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150 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA

algunas de estas técnicas, sobre todo las que ahorraban mano de


obra en el cultivo de cereales en grandes extensiones, fueron
adoptadas por la agricultura argentina de exportación a fines del
siglo XIX. Pero aun en este caso, se conservó la extensividad en
cuanto a los rendimientos por hectárea.
La agricultura tropical se desenvolvió como monocultivo; la
investigación agronómica y adelantos realmente significativos en
cuanto a las técnicas de cultivo constituyen un fenómeno recien-
te, vinculado a la expansión de las plantaciones en el sur de Es- Capítulo 3
tados Unidos, o en otras zonas, bajo el control de poderosas cor-
poraciones. La elaboración de los productos, en cambio, exigió EL MUNDO COLONIAL (SIGLOS XVI A XVIII)
perfeccionamiento más tempranos —el ingenio azucarero cons-
tituye un ejemplo típico—, que movilizaron las técnicas artesana-
les y la inventiva de los europeos. A) LAS BASES D E L A ECONOMÍA COLONIAL
No puede recurrirse al fácil expediente de sostener que la
inexistencia de una segunda revolución agrícola en América se 1. PROBLEMAS TEÓRICOS

debe, en forma exclusiva, a la naturaleza de la colonización ibéri-


ca. Aunque es obvio que potencias colonizadoras como Inglaterra El dilema que con frecuencia se le presenta al investigador
y Holanda estaban en condiciones de superioridad en cuanto al interesado en el estudio de las sociedades surgidas en América
manejo y a las posibilidades de difusión de técnicas agrícolas mo- latina, en función de la expansión comercial y colonizadora de la
dernas. Es posible constatar en este sentido una ventaja en los Europa moderna, es fácil de entender. Por una parte, dichas so-
métodos de cultivo de las colonias azucareras de las Antillas, con- ciedades sólo adquieren pleno sentido si se las enfoca como parte
troladas por estas metrópolis. Pero, en ninguna colonia llegó a de un conjunto más vasto, puesto que surgen como anexos com-
reproducirse el fenómeno de la revolución agrícola o un proceso plementarios de la economía europea, y bajo la dependencia de nú-
similar, con la excepción de la costa este de los Estados Unidos cleos metropolitanos que es preciso tomar en cuenta para com-
y Canadá. Los sistemas agrarios de América latina constituyeron prender la racionalidad de la economía colonial. Por otra, la em-
una adaptación de intereses coloniales a ecosistemas extraños al presa colonial terminó por hacer aparecer sociedades con estructu-
ámbito europeo, aprovechando recursos naturales, mano de obra, ras internas que poseen una lógica que no se reduce a su vincu-
sistemas de cultivo y modos de vida de Améfica precolombina y lación externa con el comercio atlántico y las metrópolis políti-
África negra. El estado actual de las investigaciones, y por ende cas: así, definirlas como anexo o parte integrante de un conjunto
de nuestro conocimiento del tema, sólo nos permite indicar que más vasto es un momento central del análisis, pero no basta. Es
es el estudio por zonas lo único que nos puede aclarar el peso es- necesario también enfocar las estructuras internas mismas, descu-
pecífico de los «elementos formadores» en la construcción de esos brir sus especificidades y su funcionamiento. Hablamos de un
sistemas agrarios y sus cambios en el tiempo. No es imposible dilema porque es muy fácil caer en la tentación de privilegiar de-
que en el futuro puedan elaborarse modelos de combinación por masiado cualquiera de los planos mencionados: ya sea viendo al
regiones, incluyendo los factores explicativos de la fusión y de su mundo latinoamericano y caribeño en la época colonial sólo o
dinámica. esencialmente como proyección de la expansión mercantil (algu-
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nos dirán «capitalista») de Europa; o, por el contrario, interesarse que también las clases deben surgir del análisis de la totalidad del
solamente por las estructuras internas americanas, analizándolas sistema—, cuyas «motivaciones» eran igualmente capitalistas. E l
sin considerar suficientemente sus vínculos de tipo colonial. De autor justifica así la existencia de relaciones de producción dife-
una manera general, creemos que ha predominado ampliamente la rentes dentro del sistema económico mundial: ^
primera tentación: el estudio que, al insistir en el marco más vasto
de la economía occidental, en la acumulación previa de capitales ¿Por, qué diferentes modos de organización del trabajo —es-
y en el carácter «sectorial» del conjunto americano, deja muy en clavitud, «feudalismo», trabajo asalariado, trabajo por cuenta
k sombra el estudio profundo de las estructuras internas. propia— en el mismo momento temporal dentro de la econo-
En este sentido, después del burdo esquema de A. Gunder mía mundial? Porque cada modo de control del trabajo se adap-
ta mejor a tipos particulares de producción. ¿Y por qué estos
Frank, ha tenido, en estos últimos años, bastante influencia el li-
modos se concentraban en diferentes zonas de la economía mtm-
bro de Immanuel Wallerstein,' y el «sistema económico mundial» dial —esclavitud y «feudalismo»— en la periferia, el trabajo
que propone para los tiempos modernos. Según el autor, fue a fines asalariado y el trabajo por cuenta propia en el núcleo, y como
del siglo XV y principios del siguiente que se constituyó una «eco- veremos, la aparcería en la semiperiferia? Porque los modos
nomía mundial europea». La define como algo novedoso, un siste- de control del trabajo afectan mucho el sistema político (en
ma social desconocido en la historia anterior. Se trata de un sis- particular la fuerza del aparato de Estado) y las posibilidades de
tema «mundial» por el hecho de ser más amplio que cualquier engendramiento de una burguesía autóctona. La economía mun-
imidad política (de hecho abarcaba a varias en su seno), y «eco- dial estaba basada precisamente en la constatación de que de
hecho existían estas tres zonas, las cuáles tenían diferentes mo-
nómico» porque lo que vinculaba a sus partes constitutivas eran
dos de control del trabajo. Si no fuera así no habría sido posi-
sobre todo lazos de tipo económico. Wallerstein afirma que el
ble asegurar el tipo de flujo del excedente que posibilitó el
mencionado sistema económico mundial estaba basado en el modo surgimiento del sistema capitalista.
de producción capitalista, que ve ya como dominante y quizás
único dentro del sistema, puesto que los demás modos de pro-
Wallerstein es consciente de que el feudalismo medieval per-
ducción (precapitalistas), sólo pudieron sobrevivir en función de
siste como forma de explotación en su «núcleo» europeo occiden-
su adaptación al nuevo marco, el del capitalismo, o, en la etapa
tal en el período que estudia: pero minimiza su incidencia (se
inicial, de diversos capitalismos europeos, cada uno con sus cir-
trataría del sistema de explotación empleado principalmente por
cuitos propios y su zona de influencia. E l secreto de la solidaridad
pequeños terratenientes). En cuanto al «feudalismo» de Europa
del sistema consistía en el fenómeno del desarrollo desigual, im-
oriental y de Hispanoamérica, apunta las diferencias siguientes
plicado en la expansión capitalista misma: en virtud de ello, se
respecto del feudalismo medieval: 1) los señores no producen
constituyó una división del trabajo a escala mundial, generando
ahora primariamente para la economía local, sino para una eco-
diversas formas capitalistas de producción, no todas ellas basadas
nomía mundial capitalista; 2) dichos señores no derivan su poder
en el trabajo libre (de hecho, sólo la del centro del sistema, situa-
de la debilidad de la autoridad central, como en la Edad Media,
da en Europa occidental), pero todas con clases dominantes —^más
sino más bien de la fuerza de dicha autoridad central (por lo me-
bien grupos dominantes a nivel local, puesto que Wañerstein cree
nos la que ejerce sobre los trabajadores rurales). Por consiguiente,
rehusa llamar «feudalismo» a tales relaciones de producción mo-
1. Immanuel Wallerstein, The Modern World-System, Capitdist Agri-
culture and the Origins of the European World-Economy i» the Sixteenth
dernas, prefiriendo acuñar la expresión: «trabajo forzado en cul-
Century, Academic Press, Nueva York, 1974. [Hay trad. cast.. Siglo X X I ,
Madrid, 1979.] 2. Op. cit., p. 87.
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tivos comerciales» (coerced cash-crop labor). A nivel de los tra- Europa occidental; es cierto que dicho sistema tendía a volverse
bajadores, la diferencia consistiría en que, al contrario del siervo crecientemente «mundial»; y sin duda constituyó algo sin prece-
medieval, los esclavos y «siervos» de los tiempos modernos de- dentes en la historia humana anterior.
bían destinar no una parte, sino una mayoría del excedente a un Donde empezamos a separarnos de su opinión, es en la carac-
mercado que era ahora mundial. Diferente también era la manera terización de dicho sistema económico como capitalista, y del
en que las clases dominantes gastaban las ganancias: ahora se capitalismo como modo de producción dominante —si no único—
nota una tendencia a la reinversión y a la maximización de los desde fines del siglo xv y principios del siguiente. Wallerstein en-
beneficios. Sea como fuere, sólo la totalidad puede servir como foca lo que llama capitalismo principalmente a partir de las
marco de definición de las relaciones de producción: ' motivaciones de los empresarios y del mercado, no de la esfera
de la producción. En cuanto a esta última, sus afirmaciones son
La cuestión es que las «relaciones de producción» que de- demasiado esquemáticas, estáticas y a veces históricamente fal-
finen a un sistema son las «relaciones de producción» del sis- sas. Si entendemos el capitalismo como un modo de producción
tema entero, y en esa época el sistema es la economía mundial en el sentido exacto de la palabra, o sea como una articulación
europea. El trabajo libre es sin duda un rasgo que sirve para
históricamente dada entre determinado nivel y forma de organi-
definir al capitalismo, pero no el trabajo libre en la totalidad de
zación de las fuerzas productivas, y las relaciones de producción
las empresas productivas. El trabajo libre es la forma de con-
trol del trabajo usada para las tareas especializadas en los paí- correspondientes, no es posible pretender, por ejemplo, que en
ses nucleares, mientras que el trabajo forzado se usa para ta- Europa occidental predominaran relaciones de producción típica-
reas menos especializadas en áreas perifélricas. La combinación mente capitalistas tan temprano como en el siglo xv. Una cosa
resultante es la esencia del capitalismo. Cuando el trabajo sea es la abolición de la servidumbre jurídica, otra muy diferente el
libre en todas partes, tendremos el socialismo. hecho indudable de que los campesinos dependientes sujetos a
prestaciones diversas a los propietarios eminentes del suelo ha-
Las consecuencias metodológicas de un esquema de este tipo yan permanecido como elemento dominante de las relaciones de
son claras, y el autor las expone en sus conclusiones (pp. 347- producción en el oeste de Europa durante varios siglos después
357). Un sistema social se caracteriza por el hecho de que la de la Edad Media. Lo que sí tenemos es el proceso histórico que
dinámica de su desarrollo es básicamente interna. Así, muchas en- a la larga —y no antes del siglo x v i i i — desembocó en el modo
tidades que se acostumbra presentar como sistemas sociales (tri- de producción capitalista totalmente desarrollado y apto para
bus, naciones-estados, etc.) no lo son: los únicos sistemas socia- volverse dominante. Si durante los tiempos modernos lo que ve-
les reales son las comunidades autónomas de subsistencia por una mos es sólo la gestación y el progresivo desarrollo del capitalis-
parte; y por otra los sistemas mundiales, caracterizados por la mo, ¿qué sentido puede tener la denominación «capitalista» atri-
división del trabajo en su interior y por contener a múltiples buida al incipiente mercado mundial constituido y dominado por
culturas. el capital mercantil?
¿Qué se puede decir respecto del esquema explicativo de Wal- Por otra parte, nos parece falsa la creencia de que las trans-
lerstein? En primer lugar, que estamos de acuerdo con varios de ferencias de «excedente» (término empleado con poca precisión
sus aspectos: en efecto, existió algo que podemos llamar «siste- por Wallerstein, quien en otros textos lo confunde con el con-
ma económico europeo», o cuyo centro dinámico se ubicaba en cepto distinto de plusvalía) al núcleo desde la semiperiferia y la
periferia, hayan sido el factor central en el surgimiento del capi-
3. Op. cit.; p. 127. talismo. El proceso de acumulación originaria (o primitiva, o prc-
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vía) de capital no fue algo ligado sólo o principalmente al comer- mentos parciales cuyo estudio deja de tener sentido si los sepa-
cio con las áreas coloniales y dependientes, a la trata de esclavos, ramos de la totalidad en la que se insertan. Pero la cosa cambia
etcétera. Sus momentos decisivos se dieron en el mismo núcleo cuando un sistema es una «estructura de estructuras»: en este
de Wallerstein, es decir en la Europa occidental. Esto no quiere caso es perfectamente válido y posible abordar el análisis de las
decir que neguemos la importancia de la expansión y acumulación estructuras parciales, con la condición de no perder de vista las
coloniales, que por cierto estuvieron muy vinculadas a las trans- determinaciones globales.^ Como lo expresa Pierre Vilar, la «histo-
formaciones internas en Europa. Se trata simplemente de que, con ria total» no consiste en la tarea imposible de «decirlo todo sobre
Marx y Maurice Dobb, consideramos esencial tomar en serio la todo», sino «solamente en decir aquello de que el todo depende
diferencia entre las dos vías de desarrollo del capitalismo —aqué- y aquello que depende del todo»,^ cosa perfectamente factible in-
lla en que un sector de la clase mercantil se apodera de la pro- cluso en un trabajo parcial y monográfico. La defensa de la sín-
ducción; y aquélla en que un sector de los mismos productores tesis histórica o de la historia total es algo legítimo.' Pero la vía
acumula capital y empieza a organizar la producción con bases que conduce a ello no debe anular, sino consolidar los estudios
capitalistas—, siendo la segunda «el camino realmente revolucio- históricos especializados: la lucha contra la especialización cerra-
nario», mientras que la otra se opuso al «verdadero régimen ca- da o exagerada no debe hacerse de tal manera que se pongan en
pitalista» y desapareció con su desarrollo.* peligro las ventajas obtenidas gracias a la especialización.' E l
Finalmente, no quedan muy claros en el texto de Wallerstein hecho de que, al estudiar la historia interna de las regiones colo-
los mecanismos concretos a través de los cuáles el sistema eco- niales, sea necesario definir sus correlaciones con la economía
nómico mundial determina en su interior las modalidades de ex- mundial, no significa que el historiador latinoamericanista tenga
plotación del trabajo en las diferentes áreas (núcleo, semiperiferia que escribir personalmente la historia económica total (y menos
y periferia). mal, ya que sería una tarea interminable...): significa apenas que
Pero lo que nos preocupa más, son las consecuencias que de
su análisis saca el autor a nivel metodológico. Afirmar que los 5. Naturalmente, Wallerstein no está solo. Puntos de vista análogos se
encuentran en Pablo González Casanova, «El desarrollo del capitalismo
únicos sistemas sociales reales son aquéllos que contienen en su
en los países coloniales y dependientes», en Pablo González Casanova, Socio-
interior lo esencial de la dinámica de su desarrollo, podría en- logía de la explotación. Siglo X X I Editores, M é d c o , 1969, pp. 251-291;
tenderse en el sentido de que el único objeto de estudio o uni- José Carlos Chiaramonte, «El problema del tipo histórico de sociedad:
crítica de sus supuestos», en Modos de producción en América latina, His-
verso de análisis legítimo estaría constituido, en la época de que toria y Sociedad, México, Segunda época, n.° 5 (primavera de 1975),
se trata (los tiempos modernos), por el «sistema económico mun- pp. 107-125; Ángel Palerm, « ¿ U n modelo marxista para la formación socio-
económica colonial?», Tercer Simposio de historia económica de América
dial europeo». Semejante toma de posición puede con mucha fa-
latina, México, septiembre de 1974 (comunicación mimeografiada).
cilidad servir de coartada al ensayismo globalizante no basado en 6. Pierre Vilar, «Historia marxista, historia en construcción. Ensayo de
investigaciones de primera mano, ya que, de hecho, es casi im- diálogo con Althusser», en Ciro F. S. Cardóse y Héctor Pérez B. (compi-
ladores). Perspectivas de la historiografía contemporánea, Secretaría de Edu-
posible llevar a cabo este tipo de investigaciones tomando como
cación Pública (Sep./Setentas), México, 1976, p. 157.
objeto totalidades tan vastas como el conjunto de la economía 7. Cf. Georges Duby, « L a historia social como síntesis», en C . F. S.
occidental (el libro de Wallerstein utiliza fundamentalmente da- Cardoso y H . Pérez B. (compiladores), op. cit., pp. 91-102; Pierre Vilar,
«Problemes théoriques de l'histoire économique», en Jacques Berque et alii,
tos de segunda mano)... Algunos sistemas se componen de ele- Aujourd'hui l'histoire, Éditions Sociales, París, 1974, p. 122.
8. Witold Kula, Problemas y métodos de la historia económica, trad. de
4. Maurice Dobb, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, trad. de Melitón Bustamante, Ediciones Península, Barcelona, 1973, pp. 79-80; tam-
Luis Etcheverry, Siglo X X I Argentina Editores, Buenos Aires, 1971, pp. 150- bién Maurice Bouvier-Ajam, Essai de méthodologie historique. Le Pavillon,
156 y en general los caps. II a V . París, 1970, cap. III.
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debe utilizar críticamente datos y análisis pertinentes elaborados contradicción en las economías coloniales consistía en que surgie-
por especialistas en otras ramas de investigación. ron como sectores productivos altamente especializados, enmarca-
Muy semejante al esquema de Wallerstein, aunque se haya dos en el proceso de ampliación de la economía mercantil, vincu-
desarrollado independientemente, es la concepción de Fernando ladas a las grandes rutas del comercio mundial; pero internamen-
Nováis acerca del «antiguo sistema colonial» (siglos xvi-xviii).^ te, las maneras mismas de producir impuestas por la lógica del sis-
Vamos a resumirla brevemente, puesto que no carece de interés tema, implicaban un mercado muy reducido. Las áreas coloniales
y se liga directamente a nuestro tema. estaban a la merced de impulsos provenientes del centro econó-
El autor define al «antiguo sistema colonial» como el siste- mico dominante, y no podían autoestimularse. A l funcionar plena-
ma colonial del mercantilismo, el conjunto de las relaciones entre mente, el sistema colonial mercantilista iba creando, por su misma
metrópolis y colonias en la época del «capitalismo comercial». Su dinámica, las condiciones de su crisis y superación: funcional en la
finalidad consistiría en propiciar la dinamización de la vida eco- era del «capitalismo comercial», se volvería un anacronismo a ser
nómica metropolitana a través de las actividades coloniales; en superado bajo el capitalismo industrial.
otras palabras, en ser un instrumento al servicio de la acumulación De nuevo las estructuras latinoamericanas aparecen reducidas
primitiva de capitales. El mecanismo que posibilitaba que tal fun- a meras consecuencias o proyecciones de un proceso cuya lógica
ción se llenara, era el del exclusivo o monopolio comercial, genera- profunda es la exterior. Pero si uno se interesa por la historia de
dor de sobreganancias. La burguesía comercial metropolitana podía Iberoamérica, por la evolución de sus sociedades, no puede quedar
apropiarse del sobreproducto de las economías coloniales —simples satisfecho con un pasaje como el siguiente:
anexos complementarios de Europa;— debido a que su monopolio
le permitía vender lo más caro posible las mercancías europeas en La esclavitud fue el régimen de trabajo preponderante en
América, y por el contrario, comprar a los precios más bajos posi- la colonización del Nuevo Mundo; el tráfico de africanos, que
la alimentó, uno de los sectores más rentables del comercio co-
bles la producción colonial. Los límites estarían dados, en el pri-
lonial. Si a la esclavitud africana agregamos las varias formas
mer caso por el hecho de que, más allá de ciertos precios, el consu-
de trabajo forzado, servil y semi-servil —encomienda, mita, «in-
mo de productos europeos se interrumpiría; mientras que, en el denture», etc.—, resulta que era muy estrecho el campo que
segundo caso, los precios pagados por la producción colonial no quedaba, en el conjunto del mundo colonial, al trabajo libre.
podrían bajar al punto de impedir el proceso productivo mismo en La colonización del Antiguo régimen fue, por lo tanto, el uní
las colonias. Para que el sistema pudiera funcionar, las formas de verso paradisíaco del trabajo no libre, eldorado enriquecedor de
explotación del trabajo deberían ser de tal tipo que permitieran la Europa.
concentración de la renta entre las manos de la clase dominante
colonial: aun cuando la mayor parte del excedente se transfería a la Dejemos de lado la inexactitud histórica de considerar la es-
metrópoli, la parte restante se concentraba, garantizando así la clavitud como «el régimen de trabajo preponderante en la coloni-
continuidad del proceso productivo y de la importación de artícu- zación del nuevo mundo», y concentrémonos en algo que nos pa-
los europeos. Por lo tanto, la adecuación de las economías colo- rece mucho más esencial. Si hoy día México y Brasil, por ejem-
niales a su centro dinámico en última instancia —el capitalismo plo, presentan estructuras internas tan diferentes entre sí, ello tie-
mercantil europeo— imponía formas de trabajo no libres. La gran ne mucho que ver con las modalidades divergentes de la explotación
del trabajo que presentaban en la época colonial. Generalizacio-
9. Fernando Nováis, Estructura e Dinámica do Antigo Sistema Colonial
(Séculos XVI-XVIII), Editora Brasiliense (Caderno Cebrap, n.° 17), Sao
Paulo, 1977'. 10. Op. cit., pp. 27-28.
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nes de semejante vaguedad, tendientes por el contrario, a asimilar tudiar en sí mismas las estructuras internas de Europa y de Amé-
la esclavitud, la mita, la encomienda, etc. a un mismo esquema, rica.
resultan no sólo inútiles, sino nocivas, si ningún esfuerzo se hace Mencionemos todavía la inconsistencia que hallamos en el he-
para aclarar la importancia de las diferencias existentes entre las cho de que un texto que, según parece, tiene la intención de ubi-
estructuras y procesos internos de las diversas regiones de América, carse en el interior de la teoría marxista, utilice una noción sin es-
cuya dinámica, aunque sí dependiente en última instancia de im- tatuto posible en dicha teoría —la de «capitalismo comercial», o
pulsos metropolitanos, en ningún caso se reduce a tales impulsos. «mercantil»—, basándose al respecto en las ideas de la escuela his-
Hay que tomar en cuenta muy seriamente el estudio de las contra- tórica francesa, heredera directa en este punto de la Escuela his-
dicciones, virtualidades y limitaciones internas presentes en las es- tórica alemana y del weberianismo."
tructuras coloniales, sin lo cual ninguna comprensión adecuada de
la historia latinoamericana es posible.
Además, como ya ocurría en el caso de Wallerstein, no sola- 2. EXPANSIÓN COMERCIAL Y TIPO D E COLONIZACIÓN
mente el peso de la acumulación colonial en la historia del capita-
lismo se exagera mucho (Nováis, en la página 12 de su trabajo, La colonización de América fue sin duda, en último análisis, una
llama al sistema colonial mercantilista «la principal palanca en la consecuencia de la expansión comercial y marítima europea, un as-
gestación del capitalismo moderno» y considera que la explotación pecto del gran proceso de constitución de un mercado mundial.
colonial fue «elemento decisivo en la creación de los pre-requisitos Dicha colonización, y los procesos de descubrimiento y conquista,
del capitalismo industrial»), a la manera de Eric Williams," sino no hubieran podido ocurrir sin la asociación entre intereses priva-
que la historia no aparece en el texto de Nováis como un proceso dos de diyersos tipos (de comerciantes, aventureros en busca de
«histórico-natural». Tenemos la impresión molesta de habérnoslas riqueza y posición, nobles con altos puestos burocráticos) e intereses
con una entelequia, un elemento suprahistórico que organiza, asig- públicos (las monarquías Racionales, a cuyo aparato con frecuencia
na y decide. En otras palabras, el esquema del «antiguo sistema co- se asociaba la Iglesia). Tal vinculación tenía diversas razones: la
lonial» huele fuertemente a un enfoque teleológico o finalista.'^ necesidad de movilizar recursos muy cuantiosos parafinanciarexpe-
Ahora bien, el sentido de la historia no es más que una reconstruc- diciones lejanas de descubrimiento o conquista, y posteriormente la
ción a posteriori: en ningún caso se trata de un principio modelador necesidad de defender las colonias; los grandes riesgos implicados
a priori de los procesos y, por lo tanto, explicativo de los mismos. en aventuras de ese tipo; la inexistencia al principio de formas de
Decir que el sentido del sistema colonial mercantilista fue prepa- empresas mercantiles capaces de concentrar los inmensos recursos
rar el advenimiento del capitalismo industrial moderno no explica mencionados y enfrentar los riesgos; el mantenimiento por la fuer-
para nada la racionalidad que aquel sistema presentaba para los za del sistema de monopolios sin el cual no podía funcionar la ac-
hombres que fueron sus contemporáneos. Si queremos ver claro en tividad mercantil de entonces. Surgidas en este contexto, las rela-
ello, es necesario, además del conjunto y de las interrelaciones, es- ciones entre metrópoli y colonia estuvieron regidas por el sistema
del «exclusivo» o «pacto colonial», a través del cual cada metrópoli
11. Eric Williams, Capitalism and Slavery, Chapel Hill, 1944 (trad. cast.: se reservaba el monopolio del comercio de sus colonias, a la vez
E d . Siglo Veinte, Buenos Aires); para la crítica de las concepciones de
Williams al respecto, ver Frangois Crouzet (organizador), Capital Formation 13. A l respecto ver principalmente Horacio Ciafardini, «Capital, co-
in the Industrial Revolution, Methuen, Londres, 1972. mercio y capitalismo: a propósito del llamado "capitalismo comercial"», cu
12. Esto ya fue notado por Jacob Gorender, O Escravismo Colonial, Modos de producción en América latina. Cuadernos de pasado y presente,
Editora Atica, Sao Paulo, 1978, pp. 121-122, 507-508. tí." 40, Siglo X X I Editores, México, 1977', pp. 111-134.

11. — CARDOSO, I
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que estas últimas tenían garantizado el mercado metropolitano y la que el intercambio nunca fue «nulo»), no es menos exacto
el apoyo naval de la potencia colonizadora. Por otra parte, las es- que muy tarde todavía, en los siglos xvii y xviii, la sociedad
tructuras económicas coloniales se orientaban a una complementari- rural proveniente del feudalismo vivió en gran medida sobre sí
dad con respecto a las de la metrópoli. En la práctica, el rigor del misma, con un mínimo de intercambios y pagos en moneda. La
monopolio fue compensado o disminuido por un importante comer- comercialización del producto agrícola siempre fue muy par-
cial. Ahora bien, en el capitalismo avanzado, todo es mercan-
cio ilícito, por la piratería y por la presión de los intereses radica-
cías. En este sentido, ¿cómo hablar de «capitalismo» en el si-
dos en la colonia contra algunos de sus aspectos. La colonización se
glo XV, o aun en lo relativo al siglo xviii francés?
orientó esencialmente hacia la constitución de sistemas productivos
destinados a abastecer el mercado europeo con metales preciosos y
En otras palabras, creemos que la economía de los tiempos mo-
productos tropicales (alimentos de lujo, materias primas). Se crea- dernos (de la mitad delsigló xv hasta la segunda mitad del si-
ron diversos núcleos exportadores, y a su alrededor se articularon glo xviii) es fundamentalmente precapitalista, lo que se aplica a
en seguida otras zonas productivas, subsidiarias, secundarias o Europa, al mundo colonial a ella sometido, y al incipiente mercado
marginales. mundial. E l capitalismo como modo de producción se está gene-
De una manera extremadamente simplificada, éstos serían los rando entonces, pero no se instalará plenamente —y menos aún
rasgos más visibles del sistema colonial mercantilista." La inter- será dominante— antes de la revolución industrial. Esto no quiere
pretación que se proporcione de dicho sistema, más allá de su decir, en absoluto, que neguemos la importancia primordial de la
simple exposición descriptiva, dependerá en esencia de lo que se extensión de los intercambios, del proceso mercantil, en la for-
crea acerca de la naturaleza de la economía de los tiempos moder- mación del capitalismo: lo que sí negamos es cualquier especie de
nos. En cuanto a este punto, apoyamos las afirmaciones de Pierre «capitalismo comercial». E l capital mercantil había ya existido en
Vilar: otras épocas de la historia. Su eficacia en la disolución del estado
de cosas precapitaUsta en Europa occidental durante los tiempos
No se debe emplear sin precaución la palabra «burguesía» modernos fue el resultado de que actuaba entonces en un am-
y debe evitarse el término «capitalismo» mientras no se trate biente muy distinto al del antiguo imperio romano o al de la Edad
de la sociedad moderna en la cual la producción masiva de Media, debido a cambios profundos que se estaban operando en
mercancías reposa en la explotación del trabajo asalariado del
la esfera de la producción. E l proceso de acumulación previa de
no propietario por los propietarios de los medios de produc-
ción. (...) capitales de hecho no se limita a la explotación colonial en todas
En fin, si bien es cierto que no se debe exagerar el carácter sus formas; sus aspectos decisivos de expropiación y proletariza-
«cerrado», «natural», de la economía feudal en sus orígenes (en ción se dan en la misma Europa, en un ambiente histórico global al
cual por cierto no es indiferente la presencia de los imperios ultra-
marinos. La superación histórica de la fase de la acumulación pre-
14. Cf. Frédéric Mauro, La expansión europea 1600-1870, Labor, Barce- via de capitales fue, justamente, el surgimiento del capitalismo
lona, 1968; Pierre Deyon, Los origenes de la Europa moderna: el mercan-
tilismo. Península, Barcelona, 1970; Richard Konetzke, América latina 11, como modo de producción: '*
La ¡Época colonial, vol. 22 de la Historia universal Siglo X X I , Siglo X X I ,
M a d r d , 1972^ Charles Gibson, España en América, Grijalbo, Barcelona,
1976; Guillermo Céspedes, América latina colonial hasta 1650, Sep./Setentas, Llegamos aquí al aspecto dialéctico del fenómeno: la acu-
México, 1976. mulación primitiva de capital engendra su propia destrucción.
15. Pierre Vilar, « L a transition du féodalisme au capitalisme», en
Charles Parain et alii, Sur le féodalisme, Éditions Sociales, París, 1971,
pp. 36-37. 16. Op. cit., p. 44.
164 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA EL MUNDO COLONIAL 165

En una primera fase, el alza de los precios, la expansión de los ciendas mexicanas, etc.), zonas relajiyamente marginales (como la
impuestos reales, los empréstitos principescos estimulan los usu- Amazonia, Costa Rica, etc.), tienen cierta importancia. Pero de
reros y especuladores; pero,finalmente,en grados diversos según hecho en muchos casos estas funciones productivas distintas se
los países, las tasas medias del interés y de los beneficios es-
superponen en el espacio, y de cualquier manera una tipología
peculativos tienden a igualarse y a bajar. Es preciso entonces
realmente explicativa no puede basarse solamente en la esfera de
que el capital acumulado busque otro medio de reproducirse. Es
la circulación, sin mirar hacia la producción y la estructura social.
preciso que los poseedores de dinero —que habían permane-
cido relativamente al margen de la sociedad feudal— invadan 3.° Según los tipos de producción. — É s t o s dependen en me-
el cuerpo social entero, que asuman el control de la producción. dida considerable de los datos geográficos y de los recursos natu-
rales, variables de una zona a otra en América. Tendríamos —to-
Si esta es la manera en que vemos la economía de los tiempos mando en cada caso sólo el sector productivo más importante—
modernos, es evidente que, en nuestra opinión, la colonización de colonias mineras (México, Perú y alto Perú, la región aurífera del
América^ en la época del mercantilismo sólo^ podría engendrar so- intenoTde Brasil en el siglo xviii, etc.), colonias exportadoras, de
ciedades coloniales precapitalistas. Per6~éstas sociedades no eran proíluctos tropicales (el Brasil agrícola, México tropícalT Guatema-
todas del misino tiporSegúnTos criterios que se elijan para su cla- la, láFAhlinas yXIüayanas, etc.), colonias^productoras^de alimem^^
sificacción, pueden ser construidas diversas tipologías. Menciona- para los mismos mercados de América" (Chile, Nueva Inglaterra, la
mos las más usuales. zona ganadera del Nordeste o del Sur del Brasil, etc.). Con este cri-
1.° Según las potencias colonizadoras. — Se hará entonces la terio ya podemos construir un cuadro más interesante, dado que
diferencia entre los imperios coloniales de Portugal, Francia, Es- los tipos de producción tienen gran influencia sobre las técnicas,
paña, Inglaterra y Holanda en América. Se trata de un criterio la organización social, etc.
débil. Es cierto que ciertas diferencias importantes entre distintas 4. ° Según la cuestión de la mano de obra y del carácter de la
áreas coloniales resultaban de los niveles heterogéneos de evolu- colonización. — En la época precolombina, podemos distinguir
ción económico-social de las potencias metropolitanas," como de una zona nuclear de poblamiento indígena (comprendiendo las
su mayor o menor poder mihtar y naval. Pero si tomamos el Bra- áreas mesoamOTcana y andina), la única que contenía grandes
sil azucarero (colonia portuguesa) y las Antillas francesas e ingle- concentraciones demográficas y un nivel agrícola relativamente de-
sas productoras de azúcar, tendremos colonias esclavistas esencial- sarrollado; y el resto del continente, que aunque muy heterogénea-
mente similares entre sí, aunque colonizadas por tres países dife- mente, presentaba un poblamiento menos denso de agricultores
rentes. primitivos, cazadores y recolectores. En la zona nuclear, la con-
2.° Según el grado de vinculación al mercado mundial. — He- quista significó una redistribución de los factores productivos fun-
mos visto que las distinciones entre núcleos exportadores que pro- damentales (tierra y trabajo), y la colonización se basó en la ex-
ducen metales preciosos y productos tropicaleFpara venderlos a Eu- plotación de las comunidades indígenas, parcialmente desposeídas
ropa, zonas subsidiarias volcadas hacia el mercado local o inter- de sus tierras y obligadas a trabajos forzados a través de procedi-
coloniaí (el área ganadera de Brasil, complemento de la zona azu- mientos diversos; aunque la esclavitud negra no estuvo ausente del
carera; la producción chilena de trigo, vendida al Perú; las ha- todo, las sociedades resultantes fueron sobre todo euroindigcnas
(México, Perú, Guatemala, etc.). En el resto del continente, pode-
17. Cf. Ciro F. S. Cardoso, «Propriété de la terre et techniques de mos distinguir dos alternativas principales: 1) allí donde las con-
production dans les colonies esclavagistes de l'Amérique et des Carailjes au diciones naturales permitían el desarrollo de cultivos tropicales de
XVIII' siécle», en Cahiers des Amériques latines (serie «Sciences de I'Homme»,
n.° 13-14), París, 1976, pp. 129-151. exportación, tras la desposesión de los grupos indígenas, que fueron
166 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA
E L MUNDO COLONIAL 167
expulsados, esclavizados y diezmados, la importación masiva de lonia —que con frecuencia utiliza sus actividades para obtener ac-
esclavos africanos llevó a la constitución de sociedades principal- ceso "a la clase propietaria, verdadero grupo dominante colonial—
mente euroafricanas (Brasil, Antillas, Guayanas, porciones de Amé- actúa como intermediaria entre la producción y el consumo. Debi-
rica española continental); 2) donde las condiciones naturales se do a la escasez de moneda y al hecho de que el proceso productivo
aproximaban a las de las zonas templadas de Europa, tras la con- se da según un ciclo largo (año agrícola), mientras la necesidad de
quista y la desposesión de los grupos indígenas, se constituyeron bienes importados se hace sentir con regularidad en el tiempo, el
colonias de poblamiento a partir de una inmigración europea más circuito mercantil se realiza en dos momentos diferentes en el
o menos importante (a veces ya en pleno siglo xix, fuera de la tiempo: los comerciantes anticipan a los productores mercancías
época colonial), y surgieron sociedades euroamericanas (Costa Rica, europeas importadas, las cuales serán pagadas con mercancías para
la zona pampeana, etc.). Esta tipología nos servirá de base para la exportación. Aunque todo el ciclo entre mercaderes y productores
exposición de las estructuras económicas básicas en este capítulo, de la colonia se puede completar sin que intervenga dinero metá-
aunque sin-perder de vista totalmente las anteriormente menciona- lico (la fórmula de esa circulación es: mercancía-dinero-mercancía,
das. Es cierto que admite casos intermedios (Colombia, Venezue- o M-D-M; pero el dinero asume aquí la forma de crédito, de anti-
la, etc.) y casos especiales, por ejemplo las zonas de tránsito como cipo de mercancías sobre mercancías futuras), el autor señala que
Panamá.'* no se trata de trueque, sino de una verdadera circulación de mer-
cancías, hecha según una forma mercantil de tipo secimdario. Di-
cha forma implica una interdependencia entre productor y comer-
3. L A CIRCULACIÓN E N L A ECONOMÍA C O L O N U L ciante, creando tma cadena de intercambios que une un productor
específico a un comerciante igualmente específico: no hay un mer-
De una manera general, los procesos productivos de América cado anónimo, sino forzoso; regulado no por la oferta y la de-
latina y el Caribe en la época colonial han sido mucho mejor es- manda, sino solamente por la demanda exterior cuyo representante
tudiados que el proceso de circulación que les corresponde. Re- o agente en la colonia es el mercader. E l movimiento mercantil en-
cientemente, Marcello Carmagnani ha intentado formalizar los flu- tre América latina y el mundo ya se da según la forma mercantil
jos mercantiles en el mundo colonial; se trata de un esfuerzo im- de tipo primario (cuya fórmula es D-M-D: dinero-mercancía-dine-
portante, que sintetizaremos a continuación," en el cual se nota la ro). Los representantes en el puerto de la clase mercantil europea
influencia de Witold Kula.'° (capitanes de los barcos, agentes) intercambian mercaderías euro-
Según Carmagnani, la circulación asume, en una colonia, la for- peas (telas, hierro y otros implementos, alimentos de lujo, etc.), an-
ma de dosflujoscomplementarios: el de productos de exportación teriormente compradas con dinero en Europa, por mercaderías co-
de la unidad productiva al puerto, y el de mercaderías importadas loniales (azúcar, plata, cacao, etc.), que se realizarán en dinero en
del puerto a la unidad de producción. La clase mercantil de la co- Europa. Como los comerciantes europeos que se dedican al comer-
cio de ultramar tienen que mantener buena parte de su capital in-
18. Para una explicación más detallada, cf. C . F. S. Cardoso y Héctor movilizado en forma de mercancías durante largos meses, deben
Pérez Brignoli, Los métodos de la historia, Crítica, Barcelona, 1977S cap. V .
obtener una tasa más alta de ganancia comercial que los que se
19. Marcello Carmagnani, Formación y crisis de un sistema feudal.
América latina del siglo XVI a nuestros días, trad. de Félix Blanco, Siglo X X I dedican al comercio en Europa. Ello, y también la ganancia de la
Editores, México, 1976, pp. 32-44. clase mercantil colonial, se vuelve posible, en la explicación de
20. Witold Kula, Théorie économique du systeme féodal, París-La Haya,
1970 (traducido del polaco; existe también una traducción al castellano). Carmagnani, porque las mercancías coloniales tienen un alto valor
E n Carmagnani se percibe también la influencia de la antropología económica. en horas de trabajo, pero un bajo costo en moneda (ya que son pro-
168 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA E L MUNDO COLONIAL 169

ducidas con mano de obra esclava o servil, y mediante la explotación pos de exploración y de conquista cedMQ el paso
de recursos naturales obtenidos gratuitamente en la mayoría de los electivo. Éste, derivado en gran parte de la experiencia de la re-
casos), inferior al de las mercancías europeas. En cuanto a la finan- conquista ibérica, se basó en la fundación de una red de ciudades
ciación del proceso productivo, los dueños de las unidades de pro- extendidas a lo largo y ancho del continente conquistado que cons-
ducción utilizan sus bienes inmobiliarios valorizados por el trabajo tituía la espina dorsal del sistema administrativo y militar, canali-
servil para obtener de la Iglesia o de comerciantes préstamos bajo zando las actividades económicas que proporcionaban la mayor ri-
hipoteca. queza. En los treinta años señalados se consolida la organización
Jacob Gorender,^' a su vez, insiste sobre el hecho de que «el política y estatal, a través de los virreinatos de Nueva España
régimen de circulación mercantil basado en el precio de monopolio I (1535) y del Perú (1551); el sistema de flotas, que dominará el
era el único que convenía, desde el punto de vista estructural», al comercio colonial hasta el siglo xviii hace su aparición en 1543;
mismo tiempo a los sistemas de producción precapitalistas latino- las Leyes Nuevas ponenfin,en 1542, a la explotación irrestricta
americanos y «al capital mercantil precapitalista de Europa». La de la mano de obra aborigen dando paso a la encomienda de tri-
Corona (monopolios reales, impuestos), los mercaderes y los plan- butos y al repartimiento de indios. Porfinse descubren las gran-
tadores coloniales se disputaban constantemente la participación 1 des minas de plata de Potosí (1545) y Zacatecas (1546) lo cual
más ventajosa posible en la renta generada por la producción colo- inaugura, con la introducción del procedimiento de la amalga-
nial. ma con mercurio, la inusitada prosperidad minera que coronará
el siglo XVI y los albores del xvii.
* * *
El mundo colonial hispanoamericano no asistirá a otra mu-
tación semejante sino en la segunda mitad del siglo xviii, en el
A l inicio de esta sección abordamos la naturaleza problemática marco de las reformas borbónicas. La reorganización administra-
de la economía colonial, exploramos diferentes tipologías, y los vi- tiva a todos los niveles (nuevos virreinatos, sistemas de intenden-
vos debates teóricos asociados a estos temas. Pasamos luego a de- cias, etc.); el «Hbre comercio» dentro de los cánones mercantilis-
finir la circulación económica en el sistema colonial, el monopolio tas (fin del monopolio gaditano y del sistema de flotas); una in-
y la organización mercantilistas, y el carácter peculiar de los flujos tensa diversificación económica (ganadería y cultivos de exporta-
de intercambio internos. Es hora de adentrarnos, en las páginas que ción, reactivación de la minería); y un profundo reordenamiento
siguen, en las estructuras de la producción y la fisonomía propia fiscal; fueron los aspectos más relevantes de una nueva política
de las sociedades coloniales. imperial, implantada demasiado tarde como para perdurar y dete-
ner una erosión del poder español ya secular.
Las transformaciones de mediados del siglo xvi fundan, so-
B) SEÑORES E INDIOS: MINAS Y HACIENDAS bre bases duraderas, un vasto imperio colonial. Las del siglo xviii,
E N L A AMÉRICA ESPAÑOLA inevitablemente frustradas, constituyen más que todo un prelu-
' dio a la independencia.
A mediados del siglo xvi —entre 1540 y 1570—, la coloniza- La inmensidad de los territorios colonizados, la diversidad de
ción española adquirió caracteres plenamente defirúdos; muchos ambientes físicos y humanos, el nivel tecnológico de los euro-
de esos rasgos se reconocerán todavía en el siglo xviii. Los tiem- peos, entre muchos otros factores, determinaron estructuras so-
cioeconómicas que sólo estuvieron plenamente definidas en las
21. J . Gorender, op. cit., pp. 489-537. zonas densamente pobladas de Mesoamérica y los altiplanos andi-
170 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA EL MUNDO COLONIAL 171

nos. Entre esas áreas nucleares y los confines del imperio existió la encomienda de servicios en encomienda de tributos) y, a través
una variada gama de asentamientos, en los cuales el funciona- del control de la mano de obra indígena, impidió la formación de
miento del régimen colonial se apartó del patrón general. La va- una poderosa aristocracia indiana. Los colonizadores, si bien no
riedad de estructuras sociales, la mayoría de las cuales no ha sido lograron la totalidad de los privilegios de las turbulentas fases ini-
todavía hoy bien esclarecida por la investigación histórica, consti- ciales de la conquista, pudieron disponer de cuantiosas riquezas.
tuye un rasgo de primera importancia en el conjunto de Hispa- Lajglesia, con los indios congregados en pueblos y reducciones
noamérica. Debe notarse que ni siquiera en las zonas nucleares pudo llevar a cabo la misión evangelizadora y también gozar de
existió un régimen tan claramente definido como lo fue el de la importantes fortunas terrenales. En el conjunto, el sistema de ex-
plantación esclavista en las costas de Brasil o el Caribe de los si- plotación de la mano de obra era, comparado con la esclavitud,
glos XVII y XVIII. No es necesario insistir en las implicaciones mucho más rentable y menos riesgoso a cortó y largo plazo. No
teóricas de esta situación. El debate abierto sobre el carácter de exigía los desembolsos de capital inicial para la adquisición de
esas estructuras coloniales parece muy lejos todavía de acercarse
esclavos, la preocupación por los costos de subsistencia de los in-
a solución alguna.^
dígenas fue mínima, y, aun bajo los efectos de la catástrofe de-
mográfica, el sistema se reproducía. Su secreto residió en algo
que no conocemos bien: el funcionamiento de las comunidades
1. Los SISTEMAS D E TRABAJO ^ indígenas. E l reordenamiento de mediados del siglo xvi les otorgó
tierras, las dotó de una organización urbana y administrativa cal-
Las Leyes Nuevas de 1542 y las disposiciones relativas al re- cada de los hábitos y costumbres españolas, les exigió tributos en
partimiento (1548) delinearon un sistema de explotación de la especie y moneda (que la Corona cedió en parte, a los antiguos en-
mano de obra indígena que implicaba una transacción entre los comenderos) y prestaciones rotativas de trabajo. Esto último cons-
intereses de la Corona, la Iglesia y los conquistadores. Aquélla tituía el repartimiento,^* destinado a trabajos de construcción ur-
logró asegurarse ingresos fiscales de importancia (al transformar bana y al laboreo de tierras y minas. Remunerados al menos en la
ley, aunque a tasas más bajas que el salario libre, el sistema im-
22. Cf. Ciro F. S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli, Los métodos..., plicó, muchas veces, traslados masivos de población a distancias
cap. III.
considerables. Las mitas destinadas a las minas de plata de Potosí
23. Cf. Juan y Judith Villamarín, Iridian Labor in Mainland Colonial
Spanish America, Latin American Studies Program, University of Delaware, y de mercurio de Huancavelica, establecidas en los años 1570,
1975; Marvin Harris, Raza y trabajo en América, trad. M . Gerber, Edi- constituyen dos ejemplos de funcionamiento del sistema de re-
ciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1973, pp. 7-74. Existen importantes estu-
dios de casos: Charles Gibson, Los aztecas bajo el dominio español (1Í19- partimiento a una escala inigualada en otras regiones de Hispa-
1810), trad. Julieta Campos, Siglo X X I , México, 1967; Lesley Byrd Simpson, noamérica, y con una duración que cubre el período colonial casi
Los conquistadores y el indio americano, trad. E . Rodríguez V . , Península,
íntegramente. En el siglo xvi la mita de Potosí exigía anual-
Barcelona, 1970; Eduardo Arcila Farias, El régimen de la encomienda en
Venezuela, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1966^; Nicolás Sán- mente 13.500 trabajadores que provenían de 16 provincias cir-
chez Albornoz, Indios y tributos en el Alto Perú, Instituto de Estudios pe- cunvecinas. La de Huancavelica exigió, en la misma época, hasta
ruanos, Lima, 1978; John H . Rowe, «The Inca Under Spanish Colonial
Institutions», en Hispanic American Historical Review, vol. 37, 1957, 620 indios mitayos. Aunque con la declinación de los rendimien-
pp. 155-199; Silvio Zabala, Fuentes para la historia del trabajo en llueva
España (1Í75-1805), F . C . E . México, 1939-1946, 8 vols.; Mario Góngora, 24. Llamado también coatequil en México, mita en Bolivia y Perú,
Origen de los «Inquilinos» de Chile central, Editorial Universitaria, San- minga en Ecuador, mandamiento en Guatemala, en Colombia mita si era
tiago, 1960; del mismo autor, Encomenderos y estancieros. Editorial Univer-
en las minas, alquiler en trabajos urbanos y concertaje en los agrícolas, cf.
sitaria, Santiago, 1970.
Villamarín, op. cit., p. 17; Harris, op. cit., p. 37.
172 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA EL MUNDO COLONIAL 173

tos en las minas, y el descenso de la población, el número de mi- riados en múltiples actividades. Uno de los contrastes más ex-
tayos disminuyó, la odiada mita de Potosí persistió hasta la In- traordinarios en cuanto a los sistemas laborales se encuentra al
dependencia.^ comparar el trabajo minero en México y Perú." En el primer
En menor escala, el sistema de repartimiento funcionó en caso, el peón libre predominó desde el siglo xvi; en el segundo la
todas las regiones de Hispanoamérica que contaban con poblacio- mita se mantuvo hasta la independencia. La situación parece de-
nes indígenas sedentarias, más o menos densas, una vez pasados berse, en el caso mexicano, a la ubicación dispersa y lejana y al
los estragos de la conquista. El cuadro 4 da una idea rápida, para carácter fronterizo de las minas, en relación a las áreas más densa-
éste y otros sistemas de trabajo, de las áreas geográficas, el sector mente pobladas, en un contexto de fuerte descenso de la pobla-
de actividad y el lapso cronológico en que predominaron. ción.^'
El repartimiento fue, al menos entre 1550 y 1650, la rueda La decadencia del repartimiento originó, desde el siglo xviii,
maestra en la explotación de la mano de obra indígena.^ EFdés- la difusión del peonaje por deudas y otras formas de sujeción
censó de la población, la decadencia de las minas y la'creciente im- personal. En muchos casos, el mismo trabajo libre retrocedió en
portancia de la propiedad terrateniente, abrió paso a un sistema beneficio de relaciones serviles. E l proceso señalado fue paralelo
más próximo de la servidumbre personal, que databa de los ini- a una privatización paulatina de las tierras realengas y aún de las
cios de la colonización. Nos referimos al yanaconaje peruano, y a comunidades indígenas, por lo cual puede afirmarse que (en el
los gañanes, naboríos y laboríos, de México y Mesoamérica. En largo plazo) el control de la mano de obra pasó cada vez más a
este caso, el indio y su familia dejaban en forma permanente su manos privadas.
comunidad para vivir en la hacienda; se conocen situaciones en Hemos dicho ya que las comunidades indígenas constituían el
las cuales la venta de las tierras implicaba también la de los in- eje principal de los sistemas ^e~trábajo qué estuvieron en acción
dios que en ellas habitaban. E l sistema se desarrolló en Perú entre 1550 y el fin del período colonial. Su origen está claramente
desde el siglo xvi, pero en México no cobró importancia hasta el establecido: se trata de las «congregaciones» y «reducciones» or-
siglo xviii.^ Con el tiempo, la sujeción por deudas, im mecanis- denadas por la Corona en la segunda mitad del siglo xvi.® Pero
mo que se transferirá al siglo xix, constituyó el vínculo por anto-
nomasia entre el terrateniente y sus peones (sistema del peo-
27. Cf. David Brading y Harry E . Cross, «Colonial Silver Mining:
naje). México and Perú», en Hispanic American Historical Review, vol. 52, 1972,
El trabajo libre existió en^todagjas.jegiones y durante todo pp. 545-579.
28. Villamarín, op. cit., pp. 33-34.
el penoHó" colonial; "péfóTlpese aTos esfuerzos legales de la Corona 29. E n Perú fueron dispuestos por el Virrey Toledo en 1570-1580, cf.
por extenderlo nunca sobrepasó un carácter excepcional. Mesti- Nathan Wachtel, Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista
zos, españoles y criólos" póbfése indios, trabajaron como asala- española (1530-1570), trad. A . Escohotado, Alianza Editorial, Madrid, 1976,
pp. 154-226, especialmente p. 216, n. 15 para las características urbanas de
las congregaciones. Sobre la estructura interna de las comunidades andinas,
cf. Fernando Fuenzalida, « L a estructura de la comunidad de indígenas tradi
25. Cf. John Lynch, Administración colonial española 1782-1810, trad.
cional», en Robert Keith et alii, La Hacienda, la comunidad y el campesino
G . Tjarks, Eudeba, Buenos Aires, 1967^ pp. 165-189.
en el Perú, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1970, pp. 61-104. E n el
26. Fran^ois Chevalier, La formación de los grandes latifundios en Mé- Valle de México las reducciones ocurrieron en la segunda mitad del siglo xvi
xico, en Problemas agrícolas e industriales de México, vol. 8, n.° 1, México, y comienzos del xvii, cf. Charles Gibson, Los aztecas..., pp. 288-306. Para
1956; Woodrow Borah, El siglo de la depresión en Nueva España, trad. M . E . una visión global del proceso en México, elaborada resumiendo la bililio-
Hope de Porter, Sep./Setentas, México, 1975. La cuestión del endeuda- grafía disponible, cf. Enrique Semo, Historia del capitalismo en México.
miento ha sido muy discutida en los últimos años; la mayoría de los autores Los origenes, 1521-1763, Era, México, 1973, pp. 70-99. Varias fuentes IcgaK-s
tienden en la actualidad a minimizar la importancia económica de las de interés están reproducidas en Enrique Florescano, Estructuras y prohlemus
deudas y subrayan más bien la humillación social que ellas implicaban. agrarios de México (1500-1821), Sep./Setentas, México, 1971, pp. 49-67.
CUADRO 4
4^
Los sistemas de trabajo en Hispanoamérica colonial
(siglos XVI-XVIII)

Sector de Siglos O
Area Región actividad XVI XVII XVIII 2
>
w
n
o
Valle de México Agricultura E -R z

Drenaje urbano R g
Oaxaca Agricultiura R n
>
México Minería R
Yucatán Agricultura E
y Artesanía >
Norte
s
Agricultura •F
Minería R- •F 2
n
>
Guatemala Agricultura E -R
El Salvador S I—I

Centro Honduras Agricultura s


América Nicaragua Minería ¿E- -R - -?
Costa Rica Agricultura s
-R

Costa Agricultura S
de subsistencia E
Venezuela Agricultura
de exportación EA
Llanos Ganadería -F

Altiplano Agricultura R
Colombia oriental Minería (Tolima) R
Minería (Popoyán) EA
Urbano R

Altiplano Agricultura n
R O
Ecuador P O
z
Minería R >
Textiles R Ir'
Costa Agricultura SA

Altiplano Agricultura E
Perú- P
Bolivia Minería R
Textiles R
Costa Agricultura EA
•vi
j
I
CUADRO 4: Continuación
os
Sector de Siglos
Area Región actividad XVI xvii xvin
E o
Central Agricultura S- 2
>
Chile P w
Norte Minería E n
§
Norte Agricultura -R - s
Argentina y Centro Artesanías ¿P >
Río Ganadería -F
de la Plata EA
>
Paraguay Paraguay Agricultura
urbano
>
REFERENCIAS: E: Encomienda; S: Esclavitud indígena; EA: Esclavitud africana; R: Repartimiento; P: Peonaje o
yanaconaje; F: Trabajo libre.
ADVERTENCIA: El cuadro es una versión ampliada y modificada del que aparece en Juan y Judith Villamarín,
I«</¿á« Laéor..., Op. «/., p. 2. Las líneas punteadas indican modificaciones en el sistema de trabajo; los signos de
interrogación, inseguridad en cuanto a si la evolución ha sido la que se indica, Debe notarse que un cuadro como este
es necesariamente imperfecto, y sacrifica la exactitud en aras de un panorama general rápido.
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178 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA EL MUNDO COLONIAL 179

tura interna sólo permitió dos alternativas de cambio: la destruc- c) el principio de que la ocupación prolongada creaba dere-
ción, por la disminución de la población y la emigración; la pulve- chos, lo que, conjuntamente con la necesidad constante de fondos
rización de la propiedad, a través del minifundio individual, la para el tesoro real, llevó a diversos sistemas y expedientes que
reducción de las tierras y el aumento demográfico. Ambas alterna- permitían legalizar a posteriori la posesión de tierras realengas o
tivas se han observado en la lucha secular de las comunidades por indígenas usurpadas, a través del pago de una suma a la Corona
su supervivencia. Otro elemento debe agregarse todavía. La es- («composición de tierras»);
tricta segregación racial intentada inicialmente por la Corona, no d) la idea de que los pueblos de indios debían disponer de
tuvo éxito y la difusión del mestizaje complicó crecientemente el tierras suficientes, para garantizar la reproducción de la fuerza de
esquema dual: república de los españoles-república de los indios, trabajo y el pago de los tributos;
con que soñaba la administración colonial. E l resultado fue que e) el bloqueo agrario de los mestizos, de hecho sino de de-
en el siglo xviii la penetración de foráneos en los pueblos de in- recho, lo cual canalizaba a este sector de la población hacia la ar-
dios, y la emigración de comuneros fueron fenómenos permanen- tesanía o formas variadas de subocupación urbana, o, más fre-
tes.** En este proceso lento de desagregación, las comunidades su- cuentemente, hacia asentamientos rurales precarios, en territorios
pervivieron económicamente mientras dispusieron de tierras; cul- de las haciendas o colindantes.
turalmente proporcionaron una identidad al campesinado de los El acaparamiento de tierras comenzó en el siglo xvi, benefi-
Andes y Mesoamérica durante largo tiempo todavía. ciando primero a encomenderos y burócratas, y más tarde a mine-
ros y comerciantes. No existió vinculación jurídica alguna entre
la adjudicación de encomiendas y las donaciones de tierras,^ pero
2. L A TIERRA Y LOS RECURSOS NATURALES en los hechos se pueden señalar abundantes coincidencias.El
proceso generalizado de apropiación de las tierras y el surgimiento
La política agraria colonial obedecía a cinco principios bási- de las haciendas se localiza, por lo general, en el siglo xvii, y se
cos: lo considera un resultado de la catástrofe demográfica y del des-
a) señorío de la Corona española, por derecho de conquista, censo de la producción minera.'* En la formación de la gran pro-
sobre la totaUdad de las tierras: la única manera legal de obtener- piedad, la Iglesia, sobre todo a través de las órdenes religiosas
las era mediante una merced, concedida en nombre del rey por cumplió un papel fimdamental. Las donaciones piadosas (tierras,
autoridades capacitadas, y debidamente confirmada, sin esto úl- rentas perpetuas, capellanías, etc.), las compras y usurpaciones, y
timo la ocupación era simple usurpación y el lote en cuestión de- la eficiencia administrativa, permitieron a esta institución acumu-
bía teóricamente volver a integrar las «tierras realengas»;
b) la tierra como aliciente para impulsar la conquista y la
colonización, por la posibilidad que tenía el colono de convertir- 36. Cf. Silvio Zavala, La encomienda indiana, Madrid, 1935 (Porrúa,
México, 1971^).
se en latifundista; 37. Florescano, op. cit., pp. 68 y ss.; Chevalier, op. cit., n. 26; Gibson,
Los aztecas...
38. Esta es la tesis derivada de la gran obra de F. Chevalier (n. 26);
1930, At the University Press, Cambridge, 1971, p. 285. R. Keith encuentra un proceso algo parecido en el valle de Chancay,
34. Cf. Magnus Morner, Estado, razas y cambio social en la Hispano- cf. R. Keith et alii, op. cit., pp. 13-60. Una visión matizada de la tesis de
américa colonial, Sep./Setentas, México, 1974. Chevalier se encuentra en el importante estudio de Magnus Mórner, «La
35. Severo Martínez Peláez, La Patria del Criollo, Editorial Univer- hacienda hispanoamericana: examen de las investigaciones y debates re-
sitaria, Guatemala, 1971, pp. 143-166, hemos variado levemente la presen- cientes», en Enrique Florescano (coordinador). Haciendas, Latifundios y
tación del tercer principio. Plantaciones en América latina, Siglo X X I , México, 1975, pp. 15-48.
180 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA
EL MUNDO COLONIAL 181

lar la mayor fortuna territorial del mundo colonial. Debe notarse


en otros casos, impera una situación generalizada de autosuficien-
que la propiedad eclesiástica no era alienable.
cia y de economía cerrada. Cronológicamente, se muestra a veces
Los terratenientes lucharon durante todo el período colo-
una alternancia de ambas experiencias. En todo caso, es aventura-
nial, por la obtención de mayorazgos (y el consiguiente título no-
do mientras no se disponga de un mejor conocimiento, la genera-
biliario). Aunque hubo una política general de reticencia, éstos
lización de un patrón de comportamiento que sabemos mues-
alcanzaron alguna frecuencia en los siglos xvii y xviii. No deja
tra grandes variantes regionales. La rentabilidad derivaba, íntegra-
de ser significativo que, tanto en México como en Perú, es du-
mente, del control sobre la fuerza de trabajo y la abundancia de
rante la segunda mitad del siglo xviii cuando los títulos de noble-
tierras; es evidente que, cuando no hay desembolsos monetarios
za fueron más solicitados —y no sólo por latifundistas—, sino
para el pago de insumos, cualquier excedente comercializable pro-
sobre todo por mineros y comerciantes que anhelaban coronar
duce beneficios para el terrateniente.
una carrera afortunada con prestigio y seguridad.^'
A la par de los grandes latifundios existió, en grado variable, Las órdenes religiosas, y en particular los jesuítas, fueron los
la pequeña propiedad parcelaria de españoles y criollos pobres en mejores administradores de haciendas. En México y Perú las es-
los entornos urbanos, e incluso de mestizos y aborígenes, pero pecializaron en cultivos de exportación adecuados al clima y los
salvo excepciones —como el Valle central de Costa Rica o la suelos; eventualmente emplearon esclavos africanos, e invirtieron
región de Antioquía—, esa forma de apropiación del suelo no fue los dineros recibidos como obras pías en propiedades urbanas y
predominante, y cuando existió se convirtió pronto en un apén- rurales, préstamos a interés, e inversiones en sus propias tierras.*
dice de las grandes propiedades. Pero, salvo en los casos de cultivos como el azúcar, de fácil mer-
Los rasgos señalados permiten afirmar que la formación de un cado, no parece que las haciendas hayan permitido amasar fortu-
mercado de tierras fue lenta e imperfecta. La importancia de la nas comparables a las de la minería.*' Incluso Brading^ afirma
propiedad eclesiástica, patrimonial y comunal (ejidos, comunida- que:
des indígenas, etc.) convierten en relativamente marginal a la
propiedad burguesa del suelo, es decir, aquella que se compra y se La hacienda mexicana era un barril sin fondo que consu-
vende sin restricción jurídica alguna. mía sin cesar el capital excedente acumulado por el comercio
¿Cómo funcionaban las haciendas coloniales? La inserción exterior. Las fortunas amasadas en la minería y en el comercio
se invertían en la tierra, para desde allí ser lentamente dilapi-
en circuitos económicos más amplios a veces no ofrece dudas: se
dadas o transferidas poco a poco a las arcas de la Iglesia.
trata de las vinculaciones con centros mineros u otros complejos
de. exportación (obrajes dedicados al textil, ingenios de azúcar);
41. Cf. Shane J. Hunt, « L a economía de las haciendas y plantaciones en
América latina», en Historia y Cultura, n." 9, Museo Nacional de Historia,
39. Para el caso de México, cf. Florescano, Estructuras y problemas..., Lima, 1975, pp. 7-66.
pp. 83 y ss.
42. Cf. Hermes Tovar Pinzón, «Elementos constitutivos de la empresa
40. Cf. las monografías publicadas en Haciendas, latifundios y planta-
agraria jesuíta en la segunda mitad del siglo x v n i en México», en Haciendas,
ciones..., cit. y el balance ya citado (n. 38) de M . Morner. Cf. también,
latifundios y plantaciones..., pp. 132-222, y los trabajos de Macera citados
Ward Barrett, La hacienda azucarera de los marqueses del Valle (1535-1910),
en la n. 40.
trad. S. Mastrangelo, Siglo X X I , México, 1977; Enrique Semo (coordinador),
43. La evaluación de las ganancias es particularmente difícil: en el
Siete ensayos sobre la hacienda mexicana (1780-1880), Instituto Nacional
siglo xviii rara vez sobrepasan el 5 % del capital invertido, cf. Morner,
de Antropología e Historia, México, 1977; diversos trabajos de Pablo Macera
«La hacienda...», art. cit., p. 36.
sobre las haciendas jesuíticas en Perú, algunos recopilados en Pablo
Macera, Trabajos de Historia, t. 3, Instituto Nacional de Cultura, Lima, 1977. 44. D . A . Brading, Mineros v comerciantes en el México borbónico
(1763-1810), trad. R. Gómez, F.C.É., México, 1975, p. 297.
182 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA EL MUNDO COLONIAL 183

Las mayores riquezas se originaron en la explotación de los manos de particulares o de la Corona, el grueso de esas riquezas
metales preciosos.*' E l saqueo de los tesoros indígenas y el oro abandonará España.*^
de aluvión dio paso, a mediados del siglo xvi, a la minería del
oro y sobre todo de la plata. No es exagerado afirmar que todo
el sistema imperial español estuvo volcado hacia la producción, el 3. L A S TÉCNICAS D E PRODUCCIÓN
transporte y la protección de la plata. La explotación de las mi-
nas exigía grandes capitales, sobre todo una vez que la baja ley Discutiremos ahora sobre el nivel de las técnicas en la econo-
de los yacimientos hizo indispensable el uso del azogue. Fueron mía colonial. Se trata de un tema que apenas empieza a ser des-
corrientes diversas formas de asociación, entre mineros, pero la brozado por la investigación histórica.'"
forma más frecuente definanciamientovino de adelantos propor- La primera constatación, si atendemos a las técnicas de cul-
cionados por los grandes comerciantes de México y Lima. Se tra- tivo y de recolección, es la del primitivismo. Uso generalizado de
tó, desde el principio, de un negocio concentrado en pocas ma- la roza; instrumentos de labranza precarios; en los Andes y Me-
nos: hacia fines del siglo xvi unas 800 personas entre México y soamérica el palo de sembrar sigue siendo absolutamente predo-
Perú; en 1791 según un informe virreinal había en Perú 588 mi- minante; un bajo nivel de rendimientos y una sensibilidad extre-
nas de plata y 69 de oro, y 728 mineros, pero predominaban las ma a plagas y trastornos meteorológicos.*' Parecería que los es-
explotaciones pequeñas, trabajadas al azar, y los mineros mise- pañoles se adaptaron pronto a una situación nueva: la de abun-
rables y sin recursos. Parece fuera de duda que el capital comer- dantes tierras y mano de obra; y renunciaron a introducir todas
cial obtuvo, en el secular negocio de la plata, los mayores bene- las técnicas europeas disponibles.
ficios. Por lo demás, si se comparan, como lo ha hecho Alvaro La ganadería vacuna, ovina y mular, practicada en una forma
Jara,* las curvas de las exportaciones de plata americana con las extraordinariamente extensiva, tuvo rápida difusión en llanos y
del tráfico de mercancías de regreso se observa un distanciamien- planicies con pasturas naturales; pero el aprovechamiento se li-
to profundo: España recibe mucho más de lo que envía. He aquí mitó a la carne, los cueros, la lana y el uso de bestias de carga. La
una demostración, burda pero eficaz, del sentido de la explota- tradicional oposición castellana entre ganaderos y agricultores se
ción colonial, que se expresa en un flujo neto de metales precio- reprodujo en América, en escala ampliada, y excluyó desde el va-
sos que ingresa a la metrópoli. Es sabido, por lo demás, que en mos una agricultura mixta que los aborígenes (carentes de ganado
mayor) tampoco conocían. Como vimos en el capítulo 2, en el

45. Cf. Alvaro Jara, Tres ensayos sobre economía minera hispanoame-
ricana. Universidad de Chile, Santiago, 1966; I^ewis Hanke, The Imperial 47. Cf. Barbara y Stanley Stein, La herencia colonial de América latina,
City of Potosí, Nijhoff, La Haya, 1956; D . A . Brading, op. cit.; Brading trad. A . Licona, Si^o X X I , México, 1970, pp. 7-29; Pierre Vilar, Oro y
& Cross, «Colonial...», art. cit. en n. 27; P. J. BakeweU, Minería y sociedad moneda en la historia (1450-1920), trad. A . Sáez y J . Sabater, Ariel, Barce-
en el México colonial. Zacatecas, 1546-1700, trad. R. Gómez, F.C.E., Mé- lona, 1972^ pp. 197-234.
xico, 1976; G . Lohman Villena, Las minas de Huancavelica en los si- 48. Cf. Roger Ravines (compilador). Tecnología andina. Instituto de
glos XVI y XVII, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1949; estudios peruanos, Lima, 1978; las actas del Simposio sobre el tema, efec-
R. Konetzke, op. cit., pp. 282-283, cita el informe Virreinal de 1791 men- tuado por la Comisión de historia económica del C L A C S O en el marco
cionado más abajo. del XLI Congreso Internacional de Americanistas (México, 1974), contienen
46. Alvaro Jara, op. cit., las series de E . Hamilton están ahora dispo- material de mucho interés que lamentablemente permanece todavía inétlim,
nibles en castellano: Cf. E . Hamilton, El tesoro americano y la revolución 49. L a dependencia es más notoria en el caso de áreas que depciulcii
de los precios en España, 1501-1650, trad. A . Abad, Ariel, Barcelona, 1975, de un cultivo básico para la alimentación. Cf. Enrique Florescano, Precios
pp. 47 y 55. Las de Chaunu (sobre el tráfico comercial) provienen de la del maíz y crisis agrícolas en México (1708-1810), E l Colegio de MéxiiD.
obra citada en la n. 121. México, 1969.
184 HISTORIA ECONÓMICA D E AMÉRICA LATINA EL MUNDO COLONIAL 185

norte de Europa, fue esa asociación, y la introducción de los tu- Pero aun en estos sectores más avanzados, la innovación tec-
bérculos y las forrajeras lo que abrió el camino a la revolución nológica tuvo escasas repercusiones, más allá del beneficio de
agrícola de los siglos xvii y xviii. mayores rendimientos en calidad o cantidad. La minería de la
Resumamos nuestras ideas: en el campo agrícola y ganadero, plata carecerá, por ejemplo, de los «efectos de enlace» ^ que es-
la simbiosis de técnicas indígenas y europeas parece haberse re- tarán presentes en la del hierro y el carbón que se desarrolló en la
suelto en un proceso de estancamiento o involución. Inglaterra del siglo xvi; '* y los astilleros no lograron originar
Hubo artesanías y gremios, de todo tipo y variedad .'^ Desde (posiblemente por las trabas de la política colonial, este es un
la élite de plateros y herreros hasta los oficios más bajos de al- tema a investigar) una floreciente industrial naval como fue el
bafiiles, carpinteros, etc. y el textil tuvo, sobre todo en el centro caso en las colonias de la nueva Inglaterra."
de México, en Ecuador y Perú, un importante desarrollo. Pero la
expansión de los obrajes (atendidos con mano de obra indígena
e incluso esclavos) chocó a menudo con prohibiciones y en traba- C) L A PLANTACIÓN ESCLAVISTA
mientos de las autoridades coloniales. En estricta política mercan-
tilista, las colonias no debían poseer industrias que compitieran Ahora nos interesaremos por lo que los antropólogos han de-
con las de las de la metrópoli. Las artesanías y los obrajes nunca nominado «Áfroamérica», y que comprende buena parte de Brasil,
desaparecieron pero debieron soportar coyunturas de política co- el Caribe (Antillas, Guayanas, costa y valles" aledaños de Vene-
lonial desfavorable. Un comentario aparte merecen los astilleros.'' zuela, parte del litoral mexicano del Golfo), el sur de los actua-
En Guayaqpil, Panamá, La Habana y E l Realejo se fabricaron les Estados Unidos, y ciertas porciones de América española con-
navios de todos los calados, con maderas locales y clavos y otros tinental (costa del Perú, partes de Colombia, etc.).* No nos ocu-
materiales importados. Vale la pena recordar que muchos autores pará aquí el sur de los Estados Unidos y en lo relativo a América
consideran a la industrial naval como una de las más complejas latina y el Caribe nos limitaremos estrictamente a aquellas regio-
de los tiempos modernos.'^ nes coloniales en las que la esclavitud de africanos era la base de
La minería fue el sector en el cual la tecnología empleada pue- las relaciones de producción.
de calificarse como la más avanzada. E l procedimiento de la amal-
gama, molinos hidráuHcos, etc. configuraban a los centros mineros
como verdaderas industrias de la época y otro tanto puede afirmar-
se de los ingenios de azúcar (mucho menos de las plantaciones
cacaoteras, de los obrajes del añil o de la cochinilla).
53. C f . infra, tomo 2, cap. V , n. 26.
54. Cf. John U . Neff, «The progress of Technology and the Growlh
50. Cf. R. Konetzke, op. cit., pp. 301-307; Pedro Santos Martínez, Las of Large-Scale Industry in Great-Britain, 1540-1640», reimpreso en Canis-
industrias durante el Virreinato (1776-1810), Eudeba, Buenos Aires, 1969. Wilson (ed.), Essays in Economic History, Arnold, Londres, 1954, I, pp. 88-
51. Cf. Lawrence Clayton, The Shipyards of Guayaquil, Ecuador, during 107.
the Sixteenth and Seventeenth Centuries, Tulane University, Ph. D . Disser- 55. Cf. H . U . Faulkner, Historia económica de los Estados Unidos,
tation, 1972; D . R. Radell y J . J. Parsons, «Realejo a Forgotten Colonial trad. A . Aisenson, Editorial Nova, Buenos Aires, 1956, pp. 95-112; Ralph
Port and Ship-building Center in Nicaragua», en Hispanic American Histo- Davis, La Europa atlántica. Desde los descubrimientos hasta la industriali-
rical Review, n.° 51, 1971, pp. 295-312. zación, trad. P. Recondo, Siglo X X I , México, 1976, pp. 189-315.
52. Frédéric Mauro, Le XVP siécle européen. Aspects économiques, 56. Para una definición de «Afroamérica», cf. Sidncy W . Mintz, «Afro
Presses Universitaires de France, París, 1966, pp. 198-199 (hay trad. cast.. Caribbeana: A n Introduction», en S. W . Mintz, Caribbean Transforiiuilions,
Labor, Barcelona). Aldine, Chicago, 1974, pp. 1-42.

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