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La estética más allá del arte: A propósito de Gilles Deleuze
Laura Llevadot*
Resumen
Este trabajo lleva a cabo un análisis de las críticas que la estética de Deleuze ha recibido
y que se cifran en la imposibilidad de comprender las prácticas actuales del arte con-
temporáneo a través de su planteamiento. Por el contrario se tratará de demostrar cómo
en realidad la estética deleuziana supone una superación del concepto de arte, por lo
que no sólo su planteamiento no es moderno ni conservador, sino que permite salir del
paradigma clásico en el que el arte contemporáneo sigue aún preso.
Abstract
The aim of this essay is to analyze the critics that Deleuze’s aesthetics has been object in re-
gard of his impossibility to understand contemporary artistic practices. On the contrary I will
show how deleuzian aesthetics allow us to overcome the modern concept of art which is still
in the core of contemporary practices.
Introduction
La estética de Deleuze
Rancière ha publicado por el momento lo siguientes textos sobre la estética de Deleuze: Jacques Rancière sur l’esthétique
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deleuzienne : « Existe-t-il une esthétique deleuzienne », en E. Alliez (éd.), Gilles Deleuze. Une vie philosophique, Paris, Les
Empêcheurs de penser en rond, 1998, p. 525-536 ; « Deleuze, Bartleby et la formule littéraire », en J. Rancière, La Chair des
mots. Politiques de l’écriture, Paris, Galilée, 1998, p. 179-203 ; « D’une image à l’autre ? Deleuze et les âges du cinéma », en
Rancière, J.., La Fable cinématographique, Paris, Galilée, 2001, p. 145-163. Así como « La peinture dans le texte », en Le destin
des images, Paris, La Fabrique, 2003, p. 81-102.
vista, lo que permite que las condiciones de la experiencia real (las que
Kant reservaba a lo bello) devengan condiciones de la experiencia po-
sible es que la obra de arte sea capaz de modificar dichas condiciones,
que la obra nos haga sentir y experimentar más allá de lo que es co-
múnmente “posible”, más allá de lo general, de modo tal que al hacerlo
se rompa el corsé de nuestro “sentido común”, de nuestra capacidad
común de sentir. La obra de arte es experimental porque amplía el
campo de la experiencia posible, porque produce una “sensación”, y
no ya un sentimiento reconocible. ¿Qué es una sensación en terminolo-
gía de Deleuze? Aquello que ocurre cuando algo (me) llega y yo deven-
go (otro), la modificación que se produce en un sujeto a partir de la re-
cepción de un objeto, lo que le ocurre al sujeto que en ese mismo
momento deja de serlo cuando el objeto, en lugar de objeto de recono-
cimiento, deviene la ocasión de un encuentro. Es a esta transformación
del sujeto a la que Deleuze alude cuando cita a Cézanne: “Está pasando
un minuto del mundo, no lo conservaremos sin volvernos él mismo”
(DELEUZE y GUATTARI, 1994, p.170). La finalidad del arte consistirá
entonces en producir un “bloque de sensaciones” tal que sea capaz de
modificar nuestras condiciones normales de percepción que sólo nos
permiten reconocer el objeto que las produce en lugar de llevarnos más
allá de él. Es en este sentido que Deleuze supera la dualidad kantiana
(SMITH, 1996), aun si su planteamiento sigue siendo kantiano en su
raíz. En cierto modo puede afirmarse que “Deleuze parece no romper
con el gran movimiento de fondo que entraña la filosofía moderna del
arte. Lo lleva más bien a su culminación pero de una manera extraña,
paradójica, por una suerte de sobrepuja y de elevación a la potencia n
de esta misma sensibilidad” (MENGUE, 2013, p.139). Así, parecería po-
sible afirmar con Rancière que el análisis de Deleuze se inscribe en el
destino de la estética moderna ligada a lo sensible (RANCIÈRE, 2002,
p. 211) en la medida en que, siguiendo el análisis que Rancière lleva a
cabo en El malestar de la estética, el concepto separado de “arte” tal y
como lo conocemos desde la modernidad ligado a la experiencia de lo
sensible sólo tendría lugar con la aparición del “régimen estético del
arte”, es decir, de aquel régimen de experiencia para el cual el arte ha
dejado de ser imitación, donde el “saber hacer” de las bellas artes ya no
A esta cuestión apunta el trabajo de Mireille Buydens (2005) en el que se pone en cuestión el vitalismo de Deleuze en virtud
2
de su presentismo estético.
bosques lluviosos de Australia que cada mañana deja caer del árbol ho-
jas, las tumba por su otra cara para que el color contraste con la tierra,
y después se pone a cantar encima de ellas imitando notas de los cantos
de otros pájaros, sirve a Deleuze y Guattari para mostrar que la modi-
ficación de las condiciones de posibilidad de la experiencia es un acon-
tecimiento ontológico y cosmológico, que en nada se corresponde con
ese intervalo historiográfico al que Rancière llamaría “régimen estético
del arte”. Pero a su vez, la indistinción del arte y la naturaleza en lo que
atañe a la experiencia estética no se debe a que desde esta perspectiva
se niegue la autonomía del arte, tal y como Osborne planteaba, sino
que lo que se niega es la reducción de la estética a la “teoría del arte”, es
decir, a su deriva hegeliana, puesto que en realidad toda verdadera ex-
periencia, esto es, aquella que modifica las condiciones de posibilidad
de nuestra percepción y afección, será siempre estética en su sentido
amplio, y no la procurará únicamente ese tipo de objetos a los que por
determinación histórica y con el beneplácito del mercado hemos coin-
cidido en llamar artísticos. Un paisaje, un pájaro, una visión espiritual
pueden tener la misma fuerza de transformación que un cuadro de
Cézanne. Con esta ampliación de la experiencia estética al ámbito de la
naturaleza lo que sí va a desaparecer sin embargo es el concepto mismo
de arte. Los trabajos de Deleuze sobre cine en La imagen-movimiento y La
imagen-tiempo dan cuenta precisamente de esta posición estética para la
que el término arte ha devenido obsoleto. Sin duda es tan artístico un
film de Eisenstein o Leni Riefensthal como uno de Rossellini o Godard,
o por contemporizar un poco, uno de Kaurismaki. Lo que les diferencia
no es su mayor o menor contenido artístico (pues estaremos de acuer-
do en que tanto El acorzado Potemkin como La fuerza de la voluntad pue-
den ser consideradas, y así lo han sido, obras de arte) sino el hecho de
que los primeros pertenecen a la imagen-movimiento, esto es, a una
concepción del cine basada en el montaje y en el esquema sensorio-mo-
tor, es decir, en el modo común de percibir, mientras que los segundos
introducen en el lenguaje cinematográfico la imagen-tiempo, esto es,
un cine de vidente en el que los personajes son incapaces de reaccionar
y cambiar situaciones, justo porque son presos de situaciones óptico-
sonoras puras, visiones que antes que la acción narrada por el montaje
Referencias
OSBORNE, P. El arte más allá de la estética. Ensayos filosóficos sobre arte con-
temporáneo. Murcia: CENDEAC, 2010.
SHINER, L. La invención del arte. Una historia cultural. Barcelona: Paidós, 2014.
Recibido: 13/10/2016
Recebido: 13/10/2016
Aprobado: 03/02/2017
Aprovado: 03/02/2017