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Salmo 121:1

A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi


ayuda?

¿Cuántas veces frente a una necesidad o dificultad, nos hemos


preguntado: “¿Y ahora qué hago?” Y no nos damos cuenta que la
respuesta está más cerca y segura de lo que nos imaginamos?

Salmo 121:2
Mi ayuda proviene del SEÑOR, creador del cielo y de la tierra.

Aunque tenemos conocimiento de quien es Dios y muchos de sus


atributos (Todopoderoso, Omnisciente, Omnipresente, Justo, Fiel,
Misericordioso, Compasivo, lento para la ira, etc. ) y de quienes
somos nosotros por ÉL.

¿Quiénes somos? Los hijos de Dios

A veces dudamos de lo que Dios quiere y puede hacer por, y para,


nosotros. En la Palabra de Dios encontramos muchas promesas que
son para reclamarlas, muchos milagros realizados por Dios que nos
muestran su poder, y órdenes para cumplir.

Cuando la duda es solo un cuestionamiento mental debemos pedir


sabiduría a Dios, pero si la duda proviene de un corazón endurecido
por la incredulidad, orgullo, o rebeldía, debemos confesárselo a Dios,
arrepentirnos y hallar Su Perdón y clamarle para que tengamos un
corazón humilde y sensible a Su Palabra. Esto aumentará nuestra fe
para depender 100% de Dios. ÉL sabe que no podemos vivir sin
nuestra esperanza puesta en ÉL.

1.- Dios es mi esperanza


Salmo 121:3-4
3
No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te
cuida.
4
Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel.

Esta Palabra es verdad para nosotros, entonces hagámosla viva en


medio de nuestras necesidades, porque el camino de la vida es como
un viaje por los farallones de Cali, pues cuando vamos por las
montañas corremos el riesgo de resbalarnos y caer, en las alturas
podemos sufrir mareos, en las partes pedregosas podemos caer y que
un pie se nos voltee. Así en la vida encontramos trampas, y si vamos
con las rodillas endebles y con los pies cansados, y al pasar entre
enemigos astutos (satanás, el mundo y la carne) ningún hijo de Dios
podría mantenerse firme si no fuera por el amor constante de Dios
que no permitirá que resbalemos y ÉL es quien nos sostiene.

Que mejor razón para creerle cuando sabemos que Dios no duerme ni
deja de cuidar y guardar a sus hijos. Por eso no es necesario que en
las dificultades yo no duerma, si el que todo lo puede permanece
despierto.

¡Dios me tiene en sus manos!

Isaías 46:4
Aun en la vejez, cuando ya peinen canas,
yo seré el mismo, yo los sostendré.
Yo los hice, y cuidaré de ustedes;
los sostendré y los libraré.

A nuestra edad tenemos muchos testimonios de dificultades por las


que hemos orado, esperado con paciencia y obtenido la respuesta de
Dios. Mostremos la obra de Dios en nuestras vidas. Esa esperanza se
fundamenta en el amor inagotable de Dios.
2.- Acepto el desafío de creer

Números 23:19
Dios no es un simple mortal
para mentir y cambiar de parecer.
¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?

Dios no cambia, es tierno, compasivo y sensible a las actitudes y


peticiones de sus hijos. Su mayor deseo es que nos relacionemos a
plenitud con ÉL. Ya que ÉL conoce nuestras necesidades básicas entre
las cuales están: ser amados, ser aceptados, tener valor, ser
importante y tener propósito, todo esto solo lo tenemos en Cristo.

Constantemente Dios nos invita a que vayamos a ÉL, que saquemos


provecho de ÉL, que vayamos cuantas veces queramos a nuestra
fuente de amor que es ÉL.

No pasaremos por necesidades si aceptamos el desafío de depender


en todo de nuestro Padre Celestial sabiendo que podemos acudir a
ÉL pues nos ofrece Su Ayuda y podemos ir a ÉL y contarle todas
nuestras necesidades.

ÉL nos ama. Busquemos descanso en ÉL. Dependamos de ÉL.

¡Te creo Jesús, acepto el desafío de depender de tí!

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