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UIvBANIDAD
Y
BUENAS Maneras
DEL SACERDOTE
30157
URBANIDAD
BUENAS MANERAS
SACERDOTE
TRADUCCIÓN HECHA SOBRE LA DECIMA EDICION FRANCESA
POR EL
BARCELONA PARÍS
GUSTAVO GILI VIC ET AMAT
EDITOR EDITORES Y LIBREROS
45, Universidad, 45 11, Calle Cassette, 11
MCMVI
4^
B/N/Wera N^ofimd^spaña
Biblioteca Nacional de España
URBANIDAD
URBANIDAD
BUENAS MANERAS
SACERDOTE
POR
L. BRANCHEREAU
SUPERIOR DEL SEMINARIO DE ORLEANS
CON LICENCIA
BARCELONA 4, PARÍS
GUSTAVO GILI I
VIC ET AMAT
EDITOR EDITORES Y LIBREROS
I
45, Universidad, 45 V 11, Calla Cassette, 11
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MCMVI
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1
Amigos míos:
Para vosotros he emprendido esta obra, y á vos
otros la dedico.
Si la materia en ella tratada está lejos de igua
lar en importancia d las que todos los días se pro
ponen á vuestra meditación, no deja de merecer por
eso vuestra atención más decidida., no pudiendo
omitir su estudio sin comprometer gravemente
vuestro futuro ministerio.
Trabajáis en el Seminario para ser doctos pole
mistas, elocuentes predicadores, hábiles catequis
tas, discretos casuistas é ilustrados directores. Y
lo que vale más todavía, ponéis empeño en hacer
vuestra fe más viva, vuestra piedad más tierna y
más generosos y abnegados vuestros amores á Dios,
á la Iglesia y á las almas. Nobles esfuerzos, que re
gocijan el corazón de vuestros Superiores, siendo
para la Iglesia la fuente de las más preciosas espe
ranzas.
Sin embargo, algo más os piden la Religión y
la Sociedad. Quieren que á la eminencia en la doc
trina y al brillo de la santidad unáis esas maneras
distinguidas, esa dicción pura, ese continente dig
no, sencillo y majestuoso á la vez, que dan á cono
cer al hombre^ bien educado.
.T N - ■ UCf
^ ^at^nal de España
Obligados á vivir en medio del mundo, á tratar
con el mundo y á mezclaros en las cosas del mun
do, no podéis despreciar sus costumbres, ni desco
nocer sus maneras, ni ignorar su lenguaje. Es de
absoluta necesidad que, sin dejar de ser hombres
de Dios, tratéis de ser también hombres de buena
sociedad. Imitaréis de esta manera al Apóstol que
hacia profesión de acomodarse á todos los gustos y
á todas las exigencias, para ganar más almas para
Jesucristo.
El libro que publico tiene por objeto ayudaros á
adquirir el complemento necesario de la educación
sacerdotal. En forma metódica hallaréis en él un
resumen práctico de los deberes sociales con que os
veréis bien pronto obligados á cumplir. A vuestros
ojos irá apareciendo el ideal del sacerdote fino,
tal á lo menos como he podido concebirlo, siéndoos
fácil apropiaros todos sus rasgos para reproducir
los en vosotros.
Estimables votos de honorables personajes me
han asegurado que he llegado al fin que me había
propuesto, permitiéndome esperar que no os será
inútil mi obra. Es la única recompensa que ambicio
no. Mi más dulce consuelo será saber que os serán
provechosos estos consejos que me inspira el afecto
que os profeso, y que, meditándolos, seréis sacer
dotes dignos de la confianza de la Iglesia y del res
peto de los pueblos.
■'.O.fo./ a
URBANIDAD
INTRODUCCIÓN
TJHIYuRSIDaD, «
fNacional de España
*- 18 -
CAPÍTULO I
DEL CUIDADO QUE DEBEMOS TENER DE NUESTRO CUERPO
/
^ tlKlVKSIDáD. ts ^
* V. _ ^. Bibliot^a, cional de España
1
34 —
CAPÍTULO II
EL VESTIDO
J ^ —— a/íjíoí^/Nacional de España
— so —
- 55 —
Cuando se usa fuera de las habitaciones puede
levantarse, principalmente en Francia, donde se
arrastra la cola (1).
44. Sobretodo. — Llamamos así á la prenda que
se lleva en invierno sobre la sotana.
1. “ Debe ser rigurosamente negro: no se admiten
vivos de ninguna clase que pueden usar sólo los obis
pos y otros prelados.
2. ° En cuanto á la materia, deben ser rigurosa
mente de paño ó de otro tejido de lana; no pueden
admitirse las pieles ni otros artículos de pasama
nería.
3. ° Hay que tener especial cuidado en que no
tenga nada de raro y extravagante. La gente de
mundo ha adoptado para el sobretodo formas y mo
das que no pueden convenir en manera alguna á
los sacerdotes. Serían altamente ridículos el paletó,
el gabán ú otra cosa parecida que cubrieran la so
tana.
S6
tapetado; pueden ser de terciopelo, de paño ó de fiel
tro; el satín es demasiado elegante é indica afec
tación.
No deben tener formas groseras ni estar clavetea
dos de modo que sean demasiado pesados y hagan
mucho ruido. Para la iglesia convendría tener zapa
tos sin clavos en la suela.
En otros tiempos se sujetaban los zapatos con
hebillas sobre el empeine del pie; es de desear
que se restablezca esta costumbre que se va per
diendo (1).
Los zapatos deben ser de cuero enteramente
negro; si son de cuero ordinario, convendrá darles
lustre con frecuencia. No falta quien usa zapatos de
charol, práctica no muy conforme con la modestia
sacerdotal; sin embargo, no vituperamos el uso, aun
que es más conveniente emplear el cuero que puede
lustrarse con frecuencia.
3. ° Puede hacerse uso de las pantuflas, pero
han de ser negras ó de color obscuro, y ni por la ma
teria ni por los adornos ha de constituir elegancia
afectada.
4. ° Zuecos, cauchos, galochas, polainas, chan
clos. — Todas estas especies de calzado pueden
usarse sin ningún inconveniente en tiempo de frío y
humedad. Los chanclos, los zuecos y las polainas,
pueden llevarse por las calles y en los viajes; los
cauchos y galochas no pueden permitirse más que
dentro de casa, á no ser que se viva en el campo. No
hay que decir que todas estas especies deben evi
tarse en las ceremonias religiosas, y mucho más en el
altar; lo mismo debe decirse de los chapines.
5.® Botas y botines. — Excepto cuando se va de
CAPITULO III
LA HABITACIÓN
— 63 —
— 69 —
CAPÍTULO IV
LA APOSTURA
- 78
dientes que clérigos: Hos magis sponsos dixeris
quam clericos.
6.^ Hay gentes que al andar se cubren de barro
por pura torpeza. Para evitar semejante inconve
niente hay que pisar con precaución: no deben ro
zarse uno con otro los pies, ni levantar el talón de
manera que salte el barro.
66. La expresión del rostro es sin disputa la parte
más importante de la apostura. El semblante es el
espejo del alma; nada hay que pueda igualar al po
der de la expresión de que está dotado. Cuantos mo
vimientos nos agitan interiormente, el amor, el odio,
la alegría, la tristeza, la resignación, la impaciencia,
el placer, el fastidio, la tranquilidad y la indignación,
se reflejan en el rostro con extraordinaria ñdelidad.
El aire que toma el semblante, da á la apostura su
carácter, y al semblante se dirigen principalmente
todas las miradas, juzgándose al hombre por lo que
revela el rostro. De aquí la necesidad de estudiar su
actitud y sus movimientos.
— So —
(i) En Chile nadie se ríe á carcajadas; es muy fácil por esto dis
tinguir á un chileno del que no lo es. (N. del T )
.TKVO Gil
V XJUlVERSlBA'l, 46
* MibUp^cal^^ional c/e£spaña
82 —
1
fundamento que el capricho, y de que hay necesidad
de corregirse cuanto antes, si se ha caído en ellos.
6.° Ya hemos dado arriba las reglas de aseo que
deben observarse al toser, escupir y limpiarse las
narices. Hay muchos que en estas operaciones hacen
considerable ruido, no muy grato al oído. Es una
manía inconveniente que nunca podrá justificarse.
Lo mismo se dice de los que lo hacen á cada paso
sin necesidad alguna; no saben ciertamente que can
san y molestan. Y es más intolerable todavía, cuan
do por hacerlo se interrumpe á los que leen ó ha
blan. Han de tenerse presentes las siguientes re
glas: 1.^ No hay que toser, escupir ó sonarse, sino
cuando hay verdadera necesidad, y no á cada mo
mento y á cada paso; 2.^ para hacerlo, hay que elegir
tiempo á propósito, esto es, cuando no se moleste
á los que hablan ni á los que escuchan; 3.® cualquie
ra que sea el instante elegido, se hará con el menor
ruido posible, ahogando aún con el pañuelo el peque
ño ruido que se haga.
7° Lo que acabamos de decir se aplica igual
mente á los eructos, borborigmos, hipos, estornudos,
etcétera. Si de ningún modo podemos impedir ta
les accidentes, que no siempre dependen de la volun
tad, debemos á lo menos hacer esfuerzos para mode
rarlos. Hay casos en que es de todo punto imposible
contenerlos, lo que sucede especialmente con el hipo;
entonces lo mejor es dejar la compañía y salir hasta
que haya pasado el acceso.
CAPITULO V
DE LA VIDA DEL ECLESIÁSTICO
Gic/‘
,i xjfJIVEKSíDaS. 45 ^
nal de España
- 98 -
capitulo i
Artículo 1
Del acceso.
83. Se requieren varias condiciones para que po
damos acercarnos á una persona fuera de su casa.
1.^ Es necesario que se encuentre, lo mismo que
nosotros, en la calle ó en un camino.
No es decoroso pararse ante la ventana ó puerta
de una casa para conversar con los que están dentro.
— io6 —
Artículo II
Ü11IVKKSIDAD, «
^ .. ^Blt^Hoteca Nocj 'al de España
— II4 —
Capítulo II
Artículo I
De las visitas.
— 127 —
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f
UHlVEKSiDAS, Í5 ^
"dona! de España
— 13° —
16. ° La visita ordinaria no ha de prolongarse más
de quince minutos, y no consultaremos nuestro reloj
para saber si es hora. Cuando lo creamos oportuno,
nos levantaremos para despedirnos. Si se nos pidiera
que nos quedásemos más tiempo, y creyéramos que
hay sinceridad en el ruego, cederemos, continuando
cinco ó diez minutos, y nos retiraremos.
Hay que tener presente que esta regla no habla
sino con las visitas de etiqueta. Las que se hacen á
los amigos pueden durar algo más; pero cuando visi
temos á personas ocupadas, no abusemos de seme
jante libertad. Las visitas demasiado largas son
azote de los hombres ocupados (1).
17. ° Hay casos en que nuestras visitas han de ser
más cortas aún. (a) Cuando veamos que están para
salir, que se espera ó se llama á las personas que nos
reciben, cuando se las avisa, por ejemplo, que está
ya el coche en la puerta, (b) Si llega un nuevo visi
tante que suponemos que tiene algún negocio que
tratar con los dueños de la casa, de manera que su
pongamos que tanto el uno como los otros no han de
llevar á mal nuestra salida, (c) Cuando espera en la
antesala alguien para hablar después de salir nos
otros. (d) Cuando conocemos, sea como quiera, que
es impedimento nuestra presencia, (e) Cuando la per
sona que nos recibe tiene la poca delicadeza de mirar
el reloj, (f) Cuando de intento se deja que decaiga la
conversación, (g) Cuando se hacen ciertos movimien
tos ó ademanes que denotan impaciencia, disgusto,
etcétera, etc.
Siempre que nos hallemos en tales ó semejantes
circunstancias, no prolonguemos la visita más allá
— 132 —
sonas, y entonces se cerrará la puerta. Volviéndo
nos á medias, saludaremos por última vez y nos cu
briremos.
20. ° Debemos observar algunas reglas cuando
se nos quiera acompañar. Aceptaremos la fineza, sin
dificultad y sin excusas, hasta la puerta del salón, y
no permitiremos que salgan más afuera, si son seño
ras, ó si hay otras visitas que habría que dejar solas
para acompañarnos. Fuera de estos dos casos, mani
festaremos alguna excusa, y, si insisten, les dejare
mos obrar con libertad.
21. ° Hay casos en que, tanto para entrar como
para salir, puede adoptarse un método más fácil y
sencillo. Cuando en el salón hay mucha gente, como
sucede, por ejemplo, en casa de un personaje público
en día de gran recepción, al llegar se saluda sola
mente al dueño de la casa, y, para no dar origen á
cierta confusión, al fin de la visita podremos salimos
sin hacer ruido y sin saludar á nadie.
22. ° Una palabra sobre las visitas colectivas que
se hacen en compañía de una ó varias personas.
Salvo el caso en que hay que presentarse oficial
mente en cuerpo, no conviene que nos presentemos
muchos á la vez. El máximum lo forman cuatro per
sonas. No debemos llevar con nosotros niños de poca
edad, ni tampoco personas absolutamente desconocí-
cas de aquellos á quienes visitamos, y que pudieran
hablarse en nuestra compañía por casualidad, á no
ser que á pedido suyo quisiéramos presentarlas. En
este último caso, después de haber saludado al en
trar, presentaremos á nuestros acompañantes nom
brándolos por su nombre y por sus títulos, y dando á
conocer brevemente el motivo de la presentación. Al
subir y bajar las escaleras cederemos la pared á las
personas más honorables, si es que en ella hay pasa
manos; pero, si no le hay, les cederemos el lado del
pasamanos.
— 143 —
hemos de manifestar disgusto ni impaciencia; no
consultaremos el reloj, ni miraremos á la ventana,
como quien espera á alguien. Si nos llaman á otra
parte asuntos de importancia, lo diremos sencillamen
te, manifestando sentimiento; pero si no tenemos
ningún negocio de esta clase, aguantaremos con pa
ciencia y resignación la visita, sea la que fuere.
Sin embargo, no está prohibido, cuando se puede
sin aparecer descortés, desembarazarnos de un im
portuno, por ejemplo, haciendo que nos llame un sir
viente; pero hay que emplear con sobriedad este me
dio, teniendo cuidado de que no se descubra con
facilidad nuestra estratagema.
7° Toca al que recibe la visita mantener la con
versación y no dejarla decaer. Si la visita es tímida,
si se turba con facilidad y se manifiesta sobrecogida,
habrá necesidad de alentarla y animarla con pregun
tas que revelen benevolencia. Pero no hay que mani
festar que hemos notado su encogimiento, ni tomar
aire paternal y de protector, á no ser que se trate de
un jovencito. Debemos conducirnos de modo que se
retire satisfecha de sí misma la visita; con esto lo
quedará también de nosotros.
8. ® Si durante la visita se nos entregan cartas,
no las abriremos; si conoce el trato social la visita,
nos invitará á leerlas; lo que haremos rápidamente,
á no ser que sepamos que sin inconveniente pode
mos diferir su lectura. Hay casos, por ejemplo, si en
el sobre se lee urgente^ en que podremos, pidiendo
antes dispensa, rogar que nos permitan leer la carta.
9. ® Si nos llamaran en el momento de recibir
una visita, toca á la visita y no á nosotros levantar
la sesión. Si olvidase la cortesía hasta prolongar la
visita desmesuradamente, podríamos suplicarle cor-
tésmente que nos dispensara.
10. Cuando la visita hace ademán de querer salir,
si es visita de etiqueta, nos levantaremos sin decir
Artículo II
De la mesa.
- «58 -
hamos de dar que las patatas con piel, las alcachofas
y los espárragos.
Las patatas con piel se toman de la fuente con la
mano; se limpian en el plato, se cortan en pedazos
con el cuchillo, que sirve también para ponerles man
teca. Se llevan á la boca con la mano, como cual
quier otra fruta. Por consiguiente, se evitará aplas
tar las patatas en el plato, poniéndolas manteca y
comiéndolas con el tenedor.
También se toman de la fuente las alcachofas con
la mano. Si son muy grandes, se dividen en dos ó en
cuatro partes con el cuchillo, con la mayor limpieza
posible (1). Van separándose las hojas una por una,
y después de mojarlas en la salsa, se separa con los
dientes la parte blanca, que es la que se come, de la
parte verde, que se deja á un lado del plato. Cuando
ya no quedan hojas, se saca con el cuchillo la pelusa
que cubrían, y se emplea el cuchillo para comer la
parte carnosa á que se adhiere la pelusa.
Los espárragos se toman, ya con la mano, ya con
el tenedor, si lo hay en la fuente. Se sumerge en la
salsa la parte verde ó la cabeza del espárrago, se
lleva á la boca y se la separa con los dientes; la otra
parte se deja á un lado del plato. Hay quien separa
con el cuchillo la parte verde de la blanca, tomán
dola con el tenedor. Esta manera de comer los espá
rragos parece no conformarse tanto con las buenas
reglas (2).
-..B, Í6
limvSHSiD„6,
-■ Bibíjote^/¡Bcional de España
K
— |62 —
En tercera persona:
N. N. saluda al Sr. N. N. y se considerard feliz
en poder asistir d la invitación que se ha dignado
hacerle para (se indica el día).
b) Rehusando:
Caballero:
Siento en el alma no poder acceder d la invita
ción con que se ha dignado usted honrarme para
(indíquese el día). Dispense usted, pero tengo una
cita de extraordinaria importancia, para la cual
estoy comprometido, no siéndome posible volverme
atrds.
De usted, etc.
(La firma.)
En tercera persona:
N. N. tiene el honor de saludar al Sr. N. N. ma-
nifestdndole el sentimiento que experimenta al no
poder aceptar la invitación que se ha dignado diri
girle, por tener necesidad de ausentarse, suplicdn-
dole se sirva excusarle.
Siquiera de una manera general debe indicarse
el motivo de la no aceptación, y no se dará más que
uno que ha de ser categórico. Si los multiplicamos,
manifestaremos que buscamos pretextos para ali
viarnos cortésmente de una carga.
2.° Aceptada la invitación, hay que acudir, á no
* UMIVB1?SIDa3, í5
'■a Nacional de España
— 170 —
G/.
* ÜMVSRS;
cqfWMona/ de España
t. -
- 178 -
Artículo III
— »93 —
I
medida los lugares ó monumentos que visitan^jtej;
hallándolo todo encantador, soberbio, extraordiA^«
rio. Pero sería extravagancia también, y aun más'
molesta, criticar y despreciar porque sí las cosas
más hermosas. Hay hombres que para darse impor
tancia, manifestar que han viajado mucho, y pasar
por hábiles y delicados apreciadores, lo desprecian
todo, compadeciéndose de la admiración de los de
más. Por notable que sea un objeto, un edificio, un
sitio, han visto cosas mucho mejores, apareciendo
á sus ojos muy por debajo del concepto que se tiene
de ellos los monumentos más notables y las obras
más excelentes y más estimadas. En ciertos casos
puede convertirse en hiriente rusticidad tan vani
dosa manía. Por eso, ante los habitantes de una ciu
dad ó de un país, nos guardaremos mucho de criti
car las curiosidades de aquella ciudad, ó de formar
de tal país desfavorable juicio. Si para complacer
nos se nos propone una excursión, ó la visita de
algún monumento del cual se nos ha hecho un elogio
muy pomposo, será poco delicado de nuestra parte
hallar bastante molesta la excursión, y de ningún va
lor el objeto que tanto se nos ha elogiado. Seremos
amigos de la verdad, pero con cortesía.
Artículo IV
De la hospitalidad.
I. — Hospitalidad recibida
154. La primera cuestión que hay que resolver
se refiere al caso en que puede ser permitido á al
guien pedir asilo para vivir más ó menos tiempo.
(i) De entre los diferentes países que hemos visitado, creemos
que ninguno es tan hospitalario como Chile No sólo los sacerdo
tes, sino todas las clases del pueblo se distinguen por su afecto y
generosidad para con el que los visita. No sucede así en la culta
Europa, donde los países más ricos por su industria y su comercio,
como algunos del Norte, puede decirse que no conocen de ella sino
el nombre por haberlo leído en los libros. (N. del T.)
CAPITULO V
\,—Nacimiento.
II. — Matrimonio.
III. — Defunción.
(i) Creemos que no sólo puede, sino que debe. (N. del T.)
CAPÍTULO IV
RELACIONES DE FAMILIA
Artículo I
La Comunidad.
Artículo II
La Casa parroquial.
Artículo III
207. Algo sobre los títulos que debe dar á las di
ferentes personas de la casa.
Hablando con el dueño ó con la dueña de la casa:
el Señor tal, la Señora cual ó también: el Señor Con
de, la Señora Marquesa, y nunca el Señor ó la Se
ñora simplemente. Ya hemos dicho que esta última
fórmula es propia sólo de los sirvientes.
Para nombrar al discípulo, se servirá del nombre
del Bautismo' Julio, Carlos, etc., sin anteponer Se
ñor; pero antepondrá esta palabra hablando de los
hermanos de más edad, aunque en la familia se los
llame con sólo el nombre; dirá pues: el Señorito
Emilio, etc. La misma regla se seguirá para nombrar
á las jóvenes y aun á las niñas de corta edad; se dirá,
pues: la Señorita Julia, la Señorita Maria.
En cuanto á los demás que forman parte de la fa
milia, se empleará, para nombrarlos, el nombre del
Bautismo ó simplemente de familia usado en la casa,
poro haciendo preceder siempre las palabras: Señor
y Señora, Señorita y Señorito.
CAPÍTULO V
RELACIONES DEL MINISTERIO
SECCIÓN PRIMERA
DE LA CONVERSACIÓN
CAPÍTULO PRIMERO
DE LAS PROPIEDADES FÍSICAS DE LA CONVERSACIÓN
ág8 —
CAPITULO II
X
UM1VBRS:%'4% A/ac^a/ de España
1
^ 306 —
CAPÍTULO III
— 3*0 —
En nuestra casa, dicen en los pueblos: en la buena
sociedad se dice, en casa. En el seno de la familia se
dice hablando del hogar doméstico: Estamos aquí
como en nuestra casa. Con respecto á los usos y cos
tumbres de la propia nación comparándolos con los
de las naciones extrañas: Asi se habla, asi se hace
en nuestro país.
En fin, hay metáforas atrevidas, proverbios popu
lares y juegos de vocablos de mala ley, formas de
lenguaje que se cree que son festivas, pero que al
hablar jamás las dice un hombre de gusto.
En general, no emplearemos ninguna expresión
figurada ó proverbial sin estar seguros de que es de
uso corriente en la buena sociedad.
— 3*3 —
CAPITULO IV
DE LAS PROPIEDADES SOCIALES DE LA CONVERSACIÓN
/
UmVBRSíDAO. i5
^ ^ _ . Bibliotectth tional de España
M o__
— 3*2 —
CAPITULO V
(i) La Señora L...., que quedó viuda siendo muy joven, esia>
ba dotada de mucha viveza; era una máquina de palabras, y adi-
gíanse sus amigas, porque á pesar de la indulgente amistad que
con ella se tenía, se la encontraba ridicula, y no pocas veces inso
portable. Uno de sus mejores amigos, M. T...,, se propuso darle
una severa lección para corregirla de aquel defecto, aunque tuvie
ra que perder su amistad. Durante muchos días le habló con entu
siasmo del mérito y del talento de un joven á quien conocía muy
bien; despertando en el ánimo de la Señora L. .. vivos deseos de
conocer á aquel fénix de la sociedad. M. L. le prometió presentár
selo cuanto antes »
cEn efecto, al día siguiente recibió á los dos la Señora con la
afabilidad que la distinguía. El joven estaba dotado de un físico
agradable y de una gracia muy distinguida. Saludó con mucho
cumplimiento á la Señora, y silenciosamente, como lo hacen los
hombres de verdadero y modesto mérito, se sentó en el sillón que
le ofreció la Señora L.... Al punto tomó ella la palabra; prolon
góse casi una hora la conversación, después de la cual se despidie
ron y se retiraron los dos caballeros.
cLa misma tarde, se presentó M. T. en un salón en que sabía
que había de encontrar á la Señora L... ; se le acercó preguntán
dole qué había pensado del joven. — Precisamente estaba hablan
do de él con estas S ñoras: Es un joven muy agradable, de mu-
\nal de España
- -
posibilidad de pasar con él un cuarto de hora sin que
hieran nuestros oídos los nombres pomposos de Ex
celencia, Ilustrísima, Eminencia, Marqués y Mar
quesa, Conde y Condesa, etc.
Su correspondencia es numerosa: en todo está
metido, iniciado en los secretos más íntimos y al co
rriente de los negocios de mayor interés; es hombre
de suma importancia; cuenta con muy poderosos
protectores. Si entramos algo en sus interioridades,
nos dice, bajo el más riguroso sigilo, que en él ha es
tado el que no haya sido elevado á más alta digni
dad; pero no es ambicioso, porque conoce las dificul
tades que llevan consigo los puestos elevados; los ha
renunciado modestamente, y está persuadido de que
en adelante lo dejarán tranquilo.
Generalmente es también charlatán el hombre
importante.
No están vendiendo específicos en las plazas pú
blicas todos los charlatanes. Se los encuentra en
todas partes, en las asambleas políticas, en los salo
nes del mundo elegante y en las reuniones eclesiás
ticas. No venden, es cierto, medicinas para curar
todos los males; pero convidan con su protección y
mediación, dando consejos cuyo éxito ha de ser infa
lible: indican la marcha que hay que seguir en los
negocios más delicados, y aseguran bajo palabra de
honor que, si se siguen como ellos dicen, son infali
bles. Para todo cuentan con expedientes y recetas:
su ciencia es universal, su experiencia no tiene lími
tes; y ponen la una y la otra á nuestra disposición, y
seremos muy ciegos seguramente, si no nos aprove
chamos de ellas.
Se ha dicho del charlatán que promete más de lo
que puede cumplir. ¿Quién será capaz de contar su
número?
El tipo del árbitro nos revela un nuevo matiz de va
nidad. Hay innumerables cuestiones en que queda per-
CAPÍTULO VI
DE LAS PROPIEDADES RELATIVAS Á LOS DIFERENTES
ELEMENTOS DE LA CONVERSACIÓN
— 350 —
ñales de que hemos conocido la molestia que causa
mos, abreviaremos, terminando inmediatamente.
<al de España
— 354
CAPITULO VII
REGLAS QUE DEBE OBSERVAR EL QUE ESCUCHA EN LA
CONVERSACIÓN
^ UmVSRSiDAB. 45
— ^Biblioteca fí§^naMe Españ^
— 370 —
Sección II
De la correspondencia
CAPITULO I
LA URBANIDAD EN LA CORRESPONDENCIA
I — Cartas de negocios
(l) Véase Dubois Práctica del celo ..., n.® 291 y siguientes. —
El Rdo. P. Petetot, encargado en los primeros afios del sacerdocio
de un catecismo de perseverancia para Señoritas, se propuso la
regla muy prudente de no tener con ellas correspondencia
alguna. En una ocasión creyó una de ellas que debía escribir
una larga carta en que le comunicaba sus penas y disgustos, espe
rando obtener de su caridad algunos consuelos y consejos El mo
mento era bastante delicado, y no pocos hubieran pensado sin
duda que el celo sacerdotal les imponía la obligación de condes
cender con el deseo de aquella alma puesta á tanta prueba No
fué la misma la opinión del prudente sacerdote. Esta fué su res
puesta. tSefiorita, es triste; pero (qué haremos?» Petetot.
Después de tan lacónica respuesta, se concibe que no podía
continuar la correspondencia; y efectivamente, no continuó.
CAPITULO II
■ jsnmsiM».»,
ráe España
- 386 -
el tacto: verbigracia, siempre que sea de tal grave
dad la materia y presente carácter tan especial, que
se crea que la impresión producida debe excluir cual
quiera otro recuerdo ó sentimiento. Por ejemplo. Da
parte un amigo á otro amigo de un hecho profunda
mente triste, tanto para el uno como para el otro;
se ha asistido á la muerte del padre ó del amigo
de ambos, y se describen los incidentes de aquella
escena dolorosa; ó bien se da el pésame con oca
sión de una pérdida cruel que se acaba de experi
mentar. No se concibe que en tales casos se termine
una carta, aunque sea familiar, con las anécdotas in
sustanciales que forman la crónica de la localidad.
CAPITULO III
— 401 — V:;
después de Vuestra Majestad, ni Serenísimo Señor,
después de Alteza, etc., sino antes. No diremos:
Vuestra Majestad, Señor; Vuestra Alteza, Serenísi
mo Señor, sino: Conjuro, Señor, d Vuestra Majes
tad á que, etc. Dígnese, Serenísimo Señor, etc. Vues
tra Alteza, etc.
4. ° Tiene aplicación aquí el axioma: Todo lo [que
abunda daña. Es conveniente, y hasta necesario, re
petir los títulos y calificativos de que hemos habla
do; pero hay que evitar el exceso en que caen cier
tos individuos que los repiten hasta la saciedad.
5. ° Requiere la etiqueta que, cuando se escribe al
Rey, á la Reina, á los príncipes ó princesas de la
sangre, no se les dirija la palabra directamente, sino
de un modo indirecto, en esta forma: Vuestra Majes
tad se ha dignado, etc. También debemos emplear
de cuando en cuando el mismo giro, cuando escribi
mos á un personaje que tiene derecho á los títulos de
Eminencia, Excelencia, etc.; pero no hay obligación
de hacerlo constantemente.
ASt WO
tiniVCRSIBA», 46
Q ^.Biblioteca Nac/oj de España
— 402 —
Señor Arcediano
Señor Vicario General
Señor Deán
Señor Cura
Su muy humilde y obedientlsimo servidor.
5. ® El Eclesiástico, que escribe á otro Eclesiás
tico de su misma categoría poco más ó menos, dice
muy bien:
Reciba usted el testimonio de singular afecto
con que soy,
Señor y carísimo compañero
Todo suyo en N. S. Jesucristo
6. ° El Seminarista que escriba al Rector del Se
minario, dirá;
Sírvase usted aceptar los sentimientos de respe
to filial ó de rendimiento respetuoso y filial con que
soy,
Señor Rector
Su muy humilde y obedientlsimo servidor é hijo
en N. S. Jesucristo.
— 411 —
CAPÍTULO IV
DE LA FORMA MATERIAL DE LAS CARTAS
ü IV WiBl^^c^a/íioÁ 1/ de España
- 418 -
que se firma, y conviene no dejar esta costumbre.
Sin embargo, no hay que caer en la falta de algunas
personas, cuya rúbrica es una pequeña obra maes
tra de caligrafía. Si no queremos darnos aires de
maestros de escritura, nos contentaremos con añadir
á nuestra firma algunos trazos, en que no [puedan
revelarse ni arte ni trabajo. El hombre serio y ocu
pado no se entretiene en rodear su nombre de dibu
jos ni arabescos.
A Su Majestad.
El Emperador de Austria-Hungría.
Viena.
A Su Eminencia.
El Cardenal N.
Prefecto de la S. C. de la Propaganda.
Roma (Italia).
A Su Excelencia.
Excmo. Señor Arzobispo de Zaragoza
en su Palacio episcopal de
Zaragoza.
A Su Excelencia.
Excmo. Señor Ministro de Estado.
Madrid.
Señor Don
Mariano Ucelay, Banquero.
5 de Marzo. 1.® triplicado, pral., derecha
Zaragoza.
Excelentísima Señora
Duquesa de Villahermosa,
en su palacio.
Madrid.
Señor Don
N. N.
Cura-Párroco de
(Calatayud) Atea.
Señor Rector
del Seminario Conciliar de
Zaragoza.
CAPÍTULO V
CONCLUSIÓN
3.
r .■
Biblioteca Nacional de España
APÉNDICE
MODELOS DE CARTAS
DE CONSEJO
Jesús
DE FELICITACION
444 —
DE NOTICIAS
DE NEGOCIOS
El P. Isla, d su cuñado.
Villagarcia, á 27 de mayo de 1757.
Amado hermano y amigo: Ya, gracias á Dios,
puedo hablar despacio y con sosiego desde mi amada
huronera espiritual, donde entré con la mayor felici
dad el día 21, á las nueve de la mañana. No puedo
ponderar mi complacencia de verme en la dulce
quietud de mi suspirado centro, ni me harto de besar
con el corazón estas santas paredes, ya que no me
permitan hacerlo con la boca los justos respetos que
me retraen de toda exterioridad. Muy gruesos han
de ser los cables que me vuelvan á arrancar de este
suavísimo retiro, y á lo menos han de lidiar con toda
mi posible resistencia..................................................
DE SUPLICA
1(.
DjqyaRsiBAfi.tó
hacid^aj/Je
BipJ¡p{eca 'e España
— 45° —
453 —
El Duque de Villahermosa,
á don fosé Pellicer de Ossau y Tovar.
Tengo muy en la memoria á mis amigos para ser
virlos en las ocasiones que se les ofreciere, y de la
misma suerte para valerme de ellos. El Marqués de
Villalba, protonotario de la corona de Aragón, que
se halla aquí diputado por la bolsa de nobles mayo
res, queriendo hacer en su año algún servicio al
reino, ha reconocido cuántos años há que no se pro
siguen los Anales dél. Desea que en su tiempo se
continúe, y, si fuere posible, se dé á la estampa otro
DE ENCARGO
El P. Isla, á su hermana.
Pontevedra, 19 de septiembre de 1761.
Querida María Francisca: la esquela adjunta es
de un tío de la mujer del guarda de aduanas José
Lorenzo, hombre muy de bien, que es mis pies y mis
manos para todo lo que aquí se me ofrece. Es menes
ter echar toda el agua por ti y por tus conocidos para
DE ACCION DE GRACIAS
De Gacel á Ben-Beley.
¿Quién creyera que la lengua tenida por la más
hermosa de Europa dos siglos ha, se vaya haciendo
una de las menos apreciables? Tal es la priesa que
se dan los españoles á echarla á perder. El abuso de
su flexibilidad, digámoslo así; la poca economía en
frases y figuras de muchos autores del siglo pasado,
y la esclavitud de los traductores del presente á sus
originales, han despojado á este idioma de sus natu
rales hermosuras, cuales eran laconismo, abundan
cia y energía. Los franceses han hermoseado el
suyo, al paso que los españoles han desfigurado
el que tanto habían perfeccionado. Un párrafo de
Montesquieu y otros coetáneos tiene tal abundancia
de las tres hermosuras referidas que no parecían ca
ber en el idioma francés; y siendo anteriores en un
siglo, y algo más, los autores que han escrito en
buen castellano, los españoles del día parece que
han hecho asunto formal de humillar el lenguaje de
sus padres. Los traductores é imitadores de los
extranjeros son los que más han lucido en esta em
presa. Como no saben su propia lengua, porque no
se dignan de tomarse el trabajo de estudiarla, cuando
se hallan con alguna hermosura en algún original
francés, inglés ó italiano, amontonan galicismos,
Ualianismos y anglicismos, con lo cual consiguen
todo lo siguiente:
DE POLITICA
/ ^Bibliilelak
'a'd^al de España
1
466 —
FAMILIAR
FESTIVA
— 472 —
Indice
PágS.
Carta de Mgr. Dapanloup, Obispo de Orleans .... VII
A LOS Seminaristas.................................................................................... 1
INTRODUCCIÓN. — Nociones de Urbanidad y de cor
tesía ¿Porqué han de practicarse? Medios que tenemos. .
PARTE PRIMERA
URBANIDAD Y BUENAS MANERAS DEL SACERDOTE EN LA VIDA
PRIVADA
SEGUNDA PARTE
TERCERA PARTE
SECCIÓN I
DE LA CONVERSACIÓN
SECCIÓN II
DK LA CORRESPONDENCIA
EDICIONES ECONOMICAS
Las Virtudes del Religioso, por el Roo P. Benito Valuy,
de la Compañía de Jesús, versión española por el Rdo. P. Dioni
sio Fierro Gasca, Escolapio.