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es decir, que tiene que ver con la naturaleza humana o no?» 9 . Esta
pregunta resulta ciertamente la prueba de fuego de toda filosofía,
porque, como GEORGE SANTAYANA recordaba a principios de siglo:
«Una buena manera de probar el calibre de una filosofía es preguntar
lo que ella piensa acerca de la muerte» 10. La muerte constituye, de es-
te modo, la verificación de una teoría filosófica o, si se prefiere, la
falsificación de la misma. Veamos, por consiguiente, cómo han su-
perado el contraste con la muerte las filosofías emergistas y las filo-
sofías llamadas de la inmanencia o de la praxis. O, dicho en otros
términos, comprobaremos, por reducción al absurdo, el alcance de las
explicaciones sobre la muerte y el más allá que nos han ofrecido esas
distintas filosofías.
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Está claro que la base para la verificación de lo que está por ve-
nir no puede sustentarse sobre la idea de «emancipación», tan grata
al pensamiento de la praxis, y, por consiguiente, a los desarrollos
teoréticos del humanismo marxista. La emancipación es entendida,
en tal contexto, como una Voraussetzunslosigkeit, como una libera-
ción de todo tipo de prejuicios 13. Esa exención de supuestos o, me-
jor, de presupuestos, entendidos éstos como verdaderos tabúes, in-
valida cualquier posibilidad de discusión, puesto que uno de esos
presupuestos es precisamente, según la generalidad de los filósofos dé
la praxis, la existencia del alma y la posibilidad de un interim. Dado el
carácter analógico de la noción de «emancipación», JOSEF STALL-
MAC H reconoce que sólo es posible un debate en torno a tales senti-
dos de «emancipar» sobre la base de la concepción del hombre que
subyace a cada una de esas nociones de «emancipación» 14. A este
respecto, una filosofía que partiese de la concepción de la muerte en-
tendida como emancipación sólo podría establecer una discusión con
otra filosofía sobre el tema de la muerte, retrotrayendo la discusión
a lo que ambas filosofías entendieran sobre la muerte como emanci-
pación, es decir, sobre la noción de muerte misma. Ello, como es ló-
gico, supondría un debate antropológico, en el que obviamente no es-
tarían de acuerdo los filósofos de la praxis o de la inmanencia con
los filósofos partidarios del emergismo. Por consiguiente, la muerte
entendida como emancipación no sería una plataforma válida para
la discusión, aunque la mayoría de los filósofos estarían dispuestos a
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15. Cfr. Karl RAHNER, Sentido teológico de la muerte, trad. cast., Ed. Her-
der, Barcelona 1969, p. 19.
16. Cfr. Gianfranco MORRA, Marxismo y religión, cit., pp. 135 ss., donde
pasa revista a los textos más significativos de las dos obras blochianas: Das
Prinzip Hoffnung y Geist der Utopie.
17. Ibidem, pp. 144-145. Cfr. También Ugo BORGHELLO, Ernest Bloch:
Ateísmo en el cristianismo, Emesa, Madrid 1979, 158 pp.
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18. Ernest BLOCH, Das Prinzip Hoffnung, Kapitel 52 (in fine), en Gesamt-
ausgabe, Band 5, p. 1391.
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19. Manuel GUERRA, Historia de las religiones, Eunsa, Pamplona 1980, vol.
2: Los grandes interrogantes, pp. 267-268.
20. R. H. GRUNDRY, Soma in Biblical Theology with Emphasis on Pauline
Antropology, Cambridge 1976.
21. Alejandro DÍEZ M A C H O , La Resurrección de Jesucristo y la del hom-
bre en la Biblia, Eds. Fe Católica, Madrid 1977, p. 77. Véase también: Cándido
Pozo, Teología del más allá, BAC, Madrid 1968, pp. 59-72.
22. Ugo BORGHELLO, Ernest Bloch..., cit., p. 130 y.ss;
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Acabo con unas palabras que la Iglesia dirigió a todos los hom-
bres durante el último Concilio Ecuménico, palabras que son como
el resumen de cuanto acabo de expresar. «Ante la muerte —decían
los Padres del Vaticano II—, el enigma de la condición humana al-
canza su punto más álgido. El hombre se atormenta no sólo por el
dolor y por la progresiva disolución del cuerpo, sino también, e inclu-
so más, por el temor de apagarse para siempre. Y, por un instinto de
su corazón, piensa bien cuando detesta y le repugna la ruina total y
una pérdida definitiva de su persona. La semilla de eternidad que en
sí mismo lleva, y que es irreductible a la sola materia, se rebela contra
la muerte. Todos los logros de la técnica, por muy útiles que sean,
nada sirven para calmar la angustia del hombre: pues la prolongación
de la longevidad biológica no puede satisfacer el deseo de una vida
futura que está enraizado en su corazón y no se puede arrancar» 24.
Esta es la auténtica esperanza. La otra es la esperanza sin esperanza.
23. Al margen del marxismo, pero sin «entregarse» por completo al emer-
gismo, sino más bien en postura crítica frente a él, la filosofía de corte heidegge-
riano sigue intentando una aproximación al tema de la muerte que cada vez
se le pone más difícil. Véase, a modo de ejemplo, la obra de Fridolin WIPLIN-
GER, Der personal verstandene Tod, Verlag Karl Alber, München 1980, 116 pp.
24. CONCILIO VATICANO II, Const. Past. Gaudium et spes, n. 18.
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