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Servicio Litúrgico Dominical

Fiesta del Bautismo de Jesús (Ciclo B )


8 D E E N E R O 2 0 1 1
Edita: musicaliturgica.com

Estar bautizado es recibir una misión


en la Iglesia y con la Iglesia en el mundo

BAUTIZADOS EN EL ESPIRITU: El bautizo se ha


convertido en una costumbre, un símbolo de perte-
nencia a una clase social. Pero el bautismo ha perdi-
do también fuerza en una Iglesia que confiere los
rangos por el Orden.
Jesús antes de ser bautizado en el Jordán, recibe la
fuerza del Espíritu Santo para realizar la misión que
el Padre le ha confiado.
Si para Cristo el bautismo fue el principio de su vida
pública, también lo ha de ser para nosotros, los cris-
tianos. No tiene sentido recibir el bautismo si no re-
cibimos y aceptamos la misión. Si nos bautizaron
sin nosotros, sólo nosotros podremos aceptar y re-
novar el compromiso bautismal con la fuerza de lo
alto.
LITURGIA DE LA FIESTA DEL BAUTISMO DE JESÚS (CICLO B)
PRIMERA LECTURA Lectura del Profeta Isaías 42, 1-4. 6-7.

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente
el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes
que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te
he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra
a los que habitan las tinieblas.»

SALMO 28, 1a y 2. 3ac.-4 y 9b-10

R/ EL Señor, bendice a su pueblo con la paz.

Hijos de Dios, aclamad al Señor, / aclamad la gloria del nombre del Señor, /
postraos ante el Señor / en el atrio sagrado. R.

La voz del Señor sobre las aguas, / el Señor sobre las aguas torrenciales. / La
voz del Señor es potente, / la voz del Señor es magnífica. R.

El Dios de la gloria ha tronado. / En su templo un grito unánime: «¡Gloria!» / El


Señor se sienta por encima del aguacero, / el Señor se sienta como rey eterno.
R.

SEGUNDA LECTURA Lectura de los de los Apóstoles 10, 34-38

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:


-«Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea
de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesu-
cristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aun-
que la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuer-
za del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él.»

CANTOS PARA LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA


(Todos estas canciones se pueden descargar en WWW.MUSICALITURGICA.COM)

Entrada: Un solo Señor (1 CLN-708); El Señor nos llama CLN A 5;


Pueblo de Dios (Cantos varios)
Introito en latin: Dilexisti iustitiam
Salmo y Aleluya: El Señor bendice... (Propio)
Ofertorio: Este pan y vino (CLN H 4)
Santo: 1 CLN-I 7.
Comunión: Como el ciervo que a las fuentes de Arrondo. Iglesia peregrina (CLN 408)
Final: Vosotros sois la luz del mundo (1 CLN-406).
El hecho de que Jesús se pusiera en la cola de la vida humana no implicaba una renuncia a su condición
divina. La Iglesia, al humanizarse hasta el máximo, no debe desprenderse de su condición divina. Sería
una enorme traición al pueblo.

EVANGELIO San Marco1. 7-11

En aquel tiempo proclamaba Juan:


Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agachar-
me para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os
bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautiza-
ra en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu
bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: ú eres mi Hijo
amado, mi preferido.

BATUIZADOS ¿ PARA QUE ?

El interrogante no trata de inquietarnos acerca de la conveniencia o necesidad


del bautismo, sino de ponernos en cuestión a nosotros, los bautizados. Porque el
bautismo no es la posesión pacífica de un privilegio religioso, sino el compromiso
arriesgado de ser fieles a Dios antes que a los hombres.

Fuimos bautizados de pequeños. Por decisión de nuestros padres. Respaldados


por la fe de la Iglesia. Pero una cosa es la decisión de llevarnos a bautizar y otra
cosa es decidir vivir cono bautizados. Si aquella decisión fue tomada por nuestros
padres, ésta sólo puede ser asumida por nosotros.

La distinción, como se ve, no es bizantina. Sobre todo en las épocas en que pare-
ce prevalecer una concepción mecánica de la religión y las cosas santas. Si jurí-
dicamente puede equipararse el ser español con el hecho biológico de haber sido
alumbrado en territorio español (y por padres españoles), no ocurre lo mismo con
el hecho de ser católico. Para eso no basta con el hecho sociológico de haber
sido llevado a bautizar de pequeños por padres católicos.

Sólo hay una manera real de estar bautizado: vivir como bautizado. Es decir.
Hacerse cargo responsablemente del compromiso cristiano, obedecer a la autori-
dad legítima en la Iglesia, anteponer el evangelio a cualquier interés particular o
partidista, poner en práctica el mandamiento nuevo de amar al prójimo. Cuando
todo esto no se tiene en cuenta, cuando se habla de la de la Conferencia Episco-
pal como de “meros ciudadanos”, cuando el evangelio es reprimido, hasta la inti-
midad del individuo, y el amor al prójimo se traduce en limosnas sólo, ¿qué puede
significar el bautismo? ¿Qué sentido tiene llamarse católico?

Que estamos bautizados puede acreditarse con una partida de bautismo legaliza-
da. Que somos bautizados- que vivimos o, al menos, que tratamos de vivir como
tales- no puede acreditarse con documentos, ni con palabras, ni con las armas.
Hay que acreditarlo con algo más. Por ejemplo: con las obras, con la mentalidad,
con la vida entera.
AAlgunos ejemplos para ayudr al niño a crecer cristianamente

* La fe y la vida de los padres. Bautizar a un hijo o a una hija puede ser una
gran ocasión. Una gran ocasión para decir: tomémonos más en serio nuestra fe. Y
buscar algunos momentos de oración, y participar en la misa de los domingos... Y
preguntarse también si en nuestra vida de cada día hay amor de verdad: en la pa-
reja, con la demás gente... Lo que el niño vea en sus padres, a medida que vaya
creciendo, será decisivo.

* Tener signos cristianos en casa. Cuando el niño o niña empiece a abrir los
ojos a la vida, será muy importante que vea, como algo que forma parte de la ca-
sa, algún signo cristiano: una cruz, una imagen, un póster... el belén en Navidad...
Esos signos, además, darán pie, cuando pregunte, a explicarle las principales co-
sas de la fe.

* Enseñarle a rezar. Desde muy pequeño. Aunque a veces quizá no entienda lo


que dice. Y hacerlo tanto el padre como la madre. Y rezar algunas veces toda la
familia. Y entrar con él algún día en la iglesia, y más adelante llevarlo a participar
de la misa, y explicarle de modo sencillo lo que eso significa.

* Enseñarle actitudes cristianas. Que las vea en los padres, pero ayudarle tam-
bién a vivirlas. Por ejemplo, a compartir juguetes, o a llevarles algunos a los que
no tienen. O que venga él también el día en que una vecina está enferma y hay
que echarle una mano...

* Celebrar el aniversario del bautismo. El aniversario del nacimiento, el cum-


pleaños, se celebra mucho, y cada vez con mayor aparatosidad. Bueno sería ce-
lebrar también, sencillamente, el del bautismo, para recordar la importancia que
tiene el ser cristiano.

* Y, a medida que crezca, irlo incorporando a la vida de la comunidad cristiana. El


bautismo es el inicio del camino cristiano, la puerta por la que se entra en la co-
munidad, el primer sacramento de la iniciación cristiana. Después vendrán los
otros sacramentos que completan esa iniciación: la confirmación y la eucaristía.
Por eso, un día ese niño comenzará a prepararse para la primera comunión, para
participar por primera vez de la eucaristía. Y luego para la confirmación. Los pa-
dres le ayudarán a vivir lo que esos sacramentos significan, y evitarán que se con-
viertan en un puro acto social. Y así, el niño irá dirigiendo sus pasos para ser, co-
mo sus padres, un cristiano adulto.

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