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zar la mayor felicidad para el mayor número. Pero la conquista de la
felicidad, considerada por Aristóteles como el bien supremo, fue muy
pronto sustituida por el logro de bienestar material, y finalmente reduci-
da a mero incremento del producto interior bruto (PIB). Por este motivo Excluidos
de la felicidad
cabe preguntarse si, tras dos siglos de progreso económico y social,
las sociedades avanzadas han cumplido su promesa o si, por el contra-
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rio, el malestar emocional está hoy más extendido que nunca.
También cabe preguntarse quiénes viven felices, alegres, contentos,
animosos, optimistas y quiénes, a su pesar, excluidos de la felicidad,
La estratificación social del
viven tristes, deprimidos, solos, estresados, carentes de autoestima y bienestar emocional en España Eduardo Bericat
es sociólogo e investigador social.
sin disfrutar de las cosas buenas de la vida. Frente a las hoy tan en boga
Catedrático de Sociología de la
teorías y discursos psicoterapeúticos individualistas, que responsabili-
Universidad de Sevilla. Ha realizado
zan a las propias personas de su infelicidad, en este libro se muestra
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estancias de investigación en las
que la felicidad también depende de la posición que ocupan los indivi- Eduardo Bericat universidades de Michigan, California
duos en la estructura social. La felicidad, una vivencia íntima, subjetiva
y Essex; actualmente preside el Comité
Excluidos de la felicidad
de la infelicidad. Dentro de este campo
recientemente ha publicado: The
Subjective Well-being of Working
Women in Europe (Springer, 2016);
Problemas sociales, estructuras
Eduardo Bericat
afectivas y bienestar emocional
(La Catarata, 2016); The Sociology
of Emotions: Four Decades of Progress
(Current Sociology, 2016); y The
Socioemotional Well-Being Index
Próxima publicación: (SEWBI): Theoretical Framework and
Empirical Operationalisation (Social
Indicators Research, 2014).
Responsabilidad social
corporativa: Revisión crítica
de una noción empresarial
Guacimara Gil Sánchez
CIS
Centro de Investigaciones Sociológicas
Madrid, 2018
Consejo Editorial de la colección Monografías
Director
Cristóbal Torres Albero, Presidente del CIS
Consejeros
Luis Enrique Alonso Benito, Universidad Autónoma de Madrid; Berta Álvarez-Miranda Navarro,
Universidad Complutense de Madrid; Antonio Álvarez Sousa, Universidade da Coruña; Antonio Ariño
Villarroya, Universidad de Valencia; Joaquim Brugué Torruella, Universidad Autónoma de Barcelona;
Arantxa Elizondo Lopetegui, Universidad del País Vasco; José Ramón Flecha García, Universidad
de Barcelona; Margarita Gómez Reino, Universidad Nacional de Educación a Distancia; Carmen
González Enríquez, Universidad Nacional de Educación a Distancia; Juan Jesús González Rodríguez,
Universidad Nacional de Educación a Distancia; Gonzalo Herranz de Rafael, Universidad de Almería;
Antonio López Peláez, Universidad Nacional de Educación a Distancia; Araceli Mateos Díaz, Centro
de Investigaciones Sociológicas; Olga Salido Cortés, Universidad Complutense de Madrid; Benjamín
Tejerina Montaña, Universidad del País Vasco; Antonio Trinidad Requena, Universidad de Granada
Secretaria
Mª Paz Cristina Rodríguez Vela, Directora del Departamento de Publicaciones y Fomento de la Investigación. CIS
Bericat, Eduardo
Excluidos de la felicidad: la estratificación social del bienestar emocional en España / Eduardo Bericat. –
Madrid : Centro de Investigaciones Sociológicas, 2018
(Monografías ; 310)
1. Felicidad 2. Emociones 3. Bienestar subjetivo 4. Desigualdad social
159.942
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© Eduardo Bericat
primera parte
UN NUEVO MODELO DE MEDICIÓN DE LA FELICIDAD
2. IDEAS SOBRE LA NATURALEZA DE LA FELICIDAD. 55
segunda parte
LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL DE LA FELICIDAD
6. EL DINERO Y LA TEORÍA SOCIAL DE LA INFE-
LICIDAD: POBRES, CLASES BAJAS Y MARGINA-
DOS DEL SENTIDO..................................................... 201
BIBLIOGRAFÍA.................................................................... 367
ÍNDICE DE TABLAS........................................................... 389
ÍNDICE DE FIGURAS, GRÁFICO Y ESQUEMA............. 393
PRÓLOGO: LA INCLUSIÓN DE LA PERSONA
EN EL ESTUDIO DE LA FELICIDAD
Mariano Rojas
Presidente, International Society
for Quality of Life Studies
1. INTRODUCCIÓN: POR UNA SOCIOLOGÍA
DE LA FELICIDAD
que las cosas capaces de hacernos plenamente felices no serán las mis-
mas que las que puedan hacernos sumamente desgraciados.
Pese a que esta asimetría ha sido suficientemente demostrada,
gran parte de la reciente investigación científica en el ámbito del bienes-
tar subjetivo está destinada, como en el caso de la eudemonía, al estu-
dio de los factores antecedentes de la felicidad humana, es decir, del
polo deseable o positivo del bienestar emocional. Por otra parte, el
descubrimiento de estos factores es abordado en la mayoría de las in-
vestigaciones desde una perspectiva estrictamente individual. De ahí
que el concepto de florecimiento, así como los diversos índices empíri-
cos a los que ha dado lugar (Diener et al., 2010; Seligman, 2011; Hup-
pert et al., 2013) estén actualmente tan en boga, en consonancia con
la cultura psicoterapéutica individualista y expresivista que predomina
en las sociedades avanzadas y posmodernas.
En el marco de un proyecto netamente sociológico inspirado en el
principio ético de la menor infelicidad para el mayor número, cuya fina-
lidad consistiría en estudiar el papel que desempeñan las exclusiones
sociales en la constitución de estructuras afectivas caracterizadas por un
intenso malestar emocional, es necesario establecer, si quiera en tanto
esbozo, los elementos fundamentales de una teoría sociológica de la
infelicidad. Teniendo en cuenta los factores de estratificación social, las
condiciones eudemónicas o de sentido, las investigaciones desarrolla-
das durante las últimas cuatro décadas en torno a la felicidad, así como
los análisis que hemos realizado sobre la estratificación social de infeli-
cidad, proponemos una teoría sustentada sobre tres grandes privacio-
nes. La teoría sociológica de la infelicidad sostiene que gran parte del ma
lestar subjetivo de las personas deriva de tres privaciones fundamentales,
a saber, la falta de respeto, la falta de dinero y la falta de sentido. Esta teoría,
cumpliendo con el principio de parsimonia científica, sintetiza o con-
densa el conocimiento poniendo el foco de atención en los tres factores
más relevantes de la infelicidad social. Como teoría sociológica, si-
guiendo la regla de oro del método sociológico establecido por Durkheim
(1982: 134), designa tres hechos sociales, esto es, la falta de respeto, de
dinero y de sentido, como causas eficientes de otro hecho primordial-
mente social, la infelicidad. Veamos los tres factores:
¿Son los inmigrantes más o menos felices que los autóctonos? ¿Varía con
el tiempo de estancia en el país receptor el nivel de las dimensiones de la
felicidad de las personas inmigrantes? ¿En qué medida son infelices
aquellas personas que sienten que los demás les tratan con poco respeto
o injustamente? ¿Son las viudas más o menos felices que la población
general? ¿Qué grado de felicidad tienen las personas pobres que viven en
hogares con bajos ingresos? ¿Cuál es el nivel de felicidad de aquellos es-
pañoles que, por efecto de crisis económicas, atraviesan por dificultades
económicas o financieras? ¿Todos los jóvenes, como muchas veces se
cree, son muy e igualmente felices? ¿Hasta qué nivel de infelicidad pue-
de caer un joven «nini» que no le encuentre sentido a la vida?
Algunas de las cuestiones planteadas a lo largo de este libro se
responden analizando grandes categorías sociales. Sin embargo, mu-
chas otras son preguntas muy específicas que requieren el análisis de
categorías sociales formadas por un número relativamente pequeño de
personas. Gracias al elevado tamaño muestral de la Encuesta Social
Europea hemos podido también responder a este tipo de preguntas,
ofreciendo así una panorámica muy detallada de la estratificación so-
cial de la felicidad en España. Además, en los casos en que el tamaño
muestral de la categoría a analizar podía comprometer la calidad de los
resultados, hemos fusionado las muestras de 2006 y 2012. De este
modo garantizamos que todos los datos ofrecidos en el libro sean esta-
dísticamente representativos.
En suma, en la presente fase de este proyecto investigador se ha
otorgado prioridad analítica a la descripción de las posiciones sociales,
dejando para una fase posterior el análisis de los efectos que sobre la fe-
licidad puedan tener diversas variables puras, como por ejemplo la
«edad», los «ingresos económicos», el «nivel educativo», la «soledad»
u otras muchas. Hemos secuenciado de esta manera el proceso inves-
tigador porque estamos convencidos de que una buena explicación
requiere una previa buena descripción. Hemos pensado que adquirir
una visión de conjunto de la estratificación social de la infelicidad en
España es, en este momento, mucho más importante que ofrecer mi-
nuciosas explicaciones de algunos fenómenos concretos relacionados
con la felicidad. Por otra parte, explicaciones de este tipo abundan
en la literatura científica sobre el bienestar subjetivo, literatura que en
parte sugerimos al analizar el bienestar emocional de cada una de las
posiciones sociales.
En esta fase del proceso investigador, antes que estudiar «variables»,
hemos optado por estudiar «personas». Nos ha parecido más relevante
Introducción: Por una sociología de la felicidad 43
una y otra vez de los peligros que acarrea llevar una vida desenfrenada y
lujuriosa. El hedonismo es malo para la sociedad, pues socaba los prin-
cipios morales que la fundan, mina la ética del trabajo que la sostiene y
promueve un consumismo, basado en la satisfacción inmediata de infi-
nitos deseos banales, que dilapida los recursos societarios. El hedonismo
es también malo para el individuo, porque, por ejemplo, pone en riesgo
su salud promoviendo el consumo de drogas o los estilos de vida licen-
ciosos que dificultan la puesta en práctica de conductas saludables.
También se argumenta que, a largo plazo, la búsqueda del placer reduce
la felicidad. En este sentido, los críticos destacan la paradoja del hedonis
mo, que consistiría en el hecho de que la búsqueda del placer conduce a
la infelicidad. Así, por ejemplo, los placeres han de ser cada vez más in-
tensos porque la sensibilidad disminuye con el disfrute de los mismos;
los placeres nos crean diversas adicciones, con las nefastas consecuencias
que estas conllevan normalmente; el hedonismo, se dice, es madre de la
ociosidad y de la pérdida de interés en el desarrollo de una vida activa.
La búsqueda de placeres de satisfacción inmediata, también se argu-
menta, impide el goce de aquellos placeres elevados que derivan de la
autorrealización del individuo; dado que los placeres carecen de sentido
ético o moral, y el sentido es un componente clave de la felicidad, el
hedonismo conduce a un disfrute vacuo y fútil que se consume a sí
mismo. Además, por último, según sus críticos, el hedonismo es esen-
cialmente egoísta. Erosiona los vínculos sociales y la solidaridad porque
sitúa en el centro de la escena la experiencia subjetiva y personal del
placer, lo que finalmente conduce a la soledad y a la decadencia moral.
Cierto que todos estos argumentos contienen una gran parte de
verdad, pero asimismo es evidente que son tanto más verdaderos
cuanto más reduzcamos el concepto hedonista a una caricatura de la
felicidad, es decir, cuanto más lo identifiquemos, como suele hacerse,
con la persecución instintiva e incondicionada de aquellos placeres
que derivan de la satisfacción de necesidades meramente fisiológicas.
En este sentido, sostenemos que una apropiada perspectiva hedonista
de la felicidad debe ofrecer una riqueza de matices acorde con la com-
plejidad característica del universo humano del placer y del dolor. Es
decir, el ámbito hedónico no puede ser abarcado mediante un concep-
to reduccionista de placer y, por tanto, las críticas que esa tosca con-
ceptualización de la buena vida ha suscitado a lo largo de la historia
deben ser repensadas y, en parte, superadas.
Esta falaz reducción conceptual es el motivo por el que los térmi-
nos «hedonismo» y «hedonista» han disfrutado de tan mala prensa en
Ideas sobre la naturaleza de la felicidad 61
todas las épocas, y justifica que autoras como Veronika Huta (2013),
a la que seguimos en este punto, prefieran usar términos alternativos,
como «hedonia» y «hedónico» (hedonia y hedonic). Por tanto, es preci-
so pensar el impulso hedónico desde una perspectiva más amplia,
compleja y humana, mostrando la existencia de una amplia variedad
de éticas hedonistas que apenas tienen nada que ver con el hedonismo
radical que opera en nuestra cultura como un estereotipo moral pri-
mario. Esta es la razón fundamental por la que el presente capítulo
considera cuatro diferentes concepciones hedonistas de la felicidad.
Confiamos en que dialogando con las doctrinas de Yang-chu, Epicu-
ro, Aristóteles y Demócrito podamos ampliar el horizonte de nuestro
pensamiento reflexionando sobre los conceptos de la felicidad. Estas
cuatro propuestas son: la hedonia radical y visceral, la hedonia serena y
corporal, la hedonia virtuosa y moral y la hedonia alegre y pragmática.
Todas ellas encierran una lógica de la naturaleza humana y, por tanto,
una asombrosa y fascinante combinación de sabiduría y de necedad.
La exposición más pura y brillante del hedonismo radical o visce-
ral que he encontrado aparece en una pequeña historia, contada por el
filósofo taoísta Lie Tse en su Tratado del vacío perfecto, acerca del pen-
samiento de Yang-chu, filósofo chino hedonista, pesimista y egoísta.
En cierto modo, su hedonismo representa la caricatura de la felicidad
de la que ya hemos hablado, basada en el placer físico, fisiológico,
carnal, casi animal, suscitado recurrentemente por las continuas de-
mandas de las necesidades corporales más instintivas, básicas e inme-
diatas. Esta pequeña narración nos ofrece cierta sabiduría al revelar-
nos, mediante la caricatura de este hedonismo radical y visceral, alguna
parte verdad. Una verdad que algunos pueden considerar demasiado
humana, pero verdad al fin y al cabo, a juzgar por el modo en que las
personas se afanan sin descanso en la búsqueda de los placeres, aún a
sabiendas de que su extraordinaria perseverancia puede estar fundada,
según la opinión de casi todos, en algún hipotético error.
El hedonismo de Epicuro, basado en la serenidad espiritual y en
una delicada atención al cuerpo, en ningún caso se sustenta en la con-
sumación de placeres y pasiones, sino que, antes al contrario, busca
fundamentalmente la eliminación del mal y del dolor, ante todo del
causado por el temor a los dioses y a la muerte. Su ética hedonista
persigue un estado de sosiego, tranquilidad y calma emocional, o ata
raxia, del que se goza de forma más o menos duradera en soledad,
pero aún de forma más plena en compañía de los amigos. La ataraxia
se alcanza gracias al logro de la autarquía o independencia del ser con
62 Eduardo Bericat
Lie Tse (2006: 160-163), en el Tratado del vacío perfecto, cuenta una
breve historia sobre Tse-ch’an, ministro del principado de Cheng,
y sus dos hermanos, uno mayor, Chao, que era un borracho, y otro
64 Eduardo Bericat
menor, Mu, que era un libertino. Esta pequeña historia está in-
cluida en el capítulo siete del libro, que Lie Tse, filósofo taoísta,
dedica enteramente a Yang-chu, filósofo chino hedonista, pesimista
y egoísta. Este cuento expresa el modelo del hedonismo radical,
cuyo único fin estriba en satisfacer las demandas de los instintos y
de las vísceras, sin preocuparse en absoluto ni por el futuro, ni por
el poder, ni por la salud, ni por el espíritu, ni por la moral. Según
sus defensores, dar rienda suelta a todos los instintos hace felices
a los seres humanos. Y ateniéndonos a la conducta de estos, por
paradójico y repulsivo que parezca, tenemos suficientes pruebas de
lo atractivo e irresistible que resulta a veces satisfacer los deseos
corporales.
— «Pues esto: vivir alegre, tratar bien al cuerpo, eso es lo que hay
que hacer».
— «La naturaleza está satisfecha cuando tiene todo lo necesario;
todas las necesidades que van más allá son redundancia, civilización
artificial».
— «Cuatro deseos agitan a los hombres, hasta el punto de no darles
un respiro, a saber: el deseo de la longevidad, el de la reputación, el
de la dignidad y el de la riqueza. Los que han obtenido esas cosas,
temiendo que se las quiten, tienen miedo de los muertos, de los vi-
vos, de los príncipes, de los suplicios».
— «De mil hombres, ni uno vive hasta los cien años. Pero supon-
gamos que, entre mil, hay un centenario. Una gran parte de su
vida habrá transcurrido en la impotencia de la primera infancia y
la decrepitud de la extrema vejez. Una gran parte habrá estado
consumida por el sueño de la noche y por las distracciones del día.
Una gran parte habrá estado esterilizada por la tristeza o el temor.
Queda una fracción relativamente muy débil para la acción y el
goce».
— «¿Hay motivo, para renunciar, por tan poco, al placer de los ojos
y los oídos, para aplicar el freno moral en el exterior y el interior?
Pasar la vida así, en la privación y el constreñimiento, ¿es menos
duro que pasarla en prisión y en cautiverio?».
66 Eduardo Bericat
Para vivir feliz es necesario ser prudente y sensato, pero sin olvi-
dar que no sería ni sensato ni prudente dejar de perseguir la felici-
dad, pues en ella consiste todo bien. Para Epicuro es evidente que la
satisfacción de cualquier deseo no conduce ineludiblemente a la fe-
licidad, por lo que al ser humano se le impone la necesidad de selec-
cionar cuidadosamente aquellos deseos que tratará de satisfacer en la
vida. Así, una adecuada teoría de los deseos y de las necesidades ha
de ser complementada con una adecuada teoría de la elección del
placer.
— «Y hay que considerar que de los deseos unos son naturales, otros
vanos; y de los naturales unos son necesarios, otros sólo naturales; y
de los necesarios unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar
del cuerpo, otros para la vida. Un recto conocimiento de estos
Ideas sobre la naturaleza de la felicidad 69
La prudencia es, sin duda, el gran bien porque mediante ella al-
canzamos la salud corporal y la tranquilidad del espíritu. De ahí que
todo aquello que nos conduzca hasta el placer podrá ser considerado
un bien y formará parte de la virtud. Invirtiendo el argumento,
hallamos uno de los principios clave del hedonismo en cuanto a
la relación que pueda establecerse entre el placer y la virtud, entre la
felicidad y el bien. En último término, para Epicuro las virtudes
tienen sentido únicamente en la medida en que estén orientadas
y sirvan al logro del placer y de la felicidad humana. La virtud ha
de estar supeditada a la conquista de la felicidad y a la conjura del
sufrimiento y del dolor. De no ser así, la podemos mandar tran-
quilamente a paseo (véanse las máximas epicúreas incluidas al final
de este apartado). Aplicando este criterio hedónico, y en la medida
que se cumplan sus requisitos de logro de placer o de evitación del
dolor, la autosuficiencia constituye una virtud por cuando servirá
para eludir el sufrimiento cuando dispongamos de poco. Aplicando
este mismo criterio, apegarnos y disfrutar de las cosas esenciales,
recelando de los encantos y supuestos placeres de la abundancia
sería otra virtud. Y también sería virtud no acometer empresas ni
aspirar a la excelencia más allá de nuestras fuerzas y de nuestras
capacidades.
— «También a la autosuficiencia la consideramos un gran bien, no
para que siempre nos sirvamos de poco sino para que, si no tenemos
mucho, nos contentemos con poco, auténticamente convencidos de
que más agradablemente gozan de la abundancia quienes tienen
menos necesidad de ella y de que todo lo natural es fácilmente pro-
curable y lo vano difícil de obtener».
— «Reboso de placer en el cuerpo cuando dispongo de pan y agua.
Y escupo sobre los placeres de la abundancia, no por sí mismos, sino
por las molestias que le siguen».
70 Eduardo Bericat
— «No todo placer debe elegirse, sino solo el que va unido a lo be-
llo» (fr. 207 DK).
— «Los cerdos se gozan en el estiércol» (fr. 147 DK).
El mantenimiento del buen ánimo es consustancial a la buena
vida, pero además de esto el filósofo sostiene que el agrado o desagra-
do que nos produzcan las cosas nos sirve de guía conductual para
elegir la mejor opción de entre las posibles. Lo que nos mejore el áni-
mo, o en la terminología de Randall Collins eleve nuestra energía emo
cional, será bueno, y aquello que nos aflija, entristezca o reduzca el
ánimo y la energía emocional será malo. Al decir de Guthrie (1986:
500), «los sentimientos tienen su utilidad, ya que, de confiar aquí en
el oscuro Diótimo, deberíamos dejar que ellos fueran nuestros guías
en lo que debe buscarse o elegirse y rechazarse». Sin duda, también
para Demócrito las emociones nos indican algo, cumplen una función
de señal: «La frontera entre lo que conviene y no conviene es el agrado
y el desagrado» (fr. 188 DK).
Pero ¿qué hemos de hacer para pasar la vida lo más contentos y lo
menos afligidos que podamos, para mantener nuestra estructura afec-
tiva lo más cerca posible de la alegría y lo más alejado posible de la
tristeza, emociones que a juicio de Spinoza (1966: 248) indican, res-
pectivamente, el paso de una menor a una mayor perfección y de una
mayor a una menor perfección del ser humano? La fórmula para con-
seguir este preciado bien se basa en una actitud ante la vida compues-
ta básicamente por dos términos: moderación y pragmatismo. El buen
ánimo, que constituye el fin de la vida ordenada, se logra con mode-
ración, evitando las pasiones, rehusando satisfacer todos los deseos, y
no colmando la vida de placeres. Por otra parte, el logro del buen
ánimo requiere de unas actitudes vitales pragmáticas entre las que, sin
duda, se encuentran una cierta resignación o contento con lo que se
tiene, o una sensata limitación de la actividad, los deseos, las envidias
y las ambiciones.
relevancia que para el sujeto tiene algún hecho del mundo natural o
social» (Bericat, 2012), podríamos concluir, siguiendo a Lledó, que el
placer, la felicidad, el gozo o el buen ánimo informan a un sujeto de la
adecuación existente, en cada aspecto, momento y contexto de la vida,
entre las posibilidades que se le ofrecen y su efectiva realización, entre
la virtud o potencia contenida en su ser-cuerpo y la realidad de la si-
tuación que habita, entre el sujeto ideal en el que se proyecta y la
imagen alterada que le devuelven los espejo-mundos. A modo de con-
clusión, aunque tentativa y provisional, diríamos que el ámbito de la
felicidad está constituido por las estructuras afectivas o emocionales que
señalan los grados de correspondencia existentes entre el horizonte de po
tencialidades de un ser humano y su efectiva realización en el marco de
una situación determinada.
3. LA MEDICIÓN DE LA FELICIDAD: EL ÍNDICE
DE BIENESTAR SOCIOEMOCIONAL (IBSE)
Antes de mostrar las diversas formas y modelos con los que actual-
mente se está midiendo la felicidad, cabría preguntarse si, de hecho,
es posible medir la felicidad de una persona. Lo cierto es que hasta la
década de los años sesenta del siglo pasado a casi nadie se le hubiera
ocurrido pensar que la felicidad pudiera medirse. Solamente los fenó-
menos objetivos eran susceptibles de medición, en el sentido preciso y
propio de la palabra. El flujo emocional experimentado subjetivamen-
te por las personas, compuesto por una irregular y paradójica sucesión
de sentimientos efímeros o durables, débiles o intensos, difusamente de-
finidos y en muchos casos inidentificables, estaba en las antípodas de las
realidades consideradas medibles. La felicidad, excelso objeto de sabi-
duría propio de pensadores y filósofos, quienes sugerían al resto de los
mortales cómo conseguirla, evitar su pérdida o mantenerla, no cum-
plía las condiciones exigibles a un concepto científico. Así, como tan-
tas veces ha sucedido en la historia de la ciencia, hubo que esperar a la
introducción de un nuevo término, el de bienestar subjetivo (BS), para
que se abriera paso en el horizonte científico-social la cuantificación
de la felicidad. Fue el psicólogo Ed Diener quien introdujo este con-
cepto en 1984 (subjective well-being o SWB).
La psicología indexó por primera vez en 1973 el término felici-
dad en el Psychological Abstracts International, y la revista Social Indica
tors Research, fundada en 1974, inició su andadura incluyendo abun-
dantes artículos sobre la felicidad y la satisfacción con la vida. La
La medición de la felicidad: el índice de bienestar socioemocional (IBSE) 87
Unidimensionales
Multidimensionales
Cognitivas
Emotivas
Valorativas
Hedónicas
Eudemónicas
Mixtas
[…] las medidas utilizadas son buenas, pero pueden ser mejores […]
el aumento de la calidad de las mediciones y de las definiciones
teóricas del bienestar ofrecen un importante vehículo para el pro-
greso del campo de estudio. Cuando sea posible, los investigadores
deben usar múltiples medidas de bienestar subjetivo, […] pues es
probable que una puntuación única simplifique en exceso el fenó-
meno del bienestar subjetivo (Diener, 1994: 146).
Por tanto, es urgente y necesario superar esta fase del análisis social
de la felicidad utilizando modelos de medición cualitativamente supe-
riores a las escalas de Cantril, de satisfacción y de felicidad (escalas CSF).
En primer lugar, como ya hemos visto, las escalas CFS constituyen una
valoración racional o cognitiva de la felicidad, pero es evidente que la
felicidad, de ser algo, es un sentimiento o estado emocional, y por ello
deberá ser registrada propiamente mediante la observación de la expe-
riencia emocional de los sujetos. En segundo lugar, si la felicidad es una
metaemoción configurada por estructuras afectivas concretas, será ne-
cesario contar con la información de múltiples variables para conocer
no solamente el grado, sino también el tipo de felicidad que experi-
mentan las personas. En tercer lugar, las escalas CSF son como «cajas
negras», ya que nos ofrecen cuantificaciones ciegas que no pueden ser
deconstruidas. Es decir, no podemos saber qué significa exactamente
una puntuación de 3, de 5, de 7 o de 10, porque no disponemos de
información afectiva complementaria sobre el entrevistado que ha res-
pondido a la pregunta. En cuarto lugar, con las puntuaciones univaria-
bles que ofrecen las escalas CSF corremos el riesgo cierto de sobresim-
plificar el fenómeno de la felicidad. En este sentido, los modelos
multivariables y multidimensionales pueden conducirnos a la creación
de teorías más sofisticadas y a una comprensión más plena de la felici-
dad (Diener, 1994: 146). Por último, como ya hemos señalado, los
modelos de medición multivariables y multidimensionales pueden
ofrecernos medidas más robustas, válidas y fiables.
La segunda decisión metodológica consiste en elaborar un índice
basado en un modelo descriptivo y de medición hedónico puro. Esta
96 Eduardo Bericat
Admitido que la felicidad es una metaemoción que está según los ca-
sos configurada por diferentes estructuras afectivas y que, por tanto,
el modelo descriptivo que haya de registrarla tendrá que ser multiva-
riable y multidimensional, nos enfrentamos a la tarea de establecer
una definición de bienestar emocional que pueda asumir en su seno
las diversas emociones necesarias para lograr y mantener el buen áni-
mo. Dado que, según hemos dicho, no estamos interesados ni en la
salud mental ni en el funcionamiento psicológico de los individuos,
sino en analizar los vínculos existentes entre, por un lado, las distin-
tas posiciones sociales que ocupan las personas y, por otro, sus res-
pectivos grados y tipos de felicidad, haremos uso del gran acervo de
conocimientos acumulado por la sociología de las emociones durante
las últimas cuatro décadas (Bericat, 2016). En concreto, utilizaremos
dos teorías estructurales de las emociones: la teoría sociorrelacional de
las emociones, de Theodore D. Kemper (1978, 1990, 2006), y la teo
ría de las cadenas de rituales de interacción, de Randall Collins (1981,
1990, 2004). Ambas teorías utilizan dos dimensiones básicas de la
sociabilidad humana, el poder y el estatus, como marco para captar los
estados emocionales más relevantes que experimentan las personas en
el seno de una sociedad. Haciendo uso de estas dos teorías, y de la
teoría de la vergüenza y del orgullo, de Thomas J. Scheff (1988, 1990,
2000), seleccionamos los estados afectivos básicos que configuran la
definición conceptual del bienestar emocional.
en primer lugar, en el hecho de que «una gran parte de los tipos de emo-
ción existentes son el producto de los resultados reales, imaginados
o anticipados de las relaciones sociales» (Kemper, 1978: 48). Las emo-
ciones no son una determinada sustancia, sino una pauta relacional
derivada de la vinculación que mantiene el yo con su entorno, funda-
mentalmente con los otros, esto es, con su mundo social (Bericat,
2012). Así, en el curso de cada una de sus interacciones sociales los
actores pueden obtener, mantener o perder determinados beneficios,
recompensas o gratificaciones. En el caso de que obtengan recompen-
sas, los actores experimentarán emociones agradables o satisfactorias,
mientras que si las pierden experimentarán emociones desagradables
o insatisfactorias. En segundo lugar, la teoría sociointeraccional de las
emociones postula que los estados emocionales que experimente cada
uno de los actores dependerán, esencialmente, de su posicionamiento
relativo en las dos dimensiones básicas de la sociabilidad, a saber, la
dimensión del poder y la dimensión del estatus.
El concepto de «poder» utilizado por Kemper coincide con la
definición weberiana: «poder es la probabilidad de imponer la propia
voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y
cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad» (Weber, 2005:
43). Sin embargo, en la relación de «estatus», el hecho clave es la vo-
luntariedad con la que un actor ofrece al otro gratificaciones, benefi-
cios o recompensas. El estatus «implica un cierto tipo de conducta
beneficiosa, complaciente y de apoyo orientada hacia el otro» (Kemper,
1978: 378). Las gratificaciones de estatus, como la admiración, el res-
peto, el cariño o el apoyo desinteresado, se otorgan no porque el actor
esté forzado a ello, sino en función del vínculo social creado por la
deferencia, la estima, el amor, el aprecio o el respeto que un actor sien-
te hacia el otro.
Esta teoría predice los estados emocionales que experimentará un
actor, según sean los niveles relativos o comparados de poder y de esta-
tus que tenga en relación a otro actor. Un individuo estará, en general,
contento y satisfecho cuando estime que tanto su poder como su estatus
son los adecuados. Y estará descontento e insatisfecho cuando sienta que
su poder y su estatus son o insuficientes o excesivos. Combinando estas
tres posibles situaciones con las dos dimensiones básicas de la sociabili-
dad, se obtienen seis tipos diferentes de emociones estructurales.
La seguridad será el estado emocional que experimente un actor
cuando disponga, o crea disponer, de suficientes recursos de poder
para afrontar una determinada situación. Un poder adecuado genera
100 Eduardo Bericat
Vitalidad Felicidad
Seguridad Entusiasmo Contento Orgullo
Energía Satisfacción
Confianza
“Sentirse bien” Estimado
Disfrute Deseado
Querido
Autoestima
NIVEL DE BIENESTAR
PODER !"!#!!!$ ESTATUS
ENERGÍA EMOCIONAL
Preocupación Abatimiento
Incertidumbre Desesperanza Soledad
Ansiedad Desesperación Bochorno
Apatía Pena
Miedo Vergüenza
Depresión Tristeza
felicidad, no tanto porque consideren óptimos los datos que las esca-
las CSF les ofrecen, sino porque son de hecho los únicos disponibles.
La mayor parte de las grandes encuestas, por no decir todas, incluyen
alguna o varias de las preguntas con las que se construyen estas esca-
las, mientras que casi ninguna contiene preguntas sobre estados emo-
cionales, lo que nos permitiría analizar socialmente, con mucha más
profundidad y rigor, la felicidad de las personas. La Encuesta Social
Europea (ESS) constituye una excepción, pues en sus oleadas de 2006
y de 2012 introdujo un módulo especial, denominado «bienestar per
sonal y social», que contenía un considerable número de preguntas
emocionales. Esta iniciativa pionera se desarrolló merced a una ex-
traordinaria propuesta presentada por la profesora Felicia Huppert y su
grupo de colaboradores (Huppert et al., 2005, 2010).
Con los datos de la oleada 2006 de la Encuesta Social Europea, y
utilizando las técnicas estadísticas más apropiadas al caso, hemos tra-
tado de validar un modelo empírico de medición capaz de proporcio-
nar, utilizando el mínimo número de preguntas de cuestionario, unas
estimaciones cuantitativas de la felicidad suficientemente robustas,
válidas y fiables. A continuación se resume el proceso exploratorio y
confirmatorio que ha conducido al modelo descriptivo y de medición
elegido. Una exposición más detallada del mismo puede encontrarse
en Bericat (2014b).
PODER (+)
VITALIDAD DISFRUTE
CALMA OPTIMISMO
SOLEDAD FELICIDAD
ESTATUS (–) ESTATUS (+)
DEPRESIÓN ORGULLO
PODER (–)
tabla 3.1. Análisis de factor común. Matriz de factores rotados. Pesos de los
factores. Modelo de 4 factores 8 variables. ESS-2006
Factor
Estados Emocionales
1 2 3 4
Optimista con respect a mi futuro –0,175 0,643 0,143 –0,112
Me siento bien conmigo mismo – 0,099 0,642 0,138 –0,148
Deprimido – 0,211 0,172 0,598 –0,271
Feliz 0,570 –0,193 –0,329 0,255
Solo –0,203 0,136 0,539 –0,080
Sensación de disfrutar de la vida 0,769 –0,158 –0,229 0,185
Rebosante de energía 0,349 –0,223 –0,232 0,319
Tranquilo y relajado 0,243 –0,191 –0,195 0,540
tabla 3.2. Análisis de factor común. Matriz de factores rotados. Pesos de los
factores. Modelo de 4 factores y 19 variables. ESS-2006
Factor
Estados emocionales
1 2 3 4
Soy siempre optimista con respecto a mi futuro 0,151 –0,175 0,605 0,115
Por lo general me siento bien conmigo mismo 0,113 –0,110 0,671 0,141
Algunas veces me siento como si fuera un fracasado –0,220 0,198 –0,321 –0,127
En conjunto, mi vida se acerca bastante a como me
0,296 –0,291 0,411 0,061
gustaría que fuera
¿Se ha sentido deprimido? 0,658 –0,222 0,182 0,182
¿Ha tenido la sensación de que le costaba mucho
0,509 –0,148 0,092 0,292
hacer cualquier cosa?
¿Ha dormido inquieto/a? 0,393 –0,066 0,110 0,402
¿Se ha sentido feliz? –0,330 0,608 –0,232 –0,086
¿Se ha sentido solo/a? 0,546 –0,202 0,145 0,047
¿Ha tenido la sensación de disfrutar de la vida? –0,276 0,671 –0,191 –0,084
¿Se ha sentido triste? 0,695 –0,198 0,172 0,127
¿Se ha sentido sin ánimos? 0,505 –0,182 0,095 0,272
¿Se ha sentido rebosante de energía? –0,204 0,474 –0,167 –0,380
¿Ha sentido ansiedad? 0,514 –0,032 0,223 0,237
¿Se ha sentido cansado/a? 0,354 –0,071 0,120 0,547
¿Se ha sentido absorbido por lo que estaba haciendo? –0,035 0,307 –0,061 –0,090
¿Se ha sentido tranquilo/a y relajado/a? –0,227 0,328 –0,223 –0,351
¿Se ha sentido aburrido/a? 0,411 –0,159 0,102 0,113
¿Se ha sentido realmente descansado/a al levantarse
–0,124 0,251 –0,145 –0,574
por las mañanas?
factoriales de la tabla 3.3, así como los de la tabla 3.2, hemos desarro-
llado en el epígrafe 2.4 una interpretación sustantiva de los 4 factores
extraídos mediante el análisis de factor común. Gracias a esta interpre-
tación se ha revelado que estos cuatro factores corresponden a las cua-
tro dimensiones analíticas del bienestar socioemocional, a saber: el esta
tus, la situación, la persona y el poder. Pero antes de exponer el modelo
analítico de la felicidad, veamos algunos de sus parámetros estadísticos
y el resultado de los test de validación.
BIENESTAR
SOCIOEMOCIONAL
como el propio Stiglitz, «que el PIB per cápita —o incluso otros indi-
cadores de renta— no ofrece una medida adecuada del bienestar» (Sti-
glitz, 2014: 43; Stiglitz et al., 2009), la desigualdad de la riqueza y de
los ingresos sigue constituyendo el motivo más legítimo, el motivo
por antonomasia, en el que se sigue basando toda crítica y contesta-
ción social.
El despliegue de datos que sobre la desigualdad económica puede
hacerse con la información estadística actualmente disponible es im-
presionante.
Stiglitz o Bauman incluyen en sus libros algunos de ellos para
fundamentar sus tesis. Por ejemplo, nos informan de que en el año
2007, «el 0,1% más alto de las familias de Estados Unidos tenía unos
ingresos 220 veces mayores que la media del 90% inferior. La riqueza
estaba repartida de forma aún más desigual que los ingresos, ya que el
1% más rico poseía más de un tercio de la riqueza del país». Los ingre-
sos medios, después de impuestos, del 1% más alto eran 73 veces los
ingresos medios del 20% inferior (Stiglitz, 2014: 49-50). «En lo más
bajo del todo, para 2011, el número de familias estadounidenses en
situación de pobreza extrema —los que viven, al menos durante un
mes al año, con dos dólares al día por persona o menos— se había
duplicado respecto a 1996, hasta alcanzar 1,5 millones de familias»
(Stiglitz, 2014: 63). La Organización Internacional del Trabajo estima
que 3.000 millones de personas viven por debajo del umbral de po-
breza, establecido en 2 dólares al día» (Bauman, 2014: 19).
Ahora bien, la medición de la desigualdad económica mediante
este umbral de pobreza absoluta o extrema puede complementarse con
la cuantificación de las personas que están por debajo del umbral de
pobreza relativa, es decir, por debajo del 60% de la mediana de los
ingresos. Así, por ejemplo, sabemos que en 2006 uno de cada cinco
españoles (20,3%) vivía por debajo del umbral de la pobreza, es decir,
con unos ingresos inferiores al 60% de la mediana. En 2012 este por-
centaje ascendió al 22,2%. Incluso imputando el alquiler de la vivien-
da propia, la estimación realizada por el Instituto Nacional de Estadís-
tica para 2006 y 2012 es, respectivamente, del 16,0% y del 19,7%,
unas cifras muy elevadas. Según datos de Eurostat, el instituto estadís-
tico de la Unión Europea, el 10% de españoles con mayores ingresos
acapararon en 2006 un 23,7% del total de ingresos. En 2012 esta cifra
ascendió al 24,8%. Por el contrario, el 10% de los españoles con in-
gresos más bajos solo recibieron en 2006 un 2,4% del total, y en 2012
aún menos, un exiguo 1,5%.
126 Eduardo Bericat
75 275
50 250
25 225
0 200
-25 175
Grados Celsius (ºC)
-50 150
-75 125
-100 100
-125 75
-150 50
-175 25
-200 0
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9
Porcentaje población
1
La estimación de las puntuaciones del IBSE se ha calculado en base a la muestra
de 2006 formada por 20 países europeos. Esta muestra, a la que nos referimos como
«Europa-20» o EUR-20, está compuesta por los siguientes países: Bélgica, Bulgaria,
Suiza, Chipre, Alemania, Dinamarca, Estonia, España, Finlandia, Francia, Reino
Unido, Hungría, Irlanda, Holanda, Noruega, Polonia, Portugal, Suecia, Eslovenia y
Eslovaquia. Ahora bien, una vez configurado el modelo en base a esta muestra, se han
obtenido puntuaciones para la muestra de países europeos de 2012. Ello permite ana-
lizar el cambio de niveles de felicidad entre ambos años manteniendo una referencia
o base comparativa constante.
La desigualdad de ingresos y de felicidad 129
i=n
F= fi
i=1
Estos cinco tipos, como puede verse en la figura 4.3, presentan unas
características de bienestar emocional muy distintas. La situación vital
de las personas felices, por ejemplo, con una media de 261,8 puntos de
IBSE, es radicalmente distinta a la de las personas infelices o no felices,
todas ellas con un grado de felicidad que no supera en ningún caso el
umbral de los 126 puntos.
300
280 Feliz
(261,8)
260
(244)
240
Contento
(226,6)
220
(211)
200
Satisfecho
Grado de felicidad (ºK)
180 (189,8)
(164)
160
No satisfecho
140 (147,5)
(126)
120
100
80
No feliz
(96,1)
60
40
20
0
Porcentaje de población (EUR-20, 2006+2012)
experimentados por los individuos que forman parte de cada tipo. Recor-
damos que las tres primeras emociones de la tabla pertenecen al factor
«estatus», las dos siguientes al de «situación», la sexta y la séptima al fac
tor «persona» y las dos últimas al de «poder». Observando los porcentajes de
la tabla, el lector puede comprobar por sí mismo los estados emocionales
que caracterizan a las personas felices o infelices, a quienes están conten-
tos o insatisfechos con su vida o a aquellos que están simplemente satisfe-
chos. Por ejemplo, mientras que el 90,8% de los europeos felices respon-
dieron que ellos nunca o casi nunca se sentían tristes, prácticamente la
totalidad de las personas infelices experimentan la tristeza con mayor o
menor frecuencia. Dos de cada tres personas no felices (62,0%) se sienten
tristes la mayor parte, casi todo o todo el tiempo. De las diferencias entre
europeos felices y contentos se pueden destacar, entre otras, las que afec-
tan a los estados emocionales de felicidad y de disfrute de la vida. Entre
los felices, el 75,9% se sienten felices siempre y el 79,4% disfrutan conti-
nuamente de la vida. Entre los contentos, sin embargo, encontramos que
estos porcentajes descienden, respectivamente, al 26,6% y al 30,2%. El
tipo de los satisfechos ofrece una estructura de estados emocionales inter-
media, en la que no existen sufrimientos o penas, pero tampoco grandes
alegrías. Ahora bien, una vez que nos adentramos en el ámbito de las
personas insatisfechas con la vida, y más aún en el ámbito de la infelici-
dad, los estados emocionales más frecuentes comienzan a ser, sin nin-
gún género de dudas, extremadamente negativos. Entre los no felices, el
92,6% nunca, o solo en algún momento se siente rebosante de energía;
el 94,2% nunca, o solo en algún momento, se siente feliz; el 92,2%
nunca, o solo en algún momento, disfruta de la vida; el 93,3% nunca,
o solo en algún momento, está tranquilo y relajado; el 60,2% es más bien
pesimista o muy pesimista; el 62,1% está deprimido la mayor parte del
tiempo; el 62,0% está la mayor parte del tiempo triste; el 74,4% no se
siente bien consigo mismo; y el 43,4% se siente bastante solo la mayor
parte del tiempo, siempre o casi siempre.
Pese a que los datos de la tabla 4.1 muestran que la estructura
afectiva de estos cinco tipos es muy diferente, puede que sorprenda el
hecho de que ni siquiera los tipos extremos sean «químicamente pu-
ros». A este respecto, procede exponer con brevedad dos consideracio-
nes. Primero, recordar que el reconocimiento de la complejidad emo-
cional subyacente al bienestar subjetivo evidenció la necesidad de
utilizar un modelo multidimensional de la felicidad, de donde se deriva
que un mismo nivel de felicidad o de infelicidad puede deberse a una
combinación muy distinta de dimensiones y de estados emocionales.
136 Eduardo Bericat
Por ende, es lógico que los tipos contengan en su seno cierta diversi-
dad individual. Segundo, advertir que esta falta de pureza también es
atribuible al hecho de que el análisis de factor común no estima las
puntuaciones de la felicidad o infelicidad agregando mecánicamente
la respuesta dada por los entrevistados a cada una de las preguntas,
consideradas independientemente, sino teniendo en cuenta la combi-
nación de respuestas que cada entrevistado ofrece a todo el conjunto
de preguntas. En este sentido, los datos de la tabla 4.1. sirven para
ilustrar y comprender el contenido de cada uno de los tipos, pero no
reflejan fielmente el proceso multivariable y multidimensional me-
diante el que se estiman las puntuaciones del IBSE.
tabla 4.1. Estructura afectiva de los tipos de felicidad e infelicidad (%) (cont.)
Tipología
No
Feliz Contento Satisfecho No feliz Total
satisfecho
Muy de acuerdo 46,4 15,5 7,7 3,7 2,8 16,2
Sentirse De acuerdo 50,9 75,8 68,4 46,4 22,8 61,7
bien consigo Ni / Ni 2,6 7,4 18,7 33,4 26,3 14,7
mismo En desacuerdo 0,1 1,1 4,8 14,6 37,8 6,3
Muy en desacuerdo 0,0 0,1 0,4 1,9 10,3 1,1
límites, pues aunque sin duda los individuos son agentes activos con
una amplia capacidad de acción, la voluntad y la fortaleza del yo se
topa muchas veces con obstáculos insalvables que exceden en mucho
sus propias capacidades y fuerzas. Potenciar la fortaleza del yo para
enfrentarse a las duras condiciones de la vida es un objetivo muy de-
seable, pero creer que las personas pueden resolver por sí mismas sus
problemas, esto es, creer que la felicidad está siempre al alcance de su
mano, constituye un discurso social peligroso de dudosa verosimili-
tud e intencionalidad que responsabiliza al individuo de todos sus
males, aportándole de este modo una fuente continua y añadida de
ansiedad y de malestar emocional. Abogamos por un tratamiento de la
felicidad que focalice sus análisis en la multitud de problemas socia-
les que causan infelicidad, así como por el diseño de políticas sociales
orientadas a la mejora del bienestar emocional de las personas (Beri-
cat, 2016c).
Las implicaciones sociales, políticas, económicas, culturales y éti-
cas del bienestar y del malestar emocional son innumerables, y todas
ellas muy relevantes. Hemos comenzado tratando de ofrecer una me-
dición lo más rigurosa posible de una realidad humana trascendental.
A partir de aquí se abre un amplio horizonte de reflexión y análisis que
deberá ir desplegándose cuidadosamente acorde con la paradójica na-
turaleza de la felicidad y de la infelicidad.
* 2006.
Fuente: Encuesta Social Europea, 2012.
Por otro lado, hemos de pensar que estas diferencias entre el di-
nero y la felicidad, aunque trascendentales, no son absolutas. Así, por
ejemplo, es cierto que la felicidad no es individualmente trasferible,
pero sí que es socialmente transferible. Conociendo los factores que
producen felicidad, podemos usar la distribución social de los recursos
para modificar la distribución social la felicidad. Un plan nacional
contra la pobreza energética evita el sufrimiento causado por el frío y,
por tanto, elevará el nivel de bienestar emocional y de felicidad de
muchas personas que sufran por esta causa. La educación gratuita y
universal iguala el estatus social de las personas y, evitando la discrimi-
nación, reduce la infelicidad causada por el trato irrespetuoso que sue-
le darse a las personas de las clases sociales desfavorecidas. Esto es, en
contra del discurso dominante, sostenemos que la felicidad es social-
mente transferible. También hemos afirmado antes que la felicidad no
es acumulable, aunque a veces la privación de satisfacciones inmedia-
tas (ahorro de felicidad) nos puede procurar prolongadas satisfaccio-
nes futuras. De ahí que los filósofos griegos insistieran en la importan-
cia de la virtud de la prudencia a la hora de configurar una ética de la
felicidad. La idea de jugar con la felicidad y el tiempo es evidente en
este refrán chino: «si quieres ser feliz por un día, emborráchate; si quie-
re ser feliz por un año, cásate; si quiere ser feliz toda la vida, trabaja un
huerto».
La diferencia fundamental entre el dinero y la felicidad es que el
dinero constituye un medio, mientras que la felicidad es un fin, el bien
supremo de entre todos los que se pueden conseguir, en opinión de
Aristóteles. Aunque ni siquiera esta diferencia es del todo clara, pues
son tantas las cosas que se pueden comprar con dinero, tantas las cosas
que procuran felicidad, que en muchas ocasiones el ser humano co-
mienza amando algún Dios pero, como apuntó Weber, termina ado-
rando al Becerro de Oro. O como diría Bauman, la felicidad en una
sociedad de consumo siempre pasa por el supermercado. En efecto,
queremos el dinero por la «utilidad» que nos reportan las cosas que
podemos adquirir con él, y por este motivo es importante saber cómo
están distribuidos los recursos económicos en nuestra sociedad. Pero
si el bien último o supremo es la felicidad, por qué no medir directa-
mente cómo se distribuye en nuestras sociedades el bienestar emocio-
nal. ¿Acaso es menos relevante conocer cómo se distribuye la felicidad
que el dinero? En todo caso, ¿por qué no conocer simultánea y com
plementariamente las dos, esto es, la desigualdad de los ingresos y la
del bienestar emocional?
La desigualdad de ingresos y de felicidad 149
Aun aceptando que este objetivo sería muy deseable, algunos aca-
démicos creen que, por razones metodológicas, no se pueden crear
idénticos indicadores de desigualdad de ingresos y de bienestar emo-
cional. Por ejemplo, se alega que la variable de cálculo no debería te-
ner límite superior, como sucede en el caso de los ingresos, pero no en
el caso de la felicidad. Aunque pensamos que la objeción es razonable,
esta crítica se dirige más bien a las escalas de Cantril, de satisfacción o de
felicidad, que tienen un rango muy corto que va desde el 0 al 10. En
cualquier caso, es lógico que el grado de bienestar emocional tenga un
límite superior. Esto es así porque la felicidad humana nunca podrá
ser infinita. Ya hemos comentado que solo los bobos, quienes están
locamente enamorados, o los «cerdos», según John Stuart Mill, es de-
cir, alguien sobre o infrahumano puede ser infinitamente feliz. Por
otra parte, está objeción metodológica no está del todo justificada,
pues aunque los ingresos que consuma una persona puedan ser teóri-
camente infinitos, en la práctica también cuentan con un límite supe-
rior. Además, debemos considerar, primero, que el rango del IBSE es
bastante más amplio que el de las escalas CSF, pues oscila entre «0» y
«300» y, segundo, que el índice mide la cantidad de felicidad instante
a instante, por lo que su agregación asciende considerablemente el
valor total. Otra de las objeciones metodológicas que aducen los críti-
cos apunta al hecho de que las medidas de bienestar subjetivo son ca-
tegóricas u ordinales, pero en ningún caso cardinales. De nuevo, dire-
mos que este argumento se aplica más a las escalas CSF, que son de
naturaleza categórica u ordinal, que a las puntuaciones cardinales que
ofrece el IBSE.
Ruut Veenhoven (1990, 2005, 2010; Veenhoven y Kalmijn, 2005;
Kalmijn y Veenhoven, 2005) ha sido un pionero en el estudio social
de la desigualdad en felicidad. Aunque muy lentamente, a partir de
sus primeros análisis otros investigadores han seguido sus pasos (van
Praag, 2010; Beccheti et al., 2010, 2013; Gandelman y Porzecanski,
2013; Yang et al., 2015; Helliwell, 2016b). Los cuatro indicadores
que presentamos ahora pretenden ser una contribución a esta línea de
trabajo, sin duda mucho menos desarrollada que la investigación de los
niveles de felicidad.
Los dos primeros índices que presentamos a continuación miden
la distribución social de la cantidad de felicidad, el tercero es un indica-
dor de infelicidad relativa, mientras que el cuarto mide la infelicidad
absoluta. Todos ellos han sido calculados con la puntuación general
del índice de bienestar socioemocional (IBSE).
150 Eduardo Bericat
tabla 4.4. Índice Gini de ingresos (IGI) y de felicidad (IGF). Europa, 2006
y 2012
Felicidad Ingresos
Índice Gini Índice Gini
2006 2012 2006 2012
Bélgica 13,3 12,1 27,8 26,5
Bulgaria 16,1 16,8 31,2 33,6
Chipre 12,5 14,6 28,8 31,0
República Checa – 14,6 25,3 24,9
Dinamarca 10,6 10,6 23,7 26,5
Estonia 12,2 12,8 33,1 32,5
Finlandia 10,7 10,1 25,9 25,9
Francia 13,7 13,2 27,3 30,5
Alemania 11,2 10,9 26,8 28,3
Hungría 14,4 15,9 33,3 27,2
Islandia – 10,5 26,3 24,0
Irlanda 11,2 11,7 31,9 29,9
Italia – 14,1 32,1 32,4
Lituania – 12,9 35 32,0
Holanda 11,0 11,0 26,4 25,4
Noruega 10,1 9,5 29,2 22,5
Polonia 14,7 13,9 33,3 30,9
Portugal 14,7 14,8 37,7 34,5
Fed. Rusa 13,5 12,1 – –
Eslovaquia 14,0 12,3 28,1 25,3
Eslovenia 10,6 10,3 23,7 23,7
España 12,6 14,4 31,9 34,2
Suecia 11,5 11,1 24,0 24,8
Suiza 10,2 9,5 – 28,8
Reino Unido 12,5 12,2 32,5 31,3
* 2006.
Fuente felicidad: ESS-2006, 2012.
Fuente ingresos: EUROSTAT.
* 2006.
Fuente felicidad: ESS, 2012.
Fuente ingresos: EUROSTAT.
* 2006.
Fuente felicidad: ESS, 2012.
Fuente ingresos: EUROSTAT.
por debajo de los cuales existe una carencia o privación emocional abso-
luta. A partir de ahí, hemos procedido en las estimaciones de los indi
cadores emocionales exactamente igual que en el caso de los materia-
les. La privación emocional se caracteriza por estas nueve carencias:
a) estar deprimido (la mayor parte del tiempo, casi siempre o siempre);
b) estar triste (la mayor parte del tiempo, casi siempre o siempre); c) sen-
tirse solo (la mayor parte del tiempo, casi siempre o siempre); d) ser feliz
(nunca o casi nunca); e) disfrutar de la vida (nunca o casi nunca); f) sen-
tirse bien consigo mismo (muy en desacuerdo, en desacuerdo, o ni
acuerdo ni descuerdo); g) optimista con respecto al futuro (muy en desa
cuerdo, en desacuerdo); h) rebosante de energía (nunca o casi nunca);
e i) tranquilo y relajado (nunca o casi nunca).
La tasa de privación emocional se define como el porcentaje de per-
sonas que sufre al menos tres de las nueve carencias emocionales, y es
indicativa de la infelicidad absoluta existente en un determinado país.
La intensidad de la privación emocional es la media de las carencias emo-
cionales que sufren las personas en situación de privación emocional.
Por último, la tasa de privación emocional severa se define como el por-
centaje de personas que sufre al menos cuatro de las nueves carencias
emocionales, y es indicativa de infelicidad absoluta extrema.
La comparación entre las tasas de privación material y emocional
incluidas en la tabla 4.7 es muy interesante, pues, además de definir
con nitidez la situación de cada país, revela rasgos fundamentales tan-
to de la pobreza como de la infelicidad. Así, tal y como se pone de
manifiesto en Bulgaria, Hungría, Irlanda o Italia, comprobamos que
en algunos países los niveles de privación material son mucho mayores
que los de privación emocional. Ello demuestra la capacidad emocio-
nal que tiene el ser humano para adaptarse a diversas situaciones. A la
inversa, demuestra también que la posesión de ciertos bienes, ponga-
mos por caso un teléfono o un automóvil, constituyen determinantes
socialmente condicionados de la felicidad. Con todo, no puede pasar-
se por alto el hecho de que los dos países con mayor grado de priva-
ción material, Bulgaria y Hungría, son también los países con un ma-
yor grado de privación emocional. Por otra parte, es evidente que
países con tasas de privación material muy bajas, como Suiza, Norue-
ga, Suecia o Dinamarca, no logran reducir proporcionalmente sus
porcentajes de privación emocional. Es decir, la infelicidad se resiste a
desaparecer incluso en los países más ricos y avanzados socialmente.
Esto demuestra que en estas sociedades muchas fuentes de infelicidad
son independientes del nivel de bienestar material.
La desigualdad de ingresos y de felicidad 163
Europa-20* España
Índices
2006 2012 2006 2012
Distribución social de la felicidad
Índice Gini de felicidad (IGF) 12,763 12,736 12,6 14,4
Ratio quintil de felicidad, S80/S20 (RQF) 1,985 1,984 2,0 2,2
Infelicidad relativa
Tasa de riesgo de infelicidad (TRINF-70%) 11,90% 12,32% 13,5
Umbral (144,2) (148,3) (139)
Infelicidad absoluta
Tasa de privación emocional (TPE) 10,6% 10,3% 9,6% 14,5%
Excluidos de la felicidad (EdF)** 20,1% 18,0% 18,7% 25,4%
Medidas estadísticas
Media 199,4 205,2 199,2 194,2
Desviación típica 45,958 47,107 45,6 50,1
* Europa-20 (EUR-20): Bélgica, Bulgaria, Suiza, Chipre, Alemania, Dinamarca, Estonia, España,
Finlandia, Francia, Reino Unido, Hungría, Irlanda, Holanda, Noruega, Polonia, Portugal, Suecia,
Eslovenia y Eslovaquia.
** EdF = No felices + no satisfechos.
Fuente: ESS-2006, 2012.
5. LA ESTRUCTURA AFECTIVA DEL BIENESTAR EMOCIONAL
Felicidad Satisfacción
Encuesta Social Europea
2006 2012 2006 2012
España 7,64 7,59 7,44 6,91
Europa-20 7,28 7,47 6,91 7,13
1
Bélgica, Bulgaria, Suiza, Chipre, Alemania, Dinamarca, Estonia, España, Fin-
landia, Francia, Reino Unido, Hungría, Irlanda, Holanda, Noruega, Polonia, Portu-
gal, Suecia, Eslovenia y Eslovaquia.
La estructura afectiva del bienestar emocional 169
Deprimido, sin ganas de hacer nada 2,9 12,8 30,6 52,2 1,5
Que está solo 2,4 7,4 24,3 64,4 1,5
Estresado por las cosas que tiene que hacer 8,9 26,5 34,7 28,4 1,5
Preocupado por cosas malas que le suceden 36,7 48,1 11,4 3,1 0,7
tabla 5.3. Felicidad, disfrute de la vida y energía vital en los españoles y europeos.
2006 y 2012 (% población)
Frecuencias: N: En ningún momento o casi; A: En algún momento; B: Buena parte del tiempo;
S: Todo o casi todo el tiempo.
Fuente: ESS-2006 y 2012.
Frecuencias: N: En ningún momento o casi; A: En algún momento; B: Buena parte del tiempo;
S: Todo o casi todo el tiempo.
Fuente: ESS-2006 y 2012.
tabla 5.6. Inquietud, calma y fatiga en los españoles y europeos. 2006 y 2012
(% población)
¿Con qué frecuencia, durante última España Europa-20
Año
semana... ? Nunca A veces Bastante Siempre B+S
Se ha sentido tranquilo/a, relajado/a 9,3 34,2 38,5 18,0 63,5
2012
Ha dormido inquieto/a 45,6 38,5 11,4 4,5 19,2
Frecuencias: N: En ningún momento o casi; A: En algún momento; B: Buena parte del tiempo;
S: Todo o casi todo el tiempo.
Fuente: ESS-2012.
2
Parece necesario advertir en este momento que la tipología de la felicidad y de la
infelicidad presentada en el capítulo cuatro, y que es la utilizada en la segunda parte
del libro, consiste en una segmentación en cinco niveles de la distribución de pun-
tuaciones generales del IBSE. En la tipología que se presenta aquí se parte de las
puntuaciones de los cuatro factores porque interesa explorar las diferentes combina-
ciones emocionales que pueden encontrarse en las estructuras afectivas de la felicidad.
La estructura afectiva del bienestar emocional 189
Dimensiones
Denominación Sub-Tipo IBSE N%
Estatus Situación Persona Poder
Felices
Felices 1 64,1 49,8 83,2 43,5 79,8 11,9
Contentos
Poco disfrute 2a 27,5 62,8 –34,0 26,2 55,0 14,4
Algo tristes 2b 25,4 –56,9 58,0 40,6 59,6 9,4
Algo intranquilos 2c 20,4 70,0 45,1 21,8 –55,2 13,8
Satisfechos
Baja autoestima 3a –0,7 39,1 41,3 –108,8 25,8 7,9
Baja sociabilidad 3b –12,2 –43,6 30,3 21,7 –57,2 11,2
Insatisfechos
Algo intranquilos 4a –25,4 45,8 –102,8 16,0 –60,5 8,3
Algo tristes 4b –24,4 –59,3 –79,4 16,2 25,0 8,1
Gozadores 4c –32,3 –187,1 87,3 –15,1 –14,2 1,5
Infelices
En desdicha 5a –66,5 –28,2 –63,5 –115,7 –58,5 8,1
En infortunio 5b –84,9 –211,3 –88,9 22,6 –62,0 3,2
En desgracia 5c –124,9 –208,2 –82,5 –155,8 –53,1 2,2
Fuente: ESS-2006.
3
A través de su jerarquía analítica (puntuación general, puntuación de las
dimensiones y estados emocionales de la felicidad), el modelo de medición multidi-
mensional y multivariable del índice de bienestar socioemocional (IBSE) posibilita el
establecimiento de los puentes necesarios para integrar investigaciones cuantitativas
y cualitativas de la felicidad. Es evidente que los conceptos analíticos de estructura
afectiva y de dinámica emocional (Bericat, 2016a, 2016c) son directamente aplicables
en la investigación cualitativa, por ejemplo, en análisis de condiciones existenciales que
pudieran realizarse mediante grupos de discusión, grupos triangulares o entrevistas
individuales.
196 Eduardo Bericat
LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL
DE LA FELICIDAD
La dinámica emocional de los seres humanos es en algunos momentos
absolutamente tumultuosa, y en otros se asemeja más a las tranquilas
aguas de un estanque. En cualquier caso, el incesante fluir de las emocio-
nes constituye un río heracliteano en el que resulta imposible bañarse dos
veces. Los afectos, los sentimientos y las pasiones cambian continuamen-
te, evolucionan sin cesar, se transforman y se trasmutan, ganan o pierden
intensidad, reaparecen con insistencia perpetuándose en el tiempo o desa-
parecen de una vez para siempre y como por encanto. Los seres humanos
no pueden dejar de sentir, y experimentan en cada situación y momento
un amplísimo conjunto de muy diversas emociones, con una tremenda
variedad de matices, fuerzas y temporalidades. Así sucede también con la
felicidad y el sufrimiento. En algunos momentos de la vida nos sentimos
exultantes y excepcionalmente dichosos, mientras que en otros podemos
llegar a considerarnos las personas más desdichadas del mundo. Pequeñas
alteraciones en el foco perceptivo, en la medida que cambian el objeto pro-
tagonista en el espacio de nuestra atención vital, modifican las emociones
que podamos estar experimentando en cada preciso momento, llegando
incluso a alterar radicalmente nuestro humor. Nos entristecemos recor-
dando al familiar fallecido, nos alegramos instantáneamente al contemplar
la sonrisa de un niño, sentimos horror al presenciar un trágico accidente de
coche y paladearemos de nuevo la dulce emoción del orgullo si resulta que
alguien se interesa sinceramente por nuestra última satisfacción o logro.
Ahora bien, más allá del continuo fluir de los sentimientos y de los
sucesivos altibajos emocionales provocados por las múltiples dichas y
desdichas que experimentamos en el transcurso de nuestra vida cotidia-
na, puede afirmarse que el grado de felicidad o de bienestar emocional de
los seres humanos es una magnitud bastante estable, es decir, que se
mantiene aproximadamente constante al menos durante largos periodos
de tiempo. En este sentido, la cantidad de felicidad de una persona sería
la contenida en una especie de embalse cuyo nivel estaría regulado por los
caudales de alegrías y penas que poco a poco lo van llenando o vaciando.
200 Eduardo Bericat
tabla 6.1. Bienestar socioemocional (IBSE), según ingresos mensuales netos del
hogar. España, 2006 y 2012 (euros)
2006 2012
Ingresos IBSE IBSE Ingresos
Menos 150 –33,9 –25,8 Menos 760
150-299 –31,0 –11,9 761-1.160
300-499 –20,2 –1,7 1.161-1.260
500-999 –12,7 –6,7 1.261-1.640
1.000-1.499 –3,1 –0,8 1.641-1.750
1.500-1.999 8,1 –1,3 1.751-2.140
2.000-2.499 10,9 0,0 2.141-2.400
2.500-2.999 9,8 –4,4 2.401-2.760
3.000-4.999 2,1 7,0 2.761-3.700
5.000-7.499 9,7 16,6 3.700 y +
7.500-9.999 –1,8 – –
10.000 y + 20,4 – –
Total –0,8 –5,7 Total
IBSE medio del conjunto de las cuatro categorías con mayor nivel de
ingresos en 2006, que alcanza un valor de +4,2, veremos que los
miembros de familias con niveles de ingresos medios, es decir, las tres
categorías precedentes, disfrutan de un mayor grado de bienestar
emocional (+8,1; +10,9; y +9,8, respectivamente).
El hecho de que el bienestar emocional de las clases medias sea
mayor que el de las clases altas depende de las condiciones históricas y
sociales de cada momento. Los datos de la tabla 6.1 nos muestran que
en el año 2012, en plena crisis económica, los miembros de familias
pobres seguían siendo muy infelices; los miembros de familias de clase
media habían experimentado un deterioro sustancial de sus niveles
de felicidad; y los miembros de las familias con mayor nivel de ingre-
sos habían mantenido, e incluso aumentado, sus niveles de bienestar
emocional. En efecto, las clases medias disfrutan, en general, de con-
diciones de vida que les ofrecen una ecuación óptima de felicidad, por
lo que su bienestar emocional suele superar tanto al de las clases bajas
como al de las clases altas. Ahora bien, esto no siempre tiene por qué
ser así. Los datos de 2012 muestran que las incertidumbres económi-
cas, el empobrecimiento absoluto y relativo, así como la comparación
con diversos grupos de referencia, tanto con las clases altas como con
ellas mismas en un pasado reciente mucho más próspero, han hecho
que su nivel de bienestar emocional descienda por debajo del de las
clases altas. En el seno de la profunda crisis económica experimentada
por la sociedad española, las clases altas apenas han sufrido una reduc-
ción de su nivel absoluto de ingresos. Además, ante la pauperización
que se extiende tanto por las clases medias como por las bajas, las
clases altas han experimentado una clara mejora relativa, lo que para-
dójicamente ha dado lugar a que estas clases, al compararse con otras,
eleven su bienestar subjetivo o emocional.
tabla 6.2. Tipos de bienestar socioemocional, según ingresos netos del hogar.
Pobres (1ª decila) y ricos (10ª decila). España y Europa, 2012
(% población)
España Europa-27
Tipos
Pobre Rico Pobre Rico
Felices 7,5 22,0 11,9 24,1
Contentos 23,6 34,1 24,5 39,2
Satisfechos 29,3 37,2 32,3 27,6
No satisfechos 18,3 5,0 16,0 6,1
No felices 21,2 1,8 15,2 3,0
Total 100 100 100 100
todos aquellos países europeos que han participado, bien en ambas oleadas de la
Encuesta Social Europea (ESS-2006 y ESS-2012) o bien en alguna de ellas. Dado
que en muchas ocasiones, como sucede en esta, se aportan datos sobre subpoblacio-
nes relativamente pequeñas, es absolutamente imprescindible contar con el mayor
tamaño muestral posible. En suma, «Europa-27» está compuesto por el grupo de
países «Europa-20» o participantes en ambas oleadas (Bélgica, Bulgaria, Suiza, Chi-
pre, Alemania, Dinamarca, Estonia, España, Finlandia, Francia, Reino Unido, Hun-
gría, Irlanda, Holanda, Noruega, Polonia, Portugal, Suecia, Eslovenia y Eslovaquia),
más los países siguientes: Albania, Austria, República Checa, Islandia, Italia, Lituania
y Kosovo. La estrategia metodológica de fusionar las muestras de las dos oleadas
(2006+2012) responde a la misma necesidad de contar con tamaños muestrales tan
amplios como fuera posible.
El dinero y la teoría social de la infelicidad: pobres, clases bajas y marginados… 223
adversas de la vida son mucho más graves en las personas pobres. Los
pobres sufren más las consecuencias emocionales negativas asociadas
con las situaciones adversas de la vida.
Fuente: ESS-2012.
tabla 6.4. Bienestar socioemocional (IBSE), según clase social subjetiva. España
y Europa, 2012
Posición social España Europa-27
Más baja (0) –52,2 –55,5
1 –32,6 –41,5
2 –42,2 –33,0
3 –32,9 –23,0
4 –22,1 –12,6
5 –8,0 1,9
6 5,7 9,1
7 7,7 15,0
8 16,0 24,6
9 39,0 29,4
Más alta (10) 7,9 26,5
tabla 6.5. Tipos de bienestar socioemocional, según clase social subjetiva. Baja
(0-3) y alta (8-10). España y Europa (% población)
España Europa-27
Tipos
Baja Alta Baja Alta
Felices 7,2 32,8 8,0 35,6
Contentos 14,3 28,3 17,6 34,2
Satisfechos 34,1 25,7 32,7 22,9
No satisfechos 19,8 9,8 20,0 4,9
No felices 24,5 3,4 21,7 2,4
Total 100 100 100 100
cuya finalidad está más allá de sí mismas. Ahora bien, ¿quién determina
qué actividades son valiosas? Desde una perspectiva estrictamente indivi-
dualista, no hay duda de que es cada persona en particular quien atribu-
ye un determinado valor a cada una de sus metas, así como a las acciones
orientadas a su logro. Sin embargo, tanto la psicología social como la
sociología de los valores han demostrado sin ningún género de dudas que
las valoraciones de los individuos germinan en el contexto de un univer-
so y de una jerarquía axiológica o de valores sustentada socialmente, pro-
pia de cada grupo o de cada sociedad. En este contexto, los individuos
apoyan o se enfrentan, se adscriben o no, a diversos valores sociales, con-
tribuyendo bien a su mantenimiento, bien a su transformación.
Dado que, según acabamos de ver, los valores sociales constituyen
en último término la fuente que nutre el sentido, y dado que el senti-
do es un estado de conciencia que solo pueden ser experimentado
subjetivamente por los individuos, es imposible que estos puedan sen-
tirlo a menos que asuman como propios, e integren en la identidad
del «yo» y en su estructura de metas vitales, los valores que subyacen a
las actividades que realizan (McGregor y Little, 1998). En principio,
nada impide que un individuo asuma personalmente metas ajenas a
un determinado valor social, pero esto no constituye la situación más
frecuente, pues en general los fines que motivan a las personas suelen
contar con el apoyo de la cultura de un grupo social. La investigación
ha demostrado que el logro de metas por parte de los individuos in-
crementa su bienestar pero, también, que la relación existente entre el
cumplimiento de metas y la felicidad es más bien moderada o débil
cuando la meta no concuerda con la identidad del «yo» (Sheldon y
Elliot, 1999; Sheldon y Kasser, 1998). Es decir, el logro puede estar en
sintonía con una meta muy valorada socialmente, pero si el sujeto no
ha internalizado o integrado la meta, o no se identifica personalmente
con ella, entonces no percibirá que su vida tiene sentido.
Una cosa es la capacidad para alcanzar metas, que produce cierto
bienestar emocional, y otra muy distinta el hecho de que estas metas
estén integradas en el yo, lo que evoca en las personas el sentimiento
del sentido y la sensación de llevar una vida plena (McGregor y Little,
1998). En suma, la sensación de sentido vital solo aparece cuando las
personas sienten que sus actividades y experiencias merecen la pena,
es decir, que son intrínsecamente valiosas. De ahí que el sentido se
perciba subjetivamente como expresión de la autenticidad del ser.
Utilizando el juego de palabras de Mcgregor y Little, podríamos decir
que el truco de la felicidad consiste en ser uno mismo y hacer el bien.
El dinero y la teoría social de la infelicidad: pobres, clases bajas y marginados… 235
Por otro lado, frente a la heteronomía de los fines que domina la vida
de muchas personas en la sociedad actual, la autonomía del individuo
para determinar libremente cuáles son sus proyectos y propósitos en la
vida constituye una de las principales condiciones eudemónicas vin-
culadas al bienestar emocional.
En suma, tal y como se deduce de las investigaciones realizadas en
el ámbito de la eudemonía (Ryan y Deci, 2001; Seligman, 2017; Huta
y Ryan, 2010; Vella-Brodrick et al., 2009; Csíkszentmihály, 1990;
Delle Fave et al., 2011), podemos afirmar que el sentido emerge de las
realizaciones humanas logradas gracias al esfuerzo que las personas
aplican a tareas, más o menos exigentes, orientadas hacia la consecu-
ción de metas socialmente valiosas, e integradas en la identidad y en la
estructura motivacional del yo.
Con el fin de conocer el nivel de felicidad de las personas que
ocupan posiciones sociales caracterizadas por una falta de sentido so-
cial y personal, es decir, por los marginados del sentido, utilizaremos
dos preguntas de la Encuesta Social Europea que recogen información
sobre los dos componentes básicos del sentido, esto es, la valoración
social de la actividad que realiza el sujeto y la integración personal de
sus logros. En la primera, se pide al entrevistado su acuerdo o de
sacuerdo con la siguiente afirmación: «Generalmente pienso que lo
que hago en la vida es provechoso y útil para los demás». En la segun-
da, se pide su grado de acuerdo con la siguiente frase: «La mayor parte
de los días siento que he logrado lo que me había propuesto». Aunque
creemos que las sentencias en versión inglesa se ajustan mejor al con-
tenido semántico del sentido2, es evidente que estas dos formulaciones
aluden, en primer lugar, al valor social que la persona otorga a lo que
hace y, en segundo lugar, a la sensación de plenitud personal que le
reporta haber cumplido sus propósitos.
La información empírica analizada muestra que las personas que
ocupan posiciones sociales caracterizadas por una falta de sentido ex-
perimentan un grado de bienestar emocional muy bajo. Es decir, la
infelicidad acecha a las personas que consideran que lo que hacen es
inútil o no merece la pena, y además carecen de la sensación de haber
logrado algún propósito o meta que se hubieran propuesto. Dado
2
Primera: «I generally feel that what I do in my life is valuable and worthwhile».
“En general, tengo la sensación de que lo que hago en mi vida es valioso y merece la
pena”. Segunda: «Most days I feel a sense of accomplishment from what I do». “La
mayoría de los días tengo la sensación de haber logrado algo con lo que hago”.
236 Eduardo Bericat
Fuente: ESS-2006+2012.
ilustrar este hecho de la forma más sencilla e intuitiva posible, esto es,
con un cruce trivariable mediante el que se muestra cómo los grados
de felicidad, en cualquier posición social, pero también, por supuesto,
entre aquellas personas que comparten un mismo nivel de ingresos,
como por ejemplo los mileuristas, varían según cuál sea su estatus so-
cial y el sentido de su actividad.
Para realizar las estimaciones de este análisis hemos seleccionado
los europeos cuyos ingresos del hogar no superaban los 11.161 euros
en el año 2012, nivel de ingresos que se corresponde con las dos pri-
meras decilas (ver tabla 6.1). Hemos segmentado la clase social subje-
tiva en tres niveles, baja, media y alta, que se corresponden con los
puntos de la escala «0-4», «5-6» y «7-10». Por último, hemos elegido
la variable de la sensación de logro por ser la que correlaciona con más
intensidad con el bienestar emocional, segmentándola en tres catego-
rías, «sí» (muy de acuerdo y de acuerdo), «ni/ni» (ni de acuerdo ni en
desacuerdo) y «no» (muy desacuerdo y desacuerdo). Hemos utilizado
la muestra europea de veintisiete países para disponer de un tamaño
muestral que garantizara la representatividad estadística de los datos
(n=6.589).
tabla 6.7. Bienestar socioemocional (IBSE) de los mileuristas, según clase social
subjetiva y sensación de logro (sentido). Europa, 2012 (% total de
mileuristas)
2012
Vivimos cómodamente 24,7 28,6
Nos llega para vivir 44,2 47,8
Tenemos dificultades 22,7 17,9
Tenemos muchas dificultades 8,4 5,6
Total 100 100
2012
Vivimos cómodamente 9,0 17,7
Nos llega para vivir –3,1 5,7
Tenemos dificultades –15,4 –13,8
Tenemos muchas dificultades –36,0 –37,3
Total –5,7 3,2
3
Invirtiendo la escala de felicidad, esto es, el índice de bienestar socioemocional
(IBSE), se mide el «malestar socioemocional». El índice de malestar socioemocional
(IMSE) se obtiene aplicando la siguiente transformación: índice de malestar socioemo
cional (IMSE) = 100 – IBSE. Ambos valores, el IMSE y el IBSE están expresados en
valores o grados de la escala Kelvin, que va de 0 a 300. La cantidad total de infelicidad
es el sumatorio del malestar socioemocional de todos los miembros de una determina-
da categoría o grupo social.
El dinero y la teoría social de la infelicidad: pobres, clases bajas y marginados… 249
2012
Vivimos cómodamente 21,3 24,4
Nos llega para vivir 43,1 46,6
Tenemos dificultades 24,8 21,0
Tenemos muchas dificultades 10,8 8,0
Total 100 100
intensamente por ella es muy considerable, pues casi alcanza los cua-
renta puntos del IBSE (38,6).
gastos de consumo del hogar. Dado que cada una de las afectaciones
laborales, sea la congelación/recorte del salario o la pérdida de empleo,
y de las afectaciones del consumo, sea la reducción de gasto en sani-
dad, vacaciones, transporte o vestido, tiene relevancia vital diferente,
podríamos anticipar que el impacto de cada una de ellas sobre el bien-
estar emocional será diferente. Sin embargo, sin el recurso a una me-
dición precisa y rigurosa del grado de felicidad, no podríamos saber
con exactitud la relevancia emocional de cada uno de estos tipos de
afectaciones. Es evidente que una determinación exacta y rigurosa de su
impacto exigiría realizar análisis multivariables. Ahora bien, en el con-
texto de nuestro análisis exploratorio del impacto que sobre el bienes-
tar emocional ha tenido la crisis económica, el contraste de medias ya
nos ofrece algunas pistas sobre la relevancia emocional de cada una de
las potenciales afectaciones.
Reducción gastos en
Alimentación 10,0 –14,3
Tratamiento médico 4,3 –14,2
Transporte 8,5 –11,0
Vestido, calzado 11,2 –6,3
Vacaciones 11,8 –6,0
Energía, agua 11,6 –5,0
Ocio, en general 11,5 –4,8
El colectivo formado por las personas sin hogar constituye, sin duda,
un caso paradigmático y extremo de exclusión social. En su situación
de vida se manifiestan simultáneamente, con toda su crudeza, pero al
mismo tiempo en una forma excepcionalmente compleja y particular,
los efectos de los tres tipos de privación anteriormente mencionados.
Dado que se trata de un colectivo socialmente marginal, ni siquiera
mediante macroencuestas sociológicas, como la Encuesta Social Eu
ropea o la Encuesta Europea de Calidad de Vida, se puede analizar sus
condiciones de vida. Ahora bien, en la literatura científico-social se
ha debatido mucho sobre los rasgos del carácter, la personalidad e
incluso la salud mental de estas personas (Biswas-Diener y Diener,
2006; Muñoz, 2011; Bárez, 2010; Cabrera, 1998). Y también se ha
debatido mucho sobre su modo de vida, sobre su felicidad y sobre su
sufrimiento.
En primer término, es obvio que carecen del debido respeto. En
nuestras sociedades apenas valoramos y tratamos con poco respeto a las
La exclusión y la discriminación social: personas sin hogar, grupos socialmente... 257
Europa-27
Sí –15,3
No 3,0
1
La cursiva es mía.
266 Eduardo Bericat
y darse a los demás nos garantiza una alta valoración por su parte. «El
principio social que anima el carácter de quien retribuye a la comu-
nidad es el intercambio» (Sennett, 2003: 73-74), aunque en este
punto nos gustaría advertir que no se trata del intercambio puramen-
te contractual o comercial, sino del que opera bajo la lógica volunta-
ria del don y del sacrifico de quien ofrece sin la intención ni la expec-
tativa de recibir nada a cambio.
Por otra parte, es evidente que para Sennett (2003: 74) «la des-
igualdad desempeña un papel particular y decisivo en la formación de
estos tres tipos de carácter» (Sennett, 2003: 74). Pese a que toda per-
sona tiene el derecho a que se la vea como un ser humano integral
cuya presencia importa, en nuestras sociedades el respeto opera en un
contexto de escasez. Así, junto a la versión positiva que ofrece Sennet
acerca de las fuentes del respeto, cabe pensar estos mismos tres factores
desde la perspectiva de la teoría de la infelicidad, es decir, interpretán-
dolos como factores que pueden fundamentar la falta de respeto. Si
una persona ni tiene ni desarrolla suficientes capacidades o habilida-
des, si es incapaz de cuidar de sí mismo y depende de los demás, y si
no puede retribuir a los otros con algún bien que ellos valoren, será
improbable que se gane el respeto de los demás. La escasez del respeto
fundamenta, como sucede con otros muchos bienes, una desigualdad
integrada en el marco de una determinada estratificación social. Así,
hemos calculado con la muestra 2006+2012 de los 27 países europeos
de la ESS, que el porcentaje de personas pertenecientes a grupos so-
cialmente discriminados que sienten que la gente no les trata con res-
peto (puntos «0» a «3» de la escala), es 33,8%, es decir, uno de cada
tres discriminados. Este porcentaje de personas tratadas sin respeto es
muy superior al de las personas que no dicen pertenecer a ningún
grupo discriminado, que es 16,2%. Dicho de otra forma, no todas las
personas pertenecientes a grupos discriminados son tratadas con muy
poco respeto, pero la probabilidad que tienen las personas discrimina-
das de ser tratadas sin respeto es casi el doble que la de la población
general.
El análisis del bienestar emocional experimentado por las perso-
nas según el respeto con el que son tratadas sugiere la conclusión
de que el respeto debido no constituye una garantía de felicidad pero
que, a la inversa, la falta de respeto conduce seguramente a la des-
gracia y a la infelicidad. De acuerdo con lo previsto por la teoría so
ciológica de la infelicidad, el malestar emocional aumenta mucho
entre las personas que son tratadas sin respeto. Sin embargo, en aquellas
La exclusión y la discriminación social: personas sin hogar, grupos socialmente... 267
2
En la versión inglesa del cuestionario el «0» equivalía a «nada, en absoluto»
y el «6» a «mucho». Esta variación hace que los datos de España y Europa no sean
estrictamente comparables, pero ambos sirven igualmente para comprobar la relación
existente entre respeto y felicidad.
268 Eduardo Bericat
sienten tratadas con poco respeto, el valor del factor «estatus» descien-
de muchísimo más que el de las otras tres dimensiones. Es evidente
que la falta de respeto implica ausencia, rotura, deterioro o debilita-
miento del vínculo social. A la inversa, cuando analizamos las dimen-
siones de las personas que se consideran muy respetadas, comproba-
mos que el valor del factor «persona» crece, pero que el valor del
«estatus», contra lo que inicialmente pudiera pensarse, decrece, siendo
inferior al valor general del IBSE.
Entre los europeos que afirman que la gente les trata sin ningún
respeto (posición «0» de la escala), el valor del IBSE es –47,8 y los
valores de las dimensiones de estatus, situación, persona y poder son
las siguientes: –88,1; –37,1; –45,8; –20,3. Entre los europeos trata-
dos con mucho respeto (posición «6» de la escala), el valor general
del IBSE es 13,2 y los valores de las dimensiones son los siguientes:
–2,6; +15,4; +24,7; +15,3. ¿Cómo podemos interpretar estos datos?
Básicamente, teniendo en cuenta que la «falta de respeto» y el ser
«muy respetado» no son los polos extremos de una misma realidad
sociorrelacional. Un respeto excesivo, al igual que el orgullo excesi-
vo, es socialmente ilegítimo, y lejos de indicar la existencia de un
nutrido número de relaciones horizontales, de amistad, de camara-
dería, de cariño y de ternura, es decir, una alta calidad de las relacio-
nes sociales, puede indicar distanciamiento, separación e incluso
desprecio y rechazo de los otros. El hecho de ser muy respetado puede
ir de la mano con el hecho de hacerse respetar mucho, lo que se corres-
ponde con un orgullo excesivo e ilegítimo que separa al individuo y
lo enfrenta a los demás. Esto lleva a que la persona que se hace res-
petar en exceso se sienta algo más triste, más deprimida y algo más
sola. En suma, el análisis de la estructura afectiva nos muestra que la
caída en el factor estatus es la que más contribuye a la infelicidad de
quienes son tratados sin respeto. Paradójicamente, esto mismo suce-
de con los individuos que sienten ser tratados con mucho respeto,
individuos que, sin embargo, obtienen en su autoestima, orgullo y
optimismo, es decir, en el factor persona, una buena contribución a
su felicidad.
En este momento interesa recordar las pautas observadas ante-
riormente cuando analizamos las posiciones sociales según los in-
gresos económicos y según el estatus social. Entonces vimos que la
falta de dinero aumentaba las probabilidades de ser infeliz aunque,
a partir de un determinado umbral de ingresos económicos, el nivel
de felicidad seguía subiendo, pero progresiva y moderadamente. Al
La exclusión y la discriminación social: personas sin hogar, grupos socialmente... 269
Fuente: ESS-2006+2012.
Para terminar este epígrafe, veamos ahora cuáles son las probabi-
lidades que tienen los españoles de estar felices, contentos, satisfechos,
insatisfechos o infelices según cuál sea el trato respetuoso o irrespetuo-
so que reciban de los demás. La información contenida en la tabla 7.3
revela muchos rasgos interesantes de las posiciones sociales según el
respeto que reciba. Allí vemos, por ejemplo, que uno de cada tres es-
pañoles que son tratados sin respeto (35,6%) se siente no satisfecho o
no feliz. Vemos, también, que entre los españoles que son tratados con
algo de respeto (categorías 4, 5 y 6), el porcentaje de no felices apenas
varía, apreciándose incluso un pequeño repunte de este porcentaje
entre quienes se consideran muy respetados (7,6%). En suma, los da-
tos demuestran la importancia que tiene el trato respetuoso para evitar
la exclusión de la felicidad. En España, solamente el 7,5% de las per-
sonas que son tratadas por los demás con poco respeto son felices. Sin
embargo, el porcentaje de personas felices entre quienes dicen ser tra-
tadas con bastante respeto (14,6%), o con mucho respeto (22,7%),
duplica y triplica, respectivamente, ese porcentaje.
270 Eduardo Bericat
Pese a que durante las últimas décadas han proliferado las investiga-
ciones sobre los inmigrantes y sobre la inmigración, la mayor parte de
estos estudios se han centrado en conocer con detalle las condiciones
objetivas de vida, esto es, los ingresos, la vivienda, el trabajo, el ni-
vel educativo, la estructura familiar, etc. Sin embargo, sabemos muy
poco sobre su bienestar subjetivo, pues los estudios en este ámbito es-
casean. Es evidente que una visión completa de la compleja situación
de vida de las personas inmigrantes debería utilizar ambas perspec-
tivas (Angelini et al., 2014). Este es el motivo por el que dedicamos
el presente epígrafe a la presentación de un análisis preliminar sobre
la felicidad de los inmigrantes. La cuestión no es sencilla y plantea
muchos interrogantes. Debido en parte a la ya citada carencia de es-
tudios, el análisis deja muchas más preguntas abiertas que respuestas
definitivas y cerradas. La posición social del inmigrante, al igual que
la posición de «extranjero» analizada por Georg Simmel en su clásico
estudio, está plagada de múltiples ambivalencias, y estamos seguros
de que su estructura afectiva tendrá que reflejar todas las tensiones
generadas por las fuerzas que se concitan en su persona. En este aná-
lisis compararemos el bienestar emocional de los nativos, o personas
nacidas en un país cuyo padre y madre también han nacido en él, con
el de los inmigrantes o las personas no nacidas en ese país cuyo padre
y madre tampoco han nacido allí.
Todos los informes y estudios realizados sobre la población inmi-
grante muestran sin lugar a dudas que sus condiciones objetivas de
La exclusión y la discriminación social: personas sin hogar, grupos socialmente... 273
Fuente: ESS-2006+2012.
bajo con una alta autoestima, es decir, un bajo nivel en el factor esta-
tus y un alto nivel en el factor persona.
El conocimiento de su estructura afectiva nos ayuda a compren-
der las condiciones eudemónicas necesarias para superar la aventura
migratoria, basadas en la resiliencia que las personas inmigrantes ex-
traen de un intenso fortalecimiento del yo. Según puede verse en la
tabla 7.6, el bienestar emocional vinculado más directamente a las
interacciones sociales, esto es, a la dimensión de estatus, muestra en
España un valor muchísimo más bajo (–40,4) que el de los nativos
(–10,6). A la inversa, en la dimensión que refleja la autoestima y la
fortaleza del «yo», es decir, el nivel de orgullo, el optimismo y la con-
fianza en sí mismo, vemos que la media de los inmigrantes (+27,0)
es, paradójicamente, muy superior a la de los nativos (+9,3). O quizá
ya no deba decirse paradójicamente, pues ahora sabemos que la fuer-
za y el optimismo personal son dos rasgos imprescindibles para tener
el coraje de abordar con cierta serenidad las innumerables contingen-
cias y riesgos que todo proyecto migratorio comporta. Los datos de
europeos también confirman esta pauta de la estructura afectiva de los
inmigrantes, caracterizada por un bajo nivel del factor estatus y del
factor situación; por un muy alto nivel del factor persona; y por un
nivel del factor poder aproximadamente similar al de los nativos.
Europa-27
Nativos –1,8 1,9 1,2 4,5
Inmigrantes –16,8 –2,3 21,9 8,9
Fuente: ESS-2006+2012.
Fuente: ESS-2006+2012.
Al visitar países mucho más pobres que el nuestro siempre nos sor-
prende ver a niños y adultos que, pese a estar viviendo en la miseria,
en unas condiciones objetivas bastante deplorables, se muestran muy
alegres, contentos y felices. Al contrario, en nuestras sociedades ricas
y tecnológicamente desarrolladas, es frecuente ver muy tristes y depri-
midas a personas que por nadar en la abundancia aparentemente nada
les falta. Estos sorprendentes contrastes sacuden nuestra inteligencia
impulsándonos a tratar de comprender hechos que son en sí mismos
tremendamente enigmáticos y paradójicos.
Las catástrofes vitales y la adaptación humana a las circunstancias… 285
Europa-27
Enfermo o discap. –42,0 –66,4 –38,0 –38,4 –27,2
Población total 1,6 –2,9 2,0 2,6 4,7
Fuente: ESS-2006+2012.
1a5 – 41,0
6 a 10 – 41,2
11 a 15 – 32,5
16 a 20 – 46,9
21 a 25 – 61,2
26 a 30 – 55,1
Siempre – 69,6
Fuente: ESS-2006.
Fuente: ESS-2006+2012.
Fuente: ESS-2006+2012.
300 Eduardo Bericat
Años IBSE
Menos de 2 – 5,8
2o3 – 17,2
4o5 – 17,4
6o7 – 17,7
8o9 – 25,2
10 a 14 – 29,4
En la tabla 8.5 puede verse que durante los dos primeros años los
desempleados no disminuyen de una forma muy dramática su bienes-
tar emocional (–5,8). Sin embargo, el malestar emocional crece con-
forme pasa el tiempo, estabilizándose entre los dos y los siete años en
valores muy negativos (–17,2; –17,4; –17,7). Finalmente, vemos que
desde los ocho hasta los catorce años de desempleo, el grado de felici-
dad desciende aún más, llegando a niveles medios muy bajos (–25,2;
–29,4). Estos datos muestran de nuevo la diversidad de situaciones
existentes, e indican que el desempleo de larga duración llega a croni-
ficarse en una estructura vivencial de profunda infelicidad. Este análi-
sis se corresponde con resultados de recientes investigaciones realizadas
mediante encuestas panel (Clark, 2006), en las que se ha encontrado
escasa evidencia, al menos durante los años noventa en Europa, de que
Las catástrofes vitales y la adaptación humana a las circunstancias… 303
Desempleados
Buscan empleo – 12,2 – 14,9
No buscan empleo – 6,4 – 20,3
Fuente: ESS-2006+2012.
Fuente: ESS-2006.
Fuente: ESS-2006+2012.
España Europa-27
Edad
Casado Viudo Casado Viudo
60-64 2,8 –39,5 6,1 –20,4
65-69 –10,3 –38,5 4,9 –21,8
70-74 4,1 –29,3 6,6 –20,0
75-79 –14,3 –41,1 1,2 –24,2
80-84 –12,0 –32,8 0,2 –21,5
85-90 –12,0 –16,2 –2,2 –14,9
90 y + (–) –10,6 6,1 –13,2
Fuente: ESS-2006+2012.
Fuente: ESS-2006+2012.
España Europa-27
2006
Hombre 6,1 6,0
Mujer –7,3 –6,4
2012
Hombre 3,0 10,1
Mujer –14,0 –3,0
10
6
Bienestar socioemocional, IBSE (media)
–2
–4
–6
–8
–10
–12
15- 20- 25- 30- 35- 40- 45- 50- 55- 60- 65- 70- 75- 80- 85- 90 y
19 24 29 34 39 44 49 54 59 64 69 74 79 84 89 +
Edad
Fuente: ESS-2006+2012.
9.2.1. El trabajo
En el ámbito laboral podemos encontrar muchas asimetrías emocio-
nales que solamente pueden comprenderse y explicarse en el marco
de una sociedad en la que persiste la desigualdad estructural de géne-
ro. Así, los datos muestran que la diferencia entre el nivel de bienestar
Las desigualdades emocionales de género y de edad… 323
España Europa-27
Situación de convivencia
Hombre Mujer Hombre Mujer
Casado/a 6,7 –9,4 10,9 –1,1
Separado/a –23,0 –30,4 –16,9 –23,8
Divorciado/a –22,0 –18,4 –2,4 –12,3
Viudo/a –14,3 –36,2 –13,8 –22,9
Soltero/a 5,9 –1,5 8,6 –1,0
Total 4,5 –10,7 8,3 –4,5
Fuente: ESS-2006+2012.
tenía un alto estatus social, mientras que el estatus de la mujer solía ser
más bajo. Ahora bien, en las sociedades avanzadas, con los crecientes
logros educativos de las mujeres y el continuado crecimiento de las
tasas femeninas de empleo, la hipogamia, al menos en Europa, es ya
tan frecuente como la hipergamia. Esto implica que, en la actualidad,
muchos matrimonios o parejas están formados por una mujer que
tiene un estatus social superior al del hombre.
Con el objeto de comprobar cuál es el nivel de bienestar de los
miembros de una pareja en cada uno de los cuatro casos posibles (Be-
ricat, 2014), es decir, en parejas formadas por un hombre de alto esta-
tus y una mujer de bajo (hipergamia); por una mujer de alto estatus y
un hombre de bajo (hipogamia); por un hombre y por una mujer de
alto estatus (homogamia); o por un hombre y una mujer de bajo esta-
tus (homogamia), hemos calculado el estatus social de los dos miem-
bros de la pareja utilizando el índice socioeconómico internacional de
estatus ocupacional (ISEI) (Ganzeboom et al., 1992; Ganzeboom y
Treiman, 1996). Una vez estimado el estatus socioeconómico de los en-
trevistados y el de sus respectivas parejas, hemos analizado si los miem-
bros de estos cuatro tipos de pareja mejoran o empeoran su bienestar
emocional respecto al que tendrían en función de su pertenencia a su
estatus social, sea bajo (ISEI=16-27) o alto (ISEI=62-90).
MUJER
Estatus Estatus
BAJO ALTO
Estatus Mujer – 6,71 Mujer –10,88
BAJO Hombre 1,15 Hombre –14,21
HOMBRE
Estatus Mujer 11,45 Mujer – 0,99
ALTO Hombre 15,44 Hombre 3,12
Fuente: ESS-2006.
como el éxito laboral de las personas, cabría esperar que existiera una
correlación bastante alta entre nivel educativo y bienestar emocional.
Sin embargo, aunque la mayor parte de las investigaciones revelan la
existencia de una correlación estadísticamente significativa, también
demuestran que tal correlación es bastante débil (Diener et al., 1993;
Diener et al., 1999; Watson et al., 2010; OCDE, 2011). En una revi-
sión de los estudios empíricos realizados al respecto, Witter et al.
(1984) encontraron que el nivel educativo explicaba tan solo entre un
1% y un 3% de la varianza de la felicidad. Ahora bien, pensamos que,
debido a la dificultad metodológica implícita en el cálculo de los efec-
tos netos que la educación pueda tener sobre el bienestar subjetivo,
estos resultados no cuentan con un alto grado de validez ni de fiabili-
dad. Dado que el nivel educativo está estrechamente correlacionado
con otras muchas variables social y emocionalmente fundamentales,
como, por ejemplo, los ingresos, la ocupación, la salud o el estatus
social, resulta casi imposible estimar los efectos netos, sean directos o
indirectos. Ya hemos comentado en el capítulo introductorio que el
profesor Michalos se preguntó si la educación influye en la felicidad,
y si es así, cuánto. Y que su respuesta había sido la siguiente: depende
de cómo definamos y operacionalicemos las ideas de «educación», «in-
fluencia» y «felicidad». Si usamos una definición y operacionalización
estrecha, se sabe que el efecto directo del nivel educativo sobre la esca
la de felicidad es bastante pequeño, pero si usamos una definición más
amplia y robusta de estos tres conceptos, entonces la educación tiene
una enorme influencia en la felicidad (Michalos, 2008).
España Europa-27
Nivel educativo
Hombre Mujer Hombre Mujer
I 1,4 –23,4 0,7 –19,0
II 3,2 –8,6 5,6 –8,6
III 6,7 0,7 8,6 –2,6
IV 6,5 0,9 12,8 4,1
V1 10,0 –8,6 14,7 3,6
V2 9,1 2,0 12,1 3,4
tabla 9.5. Bienestar socioemocional (IBSE) de las personas mayores (70 y más
años), y porcentaje de población, según salud subjetiva. España y
Europa
España Europa-27
Salud subjetiva
IBSE % Pob IBSE % Pob
Muy buena 25,1 4,6 31,5 7,2
Buena 6,7 25,6 15,9 31,2
Normal –5,4 36,4 –8,4 41,3
Mala –38,0 28,1 –38,6 16,0
Muy mala –79,9 5,4 –64,7 4,3
Total –14,0 100 –5,2 100
Fuente: ESS-2006+2012.
tabla 9.6. Bienestar socioemocional (IBSE) de las personas mayores (70 y más
años) y porcentajes de población, según actividad social. España y
Europa
Esp. Eur-27
Actividad social
IBSE % Pob. IBSE % Pob.
Nunca o casi –57,5 12,3 –32,8 13,8
Mensual –16,6 16,1 –1,0 28,8
Semanal –9,7 42,4 –0,7 43,4
Diaria 0,1 29,2 0,4 14,0
Fuente: ESS-2006+2012.
Fuente: ESS-2006+2012.
Fuente: ESS-2006+2012.
Las desigualdades emocionales de género y de edad… 339
Jóvenes 15 a 29
Tipos
España Europa-27
Felices 18,5 19,4
Contentos 30,9 33,8
Satisfechos 38,3 32,1
No satisfechos 9,3 9,9
No felices 3,0 4,7
Fuente: ESS-2006+2012.
sentirse infelices. ¿Quiere esto decir que todos los jóvenes responderán
a la pregunta «qué tal estás» de la misma manera, esto es, diciendo
sencillamente «bien», tal y como sostiene Pichler? Me temo que los
datos no corroboran tal afirmación. Pese a la propensión a la felicidad
que atribuimos en general a la juventud, lo cierto es que no todos ellos
son igualmente felices. Tan solo dos de cada diez jóvenes españoles
dirían que se sienten estupendamente bien, es decir, plenamente feli-
ces (18,5%); por otra parte, tres de cada diez (30,9%) dirían que están
«contentos» o que se encuentran bastante bien; la mayoría de ellos,
aproximadamente cuatro de cada diez (38,3%), dirían que, bueno,
que están satisfechos, que se encuentran suficientemente bien. Y final-
mente, en función de las respuestas ofrecidas por los propios jóvenes a
los nueve estados emocionales que componen la estructura afectiva de
la felicidad, al menos el 12,3% de los jóvenes españoles y el 15,6% de los
europeos, es decir, los jóvenes «insatisfechos» e «infelices», sabemos
que en ningún caso responderían a la pregunta diciendo «estoy bien».
Este 12,3% que, pese a la propensión de la juventud hacia la felicidad
y pese a la vergüenza que produce en un joven confesar insatisfacción
e infelicidad, han declarado no encontrarse bien, equivale a casi un
millón de jóvenes españoles de entre 15 y 29 años, exactamente 928.189,
que están excluidos de la felicidad.
10. CONCLUSIONES: NATURALEZA, MEDIDA,
DISTRIBUCIÓN, TEORÍA Y DESTINO SOCIAL
DE LA FELICIDAD Y DE LA INFELICIDAD
9 … se ha sentido estresado/a?
10 … se ha sentido tranquilo/a y relajado/a?
11 … se ha sentido rebosante de energía?
12 … se ha sentido preocupado/a?
13 … se ha sentido realmente descansado/a al levantarse por las mañanas?
Pregunta tipo B: Por favor, utilice esta tarjeta y dígame si está usted de acuerdo o en desacuerdo
con las siguientes afirmaciones. La posibles respuestas son: «Muy de acuerdo», «De acuerdo»,
«Ni de acuerdo ni en desacuerdo», «En desacuerdo», «Muy en desacuerdo».
jóvenes españoles podrían ser algo más felices de lo que son. Es cierto
que el porcentaje de jóvenes españoles excluidos de la felicidad
(12,3%) es menor que el de jóvenes europeos, pero también es cierto
que el porcentaje de jóvenes «felices» y «contentos» en Europa
(53,2%) es superior al de España (49,4%). En cualquier caso, parece
que un rasgo peculiar de la estructura afectiva de la juventud españo-
la es que el porcentaje de jóvenes que están meramente «satisfechos»
(38,3%) es bastante superior al porcentaje de la juventud europea
(32,1%) (tabla 9.9). La felicidad o la infelicidad son estados de la
conciencia del cuerpo que contienen, bien sea en acto, bien en poten-
cia, un determinado nivel de energía emocional. Pero la mera satis-
facción puede que sea tan solo un reflejo de la apatía o de la indife-
rencia en la que está sumida buena parte de la juventud.
tiene un rico. Dicho de otra manera, a las personas pobres, a las que
ocupan los últimos peldaños de la escala social, a los jóvenes que no
encuentran ningún sentido en su actividad, a los enfermos crónicos
sin recursos económicos, a las personas mayores que están objetiva-
mente solas, o a las mujeres que se quedan viudas, por señalar tan solo
algunos de los ejemplos vistos a lo largo del libro, les resultará mucho
más difícil conquistar la felicidad. El optimismo individualista, que en
algunos contextos vitales puede funcionar como motivo de orgullo
y acicate personal, opera socialmente como discurso o ideología que
legitima el sufrimiento de muchos atribuyéndolo, injustamente, a su
incapacidad personal. Así, las personas que sufren pagan un doble
precio, pues además de experimentar el malestar de la estructura afec-
tiva que fundamenta la metaemoción de la infelicidad, sufren el daño
que provocan las heridas ocultas a las que se referían Sennett y Cobb,
es decir, el dolor de la vergüenza que sienten por no ser capaces de
alcanzar la felicidad. En suma, el vigente discurso individualista de
la felicidad no se corresponde en absoluto con la distribución social de la
felicidad existente en el seno de todas las sociedades, incluso en el de
las más avanzadas.
310
estancias de investigación en las
que la felicidad también depende de la posición que ocupan los indivi- Eduardo Bericat universidades de Michigan, California
duos en la estructura social. La felicidad, una vivencia íntima, subjetiva
y Essex; actualmente preside el Comité
Excluidos de la felicidad
de la infelicidad. Dentro de este campo
recientemente ha publicado: The
Subjective Well-being of Working
Women in Europe (Springer, 2016);
Problemas sociales, estructuras
Eduardo Bericat
afectivas y bienestar emocional
(La Catarata, 2016); The Sociology
of Emotions: Four Decades of Progress
(Current Sociology, 2016); y The
Socioemotional Well-Being Index
Próxima publicación: (SEWBI): Theoretical Framework and
Empirical Operationalisation (Social
Indicators Research, 2014).
Responsabilidad social
corporativa: Revisión crítica
de una noción empresarial
Guacimara Gil Sánchez