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Los nueve capítulos en que se dividen las páginas del libro recorren los
nudos epistemológicos no sólo de la musicología del siglo XX sino, en parte,
de las reflexiones filosóficas en el campo de la estética. Casi nada. Se
comienza repasando la trayectoria de la musicología feminista para,
inmediatamente, en el capítulo 2, relacionarla con el posmodernismo y sus
tendencias. Este primer bloque, de profunda traza teórica se complementa
con los dos últimos capítulos, dedicados, respectivamente, a las “Críticas a la
idea de autonomía musical y sus consecuencias” (cap. 8), y a las
correspondientes críticas que se le han hecho al feminismo musicológico. El
cuerpo central del libro, es decir, sus restantes cinco capítulos, tratan
cuestiones de “género, composición y canon musical” en relación con las
mujeres; se repasa la labor de instrumentistas y directoras, se incide en
“Género y escena”, un campo bien conocido por Pilar Ramos; la inevitable
alusión a la recepción musical, tema central de la Nueva Musicología, bien
fecundo en la investigación feminista; y, finalmente, un capítulo inusual en
libros musicológicos “al uso”, como es la referencia a la música popular.
Una de las afirmaciones más interesantes del libro, que bien podría ser una
de sus no explicitadas conclusiones, llena de sentido común, se expone en
las primeras páginas (pp. 23-4). Al hilo del debate de la posmodernidad se
explica cómo la musicología feminista no pretende responder ni dar respuesta
a todos los interrogantes que aborda la musicología, pero, al mismo tiempo,
hay un núcleo significativo de problemas que, hoy por hoy, son “inaccesibles
Feminismo y música. Introducción crítica
a otros enfoques”. Una llamada de atención que debía formar parte de las
agendas de preocupaciones de esos musicólogos que nunca leerán este
libro, y eso que, como reconoce la autora, en la Introducción, mantiene un
“cierto distanciamiento hacia parte de la musicología feminista” (p. 10). Loable
actitud.
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