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Miguel de Guzmán
Un don maravilloso
E. P. Wigner, Premio Nobel de Física en 1972,
expresa este estado de cosas de la siguiente
manera en un artículo certeramente titulado «Sobre
la irrazonable efectividad de las matemáticas en las
ciencias naturales»: «El milagro de la adecuación del
lenguaje de la matemática para la formulación de las
leyes físicas es un don maravilloso que ni
entendemos ni merecemos. Deberíamos mostrarnos
agradecidos por él y esperar que permanecerá
siendo válido en la investigación futura y que se
extenderá, para bien o para mal, para placer nuestro,
aunque también tal vez para nuestra perplejidad, a
ramas más amplias del saber.»
Y N. Bourbaki, en su artículo titulado «La
arquitectura de las matemáticas», alude a esta
situación con las siguientes palabras: «Que existe
una relación íntima entre los fenómenos
experimentales y las estructuras matemáticas parece
confirmarse plenamente de la forma más inesperada
mediante los descubrimientos más recientes de la
física contemporánea. Pero no sabemos
absolutamente nada sobre los fundamentos de este
hecho (suponiendo que se pudiera encontrar
realmente significación a estas palabras) y tal vez no
lleguemos a saber nunca sobre ello.»
La matemática como tarea colectiva siempre ha
perseguido en el fondo un interés aplicado. La
matemática surge del confrontamiento de la mente
humana con los diferentes niveles de complejidad de
la realidad, en su afán por dominarlos
intelectualmente y por poner a su disposición las
fuerzas y poderes que de este dominio puedan
derivarse.
La complejidad derivada de la multiplicidad dio lugar
a la introducción del número y más tarde a la
aritmética. Con ella se lograba el dominio de la
cantidad, que tradicionalmente ha venido
considerándose como específico de la matemática.
Pero lo más característico de la matemática más
adulta consiste en la creación de modelos de
estructuras mucho más generales que las que
meramente se refieren al número o a la cantidad. Y
precisamente este ensanchamiento, de sus miras
iniciales es lo que va confiriendo a la matemática
mayor utilidad para la exploración de campos más
amplios y de niveles de complejidad más profundos
de la realidad.
El interés por entender la complejidad que se deriva
de las formas en el espacio y sus relaciones mutuas
dió lugar entre los griegos a la geometría, que llegó a
ser por mucho tiempo verdadero modelo de
pensamiento científico.
En
el
La matematización de la cultura
Miguel de Guzmán
Miguel de Guzmán
Universidad Complutense de Madrid
Evolución de la comunicación en matemáticas.
El quehacer matemático es, por naturaleza, eminentemente
comunicativo. Es arte, productor de belleza de la que hacemos a otros
partícipes, es ciencia, que explora la realidad en colaboración con
otros, es herramienta, con la que se pueden dominar algunos
aspectos interesantes de este nuestro mundo que compartimos, es
juego, del que se disfruta en compañía....
Esta comunicación comienza a tomar una forma más organizada, primero con
el establecimiento de las universidades, luego a través de intercambios
individuales entre los protagonistas mismos del desarrollo de la matemática. El
intercambio de saberes y cuestiones entre Fermat y Pascal, por ejemplo, dio
lugar en el siglo 17 a la iniciación de la teoría de la probabilidad. En otras
ocasiones estos intercambios entre los matemáticos de este siglo se daba de
forma indirecta a través de la diseminación de resultados por el P. Marin
Mersenne, que actuaba como una especie de buzón central de teoremas. Más
tarde este servicio se plasmaría de una forma más abierta en las primeras
revistas matemáticas como Acta Eruditorum, fundada por Leibniz en 1682, y
de una manera organizada con el establecimiento de las Academias oficiales
establecidas a nivel regional o nacional.
Extraños vericuetos.
En el relato de Lehto se encuentra, por supuesto, una verdadera historia de la
Unión Matemática Internacional, pero también se puede encontrar amplia
información para comenzar a formarse una idea adecuada sobre muchas de
las cuestiones, algunas un tanto anecdóticas otras más profundas e
importantes, que han pasado por la cabeza de todos los profesionales de la
matemática. ¿Por qué no existe un Premio Nobel en Matemáticas? ¿Cuál es el
origen de los Premios Fields? ¿Cómo han ido variando los centros de influencia
en el mundo matemático de nuestro siglo? ¿Cómo ha tenido lugar la
incorporación, primero de Estados Unidos, luego de los países del Este, más
tarde de China y de algunos de los países africanos en ese mundo que en el
siglo 19 estuvo dominado fundamentalmente por la actividad matemática que
se desarrollaba en Alemania, Francia, Inglaterra e Italia? ¿Cuál ha sido la
postura institucional de nuestro país en todos estos movimientos?... La historia
de Lehto no discute a fondo todas estas cuestiones, pero proporciona un marco
para ellas y una gran cantidad de alusiones, referencias a lecturas posibles,
muchas de ellas en las notas, que nos permiten explorarlas más de cerca.
Lehto, Olli
Mathematics without borders. A history of the International
Mathematical Union (Springer-Verlag, New York, 1998) xvi+399
páginas. Precio $35,00. ISBN: 0-387-98358-9.
MATEMÁTICAS Y SOCIEDAD.
ACORTANDO DISTANCIAS
Miguel de Guzmán
Universidad Complutense de Madrid
tratar de cambiar las actitudes hacia las matemáticas de muchos que necesitan
tal cambio, con la convición profunda de que tales actitudes son altamente
perjudiciales a la vez para un sano desarrollo de la cultura y para el progreso
de la matemática.
A los más jóvenes. Con una sensibilidad correcta de sus posibles intereses y
motivaciones alrededor de este tema. Por aquellos que saben cómo
comunicarse con ellos para transmitirles su entusiasmo. A través de
exposiciones, competiciones, juegos, ...
A los otros profesionales dentro y fuera del mundo académico. Existe una
multitud de aspectos de la matemática que tal vez ellos no usan actualmente
en su propio trabajo pero que podrían arrojar nuevas luces sobre su forma de
arrostrar los problemas propios de su ocupación. Muchas de las soluciones
más creativas provienen de la aproximación a los problemas de un campo con
las herramientas de otro distinto.
Los potentes medios de comunicación que están hoy día a nuestra disposición
abren un sinfín de posibilidades. La matemática, que es mucho más un
quehacer, es decir un saber de método, que un mero saber de contenidos, se
presta muy bien a un tratamiento interactivo a todos los niveles a través de los
diversos recursos informáticos (programas de cálculo simbólico,
presentaciones interactivas en el ordenador, en internet, etc...) y audiovisuales
(vídeo, televisión,...) que apenas hemos comenzado a explotar.
énfasis en el interés humano por los temas y su desarrollo, por los personajes
que han intervenido y están interviniendo en ellos, por las consecuencias que
para la realidad del propio lector pueden tener.
-
Como todo el mundo tuvo ocasión de enterarse por los titulares de los
periódicos, en Junio de 1993 el matemático Andrew Wiles presentó en
Cambridge, Inglaterra, una demostración de la conjetura de Fermat, formulada
hace tres siglos y medio: No existen tres enteros positivos x,y,z, tales que, para
algún entero n mayor que 2, verifiquen la ecuación x^n+y^n=z^n. Como
muchos que han seguido con algún interés este asunto saben, tal demostración
resultó tener una seria laguna, una afirmación no probada, que la hacía
incompleta. La conjetura no estaba demostrada. Había expertos que opinaban
que la demostración del eslabón que faltaba bien podría llevar otros tres siglos.
Tras un período de intenso trabajo en colaboración con Richard Taylor, en 1995
apareció por fin publicado, en la revista Annals of Mathematics, lo que ahora
consideran los expertos una demostración válida de lo que ya, por fin, podemos
llamar teorema de Fermat.
Cipra pone aquí de nuevo al alcance del no especialista las ideas básicas del
experimento de Adleman, la interacción propia entre los protagonistas de su
desarrollo, las perspectivas de este incipiente e intrigante avance de la ciencia
actual, aprovechando para subrayar los aspectos de interdisciplinariedad
presentes en él, tan característicos de la investigación moderna.
Sucesión caótica
Hasta aquí no aparece nada que se pudiera
denominar caótico, sino todo lo contrario, orden y
uniformidad. Pero repitamos nuestros pasos
partiendo de la expresión siguiente, aparentemente
tan inocua como la anterior. Tomemos Q(x) = 3,8x(1
-x). Damos a x un valor entre 0 y 1, por ejemplo 0,32.
Al repetir el proceso obtenemos ahora, escribiendo
sólo las dos primeras cifras decimales, los números
siguientes: 0,54 0,94 0,20 0,62 0,89 0,35 0,87 0,42
0,92 0,25 0,72..., una sucesión de números
«caótica» en la que no se observa ningún período,
ningún acercamiento a un número determinado,
ninguna regla aparente de formación. Si nos
presentaran esta serie de números sin explicarnos
de dónde proviene, podríamos pensar que se trata
de una sucesión aleatoria de números entre 0 y 1.
En matemáticas, este tipo de caos controlado por
ciertas reglas ha estado presente de alguna forma
desde el siglo V a. de C., cuando los pitagóricos
descubrieron el número «alogos», el irracional. Las
cifras de la expresión decimal de la raíz de 2,
1,41421356237... pueden parecer salidas de una
elección arbitraria de cifras entre 0 y 9.
Universalidad del caos. Un aspecto nuevo de las
consideraciones actuales en torno al caos consiste
en el descubrimiento, que comenzó a llegar a la luz
hace unos veinticinco años, de que el
comportamiento caótico está presente, de una
manera muy peculiar, en una infinidad de los
procesos matemáticos que modelizan aspectos de la
naturaleza que nos afectan muy de cerca, tales
como el tiempo meteorológico, las turbulencias de la
atmósfera y del mar, la propagación de las
epidemias, las vibraciones de nuestro corazón, las
ondas de nuestro encefalograma...
Desde que se empezó a explorar la naturaleza con
instrumentos matemáticos hace muchos siglos,
siempre se había ponderado la enorme complejidad
de comportamiento de muchos procesos naturales
frente a la simplicidad de las herramientas
matemáticas. Y se intuía que para captar tal
complejidad de la naturaleza sería necesario fabricar
instrumentos conceptuales matemáticos mucho más
sutiles que los presentes. Algo hacía pensar que los
sistemas matemáticos simples no podrían explicar
los comportamientos complejos de la naturaleza.
Todo esto ha cambiado al observar que incluso
sistemas matemáticos aparentemente de una
transparencia y simplicidad suma, como las
iteraciones de la función P(x) = rx(1 -x), pueden dar
lugar a un comportamiento extraordinariamente
enrevesado, caótico.
Un polinomio que explica plagas
impredictibles. Precisamente la función P(x) = rx(1-
x) proporciona una buena modelización matemática
para la evolución a lo largo de los años de una
población de insectos que se reproduce
estacionalmente una vez al año. Este es el modelo
de Verhulst, en el que se tiene en cuenta la barrera
que a la expansión continuada de la población
opone la limitación del medio en que se encuentra.
En P(x) = rx(1 -x), r es una constante que expresa la
mayor o menor vitalidad reproductora de la colonia
de insectos, y x, un número entre 0 y 1, es una
medida de la población. En la época anterior a los
años 60, la idea de los biólogos expertos en
población era que la evolución caótica de muchas
poblaciones de insectos se debía a la influencia de
causas no recogidas en el modelo de Verhulst, es
decir, que este modelo no era suficientemente
sofisticado. Pero ya hemos tenido ocasión de ver
cómo para ciertos valores de r, por ejemplo r = 3,8,
aparece comportamiento caótico «en el mismo
modelo matemático». Es decir, una población que
siguiera exactamente este modelo matemático
sencillo presentaría un comportamiento totalmente
impredictible.
El ordenador, un microscopio para el
caos. ¿Porqué resulta que hechos tan sencillos
como el que acabamos de contemplar, caos en Q(x)
= 3,8x(1 -x), no han sido descubierto antes por los
matemáticos? La irrupción del ordenador,
especialmente del ordenador personal, hace unos
veinte años, ha introducido en la matemática actual
la posibilidad de realizar multitud de experimentos
numéricos y gráficos que al matemático de hace
cincuenta años le hubieran producido la muerte por
tedio. Hoy tales experimentos constituyen una
verdadera fuente de diversión y de placer estético. El
experimento matemático, especialmente en el
campo del caos, mediante el ordenador ha servido
de guía extraordinariamente valiosa de multitud de
investigaciones. La matemática en su vertiente
creativa, es decir, en la fase de su invención, está
muy lejos de ser una ciencia hipotético-deductiva, en
la que de unos cuantos axiomas se deducen los
teoremas.
Los descubridores del caos matemático. En gran
medida el caos ha llegado a la matemática actual a
través de los experimentos y observaciones de
científicos de muy diferentes campos. Al comienzo
de los años 60, un meteorólogo norteamericano,
Edward Lorenz, encontraba el caos en su simulación
matemática del tiempo meteorológico estudiado con
un ordenador. Luego construiría modelos
matemáticos y mecánicos más sencillos en los que
aparecían estructuras caóticas. Sus trabajos
permanecieron más de diez años enterrados en
revistas de meteorología. A mediados de los años 70
un biólogo experto en poblaciones, Robert May,
encontraba el caos en el modelo de Verhulst que
hemos contemplado antes...
Los matemáticos por su parte poseían para entonces
unos cuantos instrumentos con los que se podía
intentar el estudio de los fenómenos que aparecían
en diferentes áreas. Los sistemas dinámicos, desde
comienzos de siglo, eran ya un campo bastante
activo. La teoría geométrica de la medida, iniciada
en los años 20 por Besicovitch, proporcionaba
procedimientos de exploración de la estructura
geométrica del orden subyacente en el caos. Los
trabajos de Mandelbrot, en los años 60, aproximaron
unos cuantos campos inconexos hasta entonces en
análisis matemático: trabajos de Julia y Fatou de los
años 20, la teoría de los conjuntos de Hausdorff de
dimensión fraccionaria, la exploración numérica y
gráfica mediante ordenador de diferentes tipos de
estructuras matemáticas, aglutinando la teoría bajo
el nombre de «fractales».
La obra de Gleick es un modelo de divulgación
científica que hará época. El autor es redactor
científico del diario The New York Times y
ciertamente ha sabido conjugar en su trabajo el
interés científico con el humano de manera
magistral. Sin descender excesivamente a detalles
técnicos, ha sabido proporcionar inteligibilidad,
perfectamente accesible a los no iniciados, en un
campo tan variado y rico como es el del caos, lo cual
entraña un notable esfuerzo de asimilación,
condensación y capacidad de comunicación. Al
mismo tiempo, Gleick, a través de muchas
entrevistas directas con bastantes de los científicos
que en los últimos veinticinco años han intervenido
más activamente en la evolución del estudio del
caos, ha logrado formarse una idea muy exacta de lo
que el caos representa en la ciencia actual y ha
conseguido plasmarla con notable fuerza y
dramatismo. No es de extrañar que la American
Mathematical Society, en agosto de 1988, le haya
concedido un importante premio por su trabajo
expositivo.
Acertada dramatización
La obra no es una historia científicamente
documentada sobre la evolución del caos, sino una
acertada dramatización de algunos de los puntos
básicos del tema centrada alrededor de unos
cuantos de los personajes importantes de su
desarrollo: Lorenz, Smale, May, Mandelbrot, Yorke,
Ruelle, Feigenbaum, Libchaber, Barnsley.... y unos
cuantos más. Con cierta razón se ha calificado este
trabajo de «chauvinista» (M. Berry, Nature (330), 19
nov. 1987, pág. 294) por el relativo silencio en torno
a contribuciones muy importantes realizadas por
científicos soviéticos bastante antes de que fuesen
retomadas por científicos norteamericanos.
La obra contiene 11 capítulos, cada uno enmarcando
un tema específico con uno o varios científicos en el
escenario, lo que le presta una visión más personal y
viva. El orden es más o menos cronológico. Tal vez
se podrían destacar los capítulos iniciales dedicados
a Lorenz y la meteorología («El efecto de la
mariposa»), May y la biología de poblaciones
(«Altibajos de la vida»), Mandelbrot y los fractales
(«Una geometría de la naturaleza»). Pero todos ellos
son profundamente interesantes y recomendables.
Una nutrida bibliografía que se encuentra entre las
notas al final del libro puede ser de gran ayuda para
quien se interese por profundizar en alguno de los
temas tratados.
La traducción, aunque no perfecta en ciertos
términos técnicos, es correcta. Su
adopción del término «los fractales», con preferencia
sobre «las fractales» o «los fractuales» que a veces
se puede oír, me parece muy acertada. En mi
opinión es el término correcto lingüísticamente,
adoptado ya por la comunidad científica y que sin
duda se impondrá también entre periodistas y
expositores científicos.
¿Una revolución científica? Para Gleick, como
para muchos expertos en caos, éste representa el
comienzo de una verdadera revolución científica. Es
éste uno de los aspectos que aparecen en primer
plano en la obra que comentamos. ¿En qué sentido
se puede pensar en el caos como el germen de una
revolución científica?
Antes de la aparición del caos eran prevalentes entre
los científicos ciertos paradigmas, ciertos esquemas
conceptuales sobre los que la comunidad científica
basaba su proceder normal, tales como los
siguientes:
a) «Sistemas simples se comportan de modo
sencillo»: Un péndulo, un circuito eléctrico pequeño,
una población de insectos aislada, deberían poseer
estructuras sencillas, transparentes, fácilmente
predecibles.
b) «Comportamiento complejo de un sistema implica
causas complejas»: La evolución del tiempo
meteorológico, el funcionamiento de un órgano
biológico como el corazón, un fluido turbulento,
constituyen sistemas complicados, inestables,
impredictibles. Tal comportamiento tendría que ser
debido a multitud de causas diversas cuya
confluencia no podemos dominar conceptualmente
en su totalidad.
c) «Sistemas diferentes se comportan de modo
diferente»: La química de la neurona, la turbulencia
que en el túnel de aire estudia el ingeniero
aeronáutico, son sistemas cuyas componentes
elementales son distintas. Su comportamiento global
no debería tener mucho en común.
Tras los últimos veinticinco años de estudio del caos
parece que se van imponiendo otras formas de
pensar diametralmente opuestas que invalidan las
anteriores:
a) «Sistemas conceptualmente simples pueden dar
lugar a comportamientos complejos, caóticos,
impredictibles»: Basta recordar el ejemplo con el que
hemos comenzado P(x)=rx(1-x). Pero son multitud
los ejemplos semejantes que se podrían proponer en
campos muy distintos, como el sistema que conduce
al atractor de Lorenz o al atractor de Hénon.
b) «La complejidad de ciertos sistemas está
producida a través del comportamiento sumamente
simple de sus componentes»: La complejidad de la
naturaleza no se debe a la gran multiplicidad de
causas diferentes y complicadas, sino a la gran
multitud de componentes muy simples y a la
iteración múltiple de los sencillos procesos a que
están sometidos.
c) «Las leyes de la complejidad son en gran medida
universales, uniformemente válidas para un gran
número de sistemas diferentes»: En sistemas muy
diferentes puede suceder que, aunque los
componentes elementales sean distintos, sin
embargo los procesos que los aglutinan están
regidos por las mismas leyes elementales. Hay una
especie de isomorfía entre muchos sistemas
naturales.
En conjunto, la obra de Gleick es muy recomendable
para quienes deseen adquirir una visión panorámica
de la intensa actividad científica que en los últimos
años se ha desarrollado en torno al caos
matemático.
Entre el caos y el cosmos
Miguel de Guzmán
El pensamiento matemático de todos los tiempos ha
estado plenamente dominado por sus idas y venidas
entre el caos y el cosmos, por el movimiento interno
entre la confusión inicial al enfrentarse con
estructuras mentales nuevas y el orden que poco a
poco la mente misma logra imponer o desvelar en
ellas. Y este movimiento ha venido regido desde
antiguo por la componente más profunda de la
actividad matemática, el confrontamiento con el
infinito.
De no ser por la presencia del infinito, la matemática
no pasaría de ser una inmensa y superficial
tautología. Pero el infinito está presente en el
pensamiento matemático, constituyendo la misma
raíz de su posibilidad. En la conciencia misma de la
unidad propia, la mente percibe su pensamiento en
el horizonte del infinito como repetible, como no
llenándolo todo... Del uno al dos y está ya el infinito
presente en el proceso.
De la confrontación con el infinito, de los sucesivos
ensayos mentales para lograr el dominio de los
procesos infinitos, han surgido las grandes
creaciones de las diferentes etapas de la evolución
matemática. Primero en forma confusa caótica
produciendo convulsiones mentales, a veces
fuertemente traumáticas, como en el caso del
descubrimiento del número irracional entre los
pitagóricos. Más adelante, al ir desvelando el orden
dentro del caos inicial, el pensamiento matemático
se percata de que la visión inicial ingenua no ha sido
destruida, sino inmensamente enriquecida, y de que
el caos anterior se le ha convertido en un nuevo
cosmos esplendente.
Este ha sido el itinerario mental del matemático en
los puntos de cambio de rumbo de la evolución de su
pensamiento.
La ocupación intensa con los fractales en la
matemática contemporánea puede muy bien ser
explicada dentro de esta misma dinámica del
pensamiento. A comienzos de nuestro sigIo surgió
de modo natural, especialmente en conexión con el
estudio del análisis armónico, la necesidad de
explorar la estructura geométrica de conjuntos de
puntos de la recta que, aunque pequeños e
insignificantes en ciertos respectos (medida de
Lebesgue nula), poseían propiedades geométricas,
aritméticas, analíticas, que los convertían en
micromundos muy peculiares. Como ha sucedido a
lo largo de la historia de la matemática muchas
veces, estos entes fueron considerados en un
principio como horrores, caprichos, juguetes sin
mayor importancia. A medida que se fueron
encontrando procedimientos eficaces para
distinguirlos, medirlos, estudiarlos desde diferentes
puntos de vista, los matemáticos fueron comenzando
a percibir, primero la belleza interna, la armonía, la
diversidad de tales creaciones, y luego, al
conocerlos más de cerca, se fueron percatando de
sus semejanzas con procesos y formas de la
naturaleza misma y de otros objetos de diferentes
campos de la ciencia, sus aplicaciones.
En el estudio de los fractales tiene capital
importancia un refinamiento de la medida de
Lebesgue, que es la forma natural de medir los
conjuntos a través de la idea de longitud ordinaria.
Se trata de la medida de Hausdorff, que permite
diferenciar drásticamente entre los conjuntos
pequeños, de medida de Lebesgue nula. Una breve
idea no técnica de lo que viene a hacer la medida de
Hausdorff se puede obtener del siguiente modo. Si el
intervalo [0,1] de la recta de los númeos reales se reparte
en intervalos de diámetros muy pequeños se eleva a la
potencia s (un número entre 0 y 1) cada uno de estos
diámetros y se suman los números resultantes, entonces
esta suma se puede hacer tan grande como se quiera
escogiendo adecuadamente los intervalos pequeños. Pero
existen conjuntos de puntos del intervalo (0,1) tales que al
realizar esta misma operación (recubrir el conjunto con
intervalos muy pequeños ... ) se obtiene siempre un
número finito que no se puede hacer arbitrariamente
grande ni arbitrariamente pequeño mediante la elección de
los intervalos, Tal conjunto tiene dimensiones de
Hausdorff s. Los fractales de la recta son sus conjuntos de
puntos con dimensión de Hausdorff s entre 0 y 1. Algo
análogo se puede considerar en el plano
y en el espacio.
Hacia los años veinte, A. S. Besicovitch comenzó a
interesarse con éxito por las propiedades
geométricas (existencia de «tangente», cómo se
proyectan en diferentes direcciones, densidad ... ) de
los conjuntos planos de puntos con dimensión de
Hausdorff 1. Sus técnicas, de gran ingenio, fueron
revelando una teoría matemática de una
impresionante riqueza, Se creó así la teoría
geométrica de la medida, que fue más adelante
explorada y extendida en el estudio de otros
fractales más generales, y que es aún una rama
joven de la matemática, en plena evolución y con
multitud de problemas abiertos y de conexiones
profundas con otros campos todavía por explorar a
fondo.
Multitud de fractales interesantes, comenzando con
el conjunto de Cantor clásico,
de dimensión de Hausdorff log2/1og3, se construyen
mediante un proceso infinito de iteración de una
misma operación bien especificada, que suele dar
lugar a conjuntos autosemejantes, es decir,
conjuntos tales que cualquiera de sus partes más
pequeñas viene a reproducir el conjunto total sólo
que a otra escala diferente. He aquí uno de los lazos
de conexión entre temas tales corno la teoría de
iteración, sistemas dinámicos y ciertos temas de la
física, como la renormalización en el estudio de las
transiciones de fase magnética,
El sistema dinámico que constituye el eje
fundamental de la obra que comentamos es un
proceso matemático de gran simplicidad, y en ello
radica precisamente una de las fuentes de la belleza
profunda que la obra encierra. Fijemos un número
complejo c. Partiendo de un punto cualquiera del
plano complejo, zo, vamos a ir obteniendo
sucesivamente
z1=z02+c, z2=z12+c,..., zn+1=zn2+c,...
A partir de algunos puntos z0 resulta que zn se aleja
infinitamente del punto 0. Para otros puntos z0 los
puntos zn se mantienen a distancia acotada de 0. El
conjunto de estos puntos z0 que dan lugar a
sucesiones correspondientes acotadas lo denotamos
K, (dependerá del valor c de partida, por supuesto) y
a su borde se le llama conjunto de Julia de c. El
conjunto de Julia suele tener una estructura
geométrica complicada. Para muchos valores
de c es una nube de puntos, pero para algunos otros
es un conjunto conexo más sencillo. El conjunto de
estos valores de c para los que su conjunto de Julia
es conexo constituyen el conjunto de Mandelbrot, un
complicado conjunto de puntos que viene a
condensar y regir las propiedades dinámicas de la
transformación que pasa de z a z2+c. En la figura se
puede apreciar la riqueza insospechada de formas
de los conjuntos de Julia y cómo están regidas por el
conjunto de Mandelbrot.
La figura, realizada por ordenador, muestra el
Petros
Para quien desee asomarse al universo interior de lo
que para el matemático representa la dedicación a
su ciencia yo le recomendaría que leyera El tío
Petros y la conjetura de Goldbach, una de las obras
actuales que muestran esta entrada de la
matemática en la novela de la mano de alguien que
se ha hecho con un conocimiento serio de ellas. Su
autor, Apostolos Doxiadis, nacido en Australia en
1953 de origen griego, se educó inicialmente en
Atenas y estudió matemáticas en la Universidad de
Yale, uno de los grandes centros de actividad
matemática de Estados Unidos. Allí fue admitido a
sus quince años después de presentar un trabajo
original y allí estudió inicialmente sus matemáticas,
fundamentalmente en el campo de la matemática
aplicada. Luego lo hizo en París. Más adelante se
dedicó al cine (Terirem, Premio del Centro
Internacional de Cine de Arte , ICAC, Berlín 1988) y
a la literatura. En 1992 escribió en griego esta novela
que más tarde, en 1998, tradujo él mismo al inglés.
Quien quiera informarse sobre muchos otros
aspectos de su actividad matemática, literaria y
cinematográfica puede consultar su página en la red
(apostolosdoxiadis.com).
La novela de Doxiadis es una obra breve e intensa
escrita con gran acierto dramático. La trama es
relativamente sencilla y por la verosimilitud con que
está escrita hace intuir la inclusión de muchos
elementos de alguna manera autobiográficos. El
narrador es un joven griego de una familia bien
establecida en la que hay un extraño personaje, el
tío Petros, que parece no encajar bien en ella y que
atrae la curiosidad del sobrino. Poco a poco se va
desvelando el misterio. El tío Petros ha sido un
matemático notable. El sobrino, que ha decidido ser
matemático, le pide consejo. Extrañamente el tío
Petros trata de disuadirle, sin conseguirlo. A partir de
ahí, y siempre con el enigma del tío Petros en el
fondo, se va engarzando la fase de formación
matemática del sobrino con el descubrimiento del
misterio de la personalidad del tío Petros.
Son muchos los aspectos interesantes y novedosos
de la obra. Está escrita por un matemático que sabe
bien de qué habla cuando habla de matemáticas y
que aun así ha tratado de dejarse asesorar por
grandes expertos en algunos temas sobre los cuales
es más difícil hablar, incluso para un matemático,
como Keith Ribet al tratar del teorema de Fermat-
Wiles (1995). La narración no adolece en absoluto,
como uno tal vez podría temer, de un sobrepeso
tecnicista que la hubiera podido hacer inaguantable.
El eje del interés es humano, es la pasión inmensa
del tío Petros por su tema desvelada poco a poco,
pasión que uno nunca llega a saber con certeza si le
conduce a la locura o a la apoteosis. Con datos
históricos plenamente fidedignos, excepto
naturalmente, los propios de la trama particular del
tío Petros, que cualquiera distingue como ficticios
aunque no inverosímiles. Sobre hechos matemáticos
de los que se puede uno fiar. Con una trama que
revela la inmersión del autor en el mundo de
vericuetos internos y trampas externas e interiores
en las que un matemático creativo real puede
enmarañarse, empujado y engañado por sus propios
intereses y por sus individuales espejismos. Escrita
con un grado de concentración excelente que logra
que en todo momento la narración mantenga al
lector atento y deseoso de saber lo que está por
llegar. Temáticamente centrada en problemas
matemáticos reales de total actualidad con la
característica de ser perfectamente inteligibles para
cualquier profano en matemáticas (el lector apenas
encontrará números en la novela y los pocos que
encuentra son plenamente asequibles para un
alumno de enseñanza básica) si bien su solución,
que como es de esperar aquí ni se toca, resulta
extraordinariamente complicada o inexistente en la
actualidad, como en el caso de la conjetura de
Goldbach. Doxiadis, con una maestría pocas veces
presente en los expositores de matemática, ha
logrado lo que hubiera parecido imposible. Construir
un potente drama basado esencialmente sobre la
conjetura de Goldbach que simplemente afirma que
cualquier número par mayor que 2 se puede
expresar como suma de dos números primos.
La traducción al español es buena y cuidada, lo que
no es nada trivial en una novela de tema
matemático. La presentación externa es agradable.
Alguna errata se ha deslizado en el texto, lo que
llama especialmente la atención porque el autor se
ha esmerado en colocar su historia dentro de un
marco real. En la página 110 al presentar
ocasionalmente una lista de los mejores
matemáticos de la historia aparece un tal Ruler entre
Newton y Gauss. Es claro que se trata de Euler. En
la página 113 se habla del Segundo Congreso
Internacional de Matemáticas celebrado en París en
1910. Tal congreso tuvo lugar en 1900, como por
otra parte ha aparecido ya con fecha correcta en la
página anterior.
Una mirada al mundo del matemático
Vale la pena aprovechar una ocasión como la
aparición de esta magnífica novela para asomarse a
eso que para el propio matemático aparece como un
tanto misterioso. ¿Por qué la dedicación a la
matemática puede ser apasionante hasta el punto de
absorber la vida de una persona tan drásticamente
como aparece en esta novela y como se da con
cierta frecuencia en la realidad?
A mi parecer, y como corresponde a la naturaleza
obscura de las motivaciones personales, las posibles
respuestas son muy variadas y complejas, aunque
hay probablemente muchos elementos comunes a
todas ellas. Uno de los mejores matemáticos del
pasado reciente, G.H. Hardy (1877-1946), escribió
en 1940 su Apología de un matemático, un ensayo
muy interesante (edición española reciente en
Nivola, 1999) en el que expresa de modo franco y
atrayente su concepción de la dedicación a la
matemática. Muchas de las ideas que él propone,
aunque no todas, son compartidas probablemente
por la mayoría de los matemáticos. La matemática
es bella en sí misma, un monumento mucho más
perenne que el bronce e incluso, como la mejor
música, mucho más universal que las producciones
literarias, aunque su belleza, "tan sólo asequible a
los ojos del alma", en frase de Platón, no se alcanza
sin cierto esfuerzo que nos la haga connatural y
familiar. La matemática es una aventura del espíritu
que ha producido objetos mentales que no pierden
con los siglos nada de su esplendor y grandeza,
como el cálculo infinitesimal, un pozo al que nos
asomamos con asombro creciente a medida que
maduramos y que, como dijo G. Polya, otro gran
analista matemático del siglo 20, "nunca se llega a
entender del todo; todo lo más nos acostumbramos
a él". La matemática es, como lo proclamaron ya los
pitagóricos de hace más de 25 siglos, la herramienta
adecuada para acercarnos más y más a "las raíces
y fuentes de la naturaleza eterna". La contemplación
de la transparencia de las verdades matemáticas y
de su adecuación a las realidades de nuestro
mundo, la observación de la eficacia de sus métodos
para resolver multitud de problemas, teóricos y
prácticos, relacionados con este universo lleno de
maravillas y de misterios que nos rodea, la
sensación de anticipación que el matemático tiene
cuando mediante las herramientas de su campo
hace surgir cohesión y unidad allí donde antes sólo
veía caos y desorden proporciona un placer
incomparable por el que vale la pena hacer el mayor
de los esfuerzos.
Por eso la matemática, que se ha comparado desde
antiguo con la música, y con la que tiene profundas
conexiones internas como ya detectó el mismo
Pitágoras, participa plenamente de las
características del arte como productor y facilitador
del goce estético de la belleza. Y de ahí viene el
hondo convencimiento de muchos de los
matemáticos más creativos de que quien no sea
capaz de contemplar la matemática a la luz de esta
belleza que la circunda no llegará a crear nada
verderamente válido en ella.
Cuando se consideran estos aspectos de la
matemática, que probablemente en un futuro aún
lejano no resultarán nada extraños a nadie, se siente
una honda pena ante la percepción de lo que hoy la
matemática significa colectivamente para nuestra
sociedad. Resulta lastimoso observar la degradación
en la que se ha ido sumergiendo la educación
matemática en nuestro entorno y en nuestros días.
Nuestro sistema ha conseguido, a través de
mecanismos mal programados, que incluso muchos
de los más inteligentes de nuestros niños que llegan
a las escuelas con la mente llena de la curiosidad
más propicia para conseguir hacerles apreciar algo
de lo que la actividad matemática realmente
significa, al cabo de pocos años resulten
contaminados con el miedo y las obsesiones hacia
ella en que la sociedad, en bastantes casos sus
propios maestros, están sumergidos. A mi parecer la
raíz de tan triste situación de nuestro sistema
educativo se encuentra en que no hemos
proporcionado a nuestros maestros de la enseñanza
inicial las oportunidades adecuadas para que ellos
mismos sean capaces de contemplar el quehacer
matemático con otra visión distinta de la mera
manipulación y rutina que conducen necesariamente
al aburrimiento. Por esta razón es tanto más de
agradecer la aparición reciente de otra de esas
novelas de tema matemático que puede constituir
una verdadera fuente de inspiración para alumnos y
profesores de cualquier nivel, así como para
cualquier persona culta que desee apreciar desde
dentro lo que la matemática ha representado y sigue
representando en la cultura humana.
Entran el loro y su teorema
Denis
Guedj
es
Para un matemático es claro que las ideas sobre este asunto de uno de los
grandes del siglo en su propia profesión han de resultar fuertemente
estimulantes. Y esto es así aun en el caso, incluso tal vez precisamente por
ello, de que en muchos puntos las ideas de Hardy resulten un tanto chocantes
con sus propias ideas acerca del quehacer matemático.
http://www-groups.dcs.st-and.ac.uk/~history/Mathematicians/Hardy.html
En las breves notas que siguen me restringiré a comentar unas pocas de las
muchas ideas interesantes que Hardy desarrolla en su obra.
En 1945, cinco años después de la publicación del libro y dos años antes de la
muerte de Hardy, la matemática de Einstein, junto con otros avances de la
física, había dado lugar a la bomba atómica. Probablemente las afirmaciones
tajantes que se pueden leer en este libro hubieran sido matizadas tras un
acontecimiento como éste.
Hay una buena porción de los temas tratados por Hardy en su obra que
probablemente seguirán generando siempre una fuerte diversidad de
opiniones, tanto entre los matemáticos de cualquier nivel, como entre los no
matemáticos.
Como se puede observar, hay en la obra de Hardy una gran cantidad de ideas
que estimulan el pensamiento de quien se pone en contacto con ellas. Pienso
que la republicación en castellano de las interesantes páginas de Hardy servirá
para animar a matemáticos y no matemáticos a meditar profundamente sobre
el sentido mismo del quehacer matemático.
Miguel de Guzmán