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POÉTICA DE LA VOZ

1. Los estudiantes que editaron el tan célebre Curso de lingütjtica


general nos hicieron llegar la noticia de que su maestro, Ferdinad
de Saussure, no solía ahorrar críticas a lo que juzgaba como
"intromisión" de la escritura en el estudio de la lengua. Estas crí-
ticas se repiten a lo largo del capitulo VI de la Introducción y su
profusión nos convence de que el lingiista ginebrino era hombre
temperamental pero también de que la lingüística estaba obligada
a pensar desde el origen las relaciones entre la oralidad y la escn-
tura. La escritura, que no tendría otra razón de ser que la represen-
tación del habla, se mezcla sin embargo, según Saussure, "tan
íntimamente a la palabra hablada de que es imagen, que acaba por
usurparle el papel principal".' En De la gramtologzá, Jacques D e
rrida analiza y comenta pormenorizadamente este famoso capítu-
lo, el cual le parece claramente ilustrativo de la secular tradición
"onto-teológica" de Occidente, tradición que había propiciado el
desprecio de la escritura asociándola a la materialidad corruptora
del espíritu. Sin embargo, ideologías aparte, el propio Dernda no
dejó de reconocer las razones que asistían al maestro ginebrino
en su alegato: "Pensamos que las razones de Saussure son muy

1
Czno de lingiística general publicado por Charles Bally y Albert
Sechehaye, Losada, Buenos Aires, 1945, trad. de Amado Alonso, p. 72.
buenas y no se trata de discutir, al nivel en que que él lo dice, la goza ésta (prestigio que deriva de la actividad literaria y que se re-
verdad de lo que dice Saussure con semejantes acentos7'.' Desde fuerza con la existencia física de diccionarios y de gramáticas, y
luego, lo que le interesaba a Derrida no era tanto "discutir" a con la circunstancia de que "según los libros y con libros es como
Saussure, cuanto "desconstruir" el pensamiento lingüístico en se enseña en la escuela"), las cosas ocurren de tal modo qiie "Se
busca de su raíz metafísica; pero ese trabajo desconstructivo fue acaba por olvidar que se aprende a hablar antes que a escribir, y
tan largo y tan lleno de novedad que nos hizo olvidar que su au- la relación natural queda in~ertida".~
tor había comenzado por darle la razón a su oponente. Tal olvi- Derrida ha criticado también esta última frase, porque tenía
do contribuyó a fomentar en nosotros una disposición para sus propias razones, y esa crítica ha hecho hincapié en la inten-
enfrentar el Curso -y todo lo que él dejó- más bien con aires de ción, mostrada por Saussure, de naturalizar la preminencia del
desconstructores, y como consecuencia de ello ver en Saussure a habla sobre la escritura. Yo creo que, si de todos modos quisié-
un hombre genial pero adverso o tal vez simplemente despreve- ramos verla ahora positivamente, podríamos rescatar de esta frase
nido que terminó extendiendo un daño que nuestra generación su observación sobre el olvido. De esa observación, creo, es po-
se proponía revertir. La consigna, entonces, fue poner a Saussu- sible derivar dos lecciones, que yo resumiría de esta manera: 1)
re en su lugar. El trabajo no parecía demasiado difícil y tenía, como todos los hombres, aquéllos que se preocupan por el cono-
sobre todo, su alegría. El tiempo, sin embargo, terminó ense- cimiento lingUístico construyen una memoria en la que se mez-
ñándonos que para ejercer esa alegría -esa facilidad- habia clan en proporciones variables el recuerdo y el olvido; pero la
forzosamente que mantener las cosas en la confusión. Nos en- lingüística -diferente en esto de la vida- no se beneficia con
señó, pues, que lo mejor era de nuevo la prudencia aun a costa de nuestra tendencia a olvidar porque eso la desvía de sus propósi-
que la prudencia nos hiciera menos "gramatólogos" y por lo tos; 2) como todos los hombres, los lingüistas disponen de una
mismo -!ay!- menos brillantes. experiencia que incluso en su obviedad -o sobre todo en su ob-
N o esta bien, es cierto, ponerse tan gruiión como, según pare- viedad- es una fuente de enseñanzas; recordar que aprendemos a
ce, se ponía el maestro Saussure cuando hablaba de la escritura, hablar antes que a escribir es recordar lo obvio y también -o so-
porque esas pasiones, a poco que se las analice, muestran su no bre todo- que la experiencia del hablante, tan bien repartida en-
muy claro fondo; pero es igualmente malo dejar que la suspicacia tre los hombres, debe tener su lugar en la teoría.
-que en definitiva proviene de otra ideología-- nos impida ver Saussure, me digo, estaba molesto por esta obra del olvido y
cosas que son más o menos evidentes. Saussure observaba que, para remontarla volver a una evidencia puesta a disposi-
dado el hecho de que de muchas lenguas que se hablaron en la
ción de cualquiera: el signo -o si se quiere la palabra- en su as-
tierra no quedan sino testimonios escritos y de que aun para es-
pecto sensible es un recorte de la materia fónica. En eso parece
tudiar las que actualmente se hablan es necesario confrontarlas
con la escritura, y dado también el indudable prestigio de que posible estar de acuerdo y, si ciertos vocablos ya no nos asustan,
parece posible decir que estamos espontánea, o naturalmente, de

De Id g~dmatologíu,Siglo xxi, Argentina, 1971, trad. Óscar del Bar-


3
co, p. 51. Las cursivas pertenecen a J. Derrida. Cuyso..., op. cit., p. 74.

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acuerdo. Cualquier hablante sabe que las palabras suenan en su
Este pequeño ejercicio -que puede ser defectuoso- sólo pre-
espíritu, y que ese sonido es su naturaleza misma. Una palabra es
tende llamar la atención sobre la esencial articulación del sonido
una cierta cantidad de sonido organizado de una cierta manera y
y el sentido en el espíritu del hablante, y recordar que esta articu-
una frase es una composición rítmico-melódica, y desde ese pun- lación es -usando una palabra cara a Derrida- originar& y por
to de vista se realiza como un hecho estético perceptible por el completo independiente de la escritura aun en los casos en que la
oído. Cualquier hablante -en este caso del español- intuitiva- propia escritura la trae bajo nuestros ojos. Leída, proferida, evo-
mente prefiere decir, por ejemplo, "rosas y amarantos" en lugar cada con la mente o deletreada con el tacto, la palabra no deja de
de "amarantos y rosas" porque el decidido ritmo trocaico de la sonar. El aspecto sensible -material- de la palabra es de orden
primera modulación -rósas/iátna/rántos- produce de inmedia- acústico. El trazo que lo reproduce es esencialmente ajeno a ella
to un efecto de regularidad, y por lo tanto de orden, que está y sigue siéndolo por más que la escritura haya modificado pro-
ausente en el ritmo de la segunda, ritmo indeciso (<se debe fundamente los hábitos de la comunicación y aun la estructura
iniciar la frase con un acento suave sobre la primera vocal pa- de la mente humana. Desde luego, estas observaciones no tratan
ra ensayar una modulación trocaica: áma/rántos, dejar luego de convalidar los juicios condenatorios dirigidos a la escritura
como colgado el sonido i y recuperar el ritmo en ró/sas? Pero desde la ideología idealista, juicios que se sitúan en otro terreno,
no: ese í,falto de acompañamiento, tiende a asociarse con el precisamente el terreno elegido por Derrida. Tratan de hacer pie
sonido siguiente -irró- pero en este caso la última emisión sobre una verdad a veces olvidada por sabida. La ciencia avanza
silábica -sm- queda en un incómodo suspenso. {Debe el ha- contra las evidencias del sentido común, es cierto, pero al mismo
blante decidirse por un ritmo dactílico -amarán/tosirróAas- tiempo es necesario tener en cuenta que a veces la sabiduría con-
que de todos modos no resuelve muy bien el problema de la ú1- siste en el tranquilo acto de ver lo evidente. Recordar que la pa-
tima sílaba porque no la engloba?) del que se deriva una incomo- labra tiene un aspecto acústico y que está por ello naturalmente
didad acentual que no deja de repercutir en la percepción del asociada al sentido de la audición supone fijar un punto de refe-
sentido pues el hablante tiende espontáneamente a hacer del so- rencia que será siempre Útil. En un libro que alcanzó rápida ce-
nido -según un principio nítido en la poesía y difuso en toda la lebridad, McLuhan repitió sin cansarse que la escritura alfabética
comunicación verbal- un eco, esto es, un análogon acústico del -exacerbada por la imprenta- obliteró el sentido de la audi-
sentido. Todavía tendríamos que agregar, para este ejemplo, que ción -cuyo desarrollo sería propio de sociedades prealfabéticas-
el hecho de que en el primer caso el acento ~rincipal-rosas y y fue causa de una relación excluyentemente visual no sólo con
amarántos- recaiga sobre un sonido claro, abierto y ascendente la palabra sino con todos los objetos de la cultura. Este autor,
-án- y en el segundo -amarantos y rósas- sobre un sonido os- pues, que también queda incluido en la crítica de Derrida porque
curo, arrastrado y descendente -ós- hace que la primera forma mira la proliferación de la escritura como un mal, parece él tam-
bién haber olvidado el principio de la naturaleza inextinguible-
tienda a reforzar la disposición eufórica que se asocia natural-
mente acústica del lenguaje verbal para entregarse, con verdadera
mente a la mención de las flores, mientras la segunda tienda a
fruición, a afligirnos mediante afirmaciones de las que, por lo
menos, debemos decir que son exageradas.
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2. El cometido de Saussure consistió en describir sistemáticamen- mos que esos hombres hablan es porque reconocemos que aún
te el signo lingüístico a partir de un principio que los poetas co- expulsan una voz en la que el sonido y el sentido se reúnen al
nocieron y explotaron desde siempre: el lenguaje verbal es un borde de lo caótico. El lenguaje, en esos casos, ha regresado a un
compuesto de sonido y sentido. Iniciando el capítulo N de la Se- estado primario en el que sonido y sentido se relacionan de ma-
gunda Parte del Carso, en un pasaje igualmente trascendente nera laxa como masas flotantes que se interpenetran sin alcanzar
aunque menos analizado y discutido, Saussure describe la articu- una verdadera articulación, o alcanzándola en momentos fugaces.
lación de estas dos entidades. El pensamiento, explica, considera- En el extremo, lo que reconocemos en esa expulsión es el deseo
do en sí mismo "no es más que una masa amorfa e indistinta", un de hablar, el llamado del otro; y ese llamado, diríase, es la prime-
"reino flotante", mientras que, por su parte, "la sustancia fónica ra y la última manifestación del lenguaje.
no es más fija ni más rígida".4 Habría que pensar pues que el so- Podemos considerar, asimismo, el caso contrario, donde el
nido y el sentido, originalmente caóticos, van organizándose en proceso, en lugar de avanzar de la articulación al caos, avanza de
unidades lingüísticas a medida que se articulan entre sí. <Describe lo informe a lo formado. Tal caso está ilustrado por el aprendiza-
aquí Saussure lo que sería una historia del lenguaje? <Setrata -se je del niño a partir del balbuceo. El balbuceo representa un esta-
trataría- de una historia nataral o de la postulación de un mode- do primario de articulación, en el que sonido y sentido son
lo que nos permite pensar la lógica de su formación? Hablar de materias relativamente amorfas. El aprendizaje infantil consiste
un sentido o pensamiento autónomo y amorfo, y hacer otro tan- en ir adquiriendo la capacidad de seccionar estas materias para
to con el sonido, parece responder al intento de construir una construir unidades de sonido-sentido progresivamente nítidas.
aporía. El sonido es el resultado de la conversión de lo
Sabemos, incluso porque el propio Saussure lo ha recordado, que
(auditivamente) sensible en sentido. Lo que hace que un ruido
las secciones ~racticadasrespectivamente en la masa del sonido y
animal producido por la boca sea interpretado como sonido es la
en la del sentido nunca son isomorfas. En el ejemplo "rosas y
carga de sentido que contiene. Del otro lado, el sentido -el sen-
tido en términos lingüísticos, o lo que Saussure llama el pensa- amarantos" hemos podido apreciar que donde el sentido se sec-
miento- aparece en el momento en que reconocemos el sonido. ciona en tres unidades; el sonido, organizado alrededor de los
Así, tendríamos que suponer que si el sonido y el sentido se defi- acentos, secciona tres porciones diferentes (incluso también dife-
nen el uno por el otro no sólo no pueden ser pensados como en- rentes de las porciones seccionadas en el ejemplo "amarantos y
tidades autónomas sino además tampoco como completam* rosas"). Esta vacilante adecuación de las unidades seccionadas en
amorfas puesto que lo que los hace aparecer -su articulación una masa y otra (importante para el efecto ~ o é t i c oal punto de
primera- necesariamente nos lo presenta ya formados o por lo que Valéry definió a la poesía como un ccpénduloviviente" que
menos en un estado,. que puede ser elemental, de su formación. oscila "entre el sonido y el sentid^")^ es causa de muchos acciden-
Hay hablas farfullantes, tartajosas; hombres que anonadados por tes en el intercambio de los mensajes hablados y podría decirse
la embriaguez o abatidos por la emoción ensayan un diálogo en que nunca los mensajes realizan una articulación perfecta, ideal.
el que las palabras, deshilvanadas, se deslíen y fracasan. Si deci-

4
"Poesía y pensamiento abstracto" en Variedad 11, Losada, Buenos
Curso..., op. cit., p. 191. Aires, 1956, trad. de Aurora Bernárdez y Jorge Zalamea, p. 187.
En la comunicación real los hablantes muestran que su compe- asegurar su presencia ante la presencia del que está frente a sí.
tencia es a menudo imperfecta en el dominio del sonido (defectos Mejor dicho, el niño busca una cosa para lograr la otra. El es-
de dicción, introducción de ruidos y perturbaciones, etc.) pero fuerzo por hablar es antes que nada reclamo, deseo de una pre-
sobre todo en el dominio del sentido. ¿Cuándo podría afirmarse sencia y por ello es gasto de energía mental pero también, y
que alguien ha logrado darle una forma plena al sentido, que al- sobre todo, de energía nerviosa. Más que su relación con la pala-
guien ha dicho exactamente todo 10 que quería decir? Dado que el bra, lo que le interesa al niño es su relación con el otro, digamos
repertorio de sonidos de una lengua es relativamente limitado, la madre. Esa relación es de orden pasional y se expresa en el én-
sus combinaciones posibles pueden ser objeto de aprendizaje y fasis, y hasta en la particular crispación, con que expulsa el soni- .
un actor de teatro, por ejemplo, puede comunicar mensajes con do.lDiríase que junto con la universal capacidad de articular el '
un dominio más o menos perfecto del sonido. Pero el sentido es sonido y el sentido se desarrolla en él una,manera individual,
ilimitado tanto en su extensión como en las unidades que lo privada, de +modular las emisiones.:La capacidad de articular es
componen. El sentido no tiene propiamente extensión y va ad- un proceso impersonal que responde a las exigencias de la lengua
quiriendo forma a medida que el lenguaje avanza sobre él de mo- pero la manera de modular es un proceso individual que respon-
do que cualquier hablante tiene la intuición de que el dominio de al íntimo deseo de la comunicación. Lo que emerge del primer
del sentido es potencial -e incluso prácticamente- infinito. En- proceso es el habla y lo que emerge del segundo es h v o z c o n que
tre el horizonte de sentido intuido por el hablante y la porción un sujeto se hará cargo del habla. La voz, entonces, es interiori-
de sentido a la que el hablante es capaz de dar forma en cada emi- dad, signo de la presencia y reclamo de la presencia. La voz es
sión hay una distancia siempre tan grande que cada mensaje que 10 que pone en presencia al sujeto, no al sujeto de la enuncia-
emite es un relativo fracaso ¿Quién podrá comunicar con exacti- ción -que es una función implícita en el mensaje y pertenece al
tud el gusto que tiene en la boca, el matiz del dolor que lo aflige orden de la gamática- sino al sujeto como entidad psíquica,
o la tonalidad de las emociones que en un momento preciso lle- aquel cuyo núcleo es una conciencia. F
nan su espíritu? Como hablante, el hombre va en realidad de la En 1960 Roman Jakobson dio a cGñocer su teoría de la comu-
esperanza a la angustia. Acaso 10 que más nos impulsa a practicar nicación, teoría que empezaba distinguiendo seis funciones de la
el habla no es la sensación de poder sino la de no poder. lengua. Entre éstas, Jakobson contaba lafática, función que, des-
Pero volvamos al balbuceo del niño. El balbuceo infantil ilus- tinada a mantener el contacto, entra en actividad cada vez que al-
tra el estado en que el sonido y el sentido son masas relativamen- guno de los actores del diálogo interrumpe su discurso para
te amorfas y continuas. El proyecto de este aprendiz de hablante asegurarse la atención del otro con frases como "¿Me escucha us-
consistirá, dijimos, en adquirir paso a paso la capacidad de sec- ted?", etc. Creo que si Jakobson atribuyó a esa función una acti-
cionar y articular esas masas en unidades progresivamente níti- vidad tan esporádica y sobre todo tan obvia es porque al
das. Cada vez que balbucea, el niño se entrega con esfuerzo a su formular su teoría -iluminadora, de cualquier manera- no ad-
proyecto. Pero el niño tiene su propio afán y está movido por un virtió que durante la comunicación hay en todo momento un
interés pasional antes que lingüístico: al niño, en efecto, no le in- gasto emocional circulando por las inflexiones de la voz y que
teresa tanto asegurarse el dominio de los sonidos verbales cuanto son esas inflexiones las que continuamente dicen: "Escúchame."
La función fática está en continua actividad y su asiento principal sólo voces. Esas voces le informan del género de conversación de
es el esfuerzo de la voz. que se trata y de la posición que ocupan los que la animan: al-
:: Podríamos definir la voz como la modulación individual del guien enseña con seguridad y otro repite de manera vacilante; o
habla entendiendo que en esta modulación toma forma su dispo- alguien inquiere y el otro corrobora agregando quizá nuevos ma-
sición pasional. La voz es una manera de procesar la sustancia tices; o alguien habla con exaltación y el otro intenta calmarlo;
fónica para introducir en el mensaje el signo de una presencia de- alguien se interrumpe para llorar y el otro insiste pronunciando
seante. Esa manera está condicionada en un extremo por limites las palabras que son causa de ese llanto pero el llanto sube hasta
fisiológicos y en el otro por exigencias linguísticas. Por debajo de que este otro se detiene y pasa de la recriminación al arrepenti-
la voz existe el soplo del aliento que entra al cuerpo devolviéndo- miento. Si esas voces nos informan de la posición y el humor cir-
le la vida y que al salir hace vibrar las cuerdas vocales. En el ex- cunstancial de los protagonistas del diálogo, también nos
tremo inferior de la voz hay ese aire que abandona ei cuerpo y comunican sus rasgos permanentes con distintos grados de niti-
que mientras lo abandona se vuelve sonoridad, ritmo, posición. dez de modo tal que con mayor o menor aproximación podemos
Y en el extremo superior hay el dictado de la lengua (el sistema inferir el sexo, la edad, el carácter, la condición social o profesio-
de comunicación), la obligación de cortar la expulsión aquí y nal, y aun la procedencia de cada hablante. Así, pues, si las pala-
allá, de intensificar o atenuar, de acomodar la lengua (el órgano bras nos han sido negadas y con ellas el contenido del diálogo, la
anatómico) de un modo o de otro para que los movimientos de VOZ bastó para ponernos ante personas, ante destinos, ante hu-
la espiración coincidan con las articulaciones del sentido. La voz, mores y temperamentos.
pues, se hace lugar entre la fisiología y la gamática, plegándose
por una parte a las inflexiones del periodo respiratorio y por otra 3. \La voz es una forma con la que la persona se introduce en el
a las articulaciones del seiltido. La voz se hace oír antes de la pa- habla para convertirse en hablante. Dado que ella trae la presen- .
labra, en la palabra y aun después de ella pues, más que el habla, cia, la pasión y hasta la respiración del hablante, no podemos si-
10 que ella expone es el deseo de hablar y las condiciones desde no pensarla como un fenómeno de la oralidad. ,Sin embargo, en
las que se habla. Cuando el hablante fracasa en su capacidad para la medida en que la escritura es una representación del habla, se
articular las palabras (porque es víctima de la emoción, de la en- ve ella también llevada a construir el lugar de la voz. Por esta ra-
fermedad o la embriaguez) o cuando el oyente queda privado de zón,Len el caso de la comuiiicación a través de textos escritos es
distinguir tales articulaciones (porque un transtorno de la audi- necesario distinguir dos niveles, uno real y otro Simulado. Los
ción o el estado de su ánimo o el intervalo que pone la distancia textos escritos pertenecen en cualquier caso a un género de escri-
se lo impiden) lo que se escucha es sólo la voz -un tono, una de- tura: se escriben tratados didácticos o científicos, informes, ensa-
terminada intensidad, un timbre, un arrastre- y ella basta para yos, narraciones, guías, memorias, decretos, ejercicios escolares,
realizar lo esencial de la comunicación: la comunicación misma. alegatos, etc. Sus respectivos autores los destinan y sus respecti-
Uno oye, por ejemplo, el murmullo de una conversación que el vos lectores los acogen como escritura puesto que se trata de gra-
aire trae al oído desde la distancia. N o oye, pues, palabras sino fías que ha trazado la mano y que descifran los ojos. Estamos ahí
en el nivel de lo real. Sin embargo, fin de que la comunicación una Guia para escaladores de alta montaña afectando un tono
se realice, cada texto debe ordenar su mensaje a partir de la ima- más bien neutro del que suponerse una falta de interés por
gen de un sujeto que toma la palabra para dirigirse a un interlo- marcar la presencia y por lo tanto una falta de interés en la reali-
cutor con el propósito de aleccionar, describir, informar, zación del diálogo. Sin embargo, esta manera de conducir la
razonar, relatar, orientar, recordar, ordenar, sugerir, proponer o enunciación no es otra cosa que una manera de -hablar-, una
persuadir. Este sujeto, tanto como su interlocutor, es una figura estrategia discursiva. Aquí, como en la otras ejecuciones de la es-
del propio discurso y por lo tanto la situación desde la que el su- critura, hay un diálogo construido, un sujeto que en este caso
jeto enuncia es una situación siempre imaginaria. Ese sujeto no prefiere la distancia para que su palabra, renuente a la familiari-
escribe sino habla, dirige su voz a ese otro que no lee sino escucha. dad, produzca el efecto de una mayor "responsabilidad", de un
-1
"En este capítulo hablaremos de la médula espinal", dice -dice, mayor compromiso con la idea de "ejercicio disciplinado" y, por
no escrzbe-, por ejemplo, el Tratado de anatomía y con ello, al lo tanto, pueda otorgarle una mayor confiabilidad. También en
mismo tiempo que informa sobre el tema del capítulo, produce el ciiálogo hablado se ensayan estas estrategias como cuando el di-
la ilusión de un diálogo "en presencia". El uso de la primera per- rector de una escuela reúne a la generación que acaba de ingresar
sona del plural -al que tan frecuentemente recurren los escrito- y les dice: "Sepan los estudiantes que para permanecer en esta es-
res de todo género- refuerza el efecto de una comunicación cuela es necesario cumplir fielmente con todos sus reglamentos."
inmediata. Quizá el autor del Tratado no ha sido un individuo Digamos entonces quegl "lector" al que está destinado el mensaje
sino varios, quizá se trata de un libro copiado, transformado o de la Guia es desde luego ese individuo real que ~ o d r í a-o no-
traducido: nada de eso puede alterar la imagen del sujeto de la leerla pero es sobre todo una figura de la enunciación.% Es eviden-
enunciación el cual, esencialmente ajeno a las circunstancias ex- te que ese "lector" tiene aquí la forma de un personaje que, por
ternas y reales del texto, continúa su intangible diálogo. paradójico que parezca, está en posición de "oír" ese mensaje que
La escritura no sólo tiene su estrategia y su retórica sino tam- le indica que debe "leer" las instrucciones. En su necesidad
bién sus figuras de base y sus articulaciones obligatorias pues ine- (pobablemente insconsciente) de satisfacer el modelo de la co-
vitablemente debe satisfacer el modelo de la comunicación, que municación llenando sus figuras, y en su deseo (seguramente
es único y constante, y para satisfacerlo debe empezar por cons- consciente) de convencer de la excelencia de la Guia, el redactor,
truir su propia discursividad. Así, incluso cuando el mensaje es- para dar nombre a su destinatario, seleccionó, dentro de una serie
crito designa a su destinatario como "lector", tenemos que pensar paradigmática (lector, alpinista, expedicionario, deportista de la
que esa designación alude, en todo caso, simultáneamente a dos montaña, amante de las empresas ascencionales, etc.), el término
entidades: al azaroso lector real, histórico -a cuyas manos el tex- que le pareció más sugerente. Tal vez aquel redactor sabía que, en
to podría no llegar nunca- y al obligado interlocutor sin cuya estos casos, la práctica es que ese tipo de guías no sea leída por
evocada presencia el mensaje no podría construirse. "Si quiere todos los que usarán de ella sino, por ejemplo, sólo por los jefes
ver que su empresa es coronada por el éxito, el lector debe seguir de expedición o de grupo quienes, a su vez, se encargarán de di-
atentamente las instrucciones de la presente Guía", recomienda fundir oralmente las instrucciones a sus subordinados y de con-
servar la Guia durante el ascenso para utilizarla eventualmente la incredulidad, la certeza), todo lo cual lo configura como un su-
como material de consulta. Así pues, la Guia será en la práctica jeto o una conciencia. Ese sujeto llega hasta nosotros en sus pala-
aprovechada por gente que nunca la habrá leído, y el diálogo que bras pero también, y quizá sobre todo, en la manera en que
ella entabló con el "lector" se cubrirá de suspenso en el heterogé- ejecuta esas palabras: el ritmo y la extensión de sus frases, sus pre-
neo fondo de una mochila. Si el redactor fuera un lingüista com- ferencias léxicas y sintácticas, sus estrategias retóricas. Tales ca-
prendería que los jefes de expedición, al desentenderse del hecho racterísticas -que sugieren una tonalidad espiritual, un estado del
de que las instrucciones de la Guía están dirigidas a un "lector", ánimo, una forma del deseo, una disposición de la inteligencia-
no hacen sino poner las cosas en su exacto lugar. Hombres expe- son las encargadas
- de crearnos la ilusión de la voz. De esa ilusión
rimentados, los jefes también saben que el "lector" de la Guía es depende el efecto comunicativo. "Luego otro día de mañana par-
un fantasma convocado por necesidades de la retórica y de la timos de Eztapalapa, muy acompañados de aquellos grandes ca-
gamática, y que los alpinistas reales siempre serán otra cosa. ciques que atrás he dicho",6 nos explica Berna1 Díaz del Castillo
en un texto en el que, más que de comunicarnos información, lo
4. <Perohasta qué punto puede decirse que en estos textos escri- que trata es de comunicarnos su presencia a fin de alcanzarnos
tos existe una voz? Puesto que contienen la representación de un ;on su deseo. "Íbamos por nuestracalzada adelante, la cual es an-
diálogo, tales textos encierran el germen de una narración. Al- cho de ocho pasos, y va tan derecha a la ciudad de México que
guien dirige palabras a otro que es una presencia enigmática y, al me parece que no se torcía ni poco ni mucho", continúa expli-
hacerlo, expone su deseo y despliega sus estrategias para ser escu- cando a fin de que quedemos persuadidos de que es hombre que
chado. Su deseo es transformar al otro. Tal vez, entonces, a fin de sabe lo que dice pues su estrategia consiste en convencernos de la
analizar el tema de la voz en la escritura sea pertinente referirse al veracidad de aquella información para que ese convencimiento
género de las narraciones, es decir a esa clase de textos en que el su- parcial -cargado de poder sinecdóquico- nos convenza a su vez
jeto de la enunciación se dirige a su interlocutor para enterarlo de de la veracidad total del sujeto que la promueve. Ese sujeto, que
una historia. La teoría literaria designa a este sujeto como el narra- ejerce una voluntad y practica una política, en el momento de si-
dor y a su interlocutor como el narratario. Ambas figuras se recor- tuarse así frente a nosotros desborda su naturaleza puramente
tan en el interior del texto y no deben ser confundidas con el gramatical -deja de ser sólo figura de la enunciación- para to-
escritor y el lector pues estos dos sujetos, externos y aleatorios, se mar la consistencia de una persona: una conciencia, un tempe-
comunican a través de la escritura mientras los dos primeros lo ha- ramento, una inteligencia, un deseo, un destino. La voz,
cen a través de la palabra hablada. El narrador, en efecto, no pue- entonces, es ese hecho pasional de la comunicación que convierte
de sino hablar -pues la narración es hablada por naturaleza- y al enunciador en una persona.
lo hace desde una perspectiva (la proximidad o la distancia res-
pecto de los hechos), un tono (la ironía, el desdén, la ingenuidad,
"Del grande y solene rescibirniento que nos hizo el gran Monte-
el júbilo, la pesadumbre), una actitud moral (la comprensión, la
zurna", Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Espasa
condena, la complacencia), una apreciación veridictiva (la duda, Calpe, Madrid, 1982, cap. LXXXVIII, p. 179.
Berna1 Diaz del Castillo trabajó para construir una voz a la Curiosamente, si en la vida real las peculiaridades de una voz
que pudiera encomendarle el éxito del decisivo alegato que se -timbre, entonación, cadencia- se presentan como el resultado
proponía emprender. Como todo escritor, como todo aquel que más o menos espontáneo de un carácter, de una historia personal
se dispone a escribir, sabía que la voz es el elemento empático del o una manera de ser, en la literatura es el resultado de un largo e
texto, aquello donde se juega la posibilidad de alcanzar la subjeti- inevitable trabajo retórico. El escritor no sólo busca una voz para
vidad del lector. sus personajes sino sobre todo para sí mismo: una voz propia que
Pero este trabajo de construcción de una voz, decisivo para pueda ser el punto de articulación de una obra. Incluso, desde
la imagen del narrador, adquiere una importancia todavía ma- que el pensamiento romántico impuso la tendencia a valorar la
obra precisamente por sus rasgos peculiares, la búsqueda de la
yor -o al menos más excluyente- cuando se trata de los perso-
voz -de la "voz propia7'- se convirtió en la preocupación cen-
najes de las narraciones de ficción. De acuerdo a lo que llevamos
tral del escritor. Sabemos que esa "voz propia" es un don de la
dicho, \debemos entender por narraciones ficticias no a aquellas
perseverancia, de la 1u.cidez y del talento. Casi cuatro décadas
que fi&en una situación enunciativa -pues ello es común a to- después de haber escrito la reflexión que acabo de citar, en 1970,
dos los textos escritos- sino a aquellas que fingen una historia, Borges volvía sobre el tema: "Durante muchos años creí que me
mejor dicho a aquellas donde la historia no se presenta como in- sería dado alcanzar una buena página mediante variaciones y no-
formación sobre hechos acontecidos sino como un tejido de vedades; ahora, cumplidos los setenta, creo haber encontrado mi
símbolos que deben ser leídos más allá de la literalidad pues tra- voz", dirá en el Prólogo al Informe de Brodie.
tan de comunicar siempre otra cosa$ado que en esos casos el au- De acuerdo a este razonamiento, leer un texto es dar vida a la
tor es más plenamente consciente de que la verosimilitud de un voz que nos aguarda en sus páginas. Esa voz, dijimos, es el aspec-
personaje es resultado de su trabajo artístico, la construcción de to empático del texto, una especie de fuerza centrípeta que busca
la voz -de las voces- se presenta como una necesidad sistemáti- hacerse sitio en la voz del lector identificándose con ella. Así,
ca. Para dar vida a un personaje es necesario hacer oír las infle- podríamos entonces preguntarnos: ¿con qué voz leemos, en defi-
xiones de su habla pues un personaje -visto como hecho nitiva, esos textos?; ¿con la nuestra o con la que ellos proponen?
artístico- no es al cabo otra cosa que un tono de voz. Hacia Creo que en este impulso centrípeto del texto podemos observar,
1932, en los inicios de su carrera literaria, Jorge Luis Borges ya o postular, una gradación. Diríase que a medida que la voz del
había advertido esta clave de la composición narrativa: "En mi texto se hace más fuertemente expresiva tiende a imponerse a la
corta experiencia de narrador -escribe-, he comprobado que nuestra. Si en los mensajes de carácter informativo -"Jorge Luis
saber cómo habla un personaje es saber quién es, que descubrir Borges nació en Buenos Aires y murió en Ginebra"- todavía
una entonación, una voz, una sintaxis peculiar, es haber descu- podemos distinguir la voz del texto de la voz con que lo leemos,
bierto un de~tino".~ en los de naturaleza simbólica -cuya marca pasional es más evi-
dente- esa distinción apenas tiene lugar. Cuando leemos un tex-
7
"La gauchesca", Discusión, Emecé Editores, Buenos Aires, to narrativo -en voz alta o sin pronunciar las palabras- nos
1964, p. 14. vemos conminados por la necesidad de cambiar nuestra voz para
que en la lectura se realice la voz del narrador o la de los persona- Siendo esto así, debemos pensar en la voz no como sustancia sino
jes. Leer el parlamento de un personaje -un niño temeroso, una más bien como forma, una forma que se materializa en el hecho
mujer desesperada, un hombre que dice: "Vine a Comala porque físico de lafonaczón o vocalización, o que queda sugerida por la
me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramoy'- y no organización de la grafiá sobre una superficie. Esta observación
cambiar la voz simulando -escuchando- la voz del personaje es nos sirve a la vez para observar que, siendo la vocalización (la
no haber advertido su presencia y por lo tanto haber privado emisión efectiva del sonido) la forma final, perceptible, de los
al texto de su poder. Esta identificación llega a su máximo grado mensajes orales así como la graficación (el trazo visible) lo es de
en la poesía. Cuando abrimos un libro de poemas la sola disposi- los mensajes escritos, tanto la vocalización como la graficación
ción de las líneas en la página nos indica que, para entregarnos su tienen una relativa independencia. Un mensaje de naturaleza oral
mensaje, tales líneas deben ser leídas con "otra voz", una voz que puede ser recogido por la grafía (lo que ocurre, por ejemplo,
no es la nuestra, o que lo es pero de "otra" manera. En la cuando se registra por escrito una canción tradicional) tanto co-
todo es expresión; no hay ya escucha sino una voz soberana que mo un texto escrito puede ser vocalizado (lo que ocurre cuando
habla desde nosotros. ¿Quién dice: "Canta, oh musa, la cólera de un orador pronuncia su discurso). Esta distinción, que ha de ser
Aquiles" o: "Volverán las oscuras golondrinas", quién si no noso- manejada siempre con cautela, sirve para sugerir que'tanto la ora- 3
tros mismos convertidos en el sujeto de ese decir? Deliberada- lidad como la escritura deben ser pensadas no como vehículos de
mente empleo aquí un lenguaje realista al hablar del fenómeno propagación de la palabra sino como procesos de formación de
de la comunicación poética pues en este tipo de comu~icación, los mensajes verbales. (También sirve para sugerir -y esto reviste'
en el que podemos teóricamente distinguir una situación enun- una capital importancia en la práctica social de la comunica-
ciativa con sus figuras obligatorias, el fenómeno tiene lugar preci- ción- que la movilidad de los significantes propicia un continuo
samente en el momento del desborde de ese círculo inmanente, desplazamiento de la oralidad sobre la escritura, y viceversa, a la
esto es cuando el lector real compromete su afectividad incorpo- vez que determina la formación de zonas de intercambio en las
rándola al mensaje. Leer -poéticamente- un poema es ejecutarlo, que los mensajes se elaboran según una combinación de ambos
ser de hecho transformado por su poder expresivo y convertirse en procesos. En la comunicación social, en efecto, a menudo los
eLque-habla. Cuando lo leemos de otro modo -por distracción o mensajes resultan de esta combinación de oralidad y escritura
incompetencia, por el interés de hacerlo objeto de algún tipo de puesto que estamos continuamente solicitados por ambos uni-
análisis o porque el poema está tan alejado de nosotros que nues- versos. Es necesario, por lo tanto, poder pensar en las caracterís-
tra sensibilidad ya no puede alcanzarlo- conservamos nuestra ticas de tales universos para estar en condiciones de advenir de
1 propia voz y por eso mismo no lo realizamos. qué manera y en qué medida ellos actúan en los diferentes géne-
ros de la comunicación social.
5. Lo que he tratado de decir con estas disquisiciones es que la La oralidad, cuyo destino es en principio la comunicación
voz, aunque en el origen supone la expulsión de materia fónica, inmediata y en presencia, supone un tratamiento de la materia
1
también puede llegar a nosotros representada por la escritura. verbal, una perspectiva de la comunicación, una sintaxis, una
1
forma de la percepción, un tipo de memoria, una manera de si- aprecio, y aun de veneración, sobre todo como agente formador
tuarse ante el mundo y una economía simbólica, como hemos de los espíritus cultos, pero fue también -quizá de manera más
tratado de mostrarlo en diversos trabajos. La escritura, por su sistemática- objeto de acusaciones y sospechas por parte de esos
parte -organizada desde y para el trazo visible-, si bien está mismos espíritus. Desde el Fedro de Platón en adelante, la crítica
obligada a simular el circuito de la comunicación hablada, lo hace de la escritura -y de todo lo que con ella se asocia- no ha deja-
desde el suspenso de la presencia real y por lo tanto a una distan- do de acompañar al desarrollo de la cultura en Occidente. Dando
cia que pone en operación otras aptitudes del espíritu. Mediada forma a una tradición crítica que venía de la antigüedad, en la Al-
por la visualidad, desplegada en su extensión para una mirada que ta Edad Media comenzó a hablarse del Libro de la Naturaleza pa-
si bien debe moverse siguiendo la dirección de las líneas puede ra aconsejar que se leyera y aprendiera de él antes que del Libro
también hacerlo hacia atrás y hacia adelante, la escritura procede escrito por los hombres pues, mientras éste era hijo de la debili-
distinguiendo gráficamente las unidades de sentido y por lo tanto dad y del error, aquél contenía las seguridades de una sabiduría
realzando los límites, acotando los dominios y segmentando las trascendente ya que su Autor era el propio Dios. La metáfora del
imágenes acústicas. Entre la oralidad y la escritura hay el paso de Libro de la Naturaleza retornaría desde entonces una y otra vez a
lo relativamente continuo a lo relativamente discreto, de lo rela- la filosofía, la teología y la literatura, y sería desde entonces una
tivamente profundo a lo relativamente superficial. Al suspender referencia central en la historia del y de las letras.
las presiones del diálogo inmediato, la operación por la cual se Como lo he observado en otro lugar,8esta metáfora fue promo-
producen -o se descifran- los signos de la escritura propicia la vida por los propios escritores y en realidad significa una proyec-
aparición de una inteligencia que tiende a demorarse en la obser- ción del libro sobre el mundo y no a la inversa. La metáfora del
vación no ya tanto de los objetos cuanto de los propios signos, de Libro de la Naturaleza supone -exactamente y como su nombre
una inteligencia analítica para la cual la semantización del mundo lo indica- que se aplicó al mundo la inteligencia desarrollada por
tiene -o debe tener- la nitidez que la mirada exige a los objetos la escritura y que el mundo comenzó a ser descifrado como si se
del mundo. La escritura, pues, privilegia lo inteligible y da lugar a tratara de un vasto tejido de signos, es decir de un texto para el
un tipo de racionalidad que más de una vez hemos confundido que la lectura de los libros escritos por los hombres servía de an-
con la racionalidad. tecedente. El hecho de que se haya atribuido la autoría de ese Li-
Visual, analítica, atenta al comportamiento de los signos, es- bro al propio Dios no hace sino indicar lo importante que era
ta racionalidad es un continuo examen crítico de lo real pero para los hombres la función y la imagen del escritor. Podemos
sobre todo un examen crítico de las formas significantes pues ver en esa metáfora la gran fuente de la ciencia semiótica, ciencia
para ella lo real está siempre ligado a la significación. Así, el de- que nos enseñó que ese Libro es en realidad construido por la
sarrollo de la escritura no tardó en conducir a una crítica de la mirada, o al menos por una cierta mirada.
propia escritura.
La historia de la escritura es también historia de la crítica de la
escritura, es decir autocrítica. Siguiendo su movimiento, rápida-
mente podemos enterarnos de que la escritura fue objeto de Ver "El libro y sus metáforas" en el presente volumen.
6. Dado que la escritura fue en un comienzo un patrimonio limi- te: En una región situada al norte del río Han, Tzu-Gung vio a
tado a las clases dominantes, la crítica de la escritura fue también un anciano trabajando en su huerto. El anciano había cavado una
crítica del Poder asociado con ella, crítica de la Ley y de su ad- acequia y trataba de llenarla con el agua de un pozo. Para ello
ministración, examen del Orden social. Y dado que fue antes que descendía hasta el fondo a cargar su vasija y luego ascendía sopor-
nada una invención técnica, un instrumento para traducir los so- tando el peso con la menguada fuerza de sus brazos hasta que
nidos a signos visibles la crítica de la escritura promovió la crítica conseguía vaciarla en la acequia, una y otra vez. La operación era
de la Técnica y de las creaturas engendradas por ella. El mismo penosa y sus resultados, exiguos. Con el afán de aliviarlo de sus
entusiasmo que deparó la escritura, el mismo temor, la misma esfuerzos, Tzu-Gung le aseguró que él conocía un medio gracias
sensación de haber dejado a los hombres ante un bien decisivo o al cual podría lleriar cien acequias en un solo día sin fatigarse, y le
ante un mal insaciable se trasladó a los análisis de la técnica y preguntó si le gustaría conocerlo. "¿Qué medio puede ser ése?" -
provocó tanto la adhesión como el rechazo a una filosofía que no quiso saber el viejo. Tzu-Gung pasó entonces a explicarle la ma-
puede concebirse sin la escritura y desde luego sin la técnica: la fi- nera de convertir una pértiga de madera (dejándola "ligera en una
losofía del Progreso. Es probable que las sociedades analfabetas, punta" y colocando "un peso en la otra") en una rudimentaria
o los sectores no alfabetizados -y aun los parcialmente alfabe- palanca que le ayudaría a sacar el agua con rapidez y sin penuria
tizados- de las sociedades modernas nunca hayan sentido re- pero la explicación, inesperadamente, no provocó la gratitud del
chazo de la escritura o de la tecnica en cuanto tales, por la razón jardinero sino por el contrario su viva cólera, y sobre todo estas
de que no están profundamente interesados en eso, pero la veri- palabras de rechazo: "He oído decir a mi maestro que cualquiera
ficación de esta hipótesis resulta problemática porque nuestros que emplee una máquina hará todo su trabajo maquinalmente.
análisis se encuentran siempre condicionados por nuestros pre- Al que hace su trabajo maquinalmente el corazón se le vuelve
juicios y sobre todo por nuestros deseos. Los hijos de la escritu- una máquina, y quien lleva en el pecho un corazón como una
ra son -somos- siempre propensos a atribuir a los hijos de la máquina pierde su sencillez. El que ha perdido su sencillez se sen-
oralidad sus propios temores o desprecios, como ocurre con los tirá inseguro en las luchas de su alma. La inseguridad en las lu-
imitadores de la poesía tradicional. En La galaxid Gutenbwg, tra- chas del alma no se aviene con el sentido honesto. No es que no
tando de mostrar que tanto los peligros como los rechazos genera- conozca las cosas de las que tú me hablas: es que me avergUenza
dos por la técnica son hechos antiguos y universales, McLuhan cita usarla^."^ ~ á ques la contundencia del rechazo, lo que puede
una anécdota, tomada de un libro de Heisenberg, que mostraría en llamar la atención en esta réplica inmortal es el procedimiento
las sociedades pre-alfabéticas "una forma afín de conocimiento" formal con que el viejo jardinero expone y desarrolla su asunto.
que las lleva naturalmente a rechazar las invenciones técnicas. Esta Se trata de un jardinero ganado por la razón analítica, un jardi-
anécdota, sugiere Heisenberg, es una prueba de que la oposición nero que aplicadamente divide el tema de reflexión en sus uni-
"es mucho más antigua que la técnica y la ciencia modernas". La
anécdota, que más bien es una lección que hace 2 500 años habría 9
La galaxid Gutenbetg, Aguilar, Madrid, 1972, trad. de Juan Novella,
brotado de la boca del "filósofo chino Chuang-Tzu" es la siguien- pp. 51-52.
dades más pequeñas, y que avanza examinándolas paso a paso, de un aumento de las sombras. La cultura de la escritura ha abier-
con claridad y distinción, hasta desembocar en una conclusión to grandes abismos -¿acaso no es eso una condición de toda cul-
que es resultado de una impecable lógica y de un desarrollo ar- tura?- pero debemos reconocer que nos ha provisto del más
gumentativo no menos impecable. Esta réplica revela que el vie- valioso instrumento que hemos conocido: la crítica, es decir, la
jo jardinero -y desde luego su maestro- conocía y aplicaba a la capacidad de autocrítica.
perfección la segunda regla del método cartesiano ("dividir cada 7. Ahora que la electrónica ha multiplicado las formas y las téc-
una de las dificultades que examinare en cuantas partes fuere po- nicas para la circulación de los mensajes resulta natural que la es-
sible y en cuantas requiriese su mejor solución") y también las critura sea un centro de reflexiones y de especulaciones. Algunos
prescripciones de la retórica clásica. Bajo el superficial rechazo de con alivio, otros con alarma, la mayoría con incomodidad han
la técnica, las palabras del viejo contienen una exaltación de la in- vaticinado el fin de la era de la escritura tomando como base un
teligencia analítica que es producto de la técnica y sobre todo fenómeno que parece estar produciéndose bajo nuestros ojos: la
producto de la escritura. ¿Pero no se trataba de un hombre de desaparición del libro. Marshall McLuhan diseñó una especie de
cultura oral? Leyendo su réplica, sin embargo, podemos sacar rá- Historia progresiva de la humanidad compuesta, hasta ahora, por
pidamente dos conclusiones. La primera es que esta lección, atri- la sucesión de tres edades o culturas: la cultura de la oralidad, la cul-
buida a Chuang-Tzu y que provocó el entusiasmo de Heisenberg tura de la escritura (compuesta a su vez de dos fases: la tranquila
y de McLuhan, en realidad no expresa a la cultura oral: esa lec- cultura del manuscrito y la avasalladora cultura de la imprenta) y la
ción ha sido transformada y adaptada por hombres de la escritura cultura de la electricidad, en cuyos umbrales estaríamos actualmen-
o bien ha sido directamente inventada por ellos. La segunda es te situados. Falto de capacidad para darme a la imaginación de tan
que Heisenberg y McLuhan, como este viejo jardinero y como vastos escenarios, poco propenso a anticipar apoteosis o catástro-
los que se encargaron de conservar la lección del "filósofo chi- fes totales, yo me siento más inclinado a pensar que el espíritu se
llo", son mucho más partidarios de la técnica que lo que se mues- transforma y a la vez se conserva, que sus obras se disponen en
tran dispuestos a reconocer. estratos organizados, acaso, sobre una escala de complejidad cre-
Desde luego, esta observación no se encamina a negar la nece- ciente. Creo, por ejemplo, que si hay cada vez menos sociedades
sidad y sobre todo la pertinencia de ese tipo de críticas. La escri- de cultura oral sobre la tierra, y que si las producciones orales
tura, en efecto, ha sido causa de transformaciones radicales en la que sobreviven en las sociedades modernas ocupan un espacio
historia del hombre, de transformaciones cuya peligrosa acelera- cada vez más reducido, la oralidad como tal es una forma inex-
ción hace pensar en una posible aceleración de los impulsos taná- tinguible. Creo que la identidad de cada individuo como persona
ticos. Parece, de todos modos, que aun en situaciones como ésta humana, así como la imagen del otro como prójimo están funda-
-o sobre todo en situaciones como ésta- lo que debemos pedir- das sobre la oralidad porque es la forma básica del reconocimien-
le a la inteligencia es un esfuerzo para poder aceptar que las obras to y del intercambio. La oralidad es la primera y definitiva
del espíritu, como los cuerpos, tienen un lado luminoso y un la- experiencia del lenguaje -el lenguaje, como se sabe, de la prime-
do sombrío, y que el aumento de la luz se hace siempre a costa ra infancia- y como tal permanece en los estratos más profun-
dos de nuestra conciencia. Cuando una intensa emoción, cuando ción en la memoria de los signos. Las variaciones tecnológicas de
un peligro, cuando el júbilo o la desolación se apoderan de noso- los procesos de almacenamiento y difusión de los mensajes no
tros al punto de dejarnos indefensos, entonces regresamos a la pueden reemplazar a la escritura por la razón de que esencial-
oralidad -y aun al balbuceo preoral- como a nuestra morada mente la suponen y la necesitan. Los mensajes gabados, sonori-
más segura. Desde ese estrato profundo, desde esa morada origi- zados, transferidos a señales luminosas o a indicaciones icónicas
naria, la oralidad continuamente se desliza en la comunicación e se organizan en el interior de la escritura pues es ella la que puede
irrumpe donde menos se la espera. Somos orales o podemos serlo interpretarlos y garantizar su eficacia social.
en cualquier momento porque la característica más decisiva de la En un ensayo justamente célebre,'' Emile Benveniste obser-
oralidad es su estar-siempre-ahí. vó -yo creo que definitivamente- que "la lengua es la organi-
En cuanto a la escritura, dado que en el pasado las sociedades zación semiótica por excelencia", es decir el sistema significante
humanas han prescindido de ella o han producido variedades no que sirve de matriz y modelo de todos los demás porque es el
alfabéticas, parece fácil suponer la viabilidad de un futuro en el único que tiene, en relación con los otros, la capacidad "de in-
que, cumplido su ciclo, esa forma de producir los mensajes se ha- terpretancia": la lengua, en efecto, engloba a todos los sistemas
ya extinguido por completo. Creo sin embargo que, si bien po- -incluido el que forma ella misma- porque puede interpretar-
demos imaginar un pasado sin escritura, la posibilidad de un los e interpretarse. Con la lengua se puede hablar de la música
futuro sin escritura es para nosotros impensable, a menos que y conferirle su calidad de sistema, y no a la inversa, así como
ejercitemos una imaginación superficial alentada o atemorizada sólo con ella se puede describir las leyes de la lingüística. Asi-
por las fantasías de la ciencia-ficción. Es frecuente, en efecto, mismo, desde ella se ~ u e d econcebir, organizar y hablar del
anunciar la desaparición de la escritura basándose en la probable universo de la tecnología, de la historia de un país o del mundo,
desaparición de las formas convencionales del libro. Pero una fu- de la macro y de la rnicrofísica, y, en última instancia, de la
tura sociedad sin escritura no sería una sociedad sin libros sino propia sociedad humana. Ahora bien: de las dos formas cono-
una organización de la vida tan radicalmente diferente que no te- cidas de la expresión lingüística, la oralidad y la escritura, es es-
nemos cómo imaginar. Los progresos de la tecnoelectrónica no ta última la que tiene en grado más alto la capacidad de
compiten con la escritura sino que la expanden en la medida en interpretancia pues abarca un dominio mayor y más complejo
que esos progresos expanden la actividad de una inteligencia na- de posibilidades descriptivas. La escritura interpreta a la orali-
cida de la escritura. Los sofisticados aparatos que la tecnologia dad en mayor medid.a que la oralidad interpreta a la escritura.
produce, en cualquiera de sus variedades, han sido concebidos Por lo tanto, tendríamos que pensar que cualquier sistema sig-
por, y para, hombres dotados de una determinada capacidad nificante o forma de expresión que aspirara a reemplazarla de-
mental y aptos para seguir determinado tipo de instrucciones. El bería cumplir por lo menos dos condiciones básicas: l) ser una
funcionamiento de esos aparatos está apoyado en la ~osibilidad
de guardar en algún lugar -guías, instructivos, etc.- la informa- "Semiologíade la lenguan,Problemas de lingüística
10 11, Siglo
ción necesaria para tal funcionamierto y conservarla a disposi- m,México, trad. de JuanAlmela.
expresión de la lengua, y 2) tener una capacidad de interpretan- 110 por parte de este desconsiderado sistema, y sobre todo para
cia superior a la de la escritura. Hasta ahora n o se vislumbra esa hacer posible otro Derrida que desconstruya su queja reaccio-
posibilidad en el horizonte de nuestra cultura. naria y que explique que ese último sistema estaba en realidad
Para pensar en un futuro sin escritura tendríamos que ser ca- en el origen bajo la forma de una huella primera y primordial.
paces de pensar, por ejemplo, en una sociedad sin el tipo de insti- Pero esa bella historia nos está por ahora vedada, y quizá lo siga
tuciones públicas que conocemos -la nación, la industria, el estando aun por mucho tiempo. De cualquier modo, lo que yo
comercio, el deporte, el trabajo, la escuela, las administraciones, estoy dispuesto a creer es que cualquier sistema de comunica-
las asociaciones profesionales o civiles- las cuales debido a su na- ción verbal indefectiblemente deberá satisfacer un requisito bá-
turaleza están obligadas a organizarse siguiendo una compleja le- sico: la voz. Cualquier sistema deberá actuar la voz o deberá
gislación, una red de leyes, decretos, disposiciones, convenios, simularla porqueles dentro del espacio de la voz donde se pro-
estatutos cuya inteligencia y cuyo registro no puede ser sino obra duce la irrupción del sujeto.)
=-,
de la escritura. Tendríamos, también, que ser capaces de pensar
en una cultura en que la capacidad de leer sea un hecho irrelevan-
te y por lo tanto que desde la transmisión del patrimonio de co-
nocimientos científicos hasta la indicación del horario de la salida
de los aviones provenga de sistemas de signos que aún debemos
inventar. Parece, pues, imaginar demasiado. Si en verdad toda es-
ta imaginería lo que expresa en el fondo es la incertidumbre so-
bre el futuro del libro, yo sugeriría, por mi parte, que, antes de
seguir esa vía, más bien nos dispongamos a considerar sin sobre-
salto la posibilidad de que el libro -bajo la forma y apariencia
con que lo conocemos- haya entrado en un proceso que puede
transformarlo de manera radical.
De todos modos, si en algún futuro aparece un sistema de
expresión lingüística con mayor capacidad interpretante que la
escritura, para satisfacción de necesidades comunicativas que
todavía no tenemos, es previsible que la escritura se conserve
como un estrato en la geología de la comunicación y que, por
eso mismo, la circulación de los mensajes la siga teniendo como
referencia. Entonces un nuevo Saussure podrá aparecer para
volver a quejarse de que la oralidad -y ahora también la escri-
tura, su compañera de desgracias- ha sufrido mengua y atrope-

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