You are on page 1of 2

CAMPHORA OFFICINALLIS

Camphora officinalis
Al colocar aquí la lista de los síntomas del alcanfor que se han
observado hasta el día, no me propongo incluir en ella la totalidad de los
efectos que pueden esperarse de esta sustancia, sino que la consigno
como
una especie de cuadro en bosquejo al que se referirán aquéllos que se
vayan descubriendo.
La acción del alcanfor es muy enigmática y difícil en extremo de
estudiar, hasta en el hombre en pleno estado de salud, en razón a que el
efecto primitivo de esta sustancia alterna frecuentemente de una manera
tan rápida con las reacciones de la vida, que en muchos casos apenas
puede determinarse lo que debe considerarse como efecto primitivo y
como efecto consecutivo.
El alcanfor no es menos enigmático y maravilloso respecto al
resultado de su acción, porque calma los efectos violentos e un gran
número de medicamentos vegetales muy diferentes, hasta los de las
cantáridas y de otras muchas sustancias minerales y metálicas.
Debe por lo tanto ejercer una especie de acción patológica general, a
la que sin embargo no trataremos de darle nombre, por no perdernos en
el imperio de las tinieblas, donde la observación no tiene lugar y donde la
imaginación acepta ensueños por realidades.
Así es que la experiencia nos dice que el alcanfor acalla los efectos
demasiado intensos de un gran número de medicamentos administrados,
sea en casos donde no convienen, sea a dosis fuertes. Sin embargo,
generalmente no lo hace más que en virtud de su acción primitiva, y
como simple paliativo. Por esta razón, cuando se le emplea en este
sentido, es menester darlo con mucha frecuencia, pero a pequeñas dosis,
de cinco a quince minutos; y si el caso urge, cada dos o tres minutos, se
da próximamente una gota de disolución alcohólica saturada (un octavo
de grano) mezclado con dos dracmas de agua pura, o bien se hace oler la
disolución saturada cada tres, cuatro, seis, diez o quince minutos.
Yo no he encontrado conveniente al alcanfor en los casos que el
haba de San Ignacio ha producido efectos demasiado fuertes.
La rapidez con que se disipa la acción de esta sustancia y con la que
sus síntomas alternan, la inutilizan para que pueda servir en la curación
de la mayor parte de las enfermedades crónicas.
Como la inflamación de la piel, llamada erisipela, que se extiende
bajo la forma de radios, ofrece un tinte rojo claro y desaparece
momentáneamente bajo la presión del dedo, jamás es, cuando proviene
de causas internas, más que un solo síntoma de la enfermedad; y como el
alcanfor, aplicado sobre la piel, causa en ella una cosa parecida, de aquí
el que puede ser útil recurrir a las aplicaciones locales de esta sustancia
en enfermedades que sobrevienen rápidamente, acompañadas de
erisipela, con tal que haya analogía entre sus síntomas y los de la
enfermedad.
Cuando la gripe (influenza), endémica en Siberia, se extiende hasta
nosotros, como sucede algunas veces, el alcanfor, desde que ya se ha
establecido el calor, no obra sino como paliativo, pero como paliativo
precioso, suelto en el agua, a dosis frecuentes, y cada vez más fuertes.
No abrevia la duración de la enfermedad, pero disminuye mucho su
intensidad y la conduce de esta suerte sin peligro a su terminación.
Por el contrario, una sola dosis de nuez vómica, tan débil como sea
posible, la cura frecuentemente, de una manera homeopática, en el
espacio de algunas horas.
Para combatir los funestos accidentes producidos por una fuerte
dosis de alcanfor, el antídoto que debe emplearse es el opio, del mismo
modo que el alcanfor es un poderoso recurso en los envenenamientos
causados por el opio. Así, cada una de estas dos sustancias destruye los
efectos de la otra.
El vértigo y la pérdida de los sentidos, cuando la dosis de alcanfor es
fuerte, con enfriamiento del cuerpo, parecen ser el efecto primitivo de
dicha sustancia y anuncian una disminución del aflujo de sangre hacia las
partes lejanas del corazón; por el contrario, el aflujo de sangre hacia la
cabeza, el calor a la cabeza, etc., son al parecer un efecto consecutivo de
una reacción de la vida, proporcionada al efecto opuesto, es decir, a la
intensidad del efecto primitivo.
Igualmente, inflamaciones ligeras y que se han desarrollado
rápidamente pueden algunas veces curarse muy bien por el alivio que
produce, en su acción primitiva, el alcanfor tomado al interior; pero no
sucede lo mismo en las inflamaciones crónicas: el uso prolongado, o al
menos la repetición menudeada del alcanfor, acarrea con bastante
frecuencia oftalmias tenaces que son tan duraderas como todos los
efectos consecutivos, es decir, como todas las reacciones del organismo.
No pretendo negar que, aplicado exteriormente el alcanfor, deje de obrar
de una manera homeopática en casos de oftalmias agudas, pero tampoco
me atreveré a sostenerlo, porque jamás he tratado ninguna afección de
este género.
La falta de apetito venéreo, de erección y de eyaculación no es más
que un efecto primitivo del alcanfor: este medicamento no obra por lo
tanto más que de una manera paliativa, cuando con él quiere combatirse
la exaltación del apetito venéreo, la demasiada frecuencia de las
erecciones y la de las poluciones nocturnas, si semejante estado tiene
mucho tiempo de duración.
Obrando de esta suerte, el mal aumenta por efecto de la reacción en
sentido inverso del organismo. (Véanse los síntomas 118, 192).

You might also like