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VIVIENDO
POR EL PODER
DE
LA FE

GENE R. COOK
EDITORIAL ZARAHEMLA, S.A. 1989

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CONTENIDO
PAG.
04. CAPITULO 1. EL PODER DE LA FE ...
• Propósito de este libro,
• Contenido de este libro,
• Cómo leer este libro.
• Preguntas para meditar.
10. CAPITULO 2. QUÉ ES LA FE ...
• La fe es la certeza de lo que se espera.
• La fe es el principio de acción en todos los seres inteligentes.
• La fe es poder.
• Preguntas para meditar.
16. CAPITULO 3. CARACTERÍSTICAS DE LA FE…
• La fe está relacionada con la creencia.
• La fe está relacionada con la esperanza.
• La fe no se asocia con la duda y el temor.
• La fe da seguridad y firmeza.
• La fe no viene por las señales.
• La fe no es conocimiento perfecto.
• Preguntas para meditar.
22. CAPITULO 4. EL FUNDAMENTO DE LA FE ...
• La idea de que Dios existe verdaderamente.
• Una idea correcta del carácter, perfecciones y atributos de Dios.
• Un conocimiento de que la dirección que lleva nuestra vida está de acuerdo con la voluntad de Dios.
• Preguntas para meditar.
38. CAPITULO 5. CÓMO SE OBTIENE LA FE ...
• Un deseo de creer.
• Creer en la palabra del Señor.
• Experimentar y recibir evidencias espirituales.
• La fe aumenta y se fortalece.
• Se obtiene un conocimiento perfecto en esa cosa.
• Nutriendo la palabra.
• La fe es un don de Dios.
• Centrando nuestra fe en el Señor Jesucristo.
• El Proceso de creer en la Palabra del Señor.
• Usando el poder del Espíritu Santo.
• Reconociendo la fe que ya tenemos.
• Preguntas para meditar.
48. CAPITULO 6. CÓMO SE AUMENTA LA FE ...
• Aumentemos nuestra esperanza.
• Demos oído a la palabra de Dios.
• Leamos fervientemente la palabra de Dios.
• Actuemos en armonía con nuestra compresión presente.
• Guardemos los mandamientos.
• Sacrifiquemos en las pruebas y tribulaciones.
• Preguntas para meditar.
55. CAPITULO 7. CÓMO SE EJERCE LA FE ...
• La fe se ejerce por medio de la palabra.
• Debemos ser dignos.
• El poder de la fe es espiritual, y está dentro de nosotros.
• No se debe ejercer la fe en forma contraria a la voluntad del Señor.
• Entreguemos todo nuestro corazón al Señor.
• Avancemos sin temor a lo desconocido.
• Seamos específicos al comunicarle nuestros justos deseos al Señor.
• Procuremos ser totalmente disciplinados.
• Estemos dispuestos a ofrecer sacrificios.
• Reconozcamos y utilicemos las evidencias espirituales para edificar nuestra fe.
• Usemos lo que aparentemente son fracasos, para fortalecer nuestra fe.
• Tengamos la seguridad de que Dios obrará de acuerdo con nuestra fe.
• Preguntas para meditar.
70. CONCLUSIÓN

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EL PODER DE LA FE
El 29 de julio de 1977, mi esposa y yo terminábamos nuestra visita a la Misión de Santa Cruz, en
Bolivia, y tuvimos que esperar en el aeropuerto de Cochabamba, por unas cinco horas. Recuerdo que
estábamos muy cansados, pues la noche anterior habíamos dormido muy poco, así que estábamos
encantados de disponer de unas horas de descanso en el aeropuerto. Mientras trataba de dormir, tuve
el fuerte sentimiento de que debía despertarme y anotar unas ideas. Mis deseos de dormir eran
intensos, mas los susurros del Espíritu lo eran más; así que me puse a escribir. Escribí por casi tres
horas, resolviendo algunos problemas de organización con los que había estado batallando por varios
años. Ese día sentí que el Espíritu se derramaba grandemente sobre mí, y escribí con gran emoción
cada pensamiento inspirado. Esa experiencia se llevó la mayor parte del tiempo que estuvimos en el
aeropuerto.

Tomamos el avión para la Paz, Bolivia. Nos recibieron amablemente en el aeropuerto el Presidente.
Chase Allred y su esposa, y en su camioneta nos llevaron a la oficina de la misión. En la camioneta
cerrada con llave dejamos nuestro equipaje y portafolios.

Al llegar a la oficina, se le presentó al presidente el difícil caso de una mujer cuyo esposo estaba
moribundo. Mientras que el Presidente Allred y yo atendíamos a sus necesidades, nuestras esposas
salieron en auto para la casa de misión.

Cuando el presidente y yo regresamos a la camioneta, de inmediato me di cuenta de que nuestras


cosas no estaban ahí, pero supuse que mi esposa se las había llevado a la casa de misión. Mientras
nos dirigíamos allá, descubrí que la pequeña ventanilla del lado derecho de la camioneta estaba
dañada, y empecé a temer que nos habían robado.

Llegando a la casa de misión comprobamos que, efectivamente, nuestro equipaje había sido
robado. La pérdida de una suma considerable de dinero y de toda nuestra ropa nos acarreó
instantáneamente un problema, aunque sólo temporal. Más terrible era el hecho de que en el
portafolios iban mis escrituras, junto con las ideas inspiradas que acababa de recibir en Cochabamba.
Era abrumadora la sensación de desaliento, enojo e impotencia para remediar la situación.

Mi esposa y yo oramos a solas. También oramos con nuestros anfitriones. Procuramos disfrutar de
la comida, pero no pudimos. Nadie podía imaginar la inmensa pérdida que yo sentía. Las escrituras
habían sido un regalo de mis padres en mi juventud. Uno de los libros llevaba una dedicatoria sagrada
para mí, escrita por mi madre, y el otro, una anotada por mi padre ya fallecido. Yo había pasado
literalmente miles de horas marcando y anotando referencias —y gozando cada momento— en las
únicas posesiones terrenales que había considerado de valor incalculable. En muchas ocasiones le
había dicho a mi esposa que si alguna vez llegaba a haber un incendio en nuestra casa, primeramente
debía sacar a los niños y luego, si había tiempo, sacara mis escrituras, y que no se preocupara de
nada más.

El presidente y yo teníamos muchas cosas de qué hablar, pues estaríamos juntos solamente esa
noche. No obstante, sentí la fuerte impresión de que debíamos hacer todo lo que estuviera a nuestro
alcance para recobrar las escrituras. Después de la comida, todos los presentes nos arrodillamos en
oración una vez más. Decidimos buscar en el área que circundaba la oficina de la misión, y en un
campo cercano, con la esperanza de que tal vez los ladrones se habrían llevado lo que pudieran
vender fácilmente y podrían haber desechado los libros, por estar en inglés.

En la oración, suplicamos que las escrituras nos fueran devueltas; que las personas que las hablan
tomado fueran motivadas a reconocer su acto Injusto, y se arrepintieran; y que la devolución de los
libros fuera el medio para traer a alguien a la Iglesia verdadera.

Éramos unos ocho o diez los que subimos a la camioneta, con linternas, bien abrigados, y nos
dirigimos a la oficina de la misión en el centro de la ciudad. Registramos los terrenos vacíos que
estaban al otro lado de la calle, y las calles contiguas; hablamos con los vigilantes; agotamos todas las
posibilidades. Nadie había oído ni visto nada. Finalmente, regresamos a casa, desanimados. Ahora
sólo nos quedaba orar personalmente, y esperar. El Presidente Allred y yo trabajamos esa noche muy
tarde para terminar nuestros asuntos, y al día siguiente, mi esposa y yo tomamos el avión de regreso
a Quito, donde vivíamos.

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Durante las semanas siguientes, los misioneros buscaron otra vez en los terrenos; buscaron detrás
de matorrales y en botes de basura; buscaron en un parque cercano; pusieron un letrero en una
barda, cerca de donde ocurrió el robo, solicitando que los libros fueran devueltos; y estuvieron muy al
tanto, para ver si aparecían en algún sitio inesperado. Llegando al extremo, tratando de hacer todo lo
que estaba a su alcance, decidieron poner un aviso clasificado en dos periódicos, ofreciendo una
recompensa y dando información detallada sobre los libros.

En Quito, Ecuador, yo libraba una lucha espiritual excesivamente difícil para mí. Por casi tres
semanas no había estudiado las escrituras en lo absoluto. Lo había intentado en numerosas
ocasiones, pero cada vez que leía un versículo, recordaba sólo unas cuantas de las muchas
concordancias que había anotado durante los últimos veinte años. Estaba desalentado, deprimido, y
no tenía absolutamente ningún deseo de leer. Oré muchas veces, expresándole al Padre que nunca
había procurado usar mis escrituras para ningún otro propósito que el de glorificar su nombre y el de
tratar de enseñar a otros las verdades que El me había enseñado a mí. Le supliqué que hiciera lo que
fuera necesario para que me fueran devueltas. Mi esposa y mis pequeños hijos oraban
incesantemente por la misma bendición. Aun después de dos o tres semanas, seguían orando cada
día: "Padre Celestial, devuélvele a papá sus escrituras".

Luego de como tres semanas, sentí una fuerte impresión espiritual: "Élder Cook, ¿cuánto tiempo
vas a seguir sin leer y estudiar?" Me parecía que era una prueba que tenía algo que ver con el "precio"
de la bendición que yo deseaba. Esas palabras me quemaban, y tomé la determinación de ser lo
suficientemente humilde y sumiso para empezar todo desde el principio. Con el permiso de mi esposa
para usar sus escrituras, comencé a leer Génesis en el Antiguo Testamento, marcando y relacionando
otra vez.

El 18 de agosto, nuestro amigo, el hermano Ebbie Davis, llegó de Bolivia a Ecuador, y puso mis
escrituras sobre mi escritorio, junto con un legajo que contenía los papeles que yo había escrito en
Cochabamba, y unos presupuestos misionales recién preparados que también habían sido robados.
Dijo que eso era lo único que se había recobrado; que se lo había entregado el Presidente de la Misión
en La Paz, al abordar el avión, y que no sabía cómo se habían encontrado los libros, pero que me lo
dirían cuando yo llegara allá dentro de unos días, para recorrer la misión.

Es indescriptible el gozo que experimenté ese día. Ver que mi Padre Celestial podía, en manera
milagrosa, quitar esos libros de las manos de los ladrones en una ciudad como La Paz, y devolverlos
intactos, sin que les faltara una sola página, ni rotos, ni sucios, es un milagro para mí.

¡Cómo fue recompensada la fe de nuestra familia, y de muchos misioneros bolivianos! Ese día le
prometí a mi Padre que haría mejor uso de mis escrituras y de mi tiempo, como medios en sus manos
para enseñar el evangelio.

El domingo 21 de agosto tomé el avión hacia Guayaquil, Ecuador, y de ahí a La Paz, Bolivia,
llegando allá el día 22. A mi llegada oí el siguiente relato:

Estando en uno de los muchos mercados de La Paz, una mujer vio a un borracho sacudiendo un
libro negro. Sintió la fuerte Impresión espiritual de que se estaba profanando algo sagrado. Se acercó
al hombre y le preguntó qué libro era ése. El no lo supo, pero se lo mostró. Ella preguntó si eso era
todo lo que tenía, y él sacó otro libro negro. Ella volvió a preguntar si no había más, y él sacó un
legajo de papeles que dijo que iba a quemar. La mujer ofreció comprarle los objetos en cincuenta
pesos —aproximadamente $2.50 en moneda norteamericana—, y él aceptó.

Luego de haber cerrado el trato, ella se sintió descontrolada por lo que acababa de hacer, pues se
dio cuenta que los libros y papeles estaban en inglés, y ella no hablaba, ni leía ni entendía el inglés, y
no quería libros en inglés. Había pagado casi el diez por ciento de su ingreso mensual por unos libros
en un idioma que no podía leer. De inmediato empezó a buscar la iglesia que se mencionaba en las
primeras páginas de los libros. Tras haberse dirigido a diversas iglesias, llegó por último a la oficina de
la misión en La Paz, guiada por la mano del Señor. No sabía nada de la recompensa ni del anuncio en
el periódico que iba a aparecer ese mismo día. No pidió dinero, ni siquiera para reponer los cincuenta
pesos que había pagado por los libros y papeles. Los élderes recibieron con regocijo los libros y el
legajo, y le entregaron la recompensa de todos modos.

Ella les dijo a los misioneros que pertenecía a una secta Pentecostés, pero escuchó con mucho
interés mientras le exponían el evangelio. Recordó haber leído algo sobre José Smith en un folleto que
había recogido en la calle dos o tres años antes. Después de la primera charla, los misioneros se
dieron cuenta de que ella era "un contacto de oro". En la segunda plática, aceptó el desafío bautismal.

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Dos semanas más tarde, el 11 de septiembre de 1977, un domingo por la tarde, en La Paz, Bolivia,
la hermana María Cleofas Cárdenas Terrazas y su hijo, Marco Fernando Miranda Cárdenas, de doce
años, eran bautizados en la verdadera Iglesia de Jesucristo, por el élder Douglas Reeder.

¿Cómo se podrían describir nuestros profundos sentimientos de impotencia, desánimo y desaliento


abrumadores cuando se perdieron las escrituras? ¿Cómo podría yo describir el inmenso sentimiento
de gozo y regocijo al ver revelarse el poder del cielo de una manera milagrosa como ésa? Nuestro
Padre Celestial sí escucha y contesta las oraciones de sus hijos e hijas si ellos ejercen la fe en el Señor
Jesucristo. El Señor dijo:

"Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no
dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, o que diga le será hecho. Por tanto, os
digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá" (Marcos 11:23, 24).

PROPÓSITO DE ESTE LIBRO


El propósito de este libro es ayudar a saber qué es la fe, cómo se obtiene, y cómo ejercerla para
hacer que sucedan grandes cosas en nuestra vida y en las vidas de otras personas. ¿Puede acaso el
Señor guiarnos en la escuela, en el trabajo, en el matrimonio, en la familia? Sí, por supuesto que
puede. El Señor posee toda misericordia, perdón, paciencia y longanimidad, y desea darnos la
abundancia de sus bendiciones si tenemos plena fe en El, porque es en El que debe fundarse nuestra
fe.

CONTENIDO DE ESTE LIBRO


Expresamente, este libro trata sobre:

1. Qué es la fe.
2. Las características de la fe.
3. El fundamento de la fe.
4. Cómo se obtiene la fe.
5. Cómo se aumenta la fe.
6. Cómo se ejerce la fe.

Al final de cada capítulo se encuentran algunas preguntas para meditar. Espero que este libro y
esas preguntas sirvan para aumentar verdaderamente la fe, y ayudarnos a mejorar nuestra vida y
resolver nuestros problemas.

CÓMO LEER ESTE LIBRO


Al leer, tómese un tiempo para reflexionar en las preguntas de cada capítulo, y léanse las
escrituras para tener mejor perspectiva al contestar las preguntas. Es posible que el lector desee
comentar con su cónyuge, compañero o amigo, las preguntas y las cosas que está aprendiendo, o
quizá, enseñarle a alguien más los principios que se discuten en este libro, para que ellos puedan
beneficiarse de sus reflexiones, y se puedan comprender mejor los principios de la fe. Por último,
antes de seguir leyendo, sería bueno pensar en un problema específico que nos gustaría resolver, o
una meta que nos gustaría alcanzar. Entonces, al ir leyendo, el lector puede pensar en ideas que le
ayuden en su problema o meta, y puede escuchar los susurros del Espíritu del Señor. Obedezcamos
esos susurros, y el Señor nos dará mayor luz y conocimiento, y aprenderemos lo qué significa ejercer
la fe en el Señor Jesucristo.

El aprender a ejercer la fe no es un proceso físico, sino espiritual. El rey Benjamín dijo: "El hombre
natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a
menos que se someta al Influjo del Espíritu Santo, y se despoje del hombre natural, y se haga santo
por la expiación de Cristo el Señor" (Mosíah 3:19).

Hemos oído mucho de lo que el mundo enseña en cuanto a tener una actitud positiva, pero la fe es
mucho más que eso: es la fuerza que nos puede convertir en verdaderos santos de los últimos días,
llenos de fe en el Señor Jesucristo.

Por tal razón, me gustaría hacer una sugerencia más sobre cómo leer este libro. Creo con todo mi
corazón que el Señor es nuestro Maestro e Instructor. Al ir leyendo y meditando los principios que se
tratan en este libro, ore repetidas veces en su corazón: "Padre Celestial, bendíceme para que pueda

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entender el principio de la fe. Tú me conoces. Sabes mis necesidades actuales. Ayúdame a
comprender estos principios y cómo puedo aplicarlos en mi vida".

Doy testimonio humildemente, en el nombre de Jesucristo, de que si hace eso, si ora resueltamente
al ir leyendo, el Señor hablará a su corazón, porque El, y no este libro, es nuestro verdadero Maestro.
Si continúa orando, El lo cambiará internamente; e iluminará su mente en cuanto a lo que debe hacer
con un hijo obstinado, un amigo perturbado, o un investigador al que esté enseñando. El le ayudará a
resolver sus problemas en el hogar, en la Iglesia, en el trabajo, o en la escuela. El le ayudará a
aprender a vivir por el poder de la fe.

PREGUNTAS PARA MEDITAR


1. ¿Cuál fue el primer paso en la búsqueda de las escrituras perdidas? ¿Podemos dar ese paso para
realizar otros deseos justos?

2. ¿Qué otros pasos se dieron para encontrar las escrituras? ¿Qué otros pasos podemos dar?

3. ¿Cuál fue el "precio" que el Señor requirió para devolver las escrituras perdidas? ¿Siente usted en
su corazón que acaso no ha pagado todavía el "precio" de las bendiciones que desea? ¿Qué debe
hacer para pagarlo?

4. ¿Qué bendiciones espirituales y temporales surgieron de la experiencia de las escrituras perdidas?


¿Qué bendiciones puede ver usted como resultado de las cosas que está haciendo para ejercer su
fe?

5. ¿Qué dice el Señor que debemos hacer para lograr nuestros deseos justos?

6. ¿Qué sugerencias se dan en la introducción sobre cómo aprovechar al máximo este libro? ¿Cuál de
las sugerencias siente usted que le ayudaría más?

7. Escoja un desafío en el que le gustaría concentrar su fe mientras lee, medita y practica los
principios de fe que va a leer en este libro.

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QUÉ ES LA FE
Cuando yo era Presidente de la Misión Uruguay-Paraguay, conocí a un gran misionero, un joven
lleno de fe. Era uruguayo. Había servido en la misión unos tres o cuatro meses cuando llegué yo como
presidente de misión. Dondequiera que iban él y su compañero, bautizaban. Al principio pensé que
eso se debía a su compañero mayor; pensé que ese élder en particular era demasiado inexperto para
tener tanto éxito. Pensando así, yo estaba en un error.

Tiempo después, este élder fue llamado a ser compañero mayor y líder de distrito, y fue enviado a
una ciudad que tenía la reputación de ser un lugar muy difícil. Los misioneros no habían bautizado ahí
a una sola persona durante casi un año. Cuando enviamos ahí a ese élder junto con su compañero y
dos élderes más, sólo asistían a la rama diez o doce miembros. Yo no le dije nada; únicamente le
envié el aviso de su cambio de área. Después de sólo tres semanas, empezaron los bautismos.
Bautizó a cuatro o cinco personas en esas tres semanas. Cuando llevaba ahí unas diez semanas, todos
los misioneros comenzaron a bautizar.

Luego fue llamado como líder de zona, por su gran habilidad para enseñar a otros, y lo enviamos a
una zona muy extensa. Esa zona comprendía toda la región norte del país, y ahí había varias ciudades
difíciles. Pensamos que eso sería un desafío para él, porque ahora tendría que enseñar a todos los
misioneros a hacer lo que él hacía, y tendría que lograrlo por medio de los líderes de distrito, lo cual
sería un nuevo desafío para él. Lo dejamos ahí dos o tres meses, y bautizaron multitudes. El y su
compañero, y el Espíritu, por supuesto, convirtieron a toda la zona, a todos los miembros líderes, y a
todos los demás, en "una gente diferente".

Entonces, en noviembre, comenzó mi inquietud: el Señor quería decirme algo. Empecé a tener un
sentimiento de desasosiego sobre este élder, y ese sentimiento era: "Envíalo a Paraguay". En
Paraguay los élderes estaban teniendo muy poco éxito; casi no bautizaban. En todo el país había un
promedio de sólo veinte o veinticinco bautismos al mes. Me llegó el sentimiento de cambiar a este
élder a Paraguay, y traté de resistirlo, pensando: "Ya ha pasado bien la prueba aquí, y ponerlo en
Paraguay podría arruinar su reputación. Tal vez allá le sea difícil mantener el ánimo". Tuve que luchar
para convencerme a mí mismo que en verdad ese élder tenía que ir allá. Pero cuando vienen esos
sentimientos, tenemos que seguirlos. Al fin le enviamos un telegrama diciéndole que sería cambiado a
Asunción, Paraguay, como líder de zona, y que debía partir al día siguiente

El llegó de pasada por la casa de misión el día primero de diciembre, y salió hacia Paraguay sin que
yo lo viera, pero me dejó una carta que decía:

"Estimado Presidente Cook: Hoy recibí un telegrama en el que se me dice que vaya a Paraguay, y
pensé que debía usted enterarse de ciertas cosas:

1. En Paraguay no se puede bautizar. Cuando menos diez o quince élderes me han contado sus
experiencias ahí.

2. Los miembros no ayudan en nada.

3. Hay muchos problemas con la castidad..."

Me enumeró diez o doce cosas de las más negativas que yo hubiera oído jamás, y pensé: "¡Oh, no!,
ya lo ha influido la gente negativa" Pero al terminar la lista, me decía: "Solamente quiero que sepa,
Presidente, que no creo una sola de esas cosas". ¡Eso es tener fe! Y añadía: "Quiero que sepa que el
día de Navidad vamos a bautizar veinticinco personas". La Navidad llegaría en tan sólo veinticinco
días más, y al leer eso, pensé: "El Señor lo bendiga. Si puede lograr eso, tiene usted una fe inmensa.
No conoce el país; ni siquiera ha estado ahí. No sabe dónde va a vivir. No conoce a su compañero, a
los líderes, ni a los miembros. No conoce nada, y todavía me dice que va a bautizar veinticinco
personas en veinticinco días".

Este joven sí tenía una fe inmensa, y era un ejemplo excelente de un verdadero líder latino. El
veinticinco de diciembre bautizó a dieciocho personas; no habían logrado los veinticinco; bautizaron
dieciocho, que era aproximadamente la cantidad que se bautizaba en todo el país en un mes. Dos
semanas después, cuando estuve en Paraguay, fue un gran privilegio para mí participar en un servicio
bautismal en el que él y su compañero bautizaron a otras once personas. Su distrito, en el que él
había enseñado a los élderes cómo trabajar, bautizó treinta ese mismo día.
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¿Cómo fue que este élder logró resultados tan maravillosos? ¿Habrá sido gracias a su carisma?
¿Usó acaso técnicas mundanas de persuasión? ¿O fue simplemente mediante una actitud positiva?
No. Lo logró por medio de su fe en Jesucristo.

El Salvador dijo: "Sí tenéis fe en mí, tendréis poder para hacer cualquiera cosa que me sea
menester" (Moroni 7:33).

Por medio de las Escrituras, vamos entonces a definir qué es la fe, pues eso nos dará el
fundamento para comprender y desarrollar la clase de fe que ese élder tenía.

LA FE ES LA CERTEZA DE LO QUE SE ESPERA


En Hebreos, capítulo 11 dice:

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella
alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por
la palabra de Dios... Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín... Por la fe Enoc fue
traspuesto para no ver muerte... Pero sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:1-6).

Ese capítulo nos proporciona muchos grandes ejemplos de fe, y varios milagros grandiosos que
ocurrieron como resultado directo de la fe de los hombres. Lea y medite ese capítulo cuidadosamente;
eso será muy provechoso para quien esté estudiando el principio de la fe.

Consideremos la fe de Abraham, tal como se halla en el capítulo cuatro de Romanos. Observe


cuidadosamente el proceso por el que pasó Abraham:

Por tanto, [la promesa de vida eterna] es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa
sea firme para toda su descendencia...

En otras palabras, la promesa de vida eterna viene por la fe.... no solamente para la que es de la
ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros (como está
escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes)...

Abraham había recibido la promesa de que iba a ser padre de muchas naciones. Pero fue
envejeciendo más y más, y parecía que para él y su esposa había pasado el tiempo en que podían
tener hijos. ¿Comenzó Abraham a titubear en su fe? No, siguió creyendo en la promesa que se le
había dado, que sería padre de muchas gentes, sin tener ninguna evidencia de que su esposa fuera a
tener un hijo.... delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no
son, como si fuesen (versículos 16, 17).

Esa es una manera interesante de referirse al hombre natural. Las cosas que no parecen ser, son. Y
las cosas que parecen ser, no son. Todo depende de sí las vemos con los ojos espirituales, o con los
ojos naturales.

El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre da muchas gentes, conforme a lo
que se le había dicho." Así será tu descendencia.

Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien
años)...

Es fácil leer eso y seguir adelante, pero tomemos en cuenta que, si tuviéramos cien años de edad,
se necesitaría algo de fe para creer que después de tanto tiempo todavía íbamos a tener un hijo. Pero
Abraham lo creyó.... o la esterilidad de la matriz de Sara...

Para complicar más el problema, Sara tenía noventa años de edad. La promesa hubiera sido más
fácil de creer si Sara hubiera tenido treinta y tantos años, pero no era así. Para el hombre natural eso
hubiera parecido algo imposible.

Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios...

El hombre, Abraham, es un gran ejemplo. A pesar de que todas las probabilidades estaban en su
contra, creyó en las promesas de Dios.... sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios...

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Siempre debemos asegurarnos de no atribuirnos la gloria a nosotros mismos... plenamente
convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido... (Versículos 18-
21).

En otras palabras, Abraham creyó que el Señor podía cumplir, y que lo haría. También nosotros
debemos creer eso. Si vamos adelante con fe, haciendo nuestra parte, el Señor proveerá.... por lo cual
también su fe le fue contada por justicia (versículo 22).

El niño nació, desde luego, pero aun después de eso, Abraham enfrentó otro desafío. Cuando llegó
la hora de sacrificar a su hijo, Abraham creyó, aun hasta el último momento en que iba a segar la vida
de su hijo. Abraham tenía una segundad interior inconmovible, en cuanto a la promesa que esperaba,
de posteridad infinita.

LA FE ES EL PRINCIPIO DE ACCIÓN EN TODOS LOS SERES, INTELIGENTES


La definición de la fe que se da en Discursos sobre la Fe, se centra en dos descripciones
fundamentales de la fe, que en realidad son una sola. Primero que nada, se centra en el hecho de que
la fe es la causa motriz de toda acción en los seres inteligentes. Las palabras exactas son: "Al ser la fe
la causa motriz de toda acción en cosas temporales, lo es también en lo espiritual" (Discursos sobre la
Fe 1:12). Los Discursos también dicen que todos los seres inteligentes obran de esa manera.

La fe es la certeza que los hombres tienen de la existencia de cosas que no han visto, y el principio
de acción en todos los seres inteligentes. Si los hombres se consideraran a sí mismos, y tornaran su
pensamiento y su reflexión a la operación de su propia mente, descubrirían al momento que es la fe, y
solamente la fe, lo que causa toda acción en ellos; que sin ella, tanto el cuerpo como la mente
estarían en un estado inactivo, y todo esfuerzo en ellos, físico y mental, cesaría. (Discursos sobre la Fe
1:9, 10).

Permítaseme mencionar uno o dos ejemplos para mostrar el carácter literal de ese principio, y
cómo está presente en cada acto que realizan los hombres —los hombres buenos, los hombres malos,
las mujeres y los niños, y en suma, todo ser inteligente— aquí en la Tierra. ¿Supone alguien que yo
habría escrito este libro si hubiera pensado que jamás nadie lo leería? ¿Pensaríamos que si un peatón
no estuviera seguro de que podría llegar al otro lado de la calle, intentaría jamás cruzarla? Pensemos
en cada una de las cosas que hacemos, y llegaremos a la conclusión de que no hay acción humana
que no nazca de la fe. Esa acción producirá el fruto que se desea, para bien o para mal. Si una
persona desea algo malo, y cree que lo puede obtener (y no nos estamos refiriendo a la fe en el
Señor, sino a la fe en sentido general), lo obtendrá, por su fe o creencia de que puede. Muchos lo han
hecho.

Así que antes que todo, recordemos que la fe es verdaderamente la causa motriz de toda acción en
los seres inteligentes. Citemos otro párrafo más de Discursos sobre la Fe:

¿Habrían sembrado, acaso, sí no hubieran creído que podían cosechar? ¿Habrían plantado, si no
hubieran creído que podían levantar? ¿Habrían jamás pedido, si no hubieran creído que podían
recibir? ¿Habrían jamás buscado, si no hubieran creído que podían encontrar? O, ¿habrían jamás
llamado, si no hubieran creído que se les abriría? En una palabra, ¿hay algo que ustedes hubieran
hecho, físico o mental, si no hubieran creído previamente? Acaso no todos nuestros esfuerzos, de
cualquier tipo, dependen de nuestra fe? O podríamos preguntar: ¿qué tenemos, o qué poseemos que
no hayamos obtenido en razón de la fe? (Discursos sobre la Fe 1:11).

Mas adelante, los Discursos dicen que nuestra comida, vestido, aposento, todo lo que tenemos, es
el resultado de esa clase de fe. Tal como yo lo entiendo, se aplica a toda la gente, buena o mala, que
tiene fe en que si hace "esto", ocurrirá "aquello". Hay muchos que se han vuelto muy ricos, hasta
millonarios, porque han aprendido algunas de las cosas que se relacionan levemente con la fe. Han
aplicado algunos de esos principios, que han comprobado ser verdaderos, y los han hecho funcionar
para ellos, y han obtenido un éxito temporal.

Recuerdo haber oído a varios misioneros decir que la fe es tener una actitud positiva. Eso es
verdadero y falso a la vez. Es verdadero en el sentido que un hombre lleno de fe mostrará una actitud
positiva, pero eso no quiere decir que quien tenga una actitud positiva esté lleno de fe (la fe a que nos
referimos ahora, que es la fe en el Señor). No obstante, la fe en una forma u otra es el principio de
acción en todos los seres inteligentes. Debemos preguntarnos: "¿Nuestras acciones diarias se basan
en la fe en el Señor, o en otra cosa?"

LA FE ES PODER
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La fe en el Señor es diferente a cualquier otra clase de fe. La fe es poder. En Discursos sobre la Fe
leemos que la fe es poder:

Y al ser fe la causa motriz a toda acción en cosas temporales, lo es también en las escrituras
porque el Salvador ha dicho en verdad que: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo" (Marcos
16:16).

Tal como obtenemos, por la fe todas las bendiciones temporales que recibimos, de igual manera
obtenemos, por la fe, todas las bendiciones espirituales que recibimos. Pero la fe no es solamente el
principio de acción; la fe también es el poder principal en todos los seres inteligentes, ya sea en el
cielo o en la tierra. Así lo dice el autor de la Epístola a los Hebreos, en 11:3:

Porque la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo
que se ve fue hecho de lo que no se veía" (Discursos sobra la Fe 1:12-14).

Al hablar de fe, a veces pensamos únicamente en la creencia, o en esforzar nuestra mente para
creer en algo. Sin embargo, los Discursos sobre la Fe hablan de la fe como de un poder literal.
Encontramos esa definición en estas palabras:

La fe, entonces, es el primer gran principio gobernante que tiene poder, dominio y autoridad sobre
todas las cosas; por ella existen, por ella se sostienen, por ella son cambiadas, y por ella permanecen,
de acuerdo a la voluntad de Dios. Sin ella no hay poder y sin poder no podría haber creación ni
existencia (Discursos sobre la Fe 1:24).

También leemos:

De no haber sido por el principio de la fe los mundos nunca hubieran sido formados, ni tampoco
hubiera sido el hombre formado del polvo. La fe es el principio por medio del cual obra Jehová, y por
medio del cual ejerce poder sobre todas las cosas, tanto temporales como eternas. Si se le quitara
este principio o atributo -porque es un atributo- a Dios, El dejaría de existir (Discursos sobre la Fe
1:16).

Ahora pensemos en la fe en ese sentido amplio: que es literalmente el poder por el cual obra Dios
mismo. Entonces, cuando alguien dice: "Ahora debo estudiar otras cosas, porque ya he estudiado los
primeros principios del evangelio", puede estar seguro que todavía le falta mucho para empezar
siquiera a comprender una pequeña porción del primer principio del evangelio: la fe en el Señor
Jesucristo.

La fe es mucho más que sólo una actitud positiva o cualquiera de las muchas técnicas que el
hombre ha aprendido a usar para consumar sus deseos. La verdadera fe para vida y salvación está en
el Señor Jesucristo. En el mundo hay muchos que han puesto su fe, su actitud positiva, en las cosas
terrenales, pero eso nunca los llevará a ninguna parte. Nunca han llegado a comprender que la fe
tiene poder, dominio y autoridad sobre todas las cosas; que es el poder por el que obra Dios mismo.

PREGUNTAS PARA MEDITAR


1. ¿Cómo pudo el joven misionero bautizar a tantas personas?

2 ¿Cómo reaccionó el misionero ante las negativas que había oído sobre Paraguay?

3. ¿Qué hizo mentalmente el misionero para poder ejercer la fe?¿Qué podemos hacer nosotros?

4. ¿Cuales son las tres definiciones de la fe que se dan en este capítulo?

5. ¿Cómo pudo creer Abraham la promesa del Señor, a pesar de las probabilidades aparentemente tan
grandes de que la promesa no podría cumplirse?

6. ¿Qué obstáculo aparentemente insuperable enfrentamos nosotros? ¿Qué podemos hacer para salir
adelante a pesar de esos obstáculos?

7. Si es por la fe que Dios organiza y sostiene sus creaciones, ¿cómo podemos hacer lo mismo en
nuestra propia esfera?

8. ¿En qué cosas podemos comenzar a ejercer la fe como padres, esposos, empleados, maestros,
líderes o misioneros?

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9. ¿Puede ayudamos el saber qué es la fe a vivir por la fe? ¿Cómo?

12
3
CARACTERÍSTICAS DE LA FE
Una mañana, nuestra familia se encontraba charlando durante el desayuno. Habíamos terminado
nuestra lectura de las Escrituras, y yo deseaba enseñarles algo a los niños. Había planeado las cosas
de manera que ellos me preguntaran algo y luego dijeran: "Papá, háblanos sobre eso". Y así sucedió
exactamente. Por lo que respondí: "Bueno, me da gusto que hayan preguntado sobre eso", y
enseguida les pregunté: "¿Me creerán lo que les voy a enseñar?" Y entonces, uno de los niños
mayores, que entonces tenía nueve años, dijo: "Papá, nosotros creemos todo lo que nos dices". Para
un padre, no hay cosa más grande que pueda escuchar de su hijo.

El Señor le dijo a Alma: "Bendito eres tú, Alma... por causa de tu extremada fe en tan sólo las
palabras de mi siervo Abinadí" (Mosíah 26:15). ¿Se le había aparecido a Alma algún ángel en ese
tiempo? No. Sólo creyó las palabras de Abinadí.

LA FE ESTÁ RELACIONADA CON LA CREENCIA


Una característica importante de la fe en el Señor es la creencia pura y sencilla. En Mateo 21:22, el
Señor dice: "Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis".

Las palabras de Alma pueden ayudarnos a comprender mejor el poder de creer:

Dios es misericordioso para con todos los que creen en su nombre; por tanto, El desea, ante todo,
que creáis, sí, en su palabra... Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta poner a
prueba mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad
que este deseo obre en vosotros, sí, hasta que de algún modo creáis que podéis dar cabida a una
porción de mis palabras (Alma 32:22, 27)

Por las palabras: "aunque no sea más que un deseo de creer", es aparente que la creencia es el
comienzo del proceso de obtener la fe.

El Maestro nos enseñó el gran poder de creer, con el ejemplo del hombre de cuyo hijo echó fuera
un espíritu inmundo.

Uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera
que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus
discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.

Y respondiendo El, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros?...
Traédmelo.

Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo
en tierra se revolcaba, echando espumarajos.

Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. Y muchas
veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de
nosotros, y ayúdanos.

Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del
muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.

Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu
mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.

Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de
modo que muchos decían: Está muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó
(Marcos 9:17-17).

En ese relato podemos ver que la creencia sencilla es parte integral del tener fe.

LA FE ESTÁ RELACIONADA CON LA ESPERANZA


Moroni nos dejó una buena explicación de la relación entre la fe y la esperanza:

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Quisiera hablaros concerniente a la esperanza. ¿Cómo podéis lograr la fe, a menos que tengáis
esperanza? (Moroni 7:40).

Esto nos enseña que primero debemos tener esperanza y después viene la fe. Si seguimos la
lectura en Moroni, en el versículo 42 vemos que el Señor invierte el orden y dice que primero
debemos tener fe, o no podemos tener esperanza. Esto nos ayuda a comprender que la fe y la
esperanza están íntimamente relacionadas. En el versículo 41 se nos dice en qué debemos tener
esperanza, y de nuevo se vuelve interesante, pues todo tiene que ver con el Señor:

Y ¿qué es lo que habéis de esperar?

Esa es una buena pregunta. ¿En qué debemos tener fe? ¿En qué debemos tener esperanza?

He aquí, os digo que debéis tener esperanza de que, por medio de la expiación de Cristo y el poder
de su resurrección, seréis resucitados a vida eterna, y esto por causa de vuestra fe en El, de acuerdo
con la promesa. De manera que si un hombre tiene fe, es necesario que tenga esperanza; porque sin
fe no puede haber esperanza (Moroni 7:41, 42).

La fe y la esperanza están en verdad vinculadas estrechamente, como se sugiere en la bien


conocida declaración de Hebreos 11:1

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Lo mismo se menciona en Éter 12:4:

Los que crean en Dios pueden esperar con seguridad un mundo mejor, sí, un lugar a la diestra de
Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y los haga
seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios.

LA FE NO SE ASOCIA CON LA DUDA Y EL TEMOR


La fe en el Señor no puede asociarse con la duda y el temor. Los Discursos sobre la Fe declaran:

Tal es la flaqueza del hombre y tal su debilidad, que continuamente está en riesgo de pecar. Y si
Dios no fuera paciente y lleno de compasión, clemente y misericordioso, y pronto para perdonar, el
hombre sería cortado de su presencia, y como consecuencia andaría en duda continua y no podría
tener fe, porque donde hay duda la fe no tiene poder. Pero creyendo el hombre que Dios es
compasivo y misericordioso, y que es paciente y tardo para la ira, el hombre puede tener fe en El y
vencer la duda y crecer en fuerza grandemente (Preguntas y respuestas del Tercer Discurso).

Es evidente que un hombre que duda continuamente no puede ejercer la fe, porque donde hay
duda la fe no tiene poder. El Señor declaró lo siguiente en Doctrina y Convenios 6:34, 36:

Así que, no temáis, rebañito; haced lo bueno; dejad que se combinen en contra de vosotros la
Tierra y el infierno, pues si estáis edificados sobre mi roca, no pueden prevalecer... Elevad hacia mí
todo pensamiento; no dudéis; no temáis.

Podemos ver que para no temer, debemos elevar al Señor todo pensamiento. El Señor nos
sostendrá en las cosas que con justicia nos estamos esforzando por lograr.

Podemos ver este principio en acción en el relato de Cristo cuando caminó sobre el mar y el Apóstol
Pedro intentó hacer lo mismo. Las Escrituras dicen:

A la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole
andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida
Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!

Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y
dijo El: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el
fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al
momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
(Mateo 1425-31).

Notemos que Pedro, en el momento que vio que estaba realmente caminando sobre el agua, tuvo
miedo. Y una vez que tuvo miedo, empezó a hundirse y perdió el poder que ejerció temporalmente.

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La duda y la fe no pueden existir en la misma persona al mismo tiempo. Santiago también nos
enseña esa gran lección:

Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y
sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la
onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal
haga, que recibirá cosa alguna del Señor (Santiago 1:5-7).

Leemos en Marcos 11:23, 24:

De cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudara
en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

Si una persona no duda en su corazón, sino cree que se cumplirá lo que dice, se cumplirá
verdaderamente. Si creemos, recibiremos. ¿Nos esforzamos por creer en Dios y desechar las dudas,
temores y pensamientos negativos?

LA FE DA SEGURIDAD Y FIRMEZA
Moroni escribió:

De modo que los que crean en Dios pueden esperar con seguridad un mundo mejor, sí, un lugar a
la diestra de Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y
los hace seguros y firmes (Eter 12:4)

Moroni está describiendo los efectos de la fe: la fe nos hará seguros y firmes. No se está refiriendo
a la seguridad del mundo, sino a la seguridad espiritual.

LA FE NO VIENE POR LAS SEÑALES


Hay otra característica de la fe que necesitamos comprender antes de tratar de aplicarla. La fe no
se basa en las señales. El Señor ha dicho:

El evangelio ha de ser predicado a toda criatura, y las señales seguirán a tos que crean (D. y C.
58:64).

Y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; y el que no creyere, será condenado.

Y el que creyere será bendecido con señales que seguirán, tal como está escrito (D. y C. 68:9, 10).

Las señales vienen por la fe, pero deben venir en la manera del Señor. A José Smith le dijo:

Y Aquél que buscare señales verá señales, mas no para salvación. En verdad os digo que hay entre
vosotros quienes buscan señales, y los ha habido aun desde el principio.

Yo diría que cada uno de nosotros es culpable de eso hasta cierto punto. Puede ser que estemos
buscando una señal y ni siquiera nos demos cuenta de ello. La diferencia se sabe sólo por el Espíritu.
El Señor continúa: Pero he aquí, la fe no viene por las señales, mas las señales siguen a los que creen.

Sí, las señales vienen por la fe, no por la voluntad de los hombres, ni como les place, sino por la
voluntad de Dios (D. y C. 63:7-10).

Recordemos bien que las señales no producen fe. Hay personas que piensan que si se les
apareciera un ángel, creerían y tendrían fe, y cuando éste se fuera guardarían todos los
mandamientos. Esas son enseñanzas del hombre natural, y no son verdaderas. La fe nace de adentro.
La fe viene por el Espíritu de Dios, no por señales.

Recordemos no confundir las señales con los dones del Espíritu. El Señor nos ha aconsejado:
"Buscad diligentemente los mejores dones" (D. y C. 46:8). En Doctrina y Convenios están enumerados
muchos de esos dones (D. y C. 46:9-33). Los dones espirituales pueden venir por la voluntad de Dios
mediante la fe. Las señales vienen por la voluntad de Dios, y son consecuencia de la fe.

LA FE NO ES CONOCIMIENTO PERFECTO

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Cuando José Smith salió de la arboleda, ¿pensamos que su fe en la existencia de Dios era débil?
Eso es ridículo, ¿verdad? El salió con un conocimiento seguro de la existencia del Padre y del Hijo. Si él
lo sabía, ya no tenía fe en eso. Tenía fe en muchas otras cosas, pero tenía un conocimiento seguro de
que Dios vive. Alma explicó ese principio de esta manera:

Fe no es tener un conocimiento perfecto de las cosas; de modo que si tenéis fe, tenéis esperanza
en cosas que no se ven, y que son verdaderas (Alma 32:21).

Luego sigue diciendo:

Pues como dije concerniente a la fe, que no era un conocimiento perfecto, así es con mis palabras.
No podéis, al principio, saber a perfección acerca de su veracidad, así como tampoco la fe es un
conocimiento perfecto... Compararemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora, si dais lugar para que
sea plantada una semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla verdadera, o semilla buena, y
no la echáis fuera por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a
germinar en vuestro pecho; y al percibir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de
vosotros: Debe ser que ésta es una semilla buena, porque [1] empieza a ensanchar mi alma; sí, [2]
empieza a iluminar mi inteligencia; sí, [3] empieza a ser deliciosa para mí.

He aquí, ¿no aumentaría eso vuestra fe? Os digo que sí; sin embargo, no ha llegado a ser un
conocimiento perfecto (Alma 32:26-29).

Ese capítulo continúa hablando acerca de la semilla y su crecimiento. En el versículo 34 leemos:

Y ahora, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento? Sí, vuestro conocimiento es perfecto en esta
cosa, y vuestra fe queda inactiva; y esto porque sabéis, pues sabéis que la palabra ha ensanchado
vuestras almas, y también sabéis que ha germinado, que vuestra inteligencia empieza a iluminarse y
vuestro entendimiento comienza a ensancharse.

Alma explica magistralmente algunas de las características de la fe. Al estudiar esas


características, debemos recordar que la fe es algo sobre lo que sabemos muy poco. El Señor dice que
si tenemos fe como un grano de mostaza, podremos decir "a este monte: Pásate de aquí allá, y se
pasará" (Mateo 17:20). Por ello me doy cuenta de que usualmente tenemos algo menos que eso, y
que sabemos muy poco sobre ello. Por eso sigo esforzándome por comprender lo que significa tener
fe en el Señor Jesucristo. Espero que todos nosotros consideremos esto como el comienzo de un
mayor estudio, meditación y oración para entender la fe en el Señor Jesucristo. Al hacerlo, el Señor
nos revelará conocimiento adicional sobre estos importantes principios, pues El ha prometido: "Si
pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que puedas
conocer los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna" (D.
y C. 42:61).

PREGUNTAS PARA MEDITAR


1. ¿Qué relación hay entre tener fe y creer?

2. ¿Qué relación hay entre la fe y la esperanza?

3. ¿Qué relación hay entre la fe y las señales?

4. ¿Qué relación hay entre la fe y los dones espirituales?

5. ¿Qué relación hay entre la fe y el conocimiento?

6. ¿De qué manera afectan a la fe la duda y el temor?

7. ¿Qué podemos hacer para aumentar nuestra creencia y esperanza de que se cumplirán nuestros
justos deseos?

8. Si la fe aumenta mediante el conocimiento, ¿qué puede hacer usted para aumentar su fe?

9. ¿Qué puede hacer usted para desechar sus dudas y temores?

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4
EL FUNDAMENTO DE LA FE
Mientras me hallaba en Venezuela, hace unos años, un grupo de santos de los últimos días, junto
con muchos no-miembros, hablaban sobre una profecía dicha por una mujer en Europa. Ella había
profetizado que Caracas, que en ese tiempo era una ciudad de más de tres millones de habitantes,
sería destruida al día siguiente. Mucha gente lo creyó, y miles salieron de Caracas el día que yo
llegué. Al día siguiente no hubo ninguna destrucción, y entre los miembros de la Iglesia escuché cosas
tales como: "Yo sabía que no pasaría nada, por eso no abandonamos la ciudad". Quedándose en
Caracas, habían ejercido la fe en que esa mujer estaba equivocada. Pero lo que me preocupaba era su
razonamiento: "Sabíamos que el Señor no haría nada como eso en Caracas, porque tenemos una
estaca aquí". Una persona dijo: "Sé que si la ciudad fuera a ser destruida verdaderamente, el Señor se
lo habría revelado al Élder Cook, o a los presidentes de estaca o de misión, para que los santos
pudieran evacuar la ciudad". Otro dijo: "Si el Señor no se lo hubiera revelado a uno de los líderes
locales, se lo hubiera revelado al Presidenta Kimball". Ahí tenemos un argumento muy débil, porque
cualquiera que haya leído las Escrituras, sabe que el Señor permite que el mal venga sobre los buenos
así como sobre los malvados. Hemos de tener cuidado de no interpretar la mente del Señor.

En Colombia teníamos problemas tremendos para obtener visas para que los misioneros pudieran
entrar al país. Una mujer dijo: "Sé que ésa no es la voluntad del Señor. El quiere que la obra misional
siga adelante, y si tuviéramos suficiente fe, no permitiríamos que el Gobierno negara las visas. Si
tuviéramos suficiente fe, podríamos resolver este problema". Eso sí que suena razonable, ¿verdad?
Pero también es posible que no fuera cierto.

Una de las mayores bendiciones que ha tenido México, fue cuando su Gobierno no quiso permitir
que entraran misioneros norteamericanos por un tiempo. Los jóvenes mexicanos comenzaron a
cumplir misiones en su propio país, pues no había alternativa. Y mientras los misioneros
norteamericanos llamados a servir en México, esperaban sin poder entrar, se inició la capacitación de
idiomas. Fue entonces que nació la idea de un centro de capacitación de idiomas, que poco después
se hizo realidad. Luego se llamó Centro de Capacitación Misional. El Señor tiene sus propios
propósitos. El Hace las cosas a su manera. Puede realizar milagros a partir de un incidente
aparentemente sin importancia, o de la adversidad.

Los Discursos sobre la Fe hacen la observación de que la verdadera fe en el Señor se basa en tres
elementos:

Señalemos aquí que hay tres cosas necesarias para que cualquier ser racional e inteligente pueda
ejercer fe en Dios para vida y salvación.

Primero, la idea de que El existe verdaderamente.

Segundo, una idea CORRECTA de su carácter, perfección y atributos.

Tercero, un conocimiento verdadero de que la dirección que lleva su vida está de acuerdo con la
voluntad de Dios (Discursos sobre la Fe 3:2-5).

Si nuestra fe se basa en estos elementos, entonces podemos ejercer una fe verdadera en el Señor
para vida y salvación.

1. LA IDEA DE QUE DIOS EXISTE VERDADERAMENTE


El hombre natural, al pensar en el primer elemento de la fe, dirá enseguida: "Pasemos al siguiente
principio, porque yo ya sé que Dios existe". Pero el hombre espiritual entiende que sabe muy poco,
aun de cosas tan fundamentales. Es de muchas maneras y en diversos grados que sabemos que Dios
existe, pero aquí se nos está enseñando algo que no es común.

LAS CREACIONES DE DIOS TESTIFICAN DE EL


El llegar a saber que Dios existe, tiene su base en dos principios o ideas principales: el primero, que
las creaciones de Dios testifican que El existe. El Señor dijo:

La Tierra rueda sobre sus alas, y el sol da su luz de día, y la luna da su luz de noche, y las estrellas
también dan su luz, a medida que ruedan sobre sus alas en su gloria, en medio del poder de Dios.

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¿A qué compararé estos reinos para que comprendáis?

He aquí, todos éstos son reinos, y el hombre que ha visto a cualquiera o al menor de ellos, ha visto
a Dios obrando en su majestad y poder (D. y C. 88:45-47).

El Señor nos ha bendecido con suficiente entendimiento para reconocer que sus creaciones
testifican que El vive, de modo que todos puedan tener fe y creer en su nombre. Los hombres y
mujeres en todo el mundo creen en alguna clase de Ser Supremo que ha creado los cielos y la Tierra.
Ignoran qué o Quién es, pero cuando menos creen en El. Eso para mí es un gran testimonio de que el
Señor preparó todo para que, tan sólo por sus creaciones, pudiéramos tener fe en que El existe.

El Señor le dijo a Adán:

Se han creado y hecho todas las cosas para que den testimonio de mí; tanto las que son
temporales, como las que son espirituales; cosas que hay arriba en los cielos, cosas que están sobre
la Tierra, cosas que están en la Tierra y cosas que están debajo de la Tierra, tanto arriba como abajo;
todas las cosas testifican de mi (Moisés 6:63).

Y Alma le dijo a Korihor:

Todas las cosas Indican que hay un Dios, sí, aun la Tierra y todo cuanto hay sobre ella, sí, y su
rotación, sí, y también todos los planetas que se mueven en su orden regular testifican que hay un
Creador Supremo (Alma 30:44).

Alma testificó que el Señor organizó los elementos de tal manera que todas las cosas dan
testimonio de Dios a sus hijos.

OTROS TAMBIÉN TESTIFICAN DE DIOS


En segundo lugar, el Señor usa el testimonio de otros para que el género humano pueda creer en
El. Cuando José Smith salió de la Arboleda Sagrada, ese día hubo un hombre sobre la Tierra que había
visto por sí mismo que Dios vive verdaderamente. La fe lo había motivado a ir a la arboleda para orar,
pero cuando salió de ahí, tenía un conocimiento perfecto de que Dios vive. Esa experiencia le dio el
poder para decir:

Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en
realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no
obstante, era cierto; y mientras me perseguían, y me censuraban, y decían falsamente toda ciase de
mal en contra de mí por afirmarlo, yo pensaba en mi corazón: ¿Por qué me persiguen por decir la
verdad? En realidad he visto una visión, y ¿quién soy yo para oponerme a Dios? ¿o por qué piensa el
mundo hacerme negar lo que realmente he visto? Porque había visto una visión; yo lo sabía, y
comprendía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; por lo menos, sabía que
haciéndolo, ofendería a Dios y caería bajo condenación (José Smith— Historia, versículo 25).

El testimonio de José Smith se ha convertido en el cimiento de la fe de millones de personas en


todo el mundo. El dice, en los Discursos sobre la Fe:

Hemos delineado claramente cómo es, y cómo ha sido, que Dios vino a ser objeto de fe en los seres
racionales; y también en qué fundamento se basó el testimonio de los antiguos al grado de moverlos
a inquirir diligentemente, y buscar y obtener un conocimiento de la gloria de Dios; y hemos visto que
fue solamente ese testimonio humano lo que originalmente motivó en sus mentes la búsqueda. Nos
damos cuenta de que fue la creencia que tuvieron en el testimonio de sus padres, ese testimonio
habiendo motivado sus mentes para inquirir un conocimiento de Dios. La búsqueda frecuentemente
terminó, en verdad, cuando estuvo bien dirigida siempre terminó, en los más gloriosos
descubrimientos y en eterna certidumbre (Discursos sobre la Fe 2:56).

Después de la Primera Visión, los hombres comenzaron a creer en las palabras del profeta José
Smith, y una vez más empezó a esparcirse la fe sobre la Tierra. El Señor inició ese proceso
exactamente de la misma manera con Adán. Leemos en Moisés 5:58, 59:

Y así se empezó a predicar el evangelio desde el principio, siendo declarado por santos ángeles
enviados de la presencia de Dios, y por su propia voz, y por el don del Espíritu Santo.

Y así se le confirmaron todas las cosas a Adán mediante una santa ordenanza; y se predicó el
evangelio, y se proclamó un decreto da que debería estar en el mundo hasta su fin; y así fue. Amén.

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Adán vio a Dios. Caminó y habló con El, y oyó su voz. Y de Adán y Eva llegó a otros el testimonio de
Dios:

Y Adán y Eva bendijeron el nombre de Dios, e hicieron saber todas las cosas a sus hijos e hijas
(Moisés 5:12).

Mormón declaró:

Ahora llegamos a esa fe de la cual dije que hablaría; y os indicaré la manera en que podéis recoger
toda cosa buena

Porque he aquí, sabiendo Dios todas las cosas, dado que existe de eternidad en eternidad, he aquí,
El envió ángeles para ministrar a los hijos de los hombres, para manifestar concerniente a la venida
de Cristo; y que en Cristo habría de venir toda cosa buena (Moroni 7:21, 22).

En otras palabras, el Señor envió ángeles para testificar de El, para que los hombres pudieran ver
con sus ojos y ser testigos de que Dios vive realmente.

Y Dios también declaró a los profetas, por su propia boca, que Cristo vendría.

Y he aquí, de diversos modos manifestó cosas que eran buenas a los hijos de los hombres; y todas
las cosas que son buenas vienen de Cristo; de lo contrario, los hombres se hallaban caídos, y ninguna
cosa buena podía llegar a ellos.

De modo que por el ministerio de ángeles, y por toda palabra que salía de la boca de Dios,
empezaron los hombres a ejercitar la fe en Cristo; y así, por medio de la fe, recogieron toda cosa
buena; y así fue hasta la venida de Cristo.

Y después que vino, los hombres también fueron salvos por la fe en su nombre; y por la fe llegaron
a ser hijos de Dios. Y tan cierto es que Cristo vive como que habló estas palabras a nuestros padres,
diciendo: Cuanta cosa le pidáis al Padre en mi nombre, que sea buena, creyendo con fe que recibiréis,
he aquí os será concedida (Moroni 7:23-26)

Más adelante, Mormón declara:

Ni han cesado los ángeles de ministrar a los hijos de los hombres.

Porque he aquí, se sujetan a El para ejercer su ministerio de acuerdo con la palabra de su


mandamiento, manifestándose a los que tienen una fe fuerte y un espíritu firme en toda forma de
santidad.

Y el oficio de su ministerio es llamar a los hombres al arrepentimiento; y cumplir y llevar a efecto la


obra de los convenios que el Padre ha hecho a los hijos de los hombres; y preparar la vía entre los
hijos de los hombres, declarando la palabra de Cristo a los vasos escogidos del Señor, para que den
testimonio de El.

Y obrando de este modo, Dios el Señor prepara la senda para que el resto de los hombres puedan
tener fe en Cristo, a fin de que el Espíritu Santo pueda tener cabida en sus corazones, según su poder,
y de este modo el Padre lleva a efecto los convenios que ha hecho a los hijos de los hombres.

Y Cristo ha dicho: Si tenéis fe en mí, tendréis poder para hacer cualquiera cosa que me sea
menester (Moroni 729-33).

Nuestra fe tiene la oportunidad de aumentar cuando escuchamos el testimonio de alguien más.


Nuestra fe en que Dios vive empieza a crecer y desarrollarse. Pensemos en las palabras de Pablo: "La
fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios: (Romanos 10:17). Algunas personas dicen:
"¿Necesitamos en realidad asistir a las reuniones de la Iglesia? ¿Necesitamos ir a escuchar las
predicaciones de los siervos del Señor?" Yo respondería: "SI quieren aumentar su fe, sí necesitan ir".

Pensemos un rato en esta pregunta: "¿Quién es Dios?", o "¿qué representa Dios para mí?" Ahora
mismo tomemos unos minutos y reflexionemos en eso antes de seguir leyendo. Ante esa pregunta, el
hombre natural que hay en nosotros tiende a nombrar las cosas mayormente físicas. A tales
preguntas nosotros contestaríamos: "Dios es un hombre perfeccionado. Resucitó como lo hizo Jesús.
Es un Ser glorificado. Es un Ser aparte del Espíritu Santo, pues éste último es únicamente un espíritu".
Puede ser que mencionáramos esas cosas. Pero ésas sólo son cosas acerca de Dios. Mas si nos
ponemos a reflexionar más profundamente, podríamos pensar algo como: "Recuerdo una experiencia
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de cuando yo era más joven, que me enseñó que Dios nos ama a todos y no hace acepción de
personas. Y sé que me ama, porque ha contestado mis oraciones". Al pensar en cosas como ésas,
llegaríamos a un mejor entendimiento sobre quién es Dios, y cuánto sabemos o no sobre El. Una cosa
es que digamos que sabemos que Jesús es el Cristo, y otra muy diferente es que lo conozcamos.

2. UNA IDEA CORRECTA DEL CARÁCTER, PERFECCIONES Y ATRIBUTOS DE


DIOS
El segundo elemento de la fe consiste en tener una idea correcta sobre las características,
perfecciones y atributos de Dios.

En ocasiones algunas personas han venido a mí para confesar alguna transgresión, y han dicho
algo así: "Sé que el Señor no podrá perdonarme". Cuando esas personas me dicen lo que el Señor
hará o no hará, me he dado cuenta de que todavía no conocen a su Padre Celestial. Y sé que también
yo sé muy poco sobre mi Padre Celestial. Al pensar en eso, me he preguntado: "¿Cómo puedo
aprender más?" Sobre eso quiero compartir algunas sugerencias:

CONOZCA A DIOS POR MEDIO DE LA ORACIÓN


La oración es una de las mejores maneras de conocer al Señor; pero no sólo el decir las oraciones,
sino el orar verdaderamente, conversando con el Señor. Si una persona hace esto, puede llegar a
conocer al Señor, pues el Señor le revelará conocimiento en cuanto a sus vías. Jacob dijo:

¡He aquí Grandes y maravillosas son las obras del Señor! ¡Cuán inescrutables son las
profundidades de sus misterios; y es imposible que el hombre pueda descubrir todos sus caminos! Y
nadie hay que conozca sus sendas a menos que le sean reveladas; por tanto, no despreciéis,
hermanos, las revelaciones de Dios (Jacob 4:8).

Esa es la única manera en que podemos ganar ese conocimiento: por revelación de El.

CONOZCA A DIOS POR MEDIO DE LAS ESCRITURAS


Quisiera sugerir otra manera de conocer mejor al Señor: una búsqueda intensa, continua y
fervorosa por conocerlo a través de las Escrituras. En ellas, el Señor ha revelado mucho de lo que
necesitamos saber sobre sus características, perfecciones y atributos.

El Señor le dijo a Martín Harris, por medio del profeta José Smith: "Aprende de mí y escucha mis
palabras; camina en la mansedumbre de mi Espíritu, y en mí tendrás paz" (D. y C. 19:23). Samuel el
Lamanita advirtió que muchos de los lamanltas eran "conducidos a creer las Santas Escrituras... que
los llevan a la fe en el Señor" (Helamán 15:7). Estudiar las Escrituras es un poderoso medio para
conocer al Señor y desarrollar la fe en El.

CONOZCA A DIOS POR MEDIO DE UNA OBSERVACIÓN PROFUNDA


Me gustaría añadir que otra manera de conocer a Dios es observar detenidamente lo que sucede a
nuestro alrededor, buscando y procurando alguna revelación. Brigham Young dijo una vez que las
revelaciones vienen de muchas fuentes; el Señor, los siervos del Señor, otros hombres, las creaciones
del Señor, y muchas otras cosas. Las revelaciones no se limitan a una sola persona. Cierto es que las
revelaciones del Señor sobre la dirección de la Iglesia están limitadas a los líderes de la misma, pero
las demás revelaciones están disponibles para todos. Parte del mejor conocimiento con que el Señor
me ha bendecido, ha venido por observar detenidamente a otros, viendo cómo actúan y reaccionan.
Eso a veces me enseña lo que es el Señor, y otras, lo que no es. En toda persona y en todas las cosas
hay una chispa de divinidad, la luz de Cristo, y si observamos atentamente las creaciones de Dios,
aprenderemos más sobre El.

CARACTERÍSTICAS DE DIOS
Los Discursos sobre la Fe nos enseñan lo siguiente en cuanto a Dios:

Notaremos aquí que Dios es el único gobernador supremo y Ser independiente en quien reside toda
plenitud y perfección; que El es Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente; sin principio de días o fin
de vida; y que en El existe todo buen don y todo buen principio; y que El es el Padre de toda luz; en

21
El reside independientemente el principio de la fe, y El es el objeto en al que se centra la fe de
todos los demás seres racionales y responsables, para obtener vida y salvación (Discursos sobre la Fe
2:2).

A partir de las Escrituras, los Discursos enseñan lo siguiente sobre el carácter de Dios:

Primero, que El fue Dios antes que el mundo fuera creado, y es el mismo Dios después de la
creación.

Segundo, que El es misericordioso y lleno de gracia, tardo para la ira, grande en bondad, y que ha
sido así desde la eternidad y lo será hasta la eternidad.

Tercero, que El no cambia, ni hay en El variación, sino que es el mismo de eternidad en eternidad,
siendo el mismo ayer, hoy y para siempre, cuyo curso es un giro eterno, sin variación.

Cuarto, que El es Dios de verdad y no puede mentir.

Quinto, que no hace acepción de personas, sino que de cada nación, el que teme a Dios y obra
rectitud es aceptado por El.

Sexto, que El es amor (Discursos sobre la Fe 3:13-18).

ATRIBUTOS Y PERFECCIONES DE DIOS


Los Discursos sobre la Fe también hablan de seis atributos específicos de Dios, y todos están
relacionados entre sí:

Primero, CONOCIMIENTO...

Segundo, FE O PODER...

Algunas personas piensan que el Señor no obra por fe, puesto que El tiene todo conocimiento. En
cierto sentido eso es verdad. No obstante, aquí José Smith está hablando de la fe como poder. Si Dios
dejara de tener fe, dejaría de tener poder. La fe, o poder, es un atributo eterno de Dios.
Tercero, JUSTICIA...
Cuarto, JUICIO...
Quinto, MISERICORDIA..
Sexto, VERDAD... (Discursos sobre la Fe 4:4-10).

Podríamos relacionar estos seis atributos con las características de Dios mencionadas
anteriormente, recordando que las perfecciones de Dios son el refinamiento de sus atributos y
características, y que nosotros podemos refinar esas características en nosotros mismos para poder
llegar a ser como El.
Siempre he atesorado estas palabras de Juan:

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo
no nos conoce, porque no le conoció a El.

Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando E! se manifieste, seremos semejantes a El, porque le veremos tal como El es.

Y todo aquél que tiene esta esperanza en El, se purifica a sí mismo, así como El es puro (1 Juan 3:1-
3).

Eso no solamente nos enseña que veremos a Dios como El es y sabremos que físicamente fuimos
creados a su imagen (cuando era más joven, yo pensaba que eso era todo lo que significaba), sino
también enseña que si seguimos perfeccionándonos y santificándonos, podemos llegar a ser
espiritualmente como El es.

Jesús dijo: "Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a
quien has enviado" (Juan 17:3). Para mí, eso es tanto como decir que nuestra vida eterna depende de
que lleguemos a conocer a Dios y saber cómo es El en realidad.

3. UN CONOCIMIENTO DE QUE LA DIRECCIÓN QUE LLEVA NUESTRA VIDA


ESTÁ DE ACUERDO CON LA VOLUNTAD DE DIOS
22
Un ejemplo magnífico del tercer elemento de la fe que se menciona en los Discursos, se encuentra
en la historia de Nefi, pues Nefi sabía que el curso de su vida estaba en armonía con la voluntad de
Dios. Analicemos su historia para ver si podemos determinar, al menos en parte, cómo sabe una
persona si su vida lleva o no el rumbo que el Señor desea.

Y aconteció que después de hablar con el Señor, yo, Nefi, volví a la tienda de mi padre (1 Nefi 3:1).

Nefi había estado orando. Ese es un buen comienzo para poder conocer la voluntad del Señor.
Después fue a hablar con Lehi, su padre.

Y sucedió que me habló, diciendo: He aquí, he tenido un sueño, en el que el Señor me ha mandado
que tú y tus hermanos volváis a Jerusalén.

Pues he aquí, Labán tiene los anales de los judíos, así como una genealogía de tus antepasados; y
están grabados sobre planchas de bronce (versículos 2, 3).

Hasta este punto vemos únicamente a dos hombres, padre e hijo, sin ángeles, manifestaciones o
evidencias físicas aparte de que el padre le dice a su hijo: "He soñado que tú y tus hermanos deben
volver a Jerusalén". En ese momento Nefi tuvo que decidir si seguir las inclinaciones del hombre
natural, o las del hombre espiritual, es decir, si dudar o creer.

Por lo que el Señor me ha mandado que tú y tus hermanos debéis ir a la casa de Labán, y procurar
los anales y traerlos aquí al desierto.

Y he aquí, tus hermanos murmuran, diciendo que lo que yo les he requerido es cosa difícil; pero no
soy yo quien se lo requiere, sino que es un mandato del Señor (versículos 4, 5).

Ahora pensemos en nuestra condición espiritual. ¿Qué habríamos hecho nosotros? Laman y Lemuel
murmuraron, diciendo quizá cosas tales como: "Papá siempre ha sido un visionario. Siempre sueña
cosas. 1 ::te sueño puede deberse a que cenó tarde anoche". Imaginemos las cosas que pueden haber
dicho, murmurando de su padre. De hecho, se negaron a creer la voluntad revelada del Señor.

A continuación, consideremos a Nefi. El estaba en la misma situación y oyó las mismas palabras de
su padre pero, ¿cuál fue su actitud?

Por lo tanto, ve tú, hijo mío, y el Señor te favorecerá porque no has murmurado (versículo 6).

Nefi oyó lo mismo que sus hermanos, pero creyó y no habló mal de su padre.

Y sucedió que yo, Nefi, dije a mi padre: Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que El
nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo
que les ha mandado (versículo 7).

¿Podemos ver cómo fue que Nefi puso el asunto en la perspectiva correcta? No era Lehi quien le
estaba pidiendo que fuera a Jerusalén; era el Señor, por medio de Lehi. Había una gran diferencia, y
Nefi la reconoció.

Y aconteció que mi padre quedó altamente complacido al oír estas palabras, porque comprendió
que el Señor me había bendecido (versículo 8).

La relación entre ellos era armoniosa, y Lehi supo que el Señor había bendecido a su hijo. Nefi
comprendió espiritualmente la verdad de las palabras de su padre. Conocía la voluntad del Señor; lo
que le restaba era ir y hacerla.

Y yo, Nefi, y mis hermanos emprendimos la marcha por el desierto, con nuestras tiendas, para ir a
la tierra de Jerusalén (versículo 9).

Es fácil saltarse un versículo como ése. Pero ¿podemos imaginarnos es esa posición? El viaje a
Jerusalén era largo, y sospecho que había muchos problemas en el camino. No creo que el Señor le
dijera a Nefi dónde plantar su tienda por la noche. Dudo que un ángel lo hiciera por él. Nefi mismo lo
hacía. Posiblemente careció de agua en ocasiones, o batalló para conseguir comida. Ignoramos los
detalles sobre ese breve versículo, pero el viaje no debe haber sido fácil, y el Señor no hizo todo el
trabajo. Nefi mismo lo hizo. Y sucede lo mismo con nosotros.

Y aconteció que al llegar a Jerusalén, yo y mis hermanos deliberamos unos con otros (versículo 10).

23
Siempre me ha parecido interesante el hecho de que se pusieron a deliberar, preguntándose tal
vez: "¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a obtener las planchas?" Por lo que se les había dicho hasta
ese momento, parecía que sería una tarea fácil. La tendencia del hombre natural podría haber sido
pensar: "Si el Señor prepara la vía, probablemente Labán tuvo el mismo sueño que nuestro padre. Ya
ha de tener las planchas en un saco, listas para que las recojamos. Todo lo que tenemos que hacer es
tocar a su puerta y pedírselas". Nefi y sus hermanos podían haber tenido toda la razón en creer eso,
¿no es así?

Es posible que hayan llegado a considerar varias opciones. Quizá se les ocurrió algo como: "Yo
podría trabajar para Labán varios meses, para ganar la mano de su hija, y entonces nos permitirá
tomar las planchas". Esa es una posiblidad, ¿verdad? Ese pequeño versículo que dice que se pusieron
a deliberar me indica que carecían de un plan fácil, detallado, para obtener las planchas de Labán.
Todo lo que tenían es lo que nosotros tenemos ahora en nuestra vida, o sea, la palabra del Señor a
través de su siervo. El Señor les dijo que obtuvieran las planchas. No les dijo específicamente cómo
obtenerlas. Así que se pusieron a deliberar.

Y echamos suertes para ver cuál de nosotros iría a la casa de Labán. Y sucedió que la suerte cayó
sobre Laman, y fue y entró en la casa de Labán, y habló con él mientras estaba sentado en su casa
(versículo 11).

Una vez más, sospecho que Laman, como cualquier otro que siguiera las inclinaciones del hombre
natural, tal vez pensaba que sería fácil pedirle las planchas a Labán, y que él se las daría.

Y le pidió a Labán los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce que contenían la
genealogía de mi padre.

Y he aquí, aconteció que Labán se llenó de ira y lo echó de su presencia; y no quiso que él tuviera
los anales. Por tanto, le dijo: He aquí, tú eres un ladrón, y te voy a matar.

Pero Lamán huyó de su presencia, y nos contó lo que Labán había hecho (versículos 12-14).

Sospecho que sus hermanos se sorprendieron un poco. Habían hecho exactamente lo que se les
había dicho, pero en lugar de tener éxito, por poco pierden la vida. Es interesante notar que Nefi dice:

Y empezamos a afligimos en extremo...

Me imagino que estaban algo desanimados, igual que todos nosotros cuando nos fijamos una meta
y no logramos alcanzarla.

... y mis hermanos estaban a punto de volver a mi padre en el desierto (versículo 14).

AL LLEGAR LA ADVERSIDAD, REDOBLE SU FE EN EL SEÑOR


Lamán y Lemuel no eran perseverantes. Al enfrentar el primer contratiempo querían darse por
vencidos. Posiblemente siguieron murmurando de Nefi tanto como lo habían hecho de su padre.

Pensemos detenidamente sobre lo que le pasó a Nefi y sus hermanos, pues tiene que ver con
nosotros. Sufrieron un serio revés. Lo habían intentado, con fe, de la mejor manera que sabían.
¿Hubieran ¡do jamás a la casa de Labán si no hubieran tenido fe en que podrían obtener las planchas.
No. Creyeron que lo lograrían, o de los contrario no habrían ¡do. Pero su intento fracasó. Ahora
pasaban por tribulación, algo que casi todos nosotros enfrentamos todos los días. Tenían que tomar
una decisión. ¿Seguirían adelante, creyendo en las palabras del Señor con una fe mayor que la que
tenían previamente, o se darían por vencidos? Lamán y Lemuel querían volver a la tienda de su padre.
Pero escuchemos a Nefi, lleno de gran fe.

Pero he aquí, yo les dije: Vive el Señor, que como nosotros vivimos no volveremos a nuestro padre
hasta que hayamos cumplido lo que el Señor nos ha mandado (versículo 15).

Eso era algo serio. En esencia, Nefi estaba usando una antigua y solemne expresión hebrea, que
expresa certidumbre, aseverando que Dios vive, y que tan ciertamente como El vive y ellos vivían, no
regresarían hasta haber logrado aquello que se les había mandado. En ese momento en particular,
¿tenía Nefi el conocimiento de que la tarea iba a ser fácil, o sabía lo que tenía qué hacer? No lo creo;
todavía estaba obrando por fe. ¿Sabía él cómo iba a obtener las planchas? No, pero creía que lo haría.
Creía con tanta fuerza, que es seguro que entendía el gran principio entretejido en toda esa
experiencia: cuando vienen las tribulaciones y los problemas, no podemos dejar que nuestra fe se

24
debilite, sino debemos fortalecer nuestra fe en e! Señor. Son situaciones como ésa a las que José
Smith se estaba refiriendo al decir que cuando el Señor ve que estamos dispuestos a servirle a toda
costa, a cualquier precio, o bajo cualquier circunstancia, entonces, y no antes, podremos tener la fe
suficiente para alcanzar la vida eterna. Nefi estaba atravesando por ese proceso.

Nefi continúa:

Por tanto, seamos fieles en guardar los mandamientos del Señor. Vayamos, pues, a la tierra de la
herencia de nuestro padre, pues he aquí, él dejó oro y plata y toda clase de riquezas; y ha hecho todo
esto a causa de los mandatos del Señor (versículo 16).

En los versículos 17 al 20 vemos a Nefi razonando con sus hermanos y enfatizando la importancia
de su misión y de las planchas. Luego dice:

Y aconteció que, hablando de este modo, persuadí a mis hermanos a que fueran fieles en guardar
los mandamientos de Dios (versículo 21).

Nefi los convenció de regresar e intentar obtener las planchas otra vez. Se le ocurrió la idea de
comprarle las planchas a Labán, y pudo haberles dicho a sus hermanos algo así: "Si le ofrecemos a
Labán todas nuestras riquezas, seguramente nos dará las planchas". Imagino que Nefi les dio a sus
hermanos un discurso que los persuadió de que esta vez tendrían éxito. ¿Estaba Nefi ejerciendo la fe
en su plan? Ciertamente, pues de otra manera no lo hubiera seguido. Sin embargo, aunque su fe en
ese método específico fracasaría, su fe en la voluntad del Señor (que obtuvieran las planchas)
triunfaría finalmente.

Y sucedió que fuimos a la tierra de nuestra herencia y recogimos nuestro oro, nuestra plata y todos
nuestros objetos preciosos.

Y después de haber recogido estas cosas, volvimos a la casa de Labán.

Y acaeció que entramos donde estaba Labán, y le pedimos que nos diera los anales que estaban
grabados sobre las planchas de bronce, a cambio de las cuales le entregaríamos nuestro oro, y
nuestra plata, y todas nuestras cosas preciosas (versículos 22-24).

¿Se impresionó Labán? Parece haberse impresionado con el oro, pero no con tener que entregar las
planchas.

Y aconteció que cuando Labán vio nuestros bienes, y que eran grandes en extremo, él los codició;
por lo que nos echó fuera y mandó a sus siervos que nos mataran, a fin de apoderarse de nuestras
riquezas.

Sucedió, pues, que huimos delante de los siervos de Labán, y nos vimos obligados a abandonar
nuestros bienes, que cayeron en manos de Labán.

Y huimos al desierto sin que nos alcanzaran los siervos de Labán, y nos escondimos en la hendidura
de un peñasco (versículos 25-27).

Habían fallado por segunda vez en lograr su objetivo. Me pregunto cuán fuerte sería nuestra fe si
pasáramos por la misma situación. Dos veces habían sido obedientes e ido a la casa de Labán para
conseguir las planchas. Lo habían perdido casi todo, y ahora estaban escondidos para salvar sus
vidas. Más Nefi, sabiendo que la voluntad del Señor era que tuvieran éxito, seguía creyendo.

CONOZCA EL HORARIO DEL SEÑOR


Y aconteció que Laman se irritó conmigo y también con mi padre; y lo mismo hizo Lemuel, porque
se dejó llevar por las palabras de Laman [nótese que uno puede seguir constantemente lo que es
malo, tanto como lo que es bueno]. Por tanto, Laman y Lemuel nos hablaron muchas palabras ásperas
a nosotros, sus hermanos menores, y hasta nos golpearon con una vara.

Y sucedió que mientras nos golpeaban con la vara, he aquí, vino un ángel del Señor y se puso ante
ellos, y les habló, diciendo: ¿Por qué golpeáis a vuestro hermano menor con una vara? ¿No sabéis que
el Señor lo ha escogido para que sea un dirigente sobre vosotros, y esto a causa de vuestras
iniquidades? He aquí, volveréis a Jerusalén y el Señor entregará a Labán en vuestras manos
(versículos 28, 29).

25
Hay aquí dos puntos importantes que debemos recordar. Primero, tras dos intentos fallidos, Nefi
permanecía fuerte en la fe. A pesar de que Laman y Lemuel lo estaban golpeando, él creía. Podríamos
preguntar: ¿Seguimos nosotros creyendo cuando la vida nos golpea? ¿Le decimos al Señor: "Padre, no
sé cómo voy a lograrlo, pero con tu ayuda voy a cumplir tu voluntad". ¿O seguimos acaso el ejemplo
de Laman y Lemuel, que dudaron, murmuraron, temieron y se dieron por vencidos?

El segundo punto es que Nefi, después de dos grandes fracasos, recibió la recompensa de su fe.
¡Del cielo vino un ángel para defenderlo de sus hermanos! A esas alturas Nefi debe haber necesitado
algo de apoyo, y me imagino que eso le ayudó. Pero, ¿qué supo en ese momento que antes no sabía?
El ángel dijo: "He aquí, volveréis a Jerusalén y el Señor entregará a Labán en vuestras manos"
(versículo 29). Nefi supo entonces el horario del Señor, cosa que es muy importante saber. Hay
muchas cosas que son la voluntad del Señor, pero sus horarios son desconocidos para el hombre. Hay
que tener eso presente cuando intentamos cumplir la voluntad del Señor.

Y luego que nos hubo hablado, el ángel se fue.

Y después que el ángel hubo partido, Lamán y Lemuel empezaron otra vez a murmurar (versículos
30, 31).

Aquí podemos ver el impacto que puede tener un ángel en la fe de un incrédulo: prácticamente
ninguno. Lamán y Lemuel eran "hombres naturales", y luego que el ángel se fue, hicieron una
pregunta "de hombre natural". Cierto es que el Señor nos permite hacer esa pregunta, pero debemos
hacerla con una actitud de fe. Lamán y Lemuel preguntaron con dudas "¿cómo?": "¿Cómo es posible
que el Señor entregue a Labán en nuestras manos?" (versículo 31). Nefi no sabía la respuesta. Todo lo
que sabía era que tenían que ir y hacerlo, y el Señor proveería. Por el contrario, lo único en que Lamán
y Lemuel podían pensar era la dificultad de la tarea.

Lo que ellos esperaban era un plan detallado para hacer la voluntad del Señor, quizás algo así: 1.
Llegar a Jerusalén a las 4:00 p.m. 2. No entrar por la puerta, sino trepar por la muralla en la parte
trasera de la ciudad. 3. Tomar la calle Fulana. 4. Caminar cuatro cuadras y luego doblar a la derecha,
etc. Puede parecer ridículo tal vez, pero en esencia eso es lo que estaban esperando para poder creer.
Con evidencias como ésa casi cualquiera podría creer, pero el Señor no opera de esa manera. El Señor
revela su voluntad en general para permitirnos tener fe en El y ver si estamos dispuestos a probar esa
fe a través de nuestras propias acciones, a pesar de que no sepamos específicamente cómo hacer su
voluntad. El nos revela la luz, y espera que caminemos en terreno desconocido, y sólo entonces
revelará más luz y verdad.

Eso me recuerda unas grandes palabras en el libro de Abraham. A Abraham se le mostraron las
inteligencias que fueron organizadas antes que el mundo fuese, y se le dijo que él era una de ellas.
Entonces se le enseñó uno de los grandes propósitos de esta vida:

Y estaba entre ellos uno que era semejante a Dios, y dijo a los que se hallaban con El:
Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos de estos materiales y haremos una tierra sobre
la cual éstos puedan morar; y con esto tos probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor
su Dios les mandare (Abraham 3;24, 25).

El Señor nos da sus mandamientos a través de las Escrituras, los profetas y los susurros del Espíritu
Santa, pero El espera que nosotros encontremos, por medio de nuestra fe, las maneras específicas de
guardar sus mandamientos. ¿Cómo podríamos llegar a ser como El si tomara todas las decisiones por
nosotros, si nos llevara de la mano todo el tiempo?

En general, no se conocen los detalles específicos sobre cómo cumplir la voluntad del Señor

Volvamos a Nefi, que se hallaba en medio de la prueba de su fe. Lamán y Lemuel seguían
murmurando (1 Nefi 3):

¿Cómo es posible que el Señor entregue a Labán en nuestras manos? He aquí, es un hombre
poderoso, y puede mandar a cincuenta, sí, y aun puede matar a cincuenta; luego, ¿por qué no a
nosotros? (versículo 31).

Lamán y Lemuel se dejaban impresionar por el poder del mundo. Imagino que cuando huyeron la
segunda vez, vieron las espadas y percibieron que apenas si habían escapado con vida. Tratemos de
imaginar esa situación tal como la veían Lamán y Lemuel. Habían visto un ángel, y hacían el contraste
entre él y cincuenta hombres armados de espadas. En la mente de un hombre natural, la comparación
podría ser mas o menos así: "Vi un ángel, es cierto. De eso estoy seguro. Pero más seguro estoy de

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haber visto cincuenta hombres armados". Nefi también hizo la comparación, mas cuando enfrentó los
argumentos de sus hermanos, les contestó lleno de fe:

Volvamos a Jerusalén, y seamos fieles en guardar los mandamientos del Señor...

Observemos que casi siempre que hablaba, Nefi mencionaba los mandamientos del Señor. No
decía: "Hagamos lo que nos dijo nuestro padre que hiciéramos", sino: "Vayamos y hagamos lo que el
Señor dijo". Estoy seguro que al Señor le complace cuando damos nuestro testimonio de que El vive.
Pero lo verdaderamente importante es nuestro amor por el Señor y el que hagamos su voluntad y
guardemos sus mandamientos. Escuchemos a Nefi, y conoceremos la fuerza de su fe en el Señor:

... pues he aquí, El es más poderoso que toda la Tierra. ¿Por qué, pues, no ha de ser más poderoso
que Labán con sus cincuenta, o aun con sus decenas de millares? (1 Nefi 4:1).

Me gustaría añadir que si mantenemos esa misma actitud en medio de las tribulaciones, al final
veremos recompensada nuestra fe.

Vamos pues, y seamos fuertes como Moisés; porque él de cierto habló a las aguas del mar Rojo y
se apartaron a uno y otro lado, y nuestros padres salieron de su cautividad por sobre tierra seca, y los
ejércitos de Faraón los persiguieron y se ahogaron en las aguas del mar Rojo.

He aquí, a vosotros os consta la certeza de esto, y también sabéis que un ángel os ha hablado;
¿cómo, pues, podéis dudar? Vayamos allá; el Señor puede librarnos como a nuestros padres, y
destruir a Labán como a los egipcios.

Nefi les enseñó a sus hermanos que el Señor actuaría con ellos como lo hizo con Moisés. El Señor
puede actuar con nosotros de Igual manera hoy día.

EL SEÑOR DA LIBERTAD DE ACCIÓN AL RAZONAMIENTO HUMANO


Nefi continúa:

Y cuando hube hablado estas palabras, todavía estaban irritados, y continuaron murmurando; sin
embargo, me siguieron hasta que llegamos a los muros de Jerusalén.

Y era ya de noche; e hice que se ocultaran fuera del muro (versículos 4, 5).

Si con anticipación Nefi hubiera sabido exactamente lo que iba a suceder, si hubiera sabido que
serían protegidos y que todo iba a salir bien, ¿hubiera dejado a sus hermanos escondidos fuera del
muro? Lo dudo. Pero lo hizo, pues ignoraba lo que iba a pasar, y por eso tomó esa precaución extra. El
Señor le estaba permitiendo que ejerciera su juicio personal, lo cual lo ayudaría a crecer.

Y cuando se hubieron escondido, yo, Nefi, entré furtivamente en la ciudad y me dirigí a la casa de
Labán (versículo 5).

En el siguiente versículo encontramos el desenlace de todo lo que hemos estado hablando:

E iba guiado por al Espíritu, sin saber de antemano lo que tendría que hac8r. No obstante, seguí
adelante (versículos 6, 7).

Nefi seguía adelante, decidido a cumplir la voluntad del Señor, a pesar de no saber exactamente
cómo cumplirla. Fue después de eso que el Señor empezó a revelarle casi exactamente lo que tenía
que hacerse. Y finalmente pudo obtener las planchas. No obstante, eso no sucedió sino hasta después
de la prueba de su fe. Sólo hasta después que el Señor supo que Nefi le serviría a toda costa, le reveló
específicamente su voluntad. Fue entonces que bendijo a Nefi con su Espíritu, para que lo instruyera.

Nosotros nos hallamos" en la misma posición que Nefi. Al ir adelante con fe, el Señor nos revelará
su voluntad para que sepamos qué debemos hacer. Me he conmovido grandemente al ver cuánta
revelación ha derramado el Señor sobre los miembros de su Iglesia sobre cómo hacer su obra y
resolver los problemas, así como la derramó sobre Nefi. Cuando le digamos sinceramente al Señor:
"Padre, creo en tu voluntad, y quiero cumplirla; haré todo lo que sea necesario para hacerla", y luego
respetemos nuestra promesa, el Señor nos revelará cómo cumplirla. Entonces sabremos que la
dirección que lleva nuestra vida va de acuerdo con la voluntad de El, y podremos ejercer la fe en El,
no únicamente para guardar sus mandamientos, sino para alcanzar la vida y salvación.

PREGUNTAS PARA MEDITAR


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1. ¿En qué debe basarse nuestra fe?
2. ¿Cuáles son las tres cosas que los Discursos sobre la Fe mencionan que son necesarias para tener
fe en Dios para vida y salvación?
3. ¿En qué manera sabemos de la existencia de Dios?
4, ¿Por qué desea Dios que sepamos de su existencia?
5. ¿En que manera podemos conocer los atributos de Dios?
6. El conocer los atributos de Dios, ¿cómo nos puede ayudar a tener fe en El?
7. ¿Cuáles son algunos de los atributos y características de Dios?
8. ¿Cómo podemos llegar a saber que el curso que lleva nuestra vida está de acuerdo con la voluntad
de Dios?
9. Leamos otra vez la historia de Nefi que se menciona en este capítulo. ¿Qué principios podemos
aprender de esta historia que nos puedan ayudar a solucionar cualquier problema que tengamos
actualmente?

28
5
CÓMO SE OBTIENE LA FE
Hace algunos años visité Machu Picchu, las famosas ruinas incas, cerca de Cuzco, Perú. Antes de
regresar a Cuzco, arriba en la montaña conocí a un hombre que, según supe, era un arqueólogo
bastante erudito. El estaba fascinado por las ruinas; era la primera vez que visitaba Machu Picchu,
aunque había estado en muchas otras ruinas. Me citó lugares de los que yo nunca había oído —y creía
yo haber visitado bastantes. E¡ había estado en "ruinas de ruinas". Hablamos un poco sobre Machu
Picchu, y luego lo fui introduciendo en una charla sobre el evangelio. Le pregunté: "¿Quiénes eran los
de este pueblo, y qué hacían aquí?" Sin embargo, en cuanto mencioné el Libro de Mormón, endureció
su corazón. Dijo: "Sr. Cook, no quiero que me hable sobre iglesias o religión". Un rechazo tan claro
como ése requiere abordar el tema desde un ángulo diferente, por lo que le dije: "Sé que usted es un
científico, así que no le hablaré acerca de las formas espirituales de conocer la verdad. Pero quisiera
que me contestara sólo dos o tres preguntas". Y dije para mis adentros: "¿Cuáles preguntas, hermano
Cook? Que el Espíritu me ayude, pues de otra manera, ¿cuáles son las dos o tres preguntas que le voy
a hacer a este hombre?" Y una de ellas fue: "El libro Lo que el Viento se llevó está lleno de
anacronismos o errores históricos. Escribirlo le llevó al autor diez años. ¿Cómo se explica el hecho de
que José Smith tradujera el Libro de Mormón en sólo sesenta días?" Entonces guardé silencio, y me
dispuse a escuchar. "Pues", dijo él, "no lo sé. Primero que nada, tendría yo que suponer que es cierto
lo que usted dice". Y le dije: "Lo es. Está históricamente comprobado". Y añadió: "Pues no sé. la
respuesta". Entonces dije: "Veamos la siguiente pregunta: Usted sabe tan bien como yo que hace
unos diez o quince años los arqueólogos decían que el cemento fue descubierto únicamente en
Europa, y que los antiguos americanos no conocían el cobre. El mundo no cuando José Smith publicó
el Libro de Mormón, que dice que en las Américas había caminos de cemento, utensilios de cobre,
caballos y elefantes. Hoy, como usted sabe, ya los arqueólogos han encontrado todas esas cosas en
este continente. Yo he andado en caminos de cemento, y he visto cientos de cuchillos de cobre, y los
huesos de caballos y elefantes. Cortés trajo caballos cuando vino, pero ya había habido caballos aquí
mucho tiempo antes de Cortés. ¿Cómo supo José Smith, en el año 1830, que estaba bien poner esas
cosas en Libro de Mormón?" ¿Qué podía decir este hombre? Y como Alma le dijo a Korihor, le dije: "La
única evidencia que usted tiene de que no hay Dios, es su propia palabra" (véase Alma 30:40).
¿Podemos ver el poder de tal argumento? Entonces el hombre emprendió la retirada, pues la presión
era mucha. Mas en la retirada llegó nada más hasta donde acostumbran llegar los agnósticos, así que
me dijo: "Sr. Cook, no puedo afirmar que haya un Dios, o que no lo haya; no lo sé". ¿Se dan cuenta en
qué posición estaba?. Estaba exactamente en el punto medio, y eso no sirve para nada. Una persona
tiene que moverse de ese punto. Tiene que tener al menos el deseo de creer. Si tan sólo cuenta con
eso, puede empezar a tener fe. Si no, no llegará a ninguna parte.

Al analizar cómo se obtiene la fe, debemos estudiar los principios que podemos aprender de las
Escrituras. Discutiremos aquí algunos de esos principios bajo los siguientes subtemas. Al ir leyendo
estas seis secciones, debemos referimos continuamente al diagrama de la página 54

1. Un deseo de creer
Alma explicó la manera de obtener la fe:

Pues como dije acerca de la fe, que no era un conocimiento perfecto, así es con mis palabras. No
podéis, al principio, saber a perfección acerca de su veracidad, así como tampoco la fe es un
conocimiento perfecto.

Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta poner a prueba mis palabras, y
ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que que este deseo obre
en vosotros, sí, hasta que de algún modo creáis que podéis dar cabida a una porción de mis palabras
(Alma 32:26, 27).

El Señor no espera que creamos sin contar con alguna evidencia. Eso puede cambiar después, pero
al principio El proporciona la evidencia. Al aparecerse a José Smith, el Señor proporcionó la evidencia
más grande de que El existe. Y en el Libro de Mormón tenemos grandes evidencias, por millares.
Tenemos los testimonios de los profetas y de otros. Y tenemos los susurros del Espíritu Santo. Al ir
creciendo espiritualmente, necesitaremos cada vez menos evidencia para creer, pero al principio
requerimos de alguna.' Sin embargo, aun con evidencia, debemos tener el deseo de creer. Sin ese
deseo no creeríamos aun con mucha evidencia. Pero teniendo el deseo, hemos iniciado el proceso de
obtener la fe, y el Espíritu Santo nos ayuda a llegar al punto en que podemos creer las palabras del
Señor.
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2. Creer en la palabra del Señor
Compararemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora, si dais lugar para que sea plantada una
semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera
por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a germinar en vuestro
pecho...(Alma 32:28).

Si damos lugar a que una semilla buena (una porción de la palabra del Señor) sea plantada en
nuestro corazón, debemos tener cuidado de no echarla fuera por incredulidad. Esto se aplica no sólo a
la obtención de un testimonio; se aplica también al ejercer la fe como padre, como madre, como líder
del sacerdocio, o como misionero, o en cualquier otro aspecto de la vida. Por causa de nuestra
incredulidad todos los días desechamos grandes cosas. Mas si no arrojamos de nuestro corazón esa
porción de la palabra del Señor, empezará a crecer dentro de nosotros, ensanchándose en nuestro
pecho. Es así como describe Alma el fuego en nuestro pecho, o el testimonio del Espíritu de la
veracidad de la palabra del Señor.

... y al percibir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de vosotros: Debe ser que
ésta es una semilla buena, o que la palabra es buena, porque [1] empieza a ensanchar mi alma; sí, [2]
empieza a iluminar mi inteligencia; sí, [3] empieza a ser deliciosa para mí (versículo 28).

3. Experimentar y recibir evidencias espirituales


A esas alturas ya disponemos de evidencias: sabemos que sentimos algo, pues hemos tenido esa
"sensación de crecimiento". Sin embargo, en forma inspirada, Alma no terminó ahí su explicación, y
estoy agradecido por eso, ya que es posible que diferentes personas tengan ideas diferentes sobre lo
que es un sentimiento espiritual y lo que significa. De modo que, ¿cómo podemos reconocer
correctamente ese sentimiento, y saber que la semilla (la palabra) es de Dios? Alma proporciona tres
evidencias definitivas que nos indican que la semilla viene del Señor;

1. Empieza a ensanchar nuestra alma.

2. Empieza a iluminar nuestra inteligencia.

3. Empieza a ser deliciosa para nosotros.

Hace varios años, unos misioneros de estaca estaban enseñando en nuestro barrio a un hombre
que ya entendía el evangelio, pero que por alguna razón no deseaba ingresar a la Iglesia. Vino a
verme uno de los misioneros, y me dijo: "Eider Cook, estoy seguro de que si usted fuera con nosotros
a visitar a este hombre, podríamos persuadirlo a que se bautizara". Yo me sentía fuera de práctica,
pues había terminado mi misión hacía ya algunos años. ¿Qué podía hacer?. Es evidente que había
algo de incredulidad en mi corazón. Pero el misionero manifestó fe en mí, diciendo una vez más:
"Eider Cook, estoy seguro de que si usted visita a ese hombre, podrá persuadirlo para que se bautice".
El tenía fe en que el Señor podía obrar por medid de nosotros para ayudar a este hombre a entrar a la
Iglesia; ¿qué me restaba? Oramos pidiendo que se hiciera la voluntad del Señor, y salimos a visitar al
hombre. El ya había escuchado las charlas misionales tantas veces, que probablemente las sabía
mejor que yo. En los primeros quince minutos de nuestra plática, supe que no estaba evitando el
bautismo por falta de conocimiento o comprensión. También me di cuenta que estaba guardando los
mandamientos. Por lo que rápidamente llegamos al fondo del asunto. El hombre dijo: "Élder Cook,
creo que lo que pasa es que no sé que la Iglesia es verdadera. Si supiera que es verdadera, me uniría
a ella, pero no lo sé".
Yo ya había sentido que él sí lo sabía, pero no sabía que lo sabía. Y le dije: "Hermano, quisiera
pedirle algo. Tome esta hoja de papel, y anote todas las razones que se le ocurran por las que no
deba bautizarse. Nosotros le ayudaremos a pensar". Su esposa, que era miembro de la Iglesia, estaba
ahí sentada, y también le dije: "Ayúdenos usted. Vamos a tratar de pensar en toda razón imaginable
por la que su esposo no deba bautizarse".

El hombre procuró pensar en algunas razones, pero la única que se le ocurría era que no estaba
seguro de que la Iglesia fuera verdadera. No podía decir que no se ajustaría a esa clase de vida, pues
ya la estaba viviendo. Por lo tanto, le dije: "Si le ayudáramos a eliminar esa razón, ¿se bautizaría?
Contestó que sí, así que quedó comprometido. Entonces sentí que a mi mente venían unas palabras
del Señor, y le dije: "Hermano, ¿quisiera usted contarnos alguna experiencia que haya tenido con los
misioneros, en la que haya sentido que su alma se ensanchaba?" Nunca antes había yo dicho esas
palabras; brotaron de mí automáticamente. El dijo: "Bien, cuando estos élderes comenzaron a venir,
yo tenía la costumbre de maldecir, no tiene idea cuánto. Era algo terrible. Pero siento que mi alma ha
30
crecido porque me enseñaron a no maldecir, y desde entonces no lo he hecho". Luego nos dio otros
ejemplos de cómo había crecido su alma, y le dije: "Ahora, ¿quiere contarnos de las veces que haya
sentido que se le ha iluminado la mente?" Desde luego que estábamos escribiendo sus respuestas,
conforme las decía. Y nos contó de cuando se iluminó su mente: "¿Saben?, yo tenía un problema que
me había estado preocupando por mucho tiempo, y cuando tos élderes vinieron a enseñarme,
desapareció por completo". Y otra vez vinieron a mí las palabras, y dije: "¿Le parece el evangelio
corno algo delicioso? ¿Lo disfruta? ¿Le parece que tiene algo así como un sabor agradable?" "Sí,
efectivamente", dijo él. Y nos relató unas cuantas experiencias que indicaban que le era delicioso.
Sólo entonces recordé el pasaje sobre la fe, que está en Alma 32. Yo ni siquiera sabía exactamente lo
que decía; a grandes rasgos sí, pero no palabra por palabra. Abrí el Libro de Mormón en ese pasaje, y
dije: "Vamos a leer", y empezamos a leer; y cuando llegamos a las tres pruebas de la verdad, ese
buen hermano no solamente supo que el evangelio era verdadero, sino supo que lo sabía, El sábado
siguiente se bautizó como miembro de La Iglesia de Jesucristo de tos Santos de los Últimos Días.

Comparto este relato para ejemplificar un poquito cómo obtener la fe en la palabra del Señor. Ya
sea que la palabra venga por medio de las Escrituras, el obispo, el presidente de estaca, o el profeta,
el procedimiento es el mismo. Por ejemplo: el Presidente Kimbal nos pidió que realizáramos la Noche
de Hogar —bueno, ya recibimos la palabra del Señor. Si la experimentamos, haciendo lo que el
profeta ha pedido, recibiremos las tres evidencias mencionadas por Alma, de que la petición del
Presidente Kimball viene del Señor. Y, como dijo Alma: "¿No aumentaría esto vuestra fe?" (Alma
32:29). Por supuesto que sí.

4. La fe aumenta y se fortalece
Alma sigue diciendo:

Os digo que sí; sin embargo, no ha llegado a ser un conocimiento perfecto.

Mas he aquí, al paso que la semilla se hincha y brota y empieza a crecer, entonces no podéis
menos que decir que la semilla es buena; pues he aquí, se hincha y brota y empieza a crecer.

Y he aquí, ¿estáis seguros ahora de que es una semilla buena? Os digo que sí; porque toda semilla
produce según su propia especie.

Por tanto, si una semilla crece, es semilla buena; pero si no crece, he aquí que no es buena; por lo
tanto, es desechada.

Y he aquí, por haber probado el experimento y sembrado la semilla, y porque ésta se hincha, y
brota, y empieza a crecer, sabéis por fuerza que la semilla es buena.

5. Se obtiene un conocimiento perfecto en esa cosa


Y ahora, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento? Sí, vuestro conocimiento es perfecto en esta
cosa, y vuestra fe queda inactiva; y esto porque sabéis, pues sabéis que la palabra ha ensanchado
vuestras almas, y también sabéis que ha germinado, que vuestra inteligencia empieza a iluminarse y
vuestro entendimiento comienza a ensancharse.

Luego, ¿no es esto verdadero? Os digo que sí, porque es luz; y lo que es luz, es bueno, porque se
puede discernir; por tanto, debéis saber que es bueno (versículos 29-35).

6. Nutriendo la palabra
Tras haber obtenido esta fe y este conocimiento, no debemos detenernos, sino que debemos seguir
nutriendo la palabra hasta que podamos alcanzar la vida eterna. Alma dice:

Y ahora, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento después de haber gustado esta luz?

He aquí, os digo que no; ni tampoco debéis dejar a un lado vuestra fe, porque tan sólo habéis
ejercitado vuestra fe para sembrar la semilla, a fin de llevar a cabo el experimento para saber si la
semilla era buena.

Y he aquí, a medida que el árbol empieza a crecer, diréis: Nutrámoslo con gran cuidado para que
eche raíz, crezca y nos produzca fruto. Y he aquí, si lo cultiváis con mucho cuidado, echará raíz, y
crecerá, y dará fruto.
31
Mas sí desatendéis el árbol, y sois negligentes en nutrirlo, he aquí, no echará raíz; y cuando el calor
del sol llega y lo abrasa, se seca porque no tiene raíz, y lo arrancáis y lo echáis fuera.

Y esto no es porque la semilla no sea buena, ni tampoco es porque su fruto no sería deseable; sino
porque vuestro terreno es estéril y no queréis nutrir el árbol; por tanto, no podréis obtener su fruto.

Y por lo mismo, si no cultiváis la palabra, mirando adelante con el ojo de la fe hacia su fruto, nunca
podréis recoger el fruto del árbol de la vida.

Pero si cultiváis la palabra, sí, y nutrís el árbol mientras empieza a crecer, mediante vuestra fe, con
gran diligencia y con paciencia, mirando adelante a su fruto, echará raíz; y he aquí, será un árbol que
brotará para vida eterna.

Y a causa de vuestra diligencia, vuestra fe y vuestra paciencia con la palabra, nutriéndola para que
eche raíz en vosotros, he aquí que con el tiempo recogeréis su fruto, el cual es sumamente precioso, y
el cual es más dulce que todo lo dulce, y más blanco que todo lo blanco, sí, y más puro que todo lo
puro; y comeréis de este fruto hasta quedar satisfechos, de modo que no tendréis hambre ni tendréis
sed.

Entonces, hermanos míos, segaréis el galardón de vuestra fe, y vuestra diligencia, y paciencia, y
longanimidad, esperando que el árbol os dé fruto (versículos 35-43).

Al llegar a este punto, ya hemos pasado por un proceso muy importante. Hemos oído la palabra del
Señor. Hemos tenido el deseo de creer. Hemos experimentado con la palabra. Y por último, hemos
obtenido no sólo ¡a fe en la palabra, sino un conocimiento sobre ella y sobre cómo nutrirla (véase el
diagrama de la página 54). No obstante, en el proceso da obtener la fe hay otros factores que hay que
tener en mente.

Además de los seis elementos que acabamos de considerar, debernos tenar presente que la fe es
un don de Dios; que debemos centrar nuestra fe en Jesucristo; que debemos usar el poder del Espíritu
Santo; y que debemos reconocer y agradecer por la fe que ya hayamos logrado.

LA FE ES UN DON DE DIOS
La fe es verdaderamente un don d8 Dios. Y podemos obtener este don de El, si lo buscamos.
Moroni dijo:

A uno le es dado por el Espíritu de Dios que pueda enseñar la palabra de sabiduría; y a otro, que
pueda enseñar la palabra de conocimiento por el mismo Espíritu; y a otro, una fe sumamente
grande... Y todos estos dones vienen por el Espíritu de Cristo; y vienen a todo hombre,
respectivamente, da acuerdo con su voluntad (Moroni 10:9-11, 17).

De Moroni aprendemos que una forma de obtener la fe es procurar ese don del Señor. Eso me
indica que si en verdad queremos tener más fe, sería provechoso orar con todo nuestro corazón, para
obtenerla, y luego estar dispuestos a recibir lo que el Señor desee darnos para que la desarrollemos.
No debemos esperar que la fe nos caiga del cielo. Nunca sucede así. La fe viene conforme el Señor
nos proporciona experiencias y desafíos que nos fortalecen, sí vivimos rectamente. La fe viene a
través de mucho trabajo, mucha paciencia, y mucho tiempo. Al orar por el don de la fe, recordemos
que debemos prepararnos para recibir lo que el Señor nos mande.

CENTRANDO NUESTRA FE EN EL SEÑOR JESUCRISTO


Otro principio fundamental que tiene que ver con la fe y cómo obtenerla, es la necesidad de centrar
nuestra fe en alguien. Debemos centrar nuestra fe en el Señor Jesucristo, de la manera que El ha
indicado.

Nefi nos dijo:

Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y


escribimos según nuestras propias profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de
acudir para la remisión de sus pecados.

Y ahora, he aquí, os digo que la senda verdadera es creer en Cristo y no negarlo; y Cristo es el
Santo de Israel; por tanto, debéis inclinaros ante El y adorarlo con todo vuestro poder, mente y fuerza,
y con toda vuestra alma; y si hacéis esto, de ninguna manera seréis desechados (2 Nefi 25:26, 29).

32
Recuerdo una entrevista que tuve en una ocasión, con un joven que había quebrantado la ley de
castidad, siendo militar en el Japón. En el proceso de sacar las cosas a la luz y aclarar todo, le
pregunté por qué lo hizo. Su contestación fue interesante, y en contraste directo con el consejo dado
en las Escrituras. Dijo: "La razón por la que he guardado la ley de castidad toda mi vida hasta ahora,
es mi madre. Nunca hubiera podido hacer nada que la ofendiera a ella, ni a su bondad y pureza. Por
ella guardé la ley de castidad. Y cuando me encontré a doce mil kilómetros de ella, mi fe flaqueó
porque estaba centrada en un ser mortal. Por eso caí". Al oír esas palabras, supe que yo nunca podría
permitirme el basar mi fe en nada ni en nadie que no fuera el Señor Jesucristo. El es la roca de nuestra
salvación. El es inmutable. Su curso es un giro eterno, y podemos depender de El dondequiera que
nos encontremos, en cualquier momento de nuestra vida, por toda la eternidad. El siempre será el
mismo.

El profeta Alma hizo una serie de preguntas profundas, en las que haríamos bien en reflexionar:

Y ahora os pregunto, hermanos míos de la Iglesia: ¿Habéis nacido espiritualmente de Dios? ¿Habéis
recibido su imagen en vuestros rostros? ¿Habéis experimentado este gran cambio en vuestros
corazones?

¿Ejercéis la fe en la redención de aquél que os creó? ¿Miráis hacia lo futuro con el ojo de la fe y veis
este cuerpo mortal levantado en inmortalidad, y esta corrupción levantada en incorrupción, para
presentaros ante Dios, y ser juzgados de acuerdo con las obras que se han hecho en el cuerpo mortal?
(Alma 5:14, 15).

Alma nos enseñó que todo lo debemos centrar en el Señor. Mediante el Señor debemos tener
esperanza, y mediante El debemos esperar el tiempo de la resurrección de nuestros cuerpos, pues,
como dijo Mormón: "En Cristo habría de venir toda cosa buena" (Moroni 7:22).

USANDO EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO


El poder del Espíritu Santo es otro elemento clave para obtener la fe. El Espíritu Santo es un
revelador; revela todas las cosas, incluso los atributos de Dios, sobre los que se basa la fe. Las
verdades que recibiremos espiritualmente, como miembros de la Iglesia, vendrán a través del Espíritu
Santo. El Señor le dijo a Adán:

De manera que se da para que permanezca en vosotros; el testimonio del cielo; el Consolador; las
cosas pacíficas de la gloria inmortal; la verdad de todas las cosas; lo que vivifica todas las cosas; lo
que conoce todas las cosas y tiene todo poder de acuerdo con la sabiduría, la misericordia, verdad,
justicia y juicio (Moisés 6:61).

Ese versículo menciona algunos de los atributos de Dios que son revelados por medio del Espíritu
Santo para que podamos tener fe en Dios.

El Élder Bruce R. McConkie declaró lo siguiente:

La fe se basa en la verdad, y es precedida por el conocimiento: hasta que una persona adquiera el
conocimiento de la verdad, no puede tener fe... La fe y la verdad son inseparables; si ha de haber fe,
fe salvadora, fe para vida y salvación, la fe que conduce al mundo celestial, primero debe tenerse la
verdad.

No únicamente es el conocimiento verdadero de Dios un prerrequisito para tener fe, sino que ¡a fe
sólo pueden ejercerla aquéllos que se sujetan a los principios de verdad procedentes del Dios
verdadero (Mormón Doctrine, p. 262).

Tal como yo lo entiendo, lo que el Élder McConkie está diciendo es que la fe se fundamenta en la
verdad. Si una persona tiene un falso concepto de Dios, aunque puede realizar algunos cambios en su
vida, por su fe o creencia, y puede recibir respuesta a sus oraciones, no obstante, no tiene una fe
salvadora, la fe que lo llevará al reino celestial. La única manera en que puede ejercerse esa clase de
fe es basándose en un conocimiento verdadero de Dios, y no hay otra. Y el conocimiento verdadero de
Dios viene por el ministerio del Espíritu Santo.

Los Discursos sobre la Fe establecen:

¿Cómo reciben los hombres al conocimiento de la gloria de Dios, sus perfecciones y atributos?
Consagrándose a su servicio, fortaleciendo su fe en El mediante la oración y súplica incesantes hasta

33
que, como a Enoc, el hermano de Jared y Moisés, Dios se les manifiesta (Preguntas y respuestas del
Segundo Discurso).

Como resultado de nuestro servicio, paciencia y oración constante, el Señor se nos revelará, y
obtendremos la clase de fe necesaria para alcanzar la vida eterna. Tales manifestaciones y
revelaciones vienen por medio del Espíritu Santo. Al examinar nuestra vida debemos preguntarnos:
¿Estamos obrando consciente y diligentemente con la ayuda del Señor para ser dignos de la compañía
del Espíritu Santo?

Los Discursos sobre la Fe nos dicen también:

El grado de entendimiento sobre el carácter y la gloria de Dios que puede obtener cualquier parte
del género humano, después de saber que Dios existe y que ha creado y que sostiene todas las cosas,
ese grado de entendimiento depende del empeño y fidelidad en buscarlo a El, hasta que, como Enoc y
el hermano de Jared, y Moisés, obtengan fe en Dios y el poder de verlo cara a cara (Discursos sobra la
Fe 2:55).

Esa es una invitación justa y abierta para seguir purificándonos y santificándonos hasta que,
buscando al Señor fiel y diligentemente, podamos verlo cara a cara.

RECONOCIENDO LA FE QUE YA TENEMOS


¿Tiene usted fe, o no la tiene? Yo diría que sí la tiene, o de lo contrario no estaría leyendo este libro.
Hemos de cuidarnos de no ser demasiado duros con nosotros mismos, y pensar que no tenemos fe.
Puede que tengamos muy poca, en comparación con el Señor, pero tenemos algo, cuando menos en
forma elemental.

Los anti-nefi-lehitas, convertidos por Arrimón, Aarón y sus hermanos, eran lamanitas excepcionales
que fueron bautizados por agua y por el Espíritu. Cuando el Señor visitó a los nefitas, dijo las
siguientes palabras en cuanto a esos lamanitas:

Y al que venga a mí con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, lo bautizaré con fuego y con
el Espíritu Santo, así como los lamanitas fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo al tiempo
de su conversión, por motivo de su fe en mí, y no lo supieron (3 Nefi 9:20).

Interesante, ¿verdad? Fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo, pero no lo supieron,
posiblemente porque todavía no estaban completamente a tono espiritualmente. En igual manera
quisiera preguntar: ¿Tenemos fe? Sí, pero quizás "no lo sabemos". ¿Hemos sido bautizados por fuego
y por el Espíritu Santo? Estoy seguro que sí, en cierto grado, pero quizás "no lo sabemos". Al volvernos
más sensibles espiritualmente, comenzamos a darnos cuenta que espiritualmente nos están
sucediendo grandes cosas, las cuales no se perciben con el ojo natural.

Cuando era yo más joven y dudaba ciertas cosas porque todavía no había recibido un testimonio
por mí mismo, las palabras de Mormón me mantuvieron firme en el evangelio, pues no podía
negarlas. Dijo Mormón:

Ahora llegamos a esa fe de la cual dije que hablaría; y os indicaré la manera en que podéis recoger
toda cosa buena.

Eso suena como algo digno de aprenderse, ¿verdad? A mí me gustaría saber cómo puedo recoger
toda cosa buena.

Porque he aquí, sabiendo Dios todas las cosas, dado que existe de eternidad en eternidad, he aquí,
El envió ángeles para ministrar a los hijos de los hombres, para manifestar concerniente a la venida
de Cristo; y que en Cristo habría de venir toda cosa buena (Moroni 7:22).

En otras palabras, todo lo que es bueno viene a través de Jesucristo.

Porque El ha cumplido los fines de la ley, y reclama a todos los que tienen fe en El...

El nos reclamará si tenemos fe en El. Si no la tenemos, nos reclamará alguien que no nos va a
gustar.

... y los que tienen fe en El se allegarán a toda cosa buena...

He ahí una gran clave espiritual!


34
Por consiguiente, toda cosa que es buena viene de Dios, y lo que es malo viene del diablo; porque
el diablo es enemigo de Dios, y lucha contra El continuamente, e invita e incita a pecar y a hacer lo
que es malo sin cesar.

Cuando yo era joven, y examinaba los principios que se enseñan en el Libro de Mormón, o que oía
que se enseñaban en la Iglesia, supe que todos ellos me encaminaban a hacer el bien. No había nada
que me incitara a hacer el mal. Las enseñanzas siempre tendían a convertirme en una mejor persona.
Si algo me incita a hacer el bien, debe ser del Señor, porque todas las cosas buenas vienen de El.

Mormón añadió:

Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y
la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis con perfecto conocimiento, como la luz del día lo
es de la obscuridad de la noche.

Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que pueda distinguir el bien del mal;
por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade
a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que podréis saber con un
conocimiento perfecto, que es de Dios.

Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en Cristo, y a
negarlo, y a no servir a Dios, entonces podréis saber, con un conocimiento perfecto, que es del diablo,
porque él no persuade a ningún hombre a hacer lo bueno, no, ni a uno solo; ni lo hacen sus ángeles;
ni los que a él se sujetan (Moroni 7:12, 15-17, 22, 28).

Necesitamos tener cuidado de no juzgamos mal a nosotros mismos. Tenemos fe en el Señor. En


ocasiones no es tan fácil saber cuánta. Nos acongojamos muchas veces al ver cuánta fe parecen tener
otras personas, o la que el Señor, en su perfección, tiene; y nos sentimos muy humildes ai percibir
que tenemos muy poca. Pero podemos obtener la fe que deseamos al paso que oramos
continuamente, estudiamos las Escrituras, y aplicamos las enseñanzas del Señor en nuestras vidas.

El Salvador dijo: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apocalipsis 3:20).

PREGUNTAS PARA MEDITAR


1. ¿Cuál es el punto de partida para desarrollar la fe?

2. ¿Qué relación hay entre la fe y la evidencia?

3. ¿Cuáles son las tres evidencias de que algo viene de Dios, que menciona Alma?

4. ¿Qué evidencias da Mormón de que algo viene de Dios?

5. ¿Qué podemos hacer para obtener el don de la fe?

6. ¿En quién debemos centrar nuestra fe? ¿Qué podemos hacer para ello?

7. ¿Cómo puede ayudarnos el Espíritu Santo a obtener la fe?

8. ¿Qué podemos hacer hoy para atraer al Espíritu Santo más plenamente a nuestra vida?

35
6
CÓMO SE AUMENTA LA FE
Siendo yo Presidente de la Misión Uruguay-Paraguay, en febrero de 1977, vino para hablar conmigo
y mis dos consejeros el Élder James E. Faust, que era mi Supervisor de Área. La colocación de la
piedra angular del Templo de Sao Paulo estaba programada para el 9 de marzo, para lo que faltaban
sólo tres semanas y media. Pero la Estaca y Misión de Uruguay-Paraguay habían reunido sólo como la
mitad de su asignación para el fondo del templo. Juntar ese dinero había llevado un año y medio. El
Élder Faust nos dijo: "Hermanos, sería algo muy bueno si el 8 de marzo pudieran decirle al Presidente
Kimball que ya se reunieron todos los fondos del templo correspondientes a su misión". No nos dijo
que reuniéramos los fondos. Ni siquiera nos lo pidió. Tal como casi siempre lo hacen las autoridades
generales, meramente nos hizo una sugerencia, con la esperanza de que escucharíamos la voz del
Espíritu diciéndonos: "Háganlo".

El primer pensamiento que vino a mi mente fue la dificultad de la situación. Yo sabía cuántos miles
de dólares nos faltaban, y también que el pueblo uruguayo no tenía mucho dinero. Recuerdo haber
pensado: "¿Sabe lo que está pidiendo? Nos está hablando de apenas tres semanas y media" Entonces
el Espíritu venció esos pensamientos negativos rápidamente, y dije: "Élder Faust, lo vamos a hacer".
Les pregunté a mis consejeros si estaban de acuerdo, y sí lo estuvieron.

El Eider Faust se fue muy contento ese día, pero nosotros quedamos con una carga muy pesada.
¿Qué íbamos a hacer? Oramos sobre el asunto y decidimos que la sugerencia del Élder Faust era la
voluntad del Señor, y que como tal la aceptaríamos. Estuvimos hablando, y supe que antes que nada
tendríamos que comprometemos. Yo ya había aportado dinero al fondo, y mis consejeros habían
aportado dos veces. Les dije: "Hermanos, ¿en realidad creen que podemos hacer esto en tres
semanas? Seamos francos. ¿Lo creen en verdad?" Y esos buenos hombres sintieron el Espíritu, y
dijeron: "Sí, lo creemos". Para mostrar nuestra fe, cada uno de nosotros tomamos una hoja de papel y
escribimos nuestra creencia, en dólares. Era difícil para esos hermanos comprometerse una vez más,
y además, en comparación con la cantidad total, era como una gota de agua en el mar. Pero yo sabía
que si estábamos a tono espiritualmente como presidencia, las cosas saldrían bien.

Después de hacer eso, les dije: "Hermanos, si ustedes están dispuestos —y ustedes juzgarán si lo
están o no— me gustaría que nos comprometiéramos a que, de una u otra manera, ese dinero se
pagará el 8 de marzo, aunque ello signifique que nosotros tres lo paguemos todo". Con eso, la cosa sí
que se puso interesante, pero yo quería saber hasta dónde llegaba nuestra fe. Esos dos buenos
hermanos, sin parpadear, dijeron: "Nos comprometemos con usted y con el Señor a que ese dinero se
pagará. Tenemos fe en que los santos pagarán, pero si ellos no lo hacen, nosotros lo haremos". Ahora,
al salir esos hermanos para hablar con los presidentes de distrito y de rama sobre la fe en el Señor, y
sobre cómo reunir el dinero, podrían testificarles desde lo más profundo de sus almas que eso sí podía
realizarse. Cuando el dinero empezó a llegar en abundancia, nos llenamos de alegría por la respuesta
de los santos, y en unas dos semanas teníamos todo lo que necesitábamos, y más. Hubiera sido fácil
juntar el dinero si cada uno de nosotros hubiera podido donar cinco mil dólares, y diez mil cada
presidente de distrito. Pero eso era imposible, y me enteré que para reunir los fondos necesarios,
varias personas dieron sus anillos, relojes y, en algunos casos, el oro de sus dientes. Pero a causa de
que se les requirió a ellos, y a nosotros, hacer un esfuerzo, se aumentó la fe de todos los que
estábamos involucrados, y pudimos tener en dos semanas la cantidad que previamente nos había
llevado un año y medio para juntar.

Si deseamos aumentar nuestra fe, debemos programar experiencias que nos hagan esforzarnos, y
debemos orar al Señor con todo nuestro corazón, para poder cumplir su voluntad en las tareas que
nos imponemos. Esas son las ocasiones en que crecemos en verdad. Esas son las ocasiones en que en
verdad aumentamos nuestra fe. Un misionero que se fija la meta —que logra sin dificultad— de
memorizar cinco conceptos de las charlas misionales, es insensato, pues ya sabe que lo puede lograr.
Debe fijarse una meta de diez, o más, una meta que en realidad le cueste algo. Entonces dirá, en las
profundidades de la humildad: "No tengo alternativa sino volverme al Señor, porque no puedo hacer
esto yo solo". Mientras tratemos de hacer únicamente lo que ya sabemos que podemos hacer, no
vamos a crecer mucho. Debemos ver más allá de donde estamos, y más allá de la capacidad que
tenemos, para que el poder del cielo nos ayude a lograrlo. Entonces se aumentará nuestra fe.

Al analizar cómo podemos aumentar nuestra fe, debemos escuchar los susurros del Espíritu y
estudiar los principios de fe bosquejados en las Escrituras. El resto de este capítulo discute seis de
esos importantes principios bajo los siguientes temas:

36
Aumentemos nuestra esperanza.

Demos oído a la palabra de Dios.

Leamos fervientemente la palabra de Dios.

Actuemos en armonía con nuestra comprensión presente.

Guardemos los mandamientos.

Sacrifiquemos mediante las pruebas y tribulaciones.

AUMENTEMOS NUESTRA ESPERANZA


Una forma de aumentar nuestra fe es aumentar nuestra esperanza, pues la fe y la esperanza están
íntimamente relacionadas. En Éter 12:4 leemos:

De modo que los que crean en Dios pueden esperar con seguridad un mundo mejor, sí, un lugar a
la diestra de Dios; y esta esperanza viene de la fe„ proporciona un ancla a las almas de los hombres y
los hace seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios.

Esto nos sugiere que al ir ejerciendo nuestra fe, tendremos más esperanza. Pero lo inverso también
es cierto. Como dijo Mormón: "¿Cómo podéis lograr la fe, a menos que tengáis esperanza?" (Moroni
7:40). Con todo nuestro corazón debemos tener esperanza en una causa buena, en que se realizará, y
si ejercemos la fe en ella, y si es justa, se realizará.

El Apóstol Pablo escribió:

En esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno
ve, ¿a qué esperarlo?

Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos (Romanos 8:24, 25).

En estos versículos Pablo indica que si vemos algo que ya existe, no necesitamos tener esperanza
en ello, pues ya es. Lo que debemos hacer es percibir espiritualmente algo que el mundo no puede
ver. Lo vemos espiritualmente en nuestra mente, y entonces con paciencia lo esperamos. Tenemos
entonces esperanza en algo. Eso es lo que sucedió en la recaudación de los fondos del templo. El
milagro se percibió espiritualmente, y eso nos dio algo en qué tener esperanza con todo nuestro
corazón. Luego fortalecimos nuestra fe y salimos a trabajar, y el Señor empezó a cumplir sus
propósitos. Pero no lo hizo sino hasta que lo percibimos espiritualmente.

DEMOS OÍDO A LA PALABRA DE DIOS


Otra forma de aumentar nuestra fe es dando oído a la palabra de Dios. Pablo dijo:

¿Cómo, pues, invocarán a aquél en el cual no han creído?

En otras palabras, ¿cómo podemos invocar al Señor si ni siquiera creemos en El todavía?

¿Y cómo creerán en aquél de quien no han oído?

No podemos creer en el Señor si nunca hemos oído o aprendido de El.

¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?

¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los
que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!...

Aquí Pablo está hablando de la autoridad del sacerdocio.

Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:14-17).

Eso nos enseña que una forma en que podemos aumentar nuestra fe es oyendo la palabra de Dios.
También nos enseña algo en cuanto a las reuniones —sacramentales y demás— en que podemos
escuchar a los miembros de la Iglesia predicar la palabra de Dios. Siempre que tenemos la

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oportunidad de oír la palabra de Dios predicada por el Espíritu, tenemos la oportunidad de aumentar
nuestra fe. Así lo ha dicho el Señor.

Veamos cómo las palabras del rey Benjamín fortalecieron la fe de su pueblo:

Cuando el rey Benjamín hubo hablado así a su pueblo, indagó entre ellos, deseando saber si creían
las palabras que les había hablado. Y todos clamaron a una voz, diciendo: Sí, creemos todas las
palabras que nos has hablado; y además, sabemos de su certeza y verdad por motivo del Espíritu del
Señor Omnipotente, el cual ha efectuado un potente cambio en nosotros o en nuestros corazones, por
lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente.

Y también nosotros mismos, por medio de la infinita bondad de Dios y las manifestaciones de
su Espíritu, tenemos grandes indicaciones de aquello que está por venir; y si fuere prudente,
podríamos profetizar de todas las cosas.

Yes la fe que hemos depositado en las cosas que nuestro rey nos ha hablado lo que nos ha
llevado a este gran conocimiento, por lo que nos regocijamos con un gozo tan sumamente
grande (Mosíah 5:1-4).

LEAMOS FERVIENTEMENTE LA PALABRA DE DIOS


Estrechamente relacionado con el oír la palabra de Dios está el leer la palabra de Dios. Las dos
cosas nos ayudarán a aumentar nuestra fe. Nefi dijo:

Escuchad las palabras del profeta que fueron escritas a toda la casa de Israel, y aplicadlas a
vosotros mismos, para que podáis tener esperanza, así como vuestros hermanos... (1 Nefi 19:24).

Ello indica que si aplicamos las Escrituras a nosotros mismos, nos darán esperanza. Una de las
grandes fortalezas en mi vida ha sido el estudio de las Escrituras y el esfuerzo por incorporarlas a mi
vida. Me han dado la esperanza de que el Señor proveerá. He vivido circunstancias difíciles, cuando
parecía difícil cumplir lo que el Señor deseaba que yo hiciera. Pero por saber lo que El había hecho
con los pueblos de las Escrituras, y sabiendo que no hace acepción de personas, obtuve la esperanza
y la fe de que me ayudaría en igual manera. Y me ha ayudado. Y nos ayudará a todos.

Jacob, el hermano de Nefi, dijo:

Escudriñamos los profetas [las Escrituras], y tenemos muchas revelaciones y el espíritu de profecía;
y teniendo todos estos testimonios logramos una esperanza y nuestra fe se vuelve inflexible, al grado
de que verdaderamente podemos mandar en el nombre de Jesús, y los árboles mismos nos obedecen,
o los montes, o las olas del mar (Jacob 4:6).

Ese pasaje nos enseña que al estudiar las profecías y las palabras del Señor, nuestra esperanza y
fe en el Señor se vuelven verdaderamente inflexibles.

ACTUEMOS EN ARMONÍA CON NUESTRA COMPRENSIÓN PRESENTE


Otra forma de aumentar nuestra fe es actuar de acuerdo con lo que comprendemos en el presente.
Esto en verdad es un elemento clave para desarrollar la fe. Debemos actuar conforme a nuestro
conocimiento y comprensión presentes del evangelio. En su discurso "La Verdadera Fe", Orson Prart
declaró:

La única manera de recibir fe adicional es vivir de acuerdo con la luz que ya tenemos. Si hacemos
eso, tenemos la promesa de Dios de que nuestra fe brillará más y más hasta el día perfecto (A
Compilation Containing the Lectures on Fahh, p. 84).

Esto nos indica —cosa que he notado en mi propia vida— que si una persona recibe el
entendimiento de un principio del evangelio, y vive según ese entendimiento, corrigiendo su vida y
ordenándola de acuerdo con ese principio, el Señor lo bendecirá con más entendimiento y
conocimiento. Pero el Señor no seguirá bendiciéndonos si no obedecemos los principios que ya
entendemos. Si deseamos aumentar nuestra fe, debemos analizar bien los principios que ya
comprendemos, y asegurarnos de ponerlos en orden antes de que podamos esperar que el Señor nos
dé más. Siendo que el Señor es misericordioso, nunca nos revela grandes cantidades de la verdad,
que podrían abrumarnos, porque una vez que comprendemos un principio, somos responsables por él.

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El Presidente Brigham Young dijo algo muy interesante sobre la fe:

La creencia y la incredulidad se hallan independientes en el hombre, igual que oíros atributos. El


hombre puede reconocer o rechazar, volverse a la derecha o a la izquierda, levantarse o permanecer
sentado; puede decir que el Señor y su evangelio no valen la pena, o puede inclinarse ante ellos...
Nuestra propia experiencia puede satisfacernos de que no es necesario requerir la fe ni con hechos ni
con falsedades presentadas ya sea a los sentidos o a las percepciones de la mente.

En otras palabras, ni los hechos ni las mentiras afectan necesariamente a la fe de una u otra
manera. En última instancia, \a fe viene de adentro.

Si hablamos de la fe, es el poder de Dios mediante el cual los mundos son y fueron hechos, y es un
don de Dios para aquéllos que creen y obedecen sus mandamientos. Por otra parte, ningún ser
inteligente, ya sea que sirva o no a Dios, actúa sin creer. Lo mismo podría intentar vivir sin respirar
que vivir sin el principio de la fe. Pero debemos creer la verdad, obedecer la verdad y practicar la
verdad para poder obtener el poder de Dios que se llama fe (Discourses of Brigham Young, p. 153).

Si vamos a practicar las verdades que ya conocemos, debemos tener sumo cuidado de escuchar
ios susurros del Espíritu. Estoy convencido de que recibimos muchos susurros pero sólo obedecemos
unos cuantos. No obedecemos los susurros porque a veces no sabemos que estamos siendo
inspirados, o porque pensamos que los susurros vienen de alguna otra fuente dentro de nosotros
mismos. Dentro de mi limitada experiencia, he aprendido que al ir creciendo y madurando
espiritualmente, encontramos que recibimos más y más inspiración para ayudarnos a vivir en armonía
con lo que ya sabemos.

GUARDEMOS LOS MANDAMIENTOS

En cierta manera, guardar los mandamientos es lo mismo que vivir de acuerdo con lo que ya
comprendemos, pero incluye la idea de seguir buscando el conocimiento de todos los mandamientos,
y vivirlos. José Smith dijo:
Los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y... éstos no
pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de justicia (D. y C. 121:36).

Probablemente el mejor consejo que podemos recibir, si queremos aumentar la fe, es que la fe
vendrá de acuerdo con nuestra rectitud personal. Enfatizo la palabra personal porque a veces hay
individuos que piensan que podrán ser exaltadas gracias a un buen compañero o una buena familia.
La verdad es que cada quien debe ser digno en forma. personal.

Hay una relación poderosa entre la dignidad y la fe. Juan el Amado lo explicó así:

No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.

Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de El;
pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y El sabe todas las cosas.

Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que
pidiéremos la recibiremos de El, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son
agradables delante de El (1 Juan 3:18-22).

Este gran apóstol nos enseña que sí podemos orar con la confianza de que estamos esforzándonos
por guardarnos del pecado, no que seamos perfectos, sino que estamos procurando vivir a la altura de
lo que sabemos que es bueno, entonces tendremos la seguridad de que el Señor nos concederá lo que
le pedimos. Por otro lado, si nuestro corazón nos reprende, es muy difícil que tengamos la confianza
suficiente para pedirle una bendición al Señor. Cuando nuestro corazón nos reprende no podemos
tener la fe y seguridad necesarias. ¿Sentimos que nuestro corazón es recto delante de Dios? Confío y
oro que sí, y que si no lo es, estemos procurando que lo sea.

SACRIFIQUEMOS MEDIANTE LAS PRUEBAS Y TRIBULACIONES


Podemos incrementar grandemente nuestra fe a través de sacrificios, pruebas y tribulaciones. El
Señor dijo:

De cierto os digo, que todos ¡os que de entre ellos saben que su corazón es recto y está
quebrantado, y su espíritu es contrito, y están dispuestos a cumplir sus convenios con sacrificio, sí,
cualquier sacrificio que yo, el Señor, mandare, éstos son aceptados por mí (D. y C. 97:8).
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Hacer un convenio es muy fácil. Como miembros de la Iglesia, hacemos muchos convenios. Pero el
Señor pide más que eso. Hacer un convenio es solamente el principio. Después debemos guardar ese
convenio mediante sacrificio. En otras palabras, el Señor nos probará para ver si mediante sacrificio
guardamos los convenios que hemos hecho. Estoy convencido de que debemos colocar sobre el altar
del Señor un sacrificio espiritual que sea aceptable ante El.

Necesitamos examinar nuestra vida para saber las cosas que el Señor quiere que sacrifiquemos. Lo
más usual es que El quiera que abandonemos nuestros pecados. El Señor requiere el sacrificio de un
corazón quebrantado y un espíritu contrito (véase 3 Nefi 9:20). Y cuando sacrifiquemos lo que el
Señor requiere, veremos que nuestra fe aumenta.

LOS DISCURSOS SOBRE LA FE AFIRMAN:


UNA RELIGIÓN QUE NO DEMANDA EL SACRIFICIO ABSOLUTO DE TODAS LAS COSAS, TAMPOCO
TIENE EL PODER PARA PRODUCIR LA FE NECESARIA PARA VIDA Y SALVACIÓN. Porque desde la primera
etapa del hombre, la fe necesaria para gozar de vida y salvación jamás pudo obtenerse sin el sacrificio
absoluto de todo lo terrenal.

Debemos estar dispuestos a sacrificar todo lo terrenal. Esto no quiere decir que el Señor requerirá
que lo hagamos, sino que debemos estar dispuestos a hacerlo. Debemos estar dispuestos a sacrificar
cualquier cosa que el Señor requiera, hasta nuestra propia vida, si es necesario. Si estamos
dispuestos a hacer eso, entonces podemos demandar el gran don de la fe. Los Discursos sobre la Fe
siguen diciendo:

Es por medio de ese sacrificio, y de ninguna otra manera, que Dios ha ordenado que los hombres
gocen de vida eterna. Y es por medio del sacrificio de todo lo terrenal que los hombres llegan a saber
que están haciendo lo que es aceptable a la vista de Dios. Cuando el hombre ha sacrificado todo lo
que posee en pos de la verdad, ni siquiera escatimando su vida misma, y creyendo ante Dios que se
le ha llamado a hacer tal sacrificio porque busca hacer la voluntad de Dios, ese hombre sabe de
seguro que Dios acepta, y aceptará, su sacrificio y ofrenda, y que su búsqueda de Dios no ha sido en
vano. Entonces, bajo tales circunstancias, ese hombre puede obtener la fe necesaria para obtener la
vida eterna.

Fue por su ofrenda, con sacrificio, que Abel, el primer mártir, obtuvo el conocimiento de que Dios lo
aceptaba. Y desde los días del justo Abel hasta el presente, el conocimiento que los hombres tienen
de que son aceptados por Dios, se puede obtener solamente mediante el sacrificio. Y en los últimos
días, antes que el Señor venga va a juntar a los santos que han hecho convenio con El por medio del
sacrificio.

Entonces, aquéllos que sacrifican todo, tendrán el testimonio de que la dirección que lleva su vida
es aceptable a la vista de Dios. Y los que tienen ese testimonio tendrán la fe para obtener vida eterna.
Y por la fe podrán también perseverar hasta el fin y recibir la corona que está reservada para los que
aman la venida de nuestro Señor Jesucristo (Discursos sobre la Fe 6:7, 9, 10).

El Señor les habló a los nefitas sobre el sacrificio que El requiere:

Vosotros ya no me ofreceréis más el derramamiento de sangre; sí, vuestros sacrificios y vuestros


holocaustos cesarán, porque no aceptaré ninguno de vuestros sacrificios ni vuestros holocaustos.

Y me ofreceréis como sacrificio un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Y al que venga a mí


con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, lo bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo... (3
Nefi 9:19, 20).

Testifico que la fe es poder. Es un poder espiritual que trasciende todo lo que nos podamos
imaginar: es el poder mismo mediante el cual obra Dios. Es un poder que vendrá a través del tiempo,
paciencia, tribulación y mucho sufrimiento. Pero vendrá a los fieles que lo desean y lo buscan.

Es mi oración que cada uno de nosotros continúe la búsqueda, tal vez eterna, por tener más fe y
ser más como nuestro Padre Celestial y su Hijo Jesucristo; y adorarlos por el poder del Espíritu Santo
en todo lo que hagamos.

PREGUNTAS PARA MEDITAR


1. ¿Por qué respondieron con fe los presidentes de distrito y los miembros de la Iglesia, al grado de
poder recaudar tos fondos del templo?
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2. ¿Por qué tenían tanta fe los consejeros de la misión?

3. ¿Cuáles son las seis formas de aumentar la fe, que se mencionan en este capítulo?

4. ¿Cuáles de ellas está usted dispuesto a comenzar a practicar hoy?

5. ¿Cómo va a hacerlo?

6. ¿Al leer este capítulo, posiblemente sintió los susurros del Espíritu en ciertas secciones. ¿Cuáles
secciones fueron?

7.¿Qué estaba el Espíritu inspirándolo a hacer, específicamente? ¿Hará usted esas cosas?

41
7
CÓMO SE EJERCE LA FE
Uno o dos años después de mi misión, di un discurso en una reunión sacramental, en un barrio que
no era el mío. Siempre había pensado que yo era un discursante relativamente bueno (¿ no pensamos
todos lo mismo a veces?). Cuando terminé el discurso, un buen amigo mío, hombre de edad lleno de
sabiduría, vino y me dijo: "Hermano Cook, ¿por qué no cree usted en predicar por el Espíritu?". Ese
hermano echó por tierra mi opinión de mí mismo como discursante. Y le dije: "¿Qué quiere decir con
que no creo en predicar por el Espíritu?" Y entonces me leyó un pasaje de Doctrina y Convenios:

Ni os preocupéis tampoco de antemano por lo que habéis de decir; mas atesorad constantemente
en vuestras mentes las palabras de vida, y se os dará en la hora precisa la porción que le será medida
a cada hombre (D. y C. 84:85).

Luego, el mismo hermano me dijo: "Hermano Cook, noté que usted hizo un bosquejo de su
discurso. Usted sabía de qué iba a hablar primero y qué ejemplo usaría para ¡lustrarlo, etcétera. Quizá
el Espíritu quería que usted dijera alguna otra cosa, pero batalló para comunicárselo porque usted ya
había determinado qué iba a decir". Esas palabras me quemaban. Y pensé: "Pero, ¿qué las
autoridades generales no leen sus discursos en las conferencias generales?" Pues sí, lo hacen para
que los traductores puedan seguir el discurso con fluidez. Cuando el hombre se fue, comencé a
pensar seriamente en eso. El era un gran maestro, pues me había dejado con una gran inquietud.
¿Acaso tenía razón? ¿De veras quería que subiera yo al pulpito sin notas ni bosquejo? Todo el asunto
era un desafío para mí. Escudriñando las Escrituras encontré estas palabras:

Por tanto, de cierto os digo, alzad vuestra voz a este pueblo; expresad los pensamientos que
pondré en vuestro corazón, y no seréis confundidos delante de los hombres...

¡Qué promesa tan grande! "Si hablan mis palabras nunca serán confundidos delante de los
hombres". Luego dice:

... porque os será manifestado en la hora, sí, en el momento preciso, lo que habéis de decir.

Está diciendo que nos dará en el momento preciso lo que quiere que la congregación sepa. ¡Qué
emocionante! Pero hay ciertas condiciones:

Más os doy el mandamiento de que cualquier cosa que declaréis en mi nombre se declare con
solemnidad de corazón, con el espíritu de mansedumbre, en todas las cosas.

Entonces nos hace una promesa:

Y os prometo que si hacéis esto, se derramará el Espíritu Santo para testificar de todas las cosas
que habláis (D. y C. 100:5-8).

Empecé a darme cuenta de que en vez de planear qué decir, debía darle al Señor la oportunidad de
poner pensamientos en mi mente, y que debía ejercer la fe en que El me diría qué decir. Unas dos
semanas después de esa experiencia con mi amigo, el obispo de mi barrio vino y me dijo: "Hermano
Cook, nos gustaría que diera un discurso en la reunión sacramental". Recuerdo que me temblaron las
rodillas, pero acepté.

Mientras se iba, me dije: "¡Ayayay! Hermano Cook, aquí está el desafío para tu fe. Mis padres
piensan que yo soy el mejor discursante de! mundo, pero si solamente subo al pulpito e improviso por
veinte minutos, ¿qué pensarán?" En mi familia siempre bromeábamos sobre quién de mis hermanos
era el mejor discursante. Ya era como una tradición que se había convertido en algo indebido cuando
nos pedían que discursáramos —espero que por buenas razones. Pero yo me preocupaba por
impresionar a mis padres y a toda la familia. Luego pensé: "El obispo piensa que voy a hacer un buen
papel. ¿Qué tal si me paro ahí y no me sale nada?" Todas esas dudas me empezaron a venir.

Desafortunadamente, mi fe se hallaba en esa condición en esos tiempos, y uno tiene que comenzar
desde donde esté. Pero estaba preocupado, y oré en cuanto a lo que iba a hacer. Pensé en sólo
bosquejar un discurso pero dejarlo en casa el domingo, pues así tendría una idea general de lo que
diría. Traté de escoger un tema, pero no pude. Pensaba en una idea, y luego en otra, y no me sentía
bien con ninguna. Seguían pasando los días, hasta que llegó el sábado y yo todavía no podía pensar
en nada. Descendí al punto más bajo de mi fe durante esa experiencia, pues me dije: "Muy bien, voy a
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pararme al frente e intentarlo, pero por si acaso, voy a llevar en mi bolsillo un discurso 'de
emergencia' "Entonces oí la voz del Espíritu, que decía: "Hermano Cook, ¿crees o no crees? Así de
simple". En mi corazón tuve que contestar que sí creía.

De modo que no preparé ningún discurso. Nada más leí las Escrituras. Fue todo lo que pude hacer,
para no estar pensando durante la Santa Cena: "Oye, tienes que decidirte por algo. Cuando menos
piensa en un tema y unas cuantas ideas, un par de relatos, o algo. Sólo te quedan cinco minutos".
Necesitó mucha disciplina para no hacerlo. Nunca olvidaré haber subido al pulpito sabiendo que mi
mente estaba vacía. Verdaderamente estaba ejerciendo mi fe, y oré: "Padre Celestial, si no me ayudas
ahora, estoy acabado". En verdad oré con todo mi corazón.

Entonces, al ponerme de pie ahí, sentí que sobre mí venía algo que me dominó, y hablé por el
Espíritu del Señor. Hasta este día no sé de qué se trató el discurso, pero para mí fue un gran
testimonio espiritual de que EL SEÑOR QUIERE OBRAR CON NOSOTROS, SI LO DEJAMOS. Me sentí bien
en cuanto al discurso porque sentí que el Señor me había dado lo que habría de decir, y después
varias personas fueron motivadas a arrepentirse por el Espíritu, que obró a través de mí en esa
ocasión. Varios hermanos dijeron: "Hermano Cook, ¿qué le pasó? Sentí algo que me ha hecho
cambiar. Nunca volveré a ser el mismo" Para mí fue un gran testimonio de que si ejercemos nuestra fe
en el Señor, El cumplirá sus palabras. El nos ha dicho:

Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo,
ninguna promesa tenéis (D. y C. 82:10).

LA FE SE EJERCE POR MEDIO DE LA PALABRA


A veces he ido con otros hermanos para dar una bendición a alguna persona, y alguien dice:
"Hermanos, ejerzamos nuestra fe", y algunos de los hermanos aprietan los puños y tensan sus
músculos, como si de alguna manera al hacer eso pudieran ejercer su fe. Sin embargo, el ejercicio de
la fe es un proceso espiritual, no físico, e incluye el uso de la palabra.

Los Discursos sobre la Fe nos dicen:

¿Qué debemos entender cuando se dice que el hombre obra por fe?... Debemos entender que
cuando el hombre obra por fe, obra con esfuerzo mental y no físico. Es por la palabra, en lugar del uso
de poderes físicos, que obra todo ser cuando obra por fe. Dios dijo: "Sea la luz; y fue la luz." Josué
habló, y se detuvieron los grandes astros que Dios creó. Elias mandó, y los cielos se sellaron por tres
años y medio, y no llovió. Mandó otra vez, y los cielos dieron la lluvia. Todo eso se hizo por fe. El
Salvador dice: "... si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y
se pasará..." La fe, entonces, obra por la palabra, y con la palabra se han llevado a cabo, y se llevarán
a cabo, sus más poderosas obras (Discursos sobre la Fe 7:3).

Hay muchos pasajes en las Escrituras que indican que la fe obra no por esfuerzo físico, sino por la
palabra. El profeta Jacob, del Libro de Mormón, exclamó:

¡He aquí, grandes y maravillosas son las obras del Señor! ¡Cuán inescrutables son las
profundidades de sus misterios; y es imposible que el hombre pueda descubrir todos sus caminos! Y
nadie hay que conozca sus sendas a menos que le sean reveladas; por tanto, no despreciéis,
hermanos, las revelaciones de Dios.

Pues he aquí, por el poder de su palabra el hombre apareció sobre la faz de la Tierra, la cual fue
creada, por el poder de su palabra (Jacob 4:8, 9).

Consideremos estos pasajes que enseñan que la fe se ejerce por medio de la palabra:

Y tan grande fue la fe de Enoc, que dirigió al pueblo de Dios; y sus enemigos salieron a la batalla
contra ellos; y él habló la palabra del Señor, y tembló la tierra, y huyeron las montañas, de acuerdo
con su mandato; y los ríos de agua se desviaron de sus cauces, y se oyó el rugido de los leones en el
desierto; y todas las naciones temieron en gran manera, por ser tan poderosa la palabra de Enoc, y
tan grande el poder de la palabra que Dios le había dado (Moisés 7:13).

Porque el hermano de Jared dijo al monte de Zerín: ¡Apártate!; y se apartó. Y si él no hubiera tenido
fe, el monte no se hubiera movido; por tanto, tú obras después que los hombres tienen fe.

Pues así te manifestaste a tus discípulos: porque después que tuvieron fe y hablaron en tu nombre,
te mostraste a ellos con gran poder (Éter 12:30).

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Mas recordad que no todos mis juicios son dados a los hombres; y tal como mis palabras han salido
de mi boca, así se cumplirán, para que lo primero sea postrero, y lo postrero sea primero en todas las
cosa que he creado por la palabra de mi poder, que es el poder de mi Espíritu.

Porque por el poder de mi Espíritu las he creado; sí, todas las cosas, tanto temporales como
espirituales (D. y C. 29:30, 31).

Y lo que hablen cuando sean inspirados por el Espíritu Santo, será Escritura, será la voluntad del
Señor, será la intención del Señor, será la palabra del Señor, será la voz del Señor y el poder de Dios
para salvación (D. y C. 68:4).

A veces cuando he observado a los misioneros, miembros, u otras personas, intentando ejercer su
fe, resuenan en mi mente las palabras de José Smith de que el medio para ejercer la fe es la palabra.

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DEBEMOS SER DIGNOS
El profeta José Smith enseñó: "La fe es el fundamento de toda justicia. No obtendréis nada del
Señor a menos que estéis guardando los mandamientos, y al grado que estéis guardando los
mandamientos, a ese grado recibiréis las bendiciones".

Me impresioné al observar al Apóstol Harold B. Lee cuando se convirtió en el Presidente de la


Iglesia. Se reunieron a su derredor muchos reporteros en esa primera conferencia de prensa en la
ciudad de Lago Salado, y dijeron: "Presidente Lee, ¿cuál es el consejo más Importante que tiene para
los santos de los últimos días?" Probablemente la mayoría de ellos pensaba que iba a anunciar alguna
nueva doctrina o política; mas todo lo que dijo fue: "Sí, tengo un consejo para los santos de los últimos
días. Les digo sólo una cosa: Guardad los mandamientos". Cuando el Presidente Spencer W. Kimball
fue llamado a ser el Presidente de la Iglesia, dijo la mismísima cosa. Y Adán y Eva, y Moisés, y todos
los demás siervos del Señor, han dicho la misma cosa. Todo el libro de Deuteronomio parece tener un
solo mensaje principal: Guardad los mandamientos. ¡Cuán simples son esas tres palabras! Y son el
cimiento del ejercicio de la fe. Nunca recibiremos ninguna bendición del Señor a no ser por nuestra
propia rectitud personal.

Hablamos mucho sobre autoridad y poder en el sacerdocio, porque son dos cosas distintas. Darle a
alguien la autoridad es razonablemente sencillo: le imponemos las manos y se la conferimos. Pero el
poder es otra cosa aparte. El poder del sacerdocio depende de nuestra propia rectitud. El Señor dijo:

He aquí, muchos son los llamados, y pocos los escogidos.

¿Y por qué no son escogidos?

Porque a tal grado han puesto su corazón...

No dijo "sus mentes"; no dijo "su atención"; dijo "su corazón", y eso abarca todo.

... en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres, que no aprenden esta
lección única:

No hay ningún otro lugar en las Escrituras en que el Señor hable sobre una "lección única". Ha de
ser muy importante. Y ésta es la lección:

Que los derechos del sacerdocio están Inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que éstos
no pueden ser gobernados sino conforme a los principios de Justicia (D. y C.121:34-36).

Si querernos aprender a ejercer la fe, debemos empezar con nosotros mismos; debemos estar en
orden. El Señor no requiere que nos pongamos en orden en todo de una sola vez, pues nadie podría
hacerlo. Nos ponemos en orden poco a poco, al irse expandiendo nuestro entendimiento. Al volvernos
más sabios y aprender más de las Escrituras y del Señor, adquirimos más capacidad para ponernos en
orden. Empezamos a ver que hay muchas cosas que no están bien; nos arrepentimos; el Espíritu
Santo puede estar con nosotros más abundantemente, y enseñarnos más; y se aumenta nuestra fe.
Finalmente, llegamos al punto en que nuestros pecados son pecados de omisión y no de comisión, y
el proceso continúa.

EL PODER DE LA FE ES ESPIRITUAL, Y ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS


La fe es espiritual; viene del Señor; pero nosotros la hacemos trabajar. Supongamos que deseamos
que el Señor ayude a alguien que conocemos (un investigador, por ejemplo). A veces decimos: "Padre
Celestial, bendice al hermano X. Es mi compañero en la orientación familiar, y está teniendo
dificultades con su testimonio. Envía tu Espíritu y cambia su corazón". En ocasiones el Señor contesta
esas oraciones, pero para que suceda algo bueno, con frecuencia se requiere un mayor ejercicio de
nuestra fe.

Alma y los demás miembros de la Iglesia oraron para que el Señor cambiara el corazón de Alma,
hijo. Tenían tanta fe que literalmente hicieron bajara a un ángel del cielo.

Cuando el hermano de Jared vio al Señor, ¿fue acaso porque el Señor dijo: "El es un hombre muy
bueno. Creo que me le voy a mostrar"? No; el hermano de Jared aprendió una ley y la obedeció.
Consideremos estas palabras del libro de Éter:

Y le dijo el Señor: ¿creerás las palabras que hable?

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Y él le respondió: Sí, Señor, sé que hablas la verdad, porque eres un Dios de verdad, y no puedes
mentir.

Y cuando hubo dicho estas palabras, he aquí, el Señor se le mostró, y dijo: Porque sabes estas
cosas, eres redimido de la caída; por tanto, eres traído de nuevo a mi presencia; por consiguiente yo
me manifiesto a ti.

Y debido al conocimiento de este hombre, no se le pudo impedir que viera dentro del velo; y vio el
dedo de Jesús, y cuando vio, cayó de temor, porque sabía que era el dedo del Señor; y para él dejó de
ser fe, porque supo sin ninguna duda.

Por lo que, teniendo este conocimiento perfecto de Dios, fue imposible Impedirle ver dentro del
velo; por tanto, vio a Jesús, y por él fue ministrado (Éter 3:11-13, 19, 20).

El Señor actúa según su voluntad, desde luego, pero a menudo decide actuar de acuerdo con
nuestra fe. Las Escrituras dicen en muchos lugares: "Yo estoy contigo, y tú estás conmigo". El Espíritu
del Señor está con nosotros. El Espíritu de Cristo está en todo ser viviente. Pienso que muchas veces
el Señor dice: "No me pidas que lo haga, hazlo tú". A Satanás le gustaría que las cosas fueran de otra
manera. Si dependiéramos de que el Señor hiciera todo el trabajo, que es lo que Satanás quería y
todavía quiere, seríamos unos títeres. Pero por razón del gran amor del Señor, nos dice: "TE DARÉ
ALGO DE MI PODER HASTA QUE APRENDAS A ACTUAR EN FORMA INDEPENDIENTE, COMO YO, SI
HACES MI VOLUNTAD. Y SI HACES MI VOLUNTAD, AL FINAL TE DARÉ TODO MI PODER".

Estoy convencido de que Alma entendía este concepto completamente. Leemos en Alma 29:

No debería, en mis deseos, derribar los firmes decretos de un Dios justo, porque sé que El concede
a los hombres según lo que deseen, ya sea para muerte o para vida; sí, sé que El reparte a tos
hombres según la voluntad de ellos, ya sea para salvación o destrucción (Alma 29:4).

Alma no dice que Dios nos concede según las circunstancias, tales como si hace frío o calor, si
otras personas nos ayudan o no, o si es el tiempo justo. El nos concede de acuerdo con nuestros
deseos. O en otras palabras, depende de nosotros.

La carga está donde debe estar. El Élder James E. Talmage dijo: "Por alguna razón hay santos de
los últimos días con la idea equivocada de que al final, cuando venga el día, el Señor los volverá
dioses o diosas cuando alguien les imponga las manos y les diga: 'A partir de ahora tienes todo lo que
necesitas para ser un dios'. Eso no es verdad. Todo lo que necesitamos para ser un dios está en
nosotros ahora mismo. Nuestra tarea es tomar esos elementos que están dentro de nosotros y
retinarlos".

Cuando yo era presidente de misión, ocasionalmente venía a verme algún misionero y decía: "Eider
Cook, me voy a casa. No puedo hacer esto; es demasiado difícil". Examinando eso, ¿se le habría
ocurrido a ese misionero que no podía hacerlo si hubiera sabido plenamente quién era? Estaba
desperdiciando su tiempo hablando conmigo, pues yo no creería eso ni en un millón de años, porque
sé que el poder para cumplir la voluntad del Señor, está en nosotros. El Señor ha dicho:

Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; porque el que es compelido en todo
es un siervo negligente y no sabio; por tanto, no recibe galardón alguno.

En otras palabras, el Señor dice: "Toma tú las riendas. Hazte cargo, bajo la dirección de mi Espíritu.
No esperes que alguien te diga todo lo que hay que hacer".

De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente empeñados en una causa buena, y
hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia; porque el poder está en ellos, y
en esto vienen a ser sus propios agentes. Y en tanto que los hombres hagan lo bueno, de ninguna
manera perderán su recompensa (D. y C. 58:26-28).

Orson Pratt dijo lo siguiente:

[La mente] es el agente del Todopoderoso, vestida con un tabernáculo mortal, y debemos aprender
a disciplinarla, y no permitir que el diablo interfiera con ella o la confunda, ni la distraiga de nuestro
gran objetivo.

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Sí una persona educa su mente para que ande con el Espíritu, y dirige su mente para que funcione
bajo el principio de la fe, el poder de Dios la acompañará constantemente, y sus facultades para
obtener conocimiento no tendrán límites.

Para ejercer la fe debemos disciplinar nuestra mente. Muchas personas todavía están batallando
con su cuerpo; y algunos de nosotros, que somos ya mayores, ya batallamos para que nuestro cuerpo
haga lo que queremos que haga. Yo hablo mucho conmigo mismo. No sé si es saludable o no, pero
recuerdo a un consejero profesional que me dijo que las personas creativas siempre hablan consigo
mismas, y eso me hizo sentir un poco mejor. Por lo que seguí haciéndolo. A mi cuerpo le digo: "Oye,
¿quién es el que manda aquí?" Pues el verdadero Gene Cook es una entidad espiritual, ¿no? Yo soy el
que manda, y este cuerpo es mi tabernáculo. Cuando mi cuerpo quiere hacer algo que mi mente no
quiere, pregunto:

"¿Quién manda aquí, tú o yo? Mando yo!, así que: ¡Andando!". Y mi cuerpo obedece. Con nuestra
mente podemos hacer lo mismo. El Señor nos dio el poder para realizarlo. Lo que quiero decir es:
Podemos prevalecer sobre otras personas, cosas y situaciones, por medio de nuestra fe.

NO SE DEBE EJERCER LA FE EN FORMA CONTRARIA A LA VOLUNTAD DEL


SEÑOR
Recordemos que la fe está condicionada a la voluntad del Señor, así como a la del hombre. Dicho
de otra manera, si oro con toda mi fe a favor de algo que va en contra de la voluntad del Señor,
¿quién va a prevalecer? El Señor. Prevalecerá su voluntad, no sólo a corto plazo, sino a la larga
también. Estoy seguro de que su voluntad es que todos los hombres se arrepientan —lo dicen las
Escrituras—, pero no lo hacen. Estoy seguro de que fue la voluntad del Señor que Nefi obtuviera las
planchas. Nefi fracasó dos veces antes de tener éxito. Al principio no siguió específicamente la
voluntad del Señor sobre cómo obtener las planchas, aunque su persistencia lo hizo lograr el resultado
final de cumplir la voluntad del Señor.

ENTREGUEMOS TODO NUESTRO CORAZÓN AL SEÑOR


Cuando ejerzamos nuestra fe en algo, tenemos que poner en ello todo nuestro corazón; no se
puede hacer a medias. El Señor nos ayudará solamente al grado que entreguemos nuestro corazón. Si
hoy le entregamos un poquito, así responderá El. Mientras más aprendamos a dar, más sentiremos su
presencia.

El Señor dijo: "Elevad hacia mí todo pensamiento; no dudéis; no temáis" (D. y C. 6:36). Ese es un
mandamiento muy grande. Conforme concentremos toda nuestra alma en un propósito justo, se
realizará.

Es posible saber la medida de nuestra fe mediante la cantidad de deseos justos que hemos
cumplido. O sea, si yo digo que voy a hacer algo justo, y lo hago, ésa es una buena medida de mi fe.
Algunas personas van a la deriva por la vida, sin tomar una posición determinada. Nunca dicen: "Voy
a hacer esto", y lo hacen. Más bien se resignan "a ver qué pasa".

Imaginémonos a un presidente de misión que dice: "¿Cuántas personas va a bautizar este mes,
élder?"

Y el élder dice: "Pues no lo sé; todo depende".

—¿Depende de qué?

—Pues, como usted sabe, por acá los miembros no nos ayudan mucho.

—Entonces, ¿de qué depende?

Luego el élder dice: "Pues, hace mucho calor", como si su éxito dependiera de algo más que de sí
mismo y del Señor. Cada uno de nosotros debe comprometerse a hacer algo que requiera ejercer la fe
con toda el alma.

AVANCEMOS SIN TEMOR A LO DESCONOCIDO


Para ejercer la fe, tenemos que entrar en terreno desconocido; tenemos que arriesgar algo.
Recuerdo el relato del hombre que resbaló de un barranco y quedó colgando de un arbusto, a cien
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metros del suelo. Y empezó a orar, diciendo: "Señor, sálvame, sálvame. Esta rama está a punto de
quebrarse. Sólo me queda un minuto o dos". Arriba de él se apareció el Señor, y le dijo: "Suéltate, y yo
te agarraré". Esa era la prueba, ¿verdad? La fe precede al milagro.

Recuerdo a un individuo que escribió un libro sobre cómo perder peso. Seis meses antes de que se
publicara el libro, él pesaba cien kilogramos. En su libro escribió: "Ahora peso sesenta y seis
kilogramos. Estoy feliz con mi nuevo peso". Y describía cómo se sentía pesando sesenta y seis
kilogramos. Pero cuando lo escribió pesaba todavía cien kilogramos. ¿Se estaba arriesgando? Cuando
el libro saliera a la luz, tenía que pesar sesenta y seis kilogramos. Y lo logró. ¿Podemos ver cómo
concibió la idea anticipadamente, y luego la hizo realidad? Nosotros debemos decidir lo que queremos
hacer que suceda, y luego hacerlo que suceda. ¿Lo creemos? Es la verdad.

Si permanecemos en la esfera de lo que podemos hacer, no lograremos mucho. Algunas personas


dicen, sentándose a un lado de la estufa: "Dame calor y te daré leña". Ridículo, ¿verdad? No se puede
obtener calor de una estufa a menos que primero le pongamos leña. Mas a nivel espiritual tendemos a
hacer eso mismo. Decimos: "Señor, permíteme ganar más dinero, y entonces podré pagar los
diezmos". Pero el Señor dice: "Paga los diezmos y prosperarás". Estamos dispuestos a hacer la
voluntad del Señor, pero a veces decimos en nuestras oraciones:

"Muéstrame tu voluntad, y la haré". El Señor dice: "No, hazla primero, y en el proceso te la


mostraré".

Muchas veces el Señor revela su voluntad a medias. Lo hace para que ejerzamos la fe para recibir
el resto. ¿Por qué? Para que podamos ser independientes, como El. Al entrar con fe en terreno
desconocido, recibimos la luz de la revelación. Pero hasta que traspasemos el límite de lo conocido, y
hagamos todo lo que podamos, el Señor no nos dará más.

Es posible que nos revele sus propósitos generales, pero casi nunca se revelan los detalles hasta
que hayamos hecho todo lo que podamos.

SEAMOS ESPECÍFICOS AL COMUNICARLE NUESTROS JUSTOS DESEOS AL


SEÑOR
Hace algunos años, comí con un Presidente de Misión y un Presidente de Distrito, al que le
pregunté: "¿Cuántos misioneros de tiempo completo va a enviar antes de que termine el año?" Ese
día era el primero de agosto, por lo que le quedaban cinco meses. Respondió enseguida, lo cual me
indicó que ya había fijado una meta, y dijo: "Voy a enviar a cinco". Le dije: "Muy bien; eso es para
agosto, ¿y los otro cuatro meses?" Y dijo: "No, Élder Cook, los cinco misioneros son para los cinco
meses". Su perspectiva se enfocaba en el pasado, porque de ese distrito nunca habían salido cinco
misioneros al mismo tiempo; nunca. El pensaba que lograr cinco a partir de cero estaba muy bien.
Pero estaba hablando con alguien que había tenido otras experiencias. Así que le dije: "Cinco está
bien, pero eso debería ser nada más en este mes".

Estuve bromeando con él un poco, tratando de hacer que elevara su meta; él tenía que ponerse su
propia meta, no nosotros. Entonces el Presidente de Misión dijo: "¿Sabe, Presidente?, posiblemente
pueda enviar a veinte en los cinco meses, ¿no?". El Presidente de Distrito contestó: "¿Veinte
misioneros?, no". Y comenzó a enumerar todas las razones por las que no se podía. Le pregunté
cuántas ramas tenía en la ciudad, y dijo que cuatro. Le pregunté: "Entonces, ¿podría enviar a un
misionero de cada rama cada mes?" Contestó: "Eso sí; sí podría mandar un misionero de cada rama".
¿Ven con cuántos se comprometió? ¡Veinte! Luego le dije: "Presidente, le prometo que, según su fe y
la fe de sus líderes, antes del 31 de diciembre de este año habrá enviado a veinte misioneros de
tiempo completo". El distrito logró la meta, y más, pues tan sólo en el siguiente mes enviaron a diez
misioneros de tiempo completo.

Para alcanzar una meta debemos saber cuál es; debemos ser específicos. Y si somos muy
específicos, eso ayuda grandemente a realizarla. Si hablamos de bautizar a treinta personas por mes,
parece imposible. Pero si hablamos de bautizar una al día, podemos hacerlo. Se trata de unas seis
familias, de cinco personas cada una. Desde luego que podemos bautizar a seis familias. Lo que
estamos haciendo es volver más pequeña la meta en nuestra mente, para poder manejarla.

El Presidente Kimball no le permitía a nadie estar con él sin obtener de esa persona un
compromiso. Si estaba en una conferencia de estaca, decía al Presidente: "¿Qué va a hacer con el
Sacerdocio Aarónico durante los próximos tres meses?" "Pues no lo sé; todo depende". ""¿Depende de
qué?" "No lo sé". Entonces decía el Presidente Kimball: "¿Por qué no piensa en dos o tres metas?" Si el

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Presidente de Estaca podía fijarlas en ese momento, lo hacía; si no, el Presidente Kimball decía: "La
conferencia terminará mañana, y me reuniré con usted al mediodía. Usted tendrá listas las metas y lo
que va a hacer para lograrlas. Quiero saber específicamente cuáles son y en qué fecha las logrará;
después, espero que me dé un informe sobre ello". El era muy específico, y amaba a las personas lo
suficiente para ayudarlas a crecer.

PROCUREMOS SER TOTALMENTE DISCIPLINADOS


El Presidente David O. McKay dijo: "La primera y principal victoria es conquistar nuestra tendencia
a no tomar acción. Porque ser conquistados por esa tendencia a no actuar es lo más vergonzoso y vil.
Un solo acto de autonegación, un solo acto dé sacrificio, vale más que todos los buenos
pensamientos, todos los tiernos sentimientos y todas las oraciones emotivas que caracterizan a los
hombres que no hacen nada".

Cuando usted diga que va a hacer algo, hágalo. Cumpla su palabra. No se desanime cuando se fije
una meta y fracase en alcanzarla, pues no todo el tiempo puede saber cuál es la voluntad del Señor.
Tan sólo ejerza su fe en el Señor y haga todo lo que pueda en cuanto a lo que usted piense que es la
voluntad de El. A menudo me pregunto a mí mismo: "¿Cuánto vale tu palabra, Élder Cook? ¿Qué
precio puedes ponerle a tu palabra. Si le dices a alguien que vas a hacer algo, ¿lo haces, o sales con
excusas para justificar que no lo hiciste?" El Señor dijo:

Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no
quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca (Números 30:2).

En muchos lugares el Señor dice: "Lo que he dicho, yo lo he dicho, y no me disculpo. Los cielos y la
Tierra pasarán, pero mis palabras se cumplirán todas". En otras palabras, lo que el Señor dice que va
a suceder, sucederá. Estamos procurando adquirir los atributos del Señor, ¿no es así? Queremos ser
como El. Una cosa que nos ayudará a lograrlo es disciplinar nuestras acciones para que sean el reflejo
de nuestras palabras. Si nuestra fe es débil, al principio escojamos metas pequeñas, para cuyo logro
podamos disciplinarnos. Nuestras metas deben ser más elevadas de lo que podemos hacer
actualmente, pero no demasiado.

En Eclesiastés leemos:

Cuando hagas a Dios promesa, no tardes en cumplirla; porque El no se complace en los insensatos.
Cumple lo que prometes.

Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas (Eclesiastés 5:4,5).

A mi juicio, si prometo hacer algo y no cumplo mi promesa, eso mina mi carácter. Lo que debemos
de prometer no es necesariamente un resultado específico, sino que debemos prometer hacer todo lo
que podamos para cumplir la voluntad del Señor. El resultado depende del Señor. Pero el
disciplinarnos depende de nosotros.

ESTEMOS DISPUESTOS A OFRECER SACRIFICIOS


El Señor dijo:

De cierto os digo, que todos los que de entre ellos saben que su corazón es recto y está
quebrantado, y su espíritu es contrito, y están dispuestos a cumplir sus convenios con sacrificio, sí,
cualquier sacrificio que yo, el Señor, mandare, éstos son aceptados por mí (D. y C. 97:8).

En otras palabras, hacer un voto o promesa es bastante fácil; pero lo que sí cuesta es sacrificar lo
que sea necesario para probar nuestra fe por nuestras obras. El Señor quiere que mediante nuestro
sacrificio le demostremos que verdaderamente creemos; que haremos lo que está a nuestro alcance
para cumplir su voluntad.

Sin embargo, hay que usar sabiduría. No sé cómo explicarlo mejor que diciendo que algunas
personas—espiritualmente—se meten, al parecer en un laberinto de problemas suponiendo que para
complacer a Dios tienen que complicarse la vida. Pero no se requiere que suframos innecesariamente.
Si esas personas que se creen mártires dejaran que el Señor les resolviera sus problemas,
aprenderían la lección sin sufrir tanto y él les diría "Basta, esas penas no son necesarias." Pero la
naturaleza de algunos los lleva a creer que tienen que padecer y sufrir constantemente. Y si eso
quieren, el Señor se los permite. Pero la desgracia de todo eso es que desperdician el tiempo y no
avanzan al aprendizaje de otros principios El Señor nos deja aprender muchas cosas por la
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experiencia, pero en ocasiones podríamos ser librados mucho más pronto si lo dejamos que él nos
libre . Moisés podía haber dicho: "Lo que hay que hacer para cruzar este mar Rojo es conseguir todas
las cubetas que podamos". Pero no sufrió innecesariamente; sólo hizo todo lo que estaba
razonablemente a su alcance, y luego el Señor desnudó su brazo y efectuó un gran milagro.

RECONOZCAMOS Y UTILICEMOS LAS EVIDENCIAS ESPIRITUALES PARA


EDIFICAR NUESTRA FE
Aprendamos a buscar y reconocer las evidencias espirituales que vienen por ejercer la fe; cuando
las encontremos, nuestra fe crecerá. Al ir aumentando nuestra percepción espiritual, aumentarán las
evidencias espirituales que notaremos. Y éstas, a su vez, aumentarán nuestra fe aun más. Entonces
recibiremos más evidencias, y finalmente tendremos un conocimiento perfecto de que el Señor vive y
que recompensa a los que lo buscan.

USEMOS LO QUE APARENTEMENTE SON FRACASOS, PARA FORTALECER


NUESTRA FE
Al enfrentar un fracaso aparente, redoblemos nuestra fe, recordando que al final prevalecerá la
voluntad del Señor.

Cuando íbamos a tener nuestro último bebé en Uruguay, mi esposa había aumentado de peso más
que en veces anteriores. Regularmente, en el embarazo aumentaba nueve kilogramos o algo así, pero
esta vez había aumentado diecinueve; estaba inmensa. En Uruguay no creen en tener bebés con
anestesia, sino en el parto natural. Mi esposa nunca había tenido un bebé así. Había sufrido los
últimos dos meses cuando vio cuánto peso había ganado, y el doctor seguía diciéndole que iba a ser
el bebé más grande que había tenido. Ella hizo todo lo que pudo para prepararse para el parto,
mediante ejercicios y otras técnicas. Cuando se llegó la fecha en que nacería el bebé, y se pasó una
semana, un viernes el doctor le dijo: "Sra. Cook, si el bebé no ha nacido para el lunes, tendremos que
inducir el trabajo de parto, pues está muy grande".

Mi esposa y yo fuimos a casa y decidimos que ejerceríamos toda nuestra fe en que el Señor haría
que el bebé naciera en forma natural, porque no queríamos inducir el parto. Queríamos que el Señor
hiciera venir al bebé en su propia manera. Oramos mucho, y ayunamos sobre el asunto, y tomamos
varias y largas caminatas.

El domingo en la noche —un día antes que se venciera el plazo— el bebé todavía no nacía. Llegó la
mañana, y a las nueve nos fuimos a! hospital. Recuerdo haber pensado: "Élder Cook, ¿qué va a pasar
si el bebé no nace por sí solo como resultado del ejercicio de tu fe? ¿Qué va a ser de tu espiritualidad
si las cosas no pasan como has pedido en oración?".

Es en esos momentos que debemos comprometernos con nosotros mismos y con el Señor: "No
endureceré mi corazón ni me enojaré si esto no se cumple. Redoblaré mi fe en el Señor, y no sólo en
el cumplimiento de esta cosa". Como a las diez entró la enfermera, y hasta el mismo momento en que
pusieron la aguja en el brazo de mi esposa, creímos que el bebé nacería por sí solo. Pero no fue así. A
pesar de eso, nos sentimos bien al saber que hasta el último segundo en que le pincharon la piel con
la aguja, creímos. Cuando nació el bebé, fue uno de los partos con menor dolor que mi esposa ha
tenido. ¡Qué experiencia tan grandiosa y espiritual!

Comparto ese relato para mostrar que las cosas no siempre suceden como pensamos que van a
suceder. Pera cuando las cosas no pasan en la forma que pensamos y planeamos, lo importante es lo
que pasa en nuestro corazón. Es fácil creer cuando todo va bien, pero es difícil cuando las cosas
andan mal. Sin embargo, esas pruebas son necesarias para saber en qué está enfocada nuestra fe:
¿ejercemos la fe en el Señor, o en lo que nosotros queremos que suceda? El Señor nos probará para
saberlo. Nuestra actitud debe ser como la de Job, quien, después de perderlo todo, dijo: "Jehová dio, y
Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito" (Job 1:21).

Si deseamos tener una gran fe, preparémonos para las grandes pruebas que vendrán, porque es
seguro que vendrán. Y debemos aprovecharlas para fortalecer nuestra fe en el Señor. El Apóstol Pablo
lo dijo con gran elocuencia:

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por
quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en
la esperanza de la gloria de Dios.

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Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación
produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza;
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue
dado (Romanos 5:1-5).

TENGAMOS LA SEGURIDAD DE QUE DIOS OBRARÁ DE ACUERDO CON


NUESTRA FE
Luego de haber ejercido nuestra fe, podemos tener la confianza de que Dios cumplirá sus promesas
y hará su voluntad. Así lo hizo con Adán, con Noé, con Abraham, con Nefi, y con todos sus siervos a lo
largo de la historia, y lo hará con nosotros. El cumplirá todas sus palabras, y nos concederá nuestros
justos deseos, de acuerdo con nuestra fe.

Después de escribir a los hebreos sobre la fe de los antiguos patriarcas, el Apóstol Pablo dijo:

¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté,
de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia,
alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada,
sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo
puesto delante de El sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios.

Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las
ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su
voluntad, haciendo El en vosotros lo que es agradable delante de El por Jesucristo; al cual sea la gloria
por los siglos de los siglos. Amén (Hebreos 11:32-34; 12:1, 2; 13:20, 21).

PREGUNTAS PARA MEDITAR


1. ¿Cómo es que se ejerce la fe por medio de la palabra?

2. ¿Qué relación hay entre la fe y la dignidad personal?

3. ¿Cuál es la parte del Señor cuando ejercemos la fe? ¿Cuál es nuestra parte?

4. ¿Cómo podemos saber la medida de nuestra fe?

5. ¿Qué relación hay entre la autodisciplina y la fe?

6. ¿Qué relación hay entre el sacrificio y la fe?

7. ¿Cómo podemos ser más específicos al orar sobre nuestras metas y problemas?

8. ¿Cómo podemos saber la voluntad del Señor al tiempo de ejercer nuestra fe?

9. ¿Qué podemos hacer hoy, que nos ayude a entregarle todo nuestro corazón al Señor?

10. ¿Cómo podemos aprovechar un aparente fracaso en nuestra vida, para fortalecer nuestra fe?

11. ¿Qué necesitamos hacer en nuestra vida actual para entrar en terreno desconocido ejerciendo la
fe?

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CONCLUSIÓN
En el capítulo 1 se mencionó que el propósito de este libro era ayudarnos a aumentar y ejercer
nuestra fe para resolver problemas específicos o lograr metas específicas. También se mencionó que
para ayudamos a tener éxito deberíamos reflexionar en las preguntas al final de cada capítulo,
estudiando las Escrituras, comentando con otros los principios de la fe y, más que nada, orando
constantemente, pidiendo ayuda para comprender y ejercer la fe. Espero que hayamos logrado algún
éxito al seguir estas sugerencias, y que sigamos adelante hasta comprender más plenamente el poder
de la fe y recibir todas las bendiciones que nuestro Padre Celestial tiene preparadas para nosotros.

La fe solamente se puede comprender por el Espíritu del Señor. No viene por medio de los
hombres, aunque el Señor puede usar a los hombres para enseñarnos algo sobre ella. Espero que los
principios que se han descrito aquí nos hayan ayudado a aprender y, más importante, a aplicar los
principios de la fe. La mejor manera de aprender es por medio de nuestra propia experiencia,
buscando al Señor, y tomando la decisión de que queremos aumentar nuestra fe hasta alcanzar la
vida eterna, y decidiendo que pagaremos cualquier precio para lograrlo. Será la aventura de la vida, la
aventura que vinimos a experimentar en este mundo.

En este libro se usaron muchos títulos y subtítulos para tratar de describir la fe. Al ejercer la fe, uno
no podría recordarlos todos. De manera que, como resumen final de lo que se ha enseñado, podemos
sugerir seis pasos que nos ayudarán a recordar fácilmente, y que pueden ayudarnos a ejercer la fe:

1. Seamos creyentes, y que nuestros deseos sean con la única mira de glorificar a Dios.

2. Comprometámonos y disciplinémonos completamente en palabra y hecho.

3. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para cumplir con nuestra parte.

4. Oremos como si todo dependiera del Señor.

5. Preparémonos para las pruebas intensas y constantes de nuestra fe.

6. Confiemos en que el Señor obrará de acuerdo con su santa voluntad, y de acuerdo con nuestra fe.

Ante todos y ante el Señor, reconozco que entiendo muy poco sobre lo que significa tener fe en el
Señor Jesucristo. Pero testifico que es verdaderamente el poder por el que Jehová obra, y que es el
poder que necesitamos tener, porque a través de él podemos exaltarnos, y exaltar a nuestra familia y
a todos los que nos rodean. Oro por que el Señor nos bendiga para que podamos recordar tos
principios verdaderos de este libro, y que estos principios puedan sobresalir sobre lo que no pude
decir tan claramente como hubiera querido. Oro por que continuemos estudiando y orando sobre el
significado de vivir por el poder de la fe, y que al hacerlo, podamos obtener la paz en esta vida, y la
vida eterna en el mundo venidero. Que el Señor nos bendiga en ese propósito, oro en el nombre de
Jesucristo. Amén.

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