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Enc.”Familiaris Consortio”
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Enc.”familiaris Consortio”
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Enc.”Familiaris Consortio”
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Javier Diego Jara
convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana. Al hacerse
padres, los esposos reciben de Dios el don de una nueva responsabilidad.
Sin embargo, no se debe olvidar que incluso cuando la procreación no es posible, no por esto
pierde su valor la vida conyugal. 4
En el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales
-relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad- mediante las cuales toda
persona humana queda introducida en la "familia humana" y en la "familia de Dios", que es la
Iglesia.
El matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia. El matrimonio cristiano, partícipe de la
eficacia salvífica de este acontecimiento, constituye el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo
la inserción de la persona humana en la gran familia de la Iglesia.
La Iglesia encuentra así en la familia, nacida del sacramento, su cuna y el lugar donde puede
actuar la propia inserción en las generaciones humanas, y éstas, a su vez, en la Iglesia.”5
todavía más profundos y ricos del espíritu: el amor que anima las relaciones interpersonales de los
diversos miembros de la familia, constituye la fuerza interior que plasma y vivifica la comunión y
la comunidad familiar.
Todos los miembros de la familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la
responsabilidad de construir, día a día, la comunión de las personas, haciendo de la familia una
"escuela de humanidad más completa y más rica”. En esto se verán facilitados si los padres
ejercen su autoridad irrenunciable como un verdadero y propio "ministerio", esto es, como un
servicio ordenado al bien humano y cristiano de los hijos, y ordenado en particular a hacerles
adquirir una libertad verdaderamente responsable, y también si los padres mantienen viva la
conciencia del "don" que continuamente reciben de los hijos.
Exige, en efecto, una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a
la tolerancia, al perdón, a la reconciliación. Ninguna familia ignora que el egoísmo, el desacuerdo,
las tensiones, los conflictos atacan con violencia ya veces hieren mortalmente la propia comunión:
de aquí las múltiples y variadas forman de división en la vida familiar.
Pero al mismo tiempo, cada familia está llamada por el Dios de la paz a hacer la experiencia
gozosa y renovadora de la "reconciliación”9
La familia, en cuanto es y debe ser siempre comunión y comunidad de personas, encuentra en
el amor la fuente y estímulo incesante para acoger, respetar y promover a cada uno de sus
miembros en a altísima dignidad de personas, esto es, de imágenes vivientes de Dios. De la mujer
hay que resaltar, ante todo, la igual dignidad y responsabilidad respecto al hombre; tal igualdad
encuentra una forma singular de realización en la donación de uno mismo al otro y de ambos a los
hijos, donación propia del matrimonio y de la familia. Lo que la misma razón humana intuye y
reconoce, es revelado en plenitud por la Palabra de Dios.
Creando al hombre "varón y mujer", Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a
la mujer, enriqueciéndolos con los derechos inalienables y con las responsabilidades que son
propias de la persona humana.10
No hay duda de que la igual dignidad y responsabilidad del hombre y de la mujer justifican
plenamente el acceso de la mujer a las funciones públicas. Por otra parte, la verdadera promoción
de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna y
familiar respecto a las demás funciones públicas y a las otras profesiones. Se debe superar además
la mentalidad según la cual el honor de la mujer deriva más del trabajo exterior que de la
actividad familiar. Pero esto exige que los hombres estimen y amen verdaderamente a la mujer
con todo el respeto de su dignidad personal, y que la sociedad cree y desarrolle las condiciones
adecuadas para el trabajo doméstico.
Es evidente sin embargo que todo esto no significa para la mujer la renuncia a su feminidad ni
la imitación del carácter masculino, sino la plenitud de la verdadera humanidad femenina, tal
como debe expresarse en su comportamiento, tanto en familia como fuera de ella, sin descuidar
por otra parte en este campo la variedad de costumbres y culturas.11
Desgraciadamente el mensaje cristiano sobre la dignidad de la mujer halla oposición en la
persistente mentalidad que considera al ser humano no como persona, sino como cosa, como
objeto de compraventa, al servicio del interés egoísta y del solo placer; la primera víctima de tal
mentalidad es la mujer.
Esta mentalidad produce frutos muy amargos, como el desprecio del hombre y de la mujer, la
esclavitud, la opresión de los débiles, la pornografía, la prostitución -tanto más cuando es
organizada- y todas las diferentes discriminaciones que se encuentran en el ámbito de la
educación, de la profesión, de la retribución del trabajo, etc.
Además, todavía hoy, en gran parte de nuestra sociedad permanecen muchas formas de
discriminación humillantes que afectan y ofenden a las esposas que no tienen hijos, las viudas, las
separadas, las divorciadas, las madres solteras.
Por lo tanto, pido que por parte de todos se desarrolle una acción pastoral específica más
enérgica e incisiva, a fin de que estas situaciones sean vencidas definitivamente12.
Dentro de la comunión-comunidad conyugal y familiar, el hombre está llamado a vivir su don
y su función de esposo y padre.
La ve en la esposa la realización del designio de Dios: "No es bueno que el hombre esté solo.
Voy a hacerle una ayuda adecuada",
El auténtico amor conyugal supone y exige que el hombre tenga profundo respeto por la igual
dignidad de la mujer. El hombre debe vivir con la esposa "un tipo muy especial de amistad
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Enc.”Familiaris Consortio”.
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Enc.”Familiaris Consortio”
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Enc.”Familiaris Consortio”
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Enc. “Familiaris Consortio”
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Javier Diego Jara
personal". El cristiano además está llamado a desarrollar una actitud de amor nuevo, manifestando
hacia la propia mujer la caridad delicada y fuerte que Cristo tiene a la Iglesia.
Las condiciones sociales y culturales inducen fácilmente al padre a un cierto desinterés respecto
de la familia o bien a una presencia menor en la acción educativa, es necesario esforzarse para que
se recupere socialmente la convicción de que el puesto y la función del padre en y por la familia
son de una importancia única e insustituible.
Como la experiencia enseña, la ausencia del padre provoca desequilibrios psicológicos y
morales, además de dificultades notables en las relaciones familiares, como también, en
circunstancias opuestas, la presencia opresiva del padre, especialmente donde todavía rige el
fenómeno del "machismo", o sea, la superioridad abusiva de las prerrogativas masculinas que
humillan a la mujer e inhiben el desarrollo de sanas relaciones familiares.13
En la familia, comunidad de personas, debe reservarse una atención especialísima al niño,
desarrollando una profunda estima por su dignidad personal, así como un gran respeto y un
generoso servicio a sus derechos. Esto vale respecto a todo niño, pero advierte una urgencia
singular cuando el niño es pequeño y necesita de todo, está enfermo, delicado o es minusválido.
Procurando y teniendo un cuidado tierno y profundo para cada niño que viene a este mundo, la
Iglesia cumple una misión fundamental
La acogida, el amor, la estima, el servicio múltiple y unitario -material, afectivo, educativo,
espiritual- a cada niño que viene a este mundo, deberá constituir siempre una nota distintiva e
irrenunciable de los cristianos, especialmente de las familias cristianas; así el niño, a la vez que
crecen "en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres", serán una preciosa
ayuda para la edificación de la comunidad familiar y para la misma santificación de los padres14.
Hay culturas que manifiestan una singular veneración y un gran amor por el anciano; lejos de
ser apartado de la familia o de ser soportado como un peso inútil, el anciano permanece inserido
en la vida familiar, sigue tomando parte activa y responsable -aun debiendo respetar la autonomía
de la nueva familia- y sobre todo desarrolla la preciosa misión de testigo del pasado e inspirado de
sabiduría para los jóvenes y para el futuro.
Otras culturas, en cambio, especialmente como consecuencia de un desordenado desarrollo
industrial y urbanístico, han llevado y siguen llevando a los ancianos a formas inaceptables de
marginación, que son fuente a la vez de agudos sufrimientos para ellos mismos y de
empobrecimiento espiritual para tantas familias.
Es necesario que la acción pastoral de la Iglesia estimule a todos a descubrir y a
valorar los cometidos de los ancianos en la comunidad civil y eclesial, y en
particular en la familia15.
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Enc. “Familiaris Consortio”
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Enc. “Familiaris consortio”
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Enc. “Familiaris Consortio”
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Art.48 Enc.”Gaudium et Spes”.
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“ Casti connubii”, citado según doctrina pontificia III, BAC 178,p.-630 n.23 Madrid 1959.
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LACROIX, siguiendo a Hegel, piensa que “el matrimonio se halla espiritualmente más allá de la
esfera contractual, aún cuando la presupone” (J. Lacroix, La familie et le mouvement des idees
aujourd’hui, París 1958, pag. 176).
El contrato matrimonial es indispensable para que se realice el matrimonio, pero el contrato
exterior carece de sentido sin el “si” conciente a todo lo que en su esencia significan el amor y la
familia. Lo esencial es el amor.
Mientras que en el tipo moderno de familia pequeña (matrimonio con sus hijos) se destaca
claramente la comunidad conyugal como núcleo de la comunidad de vida y amor de la familia, en
el tipo de familia grande, la elección del consorte se basaba principalmente en los integrantes de la
familia en conjunto y esta consideración era generalmente aceptada por los jóvenes.
La familia pequeña es la familia de un matrimonio, es decir, la que consiste en un matrimonio
con o sin hijos.
La familia grande es el tipo de familia en la que conviven diversas generaciones, incluyendo
generalmente varios matrimonios con sus hijos respectivos con relegación de la relación sexual-
erótica de los esposos a un segundo plano ante la comunidad de amor y de vida de todos los
componentes de la familia.
Esta forma de vida (amor entre todos los miembros de la familia y solidaridad total) de la
familia, se manifiesta en las diversas funciones y en cada uno de los miembros de ella. No pasan
inadvertidos los cambios que ha experimentado el modo de traducirse la comunidad de amor en
las funciones de la comunidad de vida.
La importancia de la función religiosa de la familia en cuanto poder integrador difícilmente
podría exagerarse; descubre ante Dios el más profundo misterio de la comunidad de amor. Si se
despierta en la familia el profundo conocimiento de su función religiosa, se infundirá nueva vida a
las funciones persistentes de las que pueden desaparecer en un mundo secularizado.
Entendiendo que la comunidad de mesa como la reunión familiar en torno a la mesa a las horas
de las comidas es manifestación de comunidad y unión, las dificultades que la entorpecen estarán
dadas por la moderna división del trabajo que impide que los integrantes de la familia coincidan
en la comunidad de mesa.
En la educación y formación la tarea esencial de la familia e insustituible comunidad de amor,
se vio dificultada por el desarrollo de las modernas instituciones de educación y formación que
aparejó que la familia solamente en una restringida área pueda dar a los niños los conocimientos y
la educación necesarios.
El estado moderno ha asumido, restándoselo a la familia, una importante parte de la función
protectora mediante el derecho, la Policía y la justicia, encargada de mantener el orden en el
interior del país, mientras que el ejército lo defiende de enemigos exteriores; así también la
familia vela por la vida y el honor de sus miembros. Ella es la que pide ayuda a instancias más
elevadas cuando no son suficientes sus fuerzas para la misión de protección.
También en la asistencia medica se ha producido una fructífera división del trabajo como
resultado de la diferenciación de la sociedad y el perfeccionamiento de las ciencias. El médico, la
enfermera y el hospital moderno, juntamente con la función tutelar y previsora del estado, ayudan
a la familia. No obstante, queda un amplio campo de acción para los cuidados del amor maternal y
la asistencia al enfermo por la familia.
Las profundas modificaciones que se han producido en la sociedad moderna han afectado
también a la función económica de la familia, especialmente con la división del trabajo en la
industria.
En una gran mayoría de familias, no existe ya una comunidad de trabajo o de producción. En
general, el individuo ya no trabaja en su casa ni en una empresa propiedad de la familia. Sin
embargo la función económica de la familia continúa siendo muy importante para la propia
familia y para la economía de la sociedad. La solidaridad económica de la familia puede y debe
ser hoy, como en otros tiempos, expresión de la solidaridad moral.
En las familias absorbidas por consideraciones económicas puede suceder que el deseo de que
prosperen los hijos, de que alcancen una buena posición económica y un nivel elevado en la
sociedad conduzca a una antinatural restricción de la natalidad.
Un importante resultado de las investigaciones de H. SCHELSKY fue el hallazgo de una
relación mutua entre la concentración de la energía de la familia en el mejoramiento social y
económico y el debilitamiento de los valores interiores en la vida familiar. Cuanto más
unilateralmente se concentra el interés de la familia en las cuestiones económicas, menos energía
le quedan para desarrollarse como comunidad de amor.
UNIDAD E INDISOLUBILIDAD
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Javier Diego Jara
La poligamia es propia del pueblo musulmán, pueden tener hasta cuatro esposas, pero no más,
así lo establece el Corán.
El caso más frecuente es el de la poligamia por razones de procreación motivada por la falta de
descendencia a causa de la esterilidad de la mujer, también se da por razones de tipo económico y
social.
La poliandra nace en la India y va unida a la Leyenda de Mahabharata y consiste en que la
mujer tiene varios maridos. La leyenda cuenta que la hija de Rey Drona tuvo cinco maridos. La
más frecuente es la poliandra fraternal, donde la mujer está casada con cuatro hermanos, y el otro
tipo, por indigencia, varios hombres se ponen de acuerdo para poseer a una sola mujer, esto ocurre
debido a la escasez de éstas o por factores económicos que hace que el hombre no pueda disponer
individualmente de una esposa, o debido a su ausencia prolongada, entonces se ve obligado a
cuidarla por este sistema, la poliandra regia. En Madagascar había reinas que podían tener varios
maridos, ocasionalmente lo hacían por razones de esterilidad.
El hecho que hace presentir a la monogamia como forma natural del matrimonio es que desde
los 15 años hasta los 35, la naturaleza procura mantener la igualdad numérica de los sexos, como
pidiendo el emparejamiento de uno con otro.
Las razones por las cuales se dice que la poligamia es la mejor forma de unión a comparación
de las demás, responde a razones de orden económico ya que es más costoso mantener un número
mayor de esposas, o por razones sociales, ya que se evitan los múltiples problemas que conlleva
la vida con varias nupcias y por la experiencia de saber que la mejor unión es la de un hombre con
una mujer, con lo cual estos argumentos carecerían de toda validez hoy en día.
La poliginia atenta contra la comunidad de vida, la mutua ayuda y la igualdad esencial entre el
hombre y la mujer, impidiendo la plena comunidad de unión entre los cónyuges; la poliandra
atenta contra los derechos de la persona, en cuanto al hombre merma la posibilidad de satisfacción
normal de su instinto, en cuanto a la exclusividad de su amor, celos, ser jefe de su hogar y su
familia. Por lo que respecta a derecho de la mujer poniéndola en peligro de esterilidad,
considerándola un objeto de placer a disposición de varios hombres desviando su dignidad. Y
frente a los hijos siendo varios los esposos queda incierto cuál es el verdadero padre.
Por eso decimos y creemos que la monogamia es la mejor y más perfecta unión, porque respeta
en todos los aspectos tanto al hombre como a la mujer, para su más pleno desarrollo y dignidad en
el matrimonio.
Muchas veces en los matrimonios mal constituidos se presenta un gran enemigo del hombre
que es el Divorcio. En primer lugar las Doctrinas Liberales que consideran como hecho supremo
la libertad del hombre, también podemos encontrar la industrialización, el divorcio introducido en
la legislación, la relajación de los vínculos religiosos y la defectuosa preparación con que se ve el
matrimonio. Pío XI expone: “la naturaleza del matrimonio está totalmente fuera de los límites
de la libertad del hombre, de tal suerte que si alguien ha contraído matrimonio se halla sujeto a sus
leyes y propiedades esenciales”18
Con respecto a los hijos tienen derecho a un hogar normalmente constituido. Así el divorcio
destruye el hogar, luego debe ser rechazado ya que los hijos son tan importantes y son parte de la
sociedad conyugal, por lo tanto el divorcio sería la privación a los hijos de derechos esenciales
que les son debidos.
El divorcio atento contra la estabilidad de la familia al no poderse mantener dentro de los
límites fijados.
Pío XI reafirma la postura católica ” que el hombre no separe lo que Dios ha unido”, ley que
no pueden desconocer ni los decretos de los hombres ni las convenciones de los pueblos ni la
voluntad de ningún legislador.
Pío XI al respecto dice que “es la Unidad del vínculo conyugal, una verdad impresa con el
sello de la indisolubilidad”. Es ciertamente un vínculo al cual se inclina la naturaleza del hombre,
pero así como ellos mismos la pueden contraer asimismo no la pueden disolver.
El magisterio de la Iglesia considera que ésta es por derecho natural una propiedad de todo
matrimonio, es decir, no sólo del matrimonio cristiano. Además considera que ninguna autoridad
civil tiene potestad para disolver este vínculo.
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Encíclica “Casti Connubii”
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Art. 50 “Gaudium et Spes”
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Javier Diego Jara
Paternidad Responsable
Los hijos marcan el aspecto material y espiritual en la convivencia, y en la vida de los padres.
Actitudes diversas ante la paternidad: Por lo general los matrimonios desean tener más de un
hijo, en él los padres ven su plenitud como hombre y mujer, el perfeccionamiento de su amor y
sus sueños realizados.
Un niño cuando llega al hogar, presenta características muchas veces que no son las más
preferibles, como noches de desvelo, gastos, etc. El hijo único suele convertirse en un adulto
pequeño, también suele hacerse egocéntrico por el cariño y excesivo cuidado que recibe de sus
padres en forma exclusiva. Este carece de hermanos, que lo ayuden, le enseñen o él pueda
enseñar, o que lo acompañen en caso de alguna desgracia que pueda ocurrirle a sus padres,
también en cuanto juegos, diversiones, etc. Muchas veces por sentir que todo es para uno solo,
creemos que nos evitamos el mal momento de los celos, de los resentimientos, pero no valoramos
que en definitiva nos perdemos del amor y afecto que nos podrían dar otros hijos que hoy
agradecemos que no estén.
En cuanto al desenvolvimiento en el mundo y la educación puede ocurrir que la inserción en el
sea mas costosa que para los demás niños.
Desde el punto de vista de los padres, también este tema de tener un sólo hijo puede
perjudicarlos a lo largo de la vida, como ser el caso de quedarse solos en la ancianidad por algún
infortunio, o que ese hijo haya formado familia y se marche a otro lugar y todo esto ocurre en
parte por su egoísmo de tener un solo hijo.
Así como está mal que se tenga un solo hijo también lo es en cuanto a una familia numerosa
por dejar el instinto librado a la suerte. Una cosa es tener hijos por falta de educación, por no
valorar realmente la vida que viene al mundo, es decir, sólo por instinto, y otra son aquellas
familias que lo hacen sólo porque sí y luego los abandonan. Además existen obligaciones que
muchas veces se traducen en problemas como alimentos, vestimenta, vivienda, útiles escolares,
son gastos que no sabemos cómo vamos a poder solventar.
A todo esto podemos decir que quien tiene verdadera responsabilidad paternal, debe tener en
cuenta además de las razones anteriores, el principio de dar a Dios y a la Iglesia sus hijos.
Una mujer puede tener cuantos hijos quiera siempre y cuando no afecte su estado de salud, en
este caso sí se permitiría tomar ciertos recaudos y no llegar a la familia numerosa.
Como conclusión de todo lo expuesto puede decir que no es bueno ni un extremo ni el otro, lo
ideal sería tener una familia mediana de tres a cinco hijos aproximadamente, para así poder dar a
todos lo justo y necesario, una buena educación y sobretodo una familia íntegra y equilibrada.
El término paternidad responsable lo empleó por primera vez el Papa Pablo VI en la
Encíclica “Humanae Vitae”.
Esta característica se apoya principalmente en el respeto por el proceso biológico que tengan
el hombre y la mujer de uno hacia el otro; dominio por la pasión y la voluntad; prudencia en la
concepción; aceptación profunda del orden moral establecido por Dios y por el Magisterio de la
Iglesia; reconocimiento de las obligaciones para con Dios.
Pablo VI indica la complejidad que muchas veces se presenta, como el rápido desarrollo
demográfico, nuevas condiciones de trabajo, el valor del amor conyugal en el matrimonio y el
progreso de las fuerzas de la naturaleza que se extiende al hombre y a su vida.
Métodos naturales para ejercer la paternidad responsable:
El hombre no tiene un dominio absoluto sobre su cuerpo, sino que tiene límites morales para
ejercerlo. Este pasa por Dios, por lo que nosotros aceptamos y cumplimos de él, esos principios
están en nuestro corazón, en la razón y a su vez enriquece nuestra conciencia moral. Por eso si
respetamos tal cual se debe el matrimonio, debemos traer hijos al mundo y continuar nuestra vida.
Existe una diferencia esencial entre el uso del matrimonio en los períodos infecundos y el uso
de medios artificiales. Por el primero los padres están ejerciendo justamente la paternidad
responsable porque respetan ese período con conciencia y por el segundo es el medio más
cómodo, fácil y cobarde en el que no se respeta la esencia misma del hombre que no está hecho
para cargar con estos tipos de métodos, entonces tanto en uno como en otro se valora el no
procrear sin sentido, pero en uno es más real y oportuno porque hay mucha más conciencia y es
para eso que somos hombres; En el otro se está rechazando nuestra naturaleza por medios
artificiales que traen aparejadas grandes complicaciones para un futuro.
4) CONCORDANCIA DEL AMOR HUMANO CON EL RESPETO A LA
VIDA.
El Estado no puede regular la natalidad, además la Iglesia lo reprueba. La intención de tener
hijos recae solo en los cónyuges, debe tomarse con criterio objetivo en cuanto a la naturaleza de la
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persona y sus actos. Dentro de estos actos que no concuerdan con el respeto a la vida son por
ejemplo el aborto y el infanticidio.20
La transmisión de la vida
Dios, con la creación del hombre y de la mujer a su imagen y semejanza, corono y lleva a
perfección la obra de sus manos; los llama a una especial participación en su amor y al mismo
tiempo en su poder de Creador y Padre, mediante su cooperación libre y responsable en la
transmisión del don de la vida humana. Así el cometido fundamental de la familia es el servicio a
la vida, el realizar a lo largo de la historia la bendición original del Creador, transmitiendo en la
generación la imagen divina de hombre a hombre.
La fecundidad es el fruto y el signo del amor conyugal, el testimonio vivo de la entrega plena y
recíproca de los esposos, no solo se reduce sin embargo a la sola procreación de los hijos, aunque
sea entendida en su dimensión específicamente humana: Sé amplio y se enriquece con todos los
frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los
hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia y al mundo21.
La doctrina de la Iglesia se encuentra hoy en una situación social y cultural que la hace a la vez
más difícil de comprender y más urgente e insustituible para promover el verdadero bien del
hombre y de la mujer.
En efecto, el progreso científico-técnico, que el hombre contemporáneo acrecienta
continuamente en su dominio sobre la naturaleza, no desarrolla solamente la esperanza de crear
una humanidad nueva y mejor, sino también una angustia cada vez más profunda ante el
futuro. Algunos piensan que son los únicos destinatarios de las ventajas de la técnica y excluyen
a los demás a los cuales imponen medios anticonceptivos o métodos aún peores. Otros todavía,
cautivos como son de la mentalidad consumista, acaban por no comprender, y por consiguiente
rechazar la riqueza espiritual de una nueva vida humana. La razón última de estas mentalidades es
la ausencia, en el corazón de los hombres, de Dios cuyo amor sólo es más fuerte que todos los
posibles miedos del mundo y los puede vencer.
La Iglesia está llamada a manifestar nuevamente a todos, con un convencimiento más claro y
firme, su voluntad de promover con todo medio y defender contra toda insidia la vida humana, en
cualquier condición o fase de desarrollo en que se encuentre.
Hay que repudiar tanto al aborto y rechazar como gravemente injusto el hecho de que, en las
relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté
condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado.22
5) Matrimonio y familia en el mundo de hoy.
Debido a las epidemias de divorcios, el amor libre, la poligamia y otras deformaciones de esta
sociedad la dignidad de la institucion matrimonial ya no brilla con el mismo esplendor en todas
partes, es mas el amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoismo y los usos
ilícitos contra la generación Las profundas transformaciones que ha sufrido manifiestan de
diferente manera la verdadera naturaleza de tal institución. 23
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Encíclica “Familiaris Consortio.”
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Encíclica “Familiaris Consortio”
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art.52 “Gaudium et Spes”
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de la misma, porque éste necesita de ella. Así, el Estado se beneficia a si mismo, tanto como la
familia.
El Estado deberá cumplir el rol de estructurador de la sociedad. “Necesita crear espacio para el
desarrollo de los organismos sociales (org. Intermedias) y necesita eliminar las formaciones
aberrantes.
La familia deberá ser lo suficientemente fuerte e interiormente rica para que junto al Estado
forme una verdadera patria. Siempre éste, no debe restringir el ámbito de la responsabilidad
familiar para no debilitar su fuerza de cohesión.
Aunque el estado tenga un cierto derecho de tutela sobre la familia, no bebe vulnerar la esfera
íntima del hogar necesaria para ésta. Si la familia atenta contra los derechos de alguno de los
miembros de ella, el Estado puede salir en su defensa. También el Estado, no puede establecer
impedimentos para el matrimonio cristiano, puesto que en sus aspectos esenciales, el matrimonio
sacramental esta sometido a la jurisdicción eclesiástica.
Por más que el estado quiera evitar una descendencia hereditariamente enferma, la prohibición
del matrimonio o el uso de cualquier otro medio, no son aconsejables. La elección de despertar o
no nuevas vidas es voluntarias, y si la Iglesia, médicos y consejeros matrimoniales, consiguen que
hombres y mujeres miren el matrimonio con un sentido de verdadera responsabilidad, serán
menos los intentos del Estado de introducir prohibiciones.
Según el autor el matrimonio civil obligatorio, tiene un carácter hostil contra la Iglesia; “como
un intento de disminuir la solemnidad del acto eclesiástico, al verse obligado a acudir antes a una
oficina del Estado”. Continúa diciendo que esta pérdida de solemnidad persigue la “laicización
del matrimonio y la familia, que implica necesariamente una debilitación de la estabilidad del
matrimonio”.
Con respecto a la regulación de los bienes matrimoniales, éste es quien los rige. A su vez, para
fomentar la estabilidad y unidad del matrimonio, el régimen de bienes no debe ser individualista.
Los bienes deben repartirse de manera igualitaria.
El estado no tiene el derecho de disolver el vínculo resultante de un casamiento válido, tanto
en matrimonios sacramentales como no sacramentales. Una posible solución es la que adopta
Portugal, donde el estado reconoce la Jurisdicción de los tribunales eclesiásticos en lo referente a
la validez o disolución de los matrimonios sacramentales; y para los no sacramentales, procura
limitar en lo posible el divorcio.
Ante la imposibilidad de suprimir legalmente del todo al divorcio, por lo menos el estado no
debe dar la impresión de que éste es moralmente permisible.
Respecto de la educación y el deber del Estado de asegurarla, el autor aclara que ante todo la
educación familiar es la base necesaria, de la que corresponde a la Iglesia y al Estado. A éste le
compete la responsabilidad de mantener un orden social y económico, que ofrezca a la familia
tiempo y oportunidad de realizar por sí misma la labor educativa que le incumbe. En cuanto a la
obligación de asistir a alguna clase de enseñanza religiosa a los hijos de padres sin religión, ésta
no existe, ya que la familia es la que decide.
Es importante aclarar que a partir de la Revolución Industrial, las familias cuanto más
numerosas, mayor era el perjuicio económico, a diferencia de la época anterior, donde las familias
formaban una comunidad productiva, donde la cantidad de mano de obra de la misma, era
importante. El estado lo que debería hacer directamente es, seguir una política tributaria,
favorable a las familias numerosas, como éstas son útiles para el porvenir de la economía, es justo
que éstas contribuya a sostenerlas.
HOGAR ABIERTO
Hogar abierto para recibir: el hogar es para que irradiemos a los demás el calor que tanto
necesitan, pecaríamos contra el amor si quedáramos recluidos en nosotros mismos.
Para nuestro hogar crear en su entorno esa atmósfera de generosidad y servicio hace nacer en
los demás una actitud semejante. En nuestros hijos influye en cuanto a comprender que se ha de
tener una actitud decente, de ayuda generosa y cristiana comprensión, para nosotros mismos al
relacionarnos con los demás nos descubrimos en aspectos totalmente nuevos.
Todo esto podemos entenderlo siempre y cuando aceptemos el matrimonio como servicio,
porque por encima de todo somos testigos del amor.
Si bien el hogar cristiano debe ser modelo de disponibilidad y espíritu acogedor, también se
entiende que en él se pueden dar situaciones de discordia, problemas a los cuales la familia
permanentemente por su preocupación debe buscar la constante bien de los demás; sobre todo en
los tiempos de hoy tan difíciles de sobrellevar y donde la familia está muy desvalorizada, por eso
mismo las familias han de ser abiertas y deben ser ejemplos de fraterna caridad.
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Javier Diego Jara
Uno de los principales enemigos del hogar es el egoísmo. Este egoísmo en el sentido de la
vergüenza, de la humildad, de nuestros hijos inquietos. Y otro egoísmo muy distinto es aquel en
donde la pareja prefiere disponer de tiempo para ellos y para sus hijos: como compartir un
momento de felicidad, descansos, comidas, pero todo esto no quita la posibilidad e integrar a
amigos, parientes lejanos y a todos ellos los debemos recibir con cariño y dándoles la oportunidad
de ser escuchados, al igual como lo haríamos con nuestra propia familia.
Muchas veces, pasado ya algún tiempo de convivencia, la vida de la pareja suele volverse
monótona y rutinaria, pero cuando hay verdadero amor, uno se da cuenta que sigue existiendo
mutuamente igual devoción, la misma dulzura y entrega de antes y de acuerdo a las diferentes
experiencias y acontecimientos a lo largo del matrimonio comprende que ese amor ha madurado.
Hogar abierto para dar.
El hogar abierto que es refugio para cuantos a él se acercan, estará asimismo abierto para
los que lo integran, quien no solo “recibirán” cordialmente, sino que también “prolongarán” su
acción fuera. El hogar debe ser sensible también al “llanto” del mundo y purificar su dicha
mediante el contacto con esas miserias. El hogar tiene que salir de sí mismo. Una espiritualidad
bien ordenada no puede ser ni conyugal ni familiar sola: tiene que ser además una espiritualidad
social (que incorpore al progreso interior al hambre y la sed de todas las criaturas.
La alegría de darse a los demás: La alegría del hogar –al decir de Francois PANTEC- “No es
una alegría que permanece en el corazón de los esposos como un tesoro enterrado, sino que se
manifiesta a la vista de todos. Se comunica a cuentos son testigos de ella y constituye un
llamamiento, una señal”28 . COTHEN dirá que “la primera condición a realizar para lograr un
matrimonio apóstol consiste en ser un matrimonio feliz”29, por consiguiente, la alegría de los
esposos cristianos es una verdadera gracia para toda la iglesia porque es un ejemplo viviente de
que el ideal del amor cristiano es posible (resultando aliciente para todos los que se esfuerzan por
acercarse a ese ideal) y porque es una demostración llana de la belleza y superioridad del concepto
cristiano del amor y del matrimonio. La demostración de los esposos de cuanto se aman servirá
para que muchos comiencen a comprender que quien se esconde detrás de esta alegría es aquel de
quien fue dicho “Dios es amor”. Sin saberlo, estos esposos se convierten en mensajeros del
evangelio solamente por el hecho de existir. Pío XII dijo que la iglesia necesita de “testigos que
con su vida entera hagan resplandecer el verdadero rostro de Cristo y de su iglesia ante los ojos
del mundo paganizado”.
Hogar evangélico: la familia cristiana debe ser una familia proyectada hacia los demás
dispuesta a prestar toda clase de servicios. A decir de Franz WEYERGANZ “una familia debe
abrirse al mundo y sobre el mundo en una doble corriente de generosidad”. La familia cristiana
que así lo entienda será para el mundo fuente de justicia, de paz, de alegría y de luz que hará
realidad las palabras del apóstol Pedro “el don que cada uno haya recibido, póngalo al servicio de
los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (Pr 4, 10. Así, todo
hogar cristiano ha de ser un hogar en el que se del apostolado (a través del tiempo y a través de las
actividades de los miembros del hogar) que podrán desarrollarse en común o por separado. En el
apostolado de los esposos, estos deberán mantenerse abiertos a nuevos movimientos e ideas que
vienen a renovar el cristianismo. Para que se del apostolado sea condición indispensable el amor a
Cristo, “el amor de Cristo nos une” (este es el secreto de todos los apóstoles, la medida de todos
sus esfuerzos y de todos sus sacrificios) ya que para quien no ama a Cristo el apostolado carece de
sentido mientras que para quien le ama, es imposible soportar la perdición de los demás. Una vida
plenamente cristiana no es solo un ejemplo sino un espectáculo de belleza sobrenatural que
despierta en otros el ansia de ser cristianos y de serlo con mayor perfección. “Los esposos
plenamente cristianos no son solo luz, sal y levadura, sino que son el buen olor de Cristo en este
mundo”30.
Cada hogar es considerado una célula viva de la sociedad y de la iglesia.
El hogar tiene una misión específica: “debemos cumplir con la voluntad de Dios desde el seno de
la familia”.
La misión presenta dos aspectos:
1) Estático: que es el hogar en si mismo y
2) Dinámico: que es el hogar proyectado hacia su entorno;
Los esposos con el permanente contacto con el mundo, alcanzan en el hogar una plenitud
humana, que revestirá en beneficio de la sociedad y de la iglesia, estableciéndose un mundo entre
la colectividad y la familia. Por ende es muy importante el contacto con la sociedad.
Además también existen cuerpos representativos que justamente por el derecho que tienen las
familias de poder asociarse pueden organizarse en movimientos que llegan a obtener del estado un
28
PANTEC, Francois, El amor Cristiano es Alegría, Mensajero, Bilbao, 1969, pags. 49 y sigs.
29
COTHEN, Vers une Mystique Familiale. Lovaina, 1944.
30
PANTEC, Francois, El amor Cristiano es Alegría, Mensajero, Bilbao, 1969, pags. 786 y sigs.
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estatuto de las familias ante la nación; esos cuerpos estarían encargados de dar su opinión a los
poderes públicos sobre cuestiones de orden familiar y proponerles delegados de familia; ejercer
los derechos reservados a la parte civil; arbitrar las diferencias que se den entre las asociaciones.
Como conclusión vemos que las asociaciones pueden realmente ayudar a que se desarrolle la
familia y como consecuencia su hogar, siempre y cuando el Estado respete sus derechos.
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Enc. “Famliaris Consortio”
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Paradójicamente consagra el autor que el matrimonio es el pilar, el eje central donde debe girar
el sistema de prevención y protección familiar de estos problemas, sin embargo destaca la
existencia de una carencia en cuanto a la docencia e instrucción de los padres en el manejo de
éstos. Además la inexistencia de una legislación eficiente, campañas publicitarias tendientes a
prevenir los mismos.
Por todo esto es fundamental replantearse en la actualidad el tema de la Gran Familia
Argentina con un debate acerca de cuál es el valor y el rol de la misma junto con la función
matrimonial como bien personal y social. Lo cierto es que quid de la cuestión se descubre fijando
la atención en la naturaleza del ser que se preocupa y educa. Lo importante no es reproducir
individuos de una especie sino personas, y la familia es el ámbito insustituible para hacerlo.
Como ya dijimos las personas no se producen ni se adiestran sino que, se procrean y educan.
La familia es el hábitat donde la persona nace, crece, vive y muere como persona humana
porque es ahí donde es amada por lo que es. También es el ámbito donde la persona debe ser
educada para tratar a sus pares como iguales, dotados de los mismos derechos, merecedoras de un
incondicional respeto por encima de las diferencias económicas, políticas, ideológicas, etc.
Esto es lo que debe ser, contrariamente este “deber ser” se contrapone con otra realidad que es
la de una inestabilidad familiar permanente que fuente de todos los problemas antes mencionados.
También constituyen a esta problemática el divorcio, el narcisismo, ls relaciones afectivas
precarias, etc. Asimismo, las necesidades laborales modernas, los viajes continuos, la disminución
de los salarios, la limitación de asignaciones familiares. Todas estas circunstancias, observa el
jurista Mario Ackerman, precisamente por ser humanas y no meramente recursos o costos
laborales sufren y padecen con impotencia la pérdida o debilitamiento de valores y relaciones
interpersonales.
La vida familiar de los argentinos, lejos de ser promovida o facilitada es hoy ahogada,
debilitada y desalentada.44
BIBLIOGRAFÍA.
“La familia comunidad de vidas y de amor” del libro “La familia en nuestro
tiempo”-B. Haring, Ed. Herder 1973.
“Unidad e indisolubilidad” del libro “La familia ahora”-Luis Riesgo Menguez y
Carmen Pablo de Riesgo- Ed. Rialp-Madrid 1980.
Encíclica “Gaudium et Spes.”
Encíclica “Familiaris Consortio” de SS Juan Pablo II.
“Argentinos a las cosas de la familia” de Revista “La Nación”- noviembre 1998.
44
Revista “La Nación”, noviembre 1998.
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