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La personalidad de los hermanos

Ser el primogénito, el del medio o el benjamín no es


nada baladí: ese orden no sólo puede llegar a
predisponer el futuro de los hermanos, sino que acaba
siendo determinante a la hora de modelar la
personalidad
ES | 27/04/2012 - 08:12h

Jon Fernández

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Ni Dios pudo evitarlo. Cegado por los celos que le producía la predilección divina hacia
su hermano menor, Caín mató a Abel. La rivalidad entre hermanos está presente en la
mitología, la cultura popular y la literatura desde tiempos inmemoriales: el fratricidio
entre los gemelos Rómulo y Remo o entre el menor Claudio y su hermano mayor, el rey
Hamlet, son sólo dos ejemplos. Pero también hay referentes de cooperación fraternal
como la de Hansel y Gretel. Las relaciones entre hermanos suelen ser las más largas de
nuestras vidas, y de las más importantes, porque forjan las directrices de la personalidad
de cada uno. De hecho, los estudios psicológicos certifican que el orden de nacimiento
es una variable psicológica importante: no es lo mismo ser hijo único que ser el mayor,
el mediano o el pequeño. Es más, en algunos casos, aun habiendo crecido en una misma
familia, se desarrollan caracteres tan diferentes que no es extraño pensar que no
parecen hermanos. El orden, en este caso, sí importa, pues favorece que individuos que
comparten los mismos padres vivan distintas experiencias.
“Dime en qué orden has nacido, y te diré quién eres”, defiende la teoría de Frank J.
Sulloway, psicólogo y miembro del Instituto de Investigación Social y de la
Personalidad de la Universidad de California, en Berkeley (EE.UU.). En su libro Born
to rebel (Nacido para rebelarse) explica cómo las rivalidades entre hermanos y las
estrategias para ganarse la atención de los padres durante la infancia determinan la
personalidad de adultos. “De acuerdo con esta teoría, la rivalidad entre hermanos es la
forma más directa de competir durante la evolución del ser humano, y las
personalidades se forman a medida que los hermanos tratan de ocupar
y defender nichos y papeles en la familia para asegurar su supervivencia”, comenta Ben
Dattner, psicólogo estadounidense. El estudio de Sulloway se basa en la teoría de la
evolución de Charles Darwin, quien, por cierto, fue el quinto de seis hermanos, factor
que según Dattner propició que no aceptara la ley establecida, estuviera más abierto a
nuevas ideas y soluciones revolucionarias.

¿Quién no ha oído hablar del peso del papel del hermano mayor? ¿De lo mimados que
son los pequeños? ¿De lo egocéntricos que pueden llegar a ser los hijos únicos? El
primero que planteó la teoría del orden del nacimiento en el ámbito científico fue el
psicólogo austriaco Alfred Adler, uno de los primeros discípulos de Sigmund Freud, y
su primer disidente. Según él, los hermanos mayores tienden a ser más conservadores,
autoritarios, responsables y conformistas; los medianos y pequeños suelen ser más
independientes, críticos, cooperantes y creativos, y los hijos únicos egocéntricos,
dependientes e hiperprotegidos. Enrique Arranz, catedrático de Psicología de la
Familia de la Universidad del País Vasco y autor del libro Psicología de las relaciones
fraternas (Herder), cree que esas características atribuidas son más que meros tópicos,
aunque no llegan a ser normas generales. “La teoría del orden del nacimiento es una
explicación monocausal, y las explicaciones de psicología siempre son multicausales”.
Por ello, Arranz prefiere hablar del estatus fraterno para explicar por qué
cristalizamos personalidades distintas, y ese estatus lo definen cuatro factores: orden
de nacimiento, tamaño de la familia, sexo y margen de edad entre los hermanos.

Los únicos

Mirta Pizzutiello (Buenos Aires, 1951), argentina afincada en Madrid, es hija única por
partida doble. “Además de hija única soy nieta única de los cuatro abuelos. Mis padres
también fueron hijos únicos. Los dos”. Comenta que sí que hay cosas que no ha vivido
y que le hubiera gustado experimentar, “pero creo que no me hizo una mella psicológica
profunda”. Desde niña suplió su soledad con amigos y primos. “Primos segundos,
obviamente”. Se enfada cuando escucha decir que los hijos únicos suelen ser egoístas.
“Eso es una falacia. Depende de cómo los hayan criado. Creo que mis padres me
supieron cuidar bien. Yo sabía lo que era un no”.

La presidenta de la sección de psicología clínica del Col·legi Oficial de Psicòlegs de


Catalunya, Regina Bayo, comenta que en el caso de los hijos únicos los padres tienden a
la sobreprotección, “actitud que nunca ayuda al desarrollo de la personalidad de un
hijo”. Según ella, es esencial favorecer la socialización de los hijos únicos. De todos
modos, Arranz asegura que no se puede atribuir egocentrismo a los hijos únicos, pues
precisamente la socialización es cada vez más precoz. “Los niños se escolarizan
enseguida. Muchos entran a la red educativa en cuanto acaban las bajas maternales,
antes del medio año”. Eso, según Arranz, favorece a los hijos únicos, y recuerda la
curiosa tradición que mantienen en la isla de Bali. “Las parejas con un solo niño piden
uno prestado a otra familia para que durante una temporada conviva con su hijo y le
haga ver que no todo el monte es orégano. El hermano siempre aporta esa función de
contraste y entrena, en cierta medida, para la vida”.

Mirta tuvo claro desde pequeñita que quería tener al menos dos hijos. Y así ha sido;
tiene una hija y un hijo. “Cuando mis hijos eran pequeños y los veía discutir pensaba...
¡por Dios! ¡He engendrado a dos monstruos! Y todo el mundo me decía que eso es
normal entre hermanos. Claro, al no tener ninguno, una idealiza demasiado la figura
fraternal”. Dice que de niña no sintió necesidad de ningún hermano. “Pero sí la sentí
cuando mis padres eran ya mayores, al enfrentarme sola a las decisiones que su vejez
implicaba. Mi padre falleció casi enseguida, pero mi madre estuvo nueve años y medio
con alzheimer. Afrontarlos sola fue lo más difícil”.

Los mayores

Los estudios de Adler y Sulloway señalan que los hermanos mayores son más
conservadores, responsables e incluso más inteligentes que sus hermanos menores. Es
curioso que más de la mitad de los presidentes de EE.UU. hayan sido primogénitos, así
como 21 de los primeros 23 astronautas estadounidenses y más de la mitad de los
ganadores de los premios Nobel. ¿Pura casualidad?

Arranz aclara que la mayor responsabilidad y conservadurismo de los primogénitos se


debe a los valores transmitidos por los padres y a la delegación de autoridad que el niño
recibe de ellos para cuidar a los pequeños. “Ese conservadurismo, por lo tanto, no tiene
un sentido político sino un sentido objetivo”, apunta. En cuanto a las habilidades
intelectuales, puntualiza que los primogénitos tienden a desarrollar una mayor
capacidad verbal, debido al papel de interlocutor entre padres y hermanos.

Aunque exista esa tendencia a desarrollar una personalidad más responsable en los
hermanos mayores, hay muchas excepciones. “Mi hermana menor es mucho más
responsable que yo”, se sincera el guipuzcoano Jurgi Olaizola (30 años), “el orden de
nacimiento probablemente marca la personalidad de uno, pero el ser hombre o mujer lo
marca más”. Y es que, como señala el catedrático de Psicología Arranz, en la definición
del estatus fraterno también es importante el sexo. “De todas formas –continúa Jurgi–,
mi carácter también ha contribuido a ello. No he sido referente de responsabilidad y mi
hermana ha tenido que coger el camino opuesto”.

No se puede obviar tampoco la actitud paterna. “Cuando nace el primer hijo nacen
también los padres”, subraya la psicóloga Bayo. “Esa nueva situación con
frecuencia desestabiliza la pareja, se sienten inseguros, torpes... y, en cambio, con el
segundo ya van entrenados. Los hermanos menores reciben un trato de más seguridad,
más confianza. Además, es interesante ver cómo los padres también suelen compartir el
mismo estatus fraterno”. Existen una serie de factores que repercuten en
la relación entre padres e hijos como, por ejemplo, si la criatura fue deseada o si el sexo
del hijo era el que esperaban. O bien, como indica Bayo, si antes del niño ha habido
alguna pérdida o aborto, o si ha habido otro hijo con algún tipo de déficit o alteración
neurofisiológica.

Jurgi sigue viviendo en casa de sus padres, junto con su hermana menor Katixa.
“Tenemos una relación muy buena. En algunos momentos claro que
saltan chispas, pero no demasiadas. Nos guiamos por la teoría del laisser faire.”
Recuerda que de pequeños tenían los papeles de mayor y menor más marcados, pero ya
se han desvanecido. “Procuro cuidar a mi hermana, pero no me gusta protegerla
demasiado”, aclara.

Los medianos

El segundo hermano es el príncipe que destrona al rey de casa, quien inevitablemente


hace brotar los celos del hermano mayor. Pero al contrario de lo que se piensa, Arranz
afirma que hay investigaciones que avalan que los celos son elementos potenciadores
del desarrollo intelectual. “Son un fenómeno afectivo natural, normal e incluso
saludable. Otra cuestión es que se fomenten, y que los padres comparen constantemente
a sus hijos”. Un factor clave para que el mayor encare mejor el destronamiento de ser
hijo único es que haya una cierta diferencia de edad entre hermanos. “El yo, ese
embrión de personalidad, se está formando durante el primer año y medio de vida. Si
pasan dos, tres o cuatro años hay más tiempo para que la criatura pueda afrontar
ser destituido de su lugar privilegiado”, según la psicóloga Bayo.

“Mi hermano mayor me saca sólo once meses, pero él siempre ha sido el mayor. El
pequeño, que tiene cuatro menos que yo, siempre ha sido el pequeño. Son posiciones
muy marcadas que a mí no me han tocado”, cuenta Paco Gallego (Madrid, 1967), el
mediano de tres hermanos. Precisamente, las personas con el estatus fraterno más
difuso, como es el caso de los medianos, son las que tienen percepciones
más creativas de la realidad, según los estudios de Arranz. El psicólogo vasco subraya
que el estatus fraterno y las relaciones entre hermanos aportan una estimulación
importante para el desarrollo, tanto desde el punto de vista afectivo como cognitivo.
“Tener un hermano conlleva establecer un vínculo afectivo significativo, que durará
toda la vida. Es un vínculo de reserva a la de los padres. Sabemos que en la tercera
edad, cuando se pierden otros referentes de identidad, como los padres o el trabajo, se
reactiva el vínculo fraternal, y normalmente suelen ser las hermanas las que reciben a
sus hermanos en casa”. En cuanto al desarrollo cognitivo, Arranz explica que tener un
hermano significa tener al lado una persona que tiene deseos, emociones, intenciones y
planteamientos distintos a los de uno mismo, “y eso permite al niño tomar contacto con
otras maneras de ser, lo cual va a estimular su desarrollo”.

Paco confiesa que siempre ha sido el rebelde de casa, el gamberro, el más atrevido. “No
estoy seguro de si lo hacía para llamar la atención consciente o inconscientemente, pero
bien podría ser”. Como el papel de la autoridad está ya ocupado en el grupo fraterno
por el hermano mayor, Sulloway dice que el resto de hermanos tienen que ingeniárselas
para buscar su espacio. “Lo que se esconde detrás de este tema de los hermanos es la
búsqueda de la identidad propia. Si los padres o el estatus fraterno no te la prestan de
manera clara, la tienes que buscar, y esa búsqueda tiende a ser menos convencional”,
según Arranz. De ahí que los hermanos menores desarrollen en mayor medida lo que en
términos médicos se llama la teoría de la mente. “Es la capacidad de ponerse en
el punto de vista del otro. Eso que utilizamos cuando jugamos, por ejemplo, al ajedrez.
Se trata de tener una teoría de cómo funciona la mente del otro y utilizarla en la vida
cotidiana”.

Los menores
Dice la sabiduría popular que los últimos se crían solos. Actualmente, el pequeño es el
más joven de dos, o como mucho, de tres hermanos, y en este último caso, el menor
comparte muchas de las características del hermano mediano, con la diferencia de que
nunca sufre el destronamiento. Quizá por ello se sigue diciendo que son los
más mimados y consentidos. Katixa Olaizola (Zarautz, 1985), la hermana menor de
Jurgi, sin embargo, no comparte esa idea. “Mis padres en cuestión de cariño nos han
tratado igual a los dos. Aunque quizá la abuela ha tenido una
especial predilección hacia mi hermano por haber sido el primer nieto”.

Los estudios psicológicos indican que los menores cultivan una personalidad menos
convencional, pero más independiente y creativa. Eso se debe, en cierto modo, a que
los pequeños se encuentran desde el principio con otro niño que comparte con ellos la
atención de sus padres, lo cual hace que busquen la forma de crear su propio lugar con
una estrategia más flexible. La referencia directa de los mayores son siempre los padres,
de ahí su predisposición a identificarse con la autoridad y con el apoyo del statu quo; la
de los pequeños es su hermano mayor, lo cual favorece la idea de cooperación. Pero
además de referente, el hermano mayor es un apoyo para el menor, su protector. “Me
acuerdo que una vez tuvimos un accidente los cuatro en el coche, y yo salí corriendo del
vehículo. Tendría unos ocho años, y mi hermano vino corriendo a abrazarme y
tranquilizarme. Esa fue una situación extraordinaria..., pero sí que siento que también
me ha protegido en el día a día de mi infancia”, señala Katixa. “Aunque, eso sí, luego
se enfadaba cada dos por tres porque yo recibía más regalos”.

De todas formas, la relación entre hermanos ya no es lo que era. “La natalidad se ha ido
a pique en las sociedades desarrolladas”, remarca Arranz. La tasa de natalidad en
España es de 1,3 hijos por mujer. “Ya no podemos apenas hablar del orden de
nacimiento, sino del primero y, estadísticamente, de la mitad del segundo”. Si
la tendencia sigue a la baja, puede que la cantidad de estatus fraternos se reduzca y la
teoría del orden de nacimiento caiga en saco roto.

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