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ANTECEDENTES
En el último período de sesiones del Comité de Pesca de la FAO (COFI 25), celebrado
en Roma en febrero de 2003, se describió los progresos realizados en el desarrollo y la
aplicación del enfoque desde el 24º periodo de sesiones del Comité de Pesca, asimismo,
se puso de manifiesto que el enfoque de la pesca basado en el ecosistema constituía una
ampliación de la ordenación pesquera convencional tal como se contemplaba, entre otros
instrumentos, en el Código de Conducta para la Pesca Responsable.
Un ‘enfoque ecosistémico’ marino significa que se toman en cuenta todas las delicadas y
complejas interacciones entre los organismos (de todos los tamaños) y los procesos
físicos (tales como las corrientes y la temperatura del mar por ejemplo) que componen el
ecosistema marino.
La pesca tiene una gran importancia social y económica en los países y contribuye en
forma importante a la alimentación de las poblaciones humanas cada vez más crecientes
en el mundo. Se estima que 12.5 millones de personas están empleadas en actividades
relacionadas con la pesca y se ha estimado en 40,000 millones de dólares anuales el
valor de los intercambios internacionales de pescado durante los primeros años del
decenio de 1990.
Sin embargo, en la actualidad, una gran proporción de las poblaciones ícticas del mundo
son objeto de una intensa explotación y sobreexplotación, o se encuentran agotadas y
necesitan medidas urgentes de ordenación para ser recuperadas.
Según FAO (2001), alrededor del 50 por ciento de los recursos de la pesca marítima de
todo el mundo está completamente explotado, el 25 por ciento
está sometido a explotación excesiva y alrededor del restante 25 por ciento podría resistir
porcentajes de explotación más elevados. A pesar de la alerta declarada y los esfuerzos
realizados, la tendencia hacia el aumento de la pesca excesiva observada a principios de
1970, todavía no se ha invertido.
En realidad, las pesquerías del mundo están dirigidas tanto a las concentraciones de
depredadores como de presas. Para lograr el aprovechamiento más ventajoso de ambas
será necesario conocer las interacciones y los efectos en el ecosistema marino. (Sanders
2002)
1. En el caso del tiburón, habría que tener en cuenta que, de no ser capturadas 46.355 t
(peso corporal) de tiburones (que son depredadores y por ello se ubican en el nivel trófico
superior) el consumo de otras especies registraría una cantidad de 3.475 t diarias o 1,3
millones de t anuales (los juveniles de tiburón suelen consumir un 10% de su peso
corporal cada día, este porcentaje disminuye hasta un 5% a medida que envejecen). Si la
protección de la pesca se extiende únicamente a los tiburones, éstos depredarán 1,3
millones de t de gambas, calamares y sepias al año. Además de competir por su alimento
con los depredadores humanos, competirán con otros peces depredadores y también
entre ellos mismos, desequilibrando el ecosistema marino. (Vivekanandan 2001)
3. Recientemente, unas 50.000 aves marinas aparecieron muertas en la costa de las islas
Shetland, se cree que la alta producción industrial de pequeños pelágicos de la que es
objeto el mar del Norte fue la causa de esta mortandad.
Además de la presión de pesca a que son sometidos estos recursos, las aves marinas,
entre las que destacan el guanay (Phalacrocorax bougainvilli), el piquero (Sula variegata),
los pelícanos (Pelecanus thagus) también se ven afectadas indirectamente por las
variables oceanográficas, pues condiciones adversas en el océano condicionarán la
permanencia de la anchoveta y otros pequeños pelágicos que les sirven de alimento.
Como lo acontecido en los años 97-98 en que ocurrió un evento extraordinario de El Niño,
que según el Instituto del Mar del Perú (IMARPE), originó un registro de cifras bajas de
aves marinas, debido a una alta mortalidad, así como, de mamíferos marinos tales como
el lobo fino sudamericano (Arctocephalus australis) que registró también cifras bajas con
6.257 individuos en 1998 comparado con los 24.136 registrados en 1996 (año
considerado como “normal” - IMARPE 1999). Es obvio entonces que las medidas de
ordenación deberán incluir necesariamente a las variables oceanográficas.
5. Los cefalópodos, como la pota (calamar gigante), han tenido en los últimos años en el
Pacífico Oriental, un repunte en términos de biomasa disponible y en desembarques, esto
podría ser explicado por el incremento de las capturas del tiburón, su principal predador,
desequilibrando la relación predador-presa existente por siglos.
9. La merluza en la costa del Perú, según Espino y Wosnitza-Mendo (1989), compite por
alimento con la anchoveta cuando ambas se encuentran en su estadio larval, y por lo
tanto, pueden exponerse a la depredación por parte de las anchovetas adultas; incluso se
comprobó de manera indirecta que la biomasa de las anchovetas adultas impactaba
negativamente sobre los huevos y larvas de merluza cuando sobreponían sus áreas de
distribución. (Sandoval et. al. 1989)
10. La relación entre las ballenas y el krill en el Mar Antártico, es un buen ejemplo de la
interacción por predación; en este caso, el agotamiento de las poblaciones de ballenas
ocurrido en 1983, provocó una mayor densidad de krill y, en consecuencia, mejores
capturas para una pesca potencial de krill. Por otra parte hubieron temores que al ser
mayores las capturas de krill disminuya el índice de recuperación de las ballenas, y por
último, las capturas que podrían haberse hecho con la reposición de las poblaciones de
ballenas. En este ejemplo la interacción entre las pescas de una u otra especie tiene
direcciones opuestas – más capturas de ballenas (y poblaciones de ballenas menores)
mejorarán la pesca de krill, mientras que al aumentar las capturas de krill se dañan las
poblaciones de ballenas y toda pesca de este cetáceo.
11. En general, podría mencionarse que la mayor parte de las situaciones en las que se
producen interacciones entre la pesca de dos o más especies no siempre son tan
elementales como los casos anteriores. Las interacciones entre especies pueden ser de
muy distinta naturaleza y aunque a veces parece que se está efectuando alguna, el
mecanismo no puede ser tan evidente. Los huevos o los juveniles muy pequeños de
grandes predadores (p.ej., el bacalao) pueden ser vulnerables a los que se alimentan de
plancton (p.ej., caballa o arenque, como en el caso de la merluza y la anchoveta adulta),
por lo que la relación prevista entre depredador y presa queda inadvertida. Teniendo en
cuenta las distintas fases vitales y la posibilidad de que una fase de una especie que se
alimenta con otra, o que compita con algunas fases para una alimentación común, el
número de interacciones posibles entre dos especies es de gran magnitud.
Así mismo, la FAO deberá actuar como intermediario entre los resultados que surjan de
las investigaciones y sus interlocutores en el sector pesquero (internacionales, nacionales
y regionales) para hacer que se centre más la atención en el papel de la pesca en el
ecosistema, la manera en que éste afecta a la actividad pesquera y la relación entre los
usos alternativos y el valor de los ecosistemas.
En la actualidad, cada vez está más claro que el enfoque de la gestión y ordenación de la
pesquería tenga que integrar como unidad mínima al ecosistema (Sherman and
Alexander 1986; Sherman et al. 1991, 1993), como medida para gestionar un
ordenamiento pesquero responsable. Fuente: Ökoteccum, Oldepesca.
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