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FACULTAD DE MEDICINA
Departamento de Psiquiatría
TESIS DOCTORAL
PRESENTADA POR
Directores
Madrid, 2017
TESIS DOCTORAL
Directores:
Dr. Francisco Javier Quintero Gutiérrez del Álamo
Dra. Mª Inés López-Ibor Alcocer
Madrid, 2015
Este proyecto se ha realizado en parte gracias a una beca de investigación de Otsuka,
s.a.
A mi marido, por cuidarnos a todos
1.RESUMEN:............................................................................................................Pg.1
ABSTRACT………………………...……………………………………...Pg.7
2.INTRODUCCIÓN:
2.1. EL CONCEPTO DE TRASTORNO MENTAL SEVERO………………........Pg.12
2.2. LA DISFUNCIÓN COGNITIVA EN LOS TRASTORNOS MENTALES
SEVEROS…………………………………………………………………………..Pg.15
2.2.1. LA DISFUNCIÓNNEUROCOGNITIVA……………………………Pg.16
2.2.1.1. DÉFICITS NEUROCOGNITIVOS EN LA
ESQUIZOFRENIA………………………………………………….Pg.18
2.2.1.2. DÉFICITS NEUROCOGNITIVOS EN EL TRASTORNO
BIPOLAR…………………………………………………………...Pg.19
2.2.1.3. COMPARACIÓN DE LA DISFUNCIÓN NEUROCOGNITIVA
EN ESQUIZOFRENIA Y TRASTORNO
BIPOLAR…………………………………………………..…….....Pg.20
2.2.2. LA COGNICIÓN SOCIAL EN LOS TRASTORNOS MENTALES
SEVEROS…………………………………………………………………..Pg.21
2.2.2.1. LA COGNICIÓN SOCIAL EN LA ESQUIZOFRENIA…..Pg.23
2.2.2.2. LA COGNICIÓN SOCIAL EN EL TRASTORNO
BIPOLAR…………………………………………………………...Pg.24
2.2.2.3. COMPARACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO
SOCIOCOGNITIVO EN ESQUIZOFRENIA Y TRASTORNO
BIPOLAR…………………………………………………………...Pg.26
2.3. EL CONCEPTO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL…….……………..Pg.27
2.3.1. MODELOS TEÓRICOS DE INTELIGENCIA EMOCIONAL..........Pg.29
2.3.2. TEST DE INTELIGENCIA EMOCIONAL DE MAYER-SALOVERY-
CARUSO (MSCEIT)………………………………………………..………Pg.31
3. JUSTIFICACIÓN, HIPÓTESIS Y OBJETIVOS:
3.1. JUSTIFICACIÓN…………………….………………………………...Pg.35
3.2. HIPÓTESIS……………………………...……………………………..Pg.38
3.3. OBJETIVOS……………………………………………………………Pg.38
4. MATERIAL Y MÉTODOS:
4.1. CONSIDERACIONES ÉTICAS…...…………………………………..Pg.39
4.2. PARTICIPANTES……………………………………………………...Pg.39
4.3. INSTRUMENTOS DE MEDIDA:
4.3.1. CUESTIONARIO DE DATOS SOCIO-DEMOGRÁFICOS Y
CLÍNICO-ASISTENCIALES…………………………...…………..Pg.40
4.3.2. ESCALAS DE EVALUACIÓN CLÍNICA…………………..Pg.41
4.3.3.ESCALA DE EVALUACIÓN DE LA INTELIGENCIA
EMOCIONAL……………………………………………………….Pg.42
4.3.4. INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN
NEUROCOGNITIVA……………………………………………….Pg.43
4.3.5. ESCALAS DE CALIDAD DE VIDA Y
FUNCIONALIDAD………………………………………………...Pg.44
4.4. PROCEDIMIENTO DE EVALUACIÓN……...………………………Pg.44
4.5. ANÁLISIS ESTADÍSTICO…...……………………………………….Pg.45
5. RESULTADOS:
5.1.ESTADÍSTICOS DESCRIPTIVOS…………………………………….Pg.47
5.1.1.VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS……………………Pg.47
5.1.1.1.DESCRIPCIÓN DE LA MUESTRA………………..Pg.47
5.1.1.2.ESQUIZOFRENIA EN FASES INICIALES……….Pg.50
5.1.1.3.ESQUIZOFRENIA DE MÁS DE 5 AÑOS DE
EVOLUCIÓN……………………………………………….Pg.51
5.1.1.4.TRASTORNO BIPOLAR…………………………..Pg.52
5.1.2.VARIABLES CLÍNICAS……………………………………..Pg.54
5.1.2.1.ESCALAS CLÍNICAS…………………………...…Pg.55
5.1.2.2.ESCALA DE INTELIGENCIA EMOCIONAL…….Pg.57
5.1.2.3.ESCALAS DE EVALUACIÓN
NEUROCOGNITIVA……………………………………….Pg.58
5.1.2.4.ESCALAS DE CALIDAD DE VIDA Y
FUNCIONALIDAD……………………………………..….Pg.59
5.2. CONTRASTE DE HIPÓTESIS:
5.2.1.COMPARACIÓN DE LAS PUNTUACIONES EN EL MSCEIT
CON LA POBLACIÓN GENERAL………………………………..Pg.62
5.2.2.COMPARACIÓN DE LOS RESULTADOS EN EL WAIS-IV
CON LA POBLACIÓN GENERAL………………………………..Pg.65
5.2.3.RESULTADOS EN LA EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES
EJECUTIVAS EN COMPARACIÓN CON LA POBLACIÓN
GENERAL………………………………………………………….Pg.66
5.2.4.COMPARACIÓN DE LOS TRES GRUPOS………………...Pg.67
5.2.4.1.VARIABLES SOCIO-DEMOGRÁFICAS…………Pg.67
5.2.4.2.VARIABLES CLÍNICAS…………………………...Pg.68
5.2.5.COMPARACIÓN DE LA PUNTUACIÓN EN EL MSCEIT
ENTRE GRUPOS………………………………………………...…Pg.69
5.2.6.COMPARACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO
NEUROCOGNITIVO ENTRE LOS TRES GRUPOS……………...Pg.72
5.3.CORRELACIONES DEL MSCEIT CON ESCALAS CLÍNICAS,
NEUROCOGNTIVAS Y FUNCIONALES………………………………..Pg.74
5.4.ANÁLISIS DE REGRESIÓN LINEAL…………………...……………Pg.75
6.DISCUSIÓN………………………………………………………………………Pg.77
7.CONCLUSIONES………………………………………………………………...Pg.88
8.BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………….Pg.89
1.1.INTRODUCCIÓN:
1.2.1.JUSTIFICACIÓN:
1
Los trastornos mentales severos presentan déficits en diferentes aspectos de la
cognición social, que parecen más acusados en los pacientes que padecen esquizofrenia
respecto a los que presentan un trastorno bipolar. Entre los componentes de la cognición
social, la inteligencia emocional emerge como concepto novedoso y prometedor en el
campo de los trastornos mentales.
Tanto en esquizofrenia como en trastorno bipolar se han descrito alteraciones en
la inteligencia emocional, que se relacionan en parte con el deterioro neurocognitivo.
Son escasas las investigaciones que comparan la inteligencia emocional en ambas
patologías y su relación con el proceso deteriorante.
El objetivo de este proyecto de investigación es ampliar los conocimientos sobre
las posibles diferencias entre la esquizofrenia y el trastorno bipolar en las habilidades
relativas a la inteligencia emocional, así como estudiar su curso evolutivo y los factores
con que se relaciona, con especial interés por los déficits neurocognitivos.
Entre los instrumentos de evaluación de la inteligencia emocional,
seleccionamos el Test de Inteligencia Emocional de Mayer-Salovery-Caruso (MSCEIT)
por ser el más validado, con evidencias de sus buenas propiedades psicométricas en
ambos trastornos mentales severos (G. C.-G. Eack S.M. 2010) (H. W. Kee K.S. 2009).
Hasta nuestro conocimiento, este es el primer estudio que compara el desempeño
en el MSCEIT completo, con sus cuatro sub-escalas, en sujetos con esquizofrenia
versus trastorno bipolar, así como la primera investigación en comparar la inteligencia
emocional en dos momentos evolutivos diferentes de la esquizofrenia.
1.2.2.HIPÓTESIS:
1.2.3.OBJETIVOS:
2
1.3.MATERIAL Y MÉTODOS:
1.3.1.CONSIDERACIONES ÉTICAS:
Este proyecto fue aprobado por la Comisión de Ética del Hospital General
Universitario Gregorio Marañón, todos los pacientes prestaron consentimiento
informado y se ha respetado la confidencialidad de los datos.
1.3.2.PARTICIPANTES:
Criterios de inclusión:
Diagnóstico de esquizofrenia o trastorno bipolar tipo I.
Edad comprendida entre los 18 y los 75 años.
Suficientemente estables psicopatológicamente para ser evaluados.
Competentes para consentir su participación en el proyecto.
Criterios de exclusión:
Otros trastornos mentales del eje I del DSM-V.
Consumo activo de sustancias, excepto el tabaco.
Historia de retraso mental, enfermedad neurológica o condiciones
clínicas que pudieran afectar al desempeño cognitivo.
1.3.3.INSTRUMENTOS DE MEDIDA:
3
Escala de inteligencia emocional: Test de Inteligencia Emocional de
Mayer-Salovery-Caruso (MSCEIT).
Escalas de evaluación neurocognitiva: Escala de Inteligencia de
Wechsler para Adultos-4ªedición (WAIS-IV), Test de Trazo (TMT)
partes A y B, Test de la Figura Compleja de Rey.
Escalas de funcionalidad y calidad de vida: Escala de Calidad de Vida
(QLS) y Escala de Evaluación de la Actividad Global (EEAG).
1.3.4.PROCEDIMIENTO:
1.3.5.ANÁLISIS ESTADÍSTICO:
1.4.RESULTADOS:
4
CGI-S), el TMT-A y el Test de la Figura Compleja de Rey, y positivamente con
el cociente de inteligencia.
En el grupo de esquizofrenia de hasta 5 años de evolución no se encuentran
variables que correlacionen de manera estadísticamente significativa con la
inteligencia emocional.
En el grupo de esquizofrenia de más de 5 años de evolución se detectan
correlaciones moderadas negativas con la gravedad de la sintomatología (BPRS,
CGI-S) y la clínica depresiva (HDRS), y correlación moderada de signo positivo
con la funcionalidad (EEAG), pero no con ninguna de las escalas de evaluación
neurocognitiva.
En el grupo de trastorno bipolar tipo I la inteligencia emocional correlaciona de
manera moderada con la edad, el TMT parte A y el índice Memoria del Test de
la Figura Compleja de Rey.
1.5.DISCUSIÓN:
1.6.CONCLUSIONES:
5
que los déficits en la inteligencia emocional pueden ser una manifestación
intrínseca a la propia patología.
8. En la esquizofrenia de mayor evolución, la inteligencia emocional se asocia
con la gravedad de la sintomatología, la funcionalidad y la clínica depresiva,
pero no con el funcionamiento neurocognitivo.
9. En los trastornos bipolares, sin embargo, la inteligencia emocional entendida
como habilidad se relaciona con el funcionamiento en algunas tareas
neurocognitivas, como la memoria y la velocidad de procesamiento, pero no
con la sintomatología.
10. En base a la literatura previa y los resultados de este estudio, el deterioro de
la inteligencia emocional que produce la esquizofrenia parece no sólo
cuantitativo sino cualitativo.
11. Se requieren más investigaciones para conocer el comportamiento de la
inteligencia emocional en estos trastornos mentales severos.
6
ABSTRACT:
1.INTRODUCTION:
The severe mental disorders are the subject of growing research in the area of
emotional intelligence because of his relationship with psychosocial functionality loss.
Despite treatment advances, patients continue to experience high levels of social,
professional and personal disabilities, related to the presence of deficits in cognition
(SM Couture 2006). These changes are manifested in two areas: the neurocognitive and
social cognition.
Both patients with schizophrenia and those with bipolar disorder have
neurocognitive dysfunction, more severe in the first. Social cognition is impaired in
schizophrenia, but seems relatively preserved in bipolar disorder (Lee J. 2013).
Both neuro and sociocognition have been linked to disability. In fact, today it
is considered that in schizophrenia social cognition predicts performance better that
neurocognition (SJ Schmidt 2011) (Fett AKJ 2011) (DC Bowie CR 2010).
Social cognition includes the mental processes required for interpersonal
relationships and social performance. Includes skills such as recognition of social
standards, the ability to infer mental states, appreciate the social context and manage
emotions. Emotional intelligence, defined as the ability to process, understand and
manage emotions, is one of the main components of the sociocognition.
People with schizophrenia show changes in the capabilities related to social
cognition, including emotional intelligence. In bipolar disorder they seem more
conserved (Lee J. 2013) with less functional impairment (A. Pacheco 2010).
So far there are few studies comparing emotional intelligence in bipolar
disorder and schizophrenia.
The objective of this research is to better understand the different
characteristics and the factors affecting these social-cognitive dysfunctions in severe
mental disorders to optimize the design of specific interventions to facilitate maximum
recovery of these skills in order to improve the prognosis and quality of life of these
patients.
2.1.JUSTIFICATION:
7
Both in schizophrenia and bipolar disorder have been described changes in
emotional intelligence, partly related to neurocognitive impairment. Little research has
been done comparing emotional intelligence in both disorders and their relationship
with the deteriorating process.
The aim of this research is to increase knowledge about the differences
between schizophrenia and bipolar disorder in skills related to emotional intelligence
and study its clinical course and factors related, with particular interest in
neurocognitive deficits.
Among the assessment tools of emotional intelligence, we select the Mayer-
Salovery-Caruso Emotional Intelligence Test (MSCEIT) as the most validated, with
evidence of good psychometric properties in both severe mental disorders (GC-G. Eack
SM 2010) (HW Kee KS 2009).
To our knowledge, this is the first study to compare the performance in
MSCEIT complete scale and four subscales, in subjects with schizophrenia versus
bipolar disorder, as well as the first study to compare emotional intelligence in two
different phases of schizophrenia.
2.2.HYPOTHESIS:
2.3.OBJECTIVES:
3.1.ETHICS:
This project was approved by the Ethics Committee of the Hospital General
Universitario Gregorio Marañón. All patients signed informed consent. The
confidentiality of the data has been respected.
8
3.2.PARTICIPANTS:
Inclusion criteria:
Diagnosis of schizophrenia or bipolar disorder type I.
Aged between 18 and 75 years.
Psychopathologically stable to be evaluated.
Competent to consent participation in the project.
Exclusion criteria:
Other mental disorders of Axis I DSM-V.
Drug abuse, except smoking.
Personal history of mental retardation, neurological disease or clinical condition
which might affect cognitive performance.
3.3.INSTRUMENTS OF ASSESSMENT:
3.3.METHODS:
9
3.4.ANALYSIS:
Statistical analysis was performed using the Statistical Package for the Social
Sciences, SPSS, 23 version. The level of statistical significance was set at 0.05.
Parametric tests were chosen when meeting the statistical requirements. After the
descriptive analysis of the data, we compare the results of the scales of Emotional
Intelligence and neurocognitive evaluation with the general population scores, the
results of the three groups studied were compared with each other, and correlations of
MSCEIT were explored. Moderate correlations were analyzed using linear regression.
In each case the parametric or nonparametric test indicated for each analysis was
chosen.
4.RESULTS:
5.DISCUSSION:
10
emotional intelligence are discussed. The limitations on the generalization of the results
are reported.
6.CONCLUSIONS:
11
2.INTRODUCCIÓN:
13
esta tesis es ampliar los conocimientos sobre los aspectos diferenciales de la disfunción
socio-cognitiva entre ambas patologías.
La esquizofrenia es un trastorno psicótico crónico que afecta aproximadamente al
1% de la población mundial. Debuta con mayor frecuencia entre los 15 y los 25 años en
varones, y una década después en mujeres. La presentación clínica es heterogénea, con
episodios psicóticos de duración variable y deterioro funcional sostenido.
Tradicionalmente, la esquizofrenia se ha comprendido bajo un enfoque categorial,
considerando diferentes subtipos diagnósticos (paranoide, desorganizado, catatónica,
residual y no diferenciada). Esta definición convive actualmente con un enfoque
dimensional, que incluye una combinación variable de síntomas, clasificados en cuatro
dominios: síntomas positivos (ideas delirantes, alucinaciones, desorganización y
catatonía), síntomas negativos (aplanamiento afectivo, alogia, anhedonia, aislamiento
social y falta de motivación), alteraciones del estado de ánimo (afecto plano, disfórico,
extravagante o inapropiado) y disfunciones cognitivas. El dominio cognitivo, con sus
dos vertientes, neuro y sociocognición, es el que mayor correlación ha demostrado con
la funcionalidad psicosocial y la calidad de vida (Schmidt S.J. 2011). La evolución de la
esquizofrenia es variable y el pronóstico implica, en la mayoría de pacientes, grados
importantes de deterioro en todas las áreas del funcionamiento de la persona. La
etiología aún es desconocida, pero se sabe que incluye una combinación de factores
genéticos, ambientales y del desarrollo (National Collaborating Centre for Mental
Health 2014) (American Psychiatric Publishing 2013) (American Psychiatric
Association 2006).
El trastorno bipolar es un trastorno del estado de ánimo crónico, de curso episódico,
que afecta a más del 1% de la población mundial. Se caracteriza por episodios afectivos
que pueden ser maníacos, hipomaníacos, depresivos o mixtos, que se intercalan de
manera variable con períodos de aparente estabilidad clínica. Las clasificaciones
internacionales diferencian varios tipos. El más prevalente es el tipo I, que afecta
aproximadamente al 0,6% de la población adulta, y se define por presentar al menos un
episodio maníaco a lo largo de la evolución. La edad de inicio habitual es en la
adolescencia o principio de la vida adulta y existe gran variabilidad en el curso
evolutivo. Se asocia a importante discapacidad y pérdida de calidad de vida. Cada vez
hay mayores evidencias de la existencia de déficits cognitivos similares a los que
presenta la esquizofrenia, pero de menor intensidad (Grande I. 2015) (American
Psychiatric Publishing 2013) (American Psychiatric Association 2006).
Un mejor conocimiento de los déficits cognitivos específicos de cada patología
permitirá el diseño de intervenciones terapéuticas específicas para mejorar la
funcionalidad social y laboral de estos pacientes. Los próximos apartados exponen una
revisión del estado actual del conocimiento sobre la disfunción cognitiva en estos
trastornos mentales severos.
14
2.2.LA DISFUNCIÓN COGNITIVA EN LOS TRASTORNOS MENTALES
SEVEROS:
15
Procesamiento de emociones, entendido como la capacidad para percibir y
emplear las emociones.
Teoría de la mente, que es la habilidad parar inferir los estados mentales de
los demás.
Percepción social, definida como la capacidad para apreciar las claves
sociales.
Conocimiento social, que es la comprensión de los roles, reglas y objetivos
que guían las interacciones sociales.
Estilo atribucional, o habilidad para inferir las causas de un determinado
evento positivo o negativo.
16
Las funciones ejecutivas se definen como las capacidades cognitivas necesarias para
llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y aceptable que permita resolver los
problemas y alcanzar las metas futuras. En el concepto se incluyen un conjunto de
habilidades cognitivas superiores, entre las que se encuentran (Freedman D. 2011)
(Demily C. 2009):
El planteamiento de metas.
La abstracción
La capacidad de dar significado a los estímulos provenientes del
exterior.
La discriminación de los estímulos exteriores.
La resolución de problemas complejos.
La capacidad de inhibir la respuesta y de cambiar o alternar tareas.
El desarrollo, puesta en marcha y evaluación de estrategias dirigidas
a un fin.
Las funciones ejecutivas tradicionalmente se habían atribuido al cortex prefrontal y
el cortex frontal dorsolateral, aunque actualmente se sabe que no todas las funciones
ejecutivas se desarrollan en el lóbulo frontal, sino que dependen de redes más complejas
que incluyen otras estructuras cerebrales.
Entre los instrumentos más extendidos para evaluarlas en personas con
esquizofrenia se encuentran el Trail Making Test, parte B, el Wisconsin Card Sorting
Test (WCST), el test de Stroop y el Controlled Oral Word Association Test (COWAT)
(A.Reicherberg 2010).
La relevancia de la disfunción neuro-cognitiva en los trastornos mentales severos
viene determinada por las graves repercusiones funcionales que implica. En la literatura
encontramos varios estudios que estudian su desempeño cognitivo (Zanelli J. 2010)
(Tuuilo-Heriksson A. 2011) y demuestran correlación entre el funcionamiento
psicosocial y los déficits neurocognitivos en trastornos mentales severos como la
esquizofrenia y el trastorno bipolar (Simonsen C. 2010) (Biederman J. 2011). Se ha
estimado que los déficits neuro-cognitivos, considerados en su conjunto, justifican entre
el 20 y el 60% de la variabilidad en el resultado funcional de los pacientes con
esquizofrenia (Schmidt S.J. 2011).
Se sabe que el funcionamiento cognitivo de las personas con esquizofrenia es
notablemente peor que los trastornos bipolares en todas las habilidades anteriormente
citadas. Los estudios que evalúan la posible especificidad de la disfunción neuro-
cognitiva de cada patología encuentran diferencias cuantitativas, pero no cualitativas
(Reichenberg A. 2009) (Simonsen C. 2010) (Tuuilo-Heriksson A. 2011) (Zanelli J.
2010). En el período pre-mórbido y en el curso evolutivo sí parecen existir diferencias
cualitativas entre ellas. En la esquizofrenia hay evidencias de que el deterioro cognitivo
se inicia antes del debut de la psicosis, es evidente ya en el primer episodio psicótico y
progresa con la evolución de la esquizofrenia (Damiao A.L. 2015). En el trastorno
bipolar, sin embargo, no está demostrado de manera concluyente la existencia de
deterioro pre-mórbido ni la evolución progresiva hacia el empeoramiento (Reichenberg
A. 2009).
17
2.2.1.1. DÉFICITS NEUROCOGNITIVOS EN LA ESQUIZOFRENIA:
Se calcula que más del 80% de los pacientes con esquizofrenia presentan deterioro
de sus funciones cognitivas, que se manifiesta tanto en el funcionamiento global que
estiman los test de inteligencia estandarizados mediante el cociente intelectual (CI),
como en tareas cognitivas específicas Este deterioro está presente desde las etapas
premórbidas y experimenta un empeoramiento progresivo con el proceso de la
enfermedad, lo que resulta determinante para el pronóstico funcional del paciente La
esquizofrenia genera un deterioro generalizado, severo y sostenido de la cognición
global, estimada a través del CI, caracterizado por ser un 50% más acusado en el CI
manipulativo que en el verbal (A.Reicherberg 2010).
Este déficit en el funcionamiento cognitivo general está se manifiesta desde el
período premórbido. Un metanálisis que revisa los estudios sobre el CI premórbido en
personas que luego desarrollan esquizofrenia (Woodberry K.A. 2008), evidencia que las
personas con esquizofrenia obtienen, desde la infancia, puntuaciones medias del CI 0,5
desviaciones estándar por debajo de los controles sanos. Aún no está aclarado si esta
merma en el CI es una manifestación premórbida o constituye ya parte del cuadro
clínico de la esquizofrenia (Reichberg 2005). Asimismo, se ha observado que mejores
puntuaciones en los test de inteligencia se asocian a una evolución más benigna de la
esquizofrenia, por lo que se ha llegado a proponer el CI como factor con valor
pronóstico (Alyward E. 1984).
Hay evidencias que el CI empeora tras el debut del proceso psicótico (Woodberry
K.A. 2008). Se ha encontrado correlación entre el cociente de inteligencia y la pérdida
progresiva de volumen cerebral (material gris, volumen cortical y adelgazamiento de
regiones corticales frontales, temporales y parietales) que se produce en las fases
tempranas de la esquizofrenia (Kubota M. 2015), hallazgos que son independientes de la
sintomatología, el consumo de cannabis y los tratamientos mantenidos con
antipsicóticos.
En lo que respecta a tareas cognitivas específicas, el deterioro es al menos tan
intenso como el del CI. Algunas de las funciones, como la atención y la memoria
declarativa, están presentes desde el período premórbido y podrían considerarse
marcadores de vulnerabilidad, mientras que otros, como la disfunción ejecutiva, parecen
deteriorarse con el progreso de la esquizofrenia (Woodberry K.A. 2008). Los síntomas
negativos correlacionan con los déficits en velocidad de procesamiento, atención y
funciones ejecutivas (Hedge S. 2013). Se ha planteado la posibilidad de que los déficits
neurocognitivos fueran secundarios a otros aspectos de la enfermedad, pero la literatura
indica que los síntomas positivos, la medicación, la duración de la enfermedad y la
gravedad psicopatológica no están significativamente asociados con la gravedad de la
disfunción neurocognitiva en la esquizofrenia (A.Reicherberg 2010).
Según una revisión exhaustiva de los metanálisis publicados, la esquizofrenia genera
un deterioro severo de la velocidad de procesamiento y las funciones ejecutivas, y una
afectación algo menos grave de la atención, la percepción, la memoria declarativa, la
memoria de trabajo y la percepción. La memoria no declarativa y el lenguaje, en
cambio, se mantienen relativamente conservados (A.Reicherberg 2010). En pacientes
18
crónicos el funcionamiento en algunas de estas tareas llegan a desviarse entre 1,5 y 2
desviaciones estándar por debajo de la media de los controles sanos (G. T. Keefe R.S.
2004). De entre ellas, son las alteraciones en la atención, memoria de trabajo y
funciones ejecutivas son las que más consistentemente predicen la funcionalidad social
y laboral (Hedge S. 2013) (K. R. Green M.F. 2000).
La disfunción ejecutiva ha acaparado especial interés por la similitud de los
síntomas negativos de la esquizofrenia con las manifestaciones características de las
lesiones frontales. De hecho, ya en la famosa descripción de Crow (1980) se hacía
referencia a que la esquizofrenia de predominio negativo tenía mayor deterioro
cognitivo asociado. Se ha visto que la disfunción ejecutiva está presente desde las
primeras fases de la esquizofrenia, persiste de manera atenuada tras la remisión de los
síntomas positivos (Remberk B. 2015) y correlaciona con la severidad de síntomas
negativos (Stip E. 2006). Freedman y Brown (Freedman D. 2011) señalan la
importancia de ampliar los conocimientos en cuanto al curso evolutivo de las funciones
ejecutivas en la esquizofrenia.
Tradicionalmente, los déficits en las funciones ejecutivas encontrados en la
esquizofrenia se han atribuido a una disfunción en los lóbulos frontales. Sin embargo,
las pruebas de imagen estructural y funcional aportan resultados contradictorios en
cuanto a la posible pérdida de volumen o perfusión frontal en la esquizofrenia. La
disfunción más claramente demostrada es una menor perfusión en los lóbulos frontales
durante la realización de una tarea, lo que indica que las personas con esquizofrenia
tienen problemas cuando requieren utilizar su corteza frontal para una tarea concreta
(E.Stip 2006).
Todos estos déficits neurocognitivos condicionan de manera crítica la funcionalidad
de los pacientes, pero no explican totalmente las dificultades emocionales y sociales que
manifiestan.
19
pacientes a pesar de la estabilización clínica (Bonnin C.M. 2010) (G. J. Burdick K.E.
2010), si bien se sabe que los síntomas afectivos, sobre todo los depresivos, ocasionan
un deterioro funcional aún mayor (Andreou C. 2013).
Las alteraciones en la atención, la memoria verbal y las funciones ejecutivas son
síntomas ampliamente reconocidos dentro del cuadro clínico de las fases maníacas y
depresivas del trastorno bipolar (Quraishi S. 2002). Respecto al funcionamiento neuro-
cognitivo durante los períodos de eutimia, la investigación ha prestado especial atención
a la disfunción ejecutiva, la memoria, la atención y la velocidad de procesamiento. Se
han descrito peores puntuaciones en los test de inteligencia (Reichenberg A. 2009) y
diversos metanálisis demuestran consistentemente que los bipolares eutímicos presentan
afectación de las funciones ejecutivas, la atención sostenida, la memoria verbal, la
memoria visual, la memoria de trabajo y la velocidad de procesamiento (Y. M. Bora E.
2009) (Arts B. 2008) (T. J. Robinson L.J. 2006), que no pueden atribuirse únicamente a
los síntomas afectivos residuales (Torres I.J. 2007). Los déficits mejor establecidos en la
literatura son aquéllos que afectan a la atención y a la memoria verbal (Andreou C.
2013).
La literatura no es concluyente sobre el funcionamiento cognitivo premórbido, con
estudios que apuntan incluso a un CI por encima de la media (Woodberry K.A. 2008).
En familiares de primer grado se han encontrado alteraciones en las funciones
ejecutivas, la memoria verbal y la atención, que se han propuesto como endofenotipos
del trastorno bipolar (Y. M. Bora E. 2009) (Arts B. 2008). Sin embargo, aún no está
establecido si este deterioro es de origen genético, una alteración del neurodesarrollo o
un deterioro progresivo asociado al proceso neurodegenerativo de la enfermedad
(Torres I.J. 2007). Se cree que algunos factores podrían modular la severidad de los
déficits neuro-cognitivos del trastorno bipolar, como la edad de inicio, el número de
fases maníacas y la duración de la enfermedad.
20
estabilizados presentan unos déficits cognitivos más graves y generalizados, que afectan
a múltiples tareas cognitivas (memoria de trabajo, aprendizaje verbal, fluencia verbal,
memoria y funciones ejecutivas), mientras que los bipolares eutímicos comparten las
alteraciones de la memoria de trabajo, el aprendizaje verbal y la memoria, pero con una
menor gravedad que los esquizofrénicos (Kim M.D. 2015).
En cuanto a la presencia de disfunciones cognitivas en los familiares, tanto la
esquizofrenia como el trastorno bipolar se han asociado con alteraciones de la memoria
de trabajo en los familiares (Kim M.D. 2015), si bien la evidencia de la disfunción
cognitiva como marcador de la vulnerabilidad genética es mayor en la esquizofrenia
(Jabben N. 2010).
La investigación más recientemente publicada (Nenadic I. 2015) que compara el
funcionamiento cognitivo en un grupo de bipolares tipo I eutímicos, un grupo de
esquizofrénicos y un grupo control mediante la Escala de Inteligencia Wechsler (WIE),
el Test de Trazo (TMT) y el test Controlled Oral Word Association (COWA) encontró
que el grupo con esquizofrenia tuvo un desempeño cognitivo notablemente peor el
algunas tareas del WIE, mientras que los bipolares mostraban mayores dificultades con
el TMT-B. Había diferencias entre ambas patologías en la memoria de trabajo y la
velocidad de procesamiento.
21
Cognition in Schizophrenia, CNTRICS, ha aconsejado fusionar los procesos
emocionales y sociales a efectos de la investigación (M. A. Taylor S.F. 2012),
incluyendo cinco dominios:
1. La adquisición de valores y respuestas socio-afectivas.
2. El reconocimiento y respuesta a estímulos socio-emocionales.
3. La inferencia del estado mental de bajo nivel.
4. La inferencia del estado mental de alto nivel o teoría de la mente.
5. La regulación en función del contexto.
Cada vez hay más evidencias de las bases neurobiológicas de la cognición social
y el procesamiento de las emociones. En sujetos sanos, se sabe que participan regiones
del cortex prefrontal (corteza orbitofrontal y corteza prefrontal ventrolateral), la ínsula,
el lóbulo temporal medial (amígdala, hipocampo, giro parahipocampal y giro fusiforme)
y el giro cingulado, estructuras que presentan disfunciones en las personas con
esquizofrenia (Wojtalik J.A. 2013) (R.Adolphs 2009). Se piensa que la regulación
emocional puede estar mediada por el sistema serotoninérgico y, de hecho, se ha
asociado las variaciones en el gen 5-HT2A con los déficits en el manejo emocional
medidos mediante el MSCEIT (Lo C.H. 2010).
La literatura aporta sólidas evidencias de que los trastornos mentales severos
presentan importantes déficits en el procesamiento y la interpretación de la información
social y emocional que condicionan de manera determinante su desempeño funcional en
el ámbito relacional, académico y laboral (Couture S.M. 2006) (H. W. Green M.F.
2010). La investigación se esfuerza por profundizar en el conocimiento sobre estas
alteraciones para orientar las intervenciones terapéuticas a las necesidades específicas
de estos pacientes.
El National Institute of Mental Health (NIMH) aconseja centrar la investigación
sobre la cognición social en cinco dominios (P. D. Green M.F. 2008):
1. Procesamiento de las emociones, que incluye la percepción emocional, es
decir, la habilidad para identificar expresiones emocionales en los demás y
en uno mismo, y con esa información guiar el pensamiento y la conducta, es
decir, la inteligencia emocional.
2. La capacidad de mentalización o Teoría de la Mente, que es la capacidad de
inferir estados mentales.
3. La percepción social, que se define como la habilidad para identificar claves
de interacción y contextos sociales.
4. El conocimiento social, en el sentido de comprensión de los roles, normas e
intenciones que condicionan las interacciones sociales.
5. El estilo de atribución, que se refiere a la tendencia personal a interpretar lo
que sucede alrededor de manera positiva o negativa.
Otro concepto muy relacionado con la cognición social es la empatía, que supone la
combinación de tres habilidades emocionales: la habilidad para reconocer las emociones
en expresiones faciales, discurso y conductas, la habilidad para recibir la perspectiva
emocional del otro y, por último, la resonancia emocional.
22
De los cinco dominios de la cognición social, el más ampliamente estudiado en los
trastornos mentales severos es el procesamiento de las emociones, que se refiere a la
capacidad para percibir, entender, utilizar y manejar las emociones propias y de los
demás (Green M.F. 2008). Dentro de las habilidades necesarias para el procesamiento
de emociones, la percepción emocional, entendida como la capacidad de apreciar las
emociones en las expresiones faciales o inflexiones vocales, ha concentrado gran parte
de la investigación en este campo en la esquizofrenia.
La disfunción de la percepción emocional en la esquizofrenia incluye alteraciones
en la expresión emocional, alteraciones en la percepción de señales emocionales en
contextos sociales y un aumento de la percepción de emociones negativas (K. J. Taylor
S.F. 2012) (Couture S.M. 2006). En el trastorno bipolar, la investigación se ha centrado
fundamentalmente en dos de las cinco dimensiones de la cognición social: el
procesamiento de emociones y la teoría de la mente (Samamé C. 2015).
En los últimos años, dentro del procesamiento de emociones, ha ido cobrando
importancia el concepto de la inteligencia emocional, en la medida que aporta un marco
teórico sólido e instrumentos de medida válidos. El modelo teórico propuesto por Mayer
y Salovery (Mayer J.D. 1997) considera el procesamiento emocional como la suma de
cuatro habilidades interrelacionadas: percibir, facilitar, comprender y manejar las
emociones. Las habilidades de percepción y comprensión se refieren al razonamiento
sobre las emociones, mientras que la facilitación y manejo agrupan la gestión adaptativa
de las mismas (Kee K.S. 2009). Desde este concepto de la inteligencia emocional,
disponemos de un instrumento de medida válido, el Mayer-Salovery-Caruso Emotional
Intelligence Test (MSCEIT) (P. J.D.Mayer 2003), que ha mostrado buenas propiedades
psicométricas como medida de la cognición social en esquizofrenia (Eack SM 2010) (H.
W. Kee K.S. 2009). En la actualidad es el test recomendado por el Comité de
Investigación para la Evaluación y Tratamiento para la Mejora Cognitiva en la
Esquizofrenia (Measurement and Treatment Research to Improve Cognition in
Schizophrenia, MATRICS) del National Institute of Mental Health (NIMH) para evaluar
la cognición social en investigaciones sobre personas con esquizofrenia (O. B. Green
M.F. 2005).
23
esquizofrenia (Davidson M. 1999) y en familiares de primer grado sanos (Lavoie M.A.
2013).
Diversos estudios demuestran que existe correlación entre los déficits en la
cognición social y la discapacidad social (M.Brüne 2005) y laboral (Vauth R. 2004) que
sufren las personas con esquizofrenia. Este último estudio sugiere incluso que la
disfunción laboral en esquizofrénicos está más condicionada por los déficits en la
cognición social que en el resto de dominios neurocognitivos, afirmación que confirma
el metanálisis de Fett y colaboradores (Fett AKJ 2011), que demuestra que la cognición
social condiciona la funcionalidad de manera más significativa que las capacidades
neuro-cognitivas. Para Couture y colaboradores (Couture S.M. 2006), la relación entre
cognición social y funcionalidad es evidente, pero los resultados de las investigaciones
varían en función de los aspectos funcionales y de la cognición social que se evalúen.
En personas con esquizofrenia se han detectado alteraciones en varias de las
tareas cognitivas sociales. Los más validados son los déficits en la percepción de
emociones en las caras y alteraciones en la capacidad de mentalización o teoría de la
mente (Bora E 2009), que se han llegado a proponer como potenciales marcadores de
vulnerabilidad a la esquizofrenia (Kim HS 2011).
La denominada “mentalización” o Teoría de la Mente, consiste en la habilidad
para inferir estados mentales, intenciones y pensamientos de los demás. Existe bastante
consenso en que la Teoría de la Mente se encuentra deteriorada en los enfermos de
esquizofrenia, con peor desempeño que los controles sanos tanto en tareas verbales
como no-verbales relacionadas con esta capacidad para mentalizar. La investigación
sobre la Teoría de la Mente en esquizofrenia ha sido productiva en las últimas dos
décadas, con metanálisis recientes (Y. M. Bora E. 2009) que documentan un importante
deterioro en la capacidad para inferir estados mentales, parcialmente relacionado con la
disfunción cognitiva generalizada. Mediante pruebas de imagen funcional, la Teoría de
la Mente se ha relacionado con tres regiones cerebrales: el cortex paracingulado
anterior, el surco temporal superior y ambos polos temporales. En la esquizofrenia se
han visto alteraciones en todas estas regiones cerebrales.
La pérdida de funcionalidad y calidad de vida del trastorno bipolar se sabe que está
relacionada con la propia sintomatología de la enfermedad y con los déficits neuro-
cognitivos (Bonnin C.M. 2010), pero se ha investigado menos sobre los posibles déficits
en la cognición social.
Parece que en el trastorno bipolar el deterioro socio-cognitivo podría estar en parte
condicionado por el estado clínico, en lugar de formar parte del proceso de la
enfermedad como en el caso de la esquizofrenia. Los primeros estudios que comparaban
habilidades como el reconocimiento de emociones a lo largo del curso de las distintas
fases del trastorno bipolar, describían mejorías de las capacidades al mejorar los
síntomas (Mikhailova 1996). Estudios posteriores demuestran que cierto grado de
deterioro de la cognición social (procesamiento emocional y teoría de la mente) podría
24
persistir en las fases de eutimia (Samamé C. 2015) (Samamé C. 2012), si bien algunos
de estos déficits podrían estar mediados por las alteraciones neurocognitivas, la
disfunción ejecutiva y efectos de la medicación (Bora E 2005) (Thaler N.S. 2014). En
cualquier caso, la literatura es menos concluyente que en la esquizofrenia debido a que
ha sido menos estudiado, y porque muchos de los estudios analizan muestras pequeñas
y heterogéneas clínicamente. La investigación de la cognición social es particularmente
complicada en el trastorno bipolar por las características del curso clínico y por la
relevancia de la sintomatología afectiva para todos los procesos socio-emocionales.
Las habilidades más estudiadas han sido la apreciación de expresiones emocionales
y la teoría de la mente. Los estudios sobre la capacidad de los bipolares tipo I y tipo II
eutímicos para reconocer expresiones emocionales en rostros han sido contradictorios,
de manera que algunos estudios muestran deterioro (Hoertnagl C.M. 2011) (H. L.
Kohler C.G. 2011) (Bozikas V.P. 2006) (Getz G.E. 2003), incluso en etapas
premórbidas y en familiares de primer grado (Brotman M.A. 2008), mientras otros no
(S. S. Martino D.J. 2011) (Venn H.R. 2004). En cuanto a la capacidad de mentalización,
las investigaciones realizadas durante episodios afectivos maníacos y depresivos han
encontrado una clara afectación de la atribución de estados mentales (G. T. Burdick
K.E. 2011), pero los resultados en pacientes eutímicos son contradictorios (Samamé C.
2015), oscilando entre la ausencia de afectación y la disfunción grave (V. S. Bora E.
2005) (Olley AL Malhi GS 2005) (Montag C. 2010).
En un metanálisis realizado por el grupo de Samamé y colaboradores (Samamé C.
2012) se describía una magnitud del efecto de las diferencias entre bipolares y sanos
moderada para la teoría de la mente y escasa en el reconocimiento de emociones. Tras la
publicación de nuevas investigaciones en este campo, el meta-análisis ha sido ampliado
y actualizado en este año (Samamé C. 2015). Concluyen que la cognición social podría
estar relativamente conservada en comparación con la neurocognición en los pacientes
bipolares eutímicos, de manera que sólo algunos de los componentes del razonamiento
de estados mentales estarían afectados de manera leve-moderada (el razonamiento
social, y en menor medida, el procesamiento de emociones y la teoría de la mente),
mientras que el resto de capacidades no estarían afectadas o apenas muestran diferencias
con los controles sanos.
Estas misma conclusiones se extraen de la aplicación de la batería MCCB a un
grupo de bipolares tipo I eutímicos, en los que se observa que la cognición social y las
funciones ejecutivas no muestran déficits significativos, mientras que sí aparecen
diferencias en el desempeño de tareas neurocognitivas (velocidad de procesamiento,
atención, memoria de trabajo, aprendizaje verbal y visual). En contrapartida, los
bipolares sintomáticos sí muestran afectación tanto de las funciones ejecutivas como de
la cognición social (G. T. Burdick K.E. 2011).
Estos déficits se han asociado con pérdida de funcionalidad y calidad de vida
(Fulford D. 2014), a pesar de que los pacientes bipolares mantienen una funcionalidad
social más conservada que los esquizofrénicos (Pacheco A. 2010).
25
2.2.2.3.COMPARACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO SOCIOCOGNITIVO
EN ESQUIZOFRENIA Y TRASTORNO BIPOLAR:
Tanto los pacientes con esquizofrenia (Schneider F. 2006) (Kohler C.G. 2010) como
los bipolares (Derntl B. 2009a) (Kohler C.G. 2011) han demostrado déficits en
determinadas tareas de procesamiento emocional, como la identificación de emociones
en expresiones faciales, la Teoría de la Mente y el conocimiento social. Las escasas
investigaciones que comparan ambos trastornos encuentran que los pacientes bipolares
manifiestan cierto deterioro, pero obtienen mejores resultados que los esquizofrénicos
(Bodnar A. 2014) (Wynn J.K. 2013) (Addington J. 1998). Además, en el trastorno
bipolar los déficits son más específicos (p.e. alteraciones en el reconocimiento de
emociones y de la resonancia emocional), mientras en la esquizofrenia el deterioro
socio-cognitivo es más generalizado, afectando a mayor número de capacidades
(Bodnar A. 2014). En alguna de las tareas implicadas en la Teoría de la Mente, las
alteraciones en el trastorno bipolar son similares a las que se manifiestan en la
esquizofrenia (Donohoe G. 2012), pero parece que la especificidad de los déficits podría
permitirles compensar las carencias.
Derntl y colaboradores (Derntl B. 2012) analizan los déficits en diferentes tareas
emocionales en pacientes con esquizofrenia, trastorno bipolar y depresión con el
objetivo de analizar la especificidad de estas alteraciones en cada una de las patologías y
respecto a controles sanos. Las tareas que estudian son el reconocimiento de emociones,
la capacidad para tomar una perspectiva emocional y la resonancia afectiva. Encuentran
que los pacientes con esquizofrenia son los que peores capacidades presentan en todas
las tareas, seguidos por los bipolares, sin que en ninguno de estos dos grupos haya
correlación entre la disfunción emocional y la sintomatología clínica. En este estudio,
las personas con esquizofrenia presentaban de manera específica problemas para inferir
el estado emocional de una persona, teniendo en cuenta su conducta y el contexto social
en que se desarrolla, así como la capacidad para adoptar un estado emocional en
respuesta a estímulos externos.
Lee y colaboradores (Lee J. 2013) comparan el desempeño cognitivo social y no
social en 68 pacientes bipolares eutímicos, 38 esquizofrénicos estabilizados y 36
controles sanos. Para ello aplican una amplia batería de pruebas relativas a la cognición
social (percepción de emociones en rostros, regulación emocional, empatía, inferencia
de estados mentales y memoria auto-referencial) y neurocognitivas (velocidad de
procesamiento, atención, memoria de trabajo, memoria verbal, memoria visual y
resolución de problemas). Para las tareas cognitivas sociales emplean la rama “manejo
emocional” del MSCEIT v2.0, siguiendo las recomendaciones del MATRICS. Los
bipolares eutímicos no mostraron déficits en ninguna de las tareas socio-cognitivas,
mostrando un desempeño similar a los sanos, y además sin relación ni con medicación
ni con psicopatología. Los esquizofrénicos mostraron afectación en ambos dominios
cognitivos, con mayor deterioro relativo de la parte social. En conclusión, mientras en la
esquizofrenia existe una evidente alteración de la cognición social, que además
correlaciona con el funcionamiento global del sujeto, en el trastorno bipolar la
cognición social se conserva relativamente intacta. De hecho, los bipolares eutímicos
26
mostraron un desempeño cognitivo similar al de controles sanos, con mejores resultados
relativos en las tareas sociales (incluyendo percepción de emociones en las caras,
regulación emocional, empatía, atribución de estados mentales y memoria auto-referida)
en comparación a las no sociales (velocidad de procesamiento, atención, memoria de
trabajo, memoria verbal, memoria visual y resolución de problemas).
Otro estudio publicado en el año 2013 compara el desempeño en tareas socio-
cognitivas especialmente sensibles al contexto en 13 pacientes esquizofrénicos, 13
bipolares y 30 controles sanos (Baez S. 2013). Las tareas que evalúan son el
procesamiento emocional, la empatía y el conocimiento de normas sociales.
Encontraron déficits en ambas patologías, con una mayor gravedad en el grupo de
esquizofrénicos.
Investigaciones recientes con neuroimagen cerebral (Zhang, Opmeer et al. 2015)
encuentran menor activación en áreas cerebrales importantes para el procesamiento de
las emociones (corteza cingulada posterior y precuneus) tanto en pacientes bipolares
como esquizofrénicos, sin diferencias significativas entre ellos. En base a la literatura
previa (Abu-Akel A. 2011, Poletti M. 2012), estas regiones cerebrales se relacionan con
las tareas de la teoría de la mente.
En definitiva, en el trastorno bipolar los procesos sociocognitivos podrían estar
relativamente conservados en comparación con la esquizofrenia, pero es necesario
ampliar la investigación en esta materia.
27
la interpersonal, se corresponden con la inteligencia emocional y social,
respectivamente.
El término inteligencia emocional es acuñado por Salovey y Mayer (Salovery P.
1990) para definir un tipo de inteligencia social que engloba la habilidad para percibir
emociones en uno mismo y en los demás, para entenderlas, expresarlas, regularlas y
utilizar estos conocimientos de manera productiva. Estos autores idean un modelo de la
inteligencia emocional, concebida como un conjunto de tres tipos de habilidades
adaptativas:
I. Habilidad para apreciar y expresar las emociones.
II. Habilidad para regular las emociones.
III. Habilidad para utilizar las emociones para solucionar problemas.
Una década después, Mayer, Caruso y Salovery (C. D. Mayer J.D. 2000) amplían la
definición, incluyendo la habilidad para reconocer el significado de las emociones y sus
relaciones, y para razonar y resolver problemas basados en ellas.
Desde el primer momento de su aparición el concepto de inteligencia emocional
suscita un interés creciente no sólo en el ámbito de la investigación, sino entre el
público general. La utilidad en ámbitos tan variados como educación, deporte, sanidad y
recursos humanos hace crecer el número de publicaciones al respecto.
La inteligencia emocional se populariza en la década de 1990 de la mano de D.
Goleman, autor del famoso best-seller “La inteligencia emocional” (D.Goleman 1995).
Goleman atribuye a la inteligencia emocional la capacidad para adaptarse socialmente y
escribe varios libros orientados a mejorarla. Defiende la posibilidad de estimular la
inteligencia emocional para mejorarla, en contraposición al concepto estático de la
inteligencia clásicamente entendida.
Varios estudios sugieren que la inteligencia emocional condiciona la capacidad de
afrontamiento del estrés agudo y crónico, y que los individuos con mayor inteligencia
emocional muestran mejor ajuste psicológico ante las exigencias tanto de la vida
cotidiana como de situaciones vitales que requieren de mayores recursos de adaptación
(Limonero J.T. 2015)f (Fernández-Berrocal P. Extremera N. 1999).
Una inteligencia emocional deficitaria implica falta de habilidades de afrontamiento,
escasa competencia en el control de las emociones y posiblemente un menor apoyo
social derivado de la menor habilidad de la persona para construir relaciones
interpersonales. La inteligencia emocional podría constituir un factor más de
vulnerabilidad para desarrollar y mantener algunas patologías psiquiátricas en las que
los trastornos emocionales tienen relevancia, como la depresión, los trastornos de
personalidad los trastornos de ansiedad y los trastornos del control de impulsos.
Los pacientes con diferentes trastornos mentales como el trastorno depresivo mayor,
el trastorno límite de personalidad o el abuso de sustancias muestran menor puntuación
en las pruebas que miden inteligencia emocional (Hertel J. 2009) (Prakash O. 2015).
Esta menor inteligencia emocional parece repercutir negativamente en la funcionalidad
y el pronóstico de los pacientes, lo que aconseja el diseño de intervenciones específicas
orientadas a mejorar la inteligencia emocional. Si se logra mejorar las habilidades de los
28
pacientes parar identificar, expresar y manejar emociones contribuiremos a una mejor
capacidad de adaptación al entorno, relaciones sociales y calidad de vida.
29
es el Wong and Law Emotional Intelligence Scale (WLEIS), que solicita al sujeto que se
puntúe a sí mismo respecto a una serie de afirmaciones acerca de sus capacidades,
como por ejemplo: “Generalmente sé lo que sienten los demás”.
Los resultados en estas escalas se ven condicionadas por rasgos de personalidad
(Branninck M.T. 2009) y la auto-percepción de bienestar emocional, lo que ha generado
críticas a este modelo (Petrides K.V. 2003) (M.A.Brackett 2003).
30
Estudios que han comparado instrumentos de medida correspondientes al
modelo rasgo y el modelo habilidad (en concreto el MSCEIT y el WLEIS) concluyen
que difieren tanto que se puede considerar que no miden lo mismo (Branninck M.T.
2009).
Cabe destacar un tercer y último modelo, ideado por Goleman (D.Goleman
1995) para favorecer el éxito personal en el ámbito laboral. Este autor enfatiza el
concepto de que la inteligencia emocional es una competencia que se puede aprender.
Considera que el éxito personal se debe en un 80% a la inteligencia emocional y en un
20% al cociente de inteligencia.
Goleman propone cinco capacidades:
1. Autoconocimiento: conciencia de uno mismo y de los estados internos,
recursos e intuiciones. Conciencia emocional: reconocer las propias emociones y sus
efectos. Comprender los vínculos entre nuestras emociones y nuestro comportamiento.
Tener conocimiento consciente de nuestros valores y objetivos.
2. Autocontrol-autorregulación: control de los propios estados, impulsos y
recursos internos. Implica tener integridad, adaptabilidad y capacidad de innovación.
3. Automotivación: manejo de las tendencias emocionales que guían y
facilitan la consecución de los propios objetivos. Motivación de logro: esforzarse por
mejorar y crecer internamente. Compromiso. Optimismo.
4. Empatía: conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones
del otro. Darse cuenta de las necesidades de desarrollo de los demás. Conciencia
política. Orientación hacia el servicio.
5. Habilidades sociales: capacidad para inducir respuestas deseables en
otros. Saber dar y recibir información afectiva y efectivamente. Capacidad de
colaboración y cooperación. Sinergia. Liderazgo.
En el modelo de Goleman las evaluaciones se hacen mediante test de 360
grados.
31
1. Percepción, apreciación y expresión de emociones
2. Facilitación emocional del pensamiento
3. Comprensión, análisis y utilización del conocimiento emocional
4. Regulación reflexiva de las emociones para promover el desarrollo
emocional e intelectual (manejo emocional).
Cada una de estas ramas se divide en dos sub-test y la evaluación de cada uno de
ellos se basa en el desempeño en la resolución de problemas que requieren habilidades
emocionales. La rama 1, Percepción emocional, incluye la identificación de emociones
en expresiones faciales y dibujos abstractos, la rama 2, Facilitación emocional, incluye
ítems que evalúan cómo algunas emociones facilitan el razonamiento y la comparación
de las emociones con sensaciones, la rama 3, Comprensión emocional, comprende una
sub-escala de combinar emociones y otra de entender cómo cambian y evolucionan, y la
última rama, Manejo emocional, en la que se pide que el sujeto valore cuál sería la
mejor manera de manejar las propias emociones y en situaciones interpersonales.
Consta de un total de 141 ítems, que se responden en base a una escala Likert del 1(en
absoluto) a 5 (mucho).
Los creadores de la escala proponen asimismo una estructura bifactorial de la
escala, que comprime las cuatro ramas en dos factores: Área Experiencial, que
comprende las dos primeras ramas, y Área Estratégica, que comprende las dos últimas
(Mayer JD 2003). En cualquier caso, los autores recomiendan emplear la puntuación
total del MSCEIT como medida multidimensional de la inteligencia emocional (S. P.
Mayer J.D. 2012).
El MSCEIT es el primer test que se diseñó para medir la inteligencia emociona-
habilidad. En su primera versión, en el año 2000, se denominaba Multifactor Emotional
Intelligence Scale, MEIS. Desde entonces ha sido revisado en varias ocasiones hasta la
estructura actual. La versión 2.0 del MSCEIT ha sido traducida y validada para
población española en una muestra de 946 sujetos sanos con buenos resultados en
cuanto a su fiabilidad y consistencia interna (Extremera N. 2006, Fernández-Berrocal
P. 2006). La muestra constaba de 426 varones y 520 mujeres con edades entre los 16 y
los 58 años. Como objetivos secundarios en este estudio analizaron posibles
correlaciones del MSCEIT con edad y sexo. Encontraron que las mujeres españolas
puntuaban más alto tanto en la escala global como en las cuatro ramas, y que las
puntuaciones en el MSCEIT mejoraban con la edad.
La inteligencia emocional (medida mediante MSCEIT) se ha relacionado con el
éxito académico, laboral y social de personas sanas, tras controlar variables como los
rasgos de personalidad y la inteligencia general (Gil-Olarte Márquez P. 2006) (Mestre
J.M. 2006) (Brackett M.A. 2006) (Lopes P.N. 2004).
Los esfuerzos de los investigadores por validar el MSCEIT para la evaluación de
la cognición social en la esquizofrenia, un estudio ha examinado la relación entre el
desempeño en el MSCEIT y la morfología de la sustancia gris cerebral en pacientes con
esquizofrenia en fases iniciales. Mediante pruebas de imagen se ha detectado que los
pacientes con peores puntuaciones en el MSCEIT presentan menor densidad en la
sustancia gris del giro parahipocampal y el cingulado posterior (Wojtalik J.A. 2013),
estructuras que se sabe están implicadas en el procesamiento de emociones.
32
Hasta la aprobación del MSCEIT para su aplicación a personas con
esquizofrenia había limitaciones para la investigación de la cognición social y sus
déficits, por lo que el National Institute of Mental Health (NIMH) creó el comité
Measurement and Treatment Research to Improve Cognition in Schizophrenia
(MATRICS) para desarrollar una batería estandarizada para la evaluación de los
cambios cognitivos en los ensayos clínicos con esquizofrénicos.
Tras evaluar más de 90 test, los expertos del comité decidieron incluir el
MSCEIT (en concreto, la sub-escala de manejo emocional) entre los 10 test
seleccionados para la batería cognitiva de consenso, MATRICS Consensus Cognitive
Battery (MCCB), por su alta correlación con la funcionalidad del paciente (August S.M.
2012) (G. M.-G. Nuechterlein K.H. 2008). La sub-escala de manejo emocional del
MSCEIT es la única medición de la cognición social incluida en esta batería. Aunque la
MCCB fue desarrollada para ser aplicada en esquizofrenia, se considera válida también
para detectar déficits cognitivos en el trastorno bipolar (G. T. Burdick K.E. 2011)
(Yatham L.N. 2010).
En las investigaciones que lo han aplicado a sujetos que padecen esquizofrenia,
el MSCEIT ha mostrado buenas propiedades psicométricas, validez y consistencia
interna para dicha población (G. M.-G. Nuechterlein K.H. 2008) (H. W. Kee K.S. 2009)
(G. C.-G. Eack S.M. 2010), por lo que se considera un test válido para estudiar esta
patología. Tiene la ventaja de que estudia el procesamiento emocional de una manera
amplia y multidimensional, además de mostrar buena correlación con la funcionalidad
del paciente.
En los últimos años contadas investigaciones han aplicado el MSCEIT para
evaluar la inteligencia emocional de personas con esquizofrenia (Dawson S. 2012)(Lin
Y. 2012) (Eack SM 2010) (Kee K.S. 2009) (Brotheridge 2006). Algunos comparan una
muestra de pacientes con controles sanos (H. W. Kee K.S. 2009) y otros directamente
comparan una población clínica con las puntuaciones normalizadas (Eack SM 2010).
Kee y colaboradores (Kee KS 2009) fueron los primeros en aplicar el MSCEIT
completo en esquizofrenia, ya que estudios previos se limitaban a la rama de manejo de
emociones. Compararon las puntuaciones en la escala completa y sus cuatro ramas de
una muestra de 50 pacientes con esquizofrenia versus 39 sujetos sanos, y exploraron
posibles correlaciones con síntomas y funcionamiento en la comunidad.
Los pacientes con esquizofrenia obtuvieron puntuaciones significativamente más
bajas en el MSCEIT total. Al analizar por separado las cuatro ramas del test, las
puntuaciones del grupo con esquizofrenia eran peores tan sólo en 3 de las 4 ramas de la
prueba: identificar, comprender y manejar emociones. Las puntuaciones peores
correlacionaron con síntomas de desorganización y negativos. Encontraron que
puntuaciones más altas en el MSCEIT total correlacionaban con mejores capacidades
para el autocuidado y para vivir independiente, y determinadas ramas del test con la
productividad laboral, relaciones familiares y ajuste psicosocial. En sus conclusiones
afirman que el MSCEIT es una buena prueba para evaluar la inteligencia emocional en
personas con esquizofrenia.
Eack y colaboradores (Eack SM 2010) estudiaron una muestra de 64 pacientes
ambulatorios con esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo y trastorno esquizofreniforme
33
en fases tempranas de la enfermedad, sin grupo control. Los pacientes puntuaron
significativamente más bajo en el MSCEIT y además estas puntuaciones mostraron una
correlación positiva con estimaciones del funcionamiento social medidas con la Social
Adjustment Scale. Sin embargo, la correlación resultaba menos sólida con las medidas
objetivas de resultado funcional.
Este estudio confirma también las buenas propiedades psicométricas del
MSCEIT para evaluar los componentes emocionales de la cognición social en esta
población. Consideran que entre sus puntos fuertes destacan la alta validez interna y
fiabilidad para detectar déficits en la cognición social en esquizofrénicos. Además, la
escasa correlación con las medidas de funcionamiento neurocognitivo y de
psicopatología indican que el MSCEIT es capaz de valorar capacidades socio-cognitivas
independientes del estado neurocognitivo y clínico de los pacientes.
Dawson y colaboradores (Dawson S. 2012) compararon 20 pacientes con
esquizofrenia con 20 controles sanos para estudiar las relaciones entre la inteligencia
emocional (valorada mediante el MSCEIT), neurocognición (inteligencia premórbida
estimada mediante el National Adult Reading Test, NART, y funcionamiento
neurocognitivo actual medido con el Brief Assessment of Cognition in Schizophrenia) y
funcionamiento social (Social Functioning Scala, SFS). Los enfermos presentaron
peores puntuaciones en todas las ramas del MSCEIT, de manera más significativa en la
rama 3. Encuentran asimismo que peores puntuaciones en inteligencia emocional se
asocian a peor funcionamiento social.
Dos investigaciones han realizado un análisis factorial del MSCEIT (Lin Y.
2012) (Eack SM 2010) (P. M. Eack S.M. 2009) con similares resultados. Hallaron que
en población con esquizofrénico el MSCEIT se ajustaba a un modelo de dos factores en
lugar de las cuatro ramas del test. Mayer y colaboradores ya describieron un modelo de
dos factores en población sana (Mayer JD 2003), pero diferente. El modelo de dos
factores descrito por el grupo de Mayer y colaboradores consistía en un factor
experiencial, que incluye las ramas de percepción emocional (rama 1) y facilitación
(rama 3), y otro estratégico, que agrupa el manejo y la comprensión emocional. En
cambio, el modelo de dos factores descrito para pacientes psiquiátricos diferencia dos
factores diferentes: un factor que incluye percepción emocional (rama 1) y compresión
(rama 2), y otro que contiene facilitación emocional (rama 3) y manejo de emociones
(rama 4). La pregunta que se plantea tras estos hallazgos es si con la enfermedad mental
la inteligencia emocional no sólo se merma, sino que se modifica estructuralmente. Otra
duda es si estamos midiendo lo que realmente queremos medir, o si el problema es que
el MSCEIT no es adecuado para pacientes psiquiátricos.
Hasta nuestro conocimiento, ningún estudio ha aplicado el MSCEIT completo en
trastorno bipolar. Los pacientes bipolares han obtenido puntuaciones dentro de la
normalidad en los dos únicos estudios publicados en los que se les aplica el MSCEIT
(G. T. Burdick K.E. 2011) (Lee J. 2013), pero sólo aplican la rama de manejo
emocional del test.
34
3.JUSTIFICACIÓN, HIPÓTESIS Y OBJETIVOS:
3.1.JUSTIFICACIÓN:
35
MSCEIT. Ninguna investigación hasta el momento había aplicado el MSCEIT
completo, con sus cuatro ramas, a sujetos con trastorno bipolar.
Esta investigación, por tanto, es la primera en:
Aplicar el MSCEIT completo a pacientes con trastorno bipolar.
Comparar el desempeño en el MSCEIT completo de pacientes con
esquizofrenia versus trastorno bipolar.
Comparar la evolución del desempeño en el MSCEIT en dos momentos
evolutivos diferentes de la esquizofrenia.
Correlacionar lo anterior con variables psicopatológicas (síntomas
negativos, positivos, psicopatología general, depresión y manía), neuro-
cognitivas (test de inteligencia general y funciones ejecutivas),
funcionales (independencia económica, situación laboral, convivencia) y
de calidad de vida (QLS).
Las funciones neuro-cognitivas las evaluamos mediante un test de inteligencia
(WAIS-IV) y dos pruebas ampliamente validades para evaluar las funciones ejecutivas,
el Test del Trazo (TMT) y la Copia de la Figura Compleja de Rey. Las amplias baterías
neuro-cognitivas que se emplean en las evaluaciones individuales de pacientes no
resultan operativas para la investigación clínica en esquizofrenia (G. T. Keefe R.S.
2004), por lo que actualmente se recomiendan baterías de test más eficientes. En este
sentido, para la evaluación del funcionamiento cognitivo general se recomienda la
medición del CI total mediante test de inteligencia como el Wechsler Adult Intelligence
Scale (WAIS), que aporta una estimación global de las habilidades cognitivas del sujeto
y además permite contextualizar otros resultados (A.Reicherberg 2010).
En lo que respecta a las tareas cognitivas específicas, el comité del MATRICS
(G. M.-G. Nuechterlein K.H. 2008) recomienda evaluar siete: velocidad de
procesamiento, atención/vigilancia, memoria de trabajo, aprendizaje verbal, aprendizaje
visual, funciones ejecutivas y cognición social. En este estudio nos centraremos en las
dos últimas por su novedad y creciente interés en la investigación.
Para medir la inteligencia emocional, hemos seleccionado el MSCEIT, ser el
instrumento más extendido, objetivo y validado, que ha sido aprobado para su
aplicación tanto en esquizofrenia como en trastorno bipolar, y validado para población
española. De hecho, el comité MATRICS recomienda utilizar la sub-escala de manejo
emocional del MSCEIT (O. B. Green M.F. 2005) para evaluar la cognición social en la
esquizofrenia.
En esta investigación hemos elegido el modelo “habilidad” de la inteligencia
emocional porque se ven menos influidos por la personalidad y el estado emocional
subjetivo, y porque se miden “habilidades”, que podrían modificarse mediante una
intervención específica, lo que en último término es el objetivo de este proyecto
(Roberts R.D. 2006) (S. P. Brackett M.A. 2006).
Si bien el comité MATRICS considera que la rama de manejo emocional del
MSCEIT es suficiente para estimar el funcionamiento socio-cognitivo, los autores de la
escala recomiendan aplicar el test completo porque aporta una valoración
multidimensional más amplia.
36
La literatura previa indica que los pacientes con esquizofrenia muestran peores
puntuaciones en el MSCEIT (H. W. Kee K.S. 2009) (Eack SM 2010) (Lin Y. 2012) y
que el procesamiento de emociones se deteriora con el curso de la enfermedad (Savla
G.N. 2013).
En la búsqueda bibliográfica realizada, no existe ninguna referencia con los
campos MSCEIT y trastorno bipolar. Hasta nuestro conocimiento ninguna investigación
ha comparado el desempeño en el MSCEIT completo en esquizofrenia vs trastorno
bipolar. En los dos únicos estudios encontrados a los que se aplica el MSCEIT a
pacientes bipolares, se emplea sólo la rama de manejo emocional, en la que los
bipolares obtienen puntuaciones dentro de la normalidad (G. T. Burdick K.E. 2011)
(Lee J. 2013).
El meta-análisis más recientemente publicado sobre la disfunción socio-
cognitiva en el trastorno bipolar (Samamé C. 2015), advierte de la necesidad de
investigar la posible influencia del estado clínico y neurocognitivo sobre el desempeño
de los pacientes bipolares en tareas de la cognición social. En este sentido, el MSCEIT
se considera una herramienta capaz de discriminar los déficits específicamente socio-
cognitivos de los secundarios a alteraciones neuro-cognitivas y psicopatológicas (Eack
SM 2010).
Posteriormente al diseño y recogida de datos de nuestro estudio, se ha publicado
una investigación (Tabak N.T. 2015) que compara la inteligencia emocional de 35
pacientes con esquizofrenia, 38 pacientes con trastorno bipolar y 35 controles sanos. A
diferencia de nuestro estudio, la comparación se ha realizado aplicando el Trait Meta-
Mood Scale (TMMS), un test auto-administrado desarrollado por el grupo de Mayer en
1995, que con el avance de los conocimientos fue sustituido por el MSCEIT. Sus
resultados muestran que tanto los esquizofrénicos como los bipolares obtienen peores
puntuaciones en la medición de la inteligencia emocional en comparación con los sanos,
sin diferencias significativas entre ambas patologías. Los pacientes con mejores
puntuaciones en el TMMS tenían, además, mejor funcionamiento psicosocial.
El objetivo de esta tesis es comparar la inteligencia emocional en personas con
esquizofrenia y personas con trastorno bipolar, y dos momentos evolutivos dentro de la
primera, así como analizar posibles correlaciones con variables neuro-cognitivas,
clínicas, funcionales y de calidad de vida.
37
3.2.HIPÓTESIS:
3.3.OBJETIVOS:
38
4.MATERIAL Y MÉTODOS:
4.1.CONSIDERACIONES ÉTICAS:
4.2.PARTICIPANTES:
39
Todos aquéllos pacientes que cumplían los criterios de inclusión del estudio
fueron entrevistados personal o telefónicamente por alguno de los miembros del equipo
de investigación para informarles sobre el estudio y solicitarles su participación.
La Entrevista Clínica Estructurada para los Trastornos del Eje I del DSM-IV se
aplicó a todos los participantes para confirmar el diagnóstico que motivaba la inclusión
en el estudio.
Criterios de inclusión:
Diagnóstico de esquizofrenia o trastorno bipolar tipo I.
Edad comprendida entre los 18 y los 75 años.
Suficientemente estables psicopatológicamente para ser evaluados.
Competentes para consentir su participación en el proyecto.
Criterios de exclusión:
Otros trastornos mentales del eje I del DSM-V.
Consumo activo de sustancias, excepto el tabaco.
Historia de retraso mental, enfermedad neurológica o condiciones
clínicas que pudieran afectar al desempeño cognitivo.
4.3.INSTRUMENTOS DE MEDIDA:
40
4.3.2. Escalas de evaluación clínica:
4.3.2.1.Entrevista Clínica Estructurada para los Trastornos del Eje I del DSM-
IV-TR, versión para la investigación (Structured Clinical Interview for DSM-IV-TR Axis
I Disorders, Research Version, SCID-I-RV): se trata de una entrevista semi-
estructurada, con version official en castellano, orientada a realizar diagnósticos
psiquiátricos del eje I (First MB 1997). Se administró a todos los participantes para
confirmar el diagnóstico que suponía la inclusion en el estudio.
41
son puntuados por el clínico entre 0 (ausencia de síntomas) y 4 (máxima gravedad),
salvo en el caso de los ítems 5,6,8 y 9, que se puntúan entre 0 y 8. La puntuación global,
tras sumar las valoraciones de cada uno de los once ítems, se extiende en un rango entre
0 y 60. A mayor puntuación, mayor gravedad. Ha sido validada al castellano.
42
normalizada desarrollada por los autores a partir de una amplia muestra representativa
de la población general, siendo la media 100 y la desviación típica 15 (P. J.D.Mayer
2003). Mayer, Salovery y Caruso proponen una puntuación de acuerdo a lo común que
es esa respuesta entre la población, es decir, si una persona elige una respuesta que ha
dado el 80% de los sujetos obtiene una puntuación de 80.
Los resultados de la aplicación de la prueba se desglosan en: puntuación total,
puntuaciones de área (dos áreas: experiencial y estratégica), puntuaciones de rama
(incluye las cuatro ramas: percepción, facilitación, comprensión y manejo emocional) y
puntuaciones de tarea (que comprenden ocho sub-ramas: caras, dibujos, facilitación,
sensaciones, cambios, combinaciones, manejo emocional y relaciones emocionales).
Las puntuaciones obtenidas en cada uno de estos apartados se traducen en el siguiente
rango de resultados: necesita mejorar (<70), aspecto a desarrollar (70-90), competente
(90-110), muy competente (110-130) y experto (>130). Hay otro sistema de corrección
propuesto por los autores, aunque recomiendan utilizar el anteriormente explicado. Este
segundo sistema de corrección se base en las respuestas dadas por un grupo de expertos,
pero es considerado menos fiable.
4.3.4.2.1.Parte A: consiste en una hoja en la que están impresos los números del
1 al 25, distribuidos al azar por el papel. El sujeto debe unir los números con una
línea recta, en orden consecutivo ascendentes, en el menor tiempo posible.
Evalúa habilidades motoras, visuo-espaciales, velocidad de procesamiento y
atención sostenida.
43
4.3.4.3.Test de la Figura Compleja de Rey: Creado por Rey A. y Osterrieth P.A.
en la década de 1940. Evalúa la capacidad para organizar y planificar estrategias para la
resolución de problemas, la capacidad visuoespacial y la memoria visual. Consiste en
solicitar al sujeto que copie una figura completa a mano, sin límite de tiempo.
Posteriormente, el sujeto, que no ha sido advertido, debe reproducir la figura sin ayuda
del modelo inmediatamente tras la primera copia y a los 30 minutos. La corrección se
realiza asignando una serie de puntos en función de la corrección con que ha sido
reproducido el dibujo, en una escala de rango 0 a 36 puntos. La puntuación media en
adultos se sitúa en los 32 puntos, siendo el percentil 10 los 19 puntos y el 90 los 35
puntos.
4.4.PROCEDIMIENTO DE EVALUACIÓN:
44
realizar los procedimientos del proyecto, previo consentimiento informado escrito por
parte del paciente.
Las entrevistas tuvieron lugar en las consultas médicas del hospital.
El número de entrevistas necesarias para completar la evaluación fue flexible en
función de las necesidades de cada participante. Siempre se buscó concertar el mínimo
número de sesiones posible. Los participantes completaron la evaluación en un mínimo
de 3 horas, repartidas en 2 sesiones, y un máximo de 9 horas, repartidas en seis
sesiones.
Una vez completada la evaluación a los participantes interesados se les entregó
un informe con un resumen de los resultados.
4.5.ANÁLISIS ESTADÍSTICO:
45
Se compararon las medias de las puntuaciones en el MSCEIT entre los grupos de
bipolares y esquizofrénicos, y los dos grupos con esquizofrenia entre sí mediante la
prueba de Mann-Whitney.
46
5. RESULTADOS:
5.1.1.VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS:
5.1.1.1.DESCRIPCIÓN DE LA MUESTRA:
47
En relación al estado civil, el 46,7% (n=35) son solteros sin historia de pareja
estable, el 25,3% (n=19) solteros con antecedentes de pareja estable, el 13,3% (n=10)
casados o pareja de hecho, el 4% (n=3) viudos y otro 4% (n=3) re-emparejados. El 6,7%
(n=5) restante, declararon otras situaciones. Es decir, el 50,7% (n=38) no tenían historia
de pareja, el 38.7% (n=29) tenían pareja actual y el resto, un 10,7% (n=8) no tenían
pareja actual, pero sí antecedentes de haberla tenido.
El 80% de la muestra (n=60) no tenían hijos, el 5,3% (n=1) tenía un único hijo,
el 10,7% (n=8) tenían dos hijos y el 4% (n=3) tres hijos.
El 93,3% (n=70) eran españoles, un 4% (n=3) inmigrantes nacionalizados, un
1,3% (n=1) de Europa del Este y otras nacionalidades el restante 1,3% (n=1).
Respecto a la historia laboral, el 62,7% (n=47) habían trabajado con un contrato
estable, el 21,3% (n=16) habían tenido empleos esporádicos de duración inferior a 6
meses y el 16% (n=12) declaró no haber trabajado nunca.
La situación laboral en el momento de la evaluación es de desempleo en el 36%
(n=27), pensionista por incapacidad laboral permanente el 18,7% (n=14), activo
trabajando con contrato indefinido el 12% (n=9), con contrato temporal el 1,3% (n=1),
activo en situación de incapacidad laboral temporal el 4% (n=3), jubilados el 5,3%
(n=4) y otras situaciones el 17,3% (n=13).
Los resultados de la situación laboral se exponen en el siguiente gráfico:
SITUACIÓN LABORAL
16% (n=12)
41,3% (n=31) 6,7% (n=5)
36% (n=27)
48
7-9 años de escolaridad en el 2,7% (n=2) y menos de 7 años de escolaridad en el 2,7%
(n=2).
En cuanto a la modalidad de convivencia, los resultados se exponen en el
siguiente gráfico:
CONVIVENCIA
4,3
17,3
20 57,3
FAMILIA DE ORIGEN INDEPENDIZADO SIN FAMILIA PROPIA PAREJA Y/O HIJOS OTROS
49
5.1.1.2.ESQUIZOFRENIA EN FASES INICIALES:
50
opiáceos el 8% (n=2), anfetaminas y derivados otro 8% (n=2) y LSD y otros
alucinógenos el 4% (n=1).
No se refieren otros antecedentes psiquiátricos del eje I. El 52% (n=13) tenían
diagnóstico previo de trastorno de personalidad en el eje II.
Los pacientes llevaban de media 3.07±3,11 (0,54-16,55) años desde el inicio de
los síntomas y 2,86±1,49 (0,54-5,54) años desde que fueron diagnosticados. Había
sufrido un total de 1,64±1,22 (1-5) episodios del trastorno mental y 1,56±1,36 (1-7)
ingresos en Unidad de Hospitalización Psiquiátrica.
51
20,8% (n=5), activos en situación de incapacidad laboral temporal un 4,2% (n=1),
autónomos otro 4,2% (n=1), jubilados el 8,3% (n=2) y otras situaciones laborales el
restante 8,3% (n=2).
El 66,7% (n=16) había logrado independencia económica de los padres, frente al
33,3% (n=8) aún dependientes.
Un único sujeto, que supone un 4,2% de la muestra, reconoce presentar un
trastorno relacionado con sustancias en el momento de la evaluación. El 50% (n=12) de
los sujetos es fumador y un 20,8% (n=5) refiere consumo de alcohol. Ninguno refiere
consumo de cannabis ni otras drogas de abuso.
En el pasado habían consumido alcohol un 45,8% (n=13) de los pacientes,
cocaína el 29,2% (n=7), cannabis el 25% (n=6), un 4,2% (n=1) drogas de diseño, otro
4,2% heroína y opiáceos el 4,2% (n=1), así como LSD y alucinógenos otro 4,2% (n=1).
No refirieron otros antecedentes psiquiátricos personales de trastornos del eje I.
Un 70,8% (n=17) de la muestra refirieron antecedentes de diagnóstico de trastorno de la
personalidad.
Los pacientes llevaban de media 16,97±7,55 (5,54-37,56) años diagnosticados y
18,18±7,81 (5,54-37,56) años desde el inicio de los síntomas. Había sufrido un total de
4,63±3,84 (1-15) episodios del trastorno mental y 3,71±3,04 (0-10) ingresos en Unidad
de Hospitalización Psiquiátrica.
5.1.1.4.TRASTORNO BIPOLAR:
52
Gráfico nº3. Especificaciones diagnósticas en el grupo de trastorno bipolar.
MIXTO
25%
DEPRESIVO
26%
53
El 30,8% (n=8) reconocía seguir dependiendo económicamente de sus padres,
mientras que el 65,4% (n=17) eran independientes. El restante 3,8% (n=1) no se
consideró incluido en ninguna de las dos posibilidades.
Entre los antecedentes personales psiquiátricos, un paciente tenía antecedentes
de diagnóstico trastorno depresivo unipolar y dos pacientes (7,7%) de trastorno
psicótico.
Ningún sujeto refirió trastorno relacionado con sustancias en el momento de la
evaluación. El 53,8% (n=14) de los sujetos es fumador y un 11,5% (n=3) reconoce
consumir alcohol. Ninguno refiere consumir actualmente cannabis ni otras drogas de
abuso.
En el pasado había tenido problemas por consumo de alcohol el 50% (n=13) de
la muestra, cannabis un 42,3% (n=11), cocaína el 30,8% (n=8), heroína y opiáceos el
19,2% (n=5), anfetaminas y derivados el 19,2% (n=5), drogas de diseño el 15,4% (n=4),
LSD y alucinógenos el 11,5% (n=3), hipnóticos o benzodiazepinas el 7,7% (n=2) y
otras sustancias el 7,7% (n=2).
Un 65,4% (n=17) habían recibido diagnóstico de trastorno de la personalidad en
el eje II.
Los pacientes llevaban de media 14,31±12,41 (1,28-54,57) años diagnosticados
y 17,09±12,24 (1,54-54,57) años desde el inicio de los síntomas. Había sufrido un total
de 3,27±2,36 (1-10) episodios del trastorno mental y 2,88±2,20 (1-10) ingresos en
Unidad de Hospitalización Psiquiátrica.
5.1.2.VARIABLES CLÍNICAS:
100% 4 4
23
80% 15
60%
21 20
40% 52
11
20%
0%
ESQUIZOFRENIA ESQUIZOFRENIA T.BIPOLAR I N=75
HASTA 5 A. MÁS DE 5 A.
NEGATIVA POSITIVA
55
Tabla nº2. Puntuación en la Escala para el Síndrome Positivo y Negativo de la Esquizofrenia
(PANSS).
Puntuación Grupo Esquizofrenia Esquizofrenia Trastorno
PANSS completo fases iniciales de >5 años de bipolar I
(N=75) evolución
Positiva 9,37 ± 3,76 9,48 ± 6,03 10,21 ± 5,61 8,50 ± 2,18
Negativa 11,75± 4,38 12,92 ± 4,11 13,25 ± 4,87 9,23 ± 2,94
Psicopatología 25,68 ± 8,41 26,40 ± 6,03 29,04 ± 11,48 21,88 ± 5,17
general
Los valores se presentan como media ± desviación estándar.
56
fases iniciales era de media 2,80 ± 3,48 (0-10), en los esquizofrénicos más
evolucionados 2,58 ± 3,24 (0-11) y en bipolares 3,17 ± 3,8 (0-20).
En la tabla nº6 se presentan los resultados de los índices del Test de Inteligencia
Emocional de Mayer-Salovery-Caruso (MSCEIT) en puntuaciones tipificadas de media
100 y desviación típica 15 (Mayer JD 2003). Los resultados se presentan como media ±
desviación estándar.
57
5.1.2.3.Escalas de evaluación neurocognitiva:
Figura Rey- 0,5 ± 1,36 0,93 ± 1,12 0,19 ± 1,7 0,38 ± 1,16
Copia
Figura Rey- -0,9 ± 1,4 -0,87 ± 1,41 -0,76 ± 1,47 -1,08 ± 1,4
Memoria
Los resultados se presentan como media ± desviación estándar.
58
5.1.2.4.Escalas de calidad de vida y funcionalidad:
NIVEL EDUCATIVO
100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
Esquizofrenia Esquizofrenia >5 T.Bipolar I N = 75
f.iniciales años
<12 años escolarizado <12 años escolarizado / F.P. Titulado medio Titulado superior
59
Gráfico nº6. Representación gráfica de la situación económica.
100%
80%
60%
40%
20%
0%
Esquizofrenia Esquizofrenia >5 T.Bipolar tipo I N = 75
f.iniciales años
SÍ NO NS/NC
ESTADO CIVIL
100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
Esquizofrenia Esquizofrenia >5 T.Bipolar I N = 75
f.iniciales años
60
Gráfico nº8. Situación laboral actual.
100%
90%
otros
80%
autónomos
70%
jubilados
60%
ILT
50%
activo contrato temporal
40%
activo contrato indefinido
30%
ILP
20%
desempleado
10%
0%
Esquizofrenia Esquizofrenia T.Bipolar I N = 75
f.iniciales >5años
A nivel clínico, nos encontramos ante una muestra gravemente afectada por
el trastorno mental, según indican las puntuaciones en el BPRS, especialmente en los
bipolares, que muestran sintomatología afectiva en un porcentaje significativo. En el
índice de severidad de la CGI la muestra se sitúa en valores intermedios, destacando
ligeramente el grupo de bipolares, como en la BPRS, por una discreta mayor gravedad
del cuadro clínico. En la escala de funcionalidad EEAG las puntuaciones medias se
sitúan en el rango de la sintomatología moderada en todos los grupos, sin diferencias
significativas entre ellos.
La sintomatología es predominantemente negativa, en particular en los
grupos de esquizofrenia, donde supera el 80% de los sujetos, con cifras casi idénticas en
ambos.
En cuanto a la clínica afectiva, no se detecta sintomatología depresiva grave
en la muestra, con sólo un sujeto de los 75 evaluados en cifras de depresión moderada
en la HDRS y entorno al 80% de todos los grupos sin síntomas depresivos. En la Escala
de Manía más de 70% están eutímicos, salvo en el grupo de bipolares, en los que este
porcentaje se reduce por debajo del 50%.
En lo que se respecta al funcionamiento neuro-cognitivo, la puntuación media
total en el WAIS-IV total y sus 4 índices está claramente por debajo de la media de
población general tanto en la muestra en su conjunto como en cada uno de los tres
grupos, con mayor afectación relativa en el índice de razonamiento perceptivo. En las
pruebas de funciones ejecutivas, el TMT muestra puntuaciones muy por debajo de la
61
media esperada, sobre todo en la parte A, que mide velocidad de procesamiento. En la
Figura de Rey, en cambio, algunos índices se encuentran dentro de la normalidad.
5.2.CONTRASTE DE HIPÓTESIS:
62
cuatro ramas definidas por los autores de la misma. La rama que más se diferencia de
las puntuaciones normalizadas es la rama 3, seguida por la 2, 4 y 1, en orden decreciente
de diferencia.
Tabla nº10. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT con la media normalizada
(prueba t para una muestra):
63
Tabla nº11. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de esquizofrenia
en fases iniciales con la media normalizada (prueba t para una muestra):
Tabla nº12. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de esquizofrenia
de más de 5 años de evolución con la media normalizada (prueba de Wilcoxon):
64
Por último, las puntuaciones medias obtenidas por el grupo de bipolares en la
escala MSCEIT muestran diferencias estadísticamente significativas con el desempeño
considerado normal en la escala total y en 3 de las ramas, conservando en la rama de
percepción emocional (rama 1) un desempeño que no está significativamente alejado de
la normalidad (en la tabla se resalta la p en color rojo). Al igual que en los dos primeros
análisis, la rama más afectada es la Comprensión (rama 3).
Tabla nº13. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de trastorno
bipolar con la media normalizada:
Para esta comparación se empleó el Test de la t de Student para una muestra, que
permite comprobar si la media de la muestra se ajusta a la media de la población. Al ser
una prueba paramétrica, previamente se comprobó la normalidad de la distribución de
los datos de la variable mediante el test de Kormogorov-Smirnov.
65
El resultado de la comparación de las puntuaciones medias en el WAIS-IV de
los sujetos de nuestra muestra con las puntuaciones normalizadas indica que hay
diferencias estadísticamente significativas de alrededor de 20 puntos entre las medias de
ambas poblaciones, tanto en la muestra completa de 75 pacientes (t= -11.57 con
p=0,000) como en los tres grupos separados por diagnóstico y tiempo de evolución:
trastornos bipolares (t=-6,475, p=0,000), esquizofrenia en fases iniciales (t=-6,29,
p=0,000) y esquizofrenia evolucionada más de 5 años (t=-7,09, p=0,000).
WAIS t p (bilateral)
Las puntuaciones obtenidas por la muestra de 75 pacientes y cada uno de los tres
grupos en el TMT y la Figura de Rey no se ajustaban a la distribución normal, por lo
que se compararon con la media poblacional mediante el test de Wilcoxon.
Las diferencias con la población general fueron estadísticamente significativas
en todos los índices en la muestra completa y el grupo de esquizofrénicos en fases
iniciales. Sin embargo, el grupo de esquizofrénicos de evolución más prolongada no
mostró diferencias estadísticamente significativas en ninguno de los dos índices de la
Figura de Rey, y el grupo de bipolares puntuó dentro de la normalidad en el apartado de
66
Copia de dicha prueba. Los resultados de la comparación que no resultaron
estadísticamente significativos se señalan en la tabla nº15 en color rojo.
5.2.4.1.Variables socio-demográficas:
67
El resto de variables cuantitativas no mostraron diferencias entre grupos con un
nivel de significación aceptable.
5.R2.4.2.Variables clínicas:
Clínicas:
o BRPS total, positivo ni negativo.
o Escala de Evaluación de la Depresión de Hamilton (HDRS)
68
o CGI-S
o EEAG
Calidad de vida: QLS.
Tabla nº18. Comparación entre las puntuaciones de los tres grupos en escalas
clínicas y de calidad de vida (test de Kruskal-Wallis)
Tabla nº19. Comparación entre las puntuaciones de los tres grupos en las
escalas YMRS y PANSS (test de Kruskal-Wallis)
69
grupos, se realizó el contraste de hipótesis con la t de Student para muestras
independientes. No se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre
ambos sexos en el desempeño en el MSCEIT (p=0,348).
Posteriormente, se comparó la variable cuantitativa “puntuación total del
MSCEIT” en cada uno de los tres grupos establecidos en el estudio: trastorno bipolar,
esquizofrenia en fases iniciales y esquizofrenia de más de 5 años de evolución.
Se realizó previamente la comprobación de la normalidad de la distribución de
los datos mediante la prueba de Kolmogorov-Smirnov.
El resultado de la prueba de normalidad indicó que en el grupo de
esquizofrénicos de más de 5 años de evolución la distribución de las puntuaciones en la
escala no se ajustaba a la normalidad, lo que añadido al tamaño muestral reducido,
desaconsejó el uso del ANOVA, por lo que se aplicó el test de Kruskal-Wallis para
muestras independientes.
Mediante la prueba de Kruskal-Wallis no se encontraron diferencias
estadísticamente significativas en la comparación de los tres grupos ni en la puntuación
total del MSCEIT ni en ninguna de sus cuatro ramas.
En la siguiente tabla (nº20) se exponen los resultados. Ninguna de las p es
inferior a 0,05.
Tabla nº20. Comparación de las puntuaciones en el MSCEIT de los tres grupos (prueba
de Kruskal-Wallis).
Chi-cuadrado P (bilateral)
70
En el siguiente gráfico (Nº9) se representa mediante diagrama de cajas la
distribución de las puntuaciones obtenidas en la escala MSCEIT de inteligencia
emocional (en la escala total y en cada una de las cuatro ramas) por los sujetos de los
tres grupos diagnósticos estudiados. Se aprecia visualmente la tendencia al deterioro de
la inteligencia emocional con la evolución de la esquizofrenia que, sin embargo, el test
de Kruskal-Wallis no ha podido demostrar.
71
Las puntuaciones en el MSCEIT no mostraron diferencias estadísticamente
significativas al comparar bipolares con esquizofrénicos ni en la escala completa ni en
las cuatro ramas, pero sí lo hicieron al comparar la puntuación total en el MSCEIT en
los dos grupos con esquizofrenia, diferenciados por el tiempo de evolución (en negrita
en la tabla nº22. Entre las puntuaciones de las cuatro ramas de la escala no se
encontraron diferencias estadísticamente significativas.
72
Previamente se comprobó si las variables a analizar cumplían el criterio de
normalidad mediante el test de Kolmogorov-Smirnov, para poder aplicar pruebas
paramétricas en caso afirmativo.
Las puntuaciones del WAIS total y sus cuatro índices cumplían la distribución
normal y la homogeneidad de las varianzas, por lo que se compararon con el ANOVA
de un factor. Los resultados se muestran en la tabla nº23. Ninguno de los índices mostró
diferencias estadísticamente significativas entre los tres grupos en que se divide la
muestra.
WAIS F p
Tabla nº24. Resultados del análisis estadístico (Kruskal-Wallis) de las diferencias en las
puntuaciones en el TMT y Figura Compleja de Rey entre los tres grupos
73
Para resumir el apartado de comparaciones podemos afirmar que los grupos son
comparables entre sí y que las diferencias socio-demográficas existentes entre ellos son
los esperables teniendo en cuenta los criterios de inclusión en cada grupo. Es decir, que
la existencia de diferencias en la edad, número de ingresos, número de episodios, años
desde el diagnóstico y años desde el inicio de los síntomas se ajusta al criterio de
diferenciación de los grupos de esquizofrenia según los años de evolución. Los
pacientes con una evolución ≤ 5 años llevan menos años con los síntomas, menos años
diagnosticados, han tenido menos años de enfermedad para presentar episodios agudos
y precisar ingresos, y es razonable pensar que sean más jóvenes.
En cuanto a las diferencias en las variables cualitativas, afectan a variables que
podemos considerar ligadas a los resultados funcionales reales: estado civil, situación
laboral, situación económica y nivel educativo alcanzado.
Respecto a las comparaciones de las escalas neuro-cognitivas con las
puntuaciones de población general, en los tres grupos encontramos afectación en todas
las pruebas, que es particularmente evidente en el WAIS y en el TMT, sobre todo en la
parte A. El test de inteligencia emocional muestra asimismo afectación en los tres
grupos, con puntuaciones totales por debajo de la media poblacional.
Las comparaciones de los tres grupos entre sí no muestran diferencias
estadísticamente significativas en los instrumentos de evaluación (clínica,
neurocognitiva, sociocognitiva ni funcional) empleados, con la excepción de las
diferencias en la YMRS y la PANSS, esperables puesto que evalúan síntomas
específicos de cada una de las patologías estudiadas.
Las comparaciones del MSCEIT entre los dos grupos diagnósticos y los dos
momentos evolutivos de la esquizofrenia hallaron diferencias estadísticamente
significativas en la puntuación total (no en las ramas) entre estos últimos, reflejando un
peor desempeño en las habilidades de la inteligencia emocional en los esquizofrénicos
de mayor evolución.
74
Tabla nº25. Coeficientes de correlación entre la puntuación total en el MSCEIT y resto de
escalas:
76
6.DISCUSIÓN:
77
caso, el objetivo de la investigación era comparar tres poblaciones clínicas entre sí, por
lo que optamos por el segundo método de comparación.
78
multidimensional de la inteligencia emocional-habilidad. En la población de la que
proviene la muestra, la rama menos afectada es la 1, Percepción emocional, que en el
grupo de esquizofrenia en fases iniciales y en los bipolares ni siquiera presenta
diferencias estadísticamente significativas respecto a la población general. Le sigue la
rama 4, Manejo emocional, que es la seleccionada por la Batería Cognitiva del Comité
MATRICS (MCCB) del NIMH para evaluar la cognición social en esquizofrenia, por lo
que lo esperable es que sea sensible para detectar los déficits en inteligencia emocional
que presentan los pacientes (August S.M. 2012).
79
la muestra terminan produciendo un deterioro que afecta a todas las ramas del modelo
en el grupo de esquizofrenia más avanzada.
Una de las limitaciones de los estudios previos, al igual que en esta tesis, es la
inclusión de pacientes bipolares que no están completamente eutímicos, cuando hay
evidencias de que tanto la sintomatología afectiva aguda como la subclínica pueden
afectar al funcionamiento cognitivo (Quraishi S. 2002).
La solución a este sesgo, una vez recogida la muestra y detectado este problema,
sería realizar un ajuste estadístico para considerar sólo los pacientes que puntúen por
debajo de 7 en la HDRS y la YMRS, que es el punto de corte establecido en ambas
escalas para considerar eutimia, como en el estudio de Lee y colaboradores (Lee J.
80
2013). En dicho artículo excluyeron los casos que no estaban completamente eutímicos,
pero ni se modificaron los resultados de las escalas socio y neurocognitivas, ni las
escalas clínicas mostraron correlación significativa con el desempeño ni neuro ni
sociocognitivo.
Por otra parte, hemos podido demostrar la segunda hipótesis, que existen
diferencias en función de los años de evolución del proceso esquizofrénico. Estos
resultados son compatibles con metanálisis recientes que analizan los déficits
sociocognitivos en la esquizofrenia y demuestran mayores alteraciones en el
procesamiento de emociones asociadas a cursos evolutivos más prolongados (Savla
G.N. 2013). En nuestro análisis, las comparaciones entre ambos grupos de pacientes con
esquizofrenia indican que el grupo que llevaba más de 5 años de evolución de la
enfermedad manifiestan peor desempeño en el MSCEIT que los esquizofrénicos en los
81
primeros años tras el diagnóstico. No hay publicados estudios que valoren cómo
evoluciona la inteligencia emocional a lo largo de la evolución de la esquizofrenia, ni
trasversales ni longitudinales. Hasta nuestro conocimiento nuestro estudio es el primero
en realizar una evaluación transversal en dos grupos de esquizofrénicos en distinto
momento evolutivo del trastorno. Podemos afirmar que, con las limitaciones de un
estudio trasversal, encontramos indicios de una tendencia hacia el deterioro de la
inteligencia emocional con la evolución de la esquizofrenia. Serían necesarios estudios
que analizaran el desempeño en el MSCEIT en un momento evolutivo posterior o,
idealmente, realizar un estudio de seguimiento para confirmar esta observación.
A este respecto, encontramos una correlación débil de signo negativo
(coeficiente de correlación: -0,261, p < 0,05) que relaciona la edad con el desempeño en
la prueba de inteligencia emocional. Cabría interpretarla como un reflejo del proceso
deteriorante de la enfermedad mental, que disminuiría la inteligencia emocional con el
avance de los años. Sin embargo, coeficientes de correlaciones muy similares (r= -0,30
con p=0,001) han sido descritas en población sana (Cabello R. 2015), por lo que no son
atribuibles al trastorno mental severo. En ese caso, lo esperable en nuestra población
enferma habría sido un mayor empeoramiento de la inteligencia emocional con la edad,
al añadirse el proceso deteriorante de la enfermedad. Sin embargo, el grupo que mayor
deterioro sociocognitivo manifiesta, los enfermos de esquizofrenia de más de 5 años de
evolución, no manifiestan una correlación significativa del MSCEIT con el edad. Es
más, la que muestran es débil y no significativa, pero de signo positivo. Probablemente
el rango de edad y el tamaño muestral no son suficientemente grandes para demostrar
asociaciones. Es posible que en el grupo de bipolares, al incluir un rango más amplio de
edades, estemos pudiendo demostrar correlaciones que en los esquizofrénicos, al haber
acotado temporalemente los grupos, no sean detectables.
Podemos afirmar, por tanto, que en nuestra población de trastornos mentales
severos las habilidades sociocognitivas que comprende el concepto de inteligencia
emocional se encuentran deterioradas respecto a la población sana, sin diferencias entre
las dos entidades patológicas estudiadas y con un posible curso deteriorante en el caso
de la esquizofrenia. La cuestión a discutir ahora es cuáles son los factores implicados en
el deterioro de la inteligencia emocional.
Uno de los factores que se han relacionado con la pérdida de habilidades
sociocognitivas es el funcionamiento neurocognitivo (Lee J. 2013). Tanto en la
esquizofrenia como en el trastorno bipolar se han descrito déficits tanto en el
funcionamiento cognitivo global, como en tareas específicas como las funciones
ejecutivas, la velocidad de procesamiento y la memoria de trabajo (Nenadic I. 2015) (K.
T. Burdick K.E. 2015) (Sheffield J.M. 2014) (Peters A.T. 2014) (Vöhringer P.A. 2013).
El debate sobre si la esquizofrenia presenta un deterioro más grave y generalizado que
el trastorno bipolar o ambas patologías forman parte de un continuum, continúa abierto
hasta la fecha (Kuswanto C.N. 2013). Al diseñar este proyecto seleccionamos tres
pruebas validadas que nos permitieran no tanto explorar diferencias entre ambas
patologías, sino valorar estas disfunciones cognitivas en relación con la inteligencia
emocional: WAIS, TMT y Figura Compleja de Rey.
82
Nuestros resultados en las pruebas neurocognitivas indican déficits en los tres
grupos evaluados. Este deterioro es particularmente evidente en la Escala de
Inteligencia, WAIS-IV. Tanto la muestra completa como los tres grupos diferenciados
por diagnóstico y tiempo de evolución, obtienen un cociente de inteligencia por debajo
de 80. Estos hallazgos son peores a los esperados para la esquizofrenia, que se ha
relacionado con peores puntuaciones en los test de inteligencia estandarizados, con
cerca de 30 publicaciones en las que los sujetos con esquizofrenia obtienen cocientes de
inteligencia unos 10 puntos por debajo de la media de la población general (Kim M.D.
2015). Estos deterioros en el cociente intelectual también han sido descritos en trastorno
bipolar, pero con menor intensidad (Reichenberg A. 2009). En las comparaciones entre
grupos no encontramos diferencias ni entre las dos patologías ni entre los dos grupos de
esquizofrenia, como cabría esperar (Kubota M. 2015) (A.Reicherberg 2010).
Esperábamos encontrar diferencias estadísticamente significativas con los
bipolares, ya que en la literatura se describe una mayor afectación cognitiva en la
esquizofrenia que en el trastorno bipolar (Wingo A.P. 2009) (Nenadic I. 2015) (Lee J.
2013). Estudios previos que han tratado de caracterizar los déficits cognitivos de la
esquizofrenia y el trastorno bipolar (Kim D. 2015) describen en los pacientes con
esquizofrenia estabilizados, déficits cognitivos más graves y generalizados que afectan a
múltiples tareas cognitivas (memoria de trabajo, aprendizaje verbal, fluencia verbal,
memoria y funciones ejecutivas), mientras que los bipolares eutímicos presentan
afectación también de la memoria de trabajo, el aprendizaje verbal y la memoria, pero
de menor gravedad que los esquizofrénicos.
Hasta ahora, pocas investigaciones han comparado directamente los cocientes de
inteligencia de esquizofrénicos y bipolares. El más recientemente publicado (Kim M.D.
2015), encuentra mejores resultados en la Escala de Inteligencia en los bipolares que en
los esquizofrénicos. Probablemente la presencia sintomatología afectiva en el grupo
bipolar y el reducido tamaño muestral no nos hayan permitido evidenciar diferencias
estadísticamente significativas asociadas al diagnóstico y al tiempo de evolución.
Los pacientes reclutados muestran también un desempeño muy por debajo de la
media en el TMT, que es notablemente más evidente en la parte A, que evalúa
habilidades motoras, visuo-espaciales, velocidad de procesamiento y atención sostenida,
donde las puntuaciones de los tres grupos se sitúan menos de 2,5 desviaciones estándar
por debajo de la media de la población general. Las puntuaciones en la parte B, que
añade la evaluación de la flexibilidad mental, atención dividida y alternante, se sitúan en
torno a 1,5 desviaciones estándar por debajo de la media de población general en los
tres grupos.
Sin embargo, las puntuaciones medias en el Test de la Figura Compleja de Rey
están dentro de la normalidad tanto en el apartado de Copia como en Memoria en todos
los grupos, a excepción de la puntuación en Memoria del grupo de bipolares, que
presenta una media ligeramente por debajo (-1,08). Si bien hay que señalar que las
desviaciones estándar son amplias, lo que refleja una amplia variabilidad intersujeto.
Recordemos que la Figura Compleja de Rey evalúa memoria visual, organización
perceptual, capacidad visuoespacial, además de la capacidad de organización y
planificación de estrategias y la resolución de problemas.
83
Los resultados en el Test del Trazo y la Copia de la Figura Compleja tampoco
mostraron diferencias estadísticamente significativas entre los tres grupos, a pesar de
que dos de los grupos (esquizofrenia de más de 5 años y bipolares) no tienen un
desempeño deficitario frente a las puntuaciones normalizadas. El uso de pruebas no
paramétricas por el reducido tamaño muestral y la falta de normalidad en la distribución
de los datos ha podido reducir la potencia estadística de estas comparaciones. Un
estudio recientemente publicado (Nenadic I. 2015) que compara la escala de inteligencia
Wechsler, la fluencia verbal (COWA) y el Test del Trazo A y B en un grupo de 17
bipolares tipo I eutímicos, un grupo de 19 esquizofrénicos y un grupo control de 33
sujetos sanos, describe mayor afectación en el test de inteligencia en los esquizofrénicos
y en la parte B del Test del Trazo en los bipolares.
En nuestra muestra, considerada en su conjunto, encontramos que tanto las
capacidades neuro como sociocognitivas se encuentran deterioradas respecto a la
población general. Cabría pensar que este deterioro de las capacidades cognitivas
asociado al trastorno mental, condicionara el deterioro secundario de las habilidades
agrupadas bajo el concepto de inteligencia emocional, en la medida que son procesos
mentales complejos que requieren de otros procesos mentales no-emocionales, como
sucede con otras habilidades sociocognitivas, como la teoría de la mente (Thaler N.S.
2014) (Y. M. Bora E. 2009). En esta línea son interesantes las aportaciones de Lee y
colaboradores (Lee J. 2013) que consideran que el deterioro sociocognitivo no
necesariamente sigue al déficit neurocognitivo. En la esquizofrenia lo que podría estar
sucediendo es que la afectación de circuitos cerebrales es más extensa que en los
bipolares, en los que las zonas implicadas en la cognición social podrían estar más
conservadas, con lo que el peso relativo de la disfunción neurocognitiva fuera mayor en
estos últimos.
Observamos que la puntuación en el Test de Inteligencia Emocional en la
muestra completa de 75 pacientes muestra una correlación moderada de signo positivo
con el cociente de inteligencia estimado mediante el WAIS-IV (R=0,406 con p<0,01).
Esto indica que a mejor funcionamiento cognitivo mayor inteligencia emocional. El
análisis de regresión lineal estima que el desempeño en el test de inteligencia WAIS
explica el 16,5% de la variabilidad de la escala de inteligencia emocional. Estos
resultados son similares a la literatura previa, que calcula que la neurocognición explica
entre un 10 y un 20% de la varianza en la cognición social (Fanning J.R. 2012).
El resto de pruebas de evaluación neurocognitiva también correlacionan con el
MSCEIT, con un coeficiente de correlación de fuerza moderada en el caso del
desempeño en la parte A del TMT y débil con la Figura Compleja de Rey. Si
desglosamos las correlaciones entre las mediciones de inteligencia emocional y de
funcionamiento neurocognitivo en los tres grupos, observamos que la fuerza de la
asociación aumenta en el grupo de bipolares para las tres pruebas, mientras que no se
demuestra tal correlación en ninguno de los dos grupos de esquizofrénicos. Estudios
publicados afirman que en el trastorno bipolar la sociocognición en general, y la
inteligencia emocional en particular, parecen estar relativamente conservadas y, si se
afectan, lo hacen como resultado de la disfunción neurocognitiva (G. T. Burdick K.E.
2011).
84
En el BPRS, que mide la gravedad clínica en los días previos, encontramos
correlaciones de signo negativo en la muestra a expensas de los resultados del grupo de
esquizofrénicos más evolucionados, con coeficientes similares a los calculados en otros
estudios (Lin Y. 2012). Sin embargo, la PANSS no se asocia a la puntuación en el
MSCEIT en ninguno de los grupos, en coincidencia con artículos publicados que
observan que esta medición de la inteligencia emocional no correlaciona con la
sintomatología (G. C.-G. Eack S.M. 2010).
En el grupo de esquizofrenia de más larga evolución encontramos correlaciones
de fuerza moderada-alta con las escalas que miden gravedad clínica (BPRS, CGI-S y
EEAG) y la Escala de Depresión, pero con ninguno de los índices del funcionamiento
neurocognitivo. Podemos considerarlo el patrón opuesto a los bipolares, en los que las
correlaciones se producen con algunas de las pruebas de funciones ejecutivas y con la
edad, pero con ninguna de las escalas clínicas. Estas asociaciones posiblemente
traducen en que en un grupo aparentemente más estabilizado, la presencia de síntomas
de mayor gravedad empeora las habilidades emocionales, mientras que en un grupo en
el que todos los sujetos se encuentran más sintomáticos, como parece ser en grupo de
los bipolares, el desempeño en el MSCEIT es peor de lo esperado a consta de la
disfunción cognitiva, pero es más difícil demostrar correlaciones con los síntomas.
Por otro lado, en el grupo de esquizofrénicos en fases iniciales no se encontraron
correlaciones estadísticamente significativas con ninguna de las variables. Esto podría
indicar que el deterioro de la inteligencia emocional que se detecta en estos primeros
años tiene que ver con la propia esquizofrenia, sin que otros factores clínicos ni
cognitivos condicionen el déficit.
En cuanto a las escalas de funcionalidad y calidad de vida, sólo el grupo de
esquizofrénicos muestra una correlación con la EEAG que traduce una mejor
funcionalidad cuanto mejores habilidades emocionales. Estudios previos había
demostrado asociaciones similares negativo (H. W. Kee K.S. 2009) (G. C.-G. Eack
S.M. 2010).
La escala de calidad de vida genera coeficientes de correlación casi nulos en
todos los grupos, por lo que podemos afirmar que la inteligencia emocional y la calidad
de vida son variables independientes en estos pacientes.
Para concluir esta discusión, debemos considerar una serie de limitaciones que
presenta esta investigación:
85
2. Tamaño muestral reducido: El proyecto se diseñó con el objetivo de alcanzar
una N total de 100, con al menos 30 sujetos por grupo, para poder realizar el
análisis estadístico mediante pruebas paramétricas y aumentar el poder
estadístico del estudio. Nos encontramos con dificultades en el proceso de
reclutamiento que nos obligaron a prolongar el período hasta completar un año.
Las dificultades vinieron derivaras de dos motivos principales: la duración del
protocolo de evaluación y las dificultades para reclutar participantes. Respecto al
tiempo necesario para aplicar el protocolo de evaluación, al diseñar el proyecto
se estimó que se requeriría aproximadamente 3 horas. Sin embargo, éste ha sido
el tiempo mínimo utilizado, encontrando gran variabilidad intersujeto y llegando
algunas evaluaciones a requerir hasta 9 horas por las dificultades cognitivas de
algunos participantes. En lo referente al reclutamiento, resultó especialmente
difícil encontrar pacientes dispuestos a participar. Aproximadamente aceptaron 1
de cada 15 sujetos contactados. Entre los motivos que alegaron para declinar su
participación era que les traía malos recuerdos, que estaban trabajando, que les
era difícil desplazarse hasta el hospital, que no se sentían bien, etc. A pesar de
ampliar el período de reclutamiento, los grupos quedaron limitados a 25
participantes, lo que ha disminuido la potencia estadística del estudio. No
obstante, nuestro tamaño muestral es suficiente para el tipo de análisis ejecutado
y es similar, e incluso superior, al de estudio previos en este campo (Dawson S.
2012) (Baez S. 2013) (S. K. Vaskinn A. 2013) (Seidman L.J. 2002).
86
sintomatología afectiva residual en un porcentaje significativo de los pacientes
tratados. En base a la literatura previa, la presencia de síntomas afectivos podría
empeorar el funcionamiento sociocognitivo de los pacientes bipolares, por lo
que las puntuaciones obtenidas por este grupo en la escala MSCEIT podrían ser
peores en aquéllos que presentan psicopatología. Sin embargo, la puntuación en
el MSCEIT de los bipolares no correlaciona con ninguna de las escalas clínicas,
ni siquiera con las específicas de síntomas afectivos. Como se comentó en la
discusión, se deberían filtrar los casos que sobrepasan los puntos de corte
establecidos en cada escala para eliminar este posible sesgo o realizar un ajuste
estadístico del efecto de la sintomatología.
87
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104
ANEXO I: RELACIÓN DE GRÁFICOS Y TABLAS:
GRÁFICOS:
TABLAS:
Tabla nº 11. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de esquizofrenia
en fases iniciales con la media normalizada……………………………………………………………………….pg.64
Tabla nº 12. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de esquizofrenia
de más de 5 años con la media normalizada………….………………………………………………………….pg.64
Tabla nº 13. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de trastorno
bipolar con la media normalizada…………………………………………………………………………………..….pg.65
Tabla nº18. Comparación entre las puntuaciones de los tres grupos en escalas clínicas y de
calidad de vida……………………………………………………………………………………………………….…………pg.69
Tabla nº 19. Comparación entre las puntuaciones de los tres grupos en las escalas YMRS y
PANSS………………………………………………………………………………………………………………………………..pg.69
Tabla nº 24. Resultados del análisis estadístico de las diferencias en las puntuaciones en el TMT
y Figura Compleja de Rey entre los tres grupos………………………………………………………………….pg.73