Professional Documents
Culture Documents
HOMENAJE
En el bicentenario de su nacimiento,
mi homenaje a La Patria, que lleva el nombre
de una poesía: ARGENTINA
Completas
O B R A S
Tomo I
2 Héctor David Gatica
Diseño
Carlos Paigés
IMPRESO EN ARGENTINA
Obras Completas 3
Obras Completas
HIMNOS FARISAICOS
EDICION Nº 5
PAIS DESVELADO
EDICION Nº 5
CANTATA RIOJANA
EDICION Nº 7
EL LIBRO DE LA CANTATA
RIOJANA. Que cuenta de su
creación, grabación, interpretacio-
nes, giras, música, poesía, etc. 205
pág., 2001.
En la presente versión de esta
Cantata sólo aparece el canto y las
glosas.
Seis Antologías
MAPA DE LA POESIA
RIOJANA. Estudio de los cuatro
siglos de las letras riojanas en 17
capítulos y 300 págs. Edit.
Cisandina, 1989, Bs. As.
JUNTOS EN LA CULTURA.
Boletín cultural de la Dir. Gral. de
Cultura de La Rioja. (1987-1988).
INTEGRACION CULTU-
RAL. Revista que, departamento
por departamento, cubrió toda la
provincia de La Rioja, durante
doce años, trece ediciones. (1989-
2001).
Obras Completas 17
Grabaciones
GATICA POR GATICA. DVD de la obra del autor, por Martín Ptasik.
Recitales y Conferencias
MEMORIA
DE LOS LLANOS
- Edición Nº 14 -
20 Héctor David Gatica
Obras Completas 21
BREVE CONSIDERACION
Este libro fue creciendo tras sus distintas ediciones, nunca iguales
una a otra, corregidas y aumentadas, bajo las nominaciones de "El
Cantor·", "Memoria de los Llanos" y "Hay Un Mundo".
Las correcciones han ido surgiendo de los recitales que fui dando
por el país, los cuales me permitieron vivirlo nuevamente y retocar lo
que encontraba perfectible.
Y no sólo en los auditorios de la ciudad; cuántas veces lo hice
también en los campos de Villa Nidia, para las sendas, los pastos, los
montes; para los pájaros, el silencio, el viento, la soledad.
A partir de la presente, las anteriores nominaciones cesan para
quedar solamente con la de MEMORIA DE LOS LLANOS.
Cuando hice la impresión de 1983 - gracias al premio obtenido
con el cuento "Las muertes de Pedro Berón" - estaba convencido de
que ésa sería la última entrega que en vida podría hacer de esta obra.
Felizmente me equivoqué.
Ni bien tuve entre mis manos la edición aquella, corrí hacia mi
tierra para ir entregando un libro en cada casa de los distintos puestos
que conforman Villa Nidia.
Se trataba de una deuda moral y debía saldarla; ellos eran los
inspiradores, los padres de MEMORIA DE LOS LLANOS, y así se
los dije aquella noche de 1990, cuando mi pueblo me regaló un cálido
homenaje, con la presencia de más de seiscientas personas reunidas
bajo la luna de octubre, llegadas del sur riojano, del norte puntano, de
la ciudad de La Rioja, Córdoba, Bs. As., etc.
22 Héctor David Gatica
H. D. G.
RECONOCIMIENTO
yen la raíz de mis cantos y por quienes y para quienes escribí estas
memorias.
Y a todo el desparramado vecindario de Villa Nidia por tres
leguas a la redonda, que yo conservo impreso muy adentro de mi
corazón, formado por los Arabel, Cabáñez, Velázquez, Pereyra, Flo-
res, Gauna, Fernández, Avila, Altamirano, Miranda, Tello, Guardia,
Soria, Maldonado, Llanos, Morán, Montivero, Albelo, Quintero,
Palma, Arce, Torres y otros.
A Mozart Schettini y su compañero Mario Lemos, románticos
de la sanidad, que poblaron de botiquines los llanos de La Rioja.
Al presbítero Angel Ramón Nardillo, sembrador del Evangelio
por llanos y sierras.
A Don Humberto Pereyra, pionero del periodismo en estos
lares con su periódico Aspiración allá por 1937.
Y por último, a todos aquellos que desde cerca o desde lejos,
desde los pueblos vecinos riojanos y puntanos, como así de América
y desde allende el mar apoyaron nuestra obra.
Y a quienes, actualmente, siguen luchando con ánimo admira-
ble porque Villa Nidia no muera.
H. D. G.
26 Héctor David Gatica
TESTIMONIOS
He gozado con tus poemas, son muy frescos, muy lindos y muy perso-
nales. Me traes un sabor limpio y temprano, sabor y recuerdo de lo que no
conozco y ya conozco.
¿Cuándo vendrás por estas tierras? Otra vez te felicito, te agradezco, te
deseo todo éxito literario. Un cordial abrazo de tu invariable amiga. Yolanda
Bedregal, LA PAZ, BOLIVIA.
Querido David:
Estimado amigo:
Me es grato dirigirme a usted con el fin de acercarle algunos ejemplares
de su libro incluído en la colección NADIR que el Servicio Cultural de la Emba-
jada Argentina en Francia publica.
Creo que usted es un poeta de una calidad infinita que representa fiel-
Obras Completas 31
mente nuestro interior del país, estamos orgullosos de haber podido concluir
esta empresa de edición de su libro que no ha sido nada fácil.
El mismo, sin valor comercial, será distribuído por todas las Universida-
des y diversas Instituciones de Francia.
Sin otro particular y siempre a sus órdenes lo saludo atentamente.
París, 4 de Agosto de 1992. Leopoldo Torres Agüero, FRANCIA.
Minis. Relac. Culturales y de Coordinación.
Gracias, Don Rioja, por sus generosas palabras al Canto del Viento.
Don Rioja, así llamo a los seres cuando se me aparecen como hombre-paisaje.
Claro, mi Tata los llamaba: Paisanos, y sabía decir: Paisano no es aquel que
nació en el mismo pago, sino el que sabe llevar su paisaje adentro. Después,
considerando las generales del asunto, explicaba que hay muchísima gente
nacida en el mismo pago de uno, pero que para nada representa, ni ostenta ni
honra la tierra de uno.
Bueno, ya algo sabía de usted por comentarios de algunos amigos.
Hizo bien arrimarme el poema suyo escrito para Leyes. Es un trabajo pensado
con el corazón, tierno, expresador de una linda firmeza interior.
Estoy seguro de que eso mismo, burilado con entendimiento poético, le
hubiera resultado quizás más breve, y algunos rumbos más definidos como
concepto o como símbolo, aún a costa de sacrificar detalles. Pero es buen
asunto así, como usted lo ha sentido y escrito. Y amén.
Me permito acercarle algo sobre la Guitarra, ya que ella es nuestro
confesionario de los crepúsculos a lo largo del tiempo.
En verdad, don Gatica, amo su país riojano, algo lo he caminado y
mucho lo he pensado. A menudo lo evoco porque me hace bien recordarlo,
porque en algo se parece el destino de mi existencia, tan llena de largos otoños
y primaveras cortitas
Le acerco también los apuntes de «Aires indios», resumen de charlas y
glosas realizadas hace más de cuarenta años en Liceos y Colegios de todas las
provincias, mientras la mano interrogaba a la guitarra.
Alguna vez amigo, saludaremos a la luna en Cochangasta. Mientras
tanto, le digo hasta siempre, don Rioja. Atahualpa Yupanqui.- PARÍS, julio de
1983.
32 Héctor David Gatica
PRIMERA PARTE
- El Cantor -
Animal
como son los de los campos de El Aromo
cavo cuevas en mi sombra
y es esa mi guarida entre churcales.
Y en épocas de otoño
cuando cae la sombra de las tuscas
yo vuelvo a mis raices
TROPERO
¡Aquí voy
con el grito sobre el tiempo
imitando el relincho de los llanos
crin de pasto en el cuello de la tierra.
Aquí estoy
enterrando las espuelas
en el cuerpo cansado de los días.
CANCION DE AGOSTO
(Al cumplirse las bodas de oro de la Escuela Nº 112 de Villa Nidia)
II
Era la escuela
en el país del puma y de la cabra:
Corral de Isaac, Bajo Hondo, Tello,
Nueva Esperanza, San Isidro, El Abra(1).
BURRO
Lento trote
que monta garrotazos por leguas en la nuca.
II
III
La cadena a la cincha
le atarán al regreso y por las sendas
Obras Completas 41
IV
CABALLO(1)
Tiempos briosos
Leguas zainas que hallaron una forma
y un tropel y una vida es mi caballo.
¡Qué son todas las leguas de los llanos
si no un potro sediento y desbocado!
La vejez
Solo el tiempo te ha ganado la carrera
y has venido a pararte junto al rancho.
Te tirita en el lomo la amistad...
Obras Completas 43
PERRO
SOMBRAS(1)
1- Las manos del hachero tanto como las del alambrador, tienen la
dureza de la corteza de un quebracho.
46 Héctor David Gatica
ALAMBRADOR
Tenazas callosas
las manos de los Flores
tiranteando las cuerdas del potrero
hasta darle el sonido de una larga guitarra
con trastes de varillas, medias trabas
y recios rodrigones...
Un destino de músico y peón.
II
Tenazas callosas
las manos de los Flores
48 Héctor David Gatica
EL CAMPO DE LA ESTRELLA(1)
A Pepe Vega (2)
Corazón de malezas
en mi vida cruzada por las ramas;
hombre y pájaro y flor
entre lo mío.
RIOJA ESCONDIDA(1)
Rioja,
escondida en el pecho de la piedra famatina,
déjame que te explote con mis versos
para encontrar tu corazón minero.
Rioja,
blanco ajuar en los naranjos florecidos,
déjame descender a tus entrañas
que en el alba pulposa de los valles
quiero entrar a morir como semilla
por subir al perfume del azahar.
Rioja,
luna norte de aceite allá en Arauco,
déjame que te beba
el canto del arroyo
y me bañe en sus aguas aceitunas
hasta darme el color de los olivos.
Rioja,
canto tinto de un racimo cortado en Vichigasta,
54 Héctor David Gatica
Rioja,
espinuda en los dedos de tu suelo quebrachero,
no me arrees esclavo a los asfaltos;
déjame aquí, salvaje, entre los árboles y el viento
con los ojos perdidos en el cielo.
Quiero verme clavado en tus dolores,
en la sed empacada de los llanos
y asomar en el cactus de mi canto espinudo
con la blanca sonrisa de la flor del cardón.
SEGUNDA PARTE
- Memoria de Los Llanos -
II
Trajo unos postes, puso la roldana;
60 Héctor David Gatica
AGUSTIN ALDECO
HACHERO
Salía de la terminal de ómnibus por la calle que me honra llevando
mi nombre, cuando alguien que controlaba los vehículos me salu-
daba pronunciando mi nombre.
- Y de dónde me conoce Ud.?
- Nos sabía contar mamá que Ud. nos nombra en un libro suyo,
yo soy de los Machuca que pasaron por Villa Nydia y Corras de
Issac buscando monte para hachar.
I
Andan buscando trabajo Los Morán y Los Llanos.
Se está acabando el monte
y hay que llevar las ollas a otra parte.
Brillarán sus cinturas en un charco de sal
cuando la piel entregue los sudores
al golpe de la siesta que voltearán sus brazos.
De Córdoba han llegado los Machuca y los Vera
traen niños y perros
y cuentas que pagar.
Por la corteza herida del quebracho
se adelgaza la tarde en Pozo de Piedra
para pintar de acero los insectos del pecho.
Alfredo Palma crece
cuando derriba un monte de diez metros de leña.
En las ramas más altas
se cimbra su potencia.
Obras Completas 65
II
Les quebró los pulmones la insistencia del obraje
a Rosario Quintero y sus hermanos.
Aguaceros de soles recogieron en la espalda.
Cuando debieron parar porque el hacha los volteó
también a ellos
no tenían ni un árbol guardado en los bolsillos.
Y cortando un acceso de vómito y de tos
fue hasta la vida el golpe
tumbando la plegaria del alma de un hachero.
CARBONERO
En sus últimos días, fui a visitar a Don Luis Fernández, que vivía
en medio del campo, en un ranchito, que no era suyo. A él no le
quedaba nada más que su risa -nunca tuvo más a pesar que vivió
trabajando-. Me vio a la distancia, salió al patio, pegó una risota-
da y me gritó:
- Ya sé que Ud. me ha sacado en sus libros como carbonero.
II
III
Ha quemado en El Retamo
-como ocho mil hectáreas de quebracho-
en La Gloria, en San Pedro, en todas partes.
Le queda solamente carbonilla
y cisco
hasta en el alma
y unas ganas ardientes y encimadas
de abrazar más mujer y menos leños.
CARRERO
II
III
A mitad de camino
vitrola a cuerda
tonada y vals
el amor de la niña de la aguada
entre sábanas de lienzo sueña huellas.
IV
Y el recado
le ha reventado el lomo a la sillera.
---Tengo aceite quemado "pa" curarla.---
Al último el varero, siempre al último
recién después le toca a usted.
Desate don Facundo su ilusión:
"Cadenero de mano" es su querer.
CAMPERO
- Manda decir Doña Vicenta
que le busque las cabras.
- Habrá que colgar los días
de los rastros.
Hacia la madrugada
majadas de vigilias
cuidarán los pastores por los
campos lejanos. Berna Miranda
apenas si habrá
cursado el segundo
- Los ijares de mi sed y mi caballo o tercer grado de la
voltean alambrados a la siesta.. escuela rural prima-
ria.
Los últimos días de
Mi destino es andar mordiendo soles su vida, en su lecho
o bajando pellones a la luna. de enfermo, leía
diariamente Memoria
- Dónde estarán sus gritos atajados de Los Llanos, y
guardaba el libro
Berna Miranda bajo la almohada.
rumiándose el silencio de este pasto
que me crece en la boca.
CHUCARO
Por último
bajo el rocío de los dedos de Alfonso el domador
todo vendrá a rendirse por las lonjas y el morral
que amansarán el miedo de las grupas.
76 Héctor David Gatica
GUITARRA
LA SEQUIA
II
LA LLUVIA
Larga sequía
que fue apurando un parto de callos en las manos
sacando agua del pozo
noque a noque
día a día
vuelta y silbido largo
roldana y soga.
¡Lluvia!
¡Luvia!
¡Lluvia! (1)
Al fin llegó la lluvia a Villa Nidia...
Y el hombre de la tierra que yo canto
quedó mirando el agua rescatada
para el panal de soles de su puño
decidor de lagartos y tranqueras
sombra algarrobal.
Saltó la verde risa
masticando su elástico de espera..
¡Cómo se pone nueva la distancia
cuando respira el suelo por las breas!
- Hoy no tendrás que abrir la boca al pozo balde
para que venga el día desde abajo.
1- En oportunidad de inaugurar el salón del Concejo Deliberante de
Aimogasta, decía yo este poema y justo cuando invocaba ¡Lluvia! ¡Lluvia!
¡Lluvia! se descolgó un semejante aguacero, lloviéndose por todos lados
el techo del flamante edificio.
82 Héctor David Gatica
CUATRO AUSENCIAS
PRIMERA AUSENCIA
ADIOS A MI MADRE
(1971)
Roto el cristal
nos queda su perfume.
Madreselva y laurel
.
Obras Completas 85
SEGUNDA AUSENCIA
ELEGIA A MI PADRE
(1973)
Padre nuestro
padre de Villa Nidia.
la roldana
-- rechinante canción del pozo balde --
el pluviómetro
-- para medir la lluvia de días sin su nombre --
el amado patio que le dio a nuestra infrancia
estos aguaribayes
y aquellos tamarindos
que a pesar de las largas sequías y calores
usted plantaba en nuestros corazones.
TERCERA AUSENCIA
LA VIEJA GUITARRA
(1981)
CUARTA AUSENCIA
DESPUES PARTAMOS
(1984)
Si en este instante
tuviéramos que subir a un escenario como ayer
esta vez para representar la voz de la amistad
yo haría el papel de un hombre que está solo y en
silencio
y vos el de un silencio que habla y habla.
¿Recuerdas la lomada
aquella donde íbamos en búsqueda de piedra
hasta ponerle de templo el corazón a Dios?
Es de noche
el viento arrastra miedo
y por entre las ramas de un quebracho
puede verse... una estrella.
Aquí es donde nuestros nombres se van a separar
uno al sur
al norte el otro
y el tercero hacia esa estrella
que vemos por entre las ramas del quebracho.
Después partamos.
94 Héctor David Gatica
TERCERA PARTE
- HAY UN MUNDO -
- De la infancia -
donde venía el balido del toro tostado y el furor del viento norte
Con todos estos datos, le será muy fácil ubicar y llegarse hasta
la Villa Nidia de mi infancia.
Ah, me olvidaba: No la busque en el mapa, los cartógrafos se
olvidaron. Un pequeño descuido.
Si algún día alguien hace el mapa de la poesía, tal vez ahí consi-
gamos que le den un lugarcito a Villa Nidia.
98 Héctor David Gatica
ESE MUNDO
Un mundo
y penetrar en ese espacio
que habita entre la raíz y más allá de las hojas
lindando con el fuego.
LA COSECHA
LOS TROMPOS
LA ABUELA
Lo más lejano en mí
no es aquella casa encantada de Santa Ana
si no el modo de sus trenzas
formadas de nacimientos y despedidas.
Un día vi a mi madre
viajar sin mí a Santa Ana
volver y acostarse.
De esa cama ya se levantó con la cabeza blanca
y el paso de luto.
CAZANDO
Años después
a mi hermano lo llevó su ingeniero a la ciudad,
ése que ya le apuntaba en los tobillos
y que le dio un rostro de dos pisos.
tanto
como a la tierra fina que echaba sobre las trampas.
CAYETANO(1)
«Solo estando varado en un yermo son posibles versos tan hon-
dos y bellos como ´nos íbamos a cosechar el sol en bolsas´;
´Doña Berta murió después de encerrar las cabras´; ´que salga
olor a ese pan de mis palabras´. - Juan Filloy, Rio Cuarto, Córdo-
ba.
Caneta
--Cayetano Pimpignano--
era alto
casi tan alto como el saludo de doña Berta
--aquella buena mujer que lo amparó en su casa--
con una espalda de espiga desgranada.
Se quedó en La Rioja
se quedó en la leña que acarreaba por las tardes
se quedó en el rancho de don Sinencio y doña Berta
Las noches
las de aquel invierno
nos unieron el campo
y su alto y mi bajo se igualaron de andar juntos.
108 Héctor David Gatica
Tarde
muy tarde
prendíamos el fuego casi al fondo del campo;
su calor junto a las estrellas se me quedó en la manta.
Me hablaba de Buenos Aires
de la televisión
de los subterráneos.
Todo alargaba mi nariz de pasto
y las llamas le pegaban en el rostro lejano
el rostro sin caricias de Caneta.
Cuando callábamos
atendíamos la noche
mirábamos el monte oscuro
los perros.
El cielo echaba helada sobre nuestras cabezas.
A deshoras volvíamos
él a sus lonas
yo a mis pensamientos.
Obras Completas 109
Mi amigo Caneta
tan muchacho y tan alto.
Le quería la boina.
¿Y Caneta?
--Cayetano Pimpignano--...
otros dijeron que no
que estaba vivo.
No sé.
Nunca más supe de su espalda sin pasado.
JUGANDO
MI MADRE
Delia Durán.
Su nombre me resulta total.
La mano bondadosa que me ayudó a crecer
los pilares de la tarde
la oración de las cenizas del fogón
las visitas de los parientes
el mesón del comedor
en especial eso
el mesón su cabecera
o la cotorrita verde-manso
que una vez
saltó de su hombro dormido
al fuego desvelado de los gatos.
LA PANCHA
LOS CABALLOS
DON DIEGO
Un verano el maíz
me vistió de madrugadas.
Aparecía el sol
y me golpeaba sobre los hombros.
Pero la comida era más sabrosa al mediodía
porque en mis pasos
se iba nutriendo de sudor el puchero.
Lo que antes quería por antojo
supe que era sed
que me empezaba a doler
en los azotes que le pegaba don Diego a su tabaco.
Antonio Miranda,
Sinencio Fernández,
Natividad Maldonado:
Duchos aradores
pacientes del cencerro, la mancera y el morral.
RETORNO
No sé porque
las calles me tiraron con motores y zapatos.
Tal vez porque yo venía de la espina.
VIENTO
Eso es
llegando agosto todos los años
justo para la época del viento.
Quién es más puntual
¿agosto?
No.
El viento.
II
LA CASA
Sentada en un sillón
en aquella galería del verano
mi hermana leía entre pilares.
todos reunidos
mis padres mis siete hermanos
rezábamos a ese Dios de campo afuera.
Después
llenábamos el patio de espaldares
para dormir bajo la Vía Láctea.
Cada viento
el agua del molino subía a los duraznos
se enredaba en la parra.
Todo se nos secaba
mas mi padre volvía sobre los mismos hoyos
renovando su fe de agua y estaca
pasión de aguaribay y tamarindo
padre siembra de frutales y maíz
padre flor del paraíso
que colocó un racimo azul a mis memorias
tras un lejano ventanal de avispas.
Ahora
si hay que dar algún nombre para el tiempo de
entonces
Maldonado me llaman
Natividad Maldonado digo
arriero del aroma y el rocío
pocero y gran peón.
Sexta Edición
132 Héctor David Gatica
Obras Completas 133
PRIMERA ETAPA
- Vida en el campo -
SOBREVIVIENTE
-Mientras más seca la región, es como si las plantas reempla-
zaran las hojas por las espinas- Vegetación xerófila.
CANTO AGRESTE
En el lejano y desolado rastro
que atraviesa los dominos de la iguana
tu piel felina se cubre de espesuras
y oculta entre quebrachos
cazas la soledad.
SIEMPRE
TU PAIS
AMOR SALVAJE
ENTONCES
ORIGENES
El campo.
Las tres Marías.
El canto del molino que golpea las sombras.
El viento siempre.
Y también esta arena donde me he sentado.
ENCONTRADA
- Una maestra rural leía este libro con sus alumnos y uno de ellos
comentó: «Parece que este poeta andaba muy enamorado de las
jarillas»...
No te podía hallar
oculta como un ave entre la fronda.
Era tu amor
con todas esas formas.
CONTIGO
Llévate al menos
la mirada de Dios desde las aves.
Obras Completas 143
SEGUNDA ETAPA
- Traslado a la ciudad -
ESQUINAS
-Chilecito-
No sé dónde estoy.
CARTA A TU NOMBRE:
NOELIA
TU VINCHA
SOLO
Necesito verte
y sigo aquí inventando partidas.
UN PETALO PARA TI
VIAJANDO
-Córdoba-
OROGENIA
-Mendoza-
Eso es normal
y ocurre sin más trámite la caída de un recuerdo.
TERCERA ETAPA
- El casamiento -
EL COMPROMISO
-Villa Nidia-
LA BODA
Me ha levantado un templo
dijo el Señor.
CUARTA ETAPA
- Llegada de David y Pablo -
CARTA AL HIJO
-Desde Villa Nidia-
DESDE UN SILBIDO
y me encontraba jugando:
-Yo lo encontré a usted
en un nido de perdiz.
CANTO DESOLADO
Creíamos en el médico
en los remedios
que no obstante se abolían en tu cuerpecito
158 Héctor David Gatica
MEDIAS PALABRAS
De repente
cae una risa tuya en mi camisa
y un jinete de amor me sube hasta los hombros.
Y si lloras tu llanto
anula todo lo demás.
160 Héctor David Gatica
JUNTANDO CARACOLES
-Llegada de Pablo-
A lo sumo
te hacía mirar una estrella
contemplar un atardecer
o juntaba caracoles contigo.
Obras Completas 161
SOLOS
-Papá,
cuando salió el sol
nosotros abrimos los ojos para llorar.
Y en cuanto a mí
los he abandonado desde el canto
Obras Completas 163
ya no los nombro.
Estoy viviendo tan aturdidamente...
Y te encargas vos de volverme a la poesía
que es volver a la vida y al amor.
EL COLOR AMARILLO
-Papá,
¿qué color es ése de la biblioteca?
-Verde mar, hijo.
-A mí me gusta el amarillo y el azul.
-¿Por qué el amarillo?
-Porque es el color de la manteca.
-¿Y el azul?
Qué comida azul te gusta, hijo?
-Me gusta el azul porque es el color del cielo
de ese cielo
que vemos los dos por la ventana cuando miramos las
estrellas.
EL CHICO DE JERO
La siesta se desploma sobre el Velasco
¿Quien aguanta cuarenta y ocho grados?
Solamente el Velasco
solamente los hijos del Velasco.
UN CUENTO
En fin
que una tarde un niño puede no viajar en un barco de
papel
168 Héctor David Gatica
A lo mejor mañana
a lo mejor
cuando ya mi niño seas un hombre
y el barco tenga que hacérselo a mi soledad
y el cuento no tenga a quién contárselo.
Obras Completas 169
QUINTA ETAPA
- Llegada de María Macarena -
MAQUI
estructurada
que ella como un pequeño dios,
quiere volver a crear cada domingo
para que el mundo sea un paraíso terrenal de juegos
y no el purgatorio de limitaciones
que los adultos nos imponemos unos a otros
por que sabe que los humanos adultos somos tan niños
que vivimos para recriminarnos en las calles
y sólo los niños de cuatro años tienen la suficiente
adultez
para no reprender nunca.
y la cuidas celosamente.
por que sos nuestro bastión de libertades.
Pablo E. Gatica
23/12/2002
Obras Completas 175
176 Héctor David Gatica
HIMNOS FARISAICOS
Obras Completas 177
-
- El canto de las manos -
Quinta Edición
178 Héctor David Gatica
CARTA PROLOGO
Leí -mi querido amigo y colega Héctor David Gatica- sus ve-
hementes y dolorosos poemas. Tienen fuerza aún cuando estén siem-
pre dentro de esas situaciones extremas donde -precisamente- la fuerza
suele restar lirismo al poema. No importa eso demasiado si no se
elude la emoción, si ella está omnipresente como sucede en Himnos
Farisaicos, su breve y estremecido poemario. Lo abrazo como poe-
ta, a pesar de que nuestros caminos sean distintos y, a veces, hasta
opuestos.
Le devuelvo sus originales y le doy las gracias por haberme
permitido penetrar en el conocimiento de un mundo desesperado pero,
secretamente, tierno y buscador de las claves misteriosas de lo huma-
no y su universo.
CANTO HUMANO
Antonio Aliberti
San Antonio de Padua 5-3-98
A manera de Introducción
H. D. G.
Obras Completas 181
PRIMERA PARTE
Desde la Biblia hasta el Templo
182 Héctor David Gatica
Y hay también hombres cuyos dientes son espadas, y sus muelas cuchillos,
para devorar a los pobres de la tierra y a los desvalidos de entre los hom-
bres.
(Prov. 30. 14)
Hay que arrancar el ala a las palomas Besemos al Amor; hay que matarlo
que no quede un arrullo; antes que las palomas vuelen
apretar el pecho de las madres y que las madres paran.
hasta estrujar las últimas luciérnagas
y castrar a los pobres y a los cojos Pontífice del verbo fariseo
no sea que el Amor los una. en mis labios de oráculo os crucifico
y en este mismo instante
¡Oh!... ¡No! Caifás se me cae de la boca.
Vosotros no sabéis.
¡Que muera el Amor, que es uno solo!
Obras Completas 183
184 Héctor David Gatica
Versículo de la Negación
Un poco después, acercándose los que estaban allí de pie, dijeron a Pedro:
¡Ciertamente tú también eres de ellos, pues tu habla te denuncia! Entonces
se puso a echar imprecaciones y a jurar: Yo no conozco a ese hombre. Y
enseguida cantó un gallo, y Pedro se acordó de la palabra de Jesús: Antes
que el gallo cante, me negarás tres veces.
Y saliendo afuera, lloró amargamente.
(Mt. 26 73-75)
Llueve frío
sobre el esqueleto deshojado de la humanidad.
Epístola a Dios
Saulo que todavía respiraba amenaza y muerte contra los discípulos del
Señor, fue al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para Damasco, a las sinago-
gas, con el fin de traer presos a Jerusalén a cuantos hallase de esta religión,
hombres y mujeres, y yendo por el camino, ya cerca de Damasco, de repente
una luz del cielo resplandeció a su rededor; y caído en tierra oyó una voz
que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? y respondió el: ¿Quien
eres, Señor? Díjole Este: Yo soy Jesús a quien tú persigues. Mas levántate,
entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer. (Hech. 9. 1-6)
San Pablo
le debe el santo a la persecución de Saulo camino de Damasco.
Y yo siento
contemplando estas ciudades calientes de mi carne
que llevo vida a borbotones en la sangre
para llegar a Dios y sacudirlo.
Y ahora
cómo ponerle aliento a tu mirada sin pulso,
darle a tu mujer una palabra tuya
y a tus hijos, contarles otra historia?
Obras Completas 191
192 Héctor David Gatica
Apocalipsis de la Amistad
Y yo pensaba
pensaba que decir Dios era una manera de salvarse
y que decir Felipe Cabañez o Rosario Quinteros
era una forma de amarlos.
Obras Completas 195
Y recién entonces,
con los dedos machucados,
me haré presente en la PALABRA.
Obras Completas 197
198 Héctor David Gatica
Esta arena
que rompen nuestros pasos y los pasos de estas mulas
adivina un amanecer que ya la está nombrando
como si oliera en sus lechos permeables
el sostén a nivel que ha de formarla.
Sonido separado del agua
arena
como de un coro
como de un armonio.
En la cara que te rompo a paladas
tienes retratado un Cristo de sudor fino
y de palabras pesadas.
Estás limpia.
No me ensucias la camisa pegada a la siesta.
Estás limpia
como para entrar en el reino de los cielos.
Quiero que me ayuden a llenar el carro hasta el sol
y asistir después al culto del descanso
reconstruidos de pan.
¿No ves?
Si ya tu cuerpo va tomando altura.
Obras Completas 199
Ahora arena,
no caminas por los declives del sur
mojada de lunas.
Además
se te cayó el viento de los hombros.
Una raíz de cal te ha construido el alma
y lo tienes a Dios por habitante.
Arena de la acequia
arena
te suena el corazón como una campana
llamándonos a orar.
SEGUNDA PARTE
La Casa
Obras Completas 201
Estos callos
que me florecen en el saludo que inventaron los amigos
nacieron en oblícuas jornadas de azadón, amasando barro.
Mirarlos detenidamente
es descubrir el encanto de una lágrima,
tocarlos en su dureza
es sentir las tardes colgadas de mi mano
haciendo peso desde un balde de albañil.
Cimientos madurados
Y la tierra se abre
para una siembra de ladrillos
que han de crecer por mis manos
hasta madurar en techo.
Compromiso edificado
La Casa
Lo sé
con muchas horas
he pagado este instante;
sin todo ese tiempo reunido
no habría colocado una sola de mis yemas
en los picaportes del viento.
Desde hoy
¡cómo quiero a los ladrillos!
Para quererlos de esta forma
debí acariciarlos mañana tras mañana,
ladrillo por ladrillo.
Ahora ellos me devuelven el aprecio
permaneciendo a plomada
uno
sobre
otro
hasta reunir el calor de cuatro niños
que pueden incluso amar la noche
porque el padre techo
Les tapa ahora el frío
que llega con la luna en el canto de los gallos.
206 Héctor David Gatica
Obras Completas 207
QUINTA EDICION
Ilustradores:
Luis Blanchard - Nicolás Bustos - Miguel Angel Guzmán
Nicandro Pavón Villarreal - Pedro Molina - Hugo Albarracín
Patricia Aballay - Jorge Ponce
208 Héctor David Gatica
DOLOR COLLA
SILENCIO QUECHUA
Desde entonces
destronado el kipus
que reinaba en el Cuzco
cada mañana cae fusilada en el Callao.
PAIS DESVELADO
Foto «Pais desvelado» (Premio NOA del poema ilustrado, VIII Salón
de poema ilustrado. Tucumán, 1970)
214 Héctor David Gatica
Este poema fue escrito tras haber vivido un año en una villa
miseria de Mendoza, para ser, expresamente y por pedido del
autor, agregado como prólogo en el libro «Opción fuera de la
ley» del padre J. M. Llorens, libro que lleva ya cinco ediciones.
H.D.G.
PUEBLO RAMON
«Con una expresión de entusiasmo y calor popular
como no recordaba La Rioja, fue recibida la delegación gremial
que el martes último se había trasladado a Bs. As.. Más de
3.000 personas se concentraron en el aeropuerto... Una
vibrante multitud aclamó la aparición en la escalerilla de Ramón
Torres, al que siguieron Reinaldo Gudiño, Benjamín
Heredia, Jesús Noriega y el jefe del CELPA, comodoro Luchesi, los
que fueron levantados en andas trasladándolos así hasta las
dependencias del aeródromo, mientras se coreaban sus nombres».
Lo que ocurrió quince años después nada tiene que ver con los
motivos que dieron nacimiento a esta poesía. -H.D.G..-
TU GRITO
El gobierno a través del I.M.T.I. (Instituto del Minifundio y Tierras Indivisas),
saneó títulos iniciando el ordenamiento legal de las viejas mercedes indivisas
y a la vez encaró los seculares pleitos productos del minifundio. A tal fin el
procedimiento empleado fue la creación de unidades económicas rentables,
metodología que si bien contribuyó a ordenar la producción regional, aceleró
el éxodo en la provicnia. La Merced de La Hediondita por ejemplo, que alberga-
ba a 140 familias quedó solo en manos de 26 propietarios. Con el agravante que
más de la mitad de los reducidos nuevos propietarios, nunca antes había vivi-
do en esa zona rural. (1)
Este poema lo dije por primera vez en Chamical, dentro de la pastoral convoca-
da por Mons. Angelelli. Volví a decirlo años después en el mismo Chamical
Obras Completas 219
MUJER VIOLADA
SIMPLE DESALOJO
Mi niño es feliz
jugando en esta casa cada vez más desocupada
con más espacio para ensayar sus diecisiete meses.
Y todo esto es tan simple como nuestras vidas
tan natural como la llovizna que moja nuestro desalojo.
Desalojado está también
el calor de los que no creen en ningún techo.
Ya no es lo mismo mi corazón no está tranquilo
bajo el peso creciente de la lluvia.
Y ya de noche
sembrador de paisajes
con las manos perfumadas de tierra todavía
decidirás con los del surco
que al regador se lo provea de estrellas
que no se vaya en el viento el amor
que descanse la mujer encinta y tengo un hijo entero
decidirán en fin
que a la mañana muy temprano sacarán la azada
para abrirle los soles a la parra.
Obras Completas 227
Pero ¡ay!
que están cerradas las compuertas de tus sueños
el agua se destroza en los canteros
en las carnes podridas del silencio
donde tiembla la palabra sin decir de tu mujer
que creyera también en una viña
además de la viña de los hijos.
Comprendo:
Hay esperas que crecen lentamente
en las acequias del corazón del hombre
todavía
y una especie de dolor arremangado
en las tobillos del país.
Mientras tanto
el mineral
la piedra
la siembra
la tierra
el agua
aquí se han convocado
y en olla con porotos, maíz y ají
donde se mezclan el locro y tu silencio
los hijos del sudor
alimentan al sol de sur a norte
un enorme peón continental.
(América, 1975)
QUINTA EDICION
234 Héctor David Gatica
LOS DIAS
INSOLITOS
En cincuenta
insignificantes capítulos
Obras Completas 235
Querido David:
Roberto Sánchez
Buenos Aires, setiembre 1985.
Obras Completas 237
Al leer tu poema sobre la nieve que empezó a caer, también ella insólita-
mente el 4 de setiembre de 1976, sentí de nuevo la tremenda angustia de ese día.
Sentía el frío que la estufa y la cocina atemperaban y pensaba en lo que estarían
pasando nuestros amigos en el Penal.
Y muy hondamente me calaba el dolor de saber que a Eduardo lo habían
tomado un 16 de agosto cuando había hecho calor y estaría totalmente
238 Héctor David Gatica
Sigo impresionado por la lectura de «Los días Insólitos». Sigo sin en-
tender cómo la naturaleza del hombre se puede perturbar hasta esos extremos.
Los nombres que se suceden a lo largo de tu documento poético estuvieron
ligados a mí en jornadas inolvidables.
Pienso en Ariel Ferraro, del cual fui amigo y compañero de episodios
culturales; en Angelelli con el cual pensamos en la fundación de una biblioteca
en la Catedral; en Mario Aciar, en el cual descubrí a un artista plástico formida-
ble; en toda aquella gente cordialísima que recibió a la delegación de la Funda-
ción Argentina para la Poesía, que encabezábamos con Raúl González Tuñón,
allá por el año 1966.
Volviendo a tu libro, necesario, en el que lo poético es avasallado por la
anécdota dolorosa, se advierte de continuo el poeta contenido, el poeta que se
tangencia para dar lugar al testimonio.
Ojalá que nunca más se vuelva a ese terror y que nunca más nos obli-
guemos a decir: «Realmente en este país uno no sabe ya cuántas muertes le
quedan de vida».
Un gran abrazo desde esta tristeza. Tu amigo. (Carlos Alberto Débola-
Buenos Aires)..
CAPITULO 0
Bajo Tierra
H.D.G.
CAPITULO I
No podemos estarnos
acordando de una sola muerte
* Tucumán, la provincia jardín, vuela despedida por las
dinamitas, jirones de carne humana cubren el país del
azúcar.
Lo contado no es noticia
los diarios ya no sirven
vienen siempre de atrás
la radio es el medio más ágil
solamente ella tiene la velocidad de las carabinas.
Uno no puede estarse acordando de una sola muerte,
es inútil y ocioso
retroceder a los lejanos cadáveres de ayer
que ya nadie comenta ni recuerda.
Una muerte es borrada por otra muerte
no por la vida
y se da noticias de asesinatos como pasar avisos comerciales:
Obras Completas 245
CAPITULO II
Es tarde ya
me voy a dormir y entre sueños
cuando alargue mi mano para apagar el receptor
quizás alcance a oír la última muerte del día.
Realmente
en este país
uno no sabe ya cuántas muertes le quedan de vida.
Obras Completas 247
CAPITULO III
(1976)
La noche en que ese golpe llegue
a mi puerta
Llegó
eso tan común en la América nuestra
llegó el golpe.
Ya no hay poder legislativo ni judicial
cinco partidos fueron proscriptos
quedan en disponibilidad los empleados públicos
deja de tener vigencia el Estatuto del Docente
los programas educativos serán revisados de manera que
respondan a la formación del ser nacional.
Brigadieres almirantes generales coroneles tenientes
comodoros
mayores capitanes sargentos cabos
adquieren en este acto capacidad para gobernar.
CAPITULO IV
CAPITULO V
Sólo silencios
Niñera
se ofrece para trabajar por hora.
De acuerdo a la dirección se trata de una maestra.
Modista
se ofrece para arreglar ropa a domicilio. Otra maestra.
Familia
desea comprar un piano.
Teléfono tanto...
CAPITULO VI
El barba Burnichón
«no lo nombres que se te aparece»
recorredor empedernido de las ciudades argentinas
caminante de sus «burnichetas»
lo mataron lo dinamitaron
lo tiraron a un aljibe le volaron la casa.
En este país
lo único que se puede editar es el miedo
bajo el sello de las ametralladoras.
Obras Completas 253
CAPITULO VII
A Mario Aciar
eximio plástico riojano
que debió irse al exterior con Ursula su mujer en un
pasado golpe
y que volvió dejando un tiempo la pintura
como dejar la vida
para dedicarse a trabajar por la gente de la Quebrada
le allanaron la casa revisándole hasta el hígado
no se salvó ni el diario íntimo de la más pequeña de las hijas
algo así como violar la inocencia del vuelo de un colibrí.
Lo llevaron preso
a él y a una estola que le regaló un sacerdote cuñado suyo.
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO X
CAPITULO XI
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
CAPITULO XIV
Sonreímos.
No
no le pregunten a Daniel Moyano
no le pregunten al gran novelista adónde va
solo sale de visita
... y para siempre.
264 Héctor David Gatica
CAPITULO XV
El olor a la vida
CAPITULO XVI
La Universidad de la calle
En la universidad
vi truncárseme la carrera de ciencias de la educación
más se me abrió la de la calle
ella me enseñó
¡cómo me enseñó!.
CAPITULO XVII
1- Mario Zótola
266 Héctor David Gatica
CAPITULO XVIII
A estas horas
A estas horas
conducen a México el cadáver de Juan José Torres
presidente derrocado en el golpe de Vancer;
fue asesinado en la Argentina.
A estas horas
un amigo Juan Alberto Viñals
me dice que venderá su casa sus cosas todo
para irse también:
«hoy me dispongo a zarpar una vez más
y como tantas veces,
miro mi entorno,
procuro reconocer mi costa,
inventarío mis pocas pertenencias:
tengo mujer,
tres hijos
y unos pocos poemas. También unos amigos a quiénes
no anuncié mi partida
de modo que no aguardarán por mi regreso».
CAPITULO XIX
CAPITULO XX
CAPITULO XXI
CAPITULO XXII
CAPITULO XXIII
CAPITULO XXIV
CAPITULO XXV
Pregunte en la morgue
CAPITULO XXVI
Se llevan a la luna
CAPITULO XXVII
En el atrio estaban
el cardenal primado de la Argentina
ocho obispos
ochenta sacerdotes y otras tantas religiosas.
Y en la calle y en la plaza
un pueblo acongojado.
CAPITULO XXVII
De la provincial a la federal.
De la federal a la cárcel.
De la cárcel al batallón.
Del batallón a la cárcel a la federal...
El día del niño hizo un alto la mujer del preso
salió a un costado del camino
y dio una criatura al amanecer
le puso Soledad Díaz.
Y se demoró no más:
CAPITULO XXIX
CAPITULO XXX
CAPITULO XXXI
CAPITULO XXXII
El encuentro de las
Democracias en Bolivia
Un ómnibus atropelló y derribó el olivo donde
impartía sus enseñanzas Sócrates.
Mundo Insólito, Portales - Chile
García Lorca
284 Héctor David Gatica
CAPITULO XXXIII
Pájaros en libertad
Un hombre vendía pájaros en la calle
le obligaron ponerlos en libertad
qué hermoso gesto de amor a la libertad.
¡Miren allá!
Ahí van los pájaros
tirándole cantos y colores a la libertad!
CAPITULO XXXIV
CAPITULO XXXV
CAPITULO XXXVI
CAPITULO XXXVII
« -Soy yo, don Pedro -dijo Damiana- ¿No quiere que le traiga
el almuerzo?
Pedro Páramo respondió:
-Voy para allá. Ya voy.
Se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo intento de
caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por
dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco
contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un mon-
tón de piedras».
Juan Rulfo
Obras Completas 289
CAPITULO XXXVIII
CAPITULO XXXIX
Agradezca que le
devolvemos el cadáver
Alrededor de setenta prisioneros fueron llevados en un avión
militar. La mayoría de los familiares se enteraron recién al día siguien-
te. Desfilando ante el Batallón, averiguaban si su marido o su hijo
figuraba en la lista de los presos trasladados.
Hacia más de un mes que se hallaban incomunicados, desde
aquel día de la muerte del soldado. Agradezca don que le devolve-
mos el cadáver.
En dos ómnibus fuertemente custodiados y tapadas las venta-
nillas, los condujeron hasta el aeropuerto. Luego en un avión de car-
ga, tendidos y engrillados, fueron trasladados sin comunicárseles el
destino.
Les entregan distintas pertenencias: ropa, reloj, anillo, libreta
de enrolamiento.
Ni una palabra los diarios. Ni una palabra la radio. En cuanto
supieron el destino, algunos viajaron. El director de la nueva cárcel
les hizo saber que la primera medida fue curar la espalda de los reclusos.
Leyéndome una carta no de coma a coma si no de sollozo a
sollozo, donde él se despide de la familia deseándoles a los hijos
hombría de bien, ella pone las manos sobre las letras como acaricián-
dolas y dice, yo hubiera preferido que lo mataran de un solo tiro y no
que me lo vayan matando así, de poco a poco.
292 Héctor David Gatica
CAPITULO XL
CAPITULO XLI
Lo insólito
ver desfilar hombres y mujeres hacia la cárcel.
CAPITULO XLII
La serenata y la chaya
CAPITULO XLIII
CAPITULO XLIV
-Walt Whitman-
298 Héctor David Gatica
CAPITULO XLV
El regreso de tu nombre
CAPITULO XLVI
CAPITULO XLVII
CAPITULO XLVIII
Su hijo Ariel Ferraro debió irse del país con toda su familia.
Ocho años estuvo esperando el regreso
que no es poco tiempo ya para un octogenario.
Prolongó su vida nada más que para verlos antes de morir.
CAPITULO XLIX
Antes de alejarse
don Humberto te dejó un mensaje Ariel Ferraro
que no importaba que él se hubiera ido
debías regresar lo mismo
y ya que no pudiste hacerlo aquí
que pasarás a verlo allá arriba
306 Héctor David Gatica
te daba un año
como para que no dejaras los huesos en Europa.
«Y el Famatina Crece...
Por el revés del tiempo yo regreso a la fruta.
En tu orilla de piedra quiero sembrar mis huesos.
... Y amanecer en polen
Cuando toque el olvido».
Ariel Ferraro
Obras Completas 307
CAPITULO L
Perdón
Según se dice:
Uno de nuestros interventores comodoro firmó él solo la cesantía de
tres mil quinientos empleados públicos.
A los campesinos de los llanos les quitaron miles de hectáreas a tra-
vés de expropiaciones, con parcelas que formaron de hasta cinco u
ocho mil hectáreas. Ellos, en su mayoría, no podían volver a comprar
sus propias tierras.
Cerca de tres mil riojanos conocieron o la cárcel o el exilio.
De entre quienes quedaron con vida, los más castigados fueron los
que debieron exiliarse llevándose los hijos niños. Muchos de estos
chicos se acostumbraron a Europa y no quieren volver. Entonces si
los padres regresan, deben hacerlos sin sus hijos, cargando para siem-
pre el desgarro de esa separación. Y si en cambio se quedan para
continuar al lado de ellos, tendrán para siempre la nostalgia de la
patria.
Perdón, por escribir este libro. Decía un canto popular: «No es mía
la culpa si no traigo flores».
Datos Breves
Año 2006
AÑO 2009
Los derechos de la grabación primera y única de la Cantata Riojana
fueron comprados a EMI ODEON por el Gobierno de la Provincia
de La Rioja, pasando a ser parte de su patrimonio cultural.
En el año 2009 se lanza su reedición.
Obras Completas 313
- CAPITULO I -
CANTATA RIOJANA
El nacimiento
Un pueblo cargado de heroísmo, mártires, caudillos federales, dota-
do de una fe singular, que modeló en arcilla su espíritu aborigen y dejó
un mensaje para la humanidad en petroglifos hoy milenarios (¿Acaso
presentían que ese mensaje de los tiempos más remotos un día, des-
de la majestuosidad del Talampaya, sería declarado “Patrimonio cul-
tural de la humanidad”?)
Un pueblo de músicos y cantores -parte de cuya inspiración recogie-
ra hace medio siglo Isabel Aretz como la música más bella del país-,
y de vidalas y coplas -cosechadas en tres volúmenes por Juan Alfon-
so Carrizo-.
314 Héctor David Gatica
La Rioja heroica
“La Rioja es tierra de leyenda y sugestión. Tierra desolada, silenciosa y dura,
pero de misteriosas adherencias.
La Rioja se adhiere a las ropas del caminante con el amarillo polvo de sus largos
caminos, y se adhiere también al corazón con el embeleso de sus lunas esplen-
dentes y el turbión de sangre y oro de sus mañanitas claras.
La Rioja es tierra de coraje y de bravura donde los hombres endurecer sus
carnes con la lucha diaria de su vida angustiosa, y purifican el alma con el
constante desvanecimiento de sus caras ilusiones.
La Rioja es tambien tierra de recuerdos. Pero ella no vive de recuerdos. Ilustra
sus recuerdos con el “Albear” de sus pastores y el solar de sus labriegos: que
en la amargura del páramo poemiza la esperanza cuando acude a sus recuerdos
y le cuenta su pasado”. Dardo de la Vega Díaz
Glosario
por Ariel Ferraro
“Y te fundo
ciudad de todos los azahares
cuyo Alcalde Mayor
será el aroma”.
Ariel Ferraro
Arranco el viento
para que siempre sea calmo
el valle del Yacampis y su gente.
Siembro al voleo
estos sesenta heroicos apellidos: (1)
Ellos serán los nombres permanentes del pueblo.
Y te fundo
Ciudad de Todos los Azahares
y te concedo el mando
puesto de norte a sur
como esos cerros
con todo el poder
de los futuros naranjales
cuyo Alcalde Mayor
será el aroma.
Y te fundo
Ciudad de Todos los Azahares
cuyo Alcalde Mayor
será el aroma.
Será el aroma.
Música:
La maloca
Los Reyes de España Isabel y Fernando, que tutelaron con humana preocupa-
ción la gesta del descubrimiento y la conquista, impartieron a sus súbditos una
serie de normas llamadas a ajustar su conducta dentro de las tierras anexadas.
Ambos soberanos, que estaban plenamente orgullosos de las expediciones
peninsulares a tierras del Nuevo Continente, les preocupaba por sobre todas
las cosas, que los indígenas se fueran integrando paulatinamente a la corona,
más allá de las obligaciones que las armas habían logrado imponerles por la
fuerza. Dicho de otra manera, se quería y se pretendía que los indios de Améri-
ca tuviesen estímulos materiales y espirituales para identificarse con la hispa-
nidad. La reina Isabel era la más insistente en este alto propósito.
Sin embargo, aquí en América, los propios colonizadores se encargaron de
alterar el rumbo de estas posibilidades. Y tal gravitó en ellos el demonio de la
codicia y la insobornable insinuación de la riqueza, la cual venía,
tentadoramente, a quebrantar los anhelos más loables.
Y un caso típico de esta designación fue el de la maloca.
Maloquear, significaba elegir indios aptos para ser utilizados en las faenas más
rudas y productivas en beneficio del señor conquistador.
Esa leva de brazos seleccionados, a los que un nativo no podía negarse. El
conquistador, imponía su voluntad de cualquier forma y sirvió, casi todas las
veces para enriquecer al español y para degradar de todas formas al nativo.
El maloquear, era una elección para trabajos pesados o insalubres que en mu-
cho se parecía a la esclavitud. Centenares de hombres sacados de sus domi-
nios, pagados con poquísima retribución y el peor alimento para engrandecer
el patrimonio del explotador que vino del otro lado del océano.
Enfrentando de algún modo a esa práctica servil y sometedora del maloqueo,
fue que se produjo lo que se llama «El gran alzamiento», guerra que levantó en
armas a los indios, desde La Rioja hasta La Quiaca, por el norte, y desde la
capital de nuestra provincia hasta Mendoza. Cabeza de esta rebelión, fue el
cacique Coronilla, un indio famoso por su inteligencia, quien al ser capturado,
fue condenado a morir descuartizado en Antinaco, cincuenta años antes de
Tupac Amaru.
Ariel Ferraro
Obras Completas 323
«Maloquear era incendiar los ranchos, apresar a los hombres y mujeres, los
más jóvenes, llamados piezas, como en la caza. Maloquear era matar a lanzadas
la protesta de los viejos y cortar con la muerte el dolor de los niños. Con estas
piezas maloqueadas los vecinos de La Rioja edificaron sus casas, levantaron
sus templos y labraron sus tierras.
Dardo de la Vega Díaz
LA MALOCA
A quitarles la tierra;
ellos deben cultivar nuestros huertos.
- Señor encomendero
¿dónde están sus oídos?
- En el sumiso suelo
que vamos conquistando
y en esa gran montaña
que suena como plata.
- Señor encomendero
¿no oye ese gran clamor
que llega hasta La Quiaca?
324 Héctor David Gatica
Y no ve esas hogueras
que en las cumbres de la noche
llaman a rebelión?
¡Llaman a rebelión!
- El castigo es el bien
que ha de calmarlos
la muerte general
por todo el norte y cuyo.
Cacique Coronilla
prepara la insolencia de tus crenchas,
ya cuatro potros
te arrastran por el Valle de Antinaco
ya cuatro potros
se dividen los puntos cardinales de tus miembros
y componen con ellos
la rosa salvaje de los vientos.
Cacique Coronilla
por el valle de Antinaco
tu muerte va formando
la rosa de los vientos.
LA
ROSA DE LOS
VIENTOS
Obras Completas 325
San Francisco Solano, oriundo de Andalucía, llegó a tierras norteñas allá por
los primeros años de la conquista. Dotado de un extraordinario poder
carismático, se convirtió, con el andar del tiempo, en el más grande propagador
del evangelio entre los naturales. Dueño de una comprensión excepcional,
supo ganar las simpatías, hasta de parte de las tribus más discolas. Y alguna
vez hubo de apelar a cierto tipo de artilugios no religiosos para disuadir a los
nativos, como sucedió aquella vez que vistió a un niño blanco con las ropas de
alcalde para que creyeran «que era el hijo de Dios y que todos los pobladores
riojanos habían aceptado de común acuerdo».
Claro está que San Francisco, apeló a esta parodia, para salvar a la ciudad de
una destrucción que ya estaba sentenciada y cantada, por miles de aborígenes
levantados en armas, a quienes además persuadió con las notas de su violín
inseparable.
Ariel Ferraro
han fermentado;
a danzar va la muerte
en la Quebrada.
Que se haga centro
en el corazón de agosto.
Se apacigua el alzamiento,
crece un santo de madera de naranjo
y un Niño Alcalde indio
la provee de Dios Bis
a la ciudad del rey.
Obras Completas 327
El veloz Yastay
hijo de la montaña,
dios de las manadas y las aves del campo.
La tormentosa Huayrapuca
madre de los vientos; guiadora del Zonda.
Y el Pujllay
alborotador de jóvenes y viejos,
divinidad de la alegría
que preside la chaya.
Obras Completas 329
Ariel Ferraro
330 Héctor David Gatica
Somos la montonera.
¡Somos la montonera!
Obras Completas 331
Desde lejanísimos tiempos ser dueño de gran cantidad de agua fue sinónimo
de poderío económico y político; pueblos enteros carecían de ella porque se
encontraban en predios de un solo señor feudal. Hasta se llega a matar por
ella, como ocurrió en un enfrentamiento entre pobladores de Chañarmuyo y
Pituil.
332 Héctor David Gatica
Y es que gobernar
no es cosa para todos;
hay que tener
un apellido
un naranjal
y además estar de turno
y con el agua
y el manantial.
No puede gobernar
quien no consulte largas horas de riego
o quien no presente al bien del pueblo
feudos que lleguen hasta Los Nevados.
Obras Completas 333
Para usted
don Manuel Vicente Bustos
habrá seis turnos; la vida no alcanza para más.
Su hermano Francisco
confórmese con tres riegos.
También hay que abrirles las compuertas
a los feudos que llegan hasta Los Nevados.
Y a estas tres familias más
de nobles... naranjales.
¡Es justicia!
El canto popular
Los pueblos que poseen canto propio, son los únicos capaces de sobreponer-
se al destino más adverso.
Desde un principio, La Rioja, por sus múltiples conjuntos de atractivos natura-
les, notabiliza el acento de juglares y poetas. Prueba de ello es que, en esta
tierra, se gestó uno de los primeros poemas que singularizaron al nuevo conti-
nente o mejor, que aparecieron en tierra nueva como se dice. Nos referimos al
“Canto al Famatina”, para algunos la primera oda de gracia y de alabanza
surgida en este país. Su autor fue Mateo Rojas de Oquendo, un ilustre colabo-
rador jurídico y acompañante insustituible de Ramírez de Velasco.
Las ingentes riquezas de oro y de plata famatinense, que Rojas de Oquendo
cree de tanta o de mayor importancia que los yacimientos de Potosí, sirven al
poeta para plasmar la inspiración de un canto mayor, en donde campea la mejor
inspiración de esos vates que dieron universalidad y jerarquía a los maestros
del denominado Siglo de Oro. La obra habría sido leída en reuniones y veladas
a las que concurrían algunos notables compañeros de la conquista y adquirió
cierta notoriedad por transmisión oral. Como era usual en ese entonces, su
autor remitió una carta a su Majestad el Rey pidiéndole autorización para publi-
car el mencionado trabajo, junto a la cual se remitía el texto original. Pero parece
ser que ambos envios se extraviaron irremediablemente a raíz del naufragio del
barco que los transportaba. Y el autor, según Alfonso Reyes, que posterior-
mente viajó a México y a Sevilla, fue solamente recordado por unos pocos
cronistas e investigadores quienes retuvieron celosamente algunos fragmen-
tos del extraviado poemario.
Al cabo de los siglos un gran investigador argentino, Juan Alfonso Carrizo,
vendría a corroborar la afirmación de que el cancionero popular de La Rioja es
uno de los más notables y fecundos de cuantos se dieron en el transcurso de
la inspiración del país.
Ariel Ferraro
Obras Completas 335
EL CANTO POPULAR
“Pobrecita mi provincia
lástima le estoy teniendo
al ver sus terrenos secos
y en otras partes lloviendo”.
Y en Vinchina
se aquerenció la copla:
La Rioja es una tierra sencilla y por eso mismo, sumamente difícil de ser gober-
nada.
Tempranamente, Buenos Aires, dueña de una hegemónica superioridad que le
confería junto a su desahogo conductivo, trataba a todas luces, de imponer su
centralismo que a veces rayaba en lo despótico.
Las provincias, que muchas veces fueron protagonistas de hechos fundamen-
tales en la consolidación de la nacionalidad, se sintieron en ocasiones impedi-
das o reprimidas. No podían, de ninguna manera, tolerar esta afrenta nacional,
puesto que también eran protagonistas y destinatarias de la organización. Y
así, se entabló en el país, ese serio enfrentamiento ideológico que determinó el
advenimiento de los caudillos.
Estos hombres de lucha y de carisma, no poseían otra meta que la reivindica-
ción de la justicia y la marginación de la proverbial soberanía portuaria.
De este modo nacieron los jefes de tierra adentro. Hombres como el Chacho,
Facundo, Varela y muchos otros, se constituyeron en líderes y supieron jugar-
se hasta las últimas consecuencias por la razón suprema que los alentaba y
animaba. A veces ganaron y a veces perdieron. Pero a la postre, simbolizaron
eso: el sístole y el diástole de ese pueblo auténtico, por el cual pelearon hasta
la muerte.
Ariel Ferraro
Quién puede negar que el país federal que nos cobija se fue haciendo a caballo
y que tuvo por bandera los nombres de nuestros caudillos. En el caso de La
Rioja aparecen como mayores Quiroga, Peñaloza y Varela.
El general Juan Facundo Quiroga llegó a tener bajo su tutela nueve provin-
cias. Triunfos y derrotas anduvieron al galope con él, temible por su hombría,
hasta ser mito su caballo moro y los “capiangos”.
338 Héctor David Gatica
Rivadavia sintió tronchar su sueño de oro tan codiciado por los ingleses cuan-
do aquella bandera de “Religión o Muerte” se le interpuso entre el puerto y el
Famatina.
El liderazgo del general Ángel Vicente Peñaloza no fue mediante el miedo. El
pueblo riojano lo amó hasta el martirio.
Las plumas mayores del país se inspiraron en la “barbarie” de Quiroga y
Peñaloza: Sarmiento, José Hernández, Borges.
El coronel Felipe Varela, nacido en Catamarca, vivió desde niño en Guandacol,
La Rioja. Luchó por la unidad americana. Fue derrotado en Pozo de Vargas y
murió en el exilio. El cementerio donde descansaban sus restos en Tierra
Amarilla, Chile, fue arrasado en gran parte por una correntada, ignorándose
si esa suerte les tocó a sus huesos.
Además estaban los que -según Roberto Rojo en su libro “Héroes y cobardes
en el ocaso federal”- integraban una especie de Estado Mayor: “Carlos Angel,
Ramón Angel, Severo Chumbita, Carlos Álvarez, Francisco Álvarez, Aurelio
Zalazar, Berna Carrizo, Lucas Llanos, Juan Gregorio Pueblas, Santos
Guayama, Dolores Díaz y muchos otros que representaban los cuatro vientos
en el remolino de la montonera”.
N del A.
Don Facundo
si usted quiere
le cambiamos La Tablada por sus vientos federales.
*****
*****
¡Otro caudillo!
Ejército y proclama:
Es Felipe Varela
con voz de ley y afán americano.
Pocos individuos aman tanto a su tierra como los riojanos. Sin embargo, en el
andar y desandar de su existencia, el sufrido poblador de nuestra tierra se ha
visto muchas veces compelido a dejar los lares de su origen y de su
aquerenciamiento.
Esto viene sucediendo desde siempre. Y se repite, más que todo, en el hombre
rural. Ese hombre que cuando dejó su machete y su banderola de las guerras
intestinas, tuvo que resignar el sitio de sus amores, para buscar otro lugar
donde pudiesen ubicarse los vencidos y porque no los marginados.
Sitial más adecuado para emplazar su nueva residencia, era sin duda la ciudad,
la cual lo acogió pobre y desposeído y que, en cierto modo no le perdonaba su
condición de perdedor. Y aunque sabía perfectamente que la hermosa ciudad
nunca sería suya, por más que viviera o mal viviera en ella, seguiría mascullando
esa vidala que siempre marca compases en la caja del corazón, aunque se
tratara de exiliados dentro de su propia tierra.
Ariel Ferraro
Los pocos soldados que aún estaban con vida fueron regresando a sus hogares
deshechos. Los ranchos habían quedado, en gran parte, sólo habitados por
viudas y niños huérfanos de padre. Los que así regresaron comenzaron nue-
vamente a querer cultivar la tierra, criar cabras, arrear hacienda de otros y
hachar el monte, pobres siempre, marchándose al pueblo por último.
N. del A.
Los carros
antes guapos cobradores de huellas
dejan llanta y vara en las manos del herrero
para que rompa a golpes de martillo
la ilusión del carrero.
Como quien desastilla el viejo árbol del pueblo y levanta la corteza de los
aconteceres, encuentra uno de los elementos más nobles que hacen a la histo-
ria de nuestra provincianía. Nos referimos al conjunto de sus creadores.
De esta forma, Navarro y Gatica inician este inventario cantable nominando la
presencia literaria de Joaquín Víctor González, maestro de leyes e insigne con-
ductor de altas casas de estudio, pero por sobre todo y antes que nada, un
riojanos hasta los tuétanos cuando ahonda en el descubrimiento de la tierra
madre. Detalle que se plasma, imperecederamente, a través de sus libros y
escritos periodísticos.
Algo similar sucede con el que fuera su discípulo más allegado: Arturo Maraso,
quien vivió alternando la sabía convocatoria de la lección del claustro con la
descripción de un paisaje nativo de Antinaco o del Famatina, con esa cualidad
que le confirieron a sus escritos un esplendor realmente incomparable.
La cantata, toca en su enumeración a estas cumbres de las letras de la provin-
cia, pero a veces transita por senderos más accesibles como cuando consigna
la dilatada labor de ese notorio poeta del pueblo que fuera Gabino Coria Peñaloza,
autor de múltiples canciones dispersas por el mundo y ampliamente conocido
a raíz de su tango “Caminito”.
A ello se suma la presencia de otro vate chileciteño que alcanzó justa notorie-
dad por sus libros evocando el génesis y el alma de nuestra raza: Alberto
Ocampo. Se invoca a la ves la figura amistosa y tutelar de Julián Amatte, docen-
te de predicamento extraordinario e insobornable defensor de los valores que
hacen al universo lugareño.
Los autores subrayan la obra incomparable de Rosario Vera Peñaloza, esa
profesora que transformó los sistemas de la pedagogía nacional y que marginó
los métodos represivos dentro del ámbito de nuestras escuelas.
Se menciona a la vez, destacadamente al escritor Ángel María Vargas, autor de
“El hombre que olvidó las estrellas”, una obra señera para la historia de la
actual narrativa del país.
346 Héctor David Gatica
de Historia», Nicolás González Iramain, con «El Solar Nativo» y Teófilo Celindo
Mercado con «Historia del folklore» - don Celindo dejó una treintena o más de
libros inéditos -.
Estudiosos del periodismo riojano fueron Salvador de la Colina, Luis Fernandez
Zárate, Roberto Rojo. Nuestra provincia ha tenido una historia muy rica en
revistas y periódicos docentes, políticos, culturales y religiosos. De entre los
más destacados, por su trayectoria, debemos destacar, «La Rioja» de Ángel
María Vargas; «El Zonda», dirigido por Gaudio de Leone; la revista «Láinez»,
de Estargidio de la Fuente, y tantos más.
El primer diario aparece en 1952. “Nueva Rioja”, seguido por Gaceta Riojana”.
En 1953 se publica “Rioja Libre” y en 1959 “El Independiente”, dirigido por
Alipio Paoletti, y que transformado después en cooperativa persiste hasta
nuestros días. En 1972 salió “El Sol” y en 1988 “Gaceta Riojana”. Más
reciente: “Nueva Rioja”.
La educación levanta muy alto el nombre de Rosario Vera Peñaloza más cono-
cida como “Rosarito, la maestra de la patria”.
Además de los institutos de enseñanza primaria, secundaria y terciaria dis-
tribuidos por toda la provincia, La Rioja cuenta con una Universidad Nacional,
una Tecnológica y otra de Medicina.
Las artesanías riojanas nos hablan de Dionisio Díaz, con muchas obras en el
exterior; Marino Córdoba, que llevó a la cerámica la salamanca y las
divinidades diaguitas; Miguel Ángel Zárate; Jorge Jabif; Juan Carlos
Tagliarini; Artemio Ortiz, que trabajó la cerda; Ramona Frescura; Graciela
Carreño; Pedro Fontéñez, platero, igual que Patrocinio Ortiz y sus hijos. Y
muchos más.
En 1926 Fray Bernardino Gómez fundo el Museo Arqueológico Regional Inca
Huasi, contando, según una publicación de 1947, “... con un acervo Arqueoló-
gico de más de 8000 piezas de cerámica, piedra, metal, hueso, madera y tam-
bién tejidos finísmos...”.
Haciendo justicia a este canto, “ Vidalita de los creadores”, digamos que la
plástica Riojana tiene como primer exponente al pionero Octavio de la Colina
- un museo lleva su nombre -, seguido de Domingo Nieto, Vicente Vargas,
retratista de la galería de gobernadores; Lidoro Barrionuevo; Osmán Páez y,
como más notable, Estanislao Guzmán Loza, “que fue quien mejor ha sabido
Obras Completas 349
Don Joaquín
«Mis Montañas»
le regalan un valle.
Si usted quiere
llámele... Samay Huasi.
350 Héctor David Gatica
Rosarito de Atiles
los delantales blancos de su Patria
le piden un jardín de amor.
Nombro Calíbar
y estoy llamando a un rastreador.
Vuelvo a decir Calíbar
y entonces los poetas más ilustres cantan
junto a pintores del mejor pincel.
Obras Completas 351
Y te saludo finalmente
historia de aquí y de allá y de todo un continente
bastándome decir para tan poco
y para tanto
ésta es... “La Rioja Heroica”.
352 Héctor David Gatica
Una provincia agitada por tantos años de lucha también sabe gozar de la ale-
gría en las fiestas populares religiosas y paganas y manifestar su fe. Algunas
calles de la capital riojana llevan los nombres de próceres provinciales: Ortiz
de Ocampo, primer general de la Nación, jefe de la expedición auxiliar del Alto
Perú; Castro Barros, presbítero que nos representó en distintas asambleas y
en el Congreso de Tucumán; Pelagio B. Luna, que en su carrera política llegó
a vicepresidente de la Nación; Abel Bazán y Bustos, obispo de Paraná, autor de
varios libros, nacido en Tama.
Habría que agregar, si no están ya, a los nombres de nuestras calles de la
ciudad de La Rioja, los de Nicolás Dávila y Zelada Dávila, que nos recuerdan la
toma de Copiapó.
Obras Completas 353
Por todas estas calles y por muchas más pasaban los mateos - coches de plaza
- llevando serenatas, o pasaba el Pujllay en un jumento seguido por comparsas
entre harina, agua y albahaca.
Aquel sacerdote que en el siglo XVII apaciguó a los indios evitando la destruc-
ción de la ciudad es ahora el santo San Francisco Solano, trasladado anual-
mente en el mes de agosto en andas hasta Las Padercitas, lugar del hecho
histórico y al finalizar cada año y comenzar el nuevo toda la provincia de La
Rioja se siente convocada al Tinkunaco - el encuentro de San Nicolás y el
Niño Alcalde -. Y diciembre y enero se pueblan de pacotas cantando villancicos
y vistiendo pesebres.
Abrazados con el vino y la alegría los cantores alcanzan las estrellas del alba
luciéndose en las chayas. Aquí aparecen los poetas de la chaya, denominados
así por el folklorista Juan Carlos Soria en un extenso estudio, que tiene sus
principales exponentes en los cantautores José Jesús Oyola, llamado “el
padre o patriarca de la chaya”; Ramón Navarro, creador de la música de la
Cantata Riojana y de numerosas piezas interpretadas por los conjuntos de
mayor renombre; Pancho Cabral, que ha paseado su arte por América y Euro-
pa. Y cuántos autores populares más...
N. del A.
Y volvió la ciudad
a sus plazas tranquilas
hospedando el saludo
en los días apacibles
religiosa y profana.
Y levante la mano
el que en La Rioja su amor
no sintió perfumado
por la flor del azahar.
Chaya final
CHAYA FINAL
Famatina es el nombre
de la nieve y el oro
y el Velasco la cumbre
de la piedra mayor.
358 Héctor David Gatica
De viñedo y nogal
el oeste.
De aceite el norte.
Al sur
dispara el viento
recorriendo los llanos
montando algarrobal y quebrachal;
ganado y pasto.
Talampaya,
el Ande
y los camélidos.
Este es el marco
de una historia
heroica y larga
que afianza su dolor.
*****
Un atropello más
nos regaló este siglo.
Ni flechas ni alaridos,
tampoco lanzas ni caballos:
Obras Completas 359
Por eso
el que nos mandaron esta vez
ordena a las noches
allanar y encarcelar a “la ciudad de los naranjos”.
Y los otros
los porfiados en quedarse
o los lerdos en huir
- sea docente, religioso o político,
obrero o artista -
pagan su pecado
con ocho años sin sol
o con la muerte.
360 Héctor David Gatica
Y en Chamical
y en Punta de los Llanos
¡desnucado está Dios!
*****
Y una esperanza
por así decir.
No traicionemos el pasado:
Fue de lucha;
mas también fue de amor.
He aquí el vino:
Bebamos, que lo dan nuestros lagares.
Y he aquí el canto. Nuestro canto.
Cantemos:
Este es el rostro
de una historia
heroica y larga
que afianza su dolor.
Obras Completas 361
Rostro de un pueblo
de muchos pueblos
que en toda América
levantan su canción.
1- Ver «El rastro del guerrero» (Los Fundadores del Olvido, H.D.G.).
362 Héctor David Gatica
- CAPITULO II -
NOTAS PERIODISTICAS
El viernes por la noche, frente a cientos de rostros presentes y miles que pese
a estar ausentes la siguieron por radio, la canción fue creciendo, como crece la
historia de un pueblo.
Temprano, señor
Esa fue la respuesta dada por cualquiera que sospechara la gran expectativa
despertada por el estreno de la Cantata, ante la pregunta: ¿a qué hora voy? Y
las ganas por ver crecer la canción fueron tantas, que casi dos horas antes del
inicio del espectáculo, que comenzó a las 21:50, ya había frente a la sala de
estreno, una larga fila de gente inquieta.
Por supuesto, la sala fue absolutamente rebasada en su capacidad y ante esto,
el gobierno provincial, se anunció por los parlantes, decidió que se pusiera
nuevamente en escena mañana. (No se pudo).
No importó si se estaba de pie, sentado en el piso, en butaca reservada o no
reservada. Importó escuchar (y en esto todo el público respondió plenamente).
En ese marco de pueblo la canción fue creciendo. Como lo esperaban los
artistas. Como lo esperaban todos.
Obras Completas 363
La fuerza de la historia
A las 21:50, la historia de la Rioja comenzó a caminar por la música, la poesía y
la imagen. Como un todo pleno de arte que poco a poco fue entrando por las
venas y estalló en un final de ovación.
Las imágenes de Ricardo Acebal acompañadas de la voz de Juan Carlos Soria
relatando textos de Ariel Ferraro que explican aspectos de los poemas, fueron
intercalándose con las canciones y recitados, lo que constituyó una excelente
idea. Entre esas imágenes y ya en la “Chaya final”, hubo una que arrancó el
espontáneo aplauso: la de Monseñor Enrique Angelelli.
Si la historia riojana es de fuerza, coraje y lucha pero también de aromas, senti-
mientos y esperanzas, también hubo ello en los artistas. Antes, durante y
después de la puesta en escena.
El antes muchos lo saben y muchos lo ignoran. Igual pasa con lo que vendrá,
pero el durante, fue apoteótico.
Arreglada por Ramoncito Navarro y Luisito Chazarreta, la puesta en vivo per-
mitió una constante y variada participación de músicos y cantores. Y fue una
participación vivida hasta los tuétanos, como si se hubiese obedecido con el
talento, a la simplemente inigualable fuerza de los versos de Gatica.
Inigualable fue también lo de Ramón Navarro, con la hermosa voz de su canto
364 Héctor David Gatica
Desgranando el racimo
Desde el “Canto Fundacional”, luciente y bonito como una fotografía panorá-
mica en colores, pasando por “La Maloca”, recia y dolorida con su sabor de
historia trágica, nos encontramos en el ritmo de canción contemplativa de “Un
Santo de madera de Naranjo”, con el Niño Alcalde Indio que llega para redimir
la sangre del cacique Coronillas. (Genial esa “clarinada” de “Rioja Trio”, en
homenaje al mártir de la raza diaguita...).
Mientras tanto, silenciosa y vital como un hilo de agua que repta entre las
breñas anda por allí campeando la primera matriz de la humilde y corajuda mujer
riojana: la madre-india, símbolo de un pueblo en proyectos que nos dio a
Obras Completas 365
mamar el amor de la tierra: “madres sin nombre ni apellido, nuestras madres, las
madres indias”. Homenaje sin rubores, signo de honor viril, que se escribe
quizás por primera vez en la literatura riojana...
Avanzando en el tiempo, pero quizás desde el génesis, nos encontramos con el
problema social riojano: “unos pocos con el agua del mando. El resto del
pueblo, con el “turno” nomás”... Y quizás también por ello, por que el pueblo es
tozudamente optimista y fuerte contra la tentación del fatalismo, se refugia en
la copla del “Canto Popular”, lamento estridente y montañés que brilla en las
voces de “Rioja Trío”, y que eclosiona en ese oportuno “grito chayero” final,
sonando a voluntad, una voluntad que no se rinde...
Las oquedades depresivas de “La Maloca” y el desandar amargo y vidalero del
“Exodo” se mezclan con brochazos de grandeza:” hombre macho ese Quiroga”.
“En Punta de los Llanos” desnucado está Dios”... para transformarse en cánti-
co dulcísimo de amor en “Serenata a la Ciudad de los Naranjos”, que luce en la
voz de Pancho Cabral y en la armonía “affiatada” de Rioja Trío...
Aquellos que en la noche del pasado 24 de mayo pudimos asistir y “compartir”
(sí, era necesario entrar dentro del clima...) la puesta en espectáculo de la
“Cantata”, pudimos entrever algo de aquello del sabio pensador Guillermo
Hegel. Allí estuvo presente, en la apretada síntesis lírico-poético, la “larga
historia”, la pequeña historia de este rincón apellidado “Rioja”, la Ciudad de
Todos los Santos, la Ciudad de los Naranjos. Un rincón circundado de largo y
ancho que, como Macondo, pudo ser cualquier rincón de este largo y ancho
continente, América Latina. Un punto vivo de la América mestiza, la del con-
quistador y del indio, La de las gestas de la Emancipación y de las bregas por
el agua, la de la dignificación del hombre y de la larga y dolorosa esperanza.
Una “Cantata”, pieza musical compuesta de canto coral, solistas y música
instrumental, de tono sobradamente lírico, ya que en ella brilla lo romántico-
afectivo, con sabor de épica, en sus valores narrativo-histórico y proclamativo.
Apareció al público que vibró en un solo aplauso cálido y cerrado, como una
expresión eminente de la “cultura riojana”, grito vibrante de las vivencias pro-
fundas de un pueblo que estaba esperando esta página hace años.
Pbro. Martín Horacio Gómez
366 Héctor David Gatica
mente debieran estar allí, tales como cuando se retoma esa forma ancestral del
canto en el diálogo entre las partes (La Maloca); La dulce tristeza que emana de
la voz de Ramón en la evocación de un Santo de Madera de Naranjo; el charango,
remedando la fuerza de la tierra en Madres Aborígenes y el Rioja Trío cuando
con su voz saca de las raíces esa hermosa e inmerecidamente olvidada forma de
cantar que es común a la gente sentida y unida por historia y circunstancia a la
tierra. Ese canto popular que más que canto es un lamento íntimo, personal,
similar a aquel canto primigenio de los negros esclavos del norte, el blues,
aseveraría Leda Valladares.
Capítulo aparte merece la fina sátira, molesta por actual, del Reparto del Agua,
con ese aire centroamericano que le da la músicalización con maracas y mandolín
y la decidida ironía de Ramón en sus declaraciones de justicia, ese concepto de
justicia que tratarán de variar los caudillos, en la otra cara del disco, acompaña-
dos de un largo y enérgico andar musical por los llanos. Y la Vidala del Exodo,
cuyo protagonista es el arreglo, ese irse por atrás del poema que abarca toda la
dramatización y el dolor personal y comunitario de todos los éxodos, más allá
que el propio del canto.
Y así como los versos que nombran y renombran a Calibar pasan a primer plano
en Los Creadores, la Serenata a la ciudad de los Azahares se dulcifica en un
ensueño en la voz de Pancho Cabral, redescubriendo el paisaje al redescubrir-
nos en cada nota y palabra del canto, mientras en la utilización ilustrativa de los
sones retrospectivos que se describen (serenata, chaya) nos ayudan a cons-
truir la imagen de lo dicho aún si no lo hemos presenciado.
Finalmente, toda la fuerza de Chito Zeballos cabalga por el territorio para sufrir
con un pasado reciente lamentablemente trágico y goza de la manifestación de
la fe en el futuro común. El excelente trabajo instrumental (presencia funda-
mental de Colacho Brizuela) que lo acompaña al recitar, logra darle profundidad
a los versos y cala hondo en aquel que lo escucha, tan hondo como para arribar
al origen de las lágrimas.
Partiendo de que ésta es sólo una interpretación posible de la historia, así
como el presente, es sólo un comentario, el de esperar que al juzgar la obra los
riojanos, todos, hallamos madurado lo suficiente como para comprender que lo
importante de mirar hacia atrás es encontrar el sentido del pasado y no disfra-
zar la historia de innumerables fechas y nombres que con el tiempo se olvidan
irremediablemente.
María Rosa Di Santo
368 Héctor David Gatica
Un acto federalista
El festejo del «día del Teatro Nacional» estará dividido en dos partes. La prime-
ra, en la que se leerán mensajes alusivos a la fecha y se verán escenas de la
obra «Mi Buenos Aires de entonces», en la que actúan Juan Carlos Torry, Irma
Córdoba, Tania y otros, dirigidos por Julio Vacaro.
En la segunda, la Cantata Riojana, con el audiovisual de Ricardo Acebal y los
textos de Ariel Ferraro dichos por Juan Carlos Soria.
La apertura del acto estará a cargo del Director Nacional de Teatro, Osvaldo
Bonet.
Obras Completas 369
La “Cantata” en el Cervantes,
una emocionada fiesta del arte
11 - 12 - 85
“La celebración de Día del Teatro Nacional tuvo este año una característica
diferente”, señalaba ayer entusiasmado Omar Tiberti, coordinador para el inte-
rior de la Dirección Nacional de Teatro, en una charla telefónica con EL INDE-
PENDIENTE. “Habíamos conseguido integrar artísticamente al Interior con la
Capital en el Teatro Nacional Cervantes”, agregó con su característico entu-
siasmo Tiberti.
Es que podía adivinársele aún en la voz la emoción de la madrugada cuando un
público que superó en más de 300 personas la capacidad de la tradicional sala
teatral había prolongado en ovaciones los ecos de la Cantata Riojana, y luego
apretando la emoción en los abrazos seguía sin querer terminar la fiesta grande
del arte. Durante la presentación de la Cantata había personas en el hall, otras
sentadas en el suelo, en los pasillos, cada piso superado en más de cien espec-
tadores su capacidad máxima, por momentos hacía temer por la seguridad pero
todo fue una fiesta.
La colonia artística se hizo presente a través, entre otros de Marcos Aguini,
Guillermo Bataglia, Ben Molar, Hamlet Lima Quintana, Suna Rocha, Julia Elena
Dávalos, Jaime Torres, Perla Argentina, Cecilia Maresca, Luis Agostini, Eugenio
Filipelli, Ariel Ramírez, Ulises DUmont, Santos Barbero, toda la gente de la
Dirección Nacional de Teatro encabezada por Osvaldo Bonet, los activos e
infatigables coordinadores para el Interior Omar Tiberti y Carlos Kiodo, Miryam
Strat, Osvaldo Kalatayud y tantos otros.
Vino luego, la segunda parte, en la que la Dirección Nacional de Teatro rindió
homenaje al poeta riojano recientemente fallecido, Ariel Ferraro, cuyo nombre
fue impuesto al reciente Encuentro Regional de Teatro del NOA, celebrado
aquí. Osvaldo Miranda fue el encargado de prestar su voz a este emotivo
homenaje. Luego el canto federal,” América toda en la Cantata Riojana”, de
Ramón Navarro y David Gatica. Osvaldo Bonet acompañó a Gatica desde el
palco que ocupaba hasta el escenario donde Ramón Navarro lo presentó al
público que le tributó su homenaje, su reconocimiento por la calidad de su obra
con una sostenida ovación.
El Independiente
370 Héctor David Gatica
En la Argentina actual, tanto los músicos con décadas de trayectoria, como los
que no hace mucho iniciaron su camino, evidenciando una permanente pre-
ocupación por reflejar una identidad - al menos, regional - que no ha tenido
oportunidad de fraguarse. En la línea más ambiciosa de esta búsqueda se
inscriben varias obras integrales que comenzaron a encontrarse con sus desti-
natarios a partir del año pasado, concebidas y estrenadas en las provincias
antes que en Buenos Aires.
Concebida con el mismo criterio federalista de las restantes, la Cantata Riojana,
compuesta por Ramón Navarro sobre un poema de Héctor David Gatica y
presentada el lunes en la Capital, apunta a resumir cronológicamente las etapas
fundamentales de la historia de la provincia desde su fundación hasta nues-
tros días. Se trata - como lo expresa Ariel Ferraro en los comentarios previos a
cada una de las partes -, de una “alabanza y elegía”, que no descuida el perfil
esencial de los protagonistas - el conquistador, el indígena, el evangelizador, el
campesino, el caudillo, el cantor popular, el creador -, enfocado con un tono
crítico.
Obras Completas 371
Sibila Camps
CLARIN, Bs. As., 11-12-85
372 Héctor David Gatica
05 - 07 - 89
La gaceta riojana
Músicos populares de La Rioja
y la Cantata, en el San Martín
La Cantata Riojana no solamente se presentará el 8 de Julio en la función de
gala del Teatro Colón de Buenos Aires, sino que al día siguiente, será interpre-
tada nuevamente en el Teatro General San Martín de la Capital Federal, en un
concierto que llenará de orgullo a los riojanos, ya que participarán los músicos
de esta provincia, para dejar en claro sus valores frente al público porteño.
A consecuencia de tramitaciones que se realizaron en los últimos días, se ha
logrado la organización de un concierto especial en el Teatro San Martín, la
noche del 9 de julio, con la participación de artistas riojanos.
La programación incluirá, en esa noche de gala de la música popular de nuestra
provincia, los recitales de: Rioja Trío, Pancho Cabral y Ramón Navarro, en
forma individual, y como gran cierre, la unión de todos los mencionados para
interpretar la Cantata riojana.
Este programa especial constituirá un acontecimiento artístico de primera mag-
nitud, y la publicidad cierta para los músicos riojanos de abrir una puerta
grande que los haga entrar en el público porteño, el cual muchas veces desco-
noce la jerarquía de los músicos del interior.
La Gaceta Riojana cubrirá en forma exclusiva, y desde el interior mismo de los
dos conciertos, en el Colón y en el San Martín, todos los entretelones de estas
presentaciones. Y hacemos llegar nuestras felicitaciones y total apoyo, a los
músicos participantes en esta “patriada”, y en especial a Pancho Cabral com-
pañero de trabajo en la redacción de este matutino.
ción del mando presidencial por parte del riojano Carlos Menem. La tonada
riojana se instaló en el máximo escenario del país y en el sitial de honor de la
platea. Un hecho que puede ser auspicioso, pero que hasta el momento tiene el
valor que los riojanos sabrán darle.
Folklore, tango y
música en la velada del Colón
A continuación se escucharon dos fragmentos de la «Cantata Riojana», con
música de Ramón Navarro y poemas de Héctor David Gatica.
374 Héctor David Gatica
Esta cantata - verdadero acierto como obra que intentar rescatar esencias
folklóricas - incluye doce canciones que resume la historia y la geografía de la
provincia, desde los primitivos habitantes hasta el hombre de hoy, recorriendo
llanos, quebradas y montañas. Comprende el «Canto fundacional de La Rioja»
y la «Oda a los caudillos», dos partes en las que brilla particularmente La
excelente música de Ramón Navarro y la muy interesante utilización de instru-
mentos aerófonos de origen quechua.
Diario LA NACION, Bs. As., 10 de julio de 1989
Obras Completas 375
LA CANTATA JOVEN
En medio de un silencio expectante el viernes por la noche unas dos mil perso-
nas despidieron el año con un espectáculo significativo que reanima los 409
años de nuestra Rioja: la representación en vivo de la Cantata Riojana, en la
plaza 25 de Mayo
La iniciativa de la Agencia de Cultura de despedir el fin de siglo con la presen-
tación en vivo de la obra, tenía como objetivo principal homenajear a los crea-
dores e intérpretes originales de la Cantata.
Entre las imágenes que se proyectaban a través de las dos pantallas gigantes
montadas, Nicolás Carrión recordó con sus relatos los primeros tiempos de la
Cantata, una serie de anécdotas que emocionaron al público. Carrión se espe-
ranzó en que la juventud de los nuevos intérpretes haga recorrer la magnífica
obra “por América”.
Posteriormente y con la imponente presencia de Ramón Navarro, Héctor David
Gatica, el Rioja Trío, Pancho Cabral, Nicolás Brizuela, Luis Chazarreta, Hugo
Casas, Ramón Navarro (h) y Juan Carlos Soria, se hizo entrega por parte del
gobernador, Ángel Eduardo Maza, el vicepresidente de la Cámara de Diputa-
dos Rolando Rocier Bustos y la presidente de la Agencia de Cultura, Gabriela
Pedrali, la reproducción en forma de cuadro, de la portada original de la Cantata
Riojana.
Además entregaron una copia de la ley provincial del Disco, y la minuta de
comunicación de la Cámara de Diputados, que sugiere a la función Ejecutiva la
reedición discográfica de la Cantata.
376 Héctor David Gatica
con la obra, y por ser reconocidos por el público”, dijo Camilo Matta, quien
junto a Luis Chazarreta tuvieron la responsabilidad de realizar los arreglos
musicales y dirigir la obra.
El espectáculo fue transmitido en vivo por Canal 9 y culminó con un show de
fuegos artificiales y el abrazo entre todos los artistas que participaron y tam-
bién entre el público que estaba presente.
LA CANTATA POR
LOS DEPARTAMENTOS
- De «Aquellos días» -
- 1986 -
Lunes 13 de octubre
En el oeste
Departamento LAMADRID:
A las 14:30 horas salimos desde La Rioja rumbo al interior de nuestra
provincia, en esta especie de malón cultural, pues pretendemos reco-
rrer todo en menos de un mes; cosa que hicimos en un año con la
primera etapa de “Juntos en la Cultura”.
Nos juntamos con Salud, Chagas Mazza, dirección que combate un
mal endémico de la provincia. Nos acompaña el diario “El Indepen-
diente” y nos apoya el CCI, Radio Nacional, Canal 9.
380 Héctor David Gatica
Martes 14
Departamento VINCHINA:
Nos recibe el intendente. Por la tarde vamos a ver las “estrellas” y
contemplamos esa maravilla que es el nevado del Famatina y el colo-
rido de los cerros de la precordillera.
La actuación se cumple en un club al aire libre, con total silencio del
público.
Obras Completas 381
Miércoles 16
Jueves 17
En el norte
Departamento FAMATINA:
Cruzamos la Cuesta de Miranda, los muchachos embelezados. En
Sañogasta llegamos a casa de mi hermana Noemí, pues se nos enfer-
ma Luis Chazarreta.
Hemos dejado el oeste de la provincia y ahora estamos yendo hacia
el norte, con otro paisaje por delante.
Obras Completas 383
Viernes 18
años.
Luego de saludar a los maestros y almorzar, nos vamos a conocer la
quebrada de Andolucas; nos guía el profesor de la Colina.
Está lloviendo, lo mismo nos introducimos en esa increíble belleza de
vegetación, aguas caudalosas y murmurantes, piedras lisas profundas
en la “olla”.
Aumenta el hechizo una niña que allá sobre las piedras altas, llama a
Juan y acaso también busca una majada, para que en la quebrada no
se le queden cuando llegue la noche lluviosa y fría. Los muchachos
quieren sacarle una foto a la distancia, ella se cubre. Seguimos bajan-
do, porque ya regresamos, y ella sigue allá arriba, en la alta piedra,
llamando a su Juan bajo la lluvia. Que extraño es todo esto, como una
leyenda puesta en vivo, de toda esta maravilla de piedra, verdor, agua
y esa niña, que si no fuera por nosotros, en mitad de la tarde hubiese
ascendido solita hasta esas soledades con llovizna a buscar a su Juan,
Quebrada de Andolucas.
Obras Completas 385
Sábado 19
Departamento ARAUCO:
Aimogasta. Nos traiciona el sonido, mejor dicho el tinglado del club,
la cantidad de público es menor. Están presentes el cura y el inten-
dente. Pernoctamos en la hostería.
386 Héctor David Gatica
Martes 22
En los Llanos
Miércoles 23
fante”.
Jueves 24
Viernes 25
Domingo 27
Lunes 28
Viernes 31
Departamento CAPITAL:
A pesar de que es la cuarta vez que la Cantata se presenta en la
ciudad de La Rioja, asisten casi 800 personas y escuchan con devo-
ción desde el principio hasta el fin.
Aquí rendimos especial homenaje a Chacho Rearte; en Chepes lo
hicimos con Ariel Ferraro. El acto es en beneficio de los ciegos, que
llegan hasta el escenario a saludarnos y a manifestarnos su agradeci-
miento y a decirnos que nos están viendo con los ojos del corazón.
Es así como ponemos punto final y broche de oro a una gira de 17
actuaciones, que nos llevó por la provincia, cumpliendo con un hecho
sin precedentes en la historia de la cultura de una provincia, La Rioja.
Obras Completas 393
En la tumba de Angelelli
NUEVA RIOJA
Reinauguración del «Víctor María Cáceres»
Fuerza y profundidad
De turno no más
Un lujito personal
IMAGENES «CAZADAS»
POR
ISMAEL FUENTES
4 PREMIOS NACIONALES
QUINTA EDICION
Obras Completas 409
TESTIMONIOS
afectuosas; más los silencios respetuosos que los desfiles «con bandera y
banda»...
Algo así es lo que Ud. dice, a través de paisanos y de un lenguaje que
no tienen nada de «literario» o tienen lo indispensable; a partir de sus vidas.
Los tipos que se describen (mejor, que se incorporan naturalmente a los rela-
tos), los elementos que se mencionan, los ambientes o medios, los diálogos,
todo, no hubiera podido ser manejado sino por alguien que (como Ud.) hubie-
ra compartido tales vivencias. Quedo realmente entusiasmado con este libro
que, entre tanta charamusca, reivindica a manifestaciones de literatura regio-
nal o del interior provinciano. Andrés Fidalgo. Jujuy 1991.
Los fundadores del olvido. Héctor David Gatica. 136 páginas. Legasa.
Buenos Aires. 1988.
El autor es uno de los nombres destacados de la actual poesía riojana;
también una de las más importantes voces de la poesía argentina. Tiene en su
haber una intensa labor literaria como a su vez, una profícua acción cultural,
iniciada en su adolescencia, allá en los llanos riojanos. Es un fiel testigo de la
realidad de su comarca y, como los escritores clásicos, une el tema aparente-
mente simple a los conflictos más difíciles y su arte, su idoneidad estilística,
corre pareja a su inexorable solidaridad con sus semejantes, los hombres que
habitan ese paisaje que ahora en muchas latitudes se los conoce gracias a su
labor.
Hace unos años la narrativa ganó su entusiasmo y empezó a entregar
sus primeros relatos, trabajos que reiteran sus temas y personajes que viven
en sus poemas, porque son elementos indivisibles de su mirada atenta y fiel.
Gatica se manifiesta como autor de claro y rico estilo, como a la vez,
profundo conocedor de los temas que trata, detalle fundamental en toda crea-
ción artística. Por eso, sus hombres y mujeres, las situaciones festivas o
trágicas, se erigen en un mural vivo, trascendente y admonitorio. Son páginas
que respiran, que traducen una verdad que no podemos dejar de conocer. Los
personajes tienen sus nombres reales y reales también son los parajes y pue-
blecitos perdidos en la soledad, donde la vida nace del carbón, las cabras,
algunas vacas. Utiliza un lenguaje real, el que se habla todos los días en esos
sitios y nadie se sonroja por una palabra, porque todas las palabras nacieron
para servir a los que tenemos el privilegio del verbo. Este procedimiento
puede llamar la atención, porque es costumbre entre nosotros utilizar eufemis-
mos: y así ocurre: nos acostumbramos a ocultar lo que debemos decir y empe-
zamos a mentir en el lenguaje y terminamos mintiendo en todo.
En este libro se reúnen siete narraciones; transcribimos sus títulos
porque ellos crean un especial ambiente geográfico: Los fundadores del olvi-
do, Los troperos del Portezuelo de Arce, Camino de carros, La herencia de las
hachas, El tío Enrique, El rastro del guanaco y Las muertes de Pedro Berón. Es
admirable la técnica del autor en presentar a sus protagonistas de improviso,
como lo hace en Los troperos del Portezuelo de Arce o bien el manejar una
síntesis que aglutina lo que se puede decir en el triple de espacio, embelleci-
Obras Completas 413
que procura borrar de los mapas, las gentes y los nombres que van dibujando
la geografía?
O es que solamente los poetas pueden hacer resucitar de entre los
muertos los tajos de la vida para tejer con ellos los tientos del recuerdo?
Por qué nosotros no pensamos en la tierra y en el nombre con la ternu-
ra y el dolor que tu vas dejando en cada línea del libro.
Leo y releo cada página y siento punzadas de remordimiento por haber
sepultado -yo también- nombres cargados de días y guadales y por no haber
expresado -o a tiempo- tantas gratitudes que me pesan en el alma ahora que no
tengo balanzas para medir mis hipotecas.
Por otra parte, tu libro me devuelve a la infancia, a la alegría, a las
noches con fogones y a los días de aprendizajes precoces e inauditos; esos
que sólo son posibles lejos del asfalto, donde la vida enseña sin escuchar y te
llega hasta las vísceras su lenguaje de símbolos y gestos.
Qué lindo es leer tu libro. Hay páginas en que las letras se desdibujan
porque los ojos se llenan de neblina. En otras, las palabras resaltan como
estrellas cuando la sonrisa hace morisquetas en la boca, temiendo ser irreve-
rente si brota en carcajadas.
A veces, el alma se detiene a contemplar la belleza de una metáfora
apretada entre palabras que luego se transforman en duendes o gigantes de
un mundo trágicamente real.
Qué síntesis perfecta de vida y muerte, de soles y de noches, de silen-
cios y de voces!
Cada capítulo es como un puñado de recuerdos y que al abrirse le
brotan alas para que esos hombres peregrinen por cielos nuevos, donde -tal
vez- descansen en pozos desbarrados, en carros livianitos, sobre mulas y
caballos sin aperos y con perros durmiendo bajo los árboles sin hachas.
El capítulo «Camino de Carros» es, quizás, una de las páginas más
dolorosamente bellas que haya leído. Además de este manejo increíble que
haces de los sentimientos y las emociones de la gente, además de la pintura
inigualable de esos paisajes sin colores a pesar de la luz; además del amor por
la tierra que te brota en cada línea y que aquí no solo es palpable sino también,
salobre y visible, además, digo, de todo esto, este capítulo me lleva hacia mi
abuelo, don Manuel Aguilera y me ata a Santa Rosa, donde nací- Mi abuelo
solía trabajar en un obraje y en El Tembleque, hachaba tintitaco para cargar los
vagones del ferrocarril. Todo lo que esto entraña, me lo hiciste revivir leyendo
tu libro.
Obras Completas 415
FUNDACIONES PERDIDAS
El destierro es uno de los temas que informa a «Los fundadores del
olvido», un cuento que da título al libro de Héctor David Gatica. Ya desde el
título nos adelanta el despojo. Fundar el olvido, es fundar algo para que
después quede en el olvido por medio del enajenamiento o del simple abandono
forzoso.
Uno olvida cosas cuando se va a otro lado porque hace suyas otras
expresiones culturales; va, de a poco, olvidando lenguajes, los sabores de las
comidas, el perfume de las flores y la gente. Esto ocurre en ese cuento porque
hay personajes que se van para no volver. El destierro pierde el sentido de la
ubicación geográfica de las cosas que lo acompañaban: la represa, el corral de
las cabras, el tunal, o simplemente donde estaba tal o cual planta, tal o cual
algarrobo, que, luego de unos años, no están más.
Obras Completas 417
LUCES Y ALAMBRES
Daniel Moyano escribe (en el prólogo a ese libro de Gatica, Buenos
Aires, 1989, Legasa), que «verdad y ficción se convierten así en una misma
sustancia» y que a raíz de esa amalgama «convencen y conmueven». Por eso
es justo traducir «verdad y ficción» en Gatica, como «destierro y realismo
rural», a pesar de los cuantiosos problemas que acarrea el concepto «realismo».
También se destaca con nitidez en ese relato el eje «civilización y
barbarie», pero al revés de lo que plantean Joaquín V. González y Sarmiento.
Los «fundadores» de puestos llevan la impronta de la «civilización» y los
foráneos que se quedan con el puesto los podemos colocar en el terreno de la
«barbarie».
El personaje fundador le pone al lugar «La Estrella», que es como si
dijéramos la luz o las luces, sinónimos cabales de civilización. El personaje
encargado de la fundación no le pone «La Estrella» porque sí, sino por un
motivo fundamental: mirando a las estrellas piensa y encuentra un nombre.
Pensar es otro sinónimo de civilización.
Además, alambra el puesto, que es otro fuerte símbolo del progreso y
la civilización. Aquí los elementos de la «civilización» en la lógica sarmientina
están invertidos y son reordenados para ponerlos del lado de un fundador de
un puesto.
Los fundadores del puesto además (esposo/mujer, en ese orden, según
el relato) contradicen otro aspecto fundamental de la visión sarmientina: el
desierto y la campaña son los espacio privilegiados de la barbarie para el
sanjuanino. En el relato de Gatica, el espacio rural es donde se funda un lugar
418 Héctor David Gatica
DEGRADACION Y PERDIDA
La excelsa prosa de Gatica pinta con admirables pinceles a la fundación
y la potencia labradora de los personajes centrales del relato. También con
igual destreza narra el lento declive de Rosas Tello y Elina, el matrimonio
protagonista del cuento: «A él se le comenzaron a aflojar la caderas, como a
perro viejo. Ella empezó por arrastrar las alpargatas».
Se registra por lo tanto una degradación física de los fundadores, que
corre paralela al debilitamiento material del puesto, que van a dar lugar al
enajenamiento y olvido. Fundación, degradación, pérdida y destierro, son los
ejes fundamentales sobre los que se desliza la historia básica de cuento.
Los personajes son los fundadores del olvido porque quedan al margen
de la historia escrita y ya no basta con que sólo se hable de ellos. El personaje
central está preocupado por esta cuestión.
El análisis de este riquísimo cuento no se agota aquí porque quedan
varias cuestiones por examinar. Entre ellas, lo que está dicho y también lo
elidido: la degradación, las fundaciones truchas de otros pueblos, los signos
de mal presagio, la pérdida de voz de Rosas Tello (equivalente a su muerte),
los árboles secos, las estrellas sin luz, el papel de la mujer, el alambrado roto,
entre otros. El cuento puede ser leído como un programa de fundación y
progreso, que desemboca en la decadencia. ¿Una metáfora de La Rioja?
Obras Completas 419
Rato después vinieron del este con su arreo los otros dos
troperos; llegaron, juntaron haciendas y se bajaron por turno para
cinchar mejor, don Natividad primero, don Pedro después.
Natividad Maldonado era alto, algo encorvado por los años y
el duro oficio de pocero. Lucía la prenda que siempre lo distinguió de
todo ser humano viviente, orgullo de la soltería, un ancho cinto de
cuero con bolsillos a la vuelta. Verlo a él era representárselo al Inge-
nioso Hidalgo Don Quijote, el de la triste figura; delgado, rostro flaco
y enamorado de una Dulcinea que le decían la Honorilda, a quien
quiso toda su vida y que le tenía dicho a cuenta de ese amor:
-Yo soy pobre, así que lo que tengo para ofrecerle es mi cora-
zón y un buen pión pa su hacienda, de modo que cuando nos necesite
diga.
Don Pedro por su parte mostraba una estatura media. De los
tres, quizás el de mejor posición económica, pues poseía hacienda y
campo. Siempre usaba botas y llevaba consigo, colgado a la cincha,
un calzador que tenía la forma de una iguanita y que de alguna manera
lo distinguía -como a Maldonado el cinto ancho con bolsillos- Había
conseguido una mula sillera tan grandota y guapa como la anterior. A
esta su mula nadie podía ni acercársele que ya estaba soplando bufi-
dos, pero que él, y más teniendo un par de tragos dentro, era capaz
de abrazarle las patas; la bestia temblaba mas no se movía ni menos
lo pateaba.
Y si le pegaba un chirlo en el anca juntaba las cuatro y ahí se
quedaba tiritando.
Ahora queda dicho: el lugar del memorable aunque ignorado
encuentro fue en El Portezuelo de Arce, al sur de la Sierra de las
Minas, desde donde partieron hacia el lejano Caucete.
En el Balde de la Viuda consiguieron encierre, ahí echaron la
novillada a una chacra con chala sin cayeschar y se fueron a desensi-
llar a unos cien metros de las casas.
442 Héctor David Gatica
CAMINO DE CARROS
Mi agradecimiento a Reynaldo Soria, carrero de mis
pagos cuando existían los obrajes, con quien mantuve largas
charlas antes de escribir este cuento.
-¡Mulaaaaa!
Y el grito cayó sobre la mañana luminosa estorbándose con el
vuelo de un carancho y el temblor de veinticuatro patas llevando las
llantas por sobre troncos y malezas.
Abiertas las compuertas, los cargadores fueron apilando las
bolsas con carbón hasta pasar casi un metro las barandas.
Era un carro hermoso, grande sobre todo, llevaba escritas con
letras rengas estas palabras: el sin rumbo; así le había puesto su dueño
como reflejo del horizonte de su alma.
Qué orgullo machazo poderle cargar cuatro toneladas, sentirlo
crujiente como si se fuera a partir y ver tironear las bestias llevándose
el corazón quemado de esos campos.
Entró a las picadas y anduvo un rato por ellas hasta salir al
carril.
En los médanos grandes donde las huellas se hacían más hon-
das, el eje escapaba de tocar el guadal y la marcha se hacía lenta casi
hasta detenerse, entonces el pesado látigo recubierto de corriones,
con una cola estrepitosa, caía en las ancas que flaqueaban reconfor-
tándolas, o a veces abriéndoles cardenales rojos a flor de pelo.
Los ventarrones nortes en un par de días volvían a tapar las
huellas, por más profundas que fueran, y las ruedas al venir abriendo
semejantes medanales duplicaban los esfuerzos de los mulares.
A comienzos de siglo el había sido marucho. Marucho de ca-
rros. Marucho de heladas blancas como harina volcada sobre los
montes. Marucho de soles y de vientos, de soles infernales, de vien-
tos polvorosos. Marucho de invernales lluvias silenciosas.
Con un pantaloncito a media pierna sujeto por tiradores, había
viajado hasta San Juan en jornadas de 22 días, con la misma ropa y
los mismos mocos floreciendo en las mangas de la tricota; con las
mismas alpargatas y los mismos calzoncillos amarillos como flor de
tusca, marrón oscuro al final de los tiempos del regreso. Con las mis-
452 Héctor David Gatica
Dibujo de M. A. Guzmán
454 Héctor David Gatica
lencio largo en una boca enhebrada por las horas que no pasan nun-
ca, apretada sobre el pucho, ese callado compañero de las leguas.
Facundo Velázquez sintió que él y el carro no se diferenciaban
y que formaban una sola alma y una sola madera andantes, sus brazos
eran varas extendidas siempre hacia las riendas y el látigo, hacia las
bolsas y los palos, hacia el tabaco y el vino. Y en el cajón sin com-
puertas de su pecho duro, un corazón que a ratos se volvía sin vida,
como los tizos embolsados, como la leña seca.
Miró largamente los arneses: firmes yuguillos que abrazaban
los pecheros del tordo y de la liebre, las cadenas que ataban al carro
al cuyucho así como a él lo ataban los caminos, las monturas que lucía
su tropa.
Como la recia sillera, la mula rosa, los carreros tenían puesto
un bozal que manejaban los hombres fuertes que les compraban la
mercadería o les pagaban el flete, a cambio de la ración del vino y el
tabaco. Miró la encimera y la barriguera de la golondrina, dejando
caer gotas de sudor sobre su tranca la varera. Después se puso a
mirar el paisaje muerto, hacia afuera y hacia adentro.
Las jornadas se cumplían sucesivamente: El Pimpollo, El Cadi-
llo, La Médula, La Aguada y finalmente Los Cerrillos.
Después de La Aguada fue la cosa.
Empezó a notar que la liebre mañeriaba, le sacaba el cuerpo a
la cinchada y tuvo que recordarle su obligación de tirar parejo ha-
ciéndole amores con el beso del rebenque, entonces se paró dete-
niendo toda la tropa y no hubo látigo que le sacudiera las ganas. La
vio colgada de los arneses, con la cabeza entre las patas.
Al desatarla cayó sobre la huella... ¡La liebre estaba reventa-
da! Tendida en el guadal, la mula liebre caía en su ley. Mas la vida de
un carrero es demasiado dura como para entrar en sentimentalismos.
Imposible moverla él solo, tampoco podía dejarla ahí con vida, que
se fuera muriendo de hambre y sed...
458 Héctor David Gatica
haber una razón que favoreciera la pesa del basculero. Y no era para
volverse con el carbón después de tan largo como lento viaje.
A él le tocó desocuparse cerca de las once, con un sol más
pesado que todo el carbón que había depositado en los planchones
de Los Cerrillos. Manubens Calvet en persona le extendió el vale,
aún era pobre.
Qué orgullo para él haber estado cerca del que un día, con el
andar del tiempo y de los carros, sería el rey del carbón, una de las
fortunas más poderosas del país.
Una historia cuyo primer capítulo comenzaba con la vida de
hacheros, carboneros y carreros y su último apéndice sería escrito
por los abogados y los jueces más renombrados, en un escándalo tan
grande como su herencia.
Con el vale se fue hasta la cantina, ahí había que hacer gasto;
cuatro toneladas de carbón importaban veinticuatro pesos. Compró
harina, maíz, azúcar y otras proveedurías y con el vuelto hizo un nudo
en el pañuelo y lo metió en el bolsillo.
Por todos lados se veían pañuelos bataraces y chambergos de
brin de conductores hombreando bolsas, cajones con mercaderías
más o menos similares, al hombro el rebenque macho, tirando risota-
das y bromas gruesas sacudidas por el alegrón del vino y el olor de
las alpargatas y los sobacos sudados.
A pesar del poderoso calor, entre un estorbarse de carros y
mulas, Facundo Velázquez no esperó que pasara la siesta para pegar
la vuelta.
Luego de un par de horas de caminar, divisó y se fue acercan-
do a lo que el día anterior era la mula liebre. La mula andaba en el aire
con un olor fuerte y espeso. Corrida hacia un costado del camino se
la disputaban los jotes y los perros; un jote cargaba a picotazos sobre
un ojo, lo arrancaba y se lo devoraba, que era como devorar una
huella, todas las huellas que vio la liebre los treinta años que anduvo
460 Héctor David Gatica
casos hacía las veces de toalla. Se ajustó mejor la negra y larga faja
que le cubría los riñones y ya donosón se fue para el boliche.
Se hizo servir un medio litro que sacaron de una bordalesa; en
el mostrador había una bocha de mortadela perdiendo grasa por efec-
tos del excesivo calor aún a esa hora. En los estantes se veían latas de
conserva, tiras de cohetes, botellas con licores fuertes, del techo col-
gaban unos chorizos y en el suelo había una bolsa de tabaco.
Don Casimiro encendió un mechero y le preguntó si no anduvo
con otros carreros. Entre los dos estuvieron comentando que habían
subido las alpargatas y bajado los cueros y la cerda, que había subido
la grasa pero que las vacas y los quesos de ellos no valían nada.
-Deme don Casimiro una sardina grande y cuarto de galletas.
-¿La querés con cebolla?
-Y mucha. Ponga también otro medio.
Llegó la hija del cantinero con un farol y don Casimiro se fue
llevando el mechero; Facundo sintió como si una lluvia fresca cayera
en los medanales de su corazón. Se animó a pedirle música.
-¿Qué me puede poner un clavo niña?
-¿Cuál don?
-El que sea de su gusto.
Ramona Nieves abrió la vitrola, una RCA Víctor de pesada
membrana, le cambió la púa, le dio cuerda y comenzó a sonar El
viejito del acordeón; la polca le hizo brincar la sangre. Después los
valses Tu olvido y Mi vieja ventana, aunque ya muy rayados, lo lleva-
ron por un mundo de sonidos extraños y suaves porque no eran soni-
dos de traqueteo, sintiendo unas ganas desconocidas de llorar, de
amar, de que una mujer le tirara una caricia o le regalara un clavel.
Miró de reojo a la Ramona Nieves y casi se le caen las cebo-
llas de la boca; el pelo largo recién destrenzado hasta la cintura, esos
labios atrevidos de la bolichera donde cabía el beso de un carrero; su
cuerpo y sus movimientos tenían la hermosura briosa de una potran-
462 Héctor David Gatica
ca.
La ranchera Bajo el parral lo hizo ponerse de pie, más de in-
mediato se volvió a sentar cayéndosele el rebenque; estuvo tentado
de invitarla y al final no se animó, de zonzo que era sí ella estaba para
eso, para atender bien y con empeño a los carreros que llegaban de
vuelta y con plata, capaces de dejar toda su carga por un engaño.
Desató el pañuelo, sacó dinero y pidió más música y que le
sirvieran otro medio. Vinieron entonces los discos de don Buenaven-
tura Luna... Qué ganas de largar un grito y así soltarles las cadenas al
pecho. El vino tinto caliente y las canciones de don Buena amagaban
desatarle la boca; el vino todopoderoso, ayudado por la música, hizo
el milagro pero a la vez se le enganchó la lengua y entonces se quedó
con la boca abierta y sin soltar palabra.
Comenzaron a mezclársele las letras de las canciones -la vitrola
ya no funcionaba, lo cual no era necesario porque él la seguía oyendo
lo mismo-, sumiéndolo en un mundo surrealista... vengo al pie de tu
vieja ventana mi bien... han brotado otra vez los rosales... como palo-
mita buscando el nido... sombra del fuerte abuelo que ya se fue... no
los ves allá van galopando los últimos gauchos... andar y andar los
caminos sin nada que lo entretenga... bordar un rojo clavel con la
palabra te adoro... otro una estrella en la frente como manchau de
esperanza... penas del quinto cuartel... puentecito del río que pasa...
quema esas cartas donde yo he grabado... alma si tanto te han heri-
do... es en vano llorar... amémonos mi bien... que es condición del
varón el sufrir... mano a mano hemos quedado...
Cómo le gustaba cuando cantaba La Tropilla de Huachi Pam-
pa, o Tormo solo, o Gardel.
Desató otra vez el pañuelo, ya ni sabía lo que desenvolvía solo
vio la mano de ella retirando el billete y medio la rozó con los labios al
irse sobre la mesa; seguro que un poco de saliva tinta le puso porque
la vio limpiarse en la pollera. Y otra vez la cuerda de la vitrola movida
Obras Completas 463
Dibujo de M. A. Guzmán
Dibujo de M. A. Guzmán
nos.
las fincas y a lo mejor a algunos tampoco les fue mal, lo cierto es que
los que se iban ya no volvían y si volvían era porque habían vendido
hasta los jergones.
Dentro de la cabeza de Facundo quedaba el recuerdo de tan-
tos hacheros, carboneros y carreros que se criaron con él o que ya no
estaban... Le hubiera gustado verlos otra vez, acordarse de cosas de
carreros.
Qué lindo hubiera sido, porque al fin y al cabo uno se da cuenta
que fue feliz con lo que le tocó ser.
El macho tordo -que lo ató al carro por primera vez cuando
tenía apenas año y medio, madrugando juntos desde entonces, ahora
a los 35 años con la vida ya escapándosele-, fue el primero de la
tropa en viajar al país de los frigoríficos. Volvería posiblemente resu-
citado en exquisitas mortadelas para venderse en el boliche de don
Casimiro y luego caer en rebanadas grandotas y redondas, como una
rueda de carro, sobre su plato enlozado.
Otro viaje le tocó al cuyucho, de sus viejas mataduras saldrían
otras tantas sabrosas y oscuras bochas de mortadela.
En cuanto al chivato digamos que lo ataron a las varas en la
infancia, si tal puede decirse en tiempo mular, así como a Facundo
Velázquez de niño lo pusieron en el recado del marucho, y así fue
toda su vida de punta a punta hasta que no anduvo más el sin rumbo,
la cincha suya ayudó a mantener la familia del carrero una tonelada de
tiempo sin mezquinarle verijas a un solo viaje. Yeguas, caballos, bu-
rros, mulas le hacían compañía en aquel viaje, dejando el último tribu-
to a la familia de su dueño en un billete verde de cincuenta pesos que
era el precio de su vejez.
Como la sillera murió mordida por una víbora de cascabel, la
última en venderse fue la golondrina, que hubiera transmigrado la
musicalidad de su relincho a la exquisitez de la mortadela, a no ser
por don Alfredo Leyes que la compró para arar en La Envidia.
474 Héctor David Gatica
Dibujo de M. A. Guzmán
Obras Completas 477
afeitar, sus ojos marrones de cargadas cejas y una boca con algunos
dientes menos me largó una sonrisa. Todavía vestía bombachas an-
chas y alpargatas negras.
El viento había aumentado y de ratos entraba por las rendijas
de la quincha haciéndome estremecer; entonces Alfredo Palma acer-
caba tizones al fuego. De repente posé la mirada en un papel que
descubrí clavado a un horcón.
-¿Y eso?
-Unos parientes que tenemos en Córdoba nos mandaron una
encomienda envuelta con un diario, me puse a mirarlo y descubrí eso
que dice de mi patrón, mejor dicho de todos nosotros porque quien
no hachó alguna vez o quemó para Manubens Calvet, cuando tenía
planchada en los Cerrillos.
-Bien que me acuerdo porque he visto años enteros pasar dia-
riamente de dos, de tres y hasta de cinco carros por vuelta, le dije.
-Había días que entraban hasta cuatrocientos carros a los
Cerrillos, me retrucó Alfredo.
Tomé un mechero y me acerqué a leer, cosa que hice a duras
penas porque el hollín había ennegrecido el papel. Decía así:
«BATALLA JUDICIAL POR LA POSESION DE UNA HERENCIA. N.A.
La cuantiosa herencia dejada por Juan Feliciano Manubens Calvet, amenaza
desatar una batalla judicial entre quiénes se disputan la fortuna ante la falta de
herederos directos del extinto. Los apoderados de los muchos que demandan
una parte de esa herencia, estimada en alrededor de 200 millones de dólares,
han determinado con su férrea oposición que sea apartado el caso del tercer
juez.
El extinto no tenía esposa legítima ni hijos reconocidos y sus cinco
hermanos han muerto. Ante la falta de sucesores directos, su concubina Mar-
garita Eodhouse; una presunta hija natural a la que nadie conoce y buen
número de sobrinos intentan hacer valer sus derechos y heredar parte de sus
bienes.
Según pudo estimarse, ese patrimonio está compuesto por 386.000
hectáreas, 11 viviendas y 11 automotores entre otros bienes.
Obras Completas 487
EL TIO ENRIQUE
Dibujo de M. A. Guzmán
492 Héctor David Gatica
grito uno de los perros, alcanzó a salir del monte y ahí quedó.
Al Tío Enrique había que dejarlo hablar, solo se lo podía inte-
rrumpir a los gritos y casi montándole la oreja. Estaba sordo. Ochen-
ta y cinco años había oído el canto de la naturaleza en la rama de los
algarrobos, en la represa musicalizada por los sapos y los pájaros
acuáticos, en los corrales y los chiqueros cercados de balidos.
Mientras los demás hablaban él cerraba los ojos y se quedaba
como dormido o marchito; pero a cualquier demostración de seguir
escuchándolo, abría los párpados pareciendo que toda la vitalidad
del monte en el verano le renacía de golpe, como esos musgos que
apenas pasa la llovizna ya están verdeando bajo los atamisquis y las
pichanas. Y no es para menos sabiendo que dentro suyo rugen cua-
trocientas fieras.
Yo también soy bueno que decía el Goyo Yubel por los veci-
nos; pero al único que le reconozco ventaja es a don Enrique; cuando
yo no puedo cazar un mañoso le mandó pedir idea.
Esto me cuenta mientras saca y me regala un cuero de león de
hermoso pelaje cazado el último invierno, mientras su esposa
Laurentina Durán, mayor dos años que él, lo contempla con esa dul-
zura que sólo puede darla medio siglo de alegrías y tristezas compar-
tidas.
Y ya te digo, si no te animás ponerle que son cuatrocientos,
sacale cien; pero yo te aseguro que contando los de La Estrella, La
Media Luna, El Balde Ultimo y Balde de los Torres, Santa Ana y El
Chañar, son más de cuatrocientos los leones que llevo entrampados.
Cuando allá por los años de la década del cuarenta al cincuen-
ta se abría una picada desde Los Cerrillos -provincia de Córdoba-
hacia el suroeste y se extendía el riel trocha ancha de «El Pacífico» en
dos ramales, uno hasta El Chañar y el otro hacia Luján -provincia de
San Luis- las hachas comenzaron a golpear la tranquilidad del norte
puntano, derribándole los árboles a los espesos bosques, para ali-
Obras Completas 493
La muerte de la abuela
Pereyra.
Refregó la mano áspera contra un pelero bordado con su nom-
bre, «Rosaura» que le cubría los pies, y continuó:
-Esta tierra es nuestra desde que la dejaron los indios.
Hizo señas que prendieran una vela; las arrugas se le volvieron
sombras hondas en el rostro.
-En Tama, en Solca, en Nacate hay unas piegras con rastros
de guanaco y avestruz, ese rastro lo tenemos nosotros mesmito en el
corazón y ya no se borrará nunca. Lo dibujaron los diaguitas porque
la tierra fue de ellos. Por eso nos pertenece.
Se calló un momento como haciendo un minuto de silencio por
su raza.
-Lo que es por el lado de tu padre, cuando llegan los españoles
al Yacampis ya nuembran un tal Gerónimo Pereyra y otros apellidos
que llevan puesteros de estos lados, como Alcaraz, Díaz, Fernández,
López, Maldonado, Oliva, Pérez, Ramírez, Romero, Soria, Tello. Así
que por esa rama la tierra que cuidamos es nuestra de hace cuatro-
cientos años, según comentaba tu tata.
Hizo silencio otra vez, parecía que nadie respiraba.
La llamita parpadeante de la vela peleaba con las sombras de
la inmensa y oscura noche de los llanos sumida en silencios milenarios.
-Me lo bajan a San Nicolás.
La Pancha se apresuró a sacarlo de su altarcito adornado con
flores de pichana.
-El mandato es cuidar este suelo y no abandonarlo nunca, que
siempre siga siendo un Pereyra su dueño. Yo voy a entregarle mis
huesos. Prometa m´hijo ante este santo patrono San Nicolás que nunca
se irá diacá.
-Se lo prometo mama -dijo Juan santiguándose.
Dejó de existir al otro día a media tarde. Llegó gente de todos
los puestos a hacerle compañía al dolor del vecino, hasta de cinco
Obras Completas 503
El último rezo
Dibujo de M. A. Guzmán
El ternero agusanado
fueras un pailero?.
-Me quitaron la tierra, obligándome a recibir el pago de una
miseria por ella.
-¿Y por qué no te quedaste a pelearla?
-Me sentía muy solo. Donde mete mano gente del gobierno se
hace muy difícil. Con personas bien intencionadas de la ciudad tuvi-
mos una reunión en Olpas; pero después no pasó nada. El diario local
largó muchas notas y los poderosos diarios de Buenos Aires también,
pero solo lograron parar la cosa por un tiempito.
-¿Y vos no podías comprar tu propia tierra?
-Hacían falta préstamos que sólo les daban a los ricos, la ma-
yoría gente de afuera, profesionales muchos, aunque de trabajar la
tierra no supieran ni la «a». Una tal Sociedad Riojana, donde se decía
que estaba metido hasta el hijo del interventor, se apoderaron de tres
parcelas, o sea como quince mil hectáreas. Por dar uno de tantos
ejemplos.
-La cosa es más grave todavía en este momento Juan, porque
una sola persona, de la provincia de Córdoba, está a punto de adue-
ñarse de una merced de cincuenta mil hectáreas.
-La merced de La Chimenea tiene esa extensión; dijo Juan sin-
tiendo que la bronca le encendía la sangre.
-Pero para consuelo tuyo te cuento que hemos sabido por algo
que un día se le escapó al obispo ante un amigo de aquí, que él y dos
sacerdotes de Chamical andan hablando con la gente moviéndolos a
que defiendan sus derechos.
Y aquí se terminó la conversación pues de inmediato dispuso
regresar, no sin antes pasar por la iglesia y estarse un rato hincado, sin
hablar, ante la Virgen de Andacollo.
Volvió por Villa Castelli, por Villa Unión, cruzando la bella
Cuesta de Miranda, dispuesto a dejar su familia en un pueblito del
oeste.
Obras Completas 515
La tabeada y la carrera
fritando empanadas.
Nada se salvaba de esos ojos felinos. Daba gusto verlo jugar al
truco a la débil luz de un farol kerosenero, la boina volcada sobre las
cejas al acecho de una seña. Además parecía que atravesaba las car-
tas con su mirada punteaguda.
A una niña de la Reserva se le voló la pollera al saltar de las
ancas del caballo de Ramón Gauna.
Se acercaron a la cancha. Una botella de vino circulaba de
boca en boca, cosa que a Vicente no lo disgustó. Tiraban la taba al
rayo del sol; ahí llegó Ramón Gauna, se escupió las manos, las restre-
gó contra el suelo y alzó el hueso calzado.
Levantando una polvareda pegajosa pasaron algunos hombres
de La Gloria, ataron sus caballos a una tusca y les aflojaron el pegual.
Las bestias estaban bañadas en un sudor espeso que les corría por
las paletas y las verijas.
Don Oscar, un hombre menudo de dientes grandes, fue el últi-
mo en apearse.
-Cien pesos a la espera gritó Vicente cuando vio que Pedro se
colocó en la otra punta de la cancha.
-¡Pago esa bulla! -respondió don Oscar mostrando los dien-
tes-.
Gauna dejó de revolearla y tiró, acompañando el movimiento
con el brazo en alto y ésta picó y comenzó a rodar. La pisada de una
alpargata cayó firme sobre la taba -antes de que la ganara otro- y una
voz gritó ¡culo! Era Pedro.
Se cruzaron varias jugadas. Algunos hombres, sacándose el
sombrero, se pasaron el pañuelo por la frente y el cuello, el sudor
brillaba en los rostros oscuros, parecía que Dios quería fritarlos esa
tarde, igual que doña Juana a sus pasteles orejudos.
Pedro no le dio más soga al asunto -como en todo lo suyo-,
tiró de vuelta y media y esperó seguro. La taba quedó muda en el
Obras Completas 519
queso de barro.
-Va a tener que buscar una pala para desenterrarla -le gritó a
don Oscar, que era el que esperaba y se vio claramente que al
hombrecito de los dientes grandes y amarillos no le gustó la broma.
Ahora llegaba gente de la Cañada -los Albelo, los Guardia, los
Soria- y la tabeada se fue encendiendo cada vez más. Nada podía
ser tibio a esta hora. Todo estaba como el tufo de doña Juana Flores
junto al fuego, que en ese momento levantaba el delantal y se lo pasa-
ba por el cuello.
-¡Echate pa degollate! -dijo Pedro y se acercó a cobrarle un
tiro a don Oscar, pero éste había comenzado a jugar «de arbolito»,
por eso dejó escapar aquello de vos sos un atrevido y un tramposo y
yo te voy a enseñar a respetar. Y ya andaba su cuchillo abriéndole
tajos a la tarde y cortando pedazos de sol.
Ramón Gauna, Vicente Llanos, Berna Miranda y otros forma-
ron una especie de cerco. Pedro esperó sin moverse desde donde
reclamó el pago de su tiro.
La taba en tanto permanecía fija testimoniando su puño certe-
ro. Lo único que hizo fue echarse la boina un poco para atrás -nunca
lo vi a Pedro con sombrero- dejando toda entera al descubierto su
enorme frente, tenía el cuchillo empuñado y se mostraba tan sereno
como si fuese a probar un tiro de taba.
Don Oscar daba saltos poderosos hundiéndole el cuchillo al
aire quemante y quieto. Su mujer entraba a la rueda a trancos pesa-
dos haciendo trastabillar a dos hombres del cerco. Y ahí anduvo de
un lado para otro procurando atrapar a su marido.
Pedro, que sabía como se maneja un cuchillo en las buenas y
en las malas, empezó a sentirse molesto, por eso fue que sin mayores
miramientos le dejó caer un planazo en la frente, con tan poca suerte
que lo echó encima de su mujer haciendo rodar a ambos por la tierra
caliente.
520 Héctor David Gatica
su trabajo.
Apretó un rato más su dinero y lo echó luego al bolsillo sin
ningún cuidado; era el pago de setenta días de cavarle el ombligo a la
tierra para arrancarle el agua.
Dejó a Vicente roncando bajo la mesa y acercándose a la puerta
miró hacia la galería, doña Delia ya no estaba, se alegró, le hubiera
dado vergüenza pasar borracho delante suyo; pero por otra parte le
hubiera gustado ir a pedirle disculpas, seguro que con una sonrisa le
iba a decir que ya no tomara más y que se fuera a cuidar a la Petrona,
su mujer, y a la Teresita, su hija. Sintió entonces un poco de pena.
Aún quedaban muchas personas y sin dudas seguirían bailando
hasta que aclarara, saliera el sol y se volviera a entrar.
Cruzó por entre las parejas, se acercó a la calle y se puso a
orinar en un poste de retamo al compás del tango. La Cumparcita,
orinó mucho rato al punto de parecerle que el agua de todos los po-
zos que el cavó, la estaba volcando sobre aquel poste y hasta se
preocupó pensando en una inundación de orines suyos, que ya em-
pezaba a llegarle a los pies pues los sintió mojados. Sin dudas su vida
debía de ser un pozo muy profundo de cuyas aguas habían bebido
todos los que en ese momento estaban bailando.
Acomodó las caronas a su caballo, le ajustó bien la cincha y
salió al tranco, muy silenciosamente. En ese momento tocaban el vals
Desde el Alma.
Habría andado unos cien metros cuando descargó todos los
pulmones en un poderoso grito, nada más que un grito de borracho,
de un pobre infeliz que no sabe como divertirse decentemente en una
reunión.
Y le colgó las riendas al animal perdiéndose al galope en la
fiesta de la noche.
Obras Completas 527
huellas.
Junto a un algarrobo grande se detuvieron, comprobando que
el pangaré había trillado alrededor de una brea dejando orines y bos-
tas amontonadas.
Nada dijeron, dieron la vuelta callados y regresaron pensando
en las bostas del pangaré.
En esos recuerdos se hallaba cuando vio aparecer el rancho,
los perros lo reconocieron a la distancia y salieron a encontrarlo, sal-
tando por morderle los estribos.
Ya había fuego en la cocina. El vientre abultado de su mujer
hacía sombra contra el quinchado, de seguro un varón que lo reem-
plazaría cuando sus manos ya no pudieran tocarle el corazón a la
tierra.
-Según parece se llenó el noque.
-Y por cierto que no hay ser porque el viento se me ganó bajo
la pollera.
-¿Y la Teresita?
-Está durmiendo
-¿Todavía le dura el agua a la represa?
-Hace más de mes que estamos baldiando.
-Tengo un sueño...
-Vamos a aprovechar de sacar agua temprano así el sol no te
amodorra. Tomá unos mates mientras yo traigo el baldero.
Y secate esas alpargatas; ni que te las hubieras miado.
Fue a ver a la hija, estaba dormidita en un rincón sobre un
cuero de vaca y envuelta en un jergón. La miró un momento, tomó
unos mates y salió a ponerle el recado al animal.
Luego se fue hasta la tirada colocando el gancho en la argolla
de la cincha mientras su mujer descolgaba el noque.
Cuando él estuvo montado ella echó el cuero al pozo tirando
de la soga con una mano y con la otra afirmándose en los palos que
Obras Completas 529
sostenían la roldana.
Pedro se fue acercando por la tirada, llegó bien contra el cerco
que separaba del brocal y ella movió la soga para que el noque se
hundiera en el agua y saliera bien lleno. El animal dio media vuelta y
empezó a caminar. Cuando iba llegando a la punta de la tirada un
silbido de la mujer le anunció que el noque había salido y que debía
dar la vuelta aflojando la soga, ella lo tomó y apoyando el aro de
hierro en el borde de la pileta dejó caer la panzada de agua que traía
el cuero.
Era para no creer, parecía mentira que habiendo tanta sequía
acostada sobre los montes pudiera salir esa agua limpia y fresca de
una tierra reseca y mortecina. El miró desde el otro extremo y capujó
el pensamiento de su mujer, esa mujer oscura y fea tenía la misma
hermosura y frescura por dentro, tierra donde él había cavado el amor
que ahora refrescaba su vida, si hasta la barriga de ella se parecía en
ese momento al noque, que de aquí a dos meses se iba a llenar y a
desocupar, era como tirar una soga de nueve meses y tendrían otro
hijo. Siempre que la soga no se cortara antes de que el noque saliera
del pozo; este último pensamiento, no sé por qué, lo hizo estremecer-
se.
Ya habían baldeado más de dos horas cuando ella tuvo la sen-
sación de que ese cambio de aire que se producía al entrar y salir el
noque no le estaba haciendo bien, sintió como si el hijo se moviera
pateándole el cuero tirante del ombligo. Se lo dijo a él y no quiso
recibir más agua, dejó el noque a un costado y se fue a la casa.
Pedro desenganchó la soga, ató con pedazos de corriones y
terrones de tosca algunos agujeros que se le habían abierto al cuero y
lo colocó en la punta de un palo como un gran sombrero, dio de
beber al baldero, lo desensilló y se fue luego para el rancho.
La Petrona no había alcanzado a llegar al catre, caída de espal-
das echaba espuma por la boca, mientras el vientre hinchado le tirita-
530 Héctor David Gatica
La ternera y el viento
algarrobos.
Volvió a montar y desató el trenzado abriéndolo en una gran
armada; sabía que en ese bajo, oculta entre los montes, pastaba una
ternera. Se colocó del lado del viento y pegó un fuerte golpe con la
guacha sobre los guardamontes y largó un grito que hizo ladear las
jarillas, dando un rodeo a todo galope. No tenía necesidad de corra-
les ni de atajos para enlazar un arisco, lo demostró una vez más cuan-
do su lazo ciñó el pescuezo colorado del viento de ese día. El caballo
resistió bien el tirón y un montón de pelos y balidos rodaron por el
suelo.
Sonrió al ver la marca. También a él le habían puesto la marca
muchas veces, lo marcaron cada vez que le pagaron su trabajo; cuan-
do pidió plata adelantada para comprarle las alpargatas a la Teresita.
Hasta cuando le dieron tablas para que pudiera enterrarla como la
gente a su mujer. Si antes de que lo parieran ya lo habían marcado a
ser hijo del viento, de este viento que él conocía como a su único
padre y que ahora le borraría los rastros para que nadie se enterara
de su pecado.
¿Y si lo descubrían? Total si la única libertad que el hombre
puede tener la había sepultado cavando la tierra como las vizcachas a
lo largo de toda su vida.
De un solo golpe de cuchillo desapareció la señal de su ternera,
echó lo que pudo en una bolsa y cortó por entre el monte cuidando
que nadie pudiera verlo.
El viento quebraba ramas y tiraba médano igualando altos y
bajos, tapando con gran ternura todo lo que podía, en especial los
rastros del caballo de Pedro.
Lindo día, pensó otra vez.
534 Héctor David Gatica
La fiebre malta
pozos, hacerles nuevas cavas. Se envolvía el rabo con una bolsa arpi-
llera y descendía al fondo, ahí comenzaba a llenar noques y más noques
y éste, traído desde fuera, ascendía cargado y desde que salía hasta
que llegaba a flor de tierra, treinta, cuarenta, cincuenta metros, iba
largando barro que caía sobre el pocero, sobre su cabeza, en los
brazos, en los hombros, en el espinazo, en las piernas, en el cuello, en
la cara, en los oídos, en la boca, en la nariz y así todo el día y todos
los días. Si porque la sequía arrancaba mugidos a los vacunos y bali-
dos largos a las cabras.
La comida al mediodía se la mandaban por el noque; era peli-
groso salir, los vientos continuos lo podían flechar con una pulmonía.
Sólo subía al terminar la fajina diaria, en cuanto estaba fuera lo envol-
vían con un poncho y así se iba hasta la casa a sacarse un poco el
barro recibido en toda la jornada y a ponerse ropa seca.
Hasta los pensamientos se le habían embarrado. Cuando al-
guien hablaba de Dios él se lo representaba como un cuero pelado y
en forma de bolsa, largando barro sobre sus pestañas, o como un
gran pozo, el mismo Dios que había cerrado con muerte los ojos de
su mujer y de su hija. Alguna vez se acercó a la iglesia para las fiestas
patronales de la Virgen de la Candelaria, en un pueblito del norte de
San Luis, pero no entendía nada cuando el cura hablaba del pecado,
de ser honrado, de hacer la caridad, de amar a Dios, de no tomar
tanto vino ni trabajar en día domingo; si el vino era lo único que le
quitaba un poco el gusto a barro. Y eso de rezarle al barro que él
mismo sacaba y se echaba sobre los ojos no le parecía bien. ¿Y que
harían las cabras si un domingo dejaba de cavarles agua? Menos
entendía aún cuando hablaba del pecado. Posiblemente los únicos
que no cometían eso que llamaban pecado eran los que tenían buena
casa, buena cama, buena comida, buena ropa, hijos limpios, educa-
dos y bien alimentados, buena crianza y un Dios que seguramente no
era ni de barro ni de tosca.
540 Héctor David Gatica
amparadme y guiadme
a la Patria Celestial».
De puro gusto no más la tomó y se la pasó por la cara; su
caricia húmeda y fresca, le hizo mimos. La tiró luego y se miró un
momento los callos; cuántos pozos cabían en ellos hechos golpe en-
durecido. Bajó un poco más la vista y vio el primer lloradero comen-
zando a filtrar. Sintió como si una vertiente se le hubiese abierto en los
callos para dar agua milagrosamente sin necesidad de cavar más po-
zos. Nunca más.
Un grito que lo sacó de las raíces del pecho se levantó hacia la
superficie estallando en los oídos sedientos de los Quintero... ¡Agua!
Un chorro de agua clara y fresca saltó desde la arena y abrazó
los pies del pocero que se hincó ante ese altar cristalino. Abrió la
boca lo más que pudo inclinando la cabeza con entera devoción y
comenzó a beber ruidosamente. Era como si se le hubiera cortado
una arteria a la tierra. Un río pasó por su garganta medanosa regando
el desierto que llevaba por dentro.
Pedro acababa de darle una boca más de agua a los llanos,
que subiría por los noques para ahuyentar al balido sediento de las
cabras y hasta para colorear algún pequeño jardín de margaritas, cla-
veles y albahaca.
Se hizo sacar y estuvo una semana fuera preparando la pileta y
el bebedero. Fue poco después del mediodía cuando se dispuso en-
trar a darle la última cava y dejar en funcionamiento el pozo. En ese
momento no había ninguna bestia mansa como para atarla, pero si
varios hombres.
Corría un poco de viento, que se llegó hasta Pedro como quien
se acerca a un hijo.
Estaba tan seguro y confiado que no permitió que agregaran
otro lazo a la soga para preveer cualquier riesgo.
Echándose la boina un poco hacia atrás les pegó un chiflido a
544 Héctor David Gatica
I
Don Luis, doña Juana y Eudé
II
El fuego, las morcillas y la chata
al pie.
-Cuando va a empezar a sacar el carbón?
-Dentro de tres días, ¿por qué?
-Ayer lo vi a Facundo Velázquez y me preguntó para venir con
el carro.
-¿No la has visto a la Juana y a los niños?
-Aprovechando el fin de semana la llamaron de la Porfía que
fuera a preparar unas morcillas.
Acá se terminó la conversación y Eudé se fue echando la chata
por sobre zampas y pichanas.
Don Luis hizo los cálculos de que este horno le daría veinte
toneladas, que necesitaba un mes de fuego, fuego lento por supuesto,
porque así sale más pesado el carbón; eran morcillas negras y morci-
llas blancas -nadie las hacía como ella por eso era tan buscada- las
blancas se diferenciaban de las negras porque llevaban harina y vina-
gre, ya tres semanas sin verlo al hombre ni olfatearlo; pensar que esa
chata que iba atropellando y quebrando montes manejada por él y
tirada por esa mula tan mansa y aguantadora, le daba cada día la
comida para sus ocho niños ¡mula de mierda! y tras el insulto el azote.
III
La risa negra del carbón
saba más el hijo del carrero. Cien niños le pusieron el plato esa maña-
na al cucharón y aunque nuestra niñez pase -no estamos en edad de
pensar eso- y ya no concurramos más a la escuela- si nunca vamos a
dejar de concurrir a la escuela - y ella hubiera muerto -para un niño
no existe la muerte- lo mismo seguirán alargándose cien brazos po-
niendo otros tantos platos al cucharón de doña Juana Flores, esa
mujer gorda que de vez en cuando seca el sudor de su frente con el
delantal, igual le seguiremos pidiendo la «tumba» más grande -«A mí
me llaman el tonto/ porque me falta un sentido/ le falta una tumba a la
olla/ el tonto se la ha comido»- y ya ese cucharón no será con locro,
vendrá cargado chorreándose con los más bellos recuerdos de la
niñez.
Sus músculos iban adquiriendo la dureza de la madera tanto
alzar rollizos y tirarlos sobre los días en cuanto obraje se presentó
para darle tarea, a él, a su mula y a su chata.
Mientras medio horno continuaba quemándose, en la otra mi-
tad refrescada ya se podía comenzar a sacar la mercadería, lo de
refrescada era más bien una ilusión.
En tanto clasificaba el carbón el calor asfixiante que salía de las
entrañas aún abrazadas de aquel horno, se sumaba a la de arriba que
venía del fuego del sol del verano a la siesta, asándole el cuerpo y el
alma al carbonero. Todo adquiría la negrura de una vida quemada en
medio del campo. Se pasó la mano por la frente chorreando sudor y
se le volvió también negra la mirada al entrarle carbón en los ojos,
tintos los labios escupió y la saliva cayó negra sobre la tierra ardiente.
Sus pensamientos ese momento salían oscuros, tanto que no le deja-
ban mirar dentro suyo, seguramente ni su sangre era roja sino negra y
el corazón debía estar bombeando carbonilla, cinco mil glóbulos ne-
gros, ninguno blanco. Y por esa costumbre suya de reírse con ganas
hasta de las miserias, hizo el intento y esta vez la risa se le quemó,
dejando sobre la página de la siesta la risotada negra del carbón.
Obras Completas 551
IV
El era el más importante y no habría
de quemarse en el olvido.
V
El horno se incendia
El se sabía pobre, muy pobre para los pesos pero rico para el
carbón, Pedro Berón, siendo pobre, que hombre rico para los pozos.
Alfredo Palma, pobre también, de rico para el hacha...
Manubens Calvet en cambio rico para los pesos, muy rico, como
pobre para los hijos, ni uno.
Y se durmió con estos pensamientos, se durmió sobre las bol-
sas. Tenía un horno mitad enfriándose, mitad quemándose y hubo
como un bufido, luego otro y otro -los volcanes debían de ser así-,
saltaron palos encendidos, se fue desprendiendo la champa y no ha-
bía nadie cerca que lo auxiliara, andaba con la pala de aquí para allá
como un endemoniado tratando de tapar el fuego, todo se le conver-
tía en llama y se le volvía ceniza a causa de un viento que llegó cruza-
do. Al fin terminó tirando la pala y así como estaba se fue a su rancho
llevando las manos peladas, sin un peso, el viento continuaba corrien-
do y el olor a humo lo había seguido hasta su casa, iba a contarle a su
mujer que tras un mes de ausencia regresaba con las manos vacías, se
dio cuenta que no podía hablar, que le reventaba el llanto como un
horno incendiado, pues el Arturito y la Belarmina corrieron a pedirle
caramelos, instante en que salió de la pesadilla.
554 Héctor David Gatica
VI
El séquito de don Luis Fernández
INDICE