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Influencias discretas

Olavo de Carvalho

Diario de Brasil, 8 de mayo de 2008

Cuando el pintor y poeta suizo Frithjof Schuon (1907-


1998) volvió de Oriente en los años 40, transfigurado
en maestro supremo de una de las más influyentes
organizaciones esotéricas musulmanas y anunciando
que iba a islamizar a Europa, dio la clara impresión de
que estaba completamente loco. Hoy conviene
examinar con humildad sus palabras y el curso de sus
acciones, cuya eficiencia abrumadora contrasta con la
total discreción con que se han emprendido.

Desde luego, la creación de la tariqa (tienda iniciática


islámica) de Schuon en Lausanne fue saludada por el
escritor esotérico René Guénon (1886-1951) como el
único resultado prometedor obtenido por sus propios
esfuerzos de cuatro décadas. Esto muestra claramente
el sentido de esos esfuerzos y, a pesar de la posterior
ruptura entre Guénon y Schuon, evidencia la perfecta
continuidad de la obra de esos dos esoteristas, cuyos
discípulos respectivos hoy en día prefieren odiarse
mutuamente en vez de celebrar la victoria común
sobre una Europa espiritualmente debilitado.

En la década de 20, Guénon, autor de análisis


magistrales sobre la decadencia de Occidente europeo,
había concluido que sólo tres caminos se ofrecían a esa
civilización: la caída en la barbarie, la restauración de
la Iglesia católica o la islamización. Cuando pronunció
esas palabras sobre Frithjof Schuon, él ya había
desistido de la segunda alternativa. El fiasco del
Concilio Vaticano II, cuyas apariencias los papas en
vano intentan aún salvar, vino a probar que su
diagnóstico, en líneas generales, tenía razón.

La Europa radicalmente descristianizada es hoy el


escenario de una competencia abierta entre la barbarie
y el islam. No hay tercera vía, aparentemente
("civilización laica" es broma). La posibilidad de un
rescate de la opción cristiana depende enteramente de
la influencia americana o de la dedicación admirable de
sacerdotes y pastores orientales y africanos que, en un
giro paradójico de la historia, vuelven a intentar
recatequizar al pueblo que los cristianizó.

La acción de personajes como Guénon y Schuon pasa


desapercibida a los medios, a los analistas políticos ya
los "intelectuales" en general, que tienen los ojos
fijados hipnoticamente en la superficie vistosa de los
acontecimientos. Pero sin ella la "ocupación por
dentro" por medio de la inmigración habría
permanecido inocua, por falta de las condiciones
culturales que desarmaron la elite intelectual y política
europea. Guénon y Schuon contribuyeron mucho a
crearlas, subyugando las capas más altas y
circunspectas de esa elite al culto de la superioridad
intelectual de Oriente en todas las áreas decisivas,
fuera de las ciencias naturales y la tecnología.

Guénon firmó sus primeros artículos con el


seudónimo Sphynx (Esfinge), denotando que sus
lectores no tenían opción sino aprovechar
inteligentemente sus lecciones o dejarse dominar por
ellas sin entenderlas. En un solo país europeo estas
lecciones fueron meditadas con seriedad por
pensadores independientes: Rumania. Cuando viví en
Bucarest, no encontré allí un solo intelectual eminente
que no tuviera una comprensión profunda y crítica de
la obra de Guénon.

En el resto de Europa, lo que se vio fue la alternancia


entre el rechazo incomprensivo y la sumisión devota,
incluyendo un número significativo de conversiones
secretas al islam y la arregimentación de muchos
intelectuales y líderes -entre ellos el futuro rey de
Inglaterra- en el esquema de protección estatal al
expansionismo islámico. No por coincidencia,
Rumania es uno de los raros países europeos donde la
penetración musulmana es irrisoria.

Para hacer una idea de la fuerza de la influencia sutil


de Guénon y Schuon, basta con saber que este último
interfirió directamente en la producción de la crisis
entre monseñor Lefèvre y el Vaticano, en 1976, y hasta
hoy los historiadores católicos -tanto progresistas o
conservadores- ni se dieron la mínima cuenta de ello.

Sé que he escrito este artículo para pocos lectores y


que de éstos algunos de los que más o menos pueden
entenderlo van a detenerlo. Pero hay cosas que hay
que decir sólo para, en el futuro, no ser acusado de dar
testimonio tardío.
***
Olavo de Carvalho
Brazilian philosopher and writer, acknowledged as the number
one Brazilian thinker of the present times.

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