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La expresión de la temporalidad en las Crónicas

de Jean Froissait
Montserrat PARRA IALBÀ
Universität de LLeida

Antes de adentrarnos en la expresión de la temporalidad en las Crónicas de


Froissait, nos gustaría hablar un poco sobre cuál podía ser la actitud del hombre
medieval frente a la idea del tiempo y cómo vivía éste la noción temporal.
Si bien es cierto que la experiencia del tiempo podemos asimilarla desde
muy pequeños y sin demasiadas dificultades, no es menos cierto que la
estructura intelectual del tiempo la adquirimos un poco más adelante, entre los
ocho y los diez años. Esta estructuración intelectual del tiempo es el fruto de una
adquisición lenta por parte del niño. Durante los primeros pasos de este proceso
la noción de tiempo estará ligada a la de espacio y más concretamente a la de
movimiento. Cuando Jean Fiaget habla del desarrollo de la noción de tiempo en
el niño insiste en esta idea, y parte de dos seres que se desplazan juntos. Durante
este desplazamiento ocuparan posiciones distintas y posiciones idénticas. Piaget
manifiesta que la idea de tiempo surge precisamente a partir del momento en el
que estas posiciones espaciales diferentes o idénticas aparecen c o m o posicio-
nes sucesivas o simultáneas.
Es decir que en un primer momento las nociones de antes, después y ahora
están ligadas a las nociones de delante, detrás y aquí. El proceso mental del niño
le permitirá más adelante establecer un puente entre el espacio y el tiempo y así
poder discernir entre ambas nociones. Piaget afirma también que este proceso
va ligado a la adquisición y comprensión del lenguaje.
Hablar del tiempo no es nada fácil; el filósofo francés Jean-François Lyotard,
en un seminario que realizó en la Universidad de Lleida, en marzo de 1991,
insisitió en lo complicado que es hablar del tiempo, puesto que no podemos
hablar de un tiempo único, sino al menos de tres tiempos diferentes, el tiempo
cronológico, el tiempo de la conciencia o tiempo fenomenológico y finalmente
el tiempo del inconsciente.
Aunque nuestro interés se centra en la expresión gramatical del tiempo, no
podemos dejar de preguntarnos cómo accede el hombre medieval a la noción
de la temporalidad. Y hemos podido constatar que lo hace por caminos diversos;
empezaremos por la vía teológica especulativa, y tomaremos c o m o ejemplo a
Santo Tomás de Aquino. Éste para hablar del tema de la eternidad de Dios tiene

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que disertar sobre las relaciones entre el tiempo y la eternidad; en su Suma teológica
afirma que no podemos hacernos una idea de la eternidad si no es a partir del
tiempo. Es por ello que se hace necesario el análisis del mismo. Tiempo que irá
ligado al movimiento; Santo Tomas insiste en esta idea y precisa que en todo
movimiento existe una sucesión, una parte que sigue a otra parte, y si
evaluáramos numéricamente lo anterior y lo posterior de este movimiento
hablaríamos del tiempo. Para que exista el tiempo tiene que exisitir el movimien-
to, puesto que donde no hay movimiento, donde no hay ni anterioridad ni
posterioridad, las cosas son siempre iguales. Y esta es precisamente la diferencia
que existe entre la eternidad y el tiempo:
«La eternidad es la consecuencia de la inmutabilidad, como el tiempo
lo es del movimiento, según ya hemos manifestado. De donde se sigue
que siendo Dios soberanamente inmutable, debe ser soberanamente
eterno.» (Santo Tomás de Aquino 1966:49).
El tiempo ligado a la idea de movimiento, un tiempo que se mueve, pero,
¿cómo se mueve? y ¿en qué dirección lo hace? ¿Se trata de un tiempo que gira
sobre sí mismo siguiendo las representaciones cíclicas de la antigüedad, o se
trata de un tiempo en una progresión lineal indefinida tanto desde el punto de
vista cualitativo como desde el punto de vista cuantitativo? Siguendo con Santo
Tomas de Aquino, éste cree que se trata de un tiempo progresivo que tiene que
permitir al hombre llegar a la perfección individual y a la posesión de un bien
espiritual. Esta progresión del tiempo incluye también una historia, puesto que
la búsqueda de la perfección es común a toda la humanidad. Esta concepción
del tiempo que comparten los teólogos y los filósofos medievales está excesiva-
mente ligada a la idea de Dios y un tanto alejada de la idea que de este fenómeno
tenía la gente del pueblo.
También los poetas y los intelectuales medievales especularán sobre el
tiempo y la historia y sobre las relaciones que se establecen entre ambos
conceptos. Este tiempo literario, o mejor poético, se asemeja al tiempo de los
filósofos. Sin embargo, mientras los filósofos, los poetas, los teólogos y los
intelectuales se preguntan sobre el origen del tiempo y sobre la historia, la gente
del pueblo, los campesinos y los caballeros son los artífices de esta historia. La
experiencia que ellos tendrán del tiempo es completamente diferente y nos
llegará a través de las obras de los cronistas y de los novelistas.
En las primeras epopeyas y en las primeras novelas las indicaciones
cronológicas que podemos encontrar suelen ser vagas y poco precisas: alguna
indicación sobre la hora del día, rara vez sobre el día de la semana. Estamos ya
ante un tiempo objetivo, un tiempo real pero a la vez variable y mucho menos
mecánico que el nuestro. El mundo feudal aprenderá a ser cada vez más preciso
a la hora de fijar la temporalidad. Si las indicaciones sobre el día de la semana
o las horas son poco precisas no sucede lo mismo con los días del año; estos días
los fijan entorno a las fiestas litúrgicas. El hombre de la Edad Media conoce la
fecha de las grandes fiestas religiosas y entorno a ellas ordena los grandes
acontecimientos de su vida.
Los textos medievales están repletos de este tipo de indicaciones
cronológicas en las que se toma c o m o punto de referencia una fiesta litúrgica.
También Froissart recurre frecuentemente a ellas a la hora de situar un

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acontecimiento o una batalla importante. Son muchos los ejemplos que
existen a lo largo de sus Crónicas, en los que una fiesta litúrgica sitúa un
acontecimiento; por ejemplo: «Qant ce vint le jour de la Purification, Jehan de
Nordwich s'arma» (Froissait 1972: 657). Frente a este tipo de indicaciones más
generales, aparecen otras un poco más precisas en las que fija también el año:
«Et qant ce vint l'esté que on compta en l'an de grâce de Mostré Seigneur
.M.CCC.XXXVII: environ la Saint Jehan Baptiste, il prist congiet a la roine
Phelippe sa fenme,» (Froissart 1972: 286)
La religion ocupaba un lugar muy importante en la vida del hombre
medieval; no debe pues extrañarnos que en el momento de precisar el tiempo
lo haga tomando como punto de referencia este calendario litúrgico en el que la
Fiesta religiosa actúa como punto referencial.
Las fiestas no siempre eran fyas, y tal como sucede en la actualidad había
una serie de fiestas móviles; por ello, a veces, parar poder situar de una manera
precisa una fecha, es necesario tener presente el calendario de aquel año. Sin
embargo, algunos cronistas escrupulosos precisaban incluso el día de la fiesta
móvil, y así, por ejemplo, en las crónicas de Sarrasin podemos leer: «le jour de
l'Ascencio, qui adonques fu le tresieme jour de may...»
Podemos apreciar en los textos medievales una evolución en lo referente
a la expresión del tiempo, y pasaremos primero por un período marcado por una
cierta imprecisión temporal, para llegar a otro período en el que el deseo de
precisión se convierte casi en una manía. Imbs explica este deseo de precisión
temporal por diferentes motivos:
«nécessité pratique de la conduite de la guerre, qui oblige à tenir un
compte rigoureux du temps, (...) Nécessités de la vie économique ou
administrative, qui obligent à tenir un compte exact des foires
locales, régionales ou internationales, ou à savoir le jour précis
d'une échéance ou d'une assignation. -Conscience professionnelle
du chroniqueur, stimulée sans doute par l'exemple des anciens,
constamment expliqués et médités dans les écoles au moins jusqu'au
début du XHe siècle. - Souci de la vérité tout court, lorsque l'histoire
profane est en liaison avec l'histoire sacrée. - Ou encore recherche
de la «verisimilitude» ou vraisemblance qui permet, p. ex. à
l'hagiographe d'accréditer d'autant plus aisément ses inventions
qu'elles sont mieux datées.» (Imbs 1956: 10-11)
El tiempo cronológico, el tiempo de los calendarios pasa a ser un tiempo
literario, no sólo los cronistas intentan ser cada vez más precisos sino que
también los novelistas sienten la necesidad de serlo.
Pero, c o m o ya hemos señalado al principio de nuestra intervención,
nuestro interés se centrará en los instrumentos léxicos y gramaticales de los
que disponía el hombre medieval a la hora de expresar el tiempo. Qué tipo de
conjunciones utiliza, como crea nuevas locuciones temporales y cuál es el
papel que desempeña la disposición de los tiempos verbales en todo ello.
Trabajaremos con las Crónicas de Jean Froissart, c o m o texto en el que apoyar
nuestro estudio.
La obra literaria de Froissart al igual que su vida se sitúa en el siglo XIV.
Froissart nace en 1337 y muere en 1410; su deseo de aventuras y su enorme

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curiosidad lo llevó a viajar constantemente. Autor de una inmensa obra
poética, de la que podemos destacar L'Espinette amoureuse y su novela
Méliador, son, no obstante, sus Crónicas la obra que le ha dado mayor gloria;
los cuatro libros que las componen forman un reportaje sobre la historia
europea del siglo XIV.
nosotros nos hemos centrado únicamente en el Libro Primero, que abarca
los aconteciminetos ocurridos entre 1332 y 1378, período de la guerra de los
Cien Años entre Francia e Inglaterra.
Hemos elegido la obra de un cronista porque fueron los cronistas medie-
vales los primeros en plantearse la importancia de la temporalidad en su obra.
A la hora de explicar los acontecimientos no pueden hacerlo de forma desorde-
nada y poco precisa. En las crónicas el tiempo es uno de los elementos más
importantes, sus héroes son un poco prisioneros de la actualidad, del momento
de la acción.
El autor de unas crónicas no tiene por qué presentarnos una descripción
pormenorizada de la personalidad de sus héroes, ni de su evolución psicológica,
tal y como sucede con un novelista. Sin embargo la sucesión temporal, la
descripción del momento en el que se sitúa una batalla o un acontecimiento
histórico son realmente importantes. Por eso pensamos que la labor de los
cronistas medievales en este ámbito es realmente preciosa y merece ser
analizada con atención.
El francés antiguo heredó del latín un número muy reducido de conjuncio-
nes de subordinación: «quant», «comme», «que» y «si»; dos de ellas «comme» y
«que» las utilizará para la formación de nuevas locuciones y conjunciones. Si bien
es cierto que son muy pocas las conjunciones heredadas directamente del latín,
no es menos cierto que durante este período surgen un sinnúmero de locuciones
y de conjunciones nuevas, algunas de ellas efímeras, pero no podemos dejar de
señalar que estamos ante un período de formación. La lengua irá probando,
utilizando unas y otras hasta dar con la locución o la conjunción que reúne las
características que pueden hacer de ella una locución o una conjunción estable.
Evidentemente todos estos procesos no suceden de hoy para mañana y durante
un período más o menos largo la lengua se halla inmersa en un proceso de
experimentación.
El francés antiguo siente una especial predilección por la formación de
estructuras analíticas, a las que considera más expresivas que las estructuras
sintéticas. Si tomamos como ejemplo la conjunción «quant», para conocer su
valor exacto debemos recurrir al contexto. Según el tiempo del verbo principal
y el del subordinado podemos saber si se trata de una subordinada temporal de
simultaneidad o de posterioridad.
Así por ejemplo en estas dos proposiciones subordinadas temporales «Or
monterent grandes murmurations parmi conté de Flandres, qant les nouvelles
s'espardirent» (Froissart 1972: 636) y «Qant il furent venu, li signeur parlerent
doucement a euls» (Froissart 1972: 78)
En la primera de las frases que hemos citado ambos verbos están en
pretérito indefinido; la coincidencia de ambos tiempos nos sitúa ante dos
proposiciones subordinadas temporales de coincidencia. Sin embargo en la
segunda el verbo de la proposición subordinada esta en pretérito anterior (furent

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venu) mientras que el de la proposición principal se halla en pretérito indefinido;
estamos, pues, ante dos proposiciones subordinadas temporales de posteriori-
dad. La acción de la proposición principal es posterior a la acción de la
proposición subordinada.
n o sucede lo mismo con las expresiones analíticas. Éstas, gracias a la
presencia de un substantivo temporal y en algunos casos de una preposición,
poseen desde el primer momento un valor más preciso. De manera que por
ejemplo en esta frase: «En l'espace que il séjourna la il entendí que Alphons,
li rois de Chastelle, avoit guerre contre le roi de Grenade et au roi de Bougie et
au roi de Thunes et au roi de Bellemarie, et tout estoient Sarrasin. » (Froissart
1972: 167-168). El sustantivo «espace» que utiliza Froissart en esta locución
tenía al principio otro valor, pero los sustantivos de localización espacial se
utilizaban frecuentemente para designar también la localización temporal.
«Espace » tiene el valor en este tipo de locuciones de «espacio de tiempo », y se
utiliza c o m o sinónimo de «pendant que ». El verbo de la proposición principal
y el de la proposición subordinada están en pretérito indefinido, y a pesar de
tratarse de un tiempo verbal con el que no puede ponerse de manifiesto el
aspecto durativo de la acción, éste nos llega por la locución conjuntiva «en
l'espace que».
A la hora de crear nuevas locuciones la lengua tiende a recurrir a una serie
de substantivos abstractos con los que expresar el tiempo o más concretamente
un momento de este tiempo. Los substantivos que se encuentran con mayor
frecuencia son «jour», «heure», «terme», «espace», «foiz». Estas palabras respon-
den a nociones concretas, el hombre medieval las utilizará para tener acceso a
la noción abstracta de «momento»; no olvidemos que hablar del tiempo no deja
de ser una abstracción.
Estas palabras, estos substantivos abstractos con valor temporal los
utilizarán en primer lugar para la formación de expresiones y de locuciones
adverbiales tales como « a(i)celle(s) eure(s)»», «en tele eure»», «a (i)cel di », «a la fois»,
«au termine de», «en cel tens», para citar algunas de ellas. Y es este tipo de
locuciones adverbiales el que da pie a la formación de las locuciones conjuntivas.
En este tipo de locuciones conjuntivas de la situación temporal, el morfema
«que» tiene el valor de un relativo. Su primera misión es representar, al inicio de
la proposición subordinada, la idea locativo-temporal del adverbio o locución
temporal que forma la base de la conjunción o locución conjuntiva. Para que
pueda formarse una locución conjuntiva es necesario que el concepto sustantivo
añadido a la locución pueda ser representado por «que» cerca del verbo de la
proposición subordinada.
En este tipo de locuciones conjuntivas aparecen también preposiciones.
Paul Imbs en su libro Les propositions temporelles en anden français dedica
un exhaustivo análisis a este tipo de formaciones analíticas. Señala asimismo
la importancia que tiene el uso de una u otra preposición; las preposiciones con
las que nos podemos encontrar son «a», «en », «par», «de»>. «A» nos indica un punto
en el espacio; a partir del momento en que nos interesa representar un espacio
de tiempo más amplio, recurrimos a la preposición «en». Con menor frecuencia
se utiliza «par». Pero la presencia de la preposición no es en absoluto
obligatoria:

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«On trouve enfin le degré zéro de la préposition, suivant le type offert
par les compléments nominaux de temps (le matin, l'endemain, etc.);
cette construction est particulièrement fréquente lorsque le substantif
temporel est actualisé par l'indéfini tel (tel ore que), mais elle se
rencontre aussi avec les actualisateurs «le», «un», «ce»,... » (Imbs 1956:219)
Surgen así toda una serie de locuciones conjuntivas que podremos
encontrar en diversos textos medievales. Nosotros nos limitaremos a citar
aquellas que aparecen en el Libro Primero de las Crónicas de Jean froissait. A
partir del substantivo «eure»» se forman «a l'eure que», «en l'eure que»: «Li rois
d'Engleterre, a l'eure que li Es(co)çois vinrent, estoit alés logier ou chastiel »
(froissart 1972: 211)
Según nuestra opinión no existe en el texto de Froissart ninguna locución
con la preposición «en». Nos gustaría señalar que durante el período del francés
antiguo son muchas las expresiones temporales que se formaron teniendo c o m o
elemento central este substantivo; en ellas «eure» pasa a tener un significado
abstracto y a designar un momento. Pero para el hombre de la Edad Media, el
substantivo «eure» no tenía un significado abstracto; de hecho su vida giraba
entorno a la hora que sonaba constantemente en las campanas de los monas-
terios. De las múltiples locuciones que se crearan a partir de este substantivo,
tan sólo una de ellas sobrevivirá: «a l'eure que».
Otro de los substantivos que hemos mencionado es «jour». Las expresiones
y locuciones que toman a este substantivo c o m o base son posteriores a las de
«eure », puesto que en ninguna de ellas aparece la forma arcaica «di». Si en el caso
anterior hemos señalado que Froissart no utiliza ninguna de sus variantes, no
sucede lo mismo con esta locución conjuntiva.
Froissart utiliza «jour» con su valor concreto; prueba de ellos son los
diferentes determinantes con los que hemos podido analizarla «ce propre jour
que», «ce premier jour que», «en ce jour meismes que». Hemos visto que la
preposición que nos sitúa un punto en el tiempo es la preposición «a»; ésta es la
preposición que se repite mayor número de veces: «et au jour que son mari fut
pris par la condition et a maniere que dit vous ai, elle estoit a Vennes et ou chastiel
que on dist la Mote.» (Froissart 1972: 501-502).
Froissart crea también locuciones con el substantivo «jour» y la preposición
«en»»: «Et orent, en trois jours que il furent la, tamainte imagination pour sçavoir
se il reteroient en lors vassiaux,» (Froissart 1972: 75). En este caso el adjetivo
numeral «trois », extensión en el tiempo, justifica la presencia de dicha preposi-
ción, que no hace más que reforzar el valor durativo de la locución conjuntiva.
Las locuciones conjuntivas que se crean a partir del substantivo «fois»
tienen un marcado valor iterativo. Cada vez que una acción se repite de manera
periódica y al mismo ritmo que la acción de la proposición principal, la lengua
recurre ya sea a morfemas específicos, ya sea a morfemas comunes de la
situación temporal. La mayor parte de las expresiones específicas de la repeti-
ción indefinida tienen como base el substantivo «fois».
En francés antiguo la locución conjuntiva estaba determinada por el artículo
y precedida por el indefinido «tout»: «Et lor offri et accorda que il pooient aler, venir
et demorer partout sus le sien, armés et desarmés, toutes fois que il lor plaisoit.»
(Froissart 1972: 257). A partir del siglo XIII, el uso del artículo deja de ser

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obligatorio y empieza a poder utilizarse asociado a la formula «quantes fois»»: »et
le nous feroit avoir toutes fois qantes fois que il vodroit.» (Froissart 1972: 281)
Además de estas locuciones, en las que un substantivo aporta a la
expresión y a la locución el valor temporal, se crean nuevas locuciones en las que
en lugar de un substantivo se sitúa un pronombre demostrativo, «a ce que », «en
ce que ». Este tipo de locuciones tienen un grado de abstracción mayor.
También un adverbio temporal podía ser utilizado como base para la
formación de locuciones, así, por ejemplo, «ainz que » surge para expresar la
anterioridad, cuando las conjunciones latinas «priusquam » y «antequam» dejan
de utilizarse. Asimismo «ainz que»» cae en desuso a partir del siglo XII, momento
en el que empieza a utilizarse la locución conjuntiva «avant que», que es
precisamente la que surge más veces en el Libro Primero de las Crónicas de
Froissart: «Tout ne peurent pas venir a l'abeie de Saint Ainmon, avant que la roine
s'en departesist,»» (Froissart 1972:80)
A pesar de la riqueza que caracteriza al período del francés antiguo y del
francés medio a la hora de crear nuevas expresiones y locuciones temporales,
Froissart en sus Crónicas utiliza sobre todo la conjunción «qant»; lo hace eviden-
temente con las proposiciones subordinadas temporales de simultaneidad y con
las de posterioridad. En estos casos recurre al uso de tiempos verbales
diferentes. Cuando el tiempo del verbo principal y el subordinado coinciden las
subordinadas temporales son simultáneas. El tiempo que más veces utiliza
Froissart en estos casos es el pretérito indefinido, tiempo que excluye de alguna
manera la implicación del narrador y es el tiempo de la narración por excelencia.
Para poner de manifiesto que la acción de la proposición subordinada es
posterior a la de la acción principal Froissart recurre preferentemente a la
oposición entre el pretérito indefinido y el pretérito anterior. Que estos tiempos
sean los que Froissart utiliza con mayor frecuencia no implica que no utilice otros
tiempos verbales en sus crónicas; lo que sí queremos señalar es que el uso que
Froissart hace de los tiempos verbales no presenta discordancias; también es
cierto que hemos trabajado con la tercera redacción que hizo de este Libro
Primero y que la lengua que utiliza está ya más cerca del francés del siglo XV que
de la del siglo XIV.
Una de las características del pretérito indefinido es la ausencia de
duración, n o podemos dejar de tener en cuenta que estamos ante acciones
perfectivas, terminadas, la duración de cuyo proceso ignoramos en muchas
ocasiones. Cuando esta información sea necesaria Froissart recurre a elementos
léxicos o a locuciones conjuntivas más expresivas que el simple «qant ».
Decíamos que los héroes de las crónicas son prisioneros de la actualidad,
del momento de la acción. Froissart es riguroso a la hora de expresar el tiempo;
riguroso y moderno, puesto que el uso que hace de locuciones y de conjunciones
se asemeja al del francés moderno. Si existe en su prosa un elemento arcaico,
este se halla en el orden de las proposiciones subordinadas. Froissart prefiere las
proposiciones subordinadas antepuestas a la proposición principal, anteposición
que justifica la presencia de los adverbios que refuerzan y retoman el valor
temporal de la conjunción de subordinación. Este tipo de adverbios («si»», «dont »,
«or ») cada vez se utilizan menos en la lengua del siglo XIV. no obstante, Froissart
recurre frecuentemente a este tipo de adverbios: «Qant les Englois entendirent

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ce, si furent tout courechiet,» (Froissait 1972: 765); el adverbio «si» tiene en estos
casos el valor de «alors».
Si una cosa debemos a los cronistas medievales es el rigor a la hora de
expresar el tiempo. En Villehardouin el uso de las formas simples y compuesta
(passé simple y passé antérieur) muestra por parte del autor un deseo de señalar
la sucesión temporal; con Joinville el rigor gramatical aumenta y se establecen
sistemas de relaciones temporales con el fin de precisar el tiempo de la acción.
Froissait tampoco se permite demasiadas veleidades y el rigor en el uso de los
tiempos verbales se convierte en él en una norma. El respeto a la cronología lleva
consigo el respeto a los diferentes planos temporales. La exposición coherente
de los acontecimientos que forman una historia no es posible sin tener en cuenta
un sistema de relaciones temporales y creemos que los cronistas medievales
contribuyeron a la formación de este sistema.

BIBLIOGRAFÍA

FROISSART, Jean: Chroniques dernière rédaction du premier livre. Edition du


manuscrit de Rome, Ginebra, librairie Droz, Paris, librairie Minard, 1972.
IMBS, Paul: Les propositions temporelles en ancien français. La détermination du
moment, Paris, 1956: Publications de la faculté des Lettres de l'Université
de Strasbourg
AQUINO, Santo Tomás de; Summa Teológica (Selección), Madrid, 1966: Espasa-
Calpe, S. A. séptima edición.
PIAGET, Jean: Le développement de la notion de temps chez l'enfant, Paris, 1946:
Bibliothèque de philosophie contemporaine.

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