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Domingo 22° durante el Año.


Ciclo B.

Jesús, hombre libre

“Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de


los hombres” (Marcos 7,8)

Pbro. Nelson Chávez Díaz

Texto completo: Marcos 7,1-8.14-15.21-23.

1.- Las rancias tradiciones de los antepasados.


La perícopa que hoy comentamos –fragmentada en algunos de sus
versículos- podemos dividirla, para su mayor inteligencia, en tres secciones, a
saber: 7, 1-8 (polémica con los adversarios); 7,14-15 (discurso a la gente sobre lo
puro e impuro); 7, 21-23 (explicación privada a los discípulos).
Para entender la polémica que Jesús sostiene con los fariseos y maestros
de la ley Marcos ofrece al lector en 7, 3-4 una información (para lectores no judíos,
por supuesto) acerca de las tradiciones que los judíos observaban en su tiempo,
un tanto exagerada por cierto. Ahora bien, esta explicación de las costumbres
judías se debe a que algunos discípulos de Jesús no han observado estas
tradiciones lo que desatará la polémica posterior.
La pregunta que inicia la controversia la hacen los fariseos a Jesús: ¿Por
qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros
antepasados, sino que comen con las manos impuras? (Mc 7,5). Jesús, al parecer,
se indigna ante el reproche que los fariseos hacen a sus discípulos y contesta con
un texto del Antiguo Testamento. Jesús coloca el acento en la “intencionalidad de
la acción” que se origina en el interior del hombre (corazón) y no en el
cumplimiento escrupuloso de algo externo (las tradiciones). Y Jesús concluye con
un juicio severo: ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios y siguen sus
propias tradiciones humanas.

2.- Los peligros de una piedad externa y ritualista.


Jesús trata a los fariseos y maestros de la ley de “hipócritas”, es decir, les
dice en su propia cara que su manera de llevar la religión y el culto a Dios es
totalmente falso. Estamos ante un Jesús totalmente desconcertante y provocador
pues pone en evidencia aquellas maneras distorsionadas de vivir la religión. Un
detalle que no se alcanza a notar en el texto y que habla de la desfiguración de las
prácticas religiosas es que dichas prácticas de pureza ritual a las que los fariseos
aluden eran, en el Antiguo Testamento, sólo observadas por los sacerdotes pero
ellos las habían extendido a todo el pueblo. Junto a esta crítica hay otra aún más
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significativa que dice relación con presentar las enseñanzas humanas como si
fueran divinas, es decir, utilizaban a Dios para someter a la población a través de
mandamientos sagrados.

3.- ¿Cómo se sitúa el hombre ante Dios?


Jesús explica la manera correcta en que el hombre debe situarse ante Dios;
lo hace primeramente ante la gente (7, 14-15). Jesús plantea que el hombre debe
relacionarse con Dios desde la interioridad (el corazón). Desde el corazón el
hombre puede decidir aquello que lo hará puro e impuro, es decir, aquello que lo
alejará o no de Dios o aquello que ofenderá al prójimo o no. Jesús deja en manos
del hombre la decisión final. Jesús advierte a la gente que el peligro de hacerse
impuro está en dejarse llevar por la maldad del corazón. Y de eso hay que
precaverse siempre.

4.- ¿cuál es la función de la religión?


Lo hemos afirmado de variadas formas en muchos de nuestros
comentarios; la religión, cuando se desfigura su naturaleza, no necesariamente,
puede ser un medio para llevarnos a Dios. La religión también posee sus peligros.
Prueba de ello es la escena que hoy el evangelio nos ha relatado. En efecto, los
fariseos y escribas, hombres muy religiosos por supuesto, observaban
estrictamente las normas de purificación cayendo en un cumplimiento rayano en lo
escrupuloso. Dichas prácticas religiosas aunque no necesariamente estaban mal,
sin embargo, solían quedarse solamente en un acto que se centraba únicamente
en la persona y lo que hace para mantenerse, supuestamente, cerca de Dios. Es
decir, aquí la práctica religiosa colocaba el acento sobre lo que la persona podía
hacer y su sola búsqueda de la perfección personal (méritos) para agradar a Dios,
colocándose la persona y su esfuerzo o cumplimiento como centro. De esta forma
los fariseos y escribas se preocupaban más del cumplimiento escrupuloso de la
Ley, de sus mínimos detalles, cayendo en una desfiguración aún peor de la
religión: convertir la religión en un fin en sí mismo y, con ello, absolutizando los
“medios”.
Jesús nos enseña en este evangelio que la religión, es decir, la relación
personal con Dios, no consiste en reducir dicha experiencia a la práctica de
aquello que es más propio de la religión: ritos, ceremonias, observancias,
mandamientos, etc. porque aún así nuestro “corazón” puede estar todavía muy
lejos de lo que verdaderamente quiere el Señor. Por eso es que Jesús centra la
verdadera religión en el “corazón”, es decir, Jesús pone el énfasis en la interioridad
del hombre, en la conciencia como lugar de las decisiones más importantes y
determinantes que puede tomar todo hombre. Por eso el Vaticano II, en ese
precioso documento llamado Gaudium et Spes resaltando la importancia y la
dignidad de la conciencia moral afirma: “La conciencia es como un núcleo
recóndito, como un sagrario dentro del hombre, donde tiene sus citas a solas con
Dios, cuya voz resuena en el interior”(GS n° 16). El desafío de cada cristiano es a
dejarse “convertir el corazón” (la conciencia) por el Señor, para que desde ese
centro broten aquellas acciones y actitudes que están en consonancia con el
proyecto que Jesús nos propone. El cristianismo o la fe en el Señor no consiste
meramente en el cumplimiento de normas externas o de antiguas tradiciones sino
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que nace de la búsqueda y del encuentro del Señor que va transformando, con la
fuerza del Espíritu, la vida entera.

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