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1. Antecendetes
Toda reflexión relacionada a las posiciones bíblicas concernientes a la economía debe comenzar
haciendo una distinción entre lo que hoy entendemos por economía y las relaciones que pueda
tener esa significancia con el mensaje de las Escrituras.
Todavía en 1825 la economía era entendida como “la esencia de la naturaleza, reproducción y
distribución de la riqueza”.
El punto de cambio lo constituye el periodo de 1870 a 1890 a partir del cual la economía sufre
cambios significativos debido a la inserción del método matemático en la economía y por las
restricciones en su campo de acción. Ahora la economía se define como la ciencia que estudia las
leyes que gobiernan las relaciones de bienes intercambiables. En otras palabras, la economía ya
no trata de “bienes colectivos” sino que se limita al dominio de los bienes que pueden ser
comercializables en el mercado. Además se restringe la relación de la economía con otras
especialidades – como la moral – y se somete al rigor de los métodos matemáticos.
Ahora bien, en lo que respecta al mensaje bíblico, éste aparece más relacionado con la primera
acepción de economía que toma en cuenta la distribución de la riqueza entendida ésta como un
medio. Debemos buscar la esencia de la justicia en la vida económica en el poder de los símbolos
bíblicos haciendo abstracción de los conceptos económicos modernos. Es cierto que la palabra
economía procede del griego oikonomia que es ampliamente utilizado en el Nuevo Testamento
pero su significado no guarda una estrecha relación con lo que entendemos por la ciencia
económica hoy.
Así, en el Nuevo testamento se emplea la palabra oikonomos (oikos = casa, nomos = ley.}, “las
leyes de la casa”) para significar un mayordomo ( Lucas 12:42, 16:1) un tesorero (Romanos
5:16) y un dispensador (1 Corintios 4:1), Tito 1:7 y 1 Pedro 4:10). También se usa oikonomía con
el significado de mayordomía (Lucas16:12) y de dispensación (1 Corintios 9:17, Efesios 1:10,
3:2 y Colosenses 1:25). Sin embargo la significancia de éstos términos no nos ayudan a
comprender lo que la Biblia entiende por distribución de la riqueza y justicia social.
Se hace necesario recurrir al poder de las imágenes del Antiguo y Nuevo Testamento:
Antiguo Testamento:
Las promesas de Dios que la pobreza cesará y que nadie estará en necesidad.
(Deuteronomio 15:4-5)
Dios manda a Israel a no hacer mal contra los extranjeros, los huérfanos y las viudas
(Exodo 22:21-24)
Israel tenía prohibido cobrar intereses a sus hermanos (Levitico 25:35-38 )
Los esclavos tenían que ser liberados al final de seis años (Exodo 21;2)
Las deudas deben ser canceladas cada siete años (Deuteronomio 15:1-3)
Durante la celebración del Jubileo ( Levitico 25:1-12):
La satisfacción de las necesidades humanas, sin embargo, se ve amenazada por una actitud
humana, rechazada duramente por la revelación: la acumulación de riquezas.
En la perspectiva bíblica los bienes son obtenidos en la medida que se satisfacen necesidades
concretas. Se critica la actitud de amontonar bienes una vez satisfecha la necesidad. Se trata de
tomar de la naturaleza solamente lo que es necesario.
De ésta forma, cuando es dado el maná a los israelitas errantes, estos deben tomar solamente lo
que es necesario para alimentar a sus familias. Tampoco deben guardar alimentos para el día de
mañana:
“Este es el pan que Jehová os da para comer. Esto es lo que Jehová ha mandado:
recoged de el cada uno según lo que pueda comer, un gomer por cabeza,
conforme al número de personas en su familia; tomaréis cada uno para los que
están en su tienda.
Pero ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron algo para el otro
día; pero crió gusanos y apestaba. Y se enojó con ellos Moisés.”
El espíritu de ésta palabras nos indica que existe una relación entre los bienes dispuestos para
nuestra satisfacción y la satisfacción misma. Dios provee lo justo para nuestra subsistencia. No
es admitido el deseo de posesión más allá de lo que necesitamos, ya que al acumular dejamos
desprovistos a otros de la satisfacción de sus necesidades. De ahí que Jesús exprese que es
inadmisible el rico en el Reino de Dios. El Reino de Dios es, entre muchos aspectos, dar igualdad
de oportunidades a todos.
La acumulación de la tierra, por ejemplo, constituye una de las oportunidades en que el ser
humano se coloca por encima de sus semejantes, rompiendo el equilibrio, y proveyéndose de
poder. Por ello la Escritura tiende a evitar esa acumulación:
“La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es ... Por tanto en
toda tierra de vuestra posesión otorgaréis derecho a rescatar la tierra”
Una de las tareas del cristiano contemporáneo ha de ser su lucha contra toda manifestación
egoísta que promueva el rompimiento del equilibrio deseado por Dios entre los seres humanos
por la ansia de posesión de riquezas para fines individuales.
Nuevo Testamento:
Mientras que en el Antiguo Testamento la equidad de relaciones tiene su más alta expresión en el
Jubileo, en el Nuevo Testamento, la figura principal es la de Reino de Dios o Reino de los Cielos.
En ella:
El relato de Mateo 18: 23 – 35 sobre los dos deudores es básico para entender la relación entre
economía y Reino de Dios.
“Por lo cual, el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas
con sus siervos. Cuando comenzó a hacer cuentas, le fue presentado uno que le
debía 10 mil talentos. A este como no pudo pagar, ordenó su señor venderlo, junto
con su mujer e hijos y todo lo que tenía, para que se le pagara la deuda. Entonces
aquel siervo, postrado, le suplicaba diciendo: “Señor ten paciencia conmigo y yo te
lo pagaré todo”. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, lo soltó y le
perdonó la deuda.
Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien
denarios; y agarrándolo, lo ahogaba, diciendo: “págame lo que me debes”.
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies le rogaba diciendo; “ten paciencia
conmigo y te lo pagaré todo”. Pero el no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel
hasta que pagara la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron
mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces
llamándolo su señor, le dijo: “Siervo, malvado, toda aquella deuda te perdoné,
porque me rogaste. ¿No debías tu también tener misericordia de tu consiervo, como
yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor lo entregó a los verdugos hasta que
pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre Celestial hará con vosotros, si no
perdonais de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Hay 3 dimensiones que se distinguen en esta narración: El reino de los cielos, la economía, y el
mercado.
El reino representa la justicia, la dirección del Espíritu, la armonía entre todas las
criaturas con Dios y entre si mismas. (El reino de los cielos es semejante a un rey)
La economía tiene su propia lógica (Le fue presentado uno que le debía). La economía en
palabras de Benthan, tiene como objetivo: “Producir el máximo de felicidad hasta donde
sea promovido el otro fin mas general, por la producción del máximo de riqueza”.
Reino, economía y mercado, ¿tienen alguna cosa en común? Da la impresión que los esquemas
morales son antagónicos. El reino enfatiza la solidaridad, la economía se apoya en el egoísmo
humano. ¿Puede el egoísmo trabajar en beneficio de la comunidad y de los valores del reino?.
Según Lutero, el principio protestante es que “cualquier cosa que no sea el Reino de Dios es
posible de cambiar”. Los conceptos relativos deberán ser juzgados a la luz del concepto absoluto,
en este caso los valores del reino.
La gran preocupación de Calvino era saber si el dinero puede generar dinero, y si era ético cobrar
interés a un hermano. De acuerdo a su interpretación de Luc 6:34 y 35 “se presta a los ricos y
con los pobres se hace misericordia”.
La exhortación profética de Ezequiel 28: 4,5 y 16 es que no sólo se devora al pobre que padece
necesidad, sino que se le ha despojado de sus herramientas de trabajo (Ver Ez. 18:7,8,12; y Deut.
23:19,20).
Concluimos aseverando que ya sea a través del Jubileo o a través del Reino de Dios, Dios
apuesta por relaciones humanas justas con equidad en la distribución de riquezas y que
satisfacción las necesidades básicas de los seres humanos están por encima de los sistemas
humanos.
4. La Globalización
Si el tamaño del Estado es un obstáculo para el desplazamiento del libre mercado, lo ético – de
acuerdo a la ética de la globalización - debe ser su reducción hasta lo mínimo posible para su
mantenimiento. De este modo que estamos en un mundo donde lo bueno y lo malo viene a
definirse partiendo de lo que beneficia a no a las fuerzas del mercado.
Estos datos son suficientes para aseverar que la globalización es un proceso que a hecho a un
lado a Dios y que se gobierna por fuerzas de mercado cuya lógica se niega a reconocer un
contenido moral o ético que beneficie a todos los seres humanos. Si bien se están haciendo
algunos esfuerzos para revertir estos efectos negativos – mayor inversión de las corporaciones en
ayuda social, reformas a las instituciones financieras, iniciativas de alivio a las deudas de los
países pobres y otros – los índices de pobreza demuestran que estas iniciativas no son suficientes.
Necesitamos entonces de una globalización basada en los modelos bíblicos.
Establezca una ética de funcionamiento basada en la dignidad de los seres humanos y sus
necesidades como principio de alto valor sobre los tecnicismos del mercado.
Establezca límites a la acumulación de la riqueza en la medida que ésta acumulación ponga
en peligro el desarrollo de la mayoría.
Establezca el bien común por encima de la acumulación individual.
De valor al trabajo como creatividad humana y no como mercancías intercambiables.
Sea sensible a las necesidades de los grupos más necesitados.
No ponga el destino de la humanidad en las manos de los teóricos de razonamiento
matemático que se niegan a ver la economía como una cuestión moral.
Priorice la satisfacción de necesidades reales por encima de necesidades creadas por el
mismo mercado o consumismo.
Que tenga una actitud crítica hacia sí mismo revisando una y otra vez sus políticas y
corroborar si éstas están a favor de las mayorías.
Jaime Tercero
Róger Araica Salas
Ana María Ampuelo