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Auto- gestión del tiempo y el proceso de aprendizaje de la conducta

Evelys Franco

En la última década, la literatura del área de Psicología Social, Economía,


Administración, Gerencia de Recursos Humanos, entre otras disciplinas, han
considerado el tiempo como un recurso importante y valioso. Además, es un
recurso limitado que no se puede ampliar, es decir, todas las personas disponen
del mismo tiempo diario, 24 horas.

Por otra parte, el incremento de la competencia y el número de tareas y


actividades a realizar, ha llevado a los profesionales y a los investigadores a
buscar programas de entrenamiento que ayuden a planificar el tiempo con el
objetivo de conseguir una mayor eficiencia. Por ello, uno de los campos que más
atención ha recibido en este marco es el que se refiere a la gestión o
administración del tiempo.

Actualmente predomina en la literatura la concepción de la gestión del tiempo


como una competencia personal y como tal, incluye elementos relativos al ser:
Creencias, valores, motivos, actitudes y conductas, etc, tan importantes como el
saber y el saber hacer.

Por lo anterior, se puede inferir que la gestión del tiempo es una competencia
directamente relacionada con la gestión personal. Desde este punto de vista, la
“gestión del tiempo” se transforma en “gestión de nuestra conducta” y para ello, lo
primero que se debe plantear la persona es por qué se comporta como se
comporta y qué sub-competencias podemos encontrar dentro de la competencia
genérica gestión del tiempo?

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Lo primero que debemos entender que como conducta, la gestión del tiempo, pasa
por un proceso de aprendizaje, que va de las creencias a la conducta pasando por
los valores.

Las creencias son estructuras de pensamientos, elaboradas y arraigadas a lo largo


del aprendizaje que sirven para explicar la realidad y que preceden a la
configuración de los valores. Las creencias son fundamentales. Son del color del
cristal de los lentes con los que vemos el mundo. Según sean nuestras creencias,
así interpretamos el mundo y en función de nuestra interpretación tendremos
diferentes pensamientos, diferentes sentimientos y actuaremos de una manera
distinta. Como nos vemos a nosotros mismos según sean nuestras creencias, así
interpretamos de una manera o de otra lo que somos, lo que nos ocurre, y así
reaccionamos.

“Un valor es una creencia a partir de la cual el hombre actúa por preferencia”
(Allport,1961). La actitud es una tendencia evaluativa- ya sea positiva o negativa -
con respecto a personas, hechos o cosas y preceden nuestra tendencia a actuar de
una determinada manera. Es una consecuencia y la conducta son
comportamientos que se manifiestan espontáneamente.

Las creencias, los valores y las actitudes no se ven a simple vista. Se infiere su
existencia a partir de las conductas. En realidad, lo que se estudia con objetividad
es la conducta de la gente. Ello hace que el estudio de la cultura de un grupo no
es fácil porque las conductas son parte importante de la cultura, pero solo ofrecen
una imagen parcial de ella.

Los valores no pueden observarse, solamente pueden inferirse a través de lo que


la gente dice que valora. Y, por supuesto, lo que la gente dice no corresponde
necesariamente a lo que hace. ( Granell, E, 1997). Sin embargo, los valores
orientan preferencias y actitudes, condicionan y le dan rectitud a la conducta.

Por ejemplo, estar persuadido o creer que “No tener tiempo es signo de éxito en la
vida”, contribuye a sustentar el valor del trabajo intenso. La creencia de que “ Lo
que importa es el resultado inmediato, no el proceso de mejora”, explica en parte
la aparición del valor del beneficio inmediato, de la rapidez de la producción o
incluso el valor de la chapuza.

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Del mismo modo, la creencia de que la “No calidad tiene un coste elevado”
conduce a consolidar la calidad como valor.

Vemos el mundo, no como es, sino como somos nosotros, o como se nos ha
condicionado para que lo veamos. Cuando describimos lo que vemos, en realidad
nos describimos a nosotros mismos, a nuestras percepciones, nuestras creencias,
nuestros paradigmas.

Esto no significa que no existan hechos. Lo que cambia es la interpretación que


cada uno le da a lo que describe. La interpretación que se le da a los hechos está
mediada por experiencias anteriores, creencias y valores y los hechos carecen de
significado al margen de la interpretación que la persona hace.

Lo importante es tomar consciencia de nuestras creencias, paradigmas, mapas o


supuestos básicos y de qué manera han influido nuestra conducta, nuestros
hábitos, ya que en esa medida podemos asumir la responsabilidad de tales
creencias, examinarlas y someterlas a la prueba de la realidad.

Si se construye la autogestión del tiempo como una gestión de nuestra conducta,


lo primero que se debe plantear la persona es por qué se comporta como se
comporta y esto pasa por revisar las creencias de control personal.

La siguiente figura, muestra el proceso de aprendizaje y desaprendizaje de la


conducta. Lo primero es la revisión de las creencias. Ese primer paso, es esencial
para replantear valores, cambiar conductas e influir positivamente sobre el cambio.

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Proceso de aprendizaje de la conducta
Resultados

Conductas
Conocimiento
Destrezas

Formación Actitudes Experiencias


De aprendizaje
Motivos

Valores

Creencias

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