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Vicente Simón es Catedrático de Psicobiología de la Universidad de Valencia. Hace una década, mientras
leía textos de filosofía oriental, decidió aprender la práctica de la meditación. E inevitablemente se
interesó por entender cómo afectaba esa práctica a nuestro cerebro. En la actualidad es uno de los
principales expertos en la neurobiología del mindfulness o atención plena, una técnica basada en la
meditación budista que, según los últimos estudios científicos, puede modificar el cerebro.
P: Y para que todo eso se convierta en un hábito hay que entrenarse mentalmente.
R: Así es. Al entrenarnos en mindfulness, es decir, al hacer meditación, lo que hacemos
fundamentalmente es abandonar la actividad de esa mente errante, también llamada “mente de mono”
porque nuestra mente, igual que un mono brinca de rama en rama, va “saltando” de tema en tema.
Entonces concentramos nuestra atención en lo que está sucediendo en el presente, bien en nuestro cuerpo,
bien en el mundo exterior. Dejamos de rumiar sobre el pasado y de preocuparnos acerca del futuro. Eso es
bueno porque, en lugar de activar continuamente los circuitos de la supervivencia, ponemos también
en marcha los circuitos de la felicidad.
P: Sorprendente...
R: Y hay más. Meditar facilita la aparición de estados de ánimo positivos, pues incrementa la actividad
del hemisferio cerebral izquierdo. Los ejercicios de mindfulness aumentan la capacidad de empatía y
de comunicación, facilitando así las relaciones interpersonales. También incrementa la auto-
comprensión, haciendo posible que interpretemos mejor el sentido de la propia vida. Todos estos factores
contribuyen a disminuir el estrés y a que nos sintamos más dueños de las situaciones que vivimos y, en
general, de nuestras vidas.