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¿
Cómo finaliza la novela Mi tío el jaguareté, escrita por João Guimarães Rosa?
¿La persona que ha contado la historia, el narrador, mata a quien ha estado
escuchándole, es decir, al oyente o narratario? ¿O, al contrario, es el oyente
quien mata al narrador?
A primera vista, no caben dudas de que es el oyente quien mata con su revólver
al narrador. La razón es que al final, en la última línea, el narrador dice lo siguiente:
He… Aar-rrá… Aaah… Usté me arahoou… Remuací… Reiucaanacé… Araaa…
Uhm… Huy… Huy… Uh… Uh… eeee… ee…
De manera que en esa línea final se encuentra una fuerte evidencia textual que
demuestra que el narrador ha sido herido por el oyente. No caben dudas: el narrador se
queja, dice que está cayendo, afirma que ha sido herido, le pregunta al oyente por qué
ha hecho eso, por qué lo está matando. Su locución tiene por objeto evidenciar ante el
lector el momento y el modo de su muerte, pues el registro en que ha sido contada la
historia no admite la aparición de otra voz que desde una posición omnisciente relate ese
hecho.
Además de ese elemento textual, existe otro factor que también evidencia que el
oyente mató al narrador.
1 Estudiante de literatura.
escenográfico para ir ganando un espacio cada vez más importante en el encuadre hasta
quedar en primer plano.
Hum, ¿por qué está usté buscando con la mano el revólver? Hum-hum… Aa,
arma buena ¿será? Ha-ha, revólver bueno. ¡Eré! Usté déjeme agarrarlo con mi
mano para verlo bien… A-ña, ¿no me deja, no me deja? ¿No le gusta que lo
agarre? No tenga miedo. Mi mano no lo deja caipora. A quien no dejo tocar las
armas es a la mujer, mujer no dejo; no dejo ni ver, no debe. La deja panema,
caipora… Hum, hum. No señor. Sí. Sí. Hum, hum. Usté sabrá…
Hum. Hum. Sí. No es. Eh, n’t, n’t… Achi… Sí. No señor, no sé… Hum-hum. No
señor, no toy ofendido, el revólver es suyo, usté es el dueño. Yo taba pidiendo
nada más por ver, arma buena, bonita, revólver… Pero mi mano no la deja
caipora, ¡pa! – No soy mujer. Yo no soy panema, yo – marupiara. Usté no
quiere dejarme, usté no cree. No digo mentiras… Ta bueno, me tomo un trago
más. ¡Usté también bebé! No toy ofendido. Apé. Cachaza buena de bueno…
Entonces, después de analizar lo que en lengua tupí quieren decir las palabras
finales del narrador y después de analizar la estrategia narrativa creada en torno del
revólver, pareciera que no hay dudas de que el narrador muere a manos del oyente,
quien le dispara luego de haber escuchado todo el relato de sus vivencias.
La segunda pista consiste en realizar una interpretación de la línea final del libro,
ya no desde la lengua tupí, sino desde la otra lengua que maneja el narrador, la lengua
occidental. De este modo, entonces, el narrador no está diciendo que cae, ni quejándose
de que muere, sino que se encuentra haciendo sonidos guturales o gruñidos que indican
que ya ha asumido completamente su transformación, o sea, que ya se encuentra
plenamente establecido en su Yo-Jaguar:
He… Aar-rrá… Aaah… Usté me arahoou… Remuací… Reiucaanacé… Araaa…
Uhm… Huy… Huy… Uh… Uh… eeee… ee…
Ahora bien, ¿cuál de los dos finales es el más acertado? ¿Qué es lo que dice el
texto en última instancia: que muere el narrador a manos del oyente, o que muere el
oyente a manos del narrador?
Es posible que João Guimarães Rosa, con su maestría técnica, haya querido que
el final de su obra dependiera del punto de vista del lector. Así, un lector conocedor de
la lengua tupí, a saber, un indígena, entendería que quien muere es el narrador. Pero un
lector que desconozca la lengua tupí, un lector occidental, creerá que quien muere es el
oyente.