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Comentario personal sobre los lugares teológicos

En el siglo XVI cuando el protestantismo retomo cuestionamientos que la


Iglesia había dejado en el olvido fue la oportunidad para que la reflexión
teológica resurgiera, se revitalizara y surgiera una renovación de todo el
cristianismo, sobre todo en el tratamiento de la Palabra de Dios.

Probablemente fue un momento de crisis, para muchos fieles y sobre todo


teólogos enraizados en la teología escolástica y de “Sumas”. El movimiento
reformista puso a pensar al cristianismo católico pues ellos estaban dando
pasos agigantados en la reflexión teológica donde su punto de partida fueron
las sagradas escrituras.

Fue una clara revolución de pensamiento en cuanto a las concepciones que se


tenían de los lugares teológicos. En un principio los lugares teológicos eran
temas en los que explicaban cuestiones de dogma como: el misterio trinitario,
la encarnación, la unión hipostática, etc. Con el giro reformista los temas
centrales serán: el pecado, la gracia, la ley, los beneficios de Cristo, la muerte
de cruz, la justificación, la caridad, la predestinación. Se ve el giro de las
temáticas teológicas y metafísicas sustentados en la filosofía a temas
antropológicos sustentados en la Sagrada Escritura.

Las declaraciones del protestantismo (Melachthon) ciertamente fueron


escandalosas en su tiempo, simplemente por el hecho de dejar en segundo
término temas que había sido centrales durante mucho tiempo: “cuántas
naturalezas tenga Cristo, no me afecta, lo que me afecta es mi Jesús, es decir,
mi salvador y consolador”. Hoy día esto es muy fácil de decir y nadie lo
cuestiona. Es más importante la vida, el seguimiento de Jesús, el amarlo,
conocerlo y vivir como él; a cuestiones teóricas explicativas de nuestra fe. Sin
embargo ese proceso tuvo que durar años y se necesita empatía para
comprender el desequilibrio que pasaron los teólogos católicos y reconocer el
esfuerzo de otros muchos para ponerse a la altura que ya la era protestante
estaba adelantando.

No se trata, por tanto, de Objeciones formales o excepciones al procedimiento


argumentativo empleado por los protestantes. Hay un esfuerzo teológico para
desnudar los razonamientos luteranos, de modo que puedan ser vistos y
discutidos sin eufemismos los verdaderos fundamentos de su pensamiento y su
actitud. Las aseveraciones y negaciones protestantes no equivalen a una
corrección de los principios tradicionales. Suponen principios nuevos. No
expresan un reformismo espiritual, sino una revolución religiosa en la que un
giro drástico y audaz sustituye la mirada de Dios por la mirada del hombre.

El autor Melchor Cano, teólogo católico y dominico dio un paso más. Él quiso
demostrar cuáles son los fundamentos a partir de los cuales se cree y dónde
están sus argumentos, es decir dio su fundamentación como ciencia a la
teología. En su obra De locis theologicis libri duodecim (1563) redujo a diez los
lugares (loci) o ámbitos de estudio de la teología: la autoridad de las Sagradas
Escrituras, la tradición oral, la Iglesia católica, los concilios, los Padres, la
Iglesia romana, los teólogos escolásticos, el valor de la razón natural en
materias científicas, la autoridad de los filósofos y la autoridad de la historia.
Este tratado influyó en toda la teología de la época por su sabio empleo de la
metodología y de los principios derivados de la filosofía de Aristóteles en
cuestiones teológicas.

El sentido de lugar en la Teología de la liberación

La teología de la liberación es una corriente teológica cristiana integrada por


varias vertientes católicas y protestantes, nacida en América Latina tras la
aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, el Concilio Vaticano II y la
Conferencia de Medellín (Colombia, 1968), que se caracteriza por considerar
que el Evangelio exige la opción preferencial por los pobres y por recurrir a las
ciencias humanas y sociales para definir las formas en que debe realizarse
aquella opción.

Esta corriente teológica es nueva para el pensamiento teológico europeo. La


teología de la liberación concibe un nuevo lugar teológico; los pobres, donde
Dios se revela, donde debe la Iglesia apostar toda su vida y cumplir su misión
que viene de Cristo.

Hasta aquí diremos que lo que Sobrino llama “lugar teológico”, en sentido
estricto, es normalmente llamado por otros autores “lugar hermenéutico”; un
“desde dónde” se interpreta; pero a diferencia de muchos, Sobrino reconoce
a este “dónde” un valor de “revelación” o de “fuente”, equivalente a lo que
Cano llama “lugar teológico propio”.

La novedad de esta teología es dar la primacía al lugar teológico a la persona,


no a teorías, ni ideas, sin a la persona, específicamente a la que sufre, a la que
se identifica con Cristo sufriente.

La teología de la liberación ofrece a toda la Iglesia la oportunidad de situarse


ante la realidad del sufrimiento y ahí encontrar a Dios, experiencia que las
teorías no pueden dar. Se trata de encontrar a Jesucristo en la vida, en el
compartir con el excluido, con los pobres con los hombres, mujeres y niños que
en su sufrimiento y dolor.

Los signo de los tiempos

En una primera aproximación, discernir los signos de los tiempos parece indicar
la acción de mirar e identificar los acontecimientos temporales característicos
de cada época, con el fin de que la Iglesia pueda anunciar de manera
significativa el Evangelio e identificar en ellos una presencia y/o llamada de
Dios.

Con los llamados signos de los tiempos los lugares teológicos se han ido
adaptando a la realidad histórica en la que vive la Iglesia, siendo éstos cada
vez más evangélicos. No todo evento es lugar teológico, hay que discernirlo y
verlo desde el evangelio.

La teología es dar razón de la vida vivida del teólogo, es pensar


teológicamente, pensar lo que se vive, lo que se cree y compartirlo con los
demás.

Cada teólogo es hijo de su propia etapa histórica es por eso que ninguna visión
en cuanto a los lugares teológicos es correcta o incorrecta, mejor o no. Cada
reflexión enriquece la reflexión teológica de la Iglesia. Cada teólogo está
llamado a actualizar los lugares teológicos de la Iglesia desde la perspectiva
que la Iglesia necesita.

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