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de un Sacerdote
Y harás vestiduras sagradas para tu hermano Aharón, para
gloria y para hermosura.
Y hablarás a todos los hábiles artífices, a quienes yo he
llenado de espíritu de sabiduría, y ellos harán las vestiduras
de Aharón para consagrarlo, a fin de que me sirva como
sacerdote.
Estas son las vestiduras que harán: un pectoral, un efod, un
manto, una túnica tejida a cuadros, un gorro y un cinturón; y
harán vestiduras sagradas para tu hermano Aharón y para sus
hijos, a fin de que me sirvan como sacerdotes.”
(Éxodo/Shemot 28:2-4)
El servicio de un sacerdote que sirve en el Templo que lleve ropa de todos los días
y no las vestiduras sacerdotales no es válido. Del mismo modo, el Sumo Sacerdote
es ordenado como tal usando las vestiduras del Sumo Sacerdote. Así pues, las
vestiduras servían para tres cosas:
Ketónet– la túnica.
Mijnasáyim– los pantalones.
Avnét– el cinto, que medía 32 codos (16 metros).
Migbáat– el gorro, una larga cinta de lino enrollado.
Todas estas vestimentas estaban hechas de lino blanco.
El Sumo Sacerdote tenía también estas cuatro prendas, pero según el Midrash, el
gorro (migbáat) del kohén ordinario era puntiagudo arriba mientras que el gorro
del Kohén Ha-Gadol (Sumo Sacerdote) era redondo y por eso era llamado
“mitsnefet”.
Además de estas cuatro vestimentas arriba mencionadas, el sumo sacerdote tenía
cuatro prendas más. De este modo su vestimenta sumaba un total ocho. En las
Sagradas Escrituras, el número ocho simboliza lo sobrenatural que se introduce en
lo natural y otorga nuevos comienzos. Por esto también simboliza la salvación. El
octavo día es el día después del séptimo día, el día de la resurrección del Mesías, y
el día cuando los nuevos cielos y la nueva tierra vendrán, después del séptimo
milenio después de Adam. En el octavo día el niño hebreo entra en el pacto por
medio de la circuncisión de su carne. Ocho personas fueron salvas por las aguas
del diluvio etc. Las cuatro prendas adicionales del sumo sacerdote fueron:
Meil– el manto azul.
Efod– el delantal.
Joshen– el pectoral.
Tzitz– la diadema.
Seguramente, con lo que hasta aquí vamos considerando, nos damos cuenta que
las vestimentas que debían colocarse los sacerdotes distan de lo que
acostumbramos ver y usar en nuestro días. Entonces algunos preguntarán: ¿para
qué estudiar esto? Pues bien, la Sabiduría del Eterno quiso que con la
explicación de cada una de ellas, ya sea por el nombre, el material del cual estaban
preparadas, la forma y la parte del cuerpo que cubrían, descubriéramos el rol
espiritual de la vestimenta en nuestra vidas.
Cada vestidura sacerdotal eleva y purifica el significado de cada una de las partes
del cuerpo al mismo tiempo que hace tomar consciencia acerca de las cualidades
humanas necesarias para canalizar los instintos corporales hacia lo divino.
Para dar algunos ejemplo de lo que dije el párrafo anterior los invito a considerar
esto: El “tzitz” (una vincha en la frente) subordina la osadía. La “migbáat”
(turbante) sublima el orgullo. El “Joshen” (pectoral) habla de un buen corazón. Los
“mijnasáyim” elevan la pasión hacia lo sagrado. Con el mitsnefet cubriendo la
cabeza del Sumo Sacerdote, cada hebreo recordaba que solo debe existir en su
conciencia la certeza de que su existencia se debe gracias a que ha sido apartado
en este mundo para Yahvéh. Por medio de esto, cada israelita aprendía a
desarrollar la cualidad de la humildad. Este turbante se usaba para perder el
pecado de la vanidad, y desarrollar la actitud de la sobriedad. Es en la cabeza
donde los sentimientos de vanidad se colocan para dominar al ser humano.
Por ello, aún cuando no somos Sumos Sacerdotes en el cargo que cumplían éstos
en el “Mishkán” (Santuario), no dejamos de serlo todos en cierto nivel en cada
actividad que debemos realizar en el diario vivir. Las formas de nuestro cuerpo
responden hasta en su menor detalle a la Sabiduría Divina que así los quiere y
pueden y deben ser considerados sagrados en el rol que tienen.
El Kohén (sacerdote) era el transmisor de las órdenes divinas (por medio de los
Urim VeTumim ). Además generaba la Paz entre las personas de las doce tribus.
También intercedía y buscaba el indulto ante sus hermanos y el Creador (por
medio de los Sacrificios en el Mizbeaj). Así pues al observar el atuendo majestuoso
que portaba, comprendía las responsabilidades que llevaba encima, y así se
motivaba a cumplir con solicitud su trabajo (abodá) sagrado. También su
vestimenta le ayudaba a mantener su mente concentrada en el servicio divino, y
en la misión para con su nación y el mundo.
La Torah nos dice que el tipo de ropa que usamos habla mucho sobre nuestro
honor y nuestra gloria como seres humanos, creados a imagen de Dios. Este no es
un tema masculino o femenino. Es más un tema de dignidad humana. Es por eso
que la Torah es tan estricta en cuanto a dignificar la vestimenta. Desviar la
atención de la apariencia superficial es esencial para que nos valoren como
personas. El Eterno no nos exige vestirnos de manera desagradable. Sino que, no
debemos dirigir la atención al cuerpo siendo exuberantes o provocativos.
La parashá Tetzaveh nos revela que en nuestra vocación mesiánica las vestimentas
tienen el poder de comunicar . Por lo tanto, necesitamos ser sensibles al mensaje
que estamos transmitiendo. Nuestra salud espiritual depende de ello. Porque
mientras más digna es nuestra ropa, más libres somos para vernos a través de la
luz pura de nuestras almas. Es verdad lo que dicen: la ropa hace al hombre.
Cuando nos vestimos dignos, somos tratados de esa manera.