones de hombres con perspectiva de género y/o pro-feminista?

1.3. OBJETIVOS

1.3.1. Objetivo General

Comprender el proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica a partir


de los auto-cuestionamientos y cambios en las prácticas de actores sociopolíticos que
participan en colectivos, organizaciones y/o instituciones de hombres con perspectiva de
género y/o pro-feminista.

1.3.2. Objetivos específicos

1.3.2.1. Conocer motivaciones de los actores para iniciar procesos de


cuestionamientos a la masculinidad hegemónica.

1.3.2.2. Conocer motivaciones de los actores para iniciar procesos de cambios de la


masculinidad hegemónica.

1.3.2.3. Identificar facilitadores del proceso de deconstrucción de la masculinidad


hegemónica.

1.3.2.4. Identificar obstaculizadores del proceso de deconstrucción de la


masculinidad hegemónica.

1.3.2.5. Identificar los cuestionamientos de los hombres a sus privilegios masculinos


en el proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica.

1.3.2.6. Interpretar expresiones subjetivas del ser hombre, distintas a la identidad


masculina tradicional.

1.3.2.7. Determinar si las Nuevas Masculinidades forman parte de un movimiento


social emergente.

18
1.4. SUPUESTO

El proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica se vivencia a partir de


la autoexploración y cuestionamientos individuales de varones, que son profundizados
cuando éstos participan en espacios colectivos de desarrollo íntimo con otros hombres,
puesto que ambas dimensiones -individual y colectivo- propician un vuelco hacia
reflexiones interiores que pueden generar cambios a nivel discursivo que se transformen en
prácticas cotidianas igualitarias.

1.5. FUNDAMENTACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN SOCIAL

Para alcanzar una plena comprensión de esta investigación es imprescindible hacer


referencia al sistema causante de las relaciones asimétricas de poder (Rodrigáñez, 2008)
entre hombres y mujeres, adultos y niños/as, seres humanos/as y ecosistema. Nos
referimos al sistema patriarcal, puesto que éste a través de sus modelos de género establece
el desarrollo de la vida de los y las seres humanos/as, imponiéndoles roles, funciones,
conductas, actitudes, valores y emociones, entre otras.

Es imprescindible no desconocer la alianza complementaria que ha existido entre el


patriarcado y el sistema capitalista en su fase industrial, debido a que éste último ha
profundizado una construcción histórica imperante y normalizadora de la dominación, en
discursos y prácticas que se traducen en mandatos socioculturales impuestos tanto a
hombres como a mujeres, de tal forma que los varones han debido ser productivos
laboralmente y las mujeres reproductivas, asumiendo además las responsabilidades
domésticas o plusvalía no mercante de manera exclusiva (Michell, 1983). Todo lo anterior,
enmarcado en la división sexual y social del trabajo, que ha rigidizado los estereotipos
masculino y femenino de acuerdo a tareas específicas, inflexibles y de desigual valor.

Es importante señalar que las mujeres de los estratos socioeconómicos más bajos,
han debido pagar el mayor costo de la colusión entre ambos sistemas, puesto que ha causa
de ello han sido doblemente explotadas: por la clase dominante y por el género masculino
(Michel, 1983).

Es en este espacio de explotación y opresión el Trabajo Social ha profundizado su


accionar en ellas y generado un caudal enorme de estudios referentes a problemáticas
sociales, contribuyendo con un importante aporte teórico y práctico a los estudios de género
e intervenciones-acciones con mujeres. Sin embargo, éstos se han focalizado en el impacto
que las sociedades patriarcales han forjado en el género femenino, sin realizar un trabajo re-
educativo con quienes han detentado el dominio del poder histórico de la Humanidad: los

19
hombres. En este sentido el Trabajo Social presenta una deuda histórica referida a los
estudios de género en masculinidades, más aun considerando que la capacidad de
abstracción-concreción de la realidad y la naturaleza de nuestro quehacer nos permite
trabajar directamente con sujetas y sujetos; y a partir de dicho trabajo práctico, elaborar
conocimientos científicos.

Para dar respuestas a la otra cara del problema de desigualdad de género, -que desde
el feminismo en los años ’80 ya comenzaban a relatarse algunos estudios y experiencias-,
se conforma en Chile para el año 1998 la Red de Masculinidad, desde la cual emergen las
primeras publicaciones académicas que develan el estado crítico de los hombres, en cuanto
a la invisibilización social de la cual estaban siendo objeto. A partir de esto pasan a ser
sujeto de estudio: sus cuerpos, sus subjetividades, comportamientos y aquello denominado
“lo masculino” es observado científicamente, se comienza a de-construir la masculinidad, a
desnaturalizarla (Valdés, 2003 en Olavarría, 2003).

Desde esta perspectiva es fundamental tener claridad que el patriarcado afecta de


manera encubierta a los hombres, sobre todo en su vida emocional-afectiva, ya que son
socializados para filtrar y reprimir las emociones lo que termina por alejarlos de ellas. Esto
último es particularmente grave, pues se sabe que una emoción que es reprimida, no hace
sino volver con más fuerza después (Casassus, 2006). Su expresión emocional está regulada
por reglas y normas que definen lo que está permitido expresar, cómo y en qué
circunstancias, lo que conduce a los hombres a desligarse del contacto con sus
sentimientos, especialmente los afectos, pues éstos han sido atribuidos históricamente a lo
femenino (Connell, 1998).

Lo anterior adquiere vital relevancia, al considerar el factor relacional e


intersubjetivo de los géneros y la capacidad de establecer vínculos a través de la interacción
social, pues la prohibición de desplegar con libertad las emociones, a excepto de la rabia,
generan molestia subjetiva originada en este autocontrol impuesto socioculturalmente.

La socialización de la dominación instituida en la relación desigual de poder entre


hombres y mujeres originada en el patriarcado, sumada a la incapacidad de los hombres de
hacer visible su esfera emocional, impidiéndoles conectarse y verbalizar sus emociones y
necesidades de manera asertiva, los predisponen para ejercer manifestaciones de agresión y
violencia -física, psicológica, sexual y simbólica- las cuales han sido normalizadas
culturalmente. Estas expresiones afectan a quienes les rodean, otros hombres, mujeres y
niñas/os, generando mayor violencia estructural (Aldunate, 2010), de esta forma los
hombres se transforman en generadores y receptores de la violencia social en sus más
variadas formas (Sinay, 2006).

20
Frente a esta situación y a nivel internacional, ya desde el año 1994 en la
Conferencia del Cairo, se reconoce el papel clave que tienen los hombres en el logro de la
igualdad entre los géneros, y se promueve a alentarlos a responsabilizarse por sus
comportamientos sexuales y reproductivos y a que asuman su función social y familiar.
Así también se establece que los gobiernos promuevan la participación del hombre y la
mujer en pie de igualdad en todas las esferas de la vida familiar y en las responsabilidades
domésticas, incluidas la paternidad comprometida, el comportamiento sexual y
reproductivo, la prevención de infecciones de transmisión sexual, la participación y la
contribución al ingreso familiar y al bienestar de niñas y niños (Naciones Unidas, 1995).
Cabe mencionar que los organismos internacionales así como incluyeron a las mujeres
dentro los parámetros de igualdad y democracia, también requieren readecuarse e
incorporar a los cambios de los varones con el fin de perpetuar el funcionamiento del orden
social patriarcal y neoliberal.

En cuanto al contexto chileno la política social ha reaccionado principalmente a


través de la legislación de la Violencia en contra de la Mujer, tipificada en Violencia
Intrafamiliar, a través de la ley en vigencia 20.066, desde donde se aborda la problemática
de manera coercitiva y represiva, individualizando, y en algunos casos patologizando la
violencia; exigiendo el pago de multas, reclusión nocturna, prisión, terapias para el agresor,
respondiendo de esta forma a las consecuencias de la violencia, sin comprender que ésta es
producto de elementos estructurales socioculturales, y que por lo tanto habría que remediar
sus causas y orígenes no sólo sus efectos. Las acciones legislativas, preventivas y de
rehabilitación comprenden a la mujer como víctima y al hombre como victimario, agresor,
delincuente y maricón (SERNAM, 2011), según campañas publicitarias de sensibilización
en los gobiernos de la Concertación y Derecha respectivamente; lo que presenta un
problema social-cultural como una patología individual.

Todo lo anterior, se configura en el campo de estudio de las ciencias sociales, pues


expresa los mundos de vidas, vivencias y experiencias de muchos hombres, la comprensión
e interpretación de la realidad social compleja del sujeto masculino y su interacción social
con lo femenino. Sin embargo, lo particular y aquello que otorga sentido a esta
investigación social, es hacer visible las experiencias de aquellos hombres que han iniciado
un proceso de autoexploración, descubrimiento y reconstrucción de sus identidades y se
han pronunciado en contra de los mandatos socioculturales del paradigma de la
masculinidad hegemónica, manifestando prácticas de resistencia al poder del modelo
patriarcal, -ya sea desde su individualidad y/o a través de organizaciones colectivas-, pues
los grandes problemas que aquejan hoy al planeta y a las personas en su vida y sus vínculos
cotidianos tienen una poderosa raíz en este paradigma (Sinay, 2006).

21
A partir de este escenario de posibles tensiones, conflictos y resistencias cotidianas,
esta investigación intentará alcanzar una aproximación a este fenómeno social emergente y
a la realidad de los actores sociopolíticos que han iniciado un proceso de deconstrucción de
su identidad masculina, un acercamiento a esas masculinidades o expresiones subjetivas
disidentes del ser hombre, casi siempre clandestinas, minoritarias, condenadas y excluidas,
que develan hombres diversos que están haciendo posible que el modelo se fracture y entre
las fisuras se generen posibilidades de cambio, a través de las prácticas cotidianas y las
emociones, las que han de constituirse en puertas de entrada a la deconstrucción de la
masculinidad y por ende a una posible transformación social (Escuela Equinoccio, 2007).

La investigación busca además constituirse en un aporte teórico para los estudios de


masculinidades y un aporte práctico para las y los profesionales del Trabajo Social y las
ciencias sociales y/o aquellas disciplinas que desarrollan su accionar con hombres, hayan
éstos iniciado un proceso de cuestionamiento a su propia masculinidad o no, así como
también para aquellas acciones e intervenciones que se desempeñan con mujeres y niños/as
y a los grupos y movimientos sociales que propaguen acciones de resistencia en la lucha en
contra del patriarcado; en definitiva ser una contribución a la sociedad en su conjunto en
cuanto a promover relaciones sociales libres, igualitarias y equitativas, que no se basen en
el dominio, en el control, en la opresión y en la violencia.

22
1.6. RELEVANCIA PARA EL TRABAJO SOCIAL

Desde sus orígenes la disciplina del Trabajo Social ha acumulado un cuerpo de


conocimientos extraídos de las intervenciones-acciones orientadas a la atención de mujeres
(Muñoz, 2006), lo cual ha experimentado un importante perfeccionamiento con la aparición
de los estudios de género, los que emergen en Chile en la década de los ‘80-‘90. Sin
embargo, éstos se han acentuado en las problemáticas de las mujeres relacionadas con
fortalecimiento del rol de la maternidad de la diada madre/hijo/a, la erradicación de la
violencia de género, la promoción de la igualdad de oportunidades, el ejercicio de la
ciudadanía y la promoción de los derechos en las socialdemocracias.

El Trabajo Social ha forjado un cúmulo de conocimientos que ha orientado la acción


profesional hacia las mujeres lo que ha conducido a definir acentos y énfasis en los
distintos ámbitos de ejercicio, ya sea en el espacio comunitario, en docencia, en
investigación o en gestión de políticas sociales. Esto presenta claramente un escenario
desventajoso frente a las prácticas realizadas con hombres, ante lo cual la/os Trabajadora/es
Sociales se enfrentan a una debilidad del ejercicio profesional (Rotondi, 2000). Por lo
tanto, comprender la realidad social compleja con un enfoque crítico de la deconstrucción
de la masculinidad hegemónica, permitiría fortalecer el acervo teórico-metodológico del y
para el Trabajo Social y su quehacer profesional ético-político.

En el contexto actual, tras ser testigos de convenciones internacionales, políticas


públicas nacionales y leyes que se han enfocado a la protección de las mujeres, es posible
afirmar que los hombres, si bien son sujetos de reflexión a nivel académico han sido
recientemente incorporados a las políticas públicas con perspectiva de género,
principalmente en la participación de partos y sólo a partir del pasado año 2011 en el Plan
piloto de SERNAM del Programa “Hombres por una vida sin violencia”. Cabe señalar que
este Plan respondería a diferenciarse de la gestión gubernamental de Michel Bachelet,
enfocada hacia las mujeres, lo cual permite inferir la presencia de una política estratégica
instrumental partidista en su implementación.

En esta dimensión macro-estructural, la política pública, la legislación del Estado y


sus instituciones en Chile se han abocado mayoritariamente a enfrentar las consecuencias
del problema de la violencia de género en contra de mujeres, niñas y niños, no así las
causas que tienen orígenes estructurales socioculturalmente construidos en el contexto del
patriarcado.

Las investigaciones de masculinidad se han realizado desde los estudios de género


en psicología (psicoanálisis feminista principalmente y neurociencia), sociología, historia,
antropología y filosofía, con perspectivas a incluir a los varones en la política pública, a

23
partir de programas sociales enfocados hacia la paternidad, a la inclusión en el rol
doméstico, a los derechos sexuales reproductivos, participación en los partos, entre otros;
entre las cuales la producción de conocimientos desde el Trabajo Social, es escasa y la
existente es limitada a los impactos de las transformaciones socioculturales desde la mirada
de las mujeres, niñas y niños en el marco de ejercicio de derechos de ésta/os.

El Trabajo Social podría contribuir, por lo tanto, a generar un aporte fundamental


tanto en la comprensión del problema de la masculinidad hegemónica como una temática
estructural y transversal a todas las macro y micro-estructuras, así como también al
desarrollo de herramientas metodológicas y prácticas que permitirían transformar la
realidad y por ende promover procesos de re-educación en las relaciones de género. En la
praxis social se sitúa la relevancia de generar investigaciones sociales a través de saberes
prácticos que develen los elementos involucrados en el proceso de deconstrucción de la
masculinidad hegemónica desde las subjetividades de los mismos actores.

El presente estudio será también un insumo para las y los investigadoras/es del área
social y especialmente las/os Trabajadoras/es Sociales que ejerzan su accionar en la política
social y pública, puesto que genera elementos teóricos y metodológicos significativos para
elaborar, diseñar, ejecutar y evaluar la política de género, así como planes, programas y
proyectos, que sean más pertinentes a la realidad social actual.

Esta investigación se presenta como punto de partida para seguir profundizando en


aspectos subjetivos que han propiciado los cuestionamientos y cambios en las prácticas de
los varones, donde el Trabajo Social podría situarse como un facilitador socioeducativo de
que acompañe estos procesos complejos en los varones, enfatizando el quehacer profesional
en las causas que originan la socialización de la dominación, que se materializa en el
modelo de masculinidad hegemónica y no sólo en sus consecuencias y efectos.

En base a lo anterior cabe cuestionar y preguntarse por el rol ético-político que


ejerce el Trabajo Social en la mantención o desestabilización de las desigualdades entre los
géneros, por lo cual es crucial que desde la profesión se promuevan procesos de
desconstrucción de la masculinidad hegemónica que tiendan a liberar a mujeres y a
hombres que deslegitimen la opresión de las relaciones interpersonales, familiares, sociales,
vertidas en la comunidad.

24
2. MARCO REFERENCIAL

25
2.1.- ANTECEDENTES DESDE EL MOVIMIENTO FEMINISTA

Para profundizar en el incipiente movimiento social de hombres por las


masculinidades equitativas e igualitarias, es preciso retornar al movimiento feminista,
puesto que los profundos cuestionamientos a la masculinidad hegemónica, emergen desde
el feminismo, el movimiento de mujeres y los movimientos por las diversidades sexuales -
lesbianas, transexuales y homosexuales- (Connell, 2003); donde surgen los principales
planteamientos teórico-políticos que han incidido en las investigaciones en torno a las
masculinidades.

El movimiento social y político de mujeres y de los feminismos es diverso y


complejo, atraviesa desde los radicales hasta los liberales e institucionales. Los
cuestionamientos de los primeros apuntan hacia la destrucción del patriarcado para la
construcción de una sociedad más libre de discriminaciones sexuales, raciales y clasistas,
así como la abolición de clases sociales, de la propiedad privada, de colonialismos e
imperialismos y por ende, la destrucción del género como modelos de femineidad y
masculinidad (Aldunate, Paredes, 2009).

La historia del movimiento de mujeres y del feminismo surge en un escenario


mundial de agudización del capitalismo industrial en la década del ’70 del siglo XIX, en
Estados Unidos y Francia. Sus propuestas no son direccionadas solamente para las mujeres,
sino que para toda la humanidad. Desde el activismo y también la teoría, se posicionan
propuestas sociopolíticas y éticas desde mujeres que se organizan para resistir, transformar
o reformar el patriarcado (Aldunate, Paredes, 2009).

En este contexto de precariedad y explotación de las condiciones económicas y


domésticas, diversas mujeres de clases sociales populares y burguesas, se rebelan: “las
obreras contra los bajos salarios, el desempleo, la dureza de las tareas que se les atribuían;
las burguesas, contra la privación de todo derecho político y económico” (Michel, 1983:
74).

Por tanto, fue posible dilucidar que la opresión de las mujeres en diversos ámbitos -
tanto de la vida doméstica como productiva-, se situaba como una problemática transversal
que movilizaba a mujeres de clase -tanto enriquecidas como populares (a pesar de sus
evidentes distinciones)- en una lucha común en los inicios del movimiento: la
emancipación femenina, que luego se vuelve ambivalente al momento en que las mujeres se
vinculan con los Movimientos Sociales en el mismo siglo XIX.

En la década de los ’80, en Estados Unidos, se denuncian por primera vez hechos de
violencia contra las mujeres; y la visibilización de que éstas siguen realizando las tres

26
cuartas partes de las tareas familiares y del hogar, la doble jornada laboral: en la casa y en
el trabajo asalariado.

El contexto de surgimiento del feminismo en Latinoamérica y fundamentalmente en


Chile estuvo enmarcado por la cuestión social, por el desarrollo del capitalismo industrial y
la agudización de sus desigualdades, así como por la resistencia que opuso el surgimiento
del movimiento obrero sindicalista, principalmente anarquista, a fines del siglo XIX y
comienzos del siglo XX (Grez Toso, 2009).

Durante el transcurso del siglo XIX y XX, las mujeres a lo largo de diferentes
contextos locales, plantearon diversas reivindicaciones que apuntaron a: el derecho de
sufragio, la incorporación de éstas a la educación primaria, secundaria y universitaria, la
discriminación positiva (mujeres en el parlamento), los derechos sexuales y reproductivos
(educación sexual, anticonceptivos, despenalización o legalización del aborto), la abolición
del matrimonio, el derecho de las mujeres a tener hijos/as fuera de él, la legislación social
protectora de las mujeres e hijas/os, el derecho de la mujer al placer fuera del matrimonio,
la emanación de leyes y sanciones contra el abandono de la paternidad, derechos laborales,
salarios justos, igualdad de oportunidades, acceso al diseño y ejecución de políticas
públicas relacionadas con la maternidad y postnatal. Reivindicaciones que en reiterados
procesos históricos se condicen con alcanzar mayores cuotas de igualdad para las mujeres
dentro del sistema político imperante.

En síntesis, las mujeres se conciben a sí mismas en tanto seres humanos con la


necesidad y capacidad de desarrollar sus potencialidades sexuales, afectivas, morales,
políticas e intelectuales, sin aceptar las limitaciones impuestas desde lo patriarcal: las leyes,
la Iglesia, las filosofías masculinas, que han limitado funciones tradicionales de esposa y
madre y no como seres libres.

27
2.2.- ESTUDIOS DE GÉNERO

Unos de los primeros antecedentes a los estudios de género se pueden encontrar en


antiguos enunciados, tales como los de Platón y Aristóteles (Burin, Meler, 1998) quienes
hace más de dos mil años ya manifestaban sus reflexiones frente a lo que para ellos era ser
hombre y ser mujer, influyendo negativamente y otorgando a esta última una evidente
inferiorización frente a la supremacía masculina. No obstante, son precisamente las mujeres
quienes siglos más tarde lideran el aporte teórico contenido en los Estudios de Género
cimentando una potente crítica a la condición social a la cual habían estado sujetas.

El aporte literario desarrollado por los Estudios de la Mujer sienta las bases para los
de Género, los cuales emergen en los años ochenta contenidos en una corriente abarcadora
e incluyente que intenta avanzar en las relaciones entre los varones y las mujeres. Dichos
estudios aspiran a ofrecer nuevas construcciones de sentido para percibir la masculinidad y
la feminidad y reconstruir los vínculos entre ambos en el intento de no continuar con la
reproducción de modelos opresivos y discriminatorios y en la búsqueda de valores más
equitativos para ambos (Burin, Meler, 1998).

A nivel latinoamericano, estos estudios comienzan a tener impacto sólo a fines de


los años ochenta, cuando intelectuales feministas logran instalar en la academia y en las
políticas públicas la “perspectiva de género” (Gamba, 2007). De esta forma y a partir de la
institucionalización de estos estudios y su permanente difusión por diversas fuentes, se ha
buscado la incorporación y aplicación de este enfoque en instituciones y disciplinas de las
más diversas áreas ¿Pero de dónde proviene esta conceptualización?

La respuesta la encontramos en la década del cincuenta del siglo XX cuando el


investigador John Money propuso el término “papel de género” para descubrir el conjunto
de conductas atribuidas a hombres y mujeres, a esto se suma el aporte de Robert Stoller en
1968 quien estableció con aún mayor claridad la diferencia conceptual entre sexo y género,
a partir de investigaciones realizadas a niñas y niños que por problemas anatómicos
congénitos habían sido educados de acuerdo con un sexo que no correspondía con el suyo
(Burin, Meler, 1998).

Coherente a la legitimidad patriarcal los aportes de estas investigaciones científicas


permitieron teorizar y otorgar validez a aquello que muchas escritoras habían desarrollado
previamente desde las entrañas, desde sus subjetividades, desde sus propias experiencias de
vidas, lo que posibilitó con el paso de los años que el Género se transformara en una
categoría de denuncia y crítica (desde los movimientos feministas) y en una categoría de
análisis (desde la academia).

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Como categoría de análisis el Género tiene ciertos rasgos que deben estar presentes:
1) es siempre relacional, 2) es una construcción histórica social y 3) no es un concepto
totalizador ni constituye en forma pura a los sujetos/as en la construcción de su
subjetividad, sino que se entrecruza con otras determinaciones como lo son la clase y etnia
(Burin, Meler, 1998, Montecino, 1996, Illanes, 2006).

Estas consideraciones son básicas para realizar un pertinente análisis de género,


sobre todo, porque nos encontramos frente a un escenario globalizante donde las fronteras
tienden a disiparse y a homogeneizar ciertos comportamientos, actitudes, valoraciones, etc.
ante lo cual es menester tenerlos en consideración para visualizar de qué manera se
confabulan los diversos factores que dan origen a las identidades de género.

Precisamente en este mundo globalizado y en el contexto de la postmodernidad los


Estudios de Género realizan hoy en día profundas críticas a la concepción moderna de la
construcción del género femenino y han abandonado por cierto el proyecto de una gran
teoría explicativa sobre las condiciones femeninas y masculinas, realizando agudos análisis
a los discursos dualistas de la modernidad, a los valores hegemonizantes, totalizantes y
universalistas tan acordes a las grandes narrativas explicativas de las problemáticas de
aquella época. Además, admiten la crisis de las representaciones sociales al cuestionar que
habría un único modelo socio-cultural dominante para cada género. Es por esta razón que
los estudios se han vuelto cada vez más localizados y específicos en sus temáticas (Burin,
Meler, 1998).

Las investigaciones sociales de género se formalizan e institucionalizan en las


universidades y en el contexto de las socialdemocracias; instalándose la perspectiva de
género dentro de organismos internacionales, promocionando la figura de igualdad de
género y su mayor participación ciudadana. Entre estas se encuentran; Organización de las
Naciones Unidas, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Banco Mundial,
Banco Interamericano de Desarrollo, Fondo Monetario Internacional, todas las cuales
cubren en esta inclusión el marco analítico de género, que emerge de Harvard en los años
ochenta e instaura la conveniencia de invertir en las mujeres para mejorar la productividad
económica a nivel global (FAUR, 2009).

En este escenario uno de los principales desafíos para los Estudios de Género en el
siglo que comienza es realizar una contribución para dejar en el pasado las concepciones
totalizantes de lo que es ser hombre y mujer y avanzar en la visibilidad de los diversos tipos
de femenidades y masculinidades e incluso en la desestructuración de los modelos de
género. Así mismo, ofrecer una lectura crítica y cuestionadora de la realidad social en la
cual vivimos actualmente, anulando la categorización hegemonizante de un género frente al
otro.

29
2.3.- ESTUDIOS DE MASCULINIDADES: EN EL “PRIMER MUNDO”,
LATINOAMÉRICA Y CHILE.

2.3.1.- Estudios de Masculinidades en E.E.U.U y países escandinavos.

Es posible situar el origen de los Estudios de Masculinidades a mediados de la


década del ‘70, cuando la segunda ola feminista dejaba en el hemisferio norte abundantes
estudios, análisis y ensayos. A la vez aparecían en Estados Unidos y los países
escandinavos los primeros grupos dedicados al estudio de los Hombres y la Masculinidad
(Cubillos, Navea y Valdés, 2010).

A pesar de que ha sido reconocida la influencia del movimiento feminista y la


teorización sobre las mujeres en los Estudios de Masculinidades, existieron autores que
demandaron su derecho a estudiarla de manera imparcial a este avance. Según Michael
Kimmel éstos pueden ser clasificados en dos orientaciones: aquellos aliados con el
feminismo y aquellos auto-centristas, quienes reivindican la autonomía para estudiarla sin
ser orientada ni determinada por los aportes teóricos desarrollados por las mujeres (Ochoa,
2007).

Como se mencionó anteriormente, en la década de los ‘80 el Género se transformó a


nivel global en una categoría más sobre la cual se organiza la vida social (Ochoa, 2007).
Este reconocimiento amplía y profundiza el análisis de las realidades cotidianas que afectan
a mujeres y hombres en el mundo y las interacciones entre éstos.

En la misma década los Estudios de Masculinidades son incorporados a las teorías


de género, a raíz de que académicos/as formados/as en el feminismo reconocieran y
manifestaran que la categoría de género había sido históricamente ignorada en el análisis de
los varones (Cubillos, Navea y Valdés, 2010), desconociendo que se presentan tramas
relacionales, conflictos y disputas, prácticas y actores que lo producen y reproducen. Ante
este escenario estos estudios dan respuesta a la necesidad política y teórica de reconocer y
especificar las dinámicas del género y señalar el modo en el que se configura como
masculinidad (Parrini, 2000).

En los años ‘80, como consecuencia de un refinamiento de los estudios críticos de la


masculinidad, surge el concepto de Masculinidad Hegemónica para hacer énfasis en los
aspectos multidimensionales y socialmente construidos de la dominación masculina
(Connell en Coltrane, 1998).

En la década del ‘90, los estudios de Masculinidad hacen visible la diversidad en las
masculinidades, otorgando especial énfasis a un enfoque sobre los hombres homosexuales,

30
promoviendo las “contradictorias experiencias de los hombres del poder” (Connell en
Coltrane, 1998: 13).

2.3.2.- Estudios de Masculinidades en América Latina

En América Latina los estudios de masculinidades emergen a fines de los años ‘80,
cuando investigadoras/es realizan los primeros aportes al estudio de los varones. El
surgimiento del tema como problemática de investigación se dio paralelo al desarrollo de
grupos de hombres motivados por transformar sus prácticas en las relaciones de género por
considerar que éstas eran fuente de opresión e insatisfacción no sólo para las mujeres, sino
también para ellos (Ochoa, 2007).

Uno de los tópicos centrales de la temática en la zona ha sido la percepción de una


crisis del modelo masculino tradicional que se ha traducido en una diversidad de problemas
sociales, como el embarazo y la paternidad en adolescentes, el asedio sexual en el trabajo,
el abandono de los/as hijos/as y la familia, la violencia doméstica y sexual y la escasa
participación en problemas de salud reproductiva (Valdés y Olavarría, 1997 en Cubillos,
Navea y Valdés, 2010).

Los estudios en América Latina han estado enfocados al comportamiento tanto


público como doméstico de los hombres, criticando así las dicotomías de lo público -para
los hombres- y lo privado -para las mujeres- (Hernández, 2007). Esta dualidad histórica ha
sido cuestionada principalmente, porque genera espacios asociados a cada sexo y limita
práctica y simbólicamente la incorporación de las mujeres en el espacio público y el de los
hombres en el espacio privado.

A nivel institucional la temática del género se instala en diversas ONG y en los


programas de estudios que algunas universidades de la zona incorporaron en sus propuestas
académicas y los Estudios de Masculinidades son promovidos a partir de investigaciones,
cátedras, talleres, seminarios, desarrollo de publicaciones en torno al tema, redes de
investigación y lazos con otros/as investigadoras/es, tanto europeos, anglosajones así como
latinoamericanos (Valdés y Olavarría, 1998 Cubillos, Navea y Valdés, 2010).

A pesar de que las investigaciones de género en la zona han producido una


importante cantidad de información sobre el género femenino, los aportes para la
comprensión del modelo masculino y las interacciones entre ambos han sido insuficientes.
El surgimiento reciente de la temática como problema de investigación, ha generado que en
América Latina los aportes teóricos sean aún escasos. No obstante, Mara Viveros en 1998,
inspirada en el trabajo de Clatterbaugh realizó un estudio del estado de las masculinidades

31
en Latinoamérica, a partir de lo cual condensó seis perspectivas de los trabajos escritos
encontrados hasta ese momento (Ochoa, 2007: 2).

1.- Perspectiva Conservadora: reafirma los roles de género tradicionales, hombre proveedor
económico, protector y asegura que esto es parte de la “naturaleza masculina”.

2.- Perspectiva Profeminista: plantea que la masculinidad es el resultado del privilegio de


los varones y que tiene efectos negativos sobre ellos mismos. Recoge los logros de la
producción académica y del movimiento feminista y comparte su visión sobre el cambio
social.

3.- Derechos de los hombres: propone que los hombres son “víctimas” de una masculinidad
tradicional, se opone al feminismo porque no ha generado para los varones las mismas
opciones que ha logrado para las mujeres.

4.- Perspectiva Socialista: parte del planteamiento del capitalismo patriarcal. Define las
masculinidades asociándolas a distintos tipos de trabajo y al control de éste por parte de una
clase para dominar a otra.

5.- Mitopoética: explora los niveles profundos de la universalidad transhistórica de la


masculinidad en los arquetipos jungianos, como el del guerrero, el rey, el mago y el
amante.

6.- De los grupos específicos: asegura que no existe la universalidad de la masculinidad y


que ésta varía según la clase, grupo étnico, preferencia sexual, edad, entre otros, donde
convergen las homosexualidades, las etnias y las prácticas religiosas.

Para el año 2003 Mara Viveros concluye que en Latinoamérica se requiere analizar
la relación de los hombres con el poder, tanto institucional como interpersonal, la relación
entre la construcción de la masculinidad, la violencia y la sexualidad, analizar cómo afecta
a los hombres la “feminización” actual de muchas labores desempeñadas tradicionalmente,
indagar en los efectos de la reestructuración económica y social en los proyectos y
experiencias de vidas masculinas, y por sobre todo, abordar la masculinidad no sólo como
una construcción histórica y cultural, sino también compuesta por subjetividades, el cuerpo
como un hecho cultural y psíquico y las implicaciones de la diferencia sexual (Hernández,
2007).

Considerando que los aportes al conocimiento de las masculinidades son


emergentes, la complejidad de la temática invita a iniciarse en la exploración de aquellas
nuevas áreas a abordar y a profundizar en las que incipientemente ya se han estudiado. En

32
este sentido el Trabajo Social tiene grandes desafíos en el desarrollo teórico y en el
quehacer profesional, puesto que si bien existen escasos aportes desde nuestra disciplina, la
mirada crítica en nuestro análisis no puede más que enriquecer el acervo teórico del
conflicto social presente a partir de los géneros, tema tan cercano a nuestra praxis.

2.3.3.- Estudios de Masculinidades en Chile

En Chile los Estudios de Masculinidades emergen en la última década del siglo XX


al alero de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), un organismo de
carácter académico e interdisciplinario, orientado a promover el desarrollo económico de la
sociedad, la reducción de la desigualdad, el fortalecimiento integral de la democracia y el
libre intercambio de ideas y visiones críticas de la realidad (FLACSO, 2011).

En el año 1998 se conforma la Red de Masculinidad compuesta por


investigadoras/es de la temática y por profesionales que intervenían con hombres
provenientes de diversos ámbitos disciplinarios y laborales. Este grupo se reunía
periódicamente en la sede FLACSO para intercambiar reflexiones, bibliografías, lecturas,
resultados de investigación sobre masculinidad y experiencias de trabajo con hombres. Así
mismo, la Red ha funcionado de modo virtual mediante contactos con otras Redes y
organizaciones abocadas a la masculinidad en Latinoamérica y con personas de todo el
mundo interesadas en esta temática (Red de Masculinidad, 1998). Como resultado de esta
coordinación y luego de más de dos años de trabajo, se realiza el primer encuentro de
estudios de masculinidad “Masculinidad/es. Identidad y Familia”. Tras esta experiencia
diversos estudios se fueron aprontando y el material teórico para la intervención práctica se
fue enriqueciendo gracias a la diversificación de los autores/as.

En el año 2009 se conforma en Chile la Red Entrelazando, alianza global de ONG’s


y Agencias de las Naciones Unidades que buscan involucrar a niños y hombres en el logro
de la equidad de género. Está compuesta por instituciones, organizaciones, colectivos,
hombres y mujeres, que realizan trabajo con varones en temas tales como: prevención de
violencia, paternidades, salud sexual y reproductiva, homofobia, entre otros temas, y que
adhieran a los principios de la red (EME, 2009).

A partir del conocimiento teórico divulgado por ambas redes entre otros esfuerzos
activistas, junto con ello la coordinación en función de la temática entre las/los
profesionales que las componen, ha permitido que el enfoque de masculinidades goce hoy
de una mayor visibilización y se avance en el reconocimiento de su desarrollo. A la vez ha
posibilitado que diversas universidades lo incorporen a sus mallas curriculares en estudios
de pregrado y/u otros de mayor especialización, a partir de lo cual se amplían los estudios

33
emergentes y la creación de nuevos aportes al conocimiento respecto de las masculinidades
en Chile.

2.4.- POLITICA DE GÉNERO EN CHILE

2.4.1.- Antecedentes Internacionales

Los debates internacionales en torno al Género han estado enmarcados en la


concepción y realce de los derechos humanos, principalmente en el derecho a la igualdad.
Durante mucho tiempo la defensa de la protección de derechos estuvo ligada
exclusivamente a la defensa en el ámbito público, excluyéndose aquellos vinculados al
espacio privado que era donde principalmente las mujeres se habían desenvuelto. Con el
desarrollo de diversas Conferencias, Cumbres y Convenciones en la década de los ’90 se
alcanzan acuerdos en beneficio de las mujeres que hasta ese momento no habían sido
considerados en los textos de los Derechos Humanos (Plan de Igualdad de Oportunidades
entre Mujeres y Hombres, 2001).

Las conferencias de México 1975, Copenhague 1980, Nairobi 1985, Beijing 1995,
convocadas por las Naciones Unidas, contribuyeron a situar la causa de la igualdad entre
los géneros en el centro del temario mundial (Mujer2000, 2000). La Conferencia Mundial
de Derechos Humanos (Viena, 1993) reafirmó que los derechos humanos de mujeres y
niñas son parte inalienable, integral e indivisible de los derechos humanos universales. La
Conferencia Mundial de población y desarrollo (Copenhague, 1994) reconoce el derecho a
la salud sexual y reproductiva, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y
Erradicar la Violencia contra la Mujer (Belén Do Para, 1994), convino en que la violencia
contra la mujer constituye una violación de los derechos humanos y las libertades
fundamentales, la Convención de Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer (CEDAW), dio una definición precisa de lo que debe entenderse por
violencia contra la mujer y amplió los ámbitos y maneras en que puede producirse. A partir
de estos hitos internacionales se obliga a los Estados a intervenir frente a las propuestas que
éstas plantean (Plan de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres, 2001).

Los acuerdos internacionales adquiridos se transformaron en orientaciones para


avanzar en temas de equidad de género en términos institucionales y legales, lo que permite
la propagación de cierta sensibilidad, que invita al debate sobre la problemática y permite a
la vez aumentar los niveles de conciencia del tema gracias a una mayor difusión.

Sin embargo, cabe mencionar que si bien la normativa y categorización de la


violencia en contra de la mujer (categorizada como Violencia Intrafamiliar), ha traído

34
consecuencias en términos de aumentar los niveles de conciencia respecto a la
deslegitimación de la violencia de género, este proceso se ha visto atravesado
fundamentalmente por una acción normativa y coercitiva, ya que ha sido por medio de la
ley y por la aplicación de las medidas de protección a las mujeres, que hombres
denominados “agresores u hombres que ejercen violencia”, han iniciado un proceso de
erradicación o detención al ejercicio de su violencia. Es decir, por las medidas legislativas
hegemónicas que se han aplicado sobre sus cuerpos: la cárcel v/s el tratamiento psicológico
se han sometido a cambios; no así por un proceso individual de cuestionamiento producto
de una sensibilización sociocultural.

El surgimiento de las políticas públicas de género, programas y proyectos son


consecuencia de importantes procesos históricos protagonizados por el movimiento de
mujeres y feminista que surge como una demanda legítima de ellas, y que el avance de éste
y acercamientos a los Estados Bienestar y socialdemocracias han degenerado en procesos
de institucionalización donde las mujeres ven incluidas sus reivindicaciones al lineamiento
de desarrollo económico global y pasan a ser parte de la planificación a nivel estatal de
diversos países, lo cual puede tener distintas lecturas y juicios en el plano de las
significaciones, pero por otro lado, genera consecuencias en el poder histórico de los
hombres basado en el rol proveedor exclusivo y por ende la primera autoridad de cada
familia, ya que la política social desarrolla programas para dar respuesta a los
emplazamientos de las mujeres y comienzan lentamente a ponerse en juego ciertos
privilegios masculinos. Es decir, el cuestionamiento, tensión y consecuente crisis del
modelo de masculinidad ha devenido del movimiento de mujeres, de la continuidad de sus
demandas, la institucionalización de éstas, lo que trajo con ello desventajosas
consecuencias para los privilegios de los hombres.

2.4.2.- Antecedentes Nacionales

En Chile con el término de la dictadura militar de Augusto Pinochet Ugarte se abren


las condiciones para promover el debate público en torno a los “derechos humanos”, en este
contexto la aplicación de la perspectiva de Género por parte del Estado se desarrolla
básicamente con el propósito de fomentar la igualdad para alcanzar un mayor nivel de
desarrollo en el sistema social, político y económico imperante en el país, es decir, el
modelo neoliberal.

Los Estados que suscriben a las convenciones internacionales antes mencionadas,


dan origen a procesos de reformas constitucionales y legales. En el caso de Chile éstos se
tradujeron en avances legislativos tales como la aprobación de la Ley de Violencia
Intrafamiliar en 1994 que por primera vez considera como ilícito y sanciona la violencia

35
cometida al amparo del ámbito privado y la Reforma Constitucional en 1999 que consagra
la igualdad entre Hombres y Mujeres (Plan de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y
Hombres, 2001).

Uno de los alcances del movimiento de mujeres de caracteres institucionales y


liberales fue haber puesto en el debate y la agenda pública las principales demandas de las
mismas, así como la necesidad de una institucionalidad responsable de atenderlas (Largo,
1998). En este sentido y en el marco del “retorno de la democracia” el Gobierno de
Patricio Aylwin Azócar dio respuesta a la demanda del movimiento de mujeres organizadas
y creó el Servicio Nacional de la Mujer para coordinar los esfuerzos en materia de igualdad
de género.

En vista a lo anterior es posible señalar que la importancia otorgada a SERNAM por


parte de los Gobiernos ha sido la respuesta estatista y legislativa a una emergencia social y
cultural que vive la sociedad chilena, fruto de la presencia de relaciones patriarcales que se
encuentran profundamente arraigadas en nuestra cultura y que se traducen en la vida de
hombres y mujeres en diversas expresiones de dominación, dentro de la cual la más
visibilizada es la violencia de género.

2.4.3.- Política de Género en Chile: incipiente incorporación de la Perspectiva de


Masculinidades

La política de género en Chile ha estado a cargo principalmente del SERNAM


(Servicio Nacional de la Mujer), el cual ha promovido distintas iniciativas gubernamentales
dirigidas hacia las mujeres, no obstante han contribuido en la visibilización de esta
problemática distintas organizaciones de la sociedad civil que han desarrollado iniciativas
tanto con mujeres como con hombres.

En el año 2011, SERNAM inicia un programa de intervención con hombres que


ejercen violencia denominado “Hombres por una vida sin violencia”, el cual tiene por
objeto proporcionar atención psico-social re-educativa a hombres que la ejercen, el cual
tiene como eje fundamental la protección de las mujeres víctimas de violencia de pareja y
la detención, eliminación o disminución de ésta, así como de las posibilidades de su
reincidencia. Así mismo la intervención estará focalizada en propiciar procesos de
responsabilización y resocialización (SERNAM, 2011).

El ingreso de los hombres al programa es a través de Juzgados de Familia, Fiscalía y


otras redes, además de la demanda espontánea. Los ejes teóricos-metodológicos del
Programa de SERNAM se sustentan en (Kutz, 2010):

36
1) La comprensión de que el hombre ejerce violencia y no es un hombre agresor, puesto que
esta última categorización lo estigmatiza, además de comprender la violencia como una
conducta no modificable.

2) Procesos de reeducación y resocialización v/s la rehabilitación o reinserción, basado en el


aprendizaje de nuevas formas de relaciones.

3) Ciclo de la violencia (desde el hombre): mediante la comprensión de acumulación de


tensiones, episodio agudo de violencia y luna de miel, donde la mujer se encuentra en un
estado permanente de tensión.

4) Modelo Duluth: la violencia es un estado permanente de control sobre otra persona


sustentada en un privilegio masculino, donde el eje del cambio es la reeducación basada en
la igualdad sin violencia.

5) Intervención multidimensional: sostenida en los ejes biográfico (historia de vida del


individuo y violencia trans-generacional), conductual, afectivo, fisiológico, educativo
cultural y cognitivo. Respuesta adecuada comunitaria y no iatrogénica.

Las iniciativas estatales propuestas para disminuir las desigualdades de género son
ambiciosas y contradictorias, pues el Estado cree tener un papel decisivo en el cambio de
las relaciones de género en la sociedad, no obstante actúa como reproductor de las
desigualdades que existen en ella. Pues en términos de avanzar hacia la reducción de las
desigualdades de género y de transformar las relaciones patriarcales, este trabajo no es
suficiente, puesto que éstas se encuentran desplegadas en todas las estructuras de la
sociedad incluida la burocracia estatal.

2.4.3.1. Trabajos de intervención y acción socioeducativa institucional con hombres en


Chile.

Las experiencias de trabajos socioeducativos con hombres en Chile no son muy


comunes, ya que por un lado, la temática de masculinidades ha sido abordada escasamente
desde la institucionalidad y por la sociedad civil o comunidad organizada. Desde los
espacios institucionales, los hombres han estado poco visibilizados como sujetos de
atención en los programas sociales, y cuando han sido beneficiarios, las intervenciones se
han abocado a la rehabilitación, erradicación de la violencia en contra de la mujer, niñas y
niños (denominada Violencia Intra Familiar), más que a la prevención y promoción
socioeducativa de la construcción dominante del género masculino.

37
Sin embargo, existen trabajos de intervención-acción con varones, que se han
ejercido desde la tipificación de la Violencia Intrafamiliar (VIF); donde hay programas de
tratamiento y Centros de Atención para Hombres, iniciativas que son promulgadas por
organizaciones no gubernamentales (ONG’s), instituciones privadas, corporaciones y en el
último año por SERNAM, institución gubernamental.

Estas intervenciones se han realizado desde espacios institucionales, principalmente


bajo el enfoque del modelo socio-educativo o socio-psicológico En los casos de acción
social con hombres que ejercen violencia hacia la mujeres, se busca que esa lengua
represente una nueva forma de relacionarse con los/as otros/as, la cual se desarrolla a partir
del involucramiento en un proceso grupal, donde se reflexiona en base a una modalidad
activa y vivencial, que busca la adquisición o el mejoramiento de habilidades sociales que
contribuyan a su desarrollo personal y al término o disminución de las conductas agresivas
(Cervantes, 2007).

En la Región Metropolitana las intervenciones-acciones con hombres que han


ejercido violencia han sido desarrolladas por organizaciones de diversa naturaleza. A partir
de un catastro realizado por la Corporación DOMOS es posible clasificarlas en cuatro,
según la fuente de financiamiento (DOMOS, 2009):

a.- Programas Municipales.

- Centro de Atención a la Familia, Santiago Centro.


- Programa de atención a hombres en contexto de violencia intrafamiliar – COSAM,
Conchalí.
- Programa VIF Hombres – COSAM, Cerro Navia.
- COSAM, Estación Central.
- COSAM, Independencia.
- CODEINFA, San Joaquín.
- DIDECO, La Granja.

b.- Programas de atención con fondos de apoyo a la gestión municipal del Ministerio
del Interior.

- PAHEV, Cerrillos.
- PRONOVIF, Cerro Navia.
- PRONOMAS, Oficina de la Mujer Municipalidad del Bosque.

38
c.- Programas u organismos no gubernamentales.

- Hombres libres y familia, Puente Alto.

d.- Programas privados de la Región Metropolitana.

- Fundación Templanza, Santiago.

2.5.- MOVIMIENTOS DE HOMBRES EN EL MUNDO OCCIDENTAL

Los cambios socioculturales generados a partir de los movimientos de mujeres en el


siglo XX han alcanzado envergaduras casi desconocidas, una de ellas es la influencia de
éste en el movimiento de los hombres en el mundo. El movimiento iniciado hace cuatro
décadas y contextualizado hoy en la postmodernidad, ha dado lugar a actores sociales que
se han agrupado y organizado para manifestar sus posturas, a favor o en contra, de los
avances de las mujeres y para replantearse frente a lo que es ser un hombre hoy y hacia
dónde deben avanzan en este nuevo siglo (Bonino, 2003).

Los movimientos de hombres no remiten una presencia masiva, sin embargo, a


pesar de su pequeña amplitud estas actividades tienen gran importancia por diversos
motivos, primero, porque se están desarrollando en diversos ámbitos, instalándose como
formadores de opinión y teoría, -tanto en el terreno sociopolítico, asociacionista,
académico, asistencial o educativo-; en segundo lugar, porque pese a haber comenzado en
el primer mundo se están difundiendo ya en los países Latinoamericanos; en tercer lugar,
porque representan la variedad de respuestas de los varones a las demandas de las mujeres;
y en cuarto lugar, porque sus reivindicaciones y posicionamientos se hacen visibles a
través de los medios de comunicación y publicaciones, utilizando especialmente Internet
como modo global de difusión (Bonino, 2003).

Hoy en día, no es posible presentar este movimiento de hombres como si fuera un


sólo gran movimiento, pues en él existen diversos propósitos, posicionamientos políticos,
proyecciones, mecanismos para alcanzar sus objetivos y también diversos conflictos de
intereses (Flood, 1996). Algunos son movimientos de oposición a la igualdad intergenérica
que canalizan el resentimiento masculino ante el desplazamiento de lugares hegemónicos,
intentando la restauración o reivindicación de la masculinidad hegemónica. Y otros son
resistentes y contra-hegemónicos, e intentan el desmantelamiento de la dominación
masculina sobre las mujeres y otros varones "feminizados" (Bonino, 2003).

39
Según Bonino, para fines del siglo pasado, se podían diferenciar, de acuerdo a sus
diversas concepciones y abordajes respecto a la masculinidad, cinco movimientos de
varones (1999), los que se detallan a continuación.

2.5.1.- Movimiento Profeminista o Antisexista

Es un movimiento de crítica y desconstrucción de la masculinidad tradicional


hegemónica, que surgió en los países anglosajones y escandinavos a principios de los años
’70 (Bonino, 2002).

En Latinoamérica, esta corriente ha sido conocida como “hombres por la igualdad”


(Bonino, 2003), quienes emergen a partir del rechazo al modelo masculino dominante, al
sometimiento acrítico del ideal viril, romper la complicidad masculina anti-sexista y
practicar la igualdad con las mujeres (Bonino, 1999).

Está compuesto principalmente por hombres de sectores de nivel socioeconómico


medio, cercanos a las ciencias sociales y/o educativas o redes asociativas, que se han
acercado a esta corriente a través de la comprensión de la injusticia sobre las mujeres, a
partir del conocimiento del feminismo, por haber tomado distancia o haber sido víctimas de
la masculinidad hegemónica. A pesar de las diferencias con las mujeres, los ha unido el
cuestionamiento a la dominación de género, así como la alienación mutiladora y
deshumanizante de la socialización de los hombres y se ha nutrido en su mayoría de las
ideas del feminismo de la igualdad y de la perspectiva de género. Reconocen la
responsabilidad masculina en el mantenimiento de esta desigualdad con las mujeres y
ejercen una autocrítica sobre el propio ejercicio del poder (Bonino, 2003).

Desde sus comienzos, gran parte de la actividad de este movimiento se centró en la


generación de estrategias contra la violencia hacia las mujeres y de estrategias
educativo/asistenciales para el cambio de la masculinidad violenta, así como en el apoyo a
las políticas antirracistas y pro-derechos de las personas homosexuales (Bonino, 1999).

Entre sus propuestas se encuentran: practicar la igualdad con las mujeres y el


activismo social, la investigación académica y la formación de grupos de reflexión de
varones para desmontar el ideal de la masculinidad hegemónica, construir masculinidades
resistenciales, alternativas o subversivas, así como crear las condiciones para una
disolución de las actuales relaciones de género. Actualmente las recomendaciones y
sugerencias de los hombres que la componen son consideradas en los organismos
internacionales (ONU, UNICEF, UE, OMS), y su lucha contra las desigualdades ha
incluido a los varones de todas las edades en las políticas de igualdad (Bonino, 2003).

40
Cabe destacar, que la institucionalización de las demandas del movimiento de
hombres -al igual que el movimiento de mujeres y feminista-, trae como efectos la
valoración y negociación de principios socialdemócratas, tales como: democracia,
ciudadanía, igualdad de oportunidades; prácticas inclusivas a la hegemonía del modelo de
producción neoliberal.

2. 5.2.- Movimiento Mitopoético

Este movimiento surge en EEUU a fines de los años ’80. Tuvo un alto contenido
espiritualista y naturalista, coincidió con la época conservadora del presidente Ronald
Reagan y con la aparición de reacciones en rechazo al avance de los años ’70 de las
mujeres por la igualdad en la sociedad anglosajona (Bonino, 1999).

Los hombres “mitopoético” enraízan su pensamiento en el psicoanálisis,


especialmente el trabajo de Carl Jung y de Robert Bly (Flood, 1996). Compuesto
principalmente por varones blancos heterosexuales, de clase media, muchos de ellos
frustrados por la falta de éxitos laborales o sociales e insatisfechos por la crisis del poder de
los hombres (Bonino, 1999).

En continuidad a Jung, estos varones conciben la masculinidad fundamentada en


profundos patrones inconscientes y arquetipos que son revelados mediante mitos, historias
y rituales. Clatterbaugh describe esta perspectiva de la siguiente forma: “los hombres
comienzan su vida como personas completas, pero al ser heridos pierden su unidad y se
convierten en personas fragmentadas. Entonces, si los hombres buscan los arquetipos
grabados en sus inconscientes, podrán curar sus heridas y recuperar su estado de unidad
(completitud) y su salud psico-espiritual (Flood, 1996). Todo lo cual debe ser dirigido para
alcanzar un mayor crecimiento personal mediante un trabajo introspectivo para
reencontrarse con lo que ellos relevaban, la “energía masculina”, la “ausencia del padre”, el
“poderío de la madre” y la “feminización de los hombres” (Bonino, 1999).

Estos varones responden a lo que ellos perciben como la erosión del patriarcado
doméstico, ante lo cual reivindican espacios naturales o “míticos” donde puedan ejercer su
poder, puesto que consideraban que ya no los podían ejercer en otras esferas (Bonino,
2003).

41
2.5.3.- Movimiento de las Terapias de la Masculinidad

Este movimiento fue iniciado en los años ´80 por varones que alertados por la
“crisis de la masculinidad”, se organizan a fin de apoyar a los hombres en la redefinición
de su identidad dañada producto de los cambios sociales. Se estructura en base a múltiples
teorías y practicas psicológicas, que representan en la variante terapéutica al movimiento
antisexista y mitopoético, realzando el aislamiento y encierro emocional de los hombres
(Bonino, 1999).

La corriente mitopoético es influenciada por el psiquismo masculino, el cual


pretende adentrarse en las causas de su sufrimiento y los caminos que deben emprender
para el cambio. Su trabajo se centra en abordar y disminuir los perjuicios del rol masculino
y en reasegurar la alicaída autoestima masculina. No tiene demasiado en cuenta a las
mujeres -excepto como Diosa o Madre-, pero valoran lo femenino, considerando que los
varones deberían incorporarlo a sus vidas para ser más plenos (Bonino, 1999).

La corriente antisexista o profeminista está impregnada de la perspectiva de género


y de las ideas pos-freudianas respecto a la importancia de la fase pre-edípica en la
constitución de la masculinidad. Su trabajo se ha centrado en las complejidades de los
varones para renunciar a los beneficios abusivos del rol masculino, en transformar la
violencia -contra las mujeres y contra sí mismos-, en terminar con la homofobia y en
reconsiderar el sentimiento de baja autoestima masculina generada por la impotencia de no
poder ser “un hombre de verdad”. Tienen muy en cuenta a las mujeres y los malestares que
el poder y la dominación masculina les provocan (Bonino, 1999).

2.5.4.- Movimiento por los Derechos de los Hombres

Este movimiento comienza a agruparse a fines de los años ‘80, alertados por lo que
consideraban el aumento de situaciones sociales favorables a las mujeres y adversas hacia
ellos. En él se encuentran varones defensores de derechos patriarcales con varones
defensores de derechos igualitarios (Bonino, 1999).

Entre sus reivindicaciones se encuentran las situaciones desfavorables a las cuales


las leyes los predisponen, entre ellos: hacer el servicio militar, jubilarse más tarde que las
mujeres y no ser foco de atención regular en las políticas sociales. Por estas razones se
oponen a algunos avances femeninos, por considerar que van en contra de los derechos
masculinos. Otros grupos presentes en este movimiento están formados por varones que se
centran en llamar la atención sobre sus derechos descuidados por las leyes, sin confrontarse

42
con el colectivo femenino. Estos grupos se encuentran quienes están a favor de las luchas y
avances de las mujeres (Bonino, 1999).

Uno de los grupos con mayor relevancia y presencia pública de este movimiento,
son quienes se organizan en función de sus derechos como padres. Lo conforman padres
divorciados o separados de parejas de hecho, que reclaman por los obstáculos legales que
restringen el ejercicio de su paternidad, principalmente en relación a la mayor
consideración de las leyes de familia para con la madre y el balance a favor de ellas en las
leyes de cuidado personal. En estos grupos hay tanto varones antifeministas como
profeministas. Es el movimiento que más se ha incrementado en los últimos años, así
como su activismo social, desplazando al mitopoético de principios de los ‘90 (Bonino,
1999).

En Chile este movimiento es representado por organizaciones como Amor de papá y


Papás por siempre, quienes buscan alcanzar una igualdad de derechos frente a los hijos/as,
cambios en la ley de familia que les ayude a terminar con la discriminación que sufren los
padres en los tribunales, proteger a sus hijos/as de aquellas madres que ejercen maltrato
hacia ellos/as y evitar el SAP -Síndrome de Alienación Parental- (Amor de Papá, 2009).

2.5.5- Fundamentalismo Masculino

Este movimiento no se ha autodesignado como tal, pero se incluyen en él una serie


de grupos que tienen una retórica de afirmación, reivindicación o restauración extremista de
la masculinidad tradicional. La idea que los aglutina es que se oponen a los cambios de las
mujeres que pongan en peligro la distribución tradicional del poder entre mujeres y
hombres, los roles tradicionales y/o a la jerarquización social de otros varones que
representen versiones "deformadas", peligrosas o "feminizadas" del varón tradicional, tales
como varones igualitarios, negros, inmigrantes, homosexuales, judíos, varones "blandos"
(Bonino, 2003).

Esta corriente está formada por hombres tradicionalistas que defienden e intentan
recuperar los lugares del varón como padre-autoridad y proveedor y el de la mujer como
madre/dueña de casa. Son grupos de "refundación conservadora", que se han interesado en
imponer el simbolismo de la complementariedad. Han desarrollado sus actividades
especialmente en EEUU y en algunos países europeos, incrementando su actividad en los
últimos años contra los avances de las mujeres, a través de la creación de grupos
espiritualistas antiabortistas o de "defensa del macho" (Bonino, 2003).

43
2.6.- COLECTIVOS DE HOMBRES EN EL MUNDO OCCIDENTAL,
LATINOAMÉRICA Y CHILE

Uno de los movimientos en los cuales profundizaremos para efectos de esta


investigación, son aquellos que han tenido como motor fundamental reflexionar a nivel
íntimo sobre las contradicciones existentes en la construcción y socialización de la
identidad en los varones, visibilizar la diversidad de formas de ser hombre, solidarizar con
los derechos de los homosexuales y además adscribir a las reivindicaciones de las mujeres
(Connell en Cubillos, Navea y Valdés, 2010).

En esta dirección se han organizado diversas instancias de participación que han ido
configurando centros de estudios e investigación, revistas y publicaciones online,
organizaciones en contra la violencia machista, colectivos de hombres y redes sociales que
dan cierta coordinación y mayor visibilidad a estas iniciativas.

A nivel hispanoamericano la presencia de organizaciones que apuntan a promover


tales cuestionamientos se encuentran las siguientes:

En España donde existe un importante nivel de organizaciones: Grupo de hombres


de Gasteiz, de Parla y de Granada, Grupo de Hombres por la Igualdad de Álava y de
Aragón, Hombres Solidarios (Granada), Sopa de Hombres (Barcelona), Stop-machismo:
Hombres contra la Desigualdad de Género (Madrid), Hombrecitos de madera, Grupo de
Hombres Igualitarios de Jerez (2003), Prometeo (2004), Colectivo de hombres contra la
violencia de género de Cataluña, Codo a Codo, entre otros.

Para generar acciones de coordinación que les permitan alcanzar mayor impacto en
sus demandas los Colectivos de Hombres se han organizado en la Asociación de Hombres
por la Igualdad de Género de Málaga, una asamblea de hombres contra la violencia de
género de Madrid, Foro Hombres por la Igualdad de Roquetas de Mar, Red de Hombres
por la Igualdad del País Vasco, Heterodoxia: Red de Hombres por la Igualdad (Prometeo,
2008).

A nivel Latinoamericano los temas medulares que dan sentido a la existencia de


estos colectivos, si bien son diversas, destacan el cuestionamiento a la cultura machista
presente en la región, siendo ésta asociada a problemáticas sociales como la violencia de
género, la discriminación de homosexuales, entre otras (Cubillo, Navea, Valdés, 2010).
Estos grupos de hombres comienzan a hacerse visibles desde el año 2000 y tienen presencia
en países tales como: México, El Salvador, Nicaragua, Ecuador, Argentina y Chile.

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Entre los colectivos de América Latina se encuentran los siguientes: Hombres
Nuevos de la Laguna, Hombres por la Equidad, Colectivo de Hombres por Relaciones
Igualitarias en México, Colectivo de varones Anti-patriarcales, Varones por la Equidad en
Argentina, Colectivo de Hombres y Masculinidad en Colombia, Hombres por la Igualdad
en El Salvador, Varones Opuestos al Machismo y la Violencia y Rompiendo Esquemas
Sociales de Puerto Rico.

De esta manera, el surgimiento de estos colectivos de hombres apela a transformar


las prácticas tradicionales del estar siéndolo debido a que están convencidos de que los
roles predefinidos y los estereotipos de género de dicho modelo, producen enormes costos
subjetivos, haciéndose necesario la creación de espacios de reflexión, a fin de cuestionar-se
y proponer nuevos marcos de relación (Cubillo, Navea, Valdés, 2010).

2.6.1.- Colectivos de Hombres en Chile

Los Colectivos de Hombres surgen en un contexto que se compone de condiciones


sociopolíticas y culturales, que resultan propicias para la configuración y desarrollo de
nuevas formas de acción colectiva. En este sentido, el término de la Dictadura Militar en
Chile (1973-1990), la instalación de gobiernos “democráticos”, la adscripción a un
conjunto de tratados internacionales que se orientan a reivindicar derechos humanos -donde
la problemática del género alcanza vital relevancia-, junto a la conectividad que permite la
tecnología y el uso de internet, han generado un contexto propicio para que surjan estas
iniciativas (Cubillo, Navea, Valdés, 2010).

En Chile la existencia de estos colectivos es incipiente, registran a la fecha 4


colectivos de hombres que cuestionarían el modelo masculino, conformados en espacios
educativos auto-convocados a través de grupos de reflexión y organizaciones colectivas,
entre ellos se encuentran: el Kolectivo Porotos: Hombres por otros vínculos, Colectivo de
Masculinidades de Valparaíso, el Kolectivo Anti-patriarcales de Iquique y el Colectivo
Manos. Así como también encontramos a un grupo autónomo de hombres, como lo es la
experiencia de varones que se reúnen en la población La Victoria, en la Comuna Pedro
Aguirre Cerda.

Es preciso destacar que el Colectivo Manos, surge en el año 2008 tras un hito
importante que es la experiencia educativa ofrecida por la Escuela de Masculinidades
Equinoccio del Centro Bartolomé de Las casas de El Salvador, la que se orienta a la
prevención de la violencia de género y las acciones para la equidad (Equinoccio, 2007). En
este encuentro participaron hombres que a partir de esta experiencia se sintieron motivados
por dar continuidad a espacios de reflexión y de intimidad compartidos con otros hombres.

45
Su principales banderas de lucha fueron crear y recrear constantemente nuevos
ideales genéricos para las masculinidades, basados en nuevas construcciones de varones
sensibles consigo mismos, ser varones empáticos con otros varones y a la vez,
cuestionadores de las relaciones de poder y de la violencia, entendiendo que éstas son
ejercidas mayoritariamente por varones, formando parte esencial y fundante de la
masculinidad hegemónica. De igual modo, buscan ser empáticos con las mujeres, con
sus sentimientos, sus deseos, sus intereses y opiniones (Cubillo, Navea, Valdés, 2010).

En el mismo año se autoconvoca el Kolectivo Porotos, el cual es nombrado de esta


manera gracias a la capacidad nutritiva de esta semilla, ya que al igual que el poroto nutre
la tierra, así como el trabajo colectivo desea nutrir la sociedad -entendiendo por ésta al
suelo-; aportando una visión diferente y alternativa, dando espacios de diversidad, equidad,
diálogo y horizontalidad en su funcionamiento. Busca el desarrollo desde las vivencias y
experiencias de masculinidad de quienes participan en él, una perspectiva de género crítica
y situada políticamente. Entre las actividades que realizan, se encuentran principalmente:
iniciativas de (auto) formación, de posicionamiento y aparición pública y de
sensibilización. El Kolectivo no tiene ningún tipo de dependencia ni filiación institucional
(Kolectivo Porotos, 2008).

Un año más tarde surge el Colectivo de Masculinidades de Valparaíso los cuales


buscan generar acciones que contribuyan a romper con el modelo patriarcal que genera,
permite y perpetúa condiciones de desigualdad de género. Para este objetivo, relevan en
primera instancia un nivel de crecimiento individual para lo cual desarrollan una reflexión
desde sus historias, vivencias y relaciones personales, en búsqueda de un contacto con sus
inseguridades, penas, potencialidades y propios micromachismos. En segunda instancia, un
nivel de crecimiento colectivo, debido a que tienen la convicción de que no es posible hacer
solos este camino, es necesario unir fuerzas, discutir, escuchar, contenerse afectivamente y
fortalecer aquellos vínculos masculinos reprimidos socialmente; y en tercera instancia, un
nivel de denuncia social, debido a que están en contra de toda forma de violencia social,
especialmente la violencia vivida por el sólo hecho de ser mujer (Cubillo, Navea, Valdés,
2010).

2.6.2.- Colectivo de Hombres y Trabajo en Red.

A la vez estos colectivos junto a otras organizaciones de la sociedad civil integran


campañas que presentan como lucha principal la violencia de género. Estas son la
Campaña del Lazo Blanco que tiene por objeto generan estrategias de sensibilización e
implicar a los varones en la erradicación de la violencia masculina hacia las mujeres y la
Red Menengage, Latinoamérica y el Caribe: Involucrando hombres en la equidad de

46
género. Esta ultima compuesta por 400 ONG’s a nivel mundial, que centra su objetivo en
el trabajo en red para promover que se involucre a hombres y niños en el logro de la
equidad de género, promoviendo la salud de los hombres y reduciendo la violencia a nivel
global, incluyendo el cuestionamiento de las barreras estructurales para lograr la equidad de
género.

Por otra parte, podemos encontrar registros de la Red Entrelazando, del sitio online
EME (Masculinidades y Equidad de Género) y de la Organización Multidisciplinaria
Latinoamericana de Estudios de Masculinidades (OMLEM).

47
3. MARCO TEÓRICO

48
3.1. TEORÍAS DE LA DOMINACIÓN

3.1.1. La construcción de la Dominación y del Poder

“El hombre del que se nos habla y al que se nos invita a liberar, es ya en sí mismo el efecto
de una sujeción mucho más profunda que él mismo. Tiene un alma que lo habita y le da
existencia y que es en sí misma un factor del dominio que ejerce el poder sobre el
cuerpo…”

(Foucault, 1977)

Buscar el origen a la dominación tiene tantas interpretaciones como personas


observen; y por más que se tensione encontrar un punto de origen a ésta, las respuestas para
comprender su consolidación a través de los tiempos remitirán hacia qué aristas
visualicemos en el ejercicio del poder y cómo éste se ha logrado pulir de tal forma, que se
han creado modelos y esquemas de percepción externos e internos.

El poder es la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación


social, aún contra toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de esta probabilidad
(Weber, 1944: 43). Se menciona al poder, ya que no se puede hablar de él sin hablar de
dominación, puesto que existe una inter-relación entre estas dos categorías, vinculando esta
última al mandato de obediencia y autoridad, por lo cual es menester comprender las
dinámicas del poder y la dominación; escudriñar en sus prácticas y discursivas presente en
las relaciones sociales (Max Weber, 1964).

El poder es una red social o un diagrama en el que se relacionan múltiples fuerzas.


En la medida en que el sujeto está inserto en relaciones de producción y significación, se
encontraría igualmente en relaciones de poder, las cuales son a su vez sumamente
complejas. La práctica del poder sólo es reconocible en su ejercicio, siendo éste acciones
que conducen otras acciones, tales como: facilitar, desviar, incitar, dificultar. Es un
dispositivo que atraviesa dimensiones políticas, sociales, económicas, culturales, históricas
y simbólicas, que no sólo se dirige de forma vertical, sino que se expande y contrae, se
bifurca y adentra en espacios microfísicos imperceptibles (Foucault, 1983).

El poder, por tanto, es un continuo de significados, no una cosa en sí; el cual se


sostiene en el aprendizaje, no en el ser. Es decir, el poder es una construcción cultural que
se materializa a través de aprendizajes continuos resultados de la socialización y no una
categoría esencial del ser humano (Butler, 2002).

49
Según Castells, es mucho más efectivo moldear un espíritu que torturar un cuerpo.
El poder, por tanto, se incardina en los cuerpos, en las prácticas, en los gestos de los seres
humanos, pero también en los pensamientos, en las representaciones, en las
racionalizaciones y hasta en el propio reconocimiento de nosotros/as mismos/as. El poder a
su vez emerge en la vida cotidiana, no sólo reprime, sino que también produce, permite.
Categoriza al individuo, lo marca por su propia individualidad, guiando su capacidad de
conducta y poniendo en orden sus efectos posibles (Foucault, 1999).

La dominación es una estructura general de poder de las cuales sus ramificaciones y


consecuencias pueden, a veces, aparecer descendiendo a las más “incalcitrantes” fibras de
la sociedad (Foucault, 1999: 21). Cómo se producen y reproducen de manera inconsciente
las estructuras de dominación a nivel individual y colectivo; desentrañando cómo estos
deberes se transforman en necesidad y cómo a su vez se asocian a patrones de conducta,
expectativas y valores imperantes: la consolidación de la civilización, el surgimiento de la
propiedad privada, la institución del amor en la monogamia, el matrimonio y la
heteronormatividad, la religión, el patriarcado, el capitalismo, entre otros.

Las técnicas modernas de represión son en general invisibles y no dicen lo que


prohíben, porque decirlo es dar indicación de su existencia; hoy lo prohibido se silencia y
así es como deja de existir. De esta manera las religiones a través de la dictación de leyes,
la jerarquía y el poder de lo sagrado coartan las libertades individuales y colectivas y por
tanto delatan los orígenes de la dominación (Rodrigáñez, 2008).

Comprender cómo los/as seres humanos/as, a través de procesos complejos de


socialización internalizan dichas estructuras, las aprehenden y se convierten en necesidades
“intrínsecas” de su condición humana, que se normalizan y naturalizan; se configuran en
prácticas discursivas y actuaciones reiterativas que construyen arquetipos, es uno de los
fines de la investigación, que debido a su alcance lo situaremos en las relaciones de género,
principalmente en el modelo de masculinidad hegemónico (Connell, 2003).

Cruzados por el poder, la dominación y la intención biopolítica, los cuerpos


disciplinados tienen su particularidad y están atravesados por el género, el cual se concibe
como una categoría de análisis de todos los procesos y fenómenos sociales que se incorpora
en cada contexto histórico a posiciones sociales tales como clase, etnia, edad (Elbert en
Illanes, 2006). A partir de las relaciones que se establecen entre mujeres y hombres,
hombres con hombres, mujeres con mujeres se construyen las relaciones de género, todo en
el marco de valores, conceptos, formas de hacer y actuar, es decir, a través de la cultura
(Bickel, 2006).

50
El género como una categoría macro-estructural (Pisano, 2004) histórica que ha
estado presente en las relaciones sociales en Occidente, ha contribuido al
desmantelamiento de la problemática del ejercicio del poder y la dominación desde el
sistema patriarcal, al interior de las relaciones intergenéricas de las/los sujetos que habitan,
se socializan y colectivizan en sociedades.

Las relaciones de poder al interior del género, se socializan en ámbitos macro y


mircroestructurales. Hombres y mujeres se relacionan insertos en una cultura constituida
por varios sistemas y subsistemas de valores entrelazados. A partir de este orden se
estructuran las relaciones entre las/os seres humanos; a nivel macro confluyen las
religiones, los estados, las naciones y a nivel micro la familia, las relaciones íntimas,
personales e intersubjetivas, cuya expresión más sutil y sistemática del poder es el
ordenamiento y represión de la sexualidad (Rodrigáñez, 2008).

El entramado correlativo entre poder y género se gesta en la primera institución a


la cual se le atribuye legitimidad por excelencia, por ser y pretender constituirse como el
núcleo básico de la sociedad: la familia patriarcal. Este es el primer espacio de
socialización y tiene como funciones la protección, seguridad, cuidado, desarrollo afectivo
de sus integrantes, actuando como transmisora de valores, normas, principios y
modeladora a nivel de género; sistema de adiestramiento fundamental, donde se legitiman
los valores y la consanguinidad, línea de origen desde donde se lee e interpreta la realidad
(Pisano, 2004: 11).

La intencionalidad del presente estudio es, por tanto, develar los ejercicios
conscientes e inconscientes que moldean las estructuras de pensamiento, las
emocionalidades, la corporalidad y sociabilidad, enmarcadas en el primer sistema de
dominación: el patriarcado; comprendiendo a la masculinidad hegemónica como tentáculo
de éste sistema que no sólo actúa a niveles externos, sino que también permea una red
sociocultural que construye cárceles invisibles al interior de la mente humana basadas en
representaciones sociales, sistemas de actitudes y comportamientos, ideas políticas,
jurídicas, morales, religiosas, estéticas y filosóficas de los hombres y mujeres en una
sociedad determinada (…) representaciones no científicas del mundo, sino llenas de
elementos imaginarios (Cooper, 2007).

A su vez, se pretende vislumbrar cómo la permeabilidad del poder produce efectos


de verdad en la construcción de la masculinidad hegemónica con el fin de separar la verdad
de las formas hegemónicas, sociales, económicas, culturales, en las que funcionan. El
problema no es cambiar la conciencia de la gente, sino el régimen político, económico e
institucional de producción de verdad y cómo a su vez esa verdad genera efectos de poder

51
(Foucault, 1997) que estabilizan el “orden dado"; lo hacen certero, perpetúan y manutienen
desigualdades en todas las relaciones societales, específicamente en las de géneros.

El sujeto comprendido como un cuerpo social individual y colectivo que al


subjetivarse y reconocerse en otro u otra sujeto/a, des-construye realidades -generando
procesos de historicidad-, se constituye como actor social transformador, por tanto a estos
mismos efectos y prácticas de poder, se oponen resistencias. “A todo poder una
resistencia”. Cuando a la expresión de éste se opone una resistencia -según plantea
Foucault-, las luchas se pueden enfrentar “contra las formas de dominaciones (étnicas,
sociales y religiosas); contra formas de explotación…; o contra aquello que ata al individuo
a sí mismo y los subsume a otros (luchas contra la sujeción, contra formas de subjetividad y
sumisión” (Foucault, 1983). Contra la sumisión de la subjetividad que las estructuras de
dominación determinan a través de un doble vínculo (double bind) que es la simultánea
individualización y totalización de las modernas estructuras de poder.

Así como también comprender los elementos, representaciones, crisis, clivajes,


tensiones, rupturas y continuidades que permiten procesos de transformaciones de la
identidad tradicional, tal como las deconstrucciones de la masculinidad hegemónica. Y
cómo esto modifica o no las políticas de verdad del contexto en el cual están insertos los
hombres: la sociedad patriarcalista. Porque cuestionar aquellos órdenes simbólicos y
materiales, es decir, “la rendición individual al poder” (Rochefort en Rodrigáñez, 2008:
211) parece ser el ejercicio más amenazante para el “statu quo”, puesto que la pretensión
expansiva transformadora se traduce en acciones cotidianas que subvierten, resisten y por
tanto, deconstruyen el paradigma de la dominación y promueven la propagación de la
libertad.

52
LOS ANILLOS CONSTRICTORES DE LA VIDA HUMANA*

(Rodrigáñez, 2008: 204)

3.2.- LA DOMINACIÓN DEL PATRIARCADO

3.2.1.- La teorización de la civilización occidental en el patriarcado

“¿Desde qué coordenadas políticas, bajo qué condiciones institucionales y en nombre de


qué lógica se les ha permitido hacer uso de la palabra y de la escritura?”

(Cecilia Sánchez, 2005)

“La Ley del Padre nos hace creer que es la ley de la vida”

(Casilda Rodrigáñez, 2008)

El cuerpo del Hombre, el Rey, el Padre, el Patriarca, el Patrón, el Pater habita en la


negación y absorción de otros cuerpos, el de las mujeres, el de homosexuales, el de

53
niñas/os. Así se construye su ser, su racionalidad y el triunfo de su palabra: la dominación
masculina.

El mundo de la razón ha sido el mundo privilegiado del sujeto cognoscente en la


civilización occidental. El ser humano debe dejarse gobernar por ella y lograr controlar los
“deseos sin ley” concupiscibles e irascibles (Sánchez, 2005).

Es bajo el predominio de la razón, acompañada de la escisión y oposición binaria de


“las cosas” que se ha sostenido y perpetuado el orden mundial patriarcal, occidental y
moderno. El logos, se concibe como la mejor articulación de las metas, el cálculo y el
intelecto, donde domesticar los impulsos sexuales y la agresividad se convierte en la base
de la batalla de la cultura: el cuerpo (Sánchez, 2005).

Platón plantea que las mujeres serían la “Materia sin eidos” y “hombre imperfecto”
gobernadas por impulsos. Pitágoras sostiene que existe un principio bueno que ha creado el
orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer
(De Beauvoir, 1949). Freud plantea que son “hombres incompletos” y Lacan sostiene a la
mujer como “no toda”. Aristóteles y Hegel subrayan “ en su condición de seres
domésticos ligados a la familia y a la reproducción; la universalidad que pueden alcanzar
las mujeres es “inmediata” los hombres en cambio, en tanto ciudadanos son
autoconscientes de su universalidad y pueden bifurcarse entre seres con apetencias
singularizadas y seres libres. Comte, cree en la inferioridad del sexo femenino, sin
capacidad de abstracción ni de contención de su inspiración pasional. Jean Jacques
Rousseau, asigna a las mujeres una tarea natural la de esposa y madre, y un espacio
adecuado, el doméstico. Mientras Nietzsche reclama la “desfeminización” de las mujeres
cuando exigen derechos jurídicos igualitarios (Sánchez, 2005).

La sobrevaloración de la razón no es casual, puesto que en el afán de controlar los


deseos e instintos primarios, esa energía libidinal debe ser canalizada para dirigirla hacia el
trabajo. Las mujeres representan los intereses de la familia y de la vida sexual, pues como
madres han necesitado retener al macho a su lado a modo de protección para su prole y para
ella misma. Esos sentires son atribuidos a las mujeres, porque representan lo irracional, a
quienes se les denomina “hombres fallidos” al estar invadidas por mezquinas emociones
como los celos y la envidia (Freud en Sánchez, 2005).

La mujer siempre aparece cercana a la naturaleza. Para la mayoría de los “grandes


teóricos”, una parte considerable de la femineidad se entiende encadenada a la tan temida
barbarie de los instintos: a su sexualidad y a sus órganos reproductivos, impulsos y
potencias que les restan poder de decisión en el espacio de la polis. Por el contrario, la toma
de distancia respecto de la naturaleza por parte de quien utiliza el intelecto, provoca la

54
aparición del “Patriarca” ; quien más que ejercer un poder autoritario en virtud del uso de la
fuerza, es apreciado como un “vencedor”, un amo de la tiránica naturaleza (Adorno y
Hokheimer, 1997 en Sánchez, 2005).

Es decir, ya no es el alma, sino la cabeza el órgano que con propiedad, podía


dominar las pasiones de un sexo considerado débil y excesivo, carente para realizar una
labor intelectual y demostrar que podía establecer un vínculo con el espíritu o subjetividad
(Sánchez, 2005).

Así también los espacios de la política fueron otorgados al saber y a la


productividad. Espacios traspasados por una violenta misoginia de la que deriva la
construcción de dispositivos jerarquizantes que normativizan el modo de ponerse en escena
de los cuerpos mediante una estricta disciplina corporal que ha fabricado el artificioso
cuerpo del patriarca (Sánchez, 2005: 13).

3.2.1.1.- La Concepción binaria de “las cosas”

La civilización occidental desde la tradición griega, atravesando por la herencia


aristotélica, luego cartesiana, y posteriores procesos históricos que devienen en la
modernidad, han instalado una visión binaria de “las cosas”, disociación entre mente-
cuerpo, idea-materia, alto-bajo, masculino-femenino, racional-emocional, público-privado,
también ha creado una separación entre sexo-amor; que en toda correlación sitúa a la
primera característica como hegemónica, atribuyéndole mayor validez e importancia,
adscribiendo una relación de dominación a la primera y de supeditación a la segunda: al ser
hombre y al ser mujer.

Incluso los planteamientos hegelianos, marxistas, kuhntianos a través de la


dialéctica, construyen una relación opuesta entre tesis-antítesis, que deriva en una síntesis:
opuestos, pero complementarios. Sin embargo, desde el postmarxismo, se plantea que la
visión del hombre como expresión de una totalidad integral trata de romper con los
dualismos –cuerpo/alma, razón/sentimiento, pensamiento/sentidos- que el racionalismo
había instituido a partir del siglo XVII (Taylor, Hegel, 1975 en Mouffe, Lauclau, 2004:
130).

Los planos no son dicotómicos en sí mismos, ya que se entrecruzan constantemente


en la realidad. Coexisten lo íntimo, lo privado, lo público. Están interrelacionados y aquello
nos hace repensar las diferenciaciones que se crean entorno al género.

55
La filosofía aristotélica supone una oposición binaria entre forma y materia, donde
la primera se le atribuye a lo masculino y lo segundo a lo femenino, dentro de lo cual la
matriz es el útero, y por tanto, existe una relación en la determinación de la reproducción.
La acción binaria produce un efecto ontologizador en la materia, en el cuerpo, en el sexo,
sobre el cual se niega su construcción y se asume su naturalización.

Según plantea Lucy Irigaray, desde esta cosmovisión binaria de “las cosas” se
sustenta el falogocentrismo, donde lo femenino es lo excluido, lo que se asume
naturalmente dado, la materia y la negación de tal oposición prescrita (Butler, 2002). Para
la autora “esta exclusión que moviliza el par forma/materia es la relación diferenciadora
entre lo masculino y lo femenino (Butler, 2002: 71).

Este escolástico simbolismo de la división entre cuerpo y cabeza, proveniente del


pensamiento aristotélico-tomista, es el que legitima la decisiva estructura estamental de
mando/obediencia que tiene como meta la productividad (Sánchez, 2005: 12).

Platón se refiere a tres naturalezas que hay que tener en cuenta: el proceso de
generación, la segunda, aquella que da lugar a la generación y la tercera, aquella de la cual
la cosa generada es una semejanza naturalmente producida (…) podemos “comparar el
principio receptor con una madre y la fuente o manantial con un padre y la naturaleza
intermedia con un niño (Hamilton, Huntington en Butler, 2002: 73).

De esta forma, a través del tiempo se ha ido naturalizando una construcción en base
a la voz de los únicos que tenían la validez y el poder de la palabra: los grandes filósofos,
poderosos de la razón, para establecer una construcción sociocultural que es el género,
como una verdad dada e irreversible que normaliza la relación dominio-sumisión y la
prolonga a todas las relaciones y el funcionamiento social.

3.2.1.2.- La materia (soma) y la forma (eidos) como prolongación naturalizadora de lo


Femenino y lo Masculino

El problema de la construcción de la dominación entre las relaciones humanas y la


naturaleza, es la valoración determinista y esencialista que se le designa a la materialidad, -
en tanto algo que llega a ser, o que se va a construir para transformarse en “una cosa”-,
puesto que se asume que la materia es “algo” per sé, que está dado, omitiendo que a ésta se
le ha designado una relación con lo femenino y lo natural.

Parte de la materia es la naturaleza, donde diversos teóricos históricamente han


asignado cierta estabilidad creando la dicotomía y lejanía con lo cultural, como si la misma

56
materia no estuviese construida, no tuviese historia y careciese de valor. La concepción de
que la naturaleza ha estado siempre como una página en blanco carente de vida es
decididamente moderna y tal vez se vincule a los medios tecnológicos de dominación
(Butler, 2002: 22).

La asociación clásica de asociar la femineidad con materialidad, y por ende con la


matriz, el útero visibiliza una problemática de reproducción. (Butler, 2002: 58). Lo
femenino se comprende como el receptáculo, la madre-nodriza que engendra, y que por
tanto se ve delimitada por el acto de la reproducción que se condice con la visión binaria de
forma/materia. Desde Aristóteles, “la materia es potencialidad, la realización de la forma”,
para Marx, “la materia es un principio de transformación”.

La dinámica compleja de la construcción se puede comprender como un proceso de


materialización que se estabiliza a través del tiempo para producir el efecto de frontera, de
permanencia y de superficie que llamamos materia (Butler, 2002: 28).

La existencia de los cuerpos y su materialización está delimitada por el género, el


cual está construido a través de relaciones de poder que además de ser normativas y
restrictivas regulan las diversas expresiones corporales.

El sexo es un ideal regulatorio, una materialización forzosa y diferenciadora de los


cuerpos que producirá lo que resta, lo exterior, lo que podría llamarse su inconsciente
(Butler, 2002). Es decir, en sí mismo nombrar a un hombre y a una mujer construyen
categorías diferenciadoras, formas de proceder y de habitar en el mundo que son
excluyentes, puesto que no dan cabida a “otras” expresiones, y cuando las hay, siguen
manifestándose en el contorno de la norma, en lo que está fuera de ella.

A diferencia de los planteamientos de Foucault respecto al poder, Judith Butler


cuestiona el carácter intrínseco que el autor le otorga a la categoría, quien lo visualiza casi
como un ente externo, incluso personificador. No hay ningún poder que actúe, sólo una
actuación reiterada que se hace poder en virtud de su persistencia o su vitalidad (Butler,
2002: 29), es decir, referirse a la naturalidad del poder como propio de los sujetos es
otorgarle cierta naturaleza y esencialismo. No es que el poder sea intrínseco a las relaciones
de significación que interactúan en los sujetos. Así como se construyen los sujetos, también
se construye el poder que en ellos fluctúa, se atraviesa, impacta.

La construcción del poder, de los cuerpos, del sexo, del género, no sólo se realiza en
el tiempo, sino que es en sí misma un proceso temporal que opera a través de la reiteración
de normas; en el curso de esta reiteración el sexo se produce y a la vez se desestabiliza

57
(Butler, 2002: 29), donde el discurso produce los efectos que nombra, estableciendo
aproximaciones diferenciadas llamadas femeninas y masculinas.

El sexo se naturaliza por procesos de reiteración que se establecen por lo que


Foucault llama el ideal regulatorio y en virtud de esta misma, emergen fisuras que escapan
a la norma, a lo dado o establecido.

Esas fisuras pretender ser controladas a través de un poder productivo que pretende
marcar, circunscribir y diferenciar a los cuerpos. Sin embargo, son las inestabilidades, las
posibilidades de re-materialización ( de re-hacerse, re-construirse) son abiertas por este
proceso las que marcan un espacio en el cual la fuerza de la ley reguladora puede volverse
contra sí misma y producir rearticulaciones que pongan en tela de juicio la fuerza
hegemónica de esas mismas leyes reguladoras (Butler, 2002: 18).

Es lo que Derrida explica sobre la apertura continua presente en la génesis y


estructura, que a través de procesos individuales y colectivos de reiteración del desacato a
la norma se expresaría en un contrapoder según Castells o en una resistencia según
Foucault, que no significa sólo una amenaza y oposición a las normas sociales, sino que
rearticulan la legitimidad, la invisibilización e ininteligibilidad de estas “otras formas”.

En el afán de delimitar al sexo por ciertos rasgos construidos y otros no construidos,


se define una frontera que incluye y que excluye, sobre la cual esta última impone un
principio de selectividad que suprime, establece una categoría normativa, por lo tanto,
cierta violencia que genera exclusión respecto al género y su materialidad. Sobre lo que no
se considera como femenino o masculino, es decir, lo que queda “fuera”, lo distinto, lo
abyecto, marginado, lo inhabitable que también requiere existir, puesto que marca el
exterior que constituye el campo de los sujetos y se construye como su propio repudio
fundacional (Butler, 2002).

La construcción del género en sí misma opera apelando a medios excluyentes


(Butler, 2002). La extrapolación de lo humano-inhumano, femenino-masculino, dentro-
fuera, designa atributos que son violentamente segregadores cuando “algo” escapa a la
categorización y/o modelo asignado para nombrar “una cosa”.

Judith Butler plantea cuestionarse incluso la materialidad de los cuerpos como


efecto más productivo del poder. La materia misma está fundada en una serie de
violaciones, violaciones inadvertidamente repetidas en la invocación contemporánea (…)
su desconstrucción no implica desechar el término (Butler, 2002: 56). La delimitación
sobre qué cuerpos son legibles, existentes e importantes es un mera construcción que crea

58
modelos, roles, formas de proceder, así como también define la frontera de lo que está fuera
de aquello.

Es la forma o eidos que gobierna el ordenamiento de la materia constituida como


soma. Esta operación se encuentra explicitada como logos desde Platón en adelante
(Sánchez, 2005). De esta forma se construye una valoración sobre qué se comprende por la
materia y qué por la forma. Desde la filosofía platónica lo femenino se concibe como un
receptáculo que siempre es penetrado, por el contrario y a la vez complementario, lo
masculino debe penetrar y es la forma. Lo que queda fuera de esta correlación -que asume
como fin la reproducción-, queda excluido, marginado, e intenta categorizar que no es
posible representar ni entender.

Es decir, bajo un supuesto esencialismo de los sexos hombre-mujer se imprime la


norma heterosexual como sustento del patriarcado, de la familia, de la monogamia y en la
naturalización de la reproducción. Fue Aristóteles quien llamó reproducción al traspaso de
la materia sin eidos (forma), cuyo modelo privilegiado es la maternidad (Sánchez, 2005:
32). Es en base a dicha construcción de eidos-soma, forma-materia que se crea y prolonga
la naturalización del sexo como una dualidad complementaria, que en sí misma determina
una diferenciación violenta y heteronormativa como eje de la construcción de las
identidades de género, he ahí el predominio de la masculinidad.

3.2.2.- Influencia de la teoría feminista en la comprensión de la estructura de


dominación que antecede al capitalismo: el patriarcado

Si nos adentramos en el origen de la dominación o en los puntos nodales de su


práctica, nos encontramos con diversos/as autores/as que nos plantean que la sexualidad, el
sexo y el cuerpo son dispositivos de dominio o micropoder que han sido materialmente
sujeto de represiones sistemáticas (Rodrigáñez, 2008; Foucault, año; Butler, 2002). Según
sostiene Kate Millet (1969), el carácter patriarcal de la sociedad hace que las costumbres
sexuales envuelvan relaciones de dominio y, por tanto, estén impregnadas de política.

Es así, como los efectos microfísicos del poder, es decir, su aplicación en el cuerpo,
nos hace vincular la construcción de la dominación con el primer sistema modelador y
constrictor del género: el patriarcado. Este se comprende como la “forma de organización
política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón,
en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa;
del padre sobre la madre, los hijos y las hijas; de los viejos sobre los jóvenes y de la línea
de descendencia paterna sobre la materna. El patriarcado ha surgido de la toma de poder
histórico por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción

59
de las mujeres y de su producto, los hijos e hijas, creando al mismo tiempo un orden
simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como única estructura posible
(Reguant, 1996 en Varela, 2005).

El patriarcado se construye, por lo tanto, como una estructura ideológica


internalizada en las mentes y en los cuerpos: arquetipos encarnados, un sistema de
dominación que, quebrantando la autorregulación de las y los seres vivas/as hace posible la
usurpación de las producciones, el saqueo, y la esclavitud, no sólo de los animales, sino
también de los seres humanos (Rodrigáñez, 2008). Se construye como un sistema
jerárquico de dominaciones basado en el aprendizaje de los géneros, en la naturalización e
idea de que “siempre debe haber dominadas y dominadores”, enseña la reproducción y
perpetuación del machismo, sexismo, clasismo, racismo, arribismo, adulto-centrismo,
antropocentrismo, androcentrismo, lesbofobia, homofobia, discriminación a
discapacitadas/os, entre otras formas de opresión. (Aldunate, Paredes, 2009).

La dominación se ha construido prohibiendo la sexualidad, practicando y


aprendiendo a castrar toros, domar caballos, cebando cerdos, cortando las raíces de los
árboles para hacer bonsáis: dominando sobre todo lo que vive y se mueve sobre la Tierra,
como dice la Biblia, como mandó Javé: “Sometedla y dominad…sobre todo cuanto vive y
se mueve sobre la Tierra” (Rodrigáñez, 2008: 23).

No sólo los hombres se han apropiado de él, sino que el patriarcado se enraíza en las
estructuras sociales y mentales de pensamiento, en la percepción de mujeres y hombres que
internalizan la dominación como parte intrínseca de las relaciones societales. El poder
patriarcal se sostiene en los grandes ejes de la masculinidad hegemónica, los cuales están
presentes en cada una y uno de quienes habitamos las sociedades occidentales mundiales.

Los cuestionamientos al sistema patriarcal -que ha ejercido su poder en el cuerpo de


las mujeres principalmente-, han comenzado por el replanteamiento de la identidad
femenina y la determinación de roles y funciones; lo que ha generado, por consiguiente,
consecuencias en la construcción de la identidad masculina.

Es desde el feminismo, que se ha amenazado el poder, la dominación de los


hombres y por sobre todo su situación de privilegio, caracterizada por la deshistorización y
la eternización relativas a las estructuras de división sexual (Bourdieu, 2000).

La sociedad represiva comienza entonces con el patriarcado, con el matricidio (la


represión de la maternidad) y el régimen de realización de patrimonios (la propiedad
privada-patria potestad) del cual el capitalismo es sólo su último periodo (Rodrigáñez,
2008:155).

60
No es casual por lo tanto, que se reprima el ejercicio de la maternidad y que éste se
exente de cualquier placer y por el contrario se naturalice a través del dolor. El dominio y
represión sistemática de la sexualidad humana en general, necesariamente tiene que
organizarse con una represión muy específica de la sexualidad femenina y de la
maternidad: por eso esta civilización es un patriarcado que se levanta sobre un matricidio
histórico. De esta forma, es preciso concluir que el primer tipo de dominación fue la del
hombre sobre la mujer, pues paralizar la sexualidad femenina fue, y es, la clave del
quebrantamiento de la sexualidad humana y de la dominación (Rodrigáñez, 2008: 26-27).

Como luego lo sigue un proceso de naturalización de la dominación, la represión


queda normalizada así como sus resultados: el parto y el nacimiento con dolor, el despiece
y la desconexión interna de los cuerpos, la sexualidad insatisfecha, la depresión, la
jerarquía, la violencia, el fratricidio; todos los aspectos de la dominación, los cuales
comienzan en el nacimiento que elimina/niega/reprime a la madre, creando el
acorazamiento corporal que nos hace aptos para las relaciones de dominación (Rodrigáñez,
2008).

Luego de procesos conscientes e inconscientes de internalización de la dominación,


aparece un estado permanente de sumisión de la vida humana, lo cual genera un malestar
individual que tiene un origen social posible de entender a través del funcionamiento de la
dominación (Rodrigáñez, 2008).

De acuerdo a la visibilización del primer sistema de dominación, el patriarcado, es


que emerge el género como categoría y práctica social utilizada para dar ordenamiento a la
vida cotidiana enmarcándola en modelos masculinos y femeninos que tienden a ser
homogenizadores, que han ejercido control directamente sobre los cuerpos; y en el plano
social y material, estructura y norma las relaciones e interacciones sociales, enmarcadas en
un tiempo y espacio determinado.

3.2.3.- Principales postulados de la Teoría Feminista

Las teorías feministas visibilizan diversas relaciones de dominación que se han


aprendido, internalizado y normalizado en el planeta, donde el género es una construcción
cultural basada en la desigualdad entre mujeres y hombres (Aldunate, Paredes, 2009), que
por tanto, se sostiene bajo el primer sistema de opresión: el patriarcado.

61
3.2.3.1. Plusvalía social no mercante (trabajo doméstico)

El siglo XIX se enmarca en un capitalismo industrial que se extiende por todas las
dimensiones del planeta, con el imperialismo y el colonialismo, donde el mercado se vuelve
mundial, pero en cada región se manifiesta de acuerdo a sus contextos locales. Así el
capitalismo no puede mantenerse más que añadiendo a la acumulación resultante de las
ganancias obtenidas sobre la producción comercial, una acumulación “permanente” que se
alimenta en la producción no mercantil (Michel, 1983: 71). Es por la producción doméstica
no mercante (plusvalía social) que las mujeres reproducen la fuerza de trabajo que sus
maridos e hijos pueden vender en el mercado del trabajo. Según lo plantearon feministas
radicales, este método de producción doméstica no mercante, sería la primera división
sexual del trabajo, la cual se ha sustentado en el orden mundial que gesta las desigualdades
previas al capitalismo: el patriarcado.

El trabajo doméstico (plusvalía no mercante) impago de las mujeres, subvenciona


entre el 25 y el 40% del Producto Nacional Bruto (PNB) de los países desarrollados (PNUD
en Paredes Julieta, Aldunate Victoria, 2009).

3.2.3.2.- Sistema sexo-género

Seyla Benhabib, pensadora feminista que vinculó la teoría de género con la teoría
crítica, señala que la existencia socio-histórica de los géneros -que ella denomina sistema
sexo-género-, es el modo esencial en que la realidad social se organiza, se divide
simbólicamente y se vive empíricamente (Benhabib, Cornella, 1990: 125).

El sistema sexo-género es “aquel conjunto de prácticas, símbolos, representaciones,


normas, valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual
anátomo/fisiológica y que dan sentido a la satisfacción de los impulsos sexuales, a la
reproducción de la especia humana y en general al relacionamiento entre las personas
(Olavarría, Benavente, Mellado, 1998:10).

Por sexo entenderíamos las características biológicas-fisiológicas que diferencian el


cuerpo de un hombre y el de una mujer, mientras el género es una construcción cultural
basada en la desigualdad entre hombres y mujeres. Es un concepto relacional, didáctico y
crítico de las relaciones de poder y des-poder entre hombres y mujeres en el contexto de la
sociedad patriarcal, donde se comprende a “la mujer” como un ser de menos valor y “el
hombre” como el modelo principal de “lo Humano”, es decir, de “la Historia del Hombre”
(Paredes Julieta, Aldunate Victoria, 2009).

62
A lo largo de la historia de las sociedades y a partir de una diferenciación fisiológica
se construye una desigualdad social y política basada en la dominación de lo masculino y la
subordinación de lo femenino como estructura relacional naturalizadora y normalizadora
(Bourdieu, 2000).

El género masculino se ha construido en base al control y dominio. Donde se ha


posicionado en los ámbitos público, en la ciencia, la política, el deporte, trabajo,
legislaciones, religión, universidades, calles, revoluciones, gobiernos, economía, etc.;
espacios que le perteneces en mayor medida a hombres blancos con mayor poder político y
económico, en menor medida a los hombres pobres, indígenas y/o homosexuales (Aldunate,
Paredes, 2009).

El género femenino, se reduce a “naturaleza y familia”, donde los hombres también


son propietarios de estos espacios. En el espacio privado se sitúan la familia, el matrimonio,
trabajo doméstico, crianza, maternidad, emociones y el sexo. Dichas características no es
que les pertenezca a las mujeres o a los varones, sino que mujeres y hombres deben ser
funcionales a ese ámbito para servir al funcionamiento del patriarcado y capitalismo.

3.2.3.3.- Lo personal es político

Kate Millet fue quien sostuvo que la noción de los géneros como construcciones
culturales tiene una dimensión política que culmina en la idea de politizar un espacio
privado (aquello que el pensamiento social y político patriarcal había designado como
ámbito de la naturaleza), lo que se convirtió en la tarea política central del movimiento
feminista (Obando, 2008).

Se trata por lo tanto de que una problemática individual respecto al espacio íntimo,
personal y doméstico, también se posicionara como reivindicación pública colectiva: “lo
personal es político”.

En el ámbito privado- que tradicionalmente se consideraba ajeno a la política- se


desarrollan las relaciones de poder que están en la base de las estructuras de dominación.
Lo íntimo, lo personal y lo público son ámbitos que no se separan dicotómicamente, que se
retroalimentan y se conflictúan entre sí (Aldunate, 2010: 20).

De esta forma, se podía abordar la crítica del espacio privado (personal-íntimo) que
desde la ilustración se había dejado fuera de lo político. Incluso desde los planteamientos
foucaultianos se podría plantear una correlación respecto al poder, pues actúa de manera

63
microfísica. Así pues, el feminismo plantea el análisis de lo privado, la familia y la
sexualidad como ámbitos de poder y dominación.

A partir de “lo personal es político”, el feminismo ha denunciado las relaciones de


dominio que se manifiestan en los afectos, en el amor, en la sexualidad, en primera
instancia, es decir, en lo íntimo. Atravesando lo personal, lo inter-subjetivo, los valores
establecidos unívocos y hegemónicos, como la competencia, el individualismo, el egoísmo,
la propiedad, la posesión, la heteronormatividad, los roles, la construcción social de los
géneros, conductas y aprendizajes, estereotipos de mujeres, hombres, niñas y niños;
desentrañando a través de una explicación comprensiva, las respuestas y las relaciones de
poder que se generan en el individuo y en el espacio societal, en las estructuras y
superestructuras, en los micro-espacios y macro-espacios, todos los cuales son
transversalizados por la dimensión género.

3.2.3.4.- La Violencia Estructural

La transversalidad del género permite entrelazar lo íntimo, lo personal y lo público,


rompiendo con la idea de que la “baja autoestima de las mujeres” es un problema sólo
psicológico e individual, o un tema de autoconciencia; sino que se relaciona también con la
conciencia social, y por lo tanto, con la violencia estructural a la cual son sometidas las
mujeres (Aldunate, 2010).

Eso no quiere decir que no haya violencia en el patriarcado contra los hombres,
claro que la hay, pero diferenciando privilegios y sometimientos. Hay violencia contra los
hombres producto de un modelo económico y político que produce y reproduce violencia
social desde lo macro y lo micro. El patriarcado en complicidad con el neoliberalismo,
generan lo que desde el feminismo autónomo se denomina violencia estructural. Esta
tipología de violencia se ejerce particularmente sobre y en contra de los cuerpos de
mujeres, la cual no sólo se permea en la relación afectiva, amorosa, de pareja, de familia,
sino de todo un sistema que requiere violentar a las mujeres como una constante para
sostener su funcionamiento (Aldunate Victoria, 2010).

La violencia es el ejercicio del poder mediante el empleo de la fuerza (ya sea física,
psicológica, económica, política) e implica la existencia de un “arriba” y “un abajo”, reales
o simbólicos, que adoptan habitualmente la forma de roles complementarios: padres-hijos,
hombre-mujer, maestro-alumno, patrón – empleado, joven –viejo, etc. (Corsi: 1999: 23).

64
3.2.3.5.- Integración del cuerpo-espacio-tiempo-movimiento-memoria como
campos de acción y lucha

Desde el feminismo comunitario e indigenista, así como desde las teorías de la


complejidad sustentadas en el pensamiento holístico, se han rescatado las cosmovisiones
ancestrales de integrar al ser como parte de un todo, es decir, relevar no sólo la esfera de la
razón como parte de una construcción occidental y moderna, sino que comprender que
también habitan emociones, planos físicos y sociales (Aedo, Kohler, 2010), que interactúan
en un espacio y tiempo determinado.

Una elaboración feminista comunitaria comprende que en todo análisis, reflexión,


denuncia y propuesta debe tomar en cuenta el espacio del cuerpo, el tiempo del cuerpo, la
memoria de este cuerpo y la conciencia del mismo en el movimiento político. Son 5
espacios o 5 ámbitos que estarán presentes en análisis y en las acciones que se realicen
(Paredes, Aldunate, 2009).

El cuerpo entendido como una forma del existir de cada ser humana/o, nos ubica en
el mundo de las relaciones sociales. Los cuerpos son sexuados y se interrelacionan con
categorías como amor, sexualidad, naturaleza, trascendencia, conocimiento, producción. En
él atraviesan la energética, biogenética, sensibilidad, erotismo, sentimientos, sensualidad y
creatividad (Paredes, Aldunate, 2009). En el cuerpo se sitúan tanto el dominio, el poder y la
resistencia, la represión y la libertad. Es por tanto, el primer campo de acción y lucha en
base a la existencia misma.

El espacio es el campo vital donde se desarrolla el cuerpo, que mueve y promueve.


Estos espacios pueden ser la casa, la tierra, la escuela, la calle, la fábrica, el barrio,
territorio. El tiempo es la condición para la vida donde se gestan los procesos de
transformaciones cotidianas e históricas a través de movimientos cíclicos. Mientras el
movimiento garantiza la subsistencia, construyendo organización y propuestas sociales.
Ubica a la comunidad y a las relaciones de poder que hay inmersas, por lo que su contenido
relacional es relevante. Un quinto campo de acción es la memoria, la cual se relaciona con
las raíces de las cuales somos parte, la identidad que se construye socioculturalmente, la
fuerza y energía, la sabiduría, así como el espacio de las utopías.

La memoria histórica como resurgimiento permanente de las ideas, pensamientos y


muertes, mantienen activa la resistencia anti-patriarcal y no olvidan las represiones,
opresiones y autoritarismos a lo largo de la existencia (Paredes, Aldunate, 2009).

65
3.2.3.6.- La perspectiva antipatriarcal

Al ser la realización de los patrimonios el motor y la base de la sociedad, el Pater en


sus dimensiones de padre, patrón, patria, todos los procesos -sociales y corporales- están
material y ostensiblemente unidos en dicho concepto: desde la constitución del ego que
encarna la dinámica jerárquico-expansiva de dominación (‘la iniciativa privada’ de cada
ego es la iniciativa del Capital), hasta las prácticas sociales que conlleva dicha dinámica.
Por tanto, la perspectiva anti-patriarcal (a diferencia de otras perspectivas como la del
materialismo histórico, basadas en el desarrollo económico de los modos de producción, u
otras centradas en las construcciones individuales), hace posible interrelacionar lo corporal
y lo social, el ego y su patrimonio, lo micro y lo macro, el capitalismo y la coraza
psicosomática (Rodrigáñez, 2008: 246).

3.2.4.- Teoría Queer: la materialización de los cuerpos y del sexo

3.2.4.1.- Performatividad y el miedo a la homosexualidad

Si bien la presente investigación no se centra en los postulados de la teoría queer y


en el desentrañamiento de la homosexualidad, se considera que uno de los ámbitos del
proceso deconstructivo de la identidad masculina es el cuestionamiento a la
heteronormatividad, y por tanto, las prácticas disidentes de la sexualidad imperante, tales
como lesbianas, homosexuales, transgénero, entre otros, reflejan un cuestionamiento a la
hegemonía heterosexual.

La teoría queer es la elaboración teórica de la disidencia sexual y la de-construcción


de las identidades estigmatizadas o periféricas, las cuales son todas aquellas que se alejan
del círculo imaginario normal y que ejercen el derecho a proclamar su existencia, basadas
en la resistencia a los valores tradicionales. Es por tanto, desestabilizar normas que están
aparentemente fijas (Fonseca, Quintero, 2009: 44-45). Los Queerness representan la
performatividad (…) con el propósito de dar nueva significación a la abyección de la
homosexualidad, para transformarla en desafío y en legitimidad, (…) se trata por tanto de
una politización de la abyección (Butler, 2002: 47).

Ser diferente se plantea como una categoría que denuncia abusos que han sido
acallados por el androcentrismo, la homofobia, el racismo y el clasismo, principalmente
desde la historia oficial y textos científicos, que ha escrito el género masculino, de raza
blanca, de preferencia heterosexual y de religión judeocristiana (Fonseca, Quintero, 2009).

66
Judith Butler plantea que el género es esencialmente identificación, que consiste en
una fantasía dentro de otra fantasía: la performatividad, es decir, la repetición e imitación
de ciertas conductas, aprendizajes, actitudes, asociadas a cada rol de género constituyen
significaciones de manera encarnada (Butler, 1990 en Fonseca, Quintero, 2009).

El ejercicio performativo consiste en una repetición forzosa de las normas de


género, hasta el punto de que el individuo las interioriza consciente e inconscientemente.
Esto quiere decir que los géneros se aprehenden-aprenden por imitación y repetición,
definiéndose estereotipos y arquetipos rólicos en relación a atribuciones de causalidad
(Cooper, 2008). Donde las categorías de identidad tienden a ser instrumentos de regímenes
regularizadores, tanto si obran como estructuras opresoras, como si se abocan a romper
aquellas estructuras posicionándose como oposición liberadora (Fonseca, Quintero, 2009:
48).

En cuanto a las estructuras opresoras, la heterosexualidad forzosa se presenta como


lo auténtico, lo verdadero, lo original y por el contrario, lo homosexual es lo abyecto, lo
negado, invisibilizado y reprimido.

Según Lacan el proceso de “desconstitución del yo” se forja en base a lo que se


niega y reprime de sí mismo, es por ello que para Judith Butler, el varón se construye
negando el deseo homosexual, que luego de la reiteración de normas de los sujetos se
instituye la heteronormatividad (Lacan, 1986 en Butler, 2002).

La represión de la homosexualidad masculina tiene como objeto la conformación de


la hombría y la estabilidad del sistema de géneros (Butler, 2000 en Fonseca, Quintero,
2009: 49-50). El hombre se niega a sí mismo y por tanto prohíbe la satisfacción del deseo
homosexual, adaptándose a la ley, a las normas morales y a la censura social. La
homosexualidad es una palabra contagiosa, tal como el SIDA, se cree que se transmite
como si fuera una enfermedad. (…) Y es en ese ejercicio de volverse en contra de sí mismo
lo que conforma el escenario imaginario del deseo condenado que registra psíquicamente
las ofensas y el desprecio, por tanto, la homofobia (Butler, 2000 en Fonseca, Quintero,
2009: 51-52).

La masculinidad se construye a partir de una triple negación: no soy mujer, no soy


bebé, no soy homosexual, haciendo mayor hincapié en este último enunciado (Badinter,
1993).

Visualizamos por consiguiente que existen correlaciones entre la dominación, la


sexualidad y la construcción de la masculinidad como negación de la homosexualidad la
cual está amparada en una hegemonía heterosexual cuyo sustento es la reproducción. La

67
heteronormatividad opera para moldear cuestiones sexuales y políticas con el objeto de
circunscribir y contornear la materialidad del sexo, la cual se sostiene a través de normas
reguladoras (Butler, 2002) que sustentan la reproducción de la especie humana, la
instalación de la institución social del amor, el matrimonio, el patrimonio y la propiedad, y
la familia como núcleo fundamental de la sociedad patriarcal y capitalista en todas sus fases
de desarrollo productivo.

3.2.5. La Biopolítica en el cuerpo del hombre

La construcción de verdades es un componente esencial de los géneros, cruzados


por la intención biopolítica. Los cuerpos disciplinados tienen su particularidad y están
atravesados por ésta categoría de análisis como parte de todos los procesos y fenómenos
sociales. Este ejercicio de individualización del sujeto, lo podemos comprender desde la
anatomopolítica a través del disciplinamiento que se dirige a los cuerpos, su adiestramiento,
supervisión y prisión, que controla al ser humano.

El cuerpo como receptor de disciplinas y eje fundamental de los dispositivos de


poder-saber a través de la sexualidad, sitúa a la biopolítica (biopoder) como eje estratégico
que reglamenta el sexo, con el fin de regular y controlar los cuerpos. La sexualidad es un
dispositivo histórico, una gran red superficial donde la estimulación de los cuerpos, la
intensificación de los placeres, el refuerzo de los controles y las resistencias se encadenan
unos con otros según grandes estrategias de saber y de poder (Díaz, 1995).

Así, los discursos de la sexualidad están cruzados por el saber y el poder, los cuales
no están al servicio de la prohibición del sexo, sino de su reglamentación. En términos
foucaultianos, el sexo pasa a ser un problema económico-político (población), una
preocupación médico-moral (onanismo) y una inquietud religiosa (control) (Díaz, 1995);
una sexualidad que se enuncia como la verdad del sujeto que se pretende regular, conocer,
controlar; se trata, por tanto, de relaciones de poder en el contexto de procesos político-
sociales y culturales.

La regulación de la tasa de natalidad, la fecundidad en una población y la


penalización del aborto, se vinculan con el control de la sexualidad de manera
masificadora, ya no sólo individualizante como la anatomopolítica, sino que se amplía y
trasciende al individuo. Actúa sobre un cuerpo social que pretende reglamentar: sobre el
binomio hombre/especie y la mujer/madre como rol primordial de reproducción de la
especie humana. De esta forma actúa la biopolítica, con el fin de perpetuar la
heteronormatividad, la dualidad complementaria entre mujer-hombre, la institución básica
de la sociedad: la familia y por lo tanto, la perpetuación del patriarcado y del capitalismo.

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En el caso particular de la temática en estudio, el poder se individualiza en el cuerpo
de los hombres. La objetivación y categorización del poder espera ciertos roles, conductas,
estatus y valores definidos, donde las y los sujetos son juzgados/as, condenados/as,
clasificados/as, obligados/as a cumplir tareas, destinados/as a cierta manera de vivir o a
cierta manera de morir, en función de discursos verdaderos que llevan consigo efectos
específicos de poder (Foucault, 1976: 33).

El poder se ejerce desde el Estado, a través de la aplicación del derecho, su


normativa y legalidad, pero también de las normas morales como mandatos hegemónicos.
Poder y verdad interactúan como una diada que se interrelaciona produciendo y
reproduciendo discursos y acciones que se construyen e instalan en la “sociedad de la
normalización” (Foucault, 1976:46), la cual genera efectos y significaciones en los
sujetos.

La sexualidad de las y los seres humanas/os en general, ha sido un espacio a


reprimir en las distintas sociedades mundiales, particularmente la sexualidad de la mujer.
Sin embargo, el hombre ha vivido los efectos del poder y la dominación sobre su cuerpo,
para lo cual es preciso contribuir a su desmantelamiento.

De acuerdo a los planteamientos de la masculinidad hegemónica (Connell, 1995), el


mundo de los varones ha habitado lo público. Es por ello, que el mundo íntimo y personal,
es más bien desconocido, o quizás reprimido o negado, de esta manera se ejerce el poder
sobre sus cuerpos.

Si bien al hombre desde pequeño se le ha permitido experimentar sobre su cuerpo, a


través de la masturbación, el inicio temprano en las relaciones sexuales, la utilización de
pornografía como medio de obtención del placer, este mundo aparentemente hiper-
sexualizado esconde un universo de sensaciones y percepciones que no se han logrado
sincerar y develar para los hombres, que han construido la mente y el cuerpo como dos
energías indisociables, donde ha primado el “instinto sexual masculino” por sobre las
emociones que habitan en él (Connell, 1998).

El reconocimiento de los varones como conquistadores y acosadores naturales, junto


con la notable supresión de los sentimientos en una relación sexual heterosexual sustenta y
provee de sentido a la idea de ser hombre y el carácter instrumental de la misma (Gutiérrez,
2006).

Podríamos plantear entonces que existe cierta mitificación respecto al ejercicio de la


sexualidad en los varones, que ha tendido a aumentar la imagen masculina, reduciéndola al

69
acto de penetrar, controlar y dominar, más que al vivir el placer en relación con las
emociones (Olavarría, 2001).

Los varones en las relaciones heterosexuales han vivido su sexualidad determinada


por el intercambio coital, por la desvinculación de lo afectivo en el acto sexual, y a la
práctica falo-coito-centrista- (Irigaray en Sánchez 2005), lo cual devela la consecución de
fines y metas como parte de su construcción masculina (Tiefer, 1986 en Gutiérrez, 2006).

El ejercicio de la sexualidad vinculada y limitada al falo-centrismo, a la genitalidad,


que ha objetivado el cuerpo de las mujeres y negado expresiones que escapan a la
heteronormatividad, también estaría generando repercusiones en el espacio simbólico y
material de los hombres: habitar un cuerpo y mundo carente de emociones (Da Silva,
2009), una mutilación afectiva (Badinter, 1993) que en el fondo se traduce en el
desconocimiento de los varones de sus sensaciones, emociones y pulsiones corporales, lo
cual genera un acorazamiento, ruptura psicosomática (Rodrigáñez, 2008) o “camisa de
fuerza” que se expresa por medio de la rabia, la indiferencia, la negación de los miedos, el
desapego, la aparición de bloqueos emocionales-afectivos y que utiliza casi como
mecanismo de defensa, el ejercicio de la violencia y la dominación.

3.3 GÉNERO, HEGEMONÍA Y MASCULINIDADES

3.3.1- Interrelación entre Masculinidades y Clase social

Los estudios académicos de masculinidades son más bien recientes, por lo cual es
complejo elaborar un análisis exhaustivo entre esta categoría de género y la de clase social.
Sin embargo, en base a teorizaciones que han interrelacionado estas categorías es posible
sostener lo siguiente: (Benería y Roldan, 1987 en Alatorre, 2006).

1) Ambos son dos sistemas de relación diferentes, pero los dos son necesarios para entender la
dominación masculina.
2) Una sola dimensión de diferenciación social es insuficiente para dar cuenta de la
organización jerarquizada de la sociedad.
3) Ambos sistemas son semiautónomos, es decir, cuentan con ciertos mecanismos y procesos
particulares que son irreductibles a sólo uno de esos sistemas de diferenciación social.
4) Interactúan de forma compleja en diversos planos.

En base a lo anterior es importante recordar que el funcionamiento social en nuestra


cultura está dado por una estructuración jerarquizada que debe su ordenamiento al cruce de
distintas variables, en este caso a las de género y de clase, siendo las dos necesarias para

70
comprender las causas que dan origen y han contribuido al mantenimiento de la
dominación masculina en la organización social de la cual somos parte.

En este sentido es fundamental abandonar los sesgos que analizan el género como
una categoría aislada de la clase, sino que por el contrario se debe estudiar la construcción
masculinidad considerando la dominación y subordinación social como un todo, en donde
participan los distintos planos de ordenación de las relaciones de género junto con las
relaciones de producción y explotación económicas (Benería y Roldán, 1987 en Alatorre,
2006). Ya que si bien los hombres por el sólo hecho de serlo acceden a mayores privilegios
sociales, éstos a su vez son objeto de subordinación cuando se trata de su ubicación en la
estratificación productiva del sistema capitalista.

La categoría de clase social hace alusión a la posición respecto de la posesión de los


medios de producción, pero además de ésta, integra aspectos socioculturales como
identidad, prácticas o estilos de vida, codificación simbólica de su posición respecto a los
medios y relaciones de producción, formas de organización y lucha, los cuales contribuyen
a ir generando en los varones factores subjetivos que determinan la experiencia individual
de su ubicación en la estructura económica (Benería y Roldán, 1987 en Alatorre, 2006).

En este sentido es importante sostener que la implicancia de esta concepción de


clase, situada en un contexto histórico y sociocultural específico va a interactuar con la
configuración del sistema de género incorporando a la vez las representaciones sociales que
contienen el ideal del modelo dominante de masculinidad, lo cual influirá en los ideales de
género tanto en hombres como en mujeres. La masculinidad al interactuar con la clase nos
hace pensar en configuraciones particulares de dominación que se articulan en lo social,
cultural y subjetivo (Benería y Roldán, 1987 en Alatorre, 2006).

Dadas las condiciones particulares en que se da la construcción de la identidad


masculina en cada una de las clases, es fundamental explorar en los ejes en que cada clase
construye su propia dominación en el marco de la relación simbólica de un contexto
específico. Las realidades particulares de cada clase van a moldear la formación de diversos
estilos de masculinidades. Ejemplo de ello es lo que ocurre con la clase de varones
trabajadores y de los estratos socioeconómicos más bajos, para quienes tener poder e
independencia, ser exitoso y ser competitivo es un sueño irreal. El estilo de masculinidad
tiende a compensar la falta de poder político y económico con un machismo más evidente y
agresivo (Tolson en Leach, 1999).

Independiente de la clase, el trabajo se constituye en uno de los pilares


fundamentales en la identidad masculina, toda vez que en base a éste puede dar
cumplimiento a diversos mandatos socioculturales (Olavarría, 2000). Sin embargo, asumir

71
este rol sin cuestionamiento significa también estar sometido en cierto grado a la
dominación social derivada de los modelos de género. En este sentido la dominación se
ejerce desde dos ámbitos; desde el modelo social de ser varón y de la posición en la
estructura económica.

Es importante señalar que los hombres de las clases sociales populares se sienten
gratificados al dar cumplimiento al mandato del trabajo, independiente de las condiciones
precarias y de explotación en las cuales éste se ejerce. Sin embargo, es necesario agregar
que su condición de subordinación frente a las clases dominantes genera tensiones en la
subjetividad masculina, puesto que constantemente están sujetos a condiciones precarias y
de explotación, inseguridad laboral, ingresos económicos mínimos o inferiores al sueldo
mínimo, lo cual crea un clima de inestabilidad y vulneración permanente (Tolson en
Leach, 1999).

De esta forma es posible sostener que la construcción del modelo hegemónico de


masculinidad, se concibe como un ideal social que va a variar dependiendo de cada cultura
(Connell, 2003). Si consideramos que cada clase genera cierta variación en la construcción
cultural de ésta, será posible entonces entender que cada clase puede generar un estilo
particular e ideal de ser hombre, es decir cada clase va a configurar un ideal hegemónico
de masculinidad asociado a las diversas realidades en que se desenvuelvan. No obstante,
por pertenecer a la misma condición genérica persistirán ciertas complicidades que
trascenderán a la división de clase, asociadas a una identidad cultural legitimada en un
espacio y tiempo determinado.

3.3.2.- Hegemonía y Masculinidad

Por Hegemonía podemos comprender a las condiciones que hicieron posible la


operatividad discursiva de lo económico, lo político e ideológico, más que la contradicción
entre fuerzas y relaciones de producción. Con la obra de Gramsci, el absolutismo de las
identidades de clase del marxismo clásico es reemplazado por identidades hegemónicas
constituidas a través de mediaciones no dialécticas, (…) puesto que en los antagonismos
actúan fuerzas y relaciones que están al límite de toda objetividad (Mouffe, Lauclau, 2004:
11).

Es en este contexto que emerge el concepto de hegemonía, no como un nuevo tipo


de relación, sino que para nombrar un vacío existente que permitió visibilizar las
necesidades y fuerzas históricas en cierto contexto (socialdemocracia rusa), la cual aparece
como una respuesta a la crisis, para evidenciar la indeterminación de las articulaciones

72
entre distintas luchas y posiciones de sujeto, donde los agentes hegemónicos se sitúan al
interior de una relación (Mouffe, Lauclau, 2004).

La hegemonía es un tipo de relación política (Mouffe, Lauclau, 2004:183), que se


construye como un sistema abierto, donde aparecen sistemas de diferencias que
constantemente se quieren constituir y posicionar.

La Hegemonía es presentada por Gramsci como constitutiva de la subjetividad de


los agentes históricos, que cesan de ser meros agentes de clase. De esta forma, se
comprende por subjetividad hegemónica a la relación entre universalismo y particularismo.
La dimensión hegemónica tiene una forma particular de universalismo, (…) no en términos
de resultados de una decisión contractual como plantea Hobbes en el Leviatán, sino que el
vínculo hegemónico transforma la identidad de los sujetos hegemónicos. No está asociado
sólo al espacio público de “clase universal” en términos de Hegel, puesto que las
rearticulaciones hegemónicas comienzan al nivel de la sociedad civil (…) y son
constitutivamente políticas (Mouffe, Lauclau, 2004:12-13).

Aquello podemos relacionarlo con el sentido que adquiere la hegemonía como


construcción subjetiva de identidad de género masculina en los varones y cómo
configuraciones de prácticas universales se expresan en la particularidad de cada sujeto
hombre.

La relación hegemónica se comprende como la particularidad que se transforma en


la representación de una universalidad que lo trasciende; donde el núcleo último de su
fuerza hegemónica lo constituye una clase social fundamental. Es decir, las particularidades
categorizadas en subjetividades, son ampliadas por estructuras universales como la clase.
Lo particular y universal son trascendidos y en ellos actúan fuerzas llamadas hegemonía.

Ninguna lógica hegemónica puede dar cuenta de la totalidad de lo social y constituir


su centro, ya que en tal caso (…) el concepto mismo de hegemonía se habría auto-
eliminado (Mouffe, Lauclau, 2004). Es en ese sentido que la hegemonía actúa desde las
particularidades, comunidades, sociedad civil y subjetividades, en cada una de las cuales
fluctúan poderes en pugna propios de cada relación, donde existirán también distintas
fuerzas hegemónicas y contra-hegemónicas en tensión.

Todo bloqueo histórico –o formación hegemónica- se construye a través de la


regularidad en la dispersión, y esta dispersión incluye una proliferación de elementos muy
diversos: sistemas de diferencias que definen parcialmente identidades relacionales;
cadenas de equivalencias que subvierten a estas últimas, pero que pueden ser
transformísticamente recuperadas en la medida en que el lugar de la oposición pasa a ser él

73
mismo regular y, de tal modo, a constituir una nueva diferencia; formas de
sobredeterminación que concentran ya sea el poder, ya sea las diversas formas de
resistencia al mismo, ya sean acciones que accedan a las estructuras o también que se
construyan como fugas o fisuras que quebranten las lógicas hegemónicas, es decir:
prácticas contra-hegemonías, contrapoderes o resistencias múltiples. (Mouffe, Lauclau,
2004).

Para que estas fuerzas hegemónicas se expresen no sólo se requiere de prácticas


articulatorias, sino además que éstas se enfrenten a prácticas antagónicas, sistemas
organizados de diferencias y efectos inestables de fronteras que las separan (Mouffe,
Lauclau, 2004). Dichas formaciones hegemónicas podemos constatarlas en la masculinidad
dominante y en las tensiones y contrapoderes que se construyen como diferentes, y por
tanto, se oponen y las quebrantan. Expresiones tales como las masculinidades alternativas,
las expresiones subjetivas libres, la destrucción de los géneros, prácticas antiautoritarias, la
homosexualidad, entre otras pasan a conformar el límite de la universalidad y una acción de
resistencia a la hegemonía.

Las relaciones hegemónicas no aluden a decisiones contractuales, sino que actúan


como fuerzas, indecidibles, exteriores que a la vez se expresan y permean la interioridad de
la misma de la relación. Relacionando masculinidades y hegemonía, aquello puede
reflejarse en los mandatos y ritos que actúan como fuerzas interiores en la identidad
subjetiva de los varones, y que no requieren ciertos acuerdos tácitos previos para su
reproducción.

3.3.3. Masculinidades y Movimiento Social incipiente

En el contexto sociopolítico de mitad del siglo XX en adelante, comenzaron a


hacerse visibles movimientos sociales alternativos a los tradicionales que emergieron en la
búsqueda de respuestas a demandas y desafíos de los nuevos tiempos que corrían. El
debilitamiento de las democracias representativas, consecuencia post dictadura de los años
‘70 – 80 en América Latina, ponen en cuestionamiento la institucionalidad que hasta ese
entonces era legitimada por las clases políticas y sociales. De esta manera surge un número
creciente de problemáticas y reivindicaciones que condujeron a discusiones acerca de la
crisis de legitimación del capitalismo tardío, los límites de las estructuras políticas
centralistas sistemáticas y las posibilidades de autodeterminación individual y colectiva en
el nivel sociopolítico (Grez, 2007). Constituyéndose como característica de estos
movimientos el dejar de fundarse en objetivos políticos estructurales, trascendiendo a la
contradicción capital/trabajo, dicotomía histórica de los movimientos obreros y
sindicalistas.

74
Los nuevos movimientos sociales ya no otorgan necesariamente legitimidad al
Estado, sino que muchos de ellos se plantean distantes de esta institucionalidad, toda vez
que emergen de organizaciones no formales, como un comportamiento colectivo no
institucional, expresivo de un conglomerado social orientado con cierta estabilidad
temporal, a resistir o promover determinadas transformaciones sociales en el sistema social
global del cual forman parte (Echeverría en Concha y Casety, 2009).

En este sentido es fundamental hacer la diferenciación entre los movimientos que se


focalizan en una matriz estado-céntrica – sindicalista, de izquierda revolucionaria, centro
izquierda, nueva izquierda, de estudiantes, diversidad sexual, feminismo liberal y
sufragista, algunos ecologistas, entre otros movimientos ciudadanos- y los que
históricamente han cuestionado y rechazado las prácticas representativas a través de sus
expresiones parlamentaristas y electoralistas, la democracia en todas sus formas -
representativa, liberal, socialista, semi-directa y directa-, la construcción de hegemonías y
el ejercicio de la dominación como normalización de la práctica humana civilizatoria.

Respecto al movimiento social de hombres por las masculinidades, es posible


sostener que no existen antecedentes bibliográficos que constaten un posicionamiento claro
respecto a sus demandas, y si estas sitúan a la matriz estado-céntrica como un horizonte a
alcanzar. Sin embargo, a partir de un acercamiento a la experiencia de Colectivos, Grupos,
Redes, Campañas e información online de Hombres por Masculinidades Equitativas e
igualitarias, se evidencia que hay quienes sostienen la necesidad de que las masculinidades
sean incorporadas a la política pública, mientras otros cuestionan la hegemonía y carácter
patriarcal del Estado, viéndose más lejanos a él.

3.3.3.1.- La resistencia a la dominación en los Nuevos Movimientos Sociales

La noción de movimiento social pone en evidencia un tipo de acción colectiva


específica mediante la cual una categoría social pone en cuestión una forma de dominación
social, a la vez particular y general, e invoca contra ella valores, orientaciones generales de
la sociedad que comparte con su adversario para privarlo de tal modo de legitimidad
(Touraine, 1997 en Araujo, 2002:100).

Para este autor, el movimiento social surge en virtud de un cuestionamiento a una


forma de dominación social, que se manifiesta tanto a nivel estructural como a nivel
cotidiano. Donde la deslegitimación de esa forma de dominio se sustenta en la legitimidad
alcanzada por la acción colectiva que organiza prácticas de resistencia, formas de economía

75
sustentable y auto-gestionada que se condice a la realidad local, que no despoje la
autonomía de los sujetos y que posibilite la autodeterminación individual y colectiva.

Desde dicha perspectiva es posible plantear que los conflictos sociales que dan
origen a la existencia de éstos, tenderían a resolverse por medio de un proyecto
contracultural legitimado por las acciones de sus actores. Un movimiento social es
simultáneamente un conflicto social y un proyecto cultural, ya que aspira siempre a la
realización de valores culturales y, al mismo tiempo, a obtener la victoria frente a un
adversario social (Touraine, 1985: 237).

La deconstrucción de la masculinidad hegemónica sería un proyecto contracultural


que visibilizaría como principal adversaria a la socialización de la dominación social propia
del patriarcado la que es potenciada con el sistema neoliberal. En base a esto es posible
sostener que el modelo social que podría constituirse como el objeto a alcanzar sería una
rebelión a las estructuras dominantes, ya que el sistema capitalista se nutre de la
construcción ideal del modelo masculino para dar forma al sistema productivo, por lo cual
este movimiento podría tender a ser en cierto nivel una rebelión al sistema actual.

Melucci plantea que estos nuevos movimientos sociales deben concebirse como
agencias de significación, que difunden nuevos significados en la sociedad a través de
formas de Acción Colectiva, en la cual es preciso considerar tres aspectos: (Melucci citado
por Cubillo, Navea y Valdés, 2010: 34):

1) Que los Movimientos Sociales apelan a la solidaridad entendida como la capacidad de


sus miembros para definir y reconocer un “Sentido del Nosotros”, y desde ahí
compartir y construir una identidad colectiva como producto del proceso de atribución
de significado y de las cambiantes situaciones que motivan la acción colectiva.

2) Que la movilización explicita un conflicto social en la medida en que los miembros


perciben una condición problemática o un aspecto de sus vidas no simplemente como
una desgracia, sino como una injusticia, configurándose paulatinamente un marco de
interpretación compartido desde donde justifican y legitiman su acción colectiva.

3) Que la acción busca romper los límites del orden en que se produce, por lo cual se
considera básica la capacidad del Movimiento para provocar rupturas en las fronteras
del poder en el que se desarrolla su acción política; el propósito es diferenciar los
Movimientos de otros fenómenos que no tienen la intención de producir cambios en
dicho sistema de normas y relaciones sociales.

76
Otro aspecto relevante desde la mirada de este autor, es la capacidad de reflexividad
de estos movimientos sociales, lo que permitiría cuestionar y cuestionarse el estado de
legitimidad y sentido normativo de la cultura dominante, y que permitiría a la vez difundir
nuevos significados.

En este sentido, la identidad colectiva se configuraría a partir de los marcos de


significación, definiendo y valorando lo que son y no son, es decir, el conjunto de
semejanzas y diferencias que limitan la construcción simbólica. En otras palabras, la
Identidad Colectiva, como definición interactiva, ofrece símbolos y representaciones
compartidas que permiten la construcción de relatos que dinamizan la memoria colectiva,
afirmando y recreando permanentemente el sentido del «Nosotros(as)» que impulsa a los
movimientos sociales, demarcando sus alcances, fronteras y ubicación pública en el espacio
de desarrollo (Delgado en Cubillo, Navea y Valdés, 2010).

Basándonos en esta perspectiva los Colectivos de hombres con perspectiva crítica


de género y/o pro-feministas, estarían configurando nuevas pautas de relación desde su
subjetividad hacia su entorno, donde sus participantes estarían dando origen a códigos
culturales alternativos y desafiantes a los patrones dominantes respecto a la masculinidad
hegemónica. En el mismo sentido la reflexión propiciada por esta acción colectiva
permitiría a sus actores ir reconstituyendo y resignificando sus esquemas de interpretación
de la realidad actual y sus proyecciones para el futuro, teniendo la posibilidad de visibilizar
las imposiciones del modelo y permitirse mayores libertades y/o poder elegir si asumir los
mandatos socioculturales o innovar en las prácticas de género.

3.3.3.2. Los Nuevos Movimientos Sociales en la Era de la Informática

En la Era de la revolución tecnológica es importante resaltar tres rasgos


fundamentales de los nuevos movimientos sociales y el uso de la tecnología de la
comunicación para el logro de sus objetivos (Castell, 2001).

En la actualidad ha existido un salto de los movimientos organizados a los


movimientos sociales en red, en base a coaliciones en torno a valores y proyectos. En este
sentido internet se transforma en la estructura organizativa y el instrumento de
comunicación que permite la flexibilidad y la temporalidad de la movilización,
manteniendo al mismo tiempo un carácter de coordinación y una capacidad de enfoque de
esa movilización.

Los movimientos sociales se desarrollan, cada vez más, en torno a códigos culturales
y a valores. Existen movimientos sociales reivindicativos tradicionales, pero los

77
movimientos más visibles en las últimas décadas -medio ambiente, ecologismo, mujeres,
derechos humanos- son movimientos con potentes posicionamientos éticos, que dependen
sobretodo de la capacidad de comunicación y de llevar a cabo sensibilización de apoyos y
estímulos mediante la llamada a valores, principios e ideas. En este sentido, internet es
fundamental, ya que la transmisión instantánea de éstas en un marco muy amplio permite la
coalición en torno a valores. Internet permite la articulación de los proyectos alternativos
locales mediante protestas globales, que acaban aterrizando en algún lugar del planeta.

En la era de la globalización, donde se ha tendido a homogenizar artificialmente a


los países y sus culturas corriendo el riesgo de perder gran parte de las identidades locales,
los movimientos sociales son capaces de generar nuevas identidades, las que transforman
los valores y las instituciones de la sociedad y contribuyen a construir realidades
alternativas (Castells, 2001).

En conclusión, los movimientos sociales buscan la transformación social de una


parte o la totalidad del sistema social dominante, a través de un proceso de construcción en
el que el/la sujeto/a van resignificando sus perspectivas de la realidad en base a su propia
interacción con otros actores. Se basan en la acción colectiva organizada que posiciona
públicamente las demandas reivindicativas, las cuales pueden buscar respuestas de parte del
Estado, así como también pueden prescindir de éste por considerarlo un factor más de la
estructura de dominación social, dando paso a la capacidad autónoma de las/os sujetos de
dar respuestas a sus reivindicaciones.

Los nuevos movimientos sociales como es el caso de los colectivos auto-


convocados de hombres, nos darían ciertas pistas de las transformaciones que podríamos
esperar para el presente y futuro, ya que a pesar de ser un fenómeno incipiente en nuestro
país, ya existen hombres que se sienten motivados a reflexionar sobre su identidad
masculina y movilizarse en función de reconocer que esta les afectaría en sus vidas y a
quienes le rodean.

78
3.4. - CONSTRUCCIÓN DE LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA

“Masculinidad no es sinónimo de hombres, sino de proceso social, estructura, cultura y


subjetividad. No se trata de la expresión más o menos espontánea de los cuerpos
masculinos, sino de como tales cuerpos encarnan prácticas de género presentes en el tejido
social”.

(Ana Amuchástegui e Ivonne Szasz)

3.4.1.- Teorías de Identidad de género

La discusión sobre la naturaleza de lo femenino y lo masculino ha girado en torno a


la primera gran orientación que sostenía el determinismo biológico, seguida por una
posición que sostiene que es la cultura a través del proceso de socialización la que define
las identidades sociales de acuerdo al sexo (Jaime Fierro, 2000).

 Perspectivas esencialistas-biologicistas

De acuerdo al determinismo biológico, es posible identificar tres teorías, que


representan sus fundamentos: (Avendaño y Muñoz, 1996 en Carreño, Machuca y Verdugo,
2010:20).

a) Teorías Genetistas: Enfatizan la condición genética diferenciada de los sexos como


elemento central de las relaciones de género y es a partir de esas diferencias biológicas que
se justificaría la supremacía de un sexo sobre el otro.

b) Teorías Naturalistas: Se sustentan en que el criterio de clasificación entre los sexos son las
relaciones opuestas entre cultura y naturaleza. Estas asocian al género masculino con la
cultura, en tanto al género femenino con la naturaleza. La proximidad de la mujer con la
naturaleza se explica en tres niveles: el del cuerpo, y su función reproductora, a nivel de los
roles sociales femeninos, y a nivel del desarrollo de una estructura psíquica especial.

c) Teorías Evolucionistas: En éstas se destacan dos argumentos o corrientes distintas, el


argumento adaptativo y el argumento propiamente evolucionista. El argumento adaptativo
incorpora las tesis Darwinianas, en lo que respecta a la selección y a la adaptación de las
especies y las tesis Malthusianas de control poblacional. El argumento evolucionista pone
énfasis de forma especial en el proceso evolutivo general de la humanidad, siendo el
control y el dominio de la naturaleza de gran trascendencia, tal argumento es utilizado para
asignar roles diferenciados de participación a los sexos asumiendo que el rol masculino de

79
cazador jugó un papel de primer orden, en tanto la recolección, actividad asignada a la
mujer, ocupó un segundo plano.

Desde el determinismo biológico, a partir de su pretensión de explicar el sistema


fisiológico, los circuitos neurológicos, el mapa genético se sostiene que el hombre es fuerte
y posee legitimidad para ejercer la fuerza a partir de una diferencia anatómica entre mujeres
y hombres, lo cual determinaría una distinción cultural (Gutierrez, 2006).

Estas teorías llamadas esencialistas explican, por ejemplo, que los altos niveles de
testosterona en la sangre provocan la violencia en los hombres, así como también que éstos
tienen mayor facilidad para las matemáticas y no así habilidades verbales, como las
mujeres, debido a la hormona femenina, progesterona. De acuerdo a los planteamientos de
la psicología evolutiva éstas aseveraciones son inherentes a las diferencias anatómicas, al
igual que las estructuras mentales, cognitivas y conductuales individuales las cuales gestan
las relaciones de género (Gutierrez, 2006).

Consideramos que la construcción de teorías esencialistas de carácter biologicista


vinculadas con la neurociencia y la psicología evolutiva han sustentado y obviado -ya sea
por omisión, aparente neutralidad sostenida en la objetividad y parámetros de validez-, las
desigualdades que entraman las relaciones de género, lo cual invisibiliza el poder y
dominación presentes en éstas; inscribiéndolas en una naturaleza intrínseca al ser humano
per se.

 Perspectiva de construcción sociocultural

Mientras la biología plantea la dualidad hombre-mujer como aseveraciones propias


de las leyes naturales, existen otras/os investigadoras/es que sostienen que dicha relación
define fundamentaciones político- ideológicas que son parte de un universo más amplio de
oposiciones: razón-emoción, mente-cuerpo, cultura-naturaleza, arriba-abajo, público-
privado, entre otras (Gutiérrez, 2006).

Según los aportes realizados desde el movimiento feminista tanto la práctica


científica como la orientación teórica-filosófica han reducido la complejidad de las
relaciones de género a diferencias biológicas anatómicas y sistemas cognitivo-conductuales
(Gutierrez, 2006). Al ser la identidad de género fruto de un proceso social que es
incorporado mediante un aprendizaje sistemático, ésta también puede ser desaprendida, lo
que responde a un proceso cultural y no biológico.

El sexo ha sido uno de los primeros componentes de los atributos del ser humano
sobre el cual se grabaron distinciones artificiales, convencionales y arbitrarias (Bauman,

80
2007). Estas distinciones fueron utilizadas desde una posición esencialista para generar una
dinámica relacional que atribuyó características esenciales a hombres y mujeres.

Sin embargo desde una perspectiva cultural de la construcción genérica, estas


diferenciaciones han sufrido profundos cuestionamientos. El género, es una simbolización
de esa diferencia sexual, que estructura a hombres y mujeres culturalmente. Esta
incorporación genérica está sustentada en una diferencia sexual que influye psíquica,
biológica y culturalmente. Las identidades de género se construyen es espacios sociales
diferenciados, tales como lo público y lo privado, a su vez se adhieren a los mandatos
asociados para cada una, se configuran en sistemas de género binarios, que oponen lo
masculino y lo femenino, de modo no igualitario y jerárquico (Fierro, 2000).

Los conceptos de género se aprehenden-aprenden por imitación y repetición,


definiéndose estereotipos y arquetipos rólicos en relación a atribuciones de causalidad
(Butler en Cooper, 2008). Este proceso de aprendizaje social, llamado socialización es
determinante en la adquisición de una identidad genérica y que conforma a la vez una
subjetividad masculina que da sentido a los sentimientos, actitudes, valores, expectativas y
formas de relación con los demás, correspondientes a su identidad de varón (Olavarría,
1998).

De esta manera el sistema identitario de género, permite analizar a hombres y


mujeres como unidades de estudio con características propias cada uno, sin embargo
considerando la calidad relacional de éstos se vuelve imprescindible estimar su estudio
relacionándolos o confrontándolos, y establecer que ambos son el producto de un proceso
de formación cultural que cuestiona el esencialismo.

Partiendo de esta postura será posible identificar las diferencias que nacen desde la
condición sexual también construida. Sin embargo, la identidad genérica trasciende al sexo
y da un paso más adelante, se sitúa en la significación de éste, en los valores que hombres y
mujeres otorgan a la condición genérica.

En la medida que la identidad de género se entiende como el resultado de prácticas


sociales e ideológicas, entonces ser hombre o mujer depende de arreglos y disputas de
negociaciones o confrontaciones en las cuales se encuentran involucrados un número
importante de individuos (Gutiérrez, 2006: 158).

Desde esta perspectiva constructivista sociocultural, es posible construir


transformaciones en la socialización que comprendan que las condiciones sexuales no son
deterministas, si homogenizantes y que la oposición, diferenciación, jerarquías y

81
desigualdades han llegado a construirse de esta forma y por lo mismo es posible plantear
expresiones y formas que puedan escapar a éstas y conformarse como alternativas.

3.5.- INCIDENCIA DE LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO EN CHILE Y DEL


CONTEXTO GLOBALIZADO EN LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA.

3.5.1 Conformación histórica de la hegemonía de la masculinidad en el orden


moderno.

La masculinidad es una construcción socio-política que ha cimentado su carácter


hegemónico en base a un entramado de sucesos históricos que han referido
trascendentalidad para el orden de género contemporáneo. Entre los años 1450 a 1650, se
conformó la economía capitalista moderna en torno al Atlántico Norte y el orden de género
comenzó a tomar forma (Connell, 2003).

La construcción moderna de la masculinidad emerge a partir de cuatro eventos


fundamentales que configuran la práctica social: la primera es la fractura del catolicismo
medieval producido por la expansión de la cultura secular renacentista y la reforma
protestante. Con lo anterior se derrumba el sistema monárquico, la religión pierde poder
para controlar al mundo intelectual y regular la vida cotidiana. Junto con el protestantismo
emerge la figura de Martín Lutero, quien instala la imagen del hogar conyugal, la
abstinencia monástica pierde validez frente a la heterosexualidad y se convierte en
obligatoria (Connell, 2003).

En segundo lugar, se encuentra la existencia de los imperios marítimos, compuesto


por países como Portugal, España, Francia e Inglaterra. El imperialismo fue una empresa
que desde su génesis se estructuró con base de género, puesto que la mayor cantidad de
colonizadores eran hombres, las mujeres viajaban en menor número y eran esposas o
criadas. Uno de los primeros grupos en ser definido como masculino fueron los colonos
españoles (Connell, 2003). Esta categoría se le asigna por la bravura, crueldad y violencia
demostrada para alcanzar su cometido.

En tercer lugar, el crecimiento de las ciudades que funcionaban como centro del
capital comercial, crearon una nueva forma de vida cotidiana que reforzó el individualismo,
una racionalidad calculadora, la acumulación de riquezas y la primera revolución industrial
permearon la cultura urbana. Con esto emergen nuevas formas de poder y de trabajo, en la
figura del mercado o el taller, se fortalece gradualmente la necesidad de tener una imagen
masculina y femenina (Connell, 2003).

82
Por último, las guerras religiosas del s. XVI y XVII, que derivaron en las guerras
dinásticas en el s. XVII y XVIII, perturbaron la legitimidad del orden de género. Las
guerras generaron el Estado centralizado lo que consolidó el orden patriarcal, con un
importante papel de los ejércitos que participaron en las guerras antes indicadas y en la
conquista imperial. En la Europa Medieval la valentía militar como una prueba de honor,
se trasforma en un elemento de la masculinidad (Connell, 2003).

Ya en el s. XVII en EEUU y en algunos países europeos existía un orden de género.


Se había producido y estabilizado una masculinidad, según el concepto moderno, es decir
un carácter individual estructurado con base de género, definido por su oposición a la
femenidad e institucionalizado en la economía como en el Estado (Connell, 2003).

Con el imperialismo en América y la llegada del colono español se instala en


nuestro continente la mentalidad masculina proveniente de Europa, junto a él procesos
históricos mundiales ya pasados, que responderán a la misma lógica hegemonizante que
mantiene su raíz en el imperialismo mundial.

En base a los antecedentes presentados, se pueden esclarecer algunos pasajes de la


historia contemporánea mundial, que dan pistas del origen de la hegemonía de los hombres
por sobre las mujeres.

3.5.2. Incidencia de la construcción del Estado en Chile en la masculinidad


hegemónica

El modelo de dominación patriarcalista (patriarcal y capitalista) se sustenta y


expande en diversas estructuras del poder masculino: el Estado, la iglesia, la religión, las
guerras, las fuerzas armadas, la patria, las fuerzas policiales, los poderes fácticos en
general; la construcción de estas macroestructuras se vinculan con los modelos
hegemónicos de masculinidad en micropoderes.

Para Connell las vidas individuales están fuertemente influenciadas por los procesos
sociales: luchas geopolíticas, imperialismo, mercados globales, corporaciones
multinacionales, medios transnacionales de comunicación, etc. (Connell, 2006). Todo lo
cual implica que el contexto global, macro-estructural incide en los procesos íntimos,
afectivos, emocionales, sexuales; en los mundos de vida y construcción de subjetividades.

Si nos remontamos a los orígenes de la escisión de lo racional-afectivo, y a la


subvaloración que los hombres otorgan a la segunda categoría; ésta se debe a la división

83
cartesiana. A partir de esta visión dual del individuo, se han generado divisiones simbólicas
en cuerpo y mente, público-privado, racional-emocional, producción-reproducción, arriba-
abajo, dejando un “tratamiento precario de la vida emocional en los varones, tanto en
relación con otros hombres, como con las mujeres” (Da Silva, 2009: 173).

La construcción de lo racional obedece a que la negación de la masculinidad es lo


femenino, lo emocional, lo cual adquiere significaciones de debilidad que cuestionan la
identidad masculina (Badinter, 2003).

No es casual que aquella construcción masculina devenga de cosmovisiones,


racionalidades y formas filosóficas, morales y políticas de ver el mundo, por lo cual,
inciden los contextos geopolíticos locales de cada sociedad donde se socializan los sujetos,
particu larmente, los hombres.

José Bengoa observa un vínculo entre las relaciones de género y la formación del
Estado en la sociedad chilena, y por tanto, las transformaciones en el sistema sexo-género
repercutirán en las relaciones de poder de la vida social (Bengoa en Montesino, 1996).

La relación que establece el autor precedente, sostiene que


el origen de la violencia, dominación, subordinación y autoritarismo en la situación
particular de la sociedad chilena, se puede comprender a través de cuatro momentos
históricos: (Bengoa en Montesino, 1996).

1) La herencia indígena acallada, humillada y despojada.


2) Las concepciones acerca de lo masculino y femenino traídas por los trasplantados
ibéricos a América.
3) El mundo agrario hacendal que se constituyó como el espacio privilegiado de síntesis
de las culturas mestizas y criollas.
4) La formación del Estado portaliano, la gran institución societal de nuestro país.

Agregaríamos como un quinto momento la Dictadura Militar en Chile, donde


autores como Olavarría, señala que en este periodo adquirieron gran vigencia modelos
hegemónicos en diversos espacios de la vida nacional. Esto se refiere a que los procesos
históricos de construcción de estructuras e institucionalidades en la sociedad chilena, -y
posiblemente en otras sociedades-, caracterizados por la violencia, la dominación y la
subordinación, han reforzado el conservadurismo y los modelos identitarios basados en
relaciones autoritarias; las cuales han permeado las relaciones interpersonales e íntimas
inter-género, entre hombres y mujeres, ya sea de formas conscientes, inconscientes,
individuales y/o colectivas.

84
Un evidente reflejo de la propagación del poder son elementos como la frase “por
la razón o la fuerza”, utilizada en la moneda nacional, en las fuerzas policiales y, en el siglo
XXI en el escudo patrio como símbolo del actual gobierno de derecha encabezado por
Sebastián Piñera. Es así que desde las instituciones macro-estructurales se instala la
dominación y la violencia como formas de interrelaciones.

Otro ejemplo, lo visualiza José Bengoa por medio de la figura del patrón en el
contexto de la hacienda. El patrón posee y es padre. El poseer connota ser dueño,
propietario y sexualmente poseedor: de las tierras y de las mujeres (Bengoa en Montesino,
1996).

A través de la herencia del Estado portaliano se utilizan frases como “violar la


constitución cuando sea necesario”, asignándole una doble valoración que se ampara en la
ley: la mujer y el pueblo. El Estado también impone relaciones verticales, de arriba hacia
abajo, tal como se establecen relaciones entre lo masculino y lo femenino.

De esta forma queda visibilizada la construcción del proyecto nacional; el Estado en


Chile fue quien formó a la sociedad, y no al revés (Góngora en Bengoa en Montesino,
1996), y esto no es ajeno a los procesos de modernización incompleta y globalización que
ha vivenciado el mundo y particularmente, América Latina.

En el último cuarto del siglo XX, cuando la dictadura militar de Pinochet impone la
nueva economía de mercado en Chile, instala a la vez una nueva forma de socializar,
anulando espacios sociales y organizaciones que habían permitido a muchos hombres
generar vínculos políticos, sociales y afectivos con otros varones, estos espacios de
homosociabilidad - tales como partidos políticos, sindicatos, federaciones de trabajadores,
federaciones de estudiantes, centros de estudiantes (Olavarría, 2004)-, se habían convertido
en instancias de debate, de discusión y diálogo, de construcción social que permitía a sus
integrantes compartir subjetividades y generar vínculos a partir de ideales políticos. La
persecución y prohibición de asociación que instala Pinochet elimina estos espacios de
homosociabilidad, la figura de organización es anulada, relegándose y limitándose muchos
de éstos hombres a la familia, el trabajo y los equipos de futbol.

Según Eduardo Devés el macho se sostiene a por medio de la valentía, la


conducción, penetración, defensa, osadía. En Chile, el dictador Augusto Pinochet toma la
figura del hombre castigador, un modelo de género que permite conocer las formas de
estructuración de las relaciones del país con el poder fáctico (Devés en Montesino, 1996).

La masculinidad en Chile se ha fundamentado en la patrilinealidad, ya que la


historia familiar pasa por el hombre, así como la propiedad de los bienes y descendencia

85
por la línea paterna, la herencia y el linaje; en el honor, a través de la honra y el “buen
decir” que heredaron los españoles, así como en la virtud (que por lo demás tiene una
tradición aristotélica) y en la primogenitura, se materializan las dos características
anteriores.

3.5.3-Identidad masculina a partir de la globalización.

La construcción de la masculinidad se sitúa siempre en un contexto global, la cual


trae consigo una tradición histórica, desde la colonización, la instalación del Estado
Portaliano en Chile, la vida republicana, y actualmente los procesos de globalización.

El triunfo de la racionalidad y de la profesionalización en el mundo moderno han


constituido un modus operandi en los varones, lo cual a su vez, inhabilita el desarrollo de la
corporalidad y emocionalidad, y “se les inhibe aprehender de su vida cotidiana e íntima”
(Da Silva en Montesino, 1996: 174).

A su vez, los procesos de aceleración, los mercados globales y transnacionales, la


red informática, el desarrollo visual de la comunicación y el surgimiento del capital
financiero especulativo, generan dimensiones socio-culturales que instalan subjetividades
fraguadas desde la volatilidad y lo desechable, lo cual nos sitúa en la sociedad del riesgo,
particularmente los varones, quienes asumen las situaciones riesgosas como una constante
de su identidad masculina hegemónica lo que a su vez responde a una masculinidad tóxica
(Da Silva, 2009: Sinay, 2006).

Las sociedades modernas se caracterizan por el Estado liberal, por las


socialdemocracias y según Alan Touraine por procesos de racionalización del entorno, los
cuales han estado a cargo de instituciones masculinas, donde los hombres han sido
administradores de riesgo tales como guerras, deportes, viajes, empresas, etc. y deben vivir
constante y subjetivamente con el sentimiento de inseguridad; de perder la propia identidad
o de que la identidad propia está en riesgo de perderse (Da Silva, 2009).

Este proceso de postmodernidad o hipermodernidad como lo llaman autores como


Touraine y Lipovetsky (en Da Silva, 2009) genera un sujeto en crisis, pues deja de
reconocerse entre otros, se transforma su subjetividad, se vuelve volátil; sus mandatos
logran aflorar la violencia como una práctica cotidiana y naturalizada, y son desplazados de
sus espacios de privilegios y poder: este sujeto en crisis es categóricamente masculino.

Sujeto que habita, particularmente en el contexto chileno, como un “macho triste”


(Montesino, 1998), aquel hombre que vivió la Dictadura Militar y que observa a diario que
existen otros machos más poderosos que él, que dirigen su vida, es un macho que de la

86
noche a la mañana cambia sus alardes de virilidad, por rituales de sumisión, principalmente
en varones de la clase trabajadora (Oses en Montesino, 1996).

En este mismo contexto se han producido procesos de modernización incompleta en


América Latina, donde una de las transformaciones socio-culturales más intensas la ha
vivenciado la familia nuclear patriarcal. El ingreso de la mujer al mercado del trabajo ha
generado cuestionamientos en los roles de la estructura familiar tradicional, relacionados
con el cuidado y crianza de las/los hijas/os, que históricamente se han remitido al rol
femenino. A partir de los cambios han surgido tensiones que readecuan las funciones
familiares, forzando a los hombres a posicionarse dentro de espacios domésticos, íntimos,
que por lo demás, constituyen una “muerte simbólica” del sujeto masculino (Da Silva,
2009), por alejarse del deber ser de un hombre; lo cual potencia aún más su crisis
identitaria.

En el siglo XXI la complejidad de las relaciones y la globalización han agudizado la


lógica masculina tradicional dentro del espacio económico y transnacional (incluyendo el
ordenamiento burgués industrial de la familia) y el contexto de inseguridad/riesgo, el cual
restringe a los varones a sujetarse hacia lo cognoscible, lo estable. Hacia la manutención del
statu quo, por el miedo a lo desconocido y fuera de lo conocido se encuentra el mundo de
emociones, sensibilidad y corporalidad, que lo consideran símbolo de debilidad, que por
tanto, queda subordinado a la razón, la cual siguen considerando como “lo propio” y a la
emoción como “lo ajeno” (Da Silva, 2009).

3.6.- LA SOCIALIZACIÓN COMO SUSTENTO DEL DOMINIO MASCULINO:


DESARROLLO EVOLUTIVO EN LAS FASES DEL CICLO VITAL DEL
HOMBRE

¿Un varón? ¿Cómo se puede definir un varón? Una persona que cuando fue niño jugó
con autitos y con pelota, que cuando fue adolescente se preocupó de mirar a las niñas y a
conversar cosas de hombre (…) y cuando ya pasó a ser un adulto, se preocupó de formar
una familia, de mirar todas las cosas con un grado de masculinidad, más o menos se
podría decir, o sea, de macho, así con ojos de macho…”

(Alex, 24 años en Olavarría, Benavente, Mellado, 1998).

La masculinidad no es una característica inmutable de los hombres, muy por el


contrario, ésta se construye socialmente y a lo largo de la historia (Marques, 1997). Por
consecuencia la masculinidad no está dada por un origen natural que se resguarda en la
biología del hombre, sino que es un entramado complejo que se entrelaza en la red social en

87
la cual los hombres son formados. En el proceso de socialización las diferencias biológicas
son valorizadas de tal manera que se constituyen en ejes que direccionan la ideología
masculina.

En las sociedades patriarcalistas, niños y niñas son incorporados a un proceso de


socialización diferenciado, antes del nacimiento, desde el momento en que se conoce el
sexo del feto en gestación, cobijado aún en el vientre materno. Desde ya la conducta de los
adultos se orienta con la elección de todo tipo de artículo para cubrir las necesidades del
niño/a que está por nacer, donde cada elección está cargada de significados que forman
parte de la construcción social de ambos géneros. De esta forma se inicia una socialización
arbitraria, a partir de esto niñas y niños son recibidos con una estructura de género ya
determinada (Badinter, 1993).

Es en la familia donde se desarrolla la socialización primaria y secundaria. Desde la


niñez, el individuo aprehende ciertas actitudes y roles de los/as otros/as significantes, se
apropia e identifica con ellos/as. La socialización secundaria, es la internalización de
submundos institucionales o basados sobre instituciones, donde su alcance y su carácter se
determinan por la complejidad de la división del trabajo. Además sostienen que ésta
requiere la adquisición de vocabularios específicos, lo que significa la internalización de
campos semánticos que estructuran interpretaciones y comportamientos de rutina dentro de
un área institucional, como la familia, la escuela, el Estado, la iglesia (Berger, Luckmann,
2000).

En el seno de la familia patriarcal, la presencia de la madre y el padre adquieren un


papel fundamental, ya que en un sistema genérico -donde la masculinidad se define en
función de lo que no es femenino-, el niño/a requiere el modelo de ambos para realizar la
diferenciación, útil para sostener la “función complementaria” entre padre y madre. En
familias monoparentales, donde el padre se encuentra ausente, el/la niño/a construirá esta
imagen en base a los modelos de masculinidad presente en el imaginario colectivo de cada
cultura (Chodorow, 1984 en Lomas, 2003).

La madre, transmite los valores orientados a la construcción de lazos tanto en el


ámbito público, como en lo privado-íntimo, es quien inculca valores tales como: la
honradez, el respeto, la cautela o la bondad. Es fundamental destacar el papel de la madre
en el proceso de socialización de la dominación en los hombres, pues son éstas quienes en
la primera infancia otorgan mensajes y códigos de relación, tanto en hombres como en
mujeres, lo que no ha hecho más que contribuir a perpetuar en generaciones sucesivas el
machismo explicito e implícito.

88
El padre en tanto, inculca en sus hijos los tres pilares de la ideología del esfuerzo:
excelencia, la responsabilidad y la solidaridad. En los sectores populares existirá un cuarto
pilar, en base a la agresividad, como el desarrollo de una habilidad que le permitirá
sobrevivir en la calle, espacio propio de los hombres, donde el honor se materializa en el
cuerpo. Será el padre también quien revelará los límites de la masculinidad. De esta
forma, la madre representante de lo femenino y el padre de lo masculino, transforman la
abstracción de ambas categorías en una práctica cotidiana e incuestionable (Abarca, 1995).

Será la familia en su conjunto quien instalará de manera explícita e implícita, las


características de una masculinidad tradicional. De esta forma se fomentarán todos aquellos
comportamientos que le sean útiles para convertirse en un sujeto exitoso socialmente y se
le reprimirán otros comportamientos, como la afectividad y el interés por lo doméstico
(Marques, 1997).

La socialización masculina que se inicia en la infancia se encuentra marcada por tres


ejes que se entrelazan: la distancia de la madre para garantizar su autonomía, la
transferencia a un mundo desconocido para demostrar su valentía y el sometimiento a
pruebas dramáticas y públicas para confirmar sus fortalezas (Badinter, 1992: 60).

De esta manera el niño irá progresivamente construyendo una imagen modelo que le
permitirá atribuir significado a lo que es ser hombre y adquiriendo conciencia de que
forma parte de un prestigioso grupo, puesto que “ser varón en la sociedad patriarcal, es ser
importante (…) porque las mujeres no lo son; (…). Todo lo importante es definido como
masculino” (Marques, 1997: 17).

A los 5 ó 6 años de vida los niños y niñas ya han interiorizado información


suficiente que les permite construir la identidad genérica (Kaufman, 1994). A esta
estructura se sumará la construcción social simbólica y normativa que será transmitida por
diferentes instituciones modeladoras de la conciencia y conducta.

En este prestigioso grupo les será posible ejercer los aprendizajes internalizados de
la “pedagogía del privilegio” la cual transmite a los hombres, de manera explícita e
implícita, que son poseedores de cierto estatus en la sociedad. De esta manera los varones
internalizan una condición doble que da sentido a su privilegio, por lo cual puede gozar de
ciertos derechos, así como deberá asumir ciertos deberes (Abarca, 1995).

Para acceder a ese grupo de privilegiados no basta con haber nacido con un cuerpo
masculino, el niño deberá transitar por un camino que lo conducirá a experiencias o
pruebas (Olavarría, 1998), es decir que para convertirse en un hombre deberá superar
aquellos ritos que le otorgarán el grado que significa ser hombre adulto.

89
Ser hombre implica un trabajo, un esfuerzo que no parece exigirse a la mujer. Es
mucho más raro oír “sé mujer” a modo de invitación al orden, mientras que la exhortación
al niño, al adolescente e incluso al adulto es una fórmula corriente en la mayoría de las
sociedades (Gilmore en Badinter, 1993).

Al interior del orden de género, la juventud es una estado transitorio donde se


experimenta una especie de “preparación” para la adultez, donde éstos interiorizan prácticas
masculinas que les permitirán ser validados posteriormente como hombres adultos
(Olavarría, 1998). Sin embargo, esta misma mirada de concebirlo como un proceso de
“preparación a” en función de la adultez y no como un momento vivencial de desarrollo en
sí mismo, responde a la masculinidad hegemónica bajo el alero del adulto-centrismo,
sustento también del patriarcado.

Existen características distintivas de la masculinidad en jóvenes, como la práctica de


conductas transgresoras que conlleven a asumir mayores riesgos, la práctica de actividades
deportivas segregados por género, donde los jóvenes hacen gala de los cambios corporales
que han alcanzado sus cuerpos, haciendo uso de la fuerza, potencia y agilidad, así también
de la violencia (Connell, 2003).

Es la etapa del “despertar sexual”, de la exploración auto - erótica, con lo cual se les
presenta el derecho al placer sexual, en la cual está socialmente aceptada la masturbación
como una práctica que corresponde a un periodo vital especifico de los hombres, anulando
la autoexploración de la sexualidad en la infancia y particularmente la auto-obtención del
placer en las mujeres (Rodrigañez, 2008, De la Parra, 2000).

En Chile, el promedio de la primera relación sexual voluntaria y heterosexual se


presenta en esta etapa, a los 16 años, no siempre en el marco de una relación amorosa. En
esta etapa las/os jóvenes son instados a “poncear, tirar, andar, pololear”, lo cual se vive
como un proceso de aprendizaje para las próximas etapas en la vida afectiva de los
hombres.

La socialización de la sexualidad es parte fundamental de la construcción los seres


humanos (Rodrigañez, 2008), y en la identidad masculina los más influyentes son sus
pares, lo que se desarrolla principalmente en un contexto informal, donde la familia actúa
en la transmisión de valores y moralidad referentes al tabú de la sexualidad, mientras la
escuela se limita a educar respecto a la genitalidad y función reproductiva de la misma.

La primera relación sexual marca el rito de iniciación en los hombres, en este


encuentro los varones ponen en práctica aquella confusa información transmitida por sus

90
pares. Es para ellos un rito a través del cual refuerzan su hombría expresada en la potencia
sexual, con lo cual logran ingresar al mundo de los hombres adultos. Es un símbolo de su
heterosexualidad, de la capacidad de atraer mujeres y de sentir placer a través de la
penetración (Olavarría, 2002). Donde no todos los varones gozan, dejando entrever la
contradicción que existe entre los discursos y las prácticas, respondiendo a un mandato
semental, experiencia sexual no siempre placentera.

Los hombres son instados a reafirmar su identidad heterosexual de manera


permanente, ya que tan sólo el hombre heterosexual sería “plenamente hombre”, otorgando
un carácter de naturalidad a esta condición. Se suma a esto, la validación del instinto, de la
animalidad para hacer referencia al irrefrenable descontrol del deseo sexual masculino, ya
que si éstos deseos despiertan, el hombre debe responder, porque los hombres son animales,
es el cuerpo el que se lo pide (Olavarría, 2002). A pesar de la dificultad para controlar sus
deseos sexuales, son adiestrados en la capacidad de diferenciar las subjetividades en torno a
ellos, distinguiendo las relaciones sexuales amorosas de aquellas relaciones ocasionales.

Ya en la etapa adulta, los hombres socializados en una economía capitalista ponen


en práctica la incorporación del trabajo como una característica básica de la identidad
masculina. El trabajo es una herramienta para llegar a ser (Mauro, Araujo, Godoy, 2001).
Desde la infancia los niños aspiran a él, como un lugar distintivo en el mundo de los
adultos, considerando que el trabajo en nuestra sociedad es considerado como el núcleo de
la respetabilidad social (Olavarría, 1998: 27). El trabajo le dará identidad social entre sus
pares, autoridad y poder en su familia, posiblemente le de legitimidad y dignidad al
convertirse en proveedores.

Una vez que éstos llegan a la edad adulta y han cumplido con los mandatos de la
masculinidad hegemónica, se hacen merecedores de un logro, para sustentarlo requieren de
la aceptación de dos grupos fundamentales para ellos: por un lado se encuentran los otros
hombres adultos, con quienes debe identificarse e igualarse, practicar la
“homosociabilidad”, compartiendo espacios exclusivos y suprimiendo toda diversidad
genérica dentro del grupos, con los cuales debe a su vez competir. Por otro lado, se
encuentran las mujeres, de quienes deben diferenciarse y con quienes deben a su vez
confirmar su orientación sexual (Olavarría, Valdés, 1998).

El hombre desde antes de nacer es atribuido a ciertos valores, roles y funciones, los
cuales va potenciando a medida que va atravesando los distintos ciclos vitales, potenciados
por las instituciones, los imaginarios sociales, los contextos socioculturales, donde la
mujer, también asume un rol importante en la mantención y reproducción de la
diferenciación de los modelos de género. Por tanto, un desafío fundamental es promover

91
prácticas socializadoras que contribuyan a discontinuar el modelo hegemónico de
masculinidad.

3.7. CARACTERÍSTICAS Y MANDATOS DE LA MASCULINIDAD


HEGEMÓNICA: “ACCIONES Y OMISIONES SUSTENTAN SUS PRIVILEGIOS”.

…Prócer el que mata,


Santo el que no goza,
Macho el que no siente
Marica el que llora,
Discreto el que no se ríe,
Decente el que no baila,
Es bueno el que obedece
y subversivo el que no se las banca…

(Bersuit, Venganza de los muertos pobres)

3.7.1 Qué entendemos por masculinidad hegemónica

El concepto de masculinidad hegemónica es derivado del análisis que realiza


Antonio Gramsci de las relaciones de clases, “se refiere a la dinámica cultural por la cual
un grupo exige y sostiene una posición de liderazgo en la vida social” (Connell en Valdés,
1997: 39). En una relación genérica enmarcada en el sistema patriarcal, la posición de
liderazgo es atribuida a los hombres por sobre las mujeres, a quienes se les asigna poder
individual y colectivo, el cual es utilizado para legitimar su práctica social.

La masculinidad hegemónica no es sólo una identidad de género que define


relaciones entre lo masculino y femenino, sino que ejerce dominio a nivel macro-social,
configurándose como un sistema de poder simbólico y material. Es una práctica social que
se construye o define en función de ciertos repertorios ideológicos o culturales que
enfatizan o ponen de relieve ciertas nociones asociadas a lo racional, al control y a la
objetividad (Gutiérrez, 2006: 158).

La masculinidad hegemónica es la forma reconocida de un grupo de reclamar para


sí la autoridad social, a través de la cual proclama y procura mantener una posición de
liderazgo en la vida social y establece una correspondencia entre el ideal cultural y un
poder institucional que es ejercido a través de las diversas estructuras sociales (Connell,
1995 en Olavarría, 1998).

92
La masculinidad hegemónica se puede definir también como la configuración de
prácticas genéricas que encarnan la respuesta corrientemente aceptada al problema de la
legitimidad del patriarcado, la que garantiza la posición dominante de los hombres y la
subordinación de las mujeres (Connell en Valdés, 1997: 39).

Según Kaufman, el hombre aprende a experimentar la capacidad de ejercer poder a


través del control: el poder colectivo de los hombres no sólo radica en instituciones y
estructuras abstractas, sino también en formas de interiorizar, individualizar, encarnar y
reproducir estas instituciones, estructuras y conceptualizaciones del poder masculino
(Kaufman, 1997).

La masculinidad es un imaginario social aprehendido y los hombres deben


someterse a ello, quieran o no hacerlo. El “ser hombre” tiene tanto privilegios como
deberes: ser digno, comportarse correctamente, ser solidario con los más débiles.

La masculinidad tiene su base más profunda en la creencia de que los hombres son
poseedores de privilegios de un secreto que les concede supremacía sobre las mujeres
(Fonseca, 2006). Es decir, acciones y omisiones que sustentan poder y dominación en el
ejercicio cotidiano de su identidad masculina, en relación con sí mismos y con otros/as
sujetos subordinados/as: mujeres, niñas/os y homosexuales.

Desde un enfoque semiótico, masculinidad es definida como no femineidad


(Connell en Valdés, 1997) donde ambas categorías se construyen mediante un proceso
dinámico diferenciador que va configurando la práctica social.

Connell presenta un modelo de la estructura de género con tres dimensiones (Pleck en


Connell en Valdés, 1997):

1) son las relaciones de poder, eje principal en el sistema de género que se sustenta en la
subordinación general de las mujeres y en la dominación de los hombres,
2) en segundo lugar, se ubican las relaciones de producción, donde la división genérica
del trabajo se reconoce en distribución de roles
3) y finalmente, la cathexis en base a la cual se naturaliza el deseo sexual, el cual también
es producto del orden genérico.

Es decir, el autor establece que la masculinidad se sustenta en el poder, en el trabajo


productivo y en la sexualidad.

93
Desde las ciencias sociales se han desarrollado estudios de la construcción de la
masculinidad, de los cuales se pueden abstraer conclusiones de Connell, que ha presentado
en seis hipótesis.

1. - Múltiples manifestaciones de la Masculinidad: Es posible identificar tantas formas


de masculinidad, como culturas existentes a lo largo de la historia humana, lo que
obedece a la propiedad social del género.

2. - Jerarquía y hegemonía: Al establecerse el rasgo hegemónico, se deduce la


existencia de jerarquía, lo que se presenta en relaciones sociales con roles definidos.

3. - Masculinidades colectivas: El ejercicio de la masculinidad no sólo se sustenta por


la práctica individual, sino que también por grupos e instituciones.

4. - Construcción activa: Las diferentes formas de la masculinidad, son producto de la


interacción social.

5. - Contradicciones: Existen contradicciones entre los mandatos sociales para el


género y los deseos internos de las personas, amparado en la subjetividad de cada
sujeto.

6. - Dinámicas: Las mismas contradicciones experimentadas por los sujetos pueden


ser propulsoras para el cambio, lo que permite que existan diferentes
masculinidades contextualizadas en espacios históricos determinados.

En Chile, el estilo de ser un hombre tradicional tiende a ser introvertido, tímido,


poco expresivo, temerosos de sobrepasar barreras de buena conducta. Generalmente los
varones chilenos no hablan de sí mismos, ni de temas que apunten a dimensiones íntimas
de su identidad, carecen también de vocabulario para expresarlas y utilizan un lenguaje
vulgar para hablar de sexualidad (Olavarría, Valdés, 1998).

En este marco conductual la existencia de un modelo dominante supone la


posibilidad de subjetividades masculinas que se relacionan en forma diversa con el
paradigma, acatando, negando o pervirtiendo su mandato de acuerdo con el contexto en que
se encuentren (Sarti en Abarca, 1995). Es decir, que al visualizar al modelo hegemónico
como una estructura definida surge la crítica, desde los mismos hombres, los que si bien se
benefician de la masculinidad hegemónica, pueden verse también fuertemente tensionados.

94
3.7.2. Ejes que sustentan la masculinidad hegemónica.

“…Soy un hombre y no puedo llorar


Ni expresar mis sentimientos con total sinceridad
Debo ser duro, futbolero y bebedor
Autoritario, los pantalones los llevo yo…”

(PIB, Producto Interior Bruto, Víctimas)

La identidad genérica del hombre se establece en distintos ámbitos, entre los cuales
destacan cuatro: el intrapersonal, el intergénerico, las entidades sociales de referencia y la
constitución del grupo familiar (Fierro, 2000).

a) Intrapersonal: La fuente de identidad del hombre moderno es su ocupación u/o profesión, lo


que el varón hace es potenciado por la necesidad de alcanzar el éxito.
b) Intergénerico: Un aspecto fundamental de la identidad masculina es la distancia que alcanza
de las mujeres. En este sentido el hombre se relaciona con la mujer ofreciéndole su
dimensión intrapersonal, es decir los frutos de su ocupación y el prestigio que de éste debe
obtener.
c) Entidad social de referencia: La masculinidad es diversa, se estructura en cierta parte en
base a la cultura donde se desarrolla, a la vez a esta se suma la pertenencia a uno u otro
grupo tal como: clubes, deportes, etc.
d) La constitución del grupo familiar: Donde puede desempeñar una función proveedora y
protectora, la figura de autoridad –fuente de prestigio social- y una de las principales
características de la masculinidad. Donde además puede desempeñar otro de los
componentes esenciales de la identidad, ser padre.

Los anteriores son elementos constituyentes de la identidad masculina, los cuales


son posibles a partir del mandato del trabajo, esto último obedece al carácter estructural de
éste, ya que se constituye en un potente factor de estructuración de la vida psicológica,
sociopolítica y cultural (Tijero, 2009: 212). El trabajo es uno de los mandatos más
determinantes en la vida de los hombres, ya que el ejercicio de éste les da autonomía,
posibilidad de proteger, hombría en su fase adulta y les reporta status, exitismo e identidad
(Olavarría, 2004).

El trabajo es percibido como una gran presión para los hombres, especialmente
aquellos que cuentan con menos recursos y tienen trabajos más precarios, lo que se agudiza
con la pérdida del trabajo y la cesantía, la cual es vivida como una profunda pérdida de
valor y provoca crisis en su autoestima que afectan al conjunto de sus vivencias (Olavarría,
2004:17).

95
En el contexto de los mercados globales y la instalación del neoliberalismo, el éxito,
la productividad y la competencia son valores que identifican a los hombres, quienes se
adaptan funcionalmente al modelo de producción económica imperante y a los mandatos de
la masculinidad, lo que pareciera ser parte constituyente de sus identidades de género y
clase (Aguayo, 2009:130).

Tener la capacidad de trabajar a alta presión, stress, focalizándose en el incremento


de la producción, pareciera demostrar un rasgo característico de la masculinidad
hegemónica, sobre todo de hombres de clase media y alta, quienes son aún más funcionales
al modelo de producción capitalista y al mercado. El mandato del trabajo debe ser ejercido,
aunque esto signifique un desmedro de las relaciones familiares, existiendo una relación de
tensión entre la familia y el trabajo (Mauro, Araujo y Godoy 2000, Olavarría 2004).

La sexualidad es otra dimensión relevante en el mundo de los hombres; experiencia


humana, cultural, social e histórica donde se interceptan elementos psíquicos y sociales,
representaciones y afectos, deseos y deberes, esperanzas y frustraciones, prohibiciones y
transgresiones (Olavarría, 1998). A su vez, existe una tensión entre lo biológico y lo social,
cruzada por procesos de normalización y naturalización, donde a los hombres se les
demanda potencia sexual durante toda su vida, mientras que no siempre pueden cumplir
con ésta.

La sexualidad es un punto de conexión entre el cuerpo, la autoidentidad y las


normas sociales (Giddens en Fonseca, 2006); así como un reflejo de la autoimagen y lo
que se espera de los varones. En ese sentido, se relaciona con la necesidad de contabilizar
las parejas sexuales, el rendimiento y potencia sexual, preocuparse por la consecución del
orgasmo (coitocentrismo), relevando el fin más que el proceso de vivir y sentir placer
(Fonseca, 2006).

Una consecuencia de ello, son los “trastornos” tales como la eyaculación precoz y la
disfunción eréctil (Marco Antonio de la Parra, 2000; Fonseca, 2006), categorizaciones de la
abyección que escapan a la norma de la masculinidad hegemónica y que por tanto se
construyen casi como enfermedad o patología, al no responder al mandato de la virilidad y
potencia sexual.

Otra de las características fundamentales de la hegemonía masculina es la


hiperracionalidad, como elemento triunfante en la modernidad, a partir de la cual los
hombres presentan dificultades para desarrollar la esfera afectiva en relación a la
paternidad, a las relaciones de pareja, a la sexualidad y a la amistad hombre-mujer,
principalmente. Pareciera ser que, en la medida en que los hombres más se adaptan a los

96
mandatos hegemónicos de la masculinidad, más se desestabiliza su esfera íntima (Lomas,
2003).

Las identidades socialmente construidas han establecido relaciones de poder,


opresión y como expresión máxima de dominación la violencia física, sexual, psicológica
y simbólica (Connell, 2003; Bourdieu, 2000; Bonino, 2004; Olavarría, 2001 en Alexis
Valenzuela, 2006). En Chile, el 50,3% de las mujeres han vivido violencia de género
(SERNAM, 2001), mientras en el año 2003 el 90,8% de las denuncias recibidas por
Carabineros por Ley Violencia Intrafamiliar, fueron de mujeres violentadas (INE, 2004) y
desde el año 1998 hasta el 2006 se han elevados profundamente las cifras de violencia, de
40.000 a 100.000 casos denunciados por año (SERNAM, 2006).

Uno de los ejes fundamentales de la masculinidad hegemónica es la


heterosexualidad. El mayor miedo del hombre es verse minimizado a ser mujer u
homosexual (Badinter, 1993, Olavarría, 2000, Bourdieu, 2000), lo cual se expresa en
diversos ámbitos, como por ejemplo, en el lenguaje, a través de las agresiones: “marica”,
“madre”, “niñita”, lo cual evidencia la misoginia producto de la aversión que les genera el
acto de ser asimilados con ellas y ellos.

La masculinidad hegemónica se manifiesta a través de la violencia estructural


(Aldunate, 2010) la cual es vivenciada por mujeres, niñas y niños, siendo la misoginia una
de sus formas de expresión, ya que el ser masculino se comprende a sí mismo en negación a
lo femenino. El varón teme ser reconocido como mujer o como homosexual, lo que
construye la misoginia y la homofobia como dos prácticas socialmente naturalizadas, desde
el lenguaje hasta acciones violentas que acaban con el asesinato.

En Chile, por ejemplo, la misoginia se expresa a través de los equipos de fútbol más
reconocidos. Los adversarios de la Universidad de Chile les llaman “Madres” a los hinchas,
a quienes son del Colo-colo, les dicen “Zorras”, mientras a quienes adhieren a la
Universidad Católica, les denominan “Monjas”, como expresiones máximas de insultos a
los rivales, lo cual denota la humillación que significa para los varones -consciente e
inconscientemente-, ser mujer, en su rol como madre, prostituta y/o promiscua y como
mujer religiosa o santa.

Otro de los ejes fundamentales de la masculinidad es la Paternidad, esta


importancia radica en las implicancias que significa su ejercicio: haber establecido
relaciones con mujeres manteniendo una vida sexual activa, asumir la responsabilidad del
cuidado de los/as hijos/as y el ejercicio de autoridad sobre éstos. Sin embargo, la forma de
poner en práctica éste rol ha variado en los últimos dos siglos, a partir de lo cual, hoy
somos testigos de una mutación de la autoridad paterna (Valdés, Godoy, 2008).

97
Los cambios socioculturales en los cuales las mujeres han participado, dieron paso a
la emergencia de un nuevo modelo de familia y de paternidad, ya que al dedicar mayor
cantidad de horas al espacio productivo, disminuyeron las destinadas al cuidado de las/los
hijas/os, lo que genera el espacio para un mayor involucramiento de parte de algunos
padres en los cuidados de éstos. Sin embargo, sigue existiendo también la posibilidad de
que los padres no asuman estos cuidados y se continúen siendo padres ausentes.

Dando paso a la presencia de un padre más cercano, afectivo, comunicativo y


colaborador en la crianza de las/os hijos, distanciándose del padre autoritario, dedicado al
trabajo y a proveer a la familia del siglo pasado (Valdés, Godoy, 2008). Es importante
señalar, que este nuevo ejercicio de la paternidad se manifiesta principalmente en
dimensiones que tienen relación con la recreación de los/as hijos/as, pero la satisfacción de
los cuidados básicos y rutinarios, tales como higiene, alimentación, etc., recaen aún en las
mujeres. En ausencia de la madre, aparecen las abuelas, la familia extensa femenina, y en
aquellos hogares de mayores ingresos económicos, en el servicio doméstico, el cual
también es femenino.

Por otro lado, la presencia del hombre en el hogar, se remite parcialmente a la


relación con los/as hijos/as, y es escasa o nula su participación en las tareas domésticas,
existiendo resistencia a esta dimensión del mundo privado. En base a lo anterior, es posible
sostener que la paternidad ha incidido en cierto grado en el acercamiento del hombre al
mundo privado, y esto podría generar parte de la construcción de nuevas subjetividades,
aunque los cambios en la deconstrucción de la masculinidad hegemónica son muchos más
complejos y profundos y no se limitan al ejercicio de la paternidad.

Nuevas concepciones de la maternidad, la infancia y del matrimonio, han influido


en la nueva conceptualización de la paternidad (Valdés, Godoy, 2008). La reivindicación
de los derechos reproductivos manifestados por las mujeres, la nueva valorización de la
infancia que conllevó a visualizar a los/as niños/as como sujetos de derechos y el deterioro
sistemático de las relaciones matrimoniales, han presentado a los padres un nuevo y
desafiante escenario relacional.

En este nuevo escenario donde los/as hijos/as son un componente fundamental de la


subjetividad masculina, es posible apreciar que la voluntad de los hombres de querer ser
parte de una relación afectiva y participativa con sus hijos/as debe enfrentarse a factores
que dificultan y tensionan su fin. Uno de ellos es el monopolio que mantienen las mujeres
en la crianza de los/as hijos/as y en el control de lo doméstico (Valdés, Godoy, 2008). Ya
que si bien el rol del cuidado y crianza se le ha asignado históricamente a lo femenino,
cuando existe la posibilidad de compartir esta tarea, muchas mujeres ponen resistencias u

98
obstáculos al padre para mantener relaciones parentales más involucrada con sus hijos/as,
lo que se agudiza en las relaciones de pareja que concluyen.

Otros escenarios son las exigencias laborales que el rol proveedor del padre le
impiden eludir, viéndose restringido el tiempo destinado para los/as hijas/os; la imagen
paterna limitada a la provisión material reforzada por los medios de comunicación, en
desmedro de los recursos económicos reales que éstos tienen (periodos de cesantía,
precarios salarios) y la sobre validación de las mujeres en el ejercicio de la maternidad en
instituciones legislativas, especialmente en aquellos casos de madre y padre separados,
donde Tribunales de Familia regula y restringe la relación de los últimos con sus hijos e
hijas, a quienes se les exige demostrar mayores garantías de protección a sus hijos/as que
las mujeres.

Compartir la paternidad es un avances, puesto que permitiría iniciar


transformaciones en los roles inscritos en los modelos de género de manera que el ejercicio
de la crianza, cuidado, socialización y afectos deje de ser un territorio apropiado a lo
femenino. En este sentido la renuncia a los privilegios debe ser ejercida, tanto por hombres
como por mujeres; éstas últimas a la supremacía en el cuidado de los/as hijos/as y permitir
el ingreso de los hombres, cuando éstos deseen y demanden mayor involucramiento en este
rol que ha sido limitado a lo femenino.

Los mandatos socioculturales de la masculinidad hegemónica en el contexto


occidental-latinoamericano-chileno y urbano se podrían agrupar en los siguientes:

 Virilidad: El hombre no sólo debe ser masculino, más aún debe parecerlo. La raíz
etimológica del varón proviene del latín vir: macho, hombre, pero también virtuoso
(Fonseca, 2006).

 Honor: Se transmite culturalmente a través del buen decir y de la honra que heredaron los
españoles, así como la valentía militar exaltada por los ejércitos imperialistas. El honor en
Chile se ha fundamentado en la patrilinealidad y la primogenitura, ya que la historia
familiar pasa por el hombre, así como los bienes y la descendencia por la línea paterna, la
herencia y el linaje (De la Parra en Montesino, 1996).

 Autonomía/Independencia/Libertad: Tiene directa relación con su condición proveedora,


puesto que con la tenencia de dinero puede acceder a ésta. A la vez la relación con los/as
hijos/as ha sido distante, lo cual le ha permitido mayor libertad y desenvolvimiento en el
espacio público.

99
 Fuerza: Se relaciona con la fuerza física, ser controlado y reprimido emocionalmente. “Los
hombres no lloran” es la consigna que refleja el mandato de la temprana socialización.

 Violencia: El hombre es culturalmente violento demuestra que es el más fuerte de todos y


utiliza la violencia si es necesario (Fonseca, 2006).

 Público-calle: Calles, canchas, clubs deportivos, bar, pubs, salón de pool, quintas de recreo,
juegos de azar, estadios, son los lugares de los hombres, mientras la casa es el lugar de las
mujeres y los/as niños/as (Olavarría, 2011).

 Heterosexual: Deben conquistar a las mujeres para poseerlas y penetrarlas (Olavarría,


2001), las cuales son claves del estereotipo de su sexualidad masculina. A su vez, esta
última es agresiva e instintiva, donde la violación sexual puede ser justificada (Yon, 1996
en Fuller, 1995).

 Poder/autoridad/dominio: Un hombre no es pasivo, no se deja dominar, puesto que la


masculinidad también es un sistema de poder (Fuller, 1995).

 Racional: El predominio de la mente-razón, las ideas calculadoras, la valoración de la


habilidad mental, en oposición al desarrollo de emocionalidad y corporalidad. Según
Badinter, un hombre es un “mutilado de afecto” (Badinter, 1998).

 Emocionalmente controlado: Debe ser valiente, no tener miedo, no debe expresar su


emociones, ni llorar (Olavarría, 2001). Esto tiene directa relación con el mandato de la
racionalidad, pues se construye a partir de la negación de lo femenino, vinculado a lo
afectivo y emocional.

 Competitivo: Con otros varones, para demostrar sus capacidades físicas y si es posible,
derrotarlos/ganarles (Olavarría, 2001), este valor tiene su origen en el uso del espacio
público ya sea como cazador, guerrero, trabajador. Es a su vez asociado al exitismo, poder
económico, a la racionalidad instrumental, al contexto de los mercados globales y al
neoliberalismo.

100
3.7.3.- Neomachismo, machismo-leninismo y micromachismos: hábiles artes de
dominio

Diversas manifestaciones del patriarcado desde el eje de la masculinidad


hegemónica se reproducen a través del micromachismo (Bonino, 2004), machismo invisible
(Fonseca, inédito), machismo-leninismo (De Keijzer, 1998) y neomachismo (Leñero, 1994
en Keijzer, 1998). Se utilizan mecanismos de coerción psicológica como descalificación
constante, o también se refiere a lo que hacen los hombres y lo que les toca a las mujeres
(Castañeda en Fonseca, inédito).

El neomachismo se refiere a las actitudes y comportamientos adoptados por el


varón, luego de que en la familia patriarcal se “readecuaran” los roles de género, en
principio, debido al ingreso de la mujer al mercado laboral. El hombre, si bien permite que
la mujer trabaje fuera de la casa, prefiere ganar más dinero que ellas y mantener un marco
de referencia con un claro encuadre machista (Leñero, 1994 en De Keijzer, 1998).

Son hombres que se enfrentan a constantes negociaciones y riesgos de perder a sus


parejas, puesto que las mujeres si bien tienden a reproducir los roles tradicionales dentro de
la familia, han avanzado hacia una conciencia práctica que les permite mayores libertades,
autonomías y relaciones menos inequitativas/desiguales (Schmuckler en De Keijzer, 1998).

Otra conceptualización del neopatriarcado es el machismo-leninismo, cuyos


hombres se plantean progresistas, mostrando una conciencia crítica, no obstante, generan
casi nulos cuestionamientos a las relaciones de género. Ejemplos prácticos de los varones
machistas-leninistas, son aquellos que frente a sus hijas/os se desligan de otorgar los
cuidados básicos y son sólo las mujeres las que ejercen su maternidad, viéndose
“obligadas” a desligarse de sus tareas militantes-activistas, y el padre continúa gozando de
aquel privilegio, no habiendo obstáculo alguno para realizar sus actividades sean estas
políticas y/o recreativas (De Keijzer, 1998).

Los micromachismos, por su parte, son una forma de conceptualizar a las acciones y
prácticas cotidianas de ciertos varones que no están cerca de la violencia, dominio y control
más duro y explícito, sino que se agrupan dentro de expresiones de “baja intensidad” que se
han normalizado y legitimado, tendiéndose por ende, a la reproducción de su
invisibilización (Bonino, 2004).

Luis Bonino los define como comportamientos sexistas que están sustentados en la
deslegitimada autoridad que ciertos hombres se adjudican en su relación con las mujeres y
que aún no nos capaces de reconocer. Por lo tanto, se constituirían en obstáculos o

101
resistencias para profundizar en las transformaciones deconstructivas de la masculinidad
hegemónica.

Con ello el autor se refiere a “pequeños” controles, imposiciones y abusos de poder


de los varones en las relaciones de pareja, que diversas/os autoras/es han llamado
“terrorismo íntimo, pequeñas tiranías, violencia blanda, suave o de muy baja intensidad,
tretas de la dominación, machismo invisible o sexismo benévolo” (Miller, Bourdieu, Glick,
Castañeda en Bonino, 2004: 1).

Los micromachismos son hábiles artes de dominio y diversos modos de abusos que
han sido negados tanto por varones como por mujeres, ya que, producto de la
deslegitimidad social de la violencia y la dominación, los hombres probablemente estarían
utilizando trampas para perpetuar su autoridad de maneras sutiles y sus efectos atentan
contra la autonomía, libertad e integridad psicológica de la mujer, si es relación
heterosexual (Bonino, 2004).

Como se planteó precedentemente, las manifestaciones sutiles del patriarcado que se


denominan micromachismos, que en el fondo abogan por la defensa de este privilegio, esta
lógica se ampara en el modelo de autoridad que han interiorizado “los hombres al sentirse
superiores y dar por sentado que la mujer debe estar disponible y al servicio de sus propios
deseos, placeres y razones” (Bonino, 2004: 2).

Son por tanto, comodidades y derechos: a la libertad, a tener la razón, al uso del
tiempo y el espacio, a ser cuidado, a desimplicarse de lo doméstico, los que se ejercen por
medio de imposiciones que ayudan a la consecución de tales fines (Bonino, 2004).

Con el objetivo de desagregar y a su vez, reagrupar las acciones y prácticas


cotidianas micromachistas, Bonino propone la siguiente clasificación (2004):

Micromachistas utilitarios: usufructúan de la naturalización del rol femenino atribuido


a lo doméstico, desligándose del cuidado y labores domésticas. Su efectividad persiste en lo
que se deja de hacer y que se delega en la mujer.

Micromachistas encubiertos: son los más manipulativos, de índole insidiosa, encubierta


y sutil. Tales como comportamientos activos de alejamiento, silencio, aislamiento y
malhumor manipulativo, es decir, el control de la intimidad, la comunicación ofensiva-
defensiva, engaños-mentiras o el paternalismo.

Micromachistas en crisis: se produce cuando el hombre pretende readecuarse al “statu


quo desigualitario” y mantener el dominio masculino, ya sea cuando la mujer obtiene

102
mayor “poder” personal, o cuando se ve disminuido el del varón. Ejemplos son: el
hipercontrol, el pseudo-apoyo, el refugio en la crítica al “estilo femenino” o “darse tiempo”
para el cambio.

Micromachistas coercitivos: sirven para retener el poder de forma manipulativa, ya sea


por medio de la fuerza psicológica, moral masculina o poder económico. Para intentar
restringir libertades a la mujer.

El autor sostiene además, que si bien las mujeres también utilizan estrategias
manipulativas para la consecución de fines, éstas en su mayoría son para romper una
situación de subordinación.

Cabe mencionar que éstas dinámicas de relación podrían aparecer en parejas,


principalmente heterosexuales, sin embargo, en cualquier tipo de relación que se
reproduzcan roles femeninos y masculinos, subordinación y dominación, ya sean éstas
homosexuales, bisexuales, lésbicas, entre otras.

Los efectos del micromachismo se observan más bien al largo plazo, luego de ser
reiterados. Estos pueden ser: sobreesfuerzo psíquico, inhibición del “poder” personal y de
la lucidez mental, deterioro de la autoestima y de la autocredibilidad, malestar difuso,
disbalance en el ejercicio de poderes, relación asimétrica, culpabilidad y convivencia no
dialogante ni colaborativa (Bonino, 2004).

El machismo es un obstáculo para las relaciones sociales globalizantes, económicas


y laborales del mundo moderno (Fonseca, 2006). No será más bien el machismo
impregnado de violencia, sino que el neopatriarcado ha sido la fórmula para la sociedad de
capitales transnacionales: para perfeccionar las estructuras de dominación masculina.

3.7.4.- La construcción de la subjetividad masculina

El Género es uno de los pilares fundamentales donde se construye la subjetividad


(Michael Kimmel 1992 en Lomas, 2003), a su vez se conforma mediante un proceso de
inclusión y exclusión. Mientras que los procesos de subjetivación de las mujeres son
relacionales, los de los hombres son posicionales, distanciándose, alejándose de los demás
–mujeres, niño/as, femenino- (Chodorow, 1984 en Lomas, 2003).

En este sentido la dimensión subjetiva de la masculinidad se forjaría a partir del


distanciamiento posible de alcanzar con el primer vínculo significativo del niño, es decir,
con la figura materna frente a quien el niño ocupa una posición pasiva, con quien establece

103
una profunda dependencia. De esta forma se identifica con este primer amor, y pasa a
adquirir la denominada protofeminidad o identidad femenina primaria (Badinter, 1993).

En virtud de esta conexión y en la medida que la relación entre el hijo y la madre


sea más simbiótica existen más posibilidades que se infiltren rasgos femeninos en la
identidad masculina (Stoller en Badinter, 1992). En base a esta perspectiva la subjetividad
masculina sería secundaria, toda vez que se configuraría en base a los esfuerzos por
diferenciarse de la madre y por aquello que represente la maternidad en nuestra cultura.

Sumada a la desidentificación de lo femenino, la construcción de la subjetividad


masculina tradicional se basa en otras tres premisas (Badinter, 1993):

 Se forjaría en la infancia por identificación del padre, percibiéndolo como el ideal de


masculinidad a alcanzar.
 Posterior a la infancia y adolescencia la identidad masculina construida tendería a competir
con la imagen proyectada por el padre, generándose una lucha o rivalidad con éste.
 Se afirmaría en rasgos de dureza y de poca sensibilidad hacia el sufrimiento. Este indicador
es uno de los más concretos y visibles, ya que lo masculino es asociado a la razón, en
desmedro de lo emotivo.

3.7.4.1.- El poder y la construcción de la subjetividad

En una importante medida la subjetividad se forja sobre el eje del poder, porque ser
hombre es de entrada una posición que implica poder (Bourdieu, 1990 en Lomas, 2003).
Todo hombre por el sólo hecho de serlo posee más poder que cualquier mujer, cual sea su
clase, lo que se traduce en simples privilegios cotidianos. A su vez aquellos hombres que
ostentan mayores recursos económicos, se hacen acreedores de mayor poder en el contexto
del sistema capitalista: el hombre con poder económico y social estaría por sobre los
hombres en función de su clase y de las mujeres en función de su clase y género.

Producto del mismo sistema emerge otro rol que les ha asignado históricamente
superioridad por sobre las mujeres y que ha impactado e impacta en la subjetividad
masculina. Es el deber de proveer materialmente a la familia, lo que a pesar de ser un
mandato u exigencia, en el capitalismo se transforma en una ventaja, pues con él se ostenta
el poder del dinero, además de dar mayor autonomía y prestigio, pese a las condiciones de
explotación propias de la relación capital trabajo.

Sin embargo, desde que la mujer se incorpora masivamente al mundo laboral y las
políticas estatales apuntan a favorecer la inclusión de ésta al trabajo remunerado, este
prestigioso rol se ve amenazado, ya que se precarizan las oportunidades laborales para los

104
hombres, toda vez que deben compartir este espacio con las mujeres que se insertan en el
mundo laboral. Esto incide en la modificación de la subjetividad, de pasar a un modelo
tradicional a uno que permite mayor flexibilidad.

Los cuerpos masculinos también son producto de la subjetividad masculina (Burin


en Lomas, 2003), ya que de la misma forma que el poder permea los mandatos sociales,
también se inserta en los ideales estéticos. De esta manera es posible identificar un modelo
físico de ser hombres, que se asimila con características masculinas: ser fuertes, viriles,
potentes, etc. Ya sea para hacer uso de éste como una herramienta de trabajo o para hacer
uso de la violencia física, en aquellos casos que el medio lo amerite.

3.7.4.2.- La razón y la construcción de la subjetividad

Hablar de masculinidad es hablar de razón, según la tradición filosófica occidental,


puesto que los hombres adquirirían la subjetividad en base a ésta (Burin en Lomas, 2003).
Sin embargo, esta asociación no es casual, pues éstos han sido principales protagonistas
históricos de los espacios públicos y a la vez han sido socialmente vinculados a la razón en
desmedro de la emoción.

Los criterios atribuidos a lo femenino y lo masculino, no son ingenuos ni neutrales,


conllevan claras definiciones sobre la distribución de las posiciones de poder asignadas a
los géneros (Burin en Lomas, 2003), la relación desigual de la razón y la emoción, devela a
su vez el mismo tipo de relación entre hombres y mujeres.

La racionalidad se ve también reflejada al momento de relacionarse con el medio,


donde esta característica se convierte en una estrategia de sobrevivencia transformándose
en un dispositivo de defensa permanentemente activo.

Por otro lado, las emociones que tienen una finalidad fundamental en nuestra vida
cotidiana, son generalmente reprimidas por los varones, principalmente aquellas emociones
afectivas, lo que genera por consecuencia la incapacidad de reconocer y de transmitir los
estados afectivos cálidos (Chodorow en Lomas, 2003).

Las emociones tienen múltiples funciones, entre ellas las siguientes (Fieldman,
2006):
a.- Nos preparan para la acción, ya que actúan como nexos entre los sucesos que
acontecen en nuestro entorno y las respuestas que podemos dar en base a nuestro mundo
interior.

105
b.- Modelan el comportamiento futuro, fomentando el aprendizaje que nos ayuda a
dar respuesta apropiada en el futuro. Las emociones placenteras actúan como un
reforzamiento positivo y por ende puede hacer que un individuo busque situaciones
similares en el futuro.

c.- Nos ayudan a interactuar de mejor forma con los y las demás, puesto que son
observables a través del lenguaje verbal y no verbal lo que actúa como señal para las/os
observadores y permite inferir en el futuro.

Sin duda las emociones tienen un importante protagonismo en nuestra vida


cotidiana, fundamentalmente por el carácter relacional del ser humano, puesto que nos
ayudan en la vinculación y adaptación al mundo que nos rodea. No obstante para establecer
relaciones satisfactorias es necesario aprender a leerlas y a transmitirlas, si eso no es
posible, difícilmente recibiremos la respuesta que esperamos y existirán mayores
posibilidades de dar cabida a malos entendidos o conflictos, ya sea con otros/as y consigo
mismo.

Cabe destacar que como parte del funcionamiento del orden social de la
dominación, las emociones más reprimidas y que a su vez son adaptadas al medio, son la
rabia y el placer. Por un lado, la dominación y la sumisión como estado normalizador, en
contraposición al placer, genera un malestar subjetivo que se inhibe a través de la negación
de la rabia, y se somatiza por medio de una coraza y/o ruptura psicosomática (Rodrigáñez,
2008).

En este sentido, considerando que gran parte de la subjetividad masculina se forma


desde la razón, el poder y el ejercicio de la dominación, es fundamental que los hombres
sean capaces de permitirse una mayor libertad en el sentir y expresión de las emociones
cálidas – afecto, ternura, etc.- lo cual es fundamental para alcanzar mayor integralidad en
la construcción de la subjetividad masculina.

3.7.4.3.- La era global y la construcción de la subjetividad

A partir de revoluciones mundiales tales como la industrial y la francesa se


generaron cambios en las mentalidades y subjetividades de hombres y mujeres, los cuales
dieron origen a lo que hoy conocemos como Modernidad. Otros cambios más recientes
para ambos han sido ocasionados por la revolución tecnológica, lo que ha dado origen a la
creación de una nueva subjetividad en el contexto de la postmodernidad (Burin en Lomas,
2003).

106
A inicios del siglo XXI y en medio de una vorágine tecnológica, es posible dar
cuenta de cómo los usos y abusos de los medios tecnológicos han transformado la vida
cotidiana de las personas, así mismo, se han transnacionalizado las subjetividades de las
mismas.

Las tecnologías son medios que permiten franquear el tiempo y el espacio; anulan
las distancias, crean proximidades en la distancia y distancia en la proximidad (Olavarría,
2008). Los medios tecnológicos, en especial internet ha modificado profundamente la
forma de relacionarnos y de conceptualizar al/a otro/a.

La globalización, la transnacionalización y la revolución tecnológica, han


transformado la subjetividad, la forma de comprender y de relacionarnos hoy en el mundo.
Las identidades de género no se quedan atrás, insertas en un contexto fluido, que se diluye,
que no otorgan estabilidad, mucho menos certezas, donde los estándares inquebrantables de
décadas pasadas -familia, el matrimonio, el trabajo- se fisuran inevitablemente (Bauman,
2006).

Sumado a la incertidumbre de los tiempos actuales y a la inestabilidad de los


espacios tradicionalmente de autoridad masculina, confluyen en nuestra cultura -
particularmente en el territorio chileno y capitalino-, valoraciones distintas en la estética,
que tienden a quebrar los cánones masculinos tradicionales a través de ideas, imágenes,
modelos externos de ser hombre, -influenciado por los procesos de globalización que
producen un flujo de subculturas-, dando lugar a complejas y diversas identidades del ser
hombre que han incorporado estéticas atribuidas a lo femenino, tales como: pelo alisado,
pelo coloreado, aros en diferentes partes del cuerpo, ropa ceñida, utilización de colores
considerados femeninos (rosados, fucsia, morado), depilación entre cejas, entre otras
características, las que tienen mayor visibilidad en los hombres jóvenes, muchos de ellos
insertos en tribus urbanas –otakus, pokemones, visual, sopaipillas, entre otros-.

Las complejas identidades masculinas que han surgido mediante una migración
diáspora y transnacional requieren nuevas formas de pensar las culturas corporales y las
vidas emocionales (Burin, en Lomas 2003). En un contexto donde la identidad de género
no sólo se forma con aquello que se encuentra en la cultura más inmediata, sino que hoy en
día es posible incorporar imágenes o modelos externos, que de alguna forma diversifican
rasgos tradicionales al interior del modelo. De esta forma las masculinidades –en cuanto
variedades- adquieren mayor presencia en el contexto global.

De esta manera el proceso de cuestionamiento al modelo de la masculinidad


hegemónica se fortalece de la diversidad propiciada desde la globalización, que en este
sentido se puede entender como una apertura a la visibilización de construcciones

107
subjetivas disidentes y diferentes a las habituales, ya que en la medida que hombres y
mujeres son testigos de otras formas de construcción de masculinidad que escapan al
modelo tradicional, serán capaces de cuestionar con mayor atrevimiento lo conocido, pues
conocerán fisuras en los moldes que no responden exclusivamente a la frontera cultural,
sino que tendrán la posibilidad de conocer en base a este mismo proceso la diversidad
dentro del modelo.

3.7.5.- Mutilación afectiva y desconexión interna

“…La estructura caracteriológica del “hombre actual” (que está perpetuando una cultura
patriarcal y autoritaria hace 6 mil años) se caracteriza por un acorazamiento contra la
naturaleza dentro de sí mismo y contra la miseria social que le rodea. Este acorazamiento
del carácter es la base de la soledad, del desamparo, del insaciable deseo de autoridad, del
miedo, de la angustia mística, de la miseria sexual, de la rebelión impotente así como de
una resignación artificial patológica. Los/as seres humanos/as han adoptado una actitud
hostil a lo que está vivo dentro de sí mismos/as, de lo cual se han alejado. Esta
enajenación no tiene origen biológico, sino social y económico. No se encuentra en la
historia humana antes del desarrollo del orden social patriarcal (…)”

(Wilhelm Reich en Rodrigáñez, 2008)

3.7.5.1.- Desconexión interna: ruptura psicosomática

Como hemos planteado precedentemente, el ejercicio de la dominación ha jugado


un efecto muy particular al interior de las mentes y de los cuerpos de la humanidad en
general, de las mujeres en particular y también en los varones, puesto que en base al
dominio ellos han construido su identidad masculina.

Al normalizar y naturalizar la práctica cotidiana de la dominación, producimos una


desconexión interna, que podemos entenderla como una respuesta de la interiorización de la
dominación. Al adaptarnos a ella, provocamos una ruptura psicosomática que se traduce en
el bloqueo de la categoría más microfísica del poder, es decir, en la represión sistemática de
la sexualidad (Rodrigáñez, 2008).

La represión sistemática de la sexualidad, se traduce en desconexión interna, lo que


podríamos denominar también mutilación afectiva (Badinter, 1993); un estado que
pareciera no tener causa aparente y en diversas ocasiones desconocemos lo que sucede, nos

108
es difícil comprender y más aún explicar los procesos interiores y muchas veces
inconscientes.

Socializar a generaciones enteras en la auto-inhibición sistemática de las pulsiones


sexuales requiere del establecimiento de dispositivos sociales y culturales de sublimación
que controlan las emociones y sentimientos, reconduciendo, codificando o sublimando la
sexualidad, permitiendo el aparecimiento de una coraza psicosomática en el orden sexual
establecido (Rodrigáñez, 2008).

La psicología ha funcionado como uno de los dispositivos de control y de


adaptación al ordenamiento social, por medio de su terminología “alfabetización
emocional” o “inteligencia social”, que en lugar de buscar la liberación del deseo, la
reconexión con la pulsatilidad corporal y el derretimiento de la coraza, lo que hace es
adaptar las emociones al orden social (…) la resignación ya no se propicia en nombre de
unos mandamientos divinos, o de la supremacía de un alma espiritual sobre el cuerpo, sino
en nombre del pragmatismo: hay que funcionar en este mundo (Rodrigáñez, 2008: 4). De
esta forma se trasladan los orígenes del malestar social a explicaciones individuales
patologizantes. Es por ello que se ha construido la culpa, evitando los sentimientos de rabia
y rebeldía, ya que constituyen una amenaza al orden establecido.

El malestar psíquico individual tiene causas sociales, políticas y económicas que lo


producen, a través de: la represión sexual, el desquiciamiento psicosomático y las
relaciones de dominación-sumisión, puesto que la autorregulación de las pulsiones
corporales, emociones y los sentimientos resultan inconvenientes para el sistema social
represivo (Rodrigáñez, 2008).

Las emociones y los sentimientos brotan de nuestras pulsiones corporales y cuando


éstas se inhiben, las emociones quedan desconectadas, perdiendo su sabiduría y su sentido
y por tanto, la función en la autorregulación corporal; convirtiéndose en sensaciones más o
menos erráticas, como enfermedades e incomodidades psicosomáticas persistentes
(Rodrigáñez, 2008).

El control de la emoción es el control de las pulsiones corporales, y el control de los


sentimientos es el control de nuestras vidas (Rodrigáñez, 2008: 8). De esta forma aparece la
desconexión interna que resulta de la socialización de la contención de las pulsiones
sexuales y del estancamiento de la líbido y la capacidad orgástica (Rodrigáñez, 2008: 133),
lo que también juega un papel importante en el impedimento de que el deseo recorra
bloqueos y negaciones en el campo social a través de la imposición de lo establecido
(Deleuze y Guattari en Rodrigáñez, 2008).

109
Estamos tan desconectadas/os de nuestras propias pulsiones, tan acorazadas/os, que
no permitimos que el fluido amoroso nos traspase las defensas, la piel y nos alcance por
dentro. El origen del impedimento del derramamiento emocional se sustenta en la madre
socializada en un entorno represivo patriarcal, quien prolonga la desconexión interna a la
criatura, y por tanto ésta aprende el bloqueo y acorazamiento como parte de su
socialización. El fluir de la pulsión del deseo no sólo arranca el proceso fisiológico de la
nutrición, la protección inmunitaria o aporta sustancias necesarias al organismo en general,
también pone en marcha el estado de relajación para el movimiento in-formacional en
general entre los sistemas internos de la criatura y entre éstos y su madre (Rodrigáñez,
2008: 133 y 138).

La inhibición, bloqueo, negación del deseo y desconexión interna permanente


impiden la expansión del deseo mismo; expresándose en malestares individuales que por
medio de la socialización atraviesan comunidades y sociedades. El origen de este malestar
es la dominación, y no es otro que el no dejar fluir nuestros cuerpos, es decir, la anulación
de la autorregulación natural de las pulsiones corporales, emociones y sentimientos de las y
los seres humanas/os. Reconociendo y dejando fluir el deseo nos evitamos el sufrimiento y
las enfermedades, puesto que el deseo genera estímulos a nivel biológico, en el sistema
neuromuscular, celular, tejidos y otros, lo cual produce liberación de energía y satisfacción.

La reconstrucción y rearmamento del apego y de la conexión psicosomática, se


relaciona con la expansión del deseo y de las pulsiones, es decir, con la simbiosis:
relaciones que vinculen emoción, deseo, podríamos denominarles relaciones éticas que se
traducen en cercanía, proximidad e intimidad que reconfiguren las relaciones tradicionales
de reciprocidad y respeto y no las conviertan en supresiones violentas (Rodrigáñez 2008;
Butler, 2002).

El control cuantitativo y cualitativo de la especie es la dominación (Rodrigáñez,


2008), la represión de las emociones y el impulso vital interior más importante, es decir, la
búsqueda de lo agradable y del placer de las criaturas para adaptarlas al ordenamiento
social (Kropotkin, 1977 en Rodrigáñez, 2008).

La represión socialmente aceptada de la emocionalidad constituye un eje de la


masculinidad que se traduce en la coraza psicosomática y la mutilación afectiva, las que
han generado en los varones una profunda incapacidad para verbalizar necesidades,
emociones, afectos, lo cual los predispone a mayores riesgos, lo que queda de manifiesto en
fenómenos tales como las adicciones y el ejercicio de la violencia (De Keijzer, 2001).

A partir de la prolongación de la desconexión psicosomática entre madre-criatura,


de la mutilación emocional que están inmersos en la socialización de la dominación, los

110
varones estarían vivenciando posibles tensiones en el ejercicio de la masculinidad, donde la
represión de esta esfera produciría incomodidad en la subjetivación de sí mismos –procesos
que al formar parte de una construcción masculina hegemónica, son acaecidos tanto por
mujeres como por varones, no obstante, son vividos de forma particular por los hombres,
producto del distanciamiento racionalidad/emocionalidad-.

3.8.- ANTECEDENTES QUE ORIGINAN LA CRISIS DE LA


MASCULINIDAD HEGEMÓNICA

“…No se necesita coraje para responder a los mandatos de la masculinidad limitante y


aprisionadora, no se necesita coraje para ser macho, solo basta ser obediente, temeroso,
casi un cobarde…”

(Sinay, 2006)

Los planteamientos relacionados a la socialización de la dominación transmitida a


través de la diferenciación jerarquizadora del sistema sexo-género, se han conjugado con
diversos factores sociales, culturales, históricos, tales como: la división sexual y social del
trabajo, el movimiento de mujeres y feminista y los movimientos por la diversidad sexual.
La interacción de estos factores ha ido configurando un escenario social que está
visibilizando poderes y resistencias por parte de los hombres originados en las diferencias
entre hombres y mujeres establecidas en desigualdades, las cuales afectan profundamente a
las mujeres y, paradójicamente también a los propios hombres (Olavarría, 1998).

Particularmente los hombres se están viendo afectados por la imposibilidad de


cumplir con los mandatos hegemónicos exigidos por el modelo de masculinidad, por el
cuestionamiento que ellos realizan al ejercicio histórico del poder y por las nuevas
exigencias sociales producto de las readecuaciones de los roles de género, todo lo cual, está
provocando incomodidades, complicaciones, conflictos y tensiones en las subjetividades de
los varones (Echeverría, 2011).

En base a lo anterior es posible plantear que los varones están en crisis y su lugar y
sus definiciones se han vuelto frágiles. Estas afirmaciones son subrayadas para el caso de
los varones chilenos por los informes del PNUD (2002), los que denuncian que en la
actualidad nos encontramos con una masculinidad desafiada y aproblemada (Olavarría,
2000; Kaufman, 1997; Sinay, 2006 y Montesinos, 2002).

Estas transformaciones son fragmentos de la crisis del sistema sexo/género (Rubin,


1996; De Barbieri, 1992; en Olavarría, 2002), que en el caso de los varones se estaría

111
manifestando en una tendencia a la crisis de la masculinidad en el orden de género
moderno; donde los hombres han perdido supremacía sobre las mujeres, a causa de un
histórico colapso de legitimidad del patriarcado enmarcado en movimientos de mujeres,
feministas y algunos de diversidad sexual que han visibilizado las nefastas consecuencias
que este sistema ha tenido para la Humanidad y el planeta (Connell, 1997).

La crisis de la masculinidad ha sido producida, porque las estructuras políticas,


económicas y sociales, han sufrido importantes transformaciones en las últimas cuatro
décadas (Montecinos, inédito). A su vez la tendencia a la crisis de la masculinidad se está
manifestando a nivel global, esto porque las relaciones de género forman parte de la
estructura de la sociedad mundial (Connell, 1998).

La crisis de la masculinidad hegemónica puede entenderse cuando el hombre pierde


exclusividad, lo alejan y/o cede cuotas de poder. Este fenómeno le resta importancia y
supremacía, se siente desplazado, pierde mandato, autoridad y se reduce su poder.

Entre los diversos antecedentes históricos y socioculturales que permiten establecer


relaciones entre la construcción asociada a la masculinidad hegemónica y la crisis de la
misma, se encuentran los siguientes:

3.8.1.- Cambios en los roles de género.

Los cuestionamientos a los roles de género emergen de las mujeres, quienes se han
transformado en las protagonistas de cambios socioculturales inclusivos al modelo de
producción económica neoliberal, pulido por las socialdemocracias y el Welfare State
(Estado de Bienestar), estos han sido:

a) el ingreso masivo de las mujeres al mundo laboral, que representa el 40% de la


población económicamente activa a nivel global (Aguayo, Correa y Cristi, 2011),
b) el mayor acceso a la educación universitaria concebido como el mundo de la “razón”,
c) el manejo de los derechos reproductivos de las mujeres,
d) la legislación en contra de la violencia hacia la mujer tanto a nivel de organismos
internacionales como nacionales,
e) el valor en el discurso público del concepto de “igualdad” en el contexto de la
democracia liberal,
f) las alzas en las tasas de divorcios,
g) el ejercicio de la sexualidad fuera de la heterosexualidad,
h) los cuestionamientos a estructuras sociales como la familia, el matrimonio, la
sociedad de clases, la propiedad privada, entre otras;
i) la disminución de la natalidad

112
j) la baja en las tasas de nupcialidad, provocado por el quiebre del modelo tradicional
del amor institucional: el matrimonio, lo que crea como alternativa la unión libre
k) el incremento de la familia monoparental, con jefatura de hogar femenina

Cabe mencionar que todo lo anterior se profundizó en el contexto de la Dictadura


Militar e implementación del modelo neoliberal en Chile a través de la aplicación de
programas de reajuste estructural, caracterizados por la reducción del gasto público social,
la inflación y apertura de mercados globales, lo que generó precarización y flexibilización
del empleo, reducción de los salarios reales y un aumento de la cesantía (Olavarría,
Benavente y Mellado, 1998). Todo lo cual exacerbó las diferencias sociales, debido a las
desigualdades en la distribución del ingreso propias del modelo de producción capitalista,
ya en su fase financiero especulativa.

El Estado que a través de políticas redistributivas de los ingresos y de políticas


públicas en el plano de la salud, educación, regulaciones y fiscalización del cumplimiento
de normas laborales (Olavarría, 2004) se transformó en subsidiario de la actividad privada
(Olavarría, 2003), la cual diseñó sus políticas económicas en función de las necesidades de
una economía globalizada. De esta manera el orden que se genera a nivel mundial afecta el
orden cotidiano en la familia nuclear patriarcal.

Esta crisis visible, en el contexto de adaptación forzosa a la modernidad obedeció


inicialmente al cuestionamiento del rol proveedor como exclusividad del ser masculino, a
las exigencias sociales en el cuidado de las/os hijas/os, es decir la demanda a los varones a
desarrollarse y habitar el ámbito privado-doméstico; lo cual está generando complejas
trasformaciones en la subjetividades, en las relaciones interpersonales y en los roles
históricos de hombres y mujeres.

La reconfiguración del mundo laboral, que se produce con el ingreso de la mujer,


genera consecuencias, tanto en el espacio público como privado. El hombre, al dejar de ser
el proveedor exclusivo, siente que no cumplir en plenitud con los patrones que la sociedad
establece, genera tensión, frustración y afecta la subjetividad de los hombres, se les
sobreviene un torrente de vulnerabilidad, desorientación e inseguridad (Olavarría, Valdés,
1998).

Esta incorporación de la mujer al mundo laboral contribuyó a quebrantar los


cimientos de la división sexual del trabajo y de la familia nuclear patriarcal que garantizó la
organización social en nuestro país durante el siglo XX. Esta institución llegó a tener
primacía sobre otros tipos de familia, como la extendida, la compuesta u otras,
transformándose en “las familias”. Datos censales revelan que la familia monoparental al

113
año 1970 era del 30,3%, para el año 1982 el 53,1%, para llegar al año 1992 a comprender el
58% del total de las familias existentes (Reca en Olavarría, 1993).

Otro factor determinante en la crisis se genera a partir de los años ‘90, con el
término de la Dictadura Militar y el inicio de una etapa política en que la “democracia”
instala los valores morales que le dan sustento a su ideología; se propaga y refuerza la idea
de la “igualdad” (basada en las oportunidades) a partir de lo cual se revalorizan pautas
igualitarias de relación en nuestra sociedad a través de la Convención de Derechos
Humanos, implementación del enfoque de género en las políticas públicas, la Convención
de Ginebra, Convención de Beijing (Abarca, 1996).

A pesar de que se instalan nuevas formas de interacción más igualitarias, que hablan
de la modificación rólica de cada género, el deseo de hegemonía por parte de los hombres
puede permanecer intacto. Esto responde al peso de la cultura al cual se refería Freud, lo
que sugiere el enfrentamiento subjetivo entre la percepción individual y el imaginario
colectivo (Montesinos, inédito). En este sentido, las nuevas prácticas igualitarias cuentan
con resistencias que se podrían traducir en un doble discurso por parte de los hombres, que
públicamente valoran la igualdad en las relaciones y en el ámbito privado, pero no aceptan
la pérdida de hegemonía, lo cual denota una tensión entre el discurso políticamente correcto
y la práctica inequitativa.

3.8.2.- Misoginia y Homofobia

La misoginia se comprende como la aversión a las mujeres, la cual es practicada por


los hombres, así como también por ellas para establecer una relación descalificativa argüida
en el rechazo a otros hombres, otras mujeres y a homosexuales1.

Las quemas de mujeres durante la inquisición a quienes denominaban “brujas”, la


intervención de úteros y ovarios con métodos quirúrgicos con el fin de controlar
científicamente los que, desde una racionalidad ordenadora, parecían fenómenos irregulares
(Morris, 1993 en Sánchez, 2005), la violación como forma de tortura en guerras y
dictaduras militares, y la alta tasa de femicidios que en Chile registra cerca de 500 muertes
desde el 2001 (Red Chilena contra la violencia domestica y sexual, 2011); denotan la
capacidad y poderío del ser masculino para ridiculizar, agredir, aniquilar y exterminar a las
mujeres por el sólo hecho de serlo.

1
Nos referimos sólo a hombres y no a lesbianas, porque desde la construcción de la identidad masculina el
homosexual es discriminado y oprimido por no responder al mandato de la masculinidad hegemónica: la
heterosexualidad.
114
Si bien la misoginia se sostiene a través del lenguaje y de los actos, no siempre se
expresa de forma consciente; las prácticas y los discursos develan la objetivación,
instrumentalización, discriminación y opresión de los cuerpos y comportamientos.

Podríamos considerar el lenguaje divulgado a través de chistes y garabatos como


actos misóginos, los cuales convierten una agresión hacia la mujer en una broma.
Visualizamos así que la misoginia se observa en distintos niveles y que la masculinidad
hegemónica legitimada por el patriarcado y perfeccionada por el neoliberalismo -
mercantilización e idealización de los cuerpos, principalmente-, promueve, reproduce y
reafirma el odio y denigración de las mujeres, tanto explícita como implícitamente.

Otro mandato de la masculinidad hegemónica que devela la crisis de la misma, es la


validación de la heterosexualidad la que se construye en negación a la homosexualidad. Ese
bloqueo y negación al deseo homosexual construye la homofobia, el temor a desearse a sí
mismo y a no ser considerado hombre. A través de estos actos se sustenta la discriminación,
repudio y violencia hacia masculinidades subordinadas (Connell, 2003) y anulan
expresiones subjetivas incluso distintas a las identidades de género tradicionales
transgénero, travestis, homosexuales, hermafrodita, transexuales, bisexuales, entre otros,
que distan de construirse en base a referentes masculinos.

Así la masculinidad hegemónica reproduce y sustenta la misoginia y la homofobia a


través de expresiones diversas del machismo y del neopatriarcado, utilizando mecanismos
de coerción psicológica como la descalificación constante: “las mujeres están mal de la
cabeza”, “no sirven para hacer estas cosas”, “los homosexuales son una amenaza”
(Fonseca, 2006:13).

La misoginia y la homofobia se ven reflejadas cuando las mujeres no se someten a


su arquetipo de femineidad, y éstas son catalogadas de inmorales, poco femeninas,
machorras, putas, mientras cuando los hombres no cumplen el mandato a cabalidad, a éstos
se les cuestiona su orientación sexual, su virilidad y su condición de “ser hombre”.

3.8.3.- Masculinidad Tóxica

La denominada masculinidad tóxica (Sinay, 2006), incorporada por la socialización


de los hombres, ordena el cumplimiento de ciertos mandatos sociales que los predisponen
a acciones de riesgo: la independencia, la agresividad, la competencia y la incorporación
de conductas violentas y temerarias, las adicciones y la sexualidad sin protección (De
Keijzer, 1998).

115
Estos mandatos al ser practicados de manera rígida generan condiciones de
peligrosidad que quedan de manifiesto en fenómenos tales como: la mayor accidentalidad
de los hombres y la superior mortalidad, ya que a cualquier edad es significativamente más
elevada que en las mujeres (Goldberg, 2005). Esto es posible observarlo en muertes
evitables producto de causas externas, donde la diferencia entre hombres y mujeres es de un
58.3% más en los primeros (OPS/MS-Universidad de Chile en Valenzuela, 2006). Estas
causas ocupan el tercer lugar de mayores impactos sobre los hombres. Entre las que se
encuentran el traumatismo y el envenenamiento, entre otras (INE, 2008).

Respecto a la tasa de mortalidad general en Chile, ésta afecta en mayor medida a los
hombres. Según cifras del año 2008, para mujeres de entre 20 y 64 años, la mortalidad era
de 8.827 por cada 100.000 habitantes, mientras que para los hombres, mismo tramo de
edad, es de 17.043 mismas cantidades de habitantes; lo que se traduce en un 48% de mayor
mortalidad en los hombres. A su vez, éstos son los principales protagonistas mortales en
accidentes de tránsito terrestres, representando el 79% del total de ellos; corresponden al
83% de los decesos provocados por VIH-SIDA y representan el 80% de los suicidios en
nuestro país (DEIS, 2010).

Otro mandato que actúa como factor de riesgo es el ser proveedor, ya que para dar
cumplimiento a éste los hombres son capaces de exponer su cuerpo a sometimientos que
afectan irreversiblemente su salud, utilizándolo como un mero instrumento para dar
cumplimiento al mandato (De Keijzer, 1998), y en caso de existir enfermedad la mayoría
son refractarios a recibir tratamiento (Goldberg, 2005).

Producto de esta rigidez de los estereotipos y de las actitudes, es que los hombres
chilenos presentan una serie de necesidades y vulnerabilidades preocupantes, ejemplo de
ello es que: (Aguayo, Correa y Cristi, 2011).

 El 57% de los hombres reportan estrés por falta de ingresos. Es decir, que el rol proveedor,
a pesar de la fuerte entrada de las mujeres en el mercado laboral sigue teniendo un gran
peso para los hombres. Se identificó que este estrés está asociado al ejercicio de la
violencia y al uso de alcohol.
 El 17% (1 de cada 5) de los hombres chilenos reporta haberse deprimido y un 8,8% reporta
haber tenido pensamientos suicidas en el último mes.
 Los hombres chilenos declaran haber sufrido violencia de su padre y madre y fueron más
testigos de violencia en casa que los hombres de otros países latinoamericanos. Más de la
mitad de los hombres declaró haber sido víctima y/o haber ejercido violencia hacia sus
pares (bulliyng) en la escuela.

116
Esta crisis afecta individualmente a cada varón, los cuales reaccionan de diversas
maneras frente al cuestionamiento de su identidad hegemónica. Algunos exigen
reposicionar su autoridad histórica, otros se acomodan a las nuevas exigencias demandadas
por las mujeres y por el contexto moderno, mientras hay quienes han decidido cuestionar
profundamente cada unas de las acciones opresivas ejercidas por su género y han estado
dispuestos a dar un paso más allá, para modificar incluso sus prácticas cotidianas.
A los últimos no les acomoda el modelo hegemónico que tienen que cumplir,
mandatos como mostrarse siempre seguro o reprimir la emocionalidad los sitúa en un
mundo carente de emociones, corporalidad y limitante en el desarrollo afectivo. Son los
denominados hombres con grietas, quienes a partir de la desobediencia al mandato
hegemónico, pueden transformarse a sí mismos, deconstruir su identidad, deshaciéndose de
prácticas cotidianas cargadas de relaciones de dominio (Centro Bartolomé de Las Casas en
COSECH, 2009).

3.9.- PROCESO DE DECONSTRUCCIÓN DE LA MASCULINIDAD


HEGEMÓNICA

“…En la deconstrucción, la crítica más seria es la crítica de algo extremadamente útil,


algo sin lo cual no podríamos hacer nada.”

(Gayatri Chakravorty Spivak, “In a Word”


Entrevista con Ellen Rooney en Judith Butler, 2008)

“…Deconstruir la masculinidad significa al menos deshacernos del dictador que llevamos


dentro…”

(Tod Sloan y Rubén Reyes, inédito)

Por deconstrucción de la masculinidad hegemónica nos referimos a un proceso de


cuestionamientos, reflexiones y cambios de actitudes, conductas, prácticas, roles, mandatos,
privilegios y valoraciones que histórica y socioculturalmente se han atribuido a un modelo
de género masculino que ha establecido relaciones de poder y dominación.

La deconstrucción no es un método o una herramienta que se aplique a algo desde


afuera. La deconstrucción es algo que sucede y que sucede en el interior; hay una
deconstrucción en funcionamiento (Derrida, Caputo, 1997: 20) que significa modificar
estas pautas que moldean la estructura del pensamiento, la materialidad de los cuerpos, la
interiorización de la dominación en las mentes de mujeres y hombres, enmarcadas en una

117
cosmovisión universalizante, occidental, moderna que sitúa su origen en las culturas
patriarcales.

La deconstrucción refiere a generación de rupturas en todos los ámbitos societales,


no meramente individuales y relacionales, sino acciones y construcciones de estructuras
que el ser humano ha creado y, de acuerdo a sus características son hegemónicos: las
diversas instituciones y los sistemas de dominación imperantes en las sociedades mundiales
patriarcales, neoliberales, racistas, colonizadoras, imperialistas.

La deconstrucción es el reconocimiento de la herencia de un modelo (…) que se


autodestruye, que se deconstruye a sí mismo, para desarraigarse, para independizarse de sus
propios cimientos (Derrida, Caputo, 1997).

Consideramos que la profundización de estas dimensiones son complejas, ya que


implican acciones cotidianas aparentemente imperceptibles y sutiles, expresadas incluso de
forma simbólica, puesto que involucran un entramado de relaciones a nivel de redes con
diversos sistemas. Los cambios en las prácticas atraviesan cuestionamientos recónditos que
atraviesan los ámbitos públicos, privados-domésticos, personales e íntimos. Nos referimos
a relaciones y acciones en procesos tanto individuales como colectivos.

Las dimensiones máximas de la deconstrucción de la masculinidad hegemónica la


observamos en el cuestionamiento respecto a los modelos de género y por ende, a una
reivindicación hacia acabar con la diferenciación de géneros, por comprenderla como una
construcción materializadora y no dada (Butler, 2002).

Así como los cuestionamientos y transformaciones se realizan a nivel material,


concreto y práctico, la deconstrucción también implica cambios en los discursos, en el
lenguaje; dejar de nombrar algo, deshacer su existencia, ausentándolo de valor, es decir,
descentrarlo (Butler, 2002).

El ejercicio constante de resistencia cotidiana frente a lo establecido, a lo que se


entiende como dado sin cuestionar su origen, estabilidad y perdurabilidad en el tiempo, es
lo que se denomina deconstrucción. Es desmantelarlo, desestructurarlo y subvertirlo. Un
ejercicio constante de desaprender, deshacer, desarmar, despojar (De Peretti en Derrida,
1998).

Poner en tela de juicio un supuesto no equivale a desecharlo a priori; antes bien,


implica liberarlo de su encierro metafísico para poder comprender qué intereses en –y en
virtud de- actúan en esa locación metafísica y permiten, en consecuencia, que el término

118
ocupe otros espacios y sirva a objetivos políticos muy diferentes; lo que también repercutirá
en una pérdida de certeza epistemológica (Butler, 2002: 56-57).

El proceso deconstructivo en general y en particular de la masculinidad


hegemónica, refiere al desmantelamiento de los modelos de género, donde algunos
hombres están cuestionando y enfrentando su propio machismo. Para que el hombre como
género dominante desaparezca es necesario intervenir en las fuerzas que determinan la
construcción del poder masculino, donde la deconstrucción de la masculinidad implica la
desarticulación de los aspectos de la religión, el racionalismo, el arte, la ciencia, la
tecnología y de todas aquellas instituciones que promueven y sostienen el poder masculino.
Es una lucha que los hombres deben tomar por su propia responsabilidad (Sloan, Reyes,
inédito).

Algunos ejes que visualizamos como puntos nodales de los cuestionamientos y


transformaciones deconstructivas de la masculinidad hegemónica –que no tiene como fin
delimitar ciertas recetas de proceder, sino que tensionar y visibilizar temáticas y estructuras
que se han mantenido estables en el tiempo-, son los siguientes:

 La construcción de la masculinidad hegemónica se sustenta en la socialización de la


dominación, donde uno de sus orígenes es la represión sistemática de la sexualidad a partir
de la negación del deseo materno, por ende, del parto en función del dolor y no del placer;
lo que se va materializando y prolongando en el tiempo a través de el llanto de las guaguas,
de la institucionalización social del amor: el matrimonio, entre otras (Rodrigáñez, 2008).

 Replantearse la pareja heterosexual, monógama y estable como fundamento básico de la


sociedad que perpetúa la institución familia, incluyendo en éstas las exigencias establecidas
a las relaciones de parejas (amor exclusivo, eterno, pasional y fraterno como requisitos
indisociables) y visibilizar el cuestionamiento de la reproducción como fin último en éstas
relaciones.

 Cuestionar los modelos de género, los roles asignados a lo masculino y lo femenino,


sustentados en la norma diferenciadora que atribuye valoraciones sociales desiguales.

 Cuestionar el rol proveedor ejercido históricamente por los hombres, incorporado por las
mujeres, puesto que el trabajo asalariado es el sustento productivo del modelo capitalista
neoliberal y el sustento de la sociedad de clases lo cual contribuye a propiciar relaciones de
opresión que se agudizan aún más con las de género.

 Modificar/transformar/tensionar pautas de comportamiento, acciones y actitudes que se


expresen a nivel de micromachismo (Bonino, 2004), neomachismo (Leñero, 1994 en

119
Keijzer, 1998), machismo leninismo (De Keijzer, 1998) y violencia simbólica (Bourdieu,
2000).

El ejercicio deconstructivo involucra por lo tanto un cuestionamiento que conlleve a la


transformación de las estructuras simbólicas y materiales del poder contemporáneo. La
masculinidad hegemónica sería posible de transformar siempre y cuando las relaciones de
dominación incluso las más sutiles y simbólicas se fisuren, irrumpan, es decir, se
discontinúen expresiones de micromachismos, neopatriarcado, masculinidad/es recicladas;
lo que daría cuenta del desmantelamiento de la construcción del ser hombre -en el poder, un
hombre con poder y un hombre de poder- (Kimmel, 1997).

El sentido de la investigación releva el proceso individual que vivencian varones


respecto a la trascendencia de los cuestionamientos, para dar paso coexistentemente a
cambios en las prácticas cotidianas que reflejen aspectos distintos a la identidad de género
tradicional; un viaje complejo, que incluye tensiones, obstáculos, facilitadores, conflictos
diversos que no sólo involucran sus propias subjetividades, sino que también la de su
entorno próximo y la de una cosmovisión universalizante para múltiples culturas, imperios
y civilizaciones existentes en la historia de la Humanidad.

3.10.- EXPRESIONES SUBJETIVAS DISIDENTES A LA MASCULINIDAD


HEGEMÓNICA

“…La esperanza sólo podrá tener el rostro de cada hombre que asuma la responsabilidad
de la transformación. Serán rostros anónimos. Serán los que fueren. Cuando lo hagan.
Mientras aún quede tiempo (…) Cada hombre que cambie una de sus conductas hará
cambiar el modelo. No será al revés…”

(Sinay, 2006)

3.10.1- Nuevas masculinidades: ¿neo-patriarcado o masculinidades


equitativas/igualitarias?

A pesar de que la masculinidad estoica, machista y violenta se encuentra aún muy


presente, cada vez son más los “cómplices por la equidad de género”. Los hombres jóvenes
son menos machistas, menos homofóbicos, más participativos en la paternidad y tareas
domésticas, han estado más presente en los partos, ejercen menos violencia de género
(Aguayo, Correa y Cristi, 2011), lo cual si bien es un cambio, no constata el fin del
patriarcado, puesto que sus expresiones son más sutiles o a “menor escala” y por sobre
todo, se han generado reacomodos en las estructuras de dominación, incorporando en ellas

120
a las mujeres-, sin que esto signifique la desaparición de expresiones de opresión, represión,
explotación y violencia.

En Chile se observa que todavía se está muy lejos de alcanzar la equidad de género
y aún más lejos de poder decir que el machismo tradicional ha muerto. Ejemplos de ello es
que casi la mitad de los hombres cree necesitar tener más sexo que las mujeres. Un 10% de
los hombres cree que hay ocasiones en que las mujeres deben ser golpeadas. Casi el 50%
declaran que nunca tendrían un amigo homosexual. Comparado con otros países los
hombres chilenos son considerados los más homofóbicos. Cerca del 70% de los hombres
declaran que si alguien lo insulta defendería su honor con la fuerza (Aguayo, Correa y
Cristi, 2011).

La existencia del cuestionamiento al modelo y la necesidad de cambio, devela que


la crisis de la masculinidad ha generado la posibilidad de que los varones se puedan
posicionar como sujetos activos y críticos de aquel “equilibrio” anterior (Burin en Lomas,
2003); lo cual está permitiendo hacer visibles prácticas que se apartan del modelo
dominante, denominadas “la nueva masculinidad”, “las nuevas masculinidades”,
“masculinidades equitativas e igualitarias” o quienes plantean el fin de los géneros.

La Escala GEM de Actitudes Equitativas de Género ha sido utilizada y validada en


varios países con el propósito de medir las actitudes de los hombres hacia la equidad de
género. El término “equitativos de género” se refiere a hombres que: (Pulerwitz y Barker,
2008 en Aguayo, Correa y Cristi, 2011: 26).

 Consideran que las relaciones entre hombres y mujeres están basadas en la equidad y el
respeto, y que ambos géneros tienen iguales derechos.

 Consideran que su responsabilidad en el hogar es más que proveer e incluye las tareas de
paternidad, cuidado y tareas domésticas.

 Asumen la responsabilidad por la trasmisión de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS),


del embarazo, del VIH/SIDA. Toman la iniciativa por el uso del preservativo y de otros
métodos anticonceptivos.

 Se oponen a la violencia en contra de las mujeres en cualquier circunstancia y no justifican


el uso de ésta

 Se oponen a la homofobia y a la violencia hacia los homosexuales.

121
Para efectos de esta investigación incorporaremos a aquellos hombres que se han
hecho parte de expresiones subjetivas críticas al modelo de masculinidad y que apuestan
por relaciones no opresivas. Estos varones tenderían a cuestionarse aquellas características
históricas que los han definido como hombres, tales como el ejercicio del poder en su vida
cotidiana, el uso u/o abuso de los privilegios sociales permitidos, la forma de vivir la
emocionalidad, ya sea disminuyendo o eliminando ciertos mandatos tradicionales que les
generen incomodidad (Fierro, 2000), reivindicando a la vez valores, significados y
representaciones sociales de cuestionamientos al modelo de ser hombre que da un paso
adelante a la hegemonía.

Se está considerando la perspectiva de la “nueva masculinidad” como nueva actitud


frente a la vida. Es una forma de asumir la compleja sociedad del tercer milenio, de educar
a los hijos y de armonizar los asuntos laborales que determinan una parte importante del
equilibrio al interior del grupo familiar en esta nueva era (Uribe, 2001).

El “nuevo hombre” se libera de roles polarizados, se enmarca en una tendencia a la


flexibilización de los roles de género en la familia. Los hombres tienden a percibir mayor
flexibilización de su rol que lo que perciben las mujeres: a) pasar del rol segregado, donde
el hombre era el único proveedor, b) rol en transición donde la mujer trabaja en el hogar y
fuera de éste y el hombre es el primer sustento económico y participa en las actividades de
los/as hijos/as y c) roles compartidos, donde hombres y mujeres comparten las tareas del
mundo doméstico (Fierro, 2000).

A pesar de ello no podemos afirmar que nos encontramos ante una nueva
masculinidad como tal, sino que más bien, estamos ante la coexistencia entre lo viejo y lo
nuevo, lo cual repercute en las nuevas prácticas y concepciones que se elaboran de la
masculinidad y paternidad (Carreño, Machuca, Verdugo, 2010: 151).

 Hay una tendencia a un cambio en la identidad masculina en los sectores urbanos de nivel
socioeconómico bajo, en que hombre y mujer trabajan remuneradamente, sin embargo
ambos coinciden con que aún los hombres serían “algo machistas”.

 Los cambios en la identidad masculina experimentados por los hombres se expresan en una
flexibilización del rol del hombre en la familia.

 Se expresa con mayor fuerza en las familias urbanas en que la mujer trabaja
remuneradamente.

 Hay una tendencia hacia la flexibilización de los roles de género, sin embargo, ésta es
mayor a nivel discursivo que en la práctica.

122
Considerando la flexibilización de los roles como elemento característico de las
“Nuevas Masculinidades”, se podría categorizar esta diversidad de aspectos a incluir en el
rol de los varones con el concepto de “proveedor integral”, el cual amplía la definición de
ser un mero proveedor tradicional de dinero, para transformarse en un proveedor de lo
afectivo, lo educativo-formativo, ser proveedor de valores, salud y bienestar psicológico.
Todo ello propiciando un espacio inclusivo de los roles paternos (Carreño, Machuca,
Verdugo, 2010).

Si bien la masculinidad hegemónica está compuesta por varios ejes, uno de los más
visiblemente desarrollados es la paternidad, puesto que está cruzada por las relaciones de
género, y por lo mismo, con los procesos de socialización de lo masculino. Al igual que
cuando hablamos de Masculinidades, es preciso referirnos a Paternidades, puesto que hay
diversas formas de ejercer la relación paterna con hijas e hijos (De Keijzer, 1995 en De
Keijzer, 1998: 216).

Es relevante apuntar que el vínculo paterno desde temprana edad favorece el


desarrollo psíquico, físico e intelectual de las y los niñas/os, así como diversas habilidades
y el autoestima (CIMAQ, 1994 en De Keijzer, 1998: 227). Sin embargo, el ejercicio de las
“Nuevas Masculinidades” y Paternidades tiene obstáculos legales que se traducen en
consecuencias socioculturales que impiden el ejercicio de una paternidad más activa. Una
de ellas es la Ley de Filiación 19.585 del Código Civil, más específicamente el artículo
225, que proporciona la facultad de cuidado y crianza sólo a la madre, remitiendo al padre a
ser un visitador quincenal lo que impide potenciar su rol y equiparar los derechos y
obligaciones parentales (Carreño, Machuca, Verdugo, 2010).

Durante los dinámicos procesos de readecuaciones de los roles de género, existen


padres que pretenden ser igualitarios, a través de demostraciones de afecto “doblantes
amorosos” y desarrollan la capacidad de empatía frente a sus hijos e hijas (De Keijzer,
1998). Es importante señalar que para estos hombres la responsabilidad paterna es un valor
fundamental y no se extingue con las relaciones de pareja ni depende de la coacción legal,
sino de una convicción íntima. Piensan que la crianza y atención de los/as hijos/as es
responsabilidad de ambos, y no sólo de la madre. Manifiestan desacuerdo con la violencia y
la coacción como método de relación con sus hijos/as y afirman la afectividad como algo
único del ser humano y no una característica propiamente tal de ser mujer (Carreño,
Machuca, Verdugo, 2010:154).

Situando otro eje de deconstrucción, que es la heterosexualidad, podría considerarse


que uno de los puntos nodales en la transformación de dicho mandato es el ejercicio de la
homosexualidad. Los hombres gays van a la vanguardia de las “nuevas masculinidades”, ya

123
que están más favorables a desarrollar su vida afectiva, expresar sus emociones y a
establecer relaciones con mujeres sin ser intermediadas por un propósito sexual. Si bien las
personas que disiden la norma de la heterosexualidad reproducen patrones de dominación,
puesto que fueron socializados en contextos de familias patriarcales, éstas tratan de cruzar
la frontera entre lo masculino y femenino (Fonseca, inédito: 15).

En esta misma línea de análisis desde una perspectiva que trasciende los modelos de
género y con el fin de promover aperturas y flexibilidad en los roles, funciones atribuidas a
lo femenino y masculino, Janice Jackson, propone la de-generación de los roles, es decir,
desligar a las personas del género preasignado (UNICEF, 1995: 25 en De Keijzer, 1998:
231); lo que en consecuencia permitiría facilitar las transformaciones, es decir,
cuestionamientos y cambios en los modelos dominantes de género y ejercer prácticas libres,
comprometidas, responsables e igualitarias entre las diversas figuras significativas de niñas
y niños, ya sean éstas hombres o mujeres.

3.11.- EL TRABAJO SOCIAL EN LA DECONSTRUCCIÓN DE LA


MASCULINIDAD HEGEMÓNICA: UN DESAFÍO EN LA PROMOCIÓN
SOCIOEDUCATIVA DE LAS RELACIONES DE GÉNERO.

El Trabajo Social es una profesión moderna que ejerce un poder y saber en todos los
ámbitos donde acciona (Aguayo, 2006) predeterminado por ciertos valores y principios
ético-políticos, que luego de diversas discusiones teórica-epistemológicas, se han definido
como fundamentos básicos del accionar disciplinario. Estos son la justicia social, la
beneficencia y la autonomía (Aguayo, López, Quiroz, 2007).

El Trabajo Social se ha convertido en una de las actividades profesionales más


interesantes, atractivas y complejas (Moratalla, 2007: 1), principalmente por las tensiones
que se generan en el micro-espacio de saber-poder, entre el ethos y el quehacer profesional,
ya que estos valores están constantemente tensionados por contradicciones cotidianas ético-
políticas que se expresan en la práctica. Por un lado somos cómplices de la dominación de
las estructuras de poder político-administrativa, y a la vez, nos transformamos en la
herramienta de estas mismas estructuras para perpetuar y legitimar la dominación (Vivero,
2007) y paralelamente promovemos acciones de transformación social que se condigan con
los principios enunciados.

El/la trabajador/a social es demandado por el carácter operativo-funcional, pero más


aún por la intencionalidad disciplinadora, moralizadora y educativa de las mentes y de los
cuerpos de pobres, oprimidos/as, explotados/as (Iamamoto, 1997; Illanes, 2006). Por tanto,

124
aparece como el profesional de la coerción y del consenso, cuya acción recae en el campo
político (Iamamoto, 1997: 145).

La profesión se comprende como un producto histórico que participa en la


reproducción de las relaciones de clases y de la contradictoria relación entre ellas y también
de la ideología dominante, procesos económicos, sociopolítico y teórico-culturales
(Iamamoto, 1997).

Estas tensiones emergen desde la propia naturaleza profesional, la cual posee


intencionalidad ideológica sustentada en la manutención del modelo de producción
económica. El Trabajo Social reproduce material e ideológicamente la fracción de clase
hegemónica, cuando en el contexto del capitalismo monopolista, el Estado toma para sí las
respuestas a la “cuestión social” (Montaño, 1998).

Las y los trabajadores sociales somos un objeto de intervención del Estado,


instrumento de contención-inclusión-manutención de las demandas populares, con el fin de
adaptar a las/los actores sociopolíticos al modelo de producción capitalista en su fase
especulativa; para así reproducir valores, comportamientos, roles y relaciones de modelos
hegemónicos fundados en el patriarcado y neoliberalismo.

El Trabajo Social está en el núcleo mismo de las contradicciones; donde el


paradigma de la masculinidad hegemónica no es excluyente a tales disyuntivas. Se ve
tensionado entre la manutención de las estructuras simbólicas de dominación de género y
las emancipación y transformación de éstas; entre el ser portador de un poder hegemónico o
promover acciones contra-hegemónicas, contrapoderes o resistencias como son la
deconstrucción de la masculinidad dominante.

Para ello se considera necesario cuestionar la producción de verdad que ejercemos


desde la profesionalización, lo cual se transforma en poder y en una encrucijada axiológica
(Vivero, 2007), ya que nos convertimos en instrumentos canalizadores de las estructuras
simbólicas desiguales de género.

En el ejercicio de cuestionamiento a las estructuras de dominación se revaloran las


cuestiones de género, las identidades y sexualidades en un marco de agudeza crítica con la
finalidad de desestabilizar no sólo al sistema, sino también a la academia (Fonseca, inédito:
22). Desestabilizar lo aprehendido implica cuestionar el poder y dominio histórico que ha
sido parte de las superestructuras, poderes fácticos, instituciones, imaginaros colectivos,
relaciones sociales, culturales e interpersonales, estructuras mentales de pensamiento,
afectos y sexualidad, donde las profesiones modernas y particularmente el Trabajo Social
actúa como puentes de lo macro y lo micro para mantener el funcionamiento social.

125
El modelo de masculinidad se nutre de características que socialmente generan
diversas situaciones de conflicto, tales como: destrucción de la naturaleza con el
antropocentrismo, el maltrato infantil por su mirada androcéntrica y la violencia de género
desde su perspectiva misógina, problemáticas con las cuales el/la trabajador/a social se
encuentra en su práctica profesional.

Es menester situarnos desde una posición ética-política que abogue por un proceso
teórico-práctico, cotidiano y constante de deconstrucción de patrones y prácticas de
dominación sustentadas en el modelo imperante, ya que el paradigma de la masculinidad
hegemónica es incoherente con el ethos profesional, pues genera relaciones de dominación
que se contraponen con el ejercicio de la autonomía y de justicia social. Por tanto se
considera necesario que el Trabajo Social contribuya a la superación de estas tensiones y
contradicciones históricas para dar paso a posicionamientos críticos que aboguen hacia la
liberación de las y los sujetos.

El Trabajo Social al ser parte de las estructuras político-administrativas, se convierte


en operador de las políticas sociales, que en base a la investigación en curso se relacionaría
con la política de género enmarcada en la prevención y erradicación de la violencia contra
las mujeres; donde la intervención-acción teórica y metodológica se dirige hacia éstas.

Ciertamente hoy nos encontramos en un nuevo escenario, ya que la multiplicidad de


factores socioculturales, anteriormente detallados, ha generado el interés de las ciencias
sociales por indagar en las vivencias de los hombres, incorporándolos “a las agendas de
investigadores e investigadoras y de los formuladores de programas sociales” (Olavarría,
2004: 6), los cuales serán implementados y ejecutados por trabajadores del área social, por
lo cual es menester generar discusión al interior de nuestra disciplina.

Los estudios de masculinidades son ventajosos en el ejercicio de nuestra profesión,


ya que las características de este paradigma son compartidas por la mayoría de los hombres.
Es una realidad social que se encuentra presente en todas las clases sociales, con evidentes
diferencias en la fuerza social económica, política y culturalmente dominante (Cerda, 2007)
y la clase desposeída-empobrecida (Rotondi, 2000).

La masculinidad de los sectores populares es muchas veces estereotipada,


vulgarizada, expuesta con eufemismos y disfemismos a la imagen pública, por lo cual
profundizar en su conocimiento nos permitirá derrumbar ciertos preceptos en torno a éstos
hombres (Rotondi, 2000) interiorizándonos en la fuerte influencia que le otorga su
condición de clase, la que es a su vez el escenario principal de desempeño profesional.

126
El Trabajo Social con perspectiva crítica se ha basado en las desigualdades de clases
producto del modelo de producción capitalista, sin embargo a ello consideramos
imprescindible incorporar y transversalizar dicha categoría con la de género, ya que permite
comprender aristas más acabadas de las relaciones sociales complejas. Para ello es preciso
conectarnos con sujetos que han sido históricamente subyugados desde el sistema patriarcal
y el modelo neoliberal, y por tanto, vincularnos con problemáticas que están inmersas en
ellas y ellos: pobreza, vulneración, explotación y opresiones diversas de género, clase y
etnia. Entre las y los sujetos humanos/as de dominación encontramos a mujeres, niñas/os,
jóvenes, principalmente.

Nuestra disciplina sustentada en principios éticos-políticos posee herramientas que


permiten realizar acciones como: facilitadoras/es y promotoras/es de diversos procesos de
re-socialización de los modelos de género, ya que el acervo teórico-metodológico propicia
elementos suficientes para adentrarnos en realidades sociales compleja, y a partir de ella,
intervenir y accionar para generar cuestionamientos, reflexiones y cambios.

Para promover acciones de deconstrucción de la masculinidad hegemónica es


preciso relevar la acción socioeducativa del Trabajo Social como elemento transformador
(Aguayo en Pressaco, 2005) de las relaciones de género, puesto que permite desarrollarse
como facilitador de cambios concretos en las prácticas cotidianas, desde las mismas
subjetividades, sentidos y valoraciones.

En el marco de la deconstrucción de la masculinidad hegemónica, al momento de


accionar con hombres que cuestionen directamente su masculinidad, es fundamental
conocer las fisuras del modelo que generan tensión en ellos y que son potenciales orígenes
para experimentar cambios en sus conductas y en sus relaciones, lo cual permitirá un
acercamiento a las lecturas de los avances en las rupturas de las fachadas tradicionales de
los hombres (Rotondi, 2000).

En base a la experiencia de trabajo con hombres se han sistematizado ciertos


requisitos sugeridos para las/os educadoras/es y/o profesionales que trabajen la
deconstrucción de la masculinidad hegemónica, que si bien aportan una guía para quienes
trabajen grupalmente la temática, se requiere creatividad a partir de la experiencia personal
del/la facilitador/a y su adaptación a la realidad concreta de los/as sujetos/as y las
comunidades en donde va a accionar: (Campos, 2007).

 Que haya participado de talleres de cuestionamientos a la masculinidad


hegemónica.
 Que haya revisado sus propios procesos de socialización de género, sus estereotipos
y prejuicios de género.

127
 Que haya reconocido cómo se expresa la masculinidad hegemónica y arquetípica en
su vida.
 Que haya iniciado cuestionamientos a las conductas-roles-actitudes basadas en la
virilidad, si es hombre, y en la femineidad si es mujer.
 Que haya iniciado modificaciones a las pautas tradicionales propias de la
masculinidad tradicional, así como una revisión de sus vínculos significativos y
experiencias con el género masculino, si ha vivenciado algún tipo de violencia, y
preguntarse en qué medida ha roto con la socialización patriarcal aprendida.
 Que explore desde lo vivencial y emocional y muestre apertura a nuevas
experiencias.
 Que exista un ejercicio de despojo de los prejuicios de género.
 Que reconozca que los estudios sobre masculinidad y el trabajo con hombres han
surgido y se han desarrollado desde la lucha de los movimientos de mujeres y
feministas.
 Que esté dispuesto/a a escuchar.
 Que tenga aceptación a las formas diversas, sobre las cuales se viven las
masculinidades (según etnia, preferencia sexual, grupo o edad, tipo de trabajo).
 Haber revisado el manejo de las habilidades comunicativas.
 La persona facilitadora debe ante todo, creer que el cambio es posible y que se
pueden crear prácticas de transformación con los hombres y mujeres con las cuales
trabajará, por lo tanto él/ella en sí mismo es un agente de cambio.

Desde el modelo Duluth creado por mujeres del movimiento feminista, se sugiere
que para trabajar la deconstrucción de la masculinidad hegemónica sea una dupla mixta
para que las/os participantes observen las relaciones simétricas e igualitarias entre mujer y
hombre y a partir de ello puedan transforman sus propias relaciones y ver a la mujer como
un par igual.

La educación es un proceso continuo de diálogo y aprendizaje constante que no


implica depositar conocimientos en las/los educandos (Freire, 1970), sino que se refiere a
retroalimentaciones de vivencias y saberes, de cuestionamientos, rupturas, reflexiones que
permiten transformar los discursos y las prácticas; donde la/él Trabajador/a Social actúan
como meras/os facilitadoras/es y guías de dichos procesos que realizan las/los propios
participantes, y no conducen ni valoran una forma unívoca de verdad.

Un modelo de educación que fundamenta la propuesta Concepción Metodológica


Dialéctica de Educación Popular, plantea los siguientes principios básicos: (Ochoa, 2004).

 Partir de la práctica de participantes.


 Impulsos de procesos de reflexión crítica, analítica y colectiva sobre esta práctica.
128
 Generación de conocimientos colectivos propios.

Este modelo confía en develar a partir del análisis de la propia vida, contextos,
entorno social y condición de género y tomar las medidas para cambiar la realidad. Es un
modelo que propicia la participación horizontal y creativa de cada participante,
promoviendo una metamorfosis paulatina de valores, actitudes y comportamiento en todos
los ámbitos de la vida.

Con el fin de sustentar el proceso socioeducativo de deconstrucción de la


masculinidad hegemónica como un espacio integral, se proponen metodologías que
orienten tales planteamientos:

 Participativa; favoreciendo el trabajo en grupos pequeños para que los resultados


reflejen las opiniones de todas/os las y los integrantes.

 Vivencial; a partir de las propias experiencias.

 Reflexiva; facilitar el espacio para cuestionamientos y aclaraciones entre las


vivencias y los elementos adquiridos.

 Corporal; incorporación de ejercicios corporales, que favorezca la integración de


cuerpo-mente y la conexión con las emociones.

 Horizontal: se establece una relación simétrica entre talleristas y estudiantes,


contribuyendo al diálogo, conversación, sin caer en la ridiculización de las
preguntas o dudas planteadas.

 Dinámica: sujeta a cambios, flexibilidad, acentuando en las demandas, sugerencias


y requerimientos de las y los participantes.

En 1998 se realizó un estudio entre hombres egresados de cursos metodológicos de


masculinidad y educación popular impartidos por el Centro de Educación y Comunicación
Popular CANTERA en Nicaragua entre 1994 y 1997. El objetivo general fue medir
cambios logrados a partir de la participación del curso. Para un análisis profundo fueron
extraídos 39 hombres que registraron actos de violencia antes y después de su participación
en dichos cursos, se encontró una disminución de 36 % en incidentes registrados de
violencia psicológica y del 56% de incidentes de violencia física. Se detectó, a la vez, una
tendencia a bajar no solamente los incidentes de violencia sino también su gravedad
(Ochoa, 2004)

129
Un monitoreo de procesos de cambio en hombres expuestos a participar en procesos
de reflexión sobre género y masculinidades permitió tipificar cambios que se producen en
hombres en las categorías cognitiva, afectiva y práctica cotidiana (Ochoa, 2004: 11,12).

A nivel cognitivo:

 Mayor manejo conceptual de género y temáticas relacionados (masculinidad, identidad y


roles de género, poder, violencia, sexualidad, homofobia, etc.)
 Interiorización de nuevos conocimientos, cuestionamiento continuo del modelo
hegemónico de masculinidad y en particular del concepto del poder de dominio y control y
su ejercicio en relaciones con mujeres y entre hombres.
 Mayor conocimiento de diversidad sexual, de violencia y discriminación que experimentan
homosexuales, lesbianas, bisexuales y travestis.

A nivel afectivo:

 Mayor sensibilidad hacia injusticias sociales, en particular con mujeres y hacia la equidad
de género.
 Mayor capacidad de autocrítica y apertura a recibir críticas de otras personas.
 Mayor capacidad de expresar sentimientos, afecto hacia mujeres y hombres.
 Menor temor a ser criticados por adoptar actitudes y conductas no tradicionales de
hombres.
 Menor temor al contacto físico entre hombres.
 Mayor comprensión de problemáticas de homosexuales y lesbianas.

En la práctica cotidiana:

 Disposición a participar del trabajo doméstico.


 Compromiso de pasar más tiempo y de mayor calidad con las/os hijos e hijas.
 Esfuerzos concretos de no utilizar violencia en relaciones de pareja, de no imponerse, de ser
más comprensivos.
 Reducción de conductas discriminadoras, sexistas y cuestionamiento en otros hombres.
 Intentos de vivir de forma responsable la sexualidad.
 Apertura a reconocer homofobia y cambiar actitudes y comportamientos discriminatorios.
 Disposición de escuchar a las demás personas en la casa y en el trabajo.

En el trabajo socioeducativo se busca contribuir a la disminución de la violencia en


contra de ellos mismo y de las mujeres. Lo que contribuye a la vez al mejoramiento de la

130
calidad de vida de las mujeres y que los hombres sean parte de un proceso de desarrollo
integral y que mejore su calidad de vida (Ochoa, 2004).

Las problemáticas que subyacen a la categoría género son transversales al ejercicio


profesional, puesto que en las/os sujetos, en las familias, escuelas, trabajos, cárceles,
comunidad, entre otros espacios donde el Trabajo Social está presente, residen y actúan
valores, roles, funciones, conductas y aprendizajes socializadores de los modelos de
femineidad y de masculinidad hegemónicos, donde el patriarcado se establece como
cosmovisión unívoca de comprender el mundo, lo cual es ético transformar.

Transversalizar género y educación, nos permite relevar saberes subjetivos,


procesos emocionales, vivencias particulares, malestares, incomodidades, deseos y placeres
de mujeres y hombres, que son posibles engendrar en el diálogo colectivo, con el fin de que
el Trabajo Social, aportando herramientas y conocimientos se constituya como un
contribuyente a facilitar procesos de deconstrucción, en base a teorías y metodologías
alternativas a las tradicionales, que favorezcan finalmente la construcción de relaciones
societales liberadoras e igualitarias desde niñas/os y jóvenes, que trasciendan a
transformaciones planetarias en su conjunto.

Plantear una propuesta metodológica para el Trabajo Social que propicie una
apertura a una visión diferente de la masculinidad basada en el poder de dominio sino más
bien en una concepción de equidad de género, involucra contribuir a la desarticulación del
machismo y la construcción de propuestas de ser hombres basadas en principios de
equidad/igualdad de género, justicia y solidaridad, mediante el impulso de procesos de
reflexión entre hombres, orientada a varones y mujeres que no han tenido contacto previo
con la temática de género y masculinidades a fin de contribuir a una construcción
sistemática de conocimientos y habilidades, individuales y colectivas (Ochoa, 2004).

Si bien todo proceso educativo está condicionado por la realidad sociopolítica


imperante, existen elementos políticos subjetivos, emocionales, afectivos, íntimos,
materiales y simbólicos que son posible deconstruir, transformar y por ende, liberar…

131
4. MARCO METODOLÓGICO

132
4.1.- CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS GENERALES

Histórica y famosísima ha sido entre los “científicos” la disputa entre las ciencias
naturales y las sociales por considerar a éstas últimas realmente científicas, lo que se genera
a causa de lo que entendemos por ciencia. Más aún lo anterior no debe remitir mayor
gravedad, pues ciencia como tal es solo un nombre, una denominación tal vez elegante o
pomposa pero en la práctica nada realmente definitivo o relevante cuando el propósito es
comprender la realidad social (Posada en Osorio, 2007).

El polémico quehacer de las ciencias sociales ha sido tensionado, tanto a nivel


externo como a nivel interno a ella, pues su desarrollo ha estado marcado por una larga
discusión sostenida entre dos posiciones paradigmáticas, estas corresponden a las regidas
por el paradigma positivista y la sostenida por el paradigma humanista, ya que si bien el
objetivo común para ambas es la sociedad poseen diferentes perspectivas para acercarse a
ellas, la primera tiene como principal preocupación establecer leyes generales en torno a la
ocurrencia de determinados hechos sociales, mientras que la segunda pone énfasis en la
interpretación de los fenómenos particulares que acontecen en un contexto de tiempo y
espacio definido (Cárcamo en Osorio, 2007).

Para hacer efectiva esta aproximación a la realidad, la investigación social se


compone de un conjunto de procesos sistemáticos y empíricos que se aplican al estudio del
fenómeno; es dinámica, cambiante y evolutiva. Se puede manifestar de tres formas:
cuantitativa, cualitativa y mixta. Esta última combina las dos primeras (Hernández y col.
En Valenzuela, 2008).

El enfoque cuantitativo por su parte utiliza los datos para probar hipótesis, con base
en la medición numérica y el análisis estadístico, para establecer patrones de
comportamiento y probar teorías (Valenzuela, 2008) a diferencia del enfoque cualitativo, el
cual consiste en descripciones detalladas de situaciones, eventos, personas, interacciones y
comportamientos que son observables. Además, incorpora lo que los participantes dicen,
sus experiencias, actitudes, creencias, pensamientos y reflexiones, tal y como son
expresadas por ellos mismos (Serrano, 2004), a partir de la interpretación de los fenómenos
de acuerdo al significado que tiene para las personas implicadas (Denzin y Lincon, en
Rodríguez 1996).

133
4.2.- TIPO DE ESTUDIO

Teniendo en consideración el énfasis de esta investigación, la cual tiene por objeto-


comprender el proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica en actores
sociales, es que se ha optado por utilizar el enfoque de investigación cualitativo, puesto que
se busca desentrañar las significaciones, relaciones, visiones, rutinas, temporalidades,
sentidos y significados ocultos en la trama social, elaboradas desde los sujetos: comprender
desde sus propios relatos, significaciones y contextos cotidianos.

En este proceso investigativo se plantean interrogantes acerca de cómo aprehender y


transformar, o realizar una lectura crítica de diferentes aspectos de la realidad (Kisnerman,
2005: 95). Los paradigmas cualitativos plantean la necesidad de comprender el sentido de
la acción social en el contexto del mundo de la vida, desde la perspectiva de los propios
actores (Kisnerman, 2005: 124).

Este paradigma de investigación, se encausa como una orientación descubridora que


ahonda en exploración de subjetividades de los individuos intentando comprender la
realidad social compleja de deconstrucción de su identidad masculina, desde el punto de
vista de los sujetos.

Los estudios de orden cualitativo tienden a comprender la realidad social como fruto
de un proceso histórico y sociocultural de construcción donde están presentes diversos
actores sociales, y por eso trabajan con la palabra, los relatos, las estructuras y lógicas de
pensamiento que guían las acciones sociales de los sujetos. En este intento comprensivo es
de vital relevancia visualizar la influencia de los cambios políticos, económicos, sociales y
culturales acontecidos en las últimas décadas y su relación con el inicio de un proceso de
cuestionamiento a la masculinidad hegemónica.

La realidad social debe ser comprendida desde dentro y no desde fuera, en un


contexto de acontecimientos precedentes y consecuentes que se expresan a través de ideas,
conceptos, recuerdos, sentimientos, que surgen en el intercambio social, en el diálogo y a
través del lenguaje (Kisnerman, 2005). Es decir y como sostiene Lynn Segal “para
comprender el mundo hay que comenzar comprendiéndonos nosotras/os mismas/os…”
(Segal en Kisnerman, 2005: 125).

Según María Quiroga, los paradigmas positivista, neopositivista y funcionalista, con


sus opciones generalizantes, no han podido dar cuenta de las culturas, de la vida cotidiana,
de los valores que impregnan la existencia y las acciones colectivas de las clases, de los
grupos y de los individuos que integran las totalidades sociales (Quiroga en Kisnerman,
año:114), por lo que es posible plantear una crisis de tales paradigmas, puesto que no

134
responde a las necesidades de un momento histórico de una sociedad que está en crisis
(Kisnerman, 2005).

En esta perspectiva cualitativa el proceso científico, equivale al de una abstracción


progresiva, de lo concreto a lo abstracto, de lo particular a lo general, de lo condicionado a
circunstancias a lo incondicional absoluto” (Ruiz, 1996: 56). En la temática específica se
atravesará desde la significación de la identidad masculina subjetiva de cada sujeto hombre
hasta comprender la masculinidad hegemónica como fenómeno social y culturalmente
construido en el contexto de la sociedad patriarcal y neoliberal imperante, ambas de
carácter hegemónico.

Una de las características centrales de la investigación cualitativa en la producción


de conocimientos es que pone énfasis en la inducción, es decir que el análisis comienza
desde la misma realidad, de lo local, rescatando los vínculos de los sujetos y las estructuras
sociales; de esta forma, se cuestiona el universalismo de las ciencias sociales positivistas
que dejan de lado espacios particulares (Castro-Gómez, 2001).

Sumadas a lo anterior, el enfoque cualitativo presenta entre otras, las siguientes


características (Ruiz, 1996: 23-25):

 Su objetivo es la captación y reconstrucción de significado.


 Su lenguaje es básicamente conceptual y metafórico.
 Su modo de captar información no es estructurado, sino flexible y desestructurado.
 La orientación no es particularista y generalizadora sino holística y concretizadora.
 Énfasis en estudiar los fenómenos sociales en el propio entorno natural en el que
ocurren.
 Primacía de los aspectos subjetivos de la conducta humana sobre las características
objetivas.
 Exploración del significado del actor.
 Predilección por la observación en entrevista abierta.
 Uso del lenguaje simbólico.

Complementando la caracterización anterior, Taylor y Bogdan (Denzin y Lincon, en


Rodríguez, 1996: 33) señalan de la investigación cualitativa que:

 Los investigadores cualitativos deben ser sensibles a lo que ellos mismos causan
sobre las personas que son objeto de su estudio.
 El investigador cualitativo debe separar o apartar sus propias creencias, perspectivas
y predisposiciones.
 Para el investigador cualitativo todas las perspectivas son valiosas.
135
 Los métodos cualitativos son humanistas.
 Los investigadores cualitativos dan énfasis a la validez de su investigación.
 Para el investigador cualitativo todas las personas y escenarios son dignas de
estudio.
 La investigación cualitativa es un arte.

Para concluir esta caracterización, es relevante presentar la visión de Miles y


Hubermans (Rodríguez y col. 1999 en Valenzuela, 2008) respecto al enfoque cualitativo:

 El investigador intenta capturar los datos sobre la percepción de los actores desde
dentro, a través de un proceso de profunda atención, de comprensión empática y de
suspensión o ruptura de las preconcepciones.

 Se utilizan pocos instrumentos estandarizados. El investigador es el principal


instrumento de medida.

 La mayor parte de los análisis se realizan con palabras. Las palabras pueden unirse,
sub-agruparse, cortarse en segmentos semióticos. Se pueden organizar para permitir
al investigador contrastar, comparar, analizar y ofrecer modelos sobre ellas.

En síntesis, al tener por objetivo general de nuestra investigación la comprensión de


un fenómeno social en particular, es fundamental utilizar el enfoque cualitativo, pues éste
nos dota de una epistemología, métodos y técnicas que nos permitirán recoger la
información necesaria para dar respuesta a la pregunta de investigación planteada ¿Qué
elementos inciden en el proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica que
vivencian actores sociopolíticos participantes de colectivos, organizaciones y/o
instituciones de hombres con perspectiva de género y/o pro-feminista?

4.3.- ENFOQUE DEL ESTUDIO

El enfoque del estudio a utilizar considerando el estado del arte de nuestro tema de
investigación será Exploratorio, ya que éstos “se efectúan, generalmente, cuando el
objetivo es examinar un tema o problema de investigación poco estudiado o que no ha sido
abordado antes” (Hernández, Fernández, Baptista, 2007: 60).

Si bien los estudios de masculinidades se originaron en EEUU y Francia en la


década de los años ‘70, en Chile recién a fines del siglo XX, precisamente en el año 1998,
se comienzan a desarrollar los primeros aportes teóricos e investigaciones con marcado
carácter académico, a partir de la Red de Masculinidad de FLACSO-Chile.
136
Actualmente existen pretensiones de abordar la problemática desde lo teórico, a
través de organismos de investigación social como OLTEM, FLACSO (Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales), EME (Masculinidades y Equidad de Género) y Red
de Masculinidad. En lo práctico a través de instituciones u ONG’s, que desde modelos y
talleres de intervención-acción, se han enfocado principalmente a disminuir y/o erradicar la
violencia doméstica de los hombres ejercida hacia las mujeres y en menor medida, existen
ciertos organismos que se han abocado a realizar trabajos socioeducativos de género
preventivo, como Escuela Equinoccio en El Salvador, COSECH y EME en Chile, así como
de Colectivo de hombres auto-convocados y autónomos ya mencionados.

En base a las investigaciones teóricas consultadas, no se constatan estudios que


reflejen y revelen la dimensión de la deconstrucción masculina hegemónica desde la voz
de los propios actores a través de un ejercicio dinámico entre teoría y práctica. Los estudios
de masculinidades se han abocado a visibilizar la construcción social de la identidad
masculina y normativa en los hombres, en los ámbitos de: paternidad, violencia,
homosociabilidad, sexualidad y salud, así como las nuevas masculinidades: alternativas y/o
género-equitativas; a excepción de aportes contenidos en artículos que entregan ciertos
elementos del proceso deconstructivo, aunque éstos han sido abordados desde la
homosexualidad y/o sin estudio de campo: “La de-construcción de la masculinidad por las
manifestaciones de la Diversidad Sexual en el Occidente Contemporáneo” de Carlos
Fonseca, Costa Rica, “La deconstrucción masculina” de Tod Sloan y Ruben Reyes y Jirón,
Chile y “Repensar y deconstruir la masculinidad. Una oportunidad pedagógica en la
construcción de la equidad” de Karla Carrillo, México.

Debido a la poca profundidad teórico-práctica de las referencias, lo pertinente es


explorar en el área para adentrarnos en el fenómeno antes descrito, es decir, en el proceso
de deconstrucción de la masculinidad hegemónica que vivencian hombres participantes en
experiencias socioeducativas desde los espacios institucionales y autónomos.

“Los estudios exploratorios en pocas ocasiones constituyen un fin en sí mismos,


generalmente determinan tendencias, identifican áreas, ambientes, contextos y situaciones
de estudio, relaciones potenciales entre variables; o establecen el “tono” de investigaciones
posteriores más elaboradas y rigurosas” (Hernández, Fernández, Baptista, 2007: 60), iniciar
un proceso de acceso al conocimiento social en esta materia tiene como uno de sus
propósitos ser un referente de información para aquellos agentes sociales interesados en
esta área del saber social, lo que significa que los resultados de la investigación no serán
concluyentes (Concha, Cassetty, 2009), por tanto, constituirán aportes iniciales para una
amplia gama de profundizaciones posteriores en la temática abordada.

137
4.4. ENFOQUE EPISTEMOLÓGICO

Previo a indagar sobre la metodología cualitativa, se hace menester refutar la


limitación o sesgo de cualquier paradigma moderno, debido a su trayectoria histórica
occidental en tanto escisión binaria opositora, al pretender objetivar por medio de la
sobrevaloración de la razón, construcciones subjetivas impregnadas de emocionalidad,
deseos, percepciones, sensaciones, intuiciones que no precisan explicarse por medio de la
categorización y conceptualización, por expresarse incluso a niveles sensitivos, perceptivos
que escapan a cualquier intencionalidad racionalizadora del ser humano.

Sin embargo, debido a que la investigación es un ejercicio académico que requiere


rigurosidad científica, teórica-metodológica, no es posible des enmarcarse de la razón como
eje fundamental del desarrollo académico, aunque planteamos descentrar su hegemonía
discursiva.

“El éxito contemporáneo de la metodología cualitativa se debe, en gran parte, al


abandono del paradigma positivista identificado con la metodología cuantitativa y la
aceptación del paradigma constructivista y construccionista y su empatía con la
metodología cualitativa” (Ruiz, 1996: 58). Esta perspectiva acentúa en los valores sociales,
políticos culturales, económicos, étnicos y sexuales a través del tiempo, en las realidades
locales construidas, en las subjetividades, en el entendimiento y reconstrucción crítica de
fenómenos y en el acercamiento a la socio-educación. La investigación integra elementos
del construccionismo, principalmente del paradigma hermenéutico y deconstructivo,
reconociendo la complejidad del proceso de deconstrucción de la identidad masculina
hegemónica, donde se involucran procesos personales, micro-físicos, emocionales, que
ahondan introspecciones individuales y socializaciones colectivas de cuestionamientos y
cambios a partir del modelo dominante de género.

El constructivismo radical rompe con la convencional mirada de que el


conocimiento que deviene de la objetividad es ontológica, puesto que la realidad se
construye a partir de las propias experiencias (Kisnerman, 2005).

La objetividad ontológica genera una dicotomía taxativa entre sujeto y objeto, entre
observador y sus observaciones, lo cual tiende a neutralizar un acto que en sí mismo está
impregnado de valoraciones subjetivas (Kisnerman, 2005); perpetuando la invisibilidad de
la intencionalidad política e ideológica persistente en la acción de conocer.

La neutralización del conocimiento es un acto político que se relaciona con la


negación de la construcción de la verdad –en cuanto a validez de los discursos y prácticas

138
societales-, la cual no es externa, ajena o dada, por tanto no es ontológica, sino, por el
contrario, los criterios de verdad son obra nuestra, de relaciones, categorizaciones
cotidianas de la realidad y esto significa que los hemos construidos nosotros/as mismos/as
mediante nuestras prácticas colectivas (Ibáñez, 1992). La verdad humana es lo que mujeres
y hombres llegan a conocer, a construirla, formándola por sus acciones (Giambattista Vico
en Kisnerman, 2005).

A las ciencias sociales en general y al Trabajo Social en particular, le interesa el


construccionismo, porque remite a los intercambios que se dan entre personas situadas
histórica y culturalmente en una sociedad dada (Kisnerman, 2005). Relaciones y acciones
que se articulan entre procesos individuales y colectivos, que se construyen por un
continium abstracto-concreto. Creaciones permanentes de significados y valores que son un
fenómeno intersubjetivo que se da en el mundo de la vida (Pizzi, 2005).

Se remite a las fuentes de la acción humana, a las relaciones, a la comprensión


misma del funcionamiento individual y al intercambio comunitario (…), ya que su principal
interés es lo microsocial (Gergen, 1996: 94). Para Gergen lo más importante del
construccionismo es la desconstrucción. Desentrañar e interpretar las significaciones
cotidianas que se producen en los sujetos varones a través de la socialización, mirando
desde los mundos de vida individuales, para así comprender la construcción sociocultural e
histórica ideológica de la identidad masculina en el contexto particular de los mismos
actores.

Un ejercicio epistemológico reflexivo y crítico que rompe con la objetividad


ontológica como naturalización y normalización de la dominación, instaurada desde el
patriarcado, permite iniciar procesos deconstructivos, donde las nuevas realidades y
prácticas son modeladas para la transformación (Gergen, 1996).

“El acto de conocer en sí mismo se construye, deconstruye y reconstruye”


(Kisnerman, 2005: 119), en tanto está dotado de poder y saber dinámico y permanente, en
el cual se aprenden imaginarios colectivos y se desestabilizan estructuras de pensamiento
universalizantes, hegemónicas y totalizadoras.

4.4.1. Construccionismo y deconstrucción

Desde esta perspectiva, el enfoque epistemológico de la presente investigación


social nos sitúa a partir del paradigma construccionista y de la deconstrucción como
estrategia pos-estructuralista. Para Jacques Derrida, el desconstruir equivale “a
desestructurar, a descomponer o a des-sedimentar las estructuras que sostienen un sistema,

139
una secuencia histórica o las certidumbres a las cuales estamos acostumbradas/os” (Derrida
en Kisnerman, 2005: 130).

El ejercicio investigativo, por lo tanto, se refiere al acto de comprensión


interpretativa (vertehen) de los procesos de deconstrucción que vivencian sujetos
masculinos frente al modelo de masculinidad hegemónica como construcción de género.
Cuáles son los elementos que han facilitado y obstaculizado los cuestionamientos y los
cambios, atravesando por sus historias de vida, relaciones familiares, de pareja, parentales,
amistades, el ejercicio del poder y de la dominación, entre otras, y cómo se ha traducido
aquello en prácticas concretas. El develamiento de estos procesos subjetivos, cómo los
hombres han logrado iniciar el viaje de aprender y desaprender esquemas, arquetipos
ideológicos que han alcanzado a individualizar sus cuerpos y sus estructuras de
pensamientos, forma parte del proceso deconstructivo.

La desestructuración se realiza para destacar algunas etapas estructurales dentro


del sistema, y es por ende, un gesto antiestructuralista (De Peretti, 2008). Deconstruir
consiste, en efecto, en deshacer, en desmontar algo que se ha edificado, construido,
elaborado pero no con vistas a destruirlo, sino a fin de comprobar cómo está hecho ese
algo, cómo se ensamblan y se articulan sus piezas, cuáles son los estratos ocultos que lo
constituyen, pero también cuáles son las fuerzas no controladas que ahí obran. Es una
especie de palanca de intervención activa, estratégica y singular, que afecta; o en
términos de Derrida, -conmueve como un todo, hace temblar en su totalidad-, la gran
arquitectura de la tradición cultural de Occidente (toda esa herencia de la que nosotros/as,
querámoslo o no, somos herederos/as), en aquellos lugares en que ésta se considera más
sólida, en aquellos en los que, por consiguiente, opone mayor resistencia: sus códigos, sus
normas, sus modelos, sus valores (De Perretti, 2008).

La deconstrucción es una estrategia, un acontecimiento que no espera la


deliberación, la conciencia o la organización del sujeto, ni siquiera de la modernidad.
También ello se deconstruye. Las desconstrucciones son plurales, puesto que se hacen
en cada acto y práctica, se conforma por tanto en una estrategia general de la
deconstrucción, sobre las cuales no es posible establecer verdades, o definir qué es una
verdad y qué no (De Perretti, 2008).

Se pretende «reinterpretar la interpretación» escudriñando las fisuras, los


deslizamientos, los desplazamientos, a fin de producir de forma activa y
transformadora la estructura significante del texto: no su verdad o su sentido, sino su
fondo de ilegibilidad (De Perretti, 2008).

140
4.4.2. Hermenéutica Crítica

Tanto desde la deconstrucción como de la hermenéutica crítica, se cuestiona la


dominación como parte del ser ontológico, ya que es parte de su ente axiológico, de su
construcción en el tiempo y espacios específicos, en contextos complejos que en
determinados momentos hacen sentido a sujetas y sujetos.

Los paradigmas epistemológicos cualitativos permiten adentrarnos en tales


significaciones subjetivas: valores, mundos de vida, actitudes, comportamientos, roles,
sentidos y motivaciones, lo que para este estudio en particular es preciso relacionar lo
anteriormente expuesto con la transversalidad del poder en cada uno de estos espacios.

Para efectos de esta investigación, existe la pretensión de transversalizar los


procesos subjetivos con el poder en sus distintos sistemas de dominación: desde los efectos
del patriarcado y del neoliberalismo en la mente y en los cuerpos de los varones a partir del
contenido de sus discursos.

Para ello se recoge a la hermenéutica crítica como un trabajo que emerge a partir de
la crítica a los actos del habla con pretensiones de univocidad represiva y su resguardo por
el sentido de un mundo hegemónico en modalidad emancipadora (Mendoza, 2003: 18).

Desde su corriente latinoamericana resitúa el sentido particular, haciéndose


preguntas tales como ¿qué se teoriza, en qué lugar, desde qué raíces y
condicionamientos y con qué fin?, a través de “un sentido crítico y autónomo en
contraposición del efecto que produce la globalización en tanto espíritu-máquina
universal en escenarios pos-hegelianos que instala principios de unidad, identidad y
totalidad” (Herlinghauss, 2000: 97).

Se profundizará en interpretaciones sobre la realidad compleja, es decir en la


especificidad de lo que significa el proceso deconstructivo de la masculinidad hegemónica
para los varones de la presente investigación; adentrándose en las relaciones de poder que
se entretejen en el mundo interior de los sujetos masculinos y cómo aquello responde a
procesos macro y micro estructurales de la construcción sociocultural, histórica material y
simbólica de la dominación.

La hermenéutica crítica pretende situar un horizonte de comprensión crítico e


interpretar las tensiones, conflictos, obstáculos y facilitadores del viaje deconstructivo de la
identidad de los hombres. Se sustenta en una necesidad dialógica de nuevas formas de
entendimiento sobre el significado de la realidad diversa y compleja (Mendoza, 2003).

141
El ejercicio interpretativo de la hermenéutica crítica devela las acciones
comunicativas de la praxis social tanto intencionales como las no intencionales, conscientes
como inconscientes. Tiene que dar cuenta que “la interpretación unívoca puede
homogenizar ciertos ámbitos particulares de la realidad pero no puede hacer desaparecer
sus efectos no intencionales, pues esta situación limita la riqueza vital de la interpretación”
(Mendoza, 2003: 2).

“Una hermenéutica crítica nos sirve para interpelar a la violencia del consenso que
es sorda a su coerción, a sus argumentos de hegemonía y a los discursos unívocos y
homogéneos” (Mendoza, 2003: 3). Es por tanto, visibilizar que el consenso esconde la
anulación de la diferencia y que existen formas no sólo aferradas al modelo de
masculinidad homogenizante y hegemonizante, sino que también persisten identidades y
expresiones subjetivas alternativas, disidentes, emergentes que cuestionan de alguna u otra
forma el orden establecido de esta identidad de género imperante.

El funcionamiento de la hegemonía aparece en esta perspectiva como auto-


alienación hermenéutica de las culturas subalternas: “el oprimido vio en el opresor su
testimonio de hombre” (Herlinghauss, 2000: 102). Es decir, introduce las lógicas
opresoras, tornándoles incluso valor y convirtiéndolas en necesidad. Esta perspectiva
posibilitará entrever la relación entre dominación y comprensión; evitando la
ontologización, considerando en el análisis los cruces políticos que se divisan entre
las prácticas sociales y los imaginarios colectivos.

La hermenéutica crítica nos aporta en la profundización de la crisis del paradigma


de la razón unívoca en la cual nos encontramos inmersos como humanidad globalizada. En
el modelo hermenéutico reconocemos que el problema estructural de un mundo guiado
exclusivamente por los criterios de la univocidad está poniendo en riesgo la vida de toda la
humanidad (Mendoza, 2003: 18).

Con la institucionalidad del capitalismo se acentuó la preponderancia de la


racionalidad-científica-positiva, esto hizo que la interpretación tuviera como criterio su
dependencia a formas metódicas de racionalidad y a la positividad de los datos. Todo
conocimiento que no respondiera a este énfasis metodológico, carecía de legitimidad
respecto a “la verdad” (Mendoza, 2003).

Con el fin de realizar lecturas de las dinámicas de la influencia de la


globalización, estableciendo nexos entre una hermenéutica descentrada
(descolonizada, des-universalizada, des-hegemonizada) y las comunicaciones, se
plantea una necesidad crítica de desentrañamientos, desmitificaciones históricas,
complejas y particulares no totalizantes (Herlinghauss, 2000).

142
El paradigma desarrollado permite también acceder a los discursos e interpretación
de las prácticas dominantes en el ejercicio subjetivo y cotidiano de cada individuo
entrevistado, la expresión de su pensamiento a través de la intencionalidad ideológica de su
lenguaje.

Para ello, a través del análisis del contenido de los discursos, el lenguaje y la
comunicación nos permiten descentrar y desfuncionalizar sus dominantes lógicas
instrumentales de acumulación y compatibilidad. La comunicación no pensada como
la extensión del lenguaje, ya que la primera se puede transmitir desde el silencio y
expresiones no verbales, mientras que el segundo, no es sólo el resultado de una
actividad voluntarista-racional, sino también una producción espontánea y sensible del
sujeto en la práctica arraigada de formas históricas. Éste contiene de manera inherente en
su estructura interna la visión propia del mundo que la ha generado (Mendoza, 2003: 10).

Desde este enfoque es posible ligar actitudes, miradas, expresiones kinésicas


de los sujetos y cómo ellos logran practicar desde su individualidad expresiones
subjetivas marginadas y/o masculinidades subordinadas que distan de la construcción
tradicional del ser hombre.

4.5.- UNIVERSO

El universo definido para esta investigación corresponde a hombres que participan


de instituciones públicas, privadas, ONG’s, organizaciones de hombres, grupos autónomos
de varones y colectivos auto-convocados que a través de su trabajo socioeducativo con
sujetos varones de la Región Metropolitana y de Valparaíso de Chile, aborden individual y
grupalmente el proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica.

4.6.- POBLACIÓN Y MUESTRA

En principio la muestra de la presente investigación estaba orientada a un grupo


autónomo de hombres de sectores populares pertenecientes a la comuna de Pedro Aguirre
Cerda, quienes se encontraban desarrollando un proceso íntimo a partir de la de exploración
de la construcción de su identidad masculina, sin embargo, los referidos no aceptaron
formar parte de la investigación, debido a aprehensiones respecto del desarrollo del
conocimiento científico desde la academia.

143
A partir de ello, se determina que la población del estudio sean sujetos hombres
adultos, entre 20 y 59 años, de la Región Metropolitana y Valparaíso, que participen en
instituciones públicas, privadas, ONG’s, organizaciones, colectivos y/o grupos autónomos
de hombres auto-convocados que a través de su trabajo socioeducativo con sujetos varones
aborden individual y grupalmente el proceso de deconstrucción de la masculinidad
hegemónica.

La diversidad en el tipo de instituciones permitirá identificar los variados elementos


presentes en cada uno de estos espacios; aspectos comunes, antagónicos y/o rupturas, de
manera que sea posible relacionarlos a los cuestionamientos que realice cada hombre desde
su subjetividad masculina.

Para esta investigación se utilizará el muestreo intencional, en el que los sujetos de


la investigación no son elegidos siguiendo las leyes del azar, sino de forma intencionada.
Dentro del muestreo intencional existe el muestreo opinático, el cual se refiere a la elección
del investigador de ciertos informantes estratégicos que aportarán la información
considerada relevante. Para esta investigación nuestros dos informantes iniciales fueron
Devanir Da Silva, antropólogo y Oscar Toro, psicológico comunitario y educador popular
de COSECH.

Los informantes señalados anteriormente identificaron sujetos varones que


cumplían con las características de esta investigación, para lo cual se utilizó el muestreo en
cadena o bola de nieve, el cual tiene como objetivo la comprensión de realidades
culturales y personales. La clave está en encontrar un caso perteneciente al grupo objeto
de investigación y éste lleva al siguiente y al próximo y así sucesivamente hasta alcanzar
el nivel de información suficiente para dar por terminada la investigación (Quintana, 2006).
Para definir la muestra de nuestra investigación hemos seleccionado los siguientes criterios:

1.- Sexo: Considerando el objetivo de esta investigación la totalidad de la muestra son


hombres.

2.- Orientación sexual: En ella se incluirán todas las orientaciones sexuales sobre las cual se
autodefinan los entrevistados sean estas heterosexuales, homosexuales, bisexuales,
transexuales, entre otras.

3.- Rango Etáreo: Será definida por Hombres adultos entre 20 a 59 años, puesto que en este
periodo del desarrollo vital han incorporado con mayor profundidad los mandatos
socioculturales. Las edades se subdividirán en los rangos etáreos: 20 a 29, 30 a 39, 40 a 49
y 50 a 59 años.

144
4.- Ubicación geográfica: En Regiones de Valparaíso y Metropolitana, porque es en los
territorios donde hemos visualizado que existen experiencias socioeducativas de trabajo con
hombres.

5.- Tipo de espacio socioeducativo: la principal característica para iniciar procesos de


deconstrucción es el trabajo socioeducativo con hombres. Debido a que son escasas las
experiencias que cumplan con estas características, hemos incluido las instituciones
públicas, privadas, Organizaciones No Gubernamentales, organizaciones de hombres,
grupos autónomos de varones y colectivos auto-convocados.

De esa manera, nuestra muestra estuvo compuesta por los siguientes actores
sociopolíticos*:

Nº Nombre Tipo de espacio Sexo Rango Orientación Ubicación


socioeducativo Etáreo sexual Geográfica
1 Daniel Colectivo Hombre 30-39 Heterosexual Región
autoconvocado años Metropolitana
2 Gabriel ONG privada Hombre 30-39 Heterosexual Región
sin fines de años Metropolitana
lucro
3 Osvaldo ONG privada Hombre 40-49 Heterosexual Región
sin fines de años Metropolitana
lucro
4 Miguel Colectivo Hombre 40-49 Heterosexual Región
autoconvocado años Metropolitana
5 Cristian Colectivo Hombre 40-49 Heterosexual Región de
autoconvocado años Valparaíso
6 Ricardo Institución Hombre 40-49 Heterosexual Región
privada años Metropolitana
7 Arnaldo Colectivo Hombre 30-39 Heterosexual Región
autoconvocado años Metropolitana
e institución
pública

* Los nombres enunciados son ficticios con el fin de resguardar confidencialidad y


anonimato de los sujetos entrevistados.

145
4.7.- TÉCNICAS DE RECOLECCIÓN DE INFORMACIÓN

Tres técnicas sobre recogida de datos destacan sobre todas las demás en los estudios
cualitativos: la Observación, la Entrevista semi-estructurada abierta, Focus-group y la
Lectura de textos.

Las técnicas utilizadas en esta investigación serán: observación de las experiencias,


discursos y actitudes; lecturas bibliográficas de investigaciones: libros, artículos,
publicaciones y sistematizaciones, así como páginas web de colectivos, organizaciones e
instituciones que aborden la problemática planteada y entrevistas semi-estructuradas
abiertas con los sujetos participantes de experiencias de acción socio-educativa.

El principio guía del procedimiento en la recogida de datos cualitativos es el de la


inspección de primera mano que obliga al/la investigador/a a buscar la mayor proximidad a
la situación (Ruiz, 1996). Tal como lo señala Benney y Hughes (1970), la entrevista es “la
herramienta de excavar” (Ottenberger, 2002: 101) queriendo hacer alusión a la intención de
profundizar, de ser capaces de acceder a un nivel de conocimiento sobre la vida social, que
va más allá de lo evidente.

“La entrevista de investigación pretende, a través de la recogida de un conjunto de


saberes privados, la construcción del sentido social de la conducta individual o del grupo de
referencia de ese individuo, no son meras conversaciones cotidianas, aunque se aproximan
a ellas. Se trata de conversaciones profesionales con un propósito y un diseño orientados a
la investigación social, que exige del/la entrevistador/a gran preparación, habilidad
conversacional y capacidad analítica” (Blasco, Otero, 2008).

Por entrevistas cualitativas semi-estructuradas y abiertas entenderemos “reiterados


encuentros cara a cara entre el investigador y los informantes, encuentros dirigidos hacia la
comprensión de las perspectivas que tienen los informantes respecto de sus vidas,
experiencias o situaciones, tal como las expresan con sus propias palabras” (Ottenberger,
2002: 99).

En la entrevista semi-estructurada las preguntas están definidas previamente, -en un


guión de entrevistas-, pero la secuencia, así como su formulación pueden variar en función
de cada sujeto entrevistado. Es decir, el/la investigador/a realiza una serie de preguntas que
definen el área a investigar, pero tiene libertad para profundizar en alguna idea que pueda
ser relevante, realizando nuevas preguntas (Blasco, Otero, 2008).

Estas preguntas son realizadas a través de una conversación dinámica, la que tiene
como objetivo conducir a la persona estudiada a campos significativos de su experiencia

146
personal, capaces de implicarla en sentidos subjetivos asociados a los diferentes espacios y
experiencias que delimitan su subjetividad individual (González, 2007).

4.8.- FUENTES DE RECOLECCIÓN DE DATOS

Para otorgar niveles de validez a nuestra investigación y mayor confiabilidad al


conocimiento generado hemos recopilado a través de un proceso sistemático y riguroso una
importante cantidad de fuentes secundarias, las cuales a pesar de no ser la fuente original de
las situaciones a estudiar nos han proporcionado un importante marco de referencia
(González, 2007); las cuales “están representadas por fuentes documentales o históricas que
representan el registro de los acontecimientos transmitidos a las sociedades actuales y
futuras, por medio de la expresión escrita o de objetos representativos de la cultura, de la
vida social y de la historia de los pueblos” (Pastén, 2008: 150). La investigación ha sido
compuesta por discusiones teóricas a partir de la lectura de libros, revistas, artículos,
páginas web, tesis de pre y pos grado, estadísticas internacionales y nacionales, etc.

Por otro lado, hemos incorporado las fuentes primarias, conocidas como las
“fuentes de campo” y están constituidas por la información obtenida mediante la
observación directa de los hechos y por los contenidos aportados desde la entrevista
(Pastén, 2008). Éstas se realizan de manera directa a las personas involucradas en el tema a
investigar (González, 2007), que para esta investigación comprenden los contenidos en los
discursos originados por los actores sociopolíticos especificados en la población objeto.

4.9.- PLAN DE ANÁLISIS

El análisis de los datos extraídos de la fuente primaria se realizará una vez aplicadas
las entrevistas semi-estructuradas abiertas consideradas como fuente primordial para este
estudio, sobre lo cual el número de entrevistas se definirá en el proceso de la investigación,
de acuerdo a las técnicas de la muestra, bola de nieve y opinático.

Este análisis en los estudios cualitativos consiste, por tanto, en desentrañar las
estructuras de significación y en determinar su campo social y su alcance (Ruiz, 1996),
acentuando en la interpretación del flujo del discurso social.

“La técnica primordial para interpretar la información recabada, con el fin de


estudiar y analizar la comunicación es el análisis del contenido” (Krippendorf citado por
Hernández y cols. en Álvarez-Gayou, 2010: 163), el cual se utiliza inicialmente en la
investigación cuantitativa en paradigmas positivistas. Sin embargo, también se ha utilizado

147
en la investigación cualitativa a través de la interpretación, indagándose en los actores, su
personalidad, mensajes, preocupaciones y otros aspectos subjetivos.

La interpretación de los contenidos nos permitirá adentrarnos en los sentidos de los


discursos y en las relaciones estructurales que de éstos emanen, lo cual nos permitirá
indagar en el universo ideológico de los sujetos (Montañes en Herrera y Guerreo, 2010).

El sentido subjetivo en el discurso no aparece en forma directa en la expresión


intencional de los sujetos, sino que aflora indirectamente en la calidad de la información, en
el lugar de una palabra en la narrativa, en los estados anímicos manifestados, en la
comparación de significaciones y en el nivel de elaboración de los diferentes temas tratados
(González, 2007). Por esta razón y para otorgar una mayor rigurosidad y coherencia, es
que el mensaje contenido en los datos primarios deben ser analizados a través de la
codificación de los discursos verbales y no verbales, agrupándose éstos a su vez, en
categorías de análisis (Álvarez-Gayou, 2010) pertinentes a la pregunta de investigación,
objetivo general y objetivos específicos planteados.

Algunos pasos metodológicos para otorgar mayor coherencia al análisis de


contenido, serían los siguientes (Kimberly Neuendorf en Álvarez-Gayou, 2010).

1. Determinar qué contenidos se estudiará y por qué es importante. Se


relaciona con objetivos definidos y preguntas de investigación.
2. Tener claridad de los elementos específicos a buscar
3. Definir cómo decidiremos nuestro campo de observación de contenido (guía
de análisis)
4. Definir forma de recabar la información
5. Unificar criterios para la observación y la codificación

Para concretar el análisis de contenido es necesario avanzar a través de un proceso


práctico que permita dar cuenta de la información a desentrañar. Estos pasos son señalados
a continuación (Herrera, T. y Guerrero, A., 2011: 27):

1. Transcripción de las Entrevistas.


2. Primera lectura: a partir de ésta se busca pesquisar un sentido general que
cruce los textos. El analista debe escribir las ideas, sugestiones, intuiciones y
preguntas que le han quedado circulando. En esta etapa, también se deben resaltar
aquellas citas que se consideren relevantes para el tema de estudio.
3. Construcción de tópicos: Las citas seleccionadas se agrupan en pequeños
conglomerados, otorgándole un tema común.
4. Generar una descripción que sintetice los diversos contenidos aunados en el

148
tópico.
5. Construcción de categorías emergentes: En esta etapa se debe asociar los
tópicos en conglomerados mayores y de mayor nivel de abstracción y de
comprensión, otorgándole así una categoría común.
6. Integración Final: En este período, la tarea es superar el nivel descriptivo y
la síntesis de las ideas presentes, esbozando las primeras líneas interpretativas y
más conclusivas del análisis.
7. Análisis y resultados: Aquí, se recomienda partir con una presentación del
esquema matriz de categorías y tópicos, luego se exponen los resultados del
análisis.

4.10.- VALIDEZ Y FIABILIDAD DE LA INVESTIGACIÓN

“La herencia del positivismo decimonónico -emergido desde las ciencias duras- al
interior de las ciencias sociales, ha estado presente tanto en su epistemología como en sus
metodologías y técnicas, que sustentan la investigación cuantitativa. Ésta se basa en tres
conceptos fundamentales: la validez, la confiabilidad y la muestra” (Álvarez-Gayou, 2010:
31), las que devienen de análisis estadísticos, porcentuales y medibles coherentes a las
técnicas de recolección de datos.

Producto del cuestionamiento realizado por los paradigmas empiristas, tales como:
positivismo, neopositivismo, funcionalismo y estructuralismo a las perspectivas cualitativas
de investigación social -principalmente a las técnicas utilizadas en la recogida de
información y al procedimiento de análisis de ésta-, se han utilizado la Validez y la
Fiabilidad para otorgarle importancia y legitimidad al conocimiento generado desde la
subjetividad, esto con el fin de resguardar parámetros cientificistas, objetividad y supuesta
“neutralidad”, que no es más que intencionalidad ideológica.

El advenimiento del paradigma cualitativo se constituyó en una revolución en el


campo de la investigación científica, pero su perspicacia no ha desplazado o eliminado al
paradigma cuantitativo (Álvarez-Gayou, 2010). Estos tipos de estudios cualitativos, si bien
no utilizan las mismas técnicas de recogida de datos, requieren de establecimiento de
niveles de confiabilidad del estudio, que para la presente investigación se realizará
mediante la triangulación. Esto implica utilizar diversos métodos o datos para verificar los
resultados, o bien contar con la opinión de uno/a o más investigadoras/es en la
interpretación de tales resultados (Álvarez-Gayou, 2010).

Para Álvarez-Gayou estas técnicas persiguen cumplir con los requerimientos de los
paradigmas positivistas, lo cual no lo considera indispensable. Para ello, propone basarse en

149
la autenticidad más que en la validez. Esto significa que las personas logren realmente
expresar su sentir (2010).

Sin embargo, en respuesta a la exigencia del rigor científico en cuanto a alcanzar


mayor validez, utilizaremos las equivalencias que extrae J. M. Van Der Maren del
paralelismo entre los requerimientos de la investigación cuantitativa y las prácticas de la
investigación cualitativa (Guba, A. en Herrera, T. y Guerrero. A, 2011), es decir, a la
validez interna y a la externa corresponden, respectivamente, la credibilidad y la
transferibilidad.

La Credibilidad corresponde a los siguientes elementos:

 La correspondencia entre el lenguaje y los valores del investigador.


 Triangulación de las fuentes y los métodos
 Correspondencia entre lenguaje y valores de los sujetos
 Confrontación entre la interpretación del Investigador y el material referencial de
base.

En cuanto a la Transferibilidad, los elementos más importantes son:

 La pertinencia teórica
 El muestreo se detiene con la saturación teórica

Para efectos de esta investigación utilizaremos la saturación teórica como elemento


de validez, lo cual se presenta cuando ya no se obtienen datos lo suficientemente nuevos de
las entrevistas. Dada las características de los varones de la investigación, ésta se saturó por
espacio socioeducativo de participación, los cuales se comenzaron a repetir entre los
entrevistados. Cuando esto sucede se dice que la muestra es representativa (Pourtois y
Desmet en Herrera y Guerrero. A, 2011) pese a que la presente investigación no persigue
tales características muestrales.

Para que esta investigación sea fiable, es decir, que las respuestas proporcionadas
por los entrevistados sean independientes a las circunstancias accidentales de la
investigación (Serrano, 2004), se ha utilizado el tipo de Fiabilidad Sincrónica, la cual
refiere a semejanzas en las observaciones dentro del mismo periodo de tiempo. Raramente
implica observaciones idénticas, sino el hecho de que sean consistentes respecto a rasgos
relevantes (Pérez, 2004). De esta manera para esta investigación las entrevistas serán
aplicadas entre los meses Agosto y Septiembre del año 2011 a los actores sociopolíticos ya
especificados.

150
4.11.- TRIANGULACIÓN

La triangulación de los datos se ha considerado como la utilización de múltiples


métodos en el estudio del mismo objeto, a través de materiales empíricos, perspectivas y
observadores/as para agregar rigor, amplitud y profundidad a cualquier investigación
(Denzin, Lincoln, 1998). Para dar cumplimiento a este objetivo es que se han considerado
los siguientes métodos:

1) Fuentes bibliográficas: Corresponden a las fuentes secundarias consultadas a partir


del tema de investigación, las cuales se fueron acotando con el avance de este proceso
investigativo, para ir dando cuenta de las categorías que reflejaran los antecedentes a
recopilar, pertinentes a los objetivos planteados. La información recogida se configura en
fuente bibliográfica, la que ha sido registrada en el marco teórico y de referencia, donde es
posible encontrar el contenido teórico, para su posterior análisis y relación con el aportado
por las primeras fuentes.

2) Discursos de los sujetos entrevistados: Estos se consideran medular en el análisis y


resultados, los que en este caso corresponden a los discursos de los actores sociopolíticos
entrevistados, los cuales serán contrastados a las fuentes bibliográficas y a los aportes
realizados por un investigador externo participante.

3) Investigador externo: Los resultados del análisis realizado serán revisados por el
docente guía de esta tesis Sr. Alexis Valenzuela Mayorga, Trabajador Social, Magíster en
Salud Pública, a quien se le presentarán las entrevistas por escrito, a partir de lo cual éste
podrá realizar sus observaciones en base a una mayor imparcialidad en sus juicios.

4.12.- CATEGORÍAS DE ANÁLISIS

Una vez aplicado el instrumento de medición y transcritas las entrevistas semi-


estructuradas abiertas, se realizará el análisis de contenido de los datos recogidos,
coherente al problema de investigación y objetivos tanto generales como específicos; a
partir de la pre-definición de categorías tales como: deconstrucción de masculinidad
hegemónica, hitos significativos en las vidas de los hombres, facilitadores y
obstaculizadores del proceso de deconstrucción, cuestionamientos de los privilegios
masculinos, nueva identidad masculina subjetiva, entre otras que puedan emanar durante el
desarrollo de las entrevistas, las cuales permitirán desglosar y profundizar en aspectos para
el análisis, interpretación y conclusiones de la investigación.

151
A continuación se presenta un esquema guía para evitar la dispersión en la recogida de
la información, a través de la construcción de categorías, dimensiones y sub-dimensiones o
focos de interés.

Categorías Sub-categorías Dimensiones


(focos de interés)
1.- Motivación a los 1.1.Auto 1.1.1. Percepción de la deconstrucción
cuestionamientos cuestionamientos de la masculinidad
1.1.2. Sentir frente a la masculinidad
1.1.3.Cuestionamiento a los mandatos
socioculturales
1.1.2. 1.2. Historia de vida 1.2.1. Historia familiar
1.2.2. Violencia vivida
1.2.3. Trabajo con violencia de género

2. Motivación a los 2.1.Ámbito emocional- 2.1.1. Emocionalidad


cambios afectivo

2.2. Poder 2.2.1. Resistencia a la dominación

3.Facilitadores de 3.1. Ámbito 3.1.1. Parejas feministas


deconstrucción personal- relacional 3.1.2. Trabajo con hombres

3.2. Ámbito profesional 3.2.1. Espacios laborales


3.2.2. Conocimiento académico
4. Obstaculizadores de 4.1. Ámbito 4.1.1. Demanda de las mujeres a lo
deconstrucción personal- relacional masculino
4.1.2. Cuestionamiento del entorno
4.1.3 Prejuicios heterosexuales

5. Privilegios 5.1. Práctica del poder


5.1.1. 5.1.1. Utilización del poder
masculinos 5.1.2. 5.1.2. Desvinculación de lo privado-
doméstico
5.1.3. Incomodidad frente a las
ventajas

6. Expresiones 6.1. Cambios en las 6.1.1. Conexión corporal


subjetivas disidentes a prácticas cotidianas 6.1.2. Vinculación al espacio privado-
la masculinidad doméstico
tradicional 6.1.3. Paternidad

152
6.1.4. Relación de Pareja
6.1.5. Contradicciones en los cambios
7. Nuevas 7.1. Participación 7.1.1. Espacios socioeducativos
Masculinidades y política-social activa 7.1.2. Metodología del trabajo
movimiento social. socioeducativo
7.2. Tensiones en la 7.2.1. Visibilidad pública
práctica sociopolítica 7.2.2. Dificultades para reunirse
7.2.3. Exceso de teorización
7.2.4. Instrumentalización del Género
7.2.5. Intencionalidad política
7.2.6. Masculinidades y política
pública
7.3. - 7.3.1. Movimiento social incipiente
Postura frente al
movimiento de 7.3.2. Cuestionamiento a las Nuevas
masculinidades Masculinidades

153
5. ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE
LOS RESULTADOS

154
 Análisis e interpretación de resultados a partir de Datos primarios de la
Entrevista Semi-estructurada

Como hemos podido visualizar a través de las temáticas abordadas en los capítulos
anteriores, la deconstrucción de la masculinidad hegemónica es un proceso complejo que
tiene aspectos íntimos, personales, individuales, colectivos y relacionales que están
impregnados de tensiones, obstaculizadores y facilitadores, que a su vez permiten
cuestionar y generar cambios en diversos aspectos de los mundos subjetivos de cada varón.

El trabajo de campo de la presente investigación se desarrolló durante los meses de


agosto y septiembre del año 2011, el cual constó de siete entrevistas semi-estructuradas a
varones de distintos colectivos, grupos autónomos e instituciones privadas y ONG’s que
trabajan con otros hombres en temáticas de género.

A través del contenido narrativo de los discursos interpretados a partir de la


aplicación de entrevistas semi-estructuradas, fue posible aproximarse a las subjetividades
de los varones, a sus emociones, a los sentidos, a sus malestares, incomodidades y
posicionamientos como actores sociopolíticos que participan de procesos socioeducativos
de deconstrucción de la masculinidad hegemónica y cómo ellos se vinculan con el
incipiente movimiento social de masculinidades.

De manera general, los sujetos entrevistados presentaron disposición a responder las


preguntas, mostrando una actitud receptiva y acogedora, lo que permitió profundizar
aspectos emocionales desde sus vivencias. Narraban en primera persona, tendiendo a
profundizar en procesos subjetivos, individuales y colectivos, historias de vida, hitos
significativos, cuestionamientos y reflexiones propias.

Cuatro de los siete sujetos entrevistados mostraron apertura corporal, disposición al


diálogo, facilidad para profundizar en vivencias y aspectos emocionales de sus vidas,
permitiéndose expresar la tristeza, la nostalgia, la alegría, los dolores y frustraciones,
llegando incluso al llanto. Dos de ellos presentaron algunas dificultades para profundizar en
tales aspectos, sin embargo, en el transcurso de la entrevista, les fue posible conectarse con
su sentir. Uno de los entrevistados mostró resistencia para hablar en primera persona y
grandes dificultades para comunicarse desde su subjetividad, puesto que tendió a la
teorización y explicación de procesos y fenómenos externos que se vinculan a otros
hombres más que a él mismo.

Con el fin resguardar la confidencialidad y el anonimato previamente acordado con


los sujetos entrevistados, se han reemplazados sus nombres originales por otros definidos
por las investigadoras. El mismo resguardo se ha utilizado para denominar los espacios

155
socioeducativos en los cuales participan por lo cual se enunciará solamente si éste es un
Grupo autónomo, Colectivo, Institución privada u ONG o Institución pública; información
que se presenta a continuación:

Cuadro 1: Nombres ficticios y espacio socioeducativo más significativo


Sujeto Entrevistado Espacio socioeducativo más significativo
Gabriel Organización No Gubernamental (ONG)
Arnaldo Colectivo de hombres
Osvaldo Grupo autónomo de hombres
Ricardo Institución privada
Cristian Colectivo de hombres
Daniel Colectivo de hombres
Miguel Colectivo de hombres
Fuente: Ávalos M., Cuadra M., 2011
Datos primarios obtenidos a través de entrevistas semi-estructuradas

 Por Grupo autónomo comprenderemos a un espacio grupal auto-convocado que se reúne


periódica o esporádicamente, el cual si bien no se ha planteado objetivos preestablecidos
para su funcionamiento ni tener visibilidad pública, persigue establecer relaciones de
confianza, afinidad e intimidad, así como ser un espacio de acogida, contención y
afectividad entre hombres que se sienten incómodos frente al modelo de masculinidad
hegemónica.

 Un Colectivo es un espacio también auto-convocado y horizontal entre hombres, que no


tiene ningún tipo de dependencia ni filiación institucional (Kolectivo Poroto, 2011).
Quienes se cuestionan la masculinidad hegemónica, tienen como fines perseguir otros
vínculos, a partir de una perspectiva de género crítica, así como posicionarse políticamente.
Para ello, dirigen sus acciones a un encuentro individual de reflexiones, vivencias y
exploración, así como también buscan visibilizarse públicamente, realizar actividades de
sensibilización que se relacionen con las temáticas de género, con las luchas feministas y
con los movimientos de la diversidad sexual. Se plantean buscar relaciones más justas e
igualitarias con mujeres y con otros hombres (Colectivo Manos, 2011).

Dentro de sus actividades, realizan talleres de género y masculinidades con niñas/os


y adolescentes, se reúnen con otros Colectivos y Grupos de hombres y participan de Foros
relacionados con la Violencia de género, violencia intrafamiliar y violencia en niñas/os
(Colectivo de Hombres y Masculinidades de Valparaíso, 2011).

156
Como características comunes de los varones entrevistados es posible señalar que
éstos son profesionales del área de las ciencias sociales, tales como trabajadores sociales,
psicólogos, antropólogos y filósofos; sus orientaciones sexuales actuales son del tipo
heterosexual; son padres, al menos de un hijo o hija y sus edades fluctúan entre 33 y 48
años, residen en distintas comunas de la Región Metropolitana y uno de ellos en la Región
de Valparaíso; lo que se detalla en los cuadros expuestos a continuación:

El ciclo vital de los hombres entrevistados para este estudio, a traviesan por la etapa
adulta temprana, la que comienza alrededor de los 20 años y dura hasta los 45 años
aproximadamente, edades que fluctúan entre tales varones. En este ciclo la mayoría de las
personas logran estabilizar su oficio u/o profesión y su matrimonio con hijos/as, lo que
constituye parte fundamental de su identidad (Feldman, 2005). En este mismo sentido se
sostiene que tanto el amor como el trabajo son los ejes de ésta edad (Gray, 2008).

Así mismo es posible que muchos hombres vivencien la llamada crisis de la


mediana edad donde se presenta un cuestionamiento al pasado a partir de la evaluación de
los logros alcanzados (Feldman, 2005). Esto lo podemos relacionar con la crisis de la
masculinidad hegemónica, donde los hombres se cuestionan el ejercicio de la identidad
tradicional en sus vidas, a partir de una revisión de sus propias historias.

Cuadro 2: Rango Etario


Sujeto entrevistado Rango Etario entre Rango Etario entre
30 y 39 años 40 y 49 años
Gabriel X
Arnaldo X
Osvaldo X
Ricardo X
Cristian X
Daniel X
Miguel X
Fuente: Ávalos M., Cuadra M., 2011
Datos primarios obtenidos a través de entrevistas semi-estructuradas

157
El estado civil de los hombres entrevistados es en su mayoría casado. Cinco de los
siete entrevistados se encuentran viviendo con parejas mujeres con un vínculo matrimonial.
Uno de ellos es soltero y otro se encuentra separado.

Cuadro 3: Estado civil


Sujeto Soltero Casado Separado
Entrevistado
Gabriel X
Arnaldo X
Osvaldo X
Ricardo X
Cristian X
Daniel X
Miguel X
Fuente: Ávalos M., Cuadra M., 2011
Datos primarios obtenidos a través de entrevistas semi-estructuradas

A su vez los/as hijos/as de los entrevistados son de filiación matrimonial a


excepción de uno de ellos.

Cuadro 4: ¿Tiene o no Hijas/os?


Sujeto Entrevistado Tiene hijas/os
Gabriel Sí
Arnaldo Sí
Osvaldo Sí
Ricardo Sí
Cristian Sí
Daniel Sí
Miguel Sí
Fuente: Ávalos M., Cuadra M., 2011
Datos primarios obtenidos a través de entrevistas semi-estructuradas

158
Los siete entrevistados manifestaron sentirse identificados en la actualidad con una
orientación heterosexual, lo cual es coherente con la construcción del modelo hegemónico
de masculinidad.

Cuadro 5: Orientación Sexual Actual


Sujeto Entrevistado Heterosexual
Gabriel X
Arnaldo X
Osvaldo X
Ricardo X
Cristian X
Daniel X
Miguel X
Fuente: Ávalos M., Cuadra M., 2011
Datos primarios obtenidos a través de entrevistas semi-estructuradas

Los siete sujetos entrevistados han cursado estudios de pre-grado, mientras cuatro
de ellos poseen posgrado de Magíster. Dos de los entrevistados han realizado Diplomado y
uno de ellos un Curso especializado de formación. Aquello indica que son profesionales y
por tanto tienen acceso al conocimiento académico-teórico y metodológico.

Cuadro 6: Formación profesional


Sujeto Pregado Curso Diplomado Pos-grado
Entrevistado (Magíster)

Gabriel X
Arnaldo X X X
Osvaldo X
Ricardo X X X
Cristian X X
Daniel X X
Miguel X X
Fuente: Ávalos M., Cuadra M., 2011
Datos primarios obtenidos a través de entrevistas semi-estructuradas

Tres de los varones entrevistados pertenecen a Colectivos, dos de ellos a


instituciones privadas y ONG, uno de ellos a un Grupo autónomo y a una ONG, un último
que manifestó haber pertenecer a un Colectivo, a una Red y a una Institución pública.

159
El espacio socioeducativo más reiterativo es el Colectivo, lo cual devela que es una
forma de organización legitimada por los hombres que cuestionan la masculinidad
hegemónica, debido posiblemente a la estructura de funcionamiento de carácter horizontal,
que se escapa a la lógica de la homosociabilidad e institucionalidad de otros espacios, tales
como: equipos de fútbol, partidos políticos, entre otros, basados en la jerarquización,
rigidez, militarización, competencia, entre otras características.

Cuadro 7: Espacio socioeducativo a los cuales pertenecen


Sujeto Grupo Colectivo Red Institución Institución
Entrevistado Autónomo Pública Privada u
ONG
Gabriel X
Arnaldo X X X
Osvaldo X X
Ricardo X
Cristian X
Daniel X
Miguel X
Fuente: Ávalos M., Cuadra M., 2011
Datos primarios obtenidos a través de entrevistas semi-estructuradas

A continuación desarrollaremos y profundizaremos categorías diseñadas en base a


los objetivos específicos de investigación, para dar paso a sub-categorías que se
desarticulan en focos de interés, los cuales permitieron desagregar la información recogida,
analizar e interpretar las intenciones y expresiones del contenido narrativo de los discursos
de cada sujeto del estudio.

160
 Análisis e interpretación de resultados a partir de Objetivos Específicos

Objetivo específico 1: Conocer motivaciones de los actores para iniciar procesos de


cuestionamientos a la masculinidad hegemónica.

5.1. Categoría: Motivación al cuestionamiento

Se relaciona con personas y experiencias significativas que incidieron en la


motivación de los actores para generar cuestionamientos al modelo de masculinidad
hegemónica, los cuales se concretan en un auto-cuestionamiento tanto a nivel discursivo
como práctico.

5.1.1. Subcategoría: Auto cuestionamiento

Una dimensión específica del cuestionamiento se inicia desde una mirada


autocrítica hacia las prácticas individuales de cada varón que responden al modelo de
masculinidad hegemónica. A su vez, estos auto-cuestionamientos se han originado para
estos varones a partir del sentir frente al modelo de masculinidad hegemónica, a la
resistencia a los mandatos socioculturales asignados al ser hombre, a cómo viven la
sexualidad y a la percepción que los sujetos tienen del proceso de deconstrucción de dicha
identidad dominante.

5.1.1.1. Foco de interés: Percepción de la deconstrucción

Para comprender el viaje de auto-cuestionamientos de los varones, se enfatizó en la


percepción que los sujetos tienen sobre el proceso de deconstrucción, el cual se visualiza a
partir de una mirada individual de cuestionamiento, de toma de conciencia, de auto-
observación, de análisis.

En el fondo la deconstrucción implica una mirada crítica de sus historias de vida


enmarcadas en la socialización del modelo de masculinidad hegemónica, lo que requiere un
proceso largo y lento de revisión permanente de actitudes, roles, comportamientos, formas
de proceder surgidas de los malestares e incomodidades que sienten estos hombres.

“…Cuando uno habla en la de-construcción uno empieza a mirarse y a cuestionarse (…),


en lo personal…” (Ricardo, Institución Privada, 40 años)

“…O sea yo creo que es un proceso lento como de toma de conciencia que yo creo que
parte con ciertos malestares…” (Miguel, Colectivo de Hombres, 44 años)

161
“…Se evidencia en la capacidad de autocrítica. A cada rato te andas observando. Cómo lo
hago, cómo lo estoy haciendo, cómo lo estoy diciendo (…) te vas analizando, te vas a cada
minuto agrediendo tú mismo si tú quieres también…” (Gabriel, ONG, 33 años)

“…Largo, ha sido largo, un proceso largo de cuestionamiento, desde chico igual con mi
mamá, ayudando a cocinar y de repente vay tratando de tomar conciencia de la flojera, de
no haberme involucrado en tareas domésticas…”(Cristian, Colectivo de Hombres, 41
años)

5.1.1.2. Foco de interés: Sentir frente al modelo Masculinidad


Hegemónica

El sentir frente a la masculinidad se asocia al malestar e incomodidad a partir de


exigencias del ser hombre, ya que los varones entrevistados muestran una necesidad de no
querer amoldarse al modelo de masculinidad dominante, puesto que manifiestan que no
encajan, que no es su forma de proceder, que es raro, que no representa su sentir ni su
manera de relacionarse; mostrando una actitud rebelde y disidente frente a la figura del
padre, el cual tiende a reforzar los mandatos masculinos asociados a la autoridad y a la
insensibilidad o fortaleza en términos de no permitir la expresión emocional.

“…Hay un par de episodios en que mi papá dijo oye, tú tení que ser el jefe de familia, a
partir de que, yo cuestionaba ciertos temas, estoy hablando adolescente, 18 años, ya no tan
adolescente, entonces yo cuestionaba ciertos temas, y me dijo tú tienes que ser el jefe y (…)
y me pasa que no me funcionaba en mi relación de pareja, no me funcionaba no en el
sentido de que yo trataba de ser el jefe, y que otro me boicoteaba o dinamitaba la, la…no
sé, no era mi forma, no era mi estilo, mi estilo es mucho más conversacional y me
cuestioné y al revés, yo creo que el género me alivió lo que venía cuestionando…”
(Ricardo, Institución privada, 40 años)

“…Y fue como ir dándome cuenta de a poco de eso y sintiendo que no quería, es que me
sentía como raro, que no quería hacer lo que me decían con este modelo de papá que
tampoco me hacía mucho sentido…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años).

“…No puedes ser blandengue” esto me lo dijo mi papi, cuando tenía como 14 años, “yo no
sé cómo no ganas más plata con lo que sabes” me lo dice Sofía, mi señora, “los hombres
no son para la cocina” mi mamá, “lo único que tienes que hacer para ser feliz es hacerle
mucho el amor a tu mujer” un amigo (...) y esos son los malestares, son los malestares, yo
lo tengo ahí porque lo tenía pegado en la pared y en el fondo son como para tenerlos
siempre, siempre presente porque en el fondo ese soy tú, (…) el que te vay leyendo y no el

162
otro, porque en el fondo (…) hay procesiones… procesiones y hay complejidades que uno
no las ve o que no se dicen o uno se las guarda, es que uno no las dice (…) hay algo que
no encaja en la forma de ser varón…” (Miguel, Colectivo de hombres, 44 años)

“…Lo otro, en ser femenino, yo soy bastante femenino, soy bastante suave, soy bastante
delicado, soy bastante sensible, como toda esta cosa femenina, no de la mujer pero que es
femenina, yo creo que…muchas veces la he tenido que aparentar u ocultar o tener de
alguna forma…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

5.1.1.3. Foco de interés: Cuestionamiento a los Mandatos Socioculturales

Los mandatos socioculturales asociados a la masculinidad se ven reflejados en el


contenido del discurso narrado por los sujetos entrevistados, los cuales se vinculan al
cuestionamiento de la competencia y el poder del saber, al ser importante y a la práctica de
la violencia.

Dentro de esta dimensión existen diferentes posicionamientos y sentires frente a


dichos mandatos, ya que hay quienes se cuestionan a pesar de recibir retribuciones, así
como otros se muestran reticentes, resistiendo a la reproducción del mismo.

“…Me genera harto drama porque no sé cómo hacerlo durante harto tiempo, años, no hice
nada, digamos en términos de sentir que el competir o pelear eso era, igual pelear una
cuota de poder en algo que no quería, entonces igual trataba de ignorar, pero la forma en
que lo he hecho no me he referido a nadie en concreto, sino que atacando ciertas
conductas, ciertas prácticas, entonces siento que en eso no, no genera nada…-a mi está
diciendo a mi- …Entonces no sé cómo hacerlo, porque es como entrar en una disputa
personal y siento que es como reproductor la historia, los hombres hacemos eso, estamos
siempre compitiendo, quien la tiene más grande, es como, no quiero hacer eso, y no sé
como cuestionar desde otro ámbito y ha sido como complicado…” (Osvaldo, Grupo
autónomo de hombres, 48 años)

El cuestionamiento al mandato sociocultural está presente a pesar de que en el


discurso se manifiesta un dilema no resuelto respecto a la dificultad que presenta el sujeto
entrevistado para plantear una crítica a la dinámica del trabajo colectivo y que ésta no sea
interpretada con un afán de competitividad, para no replicar la lógica del modelo
masculino.

“…A mí lo que me atrae de lo a-moderno, no es lo occidental, son las


culturas…precolombinas, una onda así, (…) y no digo que no sea patriarcal y qué sé yo,

163
pero hay aspectos que a mí me atraen, como que no tienen la identidad el trabajo, que hací
las weas cuando las necesitai, cuando necesitai comer…” (Osvaldo, Grupo autónomo de
hombres, 48 años)

En el fragmento anterior es posible evidenciar un cuestionamiento al mandato del


trabajo asalariado, propio del modelo de producción capitalista, al ejemplificar otro tipo de
trabajo a través de culturas precolombinas no occidentales. A su vez se valora que el
tiempo entregado a la realización de tareas tales como comer, sea producto de la necesidad
de subsistencia más que del deber de someterse a largas jornadas laborales que el trabajo
asalariado requiere.

“ …Tiene que ver con cosas que a mí me gustan, a mi me gusta el reconocimiento, ser
reconocido (…) N de personas me llaman, hoy dos o tres veces me han llamado y me
llaman de otros proyectos para tomar decisiones, eso me gusta, me encanta y eso puede ser
para sentirme importante, eso puede ser para sentirme importante, ser varón, ser
importante, eso me cuesta harto tengo un resto de narciso por ahí, trato de domesticarlo o
demostrarlo que está domesticado…” (Ricardo, Institución privada, 40 años)

A partir del discurso narrado es posible visibilizar que dar cumplimiento al mandato
sociocultural del saber le reporta reconocimiento que le otorga cierto placer, sin embargo
intenta controlarlo, lo que devela un cuestionamiento asociado a la característica masculina
de “ser importante”.

“…Pero creo que el trabajo es conocer las cosas desde adentro, no desde afuera y que
desde afuera son los otros y el problema X (…) ¿cómo he sido abusador, cuándo he sido
violento?, eso, eso me interesa, cuando soy malo también por eso en el fondo cuando yo me
hago esta pregunta ¿estaré con mi pareja siendo muy machista? (…) mi camino es mirar y
descubrir más cosas, respecto a eso y lograr un estado con honestidad conmigo mismo…”
(Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

En este último fragmento se realiza un auto-cuestionamiento al eje de la violencia


vinculado al ejercicio del machismo producto de la masculinidad hegemónica. El sujeto
entrevistado plantea generar un nivel de sinceridad con él mismo y de esta forma reconocer
cuándo está reproduciendo alguna práctica dominante y abusiva en la relación de pareja.

5.1.2. Subcategoría: Historia de Vida

La historia se vida se comprende como el trayecto del ciclo vital producido a través
de la socialización, la cual es posible enmarcar en sucesos, procesos, eventos o hitos

164
significativos de la primera infancia, la juventud, la adultez temprana, adultez media,
adultez tardía y la vejez.

5.1.2.1. Foco de interés: Historia Familiar

La experiencia vivida en el grupo familiar es un elemento común relevante para


iniciar los cuestionamientos, ya sea con vínculos ascendientes, la madre, particularmente o
con los descendientes, las/os hijas/os que la componen. El reconocimiento de la historia
familiar incide en la motivación para cuestionarse prácticas aprendidas, ya sea para
reforzarlas o para no reproducirlas y por ende, transformarlas, es decir, ambos elementos
aportan como motivación a los procesos de deconstrucción de la masculinidad hegemónica.

“…Yo vengo de una tradición familiar de que mi mamá veía en la mesa, somos diez
hermanos, yo soy el mayor, entonces mi mamá veía a los hombres pa’ lavar los platos, la
tradición de que no nos cuesta nada lo doméstico y yo como mayor tengo todo este tema
del cuidado de los menores, puesto en mi formación por ser hermano mayor, por ser una
mamá que nos demandaba…” (Ricardo, Institución privada, 40 años)

“…Entonces el nacimiento de las hijas, pa’ mí fue un camino de mirar y a partir de eso
releer todas mis vivencias…” (Ricardo, Institución privada, 40 años)

“…Para mí ha sido súper importante la relación con mi hijo, ser papá, reparar mi
historia personal, de haber tenido un papá que era súper abandonador, me dejó
prácticamente botado, lo vine a conocer a los 13 años…(…) Entonces de la vida del
abandono hay algo que te moviliza, en la búsqueda de ciertos referentes masculinos. Que
uno busca, tiene este vacío…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

5.1.2.2. Foco de interés: Violencia Vivida

En este ámbito las experiencias narradas por los entrevistados apuntan al haber
vivido episodios de violencia asociados a rasgos de la construcción de la masculinidad
hegemónica, particularmente a la agresividad por parte del padre lo que los trasforma en
víctimas de violencia física y/o psicológica cuando niños. Así como también el asumir
riesgos en el ejercicio de la vida política activa en periodo de Dictadura Militar por parte de
sus padres, se traduce en haber sufrido violencia política, ya sea a través de la prisión y
exilio de los mismos. Estas son experiencias que transversalizaron los contenidos de los
discursos, lo cual se puede evidenciar en los siguientes extractos:

165
“…Con un papá hiper machista y violento en más de algunas oportunidades y como las
ganas de no ser como mi papá un poco eso, tiene que ver con eso, sobre todo en los
momentos en que se ponía más violento, en más de algunas oportunidades nos agredió, nos
maltrato y mi papá cero aporte…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años).

“…Yo vengo de una historia pa’ atrás…una familia de exiliado, mi papá estuvo preso,
entonces, yo tuve una historia con dolores, y cortes violentos, mi papá estuvo preso un año
y medio antes de que nos fuéramos exiliados…” (Ricardo, Institución privada, 40 años).

“…Entonces claro con la historia de mi papá (…), más la historia de mi familia, se fugó no
más (el padre), entonces lo agarran acá y cachan su historia (…) lo llevan preso y tampoco
podía volver (…) por lo mismo, porque ya estaba la dictadura allá, entonces ese cuento
digamos marca harto (…) y también tiene que ver con la masculinidad…” (Daniel,
Colectivo de hombres, 36 años).

5.1.2.3. Foco de interés: Trabajos con violencia de género

El haber o estar trabajando con mujeres víctimas de violencia se convierte en un


hito fundamental para los sujetos entrevistados en cuanto a motivador para iniciar
cuestionamientos y cambios al modelo de masculinidad hegemónica.

El presenciar por medio de sus trabajos remunerados -a partir de trabajos grupales o


individuales con mujeres que hayan sido víctimas de violencia y/o con hombres que la
hayan ejercido-, los hace empatizar con las sujetas y los sujetos atendidas/os, lo que es fruto
de la formación teórica y académica y aquello les permite comprender e interpretar el
vínculo entre género y violencia en distintos aspectos de la historia de vida personal de los
entrevistados.

“…Trabajar con mujeres víctimas de violencia para mí es una cosa súper importante que
me llegó a tener otra mirada, por ahí entré, por ahí entré, entré por ahí. Historias de
violencia, historias terribles, historias de infancia, ahí yo encontré un día que existe el
género, esta teoría y todo lo demás. Ahí yo empecé a cuestionarme cosas, que no fue en la
universidad y ahí pa’ atrás hay toda una revalorización de mi mamá, de mi papá, de mi
abuelos, de donde fui criado, de cómo lo viví, uno vive, obviamente yo viví experiencias de
masculinidad...ehh...de todo tipo de violencia, del fútbol, de andar en moto, de andar en
bici, de ser el que más toma, un montón de cosas…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38
años).

166
“…Yo me metí al tema de las masculinidades trabajando con mujeres, yo trabajé en una
casa de acogida para la mujeres que viven violencia en una casa de acogida que atiende
mujeres (…) y conociendo y trabajando temas de género, violencia y me tocó también
eventualmente atender hombres, que eran las parejas de esas mujeres…pudiéramos tener
algunos acercamientos, entonces ahí me tocó conocer realidades de hombres que agreden
a sus parejas e igual eso fue re importante…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años).

“…Yo creo que la gente que trabajamos el tema de violencia intrafamiliar…yo creo que
todos lo podemos hacer, no me creo el súper héroe tampoco. Pa’ nada… (…) Porque es un
tema que nos golpea a cada rato…” (Gabriel, ONG, 33 años)

Objetivo específico 2: Conocer motivaciones de los actores para iniciar procesos de


cambios de la masculinidad hegemónica.

5.2. Categoría: Motivaciones para el cambio

Las motivaciones a los cuestionamientos dan origen a los cambios, por lo cual se
hace interesante conocer e interpretar desde dónde emergen las intenciones y voluntades
que tienen los varones para transformar un modelo de género que históricamente les ha
reportado mayores beneficios que a las mujeres. Dentro de los elementos que influyen en
dicho proceso nos encontramos con el ámbito emocional-afectivo y la resistencia cotidiana
a la dominación.

5.2.1. Subcategoría: Ámbito emocional-afectivo:

La construcción del modelo masculino se ha asociado a la represión emocional, por


ello es importante aproximarnos a la manera en que los sujetos entrevistados vivencian su
esfera emocional y afectiva y de qué forma ésta ha influido en los cuestionamientos e
incidido en los cambios subjetivos.

5.2.2.1. Foco de interés: Emocionalidad

En los discursos narrados por los sujetos entrevistados es posible dilucidar la


desconexión psicosomática profundizada en el marco teórico, como vivencia en sus vidas,
al manifestar dificultad para comprender las emociones sentidas, sobre todo las asociadas al
miedo y a la rabia, así como también para transmitir las emociones afectivas.

167
El proceso de revisión permanente, de auto-mirarse en estos varones, les permite
reconocer y realizar auto-cuestionamientos que vinculen la desconexión emocional con su
construcción sociocultural de ser hombres, lo cual incidiría en la motivación para cambiar
las prácticas relacionadas con la conexión de sus sentires, con lo que les sucede a sus
cuerpos, y más aún expresarlo y comunicarlo, lo que se refleja en los siguientes fragmentos
de las entrevistas:

“…Yo siento que me cuesta mucho mostrar mi afectividad. O sea que, más que mostrarla
es dejarla fluir…eh…ser tierno, me cuesta caleta, pero no siquiera es porque
racionalmente lo controle, sino porque no me surge ser tierno, y claramente es una
mentira, porque con mi gato yo soy tierno, es como con las personas, es como algo de que
el hombre no puede ser tierno y me duele su resto eso…me he encontrado en situaciones
como cuáticas, por ejemplo con este hermano que digo, puta, debería haber abrazado a
este weon, pero después, es como cuático…” (Osvaldo, grupo autónomo de hombres, 48
años).

“…Los varones no sabemos cuándo y cuánto nos estamos enojando, no sabemos lo que nos
pasa en el cuerpo, cuando nos enojamos y levantamos la voz…” (Miguel, Colectivo de
hombres, 44 años)

“…Como de a poco fui cachando que tenía que ver con eso, con que es necesario igual
hacer ahí el ejercicio, como el intento de como de ir reconociendo las cosas que te van
pasando (…) como que de repente tu estáy así como que no sabis que es lo que te pasa y no
es que seas mala onda y no quieras contarlas el tema es que, tenís algo como extraño y
como soy medio analfabeto emocional entonces no sabís leer lo que te pasa (…) bueno ahí
estoy como una permanente revisión del contacto con mis emociones como con los miedos,
que es difícil igual reconocer porque uno no tiene que tener miedo, si soy hombre no tenis
que tener miedo…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años)

“…A mí me cuesta conectarme emocionalmente, menos ahora, mucho, mucho más antes,
me daba cuenta que estaba enojado una semana después, por ejemplo, que es distinto a los
hombres tradicionales que la rabia les sale más rápidamente a flote, y me daba cuenta, una
semana después que estaba enojado…” (Ricardo, Institución privada, 40 años)

5.2.1.1. Subcategoría: Poder

El poder ha formado parte de los ejes fundamentales de la identidad masculina, por


lo tanto es importante observar cómo estos varones se vinculan al ejercicio de éste, cómo se
relacionan y cuál es el cuestionamiento que realizan en la práctica del mismo.

168
5.2.1.2. Foco de interés: Resistencia a la dominación

Uno de los pilares históricos socioculturales desde donde se ha sustentado la


masculinidad hegemónica es el ejercicio de la dominación, por lo tanto el cuestionamiento
y la resistencia a ésta, se transforma en una motivación al cambio del modelo de ser hombre
y por tanto es un paso a profundizar en la práctica deconstructiva.

Históricamente el poder se ha asociado a instituciones, estructuras, personas,


espacios y estos hombres visualizan resistencias y cuestionamientos a cómo esta categoría
trasciende a las relaciones basadas en el poder, ya sea a través de los espacios de trabajo
jerarquizados y militarizados, así como a la visión más estructural del poder que se asocia a
su actuación como red social desde la perspectiva foucaultiana.

Los discursos se dirigen al cuestionamiento de la autoridad como un ente de poder y


a evidenciar cómo las relaciones se alimentan de tal categoría: un vendedor, las empresas,
el presidente de la república, los médicos, la figura del jefe, todos los cuales actúan como
una red social. Esto se observa en los fragmentos expuestos a continuación:

“…Desde que hay malas intenciones, que este weon de acá del negocio te quiere cagar, la
Polar te quiere cagar, partamos de ahí, este otro te quiere cagar (refiriéndose a Sebastián
Piñera), este otro…te hicieron esta cuestión pa cagarte y pa ganar plata y se cagaron a
harta gente y los médicos, te cobraron tanto y te cagaron la vida y la tuya y la de tu hijo, y
ahora están felices tomándose una caipiriña en Brasil, mientras vos estay ahí…entonces
partamos por ahí, que hay malas intenciones…”(Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

“…Es que yo sentía que estaba en un equipo jerarquizado, donde alguien mandaba el resto
hacía, era como súper militarizado…” (Daniel, Colectivo de hombres, 36 años)

“…Tengo un estilo bastante más horizontal, no le temo a las relaciones más democráticas,
no creo en las ideas absolutas…” (Ricardo, Institución privada, 40 años)

Objetivo específico 3: Identificar facilitadores del proceso de desconstrucción de la


masculinidad hegemónica.

5.3. Categoría: Facilitadores de deconstrucción

Se considera relevante conocer, al interior del proceso de cuestionamientos y


cambios, si existieron elementos, factores, hitos y/o personas significativas que facilitaron
el proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica. Es decir, aspectos que

169
permitieron, ayudaron, colaboraron, incitaron, incidieron en que las transformaciones
fueran posibles.

5.3.1. Subcategoría: Ámbito personal- relacional

Entendiendo que el género es relacional y que el cambio es inicialmente individual


y personal y que se vierte en el espacio colectivo, se obtienen dos ámbitos importantes que
facilitan este proceso: la influencia de mujeres feministas que de alguna manera han estado
presente en la vida de los varones y han hecho patente y visible la lucha en contra el
patriarcado, y por otro lado, los varones, quienes han sido ejecutores y reproductores del
modelo a cuestionar.

5.3.1.1. Foco de interés: Mujeres feministas

A partir de los discursos expuestos, constatamos un reconocimiento explícito al


movimiento de mujeres y feminista, el cual ha hecho visible el cuestionamiento al ser
hombre al entender que lo femenino y masculino es una construcción sociocultural, y a
partir de tales planteamientos los varones han podido profundizar cuestionamientos y
reivindicaciones desde sus propias miradas y vivencias como hombres, comprendiendo que
también pueden transformar su identidad masculina.

La importancia de la influencia que el movimiento de mujeres y feminista ha tenido


en los grupos de hombres, ha facilitado procesos tanto de la vida personal de éstos como de
la organización colectiva desde sus propias subjetividades, lo cual se denota a continuación:

“…Recogemos la experiencia de las organizaciones de mujeres, recogemos la experiencia


del movimiento feminista, recogemos las demandas del movimiento feminista, no
estaríamos funcionando nosotros si no fuera por el movimiento feminista, y por la historia,
es parte de nuestra historia también. El movimiento feminista, la lucha de mujeres, es parte
de nuestra historia como grupos de hombres…” (Cristian, Colectivo de Hombres, 41 años)

“…Una pareja que era feminista eh...que eso igual te da otro entorno, otro acceso, a libros
a cosas, a conversaciones, a…podría decir que para mí…eh…mi pareja fue un referente en
la vida, un referente que tú te encuentras en la vida y estás aquí, después cambié, ya no
eres la misma persona pasas a ser otra persona, igual yo para ella...fui un referente, no
eres la misma persona…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

“…Varios de ellos estuvieran casados o sus parejas actuales son feministas, donde también
hubo una contaminación intima digamos del tema (…) al feminismo lo asumo como parte
de mi lucha…” (Daniel, Colectivo de hombres, 36 años)

170
“…Fue interesante, porque por ejemplo, el vínculo con las mujeres igual me hizo aprender
caleta…” (Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48 años)

5.3.1.2. Foco de interés: Trabajo con hombres

El estar o haber trabajado directamente con varones, ya sea desde el espacio laboral,
institucional, colectivo o poblacional, generó un proceso de empatía con las emociones,
temores, tristezas del otro varón, lo que ayudó a comprender al otro, así como a verse
reflejados en ellos, es decir verse a sí mismos; desde la sexualidad, compartir intimidad,
emocionalidad, desde ir haciendo consciente lo más profundo de su sentir. Desde allí
emerge la necesidad de cambiar y de desestabilizar el statu quo.

“…Ahí me tocó conocer realidades de hombres que agreden a sus parejas e igual eso fue
re importante (…) en más de alguna oportunidad de conversar con alguno de ellos, fui
sintiendo como él o de repente como empatizando como con algunas de sus emociones que
no se si en realidad eran tan consciente de sus emociones pero sentía yo que ellos tenían
mucho miedo, sentía yo y percibía que ellos tenían mucho miedo, mucho temor y mucha
tristeza y que claro la expresaban a través de la agresividad y de la rabia a través del
control, a través de la violencia…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años)

“…A pesar de llevar como 15 años trabajando con pobladores cuando empezamos a
hablar de sexualidad cache que la wea era mucho más brígida que lo que yo me imaginaba
y sus relaciones de pareja y eso (…) como que nos sirve la visión del otro…” (Osvaldo,
grupo autónomo de hombre, 48 años)

“…Era una cosa mucho más desprejuiciada, no era una cosa como moral, tu podías
hablar de lo que querías, no sé, sexualidad, también no sé todo lo que tú has vivido y
pasado, entonces y como era un ambiente de puros hombres…y fue bonito ese trabajo…”
(Miguel, Colectivo de hombres, 44 años)

“…Ha ayudado fundamentalmente la experiencia del otro (…) donde yo aprendo desde el
otro y la experiencia de las personas con que yo trabajo...” (Gabriel, ONG, 33 años)

5.3.2. Subcategoría: Ámbito profesional

El ámbito profesional que se relaciona con lo público, es una característica común


de los siete sujetos entrevistados, lo cual se considera importante profundizar, ya que en él
han adquirido experiencias que les han facilitado cuestionar el modelo a partir del

171
conocimiento teórico-académico acumulado y ejercido en los espacios de trabajo
remunerado; y junto a ello concretar cambios en las prácticas cotidianas.

5.3.2.1. Foco de interés: Espacios laborales

Considerando que el eje del trabajo es de vital importancia en la construcción de la


masculinidad, los entrevistados plantean la necesidad de retroalimentación entre los
espacios socioeducativos colectivos y los espacios laborales, donde se produce una
transferencia de aprendizajes, lo que permite nutrir todos los espacios donde se relacionan
con el cuestionamiento al género, trayendo consecuencias incluso para las relaciones
familiares. Todo lo cual tiene relación con la transversalidad del género. Lo anterior se ve
reflejado en las siguientes afirmaciones:

“…Lo que yo he podido aprender acá en el ejercicio del trabajo, evidentemente le ha


tocado a familia, mi esposa, a mi hijo, a mi papá, mi mamá, la gente con que yo me
relaciono en otros lugares...” (Gabriel, ONG, 33 años)

“…Con esta mirada del (…) de contactarse con el cuerpo, con los sueños, con las
fantasías, pa’ mi es súper importante que ahí aparezcan los temas de género, ser madre,
padre, pareja, amigo, masculinidades, feminidades, hegemonías, en ese sentido mi trabajo
es un lugar importante…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

“…Hubieron varias cosas en el equipo que me hicieron generar el cuestionamiento, me


gustaría participar en la práctica con hombres, claro era mucho blablá academicista,
claro adhería a un paro o iba a una marcha, pero era como muy de afuera, muy externo la
cuestión…” (Daniel, Colectivo de hombres, 36 años)

“…Hemos estado haciendo cada uno, nos retroalimentamos en este espacio del colectivo y
cada uno ha salido a posicionar el tema en sus espacios laborales…” (Cristian, Colectivo
de hombres, 41 años)

5.3.2.2. Foco de interés: Conocimiento académico

El conocimiento académico, desde aspectos teóricos y técnicos se traduce en un


facilitador de los hombres entrevistados para comprender, interpretar, cuestionar y
posteriormente transformar sus prácticas individuales. Toda vez que la racionalidad es un
componente transversal de la identidad masculina a partir de la cual ellos se validan y
posicionan como hombres, “hombres con saber”.

172
“…Yo creo que esa experiencia traducida además en todo un conocimiento académico
técnico para poder intervenir, todo ese cúmulo de situaciones hacen que tú puedas mirar
tus relaciones personales de una forma distinta…” (Gabriel, ONG, 33 años)

“…Dentro de la investigación uno se empieza a cuestionar y a mirar las prácticas (…) hay
un tema de la investigación y de la academia que va a trasformando mi aparato cognitivo y
que me pasa después en el trabajo con…y que se traslada al trabajo con hombres, más
como el tema de la de-construcción, esa era como la idea…” (Ricardo, Institución privada,
40 años).

“…Entre el mundo privado, la incomodidad de eso, y después uno lo vinculaba con la


temática de Bourdieu, de cuerpo de Foucault…” (Daniel, Colectivo de hombres, 36 años)

Objetivo específico 4: Identificar obstaculizadores del proceso de deconstrucción de la


masculinidad hegemónica

5.4. Categoría: Obstaculizadores de deconstrucción

Los hombres que vivencian procesos de cuestionamientos al modelo de


masculinidad hegemónica se enfrentan a una experiencia contracultural, por lo cual se
presentan en este proceso, factores que obstaculizan los cambios en la práctica.

Los entrevistados proporcionan apreciaciones que permiten clasificar estos factores


en la demanda de las mujeres a lo masculino, los prejuicios heterosexuales y los
cuestionamientos del entorno, lo que se infiere como eje transversal obstaculizador el
mandato a la hetero-normatividad, hetero-sexualidad, hetero-designación.

5.4.1. Subcategoría: Ámbito personal- relacional

Comprendiendo que la construcción diferenciadora de los géneros se establece de


forma antagónica, donde se atribuyen roles estables a lo masculino, surgen obstaculizadores
que se expresan a nivel individual a partir de la propia subjetividad, así como en las
relaciones con otros/as, resultados de la interpretación de los discursos narrados.

5.4.1.1. Foco de interés: Demanda de las mujeres a lo masculino

El ideal diferenciador y a su vez complementario de los géneros conlleva a


expectativas sociales en el/la otro/a, lo que se refleja en la demanda que establecen las
mujeres del cumplimiento de los roles, mandatos y funciones asociados al género

173
masculino. Se demanda a que el hombre reaccione frente a la belleza femenina, es decir, se
le exige ser galán, seductor, así como también encontramos la demanda hacia lo
heterosexual; lo que se observa en los siguientes discursos:

“…Sí he sentido muchas veces la demanda de lo masculino (…) ella también demanda
cosas de un hombre, entonces me he visto enfrentado con esas demandas masculinas pero
de ella (…) decía: -lo que pasa es que a veces siento que los roles están invertidos-…”
(Daniel, Colectivo de hombres, 36 años)

“…Una loca que no era feminista pero con algún nivel de formación y me dice – cuando
salgo de la casa y nadie me mira y nadie me dice nada, y hay días que nadie me dice nada,
pero cuando me dice algo yo me siento re-bien- y yo quedé como… ¡puta la wea
compleja!...” (Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48 años)

“…La mujer que también está socializada en un modelo masculino hegemónico, también lo
quiere y también a lo mejor lo necesita, para ella poder funcionar…” (Gabriel, ONG, 33
años)

“…Yo también me reúno con mis compañeros, con este grupo pero ella siempre de repente
tiene esas sospechas de homosexualidad – no te vay a poner maricón con esta weva, mucho
abracito, mucho cariño, mucha cosa- o sea yo siento que son como los límites culturales
(… ) la Sofía me decía que nosotros los varones del colectivo teníamos que seguir fiel en
esa línea porque si dejábamos entrar a un homosexual como que la cosa cambiaba…”
(Miguel, Colectivo de hombres, 44 años)

5.4.1.2. Foco de interés: Cuestionamiento del entorno

En los discursos de los entrevistados se observa que no existe problematización en


el entorno respecto al género, al patriarcado y a las masculinidades, lo que genera
cuestionamientos, juicios de valor y burlas que finalmente obstaculizan la profundización
del proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica.

“…Trabajar este tema es como ir contra la corriente, estoy yendo contra la corriente y de
repente igual es como raro, no puedes hablar con todo el mundo que estáy en un colectivo
de masculinidades…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años)

“…Alguien de repente llegaba y decía -ah es que estuve peliando con mi mujer y le di dos
charchazos- y era como…todos nos reíamos y yo igual, y yo decía- yo no hago eso pero
ese no es mi problema (…), pero después me di cuenta que yo no podía hacer eso, o sea no
podía estar con el weon, (…) o cuando los locos empiezan a hablar de ¡oh fui al toples! Y

174
weas así, como de qué estamos hablando y te empiezan a decir ¡hay pero pa que tanto, no
weis, no te pongay grave! Mmmm…o infidelidades de la pareja, como que no se qué
hacer, entonces siento que no puedo quedarme callado entonces cuestionado y me dicen
¡hay el weon pesado!...” (Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48 años)

“…Yo cuando parto con el curso y cuando parto la unidad de masculinidades, algunos
dicen, pero qué hay que cuestionarse con las masculinidades…o, mis amigos del colegio
cuando yo les contaba que estaba en el colectivo de masculinidades -¿ qué wea, pa’ qué
entrai a un colectivo, acaso no estai contento con esto de ser hombre, querí probar otras
cuestiones…“(Miguel, Colectivo de hombres, 44 años)

5.4.1.3. Foco de interés: Prejuicios heterosexuales

Como la masculinidad se construye en base a la negación de la homosexualidad “el


miedo a ser homosexual”, se crean prejuicios tanto desde los discursos como desde las
prácticas de los mismos varones entrevistados, así como también en el entorno cercano:
familia de origen, estudiantes, compañeros de universidad.

En el mundo de la masculinidad hegemónica, en hombres y mujeres, la


homosexualidad se relaciona con lo abyecto, siendo ésta subvalorada, inferiorizada lo que
agudiza la tensión de los cuestionamientos y de cierta forma limita los cambios concretos.

Estos prejuicios hetero-normativos se expresan desde lo externo, es decir,


percepciones del entorno, así como desde lo interno, las miradas y reflexiones propias de
los hombres entrevistados:

“…Porque cada vez que invitamos a un amigo a participar de un colectivo, dice y qué es
esa wea de maricones (risas)…si no se trata de eso…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41
años)

“…Un grupo de amigos de filosofía me dicen - ahí llegó Miguel con su grupo de ositos
cariñositos, los ositos cariñositos con sus weaitas que se empiezan a hacer cariñito-, y a
mí me resulta muy gráfico, porque es el resto de la visión de la gente, o que él la ridiculiza
o la reduce a la cosa sexual o sea…- cuando te hagan sacarte la ropa y ponerte en cuatro
patas ahí me avisai…” (Miguel, Colectivo de hombres, 44 años)

“…Ahí está la otra gran barrera que también está la aprobación social no sólo de otros
hombres, sino que también de otras mujeres, porque más duele que otro hombre, porque
uno se puede refigurar…que otro hombre te diga…ah, soy maricón, ay niñita…” (Daniel,
Colectivo de hombres, 36 años)

175
“...A mi hija mayor, le gustaba, ahora ya no, pero le gustaba jugar fútbol, entonces veía
que se ponía la ropa de la selección que le había regalado una hermana mía, entonces
igual, saltó los prejuicios…heterosexuales…” (Ricardo, Institución privada, 40 años)

“…El otro aspecto que me cuesta mucho que tiene que ver con la sexualidad
fundamentalmente, y es el rollo de…esto de asociar la homosexualidad con la penetración,
entonces, cuando lo hemos conversado ha sido súper diverso, yo diría que a la mayoría le
pasa, la mayoría engrupe con el asunto, yo he tratado de engrupir, entonces lo digo no más
po y es el rollo que los hombres asumen que es homosexual el que es penetrado, entonces
el ser penetrado por un hombre es como…ah…homosexual, pero la pregunta cuática es
bueno, y qué pasa si te penetra tu pareja, soy homosexual? Y otros dicen, no es que una
cosa es lo teórico, y otra cosa es la realidad (…) yo siento que eso ya no lo puedo superar,
a mí me cuesta caleta… yo siento que eso, son como nudos que uno tiene de un modelo que
cuesta desarmar…” (Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48 años)

“…Si un hombre no funciona o no está bajo lo que te permite funcionar bajo la


masculinidad hegemónica caes en lo abyecto. Caes en lo distinto por lo tanto se es
homosexual, o niño o mujer…” (Gabriel, ONG, 33 años)

Objetivo específico 5: Identificar los cuestionamientos de los hombres a sus privilegios


masculinos en el proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica.

5.5. Categoría: Privilegios masculinos

Uno de los componentes esenciales del modelo de identidad masculina es la


existencia de privilegios atribuidos por el sólo hecho de ser hombres, los cuales, los
entrevistados de la presente investigación social, reconocen haber o estar sacando ventajas
del poder que aquello les reporta.

5.5.1. Subcategoría: Práctica del Poder

Como se ha planteado anteriormente, el hombre es hombre en el poder, de poder y


con poder, por ende es una categoría que transversaliza el lenguaje y las relaciones que
establecen los seres humanos, particularmente los varones con su entorno, lo cual está
directamente relacionado con una fuente de privilegio masculino. Los sujetos entrevistados
plantean cuestionamientos hacia el uso de tales “derechos implícitos”, en cuanto a la
utilización del poder, la desvinculación del espacio doméstico, así como muestran las

176
incomodidades o malestares que les genera el reproducir esta dinámica histórica en sus
vidas.

5.5.1.1. Foco de interés: Utilización del poder

La relevancia de los discursos narrados radica en que los sujetos entrevistados, a


pesar de haber iniciado un proceso de cuestionamiento al modelo de masculinidad
hegemónica, reconocen haber o estar utilizando poder y dominación asignado a su género.

Hay quienes plantean el utilizar privilegios asociados al saber para validarse


socialmente como hombres, lo que se puede observar en los siguientes discursos:

“…Yo creo que no he superado y que en algunas partes son fuentes de privilegio, una por
lo menos y que yo la he usado y he manipulado a través de eso toda mi vida y es el tema
que es como ser poseedor del saber, yo cacho que ahí me afirmé mi poder masculino,
porque yo soy chico, no era atractivo cuando era joven no era del modelo hegemónico que
es como musculoso y no sé qué, y este que es chico pero habla, coherente y sabe weas,
entonces ese era mi fuerte y yo manipulé a través de eso a cagar y habían otros hombres
que te podían pegar, pero yo sabía, los humillaba y no sé qué y en mis relaciones de pareja
pa’ que decir (… ) Eso es lo que siempre hice, como mi forma de dominar, entonces como
trato de renunciar a eso, no sé cómo hacerlo, pero no he rehusado totalmente, me cuesta
un montón (…) y es como si yo, no sé, no soy tan hombre, es cuático…” (Osvaldo, Grupo
autónomo de hombres, 48 años)

“…En otros lugares de personas significativas que también eran del saber y a la vez eran
distantes a mi me cuesta más o me ha costado más, cada vez menos, porque cada vez voy
siendo yo más viejo también, entonces ahí hay un tema inevitable que paso a ser más, de
mayor lugar y me he visto en reuniones decir cosas pesadas, cosas grandes que antes no
hubiera hablado, hubiera estado más bien observando, hubiera estado en conversaciones
más bilaterales que son las que me salen más cómodos, claro es que me he visto en
espacios de veinte personas con el director de SENAME y con gente de MIDEPLAN y toda
la cuestión y yo le he dicho, -no sabe yo creo que esto que están haciendo es pobre-…”
(Ricardo, Institución privada, 40 años)

Mientras tanto, el siguiente sujeto se cuestiona la utilización del poder en relación a


la dominación como una característica y tendencia del ser humano, dentro de la cual él se
incluye:

“…Partamos reconozcamos que los seres humanos somos pencas, ¿cachay? Y somos
destructivos y somos autodestructivos y nos gusta dominar y nos gusta someter…o lo

177
hacemos no sé si nos gusta o no nos gusta, pero lo hacemos y es una tendencia y partamos
desde ahí…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

5.5.1.2. Foco de interés: Desvinculación del espacio doméstico

El varón ha ocupado y habitado en lo público, lo que genera la desvinculación con


el espacio doméstico, teniendo como herencia sociocultural la visión binaria occidental-
moderna. Aquello se traduce en que los sujetos del estudio se desentiendan de realizar
tareas domésticas, que adquieran menor compromisos con sus hijas/os, lo cual forma parte
de la ostentación de aquel privilegio masculino. Lo enunciado se constata a continuación:

“…Yo no diría malintencionadamente pero sí saqué ventaja pesado, por ejemplo, quien se
quedaba con el Manuel, porque mi reunión era más importante que la de la Isabel, porque
yo era dirigente y ella no tanto, entonces es más peligroso que vaya conmigo y eran puras
weas…” (Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48 años)

“…Nadie podría plantearse hoy día y decir, hay que maltratarlas, las mujeres son de su
casa, nadie saldría diciendo eso, pero si tu vaí al hilo fino, te gustaría que tu esposa te
esperara con la comida caliente y los niñitos bañados, listos para acostarse y para
atenderte ¡fantástico! pero mi esposa no lo va a hacer…” (Gabriel, ONG, 33 años)

“…Yo no hago el aseo del baño de la casa que más allá de la cocina, porque la cocina no
es algo que yo domine, en él sigo siendo el que ocupa más espacios fuera de la casa que mi
señora…” (Ricardo, Institución privada, 40 años)

5.5.1.3. Foco de interés: Incomodidad frente a los privilegios masculinos

Los varones se cuestionan el uso que ellos han hecho o siguen haciendo de los
privilegios obtenidos por ser hombre, los cuales se han caracterizado por manifestarse en el
espacio doméstico, vinculado a la alimentación, a lo íntimo, a disfrutar de ser atendido y
frente a la práctica de micromachismos o expresiones más sutiles del patriarcado. Todo lo
cual es posible dilucidarlo a partir de los siguientes fragmentos:

“…Tratar ahí de dar cuenta de los privilegios e ir trabajando cotidianamente la


perspectiva de género que cruzara…que no tenía por qué estar esperando que me
sirvieran, pese a que era la primera reacción a la que tendían las chiquillas:-¿se sirve otro
poquito?- y ellas todavía estaban comiendo...-¿se sirve otro poquito?-, y yo les decía, sí si

178
me sirvo, yo me puedo servir, no necesitai pararte, termina de comer, yo no tengo los
dedos crespos, yo me puedo cocinar…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años)

“…Yo me pregunto esto será un machismo un micromachismo, o…estaré haciendo uso de


algún privilegio o no, yo creo que ahí está, que la cosa esté más o menos viva y que uno se
lo esté preguntando todo el rato, que no nos dé una certeza…” (Arnaldo, Colectivo de
hombres, 38 años)

“…Hay ventajas, múltiples ventajas sí (…) Los derechos implícitos que tenemos, esto que
desde que llegas y te sirven el plato más grande, hasta que tienes otras facilidades en el
ámbito profesional por ejemplo (…) estos privilegios ganados por el solo hecho de ser
hombre (…) tú muchas veces sin quererlo o con quererlo te aprovechas de eso. Incluso
pasando de la casa de tu mamá y te sentai pa que te atiendan (…) Yo creo que esos
privilegios debe romperlos el hombre…” (Gabriel, ONG, 33 años).

Objetivo específico 6. Interpretar expresiones subjetivas del ser hombre, distintas a la


identidad masculina tradicional.

5.6. Categoría: Expresiones subjetivas disidentes a la masculinidad


tradicional

La subjetividad masculina está asociada a la socialización de su género, por lo que


el proceso de cuestionamientos y cambios del modelo masculino dominante, se concretaría
en expresiones que posiblemente pretendan desestructurar las identidades de género
establecidas, tendiendo a desestabilizar el modelo de identidad tradicional designado como
femenino y masculino, manifestando acciones y planteamientos disidentes como formas
alternativas ante el status quo del patriarcado.

Aquellos cuestionamientos que se traducen en cambios concretos se ven reflejados


en distintos espacios de relación, tales como la conexión corporal, la ocupación-habitación
del espacio doméstico-privado, la paternidad y las relaciones de parejas, principalmente.

5.6.1. Subcategoría: Cambios en las prácticas cotidianas

Las reflexiones en torno al modelo de masculinidad se materializan en cambios de


las prácticas cotidianas, lo cual se traduce en actitudes concretas, formas de expresión
distintas y maneras de relacionarse que tienen que ver con explorar aquellas dimensiones de
la experiencia humana en la cuales los hombres no se habían conectado, ni permitido sentir
o vivir.

179
5.6.1.1. Foco de interés: Conexión corporal

Vivenciar un proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica genera


como consecuencia la apertura de estos varones a participar en experiencias que no son
asociados al modelo de ser hombre, a través de expresiones de danza indígena, taichí, flores
de Bach, masoterapia; en términos de que se escapan al desarrollo de la razón, los que se
relacionan con ocupar-habitar en espacios públicos, competitivos, el trabajo, entre otros,
sino que tiene que ver con la inquietud de descubrir espacios íntimos, personales,
espirituales, afectivos, que en el fondo quiebran dicha lógica dominante.

La conexión corporal que descubren los varones del estudio coincide con la mirada
no occidental vinculada a la racionalidad, lo que se manifiesta por medio de prácticas
ancestrales, del Medio Oriente y de los pueblos originarios de América Latina, puesto que
la conexión con el cuerpo y la satisfacción que les reporta ese sentir, genera la motivación
para cambiar la hiper-racionalidad y los aspectos asociados al modelo de masculinidad
dominante; lo que se evidencia en los siguientes discursos:

“…Yo empiezo a tratar de meterme y a intentar comprender otro tipo de cosas, que
siempre consideré tontas, entonces yo hago tai chi y weas, empecé a cachar que mi cuerpo
tiene memoria, weas que a las mujeres les da lo mismo, o sea lo hacen no más
po…”(Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48 años)

“…Todos estamos acá, porque queremos compartir intimidad, queremos compartir temas,
cuerpos, sensaciones con otros varones, que en general no se permiten otras cosas…”
(Daniel, Colectivo de hombres, 36 años)

“…Yo creo que mi cambio se ha debido también mucho más a la terapia, individual, a la
terapia grupal a las cosas que me he metido de masajes, grupo de trabajo corporal, que
siempre he andado metido en eso...yo creo que por ahí…he conocido gente también que
está…que es menos hegemónica, pero que no habla de las masculinidades…chamanes o
terapeutas florales, yo creo que eso le debo más que las masculinidades…” (Arnaldo,
Colectivo de hombres, 38 años)

“…Me hicieron una relajación, una imaginería con la luz baja, y me tomaron del
suelo y me levantaron así y entre todos me empezaron a mecer, así a mecer y yo me
acuerdo que ahí me dio una pena y lloré y yo nunca lloro, nunca lloro pero esa vez fue tan
increíble, lloré …fue al final del encuentro entonces era como una sanación, era como una
cosa terapéutica, después me bajaron, me bajaron y cuando estaba más abajo me siguieron
meciendo, y ya estaba como contento, ya había pasado eso, después me puse de pié y ahí

180
bailamos, teníamos que hacer una danza, una danza indígena…” (Miguel, Colectivo de
hombres, 44 años)

5.6.1.2. Foco de interés: Vinculación al espacio privado-doméstico-íntimo

Los hombres que han iniciado procesos de cuestionamientos al modelo de


masculinidad hegemónica, están vivenciando cambios que se manifiestan en el
acercamiento a lo privado-doméstico-íntimo, asumiendo algunas responsabilidades que
históricamente han sido realizadas por las mujeres. No obstante, es posible interpretar que
se han mostrado resistentes a incorporarse al mundo privado, al manifestar expresiones
tales como: “le colaboro a mi esposa” o “yo no me meto en el baño”. La interpretación
planteada se puede observar a través de los discursos narrados a continuación:

“…Cuando ella hizo un magister yo compensé aumentando mi tiempo de preocupación


por la educación de las niñas y eso fue automático, no necesité a alguien que me estuviera
diciendo, fue automáticamente compensado…” (Ricardo, Institución privada, 40 años).

“…Yo igual tenía responsabilidades domésticas en mi casa, como el tema del planchado
era mi pega, la costura también era mi pega, yo era el que remendaba, la ropa, los
piluchos, los calcetines y otras cosas las compartíamos, otras cosas eran pega de ella, el
aseo del baño era de ella, yo no me metía en el baño, compartíamos el aseo general de la
casa, he… las compras igual, las compras eso es bien masculino igual, en otras cosas igual
nos complementábamos y tratando de transmitir eso a mis chiquillos…” (Cristian,
Colectivo de hombres, 41 años)

“…He pasando desde las cosas más cotidianas, de colaborarle a mi esposa, ver temas
también de la casa (…), probablemente si tuviéramos una asimetría en las relaciones, si
ella no tuviera trabajo por ejemplo y yo sí, a lo mejor ella establecería diferencias, pero
cuando nos relacionamos de igual a igual, no, no tengo derechos ganados, con ella no
tengo derechos ganados…” (Gabriel, ONG, 33 años)

5.6.1.3. Foco de interés: Paternidad

Uno de los ejes fundamentales de la masculinidad es la paternidad, a su vez forma


parte del proceso de cambios en los varones. De esta forma, la paternidad aparece como un
desafío para establecer otro tipo de relación, más cercana, horizontal, afectiva,
comunicativa, amistosa, menos idealizada que en definitiva construya un nuevo vínculo
sociocultural que rompa con la hegemonía entre padre e hijo tan característica de la historia
latinoamericana y particularmente chilena del “ser huacho”.

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Los sujetos entrevistados pretenden romper la dinámica del padre ausente, violento,
autoritario y por el contrario, permitir la emocionalidad de las y los niños y la fluidez de los
sentimientos a través del ejercicio de la paternidad presente, lo cual repercutiría en la
creación de relaciones no opresivas de las/os hijas/os con su entorno.

“…Estábamos en la cocina y lo ví y dije: ¡ah ese weon que está mal!-, y me afloraron
sentimientos y no una wea racional y me fui pa la pieza y este weon estaba sentado y le
digo puta hijo la wea que mala onda y me surgió abrazarlo y este weon se puso a llorar y
me dio una pena y me puse a llorar… y cachay que la Isabel me cuenta que cachó que yo
no me iba a acostar y fue pa’ la pieza y cachó que habían dos weones llorando y pensó
que estaba la cagá…o sea, un weon llorando y más encima este, debe estar pero la
cagá…qué cagá quedó, una wea terrible, pero era tan simple que por primera vez
habíamos dejado que la wea fuera como es (… ) y de esa vez, fue como un nacimiento
súper cototo, porque de esa vez que empezamos a darnos besos, hola y cómo estái…y
somos súper cercanos (… ) yo creo que es lo más valioso tiene del cambio que yo he
tenido, si de algo me ha servido es pa’ eso…” (Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48
años).

“ …Yo creo que tenemos un camino más avanzados en términos de la relación con
nuestros hijos, (…) la relación hacia los niños está más trabajada, por lo tanto hoy día las
relaciones que se establece con los niños son distintas, absolutamente distintas (…) el tema
de saber reconocer las emociones, de no combatir el tema de la emocionalidad con los
niños, que ellos puedan ser más libres, que se puedan establecer entre ellos relaciones más
libres (…) se van a poder relacionar desde lo no opresivo, de lo no dominante (…) si
logramos visualizar todas las vertientes del modelo van a poder tomar decisiones, y van a
decidir si quieren funcionar dentro de ese modelo…” (Gabriel, ONG, 33 años).

“…Yo he tratado con mi hijo que él me conozca, que él sepa cómo fue mi vida, cómo fue mi
infancia, todo lo que pasé, todo lo que viví, cómo era yo, quién soy yo, qué pienso, qué
siento, es conversar con él, que me conozca mis pinches, mis pololas, y todo…y vea que el
papá no es…es un weon no más po, que no es nada de perfecto y que es no es dejarle algo,
como una imagen sagrada de padre…”(Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

“…Yo siento que para mí como papá, ahí está el desafío como de construir con ellos una
masculinidad diversa, un nuevo modelo distinto, que también tiene que ver con la carne,
con la vida, con lo que tú le transmití, con esto del trabajo doméstico que hay que hacerlo,
que entre todos tenemos que hacerlo, que hay una señora que nos ayuda y todo, que
coyunturalmente se puede, pero es algo que tenemos que llevar en el cuerpo, lo de los

182
afectos, esto de la comunicación, esto de la emoción, yo siento que eso, pa mí como papá,
ese es como el desafío…” (Miguel, Colectivo de hombres, 44 años)

5.6.1.4. Foco de interés: Relación de pareja

Los hombres que participan de un proceso de deconstrucción de la masculinidad


hegemónica tienden a establecer relaciones de pareja más horizontales, tomando decisiones
en conjunto, renunciando a la violencia, promoviendo cambios en los vínculos tradicionales
y hegemónicos, reproduciendo roles asignados a lo femenino (emocional-afectivo),
existiendo cambios también en la reproducción, dejando intervenirse médicamente, a través
de la vasectomía, rompiendo por ende, con la idea de que la anticoncepción y en el fondo,
la reproducción son responsabilidad exclusiva de la mujer y que por tanto ésta debe
permitir la intervención de su cuerpo exclusivamente, para este fin. A continuación se
presentan discursos narrados por los entrevistados que dan cuenta de las interpretaciones
argüidas.

“…Empujándome también a estos temas de la cosa como de la emoción, compartir más


con mi pareja, más abierta, poder tomar decisiones en conjunto, renunciando a la
violencia…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años)

“…Mi esposa también trabaja, he tenemos una relación muy horizontal…no existe nada
que dependamos uno del otro, tan solo el cariño que nos tenemos entre los dos nada má,
entonces eso te hace tener una relación distinta con ella y por supuesto de ella conmigo…”
(Gabriel, ONG, 33 años)

“…Nosotros como pareja tenemos una relación muy especial, con roles a lo mejor no
tradicionales, la Silvana es muy líder, muy ejecutiva, muy organizadora, muy
administrativa, las platas, las normas y yo con los chiquillos soy como más afectivo…”
(Miguel, Colectivo de hombres, 44 años)

“…Yo decidí que no quería tener más hijos y yo me operé, yo me hice la vasectomía,
porque…no sólo porque era más barato, sino que para mí es una cosa absolutamente
menos invasiva, porque a la Soledad, en el caso de la operación de la mujer, no sólo sale
más cara, sino que es una intervención quirúrgica, con amarre, otras cosas mucho más
invasiva…entonces no sé, son pequeñas cosas en las que tú te vas haciendo cargo, como de
tu realidad masculina, tratando de enriquecerla más, tratando de vivirla de manera más
integral, mucho más comunicada, y que requiere un esfuerzo consciente, una cosa
emocional, una cosa de la comunicación, una cosa del cuerpo…” (Miguel, Colectivo de
Hombres, 44 años)

183
En este último fragmento se refleja el cambio en la pareja en cuanto el sujeto
entrevistado cuestiona la pareja hegemónica a la cual se le exigen multiplicidades de
funciones, asociadas a la dualidad complementaria y al amor romántico. Sostiene la
necesidad de re-plantearse las altas exigencias que se realizan a un solo vínculo, lo cual
denota un cambio en la forma actual de comprender y vivir el amor de una relación de
pareja, todo lo cual se observa a continuación:

“…La peor cárcel es la pareja (…) las instituciones de la pareja es como una locura, o sea
es una locura pedirle a una sola persona que sea tu amante sexual, tu mejor amiga, que
tomen los proyectos juntos de toda la vida ¿cierto? Que además con esta persona te tienes
que sentir una fusión, o sea son muchas exigencias para un vínculo…” (Arnaldo, Colectivo
de hombres, 38 años)

5.6.1.5. Foco de interés: Contradicciones en los cambios

Los discursos de los entrevistados reflejan que si bien se están generando cambios
en las prácticas cotidianas, éstos se ven tensionados por expresiones vigentes del modelo
hegemónico que contradicen permanentemente estos intentos de avanzar hacia mayores
transformaciones que se des-enmarquen del referente del modelo tradicional.

Estas prácticas se traducen en comportamientos machistas asociados a que los


hombres mantienen relaciones de poder frente a las mujeres, ya sea lo público en ventaja
con lo doméstico y prácticas sexistas validadas en los varones, expresiones que se observan
a través de los siguientes fragmentos:

“…Yo soy un ejemplo de hombre de las nuevas masculinidades….¡las pelotas! O sea busca
uno, no vay a encontrar uno, ¿por qué? Porque estamos performateados, abre un poco la
jaula y va a salir ¿cachay? Vas a tener los mismos sexismos, su deseo va a ser tirárselas a
todas…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

“…Siento que es reformista, porque se está produciendo una adaptación de los hombres
para no perderla (la masculinidad) eso es como evidente, o sea, producto de que la mujer
cambia, el hombre tiene que cambiar, asume roles, y somos todos como re-políticamente
correctos, pero en el fondo seguimos manteniendo una granjería y yo cacho que la relación
de poder, sigue beneficiando al hombre durante harto rato y seguramente esta práctica de
avance en término de equidad o de derecho es pa’ mejor y eso lo encuentro reformista…”
(Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48 años)

184
“…Sigue todavía muy instalado que los hombres haciendo muy poco son buenos padres y
las mujeres tienen que hacer muchísimo para ser buenas madres, (…) tú te juntas en el
asado de fin de año y los hombres son los que están en el asado y las mujeres en la
ensalada y seguimos con prácticas de todas maneras, tienen un lugar de mayor prestigio el
participar del mundo de los hijos pero no transforma las relaciones de poder, ni estar
conectado más emocionalmente o no, tu no sabes de qué forma están conectados los papás
cuando están en reunión, igual el celular está presente…” (Ricardo, Institución privada,
40 años)

Objetivo específico 7: Determinar si las Nuevas Masculinidades forman parte de un


movimiento social emergente

5.7. Categoría: Nuevas Masculinidades y movimiento social

Los cuestionamientos a la identidad de género son procesos que involucran


contextos culturales, sociales, económicos, políticos e históricos, ya que impactan sujetos
activos, comunidades y sociedades mundiales. Los cambios individuales en los varones han
repercutido en las relaciones intersubjetivas de grupos y organizaciones, puesto que las
transformaciones son relacionales. De esta forma es relevante conocer si las Nuevas
Masculinidades han logrado generar un movimiento social incipiente propiciado por los
propios hombres, cómo es la participación de los grupos y colectivos que cuestionan el
modelo de masculinidad hegemónica, cuáles son las tensiones que se presentan en la
práctica sociopolítica y la postura que tienen los varones frente a las “Nuevas
Masculinidades” y al “Género”.

5.7.1. Sub-Categoría: Participación política-social activa

Por participación política-social activa se comprende al trabajo social colectivo


organizado, orientado a generar transformaciones respecto a las relaciones desiguales y
opresivas entre los géneros. La dimensión política entendiéndola no sólo desde el ámbito
público, ni desde lo partidista, sino que desde la consigna rebelada por el feminismo “lo
personal es político” (Millet, 1976). Y lo social, asociado a lo colectivo, a propender
acciones que se dirijan a cambios en la estructura societal.

5.7.1.1. Foco de interés: Espacios socioeducativos

Haber o estar realizando trabajos socioeducativos a nivel colectivo, organizacional o


institucional de deconstrucción de la masculinidad hegemónica, no sólo refleja un proceso
individual de cuestionamientos, sino que también denota la necesidad de concretar dicho

185
viaje personal en un trabajo colectivo educativo de aprendizaje social basado en la
experiencia del otro, dirigido a desarrollar aspectos de la subjetividad de los varones no
visibilizados, descubrir relaciones, emocionalidad y corporalidades, así como compartir y
expandir tales vivencias con otros grupos, organizaciones y otros varones en general.

Los espacios socioeducativos en los cuales participan los hombres entrevistados,


representan una relevante significancia en cuanto les permiten mirarse a sí mismos, lograr
comunicar lo que sienten, lo que les incomoda y poder percibir una retroalimentación que
no esté cargada de prejuicios, ni coartarse ni reprimirse, sino que sea un acto más bien
comprensivo, de acogida, de intimidad que les facilite relacionarse en libertad y confianza,
y así conectarse con otros hombres.

“…El espacio colectivo me permite también compartir con otros hombres (…)
hombres que buscaban otro tipo de vínculos con otros hombres, con otras mujeres, con los
niños, etc. Que no buscaba el vínculo tradicional de ser autoritario o con las mujeres
violento y que pueda tener intimidad con otros hombres…” (Daniel, Colectivo de hombres,
36 años)

“…Yo creo que eso es lo que nos pasa a nosotros, nos juntamos y era así como pa’ vender
la poma, así como ¡ha y nosotros también hacemos cosas y que! Pero empezamos a sentir y
a conocernos y a decir mira lo que te pasa y yo tengo el mismo problema y no sé qué
…estamos como en esa etapa de contarnos, de acogernos y estamos como en esa etapa, de
acogernos, no queremos hacer nada más que eso, de…y nos contamos cuestiones y hay
como ciertos cuestionamientos pero sin juicio…” (Osvaldo, Grupo autónomo de hombres,
48 años)

“…Lo que nosotros hicimos como colectivo fue seguir haciendo ese trabajo terapéutico
pero a la vez deconstructivo que hicimos en ese encuentro , yo creo que la experiencia del
colectivo pa mi era por lo menos yo veía que era continuar con ese trabajo terapéutico
deconstructivo de la masculinidad y comprender que detrás en el fondo, detrás del padre
de familia, detrás del machote, no sé …no po estaba el niño, el joven, el que explora, con
sus dudas de sexualidad no sé, todo o sea ir haciendo esas otras lecturas…” (Miguel,
Colectivo de hombres, 44 años)

“…Yo en el grupo de hombres, podemos conversar de esto, de lo que a mí me está


pasando, nosotros en el colectivo hablábamos de eso, y ellos me podrían decir ¡no, la estay
cagando!, y te decían-yo siento, porque tampoco es la verdad, que estás siendo egoísta,
machista, o que la estay cagando, no yo siento que tenis que separarte un poco- y porque a
veces uno se queda corto con uno mismo y para eso son buenos los grupos de hombres, ese
era el sentido…” (Arnaldo, Colectivo de Hombres, 38 años).

186
“…Por más que uno tome conciencia de eso intelectualmente, cognitivamente los
mandatos igual pesan, no pero igual es más complicado si uno lo hace solo, entonces esa
era como la idea de generar como un espacio como más colectivo y ha sido re bueno para
nosotros…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años)

5.7.1.2. Foco de interés: Metodología del trabajo socioeducativo

A partir de los discursos de los sujetos entrevistados es posible interpretar que no


existe aún una línea definida respecto a la metodología de trabajo, sin embargo existen
características comunes en las experiencias socioeducativas que apuntan a la educación
popular, al desarrollo de talleres y la exploración de vivencias y emociones; comprendiendo
que éstas se han construido en un modelo determinado de socialización y que puede ser
transformado a partir de ellos mismos. Todo lo cual se refleja a continuación:

“…El taller lo hice con otra persona, que era más bien con formación de educación
popular, lo pasamos re bien, hicimos talleres de máscaras, por ejemplo, ellos dibujaban en
la máscara cosas distintas, por ejemplo, poníamos cuatro tomos de colores, las principales
emociones y dónde lo podían identificar desde sus caras y hablábamos desde ahí…”
(Ricardo, Institución privada, 40 años)

“…Trabajamos la exploración de las emociones. La persona empieza a contar un relato de


vida y a partir de eso empezamos a analizar todas las relaciones que ha tenido en su niñez,
en su adolescencia, y poder entender cómo se ha ido construyendo un modelo de
masculinidad, un modelo de vida (…) para poder hacer entender que la persona está
socializada bajo un modelo y ese es el modelo que hay que deconstruir (…) Por un lado,
conoces cómo te has construido y por otro a lo que puedes aspirar a llegar...” (Gabriel,
ONG, 33 años)

“…Como colectivo ha sido más bien ha sido un trabajo de sensibilización de ir como


posicionando el tema en realidad acá en la región, nos hemos dedicado a eso, no nos
hemos organizado como para poder definir una línea de trabajo constante con hombres,
han sido a través de estos talleres…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años)

“…Nosotros teníamos una cosa más, no con la academia, sino con la vivencia y la verdad
es que eso, yo creo que eso era lo que nos daba más fundamento, explorar nuestras
vivencias de varón, qué significa, qué queremos…” (Miguel, Colectivo de hombres, 44
años)

187
5.7.2. Subcategoría: Tensiones en la práctica sociopolítica

Como todo proceso colectivo y organizativo, se presentan tensiones de poder y de


conflicto en la práctica sociopolítica, lo cual es relevante conocer con el fin de observar la
complejidad del proceso deconstructivo de la masculinidad hegemónica en acciones y
expresiones de resistencia contra-hegemónicas.

5.7.2.1. Foco de interés: Visibilidad pública

A través de los discursos narrados se interpreta que los varones cuestionan haber
presenciado y tomado el poder público, lo que es incompatible con el trabajo de reflexión
íntimo, puesto que en el primero se reproducen las lógicas históricas de la masculinidad
hegemónica, tales como: la competencia, la teorización, el poder, entre otras. Es por ello,
que los hombres, plantean la necesidad de volcarse hacia lo íntimo, mostrándose la
visibilidad pública como un espacio de tensión, ya que es una tendencia de los movimientos
sociales.

“…El colectivo suponía un trabajo que yo creo que no lo supimos armonizar bien, porque
yo tenía la sensación, que en los dos años que estuvimos trabajando fuerte en dos años y
medio hicimos hartas cosas, hacia afuera y hacia adentro, pero yo creía que en un primer
tiempo teníamos que dedicarnos más hacia adentro, hacia nosotros, hacer un trabajo más
de profundización nuestra, pero éramos constantemente demandados por las cosas de
afuera, actividades… pero a la vez hay tanta gente que quería conocer de esto que nos
llamaban pero al final eso nos destruyó un poco, eso nos atomizó (…) la política ha sido un
espacio tomado por los hombres públicamente, esa lógica es masculina y
hegemónica…entonces yo creo que ahora habría que volcarse hacia lo íntimo, hacia lo
interior…”(Miguel, Colectivo de hombres, 44 años)

“ …Pero igual es complejo, ser uno como persona, como colectivo ser una imagen, (…)
creo que ese cambio, para nosotros los hombres no se puede dar en cosas tan públicas, pa
la mujer si, ella tiene que hacer el camino de vuelta, ella tiene que salir a la calle, ir al
congreso, ocupar los espacios, la plaza ciudadana, salir y todo, pero yo creo que el
hombre tiene que hacer el otro camino, salir del faroleo e irse pa dentro, meterse en la
casa…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

“…En términos generales los varones lo van a hacer en lo íntimo, o sea la pregunta es si
las mujeres lo hicieron en público, yo creo que eso va a ser en lo íntimo, no es una cosa
que lo vociferen a 4 voces, eh…entonces los varones que están en colectivos, que se
agrupan, por lo menos crean un nicho distinto (…) siempre está el peligro de que son

188
varones hablando, ser sujetos de privilegio en una sociedad y hablar de un tema que
históricamente le ha caído mucho más a las personas des-privilegiadas en términos
estructurales, entonces qué voz de legitimidad tiene uno, varón heterosexual y hablar de
esos temas, siendo que nunca ha sido sujeto de abuso en términos estructurales…”
(Daniel, Colectivo de hombres, 36 años).

5.7.2.2. Foco de interés: Dificultades para reunirse

Un patrón que se reitera en los discursos de los entrevistados se relaciona con la


dificultad para reunirse en colectividad por motivos laborales, lo que se asocia con el
trabajo asalariado, eje fundamental de la socialización de la identidad masculina, lo cual
también se relaciona con la demanda del modelo neoliberal al trabajo productivo.

“…Casi todos tienen trabajo, entonces es súper complejo para todos estar todos
reunidos…” (Daniel, Colectivo de hombres, 36 años)

“…Como todos trabajamos en nuestras pegas y todos con nuestros temas también
entonces no, eso al final nos terminó rompiendo porque al final uno no podía hacerlas
todas, la pega…al final eso nos terminó consumiendo…” (Miguel, Colectivo de hombres,
44 años)

“…Nos costaba harto también juntarnos. Y los que estaban, estaban como por allá…cosas
así como, estoy con mi hijo, mi pareja, el trabajo, algunos estabas sin lucas, entonces este
tema se fue como alargando, el tema de juntarse. Nos costaba juntarse y cuando nos
juntábamos era más una cosa íntima que social…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38
años)

5.7.2.3. Foco de interés: Exceso de teorización

Existe un cuestionamiento de los varones entrevistados hacia el exceso de


teorización como respuesta al mandato de la razón, lo cual estaría generando tensiones y
obstáculos en el trabajo colectivo de masculinidades, puesto que se reproduce la misma
dinámica del modelo masculino hegemónico, basado en el poder-saber y la
sobrevalorización asignada al conocimiento académico-científico en desmedro de lo
emocional-vivencial.

“…También igual se dan como cosas que pasaban en el grupo, como exceso de
teorización. Como de imposición de visiones o teorías, creo que también hubo algo de eso
(…) el tema de las masculinidades es muy académico…” (Arnaldo, Colectivo de hombres,
38 años).

189
“…Tengo la sensación de que los varones también, es un trampa, es una trampa pa’
nosotros, sobre todo pa’ los que nos movemos en el mundo académico, porque es como
quedarnos en la cuestión reflexiva, escribir artículos como lo dice esta autora Luce
Irigaray, el falogocentrismo que habitamos nuestras palabras, nuestras cosas, pero al final
que eso no es…es otra máscara, es otra máscara…” (Miguel, Colectivo de hombres, 44
años)

“…Eso sería revolucionario, que el hombre, nos descentráramos de la razón, porque la


razón es la masculina…” (Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48 años).

5.7.2.4. Foco de interés: Instrumentalización del género

Los discursos narrados develan que existen aprehensiones al trabajo colectivo en red
de hombres, puesto que se están transformando en una instrumentalización del género y de
las temáticas de masculinidades para conseguir mayores accesos de poder económico y
político.

La instrumentalización también se perpetúa por parte del Estado al no visibilizar la


conexión que existe entre hegemonía, patriarcado y modelo de producción económica, lo
que en el fondo hace actuar a este aparato represor en la utilización del género y de las
masculinidades como herramientas inclusivas a la estructura social, cultural, económica y
políticamente dominante.

“…También la legitimidad tiene que ver con racionalizar la wea, o sea, si yo no gano nada
no voy, cachay o no, es como racionalizar todo el asunto más que ir por la voluntad o por
el ímpetu, porque me interesa o porque me inquieta, no si es que no gano, o sea, no, no,
no…” (Daniel, Colectivo de hombres, 36 años)

“…Entonces siento que no…que es un rollo teórico, es un prostíbulo de negocios, o sea


estoy aquí porque va a rentar en 5 años más va haber plata o porque este me va a generar
cierto prestigio o porque esto me va a hacer cierta autoridad del tema (…) se están
generando…una súper estructura de masculinidades, que va a permitir que harta gente
viva…” (Osvaldo, Grupo autónomo de hombres, 48 años)

“…Lo llevay a una organización social a una red de hombres y es lo mismo, que los que
están ahí manejan más información, toman las decisiones, manejan la plata, deciden lo que
se hace con las platas, al final es la misma cuestión…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38
años)

190
“…Yo creo que había una postura muy crítica, muy escéptica y muy de la idea en el fondo,
que este tema de las masculinidades es una tema que…fácilmente instrumentalizado por el
Estado, fácilmente ideologizado en el sentido de que no le interesa el tema de fondo, o sea
percibir este vínculo entre patriarcado y modelo hegemónico de la masculinidad, no le
interesa meterlo en la educación como para generar una sociedad de hombres más libres,
no le interesa, no visibiliza el vínculo que hay entre la sociedad de consumo con los
varones que son dominantes, que abusan, que violentan a sus parejas, no ven esos
vínculos, el Estado no ve esos vínculos, entonces desde luego todos tenemos una postura
muy crítica y por eso, una cosa fuerte en el colectivo fue, hacer denuncia política de cosas,
en la web, en redes sociales, o las denuncias de la violencia…” (Miguel, Colectivo de
hombres, 44 años)

5.7.2.5. Foco de interés: Intencionalidad política

A partir de los discursos narrados por los sujetos entrevistados es posible visibilizar
que no existe politización en los grupos y colectivos de hombres que se cuestionan el
modelo masculino hegemónico. Es posible interpretar que los hombres del estudio
manifiestan que no se presentan intenciones de tensionar, debatir y/o esclarecer los
lineamientos, acciones y/o principios básicos de los grupos y organizaciones de las
“Nuevas Masculinidades”.

Es posible visibilizar que dos de los sujetos plantean la nula conciencia de clase que
existe en las “Nuevas Masculinidades”, lo que tendería incluso a reproducir una dinámica
neoliberal desde la perspectiva transclasista o superación de las contradicciones y
desigualdades entre las clases dominantes y las clases pobres.

“…No hay una conciencia de clase así como varones, dentro de estos malestares de que
tenemos que y si nos agrupamos podemos generar un proceso más consciente. Solamente
está la conciencia del malestar y de que hay algo que no cuadra…” (Miguel, Colectivo de
hombres, 44 años)

“…Otra cosa que me hace ruido a mí digamos, pero marca una diferencia de lo que yo
veo de los procesos de mujeres es que esto lo veo muy despolitizado, súper despolitizado o
sea da lo mismo, es como tener un rollo, un discurso y da lo mismo… las prácticas de
masculinidades en las transnacionales, o sea estudia a los gerentes, entonces siento que es
re-poco político el tema, que es súper instrumental (…) es neoliberal en el fondo, es como
el fin de la historia, pa qué nos preocupamos, no hablemos de eso…no hay clases

191
entremedio, no, entonces en ese sentido apolítico…” (Osvaldo, Colectivo de hombres, 48
años).

Existen otros dos discursos que enfatizan sobre la dificultad presente en los varones
respecto a politizarse tanto en términos colectivos como íntimos, en relación a generar
procesos encauzados hacia la sociedad en su conjunto sin dejar de construir un espacio de
reflexión interno entre los mismos varones.

“…Hay que participar en colectivo para establecer este tema con otros hombres y a su vez
con la sociedad en su conjunto, pero como la gente no está ni ahí con la política y no sabe
que lo personal también es político y cree que se resuelve en cuatro paredes…” (Daniel,
Colectivo de hombres, 36 años)

“…Pero en general, no hemos sido capaces de constituir y de agruparnos y realizar


acciones colectivas como hombres, nos hemos quedado en el crecimiento individual no má,
y desde esa perspectiva yo creo que es una postura súper cómoda, porque me comprometo
hasta ahí no má po, en la mía, en mi metro cuadrado…” (Cristian, Colectivo de hombres,
41 años)

5.7.2.6. Foco de interés: Masculinidades y política pública

Las posturas de los sujetos del estudio tienden a vincular las masculinidades más
equitativas/igualitarias con una demanda a las políticas públicas por parte del Estado, lo que
se traduce en propuestas que se relacionan con la paternidad, la inclusión de los varones en
la reproducción, en el parto, el diseño de planes, programas y proyectos dirigidos hacia el
tratamiento y reeducación de los hombres que ejercen violencia, hacia la enseñanza de
labores domésticas y la apertura de la violencia hacia la homosexualidad; todo lo cual es
posible observar a través de los siguientes fragmentos narrados:

“…Sí yo creo que sí (…) igual se está tratando de hacer algo, por el tema de paternidades,
reproductivo, agarrándose nuevamente de lo legítimo heterosexual instalado…eh…pero
queda mucho por hacer en violencia hacia homosexuales, depredación de la
homosexualidad, otras esferas que no están incluidas en la política pública…” (Daniel,
Colectivo de hombres, 36 años)

“…Nosotros postulamos de que el tratamiento de hombres debe ser dentro del tratamiento
de salud, nosotros creemos fielmente el tema de que el tratamiento de hombres, el trabajo
con hombres debe estar incluido como un problema de salud pública (…) el tratamiento
debe ser de salud pública y no de justicia…” (Gabriel, ONG, 33 años).

192
“…Hay que buscar que el hombre participe cuando vaya a ser papá, que se cuide, que use
preservativo, como cosa de política pública sí, que participen más en los partos, que se
agrande el post-natal pal hombre, que hayan Programas pa que los hombres aprendan a
ser las tareas domesticas, pa que el hombre se vuelque a estos espacios más íntimos…”
(Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

“…Yo creo que se está empezando a visualizar como un discurso un planteamiento en


algunos espacios, espacios de decisión más política, más de política pública….igual ha
sido como incipiente, ha sido corto….falta harto, falta harto…” (Cristian, Colectivo de
hombres, 41 años)

5.7.2. Subcategoría: Postura frente al movimiento de las Nuevas Masculinidades

Es interesante comprender apreciaciones y percepciones que tienen los sujetos del


estudio frente a la existencia o no de un Movimiento Social incipiente de Masculinidades
en Chile, así como comprender sus posicionamientos sobre la conceptualización de las
“Nuevas Masculinidades”.

5.7.2.1. Foco de interés: Movimiento Social incipiente

Existe posturas unánimes que plantean que en Chile no existe un movimiento social
por las Nuevas Masculinidades, tal como existe en otros países Latinoamericanos (Brasil,
México, Centro y Norteamérica) y Europa. Los sujetos entrevistados manifiestan que se
vislumbra un malestar respecto a la masculinidad, visible en organizaciones, colectivos y
redes de hombres que recién se están forjando, no obstante, faltan condiciones para que se
concreten como movimiento social, aunque ya observan elementos que tenderán hacia la
construcción de esto.

Así como hay tendencias que pueden gestar aquel movimiento también hay
elementos que podrían obstaculizarlo, tales como: procesos de conciencia incipiente que no
logran traducirse en acciones concretas, la vigencia de la misoginia y actos de poder en
ausencia de cuestionamientos sobre éstas prácticas, así como la tendencia a la
instrumentalización del género y las masculinidades, las políticas públicas, la propensión
academicista e intelectual de éstas, la existencia de recursos económicos financiados por
Redes internacionales; panorama que observan los sujetos del estudio respecto a las
“Nuevas Masculinidades” en la sociedad chilena.

“…Yo creo que todavía no estamos en condiciones de un movimiento social…todavía no


están las condiciones dadas, yo creo que es un proceso demasiado inconsciente todavía
(…) por lo menos acá en Chile o en Latinoamérica, tan contundente como en España o en

193
México donde hay varones que se organizan (…) en Chile yo creo que lo que tiene más
conciencia, lo que ha surgido más son los malestares de la masculinidad…” (Miguel,
Colectivo de hombres, 44 años)

“…En Chile yo creo que no, en parte de Europa, Centro y Norteamérica tiene
característica de movimiento social embrionario, redes que funcionan con colectivos,
bueno, instituciones y colectivos, más hombres involucrados, eh…diría que la mayoría con
una tendencia a incidir en las políticas públicas, que no me gusta, pero es…o qué
movimiento social no se plantea eso, pero bueno…muy diverso, hay hombres que
derechamente se proclaman pro-feministas, otros que no, pero veo que hay una tendencia a
involucrarse en el tema organizadamente, aquí en Chile falta harto, pero yo creo que va a
pasar, es como inevitable que ocurra, porque hay plata…” (Osvaldo, Grupo autónomo de
hombres, 48 años)

“…Ni siquiera este “amor de papá” o el “papá por siempre”, ni siquiera eso, ambos
parten de una misoginia, tu escuchas a papás por siempre y hay confrontación y violencia
y hay gente que se ha retirado de amor de papá en parte por eso también, es una forma de
actoría, eso yo no veo mucha actoría de verdad (…) no veo que busquen ser más libres,
más conectados emocionalmente o ser más amorosos, más afectivos, cuestionando su lugar
de poder, al revés creo que podría ser hasta un acto de poder, yo he visto papás que están
en la lógica de demanda con sus parejas, en una lucha de poder por lo propio, por la
propiedad y los hijos son parte de la propiedad, (…) yo no veo ni un movimiento, el
movimiento gay por el matrimonio (…) se traduce de nuevo en la propiedad…” (Ricardo,
Institución privada, 40 años).

“…No, no, no, no pa na, si son unas organizaciones pichiruchi, pucha es que no tienen
nada y tendrían que venir, no sé cómo será en Brasil, pero yo creo que acá en Chile no,
bueno se está dando una red de violencia pero de repente son manejadas, a mi esta red
menengage, que es en inglés, y que lo financian de allá, un gringo, como que esto que las
cosas bajen noooo entonces (…) si me hablay de movimiento de las masculinidades
…no...” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38 años)

“…Yo creo que se está partiendo…eh…claro, como colectivo no sé si movimiento, pero


por lo menos, se está haciendo más trabajo con hombres, con hombres jóvenes, a nivel de
Liceos, a nivel de organizaciones, se está incorporando el tema de las Universidades
también para poder investigar, eh, de a poco se va igual ahí, poder armando algo…está el
tema de la Red también, (…) y ONG’s igual están haciendo algunas cosas (…) en algún
momento igual algo había hecho la Red de Masculinidades, que se coordinaba desde la
FLACSO, estaba José Olavarría, la Teresa Valdés, pero eso era súper académico, súper

194
académico, eran puros Magíster, Doctorados, la volá de los intelectuales, y bueno ahí ha
quedado…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años)

5.7.2.2. Foco de interés: Cuestionamiento a las Nuevas Masculinidades

Los discursos narrados por los sujetos del estudio plantean no estar de acuerdo con
que los cambios que se están produciendo en la identidad masculina tradicional se
conceptualicen en “Nuevas Masculinidades”, puesto que ésta obedece a un modelo y tal
categorización tiende a excluir, marginar y subordinar a quienes se encuentran fuera de lo
definido y establecido como referencia a seguir.

Dentro de los cuestionamientos a las Nuevas Masculinidades existen sujetos


entrevistados que incluso trascienden la perspectiva de los modelos femenino-masculino,
abogando incluso en que el problema del patriarcado es el género como construcción
diferenciadora, que sitúa límites excluyentes de cómo debe ser una mujer y un hombre. Los
planteamientos anteriores se aprecian a continuación:

“…A mí me complica igual hablar de una nueva masculinidad, porque si no está


cambiando una cosa por otra, o sea esta es la forma de ser hombre. Yo creo que tiene que
ver con un reconocimiento a las masculinidades plurales y diversas,(…) con un tema de las
libertades, con un tema de reconocimiento, siempre van a haber algunos más brutos, otros
más sensibles, pero bueno, cada uno tiene sus espacios. El tema es que ninguno de ellos, de
esas masculinidades pretenda imponerse y querer estar por sobre la otra y que sea la
verdadera, que se reconozcan las masculinidades, no creo que ninguna de esas sea como
más nueva…” (Cristian, Colectivo de hombres, 41 años)

“…Uno simplemente puede contribuir en que la legitimidad de la imagen de lo masculino,


se relativice y a partir de eso, se genere por sí mismo, siu géneris, por la misma voluntad
en el fondo. Y tampoco caer en la idea de que ah es revolucionario, vamos a hacer un
nuevo hombre, hay que relativizarla, o sea, personalmente creo eso. Relativizar la
situación digamos ¿por qué la creencia ciega de que una cuestión va a resolver todo? (…)
porque después de repente uno que no encaje con eso queda afuera…” (Daniel, Colectivo
de hombres, 36 años)

“…El asunto partió por el modelo de masculinidad hegemónico está mal, entonces
construyamos una nueva masculinidad, después el cuestionamiento fue para qué vamos a
construir un nuevo modelo hegemónico, distinto al anterior, pero de nuevo uno, ah no,
muchos modelos, entonces son nuevas masculinidades. Ahora mi cuestionamiento es, pero
son nuevas masculinidades al fín y al cabo, digamos y en realidad lo que debería haber es
ni feminidades, ni masculinidades, ni nada…yo debiera ser yo (…) tú…y habrán weas que

195
a alguien le parecerán que se acercan más de lo que se espera una mujer y que hago yo,
pero qué con eso, debiera no tener un rótulo digamos, y ese es el drama que todos
aparezcamos y tengamos la receta de cómo tenemos que comportarnos, entonces, lo que
hay que eliminar son las recetas, sino va a aparecer y yo hago la wea que quiero digamos,
mi sexo no me determina lo que tengo que hacer (…), porque en realidad lo que hay que
cuestionar desde mi punto de vista es el género…” (Osvaldo, Grupo autónomo de
hombres, 48 años)

“…Yo creo que hay una cosa que es transversal que es patriarcal, que no tiene que ver ni
siquiera con la masculinidad, sino que tiene que ver con el uso de la dominación y del
poder, y que tiene que ver con que seas hombre, seas mujer, seas femenino o seas
masculino, estás súper presente (…) es que yo creo que...ojalá que no…uno se vaya
liberando de los modelos y sea más flexible (…) hay otro ahí que está y uno responde a ese
otro y a lo que uno mismo quiere, en una tema de la libertad, que tampoco vas a hacer todo
lo que el otro quiera, porque tení que ser libre…” (Arnaldo, Colectivo de hombres, 38
años)

196
6. CONCLUSIONES REFLEXIVAS

197
La presente investigación social cualitativa denominada “Actores sociopolíticos que
vivencian procesos de deconstrucción de la masculinidad hegemónica” surge a partir de la
siguiente interrogante:

¿Qué elementos inciden en el proceso de deconstrucción de la masculinidad


hegemónica que vivencian actores sociopolíticos participantes de colectivos,
organizaciones y/o instituciones de hombres con perspectiva de género y/o pro-feminista?

Para responder a ésta se ha indagado en los procesos de cuestionamientos a la


identidad masculina dominante que se han traducido en transformaciones concretas más
igualitarias y equitativas, tanto desde ámbitos individuales-personales, así como desde el
posicionamiento de estos hombres en espacios colectivos socioeducativos en los cuales
participan. Lo cual ha sido conceptualizado como deconstrucción del modelo de
masculinidad hegemónica.

Para profundizar aquellos aspectos, se han desarrollado las conclusiones a partir de


tres ámbitos temáticos: 1) Conclusiones desde el Objetivo General y los Objetivos
Específicos de investigación, 2) Conclusiones desde los Hallazgos Teóricos de la
investigación y 3) Conclusiones y desafíos para el Trabajo Social.

198
6.1. CONCLUSIONES DESDE EL OBJETIVO GENERAL Y LOS OBJETIVOS
ESPECÍFICOS DE INVESTIGACIÓN

6.1.1. Motivación a los cuestionamientos: la figura del padre y el malestar frente


al modelo de masculinidad hegemónica

La motivación a los cuestionamientos del modelo de masculinidad hegemónica


deviene de una revisión de la socialización de género de los hombres entrevistados, dentro
de la cual influyeron personas significativas de la familia de origen, fundamentalmente la
figura paterna como autoridad y el haber vivenciado algún tipo de violencia en sus vidas, lo
que en el fondo se traduce en la violencia estructural (Aldunate, 2011) que es transversal a
hombres y mujeres -a pesar de presentar evidentes distinciones-, en el sistema social
patriarcal y neoliberal. Todo lo cual permitió iniciar un proceso individual de autocrítica
que genera un malestar e incomodidad frente al modelo de masculinidad hegemónica, que
se profundiza con la realización de un trabajo socioeducativo con otros hombres, lo que
finalmente permite retroalimentar y cimentar el inicio de los cambios cotidianos en las
prácticas.

La figura paterna de autoridad es fundamental en los cuestionamientos de los


hombres entrevistados, ya que representa al “Pater”, sostén del patriarcado, a través del cual
se transmiten las normas sociales, por medio de la primera institución básica de la sociedad:
la familia.

El padre representa la transmisión de roles y conductas violentas, machistas,


autoritarias, que en el fondo arma e instala el modelo a seguir del ser hombre. Es el vínculo
masculino referente y más cercano en la socialización de la masculinidad hegemónica,
marcando su historia de vida y su construcción subjetiva, tanto si está presente, como si no
lo está, ya sea a través del maltrato, o por medio del distanciamiento, ausencia o abandono,
lo que genera como consecuencia un camino con dolores y daños emocionales y la herencia
de los niños guachos en la historia de Chile (Salazar, 1990).

Cuando aparece la madre, quien también es un personaje significativo en la


socialización, se muestra como aquella figura cercana al mundo privado, a las tareas
domésticas y al cuidado; con la cual los varones empiezan a empatizar, puesto que es la
imagen del género oprimido más cercana, convirtiéndose por tanto en una persona
importante que incide en la revalorización de lo asignado a lo femenino.

En la línea de los vínculos descendientes aparecen las y los hijas/os como un desafío
de reparación de la historia familiar, así como una forma de quebrar la reproducción
tradicional del modelo hegemónico.

199
En conclusión, la historia familiar es el primer espacio donde los varones
conocieron la reproducción de los modelos diferenciadores de género, lo cual permite el
posterior quiebre con tal hegemonía, cimentándose el camino de los cambios alternativos a
esta construcción unívoca.

Por otro lado, la violencia vivida es una constante en los varones entrevistados, lo
que se relaciona con la reproducción del modelo de masculinidad y con la socialización de
la dominación, teniendo ésta un carácter estructural que atraviesa todas las dinámicas de
relación: al interior de la familia, en la homosociabilidad, con otros hombres, con otras
mujeres, sexismo y misoginia, en el trabajo, en las instituciones societales (escuela,
religión, cárcel), en el espacio público, desde el Estado (aparatos policiales, dispositivos de
control, represión, vigilancia y prisión), en la intimidad y en el amor. Es decir, la violencia
actúa como red social (Foucault, 1999) manifestándose principalmente, a través de la
violencia política de sus padres (exilio y prisión) y siendo víctimas de violencia física y
psicológica de manera sistemática en el desarrollo de la infancia.

En base a lo anterior es posible enunciar que la violencia de carácter estructural


también afecta a los hombres de manera diaria, puesto que están socializados a través de un
modelo que normaliza, naturaliza y reproduce la violencia en diversas dimensiones, lo cual
aparece como un mandato que de una u otra manera son llamados a perpetuar para
funcionar socioculturalmente.

En cuanto a los trabajos con violencia de género, también fueron un elemento


significativo que motivó el cuestionamiento a la masculinidad hegemónica. El ser testigos
de historias de violencia, maltrato y abuso hacia las mujeres y cómo aquello es ejercido por
hombres, además de contar con formación profesional entorno a la temática de género, les
permitió empatizar con la desigualdad y la opresión en la realidad social concreta y
dimensionar las consecuencias que esto generaba en las mujeres y en los hombres.

El verse en el otro y en la otra, ayuda a comprender el género y origina una


consecuencia en el sentir frente a la masculinidad hegemónica, lo cual se traduce en un
malestar, en una incomodidad y en un deseo y voluntad de querer cambiar lo que ha sido
impuesto.

Este malestar es producto de una crisis de la masculinidad hegemónica (Connell,


2003) en la vida de los propios sujetos, devela la deslegitimación del paradigma
sociocultural e histórico reproducido en sus vidas, incardinado en sus cuerpos, impregnados
en sus formas de ser, atravesados en sus formar de pensar, ya que los hombres entrevistados
no se amoldan a este modelo lo cual produce una fractura que es la que permite la
transformación de las prácticas cotidianas.

Dicha transformación de las prácticas se traduce en lo concreto, en el


cuestionamiento y desacato a los mandatos socioculturales del ser hombre, los cuales son

200
permanentemente tensionados en una dinámica disyuntiva entre el rechazo y la
reproducción del mismo. Si bien, a través del discurso los varones se presentan resistentes
al mandato, ellos están socializados y coexisten con el modelo de masculinidad
hegemónica, lo cual los empuja a ser funcionales, a pesar de su intento de fugarse ante
aquel imperativo.

Así como hay quienes asocian el cuestionamiento a la necesidad de un cambio,


resistiéndose de ésta forma al modelo, existen otros varones entrevistados que a pesar de
ser conscientes y reconocer el cuestionamiento al mandato, continúan con la reproducción
del mismo, por lo tanto se restringen a un planteamiento discursivo el cual no se refleja en
la práctica.

Con el fin de conceptualizar este viaje de cuestionamientos y cambios, es posible


visualizar y concluir que cada uno de los varones entrevistados lleva a cabo la
concientización de los malestares que les reporta la historia de sus vidas y el sentir frente al
modelo de masculinidad hegemónica; desarrollándose a nivel íntimo e individual un
proceso largo y complejo que implica auto-observación, una doble mirada: instrospectiva y
crítica del entorno, de otros hombres, otras mujeres, de niñas y niños, de las relaciones
personales e intersubjetivas y del funcionamiento social, ya que cada palabra y acto que van
haciendo y deshaciendo, tiene efectos en las y los otras/os.

Tales cuestionamientos permiten la puerta de entrada a la profundización de los


cambios.

6.1.2. Motivación a los cambios: conciencia de la desconexión emocional y


resistencia a la dominación

La motivación a los cambios en los varones emerge fundamentalmente de la toma


de conciencia de la desconexión emocional y la ruptura psicosomática (Rodrigáñez, 2008)
sobre la cual han sido socializados a lo largo de sus vidas.

La represión emocional y mutilación afectiva (Badinter, 1993), que se traduce en el


desconocimiento de la presencia de las emociones, en la dificultad para reconocerlas en sus
cuerpos y mayor aún para comunicarlas, es una constante en la construcción subjetiva y
afectiva de los varones bajo el sistema patriarcal, desde lo cual ellos son capaces de darse
cuenta, debido al proceso de auto-explorar, auto-mirar y auto-observar su identidad de
género masculina y las relaciones que establecen a partir de ella.

La desconexión emocional se refleja en que los hombres entrevistados no saben en


días lo que les sucede, en la anulación de la emocionalidad, en la sobrevaloración de la
razón, lo que es producto de este quiebre psicosomático entre mente y cuerpo. Esto se
traduce en un escenario confuso e incierto que termina empujándolos a lo conocido del
modelo hegemónico, habitando por lo tanto, sólo lo asociado a la mente, al control, a la
201
consecución de fines, lo que en el fondo transforma esta represión emocional en una
máscara o coraza que se expresa por medio de la agresividad y la violencia.

La comprensión por parte de los hombres entrevistados de la existencia de tal


represión sistemática les permite reconocerse como seres emocionales y afectivos. Permite
también empatizar con sus miedos, dolores, tristezas, frustraciones, así como con
expresiones afectivas de ternura y sensibilidad asociadas y atribuidas a lo femenino.

A partir de sus posturas corporales, actitudes y apertura al diálogo durante la


entrevista, es posible interpretar su sentir por medio de la comunicación y cómo ellos
logran conectarse con su mundo emocional e íntimo. Lo anterior les permite resignificar y
revalorizar esta dimensión en sus vidas, dar un paso el descentramiento de la razón y recibir
retribuciones, tales como: lograr un grado de honestidad con ellos mismos y establecer
vínculos más satisfactorios con el entorno próximo.

Basándonos en la construcción binomial de la cultura occidental, donde la emoción


y la razón han sido asociadas a lo femenino y lo masculino respectivamente, que genera que
el ámbito emocional-afectivo-íntimo sea una esfera poco explorada por los varones y que la
razón sea un ámbito donde los hombres deben desarrollarse, involucrando en ello la
ostentación del poder que le otorga su género, los hombres entrevistados manifiestan una
postura resistente al poder y a la dominación lo cual se configura en un motivador para
iniciar cambios en la práctica.

De esta manera es posible develar que el motor para iniciar cambios en los varones
entrevistados tienen relación con descentrar lo que históricamente ha estado asociado al
género masculino: al poder y la razón y desarrollar, valorar, aquellas esferas de su ser que
han sido sometidas e invisibilizadas.

Los varones entrevistados al iniciar procesos de integración de las dimensiones


humanas: emocional y racional, contribuyen a trascender la oposición binaria del mundo
occidental incorporándolo a sus vidas, a la manera de establecer sus relaciones y a sus
mundos intrasubjetivos.

En aquel camino de cambios y transformaciones cotidianas, se han presentado


facilitadores que han fortalecido y profundizado el proceso de deconstrucción de la
masculinidad hegemónica.

202
6.1.3. Facilitadores de deconstrucción: el feminismo y el trabajo con hombres:
desde la teoría hacia la confrontación de la práctica

Un elemento común entre todos los varones del estudio es la formación profesional
universitaria de pregrado y mayoritariamente de magíster, específicamente en el área de las
ciencias sociales. Cabe señalar que este resultado no fue intencionado, sino que producto de
la técnica de recolección de información utilizada: bola de nieve.

Los hombres entrevistados que se desempeñan en este campo académico tienen la


posibilidad y acceso al conocimiento científico y teórico lo que ha permitido profundizar
los cuestionamientos hacia los modelos y desigualdades de género y por ende, promover los
cambios en las prácticas cotidianas, ya que cuentan con más herramientas para realizar
análisis e interpretaciones de las diversas realidades, lo cual permite concluir que el
conocimiento teórico-académico y vivencial respecto al género ha actuado como facilitador
del proceso de deconstrucción de la masculinidad hegemónica.

Sumado al conocimiento teórico adquirido en la formación universitaria se puede


agregar la experiencia de los entrevistados en espacios laborales, dentro de los cuales se
genera un proceso de retroalimentación teórica y práctica.

Un aporte relevante desde los postulados teóricos para estos varones, lo ha realizado
el Movimiento de Mujeres y Feminista. Los hombres entrevistados al haber o estar
relacionados con mujeres feministas, han tenido acceso a teorías, investigaciones que han
podido contrastar, confirmar y/o refutar en la práctica.

El movimiento de mujeres y feminista, desde sus planteamientos teóricos y


prácticos, tanto ético-políticos y filosóficos, ha significado un aporte considerable en los
cuestionamientos a la masculinidad hegemónica, puesto que es desde el feminismo donde
se plantea que el género es una construcción social, que “mujer se hace, no se nace”
(Beuvoier, 1949), por lo tanto, como categoría relacional se puede plantear que lo mismo
ocurre para los hombres, así como se aprende a serlo, se puede llegar a transformar, ya que
el hombre se hace, no se nace.

El feminismo ha contribuido a la vida de los hombres entrevistados, tanto desde sus


subjetividades y espacios íntimos, como a los grupos y colectivos de varones. A través de
su consigna “lo personal es político” (Millet, 1976), éstos han podido trascender las
relaciones de poder, de conflicto y de dominación a las relaciones de sus parejas, al
ejercicio de la sexualidad, a la comunicación entre sus grupos colectivos, a sus equipos de
trabajo, entre otros espacios.

El feminismo ha cuestionado la identidad femenina y contribuido a las


transformaciones y atribuciones socioculturales que se han asignado al género, lo mismo ha

203
ocurrido con el género masculino, el cual se ha visto tensionado, y de cierta forma,
demandado a cambiar sus dinámicas y mandatos históricos.

Las transformaciones de los hombres del estudio han surgido producto de los
cambios que reivindicaban las mujeres feministas, quienes fueron las primeras que se han
rebelado frente al sistema patriarcal.

El posicionamiento del género como categoría de denuncia activa (Aldunate,


Paredes, 2009) sumado a la participación de los hombres entrevistados que participan en
trabajos socioeducativos directos con otros varones, han facilitado los cuestionamientos a la
masculinidad hegemónica. El verse reflejados en los otros y la necesidad de generar un
proceso socioeducativo de comprensión y re-educación, les ha permitido verse a sí mismos,
lo cual les hace confrontar la realidad al ver la materialización del modelo.

El reconocimiento en el otro los re-significa como sujetos colectivos, al mostrar la


necesidad de generar los cambios no sólo desde ámbitos individuales, sino también en el
ámbito social, develándose un vínculo con la comunidad, con la sociedad, transformándose
en actores socio-políticos que podrían llegar a ser parte de la germinación de un
movimiento social.

En conclusión, en la medida en que los hombres participantes del estudio han


podido tener acceso al mundo de la elite universitaria, al conocimiento teórico y la
aplicación de estos en los espacios laborales, así como el acercamiento a las teorías
respecto al Género, les ha facilitado la generación de cuestionamientos, ideas y discursos
que se han confrontado en la práctica a partir de la motivación de pertenecer a un espacio
socioeducativo. Todo lo anterior les ha dado la posibilidad de empatizar y verse reflejados
en “el otro”, a través del cual ven reproducido el modelo de masculinidad hegemónica,
también como se manifiesta éste en sí mismos y en la sociedad en general.

6.1.4. Obstaculizadores de deconstrucción: La hetero-normatividad como


limitante para la deconstrucción de la masculinidad hegemónica.

Considerando que la heterosexualidad es uno de los ejes fundamentales de la


construcción de la masculinidad hegemónica, se presentan como obstaculizadores aquellos
que tienen que ver con la expresión de dicho mandato en la presencia de las relaciones
próximas de los sujetos, frente a lo cual aparecen tres elementos que tienden a categorizarse
como limitante para profundizar en los procesos de deconstrucción de la masculinidad
hegemónica: 1) la demanda de las mujeres a lo masculino, 2) los prejuicios heterosexuales,
tanto internos (de ellos mismos) como externos (entorno próximo) y 3) el cuestionamiento
del entorno.

204
El elemento que trasciende a los discursos de los sujetos del estudio es la exigencia,
demanda y perpetuación a la heterosexualidad, ya sea desde los mandatos interiorizados en
ellos mismos, de mujeres o de otros hombres; lo cual la establece como norma, ya que la
heteronormatividad -característica común en las sociedades mundiales occidentales-,
aparece como única forma de relación legitimada. La posibilidad de no ser heterosexual
está impregnada de prejuicio morales y sociales, que se sostienen en el miedo que sienten
los hombres a ser considerados homosexuales (Butler, 2002), puesto que la masculinidad
hegemónica tradicional niega las expresiones subjetivas de género que estén fuera de aquel
modelo, ya que éstas no da cumplimiento a la identidad dominante, lo que por tanto, los
hace sentir excluidos, marginados y abyectos.

“La denominación es un modo de fijar una frontera y también de inculcar


repetidamente una norma” (Butler, 2002: 26), lo que quiere decir que denominar “lo
diferente” es en sí un acto hegemónico, puesto que ya refiere hacia un/a “otro/a”, como
algo que no debe ser lo que es, por lo cual se impregna una valoración empequeñecida
sobre lo que no se comprende como lo normal, asignándose como minoría y/ o disidencia.

La heteronormatividad es uno de los límites principales que impiden profundizar en


transformaciones al modelo hegemónico masculino, ya que existe temor de aquellos
hombres a que se ponga en duda su heterosexualidad. Por lo tanto, es un resguardo, puesto
que el haber sido socializado en la cultura hetero-normativa genera un impacto que
determina el deseo, el placer, el sexo, cómo debe ser y comportarse un hombre. El no dar
cumplimiento a la heterosexualidad, no les reporta reconocimiento, los subvalora; lo que
escudriñando en el hilo fino se traduce en que ellos quieren mantener en algún lugar
inconsciente de su mente y cuerpo, la masculinidad.

Es interesante profundizar en los motivos por los cuales la heteronormatividad es


una práctica que no quiere ser desestructurada o descontinuada, lo que es posible
comprenderlo a partir del vínculo complementario de hombre-mujer como pareja
hegemónica naturalizadora que funciona y ha sido creada para la reproducción de la especie
humana, lo que en el fondo permite manutener a la familia como primera institución básica
y núcleo fundamental de la sociedad, estructura esencial para el funcionamiento
económico, político, moral y ético, social y cultural del sistema patriarcal y del modelo
capitalista.

En conclusión, la heteronormatividad impide que se profundice en un proceso


deconstructivo que se vea reflejado en cambios concretos en la práctica, ya que aún siguen
existiendo prejuicios a nivel de discurso que generan limitaciones, sesgos y contradicciones
al planteamiento cuestionador de aquellos hombres, el cual pretende escaparse a los moldes
de género.

205
6.1.5. Privilegios Masculinos: el poder, el saber y la desvinculación con lo
privado- doméstico

Un elemento importante que aparece en la investigación es que los varones


entrevistados se cuestionan el uso y abuso de los privilegios ganados por el sólo hecho de
ser hombres, los cuales no requieren de mérito, esfuerzo o trabajo para obtenerlo, sino que
son implícitos y vienen incorporados simplemente con la genitalidad.

Los hombres de esta investigación si bien generan un cuestionamiento a los


privilegios masculinos que han ostentado, ya que éstos están atravesados por el poder y la
dominación -ejes fundamentales sobre los cuales se sostiene la masculinidad hegemónica-,
reconocen hacer uso de los privilegios, y les es dificultoso romper con aquella historia de
socialización.

Los principales privilegios problematizados a partir de los discursos de los sujetos


entrevistados son asociados al poder del saber y a la sobreutilización del espacio público, lo
que genera como consecuencia la desvinculación del espacio doméstico-privado,
manifestándose en acciones concretas expresadas en el desentendimiento del cuidado de
los/as hijos/as y de tareas especificas de alimentación, higiene y orden, principalmente.

Por su parte, el poder del saber responde a la sobrevaloración de la razón,


característica de la modernidad y de las profesiones, ya que el conocimiento es fuente de
privilegios, el que les reporta valoración, status social, ser y sentirse importantes.
Utilizado para dominar, competir, ganar e incluso para humillar a otros/as.

Por otro lado, el privilegio al cual más les cuesta renunciar a los hombres del
estudio es a la desvinculación del espacio doméstico-privado, primero, porque es el lugar
donde la distribución de roles asignados a lo femenino y a lo masculino es más visible y
determinante, y segundo, no han sido educados para ser parte activa de él. En base a lo
anterior, es posible presumir que los hombres se sientan cómodos en tal asignación
jerárquica, por lo tanto, no es extraño que quieran mantener su posición de privilegio y que
saquen provecho de ello.

Un ejemplo de tal situación es que pese a las transformaciones socioculturales que


han existido durante el siglo XXI, asociadas a la incorporación de las mujeres al trabajo
asalariado, éstas han debido adaptarse a la sumatoria de dobles jornadas: el trabajo
remunerado y el trabajo doméstico, ya que los hombres en general no han renunciado al
privilegio de lo público, y no han adoptado formas activas de participación de manera
sistemática y permanente en la crianza y cuidado de las/los hijas/os, en la transmisión de
valores vinculado a los afectos, en las responsabilidades domésticas y en la participación
comunitaria (escuela y salud), lo que ha impedido avanzar hacia transformaciones
profundas en términos de igualdad entre los géneros.

206
Es por esto que se considera favorable que los hombres del estudio se cuestionen la
ostentación de los privilegios fundados en el poder y sea visibilizado, puesto que aquello
permite transformar las relaciones con las mujeres, otros hombres y niñas/os.

Los hombres participantes en la investigación consideran preciso que los cambios


en la corresponsabilidad doméstica sean expresados tanto por hombres como por mujeres,
ya que el sustento del privilegio que permite la desvinculación en lo doméstico lo ejerce en
la práctica el hombre, así como es reforzado por la mujer material y simbólicamente,
puesto que al estar socializada en el modelo masculino hegemónico ellas también
encuentran sentido en la definición de aquellos roles femeninos, por lo cual es esencial que
éstas decidan modificar los roles que les han sido impuestos, desligándose de tareas
domésticas y serviles, delegando y/o promoviendo decisiones colectivas frente a las
distintas tareas.

En conclusión, para que se generaran cambios importantes en términos del ejercicio


de relaciones igualitarias entre los géneros, fue necesario que los varones entrevistados
presentaran la voluntad de renunciar a los derechos implícitos, a través de una decisión
individual de bajarse del pedestal (Da Silva, 2009). Lo que se tradujo en acciones activas
que rompieron con la continuidad de los privilegios masculinos, es decir, que los evitaron,
los resistieron y/o incorporaron a acciones y prácticas que no les habían sido asignadas a su
identidad de género; lo que finalmente develó que los sujetos se encuentran vivenciando
procesos de deconstrucción de la masculinidad hegemónica.

6.1.6. Expresiones subjetivas disidentes a la masculinidad tradicional: el


desarrollo e incorporación del mundo privado-doméstico-íntimo

Las expresiones subjetivas que disiden de la masculinidad hegemónica, intentan


fugarse o romper con los modelos de género, lo cual las convierte en manifestaciones que
resisten y construyen formas diferentes a lo que se ha implantado como norma del
patriarcado.

El elemento transversal en las expresiones subjetivas que disiden de la masculinidad


tradicional en los varones del estudio, es el desarrollo e incorporación del espacio privado-
doméstico e íntimo en la vida de los varones. Los que se reflejan en cambios concretos en
la cotidianidad que se expresan en la conexión corporal, al explorar en prácticas ancestrales
no occidentales, en las relaciones de pareja al establecer relaciones horizontales e
igualitarias, como someterse a una intervención médica de anticoncepción –la vasectomía-
y , en el ejercicio de la paternidad presente, a través de la responsabilización de la crianza y
cuidado de las/os hija/os, y asumir tareas y acciones que los vinculen al espacio privado-
doméstico e íntimo asociado a lo femenino; todo lo cual se traduce en un avance al proceso
de deconstrucción, ya que avanza desde el cuestionamiento para dar paso al cambio.

207
Estas expresiones subjetivas disidentes muestran una alternativa posible distinta al
modelo de identidad dominante, que incluso trascienden a la categorización de modelo, por
ello se clasificaron en expresiones subjetivas, ya que no proponen formas unidireccionales,
únicas u homogéneas de referencia, sino que son apuestas que implican desarrollar y
proponer acciones que en gran parte no se realizan en un territorio de certezas, puesto que
son dimensiones desconocidas para el mundo de los hombres, por lo cual los desafíos y
aprendizajes son constantes.

Una de las dimensiones más significativas a la cual se refirieron los sujetos


entrevistados fue la paternidad. A la cual le otorgan otro sentido que se aleja de la figura de
autoridad, disciplinamiento y castigo, resignificando al padre, mostrándose cercano a las/os
hijas/os, expresándose afectivo, cariñoso, cimentando una relación horizontal, incluso
amistosa con ella/os, desprendiéndose de la imagen sagrada e incuestionable del padre
tradicional, promoviendo un referente transparente que se puede equivocar.

Si bien es posible observar la materialización de los cambios en los entrevistados


éstos se desarrollan en un marco de contradicciones, ya que el proceso de transformación
que los sujetos realizan lo vivencian en coexistencia con el modelo hegemónico.

Esto significa que la identidad de género dominante si bien está en constante tensión
y cuestionamiento, existe un entorno social y una historia de socialización de la humanidad
producto de la acumulación sociocultural del patriarcado, que exige cumplir determinados
modelos, lo que se plasma en todo lo que conforma a una cultura: en los medios de
comunicación masiva, en los patrones estéticos de belleza corporal, en las metodologías de
las escuelas y universidades, en los modelos de desarrollo económico, en los sistemas
políticos y particularmente en las relaciones de poder intersubjetivas, entre hombres y
mujeres y de hombres con otros hombres, donde es más invisibilizado su cuestionamiento.

Se develan contradicciones en tanto los varones del estudio siguen manteniendo


prácticas hegemónicas y machistas que les siguen beneficiando, tanto en el espacio íntimo-
doméstico-privado como en el público que se ven atravesadas por la normalización de las
relaciones de poder entre masculino y femenino.

En conclusión las expresiones subjetivas disidentes que se manifiestan en la práctica


cotidiana permiten develar que estos varones están vivenciando procesos de
deconstrucción, el cual se desarrolla en un contexto donde aún continúa siendo validado el
modelo de masculinidad tradicional y que por ende genera tales contradicciones. El
proceso deconstructivo implica avances en la igualdad de género que están siendo
permanentemente tensionados por la legitimidad social, moral y cultural de lo hegemónico
y lo imperativo del modelo de género masculino.

208
6.1.7. Nuevas Masculinidades y movimiento social

Dilemas en la participación político-social activa: la necesidad de volcarse a lo


íntimo y la tensión de concebir lo público como hegemónico.

Una de las tensiones evidentes y conscientes de los sujetos del estudio, es el dilema
que provoca la participación política social-activa en espacios de visibilidad pública, ya que
una necesidad de deconstrucción de la masculinidad hegemónica que se materialice en un
cambio concreto es el vínculo de los hombres del estudio en espacios privados-domésticos
lo cual los lleva a volcarse hacia lo íntimo, puesto que su identidad de varones ha sido
históricamente situada en lo público. Sin embargo, como ha emanado en los entrevistados
la necesidad de organizarse a través de colectivos y espacios socioeducativos que se
vinculan de una u otra forma al movimiento social, se plantean la urgencia de abrir tales
reivindicaciones hacia la sociedad civil, ciudadanía o población en general, con el fin de
sensibilizar y propagar la denuncia hacia el género. Pero por otro lado, está la necesidad de
conectarse con las emociones y sentimientos, crear vínculos intersubjetivos con otros
hombres, de auto-mirarse, mirarse en el otro y reflexionar introspectivamente.

Otro de los motivos de los varones para alejarse del espacio público es el factor
tiempo, ya que a pesar de estar vivenciando procesos de deconstrucción, no abandonan el
rol de proveedor, por lo tanto, esto implica destinar tiempo al espacio laboral, sumado a que
desean incorporarse al espacio íntimo-privado-doméstico, cuentan con escaso tiempo para
disponer a lo público.

El estar en lo público y ser en lo íntimo se presenta como una disyuntiva no resuelta


en los varones del estudio frente a la complejidad de integrar los dos espacios, producto de
la herencia occidental moderna de oponer binariamente la realidad, sumado a ello la lectura
desde su matriz masculina sobre relacionar lo público con lo hegemónico, tiende a
cuestionar su cercanía con tal espacio, creando la idea incluso de desligarse y deshabitarlo.

Para procurar trascender aquel paradigma diferenciador que superpone, la razón y lo


público asignado a lo masculino por sobre la emoción y lo privado-doméstico-íntimo
atribuido a lo femenino, se hace ineludible integrar ambos espacios –lo público con lo
íntimo-, nutrirlos, apelando a su reciprocidad, igualándolos en valor, lo que tendería a
romper con la oposición binaria de las “cosas”, propias de la modernidad.

Para los entrevistados el trabajo colectivo entre hombres se constituye en un espacio


donde es posible establecer relaciones íntimas, donde se permite la expresión y reflexión
de planteamientos disidentes a la identidad de género tradicional, sin ser juzgados y
prejuiciados, o menos valorados sin sentirse “raros”, conformándose como un lugar para
comunicarse en libertad sobre aquellos postulados de la masculinidad que son
incuestionables. Tal espacio colectivo e íntimo va a ser el sustento para proyectarse hacia lo
público, puesto que la subjetivación, el reconocerse en otro sujeto, los legitima, y no es que

209
sea preciso deshabitarlo, sino que emana la urgencia de desprenderlo de hegemonías, sin
perder el encuentro con lo íntimo y dejar de asociar tanto lo público como lo íntimo a las
disputas de poder, competencia y dominación propias de lo asignado a lo masculino.

En conclusión, un desafío para los hombres entrevistados es volcarse hacia el


mundo privado-íntimo-doméstico, manteniéndose en lo público, aunque des-
hegemonizándolo en un afán de integrar lo íntimo-colectivo con lo público-social,
socializar los cuestionamientos y aprendizajes que emergen desde el espacio colectivo a
otros hombres, mujeres, niñas, niños y comunidad en general para reeducar las valoraciones
opresivas e iniquidades entre los dos espacios público-privado con el fin integrarlas, no
segregarlos y con ello avanzar hacia alternativas igualitarias de relación entre los géneros.
Es decir que la comprensión de que el espacio público no es intrínsecamente hegemónico es
uno de los ejercicios deconstructivos.

Por lo tanto, se considera relevante despojar a lo público de dinámicas


hegemónicas, y revalorizarlo en términos de dejar de asignarle una vinculación con el
espacio masculino, es decir, des-patriarcalizar, des-jerarquizar, des-academizar, des-
competitivizar tal espacio.

Esta práctica contra-hegemónica y acto de resistencia, nutre a lo público de otros


valores tales como la empatía, la horizontalidad, el cuidado, la sensibilidad, es decir,
prolonga los valores del espacio íntimo-privado-doméstico al espacio público, lo que va a
permitir también re-valorarizar la dedicación al primero y trascender la dicotomía
masculino/femenino, vinculada a lo público/privado con el fin de promover relaciones más
libres que no requieran una rotulación determinada por el género.

Las Nuevas Masculinidades y la pos-modernidad

Si bien los hombres entrevistados plantean que no existe movimiento social de


hombres por las masculinidades equitativas en Chile, tal como existe en otros países como
Brasil, México, Centro y Norteamérica y también en países europeos, se observa que los
grupos, colectivos y redes de hombres presentan elementos que componen a un movimiento
social incipiente en el contexto de la posmodernidad asociado a características del
movimiento social profeminista o antisexista, puesto que los varones entrevistados plantean
el rechazo al modelo masculino dominante, promueven prácticas que rompen con la
complicidad masculina anti-sexista y practican la igualdad con las mujeres (Bonino, 1999).

Este movimiento incipiente en el contexto de la posmodernidad, exhibe las


siguientes características basadas en los planteamientos de Touraine y Castells: relevan
demandas específicas al género, 2) las organizaciones se coordinan y se visibilizan a través
de internet 3) sus planteamientos y expresiones relevan subjetividades, 4) no sitúan sus

210
planteamientos en las contradicciones del capital-trabajo, de hecho se posicionan desde una
perspectiva trans-clasista (superación o exclusión de la categoría de clase), 5) sus demandas
se dirigen hacia una matriz estado-céntrica.

Existen posicionamientos explícitos de los grupos de varones que vinculan las


temáticas de masculinidades con la política pública, exigiendo que el Estado mantenga un
rol activo en cuanto a responsabilizarse en problemáticas centradas en dos ejes: 1) la
paternidad activa e incluida en espacios privados-domésticos (reproducción, parto,
sexualidad, cuidado y crianza de hijas/os) y 2) la disminución y/o erradicación de la
violencia de género, tanto hacia mujeres como a homosexuales.

Pese a la existencia de un discurso potente de reivindicación de políticas públicas,


también hay miradas críticas respecto al aparato represor del Estado, ya que éste es en sí
mismo una construcción hegemónica patriarcal que se reproduce en base a las mismas
lógicas de poder, dominación, racionalidad, competencia y violencia que la masculinidad.
Por lo tanto, se devela una contradicción no resuelta en los entrevistados, que sostiene dos
tendencias: una mirada inclusiva de la política pública y una perspectiva que cuestiona
incluso la naturaleza dominadora del Estado.

Otro elemento visible que devela tensiones en el ejercicio sociopolítico de los


actores entrevistados que cuestionan la masculinidad hegemónica, es la instrumentalización
del género y el exceso de teorización, puesto que los sujetos que pretender transformar la
identidad masculinidad tradicional procuran alejarse de la hiperacionalidad característica de
la academia y del conocimiento científico. Existe por lo tanto, una relación entre
teorización, profesionalización y mercantilización, ya que la temática de denuncia del
género y las masculinidades se convierte en un medio para llegar a fines económicos o
políticos-partidistas, en términos de generar lucro u oportunidades laborales, asociados a
conseguir puestos de trabajo en espacios gubernamentales, a obtener financiamientos de
redes internacionales, empresas transnacionales, mayores cuotas de poder y validación en
los sistemas legislativos, entre otros.

Los “hombres por masculinidades equitativas/igualitarias” es un movimiento que se


ha originado desde sectores profesionales y forma parte de una política instrumental, donde
no se cuestiona el vínculo que se están haciendo con gobiernos, autoridades,
transnacionales, entre otras, lo cual hace posible relacionar la instrumentalización del
género con la mirada trans-clasista, puesto que existe una influencia decisiva del mundo
académico a través de organismos e instituciones nacionales e internacionales que financian
investigaciones en masculinidades. Éstas poseen directrices características de las
socialdemocracias, con perspectiva de igualdad de oportunidades y superación de la
pobreza como estrategias de desarrollo paliativas del modelo neoliberal, siendo inclusivo en
sus demandas más que crítico estructural. Tales planteamientos ideológicos son coherentes
con la ausencia de vincular la categoría clase con el género, ya que estos grupos financistas

211
forman parte de las clases económicas y políticas más poderosas de Chile y del mundo, un
ejemplo concreto de ello es la Fundación Ford.

Lo anteriormente expuesto tiene directa relación con la escasa politización que


presentan los grupos y colectivos de hombres del estudio, los cuales en el fondo tienden a
adoptar implícitamente un posicionamiento neoliberal al no presentar cuestionamientos
explícitos al modelo de producción capitalista y a la clase social dominante que la
administra, además de no relacionar la categoría clase con género lo cual se ha convertido
en una tendencia dominante dentro de los hombres entrevistados.

Las transformaciones de los hombres entrevistados se han categorizado en un


movimiento social por las “Nuevas Masculinidades”, tal concepto ha generado suspicacia y
reticencia en los actores sociopolíticos del estudio, ya que plantean en primer lugar, que no
es que existan nuevas expresiones, sino que éstas han estado invisibilizadas y oprimidas; en
segundo lugar, hablar de masculinidades, se restringe a crear modelos que si bien son
distintos a la masculinidad hegemónica tradicional, éstos dirigen, mandatan lo que se debe
y no se debe hacer y coartan expresiones que sean distintas a la norma y en tercer lugar esta
tipología de “Nuevas Masculinidades” es cuestionada, puesto que los hombres plantean la
necesidad de trascender los modelos de género, ya que éstos no dan respuestas a las
expresiones subjetivas que sean disidentes a estos nuevos moldes de género por lo que tal
concepto no les da real sentido. Si se habla nuevamente de un modelo o de varios modelos,
sigue existiendo lo hegemónico y lo subordinado, marginado o excluido de él, pues en cada
intento de categorizar, agrupar y nombrar estereotipadamente “algo”, se establece lo dado,
lo normal, lo unívoco, la verdad, es decir, un acto de aprisionamiento, de marcar el límite
de lo distinto, de la otredad, de la diferencia.

Situar el inicio de los cuestionamientos y transformaciones de las prácticas


cotidianas basadas en el modelo de masculinidad hegemónica del sistema patriarcal, en el
paradigma de las Nuevas Masculinidades, es un ejercicio que posee ciertos sesgos que
delimitan el proceso deconstructivo y por ende, la manutención de ciertos vectores o
dimensiones en la práctica política individual y por sobre todo colectiva.

Las “Nuevas Masculinidades” como paradigma que podría denominarse al presente


movimiento social posmoderno, no reivindican el fin de los modelos de género, en tanto,
roles, estereotipos, conductas y construcción de valores materiales y simbólicos que se
aplican sobre los cuerpos; sino que apelan hacia una re-programación o re-significación de
los géneros, por tanto, propone la construcción y subjetivación de nuevas masculinidades
distintas al modelo tradicional, pero enmarcadas en modelos finalmente.

Si bien las características de los grupos, colectivos y redes de las “Nuevas


Masculinidades” presentan ciertos elementos que permiten desde la academia definirlo
como un movimiento social incipiente en el contexto de la posmodernidad, no han definido
planteamientos claros en relación a los principios, objetivos y cuestionamientos frente al
212
Estado, al vínculo con organizaciones transnacionales y redes internacionales y al modelo
de producción económica neoliberal; por lo que es posible concluir que el movimiento
social está en una fase germinal que requiere precisar posicionamientos políticos y éticos en
su discurso y accionar, que actualmente se caracterizan por dos tendencias: a) una dirigida
hacia la matriz estado-céntrica, de índole academicista y con aspiraciones inclusivas al
modelo de desarrollo neoliberal y b) una perspectiva crítica con miras hacia incorporar la
categoría de clase en relación al género y cuestionadora y reticente de que las
transformaciones profundas del patriarcado se puedan generar a través del Estado, las
políticas públicas y el modelo de desarrollo económico.

6.1.8. Conclusiones desde el Objetivo General

La deconstrucción de la masculinidad hegemónica implica un proceso complejo y


permanente, el cual se inicia mediante reflexiones respecto al género y a la existencia del
patriarcado, lo que deriva en autocuestionamientos que se traducen en transformaciones
sobre los discursos y las prácticas cotidianas.

El cuestionamiento no se limita al reconocimiento de las expresiones externas


plasmadas en sistemas, instituciones, modelos y estructuras donde se refleja el género, sino
que también cómo los sujetos, particularmente los varones, son portadores de la herencia
sociocultural patriarcal, que por tanto reproducen en actitudes, mandatos, valores, formas
que estructuran el pensamiento, funciones, conductas y roles que implican el ejercicio del
modelo de masculinidad hegemónica.

El sistema patriarcal amparado en el modelo de masculinidad hegemónica, continúa


vigente siendo normalizado y naturalizado en la sociedad, por lo cual el viaje de los varones
a los cuestionamientos y cambios de sus propias prácticas genera un choque cultural con la
ideología dominante de la masculinidad. La deconstrucción implica la práctica de
discontinuar la herencia de la masculinidad hegemónica plasmada en los cuerpos y mentes
de los varones, así como el deseo, intención y voluntad de quebrar y transformar la
reproducción de dicha herencia, lo cual se traduce en la deslegitimidad del ejercicio de la
dominación y del poder como acción de resistencia, por lo que tal proceso de contra-
hegemonía o contrapoder es en definitiva una práctica contracultural.

La deconstrucción es un ejercicio que tiene dimensiones individuales y colectivas,


que comienza con descubrimientos, auto-cuestionamientos, autocrítica, interiorización,
vuelco hacia lo íntimo y recuperación de lo emocional; así como también es colectivo,
puesto que el género es una categoría relacional que tiene que ver con vínculos,
intersubjetividades, relaciones con el entorno próximo, donde la participación en espacios
socioeducativos tienen relevancia significativa.

213
Estos procesos de auto-cuestionamientos reflejan la dimensión integral individual -
colectiva, con énfasis en la primera, puesto que aquellas reflexiones intrapersonales
respecto al sentir del modelo en sus cuerpos y en sus modos de pensamiento, genera
incomodidades y malestares en distintos espacios de su vida íntima, personal, privada-
doméstica, laboral y pública; se sienten desencajados en el molde de género masculino.

El proceso de auto-cuestionamientos se fundamenta en el conocimiento de la


teorización en torno a las desigualdades del género, las cuales se potencian con el trabajo
profesional realizado en violencia de género, ya que de esta manera práctica y teoría se
fusionan para dar a conocer la complejidad del género en la realidad social. El contar con
esta perspectiva permite visualizar la historia de vida desde una revisión crítica de las
vivencias, especialmente las que respondieron al modelo de masculinidad hegemónica –
violencia, roles definidos, imagen paterna y materna-, lo cual les ha develado la posibilidad
de que existen formas alternativas de vivir la construcción de ser hombre.

Aquellas expresiones subjetivas que disiden de la masculinidad dominante dan


curso a cambios en las prácticas cotidianas, donde la motivación de participar en un
espacio colectivo de hombres retroalimenta y potencia tales cuestionamientos, así como
aporta aprendizajes permanentes que se vierten fundamentalmente en el desarrollo y
exploración del mundo íntimo-privado-doméstico en sus vidas, a través de la conexión
corporal, del ejercicio activo de la paternidad, de la construcción de relaciones horizontales,
libres e igualitarias y de la incorporación en las tareas asociadas a lo femenino. De esta
manera, los hombres logran hacer explícitos los cuestionamientos, trascendiendo de los
discursos a la acción.

Sin embargo, estas prácticas de resistencia se ven tensionadas por obstaculizadores


que perpetúan el reacomodo del modelo hegemónico de masculinidad que se han
sustentado en el ejercicio de los privilegios masculinos y en la heteronormatividad como
limitante al proceso de deconstrucción.

Pese a la existencia de obstaculizadores, los hombres entrevistados han logrado


organizarse en grupos y colectivos de varones que los convierten en actores sociopolíticos
que vivencian procesos tanto individuales y colectivos de deconstrucción de la
masculinidad hegemónica, y han podido posicionar la problemática de género en espacios
sociales y comunitarios.

En estos grupos y colectivos existe una perspectiva que transversaliza los


posicionamientos: la deslegitimidad del ejercicio del poder y de la dominación en las
relaciones de género. Sin embargo, hay quienes proponen la desestabilización de la
masculinidad tradicional para construir masculinidades libres y alternativas en términos de
igualdad entre hombres y mujeres, mientras existen quienes plantean avanzar hacia la
desestructuración del género, puesto que esta categoría en sí misma genera relaciones
excluyentes, diferenciadoras y violentas. Estos últimos aspiran hacia una sociedad más
214
liberadora, asociando el ejercicio de la dominación y del poder no sólo al género, sino que
también al sistema económico y político, relacionándolos con opresiones de clase y etnia.

La deconstrucción es un proceso permanente que pareciera no tener final, pues así


como la construcción del género atraviesa cada etapa del ciclo vital, la deconstrucción
también implica una revisión de la historia de vida en el transcurso de dichas etapas. Estos
varones se están re-haciendo a cada instante, lo que requiere una dinámica socioeducativa
que involucra la destrucción y despojo del statu quo de la masculinidad y la construcción de
expresiones subjetivas alternativas que permitan avanzar hacia prácticas cotidianas de
libertad.

En definitiva, consideramos un avance muy significativo que los hombres del


estudio desde el centro de la ilustración y que además han alcanzado parte de los ideales
masculinos en el contexto de la modernidad –ser profesional, trabajador, padre y
heterosexual-, se encuentren cuestionando el poder y el privilegio portado por ser varones,
se comuniquen desde sus emociones y que estén permanentemente buscando y entregando
respuestas concretas a la crisis de la masculinidad hegemónica intentado distanciarse del
ejercicio de la dominación.

215
6.2. HALLAZGOS TEÓRICOS DE LA INVESTIGACIÓN

6.2.1. La conceptualización de la Deconstrucción

“… Eso es lo que da a la deconstrucción su movimiento, la sospecha constante,


la crítica a la determinación dada de la cultura, de las instituciones, de los
sistemas legales…”

(Caputo y Derrida, 1997)

“…La deconstrucción es una promesa del acontecimiento que está por llegar (…) abogar
por un porvenir invencionista, mantenerse siempre a la expectativa de algo imprevisible,
algo nuevo…”

(Caputo y Derrida, 1997)

En base a la revisión bibliográfica es preciso relevar que la deconstrucción es un


fenómeno emergente, tanto como perspectiva epistemológica -a partir de los aportes
contemporáneos del filósofo francés Jacques Derrida influenciados por Martin Heidegger-,
como proceso sociocultural desde el género intra e intersubjetivo, desde contribuciones
teóricas realizadas por Judith Butler y Carlos Fonseca.

A partir de los aportes teóricos señalados y el análisis e interpretación narrativa de


los discursos de los hombres entrevistados, es posible concluir que el proceso de
deconstrucción implica cuestionamientos y transformaciones a nivel filosófico, ético,
político, económico, histórico y sociocultural, ya que es un análisis que atiende al
funcionamiento del pensamiento, a los cómo, tratando de encontrar tensiones y
contradicciones que han dado existencia a dominaciones, opresiones y violencias,
experimentadas en sus propias vidas, originadas en las estructuras y sistemas externos al
individuo.

“La deconstrucción no se subyuga con veneración ante lo que está presente, pues lo
presente es lo que precisamente exige análisis, crítica y deconstrucción sin fin (...) la
deconstrucción afirma lo que está por venir (…) que es de lo cual se trata la deconstrucción
del presente y de los valores del presente” (Caputo en Derrida,1997: 55).

Un ejercicio de deconstrucción teórico-práctico, se desarrolla a nivel individual a


través del cuestionamiento y ruptura de la transmisión de valores y normas que ha
perpetuado un sistema de adiestramiento que moldea los géneros y le ha dado sustento al
capital: la familia. Quebrar y discontinuar con la socialización acumulada y prolongada de
aquella institución básica y fundamento de la sociedad, permite visibilizar su carácter

216
moralizador, disciplinador, así como la normalización y naturalización de la violencia, el
control y la represión en el ejercicio cotidiano de sus relaciones.

El significado de la misión misma de la deconstrucción es mostrar que las cosas (los


textos, las instituciones, las tradiciones, las sociedades, las creencias, las prácticas de
cualquier tipo y tamaño) no tienen significados definibles y misiones determinables, que
siempre son más de lo que cualquier misión impondría, que exceden las fronteras que
ocupan en la actualidad (Caputo y Derrida, 1997).

La deconstrucción a su vez asume riesgos, puesto que no se tiene garantía sobre


reglas mínimas sobre las cuales se acciona, ya que éstas también son criticadas, y
cuestionadas. Este proceso devela una tensión que existe entre la memoria, lo preservado
como dado y las nuevas y distintas expresiones que conforman una ruptura.

La deconstrucción es también la afirmación infinita de lo que está en permanente


construcción. Lo que está en construcción es lo que existe encapsulado, resguardado,
protegido, lo cual se abre, se cuestiona, se libera, se deconstruye (Caputo en Derrida, 1997).

Es también un ejercicio de continuidad y ruptura constante, para comprender de


dónde venimos, la historicidad de origen de nuestros predecesores, donde el entramado
sociocultural del pasado nos permite cuestionar-criticar-irrumpir el mundo actual, la
sociedad en sus particulares contextos.

La deconstrucción es, en primera instancia, reconocer la existencia de un contexto


sociocultural, político y económico tejido a través de la historia en un espacio y tiempo
determinado, para transformar aquellas condiciones y posibilidades materiales y simbólicas
que han cimentado el logocentrismo, sostenido en la diada saber-poder, en tanto superpone
la racionalidad como ente omnipotente que comprende y explica y por tanto, valida el
devenir de los acontecimientos humanos sólo y a través de la razón y que se constituye
como base de los ismos: machismos, sexismos, racismos, clasismos, colonialismo,
fascismo, capitalismo, neoliberalismo, antropocentrismo, adultocentrismo.

Los confinamientos encierran y encapsulan, resguardan y protegen, reducen y


simplifican, mientras que todo en la deconstrucción se vuelca hacia la apertura, la
exposición, la expansión y la complejización, hacia el liberar posibilidades futuras inauditas
y con las que nunca nadie había soñado, hacia romper barreras cada vez que éstas
aparezcan (Derrida, Caputo, 1997).

Como se ha planteado en capítulos anteriores, a todo intento de categorizar,


encarcelar, estereotipar algo, la cosa misma se escapa en ese intento de fijarla, que es la
pretensión de nombrar y/o construir modelos, esquemas que homogenizan, hegemonizan y
sitúan fronteras excluyentes que marginan y oprimen las diferencias y otredades; lo que se
evidencia en la definición de conceptos tales como: hombre, mujer, masculino, femenino,
heterosexual, homosexual, ricos, pobres, blancos, negros, entre muchos otros.
217
La deconstrucción es como romper cáscaras de nuez, es la experiencia de lo
imposible, experiencia en el sentido de encontrarse con los límites de lo que nunca puede
estar presente, pasar a los límites de lo impresentable e irrepresentable, que es lo que más
deseamos: lo imposible (Derrida, Caputo, 1997).

En conclusión, la deconstrucción es un acto de resistencia, atravesado por


historicidad, revolución y moralidad (Derrida, Caputo, 1997), es la desestabilización de un
régimen de verdad y su relativización; dentro del cual su desafío más próximo es observar e
interpretar de forma crítica la tradición y herencia sociocultural del patriarcado y del
neoliberalismo para transformarlo en alternativas que abran posibilidades infinitas de
resistencia a la dominación que intercepten la sobrevaloración e instrumentalización de la
razón, la desigualdad de poder entre los géneros, la explotación e inequidades entre las
clases sociales y la represión e invisibilización de las etnias.

Donde el punto de inicio es visibilizar el género y particularmente a la masculinidad


hegemónica como modelo que sustenta el Patriarcado, a través de la familia nuclear la cual
por medio de la socialización refuerza los modelos de femenidad y masculinidad que
impone la sociedad en su conjunto.

Desmantelar el modelo de masculinidad hegemónica implica desmitificar cada


elemento que lo componga a través de un proceso individual de cuestionamiento y cambios
de las propias prácticas –actitudes, valores, funciones, normas, roles, estereotipos,
arquetipos- y una mirada crítica a los mandatos socioculturales que han sido producto de
algún tipo de dominación histórica con el fin de construir expresiones subjetivas disidentes
que muestren alternativas posibles y que esas alternativas sean consecuencias de
reflexiones y una significación por parte de cada ser humano/a y a la vez que sean sujetas a
permanentes replanteamientos.

Las deconstrucciones desde un enfoque colectivo, vinculado a los movimientos


sociales y a los trabajos socioeducativos autónomos, son posibles de llevarse a cabo como
actores sociales y políticos, desligados de instituciones, puesto que las estructuras de poder
estatal, mercantil, empresarial, sistemas y partidos políticos están permeados de
dominación, modelos sobre los cuales se sostiene el paradigma de la masculinidad
hegemónica.

Las deconstrucciones, por lo tanto, implican un cuestionamiento a la cosmovisión


occidental-moderna y a sus sistemas y estructuras de dominación, tales como: las diversas
instituciones familia, escuela, trabajo, prisión, religión, medicina, las construcciones sobre
el amor, el placer, la sexualidad, los roles de género, la división sexual y social de los
cuerpos, la propiedad privada, la sociedad de clases, la explotación de los recursos
naturales; todo lo cual requiere, transformaciones en las prácticas cotidianas que
decontruyan permanentemente las manifestaciones del patriarcado y del neoliberalismo.

218
En base a lo anterior podemos concluir que la deconstrucción de la masculinidad
hegemónica no es un proceso único, homogéneo, rígido, unidireccional, sino que es
dinámico, fluctuante, infinito, donde cada experiencia individual y colectiva tiene
particularidades. Es por ello que es preciso referirnos a prácticas constantes de
deconstrucciones de la masculinidad hegemónica, y no a deconstrucción como fenómeno
singular, sino que diverso y expansivo que posee múltiples puntos de partida e infinitos
finales posibles.

219
6.3. CONCLUSIONES DESDE Y PARA EL TRABAJO SOCIAL

Las y los profesionales de la acción social y particularmente el Trabajo Social,


desarrolla su quehacer en espacios de conflicto, dentro de los cuales existen poderes en
pugna que intentan posicionarse de acuerdo a sus fines (Hernández, 2011).

El saber-poder convierte a la profesión es un ente legitimado por la sociedad, y en


una voz válida de conocimiento. El poder posee un carácter productivo en el sentido que no
sólo coarta, reprime u obliga, sino que su ejercicio facilita, incide, conduce-dirige
(Foucault, 1999). El/la Trabajador/a Social también decide y sugiere en procesos
subjetivos y acciones concretas lo que representa una acción de poder.

El sustento del Trabajo Social se ha caracterizado por la ayuda, por un lado, para
mantener el control del Estado y por otro lado, para beneficiar a los/as sujetos/as con los/as
cuales acciona e interviene. Esta toma de decisiones ha puesto en constante tensión los
valores y principios de la profesión, dentro de las cuales influyen la perspectiva ética-
política del/la profesional, los lineamientos institucionales al interior de la cual acciona, así
como la ideología del gobierno de turno plasmada en el Estado (Aguayo, Quiroz, López,
2007).

Aquellos principios están regidos por distintas normas éticas que van tensionando
interrelaciones que existen entre nuestro quehacer al interior de las instituciones, nuestra
vocación como profesionales de lo social y nuestros valores personales.

El Trabajo Social como disciplina del área de las ciencias sociales, al accionar
profesionalmente con sujetos y en la realidad social concreta, la cual es cambiante y
dinámica, requiere estar permanentemente deconstruyéndose, es decir, cuestionándose los
paradigmas y matrices teóricas sobre las cuales se basa para vertir su quehacer, así como
sus principios y valores y lo que ha constituido el thelos o fin último del Trabajo Social.

Desde las perspectivas críticas en nuestra disciplina, se plantea que el Trabajo


Social ha sido creado en el contexto de principios del siglo XX en América Latina, para re-
acomodar y pulir las contradicciones del capitalismo industrial en su fase expansiva, con el
fin de palear las desiguales sociales, económicas y socioculturales propias de su naturaleza
inequitativa (Montaño, 1998); lo cual convierte a nuestra profesión en un agente
instrumental del aparato del Estado para mantener el orden social establecido.

Las/os trabajadoras/es sociales somos testigos de privilegio de las inadecuaciones


entre políticas, generales y recortadas, y las efectivas necesidades, urgencias, capacidades e
iniciativas de los grupos concretos a los que apunta con esos programas (Palma, 2007: 4).
En base a ello, por un lado, podemos ser cómplices de las contradicciones, ser funcionales a

220
ella, o bien visibilizar las desigualdades, contribuyendo a la reflexión crítica y a la
transformación de la realidad social.

De acuerdo a los nuevos escenarios y a la agudización de las desigualdades


visibilizadas, se hace oportuno e imprescindible cuestionarse cómo estamos utilizando ese
poder-saber, ese privilegio que nos sitúa en un proceso de sensibilización y comprensión
integral de las particularidades y de su relación con las estructuras. ¿Para cuáles propósitos
estamos dirigiendo nuestras prácticas?, ¿estamos respondiendo a los principios que como
profesión nos planteamos?

Luego de vivenciar procesos de auto-cuestionamientos a las formas tradicionales de


ayuda -influenciadas por matrices de pensamiento caritativo-filantrópica y posteriormente
asistencialistas-, el Trabajo Social ha atravesado momentos de Re-conceptualización en
América Latina que han logrado mostrar que su naturaleza funcionalista es posible de
revertirse, para lo cual se ha planteado abogar por la transformación de la sociedad en su
conjunto, sosteniendo incluso que el Trabajo Social debe contribuir a la revolución
socialista.

Desde las perspectivas de la teoría crítica o neomarxista, que adquiere sus mayores
expresiones en la Escuela de Frankfurt, se ha planteado que el Trabajo Social al poner en
práctica la acción comunicativa, es decir, que al dialogar con sujetos posee una herramienta
discursiva e intersubjetiva que escapa a la estructura funcionalista del capitalismo y sus
instituciones sociales, lo cual permite generar transformaciones al interior de estas últimas
y con las/os sujetos, al ejercer su accionar ético-político profesional con perspectiva crítica
(Habermas, 1987).

Consideramos que las transformacionales socioculturales, -que requieren cambios


profundos en las estructuras económicas, políticas y simbólicas-, no encontrarán respuestas
al interior de las instituciones, puesto que éstas al estar impregnadas de lógicas
hegemónicas, reproducen el poder, la dominación y la hegemonía en diversos niveles y en
cada accionar. Sin embargo, para influir en las subjetividades, posicionando
cuestionamientos, facilitando y transformando aprendizajes, se visualiza como una
alternativa posible y efectiva la acción socioeducativa del quehacer profesional en el
Trabajo Social.

Para lograr aquello, es necesario replantearse cotidianamente las perspectivas


teóricas y metodológicas que guían el quehacer profesional, posicionarse desde un
pensamiento crítico, cuestionador y transformador que esté dispuesto a de-construirse y
reconstruirse constantemente.

221
En base a lo anterior, es posible concluir que el Trabajador/a Social producto de su
formación profesional crítica y su accionar ético-político puede analizar, interpretar y
cuestionar las relaciones de poder, así como también puede promover acciones de
resistencia, contra-hegemónicas, que susciten procesos subjetivos de transformación y en
definitiva se libere en cierta medida de la complicidad a las estructuras de dominación.

6.3.1. El Trabajo Social como facilitador del proceso de deconstrucción de la


masculinidad hegemónica y su componente socioeducativo en las relaciones de
género.

¿Podremos aceptar la incertidumbre de habitar un territorio que en cualquier momento


deja de ser el que era, para reinventarnos…?

“…La sociedad que anhelamos y sus muchas posibilidades habita en y entre nosotros…”

(Aedo, Kohler, 2010)

Así como por medio de la socialización se internalizan normas, valores y actitudes,


se ha interiorizado también el modelo de masculinidad hegemónica como el modo de
comprender y de funcionar en el mundo.

Este aprendizaje social aprehendido por hombres y mujeres es posible transformarlo


mediante la reflexión crítica de este modelo de relación, mediante la acción facilitadora del
Trabajo Social; en base a la generación de espacios socioeducativos que permitan -por
medio de una metodología participativa y dialógica-, propiciar instancias de
autoexploración individual y colectiva en torno al ejercicio de la identidad masculina.

La acción socioeducativa del Trabajo Social puede hacer consciente los procesos de
socialización que conllevan a incorporar una identidad genérica determinada y de esta
forma proporcionar herramientas para visibilizar que la masculinidad puede ser vivida de
manera diferente.

Ese ejercicio re-educativo facilitado desde el Trabajo Social es eminentemente


deconstructivo, puesto que es capaz de germinar alternativas posibles que inicien la
construcción de cambios en el modelo de masculinidad hegemónico, tanto en el nivel
cognitivo, en el lenguaje, en lo afectivo y en las prácticas cotidianas.

El proceso antes señalado es llamado re-educación lo cual implica que en base a lo


aprendido socioculturalmente, es posible construir alternativas diferentes a los valores y

222
normas incorporadas en la socialización. La re-educación reconoce el rol protagónico del
educador y educando en una relación horizontal, de mutua influencia.

La re-educación implica la generación de procesos deconstructivos, ya que propone


revisiones permanentes donde no se muestra una nueva alternativa única o modelo a seguir,
sino que se plantea como punto inicial a los cuestionamientos y múltiples aperturas y
posibilidades de cambio, poniendo énfasis en lo axiológico, es decir en valores, más que en
lo ontológico o esencialista desde donde se establece como natural el origen.

Al encontrar como problemática la legitimidad de las relaciones de dominación -


anclada en la normalización y naturalización-, los valores que se procuran promover, se
asocian a relaciones de género, equitativas/igualitarias y justas, sostenidos en la solidaridad,
en la reciprocidad, en el cuidado, en el respeto y en el afecto; es decir que las diferencias
no signifiquen desvalorizaciones ni jerarquías, y que por lo tanto, las relaciones
intersubjetivas no sean opresivas.

Con ello se evitarán las resoluciones de conflictos a través de la violencia, se


deslegitimará el uso del control, la represión, como mecanismos de poder internalizados en
la sociedad, también sería coherente con los principios básicos del Trabajo Social: el
bienestar social, la justicia social y la autonomía de las/os sujetos (Bermejo, 2002).

La masculinidad hegemónica tiene consecuencias devastadoras para mujeres y para


hombres, para las mujeres incluye subordinación y explotación, violencia física,
psicológica, económica y sexual en el ámbito privado y público en la vida cotidiana,
mientras que para los hombres implica no poder demostrar debilidad por lo tanto entre ellos
los conflictos se resuelven por medio de la violencia, la prohibición de demostrar
emociones, conductas de auto-daño, autoagresión y excesos que demuestran hombría.

Los hombres que aceptan vivir el desafío de deconstruir la masculinidad


hegemónica y construir en su lugar propuestas éticas y humanas tienen avances y cambios.
Estos se reflejan en las relaciones que establecen con las mujeres cercanas, que implica
asumir una conducta no violenta, con la posibilidad de expresar sentimientos y emociones
sin causar daño a otras personas. Aprender a establecer una forma diferente de educar a sus
hijos e hijas, lo que incluye participar en el trabajo del hogar, responsabilidad en la salud
sexual y reproductiva y el ejercicio de una sexualidad libre de prejuicios con una práctica
segura. Experimentar cambios en relaciones a otros hombres, “asumir el reto de romper
con los pactos entre hombres “en defensa” de derechos, privilegios y oportunidades que la
masculinidad otorga” (Ochoa, 2004: 12).

La deconstrucciones de la masculinidad hegemónica permiten que los cambios en


la corresponsabilidad doméstica sean expresados tanto por hombres como por mujeres, ya
que el sustento del privilegio que propicia la desvinculación en lo doméstico lo ejerce en la
práctica el hombre, así como es reforzado por la mujer material y simbólicamente, puesto

223
que al estar socializada en el modelo masculino hegemónico ellas también encuentran
sentido en la definición de aquellos roles femeninos, por lo cual es esencial que éstas
decidan modificar los roles/funciones que les han sido impuestos, desligándose de tareas
domésticas y serviles, delegando y/o promoviendo decisiones colectivas frente a las
distintas tareas.

Estas transformaciones en la identidad masculina dominante también generan


cambios en la práctica de la paternidad cercana y afectiva, provocando consecuencias
importantes que contribuyen a la re-educación equitativa/igualitaria de los modelos de
género en la/os hijas/os, puesto que posiblemente no tendrán como única referencia los
roles y funciones rígidos de lo femenino y masculino, serán posiblemente testigos de que la
distribución de tareas domésticas será producto de un acuerdo más que de una condición de
género, podrán presenciar decisiones colectivas e igualitarias, así como la presencia de un
padre, tierno, afectivo, lo cual permite desestabilizar y relativizar la visión tradicional del
hombre.

Con esto se puede concluir que en la medida que los varones realizan
cuestionamientos en la identidad de género hegemónica, las futuras generaciones se podrían
beneficiar en tanto conocerán y aprenderán posibilidades reales y concretas que no se
correspondan con la hegemonía diferenciadora y desigual de los géneros.

De esta forma, el rol socioeducativo del Trabajo Social permite facilitar procesos
deconstructivos tanto individuales como colectivos –grupales y comunitarios- y contribuir
a que las relaciones intragénero, entre hombres e intergénero, entre mujeres y hombres,
dejen de ser ejercidos de los modos tradicionales basados en el control y la opresión.

La práctica re-educativa se configura como uno de los aportes del Trabajo Social
para las deconstrucciones, por lo que para que éstas sean efectivas se requiere la promoción
de procesos socioeducativos de transformación, mediante propuestas metodológicas
coherentes con los principios éticos-políticos abordados y con los objetivos propuestos.

En conclusión, las deconstrucciones de la masculinidad hegemónica permiten


propiciar sociedades más justas, contribuir al desarrollo emocional, afectivo y espiritual de
las personas, lo que permite crear seres más autónomas/os, que como fin último resguarden
la libertad como principio inalienable de las y los seres humanos/as.

224
6.3.2. Metodologías socioeducativas alternativas de aprendizaje-enseñanza

“Se hace necesario desarrollar procesos educativos que estimulen la participación


consciente y activa de las personas desde las vivencias cotidianas, que abran posibilidades
al cambio actitudinal necesario para poder re-mirar y re-significar. Una educación
colectiva que parta de las personas, sus problemas y sus necesidades; que promueva la
participación y las relaciones horizontales, para cambiar las concepciones culturales que
legitiman la violencia estructural*”

(Ramelini, 2004 en Campos, 2007:18).

La educación formal en Chile se ha caracterizado por emplear modelos normativos


y academicista en los procesos de enseñanza, donde la conciencia se ha asociado solamente
a la razón, en anulación de otros campos del ser humano, como la emocionalidad y la
espiritualidad. Aquello se sustenta en la validación del sujeto cognoscente como paradigma
de la cosmovisión occidental y moderna.

La educación formal al estar enfocada en la memorización de los contenidos y en el


conductismo como método de enseñanza ha fomentado valores que se asocian a la
competencia, a la violencia, a la coerción y al adoctrinamiento de las mentes y de los
cuerpos de los sujetos/as educandos, por lo tanto, ésta requiere estar sujeta a un proceso
deconstructivo.

Para proponer alternativas socioeducativas que sean coherentes con el rol facilitador
del Trabajo Social y con los procesos de deconstrucciones de la masculinidad hegemónica
se han recogido metodologías de enseñanza-aprendizaje distintas a la tradicional
(normativa-academicista), basadas en el aprendizaje transformacional, en la educación
popular y en la educación y pedagogía libertaria, teniendo como eje el descentramiento de
la razón y el despliegue de aspectos emocionales y corporales como elementos educativos.

Nuestra propuesta se posiciona en la comprensión de que la educación es parte de


un proceso continuo y transversal en la vida de las/los seres humanos, la cual no sólo se
debe limitar a un ciclo vital, así como tampoco se debe esperar que las instituciones
educativas se hagan cargo de proveerlas, porque en cada vivencia y experiencia existen
procesos de aprendizajes que nutren las diversas esferas del ser.

Las posibilidades del aprendizaje humano se comprenden como tránsito creativo en


–al menos- cuatro dimensiones: emocional, social, racional y corporal/territorial, entendidas
como “campos de conciencia” donde se despliegan, en un proceso de integración y
trascendencia: la construcción del individuo, la comunidad, la sociedad y la conciencia
planetaria. La educación mirada desde estos cuatro campos contribuye a trascender la
225
visión fragmentada del paradigma occidental y moderno que asocia la conciencia, sólo con
la razón, limitándose a esferas cognitivas del aprendizaje (Aedo, Kholer, 2010).

Esta integralidad de las dimensiones del ser humano, nos permite reconocernos
como actores que pueden transformar la historia, la realidad de la cual formamos parte, el
contexto en el cual nos desarrollamos, modificar ideologías y cosmovisiones aprendidas,
re-educarnos y concientizar que los cambios son posibles, que implican procesos
individuales, intrapersonales, y también colectivos, entre sujetos, movimientos sociales,
organizaciones y la comunidad en general.

“Reconocer la experiencia del aprendizaje como un proceso de transformación


profunda y continua del aprender y del aprendiz, significa entender estas transformaciones
como una nueva experiencia del habitar; por tanto, no sólo como un cambio de la forma, la
perspectiva u orientación paradigmática que sostiene nuestra existencia, sino más bien
como un cambio en la sustancia del habitante y del lugar habitado, abriendo nuevas
posibilidades de transmutación (…). La transmutación del habitar acompaña –
inevitablemente, cotidianamente- la transmutación del tiempo y del espacio, de la historia y
del colectivo” (Aedo, Kholer, 2010: 15).

La re-educación al abogar por las transformaciones sociales, requiere de procesos


colectivos que sean frutos de co-aprendizajes, ya que la sociedad no es el resultado de un
contrato que reduce la libertad de los individuos con su consentimiento, sino de un proceso
de producción colectiva de cultura y humanización (Proudhon en Cuevas, inédito). Todo lo
cual es producto de un trabajo colectivo basado en la estimulación de las y los participantes
a la solidaridad, el respeto, la escucha activa, el apoyo mutuo, la empatía, la horizontalidad,
la autonomía y a un diálogo retro-alimentador.

Estos procesos permiten liberar a las/os sujetas/os del adoctrinamiento y del control
y promover relaciones simétricas co-creativas alternativas a la directividad y al
autoritarismo, ya que este último se sitúa normalmente en las instituciones y acciones
educativas, con la idea de que los educandos los reproduzcan y lo perpetúen en sus vidas,
impidiendo la emancipación de los oprimidos del sistema patriarcal y capitalista. Educar en
el rechazo a las conductas autoritarias, que eviten la sumisión, permite desarrollar un
aprendizaje basado en la autonomía y en la libertad (Cuevas, inédito).

Para propagar una educación sustentada en la liberación, la autogestión de los


aprendizajes se presenta como una herramienta que implica que el control de la educación
sea responsabilidad de los individuos participantes del grupo educativo, que les permita la
auto-organización de los aprendizajes a través de técnicas de trabajo grupal donde el mismo
grupo decide lo que se quiere aprender (Cuevas, inédito). Es decir, que hombres y mujeres
participantes, a partir de sus experiencias propongan las temáticas y vivencias que les

226
incomodan e inquietan del modelo de masculinidad hegemónica para profundizar en el
trabajo grupal.

Para ahondar en una mirada crítica de las propias vivencias se propone la educación
popular como un proyecto histórico alternativo al sistema dominante, el cual utiliza
método dialéctico que consiste en observar la realidad, después analizar esa realidad y
luego se pasa a hacer la trasformación de esa realidad (Díaz, 1999).

En definitiva, el acto educativo de cuestionar discursos y prácticas a los sistemas


dominantes implica una acción política, ya sea de poder, de resistencia, de contrapoder o de
contra-hegemonías, donde es necesario que exista una voluntad de cambio por quienes
deciden iniciar procesos de transformaciones de sus propias prácticas y de cómo el modelo
patriarcal se ha acomodado al interior de sus mentes y cuerpos.

Promover la práctica socioeducativa de deconstruir la masculinidad hegemónica


requiere particularidades metodológicas, puesto que no se trata de reproducir una teoría
determinada, sino que decodificar los esquemas de pensamiento machistas (ideas,
creencias), las formas de relación de los hombres consigo mismos, otros hombres, con las
mujeres, niños, niñas y adolescentes y con la naturaleza (Campos, 2007).

El trabajo con hombres, implica salirse de la perspectiva victimista-agresor, para


problematizar la socialización de la masculinidad hegemónica y a partir de ello, desarrollar
trabajos socioeducativos que puede ser: sólo con varones, con mujeres y hombres, con
niñas/os y jóvenes.

El Trabajo Social es una herramienta que puede constituirse en facilitadora de


deconstrucciones, que propicia desde la práctica un acompañamiento de mujeres, hombres,
niñas/os y jóvenes a un viaje de descubrimiento de sus subjetividades, que permite ayudar a
reconocer en ellas/os mismos cómo se ha expresado cotidianamente en sus vidas el
patriarcado y el modelo de la masculinidad hegemónica, a través de la exploración de sus
emociones, la comprensión, el reconocimiento en el/la otro/a y la empatía de sus vivencias;
todo lo cual permite mayores procesos de re-aprendizaje y re-educación.

Entendiendo que la incorporación de las normas y valores sociales a través de la


socialización del modelo de la masculinidad hegemónica, es un proceso que se lleva a cabo
de manera acumulativa en el desarrollo de las etapas del ciclo vital, y sobre todo en las
primeras etapas, es recomendable que se realicen trabajos preventivos con niñas/os y
jóvenes a fin de que sea más efectiva la re-educación.

Las deconstrucciones de la masculinidad tradicional pasan necesariamente por la


revisión de lo personal, ya que lo personal es político (Millet, 1976), y es en la intimidad,
227
en las intersubjetividades, en los afectos, en la sexualidad y en el placer donde se
manifiestan las relaciones de poder y de dominación sostenidas en el sistema patriarcal.
Donde el punto de inicio de transformación es la individualidad, puesto que es en el cuerpo
y en el funcionamiento de la mente que se han interiorizado patrones y aprendizajes que
moldean el género, las cuales a partir de los auto-cuestionamientos y cambios, son posibles
deconstruirlos.

Al constituirnos como seres culturales que se construyen en sociedad, es


fundamental que tales procesos socioeducativos se realicen colectivamente, para abarcar
transformaciones profundas que se propaguen y repliquen a otros grupos y comunidades.

A partir de la revisión y cuestionamientos se generan procesos de


des/ideologización y decodificación para que mujeres y hombres estén en condiciones de
construir maneras alternativas posibles al modelo de masculinidad tradicional que
promuevan expresiones subjetivas disidentes y diferentes que trasciendan los moldes de
género y que también estén abiertas a deconstruirse permanentemente.

En conclusión, la presente investigación social, genera un aporte significativo a los


estudios de género y masculinidades, y a las intervenciones-acciones que se desarrollan en
esa área, ya que el trabajo con hombres, es un área emergente que precisa continuar
desarrollando perspectivas teóricas y metodológicas.

Incorporar la perspectiva de deconstrucción de la masculinidad hegemónica como


herramienta de análisis, comprensión e interpretación de la relaciones de género, contribuye
a ampliar el acervo teórico de diversas áreas de las ciencias sociales, tales como: filosofía,
sociología, antropología, educación y particularmente al quehacer profesional de Trabajo
Social, y al trabajo que se ha realizado con mujeres, niñas y niños; tanto en espacios
individuales, caso-familia, grupos y comunidad.

En este sentido las y los Trabajadoras/es Sociales significarían un aporte relevante


de acompañamiento para el género masculino en hombres que incluso no se están
cuestionamiento el modelo dominante, en cuanto a potenciar el desarrollo y conexión
emocional desde el sentir más que del pensar.

La perspectiva de deconstrucción es posible y necesaria aplicarla a las distintas


áreas donde el Trabajo Social ejerce su accionar profesional, ya que el género es una
categoría que está presentes en múltiples problemáticas sociales que emergen desde el
modelo de la masculinidad hegemónica, tales como: la Violencia de Género en contra de
mujeres, niñas y niños, denominada Violencia Intrafamiliar, la vulneración de derechos:
el abuso sexual, el comercio sexual infantil, el abandono paterno y la negligencia
parental.

Además, el tema de los hombres y la masculinidad dominante no ha sido politizado,


en términos de que éste ha sido marginado de múltiples problemas sociales en los cuales
228
también se encuentran involucrados los varones: embarazo adolescente, paternidad, aborto,
divorcio, entre otros (Ufón, 1993).

En conclusión, el Trabajo Social como profesión de la acción social que se vincula


directamente con las/os sujetos y sus realidades sociales complejas, requiere urgentemente
la revisión, incorporación y producción de conocimiento que aporten a la perspectiva de las
deconstrucciones de la masculinidad hegemónica; mediante labores socioeducativas, a
nivel preventivo y promocional de las relaciones de género, enfocadas en las re-educación
liberadora de mujeres y hombres, con la finalidad de ser un aporte a desestabilizar la
legitimación de las relaciones de dominación, tanto en el patriarcado como en el
neoliberalismo, -las cuales se han instituido como una problemática de las sociedades
mundiales- , y en definitiva contribuyan a promover acciones de resistencias que propaguen
la construcción de seres humanas/os más libres, solidarias/os y justas/os que vivan en
armonía y reciprocidad con el ecosistema.

“Soy varón, soy hombre, soy tierra, pero también soy cielo, soy flor, soy camino…
mi historia se hermana con la historia de muchos hombres…”

(Anónimo)

229
7. BIBLIOGRAFÍA

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250
8. ANEXOS

251
8.1.- ANEXO Nª1: FICHA DE IDENTIFICACIÓN

Ficha inicial de identificación

Nombre:

Edad:

Rango etáreo:

Entre 25 y 35 años

Entre 36 y 45

Entre 46 y 55

Más de 55

Estado civil:

Soltero

Casado

Viudo

Separado

Conviviente

Pareja actual

¿Tiene Hija/os?

Si No

Sexo Hijas/os

Mujeres Hombres

252
Orientación sexual actual

Homosexual

Bisexual

Heterosexual

Transexual

Otra

¿Cuál? __________________________

Participación en espacio socioeducativo de hombres:

Institución
pública

Institución
privada u ONG

Red

Organización

Colectivo

Grupo informal

Otro

¿Cuál? __________________________

Ubicación geográfica donde desarrolla trabajos socioeducativos

Región
Metropolitan
a

Región de
Valparaíso

253
Escolaridad

Estudios secundarios
incompletos

Estudios secundarios
completos

Estudios superiores
incompletos

Estudios superiores
completos

Pre-grado

Pos-grado

– Diplomado

– Curso

– Magíster

– Doctorado

254
8.2.- ANEXO N°2: PAUTA DE ENTREVISTA

Pauta Entrevista Semi-estructurada Abierta

Ámbito Espacios socioeducativos

1. ¿En qué ha consistido el trabajo socioeducativo más significativo que usted ha


realizado?
2. ¿Cuáles son las metodologías socioeducativas que utiliza para realizar trabajos con
hombres?

Ámbito Deconstrucción masculinidad hegemónica

3. ¿Ha sentido incomodidades frente al modelo de masculinidad dominante?, ¿Cuáles?


4. ¿Considera que está viviendo procesos de cuestionamientos del modelo de identidad
masculina?
5. ¿Siente y/o cree haber o estar realizando cambios desde su identidad masculina en
el actual momento de su vida?
6. ¿Qué acciones y prácticas cotidianas realizar para generar estos cambios?

Ámbito emocional-afectivo:

7. ¿Cómo vivencia y expresa su emocionalidad (relación a sus parejas, sus hijas e


hijos, sus amistades mujeres y sus amistades hombres?
8. ¿Cuáles son las emociones más comunes que suele sentir?
9. ¿De qué manera las ha exteriorizado?
10. ¿Cómo ha canalizado la rabia?

Ámbito Hitos significativos de la historia de vida

11. ¿Cuáles son los hitos de su vida o eventos significativos que motivaron el inicio del
proceso de cuestionamientos y cambios de su identidad masculina? (historia
familiar)
12. ¿Considera que ha vivenciado algún tipo de violencia a lo largo de su vida? Ejercido,
presenciado, atestiguado. ¿Cuáles?

Ámbito Facilitadores de deconstrucción

13. ¿Cuáles son los elementos que han facilitado el proceso de cuestionamientos y de
cambios de su identidad masculina?

255
Ámbito Obstaculizadores de deconstrucción

14. ¿Cuáles son los elementos que han obstaculizado, tensionado, conflictuado el
proceso de cuestionamientos y cambios de su identidad masculina?
15. ¿Cómo se relaciona usted con el poder en la vida cotidiana?

Ámbito Privilegios masculinos

16. ¿Qué ventajas cree tener en comparación con las mujeres por el sólo hecho de ser
hombre?
17. ¿Se ha sentido incómodo y complicado por estas ventajas?, ¿Cuáles sí, cuáles no?

Ámbito Nueva subjetividad masculina

18. ¿Cómo ha iniciado la construcción de una identidad subjetiva distinta a la


masculinidad tradicional?, ¿en qué ámbitos? (paternidad, espacio doméstico)

Ámbito Masculinidad/es y movimiento social

19. ¿Considera que la masculinidad/es es un movimiento social incipiente?


20. ¿Considera que sus reivindicaciones/planteamientos/ propuestas tienen incidencia
en la política pública en Chile?
21. ¿Considera que el movimiento tiene visibilidad pública?
22. ¿Considera que el movimiento de “masculinidades” tiene intencionalidad política?

256

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