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Padres e hijos.
Tomar a los padres.
Hijos con dificultades.
Los abortos.......................................................................................................................13
El pasado ..........................................................................................................................15
El Orden ...........................................................................................................................15
Embarazo ................................................................................................................................19
La adopción ............................................................................................................................23
Cada uno somos hijo o hija de, hayamos conocido o no a nuestros padres, estén muertos o
estén vivos. Estamos hechos de ellos. Nuestros cromosomas son sus cromosomas. Somos
cada uno una mezcla única de ellos dos.
Los hijos son la vida que los padres han creado en su abrazo.
Nuestra relación a nuestros padres es nuestra conexión base. Es nuestra sintonía con la vida
y con algo más grande. Reconocer que somos hijos nos conecta inmediatamente con la fuente
de la vida y con la vida misma.
Somos la vida engendrada por ellos. Somos vida.
Al situarnos como hijos de nuestros padres, nos colocamos en nuestro lugar al servicio de la
vida, nos inclinamos humildemente ante el misterio de la vida, ante algo más grande, sea
cual sea nuestra representación de ello según nuestra cultura y evolución.
Sólo cuando tomamos1 a nuestros padres, empieza el camino del crecimiento. Todo lo que
hacemos antes de haber podido tomarlos, son anhelo y necesidad de supervivencia. Nos
creamos padres universales, superiores, en sustitución de los humildes padres de carne y
hueso que no hemos podido todavía reconocer como nuestros únicos y verdaderos padres.
Esta creencia de sustitución se desdibujará en cuanto aceptemos ser los hijos o hijas de nues-
tros padres físicos. El soltar esas creencias puede ser doloroso y suele representar una gran
etapa de crecimiento, de renuncia de lo ideal por lo real.
1 Aceptamos incondicionalmente.
Los padres dan la vida; los hijos la toman, incondicionalmente. Al tomar la vida, los hijos
toman incondicionalmente a sus padres y viceversa. Después el hijo o la hija toma también
incondicionalmente todo lo que los padres dan además de dar la vida: la herencia familiar, lo
que los padres hicieron con esta herencia, lo que lograron ser y hacer con esta misma heren-
cia, lo que no supieron hacer ni dar, todo lo que hubo tal como fue.
Así fue.
El hijo honra el regalo tomado: honra la vida y todo lo que le acompaña.
Haya sido la que haya sido la vivencia con los padres, esta actitud es la necesaria para disfru-
tar de la vida. Después, si hace falta para su supervivencia, el hijo añadirá: “Y para mi protec-
ción me alejo de vosotros, queridos padres.”
Algunas personas tienen la creencia de que eligieron a sus padres. Todas las creencias ayu-
dan a superar algo en un momento dado. Una vez pasado ese momento, es interesante darse
cuenta de si la creencia me favorece o me perjudica. Si me hace sentir superior a mis padres
entonces me perjudica y me conviene renunciar a ella.
Hijo de dos
La decisión del hijo de considerar a sus padres como una unidad de la que es el fruto, conlle-
va amarlos a los dos por igual, respetarlos y tener gratitud a los dos por igual. Y produce por
resonancia un efecto sanador muy potente sobre la relación entre los padres. Los padres aca-
ban reconciliándose internamente.
Al tomar incondicionalmente a su madre, la persona recibe de las fuerzas del destino la sa-
lud y el éxito para transitar por la vida. Al agradecerle la vida recibida, se añade la capacidad
para amar y la abundancia.
Tomar al padre abre la puerta a la fuerza, la realización profesional y la responsabilidad.
La esencia del padre está totalmente arraigada a la vida como es, a la realidad por lo que es y
es el que más seguridad da a los hijos. Por lo que la fuerza de vivir y de estar en nuestro lu-
gar nos viene al tomar al padre tal como es. Y las observaciones nos dicen que el 75% de los
hijos se sienten más seguros con su padre que con su madre.
Cuando la mujer acepta colocar a su rol familiar como la prioridad, le viene la energía para
realizarse también en el trabajo y toda su vida se vuelve armoniosa. El lugar del trabajo de la
mujer está entre los hijos, como el último de los hijos. Cuando la mujer en pareja pone la
prioridad sobre su trabajo, se suele observar la pérdida de la armonía en toda la familia: dis-
tancia entre los conyugues, los hijos suelen tener varias patologías y se sienten huérfanos.
Para la mujer sola con hijos, la prioridad no es su realización sino la supervivencia económi-
ca de ella y sus hijos.
En Europa un estudio demostró que un 6 a un 10% de los padres no son los padres biológi-
cos de uno de los hijos y no lo saben. La madre o no sabía u ocultó quien era el padre bioló-
gico. Este hijo nunca se encuentra bien, ni ninguno de los dos padres, el adoptivo y el bioló-
gico. Están fuera de su lugar y de su papel. El padre adoptivo ha usurpado un papel que no
le corresponde, e inconscientemente se siente desplazado. Al padre biológico la madre le ha
robado su paternidad. Y al hijo la madre le ha robado su filiación y la pertenencia al sistema
familiar de su padre. La madre carga con esta culpa secreta.
El que da, da porque antes tomó. Su dar es un devolver. Es decir que lo primigenio es recibir.
En el equilibrio entre dar y recibir, recibir existió antes que el dar en la vida de todos los se-
res humanos.
El recibir la vida que nos dieron los padres provoca una deuda inconsciente que impulsa a
cada ser humano a devolver. Pero no puede devolver la vida a sus padres; por esa razón la
persona instintivamente necesita dar a su entorno lo mismo que recibió. Devolver a los pa-
Así podemos entender por qué es tan agradable dar: uno se siente más liviano, una deuda
sutil se está aligerando… El que sólo da, sin permitir a los demás que devuelvan, actúa por
puro egoísmo, sólo por el placer de dar, no por el bien del otro…
El que sólo le gusta recibir está identificado a un niño que murió tempranamente.
Conseguimos estar al servicio de la vida cuando estamos en sintonía con los órdenes del
amor: orden (el sistema más nuevo tiene preferencia sobre el sistema más antiguo, la persona
más mayor tiene preferencia sobre la persona más joven), pertenencia (todos pertenecen a
todo, independientemente de lo que hayan sido sus vidas) y compensación (equilibrar el dar
y recibir, agradecer lo recibido, integrar las polaridades, compensar las vivencias con su
opuesto).
El Orden
El orden entre personas significa que el pequeño honra a sus mayores, a cambio los mayores
se entregan a los pequeños. Primero está el respeto, luego llega el amor.
El hermano que llega después honra al anterior que ya tomó todo, y a cambio el hermano
mayor da su amor y protección al pequeño (más sobre el orden entre los hermanos en el pá-
rrafo correspondiente).
Juzgar a los padres, sentirnos superior, significa que estamos reemplazando a alguien mayor
que ellos. Y ese alguien fue un perpetrador que no asumió su culpa, por lo que necesita juz-
gar a los demás para alejar el miedo a ser descubierto. Y ese hijo hace lo mismo que el ances-
tro al que reemplaza. Lo que juzga, ya lo tiene dentro.
Pertenencia
Todos pertenecen por igual. Todo olvidado o excluido será representado por uno más joven
para ser visto por los padres, y por el resto del sistema familiar.
Por lo que los hijos ven a los excluidos que sus padres no ven. Y lo ven a través de cualquier
comportamiento anómalo.
El primogénito suele tener, además, el destino de reemplazar a las parejas anteriores de sus
padres cuando estas fueron excluidas u olvidadas.
Las palabras “mi hijo” o “mis hijos”, crean la exclusión del otro progenitor y debilitan a los
hijos. Lo que les da fuerza es hablar de ellos diciendo: “nuestros hijos” o “nuestro hijo/a”.
También podemos observar que en esa comunidad de compensaciones que es la familia, ri-
gen dos frases asesinas: una, a menudo transmitida por las madres: “Tú por mí”, y la otra,
dicha por los hijos: “Yo por ti”.
En la compensación inconsciente de las vivencias, la madre que ha arriesgado su vida con el
embarazo de su hijo, puede decir inconscientemente a uno de sus hijos: “Tú por mí. Que lleves
mi carga en mi lugar, tú que enfermes, que fracases, que mueras en mi lugar.”
Y la frase liberadora será: “Tú por ti, yo por mí”; dicha por el grande o el pequeño.
Los hermanos
El amor entre hermanos es tan grande como el amor a los padres, y la solidaridad entre her-
manos pasa antes que el amor a los padres.
Entre hermanos, el que llegó primero transformó a sus padres en padres, abriendo el camino
para los hermanos siguientes. Cuando el primogénito está en su lugar, los hermanos siguien-
tes tienen una verdadera veneración por él que abre el camino. Cuesta mucho a un hermano
más pequeño tener más éxito que un hermano mayor, se siente culpable.
El primogénito tiene, además de las cargas más fuertes de su sistema, el destino de reempla-
zar a las parejas anteriores de sus padres cuando fueron excluidas u olvidadas; porque él
existe, gracias a que esa pareja anterior se retiró y dejó sitio al padre o a la madre.
Cuando esto se da, el primogénito no se siente hijo sino novio o amigo de uno de sus padres.
Crece sin padres, en rivalidad con ellos y con todos, viviendo los sentimientos de frustración
y celos de la verdadera pareja anterior…
El hermano pequeño es el que recibe más amor, por ello suele sentir una gran deuda hacia
sus hermanos y a menudo estos hermanos pequeños dejan de respetar el orden para llevarse
la mayor carga de sus hermanos mayores. Por eso, el hermano siguiente siempre dice al
hermano anterior: “Yo por ti”, cuando siente en él una gran carga. Y si siente que su her-
mano mayor sufre, le dice: “Te prometo que no seré más feliz que tú”.
El amor entre hermanos es muy poderoso. Tan poderoso que cuando un hermano ha muerto
o lo está pasando mal, los demás hermanos no se dan el permiso de ser más felices que
aquel. Desde el amor infantil le están diciendo: “Yo como tú”; aumentando la carga del her-
mano que sufre, pues con esta frase el hermano sufriente, además de llevar su carga, se sien-
te culpable de la renuncia del otro.
La familia es una comunidad de destino: todo lo que afecta a uno afecta a todos.
Los hijos son los pequeños, están al servicio de los grandes. Todo ser vivo, por esa misma
ley, está al servicio de su especie. El destino no es individual, el destino de uno será lo que la
especie necesite a través de ese ser. Paradójicamente, al mismo tiempo, cada ser es visto y
amado individualmente por algo más grande, al que pertenece.
En la relación entre los grandes y los pequeños, la actitud de los pequeños es fundamental. Si
respetan a los mayores, sus destinos serán livianos. Pero el pensamiento mágico del niño y
su amor arcaico incondicional, hacen que se otorguen los sufrimientos de sus mayores, a la
vez que les toca compensar los desórdenes de sus mayores.
Todo olvidado o excluido será representado por un pequeño, para ser visto y reincluido por
los grandes del sistema familiar.
Por lo que los hijos ven a los excluidos que sus padres no ven…
Y lo ven a través de cualquier comportamiento anómalo.
Liberar a los hijos es prioritario, pues tienen como destino llevar los vínculos arcaicos pen-
dientes (los que nadie ve o que pesan demasiado sobre los padres) de la consciencia familiar
y por lo tanto su sufrimiento puede ser muy grande. Y no tienen autonomía para liberarse de
estos vínculos arcaicos. Necesitan que alguien les dé permiso para soltar lo que llevan, pero
lo harán sólo si están seguros de que no van a perjudicar a sus padres el soltar la carga.
El fracaso escolar, las dificultades sociales, la enfermedad, el mal dormir o el mal comer son
manifestaciones de la fidelidad de nuestros niños a excluidos.
Lo que tiene que ver con letras, ortografía, lectura, suele mostrar un desorden en la rama
materna, o bien que alguien no ha tomado a la madre.
Y lo que tiene que ver con matemáticas señala un desorden en la rama paterna, o no haber
tomado al padre.
El rechazo de muchos niños adoptados a empezar a leer y escribir: muestra que conocen la
existencia del secreto de su adopción y tienen miedo de hacerle frente, sabiendo leer algún
documento que lo demuestre.
La falta de concentración: muestra que el alumno sólo puede prestar atención a un excluido.
La falta de memoria: suele permitir no asumir una culpa, no recordar un daño hecho por un
pariente.
La dificultad con la geografía: muestra la fidelidad a una pertenencia no reconocida por los
adultos.
En caso de separación de los padres, el hijo quiere por igual a ambos padres: fidelidad exter-
na al que tiene poder y fidelidad inconsciente al que es despreciado. Y esa fidelidad incons-
ciente será adoptar lo despreciable, actuar haciéndose despreciar por amor al despreciado.
En caso de que haya un desequilibrio entre los padres, el hijo se ofrece para compensar el
desequilibrio.
La agresividad
Cuando uno de los progenitores quiere morirse, un hijo quiere evitar que se muera y
para eso se va a mostrar más fuerte que la muerte. Quiere matar a la muerte.
Otro motivo de la agresividad es que el hijo se quiere morir y los padres no le dejan.
En todos los casos de dificultad, de fracaso o mal comportamiento hay que tener en cuenta
que el hijo lo hace por fidelidad y amor a alguien, a un excluido, o para evitar que los padres
se hagan cargo de algo que les haría sufrir.
Los abortos
Naturales o provocados, los abortos necesitan ser vistos con amor e incluidos.
Están al servicio de la vida, y necesitan ser profundamente agradecidos por ello. Una vez
vistos con amor, aceptan con plenitud su destino.
Los abortos aparecen en las dinámicas en las que la madre, y a veces el padre, tienen una
intrincación con muertos a los que dicen: “Te sigo en la muerte”. El aborto natural es el que ha
dicho por amor incondicional a sus padres: “Muero en tu lugar”, y el aborto provocado es el
resultado de la frase “asesina”: “Tú por mí. Tú que mueras por mí”.
Todos estos fetos necesitan ser agradecidos: “Tú has muerto para que yo viva”.
Los dos padres suelen estar implicados en el aborto provocado, y si estos padres son meno-
res son sus padres (los abuelos) los responsables del aborto.
Como cada vez que se hace daño a alguien, los pasos a seguir son:
Reconocer el daño que hemos hecho: En ti he eliminado a tu padre, te he matado.
Reconocer el daño de la víctima: Veo tu miedo, tu sufrimiento, tu odio, etc.
Asumir las consecuencias del acto.
Reparar: Ahora te veo y te tomo como mi hijo, te tomo en mi corazón junto con tus otros hermanos
vivos. Que descanses en paz.
Primero recordaremos que los beneficios o las culpas sólo pertenecen al que actuó.
Recordaremos también que los padres dan y los hijos reciben. Los padres son libres de dar lo
que quieren a quien quieran. También son libres de no dar. Lo que tienen no pertenece a sus
hijos, solamente a ellos dos.
El hijo que reclama o exige ya no puede recibir, no está en actitud de recibir; se ha puesto por
encima de sus padres y no recibirá nada…
Las herencias son totalmente sistémicas. Representan la compensación entre dar y recibir,
son la respuesta de abundancia a un descendiente respetuoso y agradecido.
Las herencias representan la integración de los tres órdenes del amor. Esta respuesta de amor
de los mayores sólo llegará si los otros dos órdenes se cumplen:
- Orden: el respeto y agradecimiento de los pequeños a los anteriores y en particular a
la esposa que permitió que un ancestro tuviera prosperidad. Si no existe este agra-
decimiento, la herencia no fluirá. Si alguien no está en su lugar, no recibirá nada.
En la familia reconstituida, para incluir a todos y respetar el orden digo a mi pareja actual:
(pensando y honrando en/a mi ex) nuestros hijos, (pensando y honrando en/a su ex) vuestros
hijos, (mirando sólo a mi pareja) nuestros hijos.
El pasado
En una familia reconstituida, la nueva pareja sólo tendrá futuro si respeta el pasado.
Dos pasados se juntan, lo que exige mucha generosidad y mucha humildad de cada uno.
Cada miembro de la nueva pareja ha de agradecer su propio pasado, agradecer a la pareja
anterior, asumir su responsabilidad en la separación y despedirse. Todo lo que no tenga re-
suelto con la primera pareja se volverá a plantear con la siguiente.
También ha de inclinarse ante el pasado de su pareja y específicamente ante la pareja ante-
rior: “Te honro, tú eres la primera y siempre lo serás”.
Y una vez el pasado esté en su sitio no se vuelve a hablar de él, no se vuelve a hablar de las
antiguas parejas. Toda la energía de la nueva pareja está en el nuevo presente, orientada al
nuevo proyecto de pareja.
Lo mismo se aplica a la pareja homosexual.
El Orden
A nivel individual, lo anterior tiene preferencia sobre lo posterior: el cónyuge actual debe
respeto (por haber entrado antes en la vida de la pareja) y agradecimiento (porque le ha he-
cho sitio) al cónyuge anterior.
Las parejas anteriores forman parte del campo de la pareja, hasta que sean reconocidas, hon-
radas y agradecidas. Una vez reconocidas se liberan y pueden volver a tener autonomía, ya
no siguen presentes entre los dos cónyuges actuales.
Cada uno llega con todo su pasado. El respeto del “orden” en la pareja es fundamental para
el bienestar de los dos y para el destino de los hijos. La pareja actual es la última, y debe el
respeto a las personas que la precedieron y se retiraron para dejarle sitio. Cuando una pareja
anterior siente respeto y agradecimiento por parte de la pareja actual, se retira e incluso tiene
compasión por la pareja que la sustituye.
Cuando este respeto a la pareja anterior no se da, el primer hijo del nuevo matrimonio reem-
plazará a esa pareja anterior.
Los hijos de un matrimonio anterior tienen preferencia con respecto al nuevo cónyuge.
Esto significa que el que tiene hijos de una pareja anterior tiene menos disponibilidad para
su pareja actual. Es un hecho que habrá que respetar.
✓ Pareja
H1 M1 HIJOS
a
H1: hombre, primera pareja
los
M1: mujer, primera pareja
Elpa orden sigue el sentido del reloj, hombre a la derecha de la mujer (menos en la cama), y los
dre
hijos de mayor a menor, el menor estando el más alejado de la madre.
s
de
los✓ Pareja separada
hi-
H1jos HIJOS M1
de
Los hijos siguen en el orden de mayor a menor, el más mayor al lado del padre.
ala
los
pa-
pare-✓ Nueva pareja de ella
dre
ja
s
H1 H2 M1
de HIJOS
los
hi-
jos✓ La nueva pareja de ella ya tiene hijos
de
H1 HIJOS H2 M1 M2
la Hijos de H2
pa-
a
re-parejas de él están aasu izquierda, la primera es la más alejada a su izquierda. Las parejas
Las
los
jaella están a la derechalos
de de ella, la primera es la más alejada a la derecha.
pa pa
El sentido del reloj ha desaparecido. El orden se recrea a partir de la nueva pareja.
dre dre
s s
de✓ Los hijos de la nueva de pareja H2-M1
los los
hi-
H1 HIJOS H2
hi- Hijos H2 M1 M1 Hijos de H2 M2
jos jos
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pa-Instituto de Constelaciones
pa pa
pa- Familiares Brigitte Champetier de Ribes
dre
re- www.insconsfa.com re- - info@insconsfa.com - Tel. 0034-91 425 23 29 - 0034 - 615 322 920
dre
sja sja 17
de de
✓ Nueva pareja, cada uno con varias parejas anteriores sin hijos, pero sí con hijos en
esta nueva pareja.
H1 H2 H3 HIJOS M3 M2 M1
a a a
los los los
pa pa pa
dre dre dre
s s s
de de de
los los los
hi- hi- hi-
jos jos jos
de de de
la la la
pa- pa- pa-
re- re- re-
ja ja ja
A menudo se pregunta si una mujer embarazada se puede constelar o puede ser representan-
te. La respuesta es que sí en ambos casos:
La mujer embarazada cuando se constela, constela simultánea y necesariamente a sí misma y
a su feto, y todo lo que la madre libere de su destino alivia de inmediato a la criatura. Incluso
es recomendable que en la constelación de una mujer embarazada haya un representante
para el feto y para el papá, sea cual sea el tema que presente la madre embarazada.
El Análisis Transaccional nos explica cómo las personas toman inconscientemente decisiones
en su infancia que van a condicionar toda su vida. Escriben su guion de vida, antes de los
cinco años. Asumiendo los sufrimientos de sus padres o tomando sobre sus pequeños hom-
bros el destino de sus mayores. Cuanto más precoz es la decisión, más peligrosa es para su
vida futura. Y muchos de nosotros hemos tomado decisiones durante la etapa fetal.
El papel de un pequeño es el de ver a los excluidos que sus padres no pueden ver. El amor
mágico del bebé hace que cuando ese bebé siente un gran sufrimiento en uno de sus padres
le dice: “Yo por ti; mejor yo que tú” y se lleva la carga de ese progenitor. En otros casos la ma-
dre, y a veces el padre, dicen a la criatura: “Tú por mí”.
Esta decisión o esta dinámica es posible gracias al pensamiento mágico del bebé, y cuanto
más pequeño es, más mágico y más peligrosa su decisión.
Por lo que la constelación de los fetos es siempre beneficiosa; el destino de las criaturas se
aligera, todo el sistema se reordena, el sufrimiento es visto, las culpas son asumidas, los ex-
cluidos reincluidos y los vivos pueden conscientemente tomar la decisión de dejar atrás el
pasado y dedicarse únicamente al presente. Podrán nacer para disfrutar de sus vidas en vez
de sufrir con la mirada en el pasado.
Los individuos están al servicio de su especie. El ser humano adquiere libertad a partir del
momento en que acepta estar primero al servicio del Destino.
El sistema familiar y los distintos sistemas y campos humanos necesitan que sus descendien-
tes tengan familia, permitiendo que la humanidad siga existiendo. La vida, bajo todas sus
formas, se transmite sin cesar. Nuestro universo espacio temporal, en todos sus niveles, vive
ininterrumpidamente la vida y la muerte, la creación y la desaparición. De la misma manera
que la energía es movimiento continuo, la vida sigue hacia delante a través de cada ser. To-
dos están al servicio de la vida. Muchos son tomados como padres y otros realizan ese servi-
cio a la vida de otra manera. Todos crean algo que ayuda a vivir.
Los sistemas familiares están dirigidos por fuerzas cuyo objetivo es el mantenimiento de la
sintonía con la vida. Cuando se rompe esta sintonía se rompe simultáneamente la armonía
sistémica entre los seres humanos.
Sintonía con la vida significa asentimiento a la vida como es y a todos como son. La transgre-
sión de este asentimiento desencadena las fuerzas correctoras de los órdenes del amor: los
descendientes vivirán en sus vidas la imitación o compensación del rechazo del ancestro, lo
vivirán de generación en generación hasta que uno decida restablecer el amor a todo en su
vida.
La esterilidad es una de esas compensaciones de tragedias o graves transgresiones del amor.
La pareja se realiza en la entrega al proyecto de pareja. Ese proyecto suele ser “crear una fa-
milia”. Cuando la pareja se enfrenta con la imposibilidad de tener hijos, debe abandonar su
primer proyecto, el proyecto que les unió en el amor. Se trata de una renuncia extremada-
mente dolorosa.
El no poder tener hijos necesita ser totalmente asumido. El destino precisa ser aceptado in-
condicionalmente. Solamente ante la rendición de la persona, el destino se alivia y transfor-
ma en nueva fuerza y nueva oportunidad. De esta manera ese doloroso destino no se repeti-
rá en los descendientes, la tragedia anterior quedará reparada y algunas veces el destino se
abrirá, dejando paso a un embarazo.
Las tragedias no asumidas causantes de esterilidad pueden ser la muerte de madres embara-
zadas, la muerte precoz de madres con muchos hijos pequeños, mujeres muertas al intentar
abortar, ancestra desolada por haber tenido muchos abortos, bebés o niños muertos. Tam-
bién las intrincaciones siguientes se encuentran detrás de la esterilidad de hombre o mujer:
intrincaciones con hijos de violaciones, desconocidos, olvidados, excluidos o rechazados; con
La esterilidad puede venir también de un trauma no resuelto de la infancia que induce a que
uno de los dos miembros de la pareja haga de hijo del otro, suprimiendo así el espacio para
otro hijo.
La endometriosis puede estar asociada a cualquiera de las causas expuestas. Los quistes y
pólipos en el útero y ovarios representan a abortos de generaciones anteriores.
El no tener hijos se da también por decisión propia, no solamente por no poder tener des-
cendencia. A veces por una vocación que exige castidad. En esta renuncia a la intimidad, a la
sexualidad y a la familia propia, encontraremos una fidelidad inconsciente a un ancestro o
ancestra castradora, que envía un mandato de castigo a sus descendientes. Otras veces, son
personas que prefieren no tener hijos. Detrás de esta preferencia veremos un rechazo activo
hacia los padres, rechazo de ser padres como ellos. Esta postura es un desafío a la vida, a la
pertenencia, al equilibrio entre el dar y recibir y al orden también, pues estas parejas se sue-
len sentir superiores a sus padres.
A menudo encontraremos en esta postura personas que no consiguen madurar, que sólo
quieren recibir y no dar, por reemplazar a un niño muerto o por un trauma personal sin su-
perar. Igualmente personas con mucho miedo, que no han tomado al padre y no tienen la
fuerza de asumir esa responsabilidad de tener familia.
Siempre resultará útil para las parejas estériles liberar el vínculo sistémico de compensación
arcaica en el que están atrapadas. Pues su desafío a la vida crea un enfado profundo del sis-
tema contra ellas. Una vez, hayan tomado conciencia del significado profundo de su postura,
se hayan acercado a sus padres y hayan asumido las decisiones tomadas hasta ahora, su ren-
dición humilde a la vida les devolverá a la sintonía con la vida y al bienestar.
Cuando en una pareja uno de los dos no puede tener hijos, es bueno, en el sentido de grande,
que devuelva su libertad al otro, para que ese otro vuelva a tomar su decisión de seguir por
amor con esa pareja.
La necesidad del sistema familiar de tener descendientes es tan fuerte que obligará, del modo
que sea, al que puede tener hijos a que tenga un descendiente.
La sanación pasa siempre por mirar sin juicio, por dejar a cada antepasado con su responsa-
bilidad y agradecer a nuestros ancestros haber sido como fueron; para después asumir la
vida que nos toca, haciendo el duelo de nuestro deseo de tener descendencia, eligiendo dis-
frutar de lo que nos queda y emprendiendo un nuevo proyecto de pareja al servicio de la
vida.
Naturales o provocados, los abortos necesitan ser vistos con amor e incluidos.
Están al servicio de la vida y necesitan ser profundamente agradecidos por ello. Una vez
vistos con amor, aceptan con plenitud su destino.
Después de ese reconocimiento, como todos los muertos, necesitan ser olvidados. En cuanto
alguien les da su lugar, mirándolos con amor, todo el sistema recibe esta información. Por
ese motivo es improcedente hablar de ellos. Forman parte de la intimidad de sus padres. Sus
hermanos vivos están bien en cuanto los abortos están vistos por alguien. No necesitan sa-
berlo desde la mente. Actualmente existe una corriente que exige que se haga público la exis-
tencia de un aborto, y en particular de los abortos provocados. Esta actitud parte de la buena
conciencia que exige castigar a los que han provocado un aborto.
Los abortos aparecen en las dinámicas en las que la madre, y a veces el padre, tienen una
intrincación con muertos a los que dicen: “Te sigo en la muerte”. El aborto natural es el que ha
dicho por amor incondicional a sus padres: “Muero en tu lugar”; y el aborto provocado es el
resultado de la frase “asesina”: “Tú por mí. Tú que mueras por mí”.
Todos estos fetos necesitan ser agradecidos: “Tú has muerto para que yo viva”.
Los dos padres suelen estar implicados en el aborto provocado y si estos padres son meno-
res, sus padres (los abuelos) son los responsables del aborto.
El sistema familiar de cada uno necesita hijos propios. La esterilidad que provoca la adop-
ción es un destino especial que mira a una tragedia anterior. Esta esterilidad necesita ser
asumida y agradecida para que la adopción pueda darse de un modo adulto, no por com-
pensación arcaica.
Cuando la adopción es seria, cuando no se hace para reemplazar a un hijo o un hermano
muerto, cuando se hace para el bien del niño, descubriremos que la adopción era inevitable y
cierra el círculo de una gran tragedia ocurrida varias generaciones antes.
En efecto, encontraremos siempre en las generaciones anteriores una pareja que abandonó a
un hijo en circunstancias trágicas. Y varias generaciones después, entre los descendientes de
un miembro de la pareja de origen, por intrincación, una familia abandona a uno de sus hi-
jos, mientras que entre los descendientes del otro miembro de esa primera pareja, por intrin-
cación alguien decide adoptar y adoptará a ese niño abandonado por la misma intrincación.
Los que abandonaron y los que adoptan están todos al servicio de la vida, al servicio de la
compensación de la primera tragedia. El círculo se ha cerrado.
De tal modo que uno de los dos padres adoptivos es de la misma sangre que el hijo adopta-
do.
Adoptar un hijo cuando ya se tienen hijos es una decisión arcaica que creará mucho sufri-
miento para los hijos que no colman a su padre o a su madre y una gran humillación para el
otro cónyuge al que se le da a entender que “la descendencia que me has dado no me basta”.
Si uno de los que adoptan es fecundo, su sistema familiar va a hacer lo posible para que ten-
ga hijos propios, lo más frecuente será a través de infidelidad o separación.
El pasado del adoptado es el de su familia biológica. Sin embargo esta herencia se va modifi-
cando y adaptando al entorno adoptivo que lo rodea.
La adopción es un regalo para todos sólo si los padres adoptivos son humildes ante los pa-
dres biológicos y les agradecen haberles permitido ser padres en su lugar. Si la familia adop-
tiva desprecia a la familia biológica, la adopción se transformará en un infierno para todos.
El niño adoptado también tiene padres, como cualquier otro niño. El niño adoptado también ha recibi-
do la vida de unos padres en particular. Él pertenece a esta familia tanto como los otros miembros de
ella. Él está vinculado a esta familia, sea cual sea su destino, y todos los demás miembros de esa familia
estarán afectados por su destino. Ellos forman parte de él, como si su destino fuera el de ellos. La adop-
ción no cambia nada, de ninguna manera.
Para este niño adoptado valen estos padres que le han sido dados como parte de su destino, tal como
son y tal como es para él. Tanto los reproches hacia ellos, cargándoles con culpa como las exigencias
ulteriores a su respecto, se oponen a esta fuerza del espíritu que mueve a ambos, padres e hijo, y que
hace que nadie puede ser como ellos son.
¿Cómo puede y debe entonces arreglárselas un niño, a nivel del espíritu, con su destino de hijo entre-
gado para la adopción? ¿Cómo puede y debe este niño manejar su destino de un modo que le permita
reconocer y aceptar como valiosa esta grandeza que se le exige, tal como es?
El otro amor
El niño se puede representar a sus padres, aunque no los conozca. Sólo tiene que percibirlos dentro de
él, y en seguida sabe todo de ellos, ya que están presentes en él. Están presentes en su cuerpo puesto
que en él siguen vivos. Están presentes en su alma también. El niño siente como ellos, lleva alguna
carga como ellos, y tal vez por ellos. Él está intrincado en el destino de ellos y de su familia. Él sufre
como ellos, tiene esperanzas como ellos y espera una sanación como ellos. Se siente culpable como ellos,
quiere expiar como ellos, incluso por su abandono.
Igual que sus padres, este niño sólo podrá liberarse de la intrincación y sus consecuencias en un plano
del espíritu, al lograr conectarse con aquella fuerza y su movimiento, más allá de las dificultades que
ocupan el frente de su vida. Esta fuerza les abarca a todos con la misma dedicación y les toma a su
servicio para una meta que les sobrepasa. Es un servicio que rinden y que les hace crecer, así como a
otros. La adopción es algo difícil para todos los que participan de ella, y se transforma en destino para
ellos, llevándoles a más humanidad, más amor, más humildad y más grandeza.
Propongo ahora un ejercicio interior que puede ayudar al niño adoptado a despedirse de sus padres con
amor. Esta despedida requiere dos cosas: primero, el tomar, el tomar incondicional de todo lo que le ha
sido dado a través de sus padres. Segundo, la renuncia, la renuncia completa a pedir más, y para siem-
pre.
¿Cómo llevar a cabo este ejercicio en la persona?
El niño cierra los ojos y se imagina a sus padres ante él. Se han amado como hombre y mujer. No po-
dían hacer de otra forma. Cualesquiera que fueran las circunstancias, una fuerza mayor los tomó a su
servicio. Quiso que de ellos fuera transmitida la vida a este niño. El niño mira pues a su madre y a su
padre tomados al servicio de esta fuerza. Y mirando más allá de ellos, se inclina profundamente ante la
fuerza que percibe. Él toma consciencia que, a través de sus padres, esta fuerza le brinda la vida y el
amor de ellos y también con amor lo cuida. El niño se entrega completamente a aquella fuerza y su
movimiento, y dice: "Sí, lo acepto todo de ti, lo acepto como la vida que me das gracias a estos padres.
Abro mi alma y mi corazón para este regalo. Lo conservo con fervor y respeto. Lo sigo adonde quiera
llevarme. Gracias."
Luego el niño mira a su madre, tal como es, tal como esta fuerza la ha tomado a su servicio, al precio
que le ha costado y al que le cuesta quizá aún ahora. Y le dice: "Querida madre, lo acepto todo de ti, al
precio que tiene, tu precio y mi precio. Me vale a cualquier precio, el tuyo y el mío. Gracias.
Aunque me hayas abandonado para siempre, te he tomado como mi madre, que me ha sido dada por
esta gran fuerza con todo amor. Tú también me puedes tener siempre. Te pertenezco aún. Si alguna
vez me necesitas, tienes que saberlo: tú sigues siendo mi madre y yo tu hijo."
Luego el niño mira a su padre, tal como es, tal como esta fuerza lo ha tomado a su servicio, al precio
que le ha costado y al que le cuesta talvez aún ahora. Y le dice:
"Querido padre, lo acepto todo de ti, al precio que tiene, tu precio y mi precio. Me vale a cualquier
precio, el tuyo y el mío. Gracias.
Aunque me hayas abandonado para siempre, te he tomado como mi padre, que me ha sido dado por esta
gran fuerza con todo amor. Tú también me puedes tener para siempre. Te pertenezco aún. Si alguna
vez me necesitas, tienes que saberlo: tú sigues siendo mi padre y yo tu hijo."
Después de un rato, el niño mira nuevamente a su padre y le dice:" Querido padre, te veo como mi
padre y me veo como tu hijo. Te veo también como hijo de tu padre y de tu madre, vinculado a ellos con
amor, y veo su destino y todo lo que han cargado de sus familias. Junto a ti, estoy vinculado a ellos y al
destino que tuvieron que aceptar. Te dejo con ellos, así como te corresponde. Y me veo vinculado a ellos
también.
El camino
A continuación, el niño mira a aquellos que lo han recogido y que le han permitido quedar en vida. Les
dice: "Me habéis sido brindados, así como sois. Me habéis aceptado cuando para mis padres yo era
demasiado. Ahora sois para mí madre y padre. Ahora sois mis padres. Me habéis sido dados como se-
gundos padres. Os tomo tal como me habéis sido regalados, al precio que les cuesta y que me cuesta,
cualquier sea el destino que os ha hecho mis nuevos padres.
Luego mira el niño por encima de ellos a aquel poder que lleva todos los destinos en las manos, así
como los diseña. Se inclina ante esta fuerza que lo mueve todo. Se entrega a ella y dice: "Sí. Lo tomo
todo de ti, mi vida y mi destino. Me dejo llevar y guiar por ti. Cumplo con lo que has elegido para mí y
con el rumbo que das a mi vida. Gracias."
El momento presente
¿Cómo y dónde está ahora este niño? ¿Sigue abandonado? ¿O se siente aceptado de un modo maravi-
lloso? Se siente vinculado con el pasado y sus orígenes, tan lejos como lo pueda percibir. En cada fibra
de su cuerpo se siente unido a sus ancestros y su energía de vida. Se siente unido a aquel poder del
espíritu que los ha tomado a su servicio así como eran y así como son. Nadie, en este servicio, era mejor
o peor, más pobre o más rico. Todos eran igualmente amados y dedicados al servicio de la vida.
Y este niño se sabe igual a ellos. Se sabe amado y acogido. Se siente presente en cada instante, total-
mente presente, en toda plenitud, amado y junto a todos, unido.
Si sólo uno de los dos es estéril, la conciencia familiar del otro hará lo posible para que ese
segundo tenga un hijo biológico (gracias a una separación o una infidelidad). La conciencia
familiar necesita descendientes.
Los embriones desechados o congelados son hijos que necesitan ser vistos y tomados por los
padres; si no, el hermano vivo tendrá una intrincación con ellos y no se podrá permitir dis-
frutar de estar vivo al precio de tantos muertos.
Para el Sistema Familiar no hay diferencia entre un embrión, un feto o un abuelo de cien
años.
La concepción asistida crea una nueva familia, a menudo muy numerosa y ésta será el nuevo
destino de los padres.
Los embriones que han podido existir, y luego serán eliminados o congelados, son los her-
manos del hijo vivo y los hijos de los padres. Mientras no sean reconocidos pesarán como
excluidos sobre el hermano vivo y sobre sus padres.
El hermano vivo, o bien no se da el permiso de disfrutar de su vida, o bien quiere vengar a
sus hermanos matados. A menudo presentará un cuadro de hiperactividad o déficit de aten-
ción por estar totalmente retenido con sus hermanos embriones que desaparecerá al reincluir
a esos hermanos y por el destino de esterilidad no reconocido, a menudo vinculado a críme-
nes secretos.
Los que dan un óvulo o su esperma son vistos por su sistema familiar primero como perso-
nas que abandonan a sus hijos. Están movidos por una grave intrincación. Los hijos habrán
de tomar a estos padres de la misma manera que en el caso de la adopción. Ayudará mucho
recurrir a los padres de estos donantes, es decir, introducir la figura de los abuelos que son
verdaderos protectores de estos niños.
No utilizo la expresión al uso por la falta de respeto que muestra hacia esa madre.
Todo lo que existe es como tiene que ser. Ni bueno ni malo. Existe. Fruto del orden o de un
desorden, fuente o no de sufrimientos que a su vez serán la oportunidad de una futura re-
conciliación, ampliación de la conciencia y nueva grandeza de sus descendientes.
La madre y el padre que deciden confiar la gestación a otra mujer primero tienen que arran-
car el óvulo o el embrión de su territorio, y esto marca muy profundamente a este hijo que se
ha visto rechazado y abandonado por sus padres biológicos, recogido y salvado por otra
mujer con la que ha tenido un intercambio celular, hormonal, emocional, etc.
Ahí está su nueva seguridad. Esta es su madre. Con los otros dos su supervivencia está en
peligro.
El padre y la madre que confían la vida de su hijo a otra mujer están atrapados por la muer-
te, no ven al hijo y no han tomado a sus propios padres. Están al servicio de la vida, dando
un hijo a la vida aunque no lo puedan atender como padres completos.
LA VIDA FLUYE
Cerramos los ojos y nos centramos. Nos vemos como hijos de nuestra madre y nuestro padre. Los mi-
ramos con todo recogimiento, con la mirada de niños pequeños hacia sus padres.
Sentimos la mayor entrega que jamás hayamos experimentado. Era esa mirada de nuestra madre y
nuestro padre antes de que se pusiera algo en medio.
Miramos a los padres y vemos detrás a sus padres y allá detrás a los padres de los abuelos y sus padres,
muchos, indefinidamente, hasta el principio.
A través de todas esas generaciones la vida fluye hasta nuestros padres y, a través de ellos, hasta noso-
tros. Es la misma vida.
Todo lo que es transmitido y recibido, todo está perfectamente hecho. Nadie puede añadir nada. Nadie
puede quitarle nada. La vida fluye en su abundancia a través de todas esas generaciones. Para nuestra
vida no hay ninguna diferencia, cuales hayan sido los detalles, si fueron buenos o si fueron malos, si
fuimos estimados o despreciados. Al servicio de la vida, todos fueron igualmente buenos. Así la vida
alcanzó a mi madre y a mi padre y a través de mi madre y de mi padre llegó hasta mí.
Ahora abrimos nuestro corazón y nuestra alma a la abundancia de la vida, para que nos alcance a tra-
vés de nuestra madre y de nuestro padre. Les decimos: “Gracias. Lo tomo todo de vosotros, a su precio
completo, a lo que os ha costado y que a mí me cuesta. Lo sujeto todo firmemente en vuestra honra. Y
me entrego a su abundancia en lo que por circunstancias yo también sé y tengo permiso de transmi-
tir.”
Entonces nos apoyamos en nuestros padres de los que hemos tomado enteramente la vida. Miramos
hacia delante y después la damos, como siempre, a muchas generaciones que llegarán después.
La vida fluye a través de nosotros y sigue después de nosotros. Estamos profundamente vinculados con
ella. Y así la vida fluye, como el amor.