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CAPÍTULO 1

“¡Miren! Este es nuestro Dios”


¿SE IMAGINA conversando con Dios? Es una idea que impone respeto: ¡el Soberano
universal hablando con uno! Al principio usted titubea, pero luego logra responder. Él le
escucha, le contesta y hasta le da confianza para preguntar lo que desee. Pues bien:
¿sobre qué va a inquirir?
2 Hace mucho tiempo, un hombre llamado Moisés vivió tal experiencia y decidió

plantear una pregunta que tal vez le sorprenda. No se refirió a sí mismo o a su futuro,
ni a las desgracias que afligen a la humanidad; más bien, se centró en cuál era el
nombre de Dios, algo que resulta un tanto desconcertante en vista de que él ya lo
sabía. Es patente que su pregunta debió de tener un sentido más profundo. De hecho,
era la cuestión más significativa que pudo haber planteado. La respuesta que obtuvo
tiene que ver con todos nosotros y puede ayudarnos a dar un paso fundamental para
acercarnos al Creador. ¿De qué modo? Repasemos aquella memorable conversación.
3 Moisés tenía 80 años. Llevaba cuatro décadas apartado de su pueblo, Israel, que

vivía esclavizado en Egipto. Cierto día, mientras pastoreaba los rebaños de su suegro,
contempló un fenómeno inaudito: una zarza en llamas que, en vez de consumirse,
ardía de continuo, brillando como una luz en la montaña. Por consiguiente, se acercó a
inspeccionarla. ¡Qué sobresalto tuvo que haber sentido al oír una voz que le dirigía la
palabra desde el fuego! Mediante un ángel que sirvió de portavoz celestial, Dios y
Moisés hablaron largo y tendido. Como sabemos, el vacilante Moisés recibió órdenes
de dejar su vida tranquila y volver a Egipto para liberar a los israelitas (Éxodo 3:1-12).
4 Aunque Moisés pudo haber formulado cualquier pregunta en ese momento, observe

la que planteó: “Supongamos que llego ahora a los hijos de Israel y de hecho les digo:
‘El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes’, y ellos de hecho me dicen:
‘¿Cuál es su nombre?’. ¿Qué les diré?” (Éxodo 3:13).
5 Lo primero que nos enseña tal pregunta es que Dios tiene nombre. Esta es una

verdad a la que no debemos restar importancia. Y, sin embargo, eso es lo que muchos
hacen. De hecho, Su nombre propio se ha reemplazado en gran número de versiones
bíblicas por títulos como “Señor” y “Dios”. Esta sustitución es una de las acciones más
desafortunadas y reprobables que se han realizado por motivos religiosos. A fin de
cuentas, ¿qué es lo primero que se pregunta al conocer a alguien? ¿Acaso no es el
nombre? Ocurre algo parecido cuando se llega a conocer a Dios. No se trata de un ser
innominado y distante que escape a nuestro conocimiento o entendimiento. Aunque es
invisible, es una persona y tiene nombre: Jehová.
6 Además, al revelar Dios su nombre propio, abre perspectivas maravillosas que nos

llenan de emoción. Nos invita a conocerlo y quiere que tomemos la mejor decisión de
nuestra vida: acercarnos a él. Pero aparte de manifestarnos su nombre, Jehová nos da
a conocer a la persona que lleva ese nombre.
El significado del nombre divino
7 El Todopoderoso eligió su nombre, un nombre con mucho significado. Al parecer,

Jehová quiere decir “Él Hace que Llegue a Ser”. Es cierto que no hay nadie como
Jehová en el universo, pues todo le debe la existencia a él y él hace realidad todo
cuanto se propone, lo cual constituye una realidad que nos infunde reverencia. Pero
¿es eso lo único que nos enseña su nombre? Como es obvio, Moisés deseaba saber
algo más. Para empezar, él ya sabía que Dios había creado todas las cosas y que se
llamaba Jehová. No se trataba de un nombre nuevo, pues llevaba siglos en uso.
En realidad, al preguntar por él, Moisés se refería a la persona que este representaba.
Venía a decir: “¿Qué puedo contarle a tu pueblo Israel para fortalecer su fe en ti y
convencerlo de que de verdad vas a liberarlo?”.
8 Jehová respondió revelando una característica maravillosa de su personalidad que

está muy relacionada con el significado de su nombre. Dijo a Moisés: “Yo resultaré ser
lo que resultaré ser” (Éxodo 3:14). Muchas versiones de la Biblia ponen en este pasaje
“Yo soy el que soy”, pero un análisis más cuidadoso indica que el Altísimo no se limitó
a afirmar su existencia. Más bien, enseñó a Moisés —y por extensión a todos
nosotros— que Él ‘resultaría ser’, o elegiría llegar a ser, lo que fuera preciso para
cumplir sus promesas. La versión en inglés de J. B. Rotherham traduce atinadamente
el versículo: “Yo Llegaré a Ser lo que yo quiera”. Una autoridad en hebreo bíblico
explica así esta frase: “Sea cual fuere la situación o la necesidad [...], Dios ‘llegará a
ser’ la solución a dicha necesidad”.
9 ¿Qué significado tuvo esto para los israelitas? Sin importar los obstáculos y apuros

que afrontasen, Jehová llegaría a ser lo que fuera preciso para liberarlos de la
esclavitud e introducirlos en la Tierra Prometida. Sin duda alguna, aquel nombre
infundía confianza en el Creador, y lo mismo puede hacer en nuestro caso (Salmo
9:10). ¿Por qué razón?
10 A modo de ilustración: los padres saben lo polifacéticos y adaptables que deben ser

al cuidar a sus hijos. En un mismo día, tal vez desempeñen, entre muchas otras, las
funciones de enfermeros, cocineros, maestros, agentes disciplinarios y jueces.
A muchos los abruma la gran variedad de cometidos que han de cumplir. Señalan que
sus pequeños tienen fe absoluta en ellos y que no dudan que papá y mamá son
capaces de curarles más pronto las heridas, zanjar todas las disputas, arreglarles los
juguetes rotos y responder a cuanta pregunta surja en su mente inquisitiva. Algunos
progenitores se ven muy pequeños, y a veces frustrados, ante sus propias limitaciones.
Se sienten ineptos para muchos de estos papeles.
11 Jehová es también un Padre amoroso. Dentro del marco de sus normas perfectas,

no hay nada que no pueda llegar a ser a fin de brindar los mejores cuidados a sus hijos
terrestres. Así pues, su nombre nos invita a verlo como el Padre ideal (Santiago 1:17).
Moisés y los demás israelitas fieles no tardaron en constatar que el Altísimo hace honor
a su nombre. Vieron maravillados cómo hacía que él mismo llegara a ser Comandante
invencible, Señor de los elementos, Legislador sublime, Juez, Arquitecto, Dador de
comida y agua, Preservador de ropa y calzado, y mucho más.
12 De este modo, Dios reveló su nombre propio, explicó cosas maravillosas de su

personalidad e incluso demostró que le hace honor a su nombre. Es innegable que


desea que lo conozcamos como persona. Ahora bien, ¿cuál es nuestra reacción?
Moisés quiso conocerlo. Ese fue el anhelo que orientó toda su vida y lo llevó a estar
muy cerca de su Padre celestial (Números 12:6-8; Hebreos 11:27). Por desgracia, la
mayoría de sus contemporáneos no compartieron aquel deseo. Cuando él mencionó
por nombre a Jehová ante el Faraón de Egipto, el altivo monarca replicó: “¿Quién es
Jehová [...]?” (Éxodo 5:2). No quiso aprender más al respecto y, con aire despectivo,
rechazó al Dios de Israel como si fuera alguien insignificante. Tal actitud, nada
infrecuente en la actualidad, ciega a la gente, lo que les impide aprender una de las
verdades más relevantes: Jehová es el Señor Soberano.
El Señor Soberano Jehová
13 Jehová es tan polifacético y adaptable, que merece la amplia gama de títulos que le

asignan las Escrituras. Pero estos no compiten con su nombre propio, sino que nos
revelan más sobre su significado. Por ejemplo, la Biblia lo llama “Señor Soberano
Jehová” (2 Samuel 7:22). Este excelso título, que aparece cientos de veces en las
Escrituras, destaca su posición como el único ser con derecho a gobernar el universo.
Veamos por qué.
14 Jehová es el único Creador. Dice Revelación (Apocalipsis) 4:11: “Digno eres tú,

Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste
todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas”. Estas solemnes
palabras no son aplicables a nadie más, puesto que todo lo que hay en el universo le
debe su existencia a él. Sin duda, merece la honra, el poder y la gloria propios de su
dignidad de Señor Soberano y Creador de todas las cosas.
15 Otro título exclusivo suyo es “Rey de la eternidad” (1 Timoteo 1:17; Revelación 15:3).

¿Qué implica? Aunque a nuestra mente limitada le cueste comprenderlo, Jehová es


eterno, es decir, su existencia es infinita tanto en el pasado como en el futuro. De él
dice Salmo 90:2: “Aun de tiempo indefinido a tiempo indefinido tú eres Dios”. Por lo
tanto, nunca tuvo principio; vive desde siempre. Con razón se le llama “el Anciano de
Días”, pues existió por tiempo incontable antes de crear cualquier ser o cosa (Daniel
7:9, 13, 22). ¿Quién tiene razones válidas para cuestionar su derecho a ser el Señor
Soberano?
16 Con todo, algunos sí lo han cuestionado, como Faraón. Este problema se debe en

parte a que el hombre imperfecto se apoya demasiado en lo que percibe mediante el


sentido de la vista. Nos resulta imposible contemplar al Señor Soberano, ya que es un
ser espiritual, invisible a nuestros ojos (Juan 4:24). Además, si una persona de carne y
hueso compareciera ante la presencia inmediata de Jehová Dios, moriría. Así se lo
indicó él a Moisés: “No puedes ver mi rostro, porque ningún hombre puede verme y sin
embargo vivir” (Éxodo 33:20; Juan 1:18).
17 Este hecho no debería extrañarnos. Moisés solo contempló parte de la gloria de

Jehová, por lo visto a través de un ángel que lo representaba. ¿Con qué efecto? Su
rostro estuvo ‘emitiendo rayos’ durante un tiempo después de aquella experiencia, de
modo que a los israelitas les daba miedo hasta mirarlo directamente (Éxodo 33:21-23;
34:5-7, 29, 30). Así pues, es patente que un simple ser humano no podría ver al Señor
Soberano en la plenitud de su gloria. ¿Se desprende de lo anterior que es menos real
que lo visible y palpable? De ningún modo; por ejemplo, aceptamos sin vacilación la
existencia de muchas cosas que no podemos ver, como el viento, las ondas de radio y
los pensamientos. Por otro lado, Jehová es permanente y no cambia con el paso del
tiempo, ni siquiera de un sinnúmero de millones de años. En este sentido, es mucho
más real que los objetos perceptibles a la vista o al tacto, puesto que el mundo físico
sufre los efectos de la edad y el deterioro (Mateo 6:19). Ahora bien, ¿deberíamos
conceptuar al Eterno como una fuerza abstracta carente de personalidad, tal vez una
Primera Causa indefinida? Examinemos este asunto.
Un Dios con personalidad
18 Aunque no podamos ver al Altísimo, la Biblia contiene pasajes emocionantes que nos

permiten hacernos una idea del cielo inmaterial. Por ejemplo, el capítulo primero del
libro de Ezequiel refiere una visión del profeta en la que la organización celestial de
Jehová aparece representada como un enorme carruaje. Impresiona en especial la
descripción de los poderosos espíritus que rodean al Creador (Ezequiel 1:4-10).
La apariencia de tales “criaturas vivientes”, que mantienen una estrecha relación con el
Dios al que sirven, aporta datos importantes acerca de él. Cada una posee cuatro caras
—de toro, león, águila y hombre—, que al parecer simbolizan las cuatro cualidades
principales de la personalidad de Jehová (Revelación 4:6-8, 10).
19 En la Biblia, el toro suele representar el poder, algo muy lógico en vista de su gran

fortaleza. El león simboliza la justicia, ya que la auténtica justicia requiere valentía,


cualidad por la que es famoso este felino. El águila es célebre por la agudeza de su
visión, con la que distingue objetos diminutos a kilómetros de distancia; de ahí que su
cara sea un símbolo idóneo de la sabiduría perspicaz de Dios. ¿Y qué quiere decir el
rostro de hombre? Pues bien, ya que este fue creado a la imagen del Altísimo,
sobresale por su capacidad de reflejar la principal cualidad divina: el amor (Génesis
1:26). Estas facetas de la personalidad de Jehová —poder, justicia, sabiduría y amor—
se destacan con tanta frecuencia en las Escrituras que pueden denominarse sus
atributos cardinales.
20 ¿Debe preocuparnos la posibilidad de que Dios haya cambiado en los miles de años

transcurridos desde que las Santas Escrituras describieron su personalidad? No, pues
esta es inmutable. Él nos lo asegura: “Yo soy Jehová; no he cambiado” (Malaquías
3:6). En vez de variar arbitrariamente, demuestra que es un Padre ideal por la manera
como reacciona ante cada situación: expresa los aspectos de su carácter que sean
más adecuados. De sus cuatro atributos fundamentales, el que predomina es el amor,
que orienta todas sus acciones. Ejerce con amor su poder, justicia y sabiduría.
De hecho, la Biblia señala algo extraordinario acerca de él y de este atributo: “Dios es
amor” (1 Juan 4:8). Observamos que no dice que tiene amor ni que es amoroso, sino
que es amor. Esta cualidad es su propia esencia y lo motiva en todo lo que hace.
“¡Miren! Este es nuestro Dios”
21 ¿Ha visto alguna vez a un niño señalar a su padre y, con toda inocencia, al tiempo

que lleno de orgullo y alegría, decir a sus amigos: “Ese es mi papá”? Los adoradores
de Jehová tienen innumerables razones para sentirse así respecto a él. La Biblia
predice que llegará el día en que los fieles exclamarán: “¡Miren! Este es nuestro Dios”
(Isaías 25:8, 9). Cuanto más conozcamos sus cualidades, más seguros estaremos de
tener el mejor Padre de todo el universo.
22 No es un Padre frío, seco o distante, aunque así lo hayan pintado algunos filósofos y

guías religiosos severos. No nos atraería acercarnos a semejante Dios; de hecho,


no se presenta de este modo en la Biblia, donde, por el contrario, se le llama el “Dios
feliz” (1 Timoteo 1:11). Es firme en sus sentimientos, pero también tierno. Se siente
“herido en el corazón” cuando sus criaturas inteligentes quebrantan las pautas que ha
estipulado para su propio bien (Génesis 6:6; Salmo 78:41). En cambio, cuando nos
conducimos con sabiduría, de acuerdo con su Palabra, ‘regocijamos su corazón’
(Proverbios 27:11).
23 Nuestro Padre quiere que estemos cerca de él. Su Palabra nos insta a ‘buscarlo a

tientas y verdaderamente hallarlo, aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de
nosotros’ (Hechos 17:27). Ahora bien, ¿cómo puede un simple ser humano acercarse
al Señor Soberano del universo?
[Preguntas del estudio]
1, 2. a) ¿Qué preguntas desearía plantear a Dios? b) ¿Qué le preguntó Moisés?
3, 4. ¿Qué sucesos precedieron a la conversación de Moisés con Dios, y cómo fue, en
líneas generales, aquel diálogo?
5, 6. a) ¿Qué verdad esencial extraemos de la pregunta de Moisés? b) ¿Qué atentado
se ha cometido contra el nombre propio de Dios? c) ¿Por qué es tan significativo que
Dios haya revelado su nombre a la humanidad?
7. a) Al parecer, ¿qué significa el nombre propio de Dios? b) En realidad, ¿qué quería
saber Moisés cuando le preguntó a Dios su nombre?
8, 9. a) ¿Qué respuesta dio Jehová a Moisés, y por qué es incorrecta la manera como
suele traducirse? b) ¿Qué significa la afirmación “Yo resultaré ser lo que resultaré ser”?
10, 11. ¿De qué modo nos invita el nombre de Jehová a verlo como el Padre ideal y el
más polifacético? Ilústrelo.
12. ¿Qué diferencia hay entre la actitud de Faraón para con Jehová y la de Moisés?
13, 14. a) ¿Por qué recibe Jehová tantos títulos en la Biblia? Mencione algunos (véase
el recuadro de la página 14). b) ¿Por qué es Jehová el único digno de llamarse “Señor
Soberano”?
15. ¿Por qué se llama a Jehová “Rey de la eternidad”?
16, 17. a) ¿Por qué nos resulta imposible ver a Jehová, y por qué no debería
extrañarnos este hecho? b) ¿En qué sentido es Jehová más real que las cosas visibles
o palpables?
18. ¿Qué visión recibió Ezequiel, y qué simbolizan las cuatro caras de las “criaturas
vivientes” que están cerca de Jehová?
19. ¿Qué cualidad representa la cara a) de toro? b) de león? c) de águila? d) de
hombre?
20. ¿Debe inquietarnos la posibilidad de que haya cambiado la personalidad de
Jehová? Explique la razón de su respuesta.
21. ¿Qué seguridad tendremos al conocer mejor las cualidades de Jehová?
22, 23. ¿Qué imagen de nuestro Padre celestial ofrece la Biblia, y cómo sabemos que
desea que nos acerquemos a él?
[Recuadro de la página 14]
Algunos títulos de Jehová
Todopoderoso. Su poder es infinito, irresistible (Revelación 15:3).
Padre. Él, que es fuente de toda la vida, incluida la eterna, ama paternalmente a sus
siervos (Proverbios 27:11; Juan 5:21).
Magnífico Instructor. Es el Maestro sapientísimo, a quien debemos recurrir en busca
de enseñanza y dirección (Isaías 30:20; 48:17).
La Roca. Es inmutable y un refugio seguro (Deuteronomio 32:4).
Pastor. Guía y ampara a sus “ovejas” —sus siervos— y se encarga de alimentarlas
espiritualmente (Salmo 23:1).
[Ilustración a toda plana de la página 6]

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