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Semblanza.

Soy Pedro Guerra González, nací un 20 de septiembre de 1992 y aquel día murió una flor.
Dos acontecimientos -cuando menos- contaminaron mi producción literaria: los mundanos
horrores de la calle y la cárcel, y la experiencia cuasi divina de la especulación filosófica.
El cielo y el infierno, y mi voz, que se ahoga en un grito.

Periplo de un poeta en el Aqueronte.

Desperté deseando no estar despierto;


En el siempre triste y fétido fango.
Zarpé al exhalar mi prístino vaho
A un viaje maculado: de hiel y cieno.

Así he pisado lugares inhóspitos


Desde cerros de asfalto sofocados
Hasta surcos de carmesí anegados.
Tan sólo en el valle de lo caótico.

Durante este periplo de mi vida


Encontré dentro de fiambres y pestes
El mandato que a los hombres obliga:

Ser parte de las industriales huestes,


Destino volver, calle sin salida
Y a vivir muertos temiendo la muerte.
Indolente.

Indolente suelen y suelen llamarme


Aquellos que la vida aun disfrutan
Rezando de noche, con el alma pura
Pero a ésta un sentido no logro hallarle
Me he precipitado a la cura buscarle,
En vano ha sido, siempre se muestra cruda.
Menguado por el ardor de nuestro hado
Me muestro ante sus ojos, apagado.
La vida misma me arranco cualquier gesto
Pues el tejido rasgué y encontré yermo
El corazón, pero cubierto de males
De este maldito arrabal intolerable.

Qué pesadas son las cadenas del pensar.

Indolente dicen por odiar el amar


Indolente soy, por amar la soledad.
Soy un presente fracturado e inmundo
Soy compendio de fracasos, hiel, abusos.

Ergo

Conmigo morirá todo el dolor del mundo.


No es una despedida, es una pena.

Agoniza por el mundo el amor


agonizo yo con él, baladí
Intentar, el intentar redimir
un]

Sentimiento condenado al sopor.

Corazones perdidos en la bruma


Si se escucha, agotado ya el canto
y conviértese únicamente en llanto
¡Tu presencia al amor da Fe, lo exhuma!

Cadáver soy, sombra soy, soy dolor.


Color eres, eres fuego, eres arte.
Pifia ante tu encanto amenazador.

¡Antes el infierno a dejar de amarte!


Mejor la muerte que un daño al fulgor.
¡Adiós! Me despido antes de apagarte.
Si yo fuera una mosca cantaría “what a wonderful world”.

Una Mosca en la pared, en el foco, en el vino.


Vino y no la paré, escuché un zumbido mezquino
planear sobre un bisteck, agusanado, podrido.
Guiada por el buqué de mi piel, llegó a mi oído.

Con asco, un manotazo, con miedo, fuga.


Panóptico alado, que el mundo censura
te odian, desprecian, pero no te escuchan.
Es tu condena jamás causar ternura.

¿Habrá sido la idea de algún demente?


¿O simplemente tu vulgar apariencia?
¿Que coinciden la tragedia y tu presencia?
¿Será acaso tu cercanía con la muerte?

Séptico díptero ácrata.

¿Qué tanto podrían importarte nuestros juicios?


Si en tus virtudes solamente vemos vicios.

Fárrago de patas, alas y ojos.


porque “mosca” insinúa despojo.
Despojo, despojo de lo tuyo
En función de lo de nosotros.

Porque “mosca” te convierte


En enemigo del enemigo
que es su propio enemigo.

Pero,

¿Qué tanto podrían importarte nuestros juicios?


Si encuentras un cadáver en cada resquicio.
Si esto es tu banquete es gracias a nuestro oficio:
Matar Uno al Otro con o sin beneficio.
Vuela,

Párvulo pútrido tábano.

Vuela lejos del sentido.

¡Cólera!

Colma de inocentes miasmas las ciudades.


¡Cólera! A aquellos que no estaban,

Que no estaban,

Que no estaban en aquella fosa

Que nadie encontró.


Nostalgia.

¿Has notado la belleza del ayer?

El tiempo tiene buen lejos,

pa´tras o pa´delante.

No importa.

Siempre y cuando

diste

de este

instante.

Anhelo.

¿Has sentido la esperanza del mañana?

El tiempo tiene buen lejos,

pa’delante o pa´tras.

No importa.

Siempre y cuando

diste

de este

instante.
Los barbaros del siglo XXI consumimos todas las drogas.

Solo, en un cuarto, hasta arriba de anfeta


y hierba, la ansiedad y el llanto me asaltan.
Licor no basta y drogas siempre faltan.
Un trago y una canción de Spinetta.

“Oye

dime nena

¿Adónde ves

ahora algo en mí

que no detestes?”

¿Podrá alguien mirarme sin desprecio?


No tengo valor, tampoco precio.
Naufragué en las islas del exceso
y después, cero, nada, silencio.

¿A quién place la voz del adicto?


¿La del loco, el enfermo, el convicto?
Hablan quienes triunfan. La conquista
de la voz pertenece al invicto.

¿Y qué podríamos decir los rotos?


Nada, porque nuestra voz es otra,
ecualizada por la derrota.

“solo y triste voy a estar en este cementerio”.

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