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DEFINICION DE BIOLOGIA

La biología (del griego βίος [bíos], «vida», y -λογία [-logía], «tratado, estudio,
ciencia») es la ciencia que estudia a los seres vivos y, más específicamente, su
origen, su evolución y sus propiedades: nutrición, morfogénesis, reproducción
(asexual y sexual), patogenia, etc. Se ocupa tanto de la descripción de las
características y los comportamientos de los organismos individuales, como de
las especies en su conjunto, así como de la reproducción de los seres vivos y
de las interacciones entre ellos y el entorno. De este modo, trata de estudiar la
estructura y la dinámica funcional comunes a todos los seres vivos, con el fin
de establecer las leyes generales que rigen la vida orgánica y los principios de
esta.

En su sentido moderno, la palabra «biología» parece haber sido introducida


independientemente por Gottfried Reinhold Treviranus (Biologie oder
Philosophie der lebenden Natur, 1802) y por Jean-Baptiste Lamarck
(Hydrogéologie, 1802). Generalmente, se dice que el término fue acuñado en
1800 por Karl Friedrich Burdach, aunque se menciona en el título del tercer
volumen de Philosophiae naturalis sive physicae dogmaticae: Geología,
biología, phytologia generalis et dendrologia, de Michael Christoph Hanow y
publicado en 1767.

CIENCIAS AUXILIARES
Las disciplinas auxiliares de la historia son los campos de estudio que sin
identificarse estrictamente con la historia, están vinculadas a ella porque su
aplicación en las investigaciones históricas (permite a la historia alcanzar su
objetivo y algunas de estas disciplinas constituyen aplicaciones especializadas
de Ciencias sociales, sino ciencias físicos-naturales), como la fisiología, la
antropología, la economía, la geografía(ciencia que mantienen una estrecha
relación).

CIENCIAS AUXILIARES

 Antropología
 Cartografía
 Cronología
 Arqueología
 Demografía
 Ecología
 Economía
 Epigrafía
 Etnología
 Geología
 Geografía
 Paleografía
 Paleontología
 Lingüística
 Sociología
 Psicología
 Ética
 Política
¿Qué es la Filosofía? Sus funciones. Estructura del saber filosófico.

Objeto: La filosofía es un saber complejo sobre el mundo en relación con el hombre.


Esa relación es al mismo tiempo cognoscitiva, valorativa, práctica y comunicativa, en
su síntesis. Pero debe subrayarse que en el saber filosófico lo cognoscitivo
(gnoseológico) y lo valorativo (axiológico), se integran en unidad indisoluble; pues al
hombre no sólo le interesa qué son las cosas, sino para qué le sirven. El hombre
constantemente está emitiendo juicios valorativos, a partir de su siempre visión crítica
de la realidad.

La filosofía no constituye un corpus de pensamientos e ideas, exclusivo,


independiente y distinto de los restantes saberes, sino una actividad crítico - reflexiva
de naturaleza cosmovisiva sobre aquellos momentos esenciales de los distintos
ámbitos de la vida humana en relación con el universo, incluyendo así, las eternas
preguntas sobre los límites del conocimiento, el sentido de la vida, la formación
humana, el sentido de la existencia, la muerte, los problemas de la ciencia, de la vida
cotidiana, etc. Por eso plantea más preguntas que respuestas.

Existe, además, el criterio que la filosofía es una reflexión de segundo orden de la


realidad, que se realiza sobre la base de la de primer orden hecha por otros saberes.
En este sentido, la filosofía sería conciencia crítica que evalúa sus presupuestos,
conceptos, paradigmas, métodos, etc.

Metodológica: Se caracteriza por poseer un método general (Universal) del saber, un


modo particular de valorar la realidad en correspondencia con la práctica social.
Ejemplos de métodos filosóficos: ascensión de lo abstracto a lo concreto, lógico,
histórico, dialéctico, fenomenológico, hermenéutico, cultural, antropológico, holístico,
cualitativo, analítico- sintético, inductivo- deductivo y el método complejo, entre otros.

Disciplina: Amor por la sabiduría. Es el estudio de una variedad de problemas


fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la
moral, la belleza, la mente y el lenguaje. Al abordar estos problemas, la filosofía se
distingue del misticismo, la mitología y la religión por su énfasis en los argumentos
racionales, y de la ciencia porque generalmente lleva adelante sus investigaciones de
una manera no empírica, sea mediante el análisis conceptual,6 los experimentos
mentales, la especulación u otros métodos a priori, aunque sin desconocer la
importancia de los datos empíricos.
LA
PATRIA DEL CRIOLLO
"La patria del criollo: Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca" de
Severo Martínez Peláez (Quetzaltenango 1925-Puebla 1998).

Publicado originalmente en 1970, es el mayor intento de interpretación social sobre


Guatemala hasta la fecha. Además, ha sido uno de los libros más leídos y que más
polémica ha causado.

"La patria del criollo" se divide en 7 capítulos: Los criollos, Las dos Españas I y II,
Tierra milagrosa, El indio, El mestizaje y las capas medias, Pueblos de indios y La
colonia y nosotros.

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A pesar de todos los enormes esfuerzos hechos para ocultarlo, es cosa bien sabida
que el problema primordial de las sociedades centroamericanas es la mala distribución
de la tierra, que se haya concentrada en pocas manos, mientras carece de ella la gran
mayoría de la población. Esta realidad ha sido posible, en buena medida, por los
principios que orientan duramente la colonia la política agraria. Estos principios, son
los siguientes:

Primero. El principio fundamental de la política indiana en lo relativo a la tierra se


encuentra en la teoría del señorío que ejercía el Rey de España, por derecho de
conquista, sobre las tierras conquistadas en su nombre. Este principio es la expresión
legal de la toma de posesión de la tierra y constituye el punto de partida del régimen
de tierra colonial. La conquista significó fundamentalmente una apropiación que abolía
automáticamente a los nativos sobre sus tierras. Pero no se lo daba automáticamente
a los conquistadores. Unos y otros, conquistadores y conquistados, sólo podían recibir
tierras de su verdadero propietario, el rey, pues en su nombre habían venido los
primeros a arrebatarle sus dominios a los segundos.

Inmediatamente después de consumada la conquista, toda propiedad sobre la tierra


provenía, directamente o indirectamente, de una concesión real. El reparto de tierras
que hacían los capitanes entre sus soldados, lo hacían en nombre del monarca y con
autorización de él, y la plena propiedad de aquellos repartos estaba sujeta a
confirmación real.

Consiguientemente, cualquier tierra que el rey no hubiera cedido a un particular o a


una comunidad, pueblo, convento, etc., era tierra realenga, que pertenecía al rey y que
no podía usarse sin incurrir en delito de usurpación. El principio de señorío tiene dos
vertientes: por un lado, únicamente el rey cede la tierra y por otro, no hay tierra sin
dueño; nadie puede introducirse en tierra que el rey no le ha cedido. La corona cede
tierra cuando y a quien le conviene, y también la niega cuando ello le reporta algún
beneficio.

Segundo. Con base en el principio anterior, España desarrolló un segundo principio de


su política agraria: el principio de la tierra como aliciente. La corona, imposibilitada
para sufragar las expediciones de conquista como empresa del estado, las estimuló
como empresas privadas con el aliciente de ofrecerles a los conquistadores una serie
de ventajas económicas en las provincias que conquistasen. Ceder tierras e indios fue
el principal aliciente empleado.

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Para que ese estímulo diera los resultados apetecidos, la corona tenía que mostrar
mucha magnanimidad para ceder las tierras, pues hubiera sido desastroso que se
propagara la noticia de que los conquistadores no estaban siendo debidamente
premiados por su inversión, ni los primeros pobladores por su decisión de trasladarse
a las colonias recientes. Esto condiciona la brutalidad de la primera etapa de la
conquista y el principio del latifundio en las colonias: el rey ofrecía y cedía una riqueza
que no había poseído antes del momento de cederla. Los conquistadores salían a
conquistar unas tierras con autorización, en nombre y bajo el control de la monarquía:
y la monarquía los premiaba cediéndoles trozos de esas mismas tierras y sus
habitantes. Les pagaba, pues, con lo que ellos arrebataban a los nativos y con los
nativos mismos.

Tercero. Ya afianzado el imperio por obra de la colonización y de la toma efectiva del


poder local por las autoridades peninsulares, el principio político de la tierra como
aliciente perdió su sentido original y siguió actuando en forma atenuada. Una
generación de colonizadores españoles habían echado raíces en las colonias: habían
erigido ciudades, tenían tierras en abundancia, disponían del trabajo forzado de los
indios -el nuevo repartimiento comenzaba a funcionar-, muchos de ellos tenían
encomiendas, habían fundado familias y tenían descendientes. A todo con esta nueva
situación, la monarquía se hallo en condiciones de aplicar un nuevo principio: la tierra
como fuente de ingresos para las arcas reales, bajo el procedimiento de la
composición de tierras.

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La incitación del periodo anterior a pedir y obtener tierras había dado lugar a muchas
extralimitaciones. En aquel periodo convenía tolerarlas, pero medio siglo más tarde se
convirtieron en motivo de reclamaciones y de "composiciones": la corona comenzó a
dictar órdenes encaminadas a que todos los propietarios de tierras presentaran sus
títulos. Las propiedades rusticas serian medidas para comprobar si se ajustaban a las
dimensiones autorizadas en aquellos títulos. En todo caso en que comprobara que
había habido usurpación de tierras realengas, el rey se avenía a cederlas legalmente,
siempre que los usurpadores se avinieran a pagar una suma de dinero por concepto
de composición. En caso contrario, era preciso desalojarlas para que el rey pudiera
disponer de ellas.

Dicho de otro modo la usurpación de tierras se practico desde el siglo XVI con base en
la libertad de las concesiones y en el descontrol de la primera etapa de colonizadora.
En la última década de ese siglo fue un sistema de composiciones, que no vino a
frenar la usurpación, sino a convertirla en un procedimiento para adquirir tierras y
ensanchar los latifundios con desembolsos moderados. Al normar la composición, las
leyes sistematizaron la usurpación de tierras estuvo causándole ingresos a la Corana
durante todo el período colonial hasta el día anterior a la independencia.

Cuarto. La legislación colonial de tierras expresa, de manera insistente y clarísima, el


interés de la monarquía de que los pueblos de indios tuvieran tierras suficientes. Los
pueblos deben tener suficiente tierras comunes para sus siembras, deben tener sus
ejidos -territorios también comunes de pastoreo y para otros menesteres distintos de la
siembra-; a los indios que en lo particular quieran adquirir tierras por composición debe
dárseles trato preferencial, y en ningún caso debe admitirse a composición a quien
haya dado usurpado tierras de indios, se trate de tierras comunales -de sementera y
ejidos- o de propiedad de algunos indios en particular.
La preservación de las tierras de indios fue un principio básico de la política agraria
colonial. Y no es extraño, porque la organización del pueblo de indios, como pieza
clave de la estructura de la sociedad colonial, exigía la existencia de unas tierras en
que los indígenas pudieran trabajar para sustentarse, para tributar, y para estar en
condiciones de ir a trabajar en forma casi gratuita a las haciendas y labores y a otras
empresas de los grupos dominantes. Se trata, pues, de un principio permanente y
fundamental de la política agraria de la colonia, que lo fue porque enraizaba en un
interés económico también fundamental y permanente de la monarquía. Para que los
indios permanecieran en los pueblos, y fuera posible controlarlos para la tributación,
era indispensable que tuvieran allí unas tierras suficientes; que no tuvieran que ir a
buscarlas a otra parte.

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El quinto principio no se desprende de las leyes, pero es conocido por hechos


importantes consignados en otros documentos: el bloqueo de los mestizos.

Las leyes de las indias sobre la tierra no hacen discriminación de la gente mestiza -las
"castas", los ladinos-, sino más bien ofrecen puntos de apoyo legal para que ellos
también la puedan obtener. Sin embargo, dado que los mestizos eran un contingente
humano en crecimiento y de escasos recursos económicos, era de esperarse que el
gobierno colonial, tomara provincias necesarias para proporcionarles tierras,
considerándolos como un grupo económicamente diferenciado y muy necesitado de
aquel recurso fundamental. Si los indios, como clase, vivían en sus pueblos, tenían
sus tierras y gozaban de un fuero especial, los mestizos, como grupo emergente en la
sociedad colonial, no ubicada y carente de medios de producción, debieron ser objeto
de la creación de centros especiales para ellos, dotados de tierras para trabajar. Esto,
que se hizo en otras colonias, y que los mestizos del reino de Guatemala solicitaron en
diversas formas, fue sistemáticamente evitado por las autoridades del reino.

La política de negación de tierras a los mestizos pobres en constante aumento


demográfico, fue un factor que estimulo el crecimiento de los latifundios, porque la
población mestiza o ladina pobre se vio obligada a desplazarse a las haciendas y a
vivir y trabajar en ellas a cambio de tierra en usufructo. Se volvieron necesariamente
arrendatarios.

Al igual que con la tierra, para con los indígenas se aplicaron un conjunto de principios
y mecanismos de dominación que propiciaron la, hasta el momento, inferioridad
indígena. Entre esos principios y mecanismos podemos señalar:

La encomienda y el repartimiento, pese a que fueron verdaderos ejes del sistema


colonial, se conocen poco, y lo que de ellas se sabe aparece generalmente en
definiciones muertas.

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Repartimiento y encomienda fueron instituciones que nacieron unidas, entrelazadas, y


así permanecieron durante su primera etapa. Las implantó Cristóbal Colon en las
Antillas, y en su forma primitiva pasaron al continente. El repartimiento tenia dos
aspectos, pues consistía en repartir tierras y también indios para trabajarlas; y como
este segundo aspecto se justificaba diciendo que los indígenas eran entregados para
que el favorecido velase por su cristianización -le eran encomendados para ello-,
repartir indios y encomendarlos fue, en esa primera etapa, una misma cosa. La
encomienda primitiva era en realidad un pretexto para repartirse los indios y
explotarlos y como ninguna instancia superior controlada lo que se hacia con ellos,
vinieron a estar, de hecho, esclavizados. Nos hayamos en la etapa primitiva de la
colonia. La corona de España no aprueba los vejámenes que se cometen en su
nombre pero tiene que tolerarlos, porque la despiadada explotación de los indígenas
es el acicate de la conquista y el pago de la implantación del imperio.

La encomienda primitiva fue una manera de disminuir, bajo el pretexto de que se


entregaba a los indios para cristianizarlos, el hecho de que se los repartía para
explotarlos. La esclavitud que se escondía tras el repartimiento y la economía
primitivos no estaba legalmente autorizada, era esclavitud virtual.

Sin embargo, hubo también en este sangriento periodo, justo a la esclavitud virtual,
una esclavitud autorizada y legal. En su afán de enriquecerse a toda prisa, los
conquistadores se las arreglaron para obtener permiso de esclavizar, con base legal, a
aquellos indígenas que presentaran una tercera parte resistencia armada. Este truco
se complemento con el celebre Requerimiento de Palacios Rubios, instrumento
jurídico que bebía leerse a los indios para llamarlos a aceptar pacíficamente la
soberanía del monarca español.

Se les explicaba en él la existencia de los Papas como vicarios del Dios verdadero en
la tierra, y que el último Papa había donado los territorios indianos a los reyes de
España. En tal virtud, se invitaba -requería- a los indios a aceptar la nueva situación.
Se les hacia saber que, si rechazaban el requerimiento, "tomaremos vuestras
personas, y a vuestras mujeres e hijos, y los haremos esclavos, como tales
venderemos, y dispondremos de ellos…" Esta última amenaza era la verdadera razón
de ser del requerimiento, porque servía para justificar la esclavización de los indios y el
robo de sus bienes. El documento fue elaborado para que los indios lo aceptaran y
evitar así la guerra, sino precisamente contando con lo que no seria aceptado y daría
una base legal a la esclavitud de guerra y al despojo de los nativos. Así lo prueba el
uso de el se hizo. El requerimiento se convirtió en parte integrante del equipo que todo
conquistador había de llevar consigo a América.

Acostumbrados como estamos a pensar la conquista desde el lado de los


conquistadores, olvidamos reflexionar sobre la que realmente significó para los
conquistados. Imaginemos la sorpresa de los indios al recibir o escuchar el
requerimiento: Unos otros hombres venidos del otro lado del mundo, cubierto el rostro
con abundante pelambre y el cuerpo con amenazantes atavíos de guerra, precedidos
denla alarma y el terror de las matanzas y despojos que vienen realizando en su
recorrido, se plantan con un texto en la mano y con las armas y las bestias listas para
entrar en combate. Supongamos que se les traduce el documento a su idioma y que
se les da el plazo de cuatro o cinco días para deliberar y decidirse. En ese plazo
tendrían los indígenas, según las exigencias del requerimiento, que abandonaran a
sus divinidades y convencerse de que el Dios verdadero había venido al mundo en
tiempo remoto y en país desconocido, habría que echar por tierra las creencias
heredadas por siglos, y comenzar a rendirle culto a una pequeña figura humana fijada
sobre dos maderillas en cruzadas, que presentaba además el aspecto de los propios
conquistadores: tez pálida y luengas barbas. En unos pocos días habrá que renunciar
al dominio de las tierras y aceptar la soberanía de un Rey desconocido y lejano. Y
peor de todo: se sabe que se les exige inmediatamente pago de pesados tributos, la
entrega de metales preciosos, y que todos los pueblos que quisieron ser pacíficos
tuvieron que sublevarse a la vuelta de poco. Los indios deben haber comprendido que
el requerimiento era un truco, y que todas esas loas de un Papa y un Rey
repartiéndose el mundo no tiene otra finalidad que provocar el rechaza, justificar la
guerra y darle bases legales a la esclavización y al despojo. Es difícil pensar que no lo
entendieran.
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La esclavitud y esta forma de encomienda fueron suprimidas con las Leyes Nuevas,
que convirtieron a los indios en vasallos libres, obligados a tributar al Rey. Con estas
Leyes, la encomienda pasa a ser una concesión liberadora por el rey a un español con
méritos de conquista o colonización, consistente en percibir los tributos de un
conglomerado indígena. Esa fue la encomienda que se prolongó prácticamente
durante toda la época de la colonia.

Pero mucho más importante que la nueva encomienda fue el nuevo repartimiento de
indios: sistema que obligaba a los nativos a trabajar por temporadas en las haciendas,
retornando con estricta regularidad a sus pueblos para trabajar en su propio sustento y
en la producción de atributos. Esta última institución fue la pieza clave para del
sistema económico de la colonia, y puede afirmarse que será imposible integrar una
visión científica de la sociedad colonial centroamericana (superando las limitaciones
de la tradicional "historia de hechos", así como el carácter fragmentario y des
articulador de las monografías históricas) mientras no se reconozca que la base de
aquella estructura social fue su régimen de trabajo: el repartimiento de indios, el
trabajo obligatorio de los nativos, el riguroso control de los indígenas en sus pueblos,
desde los cuales eran enviados periódicamente a trabajar a las haciendas y labores de
los españoles y de sus descendientes a lo largo de los tres siglos coloniales. Ese
régimen le imprimió desde las bases un determinado carácter a la sociedad colonial
centroamericana y condicionó de manera decisiva las luchas sociales, las ideologías,
las formas del trato social y demás manifestaciones de la vida de aquella sociedad.

Estos procesos de colonización no hubieran sido posibles sin esa enorme labor que se
llamó reducción de indios. Éste fue, en definitiva, el remate de la gran transformación
ocurrida en las colonias a mediados del siglo XVI. Y los pueblos de indios, las
reducciones de indios, vinieron a ser el punto de apoyo de todo el sistema económico
que se estructuro a partir de aquel período. La reducción garantizo el cobro regular de
los tributos de los encomenderos y la disponibilidad de mana de obra para los
terratenientes.

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La esclavitud había causado una dispersión que era grave obstáculo para la
reorganización de la colonia. Muchos indios vivían en las haciendas de sus amos,
otros andaban huyendo, retirados en montañas y lugares remotos, y otros
permanecían en la sede de los antiguos poblados prehispánicos. Ese alto grado de
dispersión y desorganización fue resultado de una peculiar suma de factores: la
esclavitud arrastró indios a las haciendas y ahuyentó indios a los montes, pero esto
vino a operar sobre un cuadro de dispersión ya existente.

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Los indígenas, antes de la conquista, no vivían predominantemente en centros de


población, sino en chozas y caseríos dispersos junto a los sembrados, constituyendo
grandes áreas poblados. Los centros urbanos de que dan noticia los conquistadores
eran solamente los núcleos de áreas habitadas mucho más amplias. A esos núcleos
concurría toda la población en días determinados, con fines comerciales, religiosos y
de administración, pero no eran la morada permanente de la gran mayoría de la gran
mayoría de la población.

La dispersión anárquica adoptada por los indios como recurso de defensa frente a la
conquista, se desarrolló a partir de un cuadro de dispersión orgánica existente con
autoridad. Esta situación era contraria al plan colonial de las Leyes Nuevas, que
exigía, como requisito indispensable, que los indios vinieran a vivir, todos sin
excepción, en poblados perfectamente organizados y estables. Los indígenas no
podían pasar a ser efectivamente vasallos tributarios del rey, ni este podría ceder parte
de la tributación (encomienda), ni sería posible suministrar a las haciendas
periódicamente mano de obra indígena (repartimiento), mientras no hubiera centros de
población perfectamente establecidos y controlados por autoridad.

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El repartimiento va perdurar incluso después de la independencia, aunque con distinto


nombre. A medida que avanzaba la colonia, se llamo indistintamente mandamiento y
repartimiento al envío de indios a las labores y haciendas para realizar trabajo
obligatorio por semanas o temporadas. Sin embargo, puede observarse la tendencia a
llamar mandamiento al envió de indios a lugares lejanos a sus pueblos y por
temporadas mayores que una semana, reservando el nombre de repartimiento al
régimen de envíos para seis días a lugares cercanos. A eso se debe, muy
probablemente, que desde casi el mismo inicio de la Independencia hasta mucho
tiempo después, bajo las dictaduras cafetaleras (1871 - 1944) se llamara
mandamiento, y no repartimiento, el envío forzoso de indios a las fincas, pues eran
envíos desde grandes distancias y por temporadas largas.

Así pues, hablar de repartimiento y de mandamientos es hablar de un mecanismo de


explotación que ha permanecido hasta épocas muy recientes. Aún está fresca en la
memoria de algunos las silenciosas hileras de indios, escoltadas siempre, atados a
veces, que pasaban por pueblos y ciudades en su largo y forzoso recorrido, a pie,
desde sus pueblos hasta las fincas.

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