You are on page 1of 3

LA FE EN LA DIVINIDAD DE CRISTO, FUNDAMENTO DE

LA VIDA MONÁSTICA

En las conferencias anteriores hemos procurado


presentas en conjunto el ideal y la constitución de la
orden benedictina. “Buscar a Dios” únicamente,
siguiendo el ideal, Jesucristo, tal es la finalidad de la
vida monástica; y, para obtenerla, el monje se propone
recluirse en el claustro, vivir con sus hermanos,
compartiendo con ellos la oración y el trabajo en la
obediencia al abad, que ocupa el lugar de Cristo. He
aquí, en líneas generales, lo que es la familia cenobítica.
Veamos ahora cómo un alma puede realizar
prácticamente este ideal. Demostraremos que la fe es la
que le hace traspasar los umbrales del claustro, y es el
amor el que la fija allí mediante la profesión religiosa,
semejante al neófito, que, al entrar en la Iglesia, practica
un acto de fe y se hace miembro de la sociedad
sobrenatural por el bautismo, que es sacramento de
iniciación y adopción. De la misma manera la fe y la
profesión religiosa son necesarias para unirse a
Jesucristo en un estado de perfección como el
monaquismo.
Recordemos lo que le sucede al simple cristiano.
Dios propone como modelo de imitación a su Hijo
Jesús; por dos veces, en las riberas del Jordán y sobre el
Tabor, rompe su eterno silencio para proclamar que el
Hijo es viva expresión en forma humana de la
perfección divina; y por elevada que sea la santidad a
que llegan las almas, no pasa nunca de ser un reflejo de
la santidad del Verbo encarnado.
Y ¿cómo nos asemejamos a Cristo? ¿Cómo
participamos de su gracia y santidad? Ante todo y
primariamente, por la fe. Dice, en efecto, san Juan:
“Recibieron a Cristo los que creyeron en Él (Jn 1, 12).
Esto es lo primero que Dios reclama de nosotros: “Creer
en Aquel que envió” (Jn 6, 29).
La fe es la primera disposición del que quiere seguir
a Cristo; y debe ser la actitud inicial del alma delante
del Verbo encarnado1.
El cristianismo consiste en esto: aceptar con fe
práctica la Encarnación y sus consecuencias; la vida
cristiana no es más que la traducción constante en obras
de este acto de fe en Jesucristo: “Tú eres Cristo, el Hijo
de Dios vivo” (Mt 16, 16). Sin este acto de fe, que
compromete nuestra vida entera, no podemos ser
cristianos. Si aceptamos la divinidad de Jesucristo,
debemos aceptar, por consecuencia necesaria, sus
voluntades, sus obras, sus instituciones, su Iglesia, sus
sacramentos y la realidad de su cuerpo místico.
El monje, con más razón que el simple cristiano,
debe aplicarse a sí mismo lo que vamos diciendo. Él
tiende a realizar la perfección del cristianismo; no
seremos, pues, monjes si no somos primeramente
cristianos; y no seremos monjes de verdad si no somos
1 Hemos desarrollado estas ideas lo suficiente en la conferencia. El fundamento de la vida cristiana, de nuestra obra Jesucristo, vida del alma.
perfectos cristianos. Ahora bien: acabamos de decir que
es la fe en Jesucristo la que nos hace cristianos,
discípulos de Jesucristo y, por su gracia, hijos de Dios.
Trataremos de exponer lo que es para nosotros la fe:
que es principio de nuestra victoria sobre el mundo;
victoria que proviene de Cristo por la fe que tenemos en
Él y que nos hace hijos de Dios; que es asimismo raíz y
fundamento de la perfección monástica, no menos que
de la vida cristiana: por esto san Benito la llama “luz
deifica”2. Después nos restará explicar cómo debemos
vivir de la fe y qué frutos nos reportará esta vida.

2 Prólogo de la Regla.

You might also like