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Rodríguez Domínguez Cristian Abraham

La melancolía y el síndrome de asperger


El presente trabajo es un intento por hacer algunas consideraciones respecto
a la estructura melancólica propuesta por el psicoanálisis y el Síndrome de Asperger
propuesto por la psiquiatría. Se han encontrado paralelismos interesantes respecto
a ambos ya que la práctica clínica con personas diagnosticadas con Síndrome de
Asperger compaginan enormemente con las características de las personas
melancólicas desde el psicoanálisis.
¿Cómo se establece la estructura melancólica? Según el psicoanálisis un
elemento primordial de la constitución del psiquismo es el del narcisismo. La
constitución del narcisismo fija los ejes con los que el sujeto va a establecer su
vínculo con el mundo externo y su capacidad de relacionarse auténticamente (o no)
con las personas. El narcisismo resulta un elemento esencial puesto que atraviesa
la constitución misma de la realidad al permitir la catexia de los objetos externos,
así el sujeto se relaciona con el mundo a partir de sí mismo. La melancolía es el
resultado
Un elemento esencial para comprender toda la estructura de la melancolía
es el narcisismo. Freud lo integró a su teoría reformulando el desarrollo y la
constitución psíquica. Para Freud el narcisismo es “el complemento libidinoso del
egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación de la que justificadamente se
atribuye una dosis a todo ser vivo” (Freud, 1914. p: 71-72). Freud comienza
considerando al narcisismo como una fijación en un estado primitivo, muy junto de
la paranoia, sin embargo posteriormente apuesta por un narcisismo constitucional
de la psiquie (primario) y otro patológico (secundario). Para Jaques Lacan (1971) el
estadio del espejo es el momento en el que el sujeto constituye su yo a partir del
anclaje de la imagen de su propio cuerpo. Esto funge como un elemento
constituyente del yo. La imagen de sí es la constitución del narcisismo del sujeto.
Aunque posterior a Freud hay autores como Kernberg (1979) quienes
consideran al narcisismo como un trastorno muy a la medida de la episteme
psiquiátrica ya que se categorizan la sintomatología bajo significantes del eje salud-
enfermedad trasladado de la medicina y la bionormativa social, también se ha

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considerado, como ya mencionamos anteriormente, como un eje constitutivo de la
psique. Esto es una consideración relevante puesto que los mismos síntomas
pueden verse desde diferentes perspectivas y tener diagnósticos distintos, de esta
forma, al tener un diferente significante también los tratamientos.
Para comprender el concepto de narcisismo es elemental comprender el
concepto de la pulsión (Freud, 1915): la pulsión funciona como un punto intermedio
entre lo anímico y lo somático, representa a la cosa que se deriva de la huella
mnémica. Existen diferentes puesto que en el narcisismo la libido está vuelta hacia
la propia persona, es decir, que hay una auto referencia del sujeto en cuanto a la
posibilidad de dirigir la pulsión hacia objetos externos. Esto es debido a una ruptura
entre la imagen del sujeto de sí mismo, que es derivada de la misma constitución
del yo (Freud, 1923): las imágenes que el niño tiene de sí van formando su psique,
al momento de establecerse el Superyó también se forma el Ideal del Yo, que es
aquella imagen del niño, omnipotente, que se ve perdida por el principio de realidad.
Al constituirse el Yo por medio de la renuncia de la imagen omnipotente del
niño se forma también un elemento melancólico. En la melancolía hay
características que la definen y diferencian de otros procesos asociados a la tristeza
(Freud, 1917): Existe una cancelación del interés por el mundo exterior, incapacidad
de amar, improductividad, y una baja en el sentimiento de sí. El melancólico hace
un fuerte juicio de sí que se manifiesta como una pérdida de objeto, pero que en
realidad es una pérdida del yo, de ese yo omnipotente infantil perdido. Aunque este
martirio del melancólico resulta gozoso para el sujeto ya que por medio del
autoreproche se satisfacen las tendencias sádicas. En la melancolía no hay un
punto de partida como lo hay en la depresión que es este aplanamiento a partir de
una situación específica, como también pasa en el duelo.
El síndrome de Asperger fue propuesto por Hans Asperger como una forma
de autismo. La Asociación Americana de Psiquiatría (APA, 2002) ha establecido en
su manual de diagnóstico los criterios de evaluación para determinar una
enfermedad mental. En el caso del autismo, este está integrado en los trastornos
Generalizados del Desarrollo. El grupo de los trastornos generalizados del
desarrollo está conformado por cuatro trastornos específicos. El trastorno de

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autismo o Autismo infantil, el trastorno de Asperger, el síndrome de Rett y el
trastorno desintegrativo de la infancia o de la niñez. Como toda clasificación
diagnóstica, el grupo se completa con una categoría no especificada, establecida
por defecto, el trastorno generalizado del desarrollo no especificado.
Dentro de este grupo, podemos decir que el “autismo”, es el modelo
paradigmático o ejemplar, ya que, por haber sido el primero en describirse y por
tanto contar con más historia que los otros, tiene detrás, más cantidad de estudios
e investigaciones que el resto de los trastornos.
La historia del autismo como un trastorno de inicio en la infancia nace en la
década del 40’, con un artículo del doctor Leo Kanner, psiquiatra austríaco residente
en los Estados Unidos. La categoría de “autismo”, ya era conocida por la semiología
psiquiátrica, antes del uso que le diera y popularizara para siempre Leo Kanner. La
noción se correspondía con un comportamiento de ensimismamiento y
extrañamiento respecto del mundo exterior, observado en algunos pacientes
psiquiátricos adultos.
El síndrome de asperger era un diagnóstico dentro de los Trastornos
Generalizados del Desarrollo en la cuarta edición del DSM-IV que fue retirado en la
siguiente edición del manual de la APA.
A continuación se presentan, resumidos, los criterios de diagnóstico del
síndrome de Asperger según la cuarta edición del manual de diagnóstico de la APA
(2002. P. 81).
Criterios para el diagnóstico de F84.5 Trastorno de Asperger [299.80]
A. Alteración cualitativa de la interacción social.
B. Patrones de comportamiento, intereses y actividades
restrictivos, repetitivos y estereotipados, manifestados al menos por una
de las siguientes características:
C. El trastorno causa un deterioro clínicamente significativo de
la actividad social, laboral y otras áreas importantes de la actividad del
individuo.

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D. No hay retraso general del lenguaje clínicamente significativo (p. ej., a
los 2 años de edad utiliza palabras sencillas, a los 3 años de edad utiliza
frases comunicativas).
E. No hay retraso clínicamente significativo del desarrollo cognoscitivo ni
del desarrollo de habilidades de autoayuda propias de la edad,
comportamiento adaptativo (distinto de la interacción social) y curiosidad
acerca del ambiente durante la infancia.
F. No cumple los criterios de otro trastorno generalizado del desarrollo ni
de esquizofrenia.
En la siguiente edición del manual de diagnóstico de los trastornos mentales
se elimina el trastorno de asperger y se integra a los trastornos del espectro autista
quedando de la siguiente forma (APA, 2014. P. 28-29):
Trastorno del espectro del autismo. 299.00 (F84.0)
A. Deficiencias persistentes en la comunicación social y en la interacción
social en diversos contextos.
B. Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o
actividades,
C. Los síntomas han de estar presentes en las primeras fases del período
de desarrollo (pero pueden no manifestarse totalmente hasta que la
demanda social supera las capacidades limitadas, o puede estar
enmascarados por estrategias aprendidas en fases posteriores de la
vida).
D. Los síntomas causan un deterioro clínicamente significativo en lo
social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento habitual.
E. Estas alteraciones no se explican mejor por la discapacidad intelectual
(trastorno del desarrollo intelectual) o por el retraso global del desarrollo.
Para dar noción del cambio de los diagnósticos se integra la siguiente nota en
el DSM-V (Ibid. P. 28):
Nota: A los pacientes con un diagnóstico bien establecido según el
DSM-IV de trastorno autista, enfermedad de Asperger o trastorno
generalizado del desarrollo no especificado de otro modo, se les aplicará

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el diagnóstico de trastorno del espectro del autismo. Los pacientes con
deficiencias notables de la comunicación social, pero cuyos síntomas no
cumplen los criterios de trastorno del espectro del autismo, deben ser
evaluados para diagnosticar el trastorno de la comunicación social
(pragmática).
Como puede observarse los criterios de diagnóstico integran afecciones en la
interacción social, manierismos, que se presenta desde edades muy tempranas del
desarrollo, que afecta el desarrollo de la persona en su vida cotidiana y no se
expresa mediante el diagnostico de un retraso mental.
En los criterios de evaluación del autismo del DSMV se integran 3 niveles de
afección: en el nivel uno se instaura que la persona “necesita ayuda”, en el nivel 2
la persona tiene una “notable necesidad de ayuda” y el grado 3 una “muy notable
necesidad de ayuda”. (ibid. P. 29-30). En el autismo nivel 1, de alto rendimiento se
instaura que la persona tiene afecciones en la comunicación social y en los
comportamientos repetitivos y restringidos y demuestra dificultades especificas
acordes al Asperger como lo son la problemática en la organización que dificultan
la autonomía, pero la permiten y la dificultad de relacionarse socialmente, siempre
resultando excéntricos.
Resulta evidente que la caracterología del asperger/autismo está claramente
bajo una perspectiva psiquiátrica. Según algún punto de vista no se podría hacer
una comparativa entre la melancolía y el asperger ya que las epistemes que las
estudian son distintas. Mientras que la melancolía la vemos desde la perspectiva
del psicoanálisis, el asperger no está caracterizado como tal dentro de él.
El psicoanálisis ha tenido distintas explicaciones del autismo. En un artículo
sobre psicosis infantil y la esquizofrenia: “Psicosis autísticas e infantiles simbióticas”
(Balbuena F. 2009), Mahler resalta la importancia de la figura materna en el
desarrollo psíquico y emocional del bebé. Origina en la relación con la madre el
destino psíquico del infante y por tanto, el origen y desarrollo de la psicosis infantil,
entendida, como una “retirada y fragmentación del yo infantil”, respecto de “un
mundo externo que lo aliena”. En su obra “La fortaleza vacía” Bettelheim (1972)
describe tres momentos, a lo largo del desarrollo psíquico, en los que el niño puede

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convertirse en autista, a consecuencia de su frustración e incapacidad de hacer
frente a un entorno “ausente” o impredecible. Estaba convencido de que el autismo,
en lo fundamental, no obedecía a base orgánica alguna, sino que era originado por
“madres frías y padres ausentes”. En “Exploración del autismo. Un estudio
psicoanalítico” (1975), Meltzer define al autismo como “una suspensión mental
inmediata y transitoria”. Meltzer distingue por un lado lo que llama el “estado autista”,
ligado a la concepción de la psicosis, el extrañamiento del mundo y el
ensimismamiento, y por otro lado, “el estado postautista”, más relacionado al
comportamiento obsesivo compulsivo que presenta el autismo. Dentro del primero
ubica al autismo precoz infantil, y lo distingue del postautista (o residual), el cual
vincula con los estados obsesivos y la construcción del espacio mental.
Actualmente las concepciones del autismo han cambiado. No se tiende a la
práctica epistémica de encasillar a las personas en los cuadros clínicos y se les
escucha en su subjetividad, pues en realidad son ellos quienes más pueden aportar
sobre los padecimientos de su propia individualidad. Se escucha la vida de las
personas y cómo tiene un significado particular y diferente aunque compartan el
diagnóstico. Maleval (2011) hace la invaluable labor de escuchar a la persona más
allá de los criterios de diagnóstico, enfatizando que la teoría se formula a través de
la práctica clínica y no al revés (P.15).
A raíz de estos escritos más subjetivos y de propias autobiografías d
personas con autismo como la de Temple Grandin (2016), quién es una persona
con autismo que ha expresado cómo fue el proceso de adaptación al entorno y en
donde se pueden observar las subjetividades más allá de la conducta externa, lo
cual es algo importantísimo, pues una persona con autismo puede realizar
determinadas conductas sociales, a cosa de mucha ansiedad, que no percibe la
tercera persona y de cómo una “máquina de apretar” le ayuda con la carga del
entorno.
Esto queda perfectamente ejemplificado por lo propuesto por Gutierrez-
Peláez:
A grandes rasgos, los dos ejes principales de la estructura autista
que están siendo estudiados por los psicoanalistas lacanianos, es decir,

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aquello que encontramos como invariable aun en la diversidad
fenoménica que pueda darse entre los distintos autistas, son la negativa
a ser sujetos de la enunciación y el objeto autístico. Al referirnos a lo que
le ocurre al autista con el lenguaje, no como una alteración del lenguaje,
sino como una negativa a ser sujetos de la enunciación, podemos ver
cómo eso es invariable tanto para el autista que no habla como para
aquel que habla mucho. No es lo mismo la comunicación que la
enunciación, ya que hablar no es solo decir enunciados: requiere hablar
en nombre propio, hablar desde el yo, hacerse cargo desde lo que se
dice y desplegar un deseo en lo que se está diciendo. (Gutierrez, 2014.
P. 5-6).
Es decir, lo que pueda teorizarse, como estos dos ejes, el objeto autístico y
la negativa a ser sujetos de la enunciación, no quiere decir, por ejemplo que sean
sujetos negados a la palabra, o a las relaciones con el mundo externo, como
comúnmente se piensa. Para Gutiérrez, el objeto autístico difiere del objeto
transicional y considera que no se debe separar a la persona autista de su objeto
autístico, pues es su sostén, como el caso de Temple Grandin. Por otro lado la
negativa del sujeto a la enunciación no se refiere a un mutismo mediante el cual el
sujeto no pueda ser partícipe de la elaboración libre, puesto que hay autismos de
alto rendimiento, como el asperger, que no necesariamente lo tienen.
Ahora bien, resulta más que evidente que el síndrome de asperger y la
melancolía no son sinónimos. Sin embargo, comparten algunas características
importantes en cuanto a la sintomatología. Mientras que en el Asperger la principal
dificultad es la interacción social debido a una complicación en la interpretación de
las situaciones sociales, tiende a aislarse de las personas y disminuir las
interacciones sociales al mínimo necesario, por otro lado el melancólico ha retirado
la libido de los objetos externos por una pérdida de su propia imagen, se ha retraído
del mundo. En cuanto a los criterios de diagnóstico es evidente que no hay
similitudes explícitas. Sin embargo en la práctica clínica, ejercida en la asociación
Asperger México, se ha podido observar similitudes en la vivencia del asperger y lo
que nos dice la teoría de la estructura melancólica. Hay una Baja en el sentimiento

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de sí, una certeza de que la situación conflictiva no podrá superarse y culpa respecto
a las situaciones que se enfrenta.
En la práctica terapéutica en Asperger México se presentó un caso de un
adolescente de 18 años de edad con el diagnóstico de Asperger. El motivo de
consulta fue el deseo de entrar al programa LifeMap que es un método de
intervención conductual diseñado en la universidad de Boston para personas con
Síndrome de Asperger y que está enfocado en 4 áreas: Funciones ejecutivas,
relaciones sociales, área escolar y área laboral. Sin embargo dadas las
características anímicas del sujeto, una fuerte abulia, se le ofreció la opción de la
terapia cognitivo conductual antes de entrar en LifeMap ya que en dichas
condiciones el programa no le sería de ayuda.
Pasando las sesiones el terapeuta se encontró con una fuerte dificultad para
superar la abulia del paciente ya que a pesar del método cognitivo conductual
empleado a lo largo de dos meses no se logró ningún cambio aparente. Sin embargo
a la hora de cambiar el método de intervención; de una estructura de las sesiones
enfocada en la identificación de pensamientos irracionales y modificación de los
mismos para lograr un cambio en la conducta, se pasó a intervenir por medio de la
certeza que refería el paciente respecto de su situación (él no iba a poder cambiar
nunca porque era un “inútil” que nadie quería y él no quería relacionarse con el
mundo porque los “normales” tenían la vida fácil y no era justo), se logró un poco de
reflexión sobre ese futuro dictado como una predestinación.
Las siguientes tres sesiones el paciente se mostró muy molesto con el padre
ya que refería que era su culpa que él tuviera asperger y refirió que el padre era un
“mediocre y un “perdedor” y que ni siquiera pudo mantenerse casado con la madre
(son separados) y que entonces él no era nada en esta vida porque sus papás no
lo quisieron.
Una vez que pasaron éstas tres sesiones el paciente acudió a consulta
planteando el deseo de entrar a un curso de animación (anteriormente se había
salido de la escuela porque no le veía un sentido). El cambio de la consideración en
cuanto a la intervención pareció generar un efecto muy interesante: en lugar de
enfocarse en la dinámica cognitivo conductual de verificar la rutina de la semana del

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paciente, identificar los pensamientos irracionales de la misma e intentar modificar
la conducta a partir de ahí y enfocarse en investigar sobre la certeza de que no
podría cambiar generó en el paciente sentimientos agresivos para con el padre y
una vez expresados se pudo cambiar la certeza y comenzar a mover el deseo del
paciente.

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Bibliografía.
-American Psychiatric Assosiation (APA). (2002). Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-IV-TR. Barcelona: Masson.
-American Psychiatric Association (APA). (2014). Guía de consulta de los
criterios diagnósticos del DSM-5. Arlington: APA.
-Balbuena, F. (2009). Una revisión del Autismo desde el psicoanálisis. España:
Clínica e investigación relacional.
-Freud, S. (1914) Introducción del narcisismo en Obras completas, tomo 14,
Argentina, Amorrortu.
-Freud, S. (1915) Pulsiones y destinos de pulsión en Obras completas, tomo
14, Argentina, Amorrortu.
-Freud, S. (1923) Duelo y melancolía en Obras completas, tomo 14, Argentina,
Amorrortu.
-Freud, S. (1923) El Yo y el Ello en Obras completas, tomo 19, Argentina,
Amorrortu.
-Grandin, T. (2016). Pensar con imágenes. España: Alba.
-Gutierrez, M. (2014) Psicoanálisis de orientación lacaniana en el tratamiento
del autismo. Medellín, Colombia: Universidad de Antinoquia.
-Kernberg, O. Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico. Barcelona:
Paidós.
-Lacan, J. Escritos. Tomo 1. México: Siglo XXI.
-Maleval, J. C. (2011). El autista y su voz. Madrid, España: Gredos.
-Meltzer, D. (1984). Exploración del autismo. Buenos Aires: Paidós.

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