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Obstáculos epistemológicos en el
pensamiento latinoamericano
¿Por qué no tenemos teoría sociológica?

Juan Miguel Chávez1 y Francisco Mujica2

Sería fertilizante llevar a cabo una


sociología y hasta una psicopatología
de los sentimientos y resentimientos
que dan origen a estos fenómenos de
éxtasis venerativo ante ciertas culturas prestigiosas
y particularmente ante todo lo que nos llega desde París.

Ernesto Sábato

Origen y estructura de la teoría sociológica


La sociología nace como ciencia frente a la incapacidad
metodológica de la filosofía y de la historiografía del siglo XIX
para una explicación sistemática ante problemas histórico-
culturales de inédita existencia3. La sociología emerge en tan-
to disciplina científica como un conato de reflexión teórica
y tratamiento conceptual frente a la experiencia moderna de
la pérdida del control sobre los resultados de la acción social: la
pauperización masiva de sectores sociales como consecuencia

1 Este trabajo se debe al Programa MECE 2 Educación superior, proyecto FR 0901


«Fortalecimiento de las Ciencias Sociales y Humanidades en la Universidad de La
Frontera». Este proyecto también forma parte de la línea de pensamiento lati-
noamericano del centro de investigaciones sociológicas UFRO-SUR.
2 Agradezco a CONICYT por su apoyo. Esta publicación ha contado con el patroci-
nio del programa CONICYT PAI/INDUSTRIA 79090016.
3 Cf. Marcuse, H., Razón y revolución, Madrid, Alianza, 2010, 464.
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del desarrollo de la economía capitalista, la socavación de la


cohesión valórica como resultado de la individualización, o la
incapacidad social de controlar la utilización del poder estatal,
sintetizan la experiencia que lleva al surgimiento de la teoría
sociológica, a saber: los costos del progreso y las consecuencias
indeseadas de la acción social.
Lo que ha sido denominado “el programa clásico de la teoría
sociológica” es un testimonio fehaciente de esto: mientras Marx4
muestra que la pauperización del proletariado es uno más de los
escorzos de la nueva forma general de producción mercantil y de
acaparación del excedente social en el contexto de la economía
capitalista, Durkheim5 ilustra las nefastas consecuencias de la di-
visión del trabajo y la diferenciación organizacional; a la vez, We-
ber6 derrocha elegancia conceptual al explicar los totalitarismos
como expresión de la universalización de la crisis de sentido que
deriva de la burocratización de la vida social.
La génesis de la teoría sociológica lleva como sello una pre-
tensión de universalidad. A pesar de las diferencias temáticas y
de los respectivos diagnósticos, Marx, Weber y Durkheim tienen
dos coincidencias características:

1. Cada uno de los tres autores supone que los problemas


empíricos observados –y que los llevaron en un primer
momento a desarrollar los fundamentos de su reflexión– no
son más que una expresión de una realidad omniabarcante,
estructural y relativamente indiferente a las acciones, interpre-
taciones y expectativas de los actores. Esa realidad se llama “es-
tructura social”, “orden social”, o simplemente “sociedad”.

4 Cf. Marx, K., El capital: Crítica de la economía política, tomo I, Libro I, F.C.E., Méxi-
co, 2014.
5 Cf. Durkheim, E., El suicidio, Madrid, Akal, 2012, 352.
6 Cf. Weber, M., Economía y sociedad, México, F.C.E., 1993, 1246.
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2. Tanto Weber, Marx y Durkheim intentarán apropiarse


de la realidad social a partir de una delimitación opera-
tiva. Es decir, el orden social se delimita en relación a
otras esferas de la realidad, en tanto ella se distingue por
reproducir una operación diferencial de carácter universal.
En el caso de Marx, esta operación se denomina “trabajo”
–ergo, para Marx, sólo donde hay trabajo hay sociedad–;
para Durkheim esta operación se denomina “conciencia
colectiva”; y para Weber la operación diferencial de lo
social lleva por nombre “acción social”.

La estrategia teórica elegida por la teoría sociológica clásica


será una de las grandes marcas de la sociología en tanto disci-
plina, al punto que se reproducirá en el programa de la teoría
sociológica contemporánea: mientras Parsons7 toma la posta de
Weber para delimitar lo social en tanto “acción social” (su con-
cepto de “acto unitario”), Habermas8 hará lo propio al entender
lo social en términos de “racionalidad comunicativa”; mientras
que Luhmann9 tematizará lo social a partir del concepto de “co-
municación”.
Esta breve revisión de las particularidades de la teoría so-
ciológica nos ha permitido entrever un rasgo decisivo de la fi-
sonomía de la teoría sociológica en general, a saber: la forma en
que se ha diferenciado, estabilizado e institucionalizado la teoría
sociológica conlleva una apuesta por la universalidad, en tanto la
universalidad de su objeto (la sociedad) obliga a una delimitación
analítica cuyo fundamento sea un constructo o concepto de alcance
universal (como lo pretenden ser el concepto de trabajo en la

7 Cf. Parsons, T., The structure of social action, Nueva York, Free Press, 1967, 368.
8 Cf. Habermas, J., Teoría de la acción comunicativa, Madrid, Trotta, 2011, 992.
9 Luhmann, N., Sistemas sociales: Lineamientos para una teoría general, México,
Anthropos, 1998, 445.
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tradición marxista, el de acción social en sus distintas variantes,


el de conciencia colectiva y el de comunicación)10.
La revisión sobre la emergencia y especificidades de la teoría
sociológica nos ha permitido revelar invariantes y regularidades
en su fisonomía interna y en su estructura disposicional: la forma
integral de hacer teoría sociológica –tanto en el programa clási-
co como en el contemporáneo– se caracteriza no sólo por una
apuesta por la universalidad del conocimiento sociológico, sino
por mostrar que la apuesta por la universalidad de la teoría socio-
lógica recae en una necesidad, a saber: la elección de un concepto
teórico de carácter universal se debe a la universalidad del objeto
estudiado (sociedad) y de su operación diferencial.
Esta decisión tiene una implicancia crítica. La decisión de
prescribir necesidad de universalidad epistemológica a partir de
la universalidad del objeto revela que en la forma de hacer teo-
ría sociológica hay una intrincación profunda entre dos niveles de
análisis: las características distintivas del objeto -en este caso, la
sociedad (sus expresiones, aspectos, modos de aparecer, estados
históricos)- y las propiedades epistemológicas del concepto elegi-
do para delimitar a la sociedad.

10 Valga la advertencia de que afirmamos aquí que se trata de una pretensión y no


necesariamente de un logro. La apuesta por la universalidad del conocimiento
sociológico remite al desafío de desarrollar una teoría que sea correlativamente
universal a su objeto, es decir, que muestre la capacidad efectiva de abarcarlo. La
discusión sobre qué concepto tiene un mayor rendimiento frente a ese desafío
es una cuestión que excede el objetivo de este trabajo, no sólo desde el punto
de vista del objetivo temático de nuestro artículo, sino porque supone un análisis
de las pretensiones de validez del conocimiento en cuanto tal, del estatuto de la
teoría sociológica en el contexto de la generación de conocimiento sociológico
(el que no es sólo teórico), además de una reflexión sobre la pertinencia que el
concepto de conocimiento científico puede tener (o no) en el caso de un objeto
tan particular como la sociedad, no sólo por su extensión y tesituras, sino porque
ella misma genera condiciones para la génesis del conocimiento (concepto que se
vuelve criterio para analizar a la sociedad una vez que ella lo generó).
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Podemos ver ahora que la teoría sociológica se ha desenvuel-


to como programa de investigación, haciendo teoría simultánea-
mente a dos niveles:

• Un nivel que denominaremos “teoría sociológica”. En


él se dirime el rendimiento epistémico y la pertinencia
analítica de la categoría fundamental que delimita lo so-
cial en tanto operación. Ejemplos de este nivel son los
conceptos de trabajo (Marx 2014), conciencia colectiva
(Durkheim 2012), acción social (Habermas 2011) y co-
municación (Luhmann 1998).
• Un segundo nivel que denominaremos “teoría social”.
En él se caracteriza la extensión de lo social, se muestran
regularidades, se describen alcances y manifestaciones
de su operación general. Ejemplos de este nivel concep-
tual son la descripción del mecanismo de la extracción
de la plusvalía como consecuencia de la categoría traba-
jo (Marx 2014), la ética protestante y la burocratización
organizacional como formas de racionalización de la ac-
ción social (Weber 1993), la diferenciación social como
desenvolvimiento de la conciencia colectiva (Durkheim
2012) o la emergencia y diferenciación de sistemas fun-
cionales como expresión de la comunicación (Luhmann
2007).

Sin duda que la coexistencia de ambos niveles de análisis


no ha pasado desapercibida para los principales representantes
del programa de investigación teórica en sociología. El ejercicio
de conciliación frente a la dicotomía entre teoría sociológica y
teoría social nos revela una última característica estructural de
la teoría sociológica en tanto programa, a saber: su preferencia
por supeditar la teoría social a la decisión analítica constitutiva
de la teoría sociológica, vale decir, la sociedad puede ser descri-
ta como “alienada” sólo cuando es –antes que todo y primero
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que nada- trabajo (Marx 2014); así como la profecía sobre la


catástrofe de la burocratización sólo es concebible en la medida
en que la sociedad es ya siempre acción social (Weber 1993),
al igual que la estabilización de sistemas funcionales no es más
que una forma posible de manifestación de la comunicación
como operación constitutiva de lo social (Luhmann 2007).
La gran conclusión que podemos extraer de la reconstruc-
ción esbozada en este apartado es la siguiente: tanto el origen de
la sociología, como la estructura interna y el estilo de la teoría so-
ciológica en tanto programa tienen un motivo teorético, ya que en
ellas hay una apuesta o preferencia por la universalidad del cono-
cimiento sociológico como necesidad derivada de la universalidad de
la sociedad. Este factum estilístico se ha constituido e institucio-
nalizado como criterio de referencia en la producción teórica en
sociología, pero, ¿cómo se ha desenvuelto la producción de teoría
sociológica en América Latina? ¿Cuáles son las particularidades
de la reflexión teórica en la sociología latinoamericana y cómo se
ha estructurado su fisonomía? Ensayaremos una respuesta a estas
interrogantes en el próximo apartado.

El sello de la sociología latinoamericana: el discurso identitario


Si en los centros de la tradición vétero-occidental de pensa-
miento, el tipo de discurso sociológico que se ha institucionali-
zado y diferenciado es una teoría sociológica con pretensiones de
universalidad cognitiva, el tipo de discurso que se ha conforma-
do en América Latina como forma de conocimiento y reflexión
sobre la evolución social puede ser definido como discurso iden-
titario.
Por discurso identitario entendemos una hipótesis que sub-
yace al pensamiento latinoamericano en general y a la sociología
en particular a partir de la cual se supone que América Latina
genera un pensamiento disociado de su auténtica realidad, en tanto
el pensamiento que ella produce, se caracteriza por no coincidir
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con sus problemáticas fundamentales11. De ahí que prácticamente


todos los desarrollos sociológicos latinoamericanos se inicien con
el aproblemático diagnóstico de que la sociedad latinoamericana
se encuentra siempre en transición (ya sea hacia el desarrollo, hacia
la modernidad o en vías de alcanzar su auténtica identidad cultu-
ral y/o atingente forma de organización social).
Baste con mencionar las producciones arquetípicas de la
sociología latinoamericana y se verá la verdadera obsesión por
examinar ya sea los obstáculos al desarrollo, lo fallida de nuestra
modernidad, “nuestra inferioridad con respecto a los centros”.
El caso es que el denominador común que atraviesa las obras de
pensadores tan disímiles como Octavio Paz12, Pedro Morandé13,
Gino Germani14, Theotonio dos Santos15, Rodolfo Kusch16 es la
disposición incuestionada de “pensar siempre hacia”: hacia el de-
sarrollo, hacia la modernidad, hacia la diferenciación, hacia Eu-
ropa, hacia nosotros mismos. La primacía del discurso identitario
ha estabilizado (o encadenado) a la sociología latinoamericana en
torno a la pregunta “¿qué le falta a nuestra identidad para?”.
De aquí que no sea casualidad que todas estas experiencias
destacaran la problemática del desarrollo de América Latina res-
pecto de su atraso en comparación a Europa y Estados Unidos, y

11 Entre esas problemáticas fundamentales se encuentran el retraso económico


latinoamericano, la debilidad de su institucionalización, el truncamiento de su
industrialización, la asincronía de su desarrollo, su insuficiente diferenciación,
la particularidad de su identidad, o las características de su dependencia de los
centros.
12 Cf. Paz, O., El laberinto de la soledad, Madrid, Cátedra, 2004, 584.
13 Cf. Morandé, P., Cultura y modernización en América Latina, Madrid, Encuentro,
1987, 187.
14 Cf. Germani, G., Política y sociedad en una época de transición: de la sociedad tradi-
cional a la sociedad de masas, Buenos Aires, Paidós, 1974, 371.
15 Cf. Dos Santos, T., Imperialismo y dependencia, Caracas, Fundación Ayacucho,
2011, 156.
16 Cf. Kusch, R., Obras completas (Tomo II), Editorial Fundación Ross, Córdoba,
2000, 703.
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que manifestaran una notoria preocupación por la elaboración de


un pensamiento propio, adecuado a la propia realidad y con el decla-
rado propósito de que pensar sobre la sociedad debiese estar orientado
a una transformación de aquélla, sobre todo atendiendo a su estado
de atraso o subdesarrollo.
La primacía del discurso identitario como hipótesis funda-
dora del pensamiento latinoamericano en general y de la socio-
logía en particular le ha dado una fisonomía que se organiza en
torno a cinco propiedades:

1. Anhelo de autenticidad. La problemática de la autenti-


cidad del pensamiento sociológico en América Latina se
refiere a la interrogante de en qué medida puede afirmar-
se que su pensamiento se generó en base a una confronta-
ción inmediata con los “problemas reales de América La-
tina”, o que, por el contrario, se trataría más bien de una
adopción, importación o transferencia de los problemas
“de tipo social” y de los contenidos del desarrollo de la
teoría de los centros de pensamiento mundial. No fueron
los problemas propios los que se trataban, sino la impor-
tación o traducción irreflexiva bajo la luz de los conte-
nidos teóricos. Estos contenidos sirven para tergiversar
o desdibujar los problemas reales de América Latina en
problemas que, más bien, caracterizarían a los centros.
2. Vigilancia ante la cientificidad. El pensamiento y la so-
ciología latinoamericanos se caracterizan por una especial
atención al descubrimiento de las llamadas “implicacio-
nes políticas” que traerían consigo o acarrearían las teo-
rías generadas en los centros mundiales de pensamiento.
Al interpretar las teorías de los centros a partir de una
distinción entre la separación ideal típica de los funda-
mentos “teóricos” y las inspiraciones “político-sociales”
de las teorías, queda de manifiesto que son los últimos los
que predominan en la lectura de las teorías desarrolladas
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en el extranjero. La problemática de la vigilancia ante la


cientificidad evidencia dos disposiciones estrechamente
vinculadas y dominantes hasta hoy en día: o se leían los
fundamentos epistémicos de aquellas teorías importadas
para poder reconocer las implicancias políticas que moti-
varían necesariamente a un proyecto de desarrollo (pro-
yecto, no obstante, inviable en el contexto latinoameri-
cano); o la argumentación se dirigía hacia las epistemolo-
gías contenidas en estas teorías, afirmando, sin embargo,
que éstas no serían atingentes para una cultura como es
la latinoamericana.
3. Herodianismo intelectual. Buena parte de las propuestas
programáticas y lineamientos para la acción que derivan
del pensamiento latinoamericano se condecirían con la
fórmula de Arnold Toynbee17, según la cual se propug-
na una estrategia de cambio social que carecería de base
social efectiva para conseguirse. Al igual que el intento
napoleónico de imponer los principios organizadores de
la Revolución Francesa en España, la sociología latinoa-
mericana ha sido una gran representante del herodianis-
mo, ya que en su afán de alcanzar el nivel de desarrollo
de las “sociedades modernas”, los intelectuales latinoa-
mericanos han demostrado su falta de realismo al caer
en una suerte de espejismo teórico, que no se caracteriza
tanto por la importación de problemáticas teóricas de las
sociedades modernas, sino más bien por la peculiaridad
o inviabilidad de las estrategias de desarrollo propuestas
para superar los problemas del retraso social en América
Latina.

17 Toynbee, A., A study of history, Oxford, Oxford University Press, 1947, 628.
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4. Escatologismo cognitivo. La producción intelectual la-


tinoamericana se caracteriza, asimismo, por el hecho de
atribuir a la sociedad latinoamericana una condición utó-
pica, paradisiaca o de concreción social de grandes anhe-
los históricos en comparación a las experiencias históricas
de los centros. En sus distintas variantes, para el pen-
samiento social latinoamericano, domina la opinión de
que América Latina, aun no cargando con la tradición,
llegaría a ser el continente de la realización de la demo-
cracia ideal, o que América Latina constituye el reservo-
rio de la cultura humanista desmoronada en Europa en
el curso del desarrollo tecnológico y la masificación de la
sociedad, que América Latina representa un caso inmejo-
rable para un desarrollo económico pujante y armónico,
así como la idea de que la región –dada la particularidad
de su configuración cultural- estaría en mejor condición
de amortiguar las tendencias de desintegración de los
procesos de modernización.
5. Primacía esteticista. El pensamiento latinoamericano se
distinguiría, por último, por una especie de monopolio
estético que caracterizaría la cultura o sociedad latinoa-
mericana. Esta perspectiva no debe entenderse como una
problemática de estilos o formas de expresión, sino que
la modernidad de América Latina ha sido tratada por
discursos literarios y sociales ensayísticos de los cuales
las ciencias sociales, a pesar de todos sus intentos, no
ha podido desprenderse con facilidad. Esta concepción
comenzó su trayectoria con el modernismo de los años
20, según la cual América Latina, si bien no habría ge-
nerado “sistemas productivos” de carácter moderno, sí
habría creado modernos sistemas de representación. De
ello se ha establecido la perspectiva de que la literatura o
la ensayística socio-literaria siempre se habría adelantado
a los discursos “racionales” o a la producción de “teorías
111

abstractas” en la interpretación de la evolución social de


América Latina.

Pero las características del discurso identitario no sólo tienen


como fin impulsar el establecimiento de un “pensamiento so-
ciológico” en armonía con la “identidad latinoamericana”, sino
que en esta misión no podía pasar desapercibido que en las ten-
dencias constituyentes de este discurso siempre ha estado y está
presente la preocupación por encontrar un sujeto socialmente apto
para el desarrollo de América Latina. La justificación de esta con-
clusión programática que atraviesa el discurso identitario sucedía
siempre mediante la idea de que la sociedad latinoamericana y
su evolución constituyen una realidad sui géneris en comparación
al desarrollo en los centros (de ahí la necesidad de preparar cog-
nitivamente el terreno –a partir de los desarrollos del discurso
identitario y sus prestaciones– para la generación de un sujeto
transformador de la particular realidad latinoamericana).
La primacía social, cognitiva y estilística del discurso iden-
titario tiene gravísimas consecuencias para la actividad teórica
latinoamericana, en especial para la sociología. En primer lugar,
los medios propios de la sociología –particularmente sus medios
teóricos– van siendo impregnados de las figuras semánticas propias
del discurso identitario. En el transcurso de su devenir podemos
constatar como todo el pensamiento social latinoamericano for-
mula tanto los problemas como las interrogantes centrales respecto de
la evolución social y del mismo pensamiento sobre la sociedad en la
lógica argumentativa del discurso identitario, activando la lógica
del discurso identitario al interior de la propia sociología, lo que
finalmente permeabiliza toda la actividad sociológica (así como a
todas las ciencias sociales en la región).
El desenvolvimiento del discurso identitario al interior de
la sociología latinoamericana hace que, en el transcurso de su
diferenciación en tanto disciplina, sus desarrollos particulares
y estabilizaciones semántico-programáticas se conviertan en
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obstáculos epistemológicos para la elaboración teórica en América


Latina18.
Pero la condición de obstáculo epistemológico para la ge-
neración de teoría sociológica en América Latina que ostenta el
discurso identitario, no se explica exclusivamente por su estabili-
dad histórica, estabilización semántico-disciplinaria, irradiación
formativo-institucional o por su rendimiento epistemológico.
Los obstáculos epistemológicos para la generación de teoría so-
ciológica tienen, también, un fundamento social. Examinaremos
los motivos estructurales de obstaculización teórica en América
Latina en el siguiente apartado.

Obstáculos estructurales a la producción de teoría sociológica


en Latinoamérica: el discurso identitario como expresión de la
condición de modernidad inducida
La descripción del escenario histórico general en el que se ha
desenvuelto el pensamiento latinoamericano nos ha permitido
descubrir la base histórico-intelectual a partir de la cual surge la
sociología latinoamericana. Puede verse, a partir de esto, que la
primera particularidad de la sociología latinoamericana, en tanto
programa de producción intelectual es que, a pesar de la existen-
cia de un proceso de institucionalización altamente formalizado
de las disciplinas de las ciencias sociales, y la correspondiente
diferenciación comunicativa de una provincia del saber como la
sociología, y otras disciplinas análogas de las ciencias sociales –en
virtud de razones estructurales que expondremos a continuación-,
no puede sustraerse a la matriz cognitiva del discurso identitario. Y
es precisamente a causa de esta referencia constante al discurso

18 En el sentido en que lo entiende Luhmann, 2007, op. cit., siguiendo a Gaston


Bachelard, cf. La formation de l´esprit scientifique, París, VRIN, 1984, 304.
113

identitario que, aunque la diferenciación interna de la sociología


latinoamericana, en tanto programa de investigación, se desen-
vuelve con el instrumentarium genuinamente sociológico. No
sólo no logra sustraerse a las premisas del discurso identitario,
sino que lo retroalimenta en tanto reformula los problemas e in-
terrogantes centrales del discurso identitario sobre la evolución
social, como respecto de las interpretaciones que se hacen de la
evolución social (así como de evolución de tales interpretaciones)
al interior de sus esquemas y premisas fundamentales. El discurso
identitario no es sólo la matriz del pensamiento sociológico la-
tinoamericano, sino que en el desenvolvimiento de la sociología
latinoamericana presenciamos una incesante continuación del
discurso identitario por medios sociológicos.
Sin duda que esta trayectoria en la sociología latinoamerica-
na no es arbitraria, sino que es relativa y codependiente al tipo
de evolución social diferencial de la sociedad latinoamericana.
Denominaremos al tipo de evolución social de la sociedad la-
tinoamericana como modernidad inducida. La formación social
latinoamericana, en tanto modernidad inducida, constituye la
gran explicación en torno al por qué emerge y persevera el dis-
curso identitario en el contexto latinoamericano (particularmen-
te desde su surgimiento como una unidad socio-cultural con au-
tonomía política)19.
Pero ¿en qué consiste en términos sociológicos el tipo de
estructuración societal que hemos denominado “modernidad in-
ducida”?

19 Sin duda que el discurso identitario tiene precedentes. Antecedentes de esta


semántica identitaria se encuentran ya en la Colonia en la figura del arbitrio pro-
pia del medioevo español, así como en la literatura del siglo de oro español. Ya en
Calderón, Quevedo y Cervantes aparece la reflexión del español como buscando
en su identidad los motivos del estancamiento o modernidad fallida en España.
Cf. Almarza, S., Pensamiento crítico hispanoamericano. Abitristas del siglo XVIII,
Madrid, Pliegos, 1990, 149.
114

El concepto de modernidad inducida apunta a subrayar el


hecho de que la sociedad latinoamericana tiene –qué duda cabe–
rasgos típicamente modernos (dinero, Estado de derecho, gra-
dos de individuación personal, urbanización, derecho positivo,
por mencionar algunos); pero que dichos rasgos no entregan el
rendimiento esperado y característico de las herramientas de los
centros modernos20. De aquí que lo que caracterice a este tipo de
órdenes sociales sea el hecho de que se le exija incesantemente a
la política que induzca procesos de generación o fortalecimiento de
estructuras sociales típicamente modernas. De aquí el destino que
profetizara para América Latina la escuela desarrollista (Cardoso
y Faletto, 2003, Germani, 1974): en tanto resultaron incomple-
tos los procesos de modernización en América Latina, el rendi-
miento de instancias sociales claves en la sociedad latinoamerica-
na (mercado, ciencia, tecnología), estará supeditado, en último
término, a la operatividad de la lógica de los centros modernos.
He ahí el motivo de la dependencia crónica de América Latina
con respecto a los centros21.
La consecuencias epistemológicas, científicas, políticas y
programáticas de la condición de modernidad inducida son gra-
vísimas y extremadamente ilustradoras de la experiencia latinoa-
mericana. En primer lugar, he aquí el motivo central de por qué

20 Como lo muestra el hecho de que en múltiples lugares de América Latina todavía


perviven economías pre-monetarizadas, así como locaciones en donde el Esta-
do no tiene ninguna operatividad, ámbitos en donde el discurso, la reflexión y
la deliberación no ostentan eficacia y ni qué decir sobre la bajísima potencia de
la cultura científica moderna o sobre el sustrato tecnológico de la medicina, la
ciencia o la investigación universitaria.
21 Ejemplos primos de estos son el rol desaventajado de la inserción latinoameri-
cana en comercio internacional (como productor endémico de materias primas,
dada la carencia de industrialización), la dependencia a nivel científico-tecnoló-
gico, farmacológico y bélico-técnico, su retraso informativo en relación a los
derroteros del mercado financiero mundial (lo que da cuenta de buena parte de
las crisis financieras latinoamericanas en el siglo XX), así como la dependencia
cognitiva con respecto a los desarrollos intelectuales en los centros.
115

resulta tan difícil en la sociedad latinoamericana plantear con la


radicalidad y abstracción sociológicas requeridas los dilemas so-
ciales privativos de su circunstancia histórica particular, así como
la clarificación –al nivel teórico más elaborado posible– de en
qué consistiría la pretensión de eficacia de los programas sociales
derivados de las dificultades históricas. No por casualidad la tota-
lidad del pensamiento en América Latina aparece como disocia-
do de su propia realidad: la condición de modernidad inducida
tiene como consecuencia la transferencia de esquemas conceptuales
generados en los centros, lo que relega los problemas a un nivel de
fuerza de abstracción notoriamente por debajo de la complejidad
alcanzada por la problemática en cuestión (en tanto el problema
no es enfocado en su gravedad social y realidad histórica, sino
tematizado ideológicamente, a partir de las tradiciones epistemo-
lógicas de los centros).
De aquí la razón de fondo de la recurrencia de la estrategia
–tan características de las políticas públicas y las intervenciones
organizacionales latinoamericanas– de la copia irreflexiva; que no
es más que el resultado de la asimetría entre centro y periferia, y
la expresión prima del cierre del horizonte del pensar en América
Latina, que resulta de su condición de modernidad inducida.
La conclusión natural de la condición de modernidad indu-
cida –en la medida en que se prescribe socialmente una forma de
pensar disociada de la realidad histórica– es la degradación de toda
actividad de generación teórica, diseño conceptual, desarrollo cogni-
tivo o desenvolvimiento intelectual a activismo político. En la medi-
da en que todos los esfuerzos se reducen a alcanzar los centros (lo
que nada tiene que ver con crecimiento epistémico o apropiación
histórica adecuada), el pensamiento latinoamericano es activado
hacia movimientos voluntaristas y mancomunados por emular y,
sobre todo, por certificar su cercanía a la lógica de los centros. Es
decir, el pensamiento es reconducido a una esfera judicativa corres-
pondiente con la problemática no de lo cognitivo, sino de lo político
116

(en tanto se le exige erguirse como estrategia de encauzamiento


hacia la modernidad o el desarrollo).
De aquí la condición estatutaria del pensamiento en Amé-
rica Latina: la modernidad inducida requiere del pensamiento
como insumo ideológico, ya que –al no poder sustraerse a las
lógicas de los centros y al cierre estructural del horizonte– se re-
quiere colonizar socialmente el discurso intelectual supeditando su
eficacia y validez a los procesos de transformación estructural para la
construcción de los correlatos semántico-ideológicos. La elaboración
intelectual o de formas de pensamiento en sentido amplio obtie-
ne obligadamente el carácter de pensar la realidad a partir de la
política (en la medida en que se le exige socialmente a la política
encontrar formas de inducción voluntarista de las estructuras ca-
racterísticas de la modernidad en los centros mundiales).
Pero no sólo se explica la primacía del discurso identitario
como obstáculo para la generación de una teoría sociológica en
América Latina, en tanto correlato discursivo de la realidad es-
tructural, que es la condición de modernidad inducida. El punto
de partida y despliegue del discurso identitario coincide, asimis-
mo, con el momento histórico en que las ciencias sociales en las
periferias –independiente del esquema teórico con el cual co-
menzó su institucionalización– tuvieron como finalidad central
dar cuenta de las diferencias entre las modernidades centrales y la
modernidad inducida. Este foco analítico en la diferencia entre
tipos de modernidades fue un sustento fundamental para el des-
pliegue del discurso identitario en las ciencias sociales, así como
uno de los motivos claves para la imposibilidad de generar teoría
sociológica en América Latina: la condición de dependencia de
los centros estabiliza una lógica operativa que lleva a que en el
momento mismo en que aparezcan las modas de los centros, las
periferias activen la demanda de inducción moderna (seguir la ten-
dencia del centro); lo que obliga a postergar o sustituir el necesario
proceso de apropiación reflexiva de una experiencia histórica en el
contexto de la producción teórica.
117

El vacío derivado de esta condición –la sustitución de la re-


flexión por la copia exige ofrecer una respuesta cognitiva– fuerza
a acudir nuevamente al discurso identitario como herramienta
explicativa y lleva a concluir, en términos tendenciales, que el
problema en cuestión es producto de la alienación de la sociología
latinoamericana con respecto a su realidad y a deducir que el gran
dilema de la elaboración teórica sería el de producir una teoría pro-
pia, auténtica, no disociada de su propia realidad. Es precisamente
en este movimiento que el discurso identitario, como instru-
mento intelectual, revela su condición de obstáculo, en tanto, la
apelación hacia la identidad como arma frente a la lógica de la
condición de modernidad inducida no hace sino retroalimentar
el problema, en tanto ella activa el mismo repertorio fundamental
de su matriz conceptual; por lo que nunca se llega a plantear con
la radicalidad y abstracción suficientes el dilema de cómo producir
sociología de tipo genuinamente epistémico (es decir, que permita
clarificar al nivel teórico más elaborado posible en qué consistiría
un conocimiento sociológico latinoamericano con genuina pre-
tensión de universalidad).
Creemos que la descripción e intento de explicación que
hemos llevado a cabo en torno a las estabilizaciones semánticas
del pensamiento y la sociología latinoamericanos –fundamen-
talmente el discurso identitario y sus características epistemoló-
gicas– , así como de las estructuras sociales que generan y re-
producen el discurso identitario (la condición de modernidad
inducida y la dependencia crónica de los centros de la sociedad
latinoamericana), constituyen un primer núcleo hermenéutico
para dar cuenta de la tendencia al “hiatus irrationalis” en la so-
ciología latinoamericana, es decir, a la contraintuitiva hipótesis
epistemológica desde donde empieza toda la reflexión socioló-
gica latinoamericana, a saber: la particularidad del derrotero so-
cial y de la identidad latinoamericana obligan a concluir que no
existen conceptos que puedan aprehenderla universalmente (los
conceptos desarrollados por los centros sólo serían válidos para la
118

experiencia histórica de los centros)22. Concluiremos este trabajo


mostrando que las grandes aspiraciones planteadas en y por el
discurso identitario se condensan en torno a la problemática de
cómo resolver la pretensión de universalidad de un conocimiento
sociológico que se pretenda rigurosamente científico.

Conclusión: desafíos teóricos del discurso identitario


Nuestro trabajo de análisis del discurso identitario ha pre-
tendido mostrar que, en virtud de una elección no arbitraria (la
estructuración social latinoamericana en términos de moderni-
dad periférica), la sociología latinoamericana, en su afán de des-
cribir a la sociedad latinoamericana (y así misma), ha contribui-
do, al mismo tiempo, tanto a la diferenciación como al bloqueo
epistemológico del pensamiento latinoamericano. Con ello no se
postula aquí que se trate de una suerte de “pensamiento subde-
sarrollado”, sino que se indica aquello que pensamiento latinoa-
mericano designa como su gran desafío y problema: generar un
pensamiento propio, adecuado a su propia realidad a través del
discurso identitario–. No puede lograrlo, ese recurso bloquea el
ingreso a la interrogante por las posibilidades de gestación de una
pretensión de universalidad del conocimiento sociológico.

22 La noción de “hiatus irrationalis” es un concepto angular de la tradición neo-kan-


tiana que Lask rescata en su lectura de Fichte como preparación de su crítica al
hegelianismo. El concepto hace referencia a la impertinencia de la pretensión he-
geliana de subsumir a la realidad en un concepto. Ante esto, la escuela neokan-
tiana muestra que entre realidad y concepto hay un “hiato de irracionalidad”.
Aprovechamos esta expresión para mostrar la reticencia del pensamiento lati-
noamericano frente a la idea de que existan las herramientas epistemológicas
para captar la especificidad latinoamericana. Para el concepto de “hiatus irra-
tionalis”, cf. Rickert, H., Die Grenzen der naturwissenschaftlichen Begriffsbildung,
Eine logische Einleitung in die historischen Wissenschaften, Tubingia, Logos, 1913,
248.
119

A modo de conclusión, en este apartado esbozaremos los de-


safíos teóricos que derivan de la primacía del discurso identitario
en la sociología latinoamericana.
En primer lugar, todo conato de producción de teoría so-
ciológica en América Latina –y en cualquier latitud- debe sobre-
ponerse a la trampa de la identidad, es decir, cualquier intento
de problematizar teóricamente la sociedad latinoamericana debe
abstenerse de trazar sus distinciones fundamentales como refe-
rencia a la identidad de cualquier tipos, ya que dicho camino
constituye por sí solo un obstáculo al desarrollo de teoría so-
ciológica de carácter universal. Lo diferencial de la metodología
investigativa en teoría sociológica, y el desafío teórico específico
es indagar precisamente lo que hace la unidad de la sociología (no
obstante la existencia de diferencias fenomenológicas).
En segundo lugar, es fundamental estatuir en el corazón de
la producción teórica la pretensión de universalidad del cono-
cimiento sociológico (con independencia de su génesis geográ-
fica). Nos parece que la forma más adecuada para replantearse
la problemática de la pretensión de universalidad de la sociolo-
gía remite a la interrogante acerca de cómo es posible el orden
social. Pero no sólo respecto de lo que podríamos denominar
una respuesta de carácter estrictamente analítico –es decir, que
la cuestión dependa exclusivamente de la propuesta de un con-
cepto que postule un tipo de operación que dé cuenta y delimite
aquello que constituiría la sociedad–, sino también de hacerse
cargo en un sentido histórico de tal problemática; y precisamente
porque tal problemática ha sido inherente al objeto de i inves-
tigación. En tanto se trata de la pretensión de universalidad de
una determinada descripción macro de carácter teórico-social,
el debate en torno a su atingencia debe versar sobre la validez de
una determinada caracterización de la sociedad moderna. (Por
120

ejemplo: capitalismo o diferenciación funcional en los centros y


en la periferia)23.
Finalmente, todo desarrollo de una teoría sociológica con
pretensión de universalidad en la generación de conocimiento
sociológico debiese tener presente dos aspectos insoslayables. En
primer lugar, considerar como factum histórico el despliegue e
institucionalización de un complejo organizacional-institucional
diferenciado y especializado en torno a la discusión científica
de escala eminentemente internacional y alcance transnacional;
para lo cual sólo resultan válidas producciones científicas cuyo
horizonte es un conocimiento de carácter universal, basado en
motivaciones exclusivamente epistemológicas. En segundo lugar
(e inseparable de lo anterior), es decisivo reconocer que cual-
quier intento de superación del discurso identitario –así como
cualquier tentativa de generación de teoría sociológica– habrá
de reconocer y tomar como punto de partida imprescindible
que se está inmerso al interior de la semántica epistemológica
vétero-europea (y de ninguna otra). Ya que la noción misma de
conocimiento (así como la de crítica, especificidad y diferencia)
es creación y patrimonio de la tradición intelectual occidental.

23 Vale la pena mostrar cómo la carencia teórica en América Latina se testimonia


específicamente en este punto. El primado de la política ha sido el responsable
de leer a las teorías casi exclusivamente desde los presupuestos de diagnósticos
de teoría social y no de teoría sociológica (es decir, precisamente a la inversa que
en los centros modernos, donde la teoría social es el criterio de pertinencia de la
teoría sociológica). Esto ha conducido a una salida historicista y política, en el sen-
tido de determinar la validez de la teoría o del paradigma u orientación socioló-
gica en cuestión a partir de si el contexto histórico real se mostraba congruente
con el diagnóstico propio de la teoría social y no de la teoría sociológica. Sin duda
que esto ratifica el hecho de que en América Latina ha habido pensamiento social
y sociología, incluso extraordinarias descripciones científicas. El problema radica
en la casi total ausencia de teoría sociológica (conceptos de sociedad) y en la in-
versión de la jerarquía entre los niveles teóricos a causa de nuestra condición de
modernidad inducida.
121

Los desafíos esbozados anteriormente obligan al plantea-


miento de dos preguntas fundamentales:

1. ¿Cómo es posible plantear la necesidad de abandono


–o al menos de un fuerte distanciamiento analítico del
discurso identitario y de los correspondientes elementos
invariantes que de él se desprenden y que operan en y
a lo largo de las diferentes perspectivas sociológicas- si
al mismo tiempo nosotros mismos hemos arribado a la
conclusión de que su existencia no obedece a un mero ar-
bitrio, sino que es tributario y codependiente de instan-
cias estructurales que condicionan su existencia a través
de aquello que hemos conceptualizado como moderni-
dad inducida?
2. ¿Está la sociología latinoamericana en condiciones de
sustraerse a la semántica identitaria, o debe renunciar-
se a esa pretensión de manera explícita al reconocer la
pluralidad de contextos singulares y de una polisemia de
discursos, y decretar como inalcanzable la aspiración de
universalidad para ciertos contextos?

En los intentos de respuesta a estas interrogantes se jugará


no sólo el futuro de la teoría sociológica latinoamericana, sino de
buena parte del nivel de su reflexión intelectual y de su fisonomía
social e institucional. Tal vez la mejor forma de cambiar nuestra
particular sociedad sea renunciar a tener una relación particula-
rista con las ideas que de ella generamos.
122

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