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Los distintos sabios que han estudiado los códigos de sabiduría contenidos en la
Instrucción (Torah) divina aseguran que las diez plagas están directamente
conectadas con la Creación del universo relatada en el primer capítulo de Bereshit.
Así pues considerado, nos damos cuenta que el Eterno con cada plaga en
verdad des-andaba el camino perverso llevado por los egipcios de impureza y
destrucción del mundo. Como procurando un retorno a un origen casto, en una
especie de limpieza espiritual de la Creación. Es decir, que con esta acción, el
Eterno manifestaba Su Dominio e interés por lo que acontece en Su Creación.
Pues, cuando creó el universo por medio de diez locuciones no hubo testigos,
mientras tanto, en la liberación de una minúscula nación de las garras del imperio
poderoso, los testigos de los diez actos de Dios, fueron numerosos (600.000
almas).
Por eso, y como detalle más importante, debemos entender que el Mundo estaba
por dejar de ser un solar desprovisto de Torah, pues a partir de la manifestación de
Israel, que comenzó con la liberación de Mitzrayim por medio de las diez plagas, se
preparó el camino para Su Revelación en Sinaí, y el Pacto que nos compromete al
acatamiento de Sus mandamientos que permiten que el alma humana vuelva a
revestirse de luz.
La última plaga fue la muerte de los primogénitos. Esta fue una plaga única, en la
que Dios no sólo mostró control sobre la “naturaleza” sino que distinguió
sobrenaturalmente quién era Su primogénito (Éxodo 4:22). Esto fue un
reconocimiento de que Dios creó el comienzo, asociándose a las primeras palabras
de la Torah: en el comienzo.
Por eso, es maravilloso destacar que inmediatamente después de este andar para
atrás por intermedio de las plagas, los israelitas recibimos los
Aseret HaDibrot (Las Diez Palabras o el Decálogo) que contiene en
cada una de las diez locuciones un estricto paralelismo con las órdenes impartidas
por Dios al momento de la Creación (Pesikta Rabbati parashá 21).
Todo esto nos sirve para reconocer que sin dudas que el Todopoderoso no deja a
Su Creación, y está siempre re-creando el universo, y manteniéndolo según Su
Voluntad, aunque nosotros no seamos testigos oculares, ni conscientes, de tal
realidad.
Por lo tanto, las diez plagas no sólo tuvieron la función de castigar a los egipcios,
sino también de clarificarle al mundo en general (y al pueblo hebreo en particular)
la conexión que hay entre Dios y Su mundo. De hecho, este sigue siendo nuestro
desafío en la actualidad: usar la manifestación de la mano de Dios a través de la
historia y la naturaleza para quitar las capas de ocultamiento y aumentar la
consciencia de Yahvéh como el único Dios verdadero.