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Víctor Quezada
Komorebi Ediciones
Valdivia
2018
El libro de la esperanza (y la espera), escrito con los ojos de quien sueña –distinto, sin
embargo, del libro de los sueños–. Del amor entendido como diferencia, que es una forma
política de amar.
El método: escribir por cuarenta días como la primera cosa que haga al despertar (pues toda
tarea que se emprenda por cuarenta días queda por siempre).
Un libro incompleto (a lo sumo finge comenzar y terminar), que podría ser parte de ese
libro pura escritura que –incansablemente otro– todavía no es alguno: el diario abierto, el
álbum, “no el último, sino el suplementario, el más íntimo y el más querido”.
[Se escriben libros para decir que uno está solo en el mundo]
y sí
tal vez haga falta estar solo José
para llegar a decir lo que nos falta
por decir:
descoyuntado el cuerpo
en cama
desmembrado
en el cuenco
de la noche donde
las cosas
practican su promiscuidad primitiva
hasta que de pronto algo cae y se quiebra y nos despierta a la indiferencia del día
a nosotros
los que no nos incorporamos del todo
pegada la cama a la espalda
el brazo adormecido en el rostro
las cicatrices del sueño
sedientos
(el amor
a veces
llega a ser
un objeto / una idea
–clara y distinta–
bajo el sol).
[Todo se desprende de la montaña]
(entre yo
–el que escribe–
y la montaña
descansa el deseo de escribir
montaña
para que rompa la tierra
se eleve
bajo tus pies)
entre la multiplicidad
que percibimos como cosa
y su ocurrencia lingüística
descansa
el pedazo de tierra que nos sostiene
se yergue la montaña
brilla esa cosa
expuesta a la acción erosiva del tiempo
que llamamos amor
(no llores
la naturaleza
dolorosamente ausente
aparece aquí
por un instante).
[o menos que eso]
aun dormidos
uno sobre el otro en este cuenco oscuro oscuro
más que oscuro
claro
aun despiertos en el árbol circula un bosque
infinito y verde
a la hora del crepúsculo
hacia la orilla
que golpea
más allá
La escritura del alba, sonido destinado a perderse con la marcha del día.
El canto de los pájaros transporta el rumor de las cosas. Sin destino, se embelesa, expande y
contrae, llena el cuenco del mundo.
Un pájaro –ennegrecido por la luz que asciende– pasa sobre mi cabeza. Es el último
vestigio de la noche.
Entre la montaña y yo, media un haz de luces, tiempo, mi deseo de decir montaña, para que
–al nombrarla– rompa la tierra, se eleve bajo tus pies.
§
La cáscara del cielo resquebraja en arreboles por donde la luz penetra: es el mundo que
nace al día.
Las grúas giran sin razón aparente, mueven objetos de un lugar a otro, modifican el orden
del mundo.
Una nube –pequeña, dorada– posada apenas sobre la línea de la montaña, anuncia la salida
del sol, la insistencia del día.
Víctor Quezada
(Antofagasta, Chile, 1983)
Ha publicado los libros de poesía Veinte (La Calle Passy 061, 2004), Muerte en Niza
(Marea Baja, 2010) y Yoko (Libros del Perro Negro, 2013), estos últimos reunidos el año
2016 bajo el título Marón Americano (La Calabaza del Diablo), además del conjunto de
prosas Compost (2013, www.compostlibro.org), el relato Bulto (Libros del Perro Negro,
2016) y el libro de ensayos Contra el origen (Marginalia Editores, 2016). En la actualidad,
desarrolla el proyecto en línea Diario abierto, disponible en www.victorquezada.cl.