You are on page 1of 7

Instinto

Definiciones
Tanto en la literatura popular como en la científica el término instinto ha recibido
tal variedad de significados que es imposible formular una definición adecuada qu
e gane aceptación general. Usualmente el término incluye la idea de una adaptación in
tencional de una acción o serie de acciones en un ser organizado, no gobernado por
la conciencia del fin a obtenerse. La dificultad surge cuando intentamos añadir
a este concepto genérico notas específicas que lo diferencie de las actividades refl
ejas por un lado y las actividades del intelecto por otro. Debido a la limitación
de nuestro conocimiento de los procesos envueltos, no siempre será posible determ
inar si una acción dada debe ser considerada como reflejo o instintiva, pero esto
no nos debe privar de dibujar, sobre bases teóricas, una clara línea de demarcación en
tre estos dos modos de actividad. El reflejo es esencialmente un proceso fisiológ
ico. El arco reflejo es un mecanismo neural establecido que asegura una respues
ta definida e inmediata a un estímulo físico dado. El individuo puede estar conscie
nte del estímulo o de la respuesta o de ambos, pero la conciencia en ningún caso ent
re en el reflejo como un factor esencial.
Los instintos, en contraste con los reflejos, son comparativamente complejos. A
lgunos escritores están tan impresionados con esta característica del instinto que e
stán dispuestos a concordar con Herbert Spencer al definirlo como una serie organi
zada de reflejos, pero esta definición falla en tomar en cuenta el hecho de que la
conciencia forma un vínculo esencial en todas las actividades instintivas. Se ha
sugerido como una característica distintiva del instinto que surge de la percepción
, mientras que la fuente del reflejo nunca es más alta que una sensación. Baldwin i
ncluye bajo instinto sólo las reacciones de tipo sensorial-motor. Desde un punto
de vista neurológico, por lo menos en los mamíferos, el instinto siempre envuelve la
corteza cerebral, el asiento de la conciencia, mientras que el reflejo se confi
na a los centros nerviosos más bajos. Una diferencia obvia entre los reflejos y l
os instintos se halla en el hecho de que en el reflejo la respuesta a un estímulo
es inmediata, mientras que la culminación de la actividad instintiva, en la cual a
parece su carácter intencional, puede ser retrasada por un tiempo considerable.
Las principales dificultades al definir instinto se encuentran al diferenciar la
s actividades inteligentes de las instintivas. Si se deja a un lado el modo de
origen del instinto y del hábito, los dos procesos se parecerían tanto que sería casi
imposible dibujar una clara línea de distinción entre ambos. Esta circunstancia ha
llevado a la concepción popular de instinto como un hábito de la raza, una opinión que
halla apoyo en tan eminentes autoridades como Wilhelm Wundt; pero esta definición
implica una teoría de origen para instinto, la cual no es aceptada universalmente
. Además, los escolásticos y muchos observadores competentes, entre los más prominent
es E. Wasmann, S.J., hallan la diferencia característica entre actividades instint
ivas e intelectuales en el hecho de que uno es gobernado exclusivamente por la s
ensación, o por procesos asociativos sensoriales, mientras que el otro es gobernad
o por el intelecto y el libre albedrío. Ellos concuerdan en atribuir al instinto
todas las actividades conscientes del animal, puesto, que reclaman ellos, ningun
a de estas actividades se puede rastrear al intelecto en el sentido estricto de
la palabra.
Santo Tomás de Aquino en ningún sitio trata en detalle sobre el instinto animal, per
o su posición sobre el asunto, sin embargo, se aclara en muchos pasajes de la Summa
Theologica . Él está completamente de acuerdo con las mejores autoridades modernas e
n poner el énfasis principal en la ausencia de conciencia del final como la caract
erística principal del instinto. Él dice (op. cit., I-II, Q. XI, a. 2,C.): Aunque l
os seres desprovistos de conciencia (coqnitio) alcanzan su fin, sin embargo, no
logran el goce de su fin, como los seres que sí están dotados de conciencia. Sin em
bargo, la conciencia del fin propio es de dos clases, perfecta e imperfecta. La
conciencia perfecta es aquella por la cual uno es consciente no sólo del fin, y q
ue es bueno, sino también de la naturaleza general del propósito y bondad. Esta cla
se de conciencia es peculiar a las naturalezas racionales. La conciencia imperf
ecta es aquella mediante la cual un ser conoce el propósito y bondad en particular
, y esta clase de conciencia se halla en los animales brutos, que no son goberna
dos por el libre albedrío, sino que son movidos por el instinto natural hacia cosa
s que perciben. Así la criatura racional obtiene fruición completa (fruitio); el an
imal obtiene gozo imperfecto, y otras criaturas no obtienen ningún disfrute. El co
ncepto de instinto de Wasmann está en completo acuerdo con el de Santo Tomás, mientr
as que es más explícito. El divide las actividades instintivas de los animales en d
os grupos: Acciones instintivas en el sentido estricto, y acciones instintivas e
n una más amplia acepción del término. Como ejemplos del primero debemos considerar a
quellas actividades que surgen inmediatamente de las disposiciones heredadas de
los poderes de la cognición sensible y apetito; y como ejemplos del segundo grupo,
aquellas que proceden de las mismas disposiciones heredades pero a través del med
io de la experiencia sensorial. (Instinto e Inteligencia en el Reino Animal, p.
35).
Hay una tendencia creciente en biología y psicología comparativa a restringir el térmi
no instinto a adaptaciones intencionales heredadas. Muchos escritores le añaden a
éstas otras dos características; insisten que el instinto debe ser definidamente fi
jado o rígido en carácter, y que debe ser común a un gran grupo de individuos. Baldwi
n considera el instinto como una concepción claramente biológica, no psicológica (Diccio
nario de Filosofía y Psicología). Él añade que no es posible ninguna definición psicológi
adecuada para instinto, puesto que el estado psicológico envuelto es agotado por l
os términos sensación (y también percepción), sentimiento instintivo e impulso. (Ibid.).
Las opiniones divergentes tomadas en consideración por los escritores sobre el as
unto respecto a la naturaleza y origen del instinto naturalmente hallan expresión
en las definiciones del término comúnmente aceptadas, unas cuantas de las cuales se
incluyen aquí:
* Instinto: impulso natural interior, inconsciente, involuntario o irrazonable
que impulsa a cualquier modo de acción, ya sea física o mental. Instinto, en su uso
más técnico, denota cualquier tendencia heredada a realizar una acción específica de un
modo específico cuando ocurre la situación apropiada; además, un instinto es caracterís
tico de un grupo o raza de animales relacionados. (Nuevo Diccionario Internaciona
l).
* Instinto: una propensión especial innata, en un ser organizado, pero más especial
mente en los animales inferiores, que produce efectos que aparentan ser aquellos
de la razón y el conocimiento, pero que trascienden la inteligencia general o exp
eriencia de la criatura; la sagacidad del bruto. (Diccionario Siglo)
* Instinto: una reacción heredada del tipo sensorial-motor, relativamente complej
a y marcadamente adaptativa en carácter, y común a un grupo de individuos. (Baldwin, D
iccionario de Filosofía y Psicología ).
* Instinto es la disposición hereditaria, apropiada (adaptativa) de los poderes de
la cognición sensitiva y apetito en el animal (Wasmann, op. cit., 36).
* El hábito difiere del instinto, no en su naturaleza, sino en su origen; pues el
instinto es natural, el hábito es adquirido. (Reid.)
* Instinto es una acción intencionada sin conciencia de su propósito. (E. von Hartman
n, Filosofía del Inconsciente , tr. Coupland).
* Instinto es una acción refleja en la cual está implicado el elemento de conciencia
. Por lo tanto, el término es uno genérico, que comprende todas aquellas facultades
de la mente que conciernen a la acción consciente y adaptativa, antecedente a la
experiencia individual, sin la necesidad de conocimiento de la relación con la exp
eriencia individual, sin la necesidad de conocimiento de la relación entre los med
ios empleados y los fines logrados, pero realizada similarmente por todos los in
dividuos de la misma especie bajo circunstancias similares y frecuentemente recu
rrentes. (Romanes, Inteligencia Animal , Nueva York, 1892, p. 17)
* Se denomina acciones instintivas a los movimientos que originalmente siguen a a
ctos voluntarios simples o compuestos, pero que se han vuelto total o parcialmen
te mecanizados en el curso de la vida individual y de evolución genérica. (Wundt, Psi
cología Humana y Animal , Londres, 1894, p. 388)
Origen
Se han presentado una gran cantidad de teorías para explicar el origen del instint
o. Estas teorías pueden ser agrupadas en tres títulos: (a) teorías del reflejo, (b)
teorías de la inteligencia defectuosa, y (c) la teoría de selección orgánica.
El nombre de Charles Darwin ha sido prominentemente asociado con la teoría refleja
, algunas veces llamada la teoría de la selección natural. Esta asume que los insti
ntos, como las estructuras anatómicas, tienden a variar del tipo específico, y estas
variaciones, cuando son ventajosas para la especie, se acumulan gradualmente a
través de la selección natural. En su capítulo sobre el instinto en el Origen de las E
species , Darwin dice: Es universalmente admitido que los instintos son tan importa
ntes como las estructuras corporales para el bienestar de cada especie bajo sus
presentes condiciones de vida. Bajo condiciones de vida cambiadas, es por lo me
nos posible que las modificaciones de instinto más leves puedan ser provechosas pa
ra las especies; y si puede ser demostrado que los instintos varían tan poco, ento
nces no veo dificultad en que la selección natural preserve y acumule continuament
e variaciones de instinto hasta cualquier punto que sea ventajoso. Es así, creo y
o, que se han originado todos los más maravillosos y complejos instintos. (Op. cit.
, Nueva York, 1892, vol. I, p. 321). La dificultad con esta teoría es que falla e
n explicar la supervivencia de los primeros comienzos de un instinto antes que s
ea de utilidad. También se ha alegado contra ella que no explica la coordinación de
los grupos musculares que están frecuentemente envueltos en el instinto. Objecio
nes similares, por supuesto, se han presentado contra la selección natural como el
origen de muchas estructuras anatómicas complejas. El carácter adaptativo, en uno
u otro caso, señala a la operación de una inteligencia que trasciende del todo el ámbi
to de los poderes mentales de las criaturas en cuestión.
La segunda teoría, la de la inteligencia defectuosa, ha asumido muchas formas, y h
alló muchos defensores entre los psicólogos comparativos y biólogos durante el siglo X
IX. Entre los autores más conocidos que abrazaron esta teoría se puede mencionar a
Wundt, Eimer y Cope. Las dos principales dificultades en el camino de la acepta
ción de la misma son, primero, el alto grado de inteligencia requerido en todos lo
s niveles inferiores de la vida animal, y segundo, asume la herencia de caracterís
ticas adquiridas. Wundt rechaza la inteligencia en la aceptación estricta del térmi
no como la fuente del instinto animal. Su posición se establece mejor en sus prop
ias palabras: Debemos rechazar de inmediato como completamente insostenible la h
ipótesis que deriva el instinto animal de la inteligencia, la cual, aunque no es i
déntica a la del hombre, es todavía, por así decirlo, de igual rango con ella. Al mis
mo tiempo debemos admitir que los seguidores de la teoría intelectual en un sentid
o más general están correctos al adscribir un gran número de manifestaciones de la vid
a mental en los animales no, ciertamente, a la inteligencia, como hacen los inte
lectualistas sensu stricto , sino a las experiencias individuales, cuyo mecanismo sól
o puede ser explicado en términos de asociación. (Op. cit., p. 389). Después de brega
r con otra fase del asunto, él continúa: Sólo quedan dos hipótesis, por lo tanto, como re
almente dignas de argumentación. Una de ellas hace de la acción instintiva una acción
inteligente mecanizada, que puede ser en todo o en parte reducida al nivel del
reflejo; la otra hace del instinto un asunto de hábito heredado, gradualmente adqu
irido y modificado bajo la influencia del ambiente externo en el transcurso de n
umerosas generaciones. Obviamente no hay un antagonismo necesario entre estas d
os opiniones. Los instintos pueden ser acciones originalmente conscientes, pero
luego volverse mecánicas, y pueden ser hábitos heredados. (Ibid., p. 393). Luego de
discutir los instintos humanos y su relación con los instintos animales, Wundt co
ncluye: Las condiciones externas de la vida y las reacciones voluntarias sobre e
llas, entonces, son los dos factores operantes en la evolución del instinto; pero
operan en diferentes grados. El desarrollo general de la mentalidad es siempre
tendiente a modificar en instinto de un modo u otro. Y así sucede que de los dos
principios asociados el primero---adaptación al ambiente---predomina en etapas de
vida inferiores; el segundo---actividad voluntaria---en etapas superiores. Esta
es la gran diferencia entre los instintos del hombre y los del animal. Los ins
tintos humanos son hábitos, adquiridos o heredados de generaciones previas; los in
stintos animales son adaptaciones intencionales de acción voluntaria a las condici
ones de la vida. Y una segunda diferencia se deduce de la primera. Que la vast
a mayoría de los instintos humanos son adquiridos, mientras que los del animal son
restringidos a instintos congénitos, con una variación muy limitada en su extensión. (I
bid., 409).
Romanes busca resolver el problema del origen del instinto combinando estas dos
teorías, explicando los instintos más rígidos del animal a base de la selección natural
y los instintos más plásticos por la herencia de hábitos mecanizados. A la primera c
lase de instintos la llama primaria y a la última, secundaria. Según esta teoría las
adaptaciones intencionadas de todas clases, ya sean inteligentes u orgánicas, están
llamadas a suplementar la dotación incompleta, y así mantener las especies vivas has
ta que se aseguren suficientemente las variaciones para hacer el instinto relati
vamente independiente.
Es evidente a partir de las definiciones y teorías antedichas que bajo el término in
stinto se incluyen varias cosas distintas. Esto halla expresión en la división de i
nstintos en primarios y secundarios sugerido por Romanes, y en instintos innatos
o adquiridos (Wundt). Darwin enfatizó el mismo hecho cuando reclamó que muchos ins
tintos pueden haber surgido del hábito, y luego añade: pero sería un error serio supon
er que el mayor número de instintos han sido adquiridos por hábito en una generación y
luego transmitidos por herencia a las generaciones siguientes. Puede ser fácilme
nte demostrado que los más maravillosos instintos con los que estamos relacionados
, es decir, los de las abejas colmeneras y los de muchas hormigas, posiblemente
no pudieron ser adquiridos por hábito. (Op. cit., vol. I, 321.). Anteriormente, lo
s naturalistas se interesaban en los instintos principalmente porque éstos eran co
nsiderados tan ilustrativos de la inteligencia del Creador, y, ciertamente, ya s
ea cuestión de instintos primarios o heredados ---o instintos en el sentido estricto de
término , como los designa Wasmann---el problema del origen es similar al del orige
n de las características anatómicas. Evidentemente tendremos que explicar tales ins
tintos elaborados como los que determinan la conducta de la oruga o el pavón al co
nstruir su capullo a lo largo de las mismas líneas que adoptamos al explicar el or
igen de las estructuras anatómicas complicadas. La inteligencia desplegada trasci
ende por mucho la que posiblemente podrían poseer tales criaturas inferiores. Los
instintos secundarios o adquiridos tienen un interés teórico de un carácter completame
diferente, que surge de los problemas de la naturaleza de la inteligencia anima
l y el origen del hombre. Los monistas, y en general todos los que aceptan el o
rigen bruto del hombre, buscan eliminar la diferencia esencial entre el hombre y
el animal; por lo tanto le atribuyen al animal una inteligencia que difiere sólo
en grado de la del hombre. Mientras que a primera vista esto parecería elevar al
animal al plano de la vida humana, lo que hace en realidad es bajar al hombre al
plano de la vida bruta.
Se puede demostrar fácilmente que muchos de los instintos animales se pueden modif
icar en el curso de la experiencia individual. Cuando un nuevo elemento en el a
mbiente determina un acto, frecuentemente un gran número en la especie lo puede re
petir; cuya repetición pronto engendra un hábito que, para todos los intentos y propós
itos, es idéntico al instinto. Como hemos visto, algunos observadores clasifican
tales hábitos mecanizados como instintos, y si tales hábitos se heredan, como reclam
an algunos, entonces nadie se puede negar a darle el nombre de instinto. La imp
ortancia real de este problema surge de la forma de conciencia que opera en la c
onstrucción de tales hábitos, o instintos secundarios. Aristóteles y los escolásticos l
e atribuían estos ajustes intencionados al appetitus sensitivus . No necesitaban pon
er en juego ninguna facultad superior a las percepciones sensoriales de objetos
particulares y el reconocimiento de su deseabilidad o a la inversa; esta opinión f
ue desarrollada por Wasmann. Sin embargo, debe observarse que el término instinto
s según usado por los escolásticos y Wasmann se refiere no sólo al mecanismo neural o
hábito en el animal, sino a los poderes sensoriales que capacitan al animal para a
justar sus actividades espontáneas a su medio ambiente. El término no se tomó meramen
te como una parte constituyente del poder cognitivo y apetito sensitivo, sino co
mo la disposición adaptativa natural de la sensación animal, la cual constituye el p
rincipio vital que gobierna las acciones espontáneas del animal Pues aparte y más al
lá del conocimiento instintivo heredado, la filosofía escolástica le atribuyó al animal
una memoria sensible y un poder de perfeccionar los instintos innatos por medio
de la experiencia de los sentidos; reconoce en el animal no sólo talentos heredad
os completos para ciertas actividades, sino hasta cierto grado talento y habilid
ad adquiridos por la experiencia de los sentidos y por la práctica. (Wasmann, op. c
it., 138-39). Como hemos visto, Wundt le niega al animal inteligencia del mism
o orden que la del hombre. El uso impreciso e injustificado de los términos razón e
inteligencia ha traído mucha confusión a este asunto. Para el observador superfi
cial, por supuesto, el poder de la percepción y asociación sensorial del animal pare
ce inteligencia, pero los términos tienen significados ampliamente diferentes. En
su grado más bajo la inteligencia siempre implica como característica esencial el p
oder de abstracción y generalización sobre el que descansa la libertad de elección, y,
hasta que se demuestre que los animales poseen tal poder, es injustificable atr
ibuirle tal inteligencia, como hace la escuela de naturalistas que aborda el tem
a con la conclusión predeterminada de que la inteligencia humana surgió de la animal
, y que ambas difieren sólo en grado.
Instintos Humanos
El asunto de la naturaleza de los instintos humanos y el tratamiento que deben r
ecibir está envuelto en muchos temas prácticos de la mayor consecuencia en el campo
de la educación. Como ya hemos visto, algunos escritores hablan de instintos adqu
iridos, denotando con ello habitos altamente desarrollados o mecanizados; pero s
erá más conveniente confinar el uso del término a instintos en el propio sentido de la
palabra, es decir, a las tendencias innatas o heredadas, y hablar de modos de a
ctividad establecidos en la vida individual a través de la repetición como hábitos. L
a plasticidad es la característica más llamativa de los instintos humanos comparados
con los instintos brutos. De hecho, es esta característica del instinto humano l
o que hace a la educación tanto posible como necesaria. Ente los animales superio
res muchos instintos son relativamente plásticos, es decir, la experiencia individ
ual del animal los modifica. Esto hace posible entrenar a los animales para que
actúen de modos que no están provistos por tendencias definidamente organizadas. L
a plasticidad de los instintos animales está en alguna proporción directa con el des
arrollo del cerebro y el poder del sentido de percepción y asociación sensorial, per
o en lo que al hombre respecta vemos que su inteligencia, que se hace sentir en
una fecha muy temprana en la infancia, comienza a modificar todas las actividade
s instintivas tan pronto como aparecen, un hecho que hace difícil observar los ins
tintos no modificados en la vida adulta. Sin embargo, hay dos cosas que deben t
omarse en cuenta: la plasticidad del instinto y el poder del intelecto y libre
albedrío que incide para modificarlo. En ambos respectos hay un marcado contraste
observable entre el hombre y el animal.
Debe señalarse aquí como de importancia especial a la discusión que los instintos huma
nos no todos hacen su aparición en el nacimiento. Es cierto que los instintos hac
en que el bebé recién nacido busque el seno de la madre y realice varias otras funci
ones necesarias, pero muchos de los instintos aparecen por primera vez en la fas
e apropiada del desarrollo neural y mental. Además, mientras que la aparición del i
nstinto es relativamente tarde en las series de desarrollo, frecuentemente, como
en el caso de la coquetería y la maternidad, antecede por algunos años la función adu
lta a la que se refiere. Esto hace a los instintos mucho más plásticos, o, en otras
palabras, mucho más sujetos al control de las agencias educativas que lo que harían
si aparecieran por primera vez en medio del estrés de las emociones y pasiones co
mpletamente desarrolladas a la que se refieren. Esta anticipación de la función se
puede considerar como una indicación del carácter rudimentario de los instintos en c
uestión. El trabajo en el campo de la psicología genética y del estudio de los niños ha
revelado la presencia y las importantes funciones de muchos hasta aquí descuidado
s instintos en la vida del niño. Estos instintos no pueden descuidarse o se volve
rán desordenados y producirán una cosecha de resultados indeseables; no pueden ser s
uprimidos indiscriminadamente, porque son la raíz nativa sobre la cual se injertan
los hábitos que han de apoyar la vida humana.
Por otro lado, muchos instintos son altamente indeseables; su completo desarroll
o significaría, de hecho, la producción de criminales. Para la explicación de estos i
nstintos nos referimos a muchos de los estados salvajes de los cuales ha emergid
o el hombre civilizado. En el caso de la humanidad, han respondido la autoafirma
ción, la inescrupulosa incautación de todo lo que se pueda agarrar, la posesión tenaz
de todo lo que se pueda guardar, los cuales constituyen la esencia de la lucha p
or la existencia. Para su progreso exitoso a través del estado salvaje, el hombre
ha estado grandemente endeudado con aquellas cualidades que comparte con el mon
o y con el tigre Pero, a medida que los hombres han pasado de la anarquía a la org
anización social, y en la proporción en que la civilización ha crecido en valor, estas
cualidades útiles profundamente arraigadas se han convertido en defectos De hech
o, el hombre civilizado estigmatiza todos estos impulsos del tigre y el mono con
el nombre de pecado; castiga muchos de los actos que se derivan de ellos como c
rímenes; y, en casos extremos, hace lo posible para poner fin a la supervivencia d
el más fuerte de días pasados por el hacha y la cuerda. (Huxley, Evolución y Ética , Nuev
ork, 1894, págs. 51-52.) Claramente, entonces, muchos instintos deben ser suprim
idos y otros deben ser reforzados. Es la labora de la educación guiar los impulso
s nativos del niño por canales apropiados y construir sobre ellos los hábitos de la
vida civilizada. Hasta ahora hay un acuerdo práctico en el campo, pero ¿qué estándar pu
ede ser usado para determinar cuáles instintos han de ser inhibidos y cuáles reforza
dos, y qué métodos se usarán para dirigir la marea de actividad instintiva? Sobre est
as preguntas lo único que hay es concordancia.
Muchos de aquellos educadores que creen en el origen bruto del hombre asumen que
el estándar de selección debe ser el mismo que el del reino animal, es decir, las a
ctividades conscientes de cada individuo. Tendrían que dejar que el niño con su pob
re dotación de inteligencia determine por sí mismo experimentalmente cuáles instintos su
primirá y cuáles cultivará. Este pensamiento se plasma en la teoría de la época cultural
ue encuentra tanto favor entre muchos de los educadores modernos. Esta teoría se
funda en la asunción de que el niño recapitula la historia de la raza en el desarrol
lo de su vida consciente; y asume además que el modo de tratamiento adecuado es ll
evar cada fase de esta recapitulación a funcionar cuando aparece en el desarrollo
del niño. El niño determinará por su propia experiencia el carácter insatisfactorio de
la fase temprana, y así será llevado a reconocer la deseabilidad de moverse a una fa
se más tardía y elevada. A este respecto la Iglesia cristiana siempre ha sostenido
una política exactamente opuesta a la aquí esbozada. Ella afirma que, sea cual fuer
e la naturaleza de los instintos del niño, debe ser guiado desde el principio a fu
ncionar sólo en el más alto plano alcanzado por el adulto, ya sea a través de la razón o
de la revelación. Además sostiene que el estándar de selección no es prerrogativa del
niño individual, sino el estándar de la verdad y la bondad que ha sido revelado al h
ombre y ha sido aceptado por la sabiduría de la raza. Siempre ha afirmado el prin
cipio de autoridad tanto en materia de doctrina y de conducta, como opuesto al j
uicio privado y la selección individual, que, a sus ojos, lleva a la anarquía.
Además, la posición de la Iglesia a este respecto está en completo acuerdo con los seg
uros hallazgos de la biología y la psicología. La doctrina de la recapitulación sobre
la que se basa la teoría de época cultural es una doctrina de embriología donde se af
irma que la ontogenia es una recapitulación de la filogenia, es decir, que el embr
ión individual recapitula en su desarrollo las etapas sucesivas del desarrollo de
la raza; pero se debe observar que esta doctrina es puramente anatómica. Muchos b
iólogos creen que en la historia de la raza el ojo se construyó viendo y el pulmón, re
spirando; pero ningún biólogo puede sostener por un momento que el ojo en desarrollo
embriónico se hizo al estar viendo y el pulmón por estar respirando. De hecho, lo
s altos niveles de la vida animal nunca se alcanzan excepto en aquellos casos do
nde los hijos se lleven adelante sin funcionamiento al plano adulto de los padre
s. Y se puede argumentar correctamente a partir de la analogía, que, aún dando por
sentado que la vida mental del niño es una recapitulación de la vida de la raza, el ún
ico modo de llevarlo adelante hasta el plano adulto es a través de que la sociedad
funcione para él, a través de sus agencias educativas, hasta que él alcance la adulte
z. La teoría de la época cultural, que lleva al niño a funcionar en cada época cultural
ucesiva, podría, por lo tanto, no sólo retrasar su propio desarrollo, sino inevitabl
emente iniciaría una violenta regresión.

You might also like