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Sistema Nacional de Innovación: Una Aproximación

Daniel Malcolm

Esta nota pretende dar cuenta, en lo esencial, del concepto de


Sistema Nacional de Innovación y de su desarrollo actual en la Argentina.
El concepto de Sistema Nacional de Innovación (SNI) o, simplemente,
Sistema de Innovación (SI), ha sido expuesto fundamentalmente en dos
textos: National Systems of Innovation Towards a Theory of Innovation and
Interactive Learning editado por Bengt-Ake Lundvall (1992) y National
Innovation Systems A comparative Analysis editado por Richard Nelson
(1993) (1).
Lundvall pertenece al llamado grupo IKE del Institute of Production de
Aalborg University de Dinamarca. Estos economistas han elaborado, desde
la década del ´70, un análisis que combina el enfoque estructuralista francés
de los sistemas nacionales de producción y la tradición anglosajona de los
estudios sobre el proceso de innovación en orden a explicar la
competitividad internacional. La primera producción de este grupo sobre los
SNI referidos, en principio, a países pequeños es de 1988 (2).
A su vez, Richard Nelson es un economista –actualmente en la
Universidad de Columbia- conocido por sus aportes al modelo de desarrollo
económico denominado evolucionista, alternativo entre otros al expuesto por
el paradigma neoclásico, expresión de la ortodoxia vigente (3).
El concepto de SNI se inscribe, ciertamente, dentro de un movimiento
de ideas que en las últimas décadas ha intentado por distintas vías y
temáticas superar el pensamiento económico predominante. El enfoque se
centra en desarrollar un aspecto muy débil en la exposición neoclásica, cual
es el momento institucional.
Esta introducción al concepto de SNI se basará en los textos
mencionados y pretenderá, en su medida, aportar en la misma dirección que
intenta ampliar la comprensión del fenómeno económico saliendo de cierta
estrechez que impregna hoy a la disciplina en los ámbitos académicos y
políticos.
En primer lugar, cabe aclarar que un SNI no es una institución o
actividad en particular, sino una manera de articular diversas instituciones y
actividades. En tal sentido, el objetivo central de un SNI es mejorar el
concierto entre dichos elementos aumentando, de esta manera, su
conectividad y fluidez (4). La noción de sistema, de origen griego, tiene
fuerte raigambre en el pensamiento científico y filosófico moderno. En este
siglo se ha reinsertado en las ciencias a partir de la teoría general de
sistemas formulada inicialmente por Ludwig von Bertalanffy quien afirma:
“Un sistema puede ser definido como un complejo de elementos
interactuantes. Interacción significa que elementos, p, están en relaciones,
R, de suerte que el comportamiento de un elemento p en R es diferente de

1
su comportamiento en otra relación R´. Si los comportamientos en R y R´ no
difieren, no hay interacción, y los elementos se comportan
independientemente con respecto a las relaciones R y R´ ”(5). Por otra parte,
Heidegger (6) al exponer el sentido filosófico de sistema, distingue tres
acepciones del término: ensamble interior, amontonamiento exterior, marco.
La primera completa lo enunciado por Bertalanffy, de modo que sistema
supone una totalidad internamente diferenciada pero armónicamente
dispuesta e integrada. Hay que destacar esto porque la actividad económica
capitalista, por necesidad específica, tiene fuertes rasgos individualistas y
aún anárquicos. Históricamente el capitalismo, en consecuencia, ha
necesitado de la regulación política -económica y financiera- del Estado que
en su historia ha jugado un rol estratégico (7).
Un SNI está compuesto por muy diversas instituciones -institutos de
ciencia y/o tecnología, universidades, empresas y cámaras empresariales,
gobiernos nacionales, provinciales y locales, sindicatos, organismos no
gubernamentales, instituciones educativas y culturales, sector financiero,
medios de comunicación, etc.- que difieren entre sí en más de un plano:
público-privado, lucro-sin lucro, político-corporativo. Para que el proceso de
articulación, dada su alta complejidad, sea posible, el mismo debe ser
entendido en términos políticos y culturales, los que en la actualidad
dependen, en gran medida, del juego y las tensiones habidas entre Estado y
sociedad civil. Ambas instancias no se vinculan en bloque, sino por múltiples
vías, formales e informales, mayormente concretadas por las instituciones.
Desde el punto de vista del “estilo” organizativo, las instituciones suelen
oscilar entre el cristal y el humo (8), entre la rigidez y la disolución. La
comunicación interna y externa se ve afectada por dicha indecisión que
puede obturar una vida auténtica si no se busca un punto de equilibrio
expresado en un estado intermedio no fácil de concebir y realizar. Un modo
de impedir que esa oscilación se acerque en demasía a los extremos es
desarrollar, tanto hacia dentro como hacia afuera, una densa red capilar que
desde el orden permita administrar el caos (9).
El insumo específico de un SNI es el conocimiento -aun bajo la
forma de información- concebido en términos económicos (10). De manera
que un SNI se basa principalmente en la integración entre el sistema
científico-tecnológico y el sistema productivo. A esta conjunción no le puede
faltar el ingrediente público básicamente entendido como los gobiernos y sus
políticas. Este esquema recuerda, en lo esencial, los componentes del
clásico triángulo de Jorge Sábato (11):

E I

2
Quizá quepa figurar a un SNI más como círculo que como triángulo,
dada la complejidad de los actores participantes y la pretensión de fluidez en
su comunicación. De todos modos, la figura del triángulo equilátero permite
pasar fácilmente al círculo. Esta referencia a triángulos y círculos no
pretende ser una incursión en lo esotérico sino una invitación a ampliar los
modos y maneras de acercarse a la realidad económica. Por eso quizá la
imaginación artística también pueda ser una fuente de inspiración adecuada
para pensar dicho fenómeno.

Tener en cuenta a Jorge Sábato es pertinente porque la concepción


del SNI pretende asumir el momento cultural, no sólo en términos
“nacionales” sino incluso “regionales” y “locales”. Vale, pues, no olvidar a
quienes entre nosotros contribuyeron con su palabra y su acción a construir
nuestro propio SNI. La consideración de lo nacional hace que tanto Lundvall
como Nelson no expongan una teoría prescriptiva sino indicativa y
descriptiva. En efecto, el trabajo de Nelson es un análisis comparativo de
diferentes casos, incluido el argentino.
Por otro lado, ambos autores, con razón, parten del hecho de que en
la economía moderna-capitalista, hoy planetarizada y globalizada, la relación
entre la ciencia y la tecnología y la economía es característica. En términos
históricos ha sido así aun cuando recién en el siglo XX se observa la
madurez de este proceso, llegándose incluso a concebir a la economía y a la
sociedad contemporáneas centradas en el conocimiento y en la información.
Por eso un SNI trata fundamentalmente con conocimiento innovativo
que es aquél que, siendo dado, es conducido y ordenado de nuevas
maneras en función económica-productiva. De esta manera la innovación
puede concebirse, también, como mejora continua (12).
En los comienzos del mundo moderno y del capitalismo la conexión
conocimiento-producción tuvo cierto carácter espontáneo pero luego fue
asumida mayormente por el Estado, con mayor o menor éxito. Desde hace
un tiempo las grandes empresas tomaron también esta función (13) al
decidirse a contar con sus propios laboratorios de I y D. El Estado actual no
puede asumir sólo esta responsabilidad por sus propias crisis y por su nuevo
diseño, pero también por la complejidad de la actividad innovadora. Límites
similares, amén de su específico carácter parcial, indican que no se puede
dejar dicho proceso en manos de la industria privada.
De aquí se desprende el carácter político (público-social) que tiene un
SNI, lo que requiere que el mismo cuente con una importante cultura de la
concertación a la que conviene considerar como un paso adelante del
consenso. El consenso define las grandes líneas en que una sociedad
pretende desenvolverse, la concertación permite, a su vez, concretar esas
aspiraciones. Un SNI en la medida en que es más una realidad dada -que
puede ser conscientemente desarrollada- que un deber ser y en cuanto se
dirige a resultados, necesita trabajar y producir en red, por eso la cultura de
la concertación le es ínsita, o sea que sin ella no hay sistema.
La efectiva movilidad interna de un SNI se apoya en una actitud y una
actividad fundamental: el aprendizaje . Su localización no se da sólo en la

3
estructura de la educación formal sino que sale -y entra- de ella así como se
instala fuertemente en el mismo proceso productivo y político, por eso se lo
concibe interactivo. Esto quiere decir que el aprendizaje no sólo baja sino
que también sube y se desplaza horizontalmente. Un SNI es un sistema que
aprende y que tiene la atención dirigida principalmente hacia la incorporación
permanente de información y conocimiento.
Otra actitud crítica para el SNI es contar con una adecuada cultura
emprendedora. Por ésta se entiende la capacidad que puede tener una
sociedad para generar iniciativas económicas por cuenta propia. Pero, en
verdad, se trata no sólo de lo económico-empresarial sino incluso de lo
institucional y de la actividad creadora en general. Un pueblo que es capaz
de liberar sus energías organizativas y creativas es un pueblo que confía en
sí mismo. De aquí la importancia de la autoestima individual y colectiva. En
el mundo actual, la propaganda política que muchas veces es demagógica y
la comercial, que activa en exceso el hedonismo, colaboran en degradar la
autoestima en autocomplacencia. La autoestima supone no renunciar al
acceso a la dignidad y, por lo tanto, a contarse a sí mismo como valioso; la
autocomplacencia, por el contrario, radica en justificar por impedimentos
ciertos o ficticios la obtención de resultados por caminos indignos o la simple
renuncia a obtenerlos por los medios que sean. Esto es decisivo porque la
innovación supone el intento de hacer las cosas mejor en el marco de
intentar la realización individual y colectiva en la vida, por eso la actividad
innovadora es mejora continua en un sentido material y espiritual.
Un aspecto que no suele tener un tratamiento adecuado quizá, como
señalan Hall-Castells, por su carácter “esquivo”, es la noción de ambiente .
Sin embargo, difícilmente pueda darse un proceso de innovación sin contar
con dicha condición. Para Hall-Castells un ambiente o medio innovador es
justamente: “un sistema de estructuras sociales, institucionales,
organizativas, económicas y territoriales que crean las condiciones para una
generación continua de sinergias” (14). A su vez, Benko-Lipietz (15)
destacan en su análisis de los distritos industriales que éstos cuentan con
una atmósfera especial. Un distrito industrial (16) es en esencia un conjunto
de empresas de un mismo sector enlazadas por distintas actividades de
colaboración y que, además, interactúa con un conjunto institucional más
amplio. Un distrito industrial puede ser definido, por lo tanto, en los términos
de un SI, pero no vale la inversa dado que éste pretende contener una
mayor diversidad institucional. Pero ambos, el distrito industrial y el SI deben
contar con un ambiente especial que, incluso, suele darles su identidad. Esto
que, según palabras de Alfred Marshall, padre de la noción de distrito
industrial, está en el aire, no es fácil de definir. Veamos lo que dice el propio
Marshall: “En consecuencia, cuando una industria elige para sí misma una
localización, es probable que permanezca allí mucho tiempo. Muchas son
las ventajas que consiguen de sus vecinos aquellos que se dedican a una
especialidad productiva. Los misterios de la industria dejan de ser misterios,
es como si estuvieran en el aire y los niños aprenden de ellos
inconscientemente. Un buen trabajo es adecuadamente apreciado y
prontamente se discuten los méritos de los inventos y las mejoras en
equipamiento, procesos y organización de las empresas. Si un hombre inicia
una nueva idea es tomada por otros y combinada con sugerencia propias

4
convirtiéndose en fuente de nuevas ideas” (17). Este texto, publicado por
primera vez en 1890, contiene los elementos culturales centrales que
determinan no sólo a un distrito industrial sino también a un SI.
El nexo economía-cultura se concreta en un territorio determinado, de
aquí que la conciencia de un específico asentamiento territorial es otro de los
rasgos definitorios de un SNI. Lundvall, en tal sentido, hace una observación
que no puede ser pasada por alto: la globalización ha hecho que todos los
países quedasen chicos. Esto es falso porque entre los países hoy existen
diferencias de poder muy grandes y, por ende, diferentes capacidades para
participar en las corrientes globales del poder. Pero también se dice la
verdad en la medida en que, en la actualidad, el poder conforma un frente
móvil que ha debilitado sus tradicionales lazos territoriales. Por eso dice
Castells que la globalización ha creado dos espacios: el espacio de los flujos
y el espacio del lugar. Vale detenerse en este punto. En La ciudad
informacional dice Castells: "En el centro de esa transformación está la
aparición de lo que denomino espacio de los flujos, como forma de
articulación espacial del poder y la riqueza en nuestro mundo. El espacio de
los flujos conecta a través del globo, flujos de capitales, gestión de
multinacionales, imágenes audiovisuales, informaciones estratégicas,
programas tecnológicos, tráfico de drogas, modas culturales y miembros de
una elite cosmopolita que gira, gira, crecientemente despegada de cualquier
referente cultural o nacional. La abstracción a-histórica del espacio de los
flujos es el nuevo sistema de organización material de nuestras sociedades,
un nuevo universo en que los controles sociales disminuyen, los poderes
políticos tradicionales pierden capacidad de acción, y los diseños
arquitectónicos juegan al rompecabezas postmoderno con formas
variopintas, mezcladas al azar en el torbellino del fin de la historia.
Junto o frente o al lado del espacio de los flujos, persiste el espacio de
los lugares en el que se construye y practica la experiencia, el espacio de la
vida cotidiana de la gran mayoría de las personas. Ese espacio es cada vez
más local, más territorial, más apegado a la identidad propia, como vecinos,
como miembros de una cultura, de una etnia, de una nación. El espacio de la
identidad es cada vez más local, al tiempo que el espacio de la función es
cada vez más global. La creciente distancia, social y cultural, entre ambas
lógicas espaciales es una fractura amenazante para sociedades como las
nuestras en plena travesía de tiempos difíciles." (18)
Por eso una de las misiones críticas de un SNI es jugar el papel de
mediación entre los espacios que señala Castells. Esta tensión que
amenaza ser fractura entre lo global y lo local dice mucho de los aspectos
alienantes de nuestra civilización. Atemperar esa escisión latente es crítico y
decisivo. Por eso los SNI deben ser abiertos hacia afuera y hacia adentro,
flexibles pero, al mismo tiempo, contar con una identidad política y cultural.
Existe, en la actualidad, una nueva geografía económica (19) que pretende
concebir en términos ambientales, territoriales, económicos, políticos y
sociales dichas tensiones y mediaciones. Un SNI trata, justamente, de
acoplar localización territorial y perfomance económica, nexo que se ha
tornado crítico en la globalización.
Por último, caben algunas referencias al caso argentino, expuesto por
Jorge Katz y Néstor Bercovich en la obra de Nelson (20). Allí los autores

5
concluyen que en la Argentina aún se está lejos de contar con un SNI
maduro. Sin embargo, también es cierto que en los últimos años se han
dado algunas señales positivas de mejora de nuestro SNI. Entre ellas cabe
mencionar:
Un nuevo encuadre jurídico otorgado por la ley de innovación y
modernización tecnológica, la ley federal de educación y la ley de educación
superior.
La creación de nuevas instituciones como el Servicio Geológico
Minero Argentino, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, la
Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, el Gabinete Científico y
Tecnológico, el Fondo Tecnológico Argentino, el Instituto de Desarrollo
Empresario Bonaerense, etc.
La creación de nuevas universidades con mayores posiblidades e
interés institucional para involucrarse en un SNI.
También la participación generalizada y creciente de las
universidades públicas y privadas como animadoras estratégicas del SNI.
La existencia de un Plan Nacional Plurianual de Ciencia y Tecnología
1999-2001 que, a su vez, incorpora el enfoque de un SNI (21)
La creación de la Asociación de Incubadoras, Parques y Polos
Tecnológicos, la Federación Bonaerense de Parques Científicos y
Tecnológicos, la creciente proliferación de Parques Industriales, públicos y
privados.
Luego de la apertura y la estabilidad existe, en el ambiente político e
institucional, una idea más precisa acerca de la necesidad de implementar
más y mejores políticas públicas activas en áreas conexas al SNI.
Un, todavía insuficiente, mayor interés –y necesidad- del sector
empresario, sobre todo en las Pymes, de incorporar conocimiento a los
procesos productivos e involucrarse en procesos de innovación.
En cuanto al aspecto tecnológico en sí se ha dado el hecho de que en
los últimos años la Argentina ha importado 25.000 millones de dólares en
bienes de capital. Esto significa una fuerte inyección de tecnología al sector
productivo, hecha por fuera del sistema científico tecnológico. Todavía
nuestro sistema científico tecnológico y universitario es fordista, o sea,
pretende que la demanda sea satisfecha desde la oferta. Falta hacer una
importante reingeniería en los productos en sí y en la manera en que se
determina el modo de elegir y de ofrecer lo que se hace en ciencia,
tecnología y educación superior. Este paso que se está dando, aunque aún
muy lentamente, es fundamental para contar con un auténtico SNI. Otros
actores fundamentales de un SNI como el sector financiero, los gobiernos
locales y las organizaciones empresariales aún están lejos de contar con
una dinámica acorde a los actuales modos de producción.
El capitalismo, es cierto, ha revisado y actualizado de manera
formidable su estructura organizativa, pero no por eso ha abandonado sus
rasgos históricos. Schumpeter (22) ha señalado uno en particular: el
capitalismo crea a partir de la destrucción. Esto quiere decir que la riqueza y
la prosperidad tienen un precio que en este sistema suele ser excesivo.

6
Sobre todo porque el capitalismo absorbe una energía gigantesca que puede
agotar la vida porque reconduce la obra sólo hacia el trabajo.
Como obra del espíritu todavía el capitalismo merece ser estudiado.
Aún resta un debate más serio en la ciencia económica acerca, p.e., del rol
del mercado como sistema de producción y de distribución. Braudel (23), en
este sentido, ha hecho un aporte muy significativo al poner en evidencia la
diferencia –y aún la contraposición- histórica entre capitalismo y mercado. La
ideología de la mano invisible forjada por Adam Smith (24) no puede
sostenerse ya luego de la obra de Chandler (25). Pensar y conocer estos
fenómenos no sólo forman parte de la actividad académica, sino de la
necesidad que tienen nuestros pueblos de pensarse a sí mismos a partir aun
de sus realidades materiales más inmediatas. Por eso un SNI no debe
concebirse desde quienes lo piensan como un producto para otros, para
quienes llevan, p.e., la responsabilidad de construir la vida material, sino que
debe ser asumido, ante todo, como realidad organizada por la política, el
Estado y los que detentan el conocimiento punto central de la lucha por el
poder en el mundo contemporáneo.

Notas:

1. Ver la bibliografía
2. Lundvall (1992) p. xii
3. Puede verse, p.e., la propia exposición de dicha ortodoxia en Nelson-
Winter (1982) pp. 195ss.
4. Nelson (1993) pp. 10-15
5. Bertalanffy (1976) p. 56
Heidegger (1990) p. 32
Braudel (1979) T. 3 pp. 49ss
Tomamos la imagen de Atlan (1990) particularmente Primera parte
Desórdenes y organización. Complejidad por el ruido pp. 13-138
Bergquist (1994)
10. Lundvall (1992) p. 2
11. Las propuestas de Jorge Sábato se inscriben naturalmente en el
concepto de SNI: “Enfocada como un proceso político consciente, la acción
de insertar la ciencia y la tecnología en la trama misma del desarrollo
significa saber dónde y cómo innovar. La experiencia histórica demuestra
que este proceso político constituye el resultado de la acción múltiple y
coordinada de tres elementos fundamentales en el desarrollo de la
sociedades contemporáneas: el gobierno, la estructura productiva y la
infraestructura científico-tecnológica. Podemos imaginar que entre estos
tres elementos se establece un sistema de relaciones que se representaría

7
por la figura geométrica de un triángulo en donde cada uno de ellos
ocuparía los vértices respectivos”
12. Mejora continua es una práctica de los procesos de calidad. Ver, p.e., la
versión japonesa en Ohno (1993)
13. Ver Freeman (1997) y su capítulo 9 en el libro de Lundvall (1992)
14. Castells-Hall (1994) p. 30
15. Benko-Lipietz (1994) p. 22
16. Saba (1997) cap. 7; Benko-Lipietz (1994), especialmente cap. 2
Giacomo Becattini El distrito marshaliano: un noción socioeconómica p.
39ss. De gran valor para este tema y otros conexos es la obra de Piore-
Sabel (1990)
17. Marshall (1961) vol. 1 p. 271
18. Castells (1995) p. 18
19. Maskell (1998) p. 1
20. Nelson (1993) pp. 451-475
21. Gabinete (1998) p. 15 y p. 106
22. Schumpeter (1983) p. 120s: “La apertura de nuevos mercados,
extranjeros o nacionales, y el desarrollo de la organización de la
producción, desde el taller de artesanía y la manufactura hasta los
concerns, tales como los del acero de los Estados Unidos (U. S. Steel),
ilustran el mismo proceso de mutación industrial –si se me permite usar
esta expresión biológica- que revoluciona incesantemente la estructura
económica desde dentro, destruyendo ininterrumpidamente lo antiguo y
creando continuamente elementos nuevos. Este proceso de destrucción
creadora constituye el dato de hecho esencial del capitalismo. En ella
consiste en definitiva el capitalismo y toda empresa capitalista tiene que
amoldarse a ella para vivir.”
23. Veamos las propias palabras de Braudel t.2 p. 264s: “Estoy plenamente
de acuerdo tanto con Galbraith como con Lenin, a diferencia, pequeña sin
embargo, de que la distinción sectorial entre lo que yo llamo “economía” (o
economía de mercado) y “capitalismo” no me parece un rasgo nuevo, sino
una constante de Europa desde la Edad Media. Con otra diferencia,
pequeña también, de que es preciso añadir al modelo preindustrial un
tercer sector -planta baja de la no-economía, especie de humus donde el
mercado hunde sus raíces, pero sin hacer presa en su masa. Esta planta
baja sigue siendo enorme. Por encima de ella, la zona por excelencia de la
economía de mercado multiplica los lazos horizontalmente entre los
distintos mercados; cierto automatismo enlaza oferta ordinaria, demanda y
precios. En fin, al lado o mejor encima de este mantel, la zona del contra-
mercado es el reino de la confusión y del derecho del más fuerte. Es ahí
donde se sitúa por excelencia el dominio del capitalismo –ayer como hoy,
antes como después de la Revolución Industrial.”
24. Smith (1981) vol 1 p. 456

8
25. Chandler, historiador de la gran empresa moderna, profesor de
economía de Harvard explica así la tesis que desarrolla con una
documentación formidable en su libro La mano visible (1987) publicado por
primera vez en 1977: “La tesis planteada aquí es que la empresa moderna
reemplazó a los mecanismos de mercado en la coordinación de las
actividades de la economía y en la asignación de sus recursos. En mucho
sectores, la mano visible de la dirección sustituyó a lo que Adam Smith
denominó la mano invisible de las fuerzas de mercado. El mercado
continuó siendo el generador de la demanda de bienes y servicios, pero la
empresa asumió las funciones de coordinar el flujo de mercancías a través
de los procesos de producción y de distribución existentes y de asignar el
capital y las mano de obra para la producción y la distribución futuras.”

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10

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